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DOI 10.1007/s11061-011-9286-9
Abstract This paper focuses on a metrical element in Spanish poetry that has
received little attention by critics, in spite of its frequent presence in 20th century
poets. What I propose to call ‘‘antibraquistiquio’’, according to Antonio Quilis’
terminology (Estructura del encabalgamiento en la métrica española: contribución
a su estudio experimental. Instituto Miguel de Cervantes, Madrid, 1964) but not to
his definition, is a kind of enjambement identical to French ‘‘contre-rejet’’ and it has
no name in Spanish metrical tradition. After its definition and the proposal of
‘‘antibraquistiquio’’ as its name, I proceed to pay attention to its stylistic effects in
representative Spanish poets of the 20th Century. In order to do so, I argue that the
‘‘antibraquistiquio’’ belongs to a kind of enjambement that I call ‘‘prospective’’,
i. e. a structure that shows the reader that there will be enjambement from the first
line involved in the process, in contrast with ‘‘retrospective’’ estructures. It is from
here that the main effect of the ‘‘antibraquistiquio’’ derives: to display the ambiguity
of the linguistic chain included in it so that it is made to belong to two different
sense patterns at one time.
Terminologı́a
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Conceptos
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A partir de ahora destacaré en negrita las palabras en el verso que se vean afectadas por los fenómenos
de encabalgamiento abrupto y antibraquistiquio.
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Los efectos
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estéticos y estilı́sticos que produce su uso y si estos son privativos de este tipo de
estructuras o son compartidos por los otros fenómenos afines del encabalgamiento y
el encabalgamiento abrupto.
En primer lugar, el muy impreciso y poco definitorio efecto (como señalaron
Dámaso Alonso y Quilis) de poner de relieve alguna palabra o expresión no es
privativo de un solo tipo de estructuras encabalgantes y ni siquiera solo de estas,
puesto que cualquier braquistiquio, suponga encabalgamiento o no, pone de relieve
el elemento que contiene, ya esté en posición de principio de verso: ‘‘Siempre la
claridad viene del cielo; / es un don: no se halla entre las cosas’’ (Rodrı́guez 1990,
33); ‘‘Cuándo hablaré de ti sin voz de hombre. / Cuándo. Mi boca solo llega al
signo’’ (Rodrı́guez 1990, 37); o de cierre de verso: ‘‘(…) tal a la paloma/lo retráctil
del águila. Misterio. / Hay demasiadas cosas infinitas’’ (Rodrı́guez 1990, 38).
Este último ejemplo nos ofrece la posibilidad de señalar un primer efecto que
produce el antibraquistiquio y que comparte con cualquier tipo de braquistiquio
situado en posición final, y es el de convertir en absolutos y darles un sentido de
plenitud semántica a los sustantivos que se sitúan en esa posición. Esta ‘‘carga’’
adicional de sentido puede producir, entre otros, los siguientes efectos: invitar a
introducir un sentido exclamativo o propiciar la lectura de su contenido como una
aposición explicativa del contenido anterior, y normalmente obliga a dejar la cadena
tonal en suspenso, lo que indica que, haya pausa gráfica al final de verso o no, la
recitación acaba como si se esperara una continuación, sin dejar caer la entonación,
según se ha explicado antes. Compárese el ejemplo de braquistiquio que acabamos
de ver con este antibraquistiquio en sentido estricto:
cuánto humo subirá, como si el sueño,
toda la vida se prendiera. ¡Rama
que no dura, sarmiento que un instante
es un pajar y se consume (Rodrı́guez 1990, 91).
El poeta hace explı́cito el carácter exclamativo de ‘‘Rama’’, aunque incluso sin la
marca de admiración este elemento situado al final de verso y entre pausas tendrı́a
una entonación más enfática de lo habitual. Además, en esta posición tendemos a
interpretar el sustantivo como, de alguna manera, explicativo hasta el punto de que
‘‘Rama’’ puede parecernos una aposición de ‘‘vida’’, lectura que refuerza la
interpretación de ‘‘Rama’’ como metáfora de ‘‘vida’’, que parece sugerir el poeta.
Desde el punto de vista entonativo, antes de que sepamos o no que el sentido
continúa en el verso siguiente (se trata de un encabalgamiento oracional, según la
terminologı́a de Quilis), dejamos la cadena fónica suspendida, por la tendencia ya
explicada a esperar una continuación. En Diego Jesús Jiménez existe, mucho más
que en Claudio Rodrı́guez, la costumbre de colocar sustantivos en antibraquistiquio:
¡Enorme el sacrilegio de la verdad, la fiesta oscura, la negra y milagrosa
procesión de lo cierto! El Bosco
lo ha soñado (1990, 201).
