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La guerre de 1870-71 :

histoire politique et militaire.


tome II ["sic" pour I] / A.
Wachter [et Hector Pessard] ;
[...]

Source gallica.bnf.fr / Bibliothèque nationale de France


Wachter, Alfred-Oscar (1825-1904). Auteur du texte. La guerre de
1870-71 : histoire politique et militaire. tome II ["sic" pour I] / A.
Wachter [et Hector Pessard] ; illustrations de A. Darjou. 1873.

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A.

GUERRA 1870-7
OTRÊBE 'rT.A-
1
WAGHTER
ILLUSTRATIONS DE A. DARJOU
-'

HISTOIRE POLITIQUE ET MILITAIRE


- 1
!

PARI S
E. LACHAUD, ÉDITEUR
4, PLACE DU THÉATRE-FRANÇAIS, 4

1873
Tous droits réservés.
Sucumbiendo bajo el peso de inmensos desastres, Francia
desconfia de si misma despues de un afio. Obrando como si tra-
táse de castigar el orgullo que fundaba en el recuerdo de su
gloria y fortuna precedentes, ha exagerado sus faltas y su de-
cadencia. En una palabra, se ha calumniado. Solo ha visto
retiradas en los combates, vergüenza en la invasion, errores
en los hombres, derrotas en los generales, inercia en los sol-
dados; la traicion se le ha presentado por todas partes, como
unica explicacion de sus reveses.

Locura habia en su orgullo; en su humildad, hay casi abati-


miento.
Admíranse aun nuestros vencedores de laTucha que han
- -..
debido sostener y apenas osan creer, que tanta sangre vertida,

no haya agotado nuestras venas. La Francia se ha condenado


sin juicio previo y no puede persuadirse de que su honor este
intacto, cosa que su cruel enemigo no se atrevia á rehusarle.
a renegado de su pasado, empanado su presenle y desespe-
rado del porvenir. Orgullosa y altiva protectora, en otro tiempo,
de toda la humanidad, se ha resignado de repente á no ser mas

que una nacion tolerada por la voluntad de las otras; nacion


en decadencia, sufriendo una ley historica y recordando, para
soportar mas ligeramente su desgracia, que en la antigüedad,
los pueblos fuéron á su vez, ya conquistadores, ya conquis-
tados.

Si la historia hubiése de confirmarla sentencia que Francia,


al parecer se ha dictado en una hora de abatimiento, no se
escribiria este libro. Hijo desventurado de una nacion que se
regoclja en su desgracia, el escritor ocultaria su infortunio y
debilidad. Considerando la oscuridad y confusion de los hechos,

como otros tantos velos que no debian rasgarse, puesto que


ocultaban una parte de la humillacion maternal; el silencio
hubiera sido para él un imperioso deber, un consuelo y un re-
fugio.
jPues bien! Francia no necesita ni sombra, ni silencio; le
basta un rayo de luz que aclare su propia historia. Mejor infor-
mada, de lo que se ha probado para conjurar la derrota, no re-
nunciara á ocupar de nuevo el rango que ha perdido, y aun á mc-
recerlo. La lucha vista en conjunto, no le parecerá ya sin he-
roismo; y al recorrer el camino que ha andado despues de un
ano, se extrañará, como se detiene y asombra el historiador,
al recordar cada unade tan lastimosas etapas. Reconocerá que,

por-una conspiration inexplicable, todos los testigos, ocultando


hasta ahora los actus de heroismo, han obrado de consuno para
no revelar sino sus fiaquezas. Gravada con hierro y fuego, sobre
las destruidas paredes de sus mas grandes ciudades y de sus
mas humildes pueblos, Ieerá la descripcion de esfuerzos sobre-
humanos, que ignoraba. Sabrá que para defenderla, millares de
sus hijos han sido acometidos del frio, de las enfermedades,
del plomo enemigo, defendiendo estoicamente palmo á palmo el
suelo patrio, sin esperanza de veneer, pero muriendo sin em-
bargo. Contará todas esas tumbas, y al verlas tan numerosas
yprofundas, comprenderá que en presencia de semejantes ca-
tástrofes la resignacion es una cobardia. Por muy agobiada
que se encuentre bajo el peso de su desgracia, se enderezará,
porque tiene el derecho de permanecer de pie. Se corregira de
sus vicios y defectos, porque la expiacion ha sido terrible. Se
levantará de su caida, porque á pesar de la humiliation de
su orgullo, del castigo de sus locuras y de su vanagloria, en-
la
contrara en la descripcion de 10s acontecimientos, certidumbre
de haber representado el derecho, en una lucha en que e1
ven-
cedor, por mas que haga, no representará ya sino la fuerza.
CAPITULO PRIMERO.

ElIraperio á fines de junio de 1870. — Los partidos. — Orleanistas y demócratas se acercan


al Imperio. — Guizot y Prevost-Paradol. — La oposicion encubierta. — Gambelta. —
La oposicion descubierta. — Reunion del 25 de mayo. — D. Ernesto Picard y Keratry.
— Impotencia del partido demagógico. — Declaraciones de Gustavo Flourens. — Resigna-
! cion del partido radical. — En esta época la seguridad es aparente. — Estado moral de la
clase obrera. — Trasformacion de laidea popular. — El ejército. — Los labradores.

Nnnca parecio mas solido y duradero el sistema imperial, que á


fines de junio de 1870. Por la. primera vez despues del golpe de
estado, acababa de someterse á importantes pruebas interiores
y triunfaba de tal modo, que sus adversarios, aun los ménos dis-
a
puestos á tolerarlo, se hallaban y completamente resignados.
El régimen parlamentario inaugurado^^el% de enero anterior por
el ministerio de D. Emilio Ollivier, consagrado por un plebiscito
votado el8 de mayo con una mayoria enorme, funcionaba imperec-
tamente, pero sin que sea justo atribuir sus. imperfecciones á la
institucion en si misma. Se reconocia en general por aquellos á
quienes no cegaba. el espiritu de partido, que el dia en que un per-
sonal escogido é inteligente se halláse encargado de dar movimiento
a la nueva maquina gubernamental, Francia se encontraria en con-
diciones de libertad semejantes á las de otras naciones constitucio-
nals,,cuya existencia era despues de tanlo tiempo, un objeto de
envidia y humillacion para 10s espiritus-liberales.
Una gran tranquilidad reemplazó las agitaciones de principios del
ano, y los debates politicos, llevados un instante a1 terreno de la
revolution violenta, quedaban circunscritos en el porvenir á luchas
de influencia entre los imperialistas liberales, los bonapartistas auto-
ritarios y los parlamentarios puros. Acababa de sonar para el Imperio
la hora fugitiva en que, la fortuna, por un cambio inesperado, em-
pieza á proteger de nuevo al que ántes ha colmado ya de favores.,
dandole otra vez todas las ventajas sobre sus enemigos.
Cuando un gobierno cae, precipitandose en un profundo abismo,
todos pretenden haber pronosticado y contribuido á su caida. Al dia
siguiente de las convulsiones sociales, las ambiciones inciertas del
porvenir, deseosas de agradar al nuevo poder, se envanecen del papel
profético que han representado, y sacan provecho con frecuencia en
Dificilmente podrá creerse hoy
exagerar los golpes que no han dado.
que á fines del mes de junio, nadie osaba esperar el proximo fin 'del
Imperio, y que muy pocos lo deseaban con sinceridad.
Los resultados del plebiscito habian acabado la obra de dislocacion
de los partidos, empezada con las reformas liberales de principios del
ano. Todos esperaban ver de que modo iba á acogerse el nuevo pacto
celebrado al parecer entre el Gobierno y la Nacion. Las diversas opo-
siciones buscaban los medios de no condenarse á la irppotencia bajo
un régimen, cuya duracion parecia eternamente asegurada. Casi
desarmado el partido parlamentario, despues del 2 de enero, por las
concesiones hechas, habia dejado de cifrar sus esperanzas en los prin-
cipes de la familia de Orleans. Sus hombres mas notables formahan
parte del Gabinete, los unos aceptando un ministerio y los otros, como
Prevost-Paradol, un puesto dipIomático. El Sr. Guizot obtuvo para su
hijo un empleo importante en el ministerio de la justicia. Quedaban
sin embargo, algunas rcsistencias y algunos escrúpulos que veneer;
pero era indudable que se concluiria por triunfar de ellos, el dia en
que nuevos y palpables ejemplos viniésen á dar un pretesto decisivo
á los vacilantes para romper con una actitud que no debia prolongarse
en presencia de las satisfacciones dadas por el gobierno á la opinion
pública.
En la izquierda parlamentaria, una ruidesa division separó en dos
grupos los diputados, unidos hasta entonces para atacar la politioa
imperial. Las elecciones de 1869, reforzando la oposicion con algunos
representantes que se Jecian irreconciliables, habian obligado á unos
á sostener sus tendencias republicanas, miéntras que otros-, sintién-
dose arrastrados mas alia del limite que no querian pasar, resistian
del mejor modo posible, y se separaban insensiblemente.de sus
cólegas. El primer grupo, á cuyo frente se hallaba el Sr. Gambetta,
se resignaba á los triunfos faciles de la oposicion anti-dinástica;
pero, aunque declarando no desear otra cosa que la República, y

;
rehusando del Imperio hasta la libertad, afirmaba al mismo tiempo
no aceptarla sino del sufragio universal rechazando asi toda manco-
munidad con el partido demagógico. Reserva digna de elogio sin duda,
cuyomeritoconviene atribuirala conviccion que participaban todos
los hombres sensatos, de que la clase obrera no responderia en estos
momentos á un llamamiento á las armas. Cuando se trató de votar
el plebiscito, el partido de la revolucion reunio 1,560,709 votos.
Invitadoporalgunos de sus jefes áluchas mas peligrosas,los meses
precedentes, este mismo partido suministro apénas treinta hombres
armados, decididos á combatir.
El segundo grupo, dirigido por D. Ernesto Picard, no declaraba
todavía públicamente sus tendencias, pero las dejaba comprender con
facilidad. Eran muy distintas de las que profesaban los diputados
republicanos. El25 de mayo, en una reunion celebrada en la casa de
D. Ernesto Picard, calle Saint-Honoré, diez y seis diputados se
adhiriéron á una proposicion muy grave presentada por el Sr. Keratry.
El jóven representante de Breste sostenia, que en presencia de los
acontecimientos realizados despues de seis meses, la democracia
liberal debia abandonar el terreno parlamentario para refugiarse en
la abstencion, ó bien concluir con una oposicion negativa y decla-
rarse dispuesta á aceptar el poder, el dia en que el Emperador se
decidiése á practicar íntegramente el programa de los demócratas
liberales.
La discusion fué bastante acalorada. D. Ernesto Picard, designado
como jefe del partido que se formaba, vacilaba en romper abierta-
mente con sus companeros de lucha. Pero impulsado por sus amigos
mas jóvenes, y accediendo á las instancias de los Sres. Guyot Mont-
payroux, Wilsons y Steenakers, aceptó la direccion de un grupo,
destinado, sin los acontecimientos ulteriores, á granjearse bien pronto
todo el centro izquierdo del Cuerpo legislativo y á dejar aislada la
infima minoria que componia la izquierda radical.
La oposicion descubierta, como se llamaba la fraccion parlamen-
taria dirigida por D. Ernesto Picard, se componia de los Sres Jou-
vencel, Lecesne, Riondel, conde de Choiseul, Barthelemy Saint-
Hilaire, conde de Keratry, Bethmont, Rampont, Malézieux, Lefebure-
Pontalis, duque de Marmier, Javal, Wilson, Steenakers y Guyot-
Montpayroux. Para todo el mundo ella formaba el nucleo del partido
12.
pig.

publica,

fuerza

la
de
ageates

10';
de
brutalidad

y
imprudencia

la
de
cama

4
graves

mas

m'lcho

atropello"

y
tumultos

a
limitaba

se
Todo
wigh, llamado á recoger en breve plazo la sucesion del ministerio
Ollivier y de sus amigos, convertidos en lostorys del Imperio. A pesar
de las reticencias de su jefe D. Ernesto Picard, que avanzaba con
suma prudencia en la via donde le arrastraban sus companeros,
puede asegurarse que la oposicion descubierta no constituia un peli-
gro para el Imperio, porque pensaba mas bien mejorarlo que no
destruirlo.
Si la dinastia imperial no tenia que temer nada de 10s orleanistas
adheridos por mitad; de la oposicion descubierta que le ofrecia un
relevo de personal gubernamental, ni de la oposicion encuhierta,
decidida á no oponer mas que barricadas oratorias al establecimiento
l
imperial, debia desconfiar al ménos de las tentativas demagógícas ?
Este partido, el unico capaz de una accion enérgica, reclutado
entre los comunistas, socialistas y exaltados, reconocia al fin la impo-
tencia de sus esfuerzos.Veinte veces despues de seis meses habia
intentado apoderarse de la situacion, y otras tantas hubo de batirse
en retirada, á pesar de la complicidad burlesca ó curiosa del público.
Todos los medios le parecian buenos; desde las barricadas hasta el
crimen. Uno de sus mas activos partidarios, D. Gustavo Flourens,
que debia perecer al año siguiente en medio de la guerra civil, ha
confesado en su libro títulado Entrega de Paris, cual era el verdadero
objeto de la demagogia en los primeros meses del ano 1870, y ha
confesado la existencia de conspiraciones, cuya invencion atribuia el
,
escepticismo público, á la policía imperial. Enumerando los servicios
prestados á la causa radical por el partido que veia en él su mas
valiente campeon, el Sr. Flourens describe en estos términos la tarea
que se habia impuesto : « Conmover y agitar continuamente los ani-
mos, hablando, escribiendo, combatiendo, levantando barricadas inde-
;
fensas y faciles de tomar inventando cada dia una nueva conspira-
cion entre los habitantes ô entre los soldados, aun cuando debiese
;
abortar sucesivamente hacer temblar al tirano, trastornar su razon
y reducirle de dia en dia á la impotencia y á la estupidez.
El Sr. Flourens no exagera. Sus amigos realizaban en conciencia
aquel programa; pero los dias de lucha proyectada, nunca se podia
reunir mas de cien combatientes. Todo se limitaba a tumultos y atro-
pellos mucho mas graves á causa de la imprudencia y brutalidad
de los agentes de la fuerza pública, y de la culpable curiosidad de la
poblacion parisiense, que se dirigia al teatro de la revolucion todas
las noches despues de comer, como á un espectaculo publico que no
costaba dinero. Bastaba por otra parte recorrerlos periodicos radicales
para juzgar del desórden a que se hallaba reducido el partido.Pocas
veces se ha visto en la prensa tal grado de violencia. Al siguiente dia
del plebiscita, el Rappel, órgano fantastico redactado por D. Augusto
Vacquerie y D. Pablo Meurice, bajo la elevada inspiracion de Victor
Hugo, juzgaba del modo siguiente los resultados del escrutinio.
« jSiete millones de votos !. Los votos de los timidos, de los opri-
<c midos,
de los vendidos al gobierno, de los engañados, de los
«hombres politicos, de los orleanistas, de los sirvientes y'de los
« imbéciles. »
La Marsellesa de D. Enrique Rochefort, diputado de
Belleville, era mas violenta aun, y ofcecia, al mismo tiempo que sus
cólegas, el singular espectáculo de pretendidos democratas negando
el sufragio universal. Pero al fin, el público, por muy indiferente que
fuése, empezaba ya á despreciar el lenguaje grosero yatrevido de los
diarios que pudiéran llamar un instante su atencion. La injusticia
evidente de aquellos ataques, escritos en estilo vulgar, indigno á los
mismos que aplaudieron las primeras injurias de sus autores; y podia
decirse que, á la sazon, la prensa radical parecia solo tener la mision
de justificar, con pruebas irrecusables, e1 exceso delibertad concedido
por el Imperio constitucional.
Pero, si al juzgar por las apariencias, la sociedad francesa y su
-
jefe parecian poder contar todavía con muchos anos de tranquilidad,
y descansar sobre solidos cimientos, no era en realidad necesario
remover profundamente esta superficie para descubrir unainmensa
descomposicion que habia corroido su base, yesperaba solo una oca-
sion favorable para sepultar en el abismo lo que fué una Francia
poderosa y un gobierno fuerte.
El mal existia despues de mucho tiempo. Sus primeros sintomas
se presentáron al dia siguiente de la terrible insurreccion de junio
de 1848, cuando la clase obrera, enganada, y no comprendiendo que
el derecho de sufragio que se Ie, conferia bruscamente, no le asegu-
raba las ventajas materiales de que gozaban un año ántes los elec-
tores contribuyentes, ensayaba en vano conquistar por la fuerza e1
alivio de sus males. Despues de esta derrota, la pasion politica popu-
.lar, inspirada hasta entonces de sentimientos generosos y dignos,
empezó á entregarse exclusivamente á las cuestiones sociales. El
aumento de salarios, la disminucion de horas de trabajo, la investi-
gacion mas ó ménos utopica de los medios para subordinar el capital
al trabajo, y aun la supresion del primero, tales fueron los estudios á
que se dedicaron los vencidos de junio.
Enotraepoca, se encontraba con masfrecuencia ciertas familias cuya
ambicion consistia en ahorrar una pequena parte de la suma ganada
durante la semana, y considerar como año feliz cuando el invierno
poco riguroso disminuia los dias sin trabajo, y cuando la salud,
huésped habitual, reinaba sin interrupcion en el hogar doméstico.
;
Entónces tambien el hombre era patriota y en los rasgos de genero-
sidad que transformaban cada trabajador en un entusiasta amigo de
Polonia, de Italia y de todas las pequeñas nacionalidades oprimidas,
no hubiera sido dificil desarrolIar un sentimiento profundo de
orgullo nacional, con la idea de que Francia era solo bastante grande
y poderosa para proteger á los débiles.
En menos de un año se opero un sensible cambio en las ten-
dencias y costumbres de la clase obrera. Á fuerza de repetirsele
que era soberana de nacimiento como un Borbon, quiso gozar de
los beneficios que creia adheridos á su soberania. El sentimiento
de compasion que experimentaba por las naciones vecinas, degeneró
muy pronto en cosmopolitismo. Los pueblos dejáron de ser prote-
gidos eventuales, para convertirse en hermanos. La disciplina moral
y material se rechazaba como un freno penoso para tantos soberanos;
y si el canon de junio consiguio sofoear tales deseos y revoluciones,
fué sin embargo impotente para devolver á la clase obrera las cualida-
des que la hacian digna de toda consideracion, debiendo solo a un
año de predicacion socialista y de zalamerías demagógicas, este
cambio de ideas.
Asipues, cuando el 2 de diciembre de1851, el principe Luis Napo-
leon, atacando la representacion legal de la nacion, se improviso
dictador yacabo de destruir en las masas la nocion de legalidad, tan
debilifada ya, el pueblo de las ciudades no se movio. Creyó haber
hallado el jefe que apetecia, y el que le procuraria en fin los benefi-
cios de una soberanía que hasta entónces no le habia ocasionado mas
que dificultades sin provecho. Un obrero al leer los anuncios del
golpe de estado exclamó : « Barbés ha pedido para nosotros un
,
millar á los ricos, y Bonaparte nos lo repartira. » El pueblo dejaba

,
obrar, confirmando de este modo el proverbio de uno de sus parti-
Marios verdad siniestrapero caracteristica de Prudhon, que la
comenta de este modo significativo: « Liberalidad como en tiempo de
( los reyes, i tal es todo el socialismo del pueblo! »
En cuanto á la clase media, su victoria de Junio, comprada a tan
elevado precio, no le 4io experiencia alguna. Al dia siguiente de
Febrero, tuvo miedo; y despues de Junio no comprendio que tenia
pormision, moralizar, aliviar, socorrer yamar á 10s mismos á quienes
;
tuvo la cruel necesidad de veneer. Victoriosa, le bastó ;er su econo-
mía asegurada y cuando se sintio derrocada como cuerpo politico,
por el tropel del sufragio universal, que ratificaba con 7,500,000 votos
el golpe de estado, se resignó, y consintio en todo, con tal que el
nuevo poder le garantizase la libre disposicion de sus bienes, y la
protegiése contra el mónstruo de quien triunfaba, aunque no sin
medir en su cuerpo sangrienlo el tamario de los garfios que habian
causado sus heridas.
Preparado el terreno de este modo, el Imperio debia ensancharse y
engrandecerse.
Se ha repetido con frecuencia, que el régimen imperial ha sido
la causa fundamental de la desmoralizacion y corrupcion que experi-
mentamos. El Imperio ha sido uno de los efectos, convertido en
causa á su vez. Aprovechándose de la desmoralizacion general, ha
contribuido a su desarrollo, pero no la ha originado. Comprendiendo
unicamente la tranquilidad que proporcionaba para gobernar un pue-
blo desprendido de repente de las mas nobles pasiones del espíritu
humano, que concentraba toda su actividad en la conquista de goces
materiales, reconcentró todas sus fuerzas y empleo todo su poder en
excitar ambiciones que se convertian cada dia en grandes é imperio-
sos deseos. Á este precio la nacion se sometió y firmo su abdica-
cion.

; ;
El goce duró mucho tiempo. Todo el mundo disfrutaba el dinero,
abundante y fáeil, se ganaba sin mucho trabajo los salarios au-
mentaban, y con este aumento, se desarrollaban el lujo y el amor
á los placeres. ;, Quién pensaba, durante estas largas horas de
opulencia, en hacer el balance de su verdadera situacion ?
El
obrero, fiel por algun tiempo á su primera impresion, esperaba
mucho del gobierno que habia aceptado. Lo que Barbés prometió,
Bonaparte iba á procurarselo. A1 fin nada recibia, y se encontraba
tan pobre como ántes, sintiendo ademas excitada su codicia, á la vista
de tanta riqueza y elegancia como se ostentaba en las anchas aveni-
das y paseos de Paris. Esperaba los vinos generosos, el vino de los
ricos, pero miéntras tanto no conocia otra cosa que la embriaguez
del pobre. Irritado, desilusionado, quiso desprenderse del hombre
que con tanto entusiasmo recibió. Su odio fué superior á la confianza
;
que le inspiro el dictador de 1851 y su cólera se convirtio en rabia,
cuando reconocio los fuertes lazos con que su pretendido salvador le
tenia sujetado. Dividio en lo sucesivo su desconfianza entre los vic-
toriosos de junio de 1848 y el vencedor de diciembre, resuelto á no
contar mas que con sus propias fuerzas.
Desde este dia, en su imaginacion condeno el organismo social todo
entero. El pueblo, sometido materialmente, supo fingir su docilidad,
desinteresandose en la apariencia de la politica, reuniéndose bajo el
pretexto de estudiar cuestiones profesionales, que no despertásen las •

sospechas del amo ; yarreglandose de modo que pudiéra captarse la


benevolencia. de la clase media, cuya destruccion habia jurado.Bien
pronto pudo verse el resultado de estos estudios, objeto pretextado
porla Sociedad Internacional de trabajadores. Restituida la liberdad
de reunion, hizo verde lo que eran capaces aquellos conductores de la
muchedumbre. Se les vió hacer profesion del mas intolerable ateismo
y del mas grosero materialismo, insultar la idea de patria y familia, y
no pronunciar la palabra propiedad, sino para afirmar que era nece-
sario destruirla. -
Desde 1869, la International se convirtio en instrumento precioso
de los comunistas extranjeros, de Blanqui y de sus agentes. Los
estudiosos apóstoles de la mancomunidad acechaban la ocasion de
realizar sus teorías ysatísfacer su venganza, pero esta no debia pre-
sentarseles hasta un año despues, en el mes de marzo de 1871.
Si el pùeblo de las ciudades era hostil al gobierno, i podia este
contar á lo ménos con el ejército para triunfar de una sedicion ó de
una insurreccion ? Tambien por este lado se veia el horizonte cubierto
denubes. En el plebiscito el ejército votó mal. El resultado del es-
crutinio fué de 309,416 votos favorables y 52,084 negativos. El número
de descontentos era mas considerable en el ejército que en la pobla-
cion civil. Su situacion moral, dada á conocer por los partes de todos
losjefes de cuerpo, no era mejor que la de la clase obrera, y se hacia
extensiva á todos los grados.
Resultaba de esto un síntoma gravisimo, del cual se mostráron muy
inquietos los jefes que vivian en contacto con la tropa.
Los simples soldados, bajo el funesto influjo delaleyde 1855, sobre
la dotacion del ejército, estaban acostumbrados á una vida regalona.
Una prima por el reenganche, aumento de paga por antigiiedad y las
medallas militares, aumentaban aporfia sus pagas en una proporcion
realmente exagerada, y contribuian á desarrollar en el ejército cos-

;
tumbres de disipacion y embriaguez. En 1868, se suprimio la dotacion,
para restablecer el reemplazo pero esta reforma no sirvió sino para
disgustar á los soldados viejos, viéndose privados de repente de su
elevada paga y amenazados de la expulsion de sus regimientos. La ley
de 1855 inundo los cuerpos de hombres demasiado viejos; y la de
1868 los lleno de hombres muy jóvenes.
Un solo medio le quedaba al legislador para introducir nueva

;
sangre en el ejército, y elevar e1 nivel que de dia en dia iba de-
cayendo mas para esto era preciso dedicarse á hacer obligatorio
para todos el principio del servicio militar, forzando á ingresar en las
filas á los jóvenes que se alejaban de la milicia, en cuanto
adquirian alguna instruccion, ó poseian algunos bienes de fortuna.
Pero nadase hizo. Sin embargo, justo sera reconocer, que el gobierno
encontraba dos poderosos adversaries en la abolicion del reemplazo ;
la opinion publica y los diputados, con cuyo apoyo contaba de ordi-
nario. Así pues, el ejército no era ya mas que una reunion organi-
zada de proletarios, á la cual la prensa demagogica no dejaba de
dirigir su propaganda, comprendiendo muy bien, que encontraria
favorable acogida entre estos desgraciados, la que se titulaba defen-
sora del pobre. La Marsellesa, el Reveil y otros organos revolucio-
narios se distribuian con profusion en los cuarteles, se discutian sus
doctrinas en las cuadras, y la disciplina se resentia de esas predica-
ciones anárquicas. Los oficiales apénas se atrevian á contar con la
obediencia de los hombres colocados á sus órdenes.
En cuanto á la clase de sargentos, verdadero armazon de todo
ejército digno de este nombre, no se encontraban medios de reclu-
tarla. Despues de la promulgacion de la ley de 1868, sevio rehusar
los galones de sargento á soldados instruidos é inteligentes, porque
los privaban del licenciamiento, y noles procuraban otra cosa sino un
aumento de trabajo, sin recompensa de ninguna especie. Las armas
especiales estaban todavia peor remuneradas.
Un favoritismo ilimitado cambio las solidas cualidades á que nues-
tros oficiales debian su antigua reputacion. Despues de la guerra de
Crimea, los altos empleos militares se convirtiéron en el feudo
exclusivo de los amigos personales de palacio, sobreponiéndose el
hombre agradable al oficial inteligente y util. Los jefes valientes é
instruidos se retiraban del ejército, ó buscaban posiciones que pu-
diéran evitarles todo contacto con los que debian mandarlos. Así
pues, disgusto y falta de disciplina en las clases inferiores, enojo
resignado en las escalas intérmedias, debilidad y presuncion en la
mayor parte de los jefes superiores, tal era el estado moral del
ejercito, en vísperas de la lucha desigual que iba á empeñarse entre
Alemania y Francia.
La poblacion rural era la uliica que no podia inspirar inquie-
iudes al gobierno. Sustraida por su aislamiento á la propaganda de
la oposicion, vivia en paz, gozando sin agradecimiento ni ingratitud

diendo á elevado precio sus productos ,


de los beneficios positivos que recibia del régimen imperial., Ven-
podia satisfacer su irre-
sistible propension á la propiedad rural y á aumentar su fortuna
con una pequena parte de la tierra conquistada á la clase media, que

;
abandonaba los campos para sepultar sus economias, transformadas
en metálico, en los valores mobiliarios esa nueva moneda del juego
de Bolsa.
La espedicion de Méjico puso en espectativa, por un instante, la
poblacion rural, sacandola de su indiferencia babitual, pero esta
inquietud no duro mucho tiempo, y los cultivadores no se quejáron
('úl aumento de cargas del presupuesto, porque la mejoria de sus
1 entas las compensaba con exceso.

Si las masas rurales no eran temibles como aliadas eventuales de


la revolucion, hubiéra sido imprudente sin embargo, confiar en la
fuerte resistencia que podian oponer en caso necesario, á las ten-
tativas de los partidos '; numerosos escollos del sufragio universal,
que vistos de léjos aparecen como un terreno sólido, adonde puede
abordarse para evitar la tormenta, pero que al acercarse á ellos, su-
mergen en su arena movediza al imprudente naufrago que sienta el
pie, confiado en tan falso apoyo.
l
Pero repetimos de nuevo quién pensaba en estos momentos en
la borrasca que se preparaba? Nadie mas que el conde de Bismark-
Schoenhausen, ministro denegocios extranjeros de Prusia, que, en la
aparente ociosidad de un viaje de recreo, tramaba sólidamente la red
en que iba á envolverse algunos dias mas tarde la dinastía imp&rial,
y con ella la Francia entera.
CAPITULO II.

Francia despues de la batalla de Sadowa. — Polltica del conde de Bismark. — Proposiciones


del canciller de la Confederacion al gobierno del Emperador. — Vencedor del Austria
olvida sus promesas. — Necesidad qae tuvo Napoleon III de ocultar sus derrotas á la
nacion. — El Sr. Rouher y la teoría de los tres trozos. — La compra del Luxemburgo. —
Agitaciones en Alemania y Francia. — Sintomas amenazadores. — El ministerio del 2 de
enero. — Su polltica exterior. — Ceguedad de los hombres politicos. — Reduccion del
contingentemilitar. — Candidatura del principe de Hohenzollern.

La guerra que iba á estallar algunos dias despues, estaba moral-


mente declarada desde 1866. El canon de Sadowa, derrotando al
Austria, heria la Francia. En lo sucesivo se alzaba en nuestra fron-
tera abierta, arrogante y amenazadora, una potencia de primer órden,
cuyos tríunfos militares disipaban nuestras gloriosas campanas de
Crimea é Italia. Francia sufria un nuevo Waterloo, sin los heroicos
esfuerzos de los vencidos. El buen criterio público, resistiendo al fin
contra la política de las nacionalidades, convertida en instrumento
entre las manos de los partidos y del gobierno, comprendio que se
nos habia impuesto una derrota decisiva. El ímpetu del sentimiento
nacional, encontró ardientes interpretes en la prensa, y desde en-
tónces cada francés abrigo en el fondo de su conciencia, la esperanza
de que, si Napoleon III habia sufrido y devorado una afrenta, sabria
á lo ménos vengarla.
Hasta entónèes, el conde de Bismark, contuvo el odio de sus com-
patriotas contra Francia. Dominado completamente por la idea fija
de sustituir el dominio de Prusia al influjo del Austria en Ale-
mania, creia encontrar en el Emperador un admirador complaciente
y hasta un complice en caso necesario. Su política poco escrupulosa,
motivos que podian decidir á Napoleon III á
no se inquietaba de los
favorecer sus proyectos, ó á tolerar su realizacion. Se asegura que
miéntras duró en Paris la embajada del conde de Bismark, hacia
cerrar en medio del dia las cortinas de su gabinete, y pasaba cinco ó
seis horas, en la oscuridad mas completa, preparando metodicamente
en la soledad, las etapas que habian de conducirle cuatro años mas
tarde, al desenlace tan deseado. Un hombre de su carácter no se
separa de la ej ecueion de su plan por consideraciones de orden moral.
Así pues, en diversas ocasiones prometio de buena fé al gobierno
francés dividir con él la presa, si se le ayudaba en su obra, ó á lo
ménos si se le aseguraba la impunidad. Un dia ofrecia pagar con la
Bélgica el rescate de su libertad de accion. Otro, olvidando que se
presentaba como el campeon de Alemania, cortaba en el Palatinado
el gran pedazo destinado á pagar un celoso vecino. Para asegurar la
direccion suprema dela Prusia, y tomar el desquite del pequeno du-
cado de Brandeburgo, humillado tantas veces por los principes
alemanes, sometidos al Imperio de Austria, el conde de Bismark
hubiése prometido mucho, y aun hubiéra dado todo ; pero cuando un
triunfo inesperado colocó entre sus manos, en ménos de quince dias,
los destinos de Alemania, juzgó llegado el momento oportuno para
olvidar sus promesas. Al pensar solamente que podia reclamarsele
una parte de su presa, rugio como un leon herido.
La intervencion teatral de Napoleon III, apareciendo ya el5 dejulio
de 1866 como pacificador, conteniendo el ejército del rey Guillermo á
las puertas de Viena, desinteresando á Italia con la retrocesion del
Yeneciado - abandonado por el Emperador de Austria, obligando al
Gabinete de Berlin á ratificar los preliminares de Nickolsbourg y á
firmar la paz de Praga, irritó de una manera profunda al conde de
Bismark, que ignoraba la oculta cólera que él suscitaba. Preguntada
su conciencia, no le hubiéra respondido nada que pudiéra inquiet'arle.
;., Cuál era en efecto su crimen ? Haber declarado sus planes y
propuesto una asociacion algobierno francés? Se le rechazó con
indignacion? ^Se ledió á entenderque este proyecto de pirateria
terreslre sometia á sus organizadores y soldados á las amones-
taciones de Europa civilizada? No. Al contrario, se le escuchó, toleró
y hasta se le animo en sus planes. Si fué el Emperador ó el conde de
Bismark el que intento primero la reforma del mapa Europeo, se
ignora todavia. Envuelto el Emperador en la intrincada red de sus
compromisos de 1859, despues de haber prometido hacer « la Italia
libre de los Alpes al Adriático, » y publicado en el Moniteur lwi-
versel, que Francia no podia verse amenazada « con el ejemplo de
una Alemania nacional, » acariciaba una combinacion en la cual
Prusia pagaria su deuda y concluiria la obra interrumpida con la paz
de Villafranca. Contando con que Viena y Berlin saldrian de la
lucha completamente aniquiladas, poniendo vencedores y voncidos á
su disposicion, habia dejado obrar; pero quince dias despues, ya
era demasiado tarde. Prusia de pie y armada hacia la guerra como si
se tralase de una parada. En Bohemia perdio solo 10,877 hombres,
entre el fuego y el tifus. Era preciso, pues, desesperar deimponerle
ni dictarle leyes.
Descontento, humillado, conociendo la derrota y careciendo de
medios para repararla, mirando de un modo desesperado por allá de
los mares, ese Mejico que absorvió a un tiempo el ejército, el material
de guerra, los tesoros y el honor de Francia, Napoleon III parecio
resignarse. El Sr. Bouher, su ministro de Estado, se presentó al
Cuerpo legislativo á explicar cuan felices eran los acontecimientos
realizados al otro lado del Rhin. « En lugar de aquella cohesion
« poderosa que creáron los
tratados de 4815, decia el Sr. Rouher,
« no tenemos en frente de nosotros mas que una antigua confedera-
« cion dividida en tres trozos. » A la verdad, el Sr. Drouyn de
Lhuys, ministro de negocios extranjeros, cedió su puesto al marques
de Moustier, porque su honradez no le permitia encubrir una decla-
racial). contra la cual se indignaban su conciencia y patriótismo.
Pero esta protesta fué la unica de todo el personal gubernamental.
La mayoría del Cuerpo legislativo y el Senado por unanimidad san-
cionaron « que no se habia cometido una sola falta, » en el momento
mismo en que se sabia en Paris que Prusia acababa de firmar secre-
tamente tratados militares con el ducado de Baden, Baviera y Wur-
temberg, que reducian á la nulidad la teoría de los Ires trozos.
El Emperador, á pesar de su resignacion aparente, no estaba por
eso ménos convencido de que era imposible permanecer bajo el peso
de semejante humillacion. Los partidos hostiles, aunque colocados
en actitud diversa, se reunian bajo un mismo pensamiento para
hacer vibrar la fibra nacional. En las Tullerías se creyo llegado el
momento, oportuno para conseguir una victoria diplomática, y hé aquí
lo que se pensó. En el mes de junio de 1866, examinando con el
Sr. Benedetti, embajador en Berlin, la parte que el rey Guillermo
estaba dispuesto á dar á Francia, en caso de que Prusia venciése
el Austria, el conde de Bismark indico la provincia de Trèves y el
gran ducado del Luxemburgo, como territorios cuya anexion podria
utilmente reformarnuestrasfronteras. Confiandoen esta palabra, dada
un año ántes, se empezó la campana. Se consulto al rey de Holanda,
gran duque del Luxemburgo, y este consintio inmediatamente en
renunciar á nuestro favor sus derechos de soberania sobre el ducado,
en donde la Prusia, menospreciando los tratados, conservaba todavía
una guarnicion.
Informado de estas negociaciones desde su principio el conde
de Bismark, vio que se le presentaba la ocasion que esperaba
despues de un ano, de romper con una complicidad que para nada
necesitaba. Se hizo interpelar el 1° de abril en el parlamento de la
Alemania del Norte, por el diputado Sr. Bennigsen. La cuestion del
Luxemburgo, llevada á la tribuna, y discutida por la prènsa, tomó
bien pronto un aspecto amenazador. La cesion de aquel Estado á
Francia debia ser, segun la opinion de los oradores y periodistas

:
alemanes, la señal de una guerra inmediata. Un periodico de Baden,
le Badische Landeszeitung, publicaba el párrafo siguiente « Prusia
Francia compre el Luxemburgo. Y si los panta-
« no tolerara que

« lones rojos tienen


la audacia de extender sus garras para apode-
« rarse de una
porcion del territorio aleman, le recordaremos que la
«
Alsacia nos ha pertenecido en la antigüedad. » Inmediatamente
se eonmovieron las Bolsas de Europa al rumor de preparativos mili-
tares empezados en Prusia y en Francia. Por la primera vez se
habló de los fusiles Chassepot y de los canoncitos de cobre cargados
de metralla. El capitan general Niel, ministro de la guerra entónces,
repetia por todas partes que estaba preparado para todo aconteci-
miento. Á ultima hora intervino el gobierno inglés, y el. Gabinete
de las Tullerias desistió de su plan, consintiendo en no dar curso á sus
proyectos de compra del Luxemburgo. El gobierno de Prusia, por
su parte, prometio evacuar la fortaleza que el gran duque debia hacer
desmantelar. Se reunio en Londres una conferencia que proclamó
la neutralidad del ducado, bajo la garantia de las potencias; y la
guerra se conjuró de nuevo. Solamente esta incidencia reveló al
conde de Bismark una fuerza que hasta entónces contuvo; esto es
:el odio ciego de los alemanespor todo lo que era francés.
Á fines de 1866 este odio no era ya un misterio; y el general
Ducrot, gobernador militar de Estrasburgo en aquella sazon, escribia
27.
Pag.

