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- IINCIA

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copy-
right, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta
obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografla y el tratamien-
to informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo
públicos.

Cubierta: Enric Satué sobre un trabajo artesanal, en pan, de Eduardo Crespo


© 1993: Anna Estany, Bareelona
© 1993 de la presente edición para España y América:
CRÍTICA (Grijalbo Comercial, S.A.), Aragó, 385, 08013 Barcelona
ISBN: 84-7423-S38-X
Depósito legal: B. 17.432-l993
Impreso en España
1993. - NOVAGRÁFIK, Puigcerdà, l27, 08019 Barcelona
A Carlos, a Ivan

,\
\
je me suis imposé la loi de ne proceder jamais que
du connu à l'i|-rcormu, de ne déduire aucune conséquen-
ce qui ne derive immédiatement des expériences et des
observations, et d'enchaïner les faits et les vérítés chi-
miques dans l'ordre le pà prope à en faciliter l'inte-
lligence aux commençants. Il était impossible qu'en
m'assujettissant à ce plan je ne m'écartasse pas des rou-
tes ordinaires. C'est en effet un défaut commun à tous
les cours et à tous les traités de chimie, de supposer,
dès les premiers pas, des connaissances que l'éleve ou
le lecteur ne doivent acquérir que dans les leçons sub-
séquentes.

Anromrz-LAURENT Lnvolsnan, «Discours Préliminaire»,


Tìvité Elémenraire de Chimie (considerado el primer libro de texto de quimica)

The transmission of scientific knowledge has now


become quite uniform. lt relies heavily on the advan-
ced lextbook. Until beginning dissertation research
most scientists in most fields learn what theory they
know from textbooks -in conjunction with lectures
that also follow a textbook format. If we wish to leam
what a theory is from the standpoint of scientists who
use that theory, one way to proceed is by examining
the textbooks from which they learned most of what
they know about that theory. This is obviously not the
only way to learn what theories are to scíentists them-
selves. I would not even claim that it is necessarily the
best way to proceed. But it is a good way, and one that
is accessible to someone like me whose training has
been prímarily in science and phílosophy.

RON/n_n N. Gnalua, Explaining Science. A Cognitive Approach


PRÓLOGO

Este libro pretende ser una introducción a la filosofía de la cien-


cia. No es pues un ensayo aunque pueda, en algunos temas o partes,
tomar un carácter ma's interrogativo y problematizante propio de este
tipo de literatura. Tampoco es la exposición de una investigación te-
mática sobre un determinado contenido aunque en varios apartados
sea resultado de investigaciones realizadas por la autora. Como intro-
ducción comporta una serie de caractehísticas propias de este tipo
de publicaciones. El libro trata los tenias de modo general en lugar de
analizarlos exhaustivamente. Es posible también que muchas veces se
sacrifiquen el desarrollo más completo de algún tema o la disquisi-
ción sutil de algún problema que podrian ser interesantes, en aras de
la sencillez y de la claridad a fin de no perder la perspectiva general
y la finalidadpedagógica propias de una introducción. Lo que se per-
sigue, en definitiva, es proporcionar al neófito en esta materia las ca-
tegorias conceptuales básicas para que, por un lado, pueda adentrar-
se, si es su deseo, en temas especificos o en autores concretos y, por
otro, pueda también realizar análisis de las ciencias particulares a par-
tir de la filosofia. Aunque como libro de texto pretende dar respuesta
a las cuestiones filosóficas básicas, con todo, el libro también plantea
problemas a los que no se da, necesariamente, una respuesta definiti-
va. Y ello, fundamentalmente, debido a la propia naturaleza inquie-
tante de la filosofía.
Cuando uno se plantea escribir un libro de introducción para no
iniciados en una materia determinada, se pueden presentar varias po-
sibilidades. Al menos en filosofía las introducciones suelen ser casi
siempre aproximaciones históricas. Sin embargo, desde el principio me
propuse hacer un texto más bien temático y no histórico. Una de las
razones, entre otras, es porque existen ya publicaciones satisfactorias
12 m1-r<onucc|0N A LA i=n.osoFiA DE LA c1ENc1A

con esta orientación. Otra posibilidad, bastante extendida, es hacer una


introducción presentando las diversas escuelas ya establecidas en filo-
sofia de la ciencia. Esta idea no me parecía suficientemente sugerente
y no sólo porque existan también publicaciones con este tipo de apro-
ximación, sino porque no me parece la mejor forma de que el no ini-
ciado establezca su primer contacto con la filosofia de la ciencia. Evi-
dentemente, ello no quita el interés de tal perspectiva en cuanto que
se consideran y presentan las diversas soluciones o alternativas que
corresponden a distintas escuelas o concepciones. Otra alternativa po-
sible a las presentadas es configurar la introducción a través de pro-
blemas cla'sicos de lafilosofia de la ciencia, tales como: la verdad, rea-
lismo/antirrealismo, determinism o/indeterminismo, progreso de la
ciencia, etc. Esta aproximación me parece muy interesan te pero requiere
un nivel de conocimiento previo que, en general, no tienen los alum-
nos a los que va destinado este texto
¿Es que no hay publicaciones con una orientación temática como
la que propongo? En primer lugar, hay que decir que no demasiadas
y, en segundo lugar, y es lo pertinen te para el caso, las que existen como
por ejemplo la de Hempel La explicación cientifica. Estudios sobre
la filosofía de la ciencia o el de Nagel La estructura de la ciencia que,
aunque son insuperables, pueden ser, sin embargo, «huesos dificiles
de roenr para los novicios en este campo. Es como si se quisiera iniciar
a los alumnos en la mecánica clásica con un libro de Newton o en la
teoria de la relatividad con un libro de Einstein. Hay otra razón im-
portante para dar a luz un texto con estas caracteristicas y es que, a
pesar de la excelencia y la irremplazabilidad de los textos de Hempel
y Nagel, «ha llovido mucho» desde que dichos autores escribieron el
«abc›› de la filosofia de la ciencia. Aunque Hempel y Nagel siguen
siendo un punto de referencia obligado, ha habido aportaciones pos-
teriores importantes a temas y problemáticas abordados por ellos.
En este libro pueden distinguirse dos partes que corresponden, la
primera, a los dos primeros capítulos y, la segunda, al resto de los mis-
mos. Los dos primeros capitulos forman una unidad en el sentido de
que sitúan la filosofia de la ciencia en el marco del conocimiento en
general, el primero desde la vertiente sincrónica y el segundo desde
la diacrónica. En el capitulo I se fijan el objeto y el objetivo de la
filosofia de la ciencia, delimitando su campo y comparándolo con el
de otras actividades intelectuales afines y disciplinas que comparten
su objeto de estudio, a saber: la ciencia. En dicho capítulo, también
Pizouooo 13
se caracterizan los distintos aspectos del análisis filosófico de la cien-
cia (metodológico, ontológico y lógico-semántico), estableciendo los
diversos niveles conceptuales de éstos. En el capitulo 2 se sitúa lafilo-
soƒúr de la ciencia en su propia historia dando cuenta de las aporta-
ciones mtís importantes de los filósofos desde los aspectos introduci-
dos en el primer capitulo. El objetivo fundamental de dicho capitulo
es mostrar la continuidad de la reflexión metateórica que se remonta
a la filosofia griega.
El resto de los capitulos también forman una unidad en si' en el
sentido de que proporcionan las metacategorias necesarias para anali-
zar el discurso cientifico. El capitulo 3 trata del lenguaje cientifico.” \
estableciendo y presentando las metacategorúzs que corresponden al
análisis filosófico de los conceptos: se introducen, por ej€mpÍ0, ¡G 4€-
finición, la distinción entre términos observacionales y términos teó-
ricos y las diferencias entre conceptos clasificatorios, comparativos y
métricos. El capitulo 4 trata de las hipótesis cientificas como el pri-
mer eslabón en la investigación cientifica. El estudio de las hipótesis
cientificas se realiza en tres apartados: la formulación de hipótesis, su
contrastación y los problemas filosoficos inherentes a la contrastación
desde los programas veriƒicacionista (Hempel) y falsacionista (Pop-
per). El capitulo 5 trata de las leyes cientificas: pOr WI Ítldv. Se esfu-
dian la estructura y las caracteristicas de las leyes (regularidad, uni-
versalidad y necesidad), por otro, se plantean una serie de cuestiones
filosóficas tales como el problema de la inducción, la posibilidad de
fundamentación de las leyes y la relación entre leyes dela naturaleza,
causalidad y determinismo. El capítulo 6 trata de las teorías cientifi-
cas' por un lada se analizan tres concepciones de las teorías cientificas:
la concepción sintáctica, la concepción estructural y la concepción se-
ma'ntica; por otro, se plantea la necesidad de otras teorizaciones que
también son expresiones de nuestro conocimiento .sistematizad0, fille-Y
como las ttpologúzs y los modelos. Finalmente, en el capitulo 7se tm-
ta la explicación científica donde se pone en juego y dirimen todas
las categorúzs (conceptos, leyes, teorias, modelos) que concurren al éxito
de la ciencia. En primer lugar, se exponen el modelo deductivo y el
modelo probabilistico de explicación cientifica; en segundo lugar se
analizan las explicaciones funcionales y teleológicas; y finalmente, se
presentan algunas de las teorias sobre la explicación más importantes
del momento actual, tales como la explicación como unificación (R
Kitcher), la teoria pragmática de las explicaciones cientificas (B. van
14 nrrkonucciou A LA r=1LosoFíA DE LA cnaNc1A

