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doi : https://doi.org/10.3406/carav.2006.2923
https://www.persee.fr/doc/carav_1147-6753_2006_num_86_1_2923
Resumen
RESUMEN - El miedo a Haití es un tema recurrente en la historiografía caribeña de la Era de las
Revoluciones. Este ha sido definido por el temor que sintieron los blancos de las sociedades
esclavistas de esa región, ante la posibilidad de perder sus propiedades o morir a manos de negros
sublevados, como sucediera a sus equivalentes durante la Revolución Haitiana. En este artículo se
estudia ese fenómeno como parte integrante de un espectro de manifestaciones mucho más amplio,
en el cual resaltan las expresiones de 'ansiedad' que esa misma situación produjera. El conjunto de
estas manifestaciones, siguiendo la 'lógica del miedo', lo hemos definido como un 'síndrome' debido al
origen «traumático» común que todas mostraron tener en lo sucedido en Saint-Domingue. De igual
manera, se amplía la escala de análisis al Gran Caribe (haciendo énfasis en los casos de Cuba,
Jamaica, Virginia y Venezuela) a fin de enriquecer el estudio con realidades etno-sociales diversas, las
cuales son estudiadas comparativamente.
Abstract
ABSTRACT - The fear towards Haiti is a recurrent subject in the Caribbean historiography dealing with
the Era of Revolutions. This has been defined as the fear felt by the white people, members of the
region's proslavery societies, contemplating the possibility of loosing their proprieties or being killed by
rebellious black men, as it happened to others like them during the revolution in Haiti. In this article, this
phenomenon is taken into consideration as being an integral part of a wider spectre of signs in which
different expressions of «anxiety», generated by the situation itself, are obvious. According to the
«logic of fear», we have defined this manifestations as a whole as a syndrome due to their common
«traumatic» origin associated with the events in Saint-Domingue. In the same way, the scale of
analysis widens towards the Great Caribbean (specially taking into consideration Cuba's, Jamaica's,
Virginia's and Venezuela's cases) in order to supply this study with a richer survey of different ethno
social realities, conceived through comparison.
CM.H.LB.
n° 86, p. 125-155, Toulouse,
Caravelle 2006
El síndrome de Saint-Domingue.
Percepciones y sensibilidades
de la Revolución Haitiana
PAR
Alejandro £. GÓMEZ
CERMA/EHESS, Paris
3 Algunas de éstas tenían un carácter meramente profiláctico para evitar que su número
aumentase (como la prohibición a la importación de negros al Nuevo Mundo de 1516),
mientras que otras, mucho más crueles, tenían un carácter ejemplarizante (como el cepo,
el látigo, la mutilación y hasta la muerte).
4 E. Genovese indica que la Revolución Haitiana marcó un giro en la historia de las
revueltas de negros en América. Eugene D. Genovese, From Rebellion to Revolution.
Afroamerican Slave Revolts in the Making of the Modern World, Baton Rouge; Londres,
Louisiana State University Press, 1979, p. 87.
5 Decimos 'blancos' para referirnos principalmente a las elites dominantes consideradas
legalmente como de ese color. En los territorios anglo-sajones esto estaba establecido por
la ascendencia europea de padre y madre, y en los territorios hispano-caribeños por la
'estimación' pública que se tenía de cada quien, la cual determinaba la 'calidad'.
" Este efecto ha sido definido por Julius Scott como un 'viento común*. Julius Scott, The
Common Wind: Currents of afro-american communication in the era of the Haitian
Revolution, Tesis doctoral, Duke University, 1986, p. IV.
El síndrome de Saint-Domingue 1 27
7 Entre los niveles afectivos se encuentran, además del humor y los sentimientos, las
emociones; éstas se subdividen en seis tipos culturalmente universales: el miedo, la alegría,
la tristeza, la cólera, la sorpresa y la repugnancia. Todas se manifiestan en forma de
reacciones afectivas, cuya intensidad será proporcional a la del estímulo que se perciba.
