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Quelques Repères Pour L'étude de José María Arguedas. LNL PDF
Quelques Repères Pour L'étude de José María Arguedas. LNL PDF
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(4) Ibid.
(5) Du moins l'affirme-t-on... mais on l’appelait el Cholo,
(6) Ut supra.
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(7) Ibid.
(8) Primer encuentro de Narradores peruanos, Lima, Casa de la
Cultura del Perú, 1969, p. 37. Egalement edité dans Revista Peruana de
Cultura, Casa de la Cultura del Perú, n° 13-14, déc. 1970, pp. 9-10.
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(12) Ibid.
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con los indios m ás m iserables que hay en nuestro país : los sier
vos de hacienda, los colonos. E n u n a p arte de la novela hay un
diálogo que expresa una frase que yo escuché de boca de indios
de com unidades libres que despreciaban quizás tanto como los
señores, a los indios de hacienda. Cuando en una chichería de
Abancay yo le pregunté a u n indio m ás sucio que los dem ás, de
aspecto m ás m iserable que los dem ás, si era u n indio de hacienda,
él se puso furioso y m e dijo, con trem endo desprecio : « ¡ yo no
soy indio de h a c ie n d a ! Los indios de hacienda pueden d ar h asta
su lengua al perro, si el señor se lo o r d e n a ! ¿ Cómo m e confunde
u sted con esa gente ? ». Yo viví con los indios de esa clase durante
tre s meses, en la hacienda de u n p arien te al que p o r ser un des
graciado lo bendigo.... A ese m iserable vi flagelar a un indio por
haberse robado u n a cabeza de plátanos. E ste señor ten ía tres
reglas p a ra su hacienda : silencio, oración y trab ajo . Y vi como
este hom bre destrozó con los pies, en el suelo pestilente del ca
serío de su hacienda, la quena de u n indio porque lo escuchó
desde su hacienda, m uy tard e de la noche y fue y con los pies mo
lió la quena que tocaba el indio. Sin em bargo, este m onstruo
tenía algunas virtudes. Pero voy a concretar. Yo viví con esos
indios de hacienda, yo lloré con ellos cuando los padres francis
canos, desde el púlpito dorado de la capilla de la hacienda, les
decían que el W iracocha p a tró n e ra el rep resentante de Dios. ¡ Yo
lo he oído con estas orejas ! Yo no puedo calum niar a nadie, m u
cho m enos a la Iglesia. Cuando esos indios despidieron a los Pa
dres, cam inaron toda u n a cuesta llorando detrás de ellos, porque
p arecían que era la única esperanza, la única posibilidad que te
nían, no sé p o r qué. Por la noche lloraron d u ran te no sé cuanto
tiem po en la p u erta de la iglesia. Pero esta gente tenían entre
ellos una solidaridad tan fuerte, tan grande, y una fe inextinguible
en que alguna vez no llevarían la vida que llevan. Entonces, en
Los ríos profundos yo describo la sublevación de estos indios por
una causa de orden mágico : ellos están atacados por el tifus, y se
difunde la idea de que la « m adre » del tifus, que es un anim al,
no pod rá m o rir sino en v irtu d de u n a m isa que el santo p ad re de
Abancay d ijera p a ra que la « m adre » del tifus m uera. Cortan
toda com unicación con Abancay p a ra que no puedan pasar el
río estas gentes, pero hacen oroyas y pasan u n a noche toda esa
m asa de gente que está espantada p o r el tifus y cuando la policía
les d ispara con m etrallas no hacen el m ás m ínism o caso y siguen
avanzando, tom an la ciudad, obligan al cura que diga la m isa y
se re tira n cantando him nos. La tesis era ésta : esta gente se su
bleva por una razón de orden enteram ente mágico, ¿ cómo no lo ha
rán, entonces, cuando luchen por una cosa m ucho m ás directa
com o sus propias vidas, que no sea ya u n a creencia de tipo m á
gico ? Cuatro años después ocurrió la sublevación de La Conven
ción. Yo estab a seguro de que esas gentes se rebelarían antes
que las com unidades libres, porque estaban m ucho m ás casti
gadas y m ucho m ás al borde de la m uerte que las com unidades
libres que tienen algo de tierra. A los colonos se les puso ante
esta alternativa : o invadir las tierras o m o rir de ham bre y en
ese caso el hom bre, p o r instinto, defiende su vida. Entonces, esta
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(15) Primer encuentro..., pp. 235 à 240. C’est moi qui souligne en
caractères italiques.
(16) La Novela y el problema..., sous-titre, p. 69.
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Les tendances socialistes du rom ancier ont été nettem ent sou
lignées p a r lui-même dans la déclaration d ’octobre 1965 (23) et
celle, égalem ent citée, du Prim er encuentro..., qui ont donné tou
tes deux m atière aux com m entaires des exégètes. Il n ’est pas
dans m on propos d’essayer de dém êler son évolution politique et
de définir une pensée q u ’il se sentait lui-même incapable de pré
ciser. L’étude de César Lévano m e p a ra ît assez lucide et perspi
cace (23), et c’est sans doute lui qui en fin de com pte, en jugeant
au nom d’u n m arxism e léniniste orthodoxe, nous donne la
m esure du « m arxism e » d ’Arguedas : « Bien sabem os que Josc
M aria Arguedas no era u n com batiente social y político en el sentido
estricto de la palabra. E ra ante todo u n artista. » E t plus loin :
« El buscador de m itos antiguos no tenía ningún ensueño nuevo
p a ra su sten tar la vida. La Creencia en el socialism o e ra en él una
buena esperanza ; pero no u n a convicción, una razón p a ra pelear
y vivir. » Arguedas n ’était pas u n m ilitan t politique, e t ce n ’étaient
pas les intellectuels m arxistes péruviens de sa génération qui, dans
l’ensemble, pouvaient l’y entraîner. Ses sentim ents, plus que ses
idées politiques, étaient tro p intim em ent liés à ses réactions d ’eth
nologue indigéniste p our lui p erm ettre d ’abo rd er les problèm es
sociaux dans la perspective d ’u n m ilitantism e strict. E t il est cer
tain que plus il p ren ait conscience de la com plexité des problè
mes de la peruanidad, plus ses idées politiques devenaient floues
(24).
(21) Ibid.
(22) Voir note 3.
(23) César Lévano, op. cit.
(24) Malgré la revendication en faveur du prolétariat de la côte et
l'anti-impérialisme de El Zorro de arriba y de abajo.
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