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América : Cahiers du CRICCAL

Sátira y nación en la novela mexicana del siglo XIX. El caso de El


Periquillo Sarniento de José Joaquin Fernandez de Lizardi
Gerardo Francisco Bobadilla Encinas

Résumé
Satire et nation dans le roman mexicain du XIXème siècle. Le cas de El Periquillo Sarniento ».
La conformation d'une tradition romanesque mexicaine a suivi un processus éthico- esthétique qui a commencé avec
l'articulation historique de l'Indépendance. En 1816 était publié El Periquillo Sarniento de José Joaquin Fernandez de Lizardi,
considéré comme le premier roman moderne non seulement du Mexique, mais de toute l'Amérique hispanique. Fort
conditionnée dans son horizon d'attente par le nationalisme criollo, l'œuvre appliquait une série de stratégies textuelles
satiriques qui ont déterminé sa poétique narrative et qui en ont fait un modèle pour le déroulement ultérieur de la tradition
hispano-américaine du roman moderne. Ce travail vise à élucider la présence, la description et le contexte de la satire dans ce
roman.

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Bobadilla Encinas Gerardo Francisco. Sátira y nación en la novela mexicana del siglo XIX. El caso de El Periquillo Sarniento
de José Joaquin Fernandez de Lizardi. In: América : Cahiers du CRICCAL, n°37, 2008. La satire en Amérique latine, v1 : la
satire entre deux siècles. pp. 119-128;

doi : https://doi.org/10.3406/ameri.2008.1820

https://www.persee.fr/doc/ameri_0982-9237_2008_num_37_1_1820

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Sâtira y naciôn en la novela mexicana del siglo XIX.

El caso de El Periquillo Sarniento, de José Joaquin


Fernandez de Lizardi

ensayos
Aunque
que surgieron
se reconocen
del seno
antécédentes
de la Academia
importantes
de Letrân
en durante
las discusiones
la década
y
de 1840-1850, se afirma que la historia de la literatura mexicana moderna
comienza con Francisco Pimentel, quien publicô la Historia critica de la
literatura y de las ciencias en Mexico, desde la conquista hasta nuestros dias, en
1885, bajo el sello de la Libreria de la Ensefïanza. Tal consideraciôn se basa
en el hecho de que es « la primera historia sistemâtica de la literatura
mexicana » (Garza Cuarôn, 1990: 265), pues busca dar cuenta de nuestra
tradiciôn literaria como un proceso continuo, en un momento en el cual la
conformaciôn del estado nacional habia alcanzado ya una relativa
estabilidad que obligaba a este tipo de reflexiones (Gonzalez Stephan 1987:
101).
Se ha dicho que a partir de esa publicaciôn se perfila y establece un
campo de estudio especîfico en Mexico, el de la historia de la literatura, que
han continuado intelectuales tan importantes como Vicente Riva Palacio, con
Mexico a través de los siglos. Historia general y compléta del desenvolvimiento
social, politico, religioso, militar, artistico, cientifico y literario de Mexico, desde la
antigùedad mas remota hasta la época actual (1887-1889); Manuel Sanchez
Mârmol con Las letras patrias. Monografia escrita para la obra de Mexico. Su
evoluciôn social (1902); Luis G. Urbina con La vida literaria en Mexico (1910); José
Maria Vigil con Historia de la literatura mexicana (1910); Julio Jimenez Rueda
con Las letras mexicanas en el siglo XIX (1919); Carlos Gonzalez Pefia con
Historia de la literatura mexicana (1926); Juan B. Iguîniz con Bibliografia biogrâfica
mexicana (1969); y una larga lista mas que incluye a Emmanuel Carballo,
recientemente laureado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, con
Historia de las letras mexicanas en el siglo XIX (1991).
Entre muchos otros de un listado mas amplio, estos autores y estos
trabajos han establecido e institucionalizado una prâctica historiogrâfica
literaria que nace en el siglo XIX y se continua y se proyecta durante el siglo
XX. Historiôgrafos de la historia de la literatura mexicana e
hispanoamericana senalan que las ideas estéticas del romanticismo alemân
fueron los modelos que gravitaron sobre el desarrollo de dichos trabajos
durante la centuria decimonônica en Mexico e Hispanoamérica: de manera
especifica los planteamientos de Hegel, Fichte, Herder y Schlegel (Gonzalez
Stephan, 1987: 101). Este ultimo, en especial, se dice desempenô un papel
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particularmente importante, al considerar que « aunque cada obra de arte