1°.

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estatua

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vario,

que

resistencia

La
a su amigo el general Trochu, del modo- siguiente :- <r Del otro lado
« del
Rhin, no hay un solo aleman que no crea en la guerra. » En la

;
misma época, los informes de policia militar indicaban la presencia de
diversos agentes prusianos que recorrian la frontera espías topo-
gráficos de la proxima lucha. Á un llamamiento pacifico de los estu-
la
dianles de Estrasburgo, Burschenschaft habia respondidopor medio
de una insolente proclamacion en la cual se calificaba á los Alsa-
cianos de Alemanes degenerados. Los circulos politicos y militares
prusianos solo se ocupaban de la entrada en campana, del desquite
de Yena y de la conquista de Alsacia y Lorena. En Francia, la exci-
tacion, aunque ménos ardiente, era sin embargo viva en la clase media.
La prensa, traduciendo con exageracion el estado de los ánimos,
entretenia en el publico sentimientos que desbordaban á cada ins-
tante. Uno de los hechos que prueban esta excitacion es la resisten-
cia que varios obreros franceses, ocupados en instalar la exposi-
cion de 1867, opusiéron á la ereccion de una estatua ecuestre de
Guillermo 1°, cuyas colosaLesproporciones aparecian á sus oj os como
un desáfio y una provocacion. Bien es verdad que al dia siguiente
se olvido este heclio aislado, pero en Berlin se acordaban de él; y
cuando e1 rey Guillermo llego á Paris con los demas soberanos sus
parientes, su primera visita fué á las alturas de Chaumoni. Ante
todo, y para saludar la capital que iba á darle su hospitalidad, queria
mostrai1 a su estado mayor el sitio que habia pisado viclorioso en 1815.
En 1868, el anuncio de proximos acontecimienlos produjo tal in-
quietud, que las transacciones mercantiles resintiéron una. grave
paralizacion. El balance del Banco de Francia, acusaba una exis-
tencia de mas de un millar doscientos millones de francos, y su
gobernador, Sr. Rouland, atribuia esta aglomeracion de metalico
en sus cajas « á la pesadilla de la incertidumbre que reinaba en
« Francia y en toda Europa. » Y j, cómo no habia de ser asi? En
los salones se repetian publicamente los propositos de personajes
prusianos; yestas conversaciones no podian dejar la menor duda de
la verdadera preocupacion de los hombres de Estado de esta potencia.
El Sr. - de Schleinitz, intendente del rey Guillermo, asegurando
que ántes de diez y ocho meses la Alsacia seria prusiana, y èl ge-
neral de Moltke, en suviaje estratégico por nuestras fronteras, seguido
i
y observado dia por dia, no daba á entender que tomaba sus
medidas para realizar los pronosticos del Sr. de Schleinitz?
En Francia, 199 diputados contra 61 votaban la ley de reemplazo
del ejército, y la formacion de la guardia móvil. Esta ley, aunque
imperfecta, debia en un corto plazo suministrar 1,200,000 hombres
dispuestos á entrar en campana. Pero los ministros, obligados á
sostener la tésis de que esta ley se presentaba con el solo y unico fin
de no hacer uso de ella, no querian imponerse un mentis demasiado
alarmante; yno *hicieronnadapara utilizar el arma defectuosa, pero
terrible, colocada entre sus manos. Bien pronto las preocupaciones.de
la politica interior distrajéron al gobierno y a la nacion del estudio de
las reformas militares. Las elecciones generales, la caida del minis-
terio Rouher derrotado por el Cuerpo legislativo y el nombramiento
del gobierno del 2 de enero, ocupaban demasiado la imaginacion de
los Franceses para pensar en que Prusia acechaba la ocasion favo-
rable, y se hallaba preparada de manera á no dejarla escapar.
Nadie puede asegurar todavía si el deseo de libertarse de las
fatigas de la política exterior no tuvo mucha parte, en la decision
que tomó entónces Napoleon de entrar francamente en la via de re-
formas liberales. En efecto, á cada paso, desde 1866, el Emperador
se habia comprometido mas ymas. Todas sus combinaciones fraca-
saban. La cuestion del Luxemburgo abrió de nuevo la llaga sin
curarla, y cada dia excitaba nuevas y mas vivas desconfianzas de
parte de la Europa. Inglaterra fijaba sus miradas en Bélgica. En
Mentana, los triunfos conseguidos por el general de Failly contra
los voluntarios mandados por Garibaldi hiciéron de la Italia un ene-
migo nuestro, tanto mas irreconciliable, cuanto que su odio tenia un
pretexto suficiente para olvidar los servicios que le habiamos prestado.
Era pues una fortuna para Napoleon III, que una crisis interior
trajése al poder hombres simpaticos á la nacion, con un programa
sostenido y aprobado por todas las fracciones de la Cámara, el cual
podia reasumirse en estas dos palabras : paz y libertad : la política
interior iba á disimular los reveses sufridos en el exterior. Se acusó
con frecuencia al gobierno, de querer realizar un cambio en el extran-
jero para conjurar la revolucion y evitar la concesion de instituciones
liberales. Nadie conocio que se servia esta vez de la libertad para
alucinar á la nacion, é impedirle profundizar los abismos que la ro-
deaban.
El ministerio de negocios extranjeros del gobierno del 2 de enero
se confirio al conde Darú. Ningun otro mejor que él se hallaba en el
caso de realizar, sin pensarlo, los designios de Napoleon III. Repre-
sentante severo de la desconfianza en el seno del Gabinete, el conde
Darú, desterrado del 2 de diciembre, debia exagerar mas bien que
atenuar la parte pacifica delnuevo programa ministerial. De este modo
se inauguraba una política opuesta a la que se atribuia al Imperio, al

terio con las grandes fracciones parlamentarias:


mismo tiempo que se realizaban los compromisos solemnes del minis-
el centro derecho v
el centro izquierdo. Ademas, sin tomarse el trabajo de examinar con
calma la situacion diplomática, sin considerar la dificuldad que habia
en separar á Francia de repente de la política seguida ántes por las
Tullerias, el conde Darú se apresuró á prevenir á nuestros embaja-
dores, de que era preciso observarertlo sucesivo una reserva absoluta,
y suspender toda negociacion que tuviése por objeto una alianza
eventual. Una circular trazó claramente la nueva senda que debian
seguir nuestros representantes en el extranjero. E1 embajador de
San Petersburgo, general Fleury, entretenia a1 Czar despues de al-
gun tiempo en la idea de una alianza cuyo premio hubiése sido la
revision de los tratados de 1856, impuestos á la Rusia despues de la
guerra de Crimea. El embajador recibio órden de no alimentar espe-
ranzas que no se querian realizar, y debio inclinarse ante el silencio
del Emperador. Este ultimo en efecto, ya sea que tomáseverdadera-
mente la decision de trasformarse en soberano constitucional, ó que
se considerase feliz con la politica de su Gabinete, no dio señales de
vida á su-amigo personal. Por ultimo se invito al senor La Valette,
embajador en Londres, á que indicase al Gobierno de la Reina la
oportunidad de una propuesta de desarme simultaneo en Berlin y
Paris, hecha por el Foreing-Office.
Lord Clarendon accedio á los deseos del conde Daru. Renovadas
por dos veceslas negociaciones, el Sr. de Bismark las rechazó. Prusia,
:
segun la opinion del canciller de la Confederacion, no podia desarmar
su sistema militar no permitiala disminucion del efectivo, porque aun
cuando se redujése el ejército activo, quedaba la nacion entera dis-
puesta á entrar en campaña á la primera señal, obligadoscomo
estaban todos los ciudadanos prusianos al servicio personal. El conde
de Bismark tenia razon ; y es muy estraño que el ministro francés,
instruido por las explícitas y notables comunicaciones del baron Stof-
fel, nuestro agregado militar en Berlin, haya podido decidir á lord
Clarendon á dar un paso, cuyo mal éxito era indudable. Sin embargo
el conde Daru insistió, y lord Clarendon hizo una nueva tentativa,
tan infructuosa como 1a primera. Esta vez, el canciller de la Confede-
racion oponia la posible alianza del Austria con los Estados del sur,
las ambiciones territoriales de Francia, y especialmente la politica
de Rusia, que podia, en un momento imprevisto, obligar al gobierno
de Berlin á tomar resoluciones extraordinarias. La diplomacia inglesa
conceptuó terminada su mision; mas para dar una prueba de su
sinceridad y mostrar su gratitud al GabineLe inglés, por su be-
névola intervencion, elgobierno del 2 de enero prometió reducir á
90,000 hombres el contingente proximo de 100,000; cediendo unica-
mente á un primer impulso de disgusto, por medio del cual deseaba
justificar que un Gabinete liberal haria respetar, en caso necesario,
mejor que oiro alguno, los intereses y el honor francés, el conde
Daru previno al conde de Bismark, que desde el momento en que
rechazaba la proposicion de desarme, autorizaba con su negativa al
Gabinete de Paris, á sospechar la existencia en el de Berlin de
proyectos que no era todavia tiempo de atacar, pero que se com-
batirian enérgicamente, si daban lugar a una infraccion cualquiera de
103 tratados de Praga.
Satisfecho con este acto de energia epistolar, el conde Daru creyó

prevenido por el conde de Bismark ,


haber obtenido una viclorIa. Al mismo tiempo que el Sr. de Moltke,
tomaba las mas activas
disposiciones para emprender una guerra, considerada inevitable,
e1 Gabinete francés, en el cual el duque de Gramont, embajador
enViena, acababa de reemplazar al señor Daru, realizaba los com-
promisos creados con lord Clarendon, y el SO de junio de 1870, el
capitan general Le Boeuf, ministro de la guerra, se presentaba en el
Cuerpo legislativo, apoyando la reduccion del contingente militar.
IQuien podrá recordar esta sesion sin experimentaruna cruel
agonia? No se discutia sino por la forma. En medio de la general

trataba de explicar, por medio de una erudita comparacion ,


indiferencia, el conde La Tour, diputado de las Costas-del-Norte,

diferencia de las instituciones de Prusia -con las de Francia y la


la

inferioridad militar de esta ultima potencia. No se le escuchaba. El


"Sr.Gamier-Pages entonaba himnos á la paz universal, y pedia
la abolicion de los ejércitos permanentes. Los animos se hallaban
tan distantes del objeto principal de la discusion, que el Sr. Garnier
:
de Cassagnac obtuvo un éxito inesperado, cuando dijo « Tomemos
«
el Rhin, y despues reduciremosnuestro ejército á 200,000 hombres.
« Esta es la unica solucion. » Tal baladronada llamó apenas la

atencion del escaso número de especLadores que ocupaban las tri-


bunas del público; y si se escuchó en silencio un discurso del
Sr. Thiers, separándose completamente de la oposicion y sosteniendo
que no debia reducirse, sino aumentarse el contingente, fué para
persuadirse con disgusto de la ciega obstinacion del ilustre hombre
politico, y hasta que extremo era rebelde su inteligencia á las ver-
daderas doctrinas democraticas.
A1 mismo tiempo empezaba á circular secretamente en Madrid la

noticia de que Espana tendria bien pronto un rey, cuyo nombre,

era Cárlos de HohenzollernSigmaringen, príncipe aleman mayor,


confiado con reserva por el general Prim á sus intimos amigos,

del primer regimiento de infanteria de la guardia y sobrino de


Guillermo 1°, rey de Prusia.
CAPITULO
, III. -

El primer despacho. — Sorpresa de los ministros. — Eslos no creen posible la guerra. —


Orígen de la candidatura del principe Leopoldo. — Salazar y Mazarredo. — Intrigas en
Berlin y Madrid en 1869. — Advertencias de los Sres. Benedetti y Drouyn de Lhuys. — La
nota del Constitutional. — D. Emilio Ollivier. — Primera impresion producida por las
-
noticias de Madrid en lapoblacion parisiensey enlacamarilladelEmperador. Los minis-
-
tros belicosos. — EJ mariscal del Imperio Sr. Le Bceuf. EIejércilo francés. -Su fuerza.

El sabado 2 de julio, un periodico de la tarde anunciaba la salida


de Madrid para Düsseldorf de una diputacion encargada de ofrecer la
corona de Espana al principe de Hohenzollern. Esta noticia pasó
desapercibida. Apénas llamó la atencion de los empleados del minis-
terio de negocios extranjeros, que solo por fórmula pidiéron informes
acerca de ella al Sr. Mercier de Lostende, embajador en Madrid, sin
exigirle siquiera respuesta inmediata. El mundo politico se hallaba á
estas horas muy lejos de pensar en que Espana buscaba un rey ni que
los extranjeros acechaban un trono, hallándose preocupado todavia
por un voto del Cuerpo legislative que mantenia, despues de una
vivisima lucha,los decretos de destierro, cuya abrogacion pedianlos
principes de Orleans. Este mismo dia se dió la liltima batalla parla-
mentaria de la legislatura, y el gobierno acababa de ganarla. Así es
queobtenida unavolacion favorable, desterrados los principes defini-
tivamente del territorio frances, y consolidado el ministerio, toda
aquella parte del publico que toma interes en los mas leves inci-
dentes interiores y exteriores, se ausentó de París para pasar el do-
mingo en el campo, con una tranquilidad de espiriiu de que habia
sido muy dificil disfrutar despues de un año.
D. Emilio Ollivier que sostuvo todo el peso de las ultimas discu-
siones, cedia tambien á unairresistible necesidad de reposo, y se de-
jaba conducir por su jefe de- gabinete Sr. Adelon, sin dejar dicho,
cuando menos á los de su servidumbre, en donde podria encontrarsele
si surgia algun acontecimiento imprevisto. El ministro de la juslicia
creia no tener nada que temer ni preveer; y si mencionamos aquí
este detalleinsignificante, es porque justifica el caracter de sorpresa
producida desde el primer momento, en el Gabinete francés, po!' la
candidatura del principe de Hohenzollern.
La respuesta del Sr. Mercier de Lostende llegó á París enla tarde
del 3. El negocio Hohenzollern parece muy adelantado si no ya
«

« decidido, » decia el parte telegrafico del embaj ador: « El general


« fcrim me lo hä dicho. »
Desde luego, 10s ministros presentes en Paris, reunidos Inmediata-
mente, debierori meditar algun tiempo ántes de encontrar e1 hilo de
unà intriga que, anunciada en olra ocasion, desmentida y olvidada
despues, se les aparecia de repente, amenazadora, de manò armada,
Lajo e1 patrocinio solapado de la Prusia, con el asentimiento pro-
y
bable del pueblo espanol. Dudabase en creer la exactitud del aviso
trasmilido por el Sr. Mercier, pero bien pronto fue necesario con-
vencerse dé la evidencia. Por diferentes conductos se tuvo 'conoci-
miento en el ministerio de negocios extranjeros, de que la o'ferta de
la corona de Espana y su aceptacion por el principe Hohenzollern
eran hechos inñegables. El duque de Gramont, despues de haber
consultado sus cólegas, y sin esperar el regreso del presidente del
consejo, D. Emilio Ollivier, partio para Saint-Cloud, y eri una corta
entrevista, puso al corriente al Emperador de lo que ocurria.
Una hora despues, en la ausencia del Sr. Benedetti,recibia el encar-
! gado
de negocios de Berlin, Sr. Le Sourd, la ordeh de trasmitir al
conde de Bismark la desagradable impresion que habian producido
las noticias de Madrid en e1 gobierno del Emperador.
Alleer e1 despacho del Sr. Mercier de Lostende, la emocion de
F
l-os minisLrosfué violenta, pero sin embargo, ninguno de ellos supo
apreciar este dia la gravedad del incidente. Se le juzgaba como una
contrariedad ó una cuestion enojosa y nada mas. No se dudaba que
Espana se mostraria conciliadora y que Prusia reprobaria la candi-
datura del principe de Hohenzollern, desde el momento en que, de una
manera diplomática, conociesen los sentimientos del gobierno francés
Habia ademas, en este trafico de un trono, combinado, ó mas bien
urdido sin el consentimiento de las demas naciones, y lo que es mas,
sin informarles cle ell-o, algo tan chocante y anormal, que, unos mi-
nistros pacificos, como lo era la mayoria dé los que á la sazon com- -
ponian elGabinete, no podian creer en provocaciorf tan evidente de
parte de una nacion amiga, y cuyas relaciones no se habian separado
de los limites de la cortesia. Los ministros estaban, á la verdad,
convencidos de que semejante hecho daba lugar a una intervencion
europea, y todos convenian en la necesidad de poner aquel litigio
á cargo de la diplomacia, pero á ninguno le ocurrio excepto al
Sr. de G-ramont, la posibilidad de una guerra provocada por tan
extrano motivo.
Mejor informados, los cólegas de D. Emilio Ollivier habrian reco-
nocido que este motivo era por el contrario el urlico que pudiése
triunfar de la conformidad de Napoleon III, y obligarle á aceptar el
reto que 1e proponia el conde de Bismark. Para estos hombres sin
experiencia, la candidatura del principe de Hohenzollern era solo
-una aventura fantástica, inventada por un hombre céleble, amante de
empresas dificiles, y en la cual el parienle del rey de Prusia repre-
-sentaba elpapel de jóven ambicioso. El Emperador no se forjaba
.ilusiones : la aventura consistia, segun su manera de pensar, en un
complot preparado de antemano y conducido por la diplomacia del
conde de Bismark con una habilidad y discrecion admirables.
Diez y ocho meses ántes, esto es, á principios de 1869, se
habia oido hablar por primera vez en una comida dada por el
Sr. Drouyn de Lhuys. El diputado á Córtes, Sr. Salazar y Mazarredo,
cuyas mtimas relaciones con el general Prim eran notorias, exami-
najido las eventualidades que podian presentarse en España, en el
caso probable que no se aceptáse la Republica como forma de go-
bierno, decia : que la proteccion patente dispensada por e1 ministerio
francés á la ex-reina Isabel y al jóven principe de Asturias, asi
como la oposicion de Tullerias á la candidatura del duque de Mont-
pensier, obligaban desgraciadamente al pueblo español á pedir un
rey á la Europa. Y que aun, esta peticion no podia hacerse, sino en
un círculo muy limitàdo. Un principe italiano tendria quizas que
temer la oposicion del partido catolico español. Un principe portu-
gués era imposible sin la union Ibérica consentida por España y
Portugal. El Sr. Salazar y Mazarredo, siguiendo sus investiga-
ciones, llegaba á deducir que Alemania solamente tenia principes dis-
ponibles en suficiente número; y en su opinion el principe Leopoldo
de Hohenzollern seria un candidato muy bien escogido. Sobrino del
rey de Prusia, hermano del que reinaba en la Romania, de cuyo
trono tomó posesion con la misma facilidad que un viajero se instala
en una fonda; 1 principe Leopoldo era ademas hijo politico del
rey de Portugal.
Estas opiniones que tenian mas bien el caracter de confidencias
oficiales, debiéron llamar la atencion del señor Drouyn de Lhuys y
de sus convidados. Por desgraciael Sr. Salazar y Mazarredo, bas-
tante conocido del mundo diplomatico por su buen talento y rectitud
de ideas, merecia el concepto de excéntrico; y como tal poco impor-
tante para preocupar sus palabras el animo de los hombres graves,
que no viéron en su conversacion la menor trascendencia.
Pero el Emperador fué prevenido por otro conducto. Ciertas con-
versaciones tenidas en las chancillerias, alarmáron al Sr. Benedetti,
embajador de Francia en Berlin. Tomó informes. Por una coinci-
dencia que es dificil imputar al azar, un antiguo embajador de
Espana en Prusia, D. Manuel Rancés y Villanueva, llegaba á esta
mismaepoca á Berlin, viniendo de Viena, y tenia tantas y tan fre-
cuentes entreviss con el conde de Bismark, que llamáron su atencion,
y le obligaron á intervenir. Preguntado el secretario de Estadoá
Sr. Thile mostró la mas inocente extraneza. « El gobierno prusiano,
« decia, ignora
completamente las negociaciones entabladas entre
« el
gobierno de Espana y el principe Leopoldo. » Como hombre
particular y no como funcionario público, empeñaba su « palabra
de honor » para garantir la ignorancia é inocencia de su gobierno.
Evidentemente, el señor Thile no era sincero. El-Sr. Benedetti se
dirigio entónces al conde de Bismark, que no titubeo en confesar
la verdad, y en reconocer que se hacian tentativas en el sentido
indicado por nuestro embajador; pero que el rey Guillermo era hostil
á los proyectos de su sobrino, y que por su parte haria cuanto le
fuése posible para disuadirle de una empresa, en cuyo desenlace
no veia, para este segundo Maximiliano, otra cosa que un nuevo Que-
reLaro. Esta respuesta se. trasmitio á Tullerias, y el Sr. Benedetti
creyo que -se meditaria acerca de ella, puesto que Napoleon III, en
sus confidencias particulares. le habia dicho cuan importanteera
impedir una candidatura que podria crearle obstáculos casi insu-
perables, despertando susceptibilidadesnacionales. Pero la especie de
apatia que caracterizaba ya la politica imperial hizo que, ápesar de
advertencias reiteradas, no se siguiése por mas tiempo la serie de
pormenores de una intriga tan alarmante en su origen.
Una indiscrecion cometida en Madrid por los Sres. Ruiz Zorrilla
y Sagasta, ministros y amigos de Prim, hizo que en el mundooficial
se conociéra el incidente que debia producir la guerra. Lanegociacioii,
conducida en secreto hasta entónces, necesitaba permanecer ocùlta
algunos dias mas. Prim tralaba de presenlar á las Córtes la candida-
tura del príncipe de Hohenzollern, sin prevenir los diputados; y veri-
ficar la votacion en el acto, con el fin de oponer á las previstas recla-
maciones de Francia, el hecho consumado y la expresion de la
voluntad nacional. La imprudencia de sus confidenles obligo al
general Prim á modificar su plan y a salir al encuentro, por medio
de una comunicacion espontánea, de las preguntasque se agitaban ya
en los labios de nuestro embajador. Este recibio la confesion del
miiristro espanol sin demostrar la menor sorpresa,,como si conociése
ya todo el plan. Prim anadia, que se encontraba dispuesto á soportar
la cólera del pueblo francés, pero que no podia resolverse mas que
poseido de un pesar intenso a obrar contra los deseos de Napoleon III.
Pero, ;,qué hacer? En realidad, la responsabilidad caia sobre aquellos
cuya politica se 'oponia a la instalacion de un gobierno defmitivo en
España. ;, Ignoraba alguien por acaso la hostilidad del Emperador
por un Montpensier ó por una república? Nuestro embajador, care-
ciendo de instrucciones para un caso imprevisto, debió limitarse á
expresar el temor de que la eleccion al trono de Espana de un prin-
cipe aleman, no ofendiése vivamente el sentimiento nacionál en
Francia. Prim prometio poner al corriente de la cuestion al emba-
jador de Espana en Paris Sr. Olozaga, hombre de un talento sin-
gular, que tenia-tanta mas probabilidad de ser favorablemente aco-
gido, pues, ademas de su grande afeccion por la nacion francesa,
vivia en estrechas relaciones con D. Emilio Ollivier.
La mas trivial prudencia imponia al Gabinete francés e1 deber de
no divulgar las noticias que se le trasmitian. Un hombre de Estado,
digno de este titulo, hubiéra comprendido que la opinion publica
y la prensa europea, una vez apoderadas de la realidad, era impo-
sible contenersu lenguaje y discusiones; y que los hechos, de cual-
quier modo que se considerasen, debian fatalmente producir la hu-
millacioncle una de las trespotencias comprometidas en la inrrigahis-

pano-prusiana. Pero, si los. ministros del 2 de enero no han desmere-
cido, aun de hoy, la estimation personal que se debe a hombres hon-
rados, en el sentido vulgar de 14 palabra, puede decirse sin severidadt
que reunian todas las debilidades y defector propios de la inexpe-
riencia. Sobre .estos hombres, amantes ciegos de la paz, recae
justamente toda la responsabilidad de nuestros desastres, á causa
de su incapacidad é ignorancia. Se diria en efecto, al examinar cada
uno de sus actos, a partir del 3 de julio, que estaban acometidos de
esa fiebre de publicidad prematura y perjudicial que padecia la
prensa despues de mucho tiempo bajo el regimen imperial.Asi pues,
sin perder un instante, sin esperar siquiera el regreso de D. Emilio
Ollivier, el duque de Gramont, 4 quien sus distinguidos servicios en
la diplomacia y su larga carrera politica hubiéran debido poner al
abrigo de semejante ligereza, hizo redactarpor el Sr. Giraudeau, jefe
de secoion de la prensa en el ministerio de la gobernacion, una nota
que se publico al dia siguiente en el ConstillzejonaJ, cuya lectura
produjo una impresion muy desagradable en el mundo financiero.
En esta nota, sin embargo! el duque de Gramont no ponia en accion
a Prusia, y parecia aceptar, aunque con rigidez, la hipotesis fie la
eleccion por las Córtes del principe de Hohenzollern. « Si la nacipn
« espanola, decia e1 articulp ministerial, saRciona ó aconsej a e
« eleccion, nosotros debemos, ante todo, acatarla cop el respetq quo

« merece la voluntad de un pueblo, disponiendo de sus destinos.

« Pero, rindiendo homenaje a


la soberania del pueblQ espanol,
« unico juez competente en semejante materia, no podriftmos con-

e-tener un movimiento de sorpresa, al ver confiado el cetro de


«
Carlos V á un principe prusiano, nieto fie unaprinpesa de la
« familia Murat, cuyo nombre esta upidQ 4 Ja feistoria de Espang,

« por tan cruelcs recuerdos. »


- Este último párrafo suscito una fuerte objecion de parte del
Sr. Giraudeau.Este ataqueinutil á la familia Murat, pareciainopor-
turio al colaborador del Sr. de Gramont. Pero á pesar de sus -abser-
vaciones, el ministro de negocios extranjeros, cuya irritacion bus-

-
caba un desahogo, sostuvo la redaccion de la nota que aparecio
como la hemos citado y trasmitido, sin darle
un caracter apasionado.
La opinion publica no podia darse cuenta todavia de' los -desastres
que el artículo ministerial ocultaba en su regazo.
Sin embargo el mundo politico estaba ya en acecho. El gabi-
nete de D. Emilio Ollivier, en el cual, desde su llegada al poder,

,
el ministro dio facil acceso a todos los periodistas mas notables, veia
llegar a cada instante multitud de personas curiosas de oirde la boca
la
del presidente del Gonsejo, interpretacionverdadera que debia darse
á la nota publicada por orden del duque de Gramont. El"Sr. Ollivier
respondia con altivez a todos, diciendo : que Francia no toleraria
esta vez un nuevo insulto de parte de Prusia; y que el GaMneteno
dejaria de cumplir con su debér.
El ministro de la' justicia cumplia este dia sus cuarenta y cinco
anos.
: El-evado, por medio de mil obstáculos, á la mas alta posicion que
puedeambicionar el hombre en una monarquia, no hubiese sido indig-
no, en époeà mas tranquila, del puesto que ocupaba.JurisconsuHo
y
distinguido, poeta abogado que se elev-aba con^recuencia hasta el
arte oratorio, tuvo a veces el instinto de la verdadera nobleza. Era
un partidario de la libertaddemocratica, pero que no daba á la
intriga mas que lo peor de si mismo; y al hacerlo asi, cedia mas
bien á su temperamento meridional que á una determinacion precon-
cebida.Fàcil en cambiar de opinion y marcbando por- instinto hacia
el poder, creyendo que venia á el, poseia en alto grado las virtudes
secundarias que cautivan la clase media, el desinteres yla benevo-
Berlin!

