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Neophilologus (2012) 96:565–581

DOI 10.1007/s11061-011-9286-9

Contre-rejet o Antibraquistiquio en la poesı́a española


del siglo XX. Terminologı́a, concepto y efectos

Ángel Luis Luján Atienza

Published online: 9 August 2011


 Springer Science+Business Media B.V. 2011

Abstract This paper focuses on a metrical element in Spanish poetry that has
received little attention by critics, in spite of its frequent presence in 20th century
poets. What I propose to call ‘‘antibraquistiquio’’, according to Antonio Quilis’
terminology (Estructura del encabalgamiento en la métrica española: contribución
a su estudio experimental. Instituto Miguel de Cervantes, Madrid, 1964) but not to
his definition, is a kind of enjambement identical to French ‘‘contre-rejet’’ and it has
no name in Spanish metrical tradition. After its definition and the proposal of
‘‘antibraquistiquio’’ as its name, I proceed to pay attention to its stylistic effects in
representative Spanish poets of the 20th Century. In order to do so, I argue that the
‘‘antibraquistiquio’’ belongs to a kind of enjambement that I call ‘‘prospective’’,
i. e. a structure that shows the reader that there will be enjambement from the first
line involved in the process, in contrast with ‘‘retrospective’’ estructures. It is from
here that the main effect of the ‘‘antibraquistiquio’’ derives: to display the ambiguity
of the linguistic chain included in it so that it is made to belong to two different
sense patterns at one time.

Keywords Enjambement  Spanish metrics  20th Century Spanish poetry

Terminologı́a

En estrecha relación con el encabalgamiento (enjambement) existen en la métrica


francesa dos procedimientos y sus correspondientes términos para los que no hay
equivalencia exacta en español, aunque los fenómenos métricos a los que refieren se
dan de manera idéntica en ambas lenguas. Se trata del rejet y contre-rejet.

Á. L. Luján Atienza (&)


Facultad de Educación de Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha,
Avda. de los Alfares, 42, 16071 Cuenca, Spain
e-mail: Angelluis.Lujan@uclm.es

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566 Á. L. Luján Atienza

Con respecto al término rejet, se produce en francés una confusión terminológica,


pues algunos tratadistas lo consideran sinónimo exacto de enjambement. Grammont,
por ejemplo, en su edición de 1913 de Le vers français encabeza el capı́tulo que
trata sobre el tema con el epı́grafe ‘‘Le rejet’’, aunque en la edición del Petit traité
de versification française que he consultado ya denomina ‘‘L’enjambement’’ al
capı́tulo en que se ocupa de este asunto (Grammont 1913, 109–113). Sin embargo,
para otros tratadistas rejet refiere simplemente al fragmento de verso que continúa el
sentido del verso anterior. Ası́ ocurre con Louis Becq de Fouquières, que en su
Traité général de versification française considera que el encabalgamiento es
defectuoso cuando el sentido se desborda innecesariamente y deja en el verso
siguiente un ‘‘resto’’ al que llama rejet:
D’ailleurs, parmi les licences proscrites avec raison par les traités sous le nom
d’enjambements, il faut ranger les rejets d’un restant, d’un complément de
phrase, au commencement du vers suivant (Becq de Fouquières 1879, 269).
El Dictionnaire de la langue française de Littré en su edición de 1874 dice en la
sexta acepción de rejet: ‘‘Terme de métrique. Mots que l’on rejette au vers suivant.
Un rejet hereux’’; y la 8a edición del Dictionnaire de la Academia francesa insiste
en esta identificación: ‘‘En termes de Versification, il se dit d’un ou de plusieurs
mots que l’on rejette au vers suivant’’.
Posteriormente el término rejet se especializó para designar este fragmento de
verso ‘‘rechazado al verso siguiente’’ cuando es particularmente breve y produce un
efecto estilı́stico marcado. Es la definición que da Mazaleyrat en sus Éléments de
métrique française:
Le rejet se définit comme un procédé rythmique selon lequel un élément
verbal bref, placé au début d’un verse ou d’un hémistiche, se trouve
étroitement lié par la construction au vers ou à l’hémistiche précédent, et
prend de par sa position une valeur particulière (1997, 119).
Con esta definición más restringida el fenómeno es idéntico al que en nuestra
tradición conocemos como ‘‘encabalgamiento abrupto’’, y ası́ denominaré de aquı́
en adelante al equivalente español del término francés.
El procedimiento contrario al rejet se denomina, en consecuencia, contre-rejet y
Mazaleyrat lo define, en tanto que fenómeno rı́tmico simétrico al anterior, como
procédé rythmique selon lequel un élément verbal bref, placé à la fin d’un vers
ou d’un hémistiche, se trouve étroitement lié par la construction, au vers ou à
l’hémistiche suivant, et prend par sa position une valeur particulière (1997,
122–123).
Nótese que esta definición del procedimiento, en cuanto inverso exacto del rejet,
es válida únicamente si este último se define como un fragmento de verso breve, ya
que necesariamente en todo encabalgamiento el sentido se continúa en el verso
siguiente; lo que produce un efecto llamativo es que este arranque del sentido se
sitúe casi al final del verso anterior, o lo que es lo mismo: que un fragmento breve
de verso quede aislado entre dos pausas muy próximas. Serı́a en nuestra tradición
métrica un braquistiquio situado antes de la pausa versal.

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Antibraquistiquio en la poesı́a española 567

