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49 | 2016
La Chronique en Amérique latine XIXe-XXIe siècle (vol.2)
IV. De la nécessité d’un genre au XXIe siècle

La construcción de la verosimilitud en la
crónica contemporánea
Reflexión en torno a la obra de Juan Villoro y Fabrizio Mejía
Madrid
La construction de la vraisemblance dans la chronique
contemporaine  : réflexion à propos des œuvres de Juan Villoro et
de Fabrizio Mejía Madrid
Miguel Tapia
Résumé | Index | Plan | Texte | Bibliographie | Notes | Citation | Auteur
RÉSUMÉS

ESPAÑOLFRANÇAIS
Si, dans la chronique moderne « le côté formel de l’écriture l’emporte
sur les urgences de l’information » (Monsiváis), cela ne la dispense pas
de l’exigence du regard journalistique. À la vraisemblance construite à
partir de la subjectivité du narrateur, qui est le propre de la fiction, il
faut ajouter les ancrages journalistiques propres à situer ce qui est
raconté dans la réalité. Mais sur le terrain de l’écriture, aussi bien la
subjectivité du point de vue personnel que l’objectivité – journalistique
ou autre – sont des constructions textuelles (Barthes). Pour élaborer le
point de vue, le chroniqueur a recours à des stratégies empruntées à
une grande variété de genres ; il cherche le délicat équilibre capable de
maintenir le lecteur sur le terrain du réel. La chronique, dit García
Márquez, « est un conte qui est vrai ». La construction textuelle du
vraisemblable passe par ce qu’Umberto Eco a appelé une « compétence
encyclopédique », le système de règles et de références cognitives sur
lequel s’appuie le texte et que le pacte de lecture établit comme étant
commun au chroniqueur et au lecteur. L’article étudie la disposition des
différents registres du cognitif sur lesquels s’établit la construction du
pacte de lecture chez deux chroniqueurs contemporains : Juan Villoro et
Fabrizio Mejía Madrid. Il cherche à identifier, dans leurs travaux, les
ressources empruntées à différents genres dont s’inspire la chronique,
ainsi que la présence éventuelle de ressources qui leur sont propres.
C’est des connaissances que le texte suppose chez le lecteur et des
différents statuts que cela lui octroie, que, pour reprendre la formule de
Michel Pierssens, dépendra la vraisemblance de ce qui est raconté.
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ENTRÉES D’INDEX

Mots-clés :
chronique latino-américaine, vraisemblance, réalité, le savoir dans la
littérature, Juan Villoro, Fabrizio Mejía Madrid
Palabras claves :
crónica latinoamericana, verosimilitud, realidad, conocimiento en la
literatura, Juan Villoro, Fabrizio Mejía Madrid
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PLAN

Crónica y narrativa de ficción


Verosimilitud pragmática
Verosimilitud empírica
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TEXTE INTÉGRAL
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1En la crónica titulada «Monterroso, libretista de ópera», publicada en el
libro Los once de la tribu, Juan Villoro describe la adaptación como
libreto operístico de «El dinosaurio», famoso microcuento del maestro
guatemalteco. En el texto Villoro detalla la estructura, las características
formales y algunas modalidades de la puesta en escena de una ópera
que Augusto Monterroso parcialmente imaginó pero que nunca llegó a
existir. Si el texto da a entender su carácter imaginario, lo hace de
forma tangencial, mientras mantiene la atención enfocada en la
descripción de las diversas posibilidades de la adaptación musical y
escénica. El autor, por su parte, se limita a escribir, en el texto de
introducción del libro, que la crónica «merecería ser cierta».

1 Las crónicas estudiadas en este texto aparecen en los libros Los once de la


tribu  (1998),  de Juan V (...)