!
A
Iterlin

A
lencia. Era valiente; cortesano sin saberlo, amante de popularidad
hasta el extremo de encontrar una rigurosa satisfacciop. en el odio
inmerecido que inspiraba á las masas ; encantado de su persona,
este Séneca de la oratoria era el hombre menos apto para la terrible
crisis que estaba destinado á conjurar. Profesando un desdenoso
menosprecio por los ataques de que era obj eto; y afectando una
especie de coqueteria en no dar importancia a la opinion general
sino para encumbrarse, era incapaz de oponer á las seducciones de
un soberano, de quien se creia deudor, ó á las intrigas del vulgo,
del que se titulaba defensor, la resistencia tranquila y decidida de
un hombre de Estado que conoce los verdaderos intereses de su
patria. Semejante àun ligero pedazo de corcho que al parecer domina
la oleada, peroque sin embargo se agita á merced de ella, D. Emilio
Ollivier cedia ya tambien al movimiento que pretendia dirigir.
Por otra parte, se complacia en el papel que los acontecimientos
inesperados debian imponerle al parecer. Ser mas sensible que nadie
en cuestiones de honor nacional, despues de haber sido el apostol mas
ardiente de la paz, i,no era crear, bajo un nuevo aspecto, su prepon-
derancia sobre los hombres politicos que reemplazaba, y cuya energia
?
y susceptibilidad se consumian solamente en palabras Cuando los
hombres influyentes del Imperio sufriéron con resignacion el choque
de Sadowa y el bofeton del Luxemburgo, i no era incitante el
probar al pais que, un gobierno liberal, amante del derecho y de la
justicia, tenia mejores armas que ningun otro para hacerse respetar?
Se conocia por una sensible experiencia el influjo de los artificios
diplomáticos. Iban á verse en obra, hombres de Eslado leales, sin-
ceros, diciendo en -aIta voz* lo que querian. Despues del camino
errado, la linea recta. A la vista de toda Europa, y ante la opinion
publica, se proseguian las negociaciones. Teniendo al mundo entero
por juez y la frariqueza por abogado, j la causa estaba ganada de
antemano! Se mantendria la paz, y Francia quedaria rehabilitada a
sus propios ojos.
Desde la noche del 4 la prensa francesa se hace duena de las
noticias para comentarlas. Esta primera intervencion se expresa por
medio de amargas interrogaciones. Búscase al culpable, al agresor ;
y ya se colocan los parlidos de modo que recaiga en provecho de su
-ridio el incidente que sale á luz. Los radicales, mal informados y
convencidos de que el gobierno esta decidido á sufrir esta vergon-
zosa afrenta, publican el oprobio que contiene la candidatura del
principe de Hohenzollern. Los periodicos adictos al antiguo régimen,
declaran que es necesario estar completamènte loco para ofenderse
de un acto tan natural y conforme al nuevo derecho público, miéntras
que los periodicos constitutionals, empeñados en dirigir las ideas
del Gabinete, dicen de un modo terminante, que no es pusible que
Francia permita en sus fronteras la instalacion de un principe vasallo
i
de la Prusia. Hecho significative! La opinion no se extravia un
momento al buscar el autor de la intriga espanola. Aun-no se ha
pronunciado el nombre del conde de Bismark, y sin embargo
todos le sehalan digno del encono de la nacion. Espana y sus hombres

;
politicos deben, en apariencia, reasumir solamente la responsabilidad
de acontecimientos realizados en su provecho y sin embargo nadie
habla de imponer la eleccion de un nuevo candidato á las Córtes
espaholas, ni de vengarse de este acto de desconfianza y hostilidad.
:
el de Bismark. á una sola nacion se amenaza :
En los almacenes y en los grupos, se maldice un solo nombre
á Prusia. Es
verdad que nadie se hace cargo de los medios que liabran de
emplearse para obligar los Alemanes á ceder ó á batirse. Muy pocos
saben todavia que, segun el texto de la constitution de familias
reales, el principe Leopoldo no puede hacer nada sin el consenti-
miento expreso de su pariente y soberano el rey Guillermo. No se
;
cree tener un motivo legal de cólera, un agravio jurídico contra
Prusia pero ;, que importa? Esmenester acabar. Despues de
mucho tiempo, el huracan amenaza. j Qué estalle de una vez Se !
considera como burla, la pretendida ignorancia de nuestros represen-
tantes en el extranjero, que al parecer han sido enganados por el
general Prim y por el canciller federal. Esperando que los diplo- -

maticos prusianos puedan apreciar la importancia de las armas


francesas, se abruma con mil ataques y caricaturas de toda especie
á nuestros dos embajadores, Sres. Benedetti y Mercier de Los-
tende, á quienes se juzga responsables de la ignorancia del gobierno.
La historia no tiene desgraciadamente nada en que apoyarse para
desvirtuar este juicio espontáneo é instintivo. En vano los intere-
sados han tratado despues, publicando sus despachos, el justi-
ficarse de las acusaciones dirigidas contra ellos. Es cierto que si
el Sr. Benedetti conocia desde 1869 los proyectos del principe de
Hohenzollern, tambien lo es que ha dejado escapar, á fines de
estemismo ano, el hilo que podia conducirle á descubrir la verdad;
y que ni él, ni el Sr. Mercier de Lostende han sabido que la maqui-
nacion estaba tramada y concluida, cuando el conde de Bismark se
negaba á la apertura de negociaciones pacificas que lord Clarendon
le proponia en nombre de Francia,
Preciso era contar con que la expresion del sentimiento pari-
siense, mas firme aun que estrepitoso, encontraria acogida en las
Cámaras. En Saint-Cloud, estaban muy divididas las opiniones para
juzgar las eventualidades que podian surgir de la intervencion de
los diputados en este conflicto internacional. El Emperador, muy
taciturno y bastante preocupado, recibia con su frialdad ordinaria
los avisos y excitaciones á la guerra que le dirigian de todas partes.
La Emperatriz, indecisa todavia, escuchaba con mas predileccion á
10s que, como Gramont, Persigny, Gérome David y el general
Bourbaki, deseaban que, segun una expresion de D. Emilio Gi-
rardin, y hecha 'celebre despues, «se obligase á 10s Prusianos á
« pasar el Rhin á cuiatazos en la espalda. » En el seno del consejo

reinaba tambien un completo desacuerdo. Miéntras D. Emilio Olli-


vier, dedaraba que era preciso hacer todos los esfuerzos posibles
para sostener la paz, con tal que la guerra no se conjurase á costa
"de una nueva humiliation, sus colegas de la gobernacion, Sres.

hacienda y Plichon de fomento ,


Chevandier de Valdrôme, Louvet ministro del comercio, Segris de
manifestaban la intenciolt de
retirarse, si la difere-ncia diplomatica debia arreglarse en los campos
de batalla. El Sr. Mege-, ministro de instruction publioa., y el
presidente del consejo de Estado, Sr. Parieu, se mantenian en una
desconfiada reserva, mientrasqueD. Mauricio Richard representaba,
con el ministro de la marina Sr. Rigault de Genouilly y el de la guerra
general Le Boeuf, el elernento decididamente belicoso del Gabinete.
Entre los infinitos problemas propuestos alhistoriador por los
acofatecimientos de 1870, hay muy pocos tan lamentables como el
evocado por el nombre del general Le-Boeuf. i De que manera ha
podido degenerar hasta el extremo en que le encuentra le declara-
cion de guerra, este oficial superior, cuyos estados de servicio
contenian en cada pagina rasgos de la mas alta inteligencia unida
con el mas admirable valor? ;,De que modo el erudito segundo
jefe de la Escuela politécnica de 4848, el astuto yenérgico coman-
dante de los ataques del ;flaneo izquierdo en el sitío de Seba-stopol;
el previsor jefe de toda la artilleria en Italia, se trasformo en el
locuaz y presuntuoso ministro, .onJ'a ligereza iba á poner la Francia
-desarmada entre las garras de un. enemigo cuya enorme superiori-
-dad 'conocia como el baron Stoffel?
Una sola *palabra respondera á estas Ipreguntas. Elaaaariscal del
Imperio Le Beeuf era ebrtesano. Le faltaba una sola virtud, el
caracter; y esta rebaja basta para empanaruna carrera, la mas bri-

;
llante y honoriflca que pueda desearse. Ayudante de campo de
Napoleon III, ministro de la guerra despues cuando el sentido
comun le imponia el imperioso deber de conlinuar á todo trance la
obra de reorganizacion militar empezada por el ilustre general Niel,
se consagro exclusivamente á las esperiencias balisticas que el
Emperador, fiel á su gusto decidido por la
artilleria, mandaba eje-
cutar en los talleres de Meudon. La restauracion del régimen parla-
mentario acabó de trastornarle. En lo sucesivo, los atractivos de la
tribuna le hiciéron 'olvidar cuan austera é ingrata era la tarea que le
legó su predecesor. Quiso agradar, para rendir homenaje de sus
Iriunfos á su senor. Muy simpatico aun para los diputados de la

ser el ministro amado de la Gamara ;


oposicion, que esLimaban su carácter leal y franco, se contentó con
el interlocutor á quien se dirigia
politicamente el Sr. Gambetta, dejando confiado á la rutina y negli-
gencia de las oficinas el cuidado de proveer á la defensa nacional.
i
Pero, quien podia dudar de la palabra de este intrépido soldado,
afirmando sencillamente, sin fanfarronada, que « estaba preparado?
y, ique influencia decisiva no debia ejercer en las resoluciones del
mundo oficial y de la poblacion esta palabra tan categorica, esta pre-
parado? » Lo repetia en todas partes: en las córtes, á sus amigos,
en publico y en la intimidad; y cuando sus colegas le consultaron,
despues de recibir las noticias de Madrid, repitio todavía : « Nunca
hemos estado tan dispuestos, ni jamas nos encontraremos mejor pre-
parados. La guerra, tarde ó temprano, es ineyitable, aceptémosla,
-puesto que nos la ofrecen. »
Pues bien, 1a verdad acerca de nuestra situacion militar es la que
presentamos aqui,por muy extensa que sea su exposicion,.pero que
sin duda es indispensable para mayor claridad de los acaecimientos
de la campana.
Desde su entrada en el gobierno, en agosto de 1869, el nuevo mi-
nistro de la guerra relego a1 olvido la obra dificil é importante
empezada por el mariscal del Imperio Sr. Niel. Al discutirse la ley
de reemplazos de 1868, los ministros se obligaban- á poner sobre las
armas mas de 1,200,000 hombres. El proyecto de presupuesto
para 1871, presentado al Cuerpo legislative pocas semanas ántes de
la declaracion de guerra, fijaba elefectivo permanente en 400,000 hom-
bres, de los cuales 340,000 estaban destinados al servicio interior
y 60,000 para Argélia. Los estados anexos al proyecto daban detalles
minuciosos acerca de la composicion de batallones, escuadrones y
baterias.
Estos guarismos, tan bellos en apariencia, eran falsos. La ilusion
que sostenia en el espíritu publico no podia desvanecerse, sino
por el corto número de personas iniciadas en la contabilidad de
la guerra, pues en los registros de los cuerpos figuraban sin cesar
una multitud de altas sin valor, que causaban la desesperacion de
los coroneles, que de este modo ignoraban el número. de hombres
de que podrian disponer en el momento de entrar en campana.
La Situation del Imperio, distribuida á los diputados el 1° de no-
viembre de 1869, descompone del modo siguiente e1 efectivo del
ejército activo á la fecha de 1° de octubre : interior, 365,000 hombres;
; :
Argélia, 64,000; Estados Pontificios, 5,000 total 434,000 hombres.
Pero el gobierno se apresuraba á ariadir que convenia deducir de
este total el numero de los que disfrutaban licencias temporales
por diversas causas, y que se elevaba al ménos á 109,000 hombres,
lo que reducia el guarismo de presentes en los cuerpos á 325,000 hom-
bres. En cuanto a1 efectivo de la reserva, constaba en la misma
fecha de 212,816 hombres, ó sea, entre el ejército activo y el de
reserva, un total cabal de 647,000 hombres.
La guardia nacional móvil, destinada á la defensa de las plazas
fuertes y del interior, se componia de cinco clases, cuyo efectivo
era de 560,000 hombres que, Teunidos á los 647,000 del ejército
y reserva, daban bien,. sobre el papel, el formidable total de
un millon doscientosmil comhatientes.
Pero la guardia nacional movil, á excepcion de una pequeña
parte del contingente de Paris, ignorando todavia el manejo del
fusil, constituia una fuerza completamente nula al principio de la
campana; ademas, la organizacion de los cuadros estaba apénas
bosquejada á principios de julio. La distribucion de circunscrip-
ciones para la instruccion de batallones, companias y baterias,
acababa de decidirse hacia pocos dias. El departamento del Sena
era el unico que poseia cuadros completos; en los tres primeros
cuerpos de Paris, Lille y Nancy, el gobierno habia nombradO los
comandantes y capitanes, pero en los otros tres grandes distritos
militares de Lyon, Tolosa y Tours, la organizacion de la guardia
nacional movil era completamente nula.
En moméntos de entrar en campana, el Emperador no podia
contar mas que con el ejército activo y la reserva, cuyo total,

642,000 hombres :
segun los cálculos de las oficinas de la guerra, ascendia á
número casi igual al del efectivo existente
en 1° de octubre de 1869. De este total, es menester deducir
75,000 jóvenes soldados del contingente de 1869, que no se

bres disponibles inmediatamente, en esta forma :


incorporáron hasta el 1° de agosto. Quedaban pues 567,000 hom-
393,500 bajo las
banderas;-61,000 viejos militares de la reserva; 112,500 nuevos
soldados de la reserva tambien, que habian recibido una instruccion
bastante imperfecta durante cuatro meses en los depositos; y de
elios, la mayor parte ignoraba el manejo del fusil chassepot.
Despues de la votacion del plebiscita, el número mas importante,
el de soldados en activo servicio, se puso en duda por un perio-
dico, cuyos datos militares estaban notoriamente tomados del mejor
origen. Este diario aseguraba que el total de 393,500 hombres, dado
por las oficinas del ministerio de la guerra, comprendia muchas
bajas que figuraban indebidamente en los registros de 10s cuerpos.
Dos dias despues, el Pueblo Frances,organo del Gabinete de las
Tullerias, desmentia á su cólega, apoyando su argumentacion en
nueslras excelentes reglas de contabilidad, que, segun su opinion,
no permiten consignar en el presupuesto, gastos ficticios. Este
diario ignoraba que el Constilucional tenia estos datos del mismo
director de contaduría de la guerra. Sin embargo, para evitar una
polémica enojosa al gobierno, se prohibio al periodico indiscreto
replicar á su adversario, al cual habria podido oponersele los mi-
lIonBs gastados en los talleres de Meudon y en la construccion de
palacios para los mariscales del Imperio, sin que sea posible en-
contrar el menor indicio de estas sumas inmensas en los presu-
puestos.
Aun admitiendo la exactitud del numero de soldados presentes
bajo las banderas, anunciado por el ministro de la guerra, las

meses no excedian de 567,000 hombres ;


unicas fuerzas con que Francia podia contar para los primeros
de los que debian dis-
tribuirse aun-en el territorio, y sin poder servir para el combate,
las companias de disciplina, de remonta, enfermeros, etc., 36,800;
tropas fuera de linea (hors-rang),13,700;gendarmeria, 24,000; de-
positos, á lo ménos 28,000; guarniciones de las plazas fuertes, 78,500;
;
Argélia, 50,000 :
total 231,000 entre el interior y la Argelia; lo cual
reducia á 336,000 el número de soldados disponibles para sostener
la campaña. Si de aquí se deduce el cuerpo de ocupacion de los
Estados Pontificios, y las tropas que por medida de precaucion era
preciso conservar para vigilar ciertas fronteras durante los primeros
dias, se vé que no podiamos poner en accion mas de 300,000 soldados
contra 500,000, ó mas, que el rey Guillermo estaba en disposicion
de lanzar sobre Francia á la primera senal.
Alas fuerzas de tierra conviene anadir nuestra marina, en la cual

se fundaban al principio de la guerra las mas lisonjeras esperanzas,


desvanecidas tan rapidamente como todas las demas. El 1° de enero
de .1870, Francia poseia una escuadra formidable, compuesta de
416 buques, de los cuales 336 vapores con fuerza de 81,450 ca-
ballos. Estos 336 buques de vapor se dividianen 55 navios blindados
á hélice, 233 buques no blindados á hélice, y 48 vapores de ruedas.
El general Niel, previendo una guerra con Alemania, y con el
fin de apoyar enérgicamente nuestra aliada probable la Dinamarca,
habia propuesto aumentar hasta 40,000 hombres el efectivo total
de los cuerpos de infanteria y artillería de marina. Despues de su
muerte se abandono este proyecto, y los efectivos del presupuesto
para 1871 no excedian de 18,000 infantes y 4,200 artilleros.
Esta sencilla exposicion del verdadero estado del ejército francés,
constituye el acta de acusacion terrible formulada por la historia
contra el mariscal del Imperio Le Boeuf : este general iba algunos
dias despues á reclamar de las balas prusianas una muerte gloriosa,
que los tiradores alemanes le negáron. Se debe decir que á cada
hora del dia, el ministro de la guerra, descendido al rango de
brigadier, lanzaba su caballo hasta mas allá de nuestras avanzadas,
y exponia su provocativo uniforme de gala y su pecho cubierto de
cruces y placas á los tiros del enemigo. Pero el homenaje rendido
á estas tentativas de suicidio glorioso, no hará olvidar nunca la
indolente negligencia del militar que deja enmohecer la espada que
Francia le habia confiado, y que á la hora del peligro no tuvo reso-
lucion para cumplir con su deber, diciendo al soberano, á suscolegas
y
alucinados a-la opinion publicaarrebatada, que se habia equivocado,
y que la guerra no seria en breve plazo, sino derrota é invasion.
CAPITULO IV.
Interpelacion del senor Cochery. — Se cree que Cochery y sus amigos obran de acuerdo
con el duque de Gramont. — Objeto que se proponen los firmantes de la interpelacion. —
Doblez de los diplomaticos extranjeros. — Declaraciones de D. Antonio de Rascon al
senor Le Sourd. — Carta inedita dal senor Rascon. — Motivos que obligan al Gabinete
francés á precipitar los acontecimientos. — Sesion del 6 de julio. — Declaracion del
senor de Gramont. — Impresiones que produjo. — Laprensa y la diplomacia extraujeras.
— Lo que
piensa el señor Gambetta. — Las aguas del Rhin y el 2 de Diciembre. — El
Gabinete del 2 de enero se mete en un enredo de dificil solucion.

Ni Francia ni Europa tenian noticia todavía oficialmente de la


cuestion que se agitaba despues de dos dias en los consej os de
ministros. Pero, realizandose lo que se habia temido en Saint-
Cloud, la Cámara no podia tardar en mezclarse en el debate y
propalar a su vez, por medio de los mil clarines de la publicidad, la
fanfarronada de guerra.
El mártes 5 de julio, el Sr. Cochery, diputado del Loiret, pre-
vino al Sr. Bcheneider, presidente del Cuerpo legislativo, y al duque
de Gramont de la intencion en que estaba de interpelar al gobierno
acerca de la candidatura del principe de Hohenzollern. El ministro
de negocios extranj eros no puso obj ecion alguna al proyecto del
Sr.. Cochery. Los demas firmantes de la interpelacion no eran de
aquellos hombres de quienes desconfia un ministro. Entre ellos
habia dos miembros del centro derecho, los Sres. Genton y Planat;

Lecesne;
dos diputados de la oposicion descubierta, Sres. Riondel y Jules.
cinco miembros bastante desconocidos del centro izquierdo,
Sres. Carré-Kerisouet, el baron d'lvoire, Tassin, Henri Baboin y
el conde de Hesecques. Solo el Sr. Cochery, hombre muy activo,
lleno de agitacion y muy adicto á la persona y politica del Sr. Thiers,
podia inspirar alguna inquietud al ministro. Tenaz, ardiente y mo-
viendose con violencia al murmullo de sus mismas palabras, el
diputado del Loiret estaba poc.o dispuesto á contentarse con una de-
claracion banal. Sin embargo no se hizo nada para obligarle á
guardar el silencio. Habia ofrecido espontáneamente aplazar su
interpelacion, pero el ministro declaro, con insistencia, que no veía
ningun inconveniente en que se formulase en el acto.
« Pedimos
explicaciones al gobierno acerca de la candidatura
« eventual de un

« Espana, » dijo el Sr.


;
principe de la familia real de Prusia al trono de
Cochery y todo el mundo en la Asamblea
comprendio que esta palabra era la chispa eléctrica echada en 1a santa
bárbara de un buque de guerra.

La interrelation estaba efecLivamente redactada de manera á no
dejar extraviar la discusion. Todas las palabras escogidas con exac-
titud, formaban una bala, y atravesaban el Rhin para llegar hasta
e1 rey Guillermo. Los firmantes clamaban al gobierno que des-

confiáse, no de Espana, cuya desleal complicidad habia permitido la


intrusion misteriosa de un principe extranjero, sino de la ambicion
de la familia real de Prusia, que ingertaba sus retonos en los tronos
vacantes. Era e1 candidato y no la candidatura, lo que el Sr. Cochery
y sus amigos acriminaban. Estos últimos, abrumados de preguntas
en los corredores de la Cámara, tratáron inutilmente de justificar su
conducta, sosteniendo que su objeto habia sido especialmente opo-
nerse á los designios de la Emperatriz, cuya politica, favoreciendo de
una manera palpable los proyectos de restauracion borbónica en la
persona de la ex-reina Isabel y del jóven principe de Asturias, nos
exponia en Espana á los mismos peligros que nos acarreó en Italia
con la proteccion acordada al Santo Padre. Nadie creia que estas
explicaciones fuésen el movil verdadero de la interpelacion. La
impresion general fué que el Sr. Cochery y sus amigos de la izquierda
y centro izquierdo, habian sido impalsados en esta senda por algunos
de sus cólegas, obrando bajo la secreta inspiration del duque de Gra-
mont. Este convencimiento, justificado ó no, daba proporciones colo-
sales á las cuestiones llevadas alas Córtes. El gobierno tenia algo
que revelar puesto que creia necesaria una interpelacion. Tanta pre-
?
mura 1, NO descubria la gravedad de los acontecimientos Por muy
aceleradas que sean hoylas comunicaciones, el ministrode negocios
extranjeros no habia tenido materialmente tiempo, de recibir las
explicaciones de sus agentes. ;,Se poseian juss noticias completasy
"decisivasacerca del incidente, para que pudiera suponerse queun
gobierno circunspecto aceptáse la discusion de un negocio que
apénas conocia?
Esta era, sin embargo, la verdad. El duque de Gramont no sabia
nada todavia. El Sr. Le Sourd, encargado de negocios en Berlin,
habia trasmitido solamenle algunos fragmentos de conversation sin
carácter oficial. El Sr. de Thile le aseguraba que el gobierno prusiano
ignoraba por completo la candidatura del principe de Hohenzollern,
y « que para él no existia. » D. Antonio Rascon, ministro espanol en
Berlin, negaba expresamente haber tomado una parte cualquiera en
las negociaciones encaminadas á obtener la aceptacion del principe
y
Leopoldo, reconocia que el descontentom
de Francia era legitimo.
Desprevenido el Sr. Le Sourd,no estaba en disposicion de confundir
al diplomatico que protestaba así de su ignorancia, y que al mismo
tiempo escribia á uno de sus amigos una carta, de la cual es nece-
sario citaralgunas lineas, para que Francia aprenda á conocer mejor
á sus enemigos. « Es menester seguir adelfinte hasta el fin, decia
« D. Antonio Rascon, ó ahora ó nunca. Si no ha
escrito Vd. aun
« al general Prim, hagalo de seguida. Yosolo soy
quienhaseguido
« exolusivamente este negocio y lo dirigiré
hasta su conclusion
« definitiva. Creo que se le ha dado publicidad,
cuando debia guar-
« darse aun el secreto para darle la ultimamano. »
El Gabinete francés, decidiéndose á instruir con estrépito el mundo
oficial de la intriga hispano-prusiana, obedecia á ciertas conside-
raciones cuyo valor debemos consignar. Sosprendido de repente
- pOr la noticia del acuerdo tomado entre el principe Leopoldo y el
general Prim, juzgaba necesario salir inmediatamente al encuentro
de sus agresores, y vencerlos uno tras otro con un vigor, capaz de
dar que pensar á los que se hallásen dispuestos á prolongar la lucha.
En semejante caso, el triunfo pertenecia al mas osado. Un dia per-
dido para nosotros, era una victoria ganada para nuestros adversarios,
porque importaba ante todo no estrellarse contra un hecho consu-
mado, una toma de posesion, una votacion de las Córles, ó un plebis-
cito del pueblo espanol. Ya corria el rumor de que el pariente del
rey de Prusia, emprendiendo las aventuras de su hermano el hos-
podar de Bucharest, habia desaparecido de Düsseldorf, su residencia
habitual. Hoy se luchaba con un principe aleman, mahana seria
quizas con el rey de Espana. Si se vacilaba, bno favorecia toda demora
los proyectos de los autores de la intriga? Por el contrario, hablando
publicamente, se trasformaba un debate particular, en una cuestion
europea, y se disminuian asilos riesgos de conflicto, interesaiido todas
las potencias en la finalizacion pacifica. Los acontecimientos han
demostrado despues el"error en que incurriéron 10s ministros del
2 de enero, pero es justo reconocer que tuvieron entonces por com-
plices á todos aquellos que abrigaban en su pecho el sentimiento de
la dignidad nacional, y que temblarian aun al recuerdo de las humi-
llaciones sufridas despues de cuatro ahos, por el hecho de una diplo-
macia vacilante y timida. La responsabilidad que pesa sobre el
Gabinete francés es bastante grave para que la historia
no le niegue
ese testimonio; porque si el Sr. de Gramont y sus colegas pueden
invocar legitimamente la analogia de sentimienlos que 10s unia
entonces a la opinion pública, ellos solos tienen que responder ante
lanaeion- de la imprudencia de su lenguaje, de la violencia de sus
declaraciohes de la ligereza criminal
y con que se precipitaron en el
lazo que se les tendia. Un pueblo no es, en realidad, responsable en
-
el mismogrado que sus gobernantes de 10s desastres que Ie sobrè-
vienen: Por e1 hecho solo de que delega sus poderes, esta obligado
a someterse á la inteligencia y prevision de sus mandatarios. A ellos
i-ncmbe-el moderar el entusiasmo irreflexivo de las masas
.ypreve-
iiirlas de los peligros, cuyo riesgo y magnitud, no ha podido medir
su ignorancia. El que falta á este sagrado deber por debilidad ó amor
de popularidad, es indigno. -

El Sr. de Gramont habia anunciado queresponderia el dia siguiente,


6 de julio, á la interpelacion del Sr. Cochery. Las tribunas destinadas
al publico estaban llenas. Todo el
cuerpo diplomatico ocupaba su
puesto. En medio de unsilencio formidable, el ministro-de negocios
extranjeros empezó la lectura de una declaration deliberada en
consejo de ministros. El duque de Gramont pedia á la Camara se
sirviése aplazar-ladlscusion, porque el gobierno ignoraba todavia los
verdaderospormenores de.una negociacion que se le habia «ocul-
tado ». Siguiendo el texto de la interpelacion del Sr. Cochery, el
ministro no examinabia aunlosagravios que pudiéran tenerse contra
Espana; -Se sometia de antemano á la voluntad * de una grande y
& noble nation ejerciendo plenamehte su soberania : » el enemigo
era la Prusia. - -
- -
:
« No creemos, decia al terminar el ministro de- negocios extran-
.«- jeros, que el respeto de los derechos de un pueblo vecino, no&
«-obligue~a tolerar, que una potencia extranjera;.colocando uno de
( sus principfes sobre el trono de Carlos V, pueda trastornar, con
:
« perjuicio. nuestro,elequilibrio actùal de las. fuerzas europeas y
« pon"er en peligrolos intereses y el-honor de Francia. Abrigamos
« la firme esperanza de que esta
eventualidad no llegara á realizarse.
1870.

de
julio

en
tropas

de
movimie:)tos

Primeros
« Para impedirlo., contamos á la vez con la prudencia del pueblo
«
aleman y con la amistad dela nacion espanola. Si lo contrariosuce-
«
diera; fortalecidos con vuestro apoyo y el de la nacion, sabriamos
«
cumplir nuestro deber sin vacilar y con energia. » ,

Un solo grito acogio esta declaracion « j eso es la guerra ! » En este


scntido lord Lyons, el principe de Metternich, Olozaga y el baron
Werther dirigiéron inmediatamente despachos telegraficos á sus
respectivos gobiernos de Londres, Viena, Madrid y Berlin. No podia
dudarse de los sentimientos del Cuerpo legislativo. Por muy violenta
é imprudente que fuése la intervencion del duque de Gramont, sin
embargo no traducia con exactitud la verdadera disposicion de animo
de los diputados y del público. La efervescencia, contenida hasta
cntónces, estallaba en gritos é interpelaciones de toda especie. En las
tribunas, los espectadores aplaudian al ministro, cuya digna y elegante
actitud satisfacia por completo en estos instantes la vanidad nacional.
- Se remarcaba el anciano general Changarnier que, desde. la tribuna
reservada á los ex-diputados, aplaudia tambien las palabras del
ministro y se levantaba de su asiento, como si esas amenazas de com-
bate liubiesen despertado en su imaginacion el recuerdo de su
brillante y gloriosa juventud. Dos diputados de la oposicion (gauche
radicale), los Sres. Cremieux y Arago (D. Ianuel), trataron inútil-
mente de navegar contra 1a corriente que arrastraba la Francia
hacia el abismo. Sus interrupciones, dictadas sin duda por un
espiritu de oposicion, no hiciéron mas que excitar doblemente e1
sentimiento que se proponian combatir. D. Emilio Ollivier, sobre-
cogido del efecto causado por la declaracion ministerial, quiso
atenuar la impresion de los miembros del cuerpo diplomatico que,
palidos y trastornados, daban ya ordenes á sus secretarios para
prevenir sus gobiernos. El guarda sellos repitio con insistencia" que
por su parte « desearia la paz con pasion; » y para descargar
sobre la de
conciencia losdiputados, la responsabilidad que al
parecer olvidaban, termino su discurso diciendo : « Si un dia
« creyésemos la guerra inevitable, no la empezariamos sino despues

« de haber pedido y alcanzado vuestra cooperacion. »

Conocida y comentada ya por la poblacion parisiense la declara-


cion del duque de Gramont, que satisfacia demasiado la opinion
publica para no ser acogida con entusiasmo, desde el anochecer
la
empezáron á recorrer por
:
primera vez los boulevares diversos
grupos de hombres y nihos, gritando « A Berlin! A Berlin! » A
ellos se reunian los vivas de los transeuntes y de la multitud de consu-
midores que estacionaban á esta hora delante de los cafés. Es preciso
confesar que estas manifestaciones obedecian, mas que al entusiasmo
patriótico, aldeseo dehacer ruidoyjugar alasedition, sin incurrir
en e1 castigo de las ordenanzas de policia. Empero, si el hombre de
Estado tiene el deber de apreciar en su justo valor las aclamaciones
de esos coristas de calle, que salen del centro de la tierra los dias de
!
conmociones populares, gritando : « Viva el rey ó : Viva la liga! »
la
;,cómo reprocharle que se deje conmover por explosion de senti-
mientos de que participaban todas las clases de la sociedad, apoyadas
enérgicamente por todos los organos importantes de laprensa? No era
solo París quien justificaba á sus propios ojos 10s ministros haciéndose
eco de sus clamores belicosos; la prensa extranj era estaba casi
unanime en el juicio que emitia, tanto acerca de la candidatura del
principe Leopoldo, cuanto á la digna acogida dispensada por el minis-
terio. El Times, el Morning-Post, el Standard, el Daily News, por
no citar mas que algunos, se distinguian entre los periodicos ingleses
la
por violencia. de sus ataques contra Prim y contra la Prusia. En
Viena, la Presse, la. Nouvelle Presse lihre, el Fremdenblatt, el
Tagblatt, el Morgenhlatt y otros cien organos de partidos diferentes,
reunidos por un mismo sentimiento, contribuian por su parte á sos-
tener en la imaginacion de nuestros gobernantes la quimérica ilusion
de un concurso europeo. La diplomacia no eramenos enérgica para
reprobar las intrigas hispano-prusianas. Inglaterra, por la mediacion
de lord Lyons en Paris y del marques de La Valette en Londres,
ofrecia sus buenos oficios al Gabinete francés; y el conde de Gran-
ville repetia con instancia al conde de Bernstoff, embajador de
Prusia, que lord Loftus habia recibido del Foreing-office órden de
declarar al conde de Bismark que el gobierno de la Reina deseaba
el sostenimiento de la paz y que no aprobaria nunca que el rey Gui-
llermo se atrincherase en la declaracion violenta, pero justificada,
del duque de Gramont, para negarle las satisfacciones pedidas á la
vez por Francia y por e1 sentimiento publico de Europa.
Todo contribuia á extraviar la razon ya trastornada de D. Emilio
Ollivier y sus cólegas. ;,Quién vituperaba su actitud? Los radicales
y los amigos del Sr. Rouher, testigos sospechosos, cuya ferviente
cólera debia confirmar fatalmente á los ministros en sus resoluciones.
El partido revolucionario, pidiendo la paz despues de haBer demos-
trado que se insultaba al Imperio y se injuriaba á la nacion, dejaba
traslucir su temor de que una victoria nacional no redundáse en
provecho del Emperador. Los amigos del Sr. Rouher, reuniéndose
hoyá los radicales, ;,no sevolverian manana contra el Gabinete para
acusarle de débil y pusilanime por haber dejado hollar el pabellon
frances? j Los enemigos encarnizados del Emperador ó los adversa-

rios sistematicos del ministerio eran losunicos que se pronunciaban


!
por la paz á todo precio Mas aun, entre los radicales, el hombre
mas elocuente y mas atendido; el que su elevado talento, la mode-
racion de su lenguaje y la consecuencia de sus principios, habian
convertido en jefe de partido, el Sr. Gambetta, excitaba al gobierno
en sus conversaciones particulares á entrar en la senda inaugurada
el 6 de julio porla declaracion del Sr. de Gramont. Qué impor-
tancia no debia tener la opinion de Gambetta, á cuyo acrisolado
?
patriotismo todo el mundo rendia homenaje Con gran sorpresa é
irritacion de sus coreligionarios politicos, que creian ya en la trai-
cion, el Sr. Gambetta decia en voz alta que la unificacion del Alemania
hacia necesaria para Francia la posesion de las orillas del Rhin, y
que la descarada intriga urdida por Prim y Bismark merecia un
ejemplar castigo. Ante sus colegas de la extrema derecha, y respon-
diendo á una pregunta del Sr. Dugué de la Fauconnerie, jóven dipu-
tado democrata cesareario, declaraba que, « sin dejar de reconocer
la fuerza que el imperio adquiriria consiguiendo nuevas victorias, se
resignaba gustoso á ello con tal que Francia saliése engrandecida de
la lucha; y que por su parle, no impediria al Emperador de lavar el dos
de Diciembre en las aguas del Rhin. » Gambetta tenia el mismo len-
guaje á sus amigos. Ningun gobierno podia vivir bajo 1a amenaza de
la espada prusiana, y la República, el dia en que se proclámara,
tendria que temerprincipalmente lapotencia, cuyaorganizacion feudal
la
y pasiones Snti-democraticas, no tolerarian en su frontera existencia
í
de un estado electivo. EramenestßranonadarlaPrusia !^Porquerazon
impedir al Imperio la realizacion de esta obra y rehusar la cosecha,
cuyosfrutos debia recogersolo, en el porvenir, elpartido republicano?
Estas consideraciones desenvueltas en un lenguaje enérgico y
patriotico, eran impotentes para convencer á los radicales, á quienes
parecia importarles poco la decadencia de Francia, si el Imperio debia
;
perder al mismo tiempo su fuerza pero ellas decidiéron las fracciones
liberal y moderada de la Gámara a prestar su apoyo á una politica,
que aprobaban á la vez la tendencia popular y el jefe del partido
republicano. A partir de este momento, se rompiéron los diques,
y se reprobó toda contemporizacion. Un sentimiento apasionado se
apoderó de todos los corazones é inteligencias. No se quiso ver ni
escucharnada.
Con mas calma y serenidad no hubiése sido dificil sin embargo,
hacerse cargo de la falta politica cometida por el Gabinete del 2 de
^enero, lanzado conimprudencia sobre un terreno desventajoso,sea
para permanecer en la defensiva, sea para atacar. Por poco que se
rnedite, se reconocerá que el Gabinete se habia cerrado toda retirada
é impedido todo triunfo diplomático, colocando la cuestion en los
terminos que acabamos de referir. Desde el principio se entrego al
arbitrio de su adversario, dejando á este libre de presentar los
hechos de un modo favorable á sus intereses. Por no haber meditado
bastante la trascendencia de su primera intervencion, se veia obli-
gado á modificar cada dia el ultimatum presentado en las Córtes
el 6 de julio por el duque de Gramont.
;,Qué dice el ministro de negocios extranjeros en sus primeros
despachos y en su primer discurso? Se limita á pedir al rey de Prusia
que aconseje al principe Leopoldo un desistimiento categorico de 1a
;
candidatura que so le ofrece exigencia cuya ex'tremada moderacion
nos proporciona el apoyo moral de la diplomacia europea, que condena
solamente el tono violento con que Francia presenta una reclamacion
tan benévola. Pero el Gabinete no ha recibido aun la respuesta de Gui-
llermo 1°; el cual comprende ya que la satisfaccion exigida es insu-
ficiente. Si el rey de Prusia cede á Ia presion moral de 1a Europa, las
cosas permanecerán en e1 mismo estado en que se encontraban e1 año
anterior. En 1869, á las observaciones del Sr. Benedetti, ;,no res-
pondio el conde de Bismark que Guillermo 1° haria todos sus esfuerzos
?
para disuadir á su pariente de una empresa peligrosa i Se habrá
conmovido el mundo por causa de un resultado negativo ? dentro de
unmes, dentro de un ano, reproduciendose el mismo incidente" dará -
origen á un conflicto semejante;,
Es necesario, pues, insistir en la demanda, y dar un paso hácia
adelante.
No es ya un consejo lo que se espera del rey de Prusia; es una
ordenformal, lo que se le pide. Jefe de la familia Hohenzollern, su
derecho real le permite impedir á uno de sus vastagos la realizacion
de un hecho que puede turbar la paz del mundo.^Puede el rey
Guillermo negar esta órden sin justificar de un modo alarmante su
deseo de entablar la lucha? Ciertamente IÍÓ. Por consiguiente, este
paso dado, se decidira en París que no se hará nada hasta el dia en
que el desistimiento combinado del principe Leopoldo y la aprobacion
- del rey á esta renuncia, prueben al Gabinete de las Tullerías que la
diplomacia prusiana le ha enganado, y que so-pena de ser la mofa
del mundo y confesar que toda esta conmocion ha sido infundada, se
verá obligado á pedir nuevas garantias, á convertirse en agresor,
bien insignificantes por cierto, con que
y á perder las simpatias,
contaba al principio del incidente.
CAPITULO V.

