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2009 Porte Armas PDF
2009 Porte Armas PDF
H. CASAROTTI
I. Introducción.
Como introducción a esta actividad voy a contarles cómo fue que se gestó, ya que lo
que fue pasando es lo que fundamenta el que hoy estemos reunidos.
Hace un tiempo atrás, el Dr. V. Pardo me planteó que algunos colegas recibían, de
parte de diversas personas, el pedido de hacer un certificado que les permitiese comprar
y portar un arma de fuego, y que no sabían bien cómo proceder: si hacerlo, si no
hacerlo, si tenían obligación de hacerlo, etc. También me dijo que le parecía que los
colegas psiquiatras de API habían tomado, como asociación, la decisión de no hacer
dicho certificado, aunque posibilitando que sus asociados, si querían, lo hiciesen.
Y que por estos dos hechos la Directiva de la SPU consideraba que tal vez fuese
conveniente plantear internamente esta cuestión y que me pedía si podía hacerme cargo
de su desarrollo.
Le dije que tenía que considerarlo, pensando que le iba a decir que no. Pero antes de
responderle averigüé, llamando a una armería, dos cosas: (1) si podía comprar un arma
de fuego, lo que muy amablemente se me respondió que sí, y (2) qué debía hacer para
comprarla. La persona con la que hablé me señaló los pasos que tenía que dar en el Min.
del Interior, diciéndome que dentro de esas exigencias –de acuerdo al Decreto
No.342/001- debía “contar con un certificado de aptitud psíquica, otorgado por
profesional psicólogo, debidamente habilitado” (y que para eso contaban con una
psicóloga).
Entonces pensé que como para hacer ese documento se habla de “psicólogo
habilitado” no parecía tener fundamento el considerar la cuestión del certificado para
adquirir, tener y portar un arma de fuego en la SPU.
Pero después, decidí llevar a cabo esta actividad y esto por 2 razones:
a) una, formal, y es que los psiquiatras somos psicólogos, especializados en
psicopatología. Y a su vez, que la psicopatología es parte fundamental de la psicología,
lo cual en nuestro medio es particularmente así, ya que la formación de la mayor parte
de los psicólogos tiene una impronta psicopatológica, incluso diría que es especial y
excesivamente una formación psicopatológica lo que explica muchos “cruces”
(choques) interprofesionales. Considerando pues a los psiquiatras como “psicólogos”
que son, es entendible que a veces se les solicite el certificado que exige el Decreto 342.
b) la otra razón, más fundamental, es la que surge del análisis de qué significado
tiene un certificado de “aptitud psíquica para tener / portar un arma de fuego” en el
sentido de qué es lo que se pide al técnico a través de ese certificado; siendo esta
respuesta naturalmente inseparable de qué es lo que el técnico puede realmente
responder de modo objetivo.
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Y fue por estas dos razones que acepté llevar a cabo la actividad de hoy, entendiendo
que “reflexionar sobre lo que se llama aptitud psíquica para tener y portar un arma de
fuego, parece ser una buena oportunidad de traer al tapete diversas cuestiones que hacen
a nuestra teoría y a nuestra prática de psiquiatras: por ejemplo, podrñíamos discutir
(a) desde, si tenemos el derecho, como psiquiatras, de opinar sobre la licitud de
tener y de usar un arma de fuego,
(b) hasta, si nos es posible garantizar el uso ético de esa arma, y
(c) cuál es la posibilidad de responder, en diferentes situaciones psíquicas, a lo
que el certificado de “aptitud psíquica” parece pedir.