Si en español el término ‘‘encabalgamiento abrupto’’ equivale a lo que los


franceses entienden por rejet, no ocurre lo mismo para su contrapartida, pues no
tenemos término admitido en nuestra tradición con que denominar al contre-rejet
francés. Isabel Paraı́so ha propuesto, siguiendo el espı́ritu de la terminologı́a
francesa, el término ‘‘contra-encabalgamiento abrupto’’, del que destaca, como los
metricistas franceses, su efecto de sorpresa y su capacidad para poner de relieve las
palabras que contiene (2000, 105–106). Esta denominación corresponde, a grandes
rasgos, a lo que Antonio Quilis bautizó como ‘‘antibraquistiquio’’, también con
pocas consecuencias en la terminologı́a española, pues nadie ha seguido esta
denominación (1964, 126–127), a excepción de López Estrada (1983, 70–71), que
parafrasea a Quilis y destaca el efecto de ‘‘poner de relieve los términos que ası́
quedan aislados’’ tanto en braquistiquio como en antibraquistiquio. Navarro Tomás
habla, en Arte del verso, de encabalgamientos producidos por ‘‘supermetrı́a’’ y por
‘‘inframetrı́a’’, denominación que conserva de alguna manera el sentido profundo
de los términos franceses al considerar que la parte del verso que encabalga es
desbordamiento del sentido o anticipación de él; pero igualmente estas deno-
minaciones no han pasado al repertorio de términos métricos, quizá por constituir
perı́frasis en lugar de sustantivos (2004, 34).
Extraña, pues, que en la métrica española, frente a la francesa, no se haya creado
una denominación aceptada generalmente para un procedimiento que, como
veremos, ha sido muy extendido en la poesı́a española del siglo XX, y que tiene que
ver con una tendencia de la modernidad poética como es la de explotar todo tipo de
ambigüedades y matices de la indeterminación del sentido lingüı́stico.
Por mi parte, y a pesar de romper la simetrı́a que establece la denominación
de Isabel Paraı́so entre ‘‘encabalgamiento abrupto’’ y ‘‘contra-encabalgamiento
abrupto’’ para los correspondientes franceses rejet y contre-rejet, creo más
conveniente utilizar en español para este último fenómeno la denominación de
Antonio Quilis: ‘‘antibraquistiquio’’, por ser más conciso, aunque el concepto no
corresponde exactamente a la definición que le da este autor, como veremos.

Conceptos

Para centrar el debate y aclarar algunos puntos conceptuales conviene traer a


colación aquı́ la polémica que establecen Antonio Quilis y Dámaso Alonso con la
postura de Maurice Grammont anunciada antes. Dámaso Alonso es el primero que
en nota a pie de página de su Poesía española (1971, 68–69) arremete contra
Grammont porque limita el efecto del encabalgamiento a la ‘‘mise en relief’’
del término encabalgado y porque no distingue claramente entre rejet y
encabalgamiento. La explicación que da es la que retomará unos años después
Quilis. Parece deducirse de las palabras de Alonso que, para que se produzca rejet,
en el sentido de Grammont, y el consiguiente efecto de poner de relieve las palabras
que contiene, el poeta debe reforzar la pausa versal, lo que va contra su definición
del encabalgamiento como conflicto que se resuelve ‘‘siempre en un ceder, o una
indecisión entre sentido y ritmo’’ (68).

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Cuando Antonio Quilis hace su distinción entre braquistiquio y encabalgamiento


sigue la lı́nea propuesta por Dámaso Alonso, aunque no concuerda con él en un
aspecto esencial. Mientras que para Alonso en el encabalgamiento ‘‘siempre hay
una pausa tras un verso’’ aunque sea ‘‘brevı́sima’’, para Quilis el encabalgamiento
elimina siempre la pausa versal. Esto le permite distinguir entre ‘‘braquistiquio’’
(que hace corresponder a la noción de rejet de Grammont) y ‘‘encabalgamiento’’,
pues el braquistiquio puede suponer encabalgamiento o no, dependiendo de si se
elimina la pausa versal en el verso anterior o no. Y lo mismo ocurre con el
‘‘antibraquistiquio’’, que puede suponer encabalgamiento o no dependiendo de si
existe pausa versal o está eliminada por el encabalgamiento. La discrepancia
fundamental de ambos estudiosos con la doctrina de Grammont estriba en que este
considera que la pausa versal existe siempre y no es ni siquiera debilitada o
‘‘comprometida’’ por la continuación del sentido entre versos:
Ce n’est pas que l’enjambement, comme certains l’ont dit, supprime la pause
de la fin du vers, ni qu’il supprime ou même affaiblisse le dernier accent
rythmique du vers; loin de là, la pause finale du vers qui enjambe est aussi
nette et aussi longue que celle des autres, et son dernier accent rythmique esta
aussi fort (Grammont 1965, 109).
Para Quilis habrı́a encabalgamiento, con la consiguiente eliminación de la pausa
versal, solo en los casos en que los experimentos llevados a cabo con la lectura de
determinados sintagmas le dicen que no se puede realizar pausa alguna en una
lectura normal. Por lo tanto, el encabalgamiento no es para Quilis una simple
suspensión del ‘‘sentido’’ de la oración al final de verso, como se solı́a definir y
como critica a Grammont que lo haga (y como hace también Dámaso Alonso,
aunque esto no lo señala Quilis). Para Quilis sólo hay encabalgamiento cuando la
pausa versal incide sobre un grupo que debe pronunciarse impausado: bien una
palabra léxica, un sirrema (con sus diversos tipos) o una oración de relativo con
respecto a su antecedente, y en consecuencia se trata de un fenómeno completa-
mente distinto del braquistiquio (que corresponderı́a grosso modo al rejet francés) y
del antibraquistiquio (que corresponderı́a al contre-rejet).
Lo que tenemos en realidad aquı́ son dos definiciones de encabalgamiento. Una
más restringida y basada por entero en criterios de fonética sintáctica (Quilis) y otra
más amplia y basada en la semántica (Grammont, Dámaso Alonso). Domı́nguez
Caparrós ha señalado esta dicotomı́a entre encabalgamiento estricto (sirremático,
léxico y oracional) y encabalgamiento lato (por el sentido) dando ejemplos de
encabalgamientos aportados por Dámaso Alonso que no corresponderı́an en ningún
caso a lo que Quilis considerarı́a tales (Domı́nguez Caparrós 1988, 249–250).
El problema entonces estriba en la elección entre dos criterios para considerar
que existe encabalgamiento: el criterio estrecho, comprobado empı́ricamente, de
Quilis, o el criterio lato (‘‘sensación de encabalgamiento’’), basado en el efecto de
ruptura de sentido que produce al oı́do y a la interpretación la pausa versal, sea tal
sensación producto de una ruptura real de conjuntos sintácticos inseparables
fonéticamente o no. Es decir, o nos guiamos por la fonética sintáctica o por nuestra
intuición sobre la ruptura de sentido. Es la pregunta fundamental que hace
Domı́nguez Caparrós:

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Antibraquistiquio en la poesı́a española 569