Actitud diplomatica tomada por la Prusia el 5 de julio. — El Sr. Benedetti recibe orden de
dirigirse á los baños minerales de Ems, cerca del rey Guillermo. -- Primeras instrncciones
dadas á nuestro embajador. — Situacion prudente del Sr. BenedetLi. — La prensa ale-
mana. — Entrevfsta del rey de Prusia con el embajador francés. — D. Emilio Ollivier
partidario de la paz. — El dnque de Gramont empieza á dejarse dominar por los parti-
darios de la guerra. — Hostilidad del Cuerpo legislativo. — Los gobiernos extranjeros.
— Regreso á Paris del Sr. Werther. — Aconteeimientos del dia 12. — Renuncia del.
principe de Hohenzollern.
,

Miéntras que el gobierno francés descubria e1 flanco á su adver-


sario é iba a verse obligado á modificar á cada momento su actitud
violenta y vacilante, Prusia se situaba sólidamente en el terreno
que no debia abandonar sino despues de rotas las hostilidades. Su
estratégia diplomatica tan previsora y bien estudiada, como su pericia
;
militar, no dejo nada confiado al azar y condenaba de antemano a1
duque de Gramont y sus cólegas á la. serie de pasos que solo podia
dar por resultado una declaracion de guerra.
-
Desde el5, en visperas de su marcha para Ems, el Sr. de Wer-
ther, embajador de Prusia, habia explicado en terminos muy claros
al Sr. de Gramont la situacion que pensaba conservar su gobierno.
Para este ultimo no existia la candidatura del principe de Hohen-
zollern, y aun cuando el rey Guillermo hubiése tomado una parte
cualquiera en las negociaciones entabladas entre Dusseldorf y Ma-
al
drid, estaintervencion nopodialigar rey como soberano. Elhombre,
el jefe supremo de la familia Hohenzollern habia sido consultado tal
vez por su pariente; este pudo por deferencia -dar parte de sus
proyectos á Guillermo 1°. y aun subordinarlos á su aprobacion; pero
estos acuerdosíntimoseran desconocidosparaelGabinete
-
de Berlin.
Reuniendo de este modo dos-personasbajo la misma corona, e1
Jano de Prusia quedaba irresponsable, como jefe de Estado, de las
- palabras del jefe de familia. El semblante patriarcal podia respirar
la guerra, miéntras que el rostro real aspiraria el amor de la paz.
Esta declaracion del Sr. de Werther ponia las negociaciones ,
desde su principio, en una posicion dificil y peligrosa para el Gabinete
francés. Obligado á tratar directamente con Guillermo 1°, tenia nece-
sidad de guardar infinitas consideraciones al jefe de familia, so-
pena de lastimar las susceptibilidades del rey. No existian, segun
costumbre, entre Francia y el monarca prusiano, esos intermediarios
naturales que suprimen por práctica los rasgos demasiado violentos
de una conversation y no someten mas que las proposiciones dis-
cutidas -ya, cuyos terminos se han examinado escrupulosamente :;
la demasiada rigidez en nuestro embajador produciria la guerra
una palabra grosera delrey al representante de Francia, provocaria
tambien la guerra. Hay ciertas razones decisivas que un jefe de
Estado puede oir de boca de sus ministros, y que no tendrian el
mismo sentido en los labios de un embajador extranjero ! Pero estas
consideraciones, que hubiésen debido llamar la atencion del duque
de Gramont y de sus cólegas, haciéndoles prever el ardid en que se
pretendia envolverlos, no se presentáron á su imaginacion. Benedetli,
que se hallaba disfrutando licencia en los baños de Wildbad, reci-
bio órden de partir en e1 acto para Ems, donde el rey Guillermo
pasaba todos los años la estacion de verano en un aislamiento dema-
siado completo para np ser premeditado. El canciller de 1a Confe-
deracion, confinado en sus posesiones de Warzin, que no debia
abandonar hasta el 12 de julio, parecia desconocer efectivamente
los acontecimientos, aun cuando e1 Sr. Kendell, director general
del ministerio de negocios extranjeros, le habia dirigido algunos des-
pachos desde Ems. El Sr. de Moltke residia en Silesia. Algunos
ayudantes de campo y el Sr. Thile, secretario de Estado, oompo-
nian solamente la comitiva del futuro Emperador de Alemania.
El Sr. Benedetti llegó á Ems el 8 de julio; allí le esperaba el
Sr. de Bourqueney con las instrucciones del duque de Gramont,
contenidas en dos cartas fechadas del 7. En la primera, se excitaba
al embajador á rogar al rey Guillermo que interviniése, « sino .ya
« dando órdenes, al menos aconsejando al principe Leopoldo, » que
renunciase á la candidatura que se le ofrecia. Este medio fué pro-
puesto al Sr. Moustier de Lostende por el general Prim; y el cual
debia, segun el parecer del presidente del consejo de ministros
españoles, dejar sin objeto la sesion de Córtes, convocada para el 20.
La carta del Sr. de Gramont era en extremoconciliadora, y ate-
nuaba la violenta declaracion que hizo el 6 en la tribuna del Cuerpo
legislativo. -

Por desgracia, un incidente parlamentario vino á modificar las


determinaciones del Gabinete, y le hizo pensar en la necesidad de
una accion mas energica, que aquella que el despacho del duque de
Gramont trazaba su programa al Sr. Benedetti.
A la mitad de la sesion del Cuerpo legislativo, D. Ernesto Picard
y despues D. Julio Favre, pidiéron que se fijase un dia proximo
para discutir la interpelacion del Sr. Cochery. A estos dos dipu-
tados parecia imposible que el gobierno no hubiése recibido des-
pachos de Berlin; y declaraban á porfia que no era prudente dejar
al comercio bajo el terrible golpe descargado la víspera por la
declaracion del gobierno. Los ministros- de hacienda y de justicia
se esforzaron' inutilmente en asegurar su ignorancia. El Sr. Segris
fué mal acogido, aun por los centros, y D. Julio Favre atribuyo
* groseramente la próroga pedida por D. Emilio Ollivier, al dèseo de

hacer « jugadas de bolsa lucrativas. » El Gabinete, á pesar de este


insulto, no se dejó arrastrar á nuevas é imprudenies declaraciones.
Sostuvo con energía su derecho de no responder hasta su debido
tiempo, á las explicaciones pedidas por e1 Sr. Cochery, pero aban-
dono la Cámara en un estado de irritacion mal comprimido; y
del cual se resintio el segundo despacho enviado este mismo dia al
Sr. Benedetti.
Esta vez el duque de Gramont menospreciaba toda contempori-

;
zacion. Su primera carta oficial, rogaba al rey que intercediése
« aconsejando » la segunda, con el
epigrafe de « carta particular, »
« ordenaba á nuestro embajador que obtuviese del rey una res-
puesta categórica. En ella reasumia el ministro de negocios extran-
jeros la unica fórmula que en su sentir podia satisfacer á Francia é
impedir la guerra. «El gobierno del rey — debia decirla respuesta

« de Hohenzollern;
« solicitada de* Guillermo 1° — no aprueba la aceptacion del principe

y le ordena que renuncie á la determinacion


« tomada sin su consentimiento. »
Grande debio ser la sorpresa del Sr. Benedetti al recibir esos

tiempo: ;
dos despachos tan distintos de tono y tan contradictorios al mismo
en e1 primero, se le encargaba demostráse los mas pacificos
sentimientos en el segundo, se le instaba á poner el dogal al
cuello del rey de Prusia, negandole todo plazo. El Sr. Benedetti
no parecio detenerse, sin embargo, en los escrúpulos que debiéron
inspirarle esos despachos fechados de un mismo dia y redactados
de un modo tan diverso. Diplomatico versado en la escuela de los
Sres. Rouher y La Vallette, sabia muy bien de que manera cum-
plia su mision la diplomacia francesa despues de diez y ocho anos,
obrando unas veces por órden del soberano sin noticia de los
ministros, y otras sin conocimiento del soberano por orden de los
ministros, para que le duráse largo tiempo la sorpresa que debio
causarle el lenguaje del Sr. de Gramont. Hombre de espiritu pru-
dente, habil y preocupado principalmente en distinguir en las
ordenes que recibia, el verdadero pensamiento del amo, cumplio
su delicada mision con tal prudencia y tacto que, abandonados sus
resultados á si mismos, hubiéran sido ménos á propósito para favo-

la sazon en imponer á Francia un papel agresivo.


recer los secretos planes del enemigo, cuya habilidad consistia á

La prensa alemana, disciplinada de repente como un regimiento


de la guardia, y obedeciendo patrióticamente á la consigna dada
ó adivinada, traducia con perfeccion las ideas del Gabinete de
Berlin. Los representantes de Prusia hubiéran podido limitarse á
poner de manifiesto á los gobiernos junto á quienes estaban acre-
ditados, los artículos publicados en toda la Alemania del Norte.
Nunca se ha conseguido expresar mejor la sincera é ingénua sor-
presa de un pueblo, seguro de su inocencia y provocado de repente
á lavar con sangre las injurias que estaba cierto de no haber
cometido.'Ya empezaba á modificarse el sentido de los organos de
la prensa europea y á mostrarse ménos simpatica hácia nosotros,
movida por una influencia secreta. La extraordinaria dulzura y
humildad de los diarios alemanes, comparada con la especie de
fiebre, de que parecian atacados los periodicos franceses, se volvia
contra nosotros, aunque no era dificil conocer que una ira sorda
se abria paso al traves de esta sorpresa de encargo.
El Sr. Benedetti no podia sustraerse al influjo de esta atmósfera
moral; y convencido exactamente de las dificultades de su emba-
jada, se presento el 9 dejulio en el palacio del rey Guillermopara
comunicarle las reclamaciones de su gobierno.
La entrevista fué bastante afectuosa y cortés. Para justificar el
carácter de natural bondad que pensaba dar á la recepcion de nuestro
embajador, el real anciano le habia hecho prevenir que le retendría á
comer despues de la audiencia. Noble, orgulloso de su raza y de sus
setenta y tres años, el rey, sin separarse, con todo ello, de la mas
esquisita moderacion, se nego definitivamente á intervenir cerca del
principe Leopolclo y se esmeró en hacer comprender con claridad la
distincion que convenia establecer entre los actos del soberano de
Prusia y los del jefe de la familia de Hohenzollern. Toda la habilidad
persuasiva del Sr. Benedetti vino á estrellarse contra la resolucion

;
del rey. Como pariente, habia tenido conocimiento y autorizado la
manera de obrar del hijo del príncipe Antonio de Hohenzollern su
dignidad nole permitia volverseatrás dela palabra dada. Sin embargo,
deseando no dejar al embajador bajo el influjo de una mala impresion,
y evitar todo pretexto á eventualidades de trastornos, el rey anadio
que ántes de reanudar esta conferencia, se informaría de las ultimas
disposiciones de su joven pariente, cuya resolucion habria podido
modificarse á causa del efecto producido por su candidatura. Muy
embarazado, no atreviéndose á seguir rigurosamente las ultimas
instrucciones del duque de Gramont, ni queriendo tampocó provocar
un rompimiento cuando las ultimas palabras del rey dejaban entrever
una posibilidad de arreglo, el Sr. Benedetti inclino la cabeza, ro-
gando al rey que acelerase la llegada de los informes que esperaba,
y haciéndole observar la legitima ansiedad del Gabinete de las Tu-
llerías, obligado á contener la opinion pública violentamente exciLada.
Por una singular fatalidad, el despacho telegrafico que contenia
los detalles de la entrevista del 9, esperado con tanta impaciencia en
Paris, no habia podido descifrarse todavia á las doce de la noche
del 10. Una siniestra tempestad, reconcentrándose sobre las llanuras
del -Rhin, habia interrumpido la trasmision de los despachos tele-
gráficos, é impedido el leer la mayor parte de la comunicacion de
nuestro embajador. Esta borrasca, viniendo como á pedir de boca
para permitir á los ministros guardar el silencio, se colocó inmedia-
tamente por el publico entre las otras muchas invenciones que hacen
poco honor á la imaginacion de sus autores, dudando de la buena fé
del Gabinete. Como este acontecimiento ocurrio en domingo, y el
tiempo estaba magnifico, la multitud, muy compacta en las calles,
dia en esta noche mayor escandalo que en ninguna de las prece-

Ollivier comia en Auteuil en compania poco numerosa;


dentes. En el mundo politico, el mismo escepticismo. D. Emilio
y miéntras re-
feria á sus convidados la mala obra del telégrafo, uno de los asis-
tentes, rico capitalista, quedó tan convencido de que esta borrasca
atmosférica era el prodromo simbolico de una tempestad humana, que
se despidio en el acto, s in esperar su carruaje; y atravesando á pié
el bosque de Bolona, se apresuró á tomar inmediatamente las dis-
posiciones necesarias para poner su inmensa fortuna al abrigo de
las catástrofes que preveia. Sin embargo D. Emilio Ollivier no se
habia mostrado pesimista en esta conversation intima. Excepto el
punto accidental de la respuesta del rey de Prusia desconocida aun,
-

;
el horizonte se despejaba. El Sr. de Olozaga habia hecho prodigios
de actividad, para modificar los proyectos de su gobierno y en aquel
momento, el regente Serrano prometia enviar confidencialmente a.
Dusseldorfsuayudante de campo, el general Lopez Dominguez, á fin
de persuadir el principe Leopoldo á "desistirse, y devolver á Espana
su libertad de accion.
el
Pero miéntras el ministro de la justicia, tomando fresco de una
;
apacible noche de verano explicaba asi ante algunos amigos sus pa-
cificas esperanzas, el duque de Gramont, colocado en el centro mas
ferviente del alto personal gubernamental, separaba poco á poco su
politica de la de su cólega, y cedia á los sentimientos expresados
publicamente en la comitiva del Emperador y de la Emperatriz. Tenia
á la vez que luchar contra los diputados de la extrema derecha, los
generales, los adversarios politicos del ministerio del 2 de enero, y
por ultimo, con los informes de la policia, que representaba los bar-
rios populosos de Paris, como dispuestos á levantarse en masa, si
elerno no tenia en aprecio su patriotica indignacion. « No
« puedeVd. figurarse hasta que punto esta exaltada la opinion pú-
«-blica. Nos - desborda por todos lados, y contamos las horas con
« ansiedad. »
Esto escribia e1 duque de Gramont al Sr. Benedetti á
su regreso de Saint-Gloudr el domingo por la noche. Nuestro emba-
jador, sin embargo. no descansaba; el 11 al mediodia, confe-
renciaba de nuevo con el rey Guillermo. Era demasiado exigente.
Pero ique decir al rey, cuando este subordinaba con tenacidad toda
declaracion decisiva a la respuesta que esperaba del principe de
?
Hohenzollern ^No convenia halagar las susceptibilidadesoficiales
de un anciano, de un rey que particularmente confiaba á nuestro
embajador la probabilidad de la renuncia del principe y el regreso á
Par-is del Sr. de Werther, encargado de comunicar al gobierno francés
esta favorable, noticia?
Por otra parte, debe reconocerse que la situacion del Gabinete
frances ibahaciendose mas dificil por instantes. El Cuerpo legisla-
.tivo, poeo acostambrado á grandes emociones populares, resistia
con pena á "las excitaciones exteriores, y no queria prestarse á de-
moras diplonlticas. que le parecian exageradas. Los rencoresy
envidia que habia provocado el ministerio del 2 de enero en el
y
centro. izquierdo en la extrema - derecha, estaban fomentados
naturalmente por la actitud mas que pacifica de. la extrema
izquierda, y la situacion decididade la oposicion descubierta, que
se calificaba de partido nacional liberal. Cuando los ministros,
dirigiendofee á la sesion, atravesaban la sala de conferencias,
donde se agitaba en-un enérgico- debate la multitud de dipu-
tados y periodistas de todas' opiniones, podian oir al paso .colo-.
quios-originales. Todos estos hombres eran sinceros; su patrio-
tismo sedesahog-aba con seguridad, en amargas recriminaciones
,
contra la falta de vigor e-indecision del ministro de la justicia y
d.esus^colegas';pero^podia exigirse de ellos que sus pasiones
personales nô tratasen de aprovechar las ventajas de una situacion
que quizá no se volveria á presentar jamas? El centro izquierdoJ
abandonado desdenosamente por los ministros;,dejaria sin castigo,
puesto que se les presentaba la ocasion, á los que no contaban con
él, despues de haber escalado el poder sobre sus espalas ?
No
eran enemigos tambien, esos jóvenes diputados que se agrupaban,
despues de algunos meses, al rededor de D. Clemente Dllvérnois,
representante de los Alpes Altos, distinguido escritor que habia
conquistado á fuerza de luchas el favor y la confianza del sobe-
rano, y cuya ambicion, apoyada ademas por su inteligencia poli-
tica, esperaba impaciente la hora en que el poder vendria a sus
manos, como una fortuna que vuelve á su Iegitimo dueno ?
Y los
diputados de la extrema derecha, exasperados de obedecer á ese
ministro cuya voz ahogaban cuando se sentaba, el quinto, al lado
de los cuatro unicos defensores de la libertad en el Parlarnento,
;,nõ eran tambien otros tantos enemigos que acechaban el menor
desliz del Gabinete, dispuestos á no dejarlo levantar de su êãidã?
Un sentimiento de conservacion personal y de orgullo se unia por
consiguiente á consideraciones de dignidad nacional, para impulsar
al duque de Gramont y á sus colegas á dar pruebas de energia y
no retirar un átomo de sus exigencias; pero al mismo tiempo una
percepcion mas pura de las disposiciones efectivas de las potencias
extranjeras les impedia pronunciar la palabra decisiva y los hacía
apoyarse fuertemente, aunque sin po'derse mantener largo tiempo,
sobre el terreno resbaladizo en que se habian colocado.
Cinco dias despues de la declaracion del Sr. de Gramont, era
imposible ya hacerse ilusion. Si la guerra estallaba, entrabamos en
ella sin alianzas. De San Petersburgo, el telégrafo habia. traido la
noticia ya prevista por todos los hombres de experiencia : el general
,
Fleury no pydo obtener del Czar Alejandro II, que influyese enérgi-
camente en las decisiones del rey Guillermo. Cierto es que el Empe-
rador de Rusia habia dicho, por medio del principe Gortschakoff, que
su gobierno aconsejaria al de Prusia la moderation; pero sin precisar
mas el objeto y limite de su intervencion. Habiéndose manifestado
esta reserva- despues de la entrevista del rey y del Czar, celebrada
en Ems el mes anterior, debia naturalmente concluir con todas las
veleidades de participacion en el conflicto por parte de las potencias
vecinas. "No se habia firmado un tratado secreto entre los dos sobe-
ranos, unidos á la vez por lazos de parentesco y por una estrecha
amistad? Inglaterra no necesitaba encontrarse en el caso de esta inter-
rogacion para acantonarse desde luego en una politica de no interven-
cion absoluta. Su ultimo acto de energia europea databa de 1863,
en el momento en que Prusia y Austria saqueaban la Dinamarca y le
arrebataban el ducado de Sleswig. Aquella potencia propuso entónces
á Francia una accion' militar en comun contra Prusia, que ensayaba
en esta guerra insignificante las grandes luchas del porvenir, yafilaba
las bayonetas de sus soldados en la piedra de las murallas de Düppel.
El Emperador Napoleon habia vacilado y rehusado en fin esta
alianza, contemplando con benevolencia la politica de las nacionali-
dades, practicada por monarquías feudales y de derecho divino. El
Austria, mejor dispuesta en nuestro favor, pero á la vez contenida
por el temor de la Rusia y por el sentimiento de las poblaciones ale-
manas de su imperio misto, nos daba pruebas de su simpatia por
medio de algunos articulos de periódicos; pero no debia arriesgarse
mas sobre el terreno diplomático, pormiedo deverse arrastrada á los
campos de batalla. En cuanto á Italia, nos era francamente hostil
desde el principio : sus revolucionariüs, de acuerdo con sus hombres
de Estado, se preparaban á sosprender el mundo con la mas cinica
ingratitud de que pueblo alguno haya dado jamas el triste espetáculo.
El dia 1-2 dejulio se anunciaba, sin embargo, bajo auspicios favo-
rables al sostenimiento de la paz. Alas diez de la mananallego á
Paris e1 Sr. Werther, acompanado del Sr. Bourqueney, realizandose

;
de este modo la promesa que habia hecho oficiosamente el rey Gui-
llermo la víspera al Sr. Benedetti y á ruegos del conde de Faverney,
jefe de gabinete del ministro de negocios extranjeros, se presentó en
el acto en el despacho del duque de Gramont. Allí se encontró al
Sr. de Olozaga, que traia oficialmente al ministro francés la copia
de un despacho dirigido al Gabinete de Madrid por el principe
Antonio de Hohenzollern, el cual parecia allanar todas las dificul-
tades, puesto que el padre del principe Leopoldo declaraba en él
que, en presencia de las complicaciones suscitadas por aquella candi-
datura, su hijo renunciaba al trono de España. Esta noticia, que
hubiéra debido colmar los deseos del ministro de negocios extran-
jeros, la recibio con una frialdad y una indiferencia extraordinarias.
Mas penetrado que sus cólegas del espiritu que animaba el alto
personal gubernamental; mas sensible á las habiles lisonjas de los
cortesanos; fingiendo no confundir el duque de Gramont con los
advenedizos al ministerio del 2 de enero, y atribuyendole senti-
mientos romanescos, que 10s demas negaban al guarda sellos, el
ministro de negocios extranj eros no pareció dar sino una mediana
importancia á la renuncia, no obstante inesperada, del principe de
Hohenzollern. Habló de ella como si se trátara de un acontecimiento
que apénas merecia tomarse en consiqeracion. Lo mas importante á
sus ojos, era que el rey de Prusia se asociase por medio de una
comunicacion cualquiera al desistimiento de su pariente.
D. Emilio Ollivier, tomando parte en la conversacion, le dio un
aspecto verdaderamente conciliador. Se esforzó en hacer protestas
pacificas, dejandose conducir á pesar suyo á sostenerlapeticion del
duque de Gramont. £Podiapedirsemenos?Apelaba al Sr. Werther,
testigo presencial de la excitacion del publico y del Cuerpo legislativo.
Una resisterjcia de parte del rey 4 un deseo tan legítimo, seria mal
interpret^. EJ Qabinele tendria que contener el choque y quizas se
veria obligado á ceder su puesto á hombres mas inclinados á reso-
luciones extremas. E1 duque de Gramont con cíertáraltívez, y el
guarda sellos con todos los recursos de su elocuencia, se esforzaron
para alcanzareste triunfo diplomático, que,- unido á la victoria obtenida
en Espana, debia permitirles preseijtarse ante la nacion y la Gamara
con el prestigio de triunfadores. El Sr. de Werther, cuyas instruc-
ciones eran terminantes y precisas, nada prometió, limitandase solo
á mantener la cuestion en los terminos que la propuso siete dias mas
tarde, ántes de su viaje á Ems. Separaronse : D. Emilio Ollivier muy
decidido á considerar asegurada la paz, cualquiera que fuése la res-
puesta del rey de 'Prusia; el embajador prusiano con el convenci-

;
miento de haber avanzado exactamente e1 peon en la partida de ajedrez
dirigida con taota habilidad por el conde de Bismark el ministro de
negocios extranjeros vituperando en fin, la debilidad de su colega el
presidente del consejo, y resuelto á obtener sin su anuencia, ventajas
mas brillantes.
El Sr. de Werther, perfectamente informado antes de su viaje,
conociÇl todos los pormenores de la comedia, cuyo desenlace aparente
acababa de dar á conocer el Sr. de Olózaga al duque de Gramont.
Miéntras que el rey, prevenido de 1a indecision del regente Serrano,
y de los escrupulos tardios. del general Prim, ganaba tiempo y
entretenia á nuestro enjbjajador, concertando precipitadamente en
Diisseldorf las medidas que debian tQPlarse, para que recayéra sobre
Francia toda la culpabilidad del incidente, sin propender á ello en
apariencia, y no exponer tajnpoco un principe de la familia real á
una derrota en las Cortes espanolas, cuyas disposiciones,
mejor
conocidas ya, hacian probable. Se adoptó la idea de dirigir un des-
pacho á Madrid, ifrmado por el principe Antonio, anunciando el
desistimiento de su hijo. Se habia conllado, y no sin razon, en que el
carácter recto del pueblo francés se negaria á seguir en sus meandros
tortuosos el hilo de esta comunicacion diplomática; y que la multitud,
corriendo hacia e1 objeto principal, sin inquietarse del hijo ni pieocu-
parse del padre, se ebstinaria en pedir satisfaccion á los- dos unicos
personajes que, desde el 3 de julio, absorbian toda su atencion; esto
es, eLrey de Prusia y el conde de Bismark. Su entrevista con el
duque de Gramont probaba demasiado bien al Sr. de Wertherque
el canciller no se habia enganado en sus combinaciones.
Ell mmistro de negocios extranjeros, dominado por la idea de

veneer, y veneer solo, al separarse del embajador de Prusia y del


guarda sellos, envio dos despachos al Sr. Benedetti, antes de
dirigirse al Cuerpo legislativo. El primero prescribia a nuestro
embajador, que concediése al reyel breve plazo que pidio el41 para
c eonocer las intenciones del principe de Hohenzollern. * El segundo,
escrito sin duda tajo la impresion de la entrevista que acababa de
celebrarse, debe reprodurcirse, porque impugna con la autoridad
de un testigo sincero la asereion del.embajador de Prusia, decla-
rando mas tarde que los ministros. franceses habian exigido una
carta de excusas, firmada por el rey Guillermo.

« Paris 22 de julio de 1870 å las 2 y 15 mioalus de la larde.

« Jluy confklenciaL — Emplee Vd. toda su habilidad en probar


- «
que la renuncia del principe de Hohenzollern, le ha sido comuni-
ó
« cada trasmitidapor elrey de Prusia ó por su gobierno. Esto es
a
« para nosotros de 1a mas alt importancia. La participacion del

rey debe hallarse á todo precio consentida por él, ó resultar de


« los hechos de una manera suficiente. »

Pero si este doeumento establece la inexaciitud del aserto del


embajador de Prusia, ;, no hace recaer sobre el duque de Gramont
una gran parte de la responsibilidad que pesa sobre todo el Gabi-

de Hohenzollern ;
nete? A las once dela mañana, conocia ya la renuncia del principe
iY sus despachos escritos á las
dos no instruian al
Sr. Benedetti de este acontecimiento! De un modo muyconfidential,
es como habla á su agente de la necesidad de comprometer y obli-
gar al rey de Prusiao á su gobierno. iQue significa esta recomen-
dacion especial de discrecion, sino que el ministro ha obrado sin
conocimiento de sus cólegas, y que prosigue solo un objeto particu-
lar, creyendo recibir, solo tambien, la respuesta que exige de n.uestro
embajador? El ministro no quiere la guerra á todo precio, pero
desea á toda costa un triunfo brillante, para acallar los animos fer-
vorosos y detener sobre los labios las soiirisas de compasion que ha
creido percibir. En" Saint-Cloud, los amigos de la Emperatriz, así
como ella misma, juzgan que el Gabinete holla el pabellon francés. A
él corresjponde llenar cumplidamente la tarea demasiado pesada para
la débil mano de sus cólegas. i Imprudente é incapaz atleta confundido
hoy bajo la misma carga que se ha creido bastante fuerte para sole-
!
vantar -
La parte ociosa de lapoblacion parisiense, cada vez mas excitada,
ignorando los últimos incidentes, estacionaba desde las doce del dia
esperanza de hablar
en 10s alrededores del Cuerpo legislativo, con la
al paso á los diputados conocidos y obtener algunos pormenores.
Las calles inmediatas alpalacio de las Cortes estaban invadidas por
una multitud de carruaj es de alquiler que tenian la mision de tras-
portar á la fortuna á los especuladores bastante dichosos para coger
al vuelo una noticia auténtica. La muchedumbre, contenida dificil-
mente por un cordon de agentes de policia, se esforzaba en violentar
la consigna, miéntras que los mas osados, mezclándose en los grupos
de diputadósque venian á la-sesion, lograban deslizarse, y concluian
poco á poco, á pesarde las ordenes mas
severas, por llenar la sala de
hacen. de la politica un placer Ó una profesion, y que forman, á
fuerza de.pacieticia y acacia,lo que se llama en la tribuna y en los
-diarios la opinion pública. Es menester haber oido,lo que sedecia en
este rinconcito de Paris, donde se resumian tan perfectamente las
y
pasiqnes, el ardor la cólera de la gran capital, para formarse .una
idea aproximada^del estado de los animos. Los unos, que el solo
-
nombre de Napoléon exasperaba, proferian las mas terribles expre-
siojnes,bendiciendo la hora fatal en que el Prusiano, con su bota
victoriosa, vendria á destrozar el trono levantado en 1852 sobre la
Republica asesinada. Los otros consideraban cinicamente la guerra
indispensable, segun ellos, para consolidar por victorias ciertas el
Imperio decaido por las concesiones liberales. Aqui por el con-
trario se hablaba un lenguaje patriotico. Hombres .de convicciones
-
liberales y para quienes, sin embargo, la idea de patria no era
una"vana aspiracion, expresaban con entusiasmo el deseo de que -
la
Francia salidse victoriosa, por
vocado por la candidatura del principe de Hohenzollern;
paz ó la guerra, delconflicto pro-
aun cuando
esta victoria debiése. aplazar indefinidamente - sus esperanzas,
devolviendo á la dinastía un prestigio que iba en disminucion cada
dia. Por intérvalos, una oleadavigorosa conmovia este tropel
* humano, llevandolo al encuentro de un diputado que, segun el par-
tido a que pertenecia, marchaba triste ó con la cabeza erguida. El
Sr., Grambettai y su amigo D. Julio Ferry, decididamente favora-
bles á una accion enérgica, veian abrirse á su paso las filas estrecha-
das antes por sus amigos, que se pasaban de mano en mano una
elocuente manifestacion de la Sociedad internacional de trabajadores,
protestando de la abnegacion « de los hermanos franceses para con
los hermanos alemanes y espanoles. » Se rodeaba á los recien ve-
nidos, haciéndoles mil preguntas, para abandonarlos luego que habian
hecho la confidencia de algunos rumores insignificantes. Alas dos
y media, la ausencia justificada de los Sres. Gramont y Ollivier hizo
pensar á los curiosos que el gobierno persistía en su actitud reser-
vada, y que pasaría aun el dia sin acontecimientos decisivos. Em-
pezó pues la sesion, y la multitud se deslizo lentamente, no dejando
tras ella mas que á los noticieros obstinados y á los capitalistas
pacientes, que no podian decidirse á abandonar el puesto, sin ver
realizarse las esperanzas concebidas en la manana de este dia.
Se restableció la calma, y el monótono murmullo de algunas con-
versaciones particulares turbaba apénas la tranquilidad de esta gran
sala, tan agitada pocos momentos ántes, cuando D. Emilio Ollivier
entró con paso tranquilo, como un hombre que viene á cumplir iang
tarea ordinaria, y á quien ninguna inquietud preocupa. Asediado
inmediatamente por sus amigos, y preguntado por D. Julio Mahías,
redaclor del Porvenir National, el guarda sellos, colocado por una
ironía del azar ante la estatua de Minerva, respondio sin dificultad,
que todo estaba concluido, y que un despacho « del padre Antonio »
de Hohenzollern habia traido al gobierno francés, aquella misma
manana, el desistimiento del principe Leopoldo.
;,POI' queprodigio deceleridad, estanoticia, dada sencillamente por
D. Emilio Ollivier á algunos periódistas, salio del Cuerpo legislativo,
y se divulgo en pocos minutos por toda la ciudad? Una extraordina-
-
ria agitacion reemplazó bien pronto, en todo caso, la calma que
reinaba algunos minutos ántes. Todos se precipitaban hacia las
puertas de salida para repetir la declaracion del ministro. Çien
coches se encontráron á la vez sobre el puente de la Concordia. Los
fondos publicos ofrecidos á 67 fr. 40 céntimas suben en un segundo
á 70 fr. 60 céntimas, arruinando y enriqueciendo de repente á la mul-
titud de especuladores; y París sabe en el acto que la paz esta ase-
gurada.
- Los que han conservado el recuerdo exacto de la hora que iiguió