Claude M. J. Braun, Évaluation neuropsychologique, Montréal, Décarie, 1997, p. 330-
331.
8 Esta comparación la hacen en alusión al trabajo clásico de Georges Lefebvre, El Gran
Miedo de 1789, el cual surgiera del temor de los campesinos a un complot aristocrático
alimentado por rumores. En esta ocasión, como indican estos historiadores, los
«... atemorizados no eran burgueses y campesinos, sino plantadores, y a los que se temía no
eran 'vagabundos' o 'aristos' [nobles], sino negros esclavos». Clarence J. Munford; Michael
Zeuske, «Black Slavery, Class Struggle, Fear and Revolution in St. Domingue and Cuba,
1785-1795», The Journal of Negro History, Vol. 73, N° 1/4 (Invierno-Otofio, 1988),
p. 24.
9 Arturo Morales Carrión, «Ojeada a las corrientes abolicionistas en Puerto Rico»,
Anuario de Estudios Hispanoamericanos, N° XLIII (1986), p. 295-296.
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10 Sólo hemos encontrado una obra en la que se profundiza teóricamente sobre ese
concepto: El Síndrome de Vichy de Henry Rousso. En la misma su autor define su objeto
de estudio como 'el conjunto heterogéneo de síntomas y de manifestaciones ligados al
traumatismo que significó para la sociedad francesa la ocupación nazi y las consecuencias
que este hecho generó dentro de Francia: el régimen colaboracionista de Vichy, la
deportación de judíos a campos de exterminio, etc.' Henry Rousso, Le syndrome de Vichy,
Col. Points, Paris, Éditions du Seuil, 1990, p. 18 y ss.
11 David P. Geggus, «The Haitian Revolution», H. Beckles y V. Sheperd (cords.),
Caribbean Slave Society and Economy, New York, The New Press, 1993, p. 402.
12 Según los historiadores P. Roberts y W. Naphy, la 'lógica del miedo' estaría dada por
las formas como «... las personas enfrentaron (...), y tomaron precauciones, con aquello que
temían, desde las más prácticas (fuego, inundación, plaga) hasta las más intangibles (muerte,
brujería, el miedo mismo)». William G. Naphy y Penny Roberts, Fear in Early Modern
Society, Manchester; New York, Manchester University Press, 1997, p. 2.
Î3 Véase: Jean Delumeau, La Peur en Occident (XIV -XVIIf siècles), Paris, Fayard, 1978.
El síndrome de Saint-Domingue 129
Estructura» ctno-soclalea
Jamaica (1788)
I
Virginia (1790)
:
Venezuela (1800)
I O Blancos
Cuba (1792) «Libres de Color
:
■ Esclavos
100000 200000 300000 400000 500000
Oak» lomtdw de: Hcrtwrt 3. Kleta, Stmrry M th* Amtrícm; A Companrtí* Stofy of rtrrfnla and Cuba Oúctpi.Vmvtnity of
Chicago fres», 1967; Manad tocen* Salmon), «U «ocwòad «ti 1» provincia de Cuaca* » etmáoooi M *i¿ti\VS»,Amurioéi
EtluOtu Amtrtcam». W Î7 0980); J. McCtaker, «mi oikíi** Amtrk^ Âe^tíkm: Vk rum iradt and Ok halmre t^paymentt
tfOu Mntt* Continental Cetonia, VoU, New Y«fc. Oariand PuWnhmg, fee., 1M9
130 CM.H.LB. Caravelle
17 Cf. David P. Gcggus, «The Enigma of Jamaica in the 1790s: New Light on the
Causes of Slave Rebellions», The William and Mary Quarterly, Vol. 44, N° 2 (Abril,
1987), p. 278.
18 Bertrand Van Ruymbeke, «Fêtes républicaines et clubs jacobins: vivre la Révolution à
Charleston en Caroline du Sud, 1792-1797», M. Belissa y M. Cottret (dirs.),
Cosmopolitisme*, patriotisme: (Europe et Amériques 1773-1802), Paris, Les Perséides, 2005,
p. 125-136.
