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UN PEZ ES UN PEZ

LEO LIONNI
Al borde del bosque había una laguna, un pequeñ o pez y un renacuajo nadaban entre
las algas. Eran amigos inseparables.
Una mañ ana el renacuajo descubrió que durante la noche le habían crecido dos
pequeñ as piernas. “¡Mira!”, dijo triunfante. “ ¡Mira, soy un sapo!” “¡Tonteras!”, dijo el
pez . “¡Có mo puedes ser un sapo si ayer eras solo un pequeñ o pez como yo!”
Discutieron y discutieron hasta que finalmente el renacuajo dijo, “¡Los sapos son
sapos y los peces son peces y eso sería todo!”
En las semanas que siguieron, al renacuajo le crecieron pequeñ as piernas frontales y su
cola se achicó y achicó hasta desaparecer.
Y luego, un bello día, ya convertido en un verdadero sapo, salió fuera de la laguna .
El pequeñ o pez también había crecido convirtiéndose en un pez
con todas las de la ley. Se preguntaba siempre que qué sería de
su amigo cuadrú pedo.
Pero pasaron las semanas y el sapo no regresaba.
Hasta que un día, con un feliz chapuzó n que remeció las algas, el sapo saltó al agua.
“¿Dó nde has estado?”, preguntó excitado el pez. “Andaba por el mundo, brincando de
un lado a otro” -dijo el sapo- “y he visto cosas extraordinarias”.
“¿Có mo qué?”, preguntó el pez. “Pájaros”- dijo el sapo en forma misteriosa. “¡Pá jaros!” Y
le contó al pez todo lo de los pá jaros..que tenían alas y plumas y dos patas y muchos,
muchos colores. Mientras el sapo hablaba, su amigo vio volar en su imaginació n a los
pá jaros como largos peces emplumados. “¿Qué má s?” - preguntó impaciente.
“Vacas”- dijo el sapo. “¡Vacas! Tienen cuatro patas, cachos, comen pasto, y llevan
unas bolsas rosadas de leche”.
“¡Y gente!” dijo el sapo. “Hombres , mujeres y niñ os!” Y habló y habló hasta que se
oscureció . Pero las imá genes en la mente del pez estaban llenas de luces y colores
y de cosas maravillosas que le impedían conciliar el sueñ o.
“Ah, si solo pudiera salir de la laguna como mi amigo y ver
ese maravilloso mundo”.
Y así pasaron los días. El sapo se había vuelto a ir y el pez permanecía echado ahí
soñ ando sobre pá jaros en vuelo, vacas pastando, y sobre esos extrañ os animales, todo
vestidos, que su amigo había llamado personas. Un día decidió que pasara lo que pasara
él también tendría que conocerlos.
Y así , con un feroz impulso con su cola salió
del agua a la ribera.
Aterrizó en el pasto tibio y seco
de la mañ ana y ahí quedó jadeando
por aire, incapacitado de
respirar o moverse. “¡Socorro!”,
gimió débilmente.
Por suerte el sapo que andaba cazando
mariposas por allí cerca, lo vio y lo empujó con
todas sus fuerzas de vuelta a la laguna.
Aú n aturdido, el pez flotó por unos instantes. Luego respiró hondamente, dejando que el
agua fresca recorriera sus branquias. Se sentía nuevamente liviano y comprobó con un
leve movimiento de su cola que se podía mover de un lado para otro, como antes.
Los rayos solares llegaron hasta las algas desplazando luminosos colores de un lado a
otro. Este mundo era por seguro el má s bello de todos los mundos. Sonrió a su amigo sapo,
quien lo observaba desde una hoja de nenú fares. “Tenías
razó n”, le dijo. “ Un pez es un pez”.

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