á la indiscrecion del guarda sellos sabrán apreciar sin vacilar el


efecto que produjo en el público. Estiradas ya con demasiada vio-
lencialas cuerdas delapasion popular, se rompiéron al influjo del
choque contradictorio, y viniéron á estrellarse en mil burlas san-
grientas contra el ministerio, contra el gobierno, y principalmente
contra ese « padre Antonio, » que aparecia á los ojos de todos bajo
un aspecto cómico. El drama esperado por unos, temido por otros, -

se convertía en pantomima, que un público numeroso saludaba ironi-


camente, ridiculizando los autores de una mistificacion, de que
Francia y Europa eran víctimas despues de-ocho dias. jTanto ruido
para nada! — Por centenas de millon se saldaba hoy la factura pa-
gada hacia un instante por el principe de Hohenzollern. — A ultima
hora habia faltado el valor á todos esos orgullosos fanfarrones en
la' tribuna, y tan cobardes en la accion! — De este modo se
expresaba el disgusto de la muchedumbre. Los hombres politicos
no escaseaban sus insultos á D. Emilio Ollivier y á sus cólegas,
aunque enterminos mas comedidos. La satisfaccionobtenida,no
envolvia un nuevo ardid? — ;,El hijo no desmentiria la carta del
« padre
Antonio, » si una votacion de las Córtes espanolas ratifi-
cáse los compromisos tomados anteriormente por e1 general Prim
— ;,.No era ademas batirse en retirada, y contradecirse de la decla-
racion del 6 de julio, el contentarse hoy con una renuncia del candi-
dato, sin que el conde de Bismark, verdadero autor de la candida-
tflra, tuviése que sufrir la mas minima humiliation?
En la Cámara, 10s primeros ecos delo que pasaba exleriormente
habian impresionado vivamente a los dipulados. Todos se conside-
raban como ofendidospor la confianza hecha á los paseantes de la
sala de conferencias. Algunos creyéron llegado ya el momento de
decidir la caida de un Gabinete condenado al parecer por el senti-
miento público; y D. Clemente Duvernois, hombre de accion enér-
gica, 'redactó y sometió en el acto, anadiendo á su firma la del conde
de Leusse, una propuesta de interpelacion, concebida en estos tér-
minos: « Pedimos explicaciones al gobierno, acerca de las garantias
« que ha estipulado ó piensa estipular, para evitar el regreso de com-

« plicaciones sucesivas con la Prusia. »

Este era el golpe mas terrible que podia descargarse sobre el mi-
nisterio. Traduciendo en una fórmula parlamentaria las ideas que se
agitaban confusamente en todos los ánimos; dando cuerpo á todas
la
las críticas provocadas por actitud que tomó el Gabinete desde el
principio del incidente, Jos firmantes de la interpelacion ponian al
ministro de la justicia y á sus colegas en la imposibilidad de conser-
var sus carteras, si no se declaraba la guerra. Una discusion publica
: obre esta materia, hubiéra puesto demasiado fácilmente en evi-

dencia la ligereza é imprevision de los ministros, para que estos


ultimos no estuviésen obligados á presentar su dimision, ó no cayé-
sen derrotados por un voto de la Camara. La pregunta era tan justa
y respondia con tal acierto á la opinion del público, que era im-
posible no acogerla con atencion. Por consiguiente, toda respuesta
debia conducir á los que la dieran, á la guerra ó á la confusion en
que ántes se hallaban. Seria sin embargo un error el creer que
D. Emilio Ollivieraprecio en su justo valor el importante golpe que
se le dirigia. El Sr. Duvernois, descontento de la politica de un Ga-
binete á cuya instalacion habia contribuido grandemente, se abstenia
despues de algunas semanas de visitar al Emperador. Habia sabido
que los ministros estaban inquietos de su influencia con el soberano,
y que, colocado en la alternativa de sacrificar á su amigo, Napoleon III,
no habia insistido por conservar al Sr. Duvernois. Favorito en des-
gracia, ó amigo resentido, el diputado de los Altos-Alpes estaba
considerado por D. Emilio Ollivier como obrando por su cuenta per-
sonal, sin haber consultado previamente al Emperador. Y esta opi-
nion era tan general, que entre los amigos politicos del Sr. Duver-
nois, el conde de Leusse fué el unico que creyó poder firmar la
interpelacion. Los otros, aunque deseando con ansiedad contribuir
á la caida del Gabinete, se abstuviéron de firmar, por el temor de
disgustar á la corte de Saint-Clould, y hallarse envueltos en la có-
lera que podia provocar el acto atrevido del Sr. Duvernois. Así pues,
se prosiguió la discusion del presupuesto como si se quisiése hacer
olvidar á la Gamara la osadía de uno de sus miembros; al fin de
la sesion fué solamente cuando el diputado de Brionde Sr. Guyot

:
Montpayroux, de la izquierda, suscito de nuevo la cuestion presen-
tada por su cólega de la derecha, diciendo « Prevengo al Gabinete
« que manana, de acuerdo con muchos de mis amigos, pienso hacer

« todos mis esfuerzos para obligarle á salir de un silencio que con-

« sidero indigno de la Cámara y de la nacion. »


Pero este dardo no habia alcanzado á D. Emilio Ollivier. Tran-
quilizado por el sosiego de la Cámara, ocupada al parecer en la dis-
cusion de los fondos secretos, salio del Cuerpo legislativo á las cua-
tro de la tarde. Detenido al extremo del puente de la Concordia por
uno de sus amigos, ardiente partidario de una accion enérgica, la
multitud que se agrupó rapidamente al rededor de estos dos perso-
nages pudo oir al guarda sellos, tratando de convencer á su contra-
dictor, sostener la imposibilidad de llevar mas adelante las exigen-
cias; y declarar del modo mas formal, que la renuncia del principe
de Hohenzollern terminaba el incidente.
CAPITULO VI.

Conducta de los ministros á partir del 12 de julio. — Desacuerdo en el seno del Gabinete.
— Nota pacifica del Constitutional. — Despacho belicoso del duque de Gramont. — Este
pide garantías al rey Guillermo, para el porvenir. — Enlrevisla de D. Salustiano de'
Olózaga y D. Emilio Ollivier. — D. Geronimo David interpela á su vez el Gabinele.

Manifestacion de los estudiantes en favor de la paz. El Emperador y el general Bour-

baki. — La paz á las diez y la guerra á las doce del dia. — El 13 de julio en Ems.

Los enganos prusianos. — El rey se niega á recibir a1 Sr. Denedetd. Nota de la

Gaceta de Cologne. — Se decide la guerra el14 de julio á las diez ymedia de la noche.

A partir de la noche del dia 12 de julio hasta la declaracion de


guerra, es menester seguir de hora en hora á los hombres que llevarán
ante 1a posteridad e1 peso inicial de nuestros desastres. Sus actes, -
aun sometidos á una lenta y escrupulosa análisis, provoQAn todojuicio
simultaneo. No existe logica alguna en la coordinacion de loshechos.
Los ministros no ejecutan lo que dicen ni publican lo .que hacen.
Cada uno obra con arreglo á sus designios particulares; e1 uno deci-
dido por laguerra, el otro considerando asegurada la paz. La con-
fusion empieza; el desórden de ideas llega á su colmo. Los partida-
rios de la paz dejan que sus cólegas pidan nuevas concesiones al rey
de Prusia; los behgerantes redactan proyectos de proclamas pacificas
á 1a nacion y á la Europa, con la misma pluma que han formulado
peligrosas exigencias. Así pues, miéntras D. Emilio Ollivier hace

:
insertar en e1 ConstituciQnaJ, á propósito del desistimiento del prin-
cipe de Hohenzollern « No exigiamos otra cosa de él, y acogemos
« con orgullo esta
solucion pacifica, i una gran victoria que no cuesta
« una lágrima, ni
una gota de sangre! », el duque de Gramont, alu-
diendo por la
primera vez á un acontecimiento que conocia, desde
las once de la manana, dirige al Sr. Benedetti el despacho siguiente
fechado á las siete de la tarde.
« Acabamos de recibir, ahoramismo, del embajador de España,
la
« renuncia que el principe Antonio hace, en
nombre de su hijo Leo-
« poldo, de la candidatura al trono de España. Para que esta renun-
« cia del principe Antonio produzca todo su efecto,.parece necesario
« que el rey de Prusia se asocie á ella y nos dé la seguridad de que
« no la autorizará de nuevo. Sirvase Vd. pasar inmediatamente á ver
«
al rey para pedirle esta declaracion, á que no podrá negarse, si
« no se halla verdaderamente animado de una segunda intencion.
« A pesar de la renuncia, que ya conoce e1 público, la agitacion es
« tal en todos los ánimos, que no sabemos silapodremos dominar. »
Así pues, el guarda sellos se declara satisfecho, miéntras el minis-
tro de negocios extranjeros asegura, que no es suficiente la satisfac-
cion acordada. Se dá cuenta del desistimiento en un consejo de mi-
nistros celebrado esta misma noche en el palacio del Emperador. Gir-
cula por un instante elrumor de una crísis ministerial. Se dice que
los Sres. Gramont, Le Boeuf y Rigault de Genouilly, acaban de pre-
senter su dimision. En realidad, no hay nada de esto. El guarda sellos
se cree tan dueno de la situacion, que se separa de Napoleon III, y le
?
deja á solas con el duque de Gramont. iQue sucede entónces El par-
tido de la guerra, contenido porla presencia de D. Emilio Ollivier, se
reanima de nuevo despues de la salida de este ultimo. Se insiste
con la Emperatriz acerca de los riesgos que corre la dinastia, mostrán-
dose tan poco celosa del honor de la Francia. Se hace observar á Na-
poleon III que no se trata en resúmen de romper con la Prusia, sino
aprovecharse de una ventaja ya obtenida, y sacar de ella el mayor
partido posible. Los que han asistido á la sesion del Cuerpo legis-
lativo. reeuerdan con oportunidad la interpelacion de los Sres. Du-

putados;
vernois y de Leusse. Comentan y aprueban la idea de estos dos di-
y declaran que la palabra « garantias, » pronunciada por
la primera vez, traduce exactamente las exigencias del sentimiento
púbJico. Leyendo los diarios de esta época, debe confesarse que por
esta vez al ménos, los familiares de palacio dicen 1a verdad. A excep-
cion del Tiempo y del Diario de Paris, todos los órganos de la prensa
cotidiana ridiculizan á porfia el desenlace de la intriga hispano-pru-
siana. Los periodistas republicanos no son los ménos amargos en la
expresion de su contrariedad. « La paz podia ser honrosa, dice e1
-
« Sjglo, pero sin embargo
ellos se conduciran de tal modo, que sera
«
ridicula y efimera. » El Emperador, muy conmovido, vacilando mas
quenunca en tomaruna resolucion; inclinandose mas bien en favor
de las soluciones pacificas, no deja por ello de conceder al ministro
de negocios extranjeros la autorizacion de dirigir el último despacho
al Sr. Benedetti; y á las dos de la madrugada, el duque de Gramont,
calenturiento y enorgullecido del triunfo que acababa de conseguir
sobre su colega, manda á nuestro embajador, en nombre del Empera-
dor, que es indispensable obtener del rey de Prusia « garantias para
« el porvenir. »
la
En manana del 13, D. Emilio Ollivier hizo una visita alSr. de
Olózaga. Este último presentó al guarda sellos un despacho del gene-
ral Prim anunciando á todos los Gobiernos europeos, que el nombre
del principe de Hohenzollern estaba horrado de la lista de los candi-
datos al trono. ElSr. de Olózaga, contestando á este despacho, felici-
taba su Gobierno, y decia al terminar: « El Emperador, el ministerio
«
y todos los buenos patricios de esta nacion no pueden ménos de rego-
«
cijarse con la noticia de esta resolucion. » D. Emilio Ollivier, lleno
de jubilo por un paso que hacia inÚtil á sus ojos toda nueva insis-
tenciacerca del rey de Prusia, dió gracias al Sr. de Olózaga, y le
pidio la autorizacion de copiar el despacho del general Prim para

;
presentárselo al Emperador. — « Llévele Vd. el despacho original, »
dijo el embajador de Espana y como indicase su esperanza de que,
terminado el incidente, las relaciones de los Gabinetes de Madrid y
Paris volverian á ser tan cordiales como ántes: «
He empezado á
«' redactar, respondió el guarda sellos, la declaracion que pienso leer
« al Senado y al Cuerpo legislativo. La someteré á Vd., querido
«
amigo, y verá de que modo se rendir homenaje á la abnegacion con
« que el representante del Gobierno español se ha interesado en el
« sostenimiento de la paz. » D. Emilio Ollivier alsalir de la embajada
- de Espana, que esta inmediata al ministerio de negocios extranjeros,
entró en el despacho del duque de Gramont y le comunico eldo-
cumento que acababa de remitirle el Sr. de Olózoga. Algo sorpren-
dido de esta comunicacion, argumento decisivo entre las manos de
los partidarios de la paz, el ministro de negocios extranjeros reclamó
como un derecho, el privilegio de someter al Emperador un documento
diplomatico concerniente á su departamento. El guarda sellos no puso
obj ecion alguna al deseo de su cólega. Dedicado ya por completo al
discyrso que creía tener que pronunciar, así como al efecto que espe-
raba producir, D. Emilio Ollivier no daba grande importancia á las
mezquinas vanidades de la etiqueta, para discutir ó contestar la pre-
-
tension del Sr. de Gramont. Se pusiéron de acuerdo para anunciar,
el14, al Senado y al Cuerpo legislativo que el incidente estaba con-
cluido. El despacho esperado de Berlin no debia, segun las previ-.
siones del ministro, modificar las resoluciones acordadas. Esta vez
tambien, el guarda sellos dejó el campo libre al Sr. de Gramont, cuyos
momentos eran ademas contados, debiendo á la vez contener la im-
y
paciencia de los senadores la de los diputados.
k este momento, la ansiedad del publico se habia convertido en
furor. « Sera necesario darles de puntapiés para que tengan ener-
« gia, » decia Gambetta con un tono desdenoso; y como si esta

exclamacionhubiése sido la consigna aceptada por 131 Senado y Cuerpo


legislativo, no escaseáron manifestaciones evidentes de compasion
y desprecio hacia el duque de Gramont cuando se presentó en el
palacio del Luxemburgo y en el de Borbon para anunciar oficial-
mente la renuncia del principe de Hohenzollern y decferar 'qu.e.) por-
fálta de ciertos documentos, era imposible someter este mismo dia
á la nacionla exposicion general del negocio. El baron D. Gerónimo
David, diputado de la Gironda, y sus amigos de la extrema derecha,
saltando por encima de D. Clemente Duvernois, á quien habian
;
dejado la vispera empeñarse solo en la lucha alentados ahora por
lasconversaciones tenidas en la corte, pusiéron violentamente al Ga-

a
;
binete en la necesidad de explicarse en el acto y obligaron al mi-
nistro pronunciar esta palabra que descubria demasiado sus ocul-
tas disposiciones: « No tengo que ocuparme para nada del rumor
« que circula en los corredores. » En estos términos calificaba el
Sr. de Gramont la revelacion que hizo el dia ántes en la sala de con-
ferencias su cólega D. Emilio Ollivier. En el Senado, la asamblea
acogió con un silencio glacial las declaraciones ministeriales. Los
venerables guardianes de la constitucion, acometidos á su vez del
vertigo, no se mostraban mas razonables que los miembros de la
Cámara baja. Perfidamente violentados por su presidente, el Sr. Rou-
her, queloshabia convocado sin orden del Gabinete, los senadores,
en cuyo nombre hablaron los Sres. Hubert, Delisle, Brenier y de
Chabrier, se mostráron tan dispuestos como los diputados á obligar
el ministerio á explicarse, ó á derrotarlo con un voto de censura. El
duque de Gramont obtuvo, con gran dificultad, el aplazamiento de la
discusion relativa á la candidatura del principe de Hohenzollern
para el viemes 15 de julio.*
En las calles reinaba la misma .agitacion. Las manifestaciones
diarias tomaban en la noche del 13, uñ carácter tanto mas temible,
cuanto que chocaban esta vez con otras tantas en el sentido pacifico.
A los gritos : de « j A Berlin! !.
j abajo la Prusia j viva la
!
guerra a
respondian ahoraenergicas protestas por el sostenimiento de la paz.
Mientras unos grupos se dirigian, lanzando gritos amenazadores, a
la embajada de Prusia y -á la plaza de Vendôme, ministerio de la
justicia, surgian disputas frecuentes y acaloradas en el boulevardde
los Italianos, entre los belicosos y aquellos á quienes, ensu locura y
alucinacion, el partido de la guerra llamaba « Prusianos. » Aquí se
entonaba la cancion de los Girondinos, alli se vociferaba la Marse-
llesa; en el puente de San Miguel, por el contrario, una multitud de
jóvenes, capitaneados por un estudiante en leyes de diez y nueve
anos, D. Enrique Baüer, empenaban una especie de lucha con los
agenies de policia, gritando: iViva la paz! .,. jAbajo Bismark!.
i Los pueblos son hermanos
para nosotros!
Alas diez de la noche, ya sea que el duque de Gramont se
sintiése sínceramente conmovido por los clamores de la gran ciudad
cuyos lejanos ecos percibia, ó bien que se obstináse en conseguir
un triunfo sorprendente, declarado ya inutil por la mayor parte de
sus cólegas, prescribio al Sr. Benedetti que diése el liltimo paso cerca
del rey Guillermo, á fin de obtener una respuesta decisiva. Este des-
pacho no decia nada que nose hubiése repetido en los anteriores
-
;
pero, segunlafecha en que debia llegar á Ems, obligabaal Sr. Bene-
detti á hacer una nueva tentativa, la cual nola hubiéra quizas acon-
sejado el Sr. de Gramont, si ántes de enviar su parte telegráfico,
hubiése conocido el siguiente despacho, expedido por el Sr. Bene-
detti á las siete de la tarde.
« A mi demanda de una nueva audiencia, — escribia nuestro

« embajador, — el rey me hace saber,. que no podria consentir á

« reanudar conmigo la discusion relativa á las seguridades que, en

« nuestro juicio, deberian darsenos para el porvenir. SuMajestad


e encarga se me declare, que se funda para ello en las considera-

te ciones que me ha expuesto esta manana; y cuyo compendiq he

« dado á conocer en mi primer despacho telegrafico de hoy, expli-

« cado despues en un informe que recibira Vd. manana por la ma-

« ñana. El rey ha consentido, segun me ha dicho el enviado en


«
nombre de Su Majestad, á dar su aprohacion amplia y sin reserva
« al desistimiento del principe de Hohenzollern, pero no puede

« hacer mas. Esperaré nuevas órdenes ántes desalir de Ems.

Este despacho, comunicado al Emperador y á los ministros el 14


por la mahana, era en efecto decisivo. Se habia ganado la batalla en
todos los puntos. Napoleon III, al salir del consejo, monto en carruaje
con el ayudante de campo de servicio, general Bourbaki: « iY bien,
« general, — le dijo el emperador, — tenemos la paz — l. Cómo,la

« paz? preguntoel heróico soldado, sin disimular su contrariedad,


« —Si, la paz, insistio el imperial interlocutor. La guerra es impo-

« sible. El principe de Hohenzollern rehusa la candidatura, Prim le

« borra de la lista de pretendientes, y elrey de Prusia acaba de ha-

te cernos
saber que aprueba la decision de su pariente. »
Eran cerca de las diez de la mahana, cuando Napoleon III juzgaba
de este modo la situacion. Dos horas mas tarde, algunos hombres,
inquietos, pálidos, corrian de un lado á otro, diciendo que nuestro
embajador habia sido insultado por el rey Guillermo, y que se
habia declarado la guerra. Hé aqui lo que aconteció, y la explica-
cion del cambio repentino de las resoluciones del gobierno francés.
La mañana del 13, el Sr. Benedetti habia vuelto á encontrar en
el paseo de Ems, la Brünnen-Promenade, al rey Guillermo, que
se dirigia solo, segun su costumbre, á las fuentes minerales. Sin
perder tiempo, el embajador hizo saber al monarca prusiano lo que
este úItimo no podia ignorar, es decir, el desistimiento del principe
de Hohenzollern, y la insistencia del gobierno en ver ratificada esta
renuncia por el rey de Prusia. El real anciano fingio no obstante su
sorpresa, y prometio al S. Benedetti trasmitirle su respuesta tan
luego como recibiéra noticias oficiales de su parienle. A la una de la
tarde, recibia el rey una carta fechada en Sigmaringen, firmada por
el principe de Hohenzollern, confirmandole oficialmente las palabras
de nuestro embajador. A las dos, el teniente coronel' Radziwill,
ayudante de campo, entraba en el despacho del Sr Benedetti, portador
de la respuesta de Guillermo 1°.
El rey aprobaba la resolucion de su pariente, pero se negaba sin
embargo á comprometerse en manera alguna para el porvenir.
Aun cuando nuestro embajador hubiése podido, con razon, consi-
derar como terminada y cumplida felizmente su mision, puesto que
en suma podiatrasmitir á su gobierno la aprobacion que elminis-
teriQ francés reclamaba del rey de Prusia, el Sr. Benedetti, ahrumado

por los incesantes despachos telegra'ficos del duque de Gramont, creyó


deber insistir y solicitar de Guillermo 1° una nueva- entrevista. Alas
cinco y media de la tarde, el mismo ayudante de campo vino a pre- -
venir al Sr. Benedetti de la resolucion del rey, de no traspasar 10s
compromises que habia prometido tomar aquella manana en su con-
versacion de la Brünnen-Promenade, al mismo tiempo que su deseo
de no modificarlos en nada.
Despues de la primera visita del oficial prusiano, el embajador de
Francia mandaba por telégrafo á las 4:« El rey me autoriza á parti-
« cipar al gobierno del Emperador, que aprueba esta resolucion. » A
las siete, describiendo al Sr. de Gramont su ultima entrevista con
el ayudante del rey, el Sr. Benedetti decia aun en el despacho repro-
:
ducido mas arriba « El rey ha consentido, me dice el enviado en
i nombre de Su Majestad, en dar su aprobacion entera y sin reserva
« al desistimiento del principe de Hohenzollern; no puede hacer

« otra cosa. »

Conviene insistir aquí acerca de la conducta y lenguaje tan dife-


rentes tenidos el mismo dia, á la misma hora, por el Gabinete francés
y el Gabinete prusiano para comprender bien la trascendencia del
acto, frívolo en apariencia, aunque muy importante en realidad, que
debia, dos dias despues precipitar el choque de dos grandes naciones.
Poeos escritores han tenido todavía .hasta hoy la pacientia de
com-
parar loß. actos dél conde de-Bismark con los del ministerio francés,
en la esperanza de encontrar en esta' comparacion la excusa, .si no la
justification de nuestros conciudadanos. El dolor y Ia cólera desper-
la
tados al recuerdo de los males sufridos por patria, por causa de 10s
2
hombres del de enero, no han permitido todavía ser solamente im-
parcial para los autores de la guerra. Con un placer peligroso y. con
una satisfaccion casi culpable, se han recogido de 10s labios del conde de
Bismark declaraciones hechas para calificar de ineptos y falsarios
a D. Emilio Ollivier y á sus colegas. Se concedera no obstante á
la historia el derecho de oponerse á las instigaciones de un ciego
resentimiento, .y se le estará reconocida de que trate de dar a co-
nocer la verdad, sirviéndose de ella para desenmascarar la impos-
lura de las armas afiladas por el impostor mismo.
Hemos dado á conocer masadelante una conversacion caracte-
rística que tuvo lugar el 14 por la mañana entre Napoleon III y el
general Bourbaki. A excepcion delpublico, privado deinformes positi-
vos,nadie de la comitivaimperialcreiaen la guerra. Los Sres. D. Emi-
lio Ollivier, Segris, Louvet, de Parieu, Mége y Chevandier de Val-
drôme se daban el parabien mútuamente por el sostenimiento de
la paz. El Emperador no disimulaba su satisfaccion y trataba de
hacer participes de ella á su estado mayor, á los amigos de la Em-
peratriz y a.los adversarios del Gabinete, convencidospor la resig-
nacion de los Sres. Gramont y Le Boeuf, que la guerra era imposible.
Se discutian ya solamente las medidas que debian tomarse para
sosegar la poblacion y acallar las susceptibilidades del Senado y
Cuerpo legislativo. En consejo de ministros, el guarda sellos y sus
colegas habian bosquejado ya un proyecto*de manifiesto, destinado
` á calmar la opinion pública.
lQue sucedia en Prusia durante este tiempo ? Miéntras el teniente
y 10s ataques insensatos de la prensa francesa, excitaba del uno al
otro extremo de la Alemania una indignacion tan general, que, ex-
cepto la retirada ó explicacion de las palabras pronunciadas en las
Cprtes por nuestro ministro de negocios extranjeros, « el gobierno
prusiano se veria obligado á pedir aclaraciones á Francia. » El Sr. de
Bismark reclamaba á su vez garantias « contra nuestros designios
secretos. » De manera que, miéntras el rey fingia la sorpresa en
Ems, pareciendo ignorar la renuncia de un principe, á cuyos actos
el gobierno se declaro siempre ajeno en Berlin, su ministro, el
canciller de la Confederacion, hablaba al embajador de la Gran
!
Bretaña de las consecuencias probables de esta renuncia Pero esto
no es bastante. Durante este funesto dia 13, se recuerda que el te-
niente coronel Radziwill habia llevado por dos veces consecutivas la
respuesta del rey á la exigencia del Sr. Benedetti; y aunque á este
ultimo sorprendiese esta manera inusitada de comunicar con el sobe-
rano, no desconfio de ella, considerando satisfactoria la respuesta
que se le trasmitia, y creyendo sin duda que el rey deseaba evitar
á su orgullo el embarazo de una entrevisLa con el representante del
gobierno á quien hacia, segun él, una concesion importante.
Ademas, ese mismo dia 13 de julio, un despacho telegráfico, expe-
dido desde Ems á la Gaceta de Cologne, y trasmitido el mismo dia
por _Berlin á todos los agentes de Prusia acreditados cerca de las
cortes vecinas, contaba las entrevistas entre el Sr. Radziwill y nues-
tro embajador del modo siguiente: « Despues que la noticia de la
« renuncia del principe de Hohenzollern, — decia este despacho, -
«r se ha comunicado oficialmente al gobierno francés por e1 de Ma-
te drid, el embajador de Francia ha pedido al rey Guillermo su auto-

a rizacion para trasmitir por el telégrafo á Paris, que Su Majestad

« se obligaba á no dar jamas, en lo sucesivo, su consentimiento á


«los Hohenzollern, en el caso de que estos cambiasen de opinion
« acerca de su renuncia. Su Majestad el rey ha rehusado entónces
« recibir de nuevo al embajador francés y le ha hecho saber,por

« medio de su ayudante de campo de servicio, que no tenia ninguna

« otra cosa que comunicarle.


Hé aqui de que manera disfrazaba la verdad el ministro de nego-
cios extranjeros, dando así á los acontecimientos del dia un aspecto
provocativo, en la parte concerniente á nuestro embajador y un ca-
- rácter insultante para nosotros en lo respectivo al rey de Prusia. E1
conde de Bismark ha tornado á su cargo ese pretendido despacho tele-
graficoprivado, declarando el 20 dejulio siguiente, ante el Reichstag
asamblea, que, al comunicarlo a sus representantes, se proponia
« orientar los agentes prusianos acerca de la importancia que tomaba
« el negocio, y convencerlos
de que las disposiciones del gobierno de
« Berlin serian mas enérgicas de
lo que se habia creido, desde el

« momento en que se
traspasara e1 limite trazado por el fyonor na-
« cional. »
El duque de Gramont y sus colegas supiéron el14, á la una de la
tarde, la existencia de este despacho telegráfico, publicado en la
Gaceta de Cologne y trasformado, desde la vispera, mediante la inter-

;
vencion del conde de Bismark, en nota oficial. No era solamente e1
Sr. Benedetti quien comunicaba la noticia á los ministros muchos de
nuestros agentes en el extranjero recibian, al mismo tiempo, confiden-
cialmente de sus gobiernos respectivos, copia del despacho, remitido
por el representante de Prusia. « Ha llegado á mi conocimiento, —
« decia el Sr. Benedetti en su despacho, — que
desde ayeI"se
tiene, entre las personas que rodean al rey, un lenguaje verda-
«

« deramente sensible ! »

Puede calcularse el efecto que produjéron en el alto personal


- gubernamental esas revelaciones, estallando de repente como una
bomba en la mesa del consejo, en los momentos mismos en que
todos percibian ya del otro lado de la borrasca pasada y de los escollos
vencidos un luengo porvenir de reposo y seguridad. La noticia llego
,
bienprontoalas Tullerias; yaumentadaydesnaturalizada, no tardó
en trasformarse en insulto personal del rey de Prusia á nuestro em-
bajador, lo que no era en realidad mas- que una falta de politica
diplomática, en la cual, un gobierno experimentado, hubiéra teniao e1
tacto deno detenerse, siendo tan evidentelaprovocacion que envolvia.
Durante algunas horas, los ministros tuviéron, al parecer, un presen-
timiento del ultimo lazo que se les tendia. Buscaron el medio de
contener este brusco ataque y oponer á esta ofensa alguna combina-
cion ultrapacífica, destinada á destruir el plan del canciller de la
Confederacion. Alas cinco, el consejo, reunido en las Tullerias,
persistia todavía en esta prudente actitud. El Emperador, al volver
á las seis en carruaje descubierto á Saint-Cloud, debio alarmarse
del aspecto de la multitud, cuyos gritos amenazadores contrastaban
á tan alto grado con la prudente lentitud del guarda sellos y de sus
cólegas. Pero, convocados repentinamente á Saint-Cloud á las diez
de la noche, los ministros, fatigados ya de una moderacion que se
les atríbuia á crimen, se decidiéron á ver en el despacho telegrafico
citado mas arriba el casus belli. Olvidando sus declaraciones, las
instrucciones dadas á 10s Sres. Benedetti y Mercier de Lostende,
ellenguaje que hasta entónces habian tenido con los embajadores de
las grandes potencias, no Lomaron ya en consideracion, ni la renuncia
del principe Leopoldo, ni la respuesta del rey de Prusia á nuestro
embajador. Un fragmento de la Gaceta de Cologne, agitado con per-
fidia ante sus ojos por e1 conde de Bismark, fué como la muleta del
matador que hostiga al toro y le obliga á precipitarse, con la cabeza
baja, contra la espada oculta traidoramente. El Sr. Benedetti debia
llegar á Paris á las diez de la mañana del viernes. Hubiéra sido pru-
dente esperar hasta oir sus explicaciones verbales, pero no se penso
en ello. Aun hubo mas ; en medio de este trastorno general, se
olvido citar para el consejo de la noche á los Sres. Segris y Loirvet.
y
La impaciejicia del general Le Boeuf
;
del duque de Gramont no
permitio fijarse en laausencia de dos ministros y alas diez y media
de la noche, el14 de julio de 1870, se decidio que al dia siguiente
se comunicarian al Senado y Cuerpo legislativo las resoluciones del
gobierno.
La guerra estaba declarada.
Antes de dar principio á la triste narracion de 10s hechos que van á
precipitarse y destrozar en su fogosa carrera la patria francesa, deben
someterse al juicio severo de lanacion las juslificaciones intentadas
por defensores mas habiles que sínceros del -régimen imperial,
para explicar las faltas que este ha comeLido desde el 5 al 15 de
julio.
El historiador no ha ocultado nada en las paginas que preceden ;
ni los extravíos de la opinion pública, ni las excitaciones culpables
hoy, de una prensa que se consideraba entonces patriótica. Ha dicho
con sinceridad todo cuanto podia atenuar un poco la espantosa res-
ponsabilidad del Emperador Napoleon III y de sus ministros. Pero si
ha obrado con conciencia en el cumplimiento de su tarea, mayor
justicia debe hacer á los abogados que, para defender la inocencia
de sus clientes, 10s representan como victimas irresponsables, culpa-
bles solamenLe de haber seguido los consej os de una prensa frívola y
!
sin conciencia. j Eterna impudencia de los poderosos j Eterna credu-

lidad de las masas !


Para todos esos apologistas del gobierno imperial son JOE periócli-
cos quienes han precipitado el pais en el abismo. Los ministros, el
Emperador, osan, por la voz de sus amigos, poner á salvo su respon-
sabilidad detras de la de algunos escritores enganados por los
ministros mismos. Cosa extraordinaria, esta prensa, cuyos consejos
se desdenaron diez y ocho anos consecutivos, esta prensa censurada,
suprimida, abrumada de multas y de prision, ^iela aquí de repente
que gobierna. Tiene la dictadura. Su poder es irresistible. Cuando
señalaba obstinadamente los- riesgos de la polifica ambigua seguida
por el gobierno, asicomo el peligro á que nos exponia el engrandeci-
miento de la Prusia, se reia de ella y de sus terrores. A la hora del
peligro, en el momento delriesgo, solo 10s diarioshansido atendidos, y
losgobernantes han designado con gravedad los periodistás á la mal-
dicion pública. Esta táctica, denunciada por la historia, retrata con
a
pálido color 10s que la emplean ó se prevalen de ellã. Una nacion
puedeamnistiarlospatrioticos errores, las heróicas locuras
perdonaesasretiradas habiles, esasfalsashumildades.
; pero no

Napoleon III, prisionero en Sedan, podia no ser mas que un ven-

la hora en que, hablando con el Sr. de Bismark ,


cido. Ha dejado de ser un soberano francés el 1° de setiembre á
ha declinado la
responsaLilidad de la guerra, diciendo á su insolente vencedor que
« Francia sola le habia obligado á hacerkt. »
GAPITULO VII.

fltima entrevista del rey Guillcrmo y del Sr. Benedelti. Declaracion ministerial en el Senado

yCuerpo legislativo. — Discursos de D. Emilio Ollivier y del Sr. Thiers. — Proposicion
de examcn de documentos diplomatics, presentada por el Sr Buffet. — La comision
de guerra. — La cuestion de alianzas. — Seguridades dadas por el capitan general
Le Boeuf y el duque de Gramont. - Sesion de la noche. — Dictamen del Sr. de Talhouet.
— Una falsedad diplonntica. — Discurso del Sr. Gamb lIa. — Las \otaciones decisivas.