>Es posible un definición del encabalgamiento desde el punto de vista de la


norma métrica, de las constantes métricas; o sólo será posible una definición
desde el punto de vista de la recepción del poema? (1988, 250)
La solución propuesta por este estudioso constituye un atinado compromiso al
indicar que cada una de estas realizaciones es posible, pues se atienen a un modelo
distinto de ejecución del verso.
La mayorı́a de los autores, aun citando a Quilis, toman por encabalgamientos
estructuras que él no considerarı́a como tales, lo que significa que sigue
prevaleciendo el criterio del ‘‘sentido’’ o ‘‘sensación de ruptura’’ como definitorio
del fenómeno. Pablo Alarcón Castañer escribe:
Conviene aclarar que, acerca del encabalgamiento abrupto, seguimos la
concepción de D. Alonso, en el sentido de que no tiene que ser sirremático al
mismo tiempo, lo que equivale a incluir en este tipo los casos de braquistiquio.
Fundamos nuestra clasificación en unos grados de transgresión fácilmente
detectables por el lector y en la homogeneidad de cada tipo (1993, 145–146).
Paraı́so (2000, 100) aduce ejemplos de Dámaso Alonso que no son encabal-
gamientos según el criterio de Quilis. Ramón Almela, al distinguir los distintos tipos
de encabalgamiento en Pedro Salinas, advierte:
Los casos que presento se pueden considerar encabalgamientos en sentido
lato. Para aquel que tenga un criterio más estricto, le bastará, para ser
consecuente, eliminar el cómputo los apartados que juzgue impropios (1981,
158).
Emilio Alarcos define igualmente el encabalgamiento por la mera ruptura de
sentido y además engloba bajo el mismo término al encabalgamiento propiamente
dicho y a lo que corresponderı́a al contre-rejet o antibraquistiquio:
Es lo que se ha llamado encabalgamiento: una unidad de sentido no cabe
dentro de un verso y se desborda en el verso siguiente; o bien, se anticipan al
fin de un verso elementos de la unidad de sentido que constituye el verso
siguiente (1973, 102).
José Enrique Martı́nez considera el encabalgamiento como ‘‘desacuerdo’’ entre
‘‘la pausa rı́tmica del verso y la pausa lógico-sintáctica’’ (2010, 16), donde el
componente ‘‘lógico’’ remite claramente al sentido. Lo mismo ocurre con los
ejemplos que presenta Garcı́a-Page Sánchez (1991), autor que además aduce una
prueba definitiva para defender la existencia ineludible de la pausa versal entre dos
versos, sea cual sea el carácter de los elementos que forman el encabalgamiento, ya
que de no existir dicha pausa versal no existirı́a tampoco el efecto de sorpresa y la
generación de dobles lecturas que estudia en su trabajo y en las que después me
detendré.
Atendiendo al polo de recepción como determinante para considerar la existencia
de encabalgamiento, hay una distinción que no he visto hecha en ningún lugar. En
todo tipo de encabalgamiento (suave, abrupto, antibraquistiquio) el efecto del
encabalgamiento se puede apreciar ya en el verso encabalgante o no ser evidente

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hasta el verso encabalgado, dependiendo de si el verso pide continuación de sentido


de manera obligatoria o no. Si nos atenemos, por ejemplo, a la estructura del sirrema
‘‘sustantivo-adjetivo’’ la impresión en el lector es distinta dependiendo de qué
elemento se sitúe en primer lugar, ya que aunque el encabalgamiento se componga
de los mismos elementos el efecto no es el mismo. Veamos unos versos de Claudio
Rodrı́guez:
y ya es un dı́a más. ¡Oh, las palomas
rehenes de la noche conteniendo
sus impulsos altı́simos!1
Cuando leemos el primer verso del encabalgamiento nada hace prever que el
sentido tiene continuación y no nos percatamos de que existe encabalgamiento hasta
que llegamos al segundo verso. Pero he manipulado el texto. Tal y como aparece en
el poema original es ası́:
y ya es un dı́a más. ¡Oh, las rehenes
palomas de la noche conteniendo
sus impulsos altı́simos! (1990, 36)
El efecto es completamente distinto. En este caso, la anteposición del adjetivo
nos indicarı́a ya desde el verso encabalgante que se va a producir el encabalgam-
iento. Alonso (1971, 69) alude precisamente a esta especie de aviso que da el poeta
(‘‘¡Ojo, que lo que voy a decir está cargado de intención!’’) para criticar que
Grammont no ha sabido distinguir entre encabalgamiento y rejet, pues el rejet exige
una pausa rı́gida que al detener el sentido aumenta la expectación de lo que viene.
Según muestra nuestro ejemplo no es necesario presuponer una pausa más fuerte
que en otras ocasiones ni distinguir ası́ entre encabalgamiento o rejet, simplemente
basta acabar el verso con una palabra o expresión que pida necesariamente
continuación sintáctica para que se produzca este efecto de expectación. Sospecho
que incluso en la lectura del poema escrito, aunque tengamos todo el texto delante, y
en consecuencia podamos saber de antemano si el sentido se corta o no antes de fin
de verso, nos vemos obligados a hacer la pausa, aunque sea mentalmente para
respetar el blanco tipográfico.
A propósito del ejemplo propuesto, Senabre indica que en fray Luis de León los
encabalgamientos sirremáticos ‘‘sustantivo-adjetivo’’ vienen casi siempre realizados
con anteposición del adjetivo para subvertir la jerarquı́a y hacer sustantivo el primer
elemento: el adjetivo (1982, 44–45). Habrı́a que tener en cuenta también, por lo que
se acaba de mostrar, que cuando se realiza esta subversión se está dando aviso de
que hay necesariamente encabalgamiento, cosa que no ocurrirı́a si el orden fuera el
habitual.
Podemos afirmar, en consecuencia, que el fenómeno del encabalgamiento se
puede producir de manera prospectiva o retrospectiva, es decir, existen estructuras
que anticipan la superación de la pausa versal por parte del sentido y estructuras que
hacen que este desajuste entre pausa y sentido solo sea perceptible a posteriori.

1
A partir de ahora destacaré en negrita las palabras en el verso que se vean afectadas por los fenómenos
de encabalgamiento abrupto y antibraquistiquio.

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Ya Louis Becq de Fouquières tenı́a en cuenta el carácter retrospectivo del


