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Filosofía, Política
“Cuando titulo mi libro La nobleza del Estado, es para decir que pueden
adueñarse del Estado gentes que usan el Estado como se usa un
patrimonio y que tienen el Estado como patrimonio…Las grandes
transgresiones de la moral pública están casi siempre vinculadas a
estrategias de reproducción: es para mi hijo, para mi tío, para mi
primo”[1].
“Un mundo en que este tiempo público no sólo está constituido, instituido,
garantizado por estructuras objetivas– calendarios, relojes –, sino
también, a la vez, por las estructuras mentales, por personas que quieren
tener un reloj y que tienen costumbre de mirarlo, que citan citas y llegan a
la hora. Esta clase de compatibilidad del tiempo, que supone a la vez el
tiempo público y una relación pública con el tiempo, es una invención
relativamente reciente que se vincula a la construcción de estructuras
estatales”[7].
El autor se refiere también al Estado no sólo como un principio oculto,
sino que también como una “realidad ilusoria” colectivamente
validada o una “ilusión bien fundada”. Al describir al Estado como
ilusión colectivamente validada, Bourdieu resalta el carácter abstracto y
elusivo del Estado, como algo que no se puede tocar. Esto se opone a la
concepción marxista-gramsciana-althusseriana del Estado, en virtud
de la cual el Estado aparece como algo más concreto, lo que permite a
los marxistas decir “el Estado hace esto o lo otro”. El Estado sería así un
sujeto de acción, pero Bourdieu rotula tal concepción del Estado como una
“ficción peligrosa” que nos impide pensar el Estado. El sociólogo dedica
algunos pasajes a la concepción marxista del Estado describiéndola
como una representación antagonista que invierte la definición
primaria del Estado, vale decir, en lugar de definirlo como un aparato
orientado al bien común, lo define como un órgano que tiene como
objetivo principal el mantener las condiciones sociales y económicas
que favorecen a la clase dominante. Continúa explicando Bourdieu:
[4] Ibid.