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Noviembre 23, 2016

Filosofía, Política

Pierre Bourdieu: Sociología del Estado (1)


(por Jan Doxrud) 

El presente escrito es un extracto de mi libro no publicado y en corrección


“Derecho, Estado y Democracia. Y otros ensayos políticos”. En lo que
sigue, pasaré a examinar resumidamente los planteamientos del sociólogo
francés Pierre Bourdieu (1930-2002) en relación al Estado. Bourdieu
comienza a abordar el concepto de Estado en 1984 en su “Homo
Academicus”, donde lo define como una instancia oficial, reconocida
como legítima, esto es, como poseedora del monopolio de la violencia
simbólica legítima. Posteriormente sale a la luz un trabajo que lleva el
título “La nobleza del Estado” que Bourdieu lo explica como sigue:  

“Cuando titulo mi libro La nobleza del Estado, es para decir que pueden
adueñarse del Estado gentes que usan el Estado como se usa un
patrimonio y que tienen el Estado como patrimonio…Las grandes
transgresiones de la moral pública están casi siempre vinculadas a
estrategias de reproducción: es para mi hijo, para mi tío, para mi
primo”[1].

El sociólogo francés también abordó el tema del Estado en textos como“la


ciencia del Estado”, “los espíritus del Estado” y la “magia del Estado”,
así como en el libro “La miseria del mundo”. Entremos en materia. En
relación al análisis histórico de las relaciones históricas entre la
sociología y el Estado, señala Bourdieu:

“…corríamos el riesgo de aplicar al Estado una idea de Estado e insistía


en el hecho de que nuestras ideas, las estructuras mismas de la conciencia
con la que construimos el mundo social y este objeto en concreto que es el
Estado,  tiene muchas posibilidades de ser el producto del Estado”[2].

Bourdieu se refiere a aquella falacia a la que se exponen los sociólogos,


que consiste en proyectar en el objeto su propia idea del objeto que es
producto de ese objeto. Es por ello que Bourdieu afirma más adelante:
“Para no pensar en el Estado con un pensamiento del Estado, el
sociólogo debe evitar pensar la sociedad con un pensamiento producido
por la sociedad”[3]. Pero añade: “Ahora bien, a menos que se crea en
ideas a priori, en pensamientos trascendentes que escapan a la historia,
podemos plantearnos que sólo contamos para pensar el mundo social
con un pensamiento que es el producto del mundo social en sentido muy
amplio, es decir, desde el sentido común al sentido común con
conocimiento”[4]. Estamos, por ende, ante un problema complejo ya que
exige adoptar un enfoque que se pueda situar por encima de las capas de
conocimiento, pero por otro lado cabe preguntarse si es posible llevar a
cabo tal empresa: pensar los fenómenos sociales desde fuera de la sociedad
en que estamos insertos.

Pasemos ahora a abordar directamente lo que el sociólogo francés


entiende por Estado. El autor da una definición provisional de Estado.
Bourdieu entiende el Estado como un sector del campo de poder, que
denomina “campo administrativo” o “campo de la función pública”.
Luego añade: “…el sector en el que se piensa sobre todo cuando se habla
del Estado sin más precisiones se define por la posesión del monopolio de
violencia física y simbólica legítima”[5].

Como podemos apreciar, Bourdieu rectifica la definición de Max Weber al


añadir la “violencia simbólica” lo cual no es algo trivial ya que, de
acuerdo al sociólogo, el monopolio de la violencia simbólica es la
condición de la posesión del ejercicio del monopolio de la propia
violencia física. Sin embargo Bourdieu considera esta definición como una
de carácter abstracta y, como tal, es sólo una definición provisional
destinada a ser adaptada y corregida. El autor también se refiere al Estado
como un principio oculto que sólo puede advertirse en las
manifestaciones del orden público, entendido en un doble sentido:
físico y simbólico. Entendido de esta manera, el Estado se presenta como
lo contrario del desorden, de la anarquía o de la guerra civil, en resumen, de
aquel escenario pre-estatal descrito por Hobbes: bellum omnia contra
omnes (guerra de todos contra todos). Siguiendo dentro de esta concepción
común del concepto de Estado, tenemos que este último es el fundamento
de la integración lógica y de la integración moral del mundo social. Estos
dos conceptos son tomados del sociólogo Emile Durkheim (1858-1917).
La integración lógica se refiere al hecho de que los agentes del mundo
social tienen las mismas percepciones lógicas, es decir, las mismas
categorías de percepción, pensamiento y construcción de la realidad. En lo
que respecta a la integración moral, consiste en el acuerdo sobre un
determinado número de valores. Esta doble integración del cual el
Estado es fundamento, viene a significar que el Estado es el consenso
fundamental sobre el sentido del mundo social. En palabras de Bourdieu:
“Si ampliamos esta definición, podemos decir que el Estado es el principio
de organización del consentimiento como adhesión al orden social, a los
principios fundamentales del orden social, que es el fundamento necesario
no sólo de un consenso sino de la existencia misma de las relaciones que
conducen a un disenso”[6].