sea un objeto unico en si mismo, hay que entenderla también como parte
integral de una série que forma un todo. Por lo tanto, para estudiar y
analizar la obra literaria hay que partir de las demâs obras que la han
precedido, y también de las que la siguen » (Garza Cuarôn 1990: 268-269).
A este planteamiento y/o explicaciôn teôrica se opone la praxis
concretizada en los textos citados anteriormente, reveladora de que la
explicaciôn histôrica de la literatura en Mexico se ha dado sobre todo a partir
del anâlisis de diversos elementos temâticos, biogrâficos, histôricos,
psicologistas, asumiéndose de esta manera que el texto es resultado de la
articulaciôn de diversos factores, la mayorïa de ellos pertenecientes a series
culturales distintas. Cuando, guiados por dichos presupuestos, se trata de
captar el entramado de tensiones intratextuales que configuran a la obra
literaria como signo artistico concreto y dinâmico en su correlaciôn con los
demâs signos de la série especifica a la que pertenece para poder dar cuenta
de las condicionantes y determinaciones que guarda con los otros procesos o
signos culturales, dichos elementos y factores revelan limites analiticos que
impiden un acceso, un conocimiento mas pleno sobre la complejidad ética-
estética de la obra literaria.
De esta manera, dicha praxis ha obviado la diferenciaciôn entre los
conceptos y campos de estudio de la historia literaria y la historia de la
literatura, los cuales, por lo demâs, ha utilizado sinonimicamente. Y es que el
primer rubro, el de historia literaria, implica el reconocimiento de elementos
ontolôgicos, que, conjuntândose, determinan o condicionan la realizaciôn
concreta de una entidad, refiriendo al estudio de la genesis de las obras;
mientras que el segundo, el de historia de la literatura, supone el
establecimiento y/o la adopciôn de una perspectiva analïtica y critica ante el
texto, que estudia los distintos mecanismos o funciones que explican el
cambio o la implementaciôn de distintos formas y recursos considerados
artisticos, aludiendo por esto a la variabilidad literaria, a la evoluciôn de la
série » (Tinianov, 1990: 97).
Esta no diferenciaciôn ha propiciado, casi exclusivamente, la
comprensiôn y el estudio monogrâfico del texto literario como entidad
significativa, al proyectarse como resultado solo de diversas correlaciones
significativas extratextuales. Con esta indefiniciôn se soslaya también que la
obra literaria es un signo artistico y cultural, una forma especifica producto
de correlaciones éticas y estéticas particulares, mismas que no se contemplan
ni se abordan. Y, quizâs mas importante, esta no diferenciaciôn ha
propiciado una percepciôn fragmentada y, en muchos casos, inconexa de la
literatura mexicana como proceso artistico y cultural, pues no se visualizan
correlaciones ni interdependencias textuales de las obras entre si, que
rebasen la explicaciôn de meras coincidencias temâticas.
Al mantenerse estas omisiones o confusiones conceptuales en el
horizonte teôrico y metodolôgico de la academia mexicana durante el siglo
SÂTIRA Y NACIÔN: EL PERIQUILLO SARNIENTO 121

XX, los trabajos de historia y crïtica de la literatura profundizan las lagunas


cognoscitivas referidas a la composition artistica del texto, y ademâs,
perpetûan la percepciôn fragmentada e inconexa de la tradition literaria, en
la cual las obras concretas son vistas y entendidas como insulas éticas y
estéticas.
Por ello, al intentar explicar los origenes y el desarrollo de la novela en
Mexico desde una perspectiva integral, semiôtica, me parece que una
posibilidad concreta se encuentra en el desarrollo de un estudio de poética
histôrica, entendido este como el reconocimiento de las resoluciones artîsticas
— composicional y estilisticamente hablando — que los textos literarios de
un periodo especîfico ofrecen a las motivaciones cognoscitivas y éticas del
momento de la enunciaciôn; vistas dichas resoluciones en su relation
dialéctica y dialôgica tanto con la tradition literaria como con la tradition
cultural. Creo que de esta manera puede explicarse tanto la conformation
original de los textos concretos, como los mecanismos mediante los cuales
esas obras entran en relaciôn, replantean y hacen trascendente la funciôn
significativa de las formas literarias que guarda la tradition, en nuevos
contextos cognoscitivos, éticos y culturales. Dado que implican el anâlisis de
elementos y procesos ubicados en distintos nivelés de abstraction, las
consideraciones de la historia de la literatura deben estar basadas en una
lôgica incluyente que, basândose en el estudio de la poética narrativa de los
textos concretos, sea capaz de sintetizar el espiritu ético-estético de una
época concreta.
En este sentido, creo que en la dinâmica dialéctica de apropiaciôn del
género novelesco que se dio en Mexico a principios del siglo XIX en medio
de las redefiniciones românticas del mundo, tuvieron un papel muy
importante las formas de la novela histôrica, de la novela gôtica y la sâtira.
Dados los marcos del contexto de este enunciado, con el présente trabajo
trataré de describir la presencia y funciôn de la sâtira en El Periquillo
Sarniento, de José Joaquîn Fernandez de Lizardi, texto que marca el inicio de
la tradition novelesca mexicana.