procedimiento. Al criticar la noción habitual de encabalgamiento, pues él solo
reconoce como encabalgamientos permitidos los que nosotros consideramos suaves
(para oponerlos al rejet), escribe:
Ensuite, au moment où le sens passe d’un vers à l’autre, on ne pourra décider
s’il y a enjambement ou non; car, remarquons-le bien, il y aura eu
enjambement si le sens s’arrête avant la fin du second vers, et il n’y en aura
pas eu si le sens se poursuit jusqu’à fin du vers. Comment un fait éventuel
peut-il, au moment où il se produit, changer la nature d’un phénomène
anterieur? (1879, 268)
Oldřich Bělič ha detectado este fenómeno en la poesı́a en lengua española pero
no ha extraı́do de él todas sus implicaciones. A propósito de un famoso verso de
Bécquer escribe:
Es éste el significado que damos a la palabra volverán al percibir el primer
verso, que parece formar una oración completa y acabada (Volverán las
oscuras golondrinas). Sólo al percibir el segundo verso nos damos cuenta del
encabalgamiento… Por eso este encabalgamiento podrı́a llamarse tal vez
«oculto» o «encubierto». Pero la primera impresión debida a la separación de
volverán ya no desaparece (1999, 54).
López Estrada contempla también esta doble posibilidad al distinguir entre un
enlace ‘‘suave’’ o ‘‘brusco’’ entre las lı́neas poéticas (como él denomina a la unidad
versal caracterı́stica del siglo XX) dependiendo de si ‘‘la continuidad del sentido se
establece de manera lisa, a través de una pausa breve y aun brevı́sima’’ o si ‘‘no cabe
pausa natural entre una y otra [lı́nea]’’ (1983, 148–152).
Llámese ‘‘oculto’’, ‘‘encubierto’’, ‘‘suave’’ o ‘‘retrospectivo’’ el encabalga-
miento que solo es percibido tras leer el verso encabalgado, el caso es que
podemos distinguir, desde el punto de vista de la recepción, dos modalidades del
encabalgamiento. Los tipos de estructura que pertenecen a una y otra categorı́a
son difı́ciles de listar y sistematizar. Contra lo que pudiera parecer, no se pueden
identificar como ‘‘prospectivos’’ todos los encabalgamientos que Quilis considera
sirremáticos (aunque la pausa versal rompa elementos impausados), pues ya
hemos visto que la ruptura de una estructura ‘‘sustantivo-adjetivo’’ solo
constituirá encabalgamiento prospectivo si el adjetivo se coloca en primer lugar.
Ejemplos claros de encabalgamientos de tipo prospectivo son los léxicos y
algunos de los sirremáticos, como por ejemplo la separación de la preposición y
su término o de la conjunción y la oración que encabeza. Lo que José Enrique
Martı́nez ha denominado ‘‘encabalgamientos forzados’’ son siempre estructuras de
este tipo (2010, 127–167). Los encabalgamientos oracionales serán siempre
retrospectivos, pues la oración de relativo, por su propia definición, no es un
complemento necesario de su antecedente. En el siguiente ejemplo de Diego
Jesús Jiménez se producen dos encabalgamientos consecutivos, ambos sirremá-
ticos (‘‘sustantivo-adjetivo’’ y oracional) y sin embargo son ambos de carácter
retrospectivo:

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(…) todo, como este trigo


limpio, como esta claridad o el grano
que levantan las mozas (1990, 61).
No obstante, podemos detectar una tendencia: el antibraquistiquio propicia, por
su propia naturaleza, estructuras de encabalgamiento prospectivo, pues al estar
constituido por un fragmento muy limitado en extensión silábica casi siempre deja
pendiente la continuación de su sentido; fenómeno que se puede apreciar a la vez en
el plano de la entonación, pues el lector, enfrentado a un fragmento breve de verso
tan cerca del final y sin ver pausa explı́cita, tiende a dejar en suspenso la entonación
independientemente de que crea o no cerrado el sentido, cosa que no ocurre
necesariamente con los encabalgamientos retrospectivos. Esta tendencia queda
confirmada por el hecho de que los tres casos que, en su comentario del poema de
Dámaso Alonso ‘‘A un rı́o le llamaban Carlos’’, López Estrada detecta de ‘‘enlace
brusco’’ corresponden a tres ejemplos de antibraquistiquio (1983, 194).
Esto es acorde con una observación que hacemos en la poesı́a de Blas de Otero,
en la que siempre se ha llamado la atención sobre los efectos de sorpresa, de
reinterpretación semántica y de ruptura de clichés lingüı́sticos propiciados por el
encabalgamiento (Alarcos Llorach 1973, 94–96). Estos efectos se producen siempre
en estructuras de encabalgamiento abrupto y nunca de antibraquistiquio, precisa-
mente porque el antibraquistiquio, al favorecer en general encabalgamientos
prospectivos y avisar ası́ de que el sentido se debe completar, no puede propiciar
efecto alguno de sorpresa. Veamos varios ejemplos: ‘‘Oh Dios. Si he de morir,
quiero tenerte / despierto.’’ (de Otero 2003, 36); ‘‘De tanto hablarle a Dios, se ha
vuelto mudo / mi corazón.’’ (47); ‘‘en evidencia pone a Dios: le veo / encarnado,
hecho dulce criatura’’ (66); ‘‘Siento frı́o, y no sé qué ponerme por dentro / de la
muerte, qué trozo de tierra es el mı́o’’ (72). Hay que añadir a esta constatación el
hecho de que, en los muchos ejemplos que aduce Garcı́a-Page Sánchez (1991) de
reinterpretación semántica, esta se da en condiciones de encabalgamiento abrupto y
escasamente aparecen muestras de antibraquistiquio que favorezcan este fenómeno.
Este efecto de dobles lecturas y de reinterpretación de los enunciados que han
estudiado Emilio Alarcos en Blas de Otero, Ricardo Senabre en fray Luis y Mario
Garcı́a-Page en diversos poetas es, por tanto, una prueba clara de que es pertinente
la distinción entre encabalgamiento prospectivo y retrospectivo, pues sólo si existen
estructuras retrospectivas diferenciadas de las prospectivas puede darse tal efecto de
sorpresa y de reinterpretación del sentido.
Hay que tener en cuenta, con todo, que hablo de una tendencia general, ya que
existen estructuras de antibraquistiquio que no fuerzan el encabalgamiento
prospectivo: ‘‘Nos coges / con las dos manos, nos ahogas. Matas // no se sabe
por qué. Quiero cortarte/las manos.’’ (de Otero 2003, 49).