2En un texto de tema y tono muy distintos1, el también mexicano


Fabrizio Mejía Madrid ofrece dos versiones distintas de la «muerte» de la
activista de los derechos humanos Digna Ochoa. La primera de ellas
describe un improbable suicidio, y expone en detalle la cadena de actos
absurdos que la activista tendría que haber llevado a cabo para darse
muerte en el escenario que los investigadores encontraron poco
después. Aunque esta versión es falsa, Mejía Madrid la narra sin
desmentirla: la lógica falseada e irónica con la que es expuesta lo hace
en su lugar. La segunda versión ofrecida, en contraparte, deja ver en
toda su brutal coherencia la secuencia criminal que lleva de las
amenazas al asesinato de la activista, en un relato que se impone como
verdadero gracias a la autoridad de lo plausible.

3Tanto la crónica de Mejía Madrid como la de Villoro dejan ver una


decidida incursión en los terrenos de la ficción, sin que esto les impida
cumplir con su cometido testimonial. Así, nos preguntaremos en este
artículo: ¿Qué es lo que permite a estos textos pasar de la realidad a la
ficción, y viceversa, sin necesidad de un esclarecimiento explícito de
parte de la voz cronista? ¿Y cómo se construye en su interior la
verosimilitud necesaria para que el lector acepte dichos traslados de
nivel?
Crónica y narrativa de ficción
4Procedente de la tradición de la escritura histórica, la crónica
contemporánea irrumpe en el seno de la labor periodística como una
necesidad por mostrar la actualidad también desde la mirada subjetiva
individual, y utilizando para ello recursos hasta entonces propios a la
escritura literaria o ensayística. Surge así como una contradicción, como
una oposición a la mirada de intención objetivadora que caracteriza al
discurso periodístico. Al fundarse en el abandono del principio de la
objetividad, la crónica se instituye como una suerte de género satelital,
que se mueve en órbita propia sin alejarse demasiado del campo
magnético que la justifica y retiene: los hechos de la realidad
contemporánea. Al mismo tiempo, la reivindicación de la mirada
subjetiva le permite hacer uso de estrategias textuales provenientes de
las más diversas tradiciones, lo que llevó a Juan Villoro a considerar –
parafraseando a Alfonso Reyes– la crónica como el ornitorrinco de la
prosa, por su capacidad de alimentarse de géneros tan diversos como la
novela, el reportaje, la entrevista, el teatro, el ensayo.

5Pero junto con las estrategias textuales de los diferentes géneros la


crónica toma prestadas, y con frecuencia reformula, algunas de sus
problemáticas fundamentales. Consideramos que uno de los puntos de
contacto con la narrativa de ficción que más enriquecen la reflexión en
torno a la crónica contemporánea es el de la verosimilitud narrativa.
Carlos Monsiváis definió la crónica como un «género donde el empeño
formal domina sobre las urgencias informativas» (Jaramillo Agudelo
[ed.], 2012: 12), señalando el relativo desapego de la intención
cronística respecto a los hechos de la realidad; mientras que Gabriel
García Márquez la definió como « un cuento que es verdad » (ibid.,
2012: 15). Juan Villoro, por su parte, lo plantea de esta manera:

La realidad, que ocurre sin pedir permiso, no tiene por qué parecer auténtica.
Uno de los mayores retos del cronista consiste en narrar lo real como un relato
cerrado [...] sin que eso parezca artificial (Villoro, 2012: 580).

6Estas definiciones sintetizan el conflicto que en el seno de la crónica


genera la construcción de la credibilidad de la voz cronista.

2 « [il] faut préférer ce qui est impossible mais vraisemblable à ce qui est
possible mais non persua (...)

7No es difícil pensar en esta reflexión como un replanteamiento de la


antigua polémica acerca de la verosimilitud en la ficción, cuyos principios
se han mantenido relativamente constantes desde que fueran
formulados por Aristóteles en el siglo IV antes de nuestra era. La poética
aristotélica asentaba que la poesía –en el sentido que cobraba el
concepto, equivalente a «relato de ficción»– debía exponer hechos
coherentes con el funcionamiento normal o ideal del mundo; debía
conformarse a lo plausible. «Debemos preferir, escribió Aristóteles,
aquello que es imposible pero verosímil, a lo posible pero no
convincente.»2 Al discurso histórico correspondía, en contraparte, la
relación de hechos verídicos, con la exigencia de hacerlo de manera
cronológica y documentada, lo que autorizaba al historiador a relatar
hechos constatados, por más improbables que parecieran; lo facultaba a
referir esos «absurdos de la vida» que inquietan a Villoro, y de los que la
Historia está llena.