Vamos añadiendo más contenido a la definición de Estado que va


desarrollando Bourdieu a lo largo de sus clases.  Explica que cuando
pensamos comúnmente en el concepto de Estado, pensamos en una suerte
de principio del orden público, entendido en sus formas físicas y simbólicas
inconscientes. Pero añade además que una de las funciones más generales
del Estado es la producción y canonización de las clasificaciones
sociales. Destaca Bourdieu la importancia de las estadísticas, la figura del
censor, del Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos. La
estadística no sólo es un instrumento que permite medir a la población sino
que también conocer a los gobernados. El Estado es un productor de
identidad social, de manera que hasta quien se rebela contra éste, se
encuentra determinado por las categorías mismas contra las que se rebela
quien se rebela, explica Bourdieu. El Estado es presentado también como
un principio oculto o una suerte de “deus absconditus” del orden social.
El estado incluso produce la temporalidad por medio, por ejemplo, del
calendario republicano y las numerosas festividades cívicas. Esto
significa nada menos que la temporalidad se encuentra organizada en
función de las estructuras del tiempo público. Teniendo en cuenta esto se
entiende la idea de Bourdieu de que el orden público (cuyo uno de sus
principios es el Estado) no es sólo la policía y el ejército, sino que el
orden público también reposa en el consentimiento, “en el hecho de
que nos levantemos a la hora supone que aceptamos esa hora”. Este
nuevo tiempo público, que es de fecha reciente, supone también un uso
social de la temporalidad, una regulación colectiva que nosotros
consideramos como algo normal y natural.  En otras palabras, hemos
llegado a normalizar y naturalizar un particular tipo de tiempo, el “tiempo
público”, cuando en realidad es un tiempo que ha nacido y desarrollado con
el nacimiento desarrollo del Estado. En palabras de Bourdieu:

“Un mundo en que este tiempo público no sólo está constituido, instituido,
garantizado por estructuras objetivas– calendarios, relojes –, sino
también, a la vez, por las estructuras mentales, por personas que quieren
tener un reloj y que tienen costumbre de mirarlo, que citan citas y llegan a
la hora. Esta clase de compatibilidad del tiempo, que supone a la vez el
tiempo público y una relación pública con el tiempo, es una invención
relativamente reciente que se vincula a la construcción de estructuras
estatales”[7].
El autor se refiere también al Estado no sólo como un principio oculto,
sino que también como una “realidad ilusoria” colectivamente
validada o una “ilusión bien fundada”. Al describir al Estado como
ilusión colectivamente validada, Bourdieu resalta el carácter abstracto y
elusivo del Estado, como algo que no se puede tocar. Esto se opone a la
concepción marxista-gramsciana-althusseriana del Estado, en virtud
de la cual el Estado aparece como algo más concreto, lo que permite a
los marxistas decir “el Estado hace esto o lo otro”. El Estado sería así un
sujeto de acción, pero Bourdieu rotula tal concepción del Estado como una
“ficción peligrosa” que nos impide pensar el Estado. El sociólogo dedica
algunos pasajes a la concepción marxista del Estado describiéndola
como una representación antagonista que invierte la definición
primaria del Estado, vale decir, en lugar de definirlo como un aparato
orientado al bien común, lo define como un órgano que tiene como
objetivo principal el mantener las condiciones sociales y económicas
que favorecen a la clase dominante. Continúa explicando Bourdieu:

“…de Marx a Gramsci, a Althusser y otros, siempre se ha caracterizado al


Estado por lo que hace y por el pueblo por el que el Estado hace lo que
hace, pero sin preguntarse sobre la estructura misma de los mecanismos
que supuestamente producen lo que fundamenta. Por supuesto, se puede
insistir más en las funciones económicas del Estado o en sus funciones
ideológicas; se habla de «hegemonía» (Gramsci) o de «aparatos
ideológicos del Estado» (Althusser); pero el acento se pone siempre en las
funciones y se escamotea la cuestión del ser y del hacer de eso que se
denomina Estado”[8].