(*) Para aclarar el elenco quiero de entrada señalar que las cuestiones que tienen que
ver con los puntos (a) y (b) no son problemas psiquiátricos s.s., es decir no son
problemas que la formación psiquiátrica permita responder. En último término son
cuestiones que los mimebros de una sociedad y a través de sus representantes deben
plantearse y decidir, ya que son cuestiones inseparables de cuáles son los valores que
organizan a cada sociedad concreta. En el planteo y resolución de estas cuestiones los
psiquiatras –y también los psicólogos- podemos opinar y discutir pero solamente, como
lo puede hacer cualquier otra persona razonable y reflexiva, pero no incidiendo con
nuestras opiniones técnicas en la resolución de una cuestión que no es técnica, sino
social y moral. Más aún, psiquiatras y psicólogos deberían llamar la atención, cada vez
que se les pide o exige un tipo de respuestas que no pueden dar. Cuando esto sucede,
como se e con freecuencia cuando los “expertos” aparecen en los medios, eso es reflejo
del contexto cultural que piensa a la psiquiatría y a la psicología, lo que no son. El que
muchas veces los psiquiatras hayan adoptado esa actitud que es moralizante, ha estado
por detrás de diversos planteos anti-psiquiátricos que nos han hecho perder bastante
tiempo.
(*) Pero, así como los puntos (a) y (b) no son de responsabilidad ni del psiquiatra ni
del psicólogo, señalo que el punto (c), sí, debemos necesariamente discutirlo, ya que
existe el Decreto 342, por lo que es imprescindible preguntarnos y respondernos sobre
cuál es el sentido de “contar con un certificado de aptitud psíquica para tener y portar un
arma de fuego”.
Esto es lo nuclear de mi breve presentación que busca ser técnica. Por eso el título de
esta reunión: ¿qué sentido tiene?
Para finalizar, o mejor después, durante la discusión agregaré algunas consideraciones
personales respecto a la prevención de los actos violentos.
Comencemos por analizar qué motivos tienen quienes buscan adquirir armas.
Cuando se quiere considerar la “aptitud psíquica” lo primero es preguntarse cuáles son
las motivaciones que tienen quienes buscan adquirir / portar un arma de fuego.
Dentro de las habituales tenemos:
-por el placer de “tirar al blanco”
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-para cazar
-para coleccionar armas
-para defensa propia
-para obtener un trabajo como policía o en empresas de seguridad, etc.
y aunque pueda parecer un contrasentido, hay una, que es la que especialmente
entiendo debemos considerar hoy y es la de quien compra un arma para cometer un
delito (robar, matar, etc.).
¿Por qué esste es el motivo debe ser considerado? Porque de hecho, el problema al
evacuar el certificado es el del riesgo de que el poseedor de un arma la utilice
ilegalmente contra una persona, ya que en las otras motivaciones, aunque ese riesgo
puede surgir en ciertas situaciones existenciales, es un riesgo accidental. Y en
consecuencia su probabilidad es remota.
En cambio, cuando una persona decide comprar un arma para cometer un delito, ese
riesgo ya está presente y entonces es esa presencia, lo que nos exige analizar las
diferentes conciencias que presentan los sujetos que tienen esa intención.
Por supuesto que quien va a comprar un arma de fuego no va a decir esto a quien le va
a hacer un certificado de aptitud, pero el técnico debe planteárselo siempre como
posibilidad. Y planteándonos esa posibilidad es cuando se hace evidente la necesidad de
conocer la estructura mental de esa persona: de si es sano o enfermo mental.
Es decir, se debe hacer un análisis fenomenológico de la conciencia del sujeto, en sus
motivaciones y en su proceso del pasaje al acto, para evaluar en concreto cuál es el
grado de lo que habría que llamar “peligrosidad sin delito” de esa persona.
Pero, antes de analizar este punto, es necesario hacer dos consideraciones básicas que
son el fundamento de lo que sigue y en consecuencia la base sobre lo cual se puede estar
de acuerdo o en desacuerdo.
como propio. A lo que Kant llamaba “su fiat” (hágase). En otras palabras con
esto quiero decir, que es elhombre quien crea sus actos, ya que estos no existen
como “sus actos” hasta que pasan por su voluntad. Es precisamente la
intencionalidad consciente la que da a cada acto su valor; su mayor o su menor
valor. Claro que esta intencionalidad no solo aparece como actos reflexivos,
elaborados, sino que está presente en los actos desde su origen (a nivel
inconsciente). Desde ese nivel, los actos ya son míos, porque toman origen en
las formas inconscientes de lo que Spinoza llamaba la conación, o sea en las
formas de intencionalidad que a lo largo de su vida el H ha ido cristalizando en
el fondo de sí mismo, como su yo más profundo.
