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e-Spania

Revue interdisciplinaire d’études hispaniques médiévales et modernes

38 | février 2021 :
L’oubli dans le monde hispanique et nord méditerranéen  / Droit, politique
et littérature dans l’Espagne du Siècle d’or
Droit, politique et littérature dans l’Espagne du Siècle d’or : le roi, la loi, le procès
Le droit fictionnalisé : culture juridique et représentation du processus judiciaire
Représentation du procès : le théâtre

El Auto de la residencia del Hombre


como proceso judicial del pecador
Jean Canavaggio
https://doi.org/10.4000/e-spania.38998

Résumés
Español Français English
Perteneciente al Códice de autos viejos, el Auto de la Residencia del Hombre nos muestra al
Hombre compareciendo ante el tribunal de Justicia. Como esta actúa en íntima unión con
Misericordia, esta colaboración de dos atributos distintos de Dios posibilita su perdón. La
exaltación final de la Encarnación y de la Redención, característica del Procès de Paradis, se
sustituye aquí por la de la Eucaristía. En cuanto al Hombre, tras haber aceptado una
sentencia que le exime de una temida condena, se declara convencido de que el socorro de la
gracia suficiente le permitirá salvarse. Por ello, el debate entre libertad y gracia permanece
aquí implícito, sin que el desenlace se haga el eco de la polémica entre jesuitas y dominicos
que iba a desencadenarse al final del siglo XVI.

Au sein du Códice de autos viejos, l’Auto de la Residencia del Hombre nous montre la
comparution de l’Homme devant le tribunal de la Justice. Comme celle-ci agit en étroite
union avec la Miséricorde, cette collaboration de deux attributs distincts de Dieu rend
possible son pardon. L’exaltation finale de l’Incarnation et de la Rédemption, caractéristique
du Procès de Paradis, cède ici la place à celle de l’Eucharistie. Quant à l’Homme, après avoir
accepté une sentence qui lui épargne la condamnnation qu’il redoutait, il se dit convaincu
que le secours de la grâce suffisante lui permettra d’être sauvé. C’est pourquoi le débat de la
liberté et de la grâce suffisante demeure implicite, sans que le dénouement se fasse l’écho de
la polémique entre jésuites et dominicains qui marquera la fin du XVIe siècle.

The Auto de la Residencia del Hombre is a play that can be found in the Códice de Autos Viejos
manuscript. The play puts on stage a character called Hombre (Man, Everyman) that has to
go to court, presided by Justicia (Justice). The judicial character acts in tandem with
Misericordia (Mercy), and this combination of two of God’s attributes makes pardon possible.
The final exaltation of Encarnación (Incarnation) and Redención (Redemption), so
characteristic of the Procès de Paradis, is replaced here by the Eucharist. As regards Hombre,
after having accepted a sentence that delivers him from a feared condemnation, he declares
himself convinced that Grace's help is enough for him to reach salvation. Thus, the debate
between Liberty and Grace is implicit here, without there actually being a strong echo of the
final 16th-century polemic between Jesuits and Dominicans.

Entrées d’index
Mots-clés : auto, eucharistie, grâce, justice, miséricorde
Palabras claves : auto, eucaristía, gracia, justicia, misericordia
Keywords : auto, eucharist, grace, justice, mercy