Fraassen), y la explicación como acto ilocucionario (R Achinstein).


Este libro va dirigido a todos los estudiantes de filosofia y, muy
especialmente, a los que quieran especializarse en filosofia de la cien-
cia, a los estudiantes de las ciencias particulares con preocupaciones
epistemológicas, y, en general, a toda persona que quiera poner en prác-
tica su capacidad necursiva.
Este libro es elfruto de varios años de docencia en el Departament
de Filosofia de la Universitat Autònoma de Barcelona. Se fraguó en
la preparación de los cursos de Epistemología, en los que se trataba
de iniciar en la filosofía de la ciencia a alumnos de primer ciclo. Los
cursos de doctorado impartidos estos últimos años han contribuido
también a la confección de este libro. Dicha contribución es doble: por
un lado, en ellos he tratado temas especificos tales como Ley y Deter-
minismo, Modelos de explicación científica, Modelos de cambio cien-
tífico, lo que me ha permitido una mayorprofundización en cada uno
de ellos, si bien en esta introducción se exponen los rasgos o aspectos
más significativos de los mismos; por otro lado, la procedencia pluri-
disciplinar de los alumnos matriculados en los mismos, con forma-
ciones distintas, tales como fisica, biologia, sociología, arqueología,
psicologia, quimica y matemáticas me ha proporcionado una visión
más global de la filosofia de la ciencia y una mayor atención a los
problemas de las diversas ciencias particulares y, por consiguiente, una
preocupación por dar a la filosofia de la ciencia un carácter más
aplicado.
Cada uno de los temas contiene una parte expositiva referida a la
caracterización de los principales conceptos propios de dicho tema a
partir de las aportaciones de lafilosofla dela ciencia. En este sentido
cuando en una nota a pie de página se dice «he seguido de cerca a ››
significa que dicho autor ha hecho una contribución importante en
el tema abordado y que a continuación se expone su concepción sobre
dicha temática. En los casos en que sea importante atenerse a la pro-
pia exposición del autor se transcribe literalmente lo que dice el autor
en cuestión. Este es el sentido de que algunas citas sean más largas
de lo habitual: en ellas se ha intentado introducir un texto suficiente-
mente completo que pueda servir de comentario para los alumnos.
Además de las referencias a casos de la historia de la ciencia, con
las que se pretende ejemplificar los conceptos filosóficos introduci-
dos, se intercalan, cuando el caso lo requiere, las «ejemplificaciones››,
incluidas en recuadros, que, además de ser nuevas concreciones de los
PRóLoGo 15

conceptos, tienen una doble finalidad: por un lado, la de abundar en


los aspectos prácticos de la filosofia de la ciencia, por otro, tanto la
defacilitar la posible y conveniente discusión entre los alumnos como
la de incentivarles en la búsqueda de nuevos ejemplos.
Respecto a las citas el criterio que se ha seguido es dejar la traduc-
ción castellana en el caso de que la haya; si la obra no ha sido traduci›
da al castellano, la traducción es de la autora.

Agradecimientos:
I) A David Casacuberta. En su caso es más que un agradecimiento
ya que ha colaborado activamente en la elaboración de algunos as-
pectos de este libro. Su contribución, imprescindible, ha consistido,
fundamentalmente, en proporcionar una buena parte de los ejemplos
presentados en los apartados de «ejemplificaciones». Pero más allá
de esta contribución concreta, su inteligencia, disposición y entusias-
mo en el proyecto han sido de gran ayuda sobre todo en la recta final
de este libro.
2) A mis alumnos de epistemología que han sufrido, pienso que
benignamente, durante los últimos años los ensayos de las diferentes
versiones de este libro hasta llegar al presente texto A los alumnos
de ¿Of-`f0I'0dQ que al proceder de formaciones distintas, han posibili-
tado que este libro ofrezca una visión global de la filosofia de la ciencia.
3) A las personas e instituciones que hicieron posible mi estancia
como profesora visitante en la UCSD (Universidad de California, San
Dfešo), lo que me ha permitido no sólo una mayor disponibilidad de
tiempo sino también la posibilidad de contrastar algún tema con cole-
gas de otros horizontes. Por tanto, mi agradecimiento al Ministerio
de Educación y Ciencia por la beca de investigación concedida; al De-
partament de Filosofia de la Universitat Autònoma de Barcelona y,
muy especialmente, a Jaume Casalz director del departamento y a Da-
niel Quesada, catednítico de Filosofia del Lenguaje, por las facilida-
des que me han dado para resolver problemas administrativos y aca-
démicos que tales permisos y reemplazamientos comportan.
4) A Critica por haber accedido a la publicación de este libro,
y en especial a Victoria Camps, que dirige la colección de Filosofia,
J/ U M." Paz Ortuño, su editora.
5) A mis colegas y amigos Miguel Candel, Toni Domènech, Pe-
dro de la Fuente, Mercè Izquierdo y Carlos Lozares, que pacientemen-
te leyeron el libro, me hicieron sugerencias provechosas y criticas per-
16 INTRODUCCION A LA 1=|uoso|=íA DE LA CiENc|A

tinentes para mejorar algunos aspectos o temas del libro. A ellos todo
mi agradecimiento más .sincero

721_l y como ya he indicado, este libro lo elabore' parcialmente du-


rante varios años de docencia e investigación, pero la redacción defi-
nitiva tomó cuerpo durante varias «vacaciones›› en Balaguer; finali-
zándose durante mi estancia en la Universidad de California, San Diego.
Sin el clima acogedor y de tranquilidad de mifamilia, mi madre, Con-
cepció, y mis hermanos Pere y M" Teresa, este libro no hubiera sido
tampoco posible. A ellos mi mayor agradecimiento.