19 James Sidbury, «Saint Domingue in Virginia: Ideology, Local Meanings, and
Resistance to Slavery, 1790-1800», The Journal of Southern History, Vol. 63, N° 3
(Agosto, 1997), p. 536.
20 Ada Ferrer, «Cuba en la sombra de Haití: noticias, sociedad y esclavitud», Ma.
Dolores González-Ripoll et aL, El Rumor de Haití en Cuba: Temor, Raza y Rebeldía,
1789-1844, Madrid, CSIC, 2004, p. 96, 211; Consuelo Naranjo Orovio, «La amenaza
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25 Cf. Manuel Lucena Salmoral, «La sociedad en la provincia de Caracas a comienzos del
siglo XK», Anuario de Estudios Americanos, N° 37 (1980), p. 186.
2" En Noviembre de 1791, se oyó a algunos negros «hablando sin reservas sobre Saint-
Domingue», y otros negros decir «que los negros en La Hispaniola eran ahora libres». Cf.
M. Mullin, op. cit., p. 222.
27 Cf. Ibidem, p. 217.
28 David Brion Davies, The Problem of Slavery in the Age of Revolution 1770-1823,
Ithaca; Londres, Cornell University Press, 1975, p. 431.
29 David P. Geggus, «Jamaica and the Saint-Domingue Slave Revolt, 1791-1793», The
Americas, Vol. 38, N° 2 (Oct. 1981), p. 219-223.
30 Véase, por ejemplo, una carta enviada desde Saint-Domingue y publicada en The
Pennsylvania Gazette, de Filadélfia, el 16 de mayo de 1792. En ella se describe el terrible
estado en que se encontraba esa colonia, por lo que hace votos por que «... el océano que
rodea [la isla de La] Hispaniola controle la expansión del espíritu de revuelta». Parte de
esta carta se encuentra disponible en Internet en Liberty, Equality, Fraternity: Exploring
the French Revolution, en línea: http://chnm.gmu.edu/revolution/d/573/
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de Saint-Domingue. Lowell Joseph Ragatz, The Fall of the Planter Class in the British
Caribbean, New York, Octagon Books, Inc., 1963, p. 204 y ss.
37 O. P. Geggus, «Jamaica and the Saint-Domingue...», p. 221, 228.
38 A los emigrados civiles se les permitió establecerse en la isla de Trinidad, mientras que
a los militares (que pasaban de cien) se les puso bajo la 'real protección' de la corona
incorporando las naves de guerra con sus marinos a la escuadra española estacionada en
Cuba, y proveyendo alojamiento en la Tierra Firme a los miembros del ejército hasta que
pudieron ser enviados a España en 1795. Véase: Alejandro Gómez, Fidelidad bajo el
viento: revolución y contrarrevolución en las Antillas francesas en la experiencia de algunos
oficialesfranceses emigrados aTtierra Firme (1790-1795), México, Siglo XXI, 2004.
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Haitian Revolution in the Atlantic World, Columbia, University of South Carolina Press,
2001, p. 144 y ss.
43 Alain Yacou, «Esclaves et libres français à Cuba au lendemain de la Révolution de
Saint-Domingue», Jahrbuch fur Geschichte von Staat, Wirtschafi und Gesellschaft
Lateinamerikas, N° 28 (1991), p. 165-174.
44 Según D. R. Egerton, para 1795 habían entrado a este país alrededor de doce mil
esclavos de Saint-Domingue. Douglas R. Egerton, Gabriel's Rebellion: The Virginia Slave
Conspiracies of 1800 and 1802, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1993,
p. 47.
45 Cf. J. Sidbury, op. cit., p. 539.
46 Cf. Ashli White, «The Politics of 'French negroes' in the United States», Historical
Reflections, Vol 29, N° 1 (Primavera, 2003), p. 108-109.