Testimonios, actas y procesos de la Corona y de la Inquisiciôn, pliegos


sueltos y de cordel, compendios y, ya en el siglo XX, sesudos estudios
académicos, revelan que durante la época colonial en Mexico y el resto de
Latinoamérica se desarrollo con constancia una prâctica literaria satirica
muy diversa: la sâtira politica, la sâtira social, la sâtira amorosa.
Dada la configuration del tiempo-espacio colonial como un tiempo-
espacio jerârquicamente transculturado, producto de la confluencia de los
modelos del mundo distintos que la conquista y colonization de America
obligaron a coexistir, se dice que la sâtira se erigiô « como el mâs efectivo
discurso artistico de representaciôn de las contradicciones del sistema »
(Costigan, 1991: 60-61), al revelar sus manifestaciones concretas el carâcter
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tenso y conflictivo, inestable e inconstante, que caracterizô las relaciones


establecidas entre los modelos que — permitaseme la repetition —
jerârquicamente se transculturaron. Dichas manifestaciones satiricas, que
conscientemente rompen con los elementos, valores y procesos establecidos
por la cultura o el imaginario oficial, encuentran un mecanismo de
subversion del orden colonial en la incorporation y otorgamiento de
representatividad a imagenes, relaciones y procesos populares y folklôricos,
que, por tal carâcter, subsisten con una existencia marginal dentro de la
realidad novohispana. Esto ha reforzado en nuestro entorno la consideracion
de que « la funciôn o esencia de la sâtira es la de percibir y subrayar el
absurdo inhérente a una determinada posiciôn o ideologïa » (Johnson, 1944:
38).
Historiadores y crïticos literarios del siglo XIX como el Conde de la
Cortina y Francisco Pimentel — considerados, respectivamente, el primer
critico literario de Mexico y el iniciador de la historia de la literatura
mexicana —, reconocîan esa tradiciôn en Mexico y, desde el canon
conservador, la explicaban y relacionaban con la risa que despierta la
« vaciedad » y el « sinsentido » de las acciones « vulgares » o « del vulgo »
(Magdaleno, 1996: XX-XXI). Sin embargo, desde la perspectiva de la
semiôtica cultural y literaria que ha condicionado muchos de los estudios de
la academia latinoamericana en las ultimas décadas, las particularidades
populares y folklôricas de la prâctica satirica durante la época colonial
suelen asociarse con la tradiciôn de la sâtira menipea carnavalesca; ella
comienza a desarrollarse en America Latina a finales del siglo XVI, cuando
se hacen présentes las fracturas y contradicciones del sistema colonial,
primero para los espanoles que quedaron relegados de las mercedes reaies
por sus servicios en la conquista y colonizaciôn, luego para los criollos y
mestizos que senalarân las anomalias y vicios del sistema que los marginaba.
Asi:
por ser una forma que se organiza a partir de la confluencia de varios recursos
[pertenecientes a modelos del mundo distintos], donde el suefto, lo imaginario, lo
burlesco destruyen la unidad épica y trâgica [del mundo barroco colonial], la sâtira se
opone a la seriedad clâsica de la lirica, de la argumentaciôn escolâstica y de la
concepciôn aristotélica — géneros consagrados por la cultura oficial virreinal —
logrando develar el lado feo de una realidad descrita por el discurso oficial siempre en
términos de perfecciôn y de belleza (Costigan, 1991: 61).
Se dice que es dificil distinguir la sâtira menipea de otras formas
literarias, porque no se caracteriza ni se define claramente como sucede con
los géneros establecidos — épica, tragedia, comedia, lirica, novela. Sin