8Si la noción de lo verosímil ha cambiado a lo largo de los siglos (en


particular en los últimos dos, llegando incluso, por momentos, casi a
desaparecer del debate teórico) la problemática no ha dejado de estar
presente de una u otra manera, formulada además en términos que
deben mucho al planteamiento heredado a la escuela aristotélica. El
problema de la verosimilitud del sujeto cronista contemporáneo puede,
en efecto, ser visto como un paralelo de este planteamiento. El apego a
la realidad exigido al texto histórico por la escuela aristotélica se
emparenta con la objetividad a que aspira originalmente el discurso
periodístico. La oposición entre el periodismo tradicional y el relato
subjetivo de la crónica guarda así una relación de conflicto paralela a la
planteada por la visión clásica entre poesía e historia, pero formulada en
sentido inverso, según lo expresa la reflexión de Villoro. Si para los
aristotélicos era necesario presentar la ficción como parte de la realidad,
para Villoro y otros cronistas contemporáneos, la crónica debe «narrar lo
real como un relato cerrado [...] sin que eso parezca artificial», es decir,
mostrar la realidad, según quería García Márquez, como si fuera un
cuento.

9Pero si la problemática es paralela, el contexto exige un acercamiento


distinto. Las barreras que separaban los géneros y las formas de leerlos
han cambiado con los siglos y en la actualidad apenas existe un género,
literario o periodístico, que no se permita constantes exploraciones en
terrenos vecinos. El sentido de lo verosímil ha dejado de fundarse sobre
valores normativos y ha llegado a constituirse como una función del
mismo texto –Todorov escribió que existen tantas formas de la
verosimilitud como géneros literarios (Todorov, 1971: 94).

10En su estudio sobre la autoridad narrativa en la literatura


contemporánea, Frances Fortier y Andrée Mercier definen cuatro
diferentes códigos de verosimilitud, según los elementos puestos en
juego en el texto narrativo. Éstos son: la verosimilitud genérica, la
pragmática, la diegética y la empírica. Así, para las autoras, la autoridad
en la narrativa contemporánea –donde «autoridad» se define como la
confianza que se puede conceder a un texto– se construye a través de
«dislocaciones más o menos marcadas» a los códigos de verosimilitud
(Fortier y Mercier, 2014). Consideramos que la semejanza de estrategias
utilizadas entre la narrativa de ficción y la crónica autoriza un
acercamiento desde esta perspectiva a la «narrativa sin ficción» de la
crónica contemporánea.
11Los dos primeros códigos de verosimilitud propuestos, la verosimilitud
genérica y la pragmática, parecen ser los menos problemáticos para
nuestros cronistas. La verosimilitud genérica se apoya en los rasgos
característicos de un género determinado para establecer un contrato de
lectura que permita la recepción del relato. La crónica como género, ya
lo hemos visto, no se deja definir fácilmente. Jorge Carrión escribe que
no se trata de un género, sino de un debate: constante movimiento.
Producto tanto de una búsqueda de nuevas formas expresivas como de
una necesidad concreta en el seno de la producción periodística, sus
características básicas parecen, en el caso de nuestros dos cronistas,
reducirse a dos: tomar por objeto una manifestación de la realidad
contemporánea y abordarlo desde un punto de vista subjetivo. Incluso la
exigencia de la presencia física del cronista en el lugar de los hechos ha
derivado en una exigencia de relativa cercanía, como veremos más
adelante. Las múltiples formas en que estos elementos han sido
combinados en la crónica contemporánea revelan que el establecimiento
de la verosimilitud genérica en la obra de Juan Villoro o de Fabrizio Mejía
Madrid no plantea mayores problemas.