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52 Cf. Simon P. Newman, «American Political Culture and the French and Haitian
Revolutions», D. Geggus (coord.)» The Impact of the Haitian Revolution in the Atlantic
World, Columbia, University of South Carolina Press, 2001, p. 79n.
53 Su frustración por la revolución se reflejó en un panfleto que publicara en 1795, luego
de que la «feliz revolución del 9 termidor» (Reacción Termidoriana) acabara con el 'Reino
del Terror'. Miranda a Efforo Lanjuinais, [Hamburgo, 8/6/1801], Archivo del General
Miranda, Vol. 16, La Habana, Editorial Lex, 1950, p. 244.
54 Miranda a Turnbull [Dover, 12/6/1798] Archivo del General Miranda, Vol. 15, La
Habana: Editorial Lex, 1950, p. 207.
55 Gual a Miranda [4/2/1800], Archivo del General Miranda, Vol. 16, La Habana:
Editorial Lex, 1950, p. 7, 46; Artículo aparecido en El Mercurio Venezolano, N° 3, cf.
Francisco Isnardi, Proceso Politico, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1960,
p. 171.
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62 Cf. Carl Ludwig Lokke, «Jefferson and the Lederc Expedition», The American
Historical Review, Vol. 33, N° 2 (Enero, 1928), p. 324.
63 Cf. Johanna von Grafenstein, Nueva España en el Circuncaribe, México, UNAM,
1997, p. 262-263.
64 Esas naves estuvieron bajo el mando del almirante Gravina, y salieron de Cádiz al
mismo tiempo que las de Leclerc lo hacían desde puertos galos. Cf. José Luciano Franco,
Revoluciones y Conflictos Internacionales en el Caribe, 1789-1854: II. La Batalla por el
Dominio del Caribe y el Golfo de México, La Habana: Academia de Ciencias, 1965, p. 57.
65 Por concepto de pagos parciales de los préstamos que hicieran los gobiernos coloniales
de Cuba, Nueva España y Nueva Granada, para 1804 las Arcas Reales en Madrid habían
recibido más de 728 mil pesos. Johanna von Grafenstein, Los puertos circuncaribeños y sus
vínculos durante las guerras de independencia hispanoamericana. México: Universidad
Nacional Autónoma de México (Latinoamérica AEL, n° 33), 1997, p. 261.
66 Borrador para el Gobernador de Maracaibo. [Caracas, 31/05/1802] AGN, GCG,
t CXII, f. 99.
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67 Según los cálculos hechos por David Geggus, sólo en 1795 se habrían producido
nueve movimientos insurreccionales, muchos de ellos atribuibles a la influencia franco-
antillana. Lo que contrasta con uno solo en 1794 y dos en 1796. David P. Geggus,
«Slavery, War, and Revolution in the Greater Caribbean, 1789-1815», D.V. Gaspar; D.
P. Geggus (eds.), A Turbulent Time, Bloomington e Indianapolis, Indiana University
Press, 1997, p. 47.
68 Robert Alderson, «Charleston's rumored slave revolt of 1793», D. Geggus (coord.),
The Impact of the Haitian Revolution in the Atlantic World, Columbia, University of
South Carolina Press, 2001, p. 109-110; Douglas R. Egerton, Gabriel's Rebellion: The
Virginia Slave Conspiracies of 1800 and 1802, Chapel Hill, NC, University of North
Carolina Press, 1993, p. 49.
El síndrome de Saint-Domingue 1 43
miembros de ese cuerpo, cinco años debieron pasar desde la primera gran
revuelta antes de que sobreviniera la catástrofe74.
En Venezuela también hubo manifestaciones de resistencia que
alarmaron a los sectores blancos: en 1795 tuvo lugar en las inmediaciones
de la ciudad oriental de Coro una revuelta masiva de negros libres y
esclavos con vínculos hacia las Antillas Francesas. La misma hizo entrar
en razón a las autoridades locales en cuanto a lo vulnerable que era su
territorio a los embates de los ideales revolucionarios franco-antillanos.
