Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Résumé
« Santa Evita de Tomas Eloy Martinez, l'insaisissable référentialité ».
L'objectif est double. D'abord débusquer dans le texte de Tomas Eloy Martinez les glissements et les entrecroisements de
l'histoire et de la fiction à travers un processus de construction d'une individualité ; appelons-la identité narrative. Qui vit l'histoire
? Qui raconte ? Santa Evita est un ensemble multlinéaire où s'affrontent deux dispositifs d'énonciation : ceux que concernent le
récit, les opérations de représentation et la construction de l'intrigue. Ces marques du genre sont disposées en deux réseaux
dont l'un répond au jeu entre l'original et sa copie (réfèrent et représenté) et un autre étrangle celle-ci et déconstruit l'apaisant
équilibre de la duplication.
Le deuxième objectif est une réflexion sur la place accordée à la fiction en tant que terme hors norme dans la hiérarchie du récit
qui impose de violentes contraintes, mais dont les bornes deviennent ici imprécises. On peut aujourd'hui affirmer que le concept
de fiction est un paradigme de somnambulisme théorique
Ferro Roberto. Santa Evita de Tomás Eloy Martinez. La referencia inasible. In: América : Cahiers du CRICCAL, n°24, 2000.
Les nouveaux réalismes, v1. pp. 159-166;
doi : https://doi.org/10.3406/ameri.2000.1462
https://www.persee.fr/doc/ameri_0982-9237_2000_num_24_1_1462
Al despertar de un desmayo que durô mas de très dias, Evita tuvo al fin la
certeza de que iba a morir. Se le habian disipado ya las atroces punzadas en el vientre
y el cuerpo estaba de nuevo limpio, a solas consigo mismo, en una beatitud sin tiempo
y sin lugar. Solo la idea de la muerte no le dejaba de doler. Lo peor de la muerte no
era que sucediera. Lo peor de la muerte era la blancura, el vacio, la soledad del otro
lado: el cuerpo huyendo como un cabal lo al galope.
Este es el pârrafo inicial de la narraciôn, en el que es posible leer el
protocolo de la insistencia antes mencionada y su apertura a algunas
relaciones privilegiadas: el cuerpo como lugar de la muerte, el cuerpo como
una suerte de block maravilloso que se hace présente mientras desaparece, el
cuerpo como un resto del cual surge la inminencia del retorno de la
represiôn. El imaginario occidental, marcado por un dualismo subyacente,
hace una distinciôn profunda entre el cuerpo y el sujeto. El cuerpo de Evita
se niega a ser comprendido desde ese imaginario, lo que le otorga la
condiciôn de secreto, de recipiente misterioso atravesado por laberintos con
trazados imposibles de recorrer sin la posesiôn de algûn saber que tenga el
valor simbôlico del hilo de Ariadna y asi poder enunciar un discurso que dé
cuenta del centro oscuro del enigma, del secreto inalcanzado. El cuerpo de
Evita es narrado por Tomâs Eloy Martinez, no como el lugar comûn de la
muerte, sino como el lugar de lo inacabado y/o del exceso.
El texto como fusion en perpétua movilidad se da a leer como un
conjunto multilineal en el que pugnan dos dispositivos de enunciaciôn
narrativa. Los referentes del relato, las operaciones de representaciôn, las
fuerzas comprometidas en la construcciôn de la intriga, las marcas genéricas
parecen disponerse entre la indecision de estas dos redes: una, que responde
a una lôgica binaria, con sus variaciones de direcciôn sometidas a los juegos
del original y de la copia, del referente y el referido, siempre en torno de
perpétuas bifurcaciones como mecanismo de proliferaciôn y de limite al
unisono; la otra se encabalga sobre la anterior, la ahorquilla, la atraviesa
como una fisura que amenaza con desgarrarla, abre la traza de una triada
lâbil y sinuosa en el seno del equilibrio sedante de una configuraciôn
sostenida por los juegos de la representaciôn y lo representado.