Verosimilitud pragmática
12Cécile Cavillac define la verosimilitud pragmática en el discurso
ficcional como « la fictivité de l’acte de narration : mode d’information
du narrateur, circonstances de l’énonciation »  (Cavillac, 1995: 24). En la
actualidad, la proliferación de técnicas narrativas novedosas, de puestas
en duda y de refundaciones de la figura del narrador que se han
sucedido sobre todo a partir del siglo XX hacen del lector moderno uno
más abierto a aceptar situaciones de enunciación variadas, apertura
que, junto con el resto de los recursos narrativos, la crónica puede
tomar prestadas a la ficción.

3 Juan Villoro ha publicado dos tomos de ensayos literarios que son presentados
también como crónicas (...)

4 Juan Villoro publicó en 1986 un volumen de relatos titulado Tiempo


transcurrido. Crónicas imaginari  (...)

13Un elemento relativo a la situación de enunciación, que constituye a la


vez un rasgo definitorio de la crónica desde sus orígenes, es la condición
de testigo presencial del cronista respecto al hecho reportado. Si en la
actualidad esta exigencia parece estar todavía en vigor, la idea de la
presencia del cronista en el lugar de los hechos se ha modificado para
llegar a ser entendida como una forma de atenta cercanía. En el trabajo
de nuestros cronistas, el testimonio presencial puede entenderse así de
distintas maneras, según la naturaleza del acontecimiento objeto de la
crónica. La crónica de un evento social, de una manifestación política o
ciudadana, requerirá la presencia física del cronista en el lugar y
momento de los hechos. Es el caso de las crónicas de la convención
zapatista, del primer concierto de los Rolling Stones en la ciudad de
México o de una pelea de box en el estadio más grande del país, en el
caso de Villoro; así como la de una masiva marcha contra la violencia o
la de una gigantesca fiesta de música electrónica, en el caso de Mejía
Madrid. Pero en el caso de crónicas que toman por objeto un evento
mediático, por ejemplo casos de la nota roja, el acercamiento del
cronista consiste en un seguimiento del evento a través de la prensa o
de reportes de organismos involucrados, así como de declaraciones a
posteriori de testigos presenciales o incluso de los mismos implicados.
Otras crónicas permitirán un testimonio indirecto o hasta virtual: podrán
así tomar por objeto prácticas comunitarias y fenómenos de moda, como
la fascinación popular por los reality shows  de la televisión o el ambiente
en los cafés exclusivos de la capital,  en el caso de Mejía Madrid, o la
afición colectiva por el fútbol, en el de Villoro. La crónica de un libro,
más íntima, se construirá desde el solitario testimonio del cronista-lector
y dará con frecuencia lugar a verdaderos ensayos literarios en forma
narrativa –son numerosos los ejemplos en el caso de Juan Villoro 3. A
veces el cronista podrá mostrarse incluso como testigo de sus propios
recuerdos, de sus miedos, de sus esperanzas o fantasías4. Vemos así
que la multiplicidad de formas del testimonio hacen de la crónica un
género flexible que no carece de recursos ante la necesidad de asegurar
una verosimilitud pragmática.

14La verosimilitud diegética, nacida de la reflexión en torno al relato


ficcional, tiene también un papel que jugar en el seno de la crónica,
según que el cronista dé más o menos importancia a la construcción
narrativa de su texto. Entra aquí en juego la idea de mostrar la realidad
como si fuera un cuento, esfuerzo en el que el problema está en imitar
una forma narrativa y en trasponer elementos de la realidad contingente
como elementos necesarios al funcionamiento del relato.

15El efecto de la construcción diegética está muy presente en algunas


crónicas de Fabrizio Mejía Madrid. Como ejemplos basten textos como
«La persecución de las furias» o «La dama del silencio», crónicas de
crímenes con una trabajada labor de puesta en intriga, mediante
recursos como la fragmentación narrativa, la acronía o la utilización de
ciertos elementos menores como apoyos estructurales de la narración,
gracias a una resignificación simbólica. En «El arte de la calle», por
ejemplo, la imagen de perros callejeros vendidos como mascotas finas
simboliza el ascenso económico a través de la venta de piratería en las
aceras de la ciudad de México; del mismo modo que la continua y
caótica presencia de estas manadas de canes funciona como metáfora
de los violentos enfrentamientos callejeros entre gremios de
comerciantes por el control de los barrios céntricos de la capital.

