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GUERRA 1870-7
OTRÊBE 'rT.A-
1
WAGHTER
ILLUSTRATIONS DE A. DARJOU
-'
PARI S
E. LACHAUD, ÉDITEUR
4, PLACE DU THÉATRE-FRANÇAIS, 4
1873
Tous droits réservés.
Sucumbiendo bajo el peso de inmensos desastres, Francia
desconfia de si misma despues de un afio. Obrando como si tra-
táse de castigar el orgullo que fundaba en el recuerdo de su
gloria y fortuna precedentes, ha exagerado sus faltas y su de-
cadencia. En una palabra, se ha calumniado. Solo ha visto
retiradas en los combates, vergüenza en la invasion, errores
en los hombres, derrotas en los generales, inercia en los sol-
dados; la traicion se le ha presentado por todas partes, como
unica explicacion de sus reveses.
;
rehusando del Imperio hasta la libertad, afirmaba al mismo tiempo
no aceptarla sino del sufragio universal rechazando asi toda manco-
munidad con el partido demagógico. Reserva digna de elogio sin duda,
cuyomeritoconviene atribuirala conviccion que participaban todos
los hombres sensatos, de que la clase obrera no responderia en estos
momentos á un llamamiento á las armas. Cuando se trató de votar
el plebiscito, el partido de la revolucion reunio 1,560,709 votos.
Invitadoporalgunos de sus jefes áluchas mas peligrosas,los meses
precedentes, este mismo partido suministro apénas treinta hombres
armados, decididos á combatir.
El segundo grupo, dirigido por D. Ernesto Picard, no declaraba
todavía públicamente sus tendencias, pero las dejaba comprender con
facilidad. Eran muy distintas de las que profesaban los diputados
republicanos. El25 de mayo, en una reunion celebrada en la casa de
D. Ernesto Picard, calle Saint-Honoré, diez y seis diputados se
adhiriéron á una proposicion muy grave presentada por el Sr. Keratry.
El jóven representante de Breste sostenia, que en presencia de los
acontecimientos realizados despues de seis meses, la democracia
liberal debia abandonar el terreno parlamentario para refugiarse en
la abstencion, ó bien concluir con una oposicion negativa y decla-
rarse dispuesta á aceptar el poder, el dia en que el Emperador se
decidiése á practicar íntegramente el programa de los demócratas
liberales.
La discusion fué bastante acalorada. D. Ernesto Picard, designado
como jefe del partido que se formaba, vacilaba en romper abierta-
mente con sus companeros de lucha. Pero impulsado por sus amigos
mas jóvenes, y accediendo á las instancias de los Sres. Guyot Mont-
payroux, Wilsons y Steenakers, aceptó la direccion de un grupo,
destinado, sin los acontecimientos ulteriores, á granjearse bien pronto
todo el centro izquierdo del Cuerpo legislativo y á dejar aislada la
infima minoria que componia la izquierda radical.
La oposicion descubierta, como se llamaba la fraccion parlamen-
taria dirigida por D. Ernesto Picard, se componia de los Sres Jou-
vencel, Lecesne, Riondel, conde de Choiseul, Barthelemy Saint-
Hilaire, conde de Keratry, Bethmont, Rampont, Malézieux, Lefebure-
Pontalis, duque de Marmier, Javal, Wilson, Steenakers y Guyot-
Montpayroux. Para todo el mundo ella formaba el nucleo del partido
12.
pig.
publica,
fuerza
la
de
ageates
10';
de
brutalidad
y
imprudencia
la
de
cama
4
graves
mas
m'lcho
atropello"
y
tumultos
a
limitaba
se
Todo
wigh, llamado á recoger en breve plazo la sucesion del ministerio
Ollivier y de sus amigos, convertidos en lostorys del Imperio. A pesar
de las reticencias de su jefe D. Ernesto Picard, que avanzaba con
suma prudencia en la via donde le arrastraban sus companeros,
puede asegurarse que la oposicion descubierta no constituia un peli-
gro para el Imperio, porque pensaba mas bien mejorarlo que no
destruirlo.
Si la dinastia imperial no tenia que temer nada de 10s orleanistas
adheridos por mitad; de la oposicion descubierta que le ofrecia un
relevo de personal gubernamental, ni de la oposicion encuhierta,
decidida á no oponer mas que barricadas oratorias al establecimiento
l
imperial, debia desconfiar al ménos de las tentativas demagógícas ?
Este partido, el unico capaz de una accion enérgica, reclutado
entre los comunistas, socialistas y exaltados, reconocia al fin la impo-
tencia de sus esfuerzos.Veinte veces despues de seis meses habia
intentado apoderarse de la situacion, y otras tantas hubo de batirse
en retirada, á pesar de la complicidad burlesca ó curiosa del público.
Todos los medios le parecian buenos; desde las barricadas hasta el
crimen. Uno de sus mas activos partidarios, D. Gustavo Flourens,
que debia perecer al año siguiente en medio de la guerra civil, ha
confesado en su libro títulado Entrega de Paris, cual era el verdadero
objeto de la demagogia en los primeros meses del ano 1870, y ha
confesado la existencia de conspiraciones, cuya invencion atribuia el
,
escepticismo público, á la policía imperial. Enumerando los servicios
prestados á la causa radical por el partido que veia en él su mas
valiente campeon, el Sr. Flourens describe en estos términos la tarea
que se habia impuesto : « Conmover y agitar continuamente los ani-
mos, hablando, escribiendo, combatiendo, levantando barricadas inde-
;
fensas y faciles de tomar inventando cada dia una nueva conspira-
cion entre los habitantes ô entre los soldados, aun cuando debiese
;
abortar sucesivamente hacer temblar al tirano, trastornar su razon
y reducirle de dia en dia á la impotencia y á la estupidez.
El Sr. Flourens no exagera. Sus amigos realizaban en conciencia
aquel programa; pero los dias de lucha proyectada, nunca se podia
reunir mas de cien combatientes. Todo se limitaba a tumultos y atro-
pellos mucho mas graves á causa de la imprudencia y brutalidad
de los agentes de la fuerza pública, y de la culpable curiosidad de la
poblacion parisiense, que se dirigia al teatro de la revolucion todas
las noches despues de comer, como á un espectaculo publico que no
costaba dinero. Bastaba por otra parte recorrerlos periodicos radicales
para juzgar del desórden a que se hallaba reducido el partido.Pocas
veces se ha visto en la prensa tal grado de violencia. Al siguiente dia
del plebiscita, el Rappel, órgano fantastico redactado por D. Augusto
Vacquerie y D. Pablo Meurice, bajo la elevada inspiracion de Victor
Hugo, juzgaba del modo siguiente los resultados del escrutinio.
« jSiete millones de votos !. Los votos de los timidos, de los opri-
<c midos,
de los vendidos al gobierno, de los engañados, de los
«hombres politicos, de los orleanistas, de los sirvientes y'de los
« imbéciles. »
La Marsellesa de D. Enrique Rochefort, diputado de
Belleville, era mas violenta aun, y ofcecia, al mismo tiempo que sus
cólegas, el singular espectáculo de pretendidos democratas negando
el sufragio universal. Pero al fin, el público, por muy indiferente que
fuése, empezaba ya á despreciar el lenguaje grosero yatrevido de los
diarios que pudiéran llamar un instante su atencion. La injusticia
evidente de aquellos ataques, escritos en estilo vulgar, indigno á los
mismos que aplaudieron las primeras injurias de sus autores; y podia
decirse que, á la sazon, la prensa radical parecia solo tener la mision
de justificar, con pruebas irrecusables, e1 exceso delibertad concedido
por el Imperio constitucional.
Pero, si al juzgar por las apariencias, la sociedad francesa y su
-
jefe parecian poder contar todavía con muchos anos de tranquilidad,
y descansar sobre solidos cimientos, no era en realidad necesario
remover profundamente esta superficie para descubrir unainmensa
descomposicion que habia corroido su base, yesperaba solo una oca-
sion favorable para sepultar en el abismo lo que fué una Francia
poderosa y un gobierno fuerte.
El mal existia despues de mucho tiempo. Sus primeros sintomas
se presentáron al dia siguiente de la terrible insurreccion de junio
de 1848, cuando la clase obrera, enganada, y no comprendiendo que
el derecho de sufragio que se Ie, conferia bruscamente, no le asegu-
raba las ventajas materiales de que gozaban un año ántes los elec-
tores contribuyentes, ensayaba en vano conquistar por la fuerza e1
alivio de sus males. Despues de esta derrota, la pasion politica popu-
.lar, inspirada hasta entonces de sentimientos generosos y dignos,
empezó á entregarse exclusivamente á las cuestiones sociales. El
aumento de salarios, la disminucion de horas de trabajo, la investi-
gacion mas ó ménos utopica de los medios para subordinar el capital
al trabajo, y aun la supresion del primero, tales fueron los estudios á
que se dedicaron los vencidos de junio.
Enotraepoca, se encontraba con masfrecuencia ciertas familias cuya
ambicion consistia en ahorrar una pequena parte de la suma ganada
durante la semana, y considerar como año feliz cuando el invierno
poco riguroso disminuia los dias sin trabajo, y cuando la salud,
huésped habitual, reinaba sin interrupcion en el hogar doméstico.
;
Entónces tambien el hombre era patriota y en los rasgos de genero-
sidad que transformaban cada trabajador en un entusiasta amigo de
Polonia, de Italia y de todas las pequeñas nacionalidades oprimidas,
no hubiera sido dificil desarrolIar un sentimiento profundo de
orgullo nacional, con la idea de que Francia era solo bastante grande
y poderosa para proteger á los débiles.
En menos de un año se opero un sensible cambio en las ten-
dencias y costumbres de la clase obrera. Á fuerza de repetirsele
que era soberana de nacimiento como un Borbon, quiso gozar de
los beneficios que creia adheridos á su soberania. El sentimiento
de compasion que experimentaba por las naciones vecinas, degeneró
muy pronto en cosmopolitismo. Los pueblos dejáron de ser prote-
gidos eventuales, para convertirse en hermanos. La disciplina moral
y material se rechazaba como un freno penoso para tantos soberanos;
y si el canon de junio consiguio sofoear tales deseos y revoluciones,
fué sin embargo impotente para devolver á la clase obrera las cualida-
des que la hacian digna de toda consideracion, debiendo solo a un
año de predicacion socialista y de zalamerías demagógicas, este
cambio de ideas.
Asipues, cuando el 2 de diciembre de1851, el principe Luis Napo-
leon, atacando la representacion legal de la nacion, se improviso
dictador yacabo de destruir en las masas la nocion de legalidad, tan
debilifada ya, el pueblo de las ciudades no se movio. Creyó haber
hallado el jefe que apetecia, y el que le procuraria en fin los benefi-
cios de una soberanía que hasta entónces no le habia ocasionado mas
que dificultades sin provecho. Un obrero al leer los anuncios del
golpe de estado exclamó : « Barbés ha pedido para nosotros un
,
millar á los ricos, y Bonaparte nos lo repartira. » El pueblo dejaba
,
obrar, confirmando de este modo el proverbio de uno de sus parti-
Marios verdad siniestrapero caracteristica de Prudhon, que la
comenta de este modo significativo: « Liberalidad como en tiempo de
( los reyes, i tal es todo el socialismo del pueblo! »
En cuanto á la clase media, su victoria de Junio, comprada a tan
elevado precio, no le 4io experiencia alguna. Al dia siguiente de
Febrero, tuvo miedo; y despues de Junio no comprendio que tenia
pormision, moralizar, aliviar, socorrer yamar á 10s mismos á quienes
;
tuvo la cruel necesidad de veneer. Victoriosa, le bastó ;er su econo-
mía asegurada y cuando se sintio derrocada como cuerpo politico,
por el tropel del sufragio universal, que ratificaba con 7,500,000 votos
el golpe de estado, se resignó, y consintio en todo, con tal que el
nuevo poder le garantizase la libre disposicion de sus bienes, y la
protegiése contra el mónstruo de quien triunfaba, aunque no sin
medir en su cuerpo sangrienlo el tamario de los garfios que habian
causado sus heridas.