Texte intégral
1 El Auto de la Residencia del Hombre pertenece al llamado Códice de autos viejos de
la Biblioteca Nacional. Víctima de los estragos del tiempo, acrecentados además por
un intento desafortunado de restauración, esta colección fue objeto de
publicaciones parciales en el siglo  XIX, antes de ser íntegramente editada por Léo
Rouanet en 19011. Reúne noventa y seis piezas, todas en un acto y en su mayoría en
verso, formando un conjunto de unos cincuenta mil versos. Todas son anónimas,
salvo el Auto de Caín y Abel, que lleva la firma de Jaime Ferruz. Una sola, el Auto de
la Resurrección de Cristo, se abre con una aprobación fechada en 28 de marzo de
1578; sin embargo, la mayoría de los estudiosos concuerdan en colocar su
composición en un período comprendido entre 1550 y 1580. Por consiguiente,
marcan un hito importante entre los pocos dramas litúrgicos que nos ha legado el
Medioevo castellano y los comienzos del auto sacramental pre-calderoniano,
cultivado por Lope de Vega, Tirso de Molina y Valdivielso2.
2 Dentro de esta colección, el Auto de la Residencia del Hombre lleva el número 50,
ocupando un lugar céntrico. También se encuentra en ella, con el número  9, una
Farsa de la Residencia del Hombre de la que el Auto constituye una ampliación, con
variantes que han sido registradas por Mercedes de los Reyes3. Se trata de una
pieza alegórica, como muestran la elección y denominación de las ocho dramatis
personae: Justicia, Misericordia, el Hombre, la Conciencia, el Ángel de la guarda, el
Diablo, el Mundo y la Carne. Consta de 776 versos en quintillas, mientras que la
mayor parte de las demás obras tienen menos de 500. Lo que le confiere su
singularidad dentro de este conjunto, es la puesta en acción de formas y prácticas
jurídicas que se evidencia desde el título, marcando con su impronta el discurso de
los diferentes personajes. No hay acotaciones escénicas, lo que sugiere una
escenografía relativamente sencilla. Podemos pensar que fue representada sobre
un tablado adosado a un solo carro (llamado aquí carretón), lo cual permitía un
espacio de dos niveles cuya existencia se infiere de una de las réplicas4. Dicho esto,
¿dónde y cuándo pudo ser montada? Las hipótesis emitidas al respecto no dejan de
ser problemáticas5.
3 Como la define Covarrubias en su Tesoro, se entiende por “residencia”, en la
España áurea, “la cuenta que da de sí el gobernador, corregidor o administrador,
ante juez nombrado para ello, y porque ha de estar presente y residir en aquellos
días, se dijo residencia6”. Tal es la obligación que el Hombre tiene que cumplir,
como se deduce del argumento que precede el texto del auto (v. 1-25):

El cual es que al Hombre humano

sale a acusar su Conciencia

en la muy real audiencia

de nuestro Dios soberano,

do se da justa sentencia. (v. 11-15)

4 Su comparecencia es preparada por tres secuencias sucesivas. En un primer


momento (v.  26-99), asistimos a la aparición conjunta de Justicia y Misericordia.
Justicia se indigna de la maldad e ingratitud del Hombre, mientras que Misericordia
le recuerda que Dios redimió con su sangre y su vida aquella alma de la que ha sido
creador; por ello, puede salvarse, con tal que se arrepienta y haga penitencia.
Luego, el Hombre aparece acompañado por Conciencia y el Ángel de la guarda
(v.  100-213). Ambos le animan a que se enmiende, pero el Hombre se niega a
prestarles oído, invocando su libre albedrío que concibe como la libertad de hacer
lo que le guste. En tanto que el Ángel se queda con él, Conciencia va a apelar a
Justicia. En un tercer momento (v.  214-303), Conciencia pide a Justicia que haga
comparecer al Hombre ante su tribunal. Justicia se lo concede. La sentencia que
dará –declara– será el preludio del castigo divino, o sea el fuego ardiente del
infierno, y concluye con una cita de Jeremías (IV, 8), a la que Misericordia opone
otras citas bíblicas, sacadas esta vez de Isaías (LVI, 4) y Zacarías (X, 8) para justificar
su compasión.
5 El Hombre reaparece entonces, en compañía de Conciencia y del Ángel (v.  304-
357). Trata de escapar, pero Conciencia le ase del cuello con mano firme y se niega a
conceder al Ángel que lo suelte, en virtud de las órdenes que recibió (v.  358-463).
Establece la lista de sus fechorías y concluye que merece una sentencia rigurosa. El
Ángel solicita la clemencia de Justicia, puesto que Dios permite al Hombre
enmendarse hasta el final de su vida. Además, añade, Conciencia no ha producido
testigos que permitan condenarle. Esta apela entonces a la Trinidad infernal
formada por Lucifer, Mundo y Carne. El Hombre se cree condenado sin remisión,
viendo que, sin hacer caso de las objeciones del Ángel, Justicia decide convocar a
estos testigos de poca fe.
6 Lucifer –llamado en adelante Diablo– explica que ha venido a pesar suyo. El
Hombre –dice– ha desobedecido a los mandamientos divinos. Se ha hecho esclavo
de los vicios y solo ha pensado en acumular riquezas. Merece el infierno y no puede
esperar ser perdonado por Dios. Mundo añade que ha pecado por codicia, orgullo,
egoísmo y avaricia. Carne, por su parte, declara que solo piensa en poseer la mujer
de su prójimo (v. 464-648). Pero, en aquel momento se produce inesperadamente un
cambio espectacular de situación (v.  649-718): el Ángel pide al Hombre que se
arrepienta ante Justicia y le anima a enmendarse. El Hombre hace entonces su acto
de contrición, mientras que Misericordia aboga por él: desea que, en aquel día de
fiesta, se suspenda el castigo previsto, puesto que, según declara,