16Entran en juego de esta manera las consideraciones que Gerard


Genette presentó en su estudio sobre la oposición
entre verosimilitud y motivación. La motivación, escribió Genette, es la
necesidad de justificar las acciones que articulan un relato y que lo
llevan del punto inicial a la situación final que el autor fija de antemano:
la motivación es la razón por la cual el narrador aporta la información
indispensable para mostrar una acción en el relato como necesaria y, por
tanto, verosímil (Genette 1969: 96). Si la motivación de los hechos de la
realidad está determinada –motivada– por factores ajenos al cronista y
al texto, la verosimilitud de lo narrado dependerá de la forma en que
dicha realidad determinante sea traducida en elemento narrativo e
insertada en el discurso; es decir, de la forma en que la motivación sea
recreada en la construcción diegética de la crónica. De modo que,
aunque el narrador de realidades deba en principio dar a conocer causas
más que inventarlas, en la tarea de ponerlas en texto su problema se
acerca al del narrador de ficciones, en el sentido de que debe hacerlas
verosímiles en el funcionamiento diegético interno. La crónica, escribe
Juan Villoro, «debe hacer verosímil aquello que sucede sin propósito o
razón» (Villoro, 2002: 67, traducción nuestra). Así, aún cuando el pacto
de lectura de la crónica dé por sentado que los hechos relatados son
reales, la puesta en intriga obedecerá a ciertas expectativas de
coherencia que mucho deben a las formas de la narrativa de ficción.

17Cabe aquí llamar la atención sobre un elemento característico que la


crónica –en particular a partir de su versión modernista– heredó del
discurso periodístico. La verosimilitud de la cualidad de testigo del
cronista –es decir la autenticidad de su testimonio– se construye en
muchos casos a nivel textual gracias a la inclusión de datos concretos y
de referencias a fuentes autorizadas. Pero la inclusión de datos
concretos en la crónica contemporánea sirve también a otro propósito.
En la época de la ultra-información, donde los lectores de crónica están
con frecuencia enterados de la información elemental referente a los
hechos que el cronista toma por objeto, la información concreta sobre
éstos, más que informar o demostrar objetividad, ancla la crónica al
hecho de la realidad que le sirve de base. En un contexto en que se
asume que lector y cronista están al tanto de la actualidad informativa,
la aportación de datos concretos sobre ésta juega el papel de un effet de
réel  aplicado al discurso cronista. Así, los datos concretos en la crónica
pierden parte de su valor como contenido o como refuerzo de la
autoridad testimonial del cronista, para ganar importancia como
elementos de verosimilitud narrativa. En crónicas en que la puesta en
intriga cobra un papel más importante –pienso en el texto «La
persecución de las furias», de Fabrizio Mejía Madrid, que narra un caso
de asesinato múltiple– la información concreta servirá en buena medida
a la construcción de la trama narrativa, imitando las fórmulas
tradicionales de la literatura policíaca, es decir, reconstruyendo los
hechos con información precisa, a la manera de los métodos
detectivescos.

Parte de la labor cronística es entonces encontrar en la información


aportada por la realidad los elementos para reconstruir la historia:

El cronista –escribe Villoro– parte de la idea de que la realidad ha escrito una


historia sumergida bajo la excesiva profusión de detalles que por convención
llamamos “vida real”. Desenterrar esa historia es su principal contribución
creativa (Villoro, 2002: 67).
18Vemos así cómo la problemática de la verosimilitud narrativa, si bien
puede plantearse en términos paralelos a los aplicados a la ficción,
presenta en la crónica un desplazamiento de valor y de funcionalidad, al
menos en lo que concierne a algunos de sus elementos, a la vez que se
mantiene como una condición indispensable para el funcionamiento del
discurso.