Preparado el terreno de este modo, el Imperio debia ensancharse y
engrandecerse.
Se ha repetido con frecuencia, que el régimen imperial ha sido
la causa fundamental de la desmoralizacion y corrupcion que experi-
mentamos. El Imperio ha sido uno de los efectos, convertido en
causa á su vez. Aprovechándose de la desmoralizacion general, ha
contribuido a su desarrollo, pero no la ha originado. Comprendiendo
unicamente la tranquilidad que proporcionaba para gobernar un pue-
blo desprendido de repente de las mas nobles pasiones del espíritu
humano, que concentraba toda su actividad en la conquista de goces
materiales, reconcentró todas sus fuerzas y empleo todo su poder en
excitar ambiciones que se convertian cada dia en grandes é imperio-
sos deseos. Á este precio la nacion se sometió y firmo su abdica-
cion.
; ;
El goce duró mucho tiempo. Todo el mundo disfrutaba el dinero,
abundante y fáeil, se ganaba sin mucho trabajo los salarios au-
mentaban, y con este aumento, se desarrollaban el lujo y el amor
á los placeres. ;, Quién pensaba, durante estas largas horas de
opulencia, en hacer el balance de su verdadera situacion ?
El
obrero, fiel por algun tiempo á su primera impresion, esperaba
mucho del gobierno que habia aceptado. Lo que Barbés prometió,
Bonaparte iba á procurarselo. A1 fin nada recibia, y se encontraba
tan pobre como ántes, sintiendo ademas excitada su codicia, á la vista
de tanta riqueza y elegancia como se ostentaba en las anchas aveni-
das y paseos de Paris. Esperaba los vinos generosos, el vino de los
ricos, pero miéntras tanto no conocia otra cosa que la embriaguez
del pobre. Irritado, desilusionado, quiso desprenderse del hombre
que con tanto entusiasmo recibió. Su odio fué superior á la confianza
;
que le inspiro el dictador de 1851 y su cólera se convirtio en rabia,
cuando reconocio los fuertes lazos con que su pretendido salvador le
tenia sujetado. Dividio en lo sucesivo su desconfianza entre los vic-
toriosos de junio de 1848 y el vencedor de diciembre, resuelto á no
contar mas que con sus propias fuerzas.
Desde este dia, en su imaginacion condeno el organismo social todo
entero. El pueblo, sometido materialmente, supo fingir su docilidad,
desinteresandose en la apariencia de la politica, reuniéndose bajo el
pretexto de estudiar cuestiones profesionales, que no despertásen las •
;
tumbres de disipacion y embriaguez. En 1868, se suprimio la dotacion,
para restablecer el reemplazo pero esta reforma no sirvió sino para
disgustar á los soldados viejos, viéndose privados de repente de su
elevada paga y amenazados de la expulsion de sus regimientos. La ley
de 1855 inundo los cuerpos de hombres demasiado viejos; y la de
1868 los lleno de hombres muy jóvenes.
Un solo medio le quedaba al legislador para introducir nueva
;
sangre en el ejército, y elevar e1 nivel que de dia en dia iba de-
cayendo mas para esto era preciso dedicarse á hacer obligatorio
para todos el principio del servicio militar, forzando á ingresar en las
filas á los jóvenes que se alejaban de la milicia, en cuanto
adquirian alguna instruccion, ó poseian algunos bienes de fortuna.
Pero nadase hizo. Sin embargo, justo sera reconocer, que el gobierno
encontraba dos poderosos adversaries en la abolicion del reemplazo ;
la opinion publica y los diputados, con cuyo apoyo contaba de ordi-
nario. Así pues, el ejército no era ya mas que una reunion organi-
zada de proletarios, á la cual la prensa demagogica no dejaba de
dirigir su propaganda, comprendiendo muy bien, que encontraria
favorable acogida entre estos desgraciados, la que se titulaba defen-
sora del pobre. La Marsellesa, el Reveil y otros organos revolucio-
narios se distribuian con profusion en los cuarteles, se discutian sus
doctrinas en las cuadras, y la disciplina se resentia de esas predica-
ciones anárquicas. Los oficiales apénas se atrevian á contar con la
obediencia de los hombres colocados á sus órdenes.
En cuanto á la clase de sargentos, verdadero armazon de todo
ejército digno de este nombre, no se encontraban medios de reclu-
tarla. Despues de la promulgacion de la ley de 1868, sevio rehusar
los galones de sargento á soldados instruidos é inteligentes, porque
los privaban del licenciamiento, y noles procuraban otra cosa sino un
aumento de trabajo, sin recompensa de ninguna especie. Las armas
especiales estaban todavia peor remuneradas.
Un favoritismo ilimitado cambio las solidas cualidades á que nues-
tros oficiales debian su antigua reputacion. Despues de la guerra de
Crimea, los altos empleos militares se convirtiéron en el feudo
exclusivo de los amigos personales de palacio, sobreponiéndose el
hombre agradable al oficial inteligente y util. Los jefes valientes é
instruidos se retiraban del ejército, ó buscaban posiciones que pu-
diéran evitarles todo contacto con los que debian mandarlos. Así
pues, disgusto y falta de disciplina en las clases inferiores, enojo
resignado en las escalas intérmedias, debilidad y presuncion en la
mayor parte de los jefes superiores, tal era el estado moral del
ejercito, en vísperas de la lucha desigual que iba á empeñarse entre
Alemania y Francia.
La poblacion rural era la uliica que no podia inspirar inquie-
iudes al gobierno. Sustraida por su aislamiento á la propaganda de
la oposicion, vivia en paz, gozando sin agradecimiento ni ingratitud
;
abandonaba los campos para sepultar sus economias, transformadas
en metálico, en los valores mobiliarios esa nueva moneda del juego
de Bolsa.
La espedicion de Méjico puso en espectativa, por un instante, la
poblacion rural, sacandola de su indiferencia babitual, pero esta
inquietud no duro mucho tiempo, y los cultivadores no se quejáron
('úl aumento de cargas del presupuesto, porque la mejoria de sus
1 entas las compensaba con exceso.
:
alemanes, la señal de una guerra inmediata. Un periodico de Baden,
le Badische Landeszeitung, publicaba el párrafo siguiente « Prusia
Francia compre el Luxemburgo. Y si los panta-
« no tolerara que
1°.
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La
a su amigo el general Trochu, del modo- siguiente :- <r Del otro lado
« del
Rhin, no hay un solo aleman que no crea en la guerra. » En la
;
misma época, los informes de policia militar indicaban la presencia de
diversos agentes prusianos que recorrian la frontera espías topo-
gráficos de la proxima lucha. Á un llamamiento pacifico de los estu-
la
dianles de Estrasburgo, Burschenschaft habia respondidopor medio
de una insolente proclamacion en la cual se calificaba á los Alsa-
cianos de Alemanes degenerados. Los circulos politicos y militares
prusianos solo se ocupaban de la entrada en campana, del desquite
de Yena y de la conquista de Alsacia y Lorena. En Francia, la exci-
tacion, aunque ménos ardiente, era sin embargo viva en la clase media.
La prensa, traduciendo con exageracion el estado de los ánimos,
entretenia en el publico sentimientos que desbordaban á cada ins-
tante. Uno de los hechos que prueban esta excitacion es la resisten-
cia que varios obreros franceses, ocupados en instalar la exposi-
cion de 1867, opusiéron á la ereccion de una estatua ecuestre de
Guillermo 1°, cuyas colosaLesproporciones aparecian á sus oj os como
un desáfio y una provocacion. Bien es verdad que al dia siguiente
se olvido este heclio aislado, pero en Berlin se acordaban de él; y
cuando e1 rey Guillermo llego á Paris con los demas soberanos sus
parientes, su primera visita fué á las alturas de Chaumoni. Ante
todo, y para saludar la capital que iba á darle su hospitalidad, queria
mostrai1 a su estado mayor el sitio que habia pisado viclorioso en 1815.
En 1868, el anuncio de proximos acontecimienlos produjo tal in-
quietud, que las transacciones mercantiles resintiéron una. grave
paralizacion. El balance del Banco de Francia, acusaba una exis-
tencia de mas de un millar doscientos millones de francos, y su
gobernador, Sr. Rouland, atribuia esta aglomeracion de metalico
en sus cajas « á la pesadilla de la incertidumbre que reinaba en
« Francia y en toda Europa. » Y j, cómo no habia de ser asi? En
los salones se repetian publicamente los propositos de personajes
prusianos; yestas conversaciones no podian dejar la menor duda de
la verdadera preocupacion de los hombres de Estado de esta potencia.
El Sr. - de Schleinitz, intendente del rey Guillermo, asegurando
que ántes de diez y ocho meses la Alsacia seria prusiana, y èl ge-
neral de Moltke, en suviaje estratégico por nuestras fronteras, seguido
i
y observado dia por dia, no daba á entender que tomaba sus
medidas para realizar los pronosticos del Sr. de Schleinitz?
En Francia, 199 diputados contra 61 votaban la ley de reemplazo
del ejército, y la formacion de la guardia móvil. Esta ley, aunque
imperfecta, debia en un corto plazo suministrar 1,200,000 hombres
dispuestos á entrar en campana. Pero los ministros, obligados á
sostener la tésis de que esta ley se presentaba con el solo y unico fin
de no hacer uso de ella, no querian imponerse un mentis demasiado
alarmante; yno *hicieronnadapara utilizar el arma defectuosa, pero
terrible, colocada entre sus manos. Bien pronto las preocupaciones.de
la politica interior distrajéron al gobierno y a la nacion del estudio de
las reformas militares. Las elecciones generales, la caida del minis-
terio Rouher derrotado por el Cuerpo legislativo y el nombramiento
del gobierno del 2 de enero, ocupaban demasiado la imaginacion de
los Franceses para pensar en que Prusia acechaba la ocasion favo-
rable, y se hallaba preparada de manera á no dejarla escapar.
Nadie puede asegurar todavía si el deseo de libertarse de las
fatigas de la política exterior no tuvo mucha parte, en la decision
que tomó entónces Napoleon de entrar francamente en la via de re-
formas liberales. En efecto, á cada paso, desde 1866, el Emperador
se habia comprometido mas ymas. Todas sus combinaciones fraca-
saban. La cuestion del Luxemburgo abrió de nuevo la llaga sin
curarla, y cada dia excitaba nuevas y mas vivas desconfianzas de
parte de la Europa. Inglaterra fijaba sus miradas en Bélgica. En
Mentana, los triunfos conseguidos por el general de Failly contra
los voluntarios mandados por Garibaldi hiciéron de la Italia un ene-
migo nuestro, tanto mas irreconciliable, cuanto que su odio tenia un
pretexto suficiente para olvidar los servicios que le habiamos prestado.
Era pues una fortuna para Napoleon III, que una crisis interior
trajése al poder hombres simpaticos á la nacion, con un programa
sostenido y aprobado por todas las fracciones de la Cámara, el cual
podia reasumirse en estas dos palabras : paz y libertad : la política
interior iba á disimular los reveses sufridos en el exterior. Se acusó
con frecuencia al gobierno, de querer realizar un cambio en el extran-
jero para conjurar la revolucion y evitar la concesion de instituciones
liberales. Nadie conocio que se servia esta vez de la libertad para
alucinar á la nacion, é impedirle profundizar los abismos que la ro-
deaban.
El ministerio de negocios extranjeros del gobierno del 2 de enero
se confirio al conde Darú. Ningun otro mejor que él se hallaba en el
caso de realizar, sin pensarlo, los designios de Napoleon III. Repre-
sentante severo de la desconfianza en el seno del Gabinete, el conde
Darú, desterrado del 2 de diciembre, debia exagerar mas bien que
atenuar la parte pacifica delnuevo programa ministerial. De este modo
se inauguraba una política opuesta a la que se atribuia al Imperio, al
-
caba un desahogo, sostuvo la redaccion de la nota que aparecio
como la hemos citado y trasmitido, sin darle
un caracter apasionado.
La opinion publica no podia darse cuenta todavia de' los -desastres
que el artículo ministerial ocultaba en su regazo.