San Diego, California


Diciembre de 1992
l. CUESTIONES PRELIMINARES

1. Fn.oso1=iA Y 1=n.oso1=í.A DE LA cn:Ncul

Es habitual que el profesor de filosofia inicie sus clases con la con-


sabida pregunta «¿qué es la filosofia'!››. El objetivo no es precisamen-
te el dar a continuación la definición de filosofía sino señalar la pecu-
liaridad del conocimiento filosófico y, sobre todo, marcar las diferencias
respecto al resto de los saberes. Es difícil encontrar otra disciplina en
que la pregunta sobre su propia identidad se plantee desde el inicio
con tanta insistencia, apremio y necesidad. Ningún profesor de física
o de psicologia comenzaría sus clases con una pregunta equivalente,
al menos planteada de manera tan inquietante y dubitativa.
Si los alumnos esperan una respuesta concisa y clara sólo lograrán
frustraciones. El profesor (un profesional en la materia) tampoco tie-
ne este tipo de respuesta. Con lodo, tiene varias alternativas para con-
testar la pregunta. Una puede ser recurrir a la historia y ofrecer a los
alumnos productos filosóficos, desde Platón a Wittgenstein y Popper,
pasando por Descartes y Kant y esperar que la audiencia saque las con-
secuencias sobre el contenido de la ñlosofía. Otra posibilidad consiste
en plantear una serie de problemas típicamente filosóficos. Por ejem-
plo: el problema de la relación mente-cuerpo, el problema de la fun-
damentación del conocimiento o el problema de los juicios morales.
Una aproximación más sistematizada a esta segunda alternativa con-
sistiría en abordar la filosofia desde distintas ramas, a saber: filosofía
moral o ética, antropología filosófica, filosofía política, filosofía de
la ciencia, filosofia de la religión y estética. Esta última alternativa
nos lleva, si no a una definición, si al establecimiento del estatus de
la filosofía. La filosofia en este sentido sería un saber adjetivo, no sus-
tantivo. La filosofia sería «filosofía de». Así tenemos la ética, la esté-
18 INTRODUCCION A LA 1=|Loso1=IA DE LA ciENc|A

tica, la filosofía política y la filosofía de la ciencia como reflexiones


sobre sistemas morales, estéticos, políticos y científicos, respecti-
vamente.
La filosofía se genera como consecuencia de la capacidad recursi-
va del Homo sapiens. Podemos pintar un cuadro, escribir una novela
o construir una te'oría e inmediatamente reflexionar sobre ello, des-
pués reflexionar sobre la reflexión y así hasta el infinito. Al menos teó-
ricamente, la capacidad recursiva del ser humano no tiene límites. De
esto se desprende la posibilidad de una estratificación conceptual. Cual-
quier parcela de la realidad puede ser objeto de una reflexión constru-
yendo unas categorías para aprehenderla y comprenderla mejor. Esta
categorización es una conceptualización de primer orden. Si tomamos
ésta como objeto de estudio y construimos unas categorías para ana-
lizar esta primera conceptualización, obtenemos una conceptualiza-
ción de segundo orden y así sucesivamente Por tanto, podemos en-
tender la filosofía «como reflexión de segundo orden en la que se trata
de obtener ideas claras y distintas acerca de las reflexiones de primer
orden de todo género inventadas por la Humanidad en el transcurso
del tiempo; hemos caracterizado los productos de la actividad filosó-
fica como “meta-X, donde X" puede interpretarse como cualquier pro-
ducto intelectual humano» (Moulines, 1991150).
La filosofía no es la única actividad que se sitúa en este segundo
nivel de conceptualización; la musicología, las distintas críticas (lite-
raria, de arte, etc.) o los comentaristas (deportivos, de modas, etc.) son
otras actividades de segundo orden. Ninguna de estas funciones su-
pone la habilidad en la actividad que se está analizando: así pues un
musicólogo no necesariamente toca algún instrumento, ni un crítico
literario escribe novelas. Pero si necesitan tener conocimiento del ob-
jeto que están analizando, por ejemplo, un musicólogo tiene que sa-
ber leer una partitura y un crítico literario saber cuál es la estructura
de una novela. El filósofo de la ciencia no tiene por qué ejercer de
científico: toma los productos científicos para analizarlos. Siguiendo
con la analogía, el filósofo de la ciencia no necesita para ser tal hacer
investigación científica trabajando en un laboratorio o haciendo tra-
bajo de campo, aunque sí debe tener conocimiento sobre la ciencia
que está analizando. El filósofo de la ciencia toma como objeto de
análisis los productos teóricos que ofrecen los científicos.
CUESTIONES PRELIMINARES

Enam>Ln=1cAcióN DE Amtmos Pnonucros 'nsórucos DE cnaucms


1›An-ricuiuuas QUE PUEDEN sen Mo-nvo DE .miusis rrtosórico

Psicologia
Sobre el psicoanálisis. ¿Cual es el estatus epistemológico
del psicoanálisis?, ¿tiene razón Popper cuando dice que no es
una ciencia porque es irrefutable?, ¿se trata de una ciencia ya
refutada?, ¿hasta qué punto los excesos explicativos de Freud (que
a veces hacen irrefutable el psicoanálisis) han de ser parte inte-
grante del psicoanálisis o son sólo accidentes y sigue siendo po-
sible tomar el psicoanálisis como una teoria dentro de una teoría?
Sobre las representaciones. Nuestras representaciones men-
tales y los algoritmos con los que realizamos todo tipo de fun-
ciones cognitivas ¿son representaciones y algoritmos explícitos
o bien trabajamos con ellos de forma inconsciente y sólo tienen
un poder representativo implícito? Dicho en otras palabras, ¿tra-
bajamos de forma similar a un ordenador tipo Von Neuman con
reglas y representaciones explícitas o bien nuestra forma de tra-
bajar es radicalmente distinta, y más similar a una red neuro-
nal? Este problema tiene claras implicaciones en cuestiones de
inteligencia artificial y de filosofía de la mente, pero también
interviene en muchas cuestiones de filosofía del lenguaje, espe-
cialmente de semántica y de la forma en que el lenguaje repre-
senta el mundo externo. '

Matemáticas
Sobre la ontología del cálculo infinitesimal. En la primera
formulación del cálculo infinitesimal (Leibniz, Newton) se de-
fendía la existencia de números infinitesimales. Pero estos nú-
meros conllevaban una serie importante de paradojas (Berkeley
tiene algunos escritos en los que ataca el paradigma newtoniano
basándose en estas contradicciones ligadas al concepto de infi-
nitésimo). Más tarde, con la formulación de Cauchy, se da una
nueva fundamentación del cálculo, quedando así inatacable por
las paradojas. Sin embargo, las matemáticas actuales han recu-
perado la noción de infinitésimo para construir una base onto-
lógica alternativa del análisis matemático, de tal manera que evite
las paradojas que la versión antigua comportaba. Diversos pro-
INTRODUCCION A LA Fn.osoFlA DE LA CIENCIA

blemas filosóficos muy específicos surgen en este punto: ¿tiene


sentido plantearse -filosóficamente hablando- cuál de las dos
ontologías (la que suponía infinitésimos y la que no) es correc-
ta?, ¿está libre de paradojas la nueva noción de infinitésimo?,
¿en que sentido puede hablarse de «existencia›› cuando habla-
mos de infinitésimos?
Sobre constructivismo vs. axiomatización. ¿Cuál es el va-
lor de una demostración matemática por reducción al absurdo?
Los matemáticos defensores del constructivismo afirman que un
ente matemático sólo tiene sentido si se puede especificar total-
mente la forma de ser construido de manera recursivamente nu-
merable (es decir, sin implicar una cantidad infinita de pasos).
Por esto, consideran que no puede afirmarse la existencia de un
objeto matemático si tan sólo tenemos como prueba una demos-
tración por reducción al absurdo. Así, algunos matemáticos nie-
gan la realidad de los números transfinitos ya que sólo puede
demostrarse su existencia a partir de demostraciones por reduc-
ción al absurdo, como la prueba diagonal de Cantor. Además,
según el axiomatismo, para el cual la matemática es un puro ejer-
cicio deductivo a partir de unos axiomas previamente fijados,
la demostración por reducción al absurdo no tiene ningún tipo
de problema y tiene el mismo valor que cualquier otra demos-
tración.