Verosimilitud empírica
19Pero es en la idea de la verosimilitud empírica donde vemos más
evidentes los conflictos propios a la naturaleza de la crónica
contemporánea. Desde la antigüedad, la noción de verosimilitud se
piensa en relación con la opinión pública, con lo generalmente aceptado
como plausible (Todorov, 1971: 94). De esta visión deriva la actual idea
de verosimilitud empírica. Así, para Cavillac esta última rinde cuenta de
la coherencia de los hechos narrados con un cierto sistema de creencias
comunes a narrador y lector (Cavillac, 1995: 24), mientras que para
Mercier concierne a «conocimientos, hechos verificados» y «opiniones»,
e incluyen «lo empíricamente posible y las ideologías que fundan la
representación del mundo» (Fortier y Mercier, 2014).

20La construcción de la verosimilitud empírica ocupa buena parte del


esfuerzo discursivo de nuestros autores. Si la multiplicidad de recursos
formales, estilísticos y retóricos le permiten una gran libertad formal, y
si la multiplicidad de fuentes de información alivia en él la carga de la
labor informativa, el centro de su labor se encuentra en el papel
testimonial y para ello debe garantizar la admisibilidad, por parte del
lector, ya no de la realidad de los hechos relatados, sino de la
interpretación que de ellos le es ofrecida.

21Tanto Villoro como Mejía Madrid tejen, a lo largo del discurso


cronístico, una red de comentarios al margen, de comparaciones
humorísticas y de guiños hacia códigos culturales específicos que
apuntan marcadamente a dejar sentada la pertenencia de quien habla a
una comunidad determinada. Son frecuentes las referencias a la cultura
popular vernácula, las modas pasajeras, los escándalos informativos del
momento, que se mezclan con referencias más o menos «eruditas», y
que no están desde luego exentas de cierta voluntad de entretenimiento
o de la necesidad de una apurada puesta en perspectiva. Si a veces
estas acotaciones tienen, en el nivel del discurso, la función de ofrecer
una interpretación de los hechos comunicados, en numerosos casos se
hace evidente, por el peso o la naturaleza de la referencia cultural a la
que se alude –muy datada o codificada–, que la función comunicativa
principal es la de marcar una cercanía cultural e ideológica con el lector.

22Para Gerard Genette un relato verosímil es aquél en el que las


acciones responden a un conjunto de máximas tenidas por ciertas por el
público al que se dirige, pero estas máximas –o principios–, por el hecho
mismo de que son admitidas, permanecen por lo general implícitas
(Genette, 1969: 76). Los numerosos comentarios contenidos en las
crónicas de Villoro y de Mejía Madrid, que añadan o no información a lo
ya dicho en el texto, son formas de tejer, entre el relato, señalamientos
que delimitan en silencio los perímetros de estas máximas implícitas a
que se refiere Genette, y que los relatos de ficción toman a cargo gracias
a recursos menos dóciles a la crónica como la construcción de la trama,
la introducción de personajes funcionales o la invención de contextos
propicios a las necesidades del narrador. Es así notable el esfuerzo de
parte de la voz cronista por situarse en el centro del universo de
máximas y códigos culturales contingentes, de darse a percibir como
miembro indiscutible de la comunidad que, cercándola con referencias,
ella misma busca definir y que incluye, según su visión, al lectorado
mismo al que aspira.

23Juan Villoro lo expone de esta manera: «El único compromiso ético


válido, en mi opinión, consiste en hacer explícito el punto de vista del
cronista» (Villoro, 2002: 66). El riesgo que el autor de crónicas busca así
evitar no es la duda del lector sobre la veracidad de los hechos narrados,
sino su posible reticencia ante el punto de vista desde el cual éstos le
son presentados. El cronista asume la necesidad del lector de sentirse
identificado con su perspectiva, con su condición social y económica, con
su postura política. La suspensión voluntaria de la incredulidad de que
hablaba Coleridge se acomoda aquí como una suspensión voluntaria de
la suspicacia, o de la sospecha de manipulación. Carlos Monsiváis
detectó esta tendencia en los cronistas de la generación posterior a la
suya, de quienes escribió que: «Se distinguen por su atrevimiento, por
su lenguaje sin censuras, por el recurso a hablar desde un “yo” que
anuncia una relación más democrática con el lector bajo la premisa:
«Soy exactamente igual a ti, excepto que yo tengo la palabra»
(Monsiváis, 2002: 34, traducción nuestra).