Los efectos

Partiendo, pues, de esta intuición inicial de que el antibraquistiquio favorece


estructuras de encabalgamiento prospectivo, vamos a estudiar cuáles son los efectos

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Antibraquistiquio en la poesı́a española 573

estéticos y estilı́sticos que produce su uso y si estos son privativos de este tipo de
estructuras o son compartidos por los otros fenómenos afines del encabalgamiento y
el encabalgamiento abrupto.
En primer lugar, el muy impreciso y poco definitorio efecto (como señalaron
Dámaso Alonso y Quilis) de poner de relieve alguna palabra o expresión no es
privativo de un solo tipo de estructuras encabalgantes y ni siquiera solo de estas,
puesto que cualquier braquistiquio, suponga encabalgamiento o no, pone de relieve
el elemento que contiene, ya esté en posición de principio de verso: ‘‘Siempre la
claridad viene del cielo; / es un don: no se halla entre las cosas’’ (Rodrı́guez 1990,
33); ‘‘Cuándo hablaré de ti sin voz de hombre. / Cuándo. Mi boca solo llega al
signo’’ (Rodrı́guez 1990, 37); o de cierre de verso: ‘‘(…) tal a la paloma/lo retráctil
del águila. Misterio. / Hay demasiadas cosas infinitas’’ (Rodrı́guez 1990, 38).
Este último ejemplo nos ofrece la posibilidad de señalar un primer efecto que
produce el antibraquistiquio y que comparte con cualquier tipo de braquistiquio
situado en posición final, y es el de convertir en absolutos y darles un sentido de
plenitud semántica a los sustantivos que se sitúan en esa posición. Esta ‘‘carga’’
adicional de sentido puede producir, entre otros, los siguientes efectos: invitar a
introducir un sentido exclamativo o propiciar la lectura de su contenido como una
aposición explicativa del contenido anterior, y normalmente obliga a dejar la cadena
tonal en suspenso, lo que indica que, haya pausa gráfica al final de verso o no, la
recitación acaba como si se esperara una continuación, sin dejar caer la entonación,
según se ha explicado antes. Compárese el ejemplo de braquistiquio que acabamos
de ver con este antibraquistiquio en sentido estricto:
cuánto humo subirá, como si el sueño,
toda la vida se prendiera. ¡Rama
que no dura, sarmiento que un instante
es un pajar y se consume (Rodrı́guez 1990, 91).
El poeta hace explı́cito el carácter exclamativo de ‘‘Rama’’, aunque incluso sin la
marca de admiración este elemento situado al final de verso y entre pausas tendrı́a
una entonación más enfática de lo habitual. Además, en esta posición tendemos a
interpretar el sustantivo como, de alguna manera, explicativo hasta el punto de que
‘‘Rama’’ puede parecernos una aposición de ‘‘vida’’, lectura que refuerza la
interpretación de ‘‘Rama’’ como metáfora de ‘‘vida’’, que parece sugerir el poeta.
Desde el punto de vista entonativo, antes de que sepamos o no que el sentido
continúa en el verso siguiente (se trata de un encabalgamiento oracional, según la
terminologı́a de Quilis), dejamos la cadena fónica suspendida, por la tendencia ya
explicada a esperar una continuación. En Diego Jesús Jiménez existe, mucho más
que en Claudio Rodrı́guez, la costumbre de colocar sustantivos en antibraquistiquio:
¡Enorme el sacrilegio de la verdad, la fiesta oscura, la negra y milagrosa
procesión de lo cierto! El Bosco
lo ha soñado (1990, 201).
Parece que tendemos a dar una entonación exclamativa a ‘‘El Bosco’’, reforzada
por las admiraciones que le preceden, y que la invocación de su nombre es la

123
574 Á. L. Luján Atienza

explicación de todo lo anterior, como si el nombre del pintor implicara el sacrilegio,


la fiesta y la procesión y los contuviera en su esencia.
Si este efecto de énfasis, aunque no necesariamente de suspensión tonal, se
produce también en presencia de un simple braquistiquio al final de verso, conviene
plantearse, por otro lado, si el antibraquistiquio comparte efectos con el
encabalgamiento normal, principalmente cuando la pausa que antecede al antibra-
quistiquio no impide una sinalefa. El problema que se plantea entonces es: si el
fragmento que aparece como antibraquistiquio, a pesar de ser precedido por una
pausa gráfica, esta no aparece en la pronunciación debido a su eliminación por la
sinalefa, entonces, >cómo distinguimos entre un antibraquistiquio y un encabal-
gamiento que no se dé por antibraquistiquio? Veamos un ejemplo:
Campo desnudo. Sola
la noche inerme. El viento
insinúa latidos
sordos contra sus lienzos (Aleixandre 2001, 81).
En este ejemplo tenemos dos antibraquistiquios, en el primero la pausa marcada
por el punto puede realizarse en la recitación. No ocurre lo mismo en el segundo,
donde la sinalefa impide que se haga pausa en la recitación tras ‘‘inerme’’. Sin
embargo, el efecto producido parece ser el mismo en ambos, y no solo en la lectura
con el texto delante, cuando podemos ver la pausa aunque no la pronunciemos.
Parece, pues, que el efecto de antibraquistiquio se produce incluso cuando no hay
pausa gráfica o fonética previa. Concurren a ello, por una parte la estructura
sintáctica de la oración, que aı́sla el término del antibraquistiquio y por otra lo
brusco del corte, lo que refuerza nuestra hipótesis de que el antibraquistiquio tiene
propiedades fundamentalmente prospectivas. Además, el fenómeno es similar al que
se produce con el encabalgamiento abrupto cuando la pausa que sigue al término
encabalgado se anula por una sinalefa.
Según esto, podemos ampliar nuestra definición de antibraquistiquio hasta hacer
entrar en esta categorı́a versos que no tienen pausa gráfica cerca del final, pero sı́
exigen de alguna manera una articulación sintáctica que produce un efecto de
antibraquistiquio. Veamos un ejemplo de Claudio Rodrı́guez:
Yo me pregunto a veces si la noche
se cierra al mundo para abrirse o si algo
la abre tan de repente que nosotros
no llegamos a su alba, al alba al raso (1990, 34).
En el encabalgamiento prospectivo del verso segundo no hay pausa sintáctica
explı́cita previa a ‘‘o si algo’’, sin embargo parece que mentalmente nos detenemos
antes de leer esa cadena lingüı́stica, lo que produce un efecto de antibraquistiquio.
El verso siguiente también está encabalgado de manera prospectiva pero no produce
el mismo efecto. Idéntica interpretación cabe en: ‘‘para dejar su resplandor y
luego / darle una nueva claridad en ellas’’ (Rodrı́guez 1990, 35), del mismo autor; o
en este verso de Jaime Gil de Biedma: ‘‘Hermosa vida que pasó y parece / ya no
pasar’’ (1992, 42). Esto nos indica que probablemente el efecto de antibraquistiquio