Biología
Sobre las leyes en biología. Evidentemente, la bioquímica
acoge todo tipo de leyes y lo mismo podemos decir de discipli-
nas como la genética de poblaciones. El problema es si pode-
mos formular leyes estrictamente biológicas. Determinados auto-
res (no siempre de tipo vitalista, algunos, como Ruth Millikan,
son naturalistas) consideran que no es posible ya que el hecho
biológico sea el resultado de un proceso de evolución por selec-
ción natural. Se trata, por tanto, de un proceso histórico resul-
tado del azar y por tanto (como la historia, la psicología y otras
ciencias sociales) tiene un estatus distinto al de las ciencias «du-
ras›› como la física o la química. No se trata sólo de que no pue-
dan formularse leyes estrictas sin cláusulas ceteris paribus sino
que ni siquiera puede conseguirse la más mínima regularidad es-
tadística. Pensemos en el caso de un espermatozoide: está claro
CUESTIONES PRELIMINARES

que su función es fecundar un óvulo, pero no hay ninguna regu-


laridad estadística en la base de esta función, de los miles Y mi-
les de espemiatozoides que se generan, sólo uno llega al óW1l0-
Sobre el reduccionismo en biología. La cuestión de si una
determinada disciplina científica es reducible a otra más básica,
o no, es una pregunta general que puede plantearse para cual-
quier ciencia, pero históricamente la biología ha sido la disci-
plina que más problemas filosóficos ha generado respecto a este
tema, que está relacionado tanto con problemas epistemológi-
cos como con problemas éticos, religiosos, etc. El problema del
reduccionismo en la biología puede plantearse de diversas for-
mas y tiene multitud de cuestiones asociadas: ¿pueden ser todas
las leyes y propiedades biológicas traducibles al lenguaje de la
física o hay algunas que son irreductibles? (emergentismo). Si
una reducción completa no es posible, ¿se sigue entonces la exis-
tencia de un principio vital irreductíble a mera materia?, etc.

Lingüística
Sobre la posibilidad de una gramática universal. Chomskl'
afirma que con la pobreza del estímulo que recibe un niño CS
imposible generar unas reglas sintácticas como las que posee-
mos. La única forma de entender esto es postular la existencia
de una gramática universal programada en nosotros de forma
genética, la cual necesitaría para funcionar sólo unos peqll¢fi0S
«parámetros›› que serían lo único que realmente nos pr0D0l'C¡0'
naría la experiencia.
Chomsky se enfrenta a toda una escuela filosófica (Lewis.
Grioe y otros) que defiende que el lenguaje se fundamenta en
un tipo especial de convención. Una de las cuestiones eD¡S1¢m°'
lógicas que surge en este punto es cuál es el objeto de estudio
de la lingüística: el lenguaje externalizado, nuestra habla (idea-
lizada) ta] como se ha hecho tradicionalmente, y como actual-
mente defienden Lewis o Grice, o bien las reglas psicolingüísti-
cas, programadas genéticamente que utilizamos para gene”-I
sentencias tal como afirma Chomsky.
Sobre la existencia de un lenguaje del pensamiento. 5981311
determinados filósofos nuestro pensamiento está fuertemente es-
tructurado. Fodor, que es el más representativo, afirma que un
lenguaje de este tipo ha de ser, en sus conceptos más básicos,
iN'rRoDuCcIóN A LA FiuosoFiA DE LA c|ENciA

innato, ya que si no, sería absolutamaite imposible aprender cual-


quier cosa. A pesar de ser un tema que roza la psicología, tiene
una gran importancia en psicolingüística y en semántica ya que
plantea toda una serie de cuestiones sobre cómo articular nues-
tros conceptos, en qué se fundamentan y cómo explicamos la
actividad cognitiva de los niños y de los animales. -

Física
Sobre la naturaleza de las partículas subatómicas. La in-
terpretación de Copenhague de la mecánica cuántica ha genera-
do, en el mundo filosófico, una serie de paradojas de difícil so-
lución que chocan frontalmente con el sentido común. Una de
las más complejas es, sin lugar a dudas, el hecho de que es nece-
sario considerar que las partículas subatómicas son un paquete
de ondas que indican distribuciones de probabilidades. Esto plan-
tea una serie de complicados problemas tanto de tipo ontológi-
co como epistemológico. Algunos filósofos y científicos han uti-
lizado la física cuántica para defender posturas idealistas
(Wegener con su defensa de la conciencia como bloqueadora del
paquete de ondas es un buen ejemplo) mientras que otros filó-
sofos de tipo más materialista afirman que hay algo de incorrecto
en la interpretación de Copenhague y que hace falta rehacer to-
talmente la interpretación de la física cuántica. Temas clásicos
como la naturaleza de la materia y del tiempo o la perturbación
que la observación experimental introduce en la realidad obser-
vada han tenido un replanteamiento radical con la mecánica
cuántica.
Sobre la reducción a la microfísica. Dejando de lado de-
terminados casos paradìgmáticos, como los choques entre obje-
tos rígidos (verbigracia, las bolas de billar) parece que para es-
tar seguros de la realidad de una ley científica y conocer la forma
en que opera, es decir, para explicar la ley, hemos de reducir los
componentes que la forman a otros más básicos hasta llegar a
una ley de tipo microfísico. Si podemos llegar, o al menos pen-
samos que hay en principio una forma de llegar, entonces dare-
mos por buena la ley; en caso contrario, la ley estará bajo sos-
pecha. Así, las leyes de la herencia no quedarían realmente
clarificadas y explicadas hasta que no pudieran ser reducidas a
leyes bioquímicas, y la bioquímica no quedaría realmente clara
cuEs'rIoNEs PRELIMINARES 23

hasta que no hubiéramos bajado al nivel de la química cuánti-


ca. ¿Es realmente necesaria tal reducción? Evidentemente, en un
sentido pragmático no es necesaria; un bioquímico que hace un
estudio concreto sobre ADN no tiene ninguna razón para inten-
tar una reducción; además, trabaja con la seguridad de que otros
por él han demostrado la posibilidad de la reducción. ¿Cuál es
la razón por la que se pretende esta reducción? ¿Es acaso la de
encontrar el fundamento último en los elementos más básicos
para garantizar la verdad? ¿La mayor generalidad de las leyes
de tipo microfísico, que no se encuentran atrapadas en cláusu-
las ceteris paribus sino que realmente son universales?, ¿o qui-
zás es sólo un puro criterio metodológico de tener el máximo
de leyes fundamentadas a partir de un mínimo de hipótesis, ade-
más de tener garantizados unos criterios de reducción de una
disciplina a otra cuando esto sea necesario?

Sociologia
Sobre individualismo vs. holismo metodológico. ¿Cuáles
son las unidades de análisis de la sociología: los individuos o
las colectividades? El problema que se plantea es dónde reside
lo significativo en sociología.
Sobre comprensión vs. explicación. ¿Es posible explicar los
fenómenos sociales o sólo podemos llegar a comprenderlos a tra-
vés de una cierta empatía? Se plantea el problema del potencial
teórico de la sociología.
Sobre interferencia del investigador en los experimentos.
¿Son posibles los experimentos neutrales en sociología? En caso
de que haya interferencia, ¿puede ser controlada?

2. LA cIENcIA como onrE'ro DE Es'rUDIo DE LA 1=II.oso1=iA

La ciencia puede ser objeto de estudio de otras disciplinas, anali-


zándola desde otras perspectivas, a saber: politica, sociológica, ética
y psicológica. Esta diversidad de enfoques en el análisis de la ciencia
ha sido y sigue siendo motivo de debates entre filósofos de la ciencia.
Nos detendremos en la perspectiva del externalismo vs. internalismo
ya que en la mayoría de los casos se ha planteado en dichos términos.
24 INTRODUCCION A LA I=II.osoI=lA DE LA CIENCIA