Parece que tendemos a dar una entonación exclamativa a ‘‘El Bosco’’, reforzada
por las admiraciones que le preceden, y que la invocación de su nombre es la
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no se produce tanto por la existencia o no de pausa explı́cita como, repito, por el tipo
de estructura sintáctica que tenemos y por lo forzado de la ruptura.
Constituye, ahora sı́, un efecto propio del antibraquistiquio, frente al mero
braquistiquio final y al encabalgamiento normal, la capacidad de generar estructuras
en que un elemento lingüı́stico es forzado a pertenecer a dos conjuntos de sentido
diferentes de manera simultánea. Gracias a su carácter prospectivo y a la suspensión
entonativa el contenido del antibraquistiquio queda suspenso entre dos sistemas de
significación, uno dependiente de la unidad métrica (el verso) y otro dependiente de
la unidad sintáctica a la que en sentido estricto pertenece. Veamos un ejemplo:
Lejos estoy, qué lejos. >Todavı́a,
agrio como el moral silvestre, el ritmo
de las cosas me daña? Alma del ave (Rodrı́guez 1990, 46).
El interrogante ‘‘>todavı́a?’’, en braquistiquio si consideramos la coma como
simple marca de inciso, parece responder con sorpresa al ‘‘qué lejos’’, pero
sintácticamente depende de ‘‘daña’’, dos versos más abajo. Lo mismo ocurre con
‘‘viene con el levante el sol. ¡Cuánto / hueco para morir!’’ (Rodrı́guez 1990, 49).
Este efecto, propio del antibraquistiquio, de posibilitar que el elemento incluido en
él pertenezca a dos sistemas de sentido es habitual en Diego Jesús Jiménez:
pájaro de las corrientes dibujado en el agua. Hace tiempo
matáronme. La imagen de la muerte
reposa hoy en tus ojos. Sueña
el laúd en la alfombra de la noche, olvidado (1990, 177).
La expresión adverbial ‘‘hace tiempo’’ modifica a la vez a ‘‘pájaro dibujado’’ (por
pertenecer al mismo verso) y a ‘‘matáronme’’ del verso siguiente (por sentido
sintáctico), verso que, a su vez, leı́do como unidad de significado (lectura reforzada
por la trabazón obsesiva de las nasales) puede significar simultáneamente:
‘‘acabaron en mı́ con la idea de la muerte’’, ‘‘me dejaron sin imagen de la muerte’’,
‘‘me cegaron’’. Pero ‘‘la imagen de la muerte’’ es, sintácticamente, sujeto del verso
siguiente: ‘‘reposa’’, al que parece que se añade ‘‘sueña’’ como un predicado más,
verbo cuyo sujeto en realidad es ‘‘el laúd’’, un verso más abajo. Este escalonamiento
conceptual a base de antibraquistiquios y encabalgamientos abruptos responde a una
de las caracterı́sticas de la modernidad poética desde Mallarmé, la de poner de
manifiesto las múltiples representaciones simultáneas de la realidad que solo son
posibles a través del lenguaje. Para ello el poeta explota todas las indeterminaciones
lingüı́sticas que le permite el medio que utiliza: la palabra como cuerpo sonoro y
como componente de una cadena sintáctica.
Veamos otro ejemplo:
Ahı́ en el llano humilde de nuestro tacto, bajo la vieja nube
de la mirada, acampa la soledad. Corre
la perdiz de la muerte, coja y sin dı́as, hacia su reclamo. Todo lo que nuestra
[vida alumbra
nos medita y nos huye. Ocre
la quietud acontece sobre el nidal del gris (Jiménez 1990, 193).
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Los dos antibraquistiquios de este fragmento nos obligan a realizar dos lecturas
simultáneas de la misma palabra. Hay que hacer notar, además, que las palabras
‘‘corre’’ y ‘‘ocre’’, aparte de su asonancia, son anagramas gráficos la una de la otra.
En el primer caso, ‘‘corre’’ parece, en una primera construcción, como predicado de
‘‘soledad’’, lo que crea un oxı́moron con ‘‘acampa’’, pero sintácticamente es el verbo
del sujeto ‘‘perdiz de la muerte’’, de manera que ‘‘corre’’ pasa a formar parte de dos
sistemas, el de la soledad y el imaginario de ‘‘la perdiz de la muerte’’, lo que hace que
sirva de alguna manera como cópula y ası́ ‘‘soledad’’ y ‘‘perdiz de la muerte’’ forman
parte de un único mundo metafórico. Y lo mismo ocurre con ‘‘ocre’’, que parece
calificar a ‘‘Todo lo que nuestra vida alumbra’’, pero que modifica sintácticamente a
‘‘quietud’’, con lo que estas expresiones entran, de nuevo, en el mismo sistema.