123
Antibraquistiquio en la poesı́a española 575

no se produce tanto por la existencia o no de pausa explı́cita como, repito, por el tipo
de estructura sintáctica que tenemos y por lo forzado de la ruptura.
Constituye, ahora sı́, un efecto propio del antibraquistiquio, frente al mero
braquistiquio final y al encabalgamiento normal, la capacidad de generar estructuras
en que un elemento lingüı́stico es forzado a pertenecer a dos conjuntos de sentido
diferentes de manera simultánea. Gracias a su carácter prospectivo y a la suspensión
entonativa el contenido del antibraquistiquio queda suspenso entre dos sistemas de
significación, uno dependiente de la unidad métrica (el verso) y otro dependiente de
la unidad sintáctica a la que en sentido estricto pertenece. Veamos un ejemplo:
Lejos estoy, qué lejos. >Todavı́a,
agrio como el moral silvestre, el ritmo
de las cosas me daña? Alma del ave (Rodrı́guez 1990, 46).
El interrogante ‘‘>todavı́a?’’, en braquistiquio si consideramos la coma como
simple marca de inciso, parece responder con sorpresa al ‘‘qué lejos’’, pero
sintácticamente depende de ‘‘daña’’, dos versos más abajo. Lo mismo ocurre con
‘‘viene con el levante el sol. ¡Cuánto / hueco para morir!’’ (Rodrı́guez 1990, 49).
Este efecto, propio del antibraquistiquio, de posibilitar que el elemento incluido en
él pertenezca a dos sistemas de sentido es habitual en Diego Jesús Jiménez:
pájaro de las corrientes dibujado en el agua. Hace tiempo
matáronme. La imagen de la muerte
reposa hoy en tus ojos. Sueña
el laúd en la alfombra de la noche, olvidado (1990, 177).
La expresión adverbial ‘‘hace tiempo’’ modifica a la vez a ‘‘pájaro dibujado’’ (por
pertenecer al mismo verso) y a ‘‘matáronme’’ del verso siguiente (por sentido
sintáctico), verso que, a su vez, leı́do como unidad de significado (lectura reforzada
por la trabazón obsesiva de las nasales) puede significar simultáneamente:
‘‘acabaron en mı́ con la idea de la muerte’’, ‘‘me dejaron sin imagen de la muerte’’,
‘‘me cegaron’’. Pero ‘‘la imagen de la muerte’’ es, sintácticamente, sujeto del verso
siguiente: ‘‘reposa’’, al que parece que se añade ‘‘sueña’’ como un predicado más,
verbo cuyo sujeto en realidad es ‘‘el laúd’’, un verso más abajo. Este escalonamiento
conceptual a base de antibraquistiquios y encabalgamientos abruptos responde a una
de las caracterı́sticas de la modernidad poética desde Mallarmé, la de poner de
manifiesto las múltiples representaciones simultáneas de la realidad que solo son
posibles a través del lenguaje. Para ello el poeta explota todas las indeterminaciones
lingüı́sticas que le permite el medio que utiliza: la palabra como cuerpo sonoro y
como componente de una cadena sintáctica.
Veamos otro ejemplo:
Ahı́ en el llano humilde de nuestro tacto, bajo la vieja nube
de la mirada, acampa la soledad. Corre
la perdiz de la muerte, coja y sin dı́as, hacia su reclamo. Todo lo que nuestra
[vida alumbra
nos medita y nos huye. Ocre
la quietud acontece sobre el nidal del gris (Jiménez 1990, 193).

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576 Á. L. Luján Atienza

Los dos antibraquistiquios de este fragmento nos obligan a realizar dos lecturas
simultáneas de la misma palabra. Hay que hacer notar, además, que las palabras
‘‘corre’’ y ‘‘ocre’’, aparte de su asonancia, son anagramas gráficos la una de la otra.
En el primer caso, ‘‘corre’’ parece, en una primera construcción, como predicado de
‘‘soledad’’, lo que crea un oxı́moron con ‘‘acampa’’, pero sintácticamente es el verbo
del sujeto ‘‘perdiz de la muerte’’, de manera que ‘‘corre’’ pasa a formar parte de dos
sistemas, el de la soledad y el imaginario de ‘‘la perdiz de la muerte’’, lo que hace que
sirva de alguna manera como cópula y ası́ ‘‘soledad’’ y ‘‘perdiz de la muerte’’ forman
parte de un único mundo metafórico. Y lo mismo ocurre con ‘‘ocre’’, que parece
calificar a ‘‘Todo lo que nuestra vida alumbra’’, pero que modifica sintácticamente a
‘‘quietud’’, con lo que estas expresiones entran, de nuevo, en el mismo sistema.
La pertenencia simultánea a dos sistemas o conjuntos de sentido, como efecto
estilı́stico, está muy próximo al fenómeno de las dobles lecturas y reinterpretaciones
semánticas que favorecı́an los encabalgamientos abruptos que vimos de Otero, lo
que parece contradecir la tendencia prospectiva de estas construcciones:
Hemos sufrido juntos por las mismas cosas. Tiembla
la moneda de oro del pasado (Jiménez 1990, 182).
En este caso la ambigüedad que se genera es total. La forma verbal ‘‘tiembla’’ es
leı́da en primer lugar como imperativo y después como lo que realmente es:
indicativo, núcleo del predicado cuyo sujeto es ‘‘la moneda de oro’’, lo que supone
una reinterpretación gramatical del término hecha de manera retrospectiva. No
obstante, creo que este efecto de reinterpretación del antibraquistiquio se diferencia
del fenómeno de doble lectura propiciado por el encabalgamiento abrupto por un
hecho, y es que mientras que en las estructuras propiamente retrospectivas el verso
encabalgante tiene sentido pleno en sı́, aquı́ el antibraquistiquio supone una ruptura
semántica y pragmática ya dentro de su propio verso, que nos anuncia de alguna
manera que este elemento no pertenece del todo a su unidad de sentido, a lo que hay
que añadir la suspensión entonativa de la que he hablado antes. En el caso que
acabamos de ver es el salto enunciativo de la constatación al imperativo lo que
constituye la marca de que el elemento ‘‘tiembla’’ no pertenece por completo al
sentido global del verso que lo incluye. Lo mismo ocurre en el siguiente ejemplo de
Gil de Biedma, mucho más llamativo porque el sentido queda pendiente entre dos
grupos estróficos:
Algo como el verano
en casa de mis padres, hace tiempo,
como viajes en tren por la noche. Te llamo
para decir que no te digo nada (1992, 47).
Parece, por tanto, que en el caso de las estructuras propiamente retrospectivas se
produce un fenómeno de reinterpretación semántica y de dobles lecturas, mientras
que en el caso de los antibraquistiquios, de tendencia prospectiva, debemos hablar
más bien de ambigüedad de sentido. Mientras que en el primer caso una lectura
anula a la otra, en el segundo ambas se complementan o conviven en nuestra
interpretación.