Desenmarafiar los cruces y derivaciones que traman esa pugna supone
trazar un mapa, cartografîar, recorrer territorios desconocidos. El texto que
desvela y constituye el cuerpo de Evita como un sedimento irréductible,
también da a leer otra insistencia: la repeticiôn de los numérales dos y très,
diseminados de manera abrumadora en el relato, en una proporciôn mucho
mayor que la palabra cuerpo, aunque por su condiciôn de términos vacios, se
disuelven a la mirada lectora, y, tan solo, se revelan como indices de las
redes de nervaduras a las que pertenecen.
Très son los personajes que buscan el sentido del cuerpo de Evita en el
curso del relato: el coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig, el militar
encargado de ocultar el cuerpo de Evita, el doctor Pedro Ara, el médico
taxidermista que embalsama el cuerpo, y Tomas Eloy Martinez, el narrador
162 Roberto Ferro
que relata los avatares de su bûsqueda. Los très escriben: el coronel busca el
misterio desplegando sus interrogantes y sus pesquisas en multiples fichas;
el doctor Ara publica El caso Evita, en el que refiere los avatares de su
trabajo, y Tomâs Eloy Martinez escribe su historia como un collage que
abarca todas las voces, los restos, las escrituras de los otros, como si su letra
fiiera un monograma interminable.
En Santa Evita, los très tenaces viajeros del laberinto se saben
asediados por una maldiciôn, por el destino de todos aquellos que de una u
otra manera osen tocar el cuerpo de Evita. Créer en el destino implica créer
que en el acontecer, ademâs de las conexiones causales que puedan
atribuirse, hay latentes otras motivaciones, que solemos asociar a lo funesto,
a la calamidad y a la desgracia. Esa creencia exige traspasar los bordes de la
racionalidad, exige abandonar el nûcleo dominante del imaginario
racionalista. El destino, que es incognoscible y, por lo tanto aterrador, esta
mas alla de nuestra voluntad y de nuestros saberes. Pero el destino no solo se
relaciona con la necesidad de hallar un sentido al curso de nuestras vidas,
sino que es una representaciôn del tiempo de la vida, representaciôn solo
posible en la actividad de narrar.
A partir de los siglos XVII y XVIII, se constituyen los saberes de
control sobre el cuerpo, solidarios con la concepciôn racional del mundo.
Michel Foucault destaca dos formaciones discursivas en ellos: una médico-
anatômica, que disefia una racionalizaciôn minuciosa del cuerpo y otra
polftico-técnica, compuesta por un conjunto de reglamentaciones para vigilar
las operaciones del cuerpo. De los très personajes que se animan a internarse
en los laberintos del cuerpo de Evita, dos son sujetos de esos discursos
normativos. El otro es un escritor que inscribe en su letra la letra de los otros
personajes vacilando sobre el peligroso filo de una navaja que sépara todo en
dos mitades: historia o ficciôn, novela o autobiografïa, investigaciôn
documentai o imaginaciôn libre, discurso confesional o invenciôn delibe-
rada. Todas ellas disyunciones exclusivas, es decir alternativas cerradas, una
u otra pero no ambas a la vez y en esa vacilaciôn proliféra un suplemento,
abriendo una triada que con sus deslizamientos desmonta la seguridad del
orden binario. El destino del doctor Ara y el del Coronel Moori Koenig
quedan ligados irremediablemente a las construcciones discursivas que los
constituyen como taies, un médico y un militar; en el caso de Tomâs Eloy
Martinez, el personaje esta en perpétua lucha con la letra y en su dilema
inscribe la tension entre dos redes de enunciaciôn.
Santa Evita de T. E. Martinez. La referencia inasible 1 63
No por eso le tuvieron lâstima sus enemigos, que también eran millares. Los
argentinos que se creian depositaries de la civilizaciôn veian en Evita una
resurrecciôn obscena de la barbarie. Los indios, los negros candomberos, los crotos,
los malevos, los cafishios de Arlt, los gauchos cimarrones, las putas tisicas
contrabandeadas en los barcos polacos, las milonguitas de provincias; ya todos habian
sido exterminados o confinados a sus sôtanos de tiniebla. Cuando los filôsofos
europeos llegaban de visita, descubrian un pais tan etéreo y espiritual que lo creian
evaporado. La sûbita entrada en escena de Eva Duarte arruinaba el pastel de la
Argentina Culta. Esa mina barata, esa copera bastarda, esa mierdita —como se la
llamaba en los remates de hacienda— era el ultimo pedo de la barbarie. Mientras
pasaba, habia que taparse la nariz.