24Crónica y ficción funcionan desde niveles de realidad distintos pero


con estrategias textuales similares. Ambos relatan historias que deben
exponer de manera verosímil. Pero la verosimilitud no representa
exactamente lo mismo en ambos casos: para la ficción significa dar la
impresión de que lo narrado puede pertenecer a la realidad; para la
crónica, significa autorizar al cronista a emitir una opinión al respecto. La
verosimilitud de los hechos y de las acciones se convierte, en la crónica
contemporánea, en una verosimilitud de la interpretación; traduce la
autoridad del cronista para formular y transmitir una lectura subjetiva de
la realidad que atestigua.

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BIBLIOGRAPHIE

ARISTOTE, 1980, Poétique, traduit par Roselyne Duponc-Roc et Jean


Lallot, Paris, Seuil.
CAVILLAC, Cécile, 1995, « Vraisemblance pragmatique et autorité
fictionnelle », en revista Poétique (Collectif), Paris, éditions du Seuil,
n° 101, p. 23-46.

CORONA, Ignacio, y JÖRGENSEN, Beth E., 2002, The Contemporary


Mexican Chronicle, New York, State University of New York Press.

FORTIER, Frances, y MERCIER, Andrée, « La captatio illusionis du roman


contemporain », Temps
zéro, http://tempszero.contemporain.info/document1170#ftn3 (consulta
do el 5 de julio de 2016).

GENETTE, Gérard, 1969, Figures II, Paris, Seuil.

JARAMILLO AGUDELO, Darío (ed.), 2012, Antología de crónica


latinoamericana actual, Madrid, Alfaguara.

MEJÍA MADRID, Fabrizio, 2007, Salida de emergencia, México D. F.,


Mondadori.

MERCIER, Andrée, 2009, « La vraisemblance : état de la question


historique et théorique », Temps
zéro, http://tempszero.contemporain.info/document393(consultado el 5
de julio de 2016).

MONSIVÁIS, Carlos, 2002, « On the Chronicle in Mexico », en Corona y


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TODOROV, Tzvetan, 1971, « Introduction au vraisemblable. »,


en Poétique de La Prose, Paris, Seuil, p. 92-99.

VILLORO, Juan, 1998, Los once de la tribu, Crónicas, Nuevo siglo, México


D. F., Aguilar.

—, 2002, «Questioning the Chronicle», en Corona y Jörgensen, p. 64-68.

—, [1986] 2006, Tiempo transcurrido. Crónicas imaginarias, México D.


F., Fondo de Cultura Económica.

—, 2012, « La crónica, ornitorrinco de la prosa », en Jaramillo Agudelo,


p. 577-582.

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NOTES

1 Las crónicas estudiadas en este texto aparecen en los libros Los once de la


tribu (1998), de Juan Villoro,  y Salida de emergencia  (2007),  de Fabrizio Mejía
Madrid, excepto donde se indique distinta referencia.
2 « [il] faut préférer ce qui est impossible mais vraisemblable à ce qui est
possible mais non persuasif » (Aristote, 1980 :127).

3 Juan Villoro ha publicado dos tomos de ensayos literarios que son


presentados también como crónicas: Efectos personales  y De eso se trata.

4 Juan Villoro publicó en 1986 un volumen de relatos titulado Tiempo


transcurrido. Crónicas imaginarias, en los que pretendía, según sus propias
palabras, «rescatar sucesos no vividos» imaginando «historias a partir de
ciertos episodios reales» (Villoro, [1986] 2006: 10).
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POUR CITER CET ARTICLE

Référence électronique
Miguel Tapia, « La construcción de la verosimilitud en la crónica
contemporánea », América [En ligne], 49 | 2016, mis en ligne le 07 septembre
2016, consulté le 30 décembre 2019. URL :
http://journals.openedition.org/america/1768 ; DOI : 10.4000/america.1768

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