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Antibraquistiquio en la poesı́a española 577

Compárense los ejemplos que acabamos de ver con un caso claro de doble lectura
en unos versos de Diego Jesús Jiménez, en una de las escasas ocasiones en que esto
ocurre:
En el coro las sombras
iluminan los cuerpos de desnudas novicias
carbonizados por los siglos, la lujuria tallada en la erección del sexo
con la que el confesor escucha, complacido, el triunfo de la carne.
Imágenes, todas ellas, que excitan
la piedad de los fieles y el temor al infierno (2001, 255).
En este caso, cuando acabamos de leer el verso encabalgante señalado en negrita
podemos considerar que la interpretación está acabada, máxime cuando los versos
anteriores refuerzan el sentido erótico de ‘‘excitar’’. Es únicamente al pasar al verso
encabalgado cuando volvemos a nuestra interpretación para reformularla. De esta
manera el procedimiento extrae la doble posibilidad significativa del verbo
‘‘excitar’’ y pone de manifiesto su polisemia. Sin embargo, en los ejemplos que
acabamos de ver de antibrquistiquios que parecen hacernos volver sobre la
interpretación de las palabras que incluyen no se trata en ningún caso de palabras
polisémicas, se trata normalmente de palabras usadas en un solo sentido, solo que
ese sentido se aplica o es coherente a la vez con dos sistemas de significación. Si
hacemos la prueba, comprobaremos que de los diversos ejemplos que he listado de
Blas de Otero y de los que aduce Garcı́a-Page en su trabajo, en la mayorı́a de ellos la
doble lectura se produce no solo gracias al encabalgamiento sino al hecho de que
este pone de manifiesto la polisemia de las expresiones utilizadas.
En definitiva, mientras que la explotación de la polisemia favorecida por
encabalgamientos de tipo retrospectivo (y preferentemente en la forma de encabal-
gamientos abruptos) se asemeja más a los juegos barrocos que caracterizan al
conceptismo, la inserción de una palabra no polisémica en dos cadenas de sentido
gracias a la ambigüedad propiciada por la estructuras prospectivas es más propia de la
búsqueda de inestabilidad y la indeterminación del sentido de la poesı́a moderna.
Volviendo a este efecto principal del antibraquistiquio: la ambigüedad interpre-
tativa debido a la coexistencia de dos sistemas de sentido, debemos reconocer que
expresado ası́ tiene un carácter demasiado general. El uso particular que de este
procedimiento hagan los diversos autores le dará sus rasgos estilı́sticos especı́ficos.
En Francisco Brines, por ejemplo, autor bastante aficionado a la técnica de los
antibraquistiquios en sus primeros poemarios, parece producir un efecto de diálogo,
lo que introduce polifonı́a en el poema:
le estremecieron de muchacho. Antes
se tendı́a en las alfombras largo tiempo,
y conquistaba la aventura. Nada
queda de aquel fervor, y en el presente
no vive la esperanza. Va pasando
con lentitud las hojas. Este rito
de desmontar el tiempo cada dı́a
le da sabia mirada, la costumbre

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578 Á. L. Luján Atienza

de señalar personas conocidas


para que le acompañen. Y retornan
aquellas viejas vidas, los amigos
más jóvenes y amados, cierta muerta
mujer, y los parientes. No repite
los hechos como fueron, de otro modo
los piensa, más felices, y el paisaje
se puebla de una historia casi nueva (1997, 21–22).
En esta tirada casi todos los versos acaban en antibraquistiquio, y el efecto que se
produce en este caso particular es el de que el poeta da la impresión de contraponer
dos voces, o enfrentar su misma voz en dos tiempos alejados. En el primer verso,
‘‘antes’’ refuerza la idea de pasado que ya lleva el verbo ‘‘estremecieron’’, pero es
como si otra voz apuntalara y recalcara esa anterioridad absoluta. Esto se ve mucho
más claro en el tercer verso cuando ante la aparición de ‘‘la aventura’’ otra voz, más
experta, que ve la vida desde lejos, apostilla: ‘‘nada’’, y efectivamente esa palabra
sirve de bisagra entre el pasado ‘‘conquistar la aventura’’ y la actualidad en que no
queda ‘‘nada’’ de ello. Lo mismo ocurre dos versos después con ‘‘Va pasando’’, que
parece formar oración con ‘‘no vive la esperanza’’ de manera que ‘‘pasar’’ se
convierte en ‘‘morir’’ o que el hecho de ‘‘pasar’’ hace que la esperanza ‘‘no viva’’,
pero que en realidad es un verbo cuyo sujeto es el protagonista que ‘‘pasa’’ las hojas
del álbum fotográfico, con lo que ese ‘‘pasar’’ del tiempo y de la esperanza que
muere es simultáneo al ‘‘pasar’’ las hojas de la representación fotográfica.
Esta manera entrecortada de escandir el verso nos recuerda, a la vez, que lo que
Balbı́n denomina ‘‘encabalgamiento encadenado’’ (1975, 213–214) es en realidad
una combinación consecutiva de antibraquistiquios y encabalgamientos abruptos (o
rejets y contre-rejets). Esta técnica, propia de la poesı́a moderna, ha sido estudiada
por José Enrique Martı́nez como una de las principales maneras de romper el ritmo
tradicional desde dentro (2010, 115–125), con el consiguiente peligro de que con el
abuso ‘‘del encabalgamiento dentro del esquema de una forma tradicional, puede
darse cierto desdibujamiento del metro’’ (Domı́nguez Caparrós 2009, 1094).
Volvamos a los ejemplos en que se produce esa asignación a un doble sistema de
sentido para ver cómo se desarrollan otros efectos a partir de este fenómeno. En el
siguiente caso el carácter prospectivo del antibraquistiquio no se presta a dudas por
tratarse de un ‘‘encabalgamiento forzado’’ en la terminologı́a de José Enrique
Martı́nez:
Volvemos
con menester, como el juglar, en llanto,
a nuestra tierra.
Casi
se han convertido en templos
las azadas, en lugares sencillos, en puras herramientas
del corazón (Jiménez 1990, 59).
El adverbio ‘‘casi’’, que aparece en posición escalonada y escindido de su
término por la pausa versal, parece modificar al hecho de ‘‘volver’’ o incluso al