El Sr. Benedetti, llegado á Paris el 15 de julio á las diez de la


manana, completaba verbalmente, ante el consejo de ministros, el
relato de sus negociaciones. Siguiendo las ordenesque habia recibido
de Paris el 11, despues de la marcha del conde Hadziwill, veia al
Sr. conde de Eulemburg, ministro de la gobernacion, le imponia
del nuevo paso que proyectaba dar, precisaba exactamente los tér-
minos en que iba á hacerlo, y recibia un nuevo mensaje del rey,
declarando otra vez que no tenia nada queanadir á las comunicacio-
nes hechase113 por medio de suavudante de campo. El rey partia
el mismo dia para Coblentz, donde le esperaba la reina Augusta.
En la estacion, donde se encontraba el Sr. Benedetti para ofrecer
sus respetos al monarca, Guillermo 1° se mostro digno y casi afec-
tuoso. Al dia siguiente salia de Ems para Berlin, y anunciaba á
nuestro embajador que si algunas negociaciones ulteriores venian á
ser necesarias, se continuarian en lo sucesivo por el gobierno pru-
siano. Por consiguiente nadie quedo tan sorprendido como el Sr. Be-
nedetti cuando supo en el tren que le conducia á Paris los supuestos
insultos personales de que habia sido objeto por parte del rey ;
injurias cuya narracion circunstanciada hacian ya mas de cien tes-
tigos presenciales. No se ocultada sin duda á nuestro embajador que
existia una premeditacion de ofensa en la nota publicada por la
Gaceta de Cologne, pero, ademas de que ignoraba que esta nota se
hubiése comunicado pororden del conde de Bismark, la actitud del
rey le habia sorprendido fayorablemente. En esta Prusia rencorosa,
unsolo hombre, un anciano, .en el momento décisive,tuvo el alma
atormentada porla vision de los males que iba á desencadenar sobre
el mundo. El sentimiento religioso vencio un instante elorgullo real,
y Guillermo 1° mereció, durante algunas horas, los juicios ofensivos
dictados contra él por sus ministros, indignadüs, decian ellos, con
la Alemania entera, de las contemplaciones guardadas por el rey, y
delas concesiones hechas á Francia. En la tumba entreabierta donde
le llamaban ya sus setenta y tres años, el rey temiallevar consigo
e1 dilatado séquito de cuerpos mutilados, desesperadamente convo-
?
cados por las viudas "y)os huerfanos A estas horas, la conciencia
sola del viejo Emperadur puede responder á estas preguntas j pero
el Sr. Benedetti-creyô entrever como un resplandor humano, alum-
brando el combate que se daba en aquella alma devota en lucha con
orgullosas angustías; y el ^scritor no pasara en silencio este minuto,
durante el cual, el feroz enemigo de la Francia fué hombre, cris-
tiano y rey.
Noquedaba mas que una probabilidad de paz. Invitado á expli-
carse ante los ministros, el embajador podia, con su experiencia y
peso de sus consejos, inclinar enérgicamente la balanza. Mejor que
otro alguno, el Sr. Benedetti, conocia el enemigo con quien ibamos
á luchar, y su conducta en Ems, tan dislinta de la que le habia pres-
crito..el Sr. de Gramont, justificaba bastante los temores que le inspi-
raba la hipotesis de un rompimiento abierto con la Prusia. Pero esta
lucha verdaderamenteheroica de un embajador contra unos ministros
enloquecidos, una corte delirante y un soberano abatido, el Sr. Be-
nedetti no era de talla para sostenerla ni aun empezarla. Si el tiempo
material no le hubiése faltado, es indudable que habria vacilado
ántes de representar el terrible papel de profeta de nuestros desas-
tres, cuando todo el mundo maldecia las dilaciones infligidas a -
nuestras armas, eiertamente victoriosas. El Sr. Benedetti llegaba-
ademas á Paris mucho mas ofendido por la conducta de los ministros
á
relativamente supersona, que porla del rey de Prusia. El Gabinete, -
pudiendo disculpar con una sola palabra su agente, acusado de inac-
cion y de ignorancia, habia permanecido mudo,abandonando á los
sarcasmos de una prensa mal informada un embajador que, sinser
irreprochable, habia dado pruebas, no obstante, de inteligencia y
celo bien comprendidos. Son estas debilidades que un subordinado
no podia justamente perdonar á sus jefes i y esta falta de valor y
lealtad, se lea habia echado amargamente en caraal Sr. de Gramont y
á sus cólegas, cuando, una hora despues, vino á sentarse en el estrado
del presidente del Cuerpo legislativo. donde le buscaron con curiosidad
las miradas del público, deseoso de ver al hombre cuyaspreten-
didas faltas motivaban el drama que se" preparaba. El Senado fué el
primero que conocio las resoluciones del Gabinete. A la una, el
Sr. de Gramont, acompanado del mariscal del Imperio Le Boeuf y
del almirante Rigault de Genouilly, leyó la exposicion acordada en
la
consejo de ministros, cual se comunicaba algunos minutos despues
al Cuerpo Iegislativo, porD. Emilio Ollivier. La declaracionministerial
no contenia ninguna asercion falsa. Disimulaba sin embargo la verdad,
dejando en ellala mayor parte de 10s hechos enlaOscuridad. Pasaba-
en silencio las diversas fases de las negociaciones y no revelaba
mas que las particularidades mas favorables al gobierno fraIicés.
Por otra parte, se - degnaturalizaba algun tanto en ella el carác-
terde la nota publicadapor la Gaceta de Cologne, presentán--
dola sin ninguna explicacion, como un documento diplomitico-
enviado por la chancilleria prusiana á todas las cortes de Europa.
Despues de un ácto semejante, la Francia, decia el Sr. de Gramont,
no puéje hacer mas que prepararse á sostener laguerra que se le
ofrece. El Senado aprobo con entusiasmo las conclusiones del minis-
tro. Se acordo que debia levantarse la sesion, como prueba de las
simpatias de los senadores « porla conducta del Emperador, » y el
Sr. Rouher, en medio de una viva agitacion, pronuncio un discurso
que terminaba con estas palabras extranas, que fijaban quizás, sin
saberlo el que las pronunciaba, el papel verdadero é impotente de la
Cámara- alta. « No tenemos que esperar mas que una cosa de Dios
« y de nuestro
valor, dijo el presidente del Senado, — el triunfo de
« la espada
francesa. »
Cuando los senadores saliéron del Luxemburgo, los mas sordos de
entre ellos pudiéron oir las aclamaciones de la multitud que, por la
primera vez, 10s saludaba con sus vivas. El Senado mismo se habia
hecho popular por la acogida dispensada á la declaracion de guerra!
Pero en e1 Cuerpo egislativo, D. Emilio Ollivier iba á sostener
una verdadera batalla parlamentaria. Por costumbre,. por tempera-
mento tanto como por espíritu público, el Senado habia aprobado las
resolucionestomadas, sin discusion y por unanimidad. En la Camara
electiva, considerables esfuerzos, aunque infructuosos, debian tan-
tearse para alejar á la nacion del abismo en que se precipitaba.
El Sr. Thiers, perfectamente informado despues de algunos dias,
acerca de la marcha de las negociaciones, no ocultaba sus sentimien-
tos y habia prevenido, desde por la mañana á todos sus amigos
politicos que no permitiria cometer, sin una enérgica protesta, la
ultima falta del Imperio. A1 escucharlo, los partidarios de la paz
habian vuelto á cobrar animo y confianza, porque si era permitido
considerar como sospechosas las manifestaciones anti-belicosas de la
izquierda avanzada, demasiado dispuesta á ceder á 10s impulsos del
l
espíritu de partido, cómo dudar de la sinceridad del ilustreanciano,
cuyo patriotismo habia afirmado quince dias ántes de un modo tan
estrepitoso, prestando ßl 30 d& junio al ministro de la guerra el
apoyo de su experiencia y su talento. en la defensa de nuestros efec-
tivos, amenazados por los desvarios humanitarios de la oposicion ?
Hubiérase dicho que, para perderlos, la fatalidad habia vuelto locos
á- !
todos los franceses. i Qué precipitacion por concluir ; Qué impa-
!
ciencia por correr al encuentro de 10s desastres El publico de las
a
tribunas reunia su voz la de la mayoria para ahogar el grito de do-
lor que el Sr.Thiers, que, apoyado con resolucion contra su escaño,
engrandecido por la conciencia del peligro, se esforzaba por hacerse
escuchar. Desoíanse sus palabras, por temor de dejarse convencer, y ,

fué necesario un valor admirable al arroj ado anciano para conse-


guir detener un instante el entusiasmo de esas victimas, que cegadas
conia ira se lanzaban al sacrificio.
Consiguio a1 fin que se le oyése y, apoderándose del texto mismo de
la exposicion leida al principio de la sesion por D. Emilio Ollivier,
se esforzó en establecer que, despues de haber obtenido satisfaccion
sobre la cuestion principal, el Gabinete rompia por una cuestion de
forma y de susceptibilidad. Desgraciadamente esta demostracion,
clara para el que nada ignoraba de las negociaciones diplomaticas
seguidas despues de diez dias, necesitaba tiempo y recogimiento para
que la comprendiésen los diputados. Era menester conocer en de-
talle los despachos del senor de Gramont, las respuestas del rey
Guillermo, los pasos del Sr. Benedetti, para juzgar, como lo hacia
el Sr. Thiers, la conducta de 10s ministros. El Sr. Thiers, en
efecto, aprobaba sin reserva al gobierno el no haber tolerado la can-
didatura del principe de Hohenzollern; pero si sobre este punto, el
apoyo moral de la Europa y el desistimiento del candidato autorizado
por el rey de Prusia daban razon al Gabinete, ;,cómo podia compro-
meterse un triunfo tan justo, por exigencias ridiculas y pueriles
?
susceptibilidades 6 como podria permitir la Cámara que dos grandes
naciones viniésen á las manos por una cuestion de etiqueta ? Aunque
interrumpido por los murmullos del público y las exclamaciones de
la mayoria, el discurso conmovedor del Sr. Thiers y su patriótica
obstinacion impresionaron vivamente una fraction considerable de
la Cámara. D. Emilio Ollivier volvió á subir á la tribuna para no
quedarbajo el influjo de 10s ataques dirigidos contra el Gabinete; y
sus explicaciones, á medida que se empeñaba, en los detalles del
incidente, hubiésen bastado para probar á un auditorio mejor ins-
;
truido, cuan justas eran las acusaciones del Sr. Thiers pero repeti-
mos aun, y diremos otra vez : los diputados no sabian nada de las
negociaciones, el guarda sellos las ignoraba quizás, y no se tiene
valor para acusar de doblez el sencillo hablador que, desnaturali-
zando 10s hechos, callando sus causas, olvidando indicar sus efectos,
tan imprudente de espiritu como de lenguaje, precipitaba, « sin re-
flexionar », la nacion en esta horrible aventura. AI traves de las
interpelaciones injuriosas de los Sres. D. Gerónimo David, Garnier de
Cassagnac y de sus amigos,los gritos de furor de los Sres. Esquiroz,
Arago y otros miembros de la izquierda, se percibia sin embargo
que se operaba una especie de reaccion en los ánimos, y que la
reflexion reemplazaba los arrebatos del primer momento. Ese movi-
miento, quenopodia pasar desapercibido para D. Emilio Ollivier, le
obligaba á dar explicaciones mas claras y precisas. Poco á poco, se

el rey aprobaba la renuncia del principe de Hohenzollern ;


decidio á leer los despachos del 13 del Sr. Benedetti, anunciando que
pero leyó
solo el ultimo, expedido á las siete de la tarde, que decia: que la aproba-
cion del rey « era amplia y sin reserva. » Aunque incompleta, por el
solo hecho de esta voluntaria negligencia, la confesion del ministro,
no por eso justificaba ménos las exclamaciones que la acogiéron. « j Que
» prorumpio el Sr. Thiers. « Conocido esto, j el
todo el mundo juzgue!
!
mundo civilizado os condenará » dijo D. Manuel Arago con su voz
retumbante. « j Se ha querido imponernos una humillacion! » respon-
dio el guarda sellos que, sintiendo vacilar el terreno bajo sus pies,
a
procuraba llamarla atencion sobre el pretendido insulto hecho maes-
tro embajador. Comprendia muy bien que, si la discusion llegaba á
empenarse formalmente acerca de los hechos, seria necesario renun-
ciar á la prosecucion de una guerra por la cual estaba 81 ahora mas
decidido que nadie. Entónces, por un movimiento oratorio que no
carecia de grandeza ni de habilidad, se puso en escena, y trazó á
grandes rasgos sus antecedentes pacificos. Comparó su conducta á la
de esta oposicion contra quien defendia hoy el honor de la Francia.
Diputado, habia hecho todos sus esfuerzos para calmar las inquietu-
des y desvanecer los errores nacidos dela guerra de Bohemia en 1866,
entoncesque la izquierda, sin descanso ni trégua, procuraba con-
vertir á Sadowa en una humillacion para Francia y para el Empe-
rador. Ministro rehusaba apoderarse de la causa de 10s Daneses del
Schleswig, y dejaba con una prudente tranquilidad á la Prusia anu-
dar intrigas en Italia y Suiza, y amenazar nuestro flanco por la aber-
tura del tune] de Saint-Gothard. Jamas habia consentido en recla-
-mar la estricta ejecucion del tratado de Prága, y habia sido necesaria
la intrusion de un principe aleman sobre el trono de España, aña-
»
dida á la « afrenta infligida á la persona del embajador de Francia,
para hacerle salir de la actitud pacifica que se habia impuesto.
« Hemos sometido á la Cámara-decia albajar de la tribunaD.Emi-

« lio Ollivier — todos 10s elementos de la cuestion; no


pudiendo
a: anadir nada, no nos queda mas que aceptar su
decision. »
Fué necesario al Sr. Thiers y á sus pocos amigos un verdadero
prodigio de energia para que esta decision, pedida por el guarda
sellos, no se tomáse al instante mismo. Si el Sr. Thiers no tuviese
en toda su vida mas que esta hora, durante la cual, con los ojos
arrasados de lagrimas, lleno de piedad y de cólera, expuso con arro-
gancia su cabeza encanecida á las injurias de la Asamblea y de las
tribunas, ella sola bastaria para proteger su memoria contra la in-
gratitud y el olvido. Su pequeño cuerpo aparecia á todos desmesu-
radamente engrandecido y, aunque sea necesario confesarlo para
vergiienza nuestra, como un genio maléfico, arrojando sus maldi-
ciones contra la guerra nacional. Era la patria la que defendia, yella
misma parecia indignarse de verse protegida de aquel modo. Desde
las tribunas, los brazos se extendian amenazadores. En el salon, los
gritos, 10s clamores, las risas ironicas ahogaban á cada instante
aquella voz que, chillona, desesperada, dominaba durante un minuto
los clamores de la multitud, y sobresalia como un grito de suprema
agonia. A pesar de las interpelaciones directas del marques de Pire,
del baron Geronimo David, del Sr. Belmontel y de otros muchos
ansiosos de hacer consignar en el Diario oficial la expresion de su
patriotismo últrajado; el Sr. Thiers luchaba palmo á palma, to-
mando al asalto cada uno delos argumentos del guarda sellos, pre-
sentando al Imperio como complice al principio y enganado despues
en Sadowa; tratando en seguida de reparar su falta, acechando la
ocasion, dejandola escapar, sosprendido tambien á su vez por la in-
triga hispano-prusiana, y concluvendo por trasformar una victoria
diplomatica inesperada, en una derrota moral cierta, por haber hecho
inevitable la guerra á causa de una cuestion de susceptibilidad, que
Europano podia aprobar. Pero en esta combinacion de pasiones, i,qué
iniluencia podia tener esta palabra tanjusta, cayendo como una gota de
?
agua fria como la razon, clara como la inteligencia Para la voluntad
delSr. de Gramont, se habia escuchadoyademasiado alilustreanciano.
? !
(,Para que deliberar ; Como la Prusia se negaba á recibir á nuestro
i,y
embajador se discutia aun? « Esto es una afrenta para el Empera-
« dor y paraFrancia, — declaraba con énfasis el ministro, — y si,
« lo que creo imposible, hubiése en mi país una Camara capaz de

« soportarla, no permaneceria cinco minutos mas ministro de nego-


à cios exLranjeros. » Y esta amenaza de demision, cubierta de aplau-
sos, fué seguida de un corto discurso del Sr. conde de Keratry,
rompiendo púLlicamente con sus amigos de la izquierda, rechazando
la solicitud de comunicacion de los despachos, hecha por D. Julio
Favre, y evocando como un ejemplo el recuerdo de la Convencion
que, en una situacion análoga, hubiéra llamado ya despues de mucho
tiempo los ciudadanos á las armas.
Durante la discusion, el general Le Boeuf habia ocupado un ins-
tante la tribuna y contribuido con su actitud á aumentar la confianza
de 10s partidarios deuna accion inmediata. Como un hombre abru-
mado de quehaceres y á quien preocupan otros cuidados que 10s
discursos, el ministro de la guerra solicitaba de la Cámara la orden
de movilizacion de la guardia movil y la votacion de una ley que
permitiése los enganches limitados á la duraciori de la guerra. aExis-
I
« ten en Francia — habia dicho el mariscal del Imperio, con una
«
seguridad llena de naturalidad — muchos jóvenes que gustan de
« la pólvora, pero no de los cuarteles. » Era imposible negar la
urgencia á quien la pedia en tales términos; y la Cámara, segun su
reglamento, debia nombrar comisarios para examinar las leyes pre-
sentadas por el ministro de la guerra, y 10s creditos solicitados por el
de hacienda. En esta comision fué en la que cifráron sus esperanzas
los que se sintiéron conmovidos por la intrépida lucha sostenida por
el Sr. Thiers. El Sr. Buffet, antiguo ministro de hacienda en la pri-
mitiva formacion del ministerio del 2 de enero, jefe atendido del
centro izquierdo, orador respetado por todas las fracciones del Cuerpo
legislativo propuso confiar á la comision que iba á nombrarse el
examen de todos los documentos diplomáticos. « Antes de oir las
« explicaciones del digno

« creia util en alto grado la

« la considero indispensable. »
;
guarda sellos, — dijo el Sr. Buffet, — yo
comunicacion despues de haberlas oido,
Se puso a votacion esta propuesta. y
en el exterior, en 10s muelles, en la plaza de la Concordia y en 10s
la
bulevares, muchedumbre cantaba, gritabayaplaudia. Lospequeños
destacamentos de tropas que se dirigian á sus cuarteles, eran objeto
de las mas simpaticas demostraciones. Los soldados de la reserva,
llamados de nuevo desde la noche anterior, rodeados, conducidos por
fuerza podian á duras penas evadirse de las muestras de regocijo de
los paisanos, enorgullecidos cuando lograban hacer sentar un mi-
litar á la mesa de un café. Este delirio patriotico, en todo caso, tenia
ya las apariencias de una orgia. Hubiérase dicho que la poblacion
trataba de aturdirse con el vino, como los diputados habian querido,
al parecer, confundir con sus gritos las consecuencias de las resolu-
ciones tomadas. Hombres ébrios, en mayor numeroque los dias fes-
tivos, delineaban penosamente su estela incierta, por entre las oleadas
de paseantes que se extendian por todo Paris. Los oradores errantes,
al principio de su triste reinado, parecian tener conciencia del papel
que les reservaba el porvenir, y pronunciaban discursos en todas las
esquinas ante un auditorio de ocasion. Este espectáculo, nuevo para
un observador curioso, y tan diverso del que habia presentado la po-
blacion al principio de las guerras de Criméa y de Italia, produjo una
impresion penosa en 10s hombres que no consideraban sin inquietud la
lucha, cuya senal acababa de darse. Estos ultimos tuviéron entónces
como unpresentimiento denuestras derrotas;ylos mas decididos á
la guerra se sentian tristes en medio de esta alegria tan estrepitosa.
Las secciones del Cuerpo legislativo habian procedido, durante
este tiempo, á la eleccion de los comisarios. Entre ellos figuraban el
duque de Albuféra, presidente del comité de plebiscita, on cuyos
salones se reunia ordinariamente el centro derecho ; el Sr. de Ta-
lhouet, ex-ministro y cumplido caballero, en el sentido mas lato de la
palabra; el Sr. conde de Keratry y D. Ernesto Dreolle, diputado de la
Gironda, redactor en jefe del periódico el PÚblico, y todo á la devo-
cion del Sr. Rouher. El primer cuidado de los comisarios, fué poner
en practica el dictamen del Sr. Buffet, rechazado porla Camara ; y,
á propuesta del Sr. Dréolle, el general Le Bocuf, el Sr. de Gramont
y D. Emilio Ollivier fuéron llamados ante la comision. Los elegidos
de las secciones, estaban ya horrorizados de la responsabilidad que
pesaba sobre.ellos. Despues de haber combatido abiertamente la peti-
cion de examen de documentos hecha por D. Julio Favre, se apre-
á
suraban tranquilizar su conciencia por medio dela comunicacion de
piezas diplomáticas, sobre las cuales se apoyaba el debate. El inter-
rogatorio de los ministros fué minucioso, y sus respuestas, precisas y
categóricas. El general Le Boeuf estaba preparado. Tenin, segun
dijo, veinte y un dias de adelanto sobre los Prusianos. Y como el
Sr. de Keratry le instigase, oponiendo que era tiempo aun de retro-
ceder, si no se estaba seguro del éxito, que él y sus colegas no vaci-
larian en dar un informe pacifico á la Camara si existia la menor duda
en el animo del ministro de la guerra, esle ultimo se ofendió de la
insistencia del Sr. de Keratry.
Repitio que estaba dispuesto y masquedispuesto. « Entónces, dijo
« el Sr. Keratry,^pasamos esla
noche el Rliin?— Ese era desdeluego
« mi parecer, replico el general, pero, segun el deseo
del Empe-
« rador, las
divisiones no se pondran en movimiento ántes de tres
Majestad tiene escrupulos y no quiere hacer irrupcion en
« dias. Su

«
Alemania, sinhabernotificadooficialmenteladeclaracion deguerra.®
En cuanto al Sr. de Gramont, era todavia mas afirmativo. Hostigado
á preguntas por el Sr. Talhouet y los demas comisarios, respondia
exhibiendo á cada uno de ellos los despachos ya leidos á la Camara ;
ymostrandoles el impresomismo de la famosa nota publicadapor la
Gacela de Cologne, que les presentaba obstinadamente,-appyandose
para hacerlo asi, en el testimonio del Sr. de Banneville, nuestro mi-
nistro en Suiza, y del Sr. de Cadore, nuestro representante en Ba-
viera, como un despacho prusiano, de carácter puramente oficial. En
cuanto al capítulo de alianzas, no era ménos esplicito. El Vurtem-
bergue no esperaba mas que una señal para colecarse á nuestro lado,
y el amigo personal del Sr. de Gramont, el conde de Bray-Steinbourg,
ministro de la casa delrey de Baviera y presidente detConsejo, le
habia ofrecido volver sus 70,000 soldados contra Prusia. Bespecto
aDinamarca, suconcurso estaba asegurado. Cualquiera que hubiése
vista al enviado extraordinario dinamarqués, conde de Moltke-Hyitfelt,
tan ardiente por la guerra y olvidando la circunspeccion diplomatica
hasta el extremo de distribuir cigarros á los soldados que iban á
reunirse á sus cuerpos de ejército no podia dudar de la alianza sin
reserva de este digno pueblecito. Faltaban Italia y Austria. Acesca de
estas dos potencias, el Sr. de Gramont era mas prudente, y fingia par-
licularmente no decir todo cuanto sabia. Sin embargo, interrogado
por los Sres. Dréolle y Talhouet, respondió de una manera evasiva y
como un hombre que piensa ser comprendido á medias palabras. « Se-
« nores, no tengo para que
hablar de la alianza del Austria y de
«
Italia. Pero, al venir aqui, me'separaba del Sr. de Melternich,
« embajador de
Austria, y del Sr. Nigra, ministro plenipotenciario de
« Italia. Hace de esto una hora. No puedo decir mas. » Era impo-

sible expresarse con mas elocuencia. Todos los comisarios quedaron


convencidos de que el Imperio, fiel á su sistema, no entraba en cam-
pana sin aliados; y que los vencidos de Düppel, Langensalza y Sa-
dowa, es decir Dinamarca, Baviera y Austria se reunirian á los ven-
cedores de Solferino para liacer expiar a Prusia su estafa v su
insolencia. El tiempo pasaba. Faltaban solo algunos minutos para
que se reuniéra el Cuerpo legislativo, convocado á una sesion extraor-

;
jador parecia evidente. El general Le Boeuf estaba preparado el ;
dinaria para aquella misma noche. La afrenta hecha á nuestro emba-

duque de Gramont tenia alianzas aseguradas era inutil prolongar la


conferencia. Los ministros se retiraron ; y mieniras 10s comisarios se
dirigian á casa del presidente Sr. Schneider, para tomar precipitada-
mente una colacion, Tos Sres. Keratry y D. Ernesto Dréolle permane-
ciéron en la sala de comisiones, redactando el informe que el Sr. de
Talhouet debia leer al Cuerpo legislativo algunos instantes despues.
La sala de sesiones se lleno insensiblemente. El dulce resplandor
de las lámparas de globo opaco y la claridad del techo iluminado,
daban un singularaspecto al Cuerpo legislativo. Tan llena de pasion
y estrepitosa como fué la sesion del dia, tan recogida y tranquila se
anunciaba la de la noche. Los diputados se dirigian "a su asiento,
andando de puntillas, como si entrasen en el aposento de un mori-
bundo. Elpublicodelas tribunas guardaba tambien una actitud res-
*

petuosa. En 10s palcos, los uniformes, poco númerosos en el dia, bri-


llaban en abundancia y daban á la asamblea elaspecto de un inmenso
consejo de guerra. Se hubiése dicho que la presencia digna y circuns-
pecta de esos soldados, ya dispuestos á la muerte, contenia esas
excitaciones irreflexivas, furiosas, que, algunas horas antes, descu-
brian la impaciencia de la multitud, deseosa de ver, como la plebe
romana, 10s gladiadores empeñados en la lucha. Con esta inconstancia
que le caracteriza, Paris, seguro ahora de que se declararia la guerra,
empezaba á meditar acerca de las victimas del incendio, cuyas pri-
meras llamas saludó con furia, y desplegaba, queriendo aliviar los
heridos de mañana, el mismo ardor que le impulsaba poco ántes á
exigir batallas inmediatas.
Un periodico habia emitido la idea de abrir una suscricion a bene-
ficio de 10s heridos. Los redactores de este diario, bastaban apénas
þ
para inscribir los nombres de los que tenian á honor figurar los pri-
meros entre las personas donatarias. D. Emilio Girardin repetia en
voz alta, en medio de un tropel de senoras del mejor mundo y de
hombres conocidos y ricos que se agolpaban en la escalera principal
de las tribunas, la suma de su donacion, como un ejemplo que debia
seguirse. « Diez mil francos (lreinta y ocho mil reaies)para empezar,
y cien mil (trescientes ochenta mil reales) para el que nos (ctraig la
primera banderaprusiana. »
A las nueve y treinta y cinco minutos se abrió de nuevp la sesion.
Los miembros de la comision, Sres. Dréolle, el conde de Lagrange.,
Pinard, ex-ministro de la gobernacion, Sénéca, Chadenet, el duque de
Albuféra, Millon y Kératry rodeaban al Sr. de Talhouet encargado
de dar lectura a1 dictámen, que palido y conmovido se decidia con
gran pena á subir los pocos escalones de la tribuna. Sin embargo em-
pezó con una voz entrecortada, en medio de un profundo silencio, la
lectura del dictamen que habia redactado en union del Sr. Dréolle y
del conde de Kératry.
Hemos nombrado expresamente todos los comisarios. Bajo la fé de
eslos nueve hombres, de quienes 10s unos, como los Sres. E. Dréolle,
Millon, Chadenet y Talhouet eran partidarios de la paz, y los otros,
como los Sres. Sénéca, Pinard y el duque de Albuféra habian dado
pruebas de prudencia y calma, fué como el Cuerpo legislativo, apro-
bando los proyectos de ley presentados por el general Le Bocuf y el
ministro de hacienda, votó en realidad la guerra. Es necesario que
ellos lleven tambion su parte de responsabilidad; y que el porvenir les
pida cuenta de la ligereza con que han aceptado, sin justification,las
declaraciones del duque de Gramont, encubriendolas con suhonradez.
Terminando por la adopcion de los proyectos de ley, el informe
d-ecia, en efecto,- que despues de un minucioso examen, la comision
manifestaba á la Cámara, que el gobierno proseguia el mismo objeto
desde la primera fase de las negociaciones, hasta la úllima. « Asi
« pues, el primer despacho, dirigido á nuestro embajador, llegadoa

« Ems para conferenciar con el rey de Prusia, — afirmaba el Sr. de

« Talhouet, — concluye con esta frase, la cual indica que el gobierno

« ha formulado de un modo terminante su legitima pretension. Para

« que esta renuncia, escribia el duque de Gramont al Sr. Benedetti,

« produzca su efecto, es necesario que el rey de Prusia nos dé la se-

ct guridad de no autorizar de nuevo esta candidatura. »

i Pues bien! esta declaracion,hecha por el Sr. de Talhouetyfirmada

por los ocho comisarios constituia una falsedad diplomática. El des-


pacho cuyo extracto se leia ala Cámara, estaba fechado, no del7 de julio,
dia en que se enviaron instrucciones al Sr. Benedetti, sino del12 alas
siete de la tarde. El error era evidente, impolitico. Hubiése debido
llamar la atencion de los mas inexpertos. Nadie sin embargo, hizo
observar al duque de Gramont ó al Sr. de Talhouet que la renuncia
del principe, á que aludia el despacho citado, no habia sido conocida
en Paris hasta el12 ; y que por consiguiente era imposible hablar de
ella el 7. Pero esto no era un error, sino un engaño, del cual habian
sido victimas los miembros de la comision y despues de ellos la na-
cion. El Sr. de Gramont fué quien presentó el despacho telegraflco
del12, como formulando sus primeras exigencias; y el significado de
esta alteracion de fechas era tal, que, en su sinceridad, el que leia el
dictamen habia podido decir :
«
Así pues, el punto litigioso de esegrandebate, se haformuladodesde
« el primer momento ; y no desconocereis la importancia de ese hecho,
« que es preciso decirlo, ha quedado ignorado de la opinion pública. »
El Sr. de Gramont, en el momento en que el Sr. de Talhouet pro-
nunciaba las palabras que preceden, se hallaba en el banco de los
ministros y si la comision lo hubiése comprendido mal, debia levan-
tarse,restablecer texlos, precisar las fechas. Nada de esto hizo.
10s

Dejo decir lo que él solo sabia entonces que no era verdad. Mas aun,
se apoderó de las declaraciones del Sr. de Talhouet y las convirtio
en un argumento, ya en el bolelin del Diario oficial, ya en las cartas
particularesque dirigio mas tarde á los periodicos. La verdad le hubiéra
sidomasprovechosa.Un despacho del 7 exigia, en términos mucho
a
mas categoricos que 10s del despacho telegrafico leido la Cámara, una
satisfaccion del rey Guillermo. Su contenido imponia alrey de Prusia
una estrecha linea de conducta. El futuro Emperador de Alemania de-
bia desaprobar la aceptacion del principe de Hohenzollern y darle_« or-
den de desistirde la determinacion tomada sin su permiso. » Pero, el
Sr. de Gramont podia acordarse de un despacho expedido ocho dias an-
tes, cuando olvidaba porla nochelo que habia escrito porla mahan'a!
!
Cuando los ultimos gritos de « Viva el Emperador » y los aplausos
freneticos que saludaban la lectura del informe del Sr. de Talhouet se
extinguiéron, causó cierta sorpresa el ver la tribuna ocupada por el
Sr. Gambetta. Recientes aun las conversaciones belicosas del jóven
jefe de la izquierda, la Camara no esperaba oirle, á ultima hora, COIDr-
batir 10s terminos del dictámen; y él mismo, como agobiado porel
peso de un imperioso deber, contra el cual protestaba su tempera- •

mento, se mantenia indeciso, prudente, prevenido contra los demas y


contra sus propios impulsos. Su voz, ronca por una grave afeccion de
laringe, no tenia 10s brillantes sonidos que habian senalado á la admi-
racion del público y á la preocupacion de los partidos al tribuno elo-
cuente del proceso intentado á 10s periodicos, con motivo dela sus-
cricion abierta para erigir un monumcnto á Baudin, représentante
del pueblo, muerto en las barricadas el 2 de diciembre. Luchando
entre la inquietud de su ambicion y su patriolismo muy ardiente y
sincero, el Sr. Gambetta parecia consultar en el porvenir. el secreto
de los acontecimientos, temiendo, al momento decisivo el aprobar la
guerra condenada por todo su partido y pensando en lo que vendria a
ser de ese mismo partido, si la guerra hecha á pesar suyo, era glo-
riosa para nuestras armas. Mas bien recostado que apoyado sobre la
tribuna, su robusta cabeza sumida en el pecho, el jóven jefe de la
izquierda, resuelto á no arriesgar nada, se mostró a la vez patriota
para agradar á la derecha y desconfiado para satisfacer á sus amigos.
Tomando de nuevo, con una violencia singular, la tesis defendidaen
la sesion del dia por los Sres. Buffet y Julio Favre pidio á la Gamara
exigiese que el examen verificado una hora antes
por la coisiOIi,
se continuas'e en sesion pública. Demostró que las resoluciones

-
nuevas de la asamblea no eran la consecuencia de incidentes parti-
culares, sinomasbienlaprueba de un cambio completo de politica y
la condenacion de 10s actos extefiores del Imperio, ántes y despues
de 1866. Por su parte, no reprobaba ese cambio. Hubiéra querido
verlo realizado el dia despues de Sadowa, pero era necesario que 1a
nueva aclitud de Francia se halláse tan perfectamente justificada
á la faz de Europa, que esta ultima reconociese su legitimidad. In-
sistia, pues, en que se pusiésen de manifiesto al Cuerpo legislativo
todos los documentos diplomaticos y particularmente el despacho in-
jurioso del Sr. de Bismark. A estapeticion, protestaron con energialos
miembros de la comision. La duda expresada por el Sr. Gambetta
era un insulto para ellos y, despues de un corto cambio de observa-
ciones y recriminaciones, se votó el proyecto de ley relativo á los su-
plementos de creditos.
De 255 votantes, solamente10sedeclararoncontra la adopcioh.Es-
losfueronlos Sres. D.ManuelArago,Desseaux,Esquiros,Jules Favre,
y
Ga^neur, Garnier-Pages, Glais-Bizoin,Grevy,Ordinaire Pelletafl.
Los Sres. Crémieux, Girault, Raspail, e1 coronel Réguis, Roche-
fort y Werlé se habian abstenido de votar. Pero el Sr. Gambetta
votó los'creditos pedidos.
jalio.

de
1^
el
Hcrlin

cn
Prusia

tie
rey
del
EiitradJ
CAPITULO VIII.