De acuerdo a la opinión del Comandante de la Milicia de Veteranos,
esto se debía a que «... las personas de color que tanto abundan [en] esta
Capitania General..» estaban «... más dispuestas de lo que debieran de los
acontecimientos de las islas francesas...»^. De acuerdo a los informes de la
época, los negros de Coro se habían alzado invocando la «ley de los
franceses» y aplaudiendo «... los estragos que sus semejantes hablan ejercido
y ejercían en las colonias francesas»'7^. En lo sucesivo no se enviaron más
auxilios militares a Santo Domingo como se había venido haciendo; más
bien se optó por reforzar las defensas del territorio^.
Siguiendo en Venezuela, tal vez el único evento a través del cual
podemos apreciar lo que sentían y pensaban los blancos criollos a
propósito de la Revolución Haitiana tuvo lugar en 1808 cuando, luego
de recibida la noticia de la abdicación del monarca español en Bayona,
algunos blancos criollos caraqueños pretendieron crear una junta de
gobierno autónoma. Esta iniciativa produjo un gran desorden entre las
personas de « todas las clases»^ y una airada reacción realista por parte de
los milicianos pardos. Ello dio pie a que algunos de los blancos
implicados fuesen acusados de haber actuado irresponsablemente,
ignorando que sus acciones podrían haber convertido a Venezuela en
otro Saint-Domingue79. A los implicados también se les acusaba de
haber dicho que el proyecto contaría con el apoyo de diez mil esclavos, lo
que refutaron alegando que ellos estaban conscientes de lo
contraproducente que sería tomar una acción semejante, ya que,
posteriormente «... serían los mismos dueños [de los esclavos] las víctimas
de la empresa, como se sabe experimentalmente con lo ocurrido en la Isla de
Santo Domingo...»*®.
En Jamaica, a pesar de los cientos de franceses que, entre prisioneros y
refugiados (muchos de éstos con sus esclavos), se hicieron presentes en
esta isla en tiempos de la Revolución Haitiana, nada parece indicar que
este proceso haya producido algún tumulto entre la población de color
local. Ni siquiera pareciera haber influenciado a los cimarrones de la
comunidad de Trelawny Town cuando masivamente se rebelaron contra
el orden establecido en julio de 1795, comenzando así la Guerra de
Cimarrones (Marroon War) que por nueve meses habría de sacudir la
comodidades, sino sus vidas. «Declaración de Don José Vicente Escorihuela» [Caracas,
01/12/1808], ibidem, p. 27.
80 «Confesión de Don Mariano Montilla» [Caracas, 01/03/1809], ibidem, p. 205-206.
81 D. P. Geggus, «The Jamaican Enigma...», p. 279 y ss.
82 Ibidem, p. 275 y ss.
83 Este testimonio corresponde al plantador de Jamaica, Thomas Barrit. Cf. Olwyn M.
Blouet, «Bryan Edwards and the Haitian Revolution», D. Geggus (coord.), The Impact of
the Haitian Revolution in the Atlantic World, Columbia, University of South Carolina
Press, 2001, p. 49.
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Entre los que «... iban huyendo de la invasión de Tusen y sus negros»*®
venía el ex-gobernador de aquella entidad colonial, Don Joaquín García
y Moreno, y muchos —si no todos- los miembros del gobierno; todos
ellos, a su vez, cargando con sus respectivas familias90.