Ahora bien, el hombre puede llevar a cabo este pasar de las motivaciones
inconscientes a los actos propios (este pasar al acto) de dos modos. Cuando la
organización somato-psíquica no interfiere con su capacidad “poiética” o sea,
cuando la persona es mentalmente sana, hablamos de actos normales y por
consiguiente moralmente responsables, ya que el hombre asume el acto como
creación propia y esto tanto para los actos buenos como para los actos
criminales.
Cuando, en cambio hay una desorganización del cuerpo mental –extremo que
la semiología psiquiátrica ha aprendido a diferenciar (y de paso: es el único
camino para hacerlo)- entonces el acto se evidencia como determinado, “antes”
de que la voluntad del sujeto pueda hacerlo propio. Un “antes” que interfiere con
su capacidad de “movimientos libres”. Y es en esos casos, que son los de EM, en
los que el acto criminal no puede serle imputado a la responsabilidad creadora
del sujeto. Lacan decía lo mismo, aunque lo dijese de otro modo cuando
afirmaba que “El hombre normal, es aquel que no toma en serio la mayor parte
de las ideas que le pasan por la cabeza”. Solamente “cuando le pasan por la
cabeza”, o sea cuando siendo normal, hace suyos sus actos, es que puede y debe
ser sancionado.
Es estos dos tipos de conciencia, que en sus formas extremas y paradigmáticas
son, en algunos casos normales y responsables y en otros patológicos e
irresponsables, lo que todos los códigos penales del mundo reflejan cuando
establecen artículos que sostienen explícitamente la inimputabilidad por
enfermedad mental, y por consiguiente, implícitamente, la responsabilidad de
todos las demás personas, que no son enfermos mentales.
Esta diferenciación nace de la realidad de la enfermedad mental que como
fenómeno natural hace que no se pueda imputar -en grados variable- las
infracciones a la ley, reconociendo así que esos actos en cierto modo no fueron
motivados, queridos, consentidos. O sea, que el sujeto no pudo imponerles su
norma propia, que no pudo norma-tizarlos según su escala de valores
existenciales (en eso en lo que consiste la normalidad psíquica y no en una
media de mediocridad). No pudo darles “su” valor y por consiguiente su acto no
fue una creación propia en sentido estricto.
Esta distinción de salud mental y enfermedad mental es esencial a la hora de
evacuar un certificado de aptitud psíquica para tener un arma.
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(NOTA 2) La segunda Ccondición que quería hacer tiene que ver con la
evolución de la criminología. Inicialmente el crimen fue considerado como un
acto excepcional (en sentido estadístico), luego con la escuela positivista como
una anomalía atávica (Lombroso), llegando a considerar al crimen como una
enfermedad en sí. y así se llegó a afirmar que el propio acto criminal era una
“enfermedad”, entendiendo que el pasaje al acto criminal era por sí mismo la
evidencia de que aquel acto era patológico (“monomanía criminal” de Esquirol).
Hoy diríamos, todo crimen fue psiquiatrizado.
Sin embargo, en momentos posteriores ese movimiento de amalgamar, de
confundir, de homogeneizar “crimen y enfermedad mental” se va a invertir. Eso
va a suceder cuando la enfermedad mentaldeje de ser considerada un hecho
natural, biológico, y cuando los enfermos mentales pasen a ser entendidos no un
desorden orgánico sino el resultado de causas morales y socio-familiares. El
confundir de ese modo la locura-enfermedad como fenómeno natural con la
“locur” de la humanidad (con sus actos alocados), significa en los hechos 2
cosas, una, no reconocer la existencia de la enfermedad mentaly otra, en
consecuencia no percibir a la salud mental en su significado y valor.