Efecto producido en Francia por la declaracion de guerra. — Despaeho del gobernador de


las Bocas del Rhóne. — La Marsellesa cantada en Ja Opera. — Sfntumas alannanles. —
Concentracion del ejercilo frances. — Formation del estado mayor general. — El principe
Napoleon y el general Le Bceuf. — Proclamation del Emperador al rjrcilo. — La eslra-
legia del mariscal del Imperio. — Alemania y .la guerra. — El ejercilo aleman. — EI
Sr. de Mollke.

Entre 10s despachos dirigidos por los gobernadores civiles al mi-


nistro de la gobernacion, para darles cuenta de la impresion produ-
vida en sus provincias por la noticia de la declaracion de guerra,
exisLe uno firmado por el de las Bocas del Rhône, que nos parece
traducir exactamente el sentimiento general de la nacion en esta
hora decisiva.
« El comercio, decia el Sr. Levert, creyendo que es
inevitable un
«
o
conflicto enunporvenirmas menos remoto, desea la Uqiudacion
« pronta y
definitiva de un estado, que despues de largo tiempo ya
«
inlluye moralmente en las transacciones mercantiles. a Hé aqui,
en efeeto, la expresion sincera de la opinion pública, desnuda de las 9
violentas excitaciones de una cierta fraccion de los habitantes de las
grandes capitales. Se consideraba en todas partes la guerra como
una desgracia de la que nada podia librar á Francia, y se tenia
priesa de concluir de una vez con esta amenaza perpetua de un
riesgo mas temible todavia que el peligio mismo. Pero una vez la
espada desenvainada, la resignacion del mayor número se cambio
de repente en un verdadero delirio patriótico. Los consejos provin-
ciales, reunidos entónces en sesion, y los ayuntamientos colmáron
el gobierno del Emperador de exposiciones, llenas de los mas fer-
vientes votos. En Dijon, Nancy, Breste, Rennes, Grenoble, el Havre,
Marsella, Lille, Búrdeos, Mompelier y otros ciento, la salida de los
regimientos enviados hacia e1 Rhin fué 1a ocasion 6 el pretexto de
manifestaciones populares. En Paris, — espectáculo singular, —la
guardia imperial desfilaba en masas melancólicas, al compás do la
Marsellesa, himno proscrito ayer, aclamado hoy por todos, y amnis-
tiado por la autoridad. La Marsellesa, como un grito de resurreccion
ó de venganza, estaba en todos 10s labios, produciendo en todas
partes el mismo entusiasmo sin limites.
En la Opera, durante la representacion de la Mutta-di-Portiei, el
artista, con una bandera tricolor entre las manos lanzaba todas las
noches las primeras notas del himno nacional; y de repente, la es-
cogida concurrencia se ponia de pie, conmovida y entusiasmada.
Enlos palcos, las senoras mismas, desdeñando toda moderacion, mas
vehementes todavia que los hombres mezclaban su voz á la de los
coros del teatro, y un inmenso clamor exhalado por dos mil per-
sonas revelaba á 10s extranjeros, curiosos y hosliles espectadores
la fuerza de nuestro resentimiento contra Prusia. Nopuede pasarse
en silencio, sin embargo, que la fiebre palriotica de que estaban
acometidas las clases ricas é ilustradas empezaba á extinguirse en
las calles, y que la poblacion obrera era ménos apasionada, á medida
,
que la clase media se animaba mas. Las manifestaciones pacificas
tan raras los primeros dias, se multiplicaban de tal modo, despues de
la declaracion de guerra, que la prefectura de policia, bajo pretesto

de dignidad nacional creyó conveniente prohibir 10s paseos noc-
turnos y estrepitosos. En la estacion del ferro-carril del Este, en la cual
se englutian 10s regimientos que no debian volverse á ver, llamaban
la atencion ciertos sintomas aflictivos que impresionaban notable-
mente a 10s que no se enganaban acerca de la superioridad de
fuerzas enemigas con que nuestros soldados iban á combatir. Ciertos
batallones del ejército de Paris, especialmente sometidos mas que
ningun otro á la propaganda demagógica, decian en alta voz que se
lesconducia « al matadero » y que los pueblos eran bastantenecios
de despedazarse entre si por complacer á los reyes. Pero estas eran
solamente manchas insignificantes, que empañaban el sol glorioso
que no podia dejar de brillar sobre nuestras armas. jGon que impa-
cienciano se esperaba la noticia del primer encuentro! El 16, divi-
giendose el Senado á Saint-Cloud para felicitar al Emperador, no
dijo : « que despues de cuatro años el gobierno habia llevado á su
« mas alta perfeccion el armamento
de nuestros soldados y elevado
« á su mayor potencia la organizacion de nuestras fuerzas mili-
« tares. » 4,Por que no poner á prueba inmediatamente un ejército
tan poderoso?
Sin embargo, el gobierno y las Cámaras tomaban las ultimas dis-
posiciones. El Cuerpo legislativo fijaba e1 contingente para la quinta
de 1870 en 140,000 hombres; decretaba que sus miembros podian
ejercer mandos en la guardia móvil y prohibia, con penas sevéras,
la publicacion del movimiento de tropas. El 23, un decreto declaraba
terminada las sesiones del Senado y Cuerpo legislativo; y una real
orden del ministerio de la guerra mandaba poner en estado de de-
fensa 10s fuertes de Paris.
Al mismo tiempo, e1 Emperador, en una proclamacion dirigida al
pueblo francés anunciaba su salida para el ejército, acompanado del
jóven principe imperial.
Napoleon III se reservó el mando en jefe del ejército del Rhin,
cuyo número habia fijado en trescientos mil hombres. Se diéron
instrucciones en consecuencia por el Gabinete de las Tullerias á la
direccion del movimiento y operaciones militares del minisLerio de la -

guerra, que se habia puesto en disposicion de expedir las órdenes


desde el 8 de julio. El general Decaen, comandante de la division
militar de Metz, invitado á proseguir con la mayor actividad la cons-
truccion de 10s fuertes no concluidos aun de esta importante plaza
de armas, recibio al siguiente dia nuevas ordenes de suspender todo
preparativo. En fin, el14 porla noche, el general Le Boeufexpidiola
ley de movilizacion, la de trasformacion en actividad de las reser-
vas, y todoel mundo se puso enmovimiento con una actividad fébril.
.-Desde 1815, jamas sehabia hecho enFranciasemejante ostentacion
de fuerzas; y de.sde 108 primeros dias, los oficiales encargados del
trabajo en el ministerio de la guerra perdiéron esta confianza orgu-
llosa y natural que era entonces el verdadero signa distintivo de la
nacion. No tardaron en persuadirse de -que e1 general Le Boeuf no
estaba tan. dispuesto como lo habia sostenido en el Cuerpo legislativo.
Se pretendia aun, que, á ultima hora, habria sido presa de un des-
fallecimiento analogo al que se apodero del general Benedeck en la
invasion de Bohemia; y que hizo participe de sus angustias á
Napoleon III.
Se refiere, en efecto que el dia 12 de julio, el principe Napoleon,
llegado precipitadamente de Noruega, en donde le habia sorprendido
la noticia de la declaracion de guerra, se habia declarado enpresencia

;
de su primo contra 10s ministros, sosteniendo que las aserciones del
general Le Boeuf eran insensatas que Francia no se hallaba en dis-
posicion de emprender semejante lucha, y que una ruinosa derrota
seria el castigo de tanta arrogancia conincapacidad é - ignorancia
tan profundas. Se anade que, en presencia de este ataque inesperado,
el ministro de la guerra, pálido, descompuesto habia confesado
ciertos errores, reconocido la involuntaria inexactitud de sus informa-
ciones y declarado que e1 príncipe Napoleon, aunque demasiado fata-
lista, tenia razon en muchos puntos. El eco de estas discusiones no
tardó en traspasar elgabinete de trabajo de Napoleon, y ya se hablaba
en e1 mundo oficial del terror que habian producido en el animo del
Soberano y de la Emperatriz.
Pero todo retroceso era imposible, se decidio precipitar los aconLe-
cimienLosytomar la ofensiva rapidamente. No hacicnrlose ya nadie
ilusion acerca de la gravedad de la lucha, se movilizaron de un golpe
todas las tropas disponibles. Este primer movimiento de energía fué
seguido de una vacilacíon desagradable, cuyas consecuencias debian
ser fatales. Segun el plan elaborado por el ministerio Niel, las fuerzas
de Francia debian distribuirse en tres ejércitos : el primero en Alsacia
bajo el mandode Mac-Mahon; el segundo en Metz, bajo el de Bazaine ;
el tercero en reserva entre Frouard y Nancy, al mando de CanroberL
El Emperador, habiendo cambiado bruscamente de opinion, se aban-
dono el plan ya convenido, y en medio de un desorden inexplicable, se
irhproviso una nueva reparticion de fuerzas, contraria á la lógica, pero
que á los ojos de su autor tenia la ventaja de colmar las ambiciones
de su estado mayor. Los familiares de Tullerias esperaban dar un
provechosopaseo militar, como en Italia, y recoger en wlas orillas del
Rhin una abundante cosecha de grados y condecoraciones. La con-
centracion del mando tenia ademas por objeto no crear posiciones
demasiado elevadas é inquiétantes para el porvenir en favor de
cierlos personajes cuya adhesion era sospechosa. El mariscal del Im-
perio Le Boeuf fué nombrado mayor general; y los generales Lebrun
y Jarras, ayudantes mayores generales. Esta supremacia, concedida
al mas moderno de los mariscales del Imperio, lastimo vivamente el
amor propio de sus cólegas, que se veian despojados de 10s mandos
independientes prometidos desde 1868, conforme á las bases del
cuadro de composicion eventual del ejército, resuelto por el general
Niel. El mariscal del Imperio Sr. Bazaine se quejo de ello delante de
las personas que le rodeaban en aquella époea ; y este descontento debio
ejercer una grande influencia ensu conducta, cuando, acontecimientos
rlesgraciaclos, y la presion de la opinion publica obligaron al Empe-
rador a remitir el mando en jefe, preoisamenle en aquel de sus
tenientes que le era ménos simpático.
El4G de julio, se embarcáron las primeras tropas en el ferro-carril
para dirigirse á los puntos de concentracion indicados para los cuerpos
de ejército respectivos. Este movimiento no debia detenersa hasta el
bloqueo de Metz, puesto que nuestros regimientos, una vez al frente
del enemigo, no por eso dejaban de recibir destacamentos destinados
á completarlDs. Como se ha dicho ya, faltaba mucho para que nues-
tros efectivos fuesen efectivos de guerra; 10s batallones de infanteria
no constaban mas que de 450 liombres, en termino medio, en vez
de 800, número reglamentario en campaña.
El 24 de julio por lanoclie, el mayor general partio de Paris con el
general Lebrun y una parte del estado mayor general. El dia si-
guiente, en el momento en que llegaba á la estacion de Metz el tren -

que le conducia, el mariscal Bazaine salia de la ciudad por la puerta


de los Alemanes, á fin de no tener que dar explicaciones, ni recibir
ordenes de un colega envidiado.
El Emperador llego á Metz el 28 dojulio con su numerosa comi-
;
tiva, en la cual no habia ménos de 311 caballos anuncio la toma de
posesion del mando.del ejército pormedio dela siguiente proclamacion.

« Soldados,

«
Vengo á colocarme al frente de vosotros para defender el honor
« y el suelo de la patria.
« Vais á combatir contra uno
de los mejores ejércitos de Europa,
« pero otros, que valian tanto como el, no han podido resistir á
« vuestro brio.

« La guerra que
comienza sera larga y penosa, porque tendrá como
« leatro, sitios
erizados de obstáculos y fortalezas; pero nada es inac-
« cesible á 105 esfuerzos perseverantes
de los soldados de Africa, de

« Criméa, de
Italiayde Méjico. Probareis una vez mas lo que puede
« un ejercito francés animado
del sentimiento del deber, contenido
<<
por ladisciplina, inflamado por el amor de la patria. »
este :
A esta sazon, los cuerpos de ejército se hallaban distribuidos de
modo 1°, mariscal del Imperio Mac-Mahon on
;
Estrasburgo,
(tropas de Africa y del Este) 2°, general Frossard en Saint-Avoid

(guarnicion de París y regimientos de la Lorena) ;


(tropas del campamento de Chalons); 3°, mariscal Bazaine en Boulay
4°, general de
Ladmirault en Thionville .(regimientos del Norte); 5°, general de
Failly en Bitche y Phalsburgo (guarnicion de Lion); 6°, mariscal
Gnnroherl en el campamento de Châlons (regimientos del Oéste y del
Centro); 7°, general Feliz Douay en Belfort (regimientos del Sud-
oeste); la guardia imperial, general Bourbaki, en Nancy; reserva
decalJallerÍR lay2* division en Luneville, 3a en Pont aMousson; re-
serva general de artilleria, en LunéviIle; parque de campaha en
formation, en Toul; parque de ingenieros, en Versallcs. El efectivo
total de estas fuerzas se elevaba, el 1° de agosto, a 243,171 infantes
y 54,097 caballos, sin comprender en estos ultirnos los requisicio-
nados para 10s trasportes.
Con muy cortas excepciones, la eleccion de 10s jefes de cuerpos
satisfacia cumplidamente 10s deseos del ejercito; y si mas tarde, á
consecuencia de una serie de desastres sin ejemplo en la historia, la
opinion publica se mostro con frecuencia parcial é injusta para sus
jefes, es menester no desconocer por ello que los generales colocados
a la cabeza de las tropas, tenian todos un pasado militar que per-
mitia augúrar mas favorablementc de su capacidad y talento militares.
,

Los tres cuerpos de ejercilo, mandados por mariscales del ImperJO,
se componian : de cuatro divisiones de infanteria con trece batallones
y diez y ocho piezas de artilleria, de las cuales seis ametralladoras;
una division de caballeria con tres brigadas y ocho baterias de re-
serva. Los#otros cuatro cuerprs de la linea no tenian masque tres
divisiones de infanteria, una de caballeria con dos brigadas y seis
baterias de reservo. La guardia conservaba su antigua reparticion
en dos divisiones de infanteria, una de caballeria con tres brigadas
y dos regimientos de artilleria compuestos de seis baterias cada uno.
El Emperador habia reunido de este modo á lo largo de 1a froii-
tera, entre Belfort y ThionviIle, ciento cuatro regimientos de infan-
teria, veinte y un batallones de cazadores a pie, cincuenta y cinco
regimientos de caballeria, ciento cincuenta y cuatro baterias de arti-
y
lleria montada Ó ligera treinta y siete companias de ingenieros. No
quedaban disponibles mas que once regimientos de infanteria, de los
cuales cuatro cstaban de guarnicion en Tolosa, dos en 1m; Estados
pontificios y cinco en Argél; tres batallones de infanteria ligera de
Africa (céfiros) ; cinco regimientos de caballeria, sin incluir en ellos
los .tres regimientos de cspays ; diez baterias de artilleria, once com-
panias de ingenieios; en fin los cuartos batallones de infanteria,
cuya formacion eslaba recientemenle acordada en los ciento quince
depósitos de dicha arma.
Puede por consiguiente afirmarse que cl ejercilo del Rliin con-
tenia el conjunto de las fucrzas militares de Francia, y todos los
soldados insIruidos. Detrás de este ejército no quedaban sino cua-
dros incompletos y hombres poco versados en elmanejo de las armas.
Si se hubiéràn tornado mejor las medidas preparatorias, el Empe-
rador habria podido, con las excelentes tropas que tenia á mano,
compensar la inferioridad numerica, tomando una ofensiva rapida
lanzarse en losultimos dias dejulio en medio del ejército aleman, en
via de formacion, é impedir sus concentraciones pormedio de alguna
tentativa audaz. Desgraciadamente la serie de despachos cambiados
entre el minisLerio de la guerra y los diversos jefes de servicio del
ejercito justifica la negligencia mas culpable de parte de los que
tenian la mision de preparar la entrada en campana. El 25 de julio;
los cuerpos de ejército no tenian todavia ni enfermeros, ni hospítales.
militares ambulanles, ni empleados de administracion, ni hornos de'
campana, ni tren, ni galleLa, ni avena. El intendente del 3" cuerpo
trasladado á esta sazon de Metz á Boulay manifestaba publicamente
su conviccion de que el ejército francés no atravesaria jamás la fron-
tera, á causa de la carencia absoluta de aprestos y provisiones.
El mayor general, en presencia del desorden de todos los servicios,
se hallaba al parecer acometido de atonia; despues de no haber sa-'
bido prever nada, era incapaz de remediar nada. En vano los
informes de sus oficiales le anunciaban la concentration rapida de
tres ejércitos alemanes en frente de nuestras lineas; él continnaba-
dejando nuestros cuerpos aislados unos de olros, imposibilitados de
prestarse un apoyo reciproco, -y por consiguicnlc espuestos á verse
destrozados uno tras otro. La diseminacion de las fuSrzas francesas era

:
talj que el 30 de julio, un antiguo oficial de pasaje en Bitche escribia
ií Paris «
La estrategia del Sr. Le Bæuf me parece mas bien
inspirada para la direccion de aduanas, que para la de la guerra. »
Todo debia ser extrano en esta guerra sin precedentes. Miéntras
el que la habia declarado parecia horrorizado de su audacia, el rev
Guillermo y sus dos fieles consejeros, el conde de Bismark y el ge-
neral baron de Moltke recibian la noticia de la movilizacion del ejér-
cito francés con la serenidad de hombres preparados á todo evento".
Sus precauciones se habian tornado con un cuidado minucioso. El
pueblo aleman se veia arrastrado, despues de mucho tiempo, moral
ymaterialmenle, a una luchacon supoderoso vecino.
Desde 1813, la juventud estaba educada con una aversion furiosa
hacia Francia, calificada de ErlJfeind, enemiga hereditaria, en las
historias populares tan propagadas al otro lado del Rhin. Los pas-
tores protestantes anadian asuensenanza, la narracion de las guerras
de religion, y muy particularmente la de los treinta anos, á fin de no
perder la ocasion de poner en evidencia la doblez francesa, personi-
ficadaen el cardenal de Richelieu, aliandose á 10s protestantes de
Alemania, miéntras perseguia sus correligionarios, subditos del rey
Luis XIII. El incendio del Palatinado en 1689, ordenado por Lou-
vois, las.exacciones de los ejércitos de Napoleon 1°, se pintaban con
los colores mas lugubres, y se describian de manera que excitasen
deseos.de venganza. Los autores de estas narraciones se guardaban
bien deaminorar la potencia de Francia; al contrario presentaban
esta nacion como repuesta de sus desastres de 1815, preparada a
deslrozar de nuevo la Alemania, y ponian notable esmero en demos-
trar que esta ultima tenia, necesidad de permanecer unida para
hallarse en disposicion de resistir á su poderoso rival.
Estos consejos, difundidos en las masas con una perseverancia
tenaz, habian producidosu efecto; asi pues 10s hombres de Estado
de Berlin sonreian de la credulidad francesa, que daba crédito á las
aserciones de 10s periodicos adictosàlosprincipes despojados en 1866.
En Paris se tomaba ingenuamente el descontento de algunos no-
bles arruinados por la expresion del sentimiento de sus províncíás,
y no se queria comprender que, si la direccion suprema prusiana era
antipatica al reino de Hannover, á los ducados de Nasao y de
Hesse-Darmstadt, alelectorado de Hesse-Cassel, asi como alos Estados
del Sur, esas divisiones poco intensas desaparecérian al primer tiro,
para confundirse enunsentimiento de odio implacable contra Francia.
Este odio se manifesto con indecible energia, desde el momento en
que se propagó la noticia de la declaracion de guerra. El dia
15 de julio, el rey Guillermo salió de Ems para Berlin, y es menester
viaje fue una verdadera marcha triunfal. En
reconocer que este
Coblentz, antigua plaza militar y fortaleza prusiana, la ovacion era
bastante natural; pero en Cassel, anexionada solamente despuesde
cuatro anos, el entusiasmo no fué ménos ardiente y, á su paso, recibió
el rey en la eslacion de esta villa una carta de adhesion de las
mas entusiastas, en la cual el ayuntamiento le aseguraba la coopera-
cion decidida de sus nuevos súbditos. En todas las estaciones re-
cÍbiú igual acogida; las ciudades de Goettingue, Magdeburgo y
Potsdam se distinguiéron particularmente por las aclamaciones con
quesaludáron al generalisimo de los ejércitos alemanes. -
El principe real, el conde de Bismark y el general de Room, mi-
nistro de la guerra, fuéron al encuentro del rey hasta Brandeburgo.
Hacia las nueve de la noche, hora en quo llegaba aBerlin el tren
real, el sub-secretario de Estado senor de Thile, remitió al canciller
el despacho que analizaba la exposition leida aquel mismo dia por
D. Emilio Ollivier al Cuerpo legislativo. Despues de haber tornado
conocimiento de ella, el rey alargo la mano al principe heredero y en
el momento en que esteiba allevarla respetuosamente a sus labios,
extendio sus brazos, y le estrechó en ellos con efusion.
Los carruajesdela corte seabrian paso dificilmente por medio de
la exaltadamuchedumbrequeocupaba el trayecto entre laestacion de
Potsdam y elpalacio. Hasta cl alba no cesaronlos cantos de Wacht am
« Rlieim » (Vigila el Rhin) convertido de repente en himno nacional.

Sin descansar un solo instanle, Guillermo 1° firmaba el decreto


de convocacion del Parlamento federal para el 19 de julio y se entre-
gaba al trabajo con 10s generales de Molike y de Room. En la misma
noche se daba por telégrafo a todas las capitales de provincia la
orden de movilizacion que debia empezar el dia siguiente 16. Invita-
y
base al mismo tiempo a los comandantes delas costas de la frontera
occidental á poner en estado"cledefensalos puerlos y plazasfucrtes.
En las 48 horas, las decisiones régias se habian comunicado á todos
los ayuntamientos, y los milicianos n.acionales (landwehr) y la reserva
estaban prevenidos de que debian incorporarse á sus regimienLos.
Los diarios franceses divulgaron entónces cl rumor de que a duras
pénas sereunian á sus cuerpos los soldados alemanes, y quelas
-
autoridades se veian obligadas á recurrir a mediclas rigorosas para
hacerlos marchar, lo cual era complelamente falso, pues, lejos de
esto, Alemania habia-respondido con entusiasmo al primer llama-
miento; y la aclitud decidida de los jovenes que se dirigian a sus
depósitos, precedidos de banderas con los colores alemanes, cantando
aires nacionales causo aun una profunda impresion á los muchos
franceses que liuiande aquellanacion en movimiento.
- Los Estados del Sur, que se habian presentado como hostiles a

Prusia, y dispueslos á marchar con Francia á la primera ocasion


favorable, se colocáron por el contrario bajo la bandera blanca y
negra conuna rapidezextraordinaria. Elgran duque de Baden, hijo
polilico del rey Guillermo y el joven rey de Baviera movilizaron sus
contingentes desde el16 deJulio; el17, Vurtembergue seguia su ejem-
- plo. Las córtes
de Murych y de Stuttgard, hostiles, aun no hace mucho
,
.tiempo al gobierno de Berlin, arrastradas ahorapor el sentimiento pú-
blicoaclamaban á porfia la guerra santa, contra el enemigohereditario.
Siete - dias despues de la declaracion de guerra, el 23 de julio,
losdoce cuerpos de ejército de la Confederacion del Norte y el con-
tingente bávaro habian concluido sus preparativos; los bávaros, 10s
vurtembergueses y la guar.dia real no esluvieron enteramente dis-
pueslos hasta el 27. Este corto retraso dimanaba de que los dos
principales Estados del Sur no estaban aun muyversados en los mi-
nuciosos detalles de la movilizacion prusiana; y como la guardia se
reclutaba en todo el reino, el llamamiento de las rescrvas no podia
veriticarse roula misniacelericladque en los regimientosprovinciales.
En estos momentos se clio á conocer la enorme superioridad del
estado mayor aleman sobre el de Napoleon III. Mientras el mariscal
de] Imperio Le Boeuf modificaba torpemente el proyecto de organi-
zation delejercito, elaborado por su predecesor, el general deMoltke
aplicaba inetodicamenle los principios acordados desde 18G6 con el
eoncurso de 105 sabios e inteligentes oficiales de que habia sabido
rodearse. Se liabian esLudiado lodaslas eventualidades, y las olicinas
militares de Berlin poseian diferentes planes de campana, basados
en complicaciones hipoleticas. Por consiguienLe, cuando él Sr. de
Moltke recibio la noticia de la declaracion de guerra, 110 tuvo mas que
sacar de sus eslantes los legajos concernientes á la guerra contra
Francia, los cuales establccian el úrden de batéÛJa, como dicen los
alemanes. Las disposiciones estaban bien tomadas, porque, mucht)
tiempo antes que la movilizacion se hallase torminada, el'18 de julio,
aparecio esta orden (lue lijaba la concentracion de los cuerpos de
.ejercito, arreglabahasta en susmasminuciososdetalleslosservicios
de estado mayor, de la intendencia, de las plazas fuerLes, de las
etapas. Nada se habia olvidado. Desde el momento en quelos bata-
llones se hallaron dispuestos para marchar, se expidieron las ordenes
de agrupacion, y 10s movimientos de ferroarril seejecularon con una
exactitud matemálica. El trasporte del personal estaba enteramente
concluido el 31 de julio; 10s dias 1° al 6 de agosto debian consa-
grarse al acarreo del material. Los datos del plan de campana estaban
basados en la eventualidad de una lucha activa con 10s franceses en
las llanuras del Rhin, teniendo a sus flancos dos potencias, Dina-
marca y Austria, cuya neutralidad podia llegar á ser poco benévola
para Alemania. A fin de prevenir estas diferentes eventualidades,
la* Lropas bajo el mundo superior del rey Guillermo se dividiéron en
tres ejércitos de operaciones. El primero, mandado por el anciano ge-
neral Steinmetz,con el general de Sperling como jefe de estado mayor,
se componia del 7° cuerpo de Zastrow y del 8° de Gceben, apoyados
por la la y 3a division de caballeria. Su efectivo excedia de 70,000 hom-
bres, con 180 canones. El cuartel general se hallaba en Tpevepis

(Trèves), á cuyo alpededor se concentraban las tropas.
El segundo ejcrcito, bajo las ordenes del principe Federico Carlos,
el mas. numeroso de todos, se componia nada ménos que de scis
cuerpos : la guardia real, principe Augusto de Vurtembergue; el
3" cuerpo, de Alvensleben II; el 4°, de Alvensleben I; el 9p, de
:,

Manstein;el 10° de Voigts-Rhelz; el 12°, formado con el ejército


,
sajon y mandado por el principe real de Sajonia; las divisiones 5a y 6a
:
de caballeria y ademas la dela guardia. Su efectivo era a lo ménos

: estado mayor

,
de 210,000 hombres, con 534 cañones. El principe tenia por jefe de
al general de Stiehle; su cuartel general se hallaba
instalado en Alzey, centro de su ejepcito, concentrado en la orilla
derechadelRhin, entre Maguncia Vorms.y
Eltepcerejepcito comppendia, ademas .de dos cuerpos del ejercito

: :


,

,
los contingentes

- -
-

þ.
prusiano, el 5°, general de Kirchbach; y el 11, general de Bose;
de la Alemania del Sur, compuestos de dos cuerpos
bavaros mandados, el1° por el general von der Thann, el20 por el
general de Hartmann, y del cuerpo combinado bavaro-vurtembergues,
á las ordenes del general de Werder. El rey Guillermo previno
-

sus ilustres.vasallos quesussoldadostendrianelhonor deIlevae


a.su frente al principe real de Prusia, auxiliado de unjefe de
J

_f.' estado mayor de la. mas elevadadistincion, el general de Blumea-


á

Ihal. La2a yla 4a division de caballepia estaban agpegadas al tercer


-.
ejercito. Unade estas divisiones, la 4a, tenia por jefeal ppincipe -Al-
bepto, • Itermanodel
berto,Itermano delreyde
reydePrusia,
Prusia,quequehabm
liabiaaceptadomodestamente
aceptadomodeslamente
el pueslo de simple jefe - de division, despuesode haber probado por
la experiencia de la campaha de 1866 que los grandes cuerpos de
eaballena no eran fáciles de manejar en las guerras modernas.
Las tropas del principe real estaban reunidas en masa enel Pala-
tinado, entre Landau y Gemershein, sus cabezas de columna á algunas
leguas solamente de Visemburgo. Su efectivo erade180,000hombres,
alemanes de operaciones forma-
con 480 canones. Los tres ejércitos
banporconsiguienteun conjunto formidable de 460,000 combatientes,
divididos en 314 batallones de infanteria, 27 de cazadores á pie,
13 de ingenieros, 336 escuadrones, y 1/194 canones.
Para observar la Dinamarca, el mar del Norte y las costas del
Baltico se disponia, ademas de las tropas de marina, del1" cuerpo
de ejercito y de la 17" division del9°, el que la habia reemplazado
el -conLingenLe del ducado de Hesse. El 6° cuerpo vigilaba las fron-
teras de Bohemia y el2° quedaba de reserva en Berlin. Pero apénas
los^primeros triunfos hubiéron tranqyilizado el gobierno Prusiano
acerca de la actitud de sus vecinos, que esos tres y medio cuerpos
de ejército fuéron llamados á Francia, donde llegaron bastante
pronto para tomar parte en las batallas de Metz y Sedan.
El rey de Prusia, generalisimo de todos estos ejérciLos, habia te-
nido la rara felicidad de encontrar un jefe de estado mayor capaz de
e
dirigir sin confusion, con energia inLeligencia, masas de hombres,
de caballos y de canones, cuya sola enumeracion da vértigos. Era
este el baron Hellmulh de Moltke. Su padre sirvio como teniente
general al rey de Dinamarca, y en el instituto de Cadetes de Cope-
nague fué donde empezo sus estudios militares. En 1817, á la edad
;
de 17 ahos, era paje del rey Federico VI el aiio siguieote, ascendio
a teniente, y en 1823, pasaba con su grado al ejército prusiano. Suce-
sivamente, profesor de geodesia y de topografia en la escuela militar
de Berlin, instructor en Constantinopla desde '1835 a 1839, jefe del
estado mayor general en 1858, un triste azar le hizo tomar una parte
decisiva en el destrozo de su patria en 1864,
Dificil es formarse una idea exacta del aprecio y consideration de
que goza en el ejercitoaleman, tribulados mas bien á su caracter
firme y modesto, que a su elevado talento. Como todos los hombres
raciocinadores, habla tan poco que el pueblo le da el sobre-nombre
de gran silencioso. Su aspeclo no tiene nada de militar; conlraria-
;
mente á la costumbre tilemana, no lleva patillas ni bigote su rostro
es palido, su mirada penetrante, su estatura alta y delgada. Conoce
casi todas las lenguas de Europa; sus modales sonde una dislincion
perfecta, y la afable sonrisa que se dibuja alguna vez en susdelgados
labios le da enleramerite cl aspecto de un yiejo erudito, como en
efecto lo es. Franciano tiene enemigo mas encarnizado; mas tarde
insistira porque la indemnizacion de guerra se eleve hasta7 millares.
Nos falta ahora dar á conocer la organizacion intima de la enorme
masa á que iba á dar movimiento el génio militar del señor de Moltke,
- y comparar
la movilizacion de ambos ejércitos. A