embargo, como comûn denominador a sus distintas manifestaciones, debe
seftalarse la ductilidad formai que le permite asumir una diversidad de
modelizaciones artisticas — poéticas, narrativas, dramâticas y las derivadas
de los subgéneros especïficos —, que la hacen ser « una categoria especial de
literatura que permea a los géneros ordinarios » (Hodgart 1969: 31). En este
sentido, la sâtira hace importantes contribuciones textuales a las formas y
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géneros a los que se intégra, pues les imprime esa perspectiva y ese tono tan
particulares, que a través de la risa créa una representaciôn criticamente
dialôgica y dialéctica del mundo.
He realizado esta apretada sintesis con la intenciôn de plantear la
panorâmica de un proceso histôrico, cultural y literario mas amplio, el de la
tradiciôn satîrica colonial, que révéla una praxis conocida y dominada por
los escritores que articulan y/o heredan ese imaginario contradictorio. Este
resumen busca trazar al menos los vasos comunicantes, el fluir de la
tradiciôn en el tiempo-espacio transculturado de Mexico. Cuando la novela
comienza a perfilarse desde finales del siglo XVIII, principios del XIX como
el género literario émergente — ya habia tenido manifestaciones previas
particularmente logradas como Los infortunios de Alonso Ramirez (1699), de
Carlos Sigiienza y Gôngora, o La portentosa vida de la muerte (1782) de Fray
Joaquîn Bolaftos —, la sâtira se adecûa a las necesidades del contexto
histôrico y literario y contribuye al proceso de apropiaciôn y reelaboraciôn,
de definiciôn en sintesis, de la novela como género y como manifestaciôn
cultural nacionalista en Mexico.
**
En 1816, José Joaquîn Fernandez de Lizardi publicô El Periquillo
Sarniento a manera de novela por entregas en la imprenta de don Alejandro
Valdés, texto del cual se editarian solo très tomos ese ano pues la censura
virreinal prohibiô que saliera a la luz el cuarto. Fue en 1830-1831, en ediciôn
pôstuma, cuando la obra se publicô compléta en la Imprenta Galvân, bajo la
direcciôn de Mariano Arévalo: para entonces era considerado ya un texto
canônico, sobre todo por los escritores libérales pertenecientes a la Academia
de Letrân, agrupaciôn que desempenô un papel fundamental en el proceso
de mexicanizaciôn de la literatura en el periodo comprendido entre 1830 y
1850.
La novela es reconocida como la primera novela moderna de Mexico y
Latinoamérica, porque su articulaciôn como discurso literario y cultural
concreto, responde a la integraciôn de una triple intencionalidad
cognoscitiva, ética y estética, dirigida hacia el enunciado, hacia la
enunciaciôn y hacia la série literaria que condiciona su realizaciôn concreta
(Bajtin, 1989). A esta consideraciôn habria que sumar los afanes totalizantes
del texto, que buscan captar los distintos factures y procesos que coexisten
contradictoriamente en el tiempo-espacio representado, el del sistema
virreinal.
La novela, a partir de la imagen poética, de la metâfora textual de la
sarna, de la putrefacciôn, articula un entramado de redes significativas que,
en el nivel de la acciôn, da origen al sobrenombre del protagonista —
« Periquillo Sarniento » por « Pedrillo Sarmiento » — y, en el nivel de la
narraciôn, simboliza y proyecta los errores y vicios sociales y morales de la
ya entonces agônica sociedad y cultura novohispanas. Asï, la obra desarrolla
el motivo de la bûsqueda de una identidad que inconscientemente
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emprende un muchacho inexperto y desorientado por la falta de valores y