Sin embargo el mundo politico estaba ya en acecho. El gabi-
nete de D. Emilio Ollivier, en el cual, desde su llegada al poder,
,
el ministro dio facil acceso a todos los periodistas mas notables, veia
llegar a cada instante multitud de personas curiosas de oirde la boca
la
del presidente del Gonsejo, interpretacionverdadera que debia darse
á la nota publicada por orden del duque de Gramont. El"Sr. Ollivier
respondia con altivez a todos, diciendo : que Francia no toleraria
esta vez un nuevo insulto de parte de Prusia; y que el GaMneteno
dejaria de cumplir con su debér.
El ministro de la' justicia cumplia este dia sus cuarenta y cinco
anos.
: El-evado, por medio de mil obstáculos, á la mas alta posicion que
puedeambicionar el hombre en una monarquia, no hubiese sido indig-
no, en époeà mas tranquila, del puesto que ocupaba.JurisconsuHo
y
distinguido, poeta abogado que se elev-aba con^recuencia hasta el
arte oratorio, tuvo a veces el instinto de la verdadera nobleza. Era
un partidario de la libertaddemocratica, pero que no daba á la
intriga mas que lo peor de si mismo; y al hacerlo asi, cedia mas
bien á su temperamento meridional que á una determinacion precon-
cebida.Fàcil en cambiar de opinion y marcbando por- instinto hacia
el poder, creyendo que venia á el, poseia en alto grado las virtudes
secundarias que cautivan la clase media, el desinteres yla benevo-
Berlin!
!
A
Iterlin
A
lencia. Era valiente; cortesano sin saberlo, amante de popularidad
hasta el extremo de encontrar una rigurosa satisfacciop. en el odio
inmerecido que inspiraba á las masas ; encantado de su persona,
este Séneca de la oratoria era el hombre menos apto para la terrible
crisis que estaba destinado á conjurar. Profesando un desdenoso
menosprecio por los ataques de que era obj eto; y afectando una
especie de coqueteria en no dar importancia a la opinion general
sino para encumbrarse, era incapaz de oponer á las seducciones de
un soberano, de quien se creia deudor, ó á las intrigas del vulgo,
del que se titulaba defensor, la resistencia tranquila y decidida de
un hombre de Estado que conoce los verdaderos intereses de su
patria. Semejante àun ligero pedazo de corcho que al parecer domina
la oleada, peroque sin embargo se agita á merced de ella, D. Emilio
Ollivier cedia ya tambien al movimiento que pretendia dirigir.
Por otra parte, se complacia en el papel que los acontecimientos
inesperados debian imponerle al parecer. Ser mas sensible que nadie
en cuestiones de honor nacional, despues de haber sido el apostol mas
ardiente de la paz, i,no era crear, bajo un nuevo aspecto, su prepon-
derancia sobre los hombres politicos que reemplazaba, y cuya energia
?
y susceptibilidad se consumian solamente en palabras Cuando los
hombres influyentes del Imperio sufriéron con resignacion el choque
de Sadowa y el bofeton del Luxemburgo, i no era incitante el
probar al pais que, un gobierno liberal, amante del derecho y de la
justicia, tenia mejores armas que ningun otro para hacerse respetar?
Se conocia por una sensible experiencia el influjo de los artificios
diplomáticos. Iban á verse en obra, hombres de Eslado leales, sin-
ceros, diciendo en -aIta voz* lo que querian. Despues del camino
errado, la linea recta. A la vista de toda Europa, y ante la opinion
publica, se proseguian las negociaciones. Teniendo al mundo entero
por juez y la frariqueza por abogado, j la causa estaba ganada de
antemano! Se mantendria la paz, y Francia quedaria rehabilitada a
sus propios ojos.
Desde la noche del 4 la prensa francesa se hace duena de las
noticias para comentarlas. Esta primera intervencion se expresa por
medio de amargas interrogaciones. Búscase al culpable, al agresor ;
y ya se colocan los parlidos de modo que recaiga en provecho de su
-ridio el incidente que sale á luz. Los radicales, mal informados y
convencidos de que el gobierno esta decidido á sufrir esta vergon-
zosa afrenta, publican el oprobio que contiene la candidatura del
principe de Hohenzollern. Los periodicos adictos al antiguo régimen,
declaran que es necesario estar completamènte loco para ofenderse
de un acto tan natural y conforme al nuevo derecho público, miéntras
que los periodicos constitutionals, empeñados en dirigir las ideas
del Gabinete, dicen de un modo terminante, que no es pusible que
Francia permita en sus fronteras la instalacion de un principe vasallo
i
de la Prusia. Hecho significative! La opinion no se extravia un
momento al buscar el autor de la intriga espanola. Aun-no se ha
pronunciado el nombre del conde de Bismark, y sin embargo
todos le sehalan digno del encono de la nacion. Espana y sus hombres
;
politicos deben, en apariencia, reasumir solamente la responsabilidad
de acontecimientos realizados en su provecho y sin embargo nadie
habla de imponer la eleccion de un nuevo candidato á las Córtes
espaholas, ni de vengarse de este acto de desconfianza y hostilidad.
:
el de Bismark. á una sola nacion se amenaza :
En los almacenes y en los grupos, se maldice un solo nombre
á Prusia. Es
verdad que nadie se hace cargo de los medios que liabran de
emplearse para obligar los Alemanes á ceder ó á batirse. Muy pocos
saben todavia que, segun el texto de la constitution de familias
reales, el principe Leopoldo no puede hacer nada sin el consenti-
miento expreso de su pariente y soberano el rey Guillermo. No se
;
cree tener un motivo legal de cólera, un agravio jurídico contra
Prusia pero ;, que importa? Esmenester acabar. Despues de
mucho tiempo, el huracan amenaza. j Qué estalle de una vez Se !
considera como burla, la pretendida ignorancia de nuestros represen-
tantes en el extranjero, que al parecer han sido enganados por el
general Prim y por el canciller federal. Esperando que los diplo- -
;
llante y honoriflca que pueda desearse. Ayudante de campo de
Napoleon III, ministro de la guerra despues cuando el sentido
comun le imponia el imperioso deber de conlinuar á todo trance la
obra de reorganizacion militar empezada por el ilustre general Niel,
se consagro exclusivamente á las esperiencias balisticas que el
Emperador, fiel á su gusto decidido por la
artilleria, mandaba eje-
cutar en los talleres de Meudon. La restauracion del régimen parla-
mentario acabó de trastornarle. En lo sucesivo, los atractivos de la
tribuna le hiciéron 'olvidar cuan austera é ingrata era la tarea que le
legó su predecesor. Quiso agradar, para rendir homenaje de sus
Iriunfos á su senor. Muy simpatico aun para los diputados de la
642,000 hombres :
segun los cálculos de las oficinas de la guerra, ascendia á
número casi igual al del efectivo existente
en 1° de octubre de 1869. De este total, es menester deducir
75,000 jóvenes soldados del contingente de 1869, que no se
Lecesne;
dos diputados de la oposicion descubierta, Sres. Riondel y Jules.
cinco miembros bastante desconocidos del centro izquierdo,
Sres. Carré-Kerisouet, el baron d'lvoire, Tassin, Henri Baboin y
el conde de Hesecques. Solo el Sr. Cochery, hombre muy activo,
lleno de agitacion y muy adicto á la persona y politica del Sr. Thiers,
podia inspirar alguna inquietud al ministro. Tenaz, ardiente y mo-
viendose con violencia al murmullo de sus mismas palabras, el
diputado del Loiret estaba poc.o dispuesto á contentarse con una de-
claracion banal. Sin embargo no se hizo nada para obligarle á
guardar el silencio. Habia ofrecido espontáneamente aplazar su
interpelacion, pero el ministro declaro, con insistencia, que no veía
ningun inconveniente en que se formulase en el acto.
« Pedimos
explicaciones al gobierno acerca de la candidatura
« eventual de un
de
julio
en
tropas
de
movimie:)tos
Primeros
« Para impedirlo., contamos á la vez con la prudencia del pueblo
«
aleman y con la amistad dela nacion espanola. Si lo contrariosuce-
«
diera; fortalecidos con vuestro apoyo y el de la nacion, sabriamos
«
cumplir nuestro deber sin vacilar y con energia. » ,
Actitud diplomatica tomada por la Prusia el 5 de julio. — El Sr. Benedetti recibe orden de
dirigirse á los baños minerales de Ems, cerca del rey Guillermo. -- Primeras instrncciones
dadas á nuestro embajador. — Situacion prudente del Sr. BenedetLi. — La prensa ale-
mana. — Entrevfsta del rey de Prusia con el embajador francés. — D. Emilio Ollivier
partidario de la paz. — El dnque de Gramont empieza á dejarse dominar por los parti-
darios de la guerra. — Hostilidad del Cuerpo legislativo. — Los gobiernos extranjeros.
— Regreso á Paris del Sr. Werther. — Aconteeimientos del dia 12. — Renuncia del.
principe de Hohenzollern.
,
;
zacion. Su primera carta oficial, rogaba al rey que intercediése
« aconsejando » la segunda, con el
epigrafe de « carta particular, »
« ordenaba á nuestro embajador que obtuviese del rey una res-
puesta categórica. En ella reasumia el ministro de negocios extran-
jeros la unica fórmula que en su sentir podia satisfacer á Francia é
impedir la guerra. «El gobierno del rey — debia decirla respuesta
« de Hohenzollern;
« solicitada de* Guillermo 1° — no aprueba la aceptacion del principe
tiempo: ;
dos despachos tan distintos de tono y tan contradictorios al mismo
en e1 primero, se le encargaba demostráse los mas pacificos
sentimientos en el segundo, se le instaba á poner el dogal al
cuello del rey de Prusia, negandole todo plazo. El Sr. Benedetti
no parecio detenerse, sin embargo, en los escrúpulos que debiéron
inspirarle esos despachos fechados de un mismo dia y redactados
de un modo tan diverso. Diplomatico versado en la escuela de los
Sres. Rouher y La Vallette, sabia muy bien de que manera cum-
plia su mision la diplomacia francesa despues de diez y ocho anos,
obrando unas veces por órden del soberano sin noticia de los
ministros, y otras sin conocimiento del soberano por orden de los
ministros, para que le duráse largo tiempo la sorpresa que debio
causarle el lenguaje del Sr. de Gramont. Hombre de espiritu pru-
dente, habil y preocupado principalmente en distinguir en las
ordenes que recibia, el verdadero pensamiento del amo, cumplio
su delicada mision con tal prudencia y tacto que, abandonados sus
resultados á si mismos, hubiéran sido ménos á propósito para favo-
;
del rey. Como pariente, habia tenido conocimiento y autorizado la
manera de obrar del hijo del príncipe Antonio de Hohenzollern su
dignidad nole permitia volverseatrás dela palabra dada. Sin embargo,
deseando no dejar al embajador bajo el influjo de una mala impresion,
y evitar todo pretexto á eventualidades de trastornos, el rey anadio
que ántes de reanudar esta conferencia, se informaría de las ultimas
disposiciones de su joven pariente, cuya resolucion habria podido
modificarse á causa del efecto producido por su candidatura. Muy
embarazado, no atreviéndose á seguir rigurosamente las ultimas
instrucciones del duque de Gramont, ni queriendo tampocó provocar
un rompimiento cuando las ultimas palabras del rey dejaban entrever
una posibilidad de arreglo, el Sr. Benedetti inclino la cabeza, ro-
gando al rey que acelerase la llegada de los informes que esperaba,
y haciéndole observar la legitima ansiedad del Gabinete de las Tu-
llerías, obligado á contener la opinion pública violentamente exciLada.
Por una singular fatalidad, el despacho telegrafico que contenia
los detalles de la entrevista del 9, esperado con tanta impaciencia en
Paris, no habia podido descifrarse todavia á las doce de la noche
del 10. Una siniestra tempestad, reconcentrándose sobre las llanuras
del -Rhin, habia interrumpido la trasmision de los despachos tele-
gráficos, é impedido el leer la mayor parte de la comunicacion de
nuestro embajador. Esta borrasca, viniendo como á pedir de boca
para permitir á los ministros guardar el silencio, se colocó inmedia-
tamente por el publico entre las otras muchas invenciones que hacen
poco honor á la imaginacion de sus autores, dudando de la buena fé
del Gabinete. Como este acontecimiento ocurrio en domingo, y el
tiempo estaba magnifico, la multitud, muy compacta en las calles,
dia en esta noche mayor escandalo que en ninguna de las prece-
;
el horizonte se despejaba. El Sr. de Olozaga habia hecho prodigios
de actividad, para modificar los proyectos de su gobierno y en aquel
momento, el regente Serrano prometia enviar confidencialmente a.