Se suele atribuir a los internalistas el no tener en cuenta las influen-


cias políticas, sociales, etc. (extemas a la ciencia) sobre la ciencia, mien-
tras que a los extemalistas, el considerar que la ciencia es producto
del contexto cultural, político y sociológico. Se trata de posturas ex-
tremas (versiones ingenuas) aunque podríamos encontrar otras menos
radicales en uno u otro sentido (versiones sofisticadas). Como ejem-
plos de estas dos tendencias tenemos a dos autores que han sido con-
siderados representantes de una y otra postura, C. Hempel como in-
ternalista y P. Feyerabend como externalista.
Sin embargo, la dicotomía internalista/externalista, en función
del tener o no en cuenta la influencia de los factores externos (so-
ciales, políticos, etc.) en la ciencia, es un planteamiento confuso. Si
lo que quieren decir los extemalistas es que el análisis de la ciencia
no se agota en su aspecto filosófico podría haber acuerdo general,
pero esta argumentación es trivial. ¿Cómo puede negarse que los pre-
supuestos que el Estado dedica a la investigación científica no reper-
cutirán en el desarrollo de la ciencia, que determinadas líneas de in-
vestigación plantean problemas éticos, o que los cientificos constituyen
un grupo social y, por tanto, reproducen las pautas de comporta-
miento que los sociólogos atribuyen a cualquier grupo humano? Es-
to no lo negaría ningún autor considerado internalista. Ni Hempel
ni la tradición del empirismo lógico del Círculo de Viena (considera-
do por muchos extemalistas como el exponente máximo del inter-
nalismo) negarían estas influencias que recibe la ciencia. Si, por el
contrario, lo que afimran los externalistas es que no es posible se-
parar conceptualmente la filosofía, la psicología, la sociología y la
ética de la ciencia, entonces lo que sostienen los externalistas sería,
simplemente, erróneo.
Un binomio que quizás se adecuaria mejor a la diferencia entre
los dos enfoques que hemos analizado sería holismo vs. fragmenta-
cionismo. Los extemalistas, probablemente, se considerarían holistas,
pero si tenemos en cuenta algunas de las manifestaciones extemalistas
actuales -me refiero al llamado sociologismo- vemos que está tan
lejos del holismo como podría estarlo el positivismo lógico de los años
cuarenta. El sociologismo es una variante del monismo metodológico
como el que podía practicar el Círculo de Viena pero, a diferencia de
éste, no tiene como modelo la física sino la sociología. Además el so-
ciologismo tiene un ingrediente determinista (determinismo socioló-
gico) y reduccionista (reducción a lo sociológico). Ya hemos tenido su-
CUESTIONES PRELIMINARES

ficientes intentos de explicación unilateral como para resucitar ahora


el determinismo sociológico.
Unas reflexiones de Moulines sobre el «sociologismo metacrentrfi-
co» me parecen adecuadas para cerrar un tema que hoy día suscita
tanto debate.

Aunque el sociologismo metacientífico está muy en boga hoy día,


no por ello es más correcto. Es simplemente una forma especialmente
bárbara de empirismo nominalista, de desconfianza primitiva hacia «en-
tidades abstractas». A éstas. el sociologista quizás esté dispuesto a ad-
mitirlas a regañadientes en el ámbito de las ciencias naturales, porque
no puede negar el éxito que ha tenido en ellas la aplicación de las mate-
máticas (una empresa de producción de entidades abstractas en gran
escaIa); pero se niega rotundamente a admitir cualquier abstracción,
cualquier «universal››, en las ciencias de la cultura, y en particular en
las ciencias de la ciencia (Moulines, |99|:73).

El adjetivo «metacientífico›› con el que Moulines califica este en-


foque puede entenderse como el intento de diferenciarlo de la sociolo
gra de la ciencia, tan válida como cualquier ciencia empírica.

Enam>I.n=IcAcróN DE I=ENómaNos cIENríI-'Icos QUE PUEDEN sEIz


onrE'ro DE Esrumo DE o-nus DIscIr>I.INAs

Política dela ciencia. ¿No debería apoyarse la divulgación


de las ciencias entre el público, ya que nos encontramos en un
mundo muy interconectado con la ciencia? ¿Qué cantidad del
PIB debería dedicarse a la investigación empírica? ¿Debe apo-
yarse la investigación fundamental o pura, sin utilidad práctica
a corto plazo, o sólo se ha de apoyar la investigación de utilidad
inmediata?
Sociología de la ciencia. ¿Cómo influye la extracción so-
cial de un científico en los resultados de su investigación? ¿Cuá-
les son los sentimientos generales de la población con relación
a las nuevas tecnologías: las ven como una panacea o como un
peligro? ¿Por qué no hay prácticamente ninguna mujer que haya
logrado destacar en matemáticas?
26 rN1'RoDuccroN A LA F|uosoFrA DE LA c|ENc|A

Psicología de la ciencia- ¿Influyen las creencias religiosas 5


de un cosmólogo a la hora de aceptar o rechazar la teoría del
Big Bang? ¿Cuál es, en términos generales, la edad a la que un
investigador es más productivo? ¿Los matemáticos utili-_
zan imágenes visuales de algún tipo para ayudarse en sus
calculos?
Ética de la ciencia. ¿Es éticamente correcto que un cientí-
fico trabaje en el desarrollo de ai-mas dg demuççión masiva?
Puesto que no tiene el menor valor científico, ¿sería ético pro-
hibir la publicación y práctica de la astrología? ¿Sería ético crear
híbridos tomando el ADN de un ser humano introduciéndole
genes de otras especies animales?

3. ÁSPECTOS FUNDAMENTALES DE LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE


LA ClENCIA2 METODOLÓGICO, ONTOLÓGICO Y LÓGICO-SEMANTICO

Una VCZ d€1ÍmÍlfld0 10 que entendemos por filosofía de la ciencia,


demarcándola al mismo tiempo de otros campos de conocimiento que
comparten su objeto de estudio y comparándola con otros campos del
conocimiento que están, al igual que la filosofia de la ciencia, en el
mismo nivel de conceptualización, vamos a especificar a continuación
en qué consiste el análisis filosófico de la ciencia.
Si revisamos la literatura en el campo de la ñlosofía de la ciencia
encontramos denominaciones como «metodología de la ciencia» o «ló-
gica de la ciencia». Sobre todo en los comienzos de su institucionali-
zación con el Círculo de Viena, la filosofía de la ciencia se entendió
como lógica de la ciencia, en el sentido de reconstrucciones de las teo-
rías científicas con estructuras formales. También, sobre todo con re-
lación a las ciencias empíricas, a veces se ha entendido la filosofía de
la ciencia como metodología de la ciencia, en el sentido del estableci-
miento del método científico. Ambos sentidos son pertinentes para el
análisis de la ciencia pero parciales si se toman unilateralmente.
Podemos distinguir tres aspectos fundamentales de la reflexión me-
tacientífica, a saber: el metodológico, el ontológico y el lógico-se.
mántico.
cuEs'rroN|as r|ua|.1M|NARBs 27

3.1. Cuestiones metodológicas'

En la literatura de los filósofos de la ciencia y de los cientificos


encontramos continuas referencias a «método›› o términos afines como
«metodologia››, pero no siempre hay unanimidad en cuanto al signifi-
cado. Por tanto, una cuestión previa al análisis del papel de la meto-
dología en la investigación cientifim es acotar el ámbito de las cues-
tiones metodológicas. No vamos a dar una definición de método, en
el sentido de dar condiciones suficientes y necesarias ya que no sería
viable debido a la complejidad del término, sino a precisar concep-
tualmente el uso que se hace de este término en la literatura científica
y filosófica. ,
Partamos, para comenzar, de una idea muy general sobre el conte-
nido de la metodología, a saber: la metodología como abastecedora
de guías para elaborar ciencia. Dentro del campo semántico de «me-
todología››, el rasgo «guías›› sería el común denominador más gene-
ral de todas las variedades de dicho campo semántico. Veamos pues
las principales categorías que pertenecen al campo semántico de «me-
todologla».
Distinguiremos tres categorias que pretenden captar los diferentes
sentidos de metodologia en su utilización en el campo científico y fi-
losófico.

i) Metodología de primer orden (Ml).2 La Ml está constituida


por las técnicas, 0 parte instrumental, de una disciplina.” A veces se
la denomina «técnicas de investigación» o «técnicas de análisis». Es-
tas técnicas de investigación pueden ser tanto empíricas como forma-
les (por ejemplo, matemáticas), es decir, pueden referirse tanto al aná-
lisis de la composición de una substancia o a las técnicas de encuesta

l. En mi comunicación sobre el papel de la metodologia en los modelos de cambio


cientifico, presentada en el congreso intemacional (Uppsala, agosto de 1991) se trata
ampliamente la importancia de la metodologia.
2. En el apartado (1) de este capítulo hemos introducido la ciencia como teoriza-
ción de primer orden y la lìlosofía de la ciencia como teorización de segundo orden.
También hemos considerado la capacidad recursiva de los humanos y la posibilidad de
teorìzación de tercer orden. U eategorimción de la metodología presentada en este apar-
lado es la aplicación de la capacidad recursiva a las cuestiones metodológicas.
3. No hay que confundir la parte instrumental de una disciplina con los instru-
mentos propiamente dichos como los utilizados en los laboratorios.
28 INTRODUCCION A LA |=rLosoFIA DE LA crENc|A

como a las matemáticas utilizadas en la investigación cientifica, desde


el análisis multivariable en sociología hasta los espacios de Hilbert en
física de altas energias.