A pesar de las limitaciones de esta concepción, Bourdieu destaca lo


seductor que resulta ser estas doctrinas, especialmente para aquellos
imbuidos del anarquismo o asistemismo, ya que tales doctrinas
denuncian la disciplina impuesta por el Estado y los mecanismos por los
cuales el Estado logra sutilmente establecer su poder sobre la sociedad. A
la larga, el debate se reduce a la función del Estado (error funcionalista):
por un lado un Estado divino, y por otro, un Estado diabólico.

Bourdieu aborda también los dos sentidos del concepto de Estado:

1) Estado en el sentido burocrático de gestión de intereses colectivos:


Estado-administración.

2) Estado en el sentido de resorte en el que se ejerce la autoridad de este


aparato: Estado-territorio.
El Estado (1), es decir, el Estado como administración y una forma de
gobierno, sería una definición restringida, mientras que Estado (2), esto
es, el Estado como territorio y el conjunto de los ciudadanos, sería el
Estado entendido en un sentido amplio.

En lo que respecta al debate de si es el Estado el que forma la nación o


es la nación la que forma el Estado, Bourdieu ofrece su visión personal al
respecto. El sociólogo explica que el Estado (1) se hace haciendo el Estado
(2). Esa sería la fórmula simplificada. Luego añade el autor:

“De manera más rigurosa, la construcción del Estado como campo


relativamente autónomo que ejerce un poder de centralización de la fuerza
física y de la fuerza simbólica – y que por ello se constituye como campo
de luchas – , es inseparable de la construcción del espacio social unificado
que es de su competencia”[9].

Bourdieu señala que pensar que el Estado, en calidad de territorio y


conjunto de agentes, es el fundamento del Estado como gobierno es el
resultado de una percepción ingenua que lleva justamente a esa forma de
fetichismo y, como tal, invierte el proceso real. El nacionalismo, explica el
autor, se nutre, entre otras cosas, de la constatación de la unidad lingüística
para posteriormente llegar a la conclusión de la necesidad de la unidad
gubernamental o de legitimar las peticiones de unidad gubernamental con
respecto a la unidad territorial.

Me detendré en el tema de la concentración del capital de acuerdo


Bourdieu. El sociólogo explica la lógica de la génesis del Estado apelando
a la gradual concentración de distintas formas de capital. El autor califica al
Estado de “unificador teórico” que adopta un punto de vista central y
elevado que es el de la totalización. El Estado se construye a lo largo de
la historia concentrando distintos tipos de capital. Bourdieu da suma
importancia al capital simbólico, lo cual, aclara el autor, no significa que
adopte una postura idealista o que lleve a cabo una inversión del modelo
infraestructura/superestructura, ya que él rechaza tal dicotomía y se
muestra a favor de una “teoría materialista de lo simbólico”. En cuanto
al capital simbólico, este se sitúa en orden del conocimiento y el
reconocimiento, por ejemplo, la fuerza bruta va siempre acompañada de
un reconocimiento que trasciende la simple sumisión. En cuanto al capital
social y cultural, estos implican lo simbólico:

“…al que posee el capital cultural de la elocuencia, de la inteligencia, de


la ciencia se le percibe espontáneamente como poseedor de una autoridad
legítima. Por esa razón, los poderes de tipo tecnocrático tienen una
autoridad de un tipo diferente que los poderes puramente militares en la
medida en que su autoridad reposa sobre una especia de capital
espontáneamente reconocido como legítimo. Se reconoce a los dirigentes
que tienen una autoridad vinculada a la ciencia o a la cultura como dignos
de ejercer su poder en nombre de una competencia que aparece como
fundada en naturaleza, en virtud o en mérito. El capital social, como el
capital de relaciones, está predispuesto espontáneamente a funcionar
como capital simbólico. El capital simbólico es el capital que posee por
añadidura todo poseedor de capital”[10].