modelos vitales congruentes, hasta que, luego de sortear diversas pruebas, el
joven encuentra un camino que le permite alcanzar una realizacion humana
mas plena e ideal. En esta direcciôn se ha pronunciado Jean Franco, quien
senala:
el mito de la Utopia implica una estructura literaria de bûsqueda y es significative)
que una de las primeras obras literarias originales de la America espanola sea una
novela picaresca en la cual la bûsqueda de la utopia es uno de sus temas. Esta novela es
El Periquillo Sarniento [... cuya] utopïa es, pues, una democracia burguesa que se basa en
el trabajo y el esfuerzo, y por lo tanto completamente distinta de la sociedad
aristocratizante y parasitaria del Mexico colonial (Franco, 1986: 45, 50).
Considerando que « en una sociedad colonizada la tradiciôn literaria
viene impuesta de afuera », Jean Franco continua diciendo que en las
novelas de Lizardi « se reflejan los nuevos valores de los criollos de la clase
media [...] dentro de la estructura de la picaresca, un género que el autor
toma prestado de Espana » (Franco, 1986: 45). Si bien comparto el
reconocimiento de la influencia de la picaresca en el texto — que, por lo
demâs, habria que problematizar y matizar dentro del proyeeto literario
concreto —, no sucede lo mismo con el presupuesto teôrico que sustenta el
aserto referido a la imposiciôn vertical y mecânica de una memoria literaria
en un entorno colonial. Y es que, como referïa mas arriba, durante el periodo
colonial se gestô una tradiciôn literaria y cultural particular, basada en la
transculturaciôn jerârquica de los elementos provenientes de modelos del
mundo distintos que se intersectaron en dicho proceso, la misma que gravitô
y condicionô el desarrollo de la novela en Mexico, en particular, y en
America Latina, en general.
Asî, si bien la obra révéla multiples elementos y relaciones
composicionales y estilisticos de filiaciôn picaresca que condicionan en
mucho su realizacion discursiva — es una narraciôn autobiogrâfica con
acentos cînicamente confesionales, que a partir del recorrido, como
estructura de acciôn, révéla las miserias y contradicciones sociales y
valorativas de un mundo en decadencia, el colonial —, la lectura atenta del
texto muestra que El Periquillo Sarniento ofrece al lector diversos indicios
importantes acerca de la dominante que rige su formalizaciôn textual. En el
tercer prôlogo de la obra que firma el editor amigo de Periquillo, entidad
organizadora ficticia, en una reflexion sobre como hacer mas efectiva la
ensenanza o moraleja del texto:
Ahora digo: si un joven voluptuoso o un viejo apelmazado con los vicios, ve éstos
mismos reprendidos, y las virtudes contrarias elogiadas, no en boca de los anacoretas y
padres del yermo, sino en la de unos hombres sin religion perfecta, sin virtud sôlida y
sin la luz del Evangelio, ^no es preciso que forme un concepto muy ventajoso de las
virtudes morales? ^No es creible que se avergiience al ver reprendidos y ridiculizados
sus vicios, no ya por los Pablos, Crisôstomos, Agustinos ni demâs padres y doctores de
la Iglesia, sino por los Horacios, Juvenales, Sénecas, Plutarcos y otros ciegos semejantes
del paganismo? Y el amor a la sana moral, o el aborrecimiento al vicio que produzca el
testimonio de los autores gentiles, ^no debe ser de un interés recomendable, asi para los
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lectores como para la misma sociedad? A mî, al menos, asi me lo parece [...] (Fernandez,
2001: 7).
Fuertemente influenciado por la erudiciôn y la formalizaciôn del
discurso enciclopedista dieciochesco, el narrador de la obra révéla una
tendencia a apoyar sus consideraciones con un farrago de citas provenientes
de obras y autores canonizados para la época, como una manifestaciôn del
afân de los escritores iberoamericanos del siglo XIX por demostrar su
conocimiento, dominio y compartimiento del saber letrado occidental,
europeo, como coinciden en senalar Ângel Rama, Jean Franco y Jefferson
Rea Spell, entre otros estudiosos. Sin embargo, y como puede advertirse en
la cita anterior, llama la atenciôn que la entidad narrativa asuma de manera
explicita como sus modelos éticos y estéticos las figuras representativas de la
tradiciôn satîrica clâsica, esto es, Horacio, Juvenal, Seneca, Plutarco, pues
ello presupone tanto el reconocimiento de un modo de representaciôn y
valoraciôn artîstica del mundo, como, también, el desarrollo de un proceso
ético-estético de apropiaciôn y adecuaciôn del dicho modo de representaciôn
artistica del mundo a las particularidades y coyunturas de un proyecto
literario y cultural particular, el de Fernandez de Lizardi, que al mismo
tiempo inicia el proceso histôrico y cultural definitorio de una tradiciôn
literaria, de una tradiciôn narrativa independiente en busca de su
representatividad.
En este contexto, asentando el pacto de ficciôn autobiogrâfico y
confesional de la obra, dice el prôlogo asumido por el propio narrador-
personaje, Periquillo ,:
expongo a su vista y a su consideration vicios y virtudes de diferentes personas con
quienes he tratado, [...]. Pero no por esto juzgue ninguno que yo le retrato; hagan
cuenta en hora buena que no ha pasado nada de cuanto digo y que todo es ficciôn de mi
fantasia; yo les perdonaré de buena gana el que duden de mi verdad, con tal que no me
calumnien de un satirico mordaz. Si se halla en mi obrita alguna sâtira picante, no es mi
intention zaherir con ella mâs que al vicio, dejando inmunes las personas, [...]
(Fernandez, 2001: 5).
La autofiguraciôn del narrador como un narrador satirico no mordaz
y la visualizaciôn del enunciado novelesco como un enunciado satirico, son
particularmente importantes para la articulaciôn narrativa particular y
original del texto, tanto como para la praxis novelesca mexicana que iniciaba.
Y es que de esta manera El Periquillo Sarniento, como novela que
aparentemente tiene en la forma de la novela picaresca el vehïculo que
permite su realizaciôn textual, encuentra en la sâtira la modalidad ética y
estética que resuelve artisticamente los limites y contradicciones del mundo
colonial representado, al permitirle al protagonista concientizar y, sobre
todo, superar las contradicciones de su existencia y de su tiempo-espacio
histôrico, alcanzando un grado de conciencia y madurez moral que lo hace
llegar a un tiempo-espacio de la enunciaciôn ideal de estabilidad y
congruencia ética, al que, por definiciôn y estructura, no conduce la novela
picaresca. Al mismo tiempo, de esta manera la tradiciôn literaria, como
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acervo formal que gravita y condiciona la praxis novelesca de El Periquillo


