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Amor y muerte en Chrétien de Troyes, Le roman de la charrette.

Escena del encuentro de Lancelot y Ginebra:

[4601] Atant la Reïne s’en torne;


Et cil s’appareille et s’atorne
De la fenestre desconfire.
Au fers se prent et sache, et tire ;
Si de trestout plaier les fèt,
Et que fors de lors leus les trèt.
Mès si estoit trenchanz li fers,
Que dou doi menu jusqu’à ners
La première once se creva.
[4610] Si que dou sanc jus dégouta,
Et de l’autre doi tot a route
La premereine par pou toute.
Ne des plaies nule ne sent
Cil, qui à autre chose entent.
La fenestre n’est mie basse :
Ne por quant Lancelot i passe
Molt tost et molt légièrement.
En son lit trouve Kès dormant ;
Et puis vient au lit de la Reïne,
[4620] Que molt parfondement encline ;
Et nul cor saint ne créoit tant,
Et la Reïne lui autant.
Ses bras li tent et si l’emhrace :
Estroit près de son lit le lace ;
Si l’a lèz lui en son lit tret ;
Et le plus bel semblant li fet,
Qu’ele onques fère li puet.
Car d’amor et dou euer li muet,
D’amor le meut que le conjot ;
[4630] Et s’ele a lui grant amor ot ,
Et il .c. mile tanz à lui.
Car a touz autres cuers failli
Amors ; et fu si enterine
Qu’à tous autres lor fu frarine.
Or à Lancelot quantqu’il veut,
Quant la Reïne en gré requeut
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Sa compeignie et son solaz,


Quant il la tient entre ses braz,
Et de lui entre les suens.
[4640] Tant il est ses geus douz et boens
Et de besier et de sentir,
Qu’il lor avint sans mentir
Une joie et une merveille
Tex c’onques sa pareille
Ne fu oïe ne seu.
Mès touz jours iert par moi teue ;
Car certes ne doit estre dite.
Des joies fu la plus eslite
Et la plus délétable cele,
[4650] Que li contes non test et cele.
Molt ot de joie et de déduit
Lancelot toute cele nuit […]
CHRÉTIEN DE TROYES et GODEFROY DE LAIGNY : Le roman du chevalier de la charrette, ed. de
P. Tarbé, Genève, Slatkine Reprints, 1977, pp. 125-126.

Dicho esto la reina se va, y él se dispone a deshacerse de la ventana. Se agarra a los barrotes, los sacude
violentamente, tira de ellos tanto que consigue doblarlos y arrancarlos de raíz. Pero era tan cortante su
hierro que le hendió la primera falange del dedo meñique hasta los nervios, y le produjo un profundo
corte en el primer nudillo del dedo contiguo. No se da cuenta el héroe de la sangre que mana, gota a gota,
de sus heridas: está pensando en algo muy diferente. No es baja ni mucho menos la ventana, pero
Lanzarote la franquea con ligereza y soltura. En su lecho encuentra a Keu, dormido, y por fin llega al
lecho de la reina. Ante ella se postra, y la adora: en ningún cuerpo santo creyó tanto como en el cuerpo de
su amada. La reina le encuentra enseguida con sus brazos, le besa, le estrecha fuertemente contra su
corazón y le atrae a su lecho, junto a ella. Allí le dispensa la más hermosa de las acogidas, nunca hubo
otra igual, que Amor y su corazón la inspiran. De Amor procede tan cálido recibimiento. Si ella siente por
él un gran amor, él la ama cien mil veces más: Amor ha abandonado todos los demás corazones para
enriquecer el suyo. En su corazón ha recobrado Amor la vida, y de una forma tan pletórica que en los
demás se ha marchitado. Ahora ve cumplido Lanzarote cuanto deseaba, pues que a la reina le son gratas
su compañía y sus caricias, y la tiene entre sus brazos y ella a él entre los suyos. Tan tiernos y agradables
son sus juegos, tanto han besado y han sentido, que les sobreviene en verdad un prodigio de alegría: nadie
oyó hablar jamás de maravilla semejante. Pero nada diré al respecto: mi relato debe guardar silencio. De
entre las alegrías, quiere la historia mantener oculta y en secreto la más selecta y deleitable.
La mucha alegría y el placer ocuparon a Lanzarote toda la noche […]
CHRÉTIEN DE TROYES: El caballero de la carreta, ed. y trad. de L. A. de Cuenca y C. Alvar, Madrid,
Alianza Editorial, 2008, pp. 104-105.
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Planto de Lancelot por Ginebra:

[4280] Et dit à lui sol en pleurant:


― Ha ! mort, com m’as ore aguetié
Que sanz mal me fès deshaitié !
Deshetiez sui ; et mal ne sent
Fors de duel, c’au cuer me descent.
Cist deus est mals voire mortex ;
Et ce vueil ge que il soit tex.
Et sé Deu plest, je en morrai !
Comment ? N’autrement ne porrai
Morir, sé dam le D’une plest.
[4290] Si ferai mès que il me lest
Cest laz entor ma gorge esteindre.
Issi cuit bien la mort destreindre,
Tant que mal gré suen m’ocirra.
Morz, que onques ne désirra
Sé cels non, qui de lui n’ont cure,
Ne velt venir : mès ma ceinture
La m’amenra trestoute prise ;
Et dès qu’ele ert en ma joustise,
Donc fera ele mon talent,
[4300] Voire ; mes trop va délaïant,
Tant sui desirranz que je l’aie ! »
CHRÉTIEN DE TROYES et GODEFROY DE LAIGNY : Le roman du chevalier de la charrette, ed. de
P. Tarbé, Genève, Slatkine Reprints, 1977, pp. 115-116.

Y se dice a sí mismo, arrasados los ojos de agua :


“¡Ah, Muerte! ¡Qué emboscada me has tendido! Sano estaba y tú me has hecho caer enfermo. Enfermo
estoy, ningún mal siento fuera del duelo que me oprime el corazón. Este duelo es mi enfermedad, y
mortal es. Mi afán es que lo sea, y, si a Dios place, moriré. ¿Cómo? ¿No podré morir de otra manera, si
ésa no es del agrado de Dios? Sí podré, con tal que me permita apretar este lazo en torno a mi garganta:
así espero vencer a la muerte. Me mataré a despecho suyo. Mi cinturón la conducirá prisionera ante mí,
por más que ella no quiera llegarse nunca a los que no la temen, y, tan pronto se encuentre en mi
jurisdicción, hará cuanto desee. Lentos serán, a la verdad, los pasos con que venga: tan deseoso estoy de
poseerla”.
CHRÉTIEN DE TROYES: El caballero de la carreta, ed. y trad. de L. A. de Cuenca y C. Alvar, Madrid,
Alianza Editorial, 2008, pp. 97-98.

[4335] Et quant il mal ne se puet fère,


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Si dist : ― Ha Mort de put afère !


Mort, Mort ! por Deu ! n’eus tu
Tant de pooir ne de vertu,
Qu’einz que ma Dame m’oceisses,
[4340] (Espoir por ce que bien feisses.)
Ne l’volsis fère ne deignas ;
Par félonie m’espargnas.
Car mal aoit gré mien sui.ge vis.
Car je me deusse estre ocis.
Lorsque ma Dame la Reïne
Me monstra semblant de haine.
N’ele ne l’ fist pas sanz reson ;
Einz i a molt droite acheson.
Mès je ne sai quele ele fu ;
[4350] Et sé ja l’eusse seu,
Einz que s’ame alast devant Dé,
Ja l’eusse je amendé
Si chièremt, com lui pleust ;
Mès que de moi merci eust.
Dex ! cist forfaz quex estre puet ?
Bien sai espoir qu’ele sèt
Que je monté sor de la charete ?
Ne sai quel blasme m’en amete,
Se cestui non; cist m’a traï.
[4360] S’ele por cestui m’a haï,
Dex! Cist forfez por coi me nut?
Onques amor bien ne conut,
Qui ce m’a torné à reproche.
Qu’en ne porroit dire de bouche
Rien, qui de par amor venist,
Qui à reproche apartenist.
Einz est amors et cortoisie,
Quanqu’en puet faire por s’amie.
Por m’amie ne l’ fet je pas ?
[4370] Ne sai comment je die, las !
Ne sais sé die amie ou non.
Je ne li os metre cest non.
Mès tant cuit je d’amor savoir,
Qu’el ne me doit mie avoir
Por ce plus vil, s’ele m’amast,
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Mès ami verai me clamast ;


Que por lui me sembloit ennors
A fère, quantque velt amors,
Neis sor la charrete monter.
[4380] Ce deust ele amors conter ;
Car sans faille molt cor amende,
Qui fet quanqu’amors li comande ;
Et tout est pardonable chose.
Failliz est, qui fère ne l’ose » […]
CHRÉTIEN DE TROYES et GODEFROY DE LAIGNY : Le roman du chevalier de la charrette, ed. de
P. Tarbé, Genève, Slatkine Reprints, 1977, pp. 117-118.

Viendo que no puede hacerse daño, dice:


“¡Ah, Muerte vil y despreciable! Muerte, por Dios, ¿no tenías poder y fuerzas suficientes para matarme a
mí en lugar de a mi dama? Tal vez no te dignaste ni quisiste hacerlo por miedo a hacer un bien a alguien.
Tu felonía no lo permitió: ninguna otra razón. ¡Qué servicio el tuyo! ¡Qué bondad! ¡En qué lugar te has
situado! ¡Maldito sea quien te guarde gratitud! No sé quién me odia más, si la Vida que me desea, o la
Muerte que no quiere matarme: una y otra vez me matan. Pero es con razón, así Dios me valga, si vivo yo
a pesar mío, pues debería haberme matado cuando mi señora la reina me mostró semblante de odio. Y no
lo hizo sin motivo; tenía una buena razón, aunque a mí se me escape cuál fuera. Si hubiese conocido esta
razón antes de que su alma fuese al encuentro de Dios, habría reparado mi falta con tanta vehemencia
como a ella le pluguiera, con tal que se apiadase de mí. Dios, ¿cuál ha podido ser mi crimen? Quizá ha
sabido que subí a la carreta. No veo qué baldón puede imputarse si no es ése, que me ha traicionado. Si
fuera la causa de su odio, Dios, ¿por qué ese crimen me ha dañado tanto? Quien me lo reproche no sabe
qué es Amor. La boca no debe censurar nada de lo que Amor inspira: todo lo que se hace por la amiga se
llama amor y cortesía. Pero yo nada he hecho por mi amiga. No sé qué decir, ¡ay! No sé si decir amiga o
no. No me atrevo a darle ese nombre. Cuido saber de amor lo bastante como para afirmar que ella no
debió considerarme el más vil de los hombres, si me hubiese amado. Antes bien, debería haberme
llamado su amigo fiel, por cuanto honor me parecía todo lo que Amor deseaba: subir a la carreta, en ese
caso. En ello sólo amor hubiera debido ver en ella, y su probanza: así pone a prueba Amor, y de este
modo reconoce a los suyos. Pero no tuvo a bien mi dama estas servidumbres: bien pude advertirlo en la
acogida que me dispensó. Y sin embargo, por ella hizo su amigo lo que más de una vez le supuso
vergüenza, reproches y censuras. He jugado ese juego que todos vituperan, y mi felicidad, tan dulce, se
me ha tornado amarga melancolía. A fe que tal es la costumbre de aquellos que de amor nada saben y
lavan su honor en la vergüenza: quien sumerge su honra en el oprobio no hace otra cosa que ensuciarla
más. Son los mismos ignorantes que publican su desdén hacia Amor; los que, muy lejos de él, no
cumplen sus mandatos. No saben que mucho se ayuda quien hace lo que Amor ordena ―no hay nada más
digno de perdón―, y que mucho pierde quien rehúsa hacerlo.
CHRÉTIEN DE TROYES: El caballero de la carreta, ed. y trad. de L. A. de Cuenca y C. Alvar, Madrid,
Alianza Editorial, 2008, pp. 98-99.
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[367] Temporibus luctus his verbis exprime luctum:


Neustria, sub clypeo regis defensa Ricardi,
Indefensa modo, planctu testare dolorem;
[370] Exudent oculi lacrimas; exterminet ora
Pallor; connodet dígitos tortura; cruentet
Interiora dolor; et verberet aethera clamor.
Tota peris in morte sua; mors non fuit ejus,
Sed tua. Non una, sed publica mortis origo.
[375] O Veneris lacrimosa dies! O sidus amarum!
Illa dies tua nox fuit et Venus illa venenum.
Illa dedit vulnus; sed pessimus ille dierum,
Primus ab undecimo, qui, vitae vitricus, ipsam
Clausit. Uterque dies homicida tyrannide mira.
[380] Trajecit clausus exclusum, tectus apertum,
Providus incautum, miles munitus inermem
Et proprium regem. Quid miles, perfide miles,
Perfidiae miles, pudor orbis et unica sordes
Militiae, miles manuum factura suarum,
[385] Ausus es hoc in eum? Scelus hoc, scelus istud es ausus?
O dolor! O plus quam dolor! O mors! O truculenta
Mors! Esses utinam, mors, mortua! Quid meministi
Ausa nefas tantum? Placuit tibi tollere solem
Et tenebris damnare diem: scis quem rapuisti?
[390] Ipse fuit jubar in oculis et dulcor in aure
Et stupor in mente. Scis, impia, quem rapuisti?
Ipse fuit dominus armorum, gloria regum,
Deliciae mundi. Nihil addere noverat ultra,
Ipse fuit quicquid potuit Natura. Sed istud
[395] Causa fuit quare rapuisti: res pretiosas
Eripis et viles quasi dedignata relinquis.
Et de te, Natura, queror; quia nonne fuisti,
Dum mundus puer esset adhuc, dum nata jaceres
In cunis, in eo studiosa? Nec ante senectam
[400] Destitit hoc studium. Cur sudor tantus in orbem
Attulit hoc mirum, si tam brevis abstulit hora
Sudorem tantum. Placuit tibi tendere mundo
Et revocare manum, dare sic et tollere donum.
Cur irritasti mundum? Vel redde sepultum
[405] Vel forma similem. Sed non tibi suppetit unde:
Quicquid erat tecum vel mirum vel pretiosum,
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Huic erat impensum, thesauri deliciarum


Hic sunt exhausti. Ditissima facta fuisti
Ex hac factura: fieri pauperrima sentis
[410] Ex hac jactura; si felix ante fuisti,
Tanto plus misera quanto felicior ante.
Si fas est, accuso Deum. Deus, optima rerum,
Cur hic degeneras? Cur obruis hostis amicum?
Si recolis, pro rege facit Jope tua, quam tot
[415] Milibus oppositus solus defendit, et Achor,
Quam virtute sua tibi reddidit, et crucis hostes,
Quos omnes vivus sic terruit, ut timeatur
Mortuus. Ipse fuit sub quo tuta tua fuerunt:
Si, Deus, es, sicut decet esset, fidelis et expers
[420] Nequitiae, justus et rectus, cur minuisti
Ergo dies eius? Potuisses parcere mundo:
Mundus egebat eo. Sed eum magis eligis esse
Tecum quam secum; mavis succurrere caelo
Quam mundo. Domine, si fas est dicere, dicam
[425] Pace tua: posses fecisse decentius istud
Et properasse minus, dum saltem frena dedisset
Hostibus (et facta dilatio nulla fuisset:
Res erat in foribus): tunc posset honestius ireç
Et remanere tibi. Sed in hac re scire dedisti
[430] Quam brevis est risus, quam longa est lacrima mundi.

En los momentos de llanto exprésalo con estas palabras: Inglaterra, defendida por el escudo del rey
Ricardo, ahora indefensa, demuestra tu dolor con lamentos; que tus ojos derramen lágrimas; que la
palidez causada por el dolor desfigure tu rostro; que el tormento entrelace tus dedos; que el dolor
ensangriente lo más profundo de tu alma; y que el griterío golpee el cielo. Pereces del todo en su muerte:
su muerte no fue la suya, sino la tuya. La causa de la muerte no fue una sola sino muchas. ¡Oh
desdichado día de Venus! ¡Oh amarga estrella! Aquel día te hirió; pero el peor de los días fue ese otro,
el primero después del undécimo en que, como padrastro de tu vida, la destruyó. Uno y otro día con su
extraña tiranía fueron homicidas. El hombre encubierto rechaza al que está fuera; el que está protegido,
al que está descubierto; el prudente, al incauto; el soldado protegido, al desarmado y a su propio rey.
¿Por qué soldado, pérfido soldado, soldado de perfidia, vergüenza del mundo y única deshonra del
ejército, soldado factura de sus manos, por qué te has atrevido a esto contra él? ¿Por qué te has atrevido
a este crimen, a ese crimen? ¡Oh dolor! ¡Oh más profundo que el dolor! ¡Oh muerte! ¡Oh sangrienta
muerte! ¡Ojalá estuvieses muerta, muerte! ¿Por qué osaste recordar una impiedad tan grande? Te
agradó apartar el sol y condenar el día con las tinieblas: ¿sabes a quién nos arrebataste por la fuerza?
Fue lucero para nuestros ojos, dulzura para el oído y asombro para la mente. ¿Te das cuenta, impía, de
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a quién te has llevado? Fue el señor de las armas, la gloria de los reyes, las delicias del mundo. La
Naturaleza no supo añadir nada más: fue cuanto pudo la Naturaleza. Pero esta fue la razón por que te lo
llevaste: arrebatas las cosas valiosas y las viles las dejas como algo despreciable. De ti me quejo,
Naturaleza; ¿pues no estuviste acaso, mientras el mundo era todavía un niño, mientras yacías recién
nacida en la cuna, celosa de él? Y este cuidado celoso no te abandonó antes de la vejez. ¿Por qué un
esfuerzo tan grande trajo esta maravilla al mundo, si un momento tan breve lo arrebató? Te agradó
extender tu mano al mundo y apartarla; darle un don y quitárselo. ¿Por qué encolerizaste al universo?
Devuélvenoslo sepultado o a uno semejante en hermosura. Pero no tienes a tu alcance con qué; todo lo
que consigo había de admirable o precioso, se había consagrado a él; en este momento se han agotado
todos los tesoros de delicias. Te hiciste riquísima con su presencia; sientes que te vuelves la más pobre
con su pérdida; si antes fuiste feliz, ahora eres tanto más desgraciada en proporción a la felicidad que
tuviste antes. Si se me permite, acuso a Dios. Dios, la más excelsa de las realidades ¿por qué te desdices
aquí? ¿Por qué como enemigo sepultas a un amigo? Si recuerdas, obra a favor del rey tu ciudad de Jope,
que en solitario defendió haciendo frente a muchos soldados; y Acor, que te devolvió gracias a su valor;
y los enemigos de la cruz, a todos los que aterrorizó de tal manera en vida que todavía se le teme estando
muerto. Fue un hombre bajo cuyo poder todo estaba seguro. Oh Dios, si eres tal como conviene a tu
naturaleza, fiel y libre de malicia, justo y recto, ¿por qué acortaste entonces sus días? Hubiera podido
mostrar clemencia con el mundo: el mundo estaba necesitado de él. Pero prefieres que permanezca
contigo antes que con el mundo; prefieres ayudar antes al cielo que al mundo. Señor, si me es lícito
hablar, hablaré con tu permiso: podrías haberlo hecho de forma más agradable y haberlo apresurado
menos, al menos hasta que hubiera puesto freno a sus enemigos (y no habría habido ningún retraso: la
suerte estaba a las puertas): entonces hubiera podido marcharse de esta vida con más honor y
permanecer contigo. Pero con esta lección nos ha hecho conocer cuán breve es la risa del mundo y cuán
largas las lágrimas.

GODOFREDO DE VINSAUF (ca. 1210): Poetria nova, ed. y trad. de A. M. Calvo Revilla, Madrid,
Arco/Libros, 2008, pp. 150-154.

[1520] ¡Ay Muerte!, ¡muerta seas, muerta e malandante! 1


Mataste a mi vieja, ¡matasses a mí ante!
Enemiga del mundo, que non as semejante,
de tu memoria amarga non es que non se espante.

[1521] Muerte, al que tú fieres, liévaslo de belmez,


al bueno e al malo, al noble e al refez.
a todos los egualas e lievas por un prez,
por papas e por reyes non das una vil nuez.
JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA: Libro de Buen Amor, ed. de J. Joset, Madrid, Taurus, 1990, p. 643.

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Lecoy [1938], págs. 211, apunta el mismo proceso de apóstrofe de Geoffroy de Vinsauf, Poetria nova,
v. 387 (ed. Faral, Les arts poétiques, pág. 209): “Esses utinam mors mortua”, y en otras composiciones
sobre el mismo tema. [p. 642n]

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