Para hombre semejante

que está en semejante estado

Dios hoy en manjar se ha dado

porque se esfuerce y levante

para salir del pecado. (v. 714-718)

7 Justicia dicta su sentencia. Perdona al Hombre, invitándole a recibir la santa


comunión y exhortando a Conciencia a que “le ande siempre remordiendo,
industriando y persuadiendo”, con el fin de que sea más perfecto. El Hombre se
conforma con esta sentencia, promete enmendarse con la ayuda de la gracia divina.
Despacha a los testigos y convida a los presentes a que canten con él un villancico
final para celebrar ese día (v. 719-776).
8 En este contexto conviene colocar las referencias a la praxis jurídica y al lenguaje
de los tribunales. Desde la primera secuencia, Misericordia pide a Justicia, su
querida hermana, tomar asiento con ella en la sala, para dar audiencia en nombre
de su común Soberano. Por su parte, Justicia convida a Misericordia a sentarse a su
derecha y vemos cómo esta trata de aplacar la ira de su compañera. Cuando
aparece a su vez, el Hombre se muestra sordo a las exhortaciones que se le dan y es
entonces cuando recibe de Conciencia una advertencia que concuerda con el título
del auto:

Pues mira que hay residencia

adonde cuenta has de dar. (v. 112-113)

9 En vano: ante el poco efecto de sus esfuerzos, Conciencia declara que va a “dar
queja criminal/ del Hombre y de su malicia”, como no tarda en hacerlo:

Justicia del Soberano,


oye a la propia Conciencia

que ante tu real presencia

vengo contra el Hombre humano

a pedirte residencia.

[…]

Tráigole ante ti citado

para que responda al cargo

y disculpe su pecado,

amostrando su descargo

de lo que es por mí alegado.

Admite mi petición

con el rigor de justicia

procediendo a punición;

que juro que de malicia

no pongo mi acusación. (v. 214-248)

10 Si el Hombre se resuelve a comparecer, es, según declara, porque se veía a punto


de ser ahorcado por Conciencia. Sin embargo, quiere ser juzgado por contumacia;
luego, toma pretexto de las fiestas del Corpus para pedir un plazo, antes de
pretender que le van a soltar bajo fianza, pero es incapaz de decir quién ha de ser
su fiador. Finalmente, una vez ante el tribunal e invitado por Justicia a contestar a
sus preguntas, se confiesa incompetente y prefiere remitirse a su Ángel:

Yo no sé razonamientos:

hablen con mi guardador

que sabe bien de argumentos,

que él es mi procurador

y entenderá aquesos cuentos. (v. 384-388)

11 El Ángel invoca entonces un defecto procesal debido a la falta de testigos de


cargo:

cuanto más que aquí no ha dado

la Conciencia información

por donde en condenación

el Hombre sea sentenciado. (v. 399-402)

12 Así se explica la comparecencia de Diablo, Mundo y Carne. Una vez que el Ángel
ha intentado sin éxito recusarlos, vemos primero cómo se conciertan antes de
presentarse ante el tribunal, por temor a las arbitrariedades de la justicia legal.
Como aclara el Diablo:

Conviene estar prevenidos,

conformes, contestes, juntos,

unánimes los sentidos,

para que con falsos puntos

no seamos entendidos;

porque suelen los jueces

decir y repreguntar

con cautelosos dobleces

que hacen desatinar

los testigos muchas veces. (v. 497-503)

13 El Ángel vuelve a la carga: esos testigos son en realidad los enemigos del Hombre
y, ya que le incitaron a cometer las maldades de que es acusado, son cómplices y
coacusados. A lo que contesta Justicia como profesional de las audiencias:

De amigos o de enemigos

no hay que mirar calidad

para averiguar verdad,

porque tachar los testigos

no deshace la maldad;

y así vosotros podéis

decir luego y relatar

lo que hacer visto le habéis,

que en lo que hubiere lugar

acreditados seréis. (v. 559-568)

14 En la declaración de los dos primeros testigos, notamos un toque final que tiende
a introducir una nota cómica. El Diablo concluye con este detalle:

Sé que aquesta es la verdad,

y que no merece el Hombre

que haya Dios de él piedad

y lo firmo de mi nombre

y que soy mayor de edad. (v. 594-598)

15 Por su lado, la intervención de Mundo participa de la misma estilización, como


muestra su preocupación por seguir las reglas del procedimiento:

Lo cual todo testifico

sin pretensión de interés,

y lo firmo y certifico,

y si necesario es,

en ello me ratifico. (v. 614-618)

16 Se supone que el Ángel, en su calidad de defensor, se va a dirigir al tribunal,


acudiendo al mismo vocabulario. Pero se vuelve hacia el Hombre a manera de un
confesor, invitándole a arrepentirse, lo cual consigue fácilmente tras haberle
convencido de la eficacia de esta decisión. A la pregunta que le plantea el acusado
–“¿desharase ese proceso de mi culpa y mi error?”– contesta de tal modo que
Conciencia, hasta entonces acusadora, parece cambiar de bando:

No solo se deshará,

pero dél no habrá memoria,

y tu Conciencia estará

gozosa por la victoria

que por ti conseguirá. (v. 669-673)

17 A la confesión pública del Hombre, que concluye con su acto de contrición, hace
eco la petición que Misericordia dirige a Justicia, haciendo que esta dicte una
sentencia que corresponda al deseo del acusado y de sus defensores. Titulada
SENTENCIA, merece ser reproducida in extenso:

En el pleito litigado

entre el Hombre y su Conciencia,

habiendo visto y mirado

la fe y entera creencia

con que el Hombre ha confesado;

y mirando el fin e intento

y la caridad y amor

con que el sumo Hacedor

hoy se nos da en sacramento

para el bien del pecador;

y vista aquella agonía,

y la firme contrición

con que el Hombre a Dios pedía

misericordia y perdón,

y lo que pedir debía;

Xpi nomine invocato,

fallamos que pertenece

gloria al Hombre y que merece

perdón de su desacato,

y que a estar en gracia empiece.

Mandamos sea comulgado

para la paga y descuento

del cometido pecado,

y que el Santo Sacramento

para su bien le sea dado.

Dámosle por libre y quito

de aquesta condenación,

pues con limpio corazón,

humilde, manso y contrito,

ha hecho su confesión.

Y debémosle absolver

de la justa acusación,

y mandámosle tener

firmeza en el corazón

para más perfecto ser,

y a la Conciencia exhortamos

le ande siempre remordiendo,

industriando y persuadiendo,

y ansina lo pronunciamos

pro tribunal y sedendo. (v. 719-758)