Sarniento, se renueva al replantear los elementos composicionales de sus
modelos originales y comienza a conformar un entramado ético-estético
relativamente autônomo y original.
La tradiciôn satirica a la que conscientemente se adscribe El Periquillo
Sarniento, cumple con una funcion cognoscitiva y ética bien especifica:
que mis hijos se instruyan en las materias sobre que les hablo [...] En ella présenta a
mis hijos muchos de los escollos en donde mas frecuentemente se estrella la mocedad
cuando no se sabe dirigir o desprecia los avisos de los pilotas experimentados. Si les
manifiesto mis vicios no es por lisonjearme de haberlos contraido, sino por ensenarles a
que los huyan pintândoles su deformidad; y del mismo modo, cuando les refiero tal o cual
action buena que he practicado, no es por granjearme su aplauso, sino por enamorarlos
de la virtud (Fernandez, 2001: 5).
Desde el piano del enunciado y de la ficciôn autobiogrâfica, la
intencionalidad didâctica que la sâtira logra concretizar en el texto — y que
lo originaliza con respecto de su filiaciôn picaresca primera —, se explica por
el hecho de que el discurso se présenta como la confesiôn que un padre, el
narrador-personaje, ofrece a sus hijos, los receptores idéales, a partir de
presentarles y ponerles sobre aviso acerca de la deformidad de los vicios y
errores en los que pueden incurrir sin una sôlida formaciôn moral que los
ayude a enfrentar los embates de un tiempo-espacio corrupto y décadente,
esto, es, el tiempo-espacio virreinal.
Sin embargo, el texto plantea los suficientes indicios reveladores de
que la funciôn cognoscitiva y ética de la sâtira busca contribuir directamente
a la formalizaciôn y definiciôn de un imaginario nacionalista criollo1. Gracias,
por un lado, al silencio explicitamente manifestado por el narrador con
respecto al momento histôrico de la enunciaciôn — cuando el texto ténia que
pasar por la mirada de la censura de la inquisiciôn y la corona —, silencio
sustentado en la conviccion del narrador de que dar la razôn a alguno de los
contendientes en la guerra de independencia (al gobierno espanol o a los
americanos que pretenden independizarse) era algo muy peligroso de hacer
en el Mexico de 1813 y, también, de que « el ciudadano solo debe tomar las
armas cuando se interese el bien comûn de la patria » (Fernandez, 2001: 624-
625); gracias, también, a los afanes totalizantes concretados textualmente a
partir de la estructura de acciôn del recorrido y que le conducen a
representar artisticamente los diversos elementos y procesos sociales y
culturales que conformaban a la sociedad colonial; y, por ultimo, gracias a
las manipulaciones lingiiisticas a partir de las cuales la entidad narrativa
saca provecho de la ambivalencia semântica del discurso y créa un discurso
pleno de invectivas, sarcasmos, mofas e hipérboles a partir de los cuales se