EJEMPLLFICACIONES DE LA METODOLOGÍA DE PRIMER ORDEN ~

l) ¿Qué criterio o criterios hemos de seguir en lingüística


para decidir si, en una determinada sentencia, una partícula tie-
ne un papel temático (es decirƒejerce una función semántica)
o no? Por ejemplo, el sujeto (eliptico) de «parece que Pedro no
vendrá» ¿tiene asignado algún papel temático?, ¿y el de «it's rai-
ning››? La Ml nos indica qué propiedades debemos atribuir a
dichos objetos.
2) Si tenemos un estudio estadístico en una población so-
bre la intención de voto en unas próximas elecciones, ¿hemos
de tener en cuenta el problema de la «profecla autodestructiva››?
Es decir, se trata del hecho de que, una vez las encuestas están
en la calle, se produzca el fenómeno del voto útil al decidir, una
parte de la población, apoyar a un candidato y, menos afin a
su ideología, en lugar de votar a z que, en principio tenia previs-
to, a fin de evitar que salga ganador el candidato x. La Ml indi-
ca los criterios para decidir sobre un aparato matemático de es-
tadística.
3) ¿Cómo organizar un experimento en biología que nos
permita confirmar (0 refutar) que una determinada mutación
sería beneficiosa para una población X en unas condiciones Y?
La Ml indica las condiciones para plantear un experimento de
forma correcta.

ii) Metodologia de segundo orden (M2). La M2 es la metodo-


logia propiamente dicha y se entiende como equivalente a la filosofia
de la ciencia. Si consideramos la filosofía de la ciencia como una re-
flexión de segundo orden sobre la ciencia, desde su aspecto justificati-
vo. esto sería la M2! Entre las muchas cuestiones que forman parte

4. Hay que señalar que es más adecuado hablar de filosofía de la ciencia que de
metodologia de la ciencia, ya que el análisis de la ciencia tiene otros aspectos además
del metodológico.
CUESTIONES PRELIMINARES 29

de la M2 están las siguientes: tipos de conceptos científicos, caracte-


rísticas de una definición, la distinción entre teórico y observacional,
los modelos de explicación científica, las características de las leyes
de la naturaleza y la estructura de las teorías cientificas. Este nivel me-
todológico constituye el objeto de estudio central de los filósofos de
la ciencia y de los científicos con preocupaciones epistemológicas.

EIEMPLIFICACIONES DE LA METODOLOGÍA DE SEGUNDO ORDEN

l) ¿Las leyes de una teoria lingüística, por las que damos


cuenta de los elementos de una frase que tienen asociado un pa-
pel temático y cuáles elementos no, han de restringirse a un idio-
ma determinado (por ejemplo el catalán) o se han de poder apli-
car, en principio, a cualquier lengua humana? La M2 analiza
cuál ha de ser el grado de generalidad de las leyes de la lingüística.
2) ¿Cuáles son los valores epistemológicos que exigimos a
las construcciones teóricas? ¿En que consiste el valor epistemo-
lógico de la simplicidad? La M2 proporciona criterios de eva-
luación de la práctica científica.
3) ¿Qué criterios hemos de pedir a un experimento para que
sus resultados sean significativos a la hora de dar por buena o
refutar una teoria?, ¿estos criterios son generales o dependen de
la ciencia concreta a la que nos estemos refiriendo? La M2 ana-
liza la relación entre teoría y experimento.

iii) Metodología de tercer orden (M3). En este nivel metodoló-


gico hay que hacer una distinción. Por un lado, está la metafilosofia
(M3F), entendida como la evaluación de la maquinaria conceptual ofre-
cida por la filosofía de la ciencia y por otro, está la metafísica (M3M),
entendida como aquellos principios no comprobables empiricamente
que están en el sustrato de la investigación científica. Estas dos ver-
tientes de la M3 forman una unidad porque ambas se sitúan en un
nivel conceptual superior ala M2. Sin embargo, existen diferencias re-
levantes entre ambas, ya que mientras la M3F es una consecuencia de
la capacidad recursiva del ser humano, la MSM es una consecuencia
30 INTRODUCCIÓN A LA F|Loso|=IA DE LA crENc|A

de las incursiones del entendimiento humano más allá de lo puramen-


te empírico, aunque no en contradicción con lo empíricof

EmMi›r.n=1cAcróN DE cvasrromas M1a'rAi=rLosóFrcAs

l) ¿Existen criterios metodológicos generales que nos per-


mitan decir cuál ha de ser el grado de generalidad de una ley?
La M3F plantea los criterios metodológicos para valorar, desde
el punto de vista cognitivo, cuestiones como la generalidad de
las leyes.
2) ¿Existen unos criterios metodológicos generales que nos
permitan decir qué aparato estadístico necesitará una teoría con-
creta? La M3F plantea los criterios metodológicos que hay que
tener en cuenta para decidir qué aparato matemático es más con-
veniente para una teoría científica determinada.
3) ¿Qué grado de generalidad debería tener una teoría fi-
losófica del experimento para que pudiera indicar qué tipo de
experimento necesita cada teoría, cuál será entonces su grado
de refutabilidad, etc.? La M3F plantea los criterios metodológi-
cos para decidir la importancia de los requisitos de un buen ex-
perimento.

EnsMPLn=rcAcróN DE cUEs'rroNEs ME'rA1=ísrcAs

l) ¿Se llega a las leyes científicas por un proceso de induc-


ción 0 de deducción? El llamado «problema de la inducción»,
que consiste en decidir sobre el estatus epistemológico de las le-
yes científicas, constituye una cuestión de la metafísica de la
ciencia.

5. la filosofía no tiene por que atarse las manos a las últimas investigaciones em-
píricas, pero no puede hacer caso omiso de ellas. Por ejemplo, en la última década,
la neurociencia ha experimentado un desarrollo espectacular que posiblemente tendrá
consecuencias importantes en los presupuestos filosóficos (tanto en la M2 como en la
M3) que forman el sustrato de la ciencia. Es decir, la filosofla de la mente no puede
establecerse a espaldas de cómo funciona el cerebro y esto no nos lo dirá la lilosofia.
CUESTIONES PRELIMINARES 31

2) ¿Por qué son verdaderas las matemáticas?, ¿por qué son


tautologias (Ayer)? ¿Por qué la estructura del mundo «real››, in-
teligible, es también matemática (Platón)? Otra cuestión de la
metafísica de la ciencia es la justificación de las verdades mate-
máticas.
3) ¿La relación entre la condición antecedente y la condi-
ción consecuente de una ley es una relación causal? ¿Las leyes
causales son también deterministas, o puede haber causalidad
sin determinismo? Las cuestiones sobre causalidad y determi-
nismo de las leyes científicas pertenecen a la MSM.

