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La enfermedad y sus metáforas y El Sida

y sus metáforas. Susan SONTAG.


Eiditorial Taurus,
Madrid, 1996, 176 pp.
Mercedes Liroz

En un tiempo en el que cada vez más aspectos de la existencia


humana vuelven a ser explicados desde el reduccionismo bioló-
gico, es de agradecer a la editorial Taurus la reedición de estos
dos ensayos que, aparecidos con anterioridad en Muchnik Edi-
tores, recogen las reflexiones que Susan Soritag (esa intelectual
norteamericana a la que debemos, por otra parte, la extraordina-
ria reseña <<Elantropólogo como héroe,, del Tristes Trópicos de
Lévi-Strauss) lleva a cabo sobre las metafcrizaciones que han
rodeado y rodean a ciertas enfermedades fuertemente estigma-
tizadas y estigmatizantes en occidente.
Será a partir de la experiencia personal de padecer un cán-
cer que la autora analiza las metaforizaciones a las que han sido
sometidas en estos dos últimos siglos enfermedades como la
tuberculosis, el cáncer y el Sida y el por qué de estas misti-
ficaciones. Partiendo del hecho de que la enfermedad no se
reduce exclusivamente a un proceso orgáriico, sino que es un
fenómeno complejo preñado de significados sociales, nos ad-
vierte sobre lo determinante de la dimensión simbólica en cuanto
a la relación y la vivencia que los individuos tienen de los proce-
sos mórbidos. Es por ello que Sontag se propone desde el prin-
cipio liberar estas enfermedades del peso abrumador de las
metáforas, vaciándolas de significado, ya qJe éstas agravan las
situaciones añadiendo un plusdolor, ... cuando no matan: <<Mi
finalidad era, nos dirá, sobre todo, práctics.. Porque desgracia-
Llibres

damerite había comprobado, una y otra vez, que las metáforas


que deforman la experiencia de padecer cáncer tienen conse-
cuencias muy concretas: inhiben a las personas impidiéndoles
salir a buscar un tratamiento a tiempo o hacer el esfuerzo nece-
sario para conseguir un tratamiento competente)).
A lo largo de estos ensayos la autora lleva a cabo un minu-
cioso e incisivo análisis sobre lo que significa nombrar y dotar de
significado a las cosas, a la enfermedad, por lo que este gesto
tiene de (re)creación de las mismas, del mundo, y de control de
los individuos. La sociedad en un principio, observa, proyecta
sobre la enfermedad <<loque la sociedad piensa sobre el mal)>,
al misrrio tiempo que esta proyección se proyecta, a su vez, con
toda SLI carga punitiva, sobre ese mundo que la ha alumbrado,
convirtiéndose en un importante soporte de la acción social, en
un estigma que deteriora las identidades de quienes la padecen.
No es, pues, de extrañar el hecho de encontrarnos a lo largo de
la historia con ciertos usos metafóricos, con ciertas metáforas
del mal, que se cruzan y superponen dotando de significado
ciertas enfermedades, que con el tiempo irán adquiriendo mati-
ces particulares; no es de extrañar, tampoco, el que la sociedad
utilice ciertas enfermedades para introducir nuevos cambios en
los criterios de salud individual y colectiva más acorde con las
nuevas coyunturas socioeconómicas, así como la utilización de
estas metáforas como apoyo básico para reforzar el orden social
que les da sentido.
Son, pues, las sociedades, a través del uso y abuso del
lenguaje, las que definen y conforman la mirada que sobre la
enfermedad, que sobre el mundo tienen los individuos. Son las
metáforas aquellas hablas que al permitirles pensar dan sentido
a su existencia. Es por ello que, estas metáforas patológicas, y
concretamente aquellas que rodean a ciertos procesos mórbidos,
son centrales en toda la obra de Sontag: en tanto y cuanto éstas
no son sólo básicas para poder pensar y entender la enfermedad
sino corno imagen especular del mundo que las ha alumbrado
(como reveladores sociales). A partir de un vasto análisis de la
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literatura occidental de los dos últimos siglos, recoge la con-


ceptualización dominante de ciertas enferrriedades maestras,
observando cómo a lo largo de la historia ha habido una serie de
enfermedades que, por sus orígenes oscuros y tratamientos in-
eficaces, en un mundo en el que la medicilla es considerada
poco menos que infalible, han sido socialmente instrumen-
talizadas en la medida en que son capaces de condensar coyun-
turas sociohistóricas y económicas concretils: así, incompren-
didas desde el principio, caprichosas e intratables, incluso temi-
das, estas enfermedades han sido rodeadas por un halo de
misterio que provoca que el mero contacto con ellas sea consi-
derado como una infracción, como la violación de un tabú, y su
padecimiento como sinónimo de muerte (de condena a muerte).
Cada época histórica entroniza a aquella enfermedad que
mejor define el orden social instituido, como si <<lassociedades,
nos señala Sontag, tuvieran necesidad de alguna enfermedad
para identificar con el mal, que culpe a sus <<víctimas,,,pero es
difícil [al mismo tiempo] obsesionarse con rnás de una,,. Así, al
igual que el cáncer sustituyó a la tuberculosis, y redujo la carga
metafórica que la rodeaba banalizándola, aquél ha sido sustitui-
do en la última década por el Sida y se ha convertido, de este
modo, en la Enfermedad con mayúsculas de estaépocafinisecular
al condensar todas las inquietudes y miedos de las sociedades
occidentales contemporáneas. Esta enfermedad milenarista,
catastrofista por antonomasia, está produc,da por un elemento
exterior al organismo, un virus, que, caracte-izado por un tiempo
de latencia largo, por una gran capacidad para mutar, para
cambiar, así como por poseer una enorme potencialidad para
propagarse a otros organismos a través de cualquier fluido cor-
poral, hace evidente el hecho de que la medicina está muy lejos
de haber vencido y controlado todas las enf zrmedades infeccio-
sas, hace evidente el hecho de que uno de los pilares en que se
basa la sociedad contemporánea no es tan sólido ni seguro como
se creía.
El Sida, de esta manera, se ha convertido en la metáfora que
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mejor expresa las inquietudes y miedos que recorren hoy día las
sociea'ades occidentales que, viendo peligrar su bienestar y
<(equilibrio>>como consecuencia de los actuales procesos de
globalización, lo achacan, una vez extinguidos los viejos fantas-
mas del <<comunismo>>, a una supuesta <(invasión>> del llamado
Tercer Mundo. De esta manera, el virus del Sida es considerado
como la quintaesencia de ese invasor que, proveniente del Sur,
pone en peligro no sólo la supervivencia de la nación, de la
civilización, sino del mundo mismo. En definitiva, como nos
muestran estos ensayos, el Sida y sus metáforas constituyen uno
de los principales reveladores sociales de esa nueva sociabilidad
que, fraguada en Estados Unidos, atraviesa esta nueva época
de conformismo generalizado. Una sociabilidad que, fundamen-
talmente, se caracteriza por un nacionalismo e individualismo a
ultranzas, por un consumismo compulsivo, por el retorno a una
vida sexual <(ordenada,, que prima, por encima de todo, la
monogamia, la heterosexualidad, el neocelibato, en suma, el
deseo sin riesgo, tan mental o virtual como sea posible.

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