123
Antibraquistiquio en la poesı́a española 579

hecho de que la tierra sea ‘‘la nuestra’’, aunque su carácter puramente prospectivo
nos hace esperar su término real: ‘‘se han convertido’’. Se puede comparar con:
‘‘Pueblos hay que conocen las estrellas, / acostumbrados a los frutos, casi / tallados
a la imagen de sus hombres’’ (Rodrı́guez 1990, 50–51), o con ‘‘Cuando amanece
alguien con gracia, de tan sencillas / como a su lado son las cosas, casi / parecen
nuevas, casi / sentimos el castigo’’ (Rodrı́guez 1990, 142).
Estos últimos ejemplos nos permiten enlazar con otro de los efectos que propicia
el antibraquistiquio, por su propia naturaleza, y es la formación de epı́foras: ‘‘Me
quedé en ella porque era hermosa / y necesitaba su alegrı́a. Nunca / se puede ocultar
al corazón / lo que han visto los ojos. Nunca / la alegrı́a al canto. Repetidamente/fui
viviendo en sus cosas y aprendı́’’ (Hernández 2010, I, 54). De lo mismo tenemos
ejemplos en Pere Gimferrer: ‘‘abanicos abiertos, tumba abierta / como un ángel de
mármol, tumba abierta / con coronas y versos, tumba abierta / de un niño, tumba
oscura, aún mi pelo / rizado estaba, tumba abierta al cierzo / y la lluvia de otoño,
verdes eran / ya mis ojos, en mi boca habı́a un lirio’’ (1988, 85); y en Claudio
Rodrı́guez: ‘‘¡Que esto dure! ¡Prometo / pasar tan limpio como golondrina / cuando
bebe! ¡Prometo / no tocar nada, pero que esto dure!’’ (1990, 109). También en
Diego Jesús Jiménez: ‘‘Y cae la tarde, y en los ojos del ciervo / las estrellas se
olvidan. Cuántos / cuerpos que me despreciaron, desde el tuyo me aman. ¡Oh!
Cuántos / rostros y pechos y desnudos’’ (1990, 178). Este fenómeno resulta
especialmente llamativo porque lo que sintácticamente es una anáfora se manifiesta
en la presentación gráfica y en el plano estilı́stico como una epı́fora, nuevo ejemplo
de ambigüedad y de explotación de la indeterminación de cierre interpretativo.
Hay que pensar también en la relación que tiene el antibraquistiquio con otro
fenómeno afı́n como es la aparición de palabras-versos, pues estas están siempre
entre dos pausas y tienen un carácter prospectivo. En este sentido se ha analizado en
numerosas ocasiones el poema de Blas de Otero ‘‘Crecida’’, formado en muchos de
sus versos por una sola palabra:
Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
con la sangre hasta el borde de la boca,
voy
avanzando lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios
algunas veces,
voy
avanzando lentamente, hundiendo los brazos
en sangre (de Otero 2003, 138).
El efecto es más llamativo y salta más a la vista que en el antibraquistiquio,
debido al aislamiento gráfico de la palabra, pero el principio es el mismo: un
elemento breve de la oración queda incluido entre dos pausas, en el braquistiquio
una de ellas es versal, y en la palabra-verso las dos pausas son versales. Que la
palabra-verso puede asimilarse al antibraquistiquio queda claro en el hecho de que
el leit-motiv ‘‘voy’’ aparece en ambas posiciones a lo largo del poema: ‘‘con el
pequeño corazón volcado, voy / sumido en sangre’’, unos versos más adelante.
Otro efecto propio del antibraquistiquio, como se ha señalado a veces para el
encabalgamiento en general, aunque parece más propio de esta modalidad, es la

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580 Á. L. Luján Atienza

capacidad de dejar en suspenso una enumeración para representar icónicamente lo


inconmensurable de lo que se enumera, o emular la vacilación en rematar la
enumeración:
La eternidad no era necesaria pero
alguien que es su verdad, su quemadura, su
sola existencia, la ha encendido. (Jiménez 1990, 193).
Se aprecia lo mismo en el siguiente ejemplo:
Tan humildes,
tan reciamente cumplidoras, tan
sin patria y de todos: Oı́d (Hilario Tundidor 2010, I, 265).
Esta vacilación suspensiva, que imita el habla coloquial, está clara en estos
versos de Gil de Biedma:
No sé cómo explicarlo, es
lo mismo que si todo,
lo mismo que si el mundo alrededor
estuviese parado (1992, 64).

Conclusión

He traı́do aquı́ diversos ejemplos de un fenómeno métrico, apenas estudiado, que se


da con abundancia en la poesı́a española del siglo XX, y que en nuestra tradición no
ha recibido una denominación consensuada, como sı́ ocurre en francés, donde recibe
el nombre de contre-rejet (fenómeno inverso al rejet, que se puede identificar con
nuestro encabalgamiento abrupto). Propongo llamar a este procedimiento ‘‘antibra-
quistiquio’’, siguiendo la terminologı́a de Antonio Quilis, pero sin que corresponda
al mismo concepto que él define.
El antibraquistiquio recibe la mayor parte de sus efectos estilı́sticos del hecho de
propiciar estructuras de encabalgamiento prospectivo, es decir aquellas en las que el
encabalgamiento se hace presente desde el verso encabalgante. Ello se debe al poco
cuerpo fónico de que consta y a que obliga a dejar en suspenso la entonación antes
de la pausa versal.
Los efectos concretos a que da lugar esta caracterı́stica general del procedimiento
son varios, según el uso que hagan de él los autores. Como cualquier braquistiquio
propicia la esencialización del elemento lingüı́stico que contiene y le añade un
significado e incluso una entonación enfática, que se puede interpretar a la vez como
explicación o aposición a lo que le antecede. También propicia la aparición de
epı́foras que en realidad son anáforas sintácticas, y sirve para poner de manifiesto la
vacilación a la hora de cerrar una enumeración.
Sin embargo, el efecto principal y más propio del antibraquistiquio es hacer que
el elemento que contiene pase a formar parte de dos conjuntos de sentido
simultáneamente: el de la unidad de verso y el de la construcción sintáctica. Ello
provoca una ambigüedad esencial de la expresión contenida en el antibraquistiquio,

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Antibraquistiquio en la poesı́a española 581

que funciona simultáneamente en dos estructuras de sentido. Este efecto de


ambigüedad es del todo diferente al de polivalencia o polisemia que produce
generalmente el encabalgamiento abrupto. Mientras que las dobles lecturas
propiciadas por las estructuras retrospectivas (encabalgamiento abrupto) ponen de
manifiesto la polisemia del término encabalgante, las estructuras de antibraquisti-
quio simplemente explotan la imprecisión del sentido y la capacidad del lenguaje
para representar una doble realidad de manera simultánea. Este procedimiento
forma parte de las estrategias de la poesı́a de la modernidad para incidir en la
inestabilidad y confusión de la interpretación lingüı́stica, de ahı́ que este
procedimiento se dé con abundancia en los poetas españoles del siglo XX, de los
que se podrı́an multiplicar los ejemplos.

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