etno-civil'
El único lugar del Gran Caribe donde estalló una 'guerra
con rasgos similares a la de Saint-Domingue fue en Venezuela a partir de
91 Hablamos de 'guerra etno-civil' basados en el uso que diéramos a esta expresión para
el caso del conflicto que sacudiera Martinica entre 1790 y 1792, el cual vio enfrentadas a
las facciones de los plantadores y mulatos contra la de los pequeños blancos y
comerciantes. Algo similar se dio en Saint-Domingue, y no sólo entre blancos y personas
de color, sino también entre éstas mismas, como se viera en el caso de la Guerra del Sur
(1799-1800), el cual, grosso modo, vio enfrentados a negros contra mulatos. En el caso de
la 'guerra etno-civil' venezolana, este conflicto vio enfrentados a individuos de distintos
grupos étnico-sociales (blancos criollos, blancos peninsulares, negros, pardos e incluso
canarios), los cuales no siempre estuvieron con la misma parcialidad, como tampoco pasó
en las Antillas francesas referidas. Para el caso de Venezuela también se ha hablado de
'guerra popular* para compararla con los conflictos en Saint-Domingue. A. Gómez,
op.cif, Juan Uslar Pietri, Historia de la rebelión popular de 1814, Madrid, Edime, 1972,
p. 7 y ss.; Clément Thibaud, Repúblicas en Armas (Los ejércitos bolivarianos en la guerra de
independencia en Colombia y Venezuela). Bogotá: Planeta/IFEA, 2003, p. 108 y ss.
92 Esta realidad etno-social, en la que los pardos eran mayoría, era apreciable en el paisaje
humano de ciudades como Caracas, el cual describió un observador francés a ñnes del
siglo XVIII de la siguiente forma: « En proporción a las otras clases sociales, probablemente no
hay en todas las Indias Occidentales, ciudad con más manumisos o descendientes de
manumisos.» François Depons, Viaje a la Parte Oriental de Tierra Firme en la América
Meridional, t. II, Caracas: Banco Central de Venezuela, I960 (1806), p. 233.
93 J. King ha señalado como la constitución española de 1812, mandada a publicar por
Monteverde y jurada en Caracas en noviembre de ese mismo año, fue recibida con
entusiasmo por las castas en Venezuela. James F. King, «A royalist view of the colored
castes in the Venezuelan war of independence», The Hispanic American Historical Review,
Vol. 23, N° 4 (Nov., 1953), p. 529.
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94 Clément Thibaud, «Coupé têtes, brûlé cazes», Annales HSS, Vol. 58, N° 2 (Marzo-
Abril, 2003), p. 317.
95 Francisco de Miranda, «Memorial dirigido (...) a la Audiencia de Caracas», Archivo
del General Miranda, XXIV, p. 537.
96 W. Watson a T. Perceval [St. Thomas, 26/06/1814] cf. J. Uslar Pietri, op. cit., p. 209.
97 S. Bolívar (bajo el seudónimo de Un Americano) al Editor de la Real Gaceta de
Jamaica [Kingston, después de 28/11/1815], Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, en
línea: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/hist/79 1 50596 101 68249675
4491/pOOOOO02.htm#I_22_
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Conclusión
1^5 Vincent P. Franklin, «Education for Colonization: Attempts to Educate Free Blacks
in the United States for Emigration to Africa, 1823-1833», The Journal ofNegro History,
Vol. 43, N° 1 (Invierno, 1974), p. 91-92.
106 cf. J. v. Grafenstein, op. at., p. 274-275.
107 a. Ferrer, op. cit., p. 180.
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108 Según la teoría del Valor agregado* o lde la tensión' {Strain theory), una colectividad
puede pasar de una etapa a otra de comportamiento colectivo (como de la 'ansiedad' al
'miedo-pánico') en forma acumulada, es decir, siguiendo la lógica de la producción
industrial, agregando a cada paso un factor de 'tensión' que conduzca a la siguiente, la
cual por medios propios no hubiera podido sobrevenir. Véase: Neil J. Smelser, Teoria del
Comportamiento Colectivo, México, Fondo de Cultura Económica, 1996 (1963), 456 p.
Para una descripción sintetizada de dicha teoría, ver: Diana Kendall, Sociology In Our
Times, Thomson Wadsworth, 2005, p. 530-531.
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