La pertenencia simultánea a dos sistemas o conjuntos de sentido, como efecto
estilı́stico, está muy próximo al fenómeno de las dobles lecturas y reinterpretaciones
semánticas que favorecı́an los encabalgamientos abruptos que vimos de Otero, lo
que parece contradecir la tendencia prospectiva de estas construcciones:
Hemos sufrido juntos por las mismas cosas. Tiembla
la moneda de oro del pasado (Jiménez 1990, 182).
En este caso la ambigüedad que se genera es total. La forma verbal ‘‘tiembla’’ es
leı́da en primer lugar como imperativo y después como lo que realmente es:
indicativo, núcleo del predicado cuyo sujeto es ‘‘la moneda de oro’’, lo que supone
una reinterpretación gramatical del término hecha de manera retrospectiva. No
obstante, creo que este efecto de reinterpretación del antibraquistiquio se diferencia
del fenómeno de doble lectura propiciado por el encabalgamiento abrupto por un
hecho, y es que mientras que en las estructuras propiamente retrospectivas el verso
encabalgante tiene sentido pleno en sı́, aquı́ el antibraquistiquio supone una ruptura
semántica y pragmática ya dentro de su propio verso, que nos anuncia de alguna
manera que este elemento no pertenece del todo a su unidad de sentido, a lo que hay
que añadir la suspensión entonativa de la que he hablado antes. En el caso que
acabamos de ver es el salto enunciativo de la constatación al imperativo lo que
constituye la marca de que el elemento ‘‘tiembla’’ no pertenece por completo al
sentido global del verso que lo incluye. Lo mismo ocurre en el siguiente ejemplo de
Gil de Biedma, mucho más llamativo porque el sentido queda pendiente entre dos
grupos estróficos:
Algo como el verano
en casa de mis padres, hace tiempo,
como viajes en tren por la noche. Te llamo
para decir que no te digo nada (1992, 47).
Parece, por tanto, que en el caso de las estructuras propiamente retrospectivas se
produce un fenómeno de reinterpretación semántica y de dobles lecturas, mientras
que en el caso de los antibraquistiquios, de tendencia prospectiva, debemos hablar
más bien de ambigüedad de sentido. Mientras que en el primer caso una lectura
anula a la otra, en el segundo ambas se complementan o conviven en nuestra
interpretación.
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Compárense los ejemplos que acabamos de ver con un caso claro de doble lectura
en unos versos de Diego Jesús Jiménez, en una de las escasas ocasiones en que esto
ocurre:
En el coro las sombras
iluminan los cuerpos de desnudas novicias
carbonizados por los siglos, la lujuria tallada en la erección del sexo
con la que el confesor escucha, complacido, el triunfo de la carne.
Imágenes, todas ellas, que excitan
la piedad de los fieles y el temor al infierno (2001, 255).
En este caso, cuando acabamos de leer el verso encabalgante señalado en negrita
podemos considerar que la interpretación está acabada, máxime cuando los versos
anteriores refuerzan el sentido erótico de ‘‘excitar’’. Es únicamente al pasar al verso
encabalgado cuando volvemos a nuestra interpretación para reformularla. De esta
manera el procedimiento extrae la doble posibilidad significativa del verbo
‘‘excitar’’ y pone de manifiesto su polisemia. Sin embargo, en los ejemplos que
acabamos de ver de antibrquistiquios que parecen hacernos volver sobre la
interpretación de las palabras que incluyen no se trata en ningún caso de palabras
polisémicas, se trata normalmente de palabras usadas en un solo sentido, solo que
ese sentido se aplica o es coherente a la vez con dos sistemas de significación. Si
hacemos la prueba, comprobaremos que de los diversos ejemplos que he listado de
Blas de Otero y de los que aduce Garcı́a-Page en su trabajo, en la mayorı́a de ellos la
doble lectura se produce no solo gracias al encabalgamiento sino al hecho de que
este pone de manifiesto la polisemia de las expresiones utilizadas.
En definitiva, mientras que la explotación de la polisemia favorecida por
encabalgamientos de tipo retrospectivo (y preferentemente en la forma de encabal-
gamientos abruptos) se asemeja más a los juegos barrocos que caracterizan al
conceptismo, la inserción de una palabra no polisémica en dos cadenas de sentido
gracias a la ambigüedad propiciada por la estructuras prospectivas es más propia de la
búsqueda de inestabilidad y la indeterminación del sentido de la poesı́a moderna.