Dusseldorfsuayudante de campo, el general Lopez Dominguez, á fin
de persuadir el principe Leopoldo á "desistirse, y devolver á Espana
su libertad de accion.
el
Pero miéntras el ministro de la justicia, tomando fresco de una
;
apacible noche de verano explicaba asi ante algunos amigos sus pa-
cificas esperanzas, el duque de Gramont, colocado en el centro mas
ferviente del alto personal gubernamental, separaba poco á poco su
politica de la de su cólega, y cedia á los sentimientos expresados
publicamente en la comitiva del Emperador y de la Emperatriz. Tenia
á la vez que luchar contra los diputados de la extrema derecha, los
generales, los adversarios politicos del ministerio del 2 de enero, y
por ultimo, con los informes de la policia, que representaba los bar-
rios populosos de Paris, como dispuestos á levantarse en masa, si
elerno no tenia en aprecio su patriotica indignacion. « No
« puedeVd. figurarse hasta que punto esta exaltada la opinion pú-
«-blica. Nos - desborda por todos lados, y contamos las horas con
« ansiedad. »
Esto escribia e1 duque de Gramont al Sr. Benedetti á
su regreso de Saint-Gloudr el domingo por la noche. Nuestro emba-
jador, sin embargo. no descansaba; el 11 al mediodia, confe-
renciaba de nuevo con el rey Guillermo. Era demasiado exigente.
Pero ique decir al rey, cuando este subordinaba con tenacidad toda
declaracion decisiva a la respuesta que esperaba del principe de
?
Hohenzollern ^No convenia halagar las susceptibilidadesoficiales
de un anciano, de un rey que particularmente confiaba á nuestro
embajador la probabilidad de la renuncia del principe y el regreso á
Par-is del Sr. de Werther, encargado de comunicar al gobierno francés
esta favorable, noticia?
Por otra parte, debe reconocerse que la situacion del Gabinete
frances ibahaciendose mas dificil por instantes. El Cuerpo legisla-
.tivo, poeo acostambrado á grandes emociones populares, resistia
con pena á "las excitaciones exteriores, y no queria prestarse á de-
moras diplonlticas. que le parecian exageradas. Los rencoresy
envidia que habia provocado el ministerio del 2 de enero en el
y
centro. izquierdo en la extrema - derecha, estaban fomentados
naturalmente por la actitud mas que pacifica de. la extrema
izquierda, y la situacion decididade la oposicion descubierta, que
se calificaba de partido nacional liberal. Cuando los ministros,
dirigiendofee á la sesion, atravesaban la sala de conferencias,
donde se agitaba en-un enérgico- debate la multitud de dipu-
tados y periodistas de todas' opiniones, podian oir al paso .colo-.
quios-originales. Todos estos hombres eran sinceros; su patrio-
tismo sedesahog-aba con seguridad, en amargas recriminaciones
,
contra la falta de vigor e-indecision del ministro de la justicia y
d.esus^colegas';pero^podia exigirse de ellos que sus pasiones
personales nô tratasen de aprovechar las ventajas de una situacion
que quizá no se volveria á presentar jamas? El centro izquierdoJ
abandonado desdenosamente por los ministros;,dejaria sin castigo,
puesto que se les presentaba la ocasion, á los que no contaban con
él, despues de haber escalado el poder sobre sus espalas ?
No
eran enemigos tambien, esos jóvenes diputados que se agrupaban,
despues de algunos meses, al rededor de D. Clemente Dllvérnois,
representante de los Alpes Altos, distinguido escritor que habia
conquistado á fuerza de luchas el favor y la confianza del sobe-
rano, y cuya ambicion, apoyada ademas por su inteligencia poli-
tica, esperaba impaciente la hora en que el poder vendria a sus
manos, como una fortuna que vuelve á su Iegitimo dueno ?
Y los
diputados de la extrema derecha, exasperados de obedecer á ese
ministro cuya voz ahogaban cuando se sentaba, el quinto, al lado
de los cuatro unicos defensores de la libertad en el Parlarnento,
;,nõ eran tambien otros tantos enemigos que acechaban el menor
desliz del Gabinete, dispuestos á no dejarlo levantar de su êãidã?
Un sentimiento de conservacion personal y de orgullo se unia por
consiguiente á consideraciones de dignidad nacional, para impulsar
al duque de Gramont y á sus colegas á dar pruebas de energia y
no retirar un átomo de sus exigencias; pero al mismo tiempo una
percepcion mas pura de las disposiciones efectivas de las potencias
extranjeras les impedia pronunciar la palabra decisiva y los hacía
apoyarse fuertemente, aunque sin po'derse mantener largo tiempo,
sobre el terreno resbaladizo en que se habian colocado.
Cinco dias despues de la declaracion del Sr. de Gramont, era
imposible ya hacerse ilusion. Si la guerra estallaba, entrabamos en
ella sin alianzas. De San Petersburgo, el telégrafo habia. traido la
noticia ya prevista por todos los hombres de experiencia : el general
,
Fleury no pydo obtener del Czar Alejandro II, que influyese enérgi-
camente en las decisiones del rey Guillermo. Cierto es que el Empe-
rador de Rusia habia dicho, por medio del principe Gortschakoff, que
su gobierno aconsejaria al de Prusia la moderation; pero sin precisar
mas el objeto y limite de su intervencion. Habiéndose manifestado
esta reserva- despues de la entrevista del rey y del Czar, celebrada
en Ems el mes anterior, debia naturalmente concluir con todas las
veleidades de participacion en el conflicto por parte de las potencias
vecinas. "No se habia firmado un tratado secreto entre los dos sobe-
ranos, unidos á la vez por lazos de parentesco y por una estrecha
amistad? Inglaterra no necesitaba encontrarse en el caso de esta inter-
rogacion para acantonarse desde luego en una politica de no interven-
cion absoluta. Su ultimo acto de energia europea databa de 1863,
en el momento en que Prusia y Austria saqueaban la Dinamarca y le
arrebataban el ducado de Sleswig. Aquella potencia propuso entónces
á Francia una accion' militar en comun contra Prusia, que ensayaba
en esta guerra insignificante las grandes luchas del porvenir, yafilaba
las bayonetas de sus soldados en la piedra de las murallas de Düppel.
El Emperador Napoleon habia vacilado y rehusado en fin esta
alianza, contemplando con benevolencia la politica de las nacionali-
dades, practicada por monarquías feudales y de derecho divino. El
Austria, mejor dispuesta en nuestro favor, pero á la vez contenida
por el temor de la Rusia y por el sentimiento de las poblaciones ale-
manas de su imperio misto, nos daba pruebas de su simpatia por
medio de algunos articulos de periódicos; pero no debia arriesgarse
mas sobre el terreno diplomático, pormiedo deverse arrastrada á los
campos de batalla. En cuanto á Italia, nos era francamente hostil
desde el principio : sus revolucionariüs, de acuerdo con sus hombres
de Estado, se preparaban á sosprender el mundo con la mas cinica
ingratitud de que pueblo alguno haya dado jamas el triste espetáculo.
El dia 1-2 dejulio se anunciaba, sin embargo, bajo auspicios favo-
rables al sostenimiento de la paz. Alas diez de la mananallego á
Paris e1 Sr. Werther, acompanado del Sr. Bourqueney, realizandose
;
de este modo la promesa que habia hecho oficiosamente el rey Gui-
llermo la víspera al Sr. Benedetti y á ruegos del conde de Faverney,
jefe de gabinete del ministro de negocios extranjeros, se presentó en
el acto en el despacho del duque de Gramont. Allí se encontró al
Sr. de Olozaga, que traia oficialmente al ministro francés la copia
de un despacho dirigido al Gabinete de Madrid por el principe
Antonio de Hohenzollern, el cual parecia allanar todas las dificul-
tades, puesto que el padre del principe Leopoldo declaraba en él
que, en presencia de las complicaciones suscitadas por aquella candi-
datura, su hijo renunciaba al trono de España. Esta noticia, que
hubiéra debido colmar los deseos del ministro de negocios extran-
jeros, la recibio con una frialdad y una indiferencia extraordinarias.
Mas penetrado que sus cólegas del espiritu que animaba el alto
personal gubernamental; mas sensible á las habiles lisonjas de los
cortesanos; fingiendo no confundir el duque de Gramont con los
advenedizos al ministerio del 2 de enero, y atribuyendole senti-
mientos romanescos, que 10s demas negaban al guarda sellos, el
ministro de negocios extranj eros no pareció dar sino una mediana
importancia á la renuncia, no obstante inesperada, del principe de
Hohenzollern. Habló de ella como si se trátara de un acontecimiento
que apénas merecia tomarse en consiqeracion. Lo mas importante á
sus ojos, era que el rey de Prusia se asociase por medio de una
comunicacion cualquiera al desistimiento de su pariente.
D. Emilio Ollivier, tomando parte en la conversacion, le dio un
aspecto verdaderamente conciliador. Se esforzó en hacer protestas
pacificas, dejandose conducir á pesar suyo á sostenerlapeticion del
duque de Gramont. £Podiapedirsemenos?Apelaba al Sr. Werther,
testigo presencial de la excitacion del publico y del Cuerpo legislativo.
Una resisterjcia de parte del rey 4 un deseo tan legítimo, seria mal
interpret^. EJ Qabinele tendria que contener el choque y quizas se
veria obligado á ceder su puesto á hombres mas inclinados á reso-
luciones extremas. E1 duque de Gramont con cíertáraltívez, y el
guarda sellos con todos los recursos de su elocuencia, se esforzaron
para alcanzareste triunfo diplomático, que,- unido á la victoria obtenida
en Espana, debia permitirles preseijtarse ante la nacion y la Gamara
con el prestigio de triunfadores. El Sr. de Werther, cuyas instruc-
ciones eran terminantes y precisas, nada prometió, limitandase solo
á mantener la cuestion en los terminos que la propuso siete dias mas
tarde, ántes de su viaje á Ems. Separaronse : D. Emilio Ollivier muy
decidido á considerar asegurada la paz, cualquiera que fuése la res-
puesta del rey de 'Prusia; el embajador prusiano con el convenci-
;
miento de haber avanzado exactamente e1 peon en la partida de ajedrez
dirigida con taota habilidad por el conde de Bismark el ministro de
negocios extranjeros vituperando en fin, la debilidad de su colega el
presidente del consejo, y resuelto á obtener sin su anuencia, ventajas
mas brillantes.
El Sr. de Werther, perfectamente informado antes de su viaje,
conociÇl todos los pormenores de la comedia, cuyo desenlace aparente
acababa de dar á conocer el Sr. de Olózaga al duque de Gramont.
Miéntras que el rey, prevenido de 1a indecision del regente Serrano,
y de los escrupulos tardios. del general Prim, ganaba tiempo y
entretenia á nuestro enjbjajador, concertando precipitadamente en
Diisseldorf las medidas que debian tQPlarse, para que recayéra sobre
Francia toda la culpabilidad del incidente, sin propender á ello en
apariencia, y no exponer tajnpoco un principe de la familia real á
una derrota en las Cortes espanolas, cuyas disposiciones,
mejor
conocidas ya, hacian probable. Se adoptó la idea de dirigir un des-
pacho á Madrid, ifrmado por el principe Antonio, anunciando el
desistimiento de su hijo. Se habia conllado, y no sin razon, en que el
carácter recto del pueblo francés se negaria á seguir en sus meandros
tortuosos el hilo de esta comunicacion diplomática; y que la multitud,
corriendo hacia e1 objeto principal, sin inquietarse del hijo ni pieocu-
parse del padre, se ebstinaria en pedir satisfaccion á los- dos unicos
personajes que, desde el 3 de julio, absorbian toda su atencion; esto
es, eLrey de Prusia y el conde de Bismark. Su entrevista con el
duque de Gramont probaba demasiado bien al Sr. de Wertherque
el canciller no se habia enganado en sus combinaciones.
Ell mmistro de negocios extranjeros, dominado por la idea de
de Hohenzollern ;
nete? A las once dela mañana, conocia ya la renuncia del principe
iY sus despachos escritos á las
dos no instruian al
Sr. Benedetti de este acontecimiento! De un modo muyconfidential,
es como habla á su agente de la necesidad de comprometer y obli-
gar al rey de Prusiao á su gobierno. iQue significa esta recomen-
dacion especial de discrecion, sino que el ministro ha obrado sin
conocimiento de sus cólegas, y que prosigue solo un objeto particu-
lar, creyendo recibir, solo tambien, la respuesta que exige de n.uestro
embajador? El ministro no quiere la guerra á todo precio, pero
desea á toda costa un triunfo brillante, para acallar los animos fer-
vorosos y detener sobre los labios las soiirisas de compasion que ha
creido percibir. En" Saint-Cloud, los amigos de la Emperatriz, así
como ella misma, juzgan que el Gabinete holla el pabellon francés. A
él corresjponde llenar cumplidamente la tarea demasiado pesada para
la débil mano de sus cólegas. i Imprudente é incapaz atleta confundido
hoy bajo la misma carga que se ha creido bastante fuerte para sole-
!
vantar -
La parte ociosa de lapoblacion parisiense, cada vez mas excitada,
ignorando los últimos incidentes, estacionaba desde las doce del dia
esperanza de hablar
en 10s alrededores del Cuerpo legislativo, con la
al paso á los diputados conocidos y obtener algunos pormenores.
Las calles inmediatas alpalacio de las Cortes estaban invadidas por
una multitud de carruaj es de alquiler que tenian la mision de tras-
portar á la fortuna á los especuladores bastante dichosos para coger
al vuelo una noticia auténtica. La muchedumbre, contenida dificil-
mente por un cordon de agentes de policia, se esforzaba en violentar
la consigna, miéntras que los mas osados, mezclándose en los grupos
de diputadósque venian á la-sesion, lograban deslizarse, y concluian
poco á poco, á pesarde las ordenes mas
severas, por llenar la sala de
hacen. de la politica un placer Ó una profesion, y que forman, á
fuerza de.pacieticia y acacia,lo que se llama en la tribuna y en los
-diarios la opinion pública. Es menester haber oido,lo que sedecia en
este rinconcito de Paris, donde se resumian tan perfectamente las
y
pasiqnes, el ardor la cólera de la gran capital, para formarse .una
idea aproximada^del estado de los animos. Los unos, que el solo
-
nombre de Napoléon exasperaba, proferian las mas terribles expre-
siojnes,bendiciendo la hora fatal en que el Prusiano, con su bota
victoriosa, vendria á destrozar el trono levantado en 1852 sobre la
Republica asesinada. Los otros consideraban cinicamente la guerra
indispensable, segun ellos, para consolidar por victorias ciertas el
Imperio decaido por las concesiones liberales. Aqui por el con-
trario se hablaba un lenguaje patriotico. Hombres .de convicciones
-
liberales y para quienes, sin embargo, la idea de patria no era
una"vana aspiracion, expresaban con entusiasmo el deseo de que -
la
Francia salidse victoriosa, por
vocado por la candidatura del principe de Hohenzollern;
paz ó la guerra, delconflicto pro-
aun cuando
esta victoria debiése. aplazar indefinidamente - sus esperanzas,
devolviendo á la dinastía un prestigio que iba en disminucion cada
dia. Por intérvalos, una oleadavigorosa conmovia este tropel
* humano, llevandolo al encuentro de un diputado que, segun el par-
tido a que pertenecia, marchaba triste ó con la cabeza erguida. El
Sr., Grambettai y su amigo D. Julio Ferry, decididamente favora-
bles á una accion enérgica, veian abrirse á su paso las filas estrecha-
das antes por sus amigos, que se pasaban de mano en mano una
elocuente manifestacion de la Sociedad internacional de trabajadores,
protestando de la abnegacion « de los hermanos franceses para con
los hermanos alemanes y espanoles. » Se rodeaba á los recien ve-
nidos, haciéndoles mil preguntas, para abandonarlos luego que habian
hecho la confidencia de algunos rumores insignificantes. Alas dos
y media, la ausencia justificada de los Sres. Gramont y Ollivier hizo
pensar á los curiosos que el gobierno persistía en su actitud reser-
vada, y que pasaría aun el dia sin acontecimientos decisivos. Em-
pezó pues la sesion, y la multitud se deslizo lentamente, no dejando
tras ella mas que á los noticieros obstinados y á los capitalistas
pacientes, que no podian decidirse á abandonar el puesto, sin ver
realizarse las esperanzas concebidas en la manana de este dia.
Se restableció la calma, y el monótono murmullo de algunas con-
versaciones particulares turbaba apénas la tranquilidad de esta gran
sala, tan agitada pocos momentos ántes, cuando D. Emilio Ollivier
entró con paso tranquilo, como un hombre que viene á cumplir iang
tarea ordinaria, y á quien ninguna inquietud preocupa. Asediado
inmediatamente por sus amigos, y preguntado por D. Julio Mahías,
redaclor del Porvenir National, el guarda sellos, colocado por una
ironía del azar ante la estatua de Minerva, respondio sin dificultad,
que todo estaba concluido, y que un despacho « del padre Antonio »
de Hohenzollern habia traido al gobierno francés, aquella misma
manana, el desistimiento del principe Leopoldo.
;,POI' queprodigio deceleridad, estanoticia, dada sencillamente por
D. Emilio Ollivier á algunos periódistas, salio del Cuerpo legislativo,
y se divulgo en pocos minutos por toda la ciudad? Una extraordina-
-
ria agitacion reemplazó bien pronto, en todo caso, la calma que
reinaba algunos minutos ántes. Todos se precipitaban hacia las
puertas de salida para repetir la declaracion del ministro. Çien
coches se encontráron á la vez sobre el puente de la Concordia. Los
fondos publicos ofrecidos á 67 fr. 40 céntimas suben en un segundo
á 70 fr. 60 céntimas, arruinando y enriqueciendo de repente á la mul-
titud de especuladores; y París sabe en el acto que la paz esta ase-
gurada.
- Los que han conservado el recuerdo exacto de la hora que iiguió
Este era el golpe mas terrible que podia descargarse sobre el mi-
nisterio. Traduciendo en una fórmula parlamentaria las ideas que se
agitaban confusamente en todos los ánimos; dando cuerpo á todas
la
las críticas provocadas por actitud que tomó el Gabinete desde el
principio del incidente, Jos firmantes de la interpelacion ponian al
ministro de la justicia y á sus colegas en la imposibilidad de conser-
var sus carteras, si no se declaraba la guerra. Una discusion publica
: obre esta materia, hubiéra puesto demasiado fácilmente en evi-
:
Montpayroux, de la izquierda, suscito de nuevo la cuestion presen-
tada por su cólega de la derecha, diciendo « Prevengo al Gabinete
« que manana, de acuerdo con muchos de mis amigos, pienso hacer
Conducta de los ministros á partir del 12 de julio. — Desacuerdo en el seno del Gabinete.
— Nota pacifica del Constitutional. — Despacho belicoso del duque de Gramont. — Este
pide garantías al rey Guillermo, para el porvenir. — Enlrevisla de D. Salustiano de'
Olózaga y D. Emilio Ollivier. — D. Geronimo David interpela á su vez el Gabinele.
—
Manifestacion de los estudiantes en favor de la paz. El Emperador y el general Bour-
—
baki. — La paz á las diez y la guerra á las doce del dia. — El 13 de julio en Ems.
—
Los enganos prusianos. — El rey se niega á recibir a1 Sr. Denedetd. Nota de la
—
Gaceta de Cologne. — Se decide la guerra el14 de julio á las diez ymedia de la noche.
:
insertar en e1 ConstituciQnaJ, á propósito del desistimiento del prin-
cipe de Hohenzollern « No exigiamos otra cosa de él, y acogemos
« con orgullo esta
solucion pacifica, i una gran victoria que no cuesta
« una lágrima, ni
una gota de sangre! », el duque de Gramont, alu-
diendo por la
primera vez á un acontecimiento que conocia, desde
las once de la manana, dirige al Sr. Benedetti el despacho siguiente
fechado á las siete de la tarde.
« Acabamos de recibir, ahoramismo, del embajador de España,
la
« renuncia que el principe Antonio hace, en
nombre de su hijo Leo-
« poldo, de la candidatura al trono de España. Para que esta renun-
« cia del principe Antonio produzca todo su efecto,.parece necesario
« que el rey de Prusia se asocie á ella y nos dé la seguridad de que
« no la autorizará de nuevo. Sirvase Vd. pasar inmediatamente á ver
«
al rey para pedirle esta declaracion, á que no podrá negarse, si
« no se halla verdaderamente animado de una segunda intencion.
« A pesar de la renuncia, que ya conoce e1 público, la agitacion es
« tal en todos los ánimos, que no sabemos silapodremos dominar. »
Así pues, el guarda sellos se declara satisfecho, miéntras el minis-
tro de negocios extranjeros asegura, que no es suficiente la satisfac-
cion acordada. Se dá cuenta del desistimiento en un consejo de mi-
nistros celebrado esta misma noche en el palacio del Emperador. Gir-
cula por un instante elrumor de una crísis ministerial. Se dice que
los Sres. Gramont, Le Boeuf y Rigault de Genouilly, acaban de pre-
senter su dimision. En realidad, no hay nada de esto. El guarda sellos
se cree tan dueno de la situacion, que se separa de Napoleon III, y le
?
deja á solas con el duque de Gramont. iQue sucede entónces El par-
tido de la guerra, contenido porla presencia de D. Emilio Ollivier, se
reanima de nuevo despues de la salida de este ultimo. Se insiste
con la Emperatriz acerca de los riesgos que corre la dinastia, mostrán-
dose tan poco celosa del honor de la Francia. Se hace observar á Na-
poleon III que no se trata en resúmen de romper con la Prusia, sino
aprovecharse de una ventaja ya obtenida, y sacar de ella el mayor
partido posible. Los que han asistido á la sesion del Cuerpo legis-
lativo. reeuerdan con oportunidad la interpelacion de los Sres. Du-
putados;
vernois y de Leusse. Comentan y aprueban la idea de estos dos di-
y declaran que la palabra « garantias, » pronunciada por
la primera vez, traduce exactamente las exigencias del sentimiento
púbJico. Leyendo los diarios de esta época, debe confesarse que por
esta vez al ménos, los familiares de palacio dicen 1a verdad. A excep-
cion del Tiempo y del Diario de Paris, todos los órganos de la prensa
cotidiana ridiculizan á porfia el desenlace de la intriga hispano-pru-
siana. Los periodistas republicanos no son los ménos amargos en la
expresion de su contrariedad. « La paz podia ser honrosa, dice e1
-
« Sjglo, pero sin embargo
ellos se conduciran de tal modo, que sera
«
ridicula y efimera. » El Emperador, muy conmovido, vacilando mas
quenunca en tomaruna resolucion; inclinandose mas bien en favor
de las soluciones pacificas, no deja por ello de conceder al ministro
de negocios extranjeros la autorizacion de dirigir el último despacho
al Sr. Benedetti; y á las dos de la madrugada, el duque de Gramont,
calenturiento y enorgullecido del triunfo que acababa de conseguir
sobre su colega, manda á nuestro embajador, en nombre del Empera-
dor, que es indispensable obtener del rey de Prusia « garantias para
« el porvenir. »
la
En manana del 13, D. Emilio Ollivier hizo una visita alSr. de
Olózaga. Este último presentó al guarda sellos un despacho del gene-
ral Prim anunciando á todos los Gobiernos europeos, que el nombre
del principe de Hohenzollern estaba horrado de la lista de los candi-
datos al trono. ElSr. de Olózaga, contestando á este despacho, felici-
taba su Gobierno, y decia al terminar: « El Emperador, el ministerio
«
y todos los buenos patricios de esta nacion no pueden ménos de rego-
«
cijarse con la noticia de esta resolucion. » D. Emilio Ollivier, lleno
de jubilo por un paso que hacia inÚtil á sus ojos toda nueva insis-
tenciacerca del rey de Prusia, dió gracias al Sr. de Olózaga, y le
pidio la autorizacion de copiar el despacho del general Prim para
;
presentárselo al Emperador. — « Llévele Vd. el despacho original, »
dijo el embajador de Espana y como indicase su esperanza de que,
terminado el incidente, las relaciones de los Gabinetes de Madrid y
Paris volverian á ser tan cordiales como ántes: «
He empezado á
«' redactar, respondió el guarda sellos, la declaracion que pienso leer
« al Senado y al Cuerpo legislativo. La someteré á Vd., querido
«
amigo, y verá de que modo se rendir homenaje á la abnegacion con
« que el representante del Gobierno español se ha interesado en el
« sostenimiento de la paz. » D. Emilio Ollivier alsalir de la embajada
- de Espana, que esta inmediata al ministerio de negocios extranjeros,
entró en el despacho del duque de Gramont y le comunico eldo-
cumento que acababa de remitirle el Sr. de Olózoga. Algo sorpren-
dido de esta comunicacion, argumento decisivo entre las manos de
los partidarios de la paz, el ministro de negocios extranjeros reclamó
como un derecho, el privilegio de someter al Emperador un documento
diplomatico concerniente á su departamento. El guarda sellos no puso
obj ecion alguna al deseo de su cólega. Dedicado ya por completo al
discyrso que creía tener que pronunciar, así como al efecto que espe-
raba producir, D. Emilio Ollivier no daba grande importancia á las
mezquinas vanidades de la etiqueta, para discutir ó contestar la pre-
-
tension del Sr. de Gramont. Se pusiéron de acuerdo para anunciar,
el14, al Senado y al Cuerpo legislativo que el incidente estaba con-
cluido. El despacho esperado de Berlin no debia, segun las previ-.
siones del ministro, modificar las resoluciones acordadas. Esta vez
tambien, el guarda sellos dejó el campo libre al Sr. de Gramont, cuyos
momentos eran ademas contados, debiendo á la vez contener la im-
y
paciencia de los senadores la de los diputados.
k este momento, la ansiedad del publico se habia convertido en
furor. « Sera necesario darles de puntapiés para que tengan ener-
« gia, » decia Gambetta con un tono desdenoso; y como si esta
a
;
binete en la necesidad de explicarse en el acto y obligaron al mi-
nistro pronunciar esta palabra que descubria demasiado sus ocul-
tas disposiciones: « No tengo que ocuparme para nada del rumor
« que circula en los corredores. » En estos términos calificaba el
Sr. de Gramont la revelacion que hizo el dia ántes en la sala de con-
ferencias su cólega D. Emilio Ollivier. En el Senado, la asamblea
acogió con un silencio glacial las declaraciones ministeriales. Los
venerables guardianes de la constitucion, acometidos á su vez del
vertigo, no se mostraban mas razonables que los miembros de la
Cámara baja. Perfidamente violentados por su presidente, el Sr. Rou-
her, queloshabia convocado sin orden del Gabinete, los senadores,
en cuyo nombre hablaron los Sres. Hubert, Delisle, Brenier y de
Chabrier, se mostráron tan dispuestos como los diputados á obligar
el ministerio á explicarse, ó á derrotarlo con un voto de censura. El
duque de Gramont obtuvo, con gran dificultad, el aplazamiento de la
discusion relativa á la candidatura del principe de Hohenzollern
para el viemes 15 de julio.*
En las calles reinaba la misma .agitacion. Las manifestaciones
diarias tomaban en la noche del 13, uñ carácter tanto mas temible,
cuanto que chocaban esta vez con otras tantas en el sentido pacifico.
A los gritos : de « j A Berlin! !.
j abajo la Prusia j viva la
!
guerra a
respondian ahoraenergicas protestas por el sostenimiento de la paz.
Mientras unos grupos se dirigian, lanzando gritos amenazadores, a
la embajada de Prusia y -á la plaza de Vendôme, ministerio de la
justicia, surgian disputas frecuentes y acaloradas en el boulevardde
los Italianos, entre los belicosos y aquellos á quienes, ensu locura y
alucinacion, el partido de la guerra llamaba « Prusianos. » Aquí se
entonaba la cancion de los Girondinos, alli se vociferaba la Marse-
llesa; en el puente de San Miguel, por el contrario, una multitud de
jóvenes, capitaneados por un estudiante en leyes de diez y nueve
anos, D. Enrique Baüer, empenaban una especie de lucha con los
agenies de policia, gritando: iViva la paz! .,. jAbajo Bismark!.
i Los pueblos son hermanos
para nosotros!
Alas diez de la noche, ya sea que el duque de Gramont se
sintiése sínceramente conmovido por los clamores de la gran ciudad
cuyos lejanos ecos percibia, ó bien que se obstináse en conseguir
un triunfo sorprendente, declarado ya inutil por la mayor parte de
sus cólegas, prescribio al Sr. Benedetti que diése el liltimo paso cerca
del rey Guillermo, á fin de obtener una respuesta decisiva. Este des-
pacho no decia nada que nose hubiése repetido en los anteriores
-
;
pero, segunlafecha en que debia llegar á Ems, obligabaal Sr. Bene-
detti á hacer una nueva tentativa, la cual nola hubiéra quizas acon-
sejado el Sr. de Gramont, si ántes de enviar su parte telegráfico,
hubiése conocido el siguiente despacho, expedido por el Sr. Bene-
detti á las siete de la tarde.
« A mi demanda de una nueva audiencia, — escribia nuestro
te cernos
saber que aprueba la decision de su pariente. »
Eran cerca de las diez de la mahana, cuando Napoleon III juzgaba
de este modo la situacion. Dos horas mas tarde, algunos hombres,
inquietos, pálidos, corrian de un lado á otro, diciendo que nuestro
embajador habia sido insultado por el rey Guillermo, y que se
habia declarado la guerra. Hé aqui lo que aconteció, y la explica-
cion del cambio repentino de las resoluciones del gobierno francés.
La mañana del 13, el Sr. Benedetti habia vuelto á encontrar en
el paseo de Ems, la Brünnen-Promenade, al rey Guillermo, que
se dirigia solo, segun su costumbre, á las fuentes minerales. Sin
perder tiempo, el embajador hizo saber al monarca prusiano lo que
este úItimo no podia ignorar, es decir, el desistimiento del principe
de Hohenzollern, y la insistencia del gobierno en ver ratificada esta
renuncia por el rey de Prusia. El real anciano fingio no obstante su
sorpresa, y prometio al S. Benedetti trasmitirle su respuesta tan
luego como recibiéra noticias oficiales de su parienle. A la una de la
tarde, recibia el rey una carta fechada en Sigmaringen, firmada por
el principe de Hohenzollern, confirmandole oficialmente las palabras
de nuestro embajador. A las dos, el teniente coronel' Radziwill,
ayudante de campo, entraba en el despacho del Sr Benedetti, portador
de la respuesta de Guillermo 1°.
El rey aprobaba la resolucion de su pariente, pero se negaba sin
embargo á comprometerse en manera alguna para el porvenir.
Aun cuando nuestro embajador hubiése podido, con razon, consi-
derar como terminada y cumplida felizmente su mision, puesto que
en suma podiatrasmitir á su gobierno la aprobacion que elminis-
teriQ francés reclamaba del rey de Prusia, el Sr. Benedetti, ahrumado
« otra cosa. »
« momento en que se
traspasara e1 limite trazado por el fyonor na-
« cional. »
El duque de Gramont y sus colegas supiéron el14, á la una de la
tarde, la existencia de este despacho telegráfico, publicado en la
Gaceta de Cologne y trasformado, desde la vispera, mediante la inter-
;
vencion del conde de Bismark, en nota oficial. No era solamente e1
Sr. Benedetti quien comunicaba la noticia á los ministros muchos de
nuestros agentes en el extranjero recibian, al mismo tiempo, confiden-
cialmente de sus gobiernos respectivos, copia del despacho, remitido
por el representante de Prusia. « Ha llegado á mi conocimiento, —
« decia el Sr. Benedetti en su despacho, — que
desde ayeI"se
tiene, entre las personas que rodean al rey, un lenguaje verda-
«
« deramente sensible ! »
fltima entrevista del rey Guillcrmo y del Sr. Benedelti. Declaracion ministerial en el Senado
—
yCuerpo legislativo. — Discursos de D. Emilio Ollivier y del Sr. Thiers. — Proposicion
de examcn de documentos diplomatics, presentada por el Sr Buffet. — La comision
de guerra. — La cuestion de alianzas. — Seguridades dadas por el capitan general
Le Boeuf y el duque de Gramont. - Sesion de la noche. — Dictamen del Sr. de Talhouet.
— Una falsedad diplonntica. — Discurso del Sr. Gamb lIa. — Las \otaciones decisivas.
« la considero indispensable. »
;
guarda sellos, — dijo el Sr. Buffet, — yo
comunicacion despues de haberlas oido,
Se puso a votacion esta propuesta. y
en el exterior, en 10s muelles, en la plaza de la Concordia y en 10s
la
bulevares, muchedumbre cantaba, gritabayaplaudia. Lospequeños
destacamentos de tropas que se dirigian á sus cuarteles, eran objeto
de las mas simpaticas demostraciones. Los soldados de la reserva,
llamados de nuevo desde la noche anterior, rodeados, conducidos por
fuerza podian á duras penas evadirse de las muestras de regocijo de
los paisanos, enorgullecidos cuando lograban hacer sentar un mi-
litar á la mesa de un café. Este delirio patriotico, en todo caso, tenia
ya las apariencias de una orgia. Hubiérase dicho que la poblacion
trataba de aturdirse con el vino, como los diputados habian querido,
al parecer, confundir con sus gritos las consecuencias de las resolu-
ciones tomadas. Hombres ébrios, en mayor numeroque los dias fes-
tivos, delineaban penosamente su estela incierta, por entre las oleadas
de paseantes que se extendian por todo Paris. Los oradores errantes,
al principio de su triste reinado, parecian tener conciencia del papel
que les reservaba el porvenir, y pronunciaban discursos en todas las
esquinas ante un auditorio de ocasion. Este espectáculo, nuevo para
un observador curioso, y tan diverso del que habia presentado la po-
blacion al principio de las guerras de Criméa y de Italia, produjo una
impresion penosa en 10s hombres que no consideraban sin inquietud la
lucha, cuya senal acababa de darse. Estos ultimos tuviéron entónces
como unpresentimiento denuestras derrotas;ylos mas decididos á
la guerra se sentian tristes en medio de esta alegria tan estrepitosa.
Las secciones del Cuerpo legislativo habian procedido, durante
este tiempo, á la eleccion de los comisarios. Entre ellos figuraban el
duque de Albuféra, presidente del comité de plebiscita, on cuyos
salones se reunia ordinariamente el centro derecho ; el Sr. de Ta-
lhouet, ex-ministro y cumplido caballero, en el sentido mas lato de la
palabra; el Sr. conde de Keratry y D. Ernesto Dreolle, diputado de la
Gironda, redactor en jefe del periódico el PÚblico, y todo á la devo-
cion del Sr. Rouher. El primer cuidado de los comisarios, fué poner
en practica el dictamen del Sr. Buffet, rechazado porla Camara ; y,
á propuesta del Sr. Dréolle, el general Le Bocuf, el Sr. de Gramont
y D. Emilio Ollivier fuéron llamados ante la comision. Los elegidos
de las secciones, estaban ya horrorizados de la responsabilidad que
pesaba sobre.ellos. Despues de haber combatido abiertamente la peti-
cion de examen de documentos hecha por D. Julio Favre, se apre-
á
suraban tranquilizar su conciencia por medio dela comunicacion de
piezas diplomáticas, sobre las cuales se apoyaba el debate. El inter-
rogatorio de los ministros fué minucioso, y sus respuestas, precisas y
categóricas. El general Le Boeuf estaba preparado. Tenin, segun
dijo, veinte y un dias de adelanto sobre los Prusianos. Y como el
Sr. de Keratry le instigase, oponiendo que era tiempo aun de retro-
ceder, si no se estaba seguro del éxito, que él y sus colegas no vaci-
larian en dar un informe pacifico á la Camara si existia la menor duda
en el animo del ministro de la guerra, esle ultimo se ofendió de la
insistencia del Sr. de Keratry.
Repitio que estaba dispuesto y masquedispuesto. « Entónces, dijo
« el Sr. Keratry,^pasamos esla
noche el Rliin?— Ese era desdeluego
« mi parecer, replico el general, pero, segun el deseo
del Empe-
« rador, las
divisiones no se pondran en movimiento ántes de tres
Majestad tiene escrupulos y no quiere hacer irrupcion en
« dias. Su
«
Alemania, sinhabernotificadooficialmenteladeclaracion deguerra.®
En cuanto al Sr. de Gramont, era todavia mas afirmativo. Hostigado
á preguntas por el Sr. Talhouet y los demas comisarios, respondia
exhibiendo á cada uno de ellos los despachos ya leidos á la Camara ;
ymostrandoles el impresomismo de la famosa nota publicadapor la
Gacela de Cologne, que les presentaba obstinadamente,-appyandose
para hacerlo asi, en el testimonio del Sr. de Banneville, nuestro mi-
nistro en Suiza, y del Sr. de Cadore, nuestro representante en Ba-
viera, como un despacho prusiano, de carácter puramente oficial. En
cuanto al capítulo de alianzas, no era ménos esplicito. El Vurtem-
bergue no esperaba mas que una señal para colecarse á nuestro lado,
y el amigo personal del Sr. de Gramont, el conde de Bray-Steinbourg,
ministro de la casa delrey de Baviera y presidente detConsejo, le
habia ofrecido volver sus 70,000 soldados contra Prusia. Bespecto
aDinamarca, suconcurso estaba asegurado. Cualquiera que hubiése
vista al enviado extraordinario dinamarqués, conde de Moltke-Hyitfelt,
tan ardiente por la guerra y olvidando la circunspeccion diplomatica
hasta el extremo de distribuir cigarros á los soldados que iban á
reunirse á sus cuerpos de ejército no podia dudar de la alianza sin
reserva de este digno pueblecito. Faltaban Italia y Austria. Acesca de
estas dos potencias, el Sr. de Gramont era mas prudente, y fingia par-
licularmente no decir todo cuanto sabia. Sin embargo, interrogado
por los Sres. Dréolle y Talhouet, respondió de una manera evasiva y
como un hombre que piensa ser comprendido á medias palabras. « Se-
« nores, no tengo para que
hablar de la alianza del Austria y de
«
Italia. Pero, al venir aqui, me'separaba del Sr. de Melternich,
« embajador de
Austria, y del Sr. Nigra, ministro plenipotenciario de
« Italia. Hace de esto una hora. No puedo decir mas. » Era impo-
;
jador parecia evidente. El general Le Boeuf estaba preparado el ;
dinaria para aquella misma noche. La afrenta hecha á nuestro emba-
Dejo decir lo que él solo sabia entonces que no era verdad. Mas aun,
se apoderó de las declaraciones del Sr. de Talhouet y las convirtio
en un argumento, ya en el bolelin del Diario oficial, ya en las cartas
particularesque dirigio mas tarde á los periodicos. La verdad le hubiéra
sidomasprovechosa.Un despacho del 7 exigia, en términos mucho
a
mas categoricos que 10s del despacho telegrafico leido la Cámara, una
satisfaccion del rey Guillermo. Su contenido imponia alrey de Prusia
una estrecha linea de conducta. El futuro Emperador de Alemania de-
bia desaprobar la aceptacion del principe de Hohenzollern y darle_« or-
den de desistirde la determinacion tomada sin su permiso. » Pero, el
Sr. de Gramont podia acordarse de un despacho expedido ocho dias an-
tes, cuando olvidaba porla nochelo que habia escrito porla mahan'a!
!
Cuando los ultimos gritos de « Viva el Emperador » y los aplausos
freneticos que saludaban la lectura del informe del Sr. de Talhouet se
extinguiéron, causó cierta sorpresa el ver la tribuna ocupada por el
Sr. Gambetta. Recientes aun las conversaciones belicosas del jóven
jefe de la izquierda, la Camara no esperaba oirle, á ultima hora, COIDr-
batir 10s terminos del dictámen; y él mismo, como agobiado porel
peso de un imperioso deber, contra el cual protestaba su tempera- •
-
nuevas de la asamblea no eran la consecuencia de incidentes parti-
culares, sinomasbienlaprueba de un cambio completo de politica y
la condenacion de 10s actos extefiores del Imperio, ántes y despues
de 1866. Por su parte, no reprobaba ese cambio. Hubiéra querido
verlo realizado el dia despues de Sadowa, pero era necesario que 1a
nueva aclitud de Francia se halláse tan perfectamente justificada
á la faz de Europa, que esta ultima reconociese su legitimidad. In-
sistia, pues, en que se pusiésen de manifiesto al Cuerpo legislativo
todos los documentos diplomaticos y particularmente el despacho in-
jurioso del Sr. de Bismark. A estapeticion, protestaron con energialos
miembros de la comision. La duda expresada por el Sr. Gambetta
era un insulto para ellos y, despues de un corto cambio de observa-
ciones y recriminaciones, se votó el proyecto de ley relativo á los su-
plementos de creditos.
De 255 votantes, solamente10sedeclararoncontra la adopcioh.Es-
losfueronlos Sres. D.ManuelArago,Desseaux,Esquiros,Jules Favre,
y
Ga^neur, Garnier-Pages, Glais-Bizoin,Grevy,Ordinaire Pelletafl.
Los Sres. Crémieux, Girault, Raspail, e1 coronel Réguis, Roche-
fort y Werlé se habian abstenido de votar. Pero el Sr. Gambetta
votó los'creditos pedidos.
jalio.
de
1^
el
Hcrlin
cn
Prusia
tie
rey
del
EiitradJ
CAPITULO VIII.
;
de su primo contra 10s ministros, sosteniendo que las aserciones del
general Le Boeuf eran insensatas que Francia no se hallaba en dis-
posicion de emprender semejante lucha, y que una ruinosa derrota
seria el castigo de tanta arrogancia conincapacidad é - ignorancia
tan profundas. Se anade que, en presencia de este ataque inesperado,
el ministro de la guerra, pálido, descompuesto habia confesado
ciertos errores, reconocido la involuntaria inexactitud de sus informa-
ciones y declarado que e1 príncipe Napoleon, aunque demasiado fata-
lista, tenia razon en muchos puntos. El eco de estas discusiones no
tardó en traspasar elgabinete de trabajo de Napoleon, y ya se hablaba
en e1 mundo oficial del terror que habian producido en el animo del
Soberano y de la Emperatriz.
Pero todo retroceso era imposible, se decidio precipitar los aconLe-
cimienLosytomar la ofensiva rapidamente. No hacicnrlose ya nadie
ilusion acerca de la gravedad de la lucha, se movilizaron de un golpe
todas las tropas disponibles. Este primer movimiento de energía fué
seguido de una vacilacíon desagradable, cuyas consecuencias debian
ser fatales. Segun el plan elaborado por el ministerio Niel, las fuerzas
de Francia debian distribuirse en tres ejércitos : el primero en Alsacia
bajo el mandode Mac-Mahon; el segundo en Metz, bajo el de Bazaine ;
el tercero en reserva entre Frouard y Nancy, al mando de CanroberL
El Emperador, habiendo cambiado bruscamente de opinion, se aban-
dono el plan ya convenido, y en medio de un desorden inexplicable, se
irhproviso una nueva reparticion de fuerzas, contraria á la lógica, pero
que á los ojos de su autor tenia la ventaja de colmar las ambiciones
de su estado mayor. Los familiares de Tullerias esperaban dar un
provechosopaseo militar, como en Italia, y recoger en wlas orillas del
Rhin una abundante cosecha de grados y condecoraciones. La con-
centracion del mando tenia ademas por objeto no crear posiciones
demasiado elevadas é inquiétantes para el porvenir en favor de
cierlos personajes cuya adhesion era sospechosa. El mariscal del Im-
perio Le Boeuf fué nombrado mayor general; y los generales Lebrun
y Jarras, ayudantes mayores generales. Esta supremacia, concedida
al mas moderno de los mariscales del Imperio, lastimo vivamente el
amor propio de sus cólegas, que se veian despojados de 10s mandos
independientes prometidos desde 1868, conforme á las bases del
cuadro de composicion eventual del ejército, resuelto por el general
Niel. El mariscal del Imperio Sr. Bazaine se quejo de ello delante de
las personas que le rodeaban en aquella époea ; y este descontento debio
ejercer una grande influencia ensu conducta, cuando, acontecimientos
rlesgraciaclos, y la presion de la opinion publica obligaron al Empe-
rador a remitir el mando en jefe, preoisamenle en aquel de sus
tenientes que le era ménos simpático.
El4G de julio, se embarcáron las primeras tropas en el ferro-carril
para dirigirse á los puntos de concentracion indicados para los cuerpos
de ejército respectivos. Este movimiento no debia detenersa hasta el
bloqueo de Metz, puesto que nuestros regimientos, una vez al frente
del enemigo, no por eso dejaban de recibir destacamentos destinados
á completarlDs. Como se ha dicho ya, faltaba mucho para que nues-
tros efectivos fuesen efectivos de guerra; 10s batallones de infanteria
no constaban mas que de 450 liombres, en termino medio, en vez
de 800, número reglamentario en campaña.
El 24 de julio por lanoclie, el mayor general partio de Paris con el
general Lebrun y una parte del estado mayor general. El dia si-
guiente, en el momento en que llegaba á la estacion de Metz el tren -
« Soldados,
«
Vengo á colocarme al frente de vosotros para defender el honor
« y el suelo de la patria.
« Vais á combatir contra uno
de los mejores ejércitos de Europa,
« pero otros, que valian tanto como el, no han podido resistir á
« vuestro brio.
« La guerra que
comienza sera larga y penosa, porque tendrá como
« leatro, sitios
erizados de obstáculos y fortalezas; pero nada es inac-
« cesible á 105 esfuerzos perseverantes
de los soldados de Africa, de
« Criméa, de
Italiayde Méjico. Probareis una vez mas lo que puede
« un ejercito francés animado
del sentimiento del deber, contenido
<<
por ladisciplina, inflamado por el amor de la patria. »
este :
A esta sazon, los cuerpos de ejército se hallaban distribuidos de
modo 1°, mariscal del Imperio Mac-Mahon on
;
Estrasburgo,
(tropas de Africa y del Este) 2°, general Frossard en Saint-Avoid
:
talj que el 30 de julio, un antiguo oficial de pasaje en Bitche escribia
ií Paris «
La estrategia del Sr. Le Bæuf me parece mas bien
inspirada para la direccion de aduanas, que para la de la guerra. »
Todo debia ser extrano en esta guerra sin precedentes. Miéntras
el que la habia declarado parecia horrorizado de su audacia, el rev
Guillermo y sus dos fieles consejeros, el conde de Bismark y el ge-
neral baron de Moltke recibian la noticia de la movilizacion del ejér-
cito francés con la serenidad de hombres preparados á todo evento".
Sus precauciones se habian tornado con un cuidado minucioso. El
pueblo aleman se veia arrastrado, despues de mucho tiempo, moral
ymaterialmenle, a una luchacon supoderoso vecino.
Desde 1813, la juventud estaba educada con una aversion furiosa
hacia Francia, calificada de ErlJfeind, enemiga hereditaria, en las
historias populares tan propagadas al otro lado del Rhin. Los pas-
tores protestantes anadian asuensenanza, la narracion de las guerras
de religion, y muy particularmente la de los treinta anos, á fin de no
perder la ocasion de poner en evidencia la doblez francesa, personi-
ficadaen el cardenal de Richelieu, aliandose á 10s protestantes de
Alemania, miéntras perseguia sus correligionarios, subditos del rey
Luis XIII. El incendio del Palatinado en 1689, ordenado por Lou-
vois, las.exacciones de los ejércitos de Napoleon 1°, se pintaban con
los colores mas lugubres, y se describian de manera que excitasen
deseos.de venganza. Los autores de estas narraciones se guardaban
bien deaminorar la potencia de Francia; al contrario presentaban
esta nacion como repuesta de sus desastres de 1815, preparada a
deslrozar de nuevo la Alemania, y ponian notable esmero en demos-
trar que esta ultima tenia, necesidad de permanecer unida para
hallarse en disposicion de resistir á su poderoso rival.
Estos consejos, difundidos en las masas con una perseverancia
tenaz, habian producidosu efecto; asi pues 10s hombres de Estado
de Berlin sonreian de la credulidad francesa, que daba crédito á las
aserciones de 10s periodicos adictosàlosprincipes despojados en 1866.
En Paris se tomaba ingenuamente el descontento de algunos no-
bles arruinados por la expresion del sentimiento de sus províncíás,
y no se queria comprender que, si la direccion suprema prusiana era
antipatica al reino de Hannover, á los ducados de Nasao y de
Hesse-Darmstadt, alelectorado de Hesse-Cassel, asi como alos Estados
del Sur, esas divisiones poco intensas desaparecérian al primer tiro,
para confundirse enunsentimiento de odio implacable contra Francia.
Este odio se manifesto con indecible energia, desde el momento en
que se propagó la noticia de la declaracion de guerra. El dia
15 de julio, el rey Guillermo salió de Ems para Berlin, y es menester
viaje fue una verdadera marcha triunfal. En
reconocer que este
Coblentz, antigua plaza militar y fortaleza prusiana, la ovacion era
bastante natural; pero en Cassel, anexionada solamente despuesde
cuatro anos, el entusiasmo no fué ménos ardiente y, á su paso, recibió
el rey en la eslacion de esta villa una carta de adhesion de las
mas entusiastas, en la cual el ayuntamiento le aseguraba la coopera-
cion decidida de sus nuevos súbditos. En todas las estaciones re-
cÍbiú igual acogida; las ciudades de Goettingue, Magdeburgo y
Potsdam se distinguiéron particularmente por las aclamaciones con
quesaludáron al generalisimo de los ejércitos alemanes. -
El principe real, el conde de Bismark y el general de Room, mi-
nistro de la guerra, fuéron al encuentro del rey hasta Brandeburgo.
Hacia las nueve de la noche, hora en quo llegaba aBerlin el tren
real, el sub-secretario de Estado senor de Thile, remitió al canciller
el despacho que analizaba la exposition leida aquel mismo dia por
D. Emilio Ollivier al Cuerpo legislativo. Despues de haber tornado
conocimiento de ella, el rey alargo la mano al principe heredero y en
el momento en que esteiba allevarla respetuosamente a sus labios,
extendio sus brazos, y le estrechó en ellos con efusion.
Los carruajesdela corte seabrian paso dificilmente por medio de
la exaltadamuchedumbrequeocupaba el trayecto entre laestacion de
Potsdam y elpalacio. Hasta cl alba no cesaronlos cantos de Wacht am
« Rlieim » (Vigila el Rhin) convertido de repente en himno nacional.
: estado mayor
,
de 210,000 hombres, con 534 cañones. El principe tenia por jefe de
al general de Stiehle; su cuartel general se hallaba
instalado en Alzey, centro de su ejepcito, concentrado en la orilla
derechadelRhin, entre Maguncia Vorms.y
Eltepcerejepcito comppendia, ademas .de dos cuerpos del ejercito
: :
•
,
,
los contingentes
- -
-
þ.
prusiano, el 5°, general de Kirchbach; y el 11, general de Bose;
de la Alemania del Sur, compuestos de dos cuerpos
bavaros mandados, el1° por el general von der Thann, el20 por el
general de Hartmann, y del cuerpo combinado bavaro-vurtembergues,
á las ordenes del general de Werder. El rey Guillermo previno
-
enormede :
cional y las tropas de reemplazo, se llega al total verdaderamente
954,000 hombres inclusos 22,000 oficiales con 9,000 em-
pleados militares, 194,000 caballos y1,G80 canones.
A la sazon de la declaracion de guerra, cl mariscal del Imperio
Le Boeuf mando a un oficial superior del deposito de la guerra,
muy versado en todos los pormenores de organization del ejército
de la Confederation-del Norte, que le diese exactamente el guarismo
,
K honor de
una nacion, en que no deba causar un mal profundo
« una guerra empezada con tanta impiedad, y declarada con una
« insolencia tan impúclica. » Sin embargo, eran tan considerables
los intereses puestos en juego, la Gran Bretana tenia en tan alto
grado el convencimiento de los riesgos que amenazaban su in-
fluericia, que lord Lyons en Paris y lord Loftus en Berlin propu-
siéron al Sr. de Bismark y al duque de Gramont la mediacion
dela reina. Este principio de negociaciones desesperadas no podia
producir resultado. El canciller de la Confederacion respondio
a ellas declarando, que si Francia daba pruebas de su deseo de
ver mantenida la paz, Prusia acogeria favorablemente las proposi-
ciones de Inglaterra, y elSenor de Gramont, ménos prudente, rehusó
simplemente la oferta que se le hacia. Conviene tambien hacer
mencion de una tentativa en el mismo sentido de parte del Soberano
Pontífice. Tampoco debia tener buen éxilo. « Mi empresa, — es-
« cribia Pio Nono á
Napoleon III y á Guillermo I, — es la de un
«
Soberano que no podria, como tal, provocar celos en vista de
« la poca
extension de su territorio, pero que sin embargo, por la
« influencia moral y religiosa que representa, debe
inspirar con-
« fianza. » Esta debilidad,
confesada de un modo tan persuasivo
por el unico soberano que haya permanecido amigo fiel de Francia
en su desgracia quitaba toda autoridad á sus palabras. Pio IXfue
desatendido como los embajadores de la impotente Inglaterra; y los
testigos'del drama sangriento se retiraron definitivamente para
el
dejar campo libre á los combatientes.
El Sr. de Gramont pudo examinar la imprudencia de sus decla-
ciones, cuando hacia concebir á los Diputados las mas quiméricas
esperanzas acerea del apoyo que teniamos derecho á esperar de
nueslros vecinos. ;,A que se habian reducido en realidad,lasalianzas
'tan audazmente anunciadas? ;,qué habia de cierto en las palabras
el
dichas por ministro de negocios extranjeros al Sr. de Talhouety
a
p.suscolegps prop6sito de Italia y Austria? Lo siguiente. Personal-
mente el rey Victor Manuel habia prometido 103,000 hombres. Pero
,
esla promesa no obligaba al gobierno italiano, y ademas se hallaba
subordinada al éxiLo de nueslras armas. Un compromiso del mismo
genero, tan dilatorio, tan ineficaz era el que ligaba al Sr. de Beust
y al Gabinete de Viena; y con una
arrogancia sin ejemplo, el Sr. de
Gramont considerabacomo un contraLo indisoluble un cambio de
disignios, un cxamen de eventualidades al cual un liombro grave
no hubiése debido atribuir tanla y tan grande imporLancia. En resu-
men, teniamos razones muy poderosas para creer que si eramos ven. -
i
perador, abrumado con las confidencias del osado ministro se esfor-
zaba en colocar siempre un tercero en sus comunicaciones ? iy la
audacia del canciller feceral, que prostituyendo, por decirlo asi, sus
oyentes, obligaba á Napoleon y á sus huéspedes á escuchar la expo-
sicion de sus planes? ;,quién los ignoraba en Europa? Ay ! e1 Times
tenia razoncuando decia queloshombres de Estado franceses,habian
sido los complices enganados de la politica despojadora del Sr. de
Bismark. Todos eran culpables. Todos, á excepcion sin embargo de
los ministros del 2 de. enero habian prestado facil oido á ese insti-
gador que los arrastraba á la cumbre de la monlana, y desde alli les
mostraba unrnundo para repartirse. Pero la hora del arrepentimiento
habia pasado. Al ruido del canon es como debian despertarse las
conciencias.
Hasta fines de julio, las hostilidades en la frontera se redujéron
,
a un cambio de tiros de fusileria, ó á luchas de sable entre pequeños
reconocimientos de infanteria y caballeria. En una de esas colisiones.
un escuadron del 12° regimiento de cazadores hizo prisioneros en
Niederbronn .tres oficiales do dragones del ducado de Baden que,
en campania de otros dos oficiales ycuatro soldados de á caballo, in-
tentaron cortarelferro-carril, en las cercanias de Reichshoffen. Esta
- captura fué laocasion de un pequeiio festin en la fonda de Europa
de Melz, donde el general Le.Boeuf,acompanado de su esposa habia
instalado su cuartel general. Los oficiales alemanes fueron invitados
por la mariscala, cuva presencia en medio de las tropas era la prÜelia
mas evidente de la excesiva confianza de su marido.
Esta inaccion por parte del comandante en jefe del ejército frances
era tanto mas sensible cuanto que, desde ell8 de julio; liabiareunidu
en el triangulo formado entre Tionville (Thionville), Bitche y Ielz,
mas de 60,000 hombres. En primera linea se encontr'aban : en Saint-
AvoId, el 2° cuerpo (Frossard), compuesto de Iropas del campamento
de Chalons; en Bitche, el 5° cuerpo (de Failly), compuesto de la
-guarnicion de Leon (Lyon) ; el efectivo de ambos cuerpos.excedia ya
de 40,000 hombres. A1 rededor deThionville, el general de Ladmiraull
uoncentraba los regimientos de las provincias del Norte, que llegaban
por el ferro-carril de 103 Ardenes y que debian formar el 4° cuerpo;
en fin, cl general Dccaen tenia disponible una brillante division
de 10,000 hombres, formada con los cualro regimientos.deinfanteria
de Nancy y de Metz; y ademas dos batallonesdecazadores a pie,
acuartelados en esta Última plaza.
A esta fecha del 18, los Alemanes no tenian para oponernos en la
;
perio Mac-Mahon, y decidir en fin un plan de operaciones. La entre-
vista de los dos generales fué de las mas misteriosas tuvo lugar en
un saloncito aislado de la fonda de la Casa-Roja, en donde, para
alejar todo testigo indiscrelo, el Sr. Freisz, rico proprietario del
establecimiento,sirvio en persona un almuerzo encargado de ante-
9
;
movimiento la ultima de sus tres divisiones que acampaba en las
cercanias de Colmar la mitad de su caballeria y una tercera parte
de su infanteria eslaban aun en Leon (Lyon). A esto es á lo que el
ministro de la guerra llamaba hallarse dispueslo; su* cólega Mac-
Mahon no carecia por consiguiente de poderosas razones para ne-
garse á tomar la ofensiva.
A1 mismo tiempo el Emperador reunia el 29, los 2° 3° y 5° cuerpos,
,
Ó sean mas de 100,000 hombres bajo el mando nominal del mariscal
-
dereclia del rio Sarre por los dos balallones enviados en su socorro,
el deslacamenLo se retiró dos leguas al norte de Sarrebruck. El
cnerpo Frossard instalo su campamenLo en las alturas del Exercier-.
platz, de Reppertsherg, de Nussberg y de Winterberg, que forman
una especio de circulo al sur de la villa; la estacion delferro-carril
y la aldea Saint-Arnual, fuéron solidamente ocupadas. La pérdida
de los franceses fué de 86 hombres, de los cuales 8 muertos, entre
;
ellos dos oficiales 10s prusianos tuviéron 75 hombres fuera de
combate, comprendidos en ellos 2 oficiales.
la
Quizas escaramuza de Sarrebruck habriapasado casi desaper-
cibida, si los diarios oficiales y los periódicos complacientes no hu-
biésen divulgado con estrépito la presencia del Emperador y de su
hijo en el campo de batalla. Los despachos enfaticos redactados por
un empleado del ministerio de nggocios extranjeros, agregado en
calidad de redactor al estado mayor general acabáron de cubrir
de ridiculolas autoridades militares que autorizaban la publicacion