El cuerpo de Evita es una incrustaciôn en el texto que se résiste a ser
narrado desde un dispositivo dualista, el de cuerpo y sujeto, y por extension
al de Civilizaciôn y Barbarie; de esa resistencia emerge un imaginario
reprimido, el de las tradiciones populares, que Tomâs Eloy Martinez
enumera, en las que el cuerpo esta unido al mundo como una parcela
inseparable del universe El cuerpo de Evita no puede ser explicado por
discursos solidarios con la tradiciôn racionalista, que se remonta hasta Santo
Tomâs de Aquino, en la que la inmanencia del cuerpo, en tanto materia,
constituye el fundamento de la existencia del sujeto. En ese imaginario el
individuo déjà de ser miembro inseparable de la comunidad, del gran cuerpo
social, y se convierte en cuerpo para él solo. El individualismo encierra al
hombre en su cuerpo, lo retira de toda pertenencia côsmica.
El doctor Ara, afirmarâ que Evita es un « sol liquido », el coronel
Moori Koenig, para identificar el cuerpo verdadero de las copias, lo marcarâ
con una estrella y terminarâ delirando con su entierro en la luna, irrupciôn de
esa dimension côsmica en sus discursos desbaratados por la obsesiôn y el
delirio. La imposibilidad de narrar desde el dualismo es asediada en el relato
por la insistente contaminaciôn de los imaginarios miticos que emergen
hasta en las diatribas mas acérrimas en contra de Evita, como la que Silvina
Ocampo publica en la revista Sur, en versos pareados de dudoso valor
literario:
Que no renazea el sol, que no brille la luna
si tiranos como éstos siembran nueva infortuna,
engafiando a la patria. Es un tiempo ya que muera
esa raza maldita, esa estirpe rastrera.
El narrador, Tomâs Eloy Martinez, teje su relato con intersecciones de
todo tipo: entrevistas, cartas, un guiôn cinematogrâfîco, memorias,
recopilaciones bibliogrâficas, conjeturas teôricas; el autor del libro, su casual
homônimo, parece contradecirlo cuando con temeraria seguridad inscribe en
la tapa, debajo del titulo la palabra "novela".
Diversas tendencias de la teoria literaria contemporânea coinciden,
con paradôjica seguridad, en reconocer como rasgo especifico de la
ficcionalidad narrativa la duplicaciôn o el desdoblamiento del escritor y el
narrador. Esa ficcionalidad como magnitud relacional, como el desen-
164 Roberto Ferro
PD. I: Tomàs Eloy Martinez consigna al final de su novela una larga lista de
agradecimientos, me pregunto: ^tienen algo que ver con la bibliografîa incluida por
Borges en Historia Universal de la Infamia?, y si no, el interrogante queda abierto
por la ausencia en ella de Aldo Ci-fuentes, que, por otra parte, parece una broma de
cufto lacaniano dirigida a los historiadores y a los periodistas.
PD. II: Ayer viernes 15 de mayo de 1998, mientras caminaba con Silvia, mi
esposa, por las orillas del Sena descubri en uno de los puestos de venta de libros
viejos, una edition de Les métiers terrestres, de Editions La Découverte — insisto
con el sintagma la découverte — traducciôn de los cuentos de Walsh por Hélène
Visotsky. Esta séria apenas una casualidad si no hubiera sido porque al sacarlo del
cajôn mi mirada fue atraida por la imagen de una estampita que me recordaba la
ilustraciôn de un viejo libro en el que aprendi a leer. Tardé en entender que estaba
viendo la tapa de la novela Santa Evita de Tomâs Eloy Martinez. Citas de citas,
encuentros de encuentros en perpetuo diferimiento.