1. El nacionalismo criollo fue una articulation ideolôgica que, conduciendo sus metas y
objetivos por un camino politico y no social, permitiô explicar el proceso independentista y la
vida nacional en un primer momento como la restauration natural de un aima, de una esencia
mexicana original que se identificô con el mundo prehispânico, azteca especificamente, aunque
cancelado en lo concreto por las diferencias de lengua y de cultura (Brading, 1996).
SÂTIRA Y NACIÔN: EL PERIQUILLO SARNIENTO 127

seftalan y critican en su justo valor los arquetipos y las conductas y los


valores arquetipicos del mundo representado2; gracias a todo lo anterior,
pues, El Periquillo Sarniento plantea y justifica un proyecto de naciôn a partir
de reconocer y explicar las particularidades nacionales como partes de un
proceso natural, en el que todas tienen el mismo derecho para desarrollar las
instituciones y leyes que les son propias:
cada religion tiene sus ritos, cada naciôn sus leyes y cada provincia sus costumbres,
[por lo que] es un error crasîsimo el calificar de necios y salvajes a cuantos no coinciden
con nuestros modos de pensar [...] Yo entiendo que el fondo del hombre esta sembrado
por igual de las semillas del vicio y de la virtud [...] en aquélla influyen el clima, los
alimentos y la organizaciôn particular del individuo, y en esta la religion, el gobierno,
los usos patrios, y el mâs o menos cuidado de los padres. Luego, nada hay que extranar
que varien tanto las naciones en sus costumbres, cuando son tan diversos sus climas,
ritos, usos y gobiernos {ibid.: 479).
El Periquillo Sarniento incide asi en la conformaciôn de un imaginario
nacionalista, en medio de las fratricidas luchas de la revoluciôn de
independencia mexicana: la buena acogida que tuvo el texto desde su
primera ediciôn, asï lo demuestra. Con sus sefïalamientos burlescos, con sus
retratos satiricos de los vicios y deformidades sociales y morales del viejo
sistema colonial, la novela no solo contribuyô a reforzar las argumentaciones
que justificaban al movimiento independentista, sino que, mâs importante,
se proyecto como un modelo por alcanzar.
**
Hasta aqui he intentado apuntar algunos indicios acerca de los
procesos de significaciôn que se manejan en El Periquillo Sarniento,
considerada por la historia y critica literarias latinoamericanas como la
primera novela propia y original del nuevo contexto independentista
regional y continental que se definîa durante la segunda década del siglo
XIX. La obra, comûnmente asociada a la prâctica de la novela picaresca,
establece conscientemente como su modelo y dominante composicional al
componente satirico, como lo demuestra con los reconocimientos explicitos
que de ello hace la entidad narrativa, asi como las particularidades técnicas y
composicionales présentes en la obra. De esta manera se adoctrina no solo a
unos receptores idéales del texto — los hijos del narrador —, sino que, desde
el involucramiento simbôlico del lector al que induce la interlocuciôn
narrativa del texto a través de la narraciôn en primera persona, se instruye a
toda una colectividad involucrada en el proceso de bûsqueda de una
identidad.

2. Hasta el bondadoso y querido padre del narrador-personaje es objeto de criticas: « Mi


padre era, como he dicho, un hombre muy juicioso y muy prudente; siempre se incomodaba
con estas boberias [referidas a la mala educaciôn que fomentaban las madrés...]; pero amaba a mi
madré con extremo y este excesivo amor era causa de que por no darle pesadumbre sufriera y tolerara a su
pesar casi todas sus extravagantes ideas y permitiera, sin mala intenciôn, que mi madré y mis lias [me
maleducaran...] \qué mal hacen los hombres que se dejan dominar de sus mujeres, especialmente acerca de
la crianza o educaciôn de sus hijos!« (Fernandez, 2001: 18).
128 Gerardo Bobadilla Encinas

Ahora bien, estas caracterïsticas éticas y estéticas advertidas en El


Periquillo Sarniento, no son particularidades solo de la poética narrativa de
este texto, sino que logran establecer una série de nexos comunicantes que
en mucho ayudan a définir la funciôn de la literatura en el contexto
mexicano decimonônico y a integrar una tradiciôn literaria particular, la
mexicana.

Gerardo Francisco Bobadilla Encinas


Universidad de Sonora

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