El tratamiento dela metodología en la literatura cientifica y filosoffica

En la literatura científico-filosófica encontramos cuestiones que se


enmarcan en los distintos niveles metodológicos aquí presentados. Esto
no significa que los autores que han tratado este tema tengan en cuen-
ta dichos niveles a la hora de discutir sobre cuestiones metodológicas,
pero no cabe duda de que esta categorización clarifica enormemente
los problemas planteados por los científicos y filósofos que han he-
cho aportaciones en el aspecto metodológico de la ciencia.
A continuación analizaremos algunos textos sobre la caracteriza-
ción del método científico a la luz de las categorías relacionadas con
cuestiones metodológicas.
P. Suppes (Suppes, l984b) hace reflexiones metodológicas desde
los tres niveles. En su ensayo Probabilzlrtic Metaphysics hay conside-
raciones de tipo metafísico, que proponen un cambio de supuestos me-
tafísicos a raíz del estado de la ciencia actual. La metafísica tradicional
tenía, entre otros, los siguientes supuestos: «(1) El futuro se encuentra
determinado por el pasado. (2) Cualquier evento tiene una causa de-
terminante suficiente» (Suppes, l984b:2). Suppes considera que estos
principios metafísicos están poco acordes con la ciencia contempo-
ránea, por lo cual propone sustituirlos por otros de caracter proba-
bilístico, tales como: «(1) Las leyes fundamentales de los fenómenos
naturales son esencialmente probabilistas, más que de carácter deter-
minístico. (2) Nuestra concepción de lo que es la materia ha de conte-
ner un elemento probabilístico intrínseco» (Suppes, l984b:l0). Sup-
pes sostiene que no hay una metafísica de la ciencia que se de de una
32 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA

vez por todas sino que los supuestos metafísicos varían (o al menos
pueden variar) con los cambios científicos.
Los cambios afectan también -según Suppes al método, defen-
diendo el pluralismo frente al monismo metodológico. Dice Suppes:

Ta.I y como he remarcado antes, es especialmente en los métodos


experimentales de las diferentes ramas de la ciencia donde encontra-
mos formas radicalmente diferentes. No es una exageración afirmar que
los manuales del método experimental de una disciplina resultan ser
generalmente ilegibles por expertos en otra disciplina (y la definición
de «disciplina›› puede ser bastante estrecha aquí). Los físicos que tra-
bajan en física del estado sólido no pueden leer de forma inteligible
las detalladas explicaciones del método de otras partes de la física. Esto
es cierto incluso en ciencias menos desarrolladas, como la psicología.
Los psicólogos fisiologistas usan un conjunto de métodos experimen-
tales que son ajenos a los psicólogos especializados, por ejemplo, en
teoría de los tests educacionales y, de la misma forma, los intrincados
detalles de la metodología de la construcción de tests resultarán desco-
nocidos para cualquier psicólogo fisiologista (Suppes, l984b:l24).

Los textos de Suppes aquí presentados son importantes para el tema


que nos ocupa, 'tanto para analizar los distintos niveles metodológi-
cos como para demostrar la pertinencia de esta distinción.
Los ejemplos que Suppes da de métodos diferentes para argumen-
tar a favor del pluralismo metodológico se refieren a la metodología
en el sentido de Ml. Suppes plantea el problema del monismo vs. plu-
ralismo metodológico, cuestión muy debatida entre los filósofos de
la ciencia, pero el debate puede ser absolutamente estéril si antes no
fijamos a qué nivel metodológico nos referimos. En la obra de Suppes
subyace una concepción pluralista del método científico, pero no es
lo mismo mantener este pluralismo en la Ml, en la M2 o en la M3.
Suppes presenta los siguientes ejemplos de pluralismo metodológico:
los métodos utilizados por los físicos del estado sólido frente a los uti-
lizados por los físicos de partículas elementales; o los métodos utili-
zados por la psicología fisiológica frente a los utilizados por la psico-
logia de la educación. Este tipo de pluralismo, posiblemente, sería
compartido por la mayoria de filósofos y científicos. El cambio de
principios metafísicos -a saber: de la metafísica neotradicional a la
metafísica probabilista-, ya sería más discutible y tiene implicacio-
nes epistemológicas más profundas. Suppes plantea la posibilidad del
CUESTIONES PRELIMINARES 33

pluralismo en todos los niveles, pero en los ejemplos aquí expuestos


hay una diferencia importante entre el pluralismo en el nivel de la Ml
y el del nivel de la M3. En el nivel de la Ml la pluralidad es sincrónica,
cs decir, en un tiempo t coexisten diversos métodos en una misma dis-
ciplina; en cambio, en el nivel de la M3, la pluralidad es diacrónica
ya que unos principios metafísicos sustituyen a otros. El pluralismo
propugnado por Suppes no tiene nada que ver con el propuesto por
Feyerabend con su máxima del «todo vale». El pluralismo propugna-
do por Feyerabend (Feyerabend, 1974) en Contra el método, va dirigi-
do, fundamentalmente, a la M2. Toda la discusión en las ciencias so-
ciales en torno a la explicación vs. la comprensión o bien el debate
entre los secesionistas y los centralistas -es decir, entre aquellos que
dicen que las ciencias sociales (cc.ss.) son cualitativamente distintas
de las ciencias naturales (ccnn.) y aquellos que sostienen la unidad
de la ciencia- respecto al método científico en las cc.ss. es, en reali-
dad, un debate en torno a la posibilidad de pluralismo en la M2 y,
en caso afirmativo, de cuál es su alcance. Vemos, pues, que es absolu-
tamente necesaria la categorización conceptual de la metodología si
queremos que el debate sobre pluralismo metodológico sea clarifica-
dor y fructífero.
W. Newton-Smith (Newton-Smith, 1987) presenta ideas interesan-
tes para la caracterización del método científico. Newton-Smith abo-
ga por el pluralismo metodológico presentando, como argumento de-
linitivo a favor del pluralismo, el hecho de que incluso en la matemática
hay divergencias metodológicas. Como veremos a continuación el plu-
ralismo de Newton-Smith se sitúa, fundamentalmente, en la M2, aun-
que descartando cualquier enfoque irracionalista a lo Feyerabend. La
cuestión del método científico es compleja -asegura Newton-Smith-;
prueba de ello es que, incluso en la matemática, existe cierta contro-
versia sobre qué se entiende por prueba; por ejemplo, los intuicionis-
tas no aceptan la ley del medio excluso. A partir del estado de la ma-
temática Newton-Smith concluye: «Así, si las matemáticas, cuyos
resultados son ampliamente acumulativos, carecen de tales principios
orientadores, no debiera sorprendernos encontrar que los métodos de
la ciencia no puedan especificarse en un conjunto exhaustivo de prin-
cipios rectores» (Newton-Smith, l987:234). Según Newton-Smith las
diferencias metodológicas en la matemática se manifiestan más en las
distintas escuelas o tradiciones que en cambios sucesivos radicales, y
concluye que si la matemática tampoco se salva de los cambios y dife-
34 INTRODUCCIÓN A LA FIIDSOFÍA DE LA CIENCIA

rencias metodológicos, no podemos esperar patrones metodológicos


atemporales y uniñcados.
Newton-Smith insiste en la posibilidad de encontrar guías, crite-
rios, principios que nos digan qué teoría es la mejor o, simplemente,
cuál es mejor que otra. Una posibilidad, que él no comparte, es la de
tomar como criterio de selección de teorías el cálculo de probabilida-
des. Newton-Smith no pone en duda el valor epistemológico de dicho
cálculo, pero se muestra escéptico en el uso del cálculo de probabili-
dades para la elección de teorías. Desde las categorías metodológicas
aquí presentadas, podemos decir que Newton-Smith considerarla ade-
cuado el uso de la teoría de la probabilidad como parte instrumental
de la Ml pero no como criterio metodológico de segundo o de tercer
orden.
Veamos la propuesta de Newton-Smith para lo que puede conside-
rarse el último test a la hora de decir que una teoría es mejor que otra.
Dice Newton-Smith: «A largo plazo, pues, la comprobación definiti-
va de la superioridad de una teoría sobre otra es el éxito observacio-
nal» (Newton-Smith, 1987:243). Por tanto, «necesitamos otros facto-
res que nos orienten y que sirvan como indicadores falibles del probable
éxito observacional a largo plazo» (Newton-Smith, 1987:244). El pa-
pel de estos factores es función de la metodología científica. Entre es-
tos factores Newton-Smith cita los siguientes: «anidamiento observa-
cional, fertilidad, historial, apoyo interteorético, adaptabilidad,
consistencia intema, compatibilidad con creencias metafísicas bien fun-
dadas, simplicidad». Estos factores entran de lleno en la M2. Sin em-
bargo, una discusión en torno al peso de estos factores en el proceso
de investigación, y a una posible jerarquización del valor de estos va-
lores en caso de conflicto entre ellos, sería una cuestión que corres-
pondería a la M3F.
Entre los filósofos de la ciencia hay aportaciones a la M3 en el sen-
tido de formular criterios para la evaluación de las construcciones con-
ceptuales de la M2. Uno de los que plantean de forma explícita la eva-
luación de sistemas filosóficos es I. Lakatos, quien critica el
falsacionismo y el inductivismo por ser doctrinas que no pueden ayu-
darnos a evaluar los distintos modelos de cambio científico y propone
la Metodología de los Programas de Investigación Científica como cri-
terio evaluativo de tercer orden (Lakatos, l983).
El trabajo de Lakatos sobre la comparación crítica de las metodo-
logías corresponde a criterios de tercer grado. Dice Lakatos:
CUESTIONES PRELIMINARES 35