La campana de 1866 aumentó en muy grandes proporciones la


potencia del rey de Prusia, que se habia apresurado á reunir en un
liaz sólido los Estados alemanes situados al norte del Mein. En 1870,
la Confederacion del Norte acababa su organizacion. Sin embargo
todos 10s Estados que la componian no se hallaban ligados á la
Prusia por lazos militares del mismo género, y se le; puede clasilicar
en tres grupos difererites, segun las obligaciones que les estaban
impuestas, y las atribuciones politicas concedidas å sus soberanos.
El primero comprendia los que habian conservado sobre su conlin-
gente una autoridad, limitada por otra parte en el pacto federal;
:
estos eran el reino de Sajonia, la Hesse-Darmsladt ó gran ducado,
los dos Meklemburgos y el Brunsvique. Los otros dos grupos forma-
ban, pordecirlo asi, parte integrante del ejército prusiano y pagaban
25 thalers (3,206 reales 25 centimas) por cabeza alministerio de la
guerra de Berlin, encargado del engancbe é instruccion de sus contin-
gentes. Esinulil, por lo demas, insislir sobre eseagrupamiento que
acaba de sufrir y sufrira aun, en un porvenir no.muy lejano, infinitas
modificaciones, ventajosas todas al Emperador de Alemania.
Las fuerzas de la Confederacion del Norte se dividen en dos clases
distintas : el ejJrc.iloactivo y la guardianational (landwehr). El ejér-

cada uno, 76 regimientos de artilleria de 5 escuadrones;


cito aclivo comprendia: 118 regimientos de infanleria de 3 batallones
13 regimien-
tos de artilleria de campana de á 15 baterias, y ademas una division
del ducado deHesse decuatro baterias ;cada
de plaza con dos'divisiones, compuesta
nueve regimientos de artilleria
una de cuatro compañias,
y ademas cuatro divisiones aisladas; trece batallones de peones ca-
mineros que sirven á la vcz de pontoneros y zapadores del cuerpo de
ingenieros, y trece batallones del tren-.
Bajo el pio de paz, esta fijado el efectivo presupuesto, segun el
pacto federal, á 1 por 0/0 de la poblacron, no comprendidos 10s
enganchados voluntariamente por un ano que se costean á sus
espensas. El conjunto no pasa de 315,000 hombres presentes bajo las
banderas, pero este numero tiene la ventaja de ser mas verdadero
que el presentado al Cuerpo legislativo por el general Le Bceuf. Bajo
elpiede guerra, los cuerpos alcanzan porun sencillo aumento de efec-
tivos e1 formidable total de 550,000 soldados disponibles de seguida,
con 130,000 caballos, de los cuales 50,000 destinados á la artilleria.
y
La custodia delterritorio de lasretaguardias del ejército activo
queda confiada á la guardia nacional (landwehr), cuyos 218 bata-
llones y un número indeterminado de escuadrones pueden sumi-
nistrar 184,000 infantes y 14,000 jinetes. Este efectivo de guerra no
comprende mas que las tropas activas yla guarnicion del territorio. Es
menester ahora afiadir á ellas tropas llamadas de l'eemplélo, desti-
nadas á cubrir las bajas que se producen en campana, y que entran en
linea en caso de movilizacion. Esta fraccion asciende á 187,000 hom-
bres y 22,000 caballos. Adiccionando al ejercito activo la guardia na-'

enormede :
cional y las tropas de reemplazo, se llega al total verdaderamente
954,000 hombres inclusos 22,000 oficiales con 9,000 em-
pleados militares, 194,000 caballos y1,G80 canones.
A la sazon de la declaracion de guerra, cl mariscal del Imperio
Le Boeuf mando a un oficial superior del deposito de la guerra,
muy versado en todos los pormenores de organization del ejército
de la Confederation-del Norte, que le diese exactamente el guarismo
,

de las tropas que aquella potencia podria poner en linea al principio


de las hostilidades. Este oficial, haciendo la comparacion de lo que
sucedió en 1866, y sabiendo que el estado mayor general prusiano
tenia preparado desde muy atrás un plan de campana contra Francia,
demostró con documentos irrecusables, que el general de Moltke
podria trasportar á nuestra frontera, en ménos de veinte dias una
masa de 450,000 combalientes con deduccion de las bajas. El mi-
nistro de la guerra, á quien esta afirmacion repugnaba visiblemente
se concretó á responder : « Vuestro calculo es exagerado. »
Si las decepciones del gobierno francés se hubiésen limitado sola-
mente á una inexacla apreciacion de las fuerzas de su principal ene-
migo, la lucha hubiéra sido posible todavía; pcro, mientras los
aliados, cuyo concurso nos parccia asegurado, se mostraban con poco
ardor y vacilantes, la Baviera, el Vurtembergue y Baden se apresu-
raban á movilizar sus conlingentes y á ponerlos á la disposicion del
rey Guillermo en cumplimiento de 10s tratados militares celebrados
el diadespues de Sadowa. Nuestroflanco iba pues á verse amenazado
por 3 nuevos cuerpos de ejército: de un efectivo total de 2,650 oficiales,
105,000 hombres con 26,000 caballos y 300cañones, sincomprender
la guardía nacional (landwehr) y las tropas de reemplazo que excedian
de 70,000 hombres con 2,000 caballos y 216 canones. El rey de Pru-
sia; proclamado generalisimo de todos los ejércitos alemanes, podia
;
:
por consiguiente poner en movimiento 1,100,000 soldados, mandados
por26,000 oficiales con 223,000 caballos y 2,202 canones.
El numero de soldados del ejército tie Jerjes, considerado en todo
tiempo como fabuloso, se habia extralimitado.
La escuadra alemana debe mencionarse por fórmula solamente. Se
coraponia de 23 buques de vapor, de los cuales cinco blindados, tri-
pulados por 4,000 marineros, á los cuales venia á reunirse un ba-
tallon de infanteria de marina de 1,500 hombres y 800 arlilleros. La
evidente insuficiencia de esas faerzas maritimas obligo á decidir que
se limitarian á la defensa de los puertos de mar y de 10s rios.
Una vez conocida por el estado mayor franeés la superioridad nu-
mérica del ejercito aleman, podia esperarse que el ministro de la
guerra se habria puesto al ménos en disposicion de concentrar rapi-
damenle el ejército, á fin de sorprender los cuerpos enemigos ántes
de su reunion, y a tentar desde el principio un golpe decisivo, capaz de
infundir Lemor á la Prusia y obligar å, ciertas poLencias á declararse
en nuesLro favor. -
Eslaba escrito que el general Le Boeuf, permaneciendo sordo a
todos 10s consejos, no nos daria siquiera esta ventaja de una concen-
tracion mas rapida. Sin embargo, el simple examen del mapa, dala
prueba de que Francia, con su forma recogida, y unapoblacion com
pacLa Liene mucha mas falicidad para reunir un ejercito en un punto
cualquiera de sus fronteras, que Prusia, en dónde, por consecuencia
de la inferioridad de la poblacion especifica y de la forma prolongada
del pais, del Oeste al Este, las distancias y dificultades de trasporte
se hallan sensiblemente aumentadas.
Se cree generalmente que para formar un ejército basta colocar
los regimientos en el ferro-carril y senalarles un punto de reunion-; se
ignora cuantos cuerpos auxiliares, provisiones de toda especie, car-
ruajes y caballos necesila un ejército para vivir, marchar y combatir.
La transicion de pié de paz al de guerra ha sido siempre una ope-
racion dificil y delicada. El ejercito que llega mas pronto a este
resultado tiene una venlaja 'incontestable sobre su adversario.
En Prusia se ha resuelto este problema del modo mas prudente liaco
cincuenta anos, por la creation de ocho cuerpos de ejércilo siempre
organizados en divisiones y brigadas. En 1866, despues de las
anexiones, los cuerpos de ejercilo se han elevado hasta doce, sin
incluir el de la guardia real que se recluta en toda la Confederacion.
Cada cuerpo de ejercito teniendo, en tiempo de paz, sus divisiones y
brigadas fijasen el mismo punto en que se reclutan; los cuerpos
auxiliares y el material indispensable hallandose en los mismos
sitios; 10s generates y estados mayores encontrandose siempre en sus
respeclivos puestos, no es necesario mas tiempo, con semejante orga-
nizacion, para poner en pié de guerra 105 trece cuerpos de ejercilo
que para poner uno solo. La duracion del periodo de movilizacion de
cada cuerpo de ejército es de once dias, siendo necesarios aun
ocho ó nueve para que cada cuerpo, movilizado en su respectiva
provincia, sea trasportado en ferro-carril hacia un punto de concen-
tracion determinado. Por consiguiente, 20 dias despues de una de-
claracion de guerra, Prusia puede tener en 108 difercnles puntos
de sus fronteras, diversos ejércilos de 100 a 120,000 hombres cada uno.
En las condiciones en que se verifica en Francia la moyiliznrion,
no solamente presenta grandes dificultades, sino que una vez l'ouniclo
el ejército en la frontera, solo quedan on Ius deposilos cuadros y
quintos, y el territorio sin defensa en caso de derrota. Las ordenes
generales parten de Paris, como es natural, pero lodaslas ordenes de
detaile salen tambien de Paris. El minislro de la guerra envia a los
89 comandantes de 108 deposilos de quintos, la orden de convocar lo
a
mas pronto posible los hombres que se hallandisfratando licencia
y á los de la reserva. Los jefes de deposilos expiden a los36,000 alcaldes
soldados que buscan sus depositos ó que vienen de ellos parareu-
nirse á sus cuerpos. A un Alsaciano que sienta plaza en el 20 de
zuavos se le envia desde luego á Gonstantina, para volver á venir de
seguida á Estrasburgo. Puede imaginarse cuantos gastos y retrasos
ocasionan estas idas y venidas.
En julio de 1870, nada se hallaba organizado para el estado de
guerra; 1a distribucion del ejército en divisiones no existia enninguna
parte. En el campamento de Chalons, en Paris y en Lyon habia,
es verdad, algunos regimientos adiccionados, pero su cohesion no
era bastante intima, y sus servicios auxiliares figuraban apénas sobre
el papel. Las divisiones no tenian, ni artilleria, ni ingenieros, ni
intendencia, ni parques ni servicio medical.
En los servicios de remontas y trasportes, el desórden era todavia
mayor que en el del personal. Ciertos depositos de caballeria carecian
de jinetes y abundaban en caballos; otros tenian muchos caballos
y pocos jinetes. Los caminos, los ferro-carriles, las estaciones
estaban obstruidas por montanas de bultos amontonados mal y
rotulados. Era absolutamente necesario abrir las cajas para saber
lo que contenian. Asi fué que el 21 de agosto se descubriéron en
la estacioJi de Metz cuatro millones de cartuchos, cuya existencia
nadie sospechaba, y que la menor imprudencia podía hacer saltar.
Otras dos causas de desorden se añadiéron á las que acaban de
enumerarse. Dna comision compuesta de oficiales generales de las
armas especiales, de los directores y jefes de la explotacion de las
grandes companias habia estudiado con esmero los ferro-carriles
franceses y extranjeros, bajo el punto de vista del trasporte de
iropas y de la concentracion de los ejercitos de diversas naciones.
Su trabajo estaba terminado, y ayudado de sus indicaciones y de la
buena inteligencia de las companias entre si, se podia, cualesquiera
que fuéran los puntos de concentracion, y por muy exagerado que
fuése el nuniero de las trópas, erigir casi instantaneamente un
plan de marcha y hacer llegar sin obstáculo personal y material,
con una rápidez desconocida hasta enlonces. Por una aberracion,
cuyos desgraciados ejemplos puede solo ofrecer la historia de 4870,
en los momentos mismos en que iban á utilizarse tantos estudios,
una determinacion, no sabemos cual, participo á la comision por
medio del general Jarras, director del deposilo de la guerra, que
estaba disuelta; y se prefirio confiar á las diferentes direcciones
del ministerio la dificil mision del trasporte del ejército y de sus
provisiones; pero estas direcciones habian permanecido completa-

mas. De aqui resulto un desórden inaudito.


mente extrahas á la cuestion, y no se entendian aun entre sí mis-

El plan de campana, cuidadosamente preparado por el ministerio


Niel, se abandonó tambien á últimahora. Segun aquel plan, se des-
tinaban á tomar la ofensiva dos ejercitos de diferente fuerza, apoyán-
dose uno con olro. miéntras un tercero, sirviéndole de reserva, pro-
tegeria los puntos vulnerables de nuestra frontera. Este principio
y
se habia considerado hasta entonces como fundamental, porcon-
siguiente todos los preparativos hechos en consecuencia. El Em-
perador, aconsejado sin duda por los Sres. Le Boouf y general
Lebrun, declaro subilamente que no .queria ya aquel plan, y de-
cidio que todas las fuerzas militares de Francia, reunidas en un
solo ejercito, tomarian el nombre de Ejercito del Rhin, cuyo mando
absoluto se reservaba.
Mas tarde se veran las fatales consecuencias de semejante reso-
lucion.
CAPÍTULO IX.

Efecto producido en Europa por la declaracion de guerra. — La opinion piihlica en Ingla-


terra.- -
Ulima. tenlaliva de inlervcncion. La carla de Su Sanlidad Pio IX. — Nues-
Rompi-
tras alianzas. — Revelacion del Times. — El proyeclo de tratado Benedelti. —
miento de hostilidades.- Siluacion del eslado mayor francÉs. — Entrevisli de los ma-
-
riscales del Imperio Jlac-^Iahon y Le Bceuf cl 30 de julio, en Estrasburgo. Combate de
Sarrebrurk.

La declaracion de guerra del 15, habia causado una profunda


emocion en Europa. Los Gabinetes vecinos, sorprendidos por un
acontecimiento que habian creido poder conjurar hasta e1 ultimo
momento no pudiéron contener un violento impulso de cólera, no
contra los que hacian necesaria la guerra, sino contra los que la
declaraban. Lo imprevisto de la catástrofe no permitia en efecto
á las potencias tomar ventajosamente posicion en este inmenso
conflicto. Inglaterra particularmente, como si hubiése presentido
el menoscabo que resultaria para ella de la luclia que se limitaria
no obstante á observar, Inglaterra, decimos, se mostro de repente
liostii á Francia. Gogido en el propio lazo de su politica egoista, e1
ministerio de negocios oxtranjeros (Foreing Office), imposibilitado
por otra parte de mezclarse en la conLienda, no podia perdonar á
los que parecian provocarla. Debio, pues, resignarse á proseguir
hasta el fin las maximas de no intervencion y de neutra-
lidad. Pero ique neutralidad? El
17 de julio, elreverendo Stopford
Brooks, capellan de la reina Victoria, predicando en la capilla de
San Juan de Londres nos hizo saber, en terminos que merecen
repetirse, el juicio formado por los Ingleses acerca de la justicia
de nuestra causa. « No existe alguna de las cualidades. — decia
« e1 reverendo — ni una sola de las que constituyen el verdadero

K honor de
una nacion, en que no deba causar un mal profundo
« una guerra empezada con tanta impiedad, y declarada con una
« insolencia tan impúclica. » Sin embargo, eran tan considerables
los intereses puestos en juego, la Gran Bretana tenia en tan alto
grado el convencimiento de los riesgos que amenazaban su in-
fluericia, que lord Lyons en Paris y lord Loftus en Berlin propu-
siéron al Sr. de Bismark y al duque de Gramont la mediacion
dela reina. Este principio de negociaciones desesperadas no podia
producir resultado. El canciller de la Confederacion respondio
a ellas declarando, que si Francia daba pruebas de su deseo de
ver mantenida la paz, Prusia acogeria favorablemente las proposi-
ciones de Inglaterra, y elSenor de Gramont, ménos prudente, rehusó
simplemente la oferta que se le hacia. Conviene tambien hacer
mencion de una tentativa en el mismo sentido de parte del Soberano
Pontífice. Tampoco debia tener buen éxilo. « Mi empresa, — es-
« cribia Pio Nono á
Napoleon III y á Guillermo I, — es la de un
«
Soberano que no podria, como tal, provocar celos en vista de
« la poca
extension de su territorio, pero que sin embargo, por la
« influencia moral y religiosa que representa, debe
inspirar con-
« fianza. » Esta debilidad,
confesada de un modo tan persuasivo
por el unico soberano que haya permanecido amigo fiel de Francia
en su desgracia quitaba toda autoridad á sus palabras. Pio IXfue
desatendido como los embajadores de la impotente Inglaterra; y los
testigos'del drama sangriento se retiraron definitivamente para
el
dejar campo libre á los combatientes.
El Sr. de Gramont pudo examinar la imprudencia de sus decla-
ciones, cuando hacia concebir á los Diputados las mas quiméricas
esperanzas acerea del apoyo que teniamos derecho á esperar de
nueslros vecinos. ;,A que se habian reducido en realidad,lasalianzas
'tan audazmente anunciadas? ;,qué habia de cierto en las palabras
el
dichas por ministro de negocios extranjeros al Sr. de Talhouety
a
p.suscolegps prop6sito de Italia y Austria? Lo siguiente. Personal-
mente el rey Victor Manuel habia prometido 103,000 hombres. Pero
,
esla promesa no obligaba al gobierno italiano, y ademas se hallaba
subordinada al éxiLo de nueslras armas. Un compromiso del mismo
genero, tan dilatorio, tan ineficaz era el que ligaba al Sr. de Beust
y al Gabinete de Viena; y con una
arrogancia sin ejemplo, el Sr. de
Gramont considerabacomo un contraLo indisoluble un cambio de
disignios, un cxamen de eventualidades al cual un liombro grave
no hubiése debido atribuir tanla y tan grande imporLancia. En resu-
men, teniamos razones muy poderosas para creer que si eramos ven. -

cedores, esos aliados eventuales vendrian á ayudarnos a derrolar la


Prusia, sin perjuicio de reclamar su parte de bolin. Vencidos, po-
diamos esperar que no se lentaria nada contra Francia por esos ami-
gosproblemalicos.
Se recuerda, que en la noche del 15 de julio, el Sr. de Gra-
mout habia asegurado la neutralidad, o la alianza de Baviera.
Con respeclo a ella, el ministro hubiése apónas soportado la contra-
diccion. Su amigo el conde de Bray-Steimburgo, presidente del con-
sejo bávaro, aseguraba él, habia sido muy espliciLo en este punlo.
Los amigos del Sr. de Gramont valian tanlo como sus aliados. Ese
mismo conde de Bray excitaba algunos dias despues, los diputados de
Munich que se negaban a votar los subsidios de guerra, afirmandoles
falsamente Ia violacion, por nueslras tropas, del territorio aleman.
Solo laDinamarca cspcraba con una impacienciapatriotica el momento
deponerse á nuestro lado, paraabrirse un caminohasta Berlin. Mejor
aun que un tratado, el ódio del gobierno dinamarqués contra sus
vencedores de Duppel nos garantizaba el concurso activo de este
heroico pueblecito. Perolaverdad era que el Gabinete de Copenagne
estaba condenado al silencio y á la: inaccion, si las primeras opera-
ciones de la campana no nos cran bastante favorables para permitir
al ejército frances reunirse á las tropas dinamarquesas, y ejecutar
una poderosa diversion en las costas del norle de la Prusia. Por con-
siguiente, cuando despues de repetidas conferencias se renuncio á la
expedicion en que debian tomar parte el vice-almiranle Sr. Ron-
cierele Noury, el general Trochú, el general Schmitz y el vice-almi-
rante Bouet Villaumez, bajo el mando enjefe del principe Napoleon,
la diplomacia extranjera no conservo por mas tiempo la menor in-
quietud acerca de la intervencion dinamarquesa. Aconsejado por
Inglaterra, vigilado por Rusia, cuya neutralidad consistia principal-
mente en impedir á las demas naciones mezclarse en la lucha, el
Gabinete de Copenague debio considerar como nulo un tratado, cuya
ejecucion estaba sometida á ciertas condiciones que el Emperador no
se hallaba en disposicion-decumplir. Francia quedaba sola, entera-
mente sola delante de un enemigo formidable, y rodeada de vecinos
irritados contra ella, ó atemorizados por la actitud amenazadora de
-
Rusia.
Pero no era bastante que Francia esluviese aislada. Era necesario
aun hacer imposible todo regreso ulterior de simpatias, y propor-
cionar un pretexto legitimo á los que se habian alejado de nosotros,
sinotro molivo que el temor, los celos ó la ingratitud. El Times flié
quien se encargo de esta mision. Algunos dias despues de la declara-
tion de guerra, el diario del comercio inglés publico un proyecto de
tratado -propuesto por el conde de Benedetti al gobierno prusiano, y
escrito todo de puno y letra de nuestro embajador. Es necesario reco-
nocer que ese proyecto tenia mucha semejanza con las eonvenciones
verbales de dos piratas prometiéndose un apoyo reciproco para piratear
en los mares y repartirse la presa. Francia compraba el Luxemburgo y
se reservaba la conquista de Bélgica. En cambio Prusia podia, cuando
lo tuviese por conveniente, anexionarse toda la Alemania; y el con-
curso dei Emperador le estaba ásegurado contra toda resistencia. Las
potencias no se equivocaron con respecto al parlido que podian sacar
de semejante documenlo.A1 punto diéron muestras de la mas pro-
funda indignacion. Todos los parlamentos hicieron de este proyecto
un objeto de interpelaciones, a las cuales se apresuro á responder
diplomaticamente el conde de Bismark. Este era naturalmente ino-

de todo género, que siempre habia cludido sin estrepito


;
;
cente. Durante cinco aiios se le habia abrumado de proposiciones
primero,
porque estaba decidido a 110 acepLar ninguna de ellas y segundo,
porque era bastante convenienle vcr claramente el juego de la diplo-
macia francesa. Europa se declaro de seguida salisfecha con esta
explication, y acogio con una eslrepitosa carcajada la justification
del Sr. Bcnedetti, explicando como en una conversation con el
condc de Bismark, y á fin de darse cuenLa exacLamenLe de sus combi-
naciones, « liabia cOllsenlido, hasla cierlo punta, en trascribirlas dic-
« Uindo aquel. » Excusas
insignilicanles, contra las cuales prolestaba
cl mismo documento, escrilo por el embajador y rotulado con el sello
de la embajada francesa. Pero la Europa tenia interés en demostrar
que consideraba como sinceras las explicaciones del Sr.. de Bis-
mark, y en aprovecliar la ocasion ofrecida de manifestar su descon-
iianza y reserva hacia nosotros. Y no obslante entre esos EsLadistas,
cuya retinada liipocresia international se asombra tanto hoy de las
pretendidas revelaciones del Times, ;,habia uno solo que no conociese
por inslantes las negociacionessecretasentabladashacia mas de cualro
aÌlos entre los ministros de Napoleon III y el conde Bismark? Cual-
quieraquefrecuentara un salon poliLico oiade la boca misma del prin-
cipe Napoleon, 6 dela delSr. Nigra, ministro de Italia, ó de la del conde
de Bismark, el ménos discreto quizas de los tres elevados persona-
jes 10s proyectos de recomposiciones europeas, estudiados y reco-
mendados por el canciller federal. ;,No fué él quien, en una larga y
decisiva conYersacion con el primo del Emperador, habia ingistido por
que Francia, al principio de la campaña de 1866, colocáse 100,000 hom-
bres en su frontera y la rectificase á su antojo, ya á costa de la Ba-
viera, ya con una parte de la Bélgica? Y cuando el principe Napo-
leon, explicanclo las vacilaciones del Emperador en arriesgarse á esta
aventura, intentaba amedrentar al audaz prusiano con 1a resistencia
probable de Inglaterra, ;,es que el Sr. de Bismark,sirviendose de
una expresion energica del lenguaje vulgar, no habia dicho al prin-
:
cipe « Inglaterra no se moverá. Apénas me preocupo de elia; haga
Yd. como yo ! » ;, Y las conversaciones de Biarritz, en donde el Em-

i
perador, abrumado con las confidencias del osado ministro se esfor-
zaba en colocar siempre un tercero en sus comunicaciones ? iy la
audacia del canciller feceral, que prostituyendo, por decirlo asi, sus
oyentes, obligaba á Napoleon y á sus huéspedes á escuchar la expo-
sicion de sus planes? ;,quién los ignoraba en Europa? Ay ! e1 Times
tenia razoncuando decia queloshombres de Estado franceses,habian
sido los complices enganados de la politica despojadora del Sr. de
Bismark. Todos eran culpables. Todos, á excepcion sin embargo de
los ministros del 2 de. enero habian prestado facil oido á ese insti-
gador que los arrastraba á la cumbre de la monlana, y desde alli les
mostraba unrnundo para repartirse. Pero la hora del arrepentimiento
habia pasado. Al ruido del canon es como debian despertarse las
conciencias.
Hasta fines de julio, las hostilidades en la frontera se redujéron
,
a un cambio de tiros de fusileria, ó á luchas de sable entre pequeños
reconocimientos de infanteria y caballeria. En una de esas colisiones.
un escuadron del 12° regimiento de cazadores hizo prisioneros en
Niederbronn .tres oficiales do dragones del ducado de Baden que,
en campania de otros dos oficiales ycuatro soldados de á caballo, in-
tentaron cortarelferro-carril, en las cercanias de Reichshoffen. Esta
- captura fué laocasion de un pequeiio festin en la fonda de Europa
de Melz, donde el general Le.Boeuf,acompanado de su esposa habia
instalado su cuartel general. Los oficiales alemanes fueron invitados
por la mariscala, cuva presencia en medio de las tropas era la prÜelia
mas evidente de la excesiva confianza de su marido.
Esta inaccion por parte del comandante en jefe del ejército frances
era tanto mas sensible cuanto que, desde ell8 de julio; liabiareunidu
en el triangulo formado entre Tionville (Thionville), Bitche y Ielz,
mas de 60,000 hombres. En primera linea se encontr'aban : en Saint-
AvoId, el 2° cuerpo (Frossard), compuesto de Iropas del campamento
de Chalons; en Bitche, el 5° cuerpo (de Failly), compuesto de la
-guarnicion de Leon (Lyon) ; el efectivo de ambos cuerpos.excedia ya
de 40,000 hombres. A1 rededor deThionville, el general de Ladmiraull
uoncentraba los regimientos de las provincias del Norte, que llegaban
por el ferro-carril de 103 Ardenes y que debian formar el 4° cuerpo;
en fin, cl general Dccaen tenia disponible una brillante division
de 10,000 hombres, formada con los cualro regimientos.deinfanteria
de Nancy y de Metz; y ademas dos batallonesdecazadores a pie,
acuartelados en esta Última plaza.
A esta fecha del 18, los Alemanes no tenian para oponernos en la

zona conlinanle de la frontera otras tropas que las gnarnicioiies de


y
Treveris (Troves) Sarreluis Sarrebruck,comprendiendo entodo Ires
regimientos de infanteria y caballeria del 8° cuerpo, llamadode la Pru-
sia HenaI. Sarrebruck estaba guardado por un batallon del regimiento
liumero 40, y tres escuadrones de ullianos (lanceros exploradores).
El general Frossard, comprendiendo el interes que habia en
hacerse dueÌlo de la corrientedel Sarre, entre Sarreluis y Sarrebruck,
pidio la autorizacion de tomar estas dos plazas, de las cuales la pri-
mera solamente estaba fortificada, pero recibio de Paris orden ter-
minante de abstenerse de todo acto formal de hostilidades, bajo el
pretesto de que el Emperador deseaba esperar que todo el ejercito
estuviese disponible. En realidad Napoleon III no tenia decidido
;
ningun plan y la negativa comunicada al comandante del 2° cuerpo,
disfrazaba mal sus secrelos temores. Parecia decididamente horro-
rizado de la aventura en que se habia empehado con demasiada pre-
cipitacion, y con u'n fatalismo oriental parecia confiar al destino el
cuidado de sacarle de ese mal paso. Toda decision enérgica para
modificar la ley del deslino le repugnaba, y esperando una sonrisa
de la fortuna se abandonaba con su comitiva á las esperanzas mas
quiméricas. Uno de sus confidentes mas inlimos, el general Lebrun,
habia dado á entender á uno de los principales oficiales del estado
mayor general que se contaba con la alianza de Italia y Austria. Se
llegaba hasta el extremo de respetar Landau y Kehl, con la espe-
ranza de desprender aul\. de Prusia los Estados del Sur.
Para disculpar sus extranas dilaciones, el estado mayor francés
alegaba tambien la escasez, demasiado evidente de los acopios de
viveres y material. Esta insuficiencia no podia satisfacerse, desde el
momento en que, por consecuencia de una fatal costumbre adquirida
en Argél, se insistia en acampar los soldados bajo tiendas
de campana, en uno de los paises mas ricos de Europa, absoluta-
mente como en el desierto, con la diferencia de que 10s generales,
estados mayores, é intendentes se inslalaban léjos de las tropas en
casas bieri amuebladas, de donde los mas celosos salian solamente á
informarse de las necesidades de la tropa. El cuidado de acarrear
10s viveres hasta el interior de 10s campamentos, estaba confiado á la
e
administracion. Nunca preocupó un general de aprovechar directa-
mente losrecursos del pais, ni de hacer alojar sus tropas en las casas.
Por una anomalia inexplicable aun hoy, miéntras los soldados re- -
cibian sus raciones con mucha irregularidad, se atestaba de basti-
mentos Sarreguemines y Forbach, y esto en el momento en que la
ooncentracion de los ejércitos alemanes hacia imposible todo movi-
miento afensivo. Esta situacion singular se habia prolongado hasta
fines de julio, á pesar de las inequivocas muestras de impaciencia
dadas por la nacion, que, confiada en las promesas del ministro de
la guerra, esperaba ver ántes del fin del mes nuestras tropas victo-
riosas y duenas de toda la orilla izquierda del Rhin. A1 mismo
tiempo, un despacho del duque de Gramont participaba al Empe-
rador que su inaccion producia el mas lamentable efecto en el extran-
jero, donde se empezaba á dudar de nuestro vigor.
Aguijoneado de este modo el estado mayor imperial se decidio por
ultimo á tomar la ofensiva; resolution demasiado tardia, porque el
enemigo acababa de instalarse en nuestra frontera, y se encontraba,
por consecuencia de una concentracion habilmente dirigida, en dispo-
sicion de prevenirnos en una irrupcion repentina.
El30 de julio, el mayor general partio secretamente para Estras-
burgo, con el fin de celebrar una conferencia con el mariscal del Im-

;
perio Mac-Mahon, y decidir en fin un plan de operaciones. La entre-
vista de los dos generales fué de las mas misteriosas tuvo lugar en
un saloncito aislado de la fonda de la Casa-Roja, en donde, para
alejar todo testigo indiscrelo, el Sr. Freisz, rico proprietario del
establecimiento,sirvio en persona un almuerzo encargado de ante-
9

Magenta respondia : « No, no, eso es imposible;


mano. La discusion fué acalorada; á cada instante el duque de
ese movimiento es
muy arriesgado. » El general Le Boeuf insistia cada vez mas, y
cuando el comandante deller cuerpo de ejército debio someterse, en
presencia de las órdenes del Emperador, dos gruesas lagrimas sur-
cáron sus bronzeadas mejillas.
Se tralaba de trasladar al norte de Estrasburgo, liacia Haguenau,
et 1° y 70 cuerpos de ejército. El 1° tenia, con escasa diferencia,
completos sus regimientos de infanteria y caballeria, pero aun le fal-
taba una parte de su reserva de artilleria y casi lodos sus servicios
ndministratiyos. El 7° cuerpo tenia regimientos de 1,200 hombres,
y su arlilleria no habia llegado a reunir la mitad de su efectivo regla-
mentario; con gran trabajo podria en tres ó cuatro dias poner en

;
movimiento la ultima de sus tres divisiones que acampaba en las
cercanias de Colmar la mitad de su caballeria y una tercera parte
de su infanteria eslaban aun en Leon (Lyon). A esto es á lo que el
ministro de la guerra llamaba hallarse dispueslo; su* cólega Mac-
Mahon no carecia por consiguiente de poderosas razones para ne-
garse á tomar la ofensiva.
A1 mismo tiempo el Emperador reunia el 29, los 2° 3° y 5° cuerpos,
,
Ó sean mas de 100,000 hombres bajo el mando nominal del mariscal

del Imperio Bazaine, que recibio orden de prepararse para atravesar


el rio Sarre. Los comandantes de los cuerpos de ejército y de las
divisiones hiciéron notar la insuficiencia de provisiones, con espe-
cialidad de efectos de campamento, de los cuales parecia imposible
poder carecer por mas tiempo, y la ejecucion del proyecto de ofensiva
se aplazó á un dia mas favorable.
Si el ejército francés carecia de ciertos efectos de primera nece-
sidad, en cambio se habian reunido junto á las orillas del Rhin, en
Estrasburgo (Strasbourg), lanchas cañoneras y un parque de artilleria
conteniendo, entre otras, excelentes piezas de á 24 escaso : todo ello
destinado al sitio de Maguncia (Mayence). Los Alemanes, alprincipio
se espantáron de semejantes preparativos, y se apresuráron a for-
tincar el rio con cuatro empalizadas construidas en Maxau, Man-
nheim, Germersheim y Mayence. Estas empalizadas se componian de
gruesas vigas reunidas por cadenas : á trescientos metros rio abajo,
algunos lanchones cargados de piedras eslaban preparados para
sumergirlos é impedir la navegacion ; por ultimo, baterias armadas de
cañones de gran calibre debian disparar contra las canoneras, cuyas
posiciones hubiésen indicado boyas colocadas de antemano.
La pretension de nuestros generales de querer hacer marchar un
ejercito de trescientos mil hombres en plena llanura del Rhin, en las
mismas condiciones que un regimienLo de zuavos en expedicion por
el Sur de la Argelia, condenaba el ejérciLo del Rhin á esperar el
choque del enemigo ó á batir en retirada. El estado mayor general
experimentaba de una manera vaga los inconvenienles de esta si-
tuacion exlraÎla; sin embargo era necesario aparentar al menos que
se trataba de obrar. Con este lin, se decidio apoderarse de Sarre-
bruck y de las alturas de la orilla izquierda del Sarre que dominan
la ciudad. La escasa guarnicion prusiana acababa de recibir un
refuerzo de dos batallones, el cual la elevaba á 3,500 hombres, de
los cuales 750, tres companias escasas ocupaban solamente las posi-
ciones que iban a atacarse.
Era necesario que elcuartelgeneralestuviesemalinformado acerca de
las fuerzas del enemigo, puesto que para esta insignificante operacion
puso en movimiento casi iodo el 2° cuerpo, que contenia entonces
20,084 hombres y 4,800 caballos, con 72 canones y 18 ametralladoras.
El 2 de agosLo, á las diez de la manana, las tropas se pusiéron en
marcha; en primera linea la division Bataille, apoyando su flanco
derecho una brigada de la division Laveaucoupet. Las otras dos
brigadas del 2° cuerpo permanecian en reserva en sus campa-
menlos respectivos; el 5° regimiento de cazadorcs abria la marcha.
Cuando las Ires companias prusianas, apoyadas por cuatro ca-
nones, vieron 20,000 franceses con una numerosa artilleria hacerles
el honor de atacarlas en orden de batalla, se apresuraron á levantar
el campo, haciendo sin embargo buen conlinenle. Acogido en la orilla

-
dereclia del rio Sarre por los dos balallones enviados en su socorro,
el deslacamenLo se retiró dos leguas al norte de Sarrebruck. El
cnerpo Frossard instalo su campamenLo en las alturas del Exercier-.
platz, de Reppertsherg, de Nussberg y de Winterberg, que forman
una especio de circulo al sur de la villa; la estacion delferro-carril
y la aldea Saint-Arnual, fuéron solidamente ocupadas. La pérdida
de los franceses fué de 86 hombres, de los cuales 8 muertos, entre
;
ellos dos oficiales 10s prusianos tuviéron 75 hombres fuera de
combate, comprendidos en ellos 2 oficiales.
la
Quizas escaramuza de Sarrebruck habriapasado casi desaper-
cibida, si los diarios oficiales y los periódicos complacientes no hu-
biésen divulgado con estrépito la presencia del Emperador y de su
hijo en el campo de batalla. Los despachos enfaticos redactados por
un empleado del ministerio de nggocios extranjeros, agregado en
calidad de redactor al estado mayor general acabáron de cubrir
de ridiculolas autoridades militares que autorizaban la publicacion

agosto es una obra maestra de adulacion cortesana ;


do semejantes necedades. El despacho oficial espedido de Metz el 3 de
su publicacion
no ha contribuido poco, en union de otro del Emperador, en que se
trala de una bala muerta recogida por su hijo Luis á designar este
combate con e1 titulo de comcdin de Sarrebruck. Desgraciadamente
la comedia no iba á tardar en hacerse drama sangriento, cuyas
terribles peripecias permaneceran siendo un objeto de terror para
las gcneraciones venideras.
Con motivo de estc encuenlro, los alemanes que tenian el pre-
sentimiento de sus proximos. triunfos, y deseaban sin duda dar un
pretcxlo á sus crueldades fÚlnras, se apresuraron a propalar el rumor
de un pretendido hombardéo de la ciudad indefensa de Sarrebruck.
No solamente el general Frossard ha negado publicamente este acto
de barbarie, y asegurado que se habia limitado á bombardcar 1a
estacion del ferro-carril para impedir la marcha de las columnas
de soldados, sino tambien los viajcros que han atravesado esLa villa
despues de la guerra han podido comprobar que no habia sufrido ningun
dano, y que la noticia de su destruccion debia col&carse en el nu-
mero de esas mil fabulas á que seha dado crédito durante la campaha
(\

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