18 En plena conformidad con la doctrina de la culpa y de la redención, el veredicto


de Justicia toma prestados del vocabulario de los tribunales una serie de términos y
expresiones que lo sitúan dentro del ámbito del proceso: “pleito litigado”,
“fallamos”, “mandamos”, “dámosle por libre y quito” y, finalmente, “lo
pronunciamos pro tribunal y sedendo”, recuperación de la fórmula jurídica
consagrada pro tribunali sedere.
19 Según Léo Rouanet, el tema de este auto se deriva de un debate conocido en todas
las literaturas de la Edad Media y que tiene por tema la condena del Hombre y su
redención. Se conoce en Francia como Le Procès de Paradis y ha sido objeto de
trabajos recientes, entre los cuales los de Jean-Pierre Bordier revisten especial
importancia. Aparecido a mediados del siglo  XII bajo formas literarias afines en
Hugues de Saint-Victor, Bernard de Clairvaux, Pierre le Vénérable y Julien de
Vézelay, el conflicto entre la justicia y la misericordia de Dios conoce en adelante
una amplia difusión. A mediados del siglo  XIV, el cisterciense Guillaume de
Digulleville acrecienta la forma judicial del debate, de acuerdo con el nombre de
Procès de Paradis con el que se suele designar el episodio. En su Mystère de la
Passion, Eustache Mercadé lo introduce ampliándolo en el teatro, donde conoce un
éxito duradero. Guillaume de Digulleville, en la línea de Hugues de Saint-Victor,
establece un vínculo estrecho entre dicho Procès de Paradis y el juicio del alma en
el Pèlerinage de l’âme (1355): Justicia y Misericordia intervienen en ambos casos.
Sin embargo, es el teatro de las moralidades el que va a sacar el mejor partido de
este relato que se prestaba a una dramatización, como se infiere de unas obras del
siglo XV impresas al principio del XVI. Tal es el caso de la Moralité d’Homme juste et
Homme mondain, de Simon Bougoing, representada en Tarascon en 1476,
probablemente a instancias del rey René d’Anjou, así como de la Moralité de
l’Homne pécheur, montada en Tours al final del siglo XVI. Como observa Jean-Pierre
Bordier, “[Estas obras] recurren al vocabulario, a los procedimientos y a los
razonamientos del derecho penal para figurar la deliberación de Dios sobre la
redención y el juicio del alma. El hombre es sentenciado, la justicia tiene que
condenarle, pero finalmente es perdonado. Desarrollan, no obstante, sin infidelidad
ni mayor distorsión, los datos dogmáticos de la enseñanza universitaria y de la
predicación”7. A su vez, Marie-Emmanuelle Simon-Walckenaere, haciendo hincapié
en la Moralité de l’Homne pécheur, muestra cómo estas obras escenifican la parte
que corresponde al hombre en el debate entre Justicia y Misericordia, es decir la
posibilidad permanente que se le otorga de beneficiarse de la misericordia
mientras hace su camino en la tierra y, por consiguiente, antes de que el momento
decisivo de su muerte acarree su sumisión a la justicia divina8.
20 De esta tradición –de la cual proceden otras piezas de la colección– el Auto de la
Residencia del Hombre ha sacado el simbolismo de la intriga, así como las figuras
del Hombre, de Justicia y de Misericordia. En cuanto a la trilogía clásica de los tres
enemigos del género humano –Mundo, Carne y Diablo– se trata de un tópico del
drama litúrgico europeo. Esta filiación, como nota Rouanet, no debe ocultar todo lo
que hace la originalidad de esta pieza, aun cuando diste de ser una obra maestra.
En efecto, el tema central ya no es el pecado original, sino el pecado en general que,
a diferencia del precedente, puede ser borrado por la confesión y la penitencia. De
ello resulta que, en contra de lo que ocurría en el debate medieval, el acusador ya
no es el Diablo, sino la Conciencia; en cuanto al defensor, ya no es la Virgen, que no
figura en la lista de los personajes, sino el Ángel de la guarda, en tanto que el
Diablo, el Mundo y la Carne solo intervienen como testigos.
21 Esta reescritura del Procès de Paradis se observa desde el título, el cual nos indica
de entrada el significado castizo que tenemos que dar a la comparecencia a la que
vamos a asistir. Además, aunque se nos dice, en el argumento, que Conciencia viene
a acusar al Hombre ante “la muy real audiencia de nuestro Dios soberano”, no
aparece Dios en el tablado. En cuanto al Hombre, no es el Primer Hombre, llamado
a comparecer en el juicio final, sino, más sencillamente, el Pecador, un individuo
cuya última hora no ha llegado todavía, como cuida de recordar el Ángel, su
defensor:

Justicia, si el pecador

vive y está aparejado


para salir del error,

no debe de ser juzgado

por el último rigor.

Para el Juicio final

eso que dices se entienda,

que aquí, en este tribunal,

admite Dios el enmienda

de cualquier hombre mortal. (v. 389-398)

22 Su habla espontánea, bien distinta del discurso elaborado de las alegorías, su


obstinación, su cobardía, su ignorancia, su irreflexión, pero también su malicia
permiten a los espectadores reconocer en él una modalidad del bobo. En varios
momentos, se dedica a provocar su risa. Así cuando increpa a Conciencia que
quiere meterle en el recto camino:

Mirad, la de las criznejas,

no me atronéis las orejas,

que a la fin sois mujer

y ansí es vuestro andar en quejas. (v. 205-208)

23 O cuando toma pretexto del Corpus para negarse a comparecer:

que hoy no es día de quistiones,

son de danzas y pavanas,

y mas que están las ventanas

mirando los carretones

atestadas de galanas. (v. 329-333)

24 O cuando se burla de los testigos producidos por Conciencia, sin perdonar


siquiera al Diablo que abre la marcha y del que no parece tener miedo:

¡Ojo ! ¿No veis cuál trae

ya los testigos la Conciencia ?

¡Pardiez, la compaña es buena !

Cuantis, de aquestos testigos

no me diese Dios mas pena

de por un puño de higos

hallar mas de una docena.

¿No veis que bonica gente?

Pues el de la delantera

que asoma por la ladera

no fuera tan diligente

si a hacernos bien viniera. (v. 447-458)

25 Acusado, pero no agredido por estos tres enemigos, ha tenido que comparecer
ante el tribunal; pero nada nos hace pensar que esté llegando al final de su vida; al
contrario, el Ángel nos evita cualquier equivocación y vemos cómo el Hombre, tras
haber comulgado, va a participar con el público en las fiestas del Corpus.
26 Puede ser que el autor de esta obra fuera un jurista de formación o profesión,
conocedor además de la tradición del Procès de Paradis. Sin embargo, semejante
estilización no se debe únicamente a la personalidad de quien la compuso. Lo que
determinan, en efecto, las referencias al juicio y a su vocabulario, es el colorido que
dan al proceso de destrucción y restauración característico de la producción teatral
áurea. En la Comedia, es a menudo al rey al que incumbe restaurar el orden
destruido, alterado o comprometido; en el auto religioso, este papel corresponde
normalmente a Dios. Ahora bien, en el caso del Auto de la residencia del Hombre,
quien lo asume es Justicia que, como ya vimos, actúa en íntima unión con
Misericordia. Esta colaboración no es la de dos virtudes de diferente esencia, sino
de dos atributos distintos de Dios9, lo cual marca los límites del debate que las
opone. Por otra parte, la exaltación final de la Encarnación y de la Redención,
característica del Procès de Paradis, se sustituye aquí por la de la Eucaristía. En
cuanto al Hombre, su arrepentimiento proyecta la acción más allá del veredicto de
Justicia, ya que, tras haber aceptado su sentencia, dirige una última petición a Dios:

Yo consiento la sentencia

y de guardarla prometo

con mi ultima potencia;

plega a Dios para este efecto

me dé gracia y suficiencia. (v. 759-763)

27 Esta “gracia suficiente” es la que nos proporciona la posibilidad de hacer el bien.


En este sentido el Hombre hace suya aquí la concepción molinista propugnada por
los jesuitas, ya que aparece convencido de que el socorro de la gracia suficiente le
permitirá salvarse10. Aunque goza del libre albedrío durante su vida, este albedrío
tiene que acompañarse con el recurso a la confesión y con su conversión a la
recepción de la gracia. Tal es la teología común que el autor pone en obra y que
informa la plegaria que el Hombre dirige al Creador11. Ya no le queda más,
entonces, que despachar al infierno a los tres testigos de cargo, convidándoles a
buscar allí los bodigos que los fieles consagraban el día del Corpus, antes de
conservarlos en casa hasta el año siguiente. En estas condiciones, aunque el
desenlace se recorte sobre el trasfondo del debate entre libertad y gracia, este
debate permanece implícito, sin tener el carácter polémico que tomaría más tarde
en la Iglesia post-tridentina, cuando oponga con violencia a jesuitas y dominicos. En
vista del público al que se destinaba, quedaba excluido que este auto se hiciera el
eco de semejante polémica.

Notes
1 Léo ROUANET, Colección de Autos, Farsas y Coloquios del siglo  XVI, Barcelona–Madrid:
Bibliotheca Hispanica, Mâcon, 1901, 4  vols. (reimpr. Georg Olms, Hidelsheim–Nueva-York,
1975).
2 Sobre el Códice de autos viejos, además de L. ROUANET, ibid., vol. 1, p. V-XVI, ver Jean-Louis
FLECNIAKOSKA, La Formation de l’”auto” religieux en Espagne avant Calderón (1550-1653),
Montpellier: 1961; Bruce W. WARDROPPER, Introducción al teatro religioso del Siglo de Oro,
Salamanca: Anaya, 1967; Louise FORTHERGILL-PAYNE, La Alegoría en los autos y farsas
anteriores a Calderón, Londres: Tamesis Books, 1977; Ricardo ARIAS, The Spanish
Sacramental Plays, Boston: Twayne Publishers, 1980; Mercedes de los REYES PEÑA, El Códice
de autos viejos. Un estudio de historia literaria, Sevilla: Alfar, 1988; Miguel Ángel PÉREZ
PRIEGO (ed.) Códice de Autos viejos, Madrid: Castalia, 1988. Hemos publicado una traducción
francesa de esta obra: Jean CANAVAGGIO (ed.), Auto du Procès de l’Homme, in: Robert
MARRAST (ed.), Théâtre espagnol du XVIe  siècle, París  : Gallimard (Bibliothèque de la
Pléiade), 1983, p.  369-381. De ella proceden las citas, reproducidas aquí en versión
modernizada.
3 Ver M. de los REYES PEÑA, op. cit., vol. 1, p. 294-308.
4 Sobre los aspectos escenográficos de las obras reunidas en el Códice de autos viejos, ver
Norman D. SHERGOLD, A History of the Spanish Stage, Oxford: At the Clarendon Press, 1967,
p.  89-97. Los dos niveles de representación habían de permitir a Justicia y Misericordia
ocupar un lugar más elevado y dominar a los personajes llamados a comparecer. En los
v. 455-456, el Hombre describe al Diablo, en el momento de su llegada al tribunal, como “el
de la delantera que asoma por la ladera…”, indicando así que se está elevando de un nivel a
otro.
5 No cabe excluir que se representara en Sevilla en 1561, a cura de Sebastián de Arcos, y en
1577 por Pedro de Saldaña (ver M. de los REYES PEÑA, op. cit., vol. 1, p. 140).
6 Según Pelorson, la residencia pasará a ser, en el siglo  XVII, “le cauchemar de tous les
corrégidors et de leurs équipes”. Ver Jean-Marc PELORSON, Les Letrados juristes castillans
sous Philippe III. Recherches sur leur place dans la société, la culture et l’État, Poitiers: 1980,
p.  92-93. Para más detalles, ver Benjamín GONZÁLEZ-ALONSO, El Corregidor castellano
(1343-1808), Madrid: Instituto de Estudios Administrativos, 1970.
7 Jean-Pierre BORDIER, “Le Procès de Paradis dans la littérature dramatique et didactique de
la fin du Moyen Âge (XIVe-XVe  siècle)”, in: Max ENGAMMARE et Alexandre
VANAUTGAERDEN (eds.), L’Intime du Droit à la Renaissance, Ginebra: Droz, 2014, p. 363-395,
p.  363-395. La materia de mi resumen procede de este artículo, y agradezco al autor sus
indicaciones y su ayuda.
8 Marie-Emmanuelle SIMON-WALCKENAER, “Justice et Miséricorde dans le théâtre médiéval
des moralités”, in: Catherine VINCENT (ed.), Justice et Miséricorde. Discours et pratiques dans
l’Occident médiéval, Limoges: PULIM, 2015, p. 201-217.
9 En la línea de la concepción expuesta por Bernard de Clairvaux en su Sermo in Festo
Annunciationis Beatae Mariae Virginis, cuyo origen se hallaría en el Salmo  85, v.  11: “La
misericordia y la verdad se encontraron. La justicia y la paz se besaron.”
10 Se separa por consiguiente de los dominicos tomistas que, al oponer al valor infinito del
alma la fragilidad infinita de la criatura humana, supeditaban la acción de la gracia
suficiente al determinismo divino de la gracia eficaz, la cual, según ellos, hacía posible la
realización efectiva del bien.
11 M.-E. SIMON-WALCKENAER, art. cit., p. 217.

Pour citer cet article


Référence électronique
Jean Canavaggio, « El Auto de la residencia del Hombre como proceso judicial del pecador », e-
Spania [En ligne], 38 | février 2021, mis en ligne le 09 février 2021, consulté le 09 novembre 2021.
URL : http://journals.openedition.org/e-spania/38998 ; DOI : https://doi.org/10.4000/e-spania.38998
Auteur
Jean Canavaggio
Université Paris Nanterre

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Paru dans e-Spania, 18 | juin 2014

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