Volviendo a este efecto principal del antibraquistiquio: la ambigüedad interpre-
tativa debido a la coexistencia de dos sistemas de sentido, debemos reconocer que
expresado ası́ tiene un carácter demasiado general. El uso particular que de este
procedimiento hagan los diversos autores le dará sus rasgos estilı́sticos especı́ficos.
En Francisco Brines, por ejemplo, autor bastante aficionado a la técnica de los
antibraquistiquios en sus primeros poemarios, parece producir un efecto de diálogo,
lo que introduce polifonı́a en el poema:
le estremecieron de muchacho. Antes
se tendı́a en las alfombras largo tiempo,
y conquistaba la aventura. Nada
queda de aquel fervor, y en el presente
no vive la esperanza. Va pasando
con lentitud las hojas. Este rito
de desmontar el tiempo cada dı́a
le da sabia mirada, la costumbre
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hecho de que la tierra sea ‘‘la nuestra’’, aunque su carácter puramente prospectivo
nos hace esperar su término real: ‘‘se han convertido’’. Se puede comparar con:
‘‘Pueblos hay que conocen las estrellas, / acostumbrados a los frutos, casi / tallados
a la imagen de sus hombres’’ (Rodrı́guez 1990, 50–51), o con ‘‘Cuando amanece
alguien con gracia, de tan sencillas / como a su lado son las cosas, casi / parecen
nuevas, casi / sentimos el castigo’’ (Rodrı́guez 1990, 142).
Estos últimos ejemplos nos permiten enlazar con otro de los efectos que propicia
el antibraquistiquio, por su propia naturaleza, y es la formación de epı́foras: ‘‘Me
quedé en ella porque era hermosa / y necesitaba su alegrı́a. Nunca / se puede ocultar
al corazón / lo que han visto los ojos. Nunca / la alegrı́a al canto. Repetidamente/fui
viviendo en sus cosas y aprendı́’’ (Hernández 2010, I, 54). De lo mismo tenemos
ejemplos en Pere Gimferrer: ‘‘abanicos abiertos, tumba abierta / como un ángel de
mármol, tumba abierta / con coronas y versos, tumba abierta / de un niño, tumba
oscura, aún mi pelo / rizado estaba, tumba abierta al cierzo / y la lluvia de otoño,
verdes eran / ya mis ojos, en mi boca habı́a un lirio’’ (1988, 85); y en Claudio
Rodrı́guez: ‘‘¡Que esto dure! ¡Prometo / pasar tan limpio como golondrina / cuando
bebe! ¡Prometo / no tocar nada, pero que esto dure!’’ (1990, 109). También en
Diego Jesús Jiménez: ‘‘Y cae la tarde, y en los ojos del ciervo / las estrellas se
olvidan. Cuántos / cuerpos que me despreciaron, desde el tuyo me aman. ¡Oh!
Cuántos / rostros y pechos y desnudos’’ (1990, 178). Este fenómeno resulta
especialmente llamativo porque lo que sintácticamente es una anáfora se manifiesta
en la presentación gráfica y en el plano estilı́stico como una epı́fora, nuevo ejemplo
de ambigüedad y de explotación de la indeterminación de cierre interpretativo.
Hay que pensar también en la relación que tiene el antibraquistiquio con otro
fenómeno afı́n como es la aparición de palabras-versos, pues estas están siempre
entre dos pausas y tienen un carácter prospectivo. En este sentido se ha analizado en
numerosas ocasiones el poema de Blas de Otero ‘‘Crecida’’, formado en muchos de
sus versos por una sola palabra:
Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
con la sangre hasta el borde de la boca,
voy
avanzando lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios
algunas veces,
voy
avanzando lentamente, hundiendo los brazos
en sangre (de Otero 2003, 138).
El efecto es más llamativo y salta más a la vista que en el antibraquistiquio,
debido al aislamiento gráfico de la palabra, pero el principio es el mismo: un
elemento breve de la oración queda incluido entre dos pausas, en el braquistiquio
una de ellas es versal, y en la palabra-verso las dos pausas son versales. Que la
palabra-verso puede asimilarse al antibraquistiquio queda claro en el hecho de que
el leit-motiv ‘‘voy’’ aparece en ambas posiciones a lo largo del poema: ‘‘con el
pequeño corazón volcado, voy / sumido en sangre’’, unos versos más adelante.
Otro efecto propio del antibraquistiquio, como se ha señalado a veces para el
encabalgamiento en general, aunque parece más propio de esta modalidad, es la
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Conclusión
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Obras citadas
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