La idea básica de esta crítica es que «todas las metodologías fun-


cionan como teorías (o programas de investigación) historiográficas
(o metahistóricas) y pueden ser criticadas criticando las reconstruccio-
nes históricas racionales a las que las teorías conducen». Esta versión
normativo-historiográfica de la metodología de los programas de in-
vestigación cientifica proporciona una teoría general de cómo compa-
rar lógicas del descubrimiento rivales en las que (en un sentido que hay
que especificar cuidadosamente) «la historia puede ser vista como un
"test" de su reconstrucción racional» (Lakatos, 19832159).

Lakatos critica tanto el falsacionismo como el inductivismo como


criterios para comparar «lógicas de descubrimiento rivales», propo-
niendo como alternativa la metodología de los programas de investi-
gación. La propuesta de Lakatos es aplicar su propio modelo de cam-
bio científico a dos niveles distintos, a saber: a nivel filosófico y a nivel
metafilosófico.
Popper critica la «metodología naturalista», llamada también «teo-
ría inductiva de la ciencia», que considera la metodología como una
ciencia empírica que estudia el comportamiento real de los científicos
y los procedimientos efectivamente empleados en la «ciencia››. Esta
concepción de la filosofia de la ciencia encaja con una propuesta re-
ciente de Laudan sobre la investigación en el campo de la dinámica
científica. En síntesis, la propuesta de Laudan dice que cualquier afir-
mación sobre el funcionamiento de la ciencia hay que contrastarla con
la historia de la ciencia. Dice L. Laudan junto con A. Donovan y R.
Laudan:

En ese proyecto buscamos establecer un diálogo entre la investiga-


ción de la ciencia teórica y la empírica. Como muestra la práctica cien-
tífica, la fundamentación de los enunciados teóricos y el significado
de los datos empíricos pueden determinarse sólo yendo y viniendo cons-
tantemente de la teoría a la observación y experimentación y viceversa.
Tomamos la analogía entre ciencia y estudios sobre la ciencia seriamente
y no vemos razones para que la ciencia no pueda ser estudiada científi-
camente. Las investigaciones empíricas no agotan las actividades de los
científicos pero forman un contrapunto clave para la articulación de
las teorías (Laudan et al., l988:7-8).

En cambio Popper defiende el convencionalismo. Dice al respecto:


36 |N'rRoDuccroN A LA FlLosoFíA DE LA cl|aNc|A

Consideramos las reglas metodológicas como «convenciones››: las


podríamos describir diciendo que son las reglas de juego de la Cienfiífl
empírica...
Daremos dos ejemplos sencillos de reglas metodológicas, que bas-
taran para hacer ver que sería bastante inoportuno colocar un estudio
metodológico al mismo nivel que otro puramente lógico:
l. El juego de la ciencia, en principio, no se acaba nunca. Cual-
quiera que decide un día que los enunciados científicos no requieren
ninguna contrastación ulterior y que pueden considerarse definitivamente
verificados, se retira del juego.
2. No se eliminará una hipótesis propuesta y contrastada y que
haya demostrado su temple, si no se presentan «buenas razones» para
ello. Ejemplos de «buenas razones››: sustitución de la hipótesis por otra
"WS 00l'IU'2Sl2lb1€› falsación de una de las consecuencias de la hipótesis
(Popper, 1967252).

Creo que quedan claras las diferencias entre Laudan y Popper, pero
los dos aportan criterios de tercer orden. La contrastación con la his-
toria real dela ciencia propuesta por Laudan y las «buenas razones»
de Popper pueden englobarse en este tipo de criterios.
P. Thagard (Thagard, 1988) critica dos mitos metodológicos, a sa-
ber: el mito hipotético-deductivo y el mito inductivo. En este caso el
modelo de explicación hipotético-deductivo y el modelo inductivo for-
man parte dela M2, pero la evaluación de los modelos de explicación
forma parte de la M3.
U. Moulines (Moulines, l982) propone un principio metafilosófi-
co, «Principio de la Relevancia de las Distinciones Graduales», que
puede ser considerado una guía metodológica de tercer orden. Dicho
principio reza así: «Son filosóñcamente relevantes las distinciones con-
ceptuales que atienden sólo a diferencias de grado y no a diferenCifi$
absolutas en el objeto o dominio de estudio. Son filosóficamente peli-
grosas, y frecuentemente perniciosas, las distinciones conceptuales ta-
jantes que pretenden determinar supuestas diferencias absolutas en el
objeto o dominio de estudio» (Moulines, 1982232).
Las referencias de los científicos a cuestiones metodológicas se en-
Cufinlfflll, fulldflflìellïfllmcllïe, en las ciencias menos desarrolladas. Ac-
tualmente, en los programas de los estudios de física apenas encontra-
mos asignaturas sobre métodos y técnicas, en cambio en psicología
y en sociología los métodos y técnicas constituyen una parte esencial
en el conjunto de los estudios. No sólo esto sino que, cuanto mCn0S
cuEsr1oN1=_s P|usL|M1NA|tras 37

madura es una disciplina científica, más importancia adquiere la for-


mación metodológica y, dentro de ella, cuanto menos madura más alto
es el nivel de la metodología. Es decir, la M2 será más importante para
los practicantes de una disciplina inmadura que para los de una ma-
dura. Dicho de otra forma, el orden de la metodología que es perti-
nente para una disciplina es inversamente proporcional a su grado de
madurez.
Helge Kragh (Kragh, 1989) en Introducción ala historia dela ciencia
plantea los siguientes problemas: i) historia anacrónica vs. historia dia-
crónica; ii) el papel de las fuentes en la investigación histórica; iii) la
evaluación de las fuentes; iv) la prosopografía (utilización de biogra-
flas colectivas); v) la historiografía cientimétrica (utilización de técni-
cas cuantitativas). Los i), ii) y iii) pueden considerarse como M2 ya
que se refieren a la utilización de determinadas técnicas, en cambio
iv) y v) son Ml, es decir, técnicas de investigación.
En el campo dela arqueología, la obra de Clive Orton (Orton, 1988)
cs un trabajo de técnicas de investigación para arqueólogos. En el pró-
logo del libro nos dice Orton: «Las matemáticas pueden ser un instru-
mento para organizar nuestros pensamientos y los datos que posee-
mos» (Orton, l988:ll). En este sentido las matemáticas constituirían
parte del aspecto instrumental de la arqueología.
Siguiendo en el campo de la arqueología la obra compilada por
Don Brothwell y Eric Higgs puede ser considerada también como de
técnicas de investigación, en este caso para la datacìón. En el prólogo
queda patente la importancia de las técnicas de investigación:

La interpretación correcta de los datos aportados por los científi-


cos a través de los materiales que, a primera vista, parecen poco pro-
metedores dependen aún en gran medida del genio, la perspicacia y el
halo de simpatía del investigador; pero el alcance de la información so-
bre la que se basan sus conclusiones estará limitado por los medios téc-
nicos de que dispone (Brothwell y I-Iiggs, 198010).

El objetivo fundamental del establecimiento de niveles metodoