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El Argonauta español

Revue bilingue, franco-espagnole, d’histoire moderne et contemporaine consacrée à


l’étude de la presse espagnole de ses origines à nos jours (XVIIe-XXIe siècles)

10 | 2013
Varia
Livraison janvier : La Presse militaire. Naissance et évolution d’un genre

De periodistas improvisados a
golpistas consumados : el ideario
militar africanista de la Revista de
Tropas Coloniales (1924-1936)
ROCÍO VELASCO DE CASTRO
https://doi.org/10.4000/argonauta.1590

Résumés
Français Español English
La Revue de Troupes Coloniales naît comme porte-parole de l'Armée d'Afrique dans la
« campagne de pacification ». Avec Queipo de Llano comme directeur et Franco comme
membre du conseil de direction, la publication constitue l'un des meilleurs moyens pour
connaître de première main leur conception de ce qui devait être l'activité espagnole au
Maroc. De l'analyse de ses pages se dégage l'importance de la revue pour étudier les
aspirations d'une Armée de plus en plus influente dans la vie politique espagnole, et les
contradictions de leur idéologie à l'égard du pragmatisme qui a caractérisé le comportement
des putschistes durant la guerre civile et la politique des premières années du franquisme,
concernant surtout, la prétendue « fraternité hispano-marocaine ».

La Revista de Tropas Coloniales nace como órgano portavoz del Ejército de África en plena
« campaña de pacificación ». Con Queipo de Llano como director y Franco como miembro del
consejo de dirección, la publicación constituye uno de los mejores medios para conocer de
primera mano su concepción de lo que debía ser la actuación española en Marruecos. Del
análisis de sus páginas se colige la importancia de la revista para estudiar las aspiraciones de
un Ejército cada vez más influyente en la vida política española, y las contradicciones de su
ideario con respecto al pragmatismo que caracterizó la actuación de los golpistas durante la
guerra civil y la política de los primeros años del franquismo, especialmente en lo
concerniente a la pretendida « hermandad hispano-marroquí ».
The Magazine of Colonial Troops is born as the voice of the Army of Africa in the « campaign
of pacification ». With Queipo de Llano as director and Franco as a member of steering
committee, the publication constitutes one of the best resources to know at first hand their
conception of what had to be the Spanish action in Morocco. From the analysis of its pages it
can be concluded the importance of the magazine for studying the aspirations of an
increasingly influential Army in the political Spanish life, and the contradictions of their
ideology regarding the pragmatism that characterized the action of the rebels during the
civil war and the politics of the first years of the Franco's regime, especially as far as the
pretended « Spanish-Moroccan brotherhood » is concerned.

Entrées d’index
Mots-clés : Protectorat espagnol, Maroc, Revue des troupes coloniales, Armée d'Afrique
Keywords: Spanish Protectorate, Morocco, Revista de Tropas Coloniales, Army of Africa
Palabras claves: Protectorado español, Marruecos, Revista de Tropas Coloniales, Ejército de
África

Texte intégral
1 En el verano de 1923, la inquietud entre los militares africanistas era
generalizada debido a la confluencia de una serie de factores exógenos y
endógenos. Entre los primeros, encontramos las crecientes críticas a su actuación
en las campañas de Marruecos, considerada por diversos sectores de la sociedad
como excesiva e irresponsable. Una opinión que llegó a alcanzar gran repercusión
en la prensa de la época1, sobre todo tras conocerse algunos detalles de la campaña
emprendida en 1921 contra el rifeño Abdelkrim que culminó con el catastrófico
desenlace de Annual2.
2 La pérdida de un elevadísimo número de vidas humanas3 y el despilfarro del
gran montante económico destinado a financiar las diversas incursiones y
operaciones militares que habían acabado en estrepitoso fracaso, recordaban cada
vez más lo acontecido en Cuba4. Amotinamientos como el acaecido el 23 de agosto
de 1923 en el puerto de Málaga, durante el cual un grupo de reclutas destinados a
Marruecos opuso resistencia al negarse a embarcar5, reflejaba la oposición frontal
y generalizada de la población y de la tropa ante la que el Gobierno tuvo que
suspender momentáneamente el envío de contingentes al norte de África.
3 Las carencias y limitaciones señaladas a raíz de la crisis del 98 no habían sido
subsanadas6, y el ejército colonial había vuelto a sufrir en Marruecos los estragos
de la falta de preparación de unos soldados que eran obligados a internarse en un
territorio desconocido e inhóspito sin medios para subsistir, junto al desacierto de
una serie de decisiones y estrategias militares mal calibradas de las que dimanaba
una total falta de previsión para salvaguardar no sólo las posiciones conquistadas,
sino la propia seguridad de la tropa.
4 Éstos y otros muchos argumentos expuestos en el conocido informe Picasso7
pusieron en entredicho a los mandos del Ejército de África, a los responsables
políticos coloniales y al mismísimo Alfonso XIII, cuya contribución al desastre de
Annual suscitó gran indignación en amplios sectores de la población, incluyendo la
intelectualidad y la clase política8, hasta el punto de resultar irreparable para la
imagen y el futuro de la Monarquía.
5 Entretanto, en el seno del Ejército, las Juntas de Defensa que desde 1917 habían
mostrado su rechazo al sistema que primaba los ascensos y promociones por
méritos de guerra al favorecer a los militares formados en África en detrimento de
los que desarrollaban su carrera castrense en la Península9, se manifestaron
ferozmente críticos con la actuación del Ejército de África, y muy especialmente
con la de su núcleo duro : las llamadas fuerzas de choque, compuestas por la Legión
y las harkas10.
6 Paralelamente, la desunión en el seno del Gobierno en torno a las campañas de
Marruecos y a cómo debía actuarse en el protectorado tras lo acontecido era un fiel
reflejo de la profunda crisis que sufría un sistema político a todas luces agotado. En
consonancia con lo que sucedía en buena parte de Europa, donde comenzaban a
sentirse los efectos de la decadencia del modelo político y económico liberal, en
España dichos efectos se sumaron a los provocados por un sistema de Restauración
desfasado, dando lugar a una inestabilidad creciente : revueltas obreras, una clase
política abúlica sumida en prácticas atávicas, un desacertado gobierno de
concentración liberal, un ejército africanista cada vez más enfrentado a las
variables y desastrosas directrices que se tomaban con respecto a Marruecos, etc.11
7 La convulsa situación política y social que imperaba en España, a la que sin duda
coadyuvó la cuestión marroquí, desembocó, el 13 de septiembre, en el
pronunciamiento militar del general Miguel Primo de Rivera12. Auspiciado por
Alfonso XIII y con el beneplácito de buena parte del Ejército, incluyendo a los
militares africanistas, sólo la llegada al poder del general fue capaz de ralentizar el
imparable proceso de desafección al monarca al conseguir que la depuración de
responsabilidades no alcanzara ni a los altos mandos militares ni al soberano13.
8 Sin embargo, Primo era consciente de que había que cambiar de proceder con
respecto a Marruecos y de que sus decisiones, aún muy alejadas de sus
planteamientos iniciales, más cercanos al abandonismo y a las Juntas de Defensa,
no contentarían a la plana mayor africanista.
9 La situación en el Protectorado no admitía más errores ni riesgos innecesarios.
Había que recomponer la Comandancia de Melilla, reorganizar las maltrechas
tropas y las exiguas posiciones que habían conseguido mantenerse, mejorar las
condiciones de los soldados en el frente así como las infraestructuras, el sistema de
comunicaciones y el avituallamiento, además de reponer los cuantiosos materiales
y municiones que habían sido confiscados por los rifeños. Y como último reto
pendiente, una vez se hubiera procedido con el repliegue táctico y asegurado la
retaguardia, estaba el de acabar con los dos frentes abiertos por la resistencia
marroquí : el liderado por el cherife Raisuni, en la zona occidental14, y el del emir
Abdelkrim, en la oriental15. En sendos casos se intentaría agotar la vía diplomática,
pero la captura de Raisuni a manos del rifeño y la negativa de este último a pactar
con España, llevarían a lanzar una ofensiva militar a gran escala para controlar
definitivamente el territorio. Se trataba del primer paso para poder ejercer una
actuación colonial política y administrativamente eficaz que necesitaría de grandes
inversiones, y a las que sólo podría destinarse un ajustado presupuesto.
10 Como colofón a todas estas cuestiones y problemas pendientes por resolver, la
pugna entre los llamados civilistas y los militaristas16, presente desde la
implantación del protectorado español, continuaba más candente que nunca. El
cuestionamiento de la labor desarrollada por los militaristas jugaba a favor de las
tesis civilistas, que abogaban por anteponer la acción política a la militar, y por
situar en puestos de mayor responsabilidad a civiles para desmilitarizar la gestión
de la empresa colonial española. Frente a esta tendencia, los militaristas
propugnaban la necesidad de mantener e incluso aumentar el número de efectivos
militares en el territorio y de dotarles del control de la Alta Comisaría, desde donde
ejercerían una labor político-administrativa firme y de sometimiento de las cabilas
rebeldes con el empleo de las armas como principal medio de acción y coacción. La
posición intermedia entre ambas corrientes la encontramos representada en la
actuación de Primo de Rivera17, y fue la que acabó imponiéndose durante su
gobierno con gran acierto y sentido común, no sin solventar numerosos escollos y
no pocas vicisitudes.
11 Todos estos temas fueron ampliamente abordados en las páginas de la Revista de
Tropas Coloniales a través de los numerosos artículos rubricados por algunos de los
máximos representantes de la oficialidad africanista. A través de sus páginas se
pone de manifiesto que, a pesar de los continuos gestos y medidas para favorecer el
entendimiento que realizó Primo de Rivera, su política colonial sufrió la
incomprensión de estos hombres, quienes evidenciaron una más que patente
incapacidad para asimilar la situación imperante tanto en el protectorado como en
la metrópoli. Esta última, desangrada económica y socialmente, no podía seguir
haciendo frente a una guerra iniciada hacía dos décadas si no era a través de una
nueva estrategia en la que la milicia y la diplomacia pudieran conjugarse en
beneficio de los intereses españoles18.
12 Años más tarde, las medidas adoptadas por la II República llevarán a algunos de
estos hombres a reconocer la labor desempeñada por Primo de Rivera en la política
española nacional e internacional con respecto a Marruecos y a la defensa de los
intereses españoles en el territorio. Asimismo, se intensificará la labor de oposición
a los responsables de la política colonial republicana, de marcado carácter civilista,
hasta desembocar en el golpe de Estado gestado, iniciado y promovido desde el
Norte de África. Un mes antes, en junio de 1936, la revista editaba su último
número, el 13819, de apenas 20 páginas. Todo un gesto que revelaba la inminencia
de la rebelión. Había llegado el momento en el que las palabras de estos periodistas
improvisados iban a ser reemplazadas por la fuerza de sus armas.
13 Con el estallido de la guerra civil, la necesidad de mantener la retaguardia de los
sublevados : el protectorado español, llevó a que muchas de las consignas que
habían sido publicadas en la Revista de Tropas Coloniales en torno a Marruecos y a
sus habitantes fueran convenientemente silenciadas y relegadas del ideario militar
africanista para dar paso a una pretendida « hermandad hispano-marroquí » con
al-Andalus como símbolo recurrente20. Toda una muestra del pragmatismo que
caracterizó a los golpistas y posteriormente a la política nacional e internacional
del primer franquismo21.

Revista de Tropas Coloniales : mucho más


que portavoz del Ejército de África
14 Con un panorama tan convulso y poco propicio para las aspiraciones de los
militares africanistas, en el verano de 1923, algunos de sus más destacados
representantes acordaron fundar en Ceuta una revista que actuara como contra-
propaganda de las tesis abandonistas y difundiera el sentir del Ejército de África : la
visión que tenían de cuál debía ser la misión de España en Marruecos y el
importante papel que los militares desempeñaban en ella, pese a los estrepitosos
fracasos cosechados en los últimos años.
15 Cuando la revista no era más que un proyecto, Primo de Rivera llegaba al poder,
y la publicación se hizo necesaria por una razón añadida. Aunque el golpe de
estado fue bien recibido por la oficialidad de Marruecos, que era extremadamente
crítica con la situación política de aquel tiempo, no resultaba menos cierto que el
general había prometido una « sospechosa » solución, pronta y digna, del problema
marroquí22.
16 Además de las campañas de Cuba y Filipinas, Primo de Rivera había participado
en las de Melilla (1893 y 1909) y, años después, en acciones ofensivas en la región
oriental (1911) y occidental (1913) del protectorado marroquí. Formaba parte, por
tanto, de la oficialidad africanista, pero al contrario que sus compañeros, su
experiencia le llevó a partir de 1917, a adoptar públicamente posiciones favorables
al abandono de Marruecos y al canje de Ceuta por Gibraltar. Unas opiniones que
fueron ampliamente difundidas y criticadas por determinados sectores de la
política y la prensa española23 del momento, y que serían reiteradas en
intervenciones posteriores, como la que tuvo lugar en el Senado en noviembre de
1921 a raíz del desastre de Annual, para mayor preocupación de los militares
africanistas24.
17 Si bien es cierto que se trataba de propuestas presentadas con anterioridad por la
clase política española25, el hecho de que un reputado general que había combatido
en las dos guerras coloniales las recuperara y defendiera públicamente, constituía
sin duda una inquietante novedad para los sectores más tradicionalistas. De forma
que, cuando en septiembre de 1923 llegó al poder, estas evidencias hacían presagiar
un escenario totalmente opuesto al preconizado por el Ejército de África.
18 En consecuencia, la futura publicación serviría también para articular y difundir
las advertencias de este grupo a los nuevos responsables políticos con respecto al
giro que se pretendía imprimir en la política colonial y su oposición a secundar las
tesis abandonistas. Con esta doble finalidad, la de crear opinión favorable al
colonialismo militarista, y la de alzar la voz en contra de las disposiciones
gubernamentales que pudieran perjudicar sus aspiraciones en Marruecos, la
reunión fundacional de la Revista de Tropas Coloniales tuvo lugar en Ceuta el 4 de
noviembre de 1923. Apenas dos meses después, el 1 de enero de 1924, veía la luz su
primer número.
19 El compromiso adoptado con la línea editorial de la publicación por parte de
estos militares resultaba más que elocuente al comprobar que buena parte de la
plana mayor africanista participaba, directa o indirectamente, en sus páginas. Baste
mencionar al comandante general de Ceuta, Gonzalo Queipo de Llano (director), al
comandante de Infantería con destino en el Tercio José Valdés Martell (redactor
jefe), al teniente coronel Francisco Franco y al coronel de ingenieros Silverio
Cañadas (miembros del comité de dirección), o al capitán de artillería Martí Alonso
(director artístico). De hecho, algunos como Valdés y Alonso perdieron su vida en
los combates que se reiniciaron en 1924 y culminaron en 1927 con la rendición de
Abdelkrim.
20 Por lo que respecta al principal cometido con el que se presentaba oficialmente la
publicación, consistía, tal y como rezaba su subtítulo, en hacer de ella una
« propagadora de estudios hispano-africanos », lo cual debemos interpretar en
clave militarista como el principal medio de expresión y difusión de la ideología
colonial defendida por la práctica totalidad de los mandos que conformaban el
Ejército de África. Con ello emulaban la propaganda colonialista de las
publicaciones francesas26, y especialmente la de su homóloga : Revue des Troupes
Coloniales27.
21 Al igual que sucedió con la publicación francesa, la revista sufrió un breve
paréntesis en sus inicios (octubre – diciembre de 1924), reapareciendo en enero de
1925. Esta fecha inauguraría su segunda etapa, caracterizada por el estricto
cumplimiento de la periodicidad mensual, que se mantuvo ininterrumpidamente
hasta su último número, en junio de 193628, y por el cambio de director, puesto que
fue ocupado por Franco.
22 A lo largo de sus doce años de existencia (desde enero de 1924 hasta junio de
1936), la publicación cambió de denominación en tres ocasiones. En una primera
fase, se tituló Revista de Tropas Coloniales (enero de 1924 – enero de 1926). A partir
del número 14 de su segunda etapa pasó a llamarse África. Revista de Tropas
Coloniales (febrero de 1926 – diciembre de 1928). Y desde el número 60 (enero de
1929 – junio de 1936), apareció simplemente con el nombre de África. En los tres
casos conservó el subtítulo y el trasfondo ideológico de su línea editorial. Dicha
modificación obedeció, en primer lugar a la sustitución de un término que
políticamente podía resultar incorrecto y poco adecuado para la imagen que las
autoridades españolas pretendían ofrecer de su gestión colonial. Y, en segundo
término, a que la nueva denominación englobaba a la conocida desde 1926 como
Guinea española, aglutinando así en sus páginas las informaciones de sendas
colonias africanas.
23 Por lo que se refiere a su estructura formal y de contenidos, la celeridad con la
que fue editado el primer número hizo que no se incluyera el sumario ni la
información referente a sus responsables directos (dirección, comité de redacción,
etc.)29, lo cual denotaba la inquietud de los militares africanistas, quienes
consideraban necesario hacer oír su voz cuanto antes. Esta circunstancia, a priori
sin importancia, vino a reflejar una característica de la revista : la variación en la
disposición de sus contenidos, que podemos definir si no arbitraria, al menos,
carente de continuidad de unos números a otros30. De igual modo, la aparición o
elisión del editorial, y de algunas otras secciones itinerantes, evidenciaban la
evolución de la publicación, que no es objeto de este trabajo, pero también cierta
desorganización en cuanto a la distribución de las distintas secciones. En cualquier
caso, podría establecerse como columna vertebral una orientación, siempre hacia
los mismos presupuestos ideológicos militaristas, que apenas sufriría una evolución
sustancial tras culminarse la « campaña de pacificación », en 1927.
24 A partir de ese momento, la presencia de análisis y estudios históricos aumentará
en detrimento de artículos de opinión. Es entonces cuando el africanismo español
intensifica su contribución a la revista con trabajos, a menudo publicados por
entregas31, en los que se reafirma el papel que históricamente ha desempeñado
España en el Norte de África, o bien se promociona la actuación militar y la gestión
colonial con análisis sobre las mejoras introducidas en el país magrebí32. Ámbitos
como el de la educación, la arquitectura, la agricultura y ganadería, etc., serán
abordados desde esta óptica colonial africanista de carácter civilizador.
25 De esta última afirmación, cabe colegirse que la Revista de Tropas Coloniales fue
mucho más que el órgano portavoz de los militares africanistas. Constituyó uno de
los principales medios de expresión del africanismo español de la época, de
marcada tendencia marroquí, que propugnaba los éxitos de la labor civilizadora de
España en el Norte de África y su papel de potencia colonial en virtud de sus lazos
históricos y culturales con el mundo árabe. De forma que el ideario africanista, con
sus diferentes corrientes y tendencias, también estuvo muy presente en la revista33.
26 Incipientes figuras del africanismo español como Rodolfo Gil Benumeya34 y los
que conformarían posteriormente, junto a José Mª Cordero Torres, la pléyade del
africanismo franquista35 : Enrique Arqués, José Díaz de Villegas y Tomás García
Figueras36 participaron activamente en sus páginas, aportando una dimensión
academicista y menos militarista a los contenidos de la publicación. Se trata de un
pequeño listado al que habría que añadir otros muchos nombres, como el del
conocido médico militar Víctor Ruiz Albéniz37, que actuaba como corresponsal y
firmaba sus crónicas con el pseudónimo de « el Tebib Arrumi »38. Y, por supuesto, el
del afamado Mariano Bertuchi, el pintor de Marruecos y principal imagen
propagandística del protectorado español durante el franquismo39, quien realizaría
todas las portadas desde enero de 1924 hasta octubre de 1927. Bertuchi colaboró
desde el primer momento al compartir buena parte de los presupuestos ideológicos
de los responsables de la revista, y su contribución, incluyendo numerosas
ilustraciones en páginas interiores, dotó a la publicación de calidad gráfica y, sobre
todo, de un mayor atractivo al mensaje ideológico que se transmitía al lector.
27 No obstante, son las « reflexiones militaristas », las crónicas y escritos redactados
por este grupo de militares africanistas que posteriormente tendrán una destacada
participación en el golpe de Estado de 1936 y la instauración del régimen
franquista : Gonzalo Queipo de Llano, José Enrique Varela Iglesias, Emilio Mola y
Francisco Franco Bahamonde, las que van a centrar nuestra atención.
Principales reflexiones militaristas durante
el septenio primorriverista (1923-1930)
28 Como hemos comentado, la revista nacía en un momento especialmente delicado
para los militares africanistas, cuyo descontento con lo acontecido y con las
medidas que podría adoptar el gobierno de Primo de Rivera condujo a que algunos
de sus más conocidos representantes tomaran la pluma y, a modo de improvisados
cronistas y periodistas, plasmaran sus quejas, pero también su ideario político,
ideológico y militar con respecto al Protectorado.
29 Hasta que no se hubo conseguido la pacificación completa del territorio (julio de
1927), la temática abordada en las páginas de la revista pueden resumirse en dos
grandes cuestiones : ¿cuáles han sido las causas de la debacle española en
Marruecos ? y ¿qué tipo de actuación debía impulsar el gobierno español en su
protectorado ? La respuesta a sendos interrogantes admitía pocas dudas en la
opinión de los africanistas : la decadencia de la clase política y sus titubeos con
respecto al despliegue de una política colonial continuista y de corte militar habían
resultado tan perjudiciales como el intentar llegar a acuerdos diplomáticos con los
rebeldes. Ante la situación imperante desde Annual, la solución estribaba en
reorganizar el Ejército, dotarles de mayores medios y relanzar la ofensiva en ambos
frentes para derrotar al enemigo y vengar las afrentas sufridas. Esto sería, grosso
modo, lo que cabría extraer de los testimonios de nuestros particulares cronistas.
30 Así, en el primer editorial de la revista, Queipo de Llano establecía las líneas
discursivas del resto de colaboradores. En primer lugar, defendía la figura del Rey,
al que rendía « adhesión incondicional »40. De esta forma rechazaba que la
actuación del soberano y de sus militares más allegados, entre ellos Fernández
Silvestre, hubieran sido irresponsables. En segundo término, mostraba su público
apoyo y cooperación al Directorio « en su labor de regeneración de las instituciones
españolas »41, sin llegar a mencionar siquiera la política colonial. A continuación,
apelaba a la experiencia para aprender de los errores cometidos en Marruecos y
anunciaba el nacimiento de la revista como tribuna donde dicha experiencia
tuviera la mayor difusión posible, con el fin de que los soldados que hubieran de
llegar a Marruecos « adquirieran un concepto aproximado de la idiosincrasia »42
que imperaba en suelo marroquí. Es decir, abogaba por la remilitarización del
protectorado. Finalmente, testimoniaba la « profunda veneración » por los que
habían derramado su sangre, « cuya senda todos seguiremos sin vacilar, cuando la
ocasión se presente »43. Con esta última alusión urgía a actuar y a reiniciar los
combates.
31 En un segundo editorial, Queipo arremetía contra todos aquellos que habían
atribuido al Ejército la única responsabilidad de lo acontecido en las colonias
americanas y en Marruecos : políticos, intelectuales y miembros de las Juntas de
Defensa son recriminados por su actitud y por confundir a la opinión pública.
32 En primer lugar, acusa a la clase política de la crisis del 98 y del anti-militarismo
que suscitó entre la población española. Un anti-militarismo entendido como anti-
patriotismo :

« El divorcio que los políticos parecían tener interés que existiese entre los
gobiernos y el pueblo, al que engañaron tratándole como eterno menor de
edad, fue la causa de que la pérdida de nuestro imperio colonial trajese
consigo la enorme depresión que sufrió el espíritu español hasta entonces
vigoroso y dispuesto siempre al sacrificio por la Patria ; espíritu que se procuró
abatir aún más por algunos intelectuales »44.

33 A estos últimos, que habían abogado por la necesidad de evitar un mayor


derramamiento de sangre evitando nuevas aventuras coloniales, Queipo los
interpreta en clave opositora, simplificando el discurso en una dialéctica de
enfrentamiento personal : están contra el Ejército ; consideración bajo la que
subyace la incapacidad para realizar un análisis más profundo de las causas y
consecuencias de lo acontecido en Cuba y, sobre todo, en Marruecos. En su
argumentación lineal, relaciona a sus « enemigos » : los intelectuales, los políticos y
las Juntas de Defensa :

« Sea cual sea la causa de esta hostilidad de los intelectuales contra el Ejército,
no hay duda que exacerbada por la actuación, caprichosamente interpretada,
de las Juntas Militares, que cuando así convino a los políticos las hicieron
cabalgar, como Santiago, aún después de muertas, fue otro de los factores que
agravaron el problema »45.

34 También los medios de comunicación y la información que se daba sobre las


campañas es otro elemento criticado por Queipo. En su intervención, confunde la
información veraz, por muy desoladora que sea para los intereses españoles, con el
deseo de dañar y desanimar a las tropas y a la sociedad española. A ambas se las
mediatiza contra un Ejército cuya autoridad se socava injustamente y contra unas
operaciones militares que resultan, en su opinión, de obligado cumplimiento :

« Desde el principio de nuestra actuación en Marruecos en cumplimiento de


honrosos e ineludibles compromisos internacionales nuestros escritores
sintieron el prurito de poner al descubierto todas las lacras de nuestra
organización, no para aplicarlas el medicamento apropiado, sino para
emponzoñarlas como si tuviesen interés en debilitar el débil organismo en el
que aparecían. Con informes equivocados, admitidos quizás con excesiva
ligereza, extraviaron a la opinión pintándole la empresa que habíamos de
acometer con los más negros colores, proclamando su absoluta ineficacia »46.

35 Y va más allá :

« La prensa debe hacer examen de conciencia y disponerse a ayudar a


conducir al pueblo, porque su asistencia es la más indispensable para la
resolución del problema (…) Ese enorme poder debe ejercerse siempre
haciendo escuela de Patriotismo »47.

36 Este es, precisamente, el leitmotiv de la revista : enaltecer el espíritu de los


españoles y unificarlo en torno a la necesidad de restaurar el honor perdido,
cumplir con los compromisos internacionales y ejercer nuestra misión civilizadora
como potencia colonial. En este contexto, la negociación política o la interrupción
de las campañas son interpretados como debilidad :

« Sin darse cuenta, políticos e intelectuales, del gravísimo perjuicio que


causaban haciendo endémico un mal que hubiera podido resolverse con la
terapeútica de energía apropiada aplicada en momentos oportunos, indujeron
a los gobiernos a salir del paso obligando al Mando a no tener bajas por
ningún concepto ¡oh, debilidad eterna de nuestros gobiernos ! »48.

37 Y continúa con un fragmento que explica con gran precisión el sentimiento de


humillación que para ellos supone el repliegue o la retirada, aunque éstos formen
parte de una estrategia a medio plazo. Una vez más, apreciamos la incapacidad de
concebir una planificación más compleja, completa y garantista como fue la de
Primo de Rivera, frente a la impetuosidad e irresponsabilidad de la campaña de
1921 y sus terribles consecuencias. A propósito de la prudencia que exigían a los
altos mandos para evitar un derramamiento innecesario de sangre, Queipo
responde :

« Eso era lo mismo que condenarnos a la inacción, a colocarnos a la defensiva


ante un enemigo osado y aguerrido, eterno adorador de la bizarría, que sintió
acrecentado su entusiasmo y su espíritu de acometividad a lo que contribuían
las informaciones de prensa, propagadoras de las luchas intestinas de nuestras
clases directoras en relación con este problema y la campaña abandonista
fundada en nuestra supuesta impotencia »49.

38 En la misma línea se expresaba el por aquel entonces teniente coronel Francico


Franco. Los escritos que entre 1924 y 1928 publicó en las páginas de la revista
mostraban su firme convicción de que el problema marroquí era de índole militar y
que sólo utilizando esta vía podía alcanzarse la paz en el Protectorado :

« Por más que queramos definir el protectorado marroquí, por mucho que
ansiemos la paz de Marruecos, de hecho existe un problema militar que
solucionar, una guerra en que vencer, y en ella, la inacción y la pasividad
conducen irremisiblemente a ser vencidos (…) Aquellos procedimientos de
atracción y política, aun útiles y necesarios, sometido el enemigo o vencidos
sus focos de rebeldía, son perjudiciales cuando en nuestro frente se mantiene
latente el fuego de la guerra (…) toda suavidad y política en esos momentos es
dejar impunes las agresiones… »50.

39 En consecuencia, reclamaba reiniciar las operaciones militares en la zona


oriental y en la occidental :

« La derrota de Anual ha sido fatal enseñanza para los indígenas (…) La


psicología de los pueblos beréberes, fanáticos e impresionables, imprime
grandes cambios en la actitud de las kabilas, y basta un jefe prestigioso o
Santón melenudo para turbar y aun levantar kabilas y aduares… Aceptan con
resignación coránica el mando del más fuerte, pero aprovechan toda ocasión
para recobrar su independencia. (…) el tiempo corre…, la historia se repite…, y
lo mismo en las montañas del Atlas que en los riscos del Rif y de Yebala sigue
perenne el odio de la raza, y sus rescoldos, solo esperan el viento de un azar
para arrancar la llama… »51.

40 La respuesta del Directorio no fue la esperada : Primo de Rivera seguía


intentando la vía diplomática con Raisuni al tiempo que continuaba con la retirada
de tropas en la zona occidental. Por lo que respecta a la oriental, cuando en julio de
ese mismo año de 1924 realizó una visita oficial al campamento de Ben Tieb, base
de la Legión, el recibimiento dispensado por Franco, Varela y otros compañeros,
quienes le comunicaron su negativa a retroceder un ápice de terreno52, provocó
que el general, consciente de que necesitaba el apoyo de los africanistas, realizara
una nueva concesión : renunció parcialmente al repliegue de efectivos en la región.
La creación de la llamada línea Primo de Rivera, entre septiembre y noviembre de
ese mismo año, hizo que ciudades como Chauen pasaran a estar bajo dominio
rifeño, generando el descontento de los africanistas y su reflejo en la publicación53.
41 Este inestable equilibrio se mantuvo gracias al aislamiento en el que aún se
encontraban los africanistas con respecto a la Península, y al talante conciliatorio
de Primo, quien realizó una serie de gestos para atraerse al grupo. Así, tras publicar
Queipo un artículo de opinión en marzo de 1924 en el que solicitaba que se
restableciera el antiguo sistema de promociones y ascensos por méritos de guerra54,
apenas dos meses más tarde, el Directorio derogaba la normativa vigente desde
1918. Del mismo modo, cuando Mola recordaba el importante papel de los
Regulares en un artículo publicado en junio de 192455, menos de un año después, en
abril de 1925, se decretaba el establecimiento de recompensas con el que se
favorecía a las fuerzas de choque. Dos medidas de gran calado militar y político, a
las que se sumaron, en agosto de 1925, que la Revista de Tropas Coloniales fuera
declarada « de utilidad » por el Ministerio de la Guerra (D.O. 178 de 12 de agosto de
1925), y que en el mes de diciembre, un viejo conocido de los africanistas con el que
compartían buena parte de sus posiciones con respecto a Marruecos, el general
Sanjurjo, fuera designado nuevo Alto Comisario.
42 A pesar de estas y otras concesiones, las presiones para evitar el repliegue táctico
y pasar directamente a una ofensiva a gran escala no cesaron desde el primer
número de la publicación. En enero de 1924 se instaba a ocupar Alhucemas y
vengar la afrenta infringida : « Hay que cumplir con la obligación de lealtad y de
patriotismo de decir a la opinión pública la verdad. Y la verdad es que es necesario
llegar a Alhucemas »56. Esta necesidad se argumentaba en base a factores militares,
políticos y económicos. Desde el punto de vista militar, se aludía que « el germen
eterno de insurrección está en Beni Urriaguel, y allí hay que ir a buscarle y vencerle
(…) mientras ese vivero de odio subsista, la insurrección seguirá latente y no tendrá
España paz »57. En la misma línea se expresaba Franco : « Alhucemas es el foco de
la rebelión antiespañola, es el camino a Fez, la salida al Mediterráneo, y allí está la
clave de muchas propagandas que terminarán el día que sentemos el pie en aquella
costa »58.
43 En cuanto al factor político, además de romper la continuidad entre la zona
oriental y la occidental, se aducía la « demostración de una superioridad militar y
moral, que es requisito indispensable para el ejercicio del protectorado (…) Al alma
musulmana no se la conquista por el camino del convencimiento suasorio, sino de
las impresiones vivas y fuertes »59. Por lo que respecta al elemento económico, se
justificaba por la fertilidad del terreno y la presencia de minas ferruginosas aún sin
explotar, además de por ser el nexo entre los ferrocarriles que conectaban la zona
occidental (Tetuán – Ceuta) con la oriental (Drius – Melilla).
44 A pesar de las justificaciones anteriores, se trataba de una medida cuanto menos
temeraria, dadas las circunstancias. El patriotismo y el espíritu de sacrificio, unidos
a la aspiración de restaurar el honor del Ejército parecían estar por encima del
sentido común, que dictaba prudencia, y de las enormes carencias que presentaban
las tropas.
45 La respuesta del Directorio a estas presiones fue conciliatoria pero firme en este
punto. Era obvio que Alhucemas constituía un punto estratégico vital60 y que, como
Primo de Rivera llegó a afirmar con un lacónico : « O se abandona Marruecos o se
domina »61, había que optar por una solución definitiva. Ante la imposibilidad de
llevar a cabo la política abandonista por la que él mismo había abogado antes de
llegar al poder debido a las presiones internas, pero también a la coyuntura
internacional del momento, llevó a concebir una nueva estrategia que pasaba por
un repliegue táctico inicial para asegurar, en un futuro, el éxito de las operaciones
ofensivas.
46 Consciente de que el problema rifeño lo había llevado al poder de la misma
manera que podría apartarle de él, el general decidió actuar en el momento preciso
y no delegar en nadie que pudiera poner en peligro las operaciones. Desde el 16 de
octubre de 1924 hasta el 2 de diciembre de 1925, dirigió personalmente todas las
maniobras en calidad de alto comisario y general en Jefe del ejército de África. El
desembarco de Alhucemas se culminó con éxito, el 8 de septiembre de 1925, gracias
a la organización pormenorizada orquestada por Primo y a la colaboración
hispano-francesa entre el español y el general Pétain62.
47 Entretanto, los responsables de la publicación continuaban ejerciendo el
proselitismo a través de atractivos llamamientos para alistarse en el Tercio, donde
« podía llegarse a capitán con alimentación sana y abundante y vestuario de buena
calidad, práctico y vistoso »63.
48 Finalmente, en julio de 1927, la revista abría su edición con la Orden General de
10 de julio con el comunicado de alto el fuego dando por concluida oficialmente la
guerra de Marruecos. Comenzaba entonces una nueva lucha por consolidar las
posiciones que estos militares habían conseguido ejercer en el organigrama
político-militar del protectorado, frente al carácter civilista que se preconizaba para
la Administración colonial. Artículos como el del entonces teniente coronel Varela
exponían de nuevo las tesis ya conocidas de la importancia de los militares aun en
tiempos de paz, debido a su experiencia y su conocimiento de la realidad marroquí,
frente a un civil recién llegado de la Península64.
49 Los sucesivos gobiernos republicanos no hicieron sino fomentar la unidad y
fortaleza de estos militares en tierras norteafricanas, pues desarrollaron una
política diametralmente opuesta en la metrópoli y en la colonia. Mientras en la
primera trataban de implantar un nuevo modelo social65, en el protectorado
marroquí desarrollarían una política continuista con respecto a la política
indígena66, y fracasarían en su intento de promocionar las intervenciones civiles
frente a las militares67, al tiempo que autorizaban la concentración de militares
africanistas en los puestos de poder de la Alta Comisaría y de las comandancias de
Ceuta y Melilla68.
50 Desde 1934, año de la conquista de Ifni, de la abierta resistencia a la implantación
de interventores civiles en detrimento de los militares, y de la represión de la
revuelta obrera asturiana, el Protectorado se convirtió en el principal bastión de
este grupo de africanistas. Como señalan algunos autores, desde octubre de este
mismo año de 1934, el camino que condujo a la guerra civil no tenía marcha atrás
posible69.
51 Los últimos años de la revista en su segunda etapa desvelan una inusitada
tranquilidad en sus reivindicaciones, antaño persistentes, que resulta
especialmente significativa. Si la Revista de Tropas Coloniales nacía con la
necesidad de dar a conocer la voz de los militares africanistas, una década después,
su posición estaba mucho más consolidada hasta el punto de que no necesitaban de
sus páginas para hacerse oír y respetar. En este sentido, la génesis y evolución de la
publicación discurre paralela a la creciente preeminencia del Ejército de África en
los destinos políticos del país. Una influencia que no puede entenderse, como
tampoco el final de la Restauración, o el advenimiento de la dictadura
primorriverista, sin el protectorado marroquí.

Document annexe

Apéndice documental (application/pdf – 5,6M)

Notes
1 Para más información sobre la repercusión de las campañas de Marruecos en la opinión
pública y sociedad españolas, consúltese BACHOUD, Andrée, Los españoles ante las campañas
de Marruecos, Madrid, Espasa Calpe, 1988.
2 Sobre la ingente bibliografía existente en torno a Annual y las campañas del Rif, véase
ALLOUH, Mohammed, Le Rif face aux visées coloniales: 1921-1927, Casablanca, Fondation du
Roi Abdul-Aziz Al Saoud pour les études islamiques et les sciences humaines, 2004.
3 En el caso de Annual, gran parte de los autores estima entre 8.000 y 10.000 el número total
de víctimas españolas en el territorio: BALFOUR, Sebastián, Abrazo mortal. De la guerra
colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (1909-1939), Barcelona, Península, 2002,
p. 146; BU‛AYYĀŠĪ, Aḥmad, Al-ḥarb al-Rif al-taḥrīrīya wa marāḥil al-niḍāl, Tánger, 1974, tomo
2, p. 108; RUIZ ALBÉNIZ, España en el Rif (1908-1921), UNED, Centro asociado de Melilla, 1999,
p. 78; y VILLALOBOS, Federico, El sueño colonial. Las guerras de España en Marruecos,
Barcelona, Ariel, 2004, p. 296. Este último se basa, aunque no lo cite, en los datos recogidos en
el discurso pronunciado por Indalecio Prieto en el Congreso de los Diputados en octubre de
1921. En cuanto al número total de fallecidos durante las campañas del Rif, IBN ‛AZZŪZ
ḤAKĪM, Muḥammad, Ma‛araka Anwāl (21 yūliūz 1921) bi-munāsiba dikra-hā al-sitīnīya,
Rabat, al-Sāḥil, 1981, pp. 165-170, establece una cifra de 25.790 para el total de las bajas,
incluyendo heridos, acaecidas en el bando español durante toda la campaña del Rif, también
conocida en la historiografía marroquí como tercera guerra del Rif.
4 Véase al respecto FUSI, Juan Pablo y NIÑO RODRÍGUEZ, Antonio (coords.), Antes del
desastre: orígenes y antecedentes de la crisis del 98, Madrid, Universidad Complutense, 1996.
5 El buque Lázaro con destino a Melilla tuvo que ser acordonado cuando las guarniciones de
Navarra, Guipúzcoa y Vizcaya, se negaron a embarcar. El barco zarpó al día siguiente, pero
los disturbios protagonizados por los contingentes de reclutas continuaron en la ciudad. Los
detenidos fueron indultados por el Gobierno ante las presiones de algunos diputados y de
buena parte de la sociedad española de la época. El episodio constituía una señal de aviso
ante la que medios tan tradicionales como el ABC, en sus ediciones del 24, 25 y 26 de marzo,
no escatimaron descalificativos a lo que consideraban una « insubordinación de tinte
nacionalista ».
6 Obsérvese la coincidencia entre las carencias señaladas por BENSUSAN, Samuel Levy,
« Morocco, the Powers and the Financiers », in Contemporary Review, nº 100 (1911), pp. 191-
193, y las que una década más tarde se recogieron en la Comisión de Responsabilidades y en
el informe Picasso, frutos ambos del desastre de Annual.
7 VV., El Expediente Picasso. Las sombras de Annual, Madrid, Almena, 2003.
8 Como señalan HALL, Michael C., « El rey imaginado. La construcción política de la imagen
de Alfonso XIII », in MORENO LUZÓN, Javier (ed.), Alfonso XIII: un político en el trono,
Madrid, Marcial Pons, 2003, p. 78 y MADARIAGA, Mª Rosa de, En el barranco del Lobo: las
guerras de Marruecos, Madrid, Alianza, 2005, p. 161, además de los artículos de Unamuno y
otros intelectuales de la época en los que se recogían los rumores de dicha implicación, en
discursos como el del diputado socialista Julián Besteiro, pronunciado el 3 de noviembre de
1921, se acusaba abiertamente a la Monarquía de ser la máxima responsable del desastre.
9 Para más información sobre la génesis y reivindicaciones de las Juntas, véase el capítulo 8
de PAYNE, Stanley G., Politics and the Military in Modern Spain, Stanford University Press,
1967, pp. 123-151. Sobre la contribución de las Juntas a la convulsa situación política de la
España de la época, consúltese GARCÍA QUEIPO DE LLANO, Genoveva, El reinado de Alfonso
XIII. La modernización fallida, Madrid, Temas de Hoy, 1996, pp. 56-58 y SECO SERRANO,
Carlos, Alfonso XIII y la crisis de la Restauración, Barcelona, Ariel, 1979, pp. 117-130.
10 Entre los autores que recogen la brutalidad con la que se empleaban estos cuerpos del
ejército español, véase los testimonios recogidos por BALFOUR, Sebastian, Abrazo mortal. De
la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (1909-1939), Barcelona, Península,
2002, pp. 242-243 y MADARIAGA, Mª Rosa de, Abd el-Krim el Jatabi. La lucha por la
independencia, Madrid, Alianza, 2009, pp. 219-220. Las atrocidades cometidas fueron
silenciadas durante muchos años y posteriormente justificadas con diversos y manidos
argumentos, entre ellos el de la supuesta barbarie practicada por el enemigo y, sobre todo, el
de impartir « justicia » a los responsables de Annual.
11 Para más información, remitimos a tres obras de referencia que no han perdido vigencia:
QUEIPO DE LLANO, Genoveva, El reinado de Alfonso XIII. La modernización fallida, Madrid,
Temas de Hoy, 1996 y SECO SERRANO, Carlos, Alfonso XIII y la crisis de la Restauración,
Barcelona, Ariel, 1979 y SECO SERRANO, Carlos y TUSELL, Javier, La España de Alfonso XIII:
El Estado y la política (1902-1931), vol. XXXVIII/1 de la Historia de España de Ramón
Menéndez Pidal, Madrid, Espasa Calpe, 1995.
12 En este sentido, TUSELL, Javier, Radiografía de un golpe de Estado: el ascenso al poder del
general Primo de Rivera, Madrid, Alianza, 1987, p. 267, subraya que cuando Primo se sublevó
contra el Gobierno, éste hacía tiempo que había sido derrotado.
13 En su afán conciliatorio y con la intención de causar los menos estragos posibles, la
celeridad que imprimió Primo de Rivera al proceso hizo que el expediente se archivara sin
haberse podido depurar todas las responsabilidades y que permaneciera oculto a la opinión
pública hasta el advenimiento de la II República. Fue entonces cuando, como medida
propagandística del nuevo régimen, se hizo público junto con el informe de la Comisión de
Responsabilidades. El Rey fue procesado y condenado in absentia en las Cortes el 19 y el 20
de noviembre de 1931, por el delito de haber incurrido en el delito de lesa majestad contra la
soberanía del pueblo. Para más información, véase LEGUINECHE, Manuel, Annual. El
desastre de España en el Rif (1921), Madrid, Alfaguara, 1997, pp. 102-103; PANDO, Juan,
Historia secreta de Annual, Madrid, Temas de Hoy, 1999, p. 312; SECO SERRANO, Carlos,
Alfonso XIII y la crisis de la Restauración, Barcelona, Ariel, 1979, p. 158 y SECO SERRANO,
Carlos y TUSELL, Javier, La España de Alfonso XIII: El Estado y la política (1902-1931), vol.
XXXVIII/1 de la Historia de España de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Espasa Calpe, 1995,
p. 29.
14 Para más información sobre el movimiento de resistencia armada del cherife y sus
relaciones con los responsables coloniales españoles, véase: HARRIS, Walter B., Morocco that
Was, London, W. Blackwood and Sons, 1921, pp. 179-263; IBN ‛AZZŪZ ḤAKĪM, Muḥammad,
Nadwa ‛alamīya ḥawla al- šarīf al-Raysūnī wa-l-muqāwama al-maslaḥa fī šamāl al-garbī (1913-
1924), Rabat, Maṭba‛a Miṯāq al-Magrib, 1995 y TESSAINER Y TOMASICH, Carlos F., El Raisuni,
aliado y enemigo de España, Málaga, Algazara, 1998.
15 Entre la ingente producción dedicada a la rebelión rifeña, traemos a colación las
siguientes: AMIZYĀN, Muḥammad, Muḥammad ‛Abd al-Karīm al-Jaṭṭābī. Ā’rā’ wa mawāqif
(1926-1963), Rabat, Manšūrāt Ijtilāf, 2002; IBN ‛AZZŪZ ḤAKĪM, Muḥammad, Ma‛ārik al-tawra
al-rīfīya, Rabat, Mu'assasa ‛Abd al-Jāliq al-Ṭurrīs, al-Sāḥil, 1983; MADARIAGA, Mª Rosa de,
España y el Rif: crónica de una historia casi olvidada, Ciudad Autónoma de Melilla, 1999;
PENNELL, Charles R., La guerra del Rif. Abdelkrim el-Jattabi y su Estado rifeño, Consejería de
Cultura de la Ciudad Autónoma de Melilla, Servicio de publicaciones, 2001 y TAHTAH,
Mohamed, Entre pragmatisme, réformisme et modernisme: le rôle politico-religieux des
Khattabi dans le Rif (Maroc) jusqu'à 1926, Lovaina, Peeters Publishers, 2000.
16 Como señala GARCÍA FIGUERAS, Tomás, Marruecos: la acción de España en el Norte de
África, Barcelona, Ediciones Fe, 1944, p. 144, la dualidad existente entre la vertiente militar y
la civil en los planteamientos de la política española en Marruecos fue una de las principales
lacras que explicaría, en gran medida, la esterilidad de la política colonial española en su
protectorado marroquí.
17 GÓMEZ JORDANA-SOUZA, Francisco, La tramoya de nuestra actuación en Marruecos,
Madrid, Editora Nacional, 1976, p. 56, afirma que Primo se mostraba partidario de una
acción militar no militarista. En este mismo sentido, SECO SERRANO en el prólogo a GÓMEZ-
JORDANA PRATS, Rafael, Milicia y Diplomacia. Los diarios del Conde de Jordana (1936-1944),
Burgos, Dossoles, 2002, p. 14, sostiene que el general consideraba que en ese momento las
operaciones militares eran “ineludibles” para hacer posible el protectorado civil.
18 La necesidad de conjugar la acción política con la militar en una línea continuista ajena a
los vaivenes políticos de la metrópoli ya había sido señalada por el general Gómez Jordana,
alto comisario entre 1915 y 1918, como la única manera de dominar el territorio y de ejercer
una auténtica política colonial en Marruecos. Para más información, véase GÓMEZ-JORDANA
SOUZA, Francisco, La tramoya de nuestra actuación en Marruecos, Madrid, Editora Nacional,
1976.
19 Nos referimos al último número de su segunda etapa, a los que habría que añadir los
nueve de la primera (enero – septiembre de 1924).
20 Sobre esta cuestión, véase VELASCO DE CASTRO, Rocío, « La imagen del “moro” en la
formulación e instrumentalización del africanismo franquista », in Hispania vol. 73. En
prensa.
21 Una de las mejores muestras de dicho pragmatismo la encontramos en las llamadas
políticas de sustitución, como ponen de manifiesto ALGORA WEBER, Mª Dolores, « El
aislamiento exterior de España: las “políticas de sustitución” en el régimen de Franco », in
Critica Storica-Bolletino, Arte, Scienze, Economia, vol. XXVIII (1990), pp. 881-892.
22 Según WOOLMAN, David S., Abd el-Krim y la guerra del Rif, Barcelona, Oikos-Tau, 1988,
p. 138.
23 Alocución de 25 de marzo de 1917 con motivo de su recepción en la Real Academia
Hispano Americana de Ciencias y Artes de Cádiz. La prensa recogía las declaraciones del por
aquel entonces gobernador militar de la ciudad y alababa, matizaba o censuraba sus
contenidos de manera directa o indirecta, en función de la línea editorial del medio. Así, el
conservador moderado de mayor tirada en el país, La Correspondencia de España (26 de
marzo de 1917, p. 1), mencionaba que había sido un « discurso elocuentísimo, que fue
aplaudido justamente ». Más comedido se mostró el también conservador La Época (26 de
marzo de 1917, p. 3), que lo describió como « interesante y delicado ». Al contrario que el
republicano El Globo (27 de marzo de 1917, p. 1), que lo definía de manera entusiasta como
« brillante discurso ». Entre las críticas, encontramos las del ultra-católico Siglo Futuro (26 de
marzo de 1917, p. 1), que incluía fragmentos no recogidos en otros medios, y los tildaba de
« atrevidas consideraciones sobre nuestra acción en Marruecos ». Y finalmente, las del
liberal Heraldo de Madrid (27 de marzo de 1917, p. 2), que titulaba « ¿General relevado? », al
censurar la defensa del abandonismo en África, lo que constituía una « campaña iniciada y
sostenida por la extrema izquierda, y que hoy cuenta con un adalid entusiasta en el general
Primo de Rivera ». No obstante, en la cuestión de Gibraltar, el rotativo reconocía que se
trataba de « un tema interesante ».
24 Intervención en el Senado el 25 de noviembre de 1927 del por entonces teniente general
del Ejército y flamante capitán general de Madrid con motivo de las discusiones iniciadas en
el Parlamento acerca del desastre de Annual. Por lo que respecta a la valoración de la
prensa, La Época (26 de noviembre de 1921, pp. 1-2), incluye completa la intervención, que
considera « de una sinceridad inoportuna », aunque « no le falta razón y presta un gran
servicio advirtiéndolo ». Por su parte, La Correspondencia de España (26 de noviembre de
1921, p. 5), publica las réplicas al discurso. Más conciliador se muestra el diario castrense de
tendencia moderada La Correspondencia Militar (26 de noviembre de 1921, p. 1), al restar
trascendencia a las palabras del general y defender su derecho a intervenir en la cuestión,
aunque se muestra contrario a sus puntos de vista. En el otro extremo, el republicano La Voz
(25 de noviembre de 1921, p. 3), lo califica de « sensacionalísimo discurso ». Y finalmente, el
también republicano El Sol (26 de noviembre de 1921, p. 3), lo califica de « sorpresa
desagradable para el Gobierno ». Nótese que el monárquico y conservador ABC evitó emitir
tanto en 1917 como ahora, en 1921, cualquier juicio de valor al respecto.
25 Como menciona MORALES LEZCANO, Víctor, El colonialismo hispano-francés en
Marruecos (1898-1927), Universidad de Granada, 2002, p. 173, n. 46, la idea del repliegue
español a los puntos de la costa era de origen maurista. Por lo que respecta al canje
definitivo de plazas, como recuerda CAJAL, Máximo, Ceuta, Melilla, Olivenza y Gibraltar:
¿dónde acaba España?, Madrid, Siglo XXI, 2003, pp. 15, 109 y 162, se remontaba a un cuarto
de siglo antes, cuando el general Prim cursó idéntica propuesta al gobierno británico, quien
la rechazó en sendas ocasiones. Para más información sobre la génesis y evolución de las
tesis primorriveristas, véase SUEIRO, Susana, España en el Mediterráneo. Primo de Rivera y la
“Cuestión Marroquí”, 1923-1930, Madrid, UNED, 1992.
26 FRANCO BAHAMONDE, Francisco, Papeles de la guerra de Marruecos: Diario de una
bandera, La hora de Xauen, Diario de Alhucemas, Madrid, Fundación Nacional Francisco
Franco, 1986, pp. 27-29.
27 Editada entre 1902 y 1949 por el Ministerio de la Guerra en París, Revue des Troupes
Coloniales presenta algunas similitudes con la publicación española, ya que ambas eran de
periodicidad mensual, fueron creadas y financiadas por el gobierno de las respectivas
metrópolis, sirvieron como propaganda de las operaciones militares en las colonias y
modificaron posteriormente el título original con sendos añadidos (África en el caso español,
y Tropiques en el francés), sin que implicara cambio alguno en la línea editorial. Para una
aproximación a los contenidos y trayectoria de la revista véase el artículo rubricado por la
Section d’Études et d’Information des Troupes Coloniales (SEITC), « Histoire de la Revue des
Troupes Coloniales: 1902-1949 ». URL: http://www.troupesdemarine-
ancredor.org/Archives/archives-Tropiques/Pages2012/Fichiers/Revue-Troupes-colo.pdf. La
colección completa puede consultarse en el Centre d’Histoire et d’Etudes des Troupes
d’Outre-Mer (CHETOM), en Fréjus.
28 En 1942, algunos antiguos colaboradores de la revista, como Gil Benumeya, retomaron el
espíritu de la publicación inaugurando su tercera época bajo el título África. Revista
Española de Colonización, que subsistió hasta los años setenta.
29 Esta información no fue publicada hasta el mes siguiente, en la última página, y junto al
listado de los participantes en el segundo número.
30 Baste el ejemplo de la sección « Ecos ». Aparecida por primera vez en el n° 48 (diciembre
de 1928, pp. 25-26), precedía a « Revista de Libros », con la que solían culminar gran parte de
los volúmenes. No obstante, en el nº 85 (enero de 1932, pp. 8-9), se incluía entre los primeros
contenidos, inmediatamente después del estudio histórico preliminar.
31 El caso más llamativo es el de Gonzalo de Reparaz, cuyo estudio histórico sobre el
Estrecho de Gibraltar, fue publicado en la revista a razón de dos páginas por volumen desde
el nº 37 (enero de 1928) hasta el nº 132 (diciembre de 1935).
32 Sobre esta cuestión, véase ESSAOUD, Abdelaziz, « La Revista de Tropas Coloniales: una
fuente sobre la acción militar durante el Protectorado español », in VV., Actas del Coloquio
Tetuán en la Documentación española del Protectorado, Tetuán, Universidad Abdelmalek
Essaadi, 1998, pp. 120-124.
33 Para más información sobre la diversidad ideológica que presentaba este movimiento,
véase GIL GRIMAU, Rodolfo, « Corrientes ideológicas internas en el africanismo español », in
VV., Actas del Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Ceuta, 1988, tomo III, pp. 277-
285.
34 Sobre la fructífera participación de Rodolfo Gil Benumeya en la Revista de Tropas
Coloniales, véase LÓPEZ ENAMORADO, Mª Dolores, « La mirada del otro: la visión del
africanismo español (el Gil Benumeya de los años veinte) », in ZAMORA ACOSTA, Elías y
MAYA ÁLVAREZ, Pedro (eds.), Relaciones Interétnicas y Multiculturalidad en el Mediterráneo
Occidental, Melilla, V Centenario de Melilla, 1998, pp. 261-278.
35 Para más información, véase GIL GRIMAU, Rodolfo, « Evolución del pensamiento
africanista español ante la descolonización del Magrib, durante el período 1945-1975 », in
GIL GRIMAU, Rodolfo (ed.), La frontera al Sur de al-Andalus. Estudios sobre la Península
Ibérica y sus relaciones históricas con Marruecos, Tánger, Asociación Tetuán Asmir, 2002,
pp. 49-62 y RIUDOR, Luis, « Sueños imperiales y africanismo durante el franquismo (1939-
1956) », in NOGUÉ, Joan y VILLANOVA, José Luis (eds.), España en Marruecos. Discursos
geográficos e intervención territorial, Lleida, Milenio, 1999, pp. 249-278.
36 El comandante García Figueras rubricaba sus artículos unas veces con su nombre real y
otras con su archiconocido pseudónimo: « Vial de Morla ». Habitualmente empleaba el
primero para análisis histórico-políticos y el segundo para firmar reseñas de obras
relacionadas con la historia y cultura del mundo árabe e islámico, con especial atención a las
dedicadas a Marruecos. Véase como ejemplo de ambos usos las secciones: « Notas » y
« Libros, Revistas, Conferencias », in Revista de Tropas Coloniales, nº 138 (junio de 1936),
pp. 107 y 116.
37 Por su visión crítica de la política colonial, recomendamos la lectura de las siguientes
monografías: RUIZ ALBÉNIZ, Víctor, Las responsabilidades del desastre. Ecce Homo: prueba
documental y aportes inéditos sobre las causas del derrumbamiento y consecuencias de él,
Madrid, Biblioteca Nueva, 1922; Tánger y la colaboración franco-española en Marruecos,
Madrid, 1927 y España en el Rif (1908-1921), UNED, Centro asociado de Melilla, 1994.
38 En árabe « el médico cristiano », en referencia a su condición de extranjero en Marruecos.
39 Véase al respecto MARTÍN CORRALES, Eloy, « Marruecos y los marroquíes en la
propaganda oficial del Protectorado (1912-1956) », in Mélanges de la Casa de Velázquez, nº 37-
1 (2007). URL: http://mcv.revues.org/2942.
40 QUEIPO DE LLANO, Gonzalo, « Nuestro propósito », in Revista de Tropas Coloniales, nº 1
(enero de 1924), p. 1. Posteriormente, se publicaría un número especial conmemorativo del
vigésimo quinto aniversario de la llegada al trono del soberano: África. Revista de Tropas
Coloniales, nº 29 (mayo de 1927).
41 Ibídem.
42 Ibídem.
43 QUEIPO DE LLANO, Gonzalo, « Nuestro propósito », in Revista de Tropas Coloniales, nº 1
(enero de 1924), p. 2.
44 QUEIPO DE LLANO, Gonzalo, « El problema de Marruecos al aparecer la Revista de Tropas
Coloniales », in Revista de Tropas Coloniales, nº 2 (febrero de 1924), p. 1.
45 Ibídem.
46 Ibídem.
47 QUEIPO DE LLANO, Gonzalo, « El problema de Marruecos al aparecer la Revista de Tropas
Coloniales », in Revista de Tropas Coloniales, nº 2 (febrero de 1924), p. 2.
48 Ibídem.
49 Ibídem.
50 FRANCO, Francisco, « Pasividad e inacción », in Revista de Tropas Coloniales, nº 4 (abril de
1924), p. 4.
51 Ibídem.
52 Sobre el tenso encuentro mantenido el 18 de julio, véanse los análisis de GÓMEZ-
JORDANA SOUZA, Francisco, La tramoya de nuestra actuación en Marruecos, Madrid, Editora
Nacional, 1976, p. 67 y PAYNE, Stanley G., Politics and the Military in Modern Spain, Stanford
University Press, 1967, pp. 211-212.
53 FRANCO, Francisco, « Xauen, la triste », in África. Revista de Tropas Coloniales, nº 19 (julio
de 1926), pp. 145-147.
54 QUEIPO DE LLANO, Gonzalo, « Hablemos de recompensas », in Revista de Tropas
Coloniales, nº 3 (marzo de 1924), pp. 1-3.
55 MOLA, Emilio, « Los primeros Regulares », in Revista de Tropas Coloniales, nº 6 (junio de
1924), s.p.
56 GOICOECHEA, Antonio, « Alhucemas y los Beniurriaglis », in Revista de Tropas Coloniales,
nº 1 (enero de 1924), p. 2.
57 GOICOECHEA, Antonio, « Alhucemas y los Beniurriaglis », in Revista de Tropas Coloniales,
nº 1 (enero de 1924), p. 3.
58 FRANCO, Francisco, Papeles de la guerra de Marruecos: Diario de una bandera, La hora de
Xauen, Diario de Alhucemas, Madrid, Fundación Nacional Francisco Franco, 1986, p. 74.
59 GOICOECHEA, Antonio, « Alhucemas y los Beniurriaglis », in Revista de Tropas Coloniales,
nº 1 (enero de 1924), p. 3.
60 El primer proyecto de desembarco se gestó en 1911, como recoge GODED, Manuel,
Marruecos: las etapas de la pacificación, Madrid, Compañía Iberoamericana de Publicaciones,
1932, p. 137.
61 PRIMO DE RIVERA, Rocío, Los Primo de Rivera. Historia de una familia, Madrid, La Esfera
de los Libros, 2003, p. 191.
62 Para más información sobre el proyecto y su ejecución, véase MARÍN ARCE, José Mª,
« Proyecto de desembarco en Alhucemas (1923) », in VV., Actas del Congreso Internacional El
Estrecho de Gibraltar, Ceuta, 1988, tomo III, pp. 439-454.

Á
63 Anuncio publicado a toda página en África. Revista de Tropas Coloniales, nº 29 (mayo de
1927), p. 127, que incluía un cuadro con los emolumentos: 5,10 pesetas diarias y 400 pesetas
como prima de enganche para los soldados.
64 Véase al respecto el artículo de VARELA, Enrique, « Temas militares de la Paz: las
Intervenciones, las Mehal-las y los Regulares en Marruecos », in África. Revista de Tropas
Coloniales, nº 50 (febrero de 1929), p. 33.
65 Para más información, consúltese JACKSON, Gabriel, La República española y la Guerra
Civil, Barcelona, Crítica, 2008.
66 Como ponen de manifiesto, entre otros, ALCARAZ, Ignacio, Entre España y Marruecos.
Testimonio de una época: 1923-1975, Madrid, Catriel, 1999, p. 28 e IBN AZZUZ HAKIM,
Muhammad, El socialismo español y el nacionalismo marroquí de 1900 a 1939, Tetuán,
Imprenta Minerva, 1979, p. 64.
67 Sobre el origen y la evolución del carácter de las intervenciones, véase VILLANOVA, José
Luis, Los interventores: la piedra angular del Protectorado español en Marruecos, Barcelona,
Bellaterra, 2006.
68 Como recoge NERÍN, Gustau, La guerra que vino de África, Madrid, Crítica, 2005, p. 108,
durante el llamado « bienio negro », Lerroux no sólo amnistió a los detenidos por la
« Sanjurjada », sino que autorizó a todos los que lo solicitaron a reincorporarse al Ejército y,
en ciertos casos, incluso les facilitó el acceso a importantes cargos.
69 PRESTON, Paul, Franco « Caudillo de España », Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1998, p. 42.

Pour citer cet article


Référence électronique
Rocío Velasco de Castro, « De periodistas improvisados a golpistas consumados : el ideario militar
africanista de la Revista de Tropas Coloniales (1924-1936) », El Argonauta español [En ligne],
10 | 2013, mis en ligne le 25 juin 2013, consulté le 18 mars 2021. URL :
http://journals.openedition.org/argonauta/1590 ; DOI : https://doi.org/10.4000/argonauta.1590

Cet article est cité par


Gajate Bajo, María. (2019) Las campañas de Marruecos y la opinión pública.
Una puesta al día. Hispania, 79. DOI: 10.3989/hispania.2019.018

Auteur
Rocío Velasco de Castro
Universidad de Extremadura

Droits d’auteur

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