Esta tesis va a tener una consecuencia inversa respecto al crimen. Ahora, los
crímenes, dejando de ser considerados una enfermedad, pasarán a ser
simplemente una de las formas de expresión de la pulsionalidad agresiva que
late en todos los hombres, con lo cual en los hechos se afirma que no hay
diferencia entre pulsionalidad y pasaje al acto.
Al no reconocer la existencia de la enfermedad mental se termina negando la
realidad y el valor de la salud mental, y se da como un hecho que “todos somos
más o menos neuróticos”. Al no distinguir pulsionalidad con pasaje al acto, el
crimen se generalizaa toda la sociedad con lo cual, como decía el título de una
película de los 60 “Todos somos asesinos”. Esa indistinción, no tiene en cuenta
la decisión del criminal.
Esta doble afirmación de que no hay enfermedad mental, y de que el crimen es
una etiqueta, que implica la nivelación, el achatamiento, de todos los valores
choca -como decía H. Arendt- contra la fuerza coercitiva de los hechos, contra el
despotismo de los hechos. Porque, ni la enfermedad mental ni el crimen pueden
ser negados, ya que –parafraseando a Galileo- aunque los neguemos igual
existen. Sin embargo estas “falsas verdades” en manos de “autodenominados
expertos” circulan en la opinión pública, en los medios, en la propaganda
política, en el diseño de leyes referidas a los enfermos mentales, etc.
Por eso es que, sobre la base de la diferencia entre las estructuras de conciencia
normales y patológicas, voy a retomar la consideración de cuál es la posibilidad de
evaluar la peligrosidad sin delito en el caso de una persona cuya motivación al comprar
un arma es la de hacerlo para cometer un delito. Sin olvidar, lo reitero que hablamos de
una persona sin antecedentes penales.
Lo que se está pidiendo cuando se exige el certificado de aptitud psíquica es saber qué
“probabilidad tiene tal persona de agredir con esa arma”.
Es esta probablidad la que es esencialmente diferente según la condición mental de la
persona.
Un aspecto en relación a este tipo de certificado en “sanos mentales” que puede ser
planteado como tema de discusión es el de las conclusiones negativas que podría hacer
un técnico que aplicase tests proyectivos. Naturalmente que cabe la posibilidad de que
un técnico experto en este campo y trabajando según las exigencias que esos tests
requieren, pudiese concluir negativamente, es decir, que afirmase la probabilidad y no
sólo la virtualidad de un pasaje al acto agresivo. Si esto fuese sostenido por la
experiencia y fundamentado en base a la comprobación reiterada de que constituyó un
juicio diagnóstico avalado por la conducta posterior, entonces el certificado de “aptitud
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psíquica” debería pasar a ser una evaluación de ese tipo y no el de una simple entrevista
psicológica.
(A) Aquí es donde “salta” la diferencia entre los dos tipos de prevención en SM: la
negativa y la positiva.
a) prevención de patología mental (o SM negativa = estrategias poblacionales: 1ª, 2ª,
y 3ª) y
b) prevención como “promoción de salud mental” (o SM positiva, que es una
problemática primariamente no médica).
implica el poder hacer todo lo que no daña al otro... Y también obliga al cumplimiento
de las promesas.
El Derecho positivo regula la “libertad de...”)
*el derecho que faculta a la persona para que logre cosas que por sí mismo no podría
alcanzar (facultad no como permiso sino como “poder eficaz”). Este derecho aumenta
la capacidad de obrar y nos introduce en una nueva realidad... una realidad proyectada
que se plantea una realidad posible, pero aún no real. Es inventivo, creador, generoso.
Es capacitarse para realizar un proyecto (ej. derecho a la educación) e implica deberes
de proyecto: “si quiero hacer tal cosa, debo tales otras”. Implica aceptar los medios
necesarios para lograr tal objetivo.
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