Regresemos al tema de la concentración de los diferentes clases de


capital. Bourdieu destaca la acumulación de capital militar, económico y
simbólico, que forman un todo, de manera que son interdependientes. Paso
seguido, introduce otro concepto: el de metacapital. Este metacapital es
engendrado por la acumulación de diferentes especies de capital y tiene
la propiedad de ejercer poder sobre el capital. Para Bourdieu el Estado
es “meta”, queriendo decir con ello que el Estado es un poder por
encima de los poderes. ¿Qué se quiere dar entender cuando se señala que
un capital tenga poder sobre otras clases de capital? Bourdieu, siguiendo la
obra del economista francés François Perroux (1903-1987), señala que hay
que distinguir dos estados de capital: el poseedor del capital cultural y el
poseedor de un capital que da poder sobre ese capital. Un ejemplo de lo
anterior es el de la persona que se licenció en geografía (poseedor de
capital cultural) y el editor de libros de geografía (poseedor del capital que
da poder sobre el capital anterior). Es en este sentido en que hay que
visualizar al Estado el poseedor de un capital que ejerce un poder sobre los
demás capitales. Escribe Bourdieu:

“El Estado, en la medida en que acumula clases de capital en gran


cantidad, se encuentra dotado de un metacapital que permite ejercer un
poder sobre todo capital…El Estado, como poseedor de un meta-capital,
es un campo en cuyo interior luchan los agentes para poseer un capital
que da poder sobre los otros campos”[11].

El hecho es que el Estado comienza un proceso de acumulación de


diferentes tipos de capital, comenzando por uno que constituye una
condición necesaria para la continuación de su expansión: el capital de
la fuerza física. Este monopolio de la fuerza implica la desposesión de
aquellos que no están con el Estado. El uso de la fuerza por parte de
señores desaparece gradualmente ante el “poder público”. En un primer
momento la concentración de la fuerza física, en la primera fase del Estado
dinámico, se erigirá en contra del poder feudal. El Estado se irá
constituyendo gradualmente, señala Bourdieu, en un doble contexto:
exterior e interior. Con esto se quiere decir que el Estado se constituye en
relación con otros Estados, actuales o potenciales, de manera que parte del
capital físico lo necesitará para llevar a cabo guerras territoriales. En
segundo lugar, el Estado se constituye en relación a un contexto interno,
esto es, a los contrapoderes representados por aquellos príncipes que niegan
a someterse y a acceder al sistema de recaudación de impuestos. Este
panoramafavorece la creación, por un lado, de un ejército profesional para
resguardarse en el plano de las relaciones interestatales y, por otro lado, la
policía, destinadas al mantenimiento del orden interno. Añade el sociólogo
francés que esta acumulación de capital físico va acompañado de una
acumulación de capital simbólico debido al trabajo de movilización,
construcción de la adhesión, reconocimiento y legitimidad por parte del
Estado, en otras palabras, los integrantes del Estado deberán sentirse como
parte del Estado. Mencioné anteriormente la fiscalidad o fuerza física para
recaudar dinero:

“…el Estado se construye como instancia metacampo contribuyendo a la


constitución de los campos. Por ejemplo, en el campo económico, el
sistema contributivo está vinculado a la construcción de un capital
económico central, de un tesoro en cierto modo central que da al poseedor
de este tesoro un poder: tiene el derecho a acuñar moneda, tiene derecho a
fijar los cursos, tiene el derecho a tomar decisiones económicas, etc. La
constitución de este poder económico central da al Estado el poder de
contribuir a la construcción de un espacio económico autónomo, a la
construcción de la nación como espacio económico unificado”[12].

Los impuestos, que por definición no son voluntarios, están vinculados


a los gastos de guerra y se transforma paulatinamente en una
recaudación de tipo burocrática. En palabras de Bourdieu:

“Es evidente que el desarrollo del impuesto racional y formal se acompaña


del nacimiento de una administración fiscal y de un conjunto de
construcciones, que supone ponerlo por escrito: la acumulación de capital
económico es inseparable de la acumulación de capital cultural, de la
existencia de escribas, de registros, de inspecciones”[13].
[1] Pierre Bourdieu, Sobre el Estado. Cursos en el Collège de France (España: Anagrama, 2014), 353.

[2] Ibid., 13.

[3] Ibid., 151.

[4] Ibid.

[5] Ibid., 14.

[6] Ibid., 15-16.


[7] Ibid., 22.

[8] Ibid., 16-17.

[9] Ibid., 174.

[10] Ibid., 265-266.

[11] Ibid., 273.

[12] Ibid., 278-279.

[13] Ibid., 281.

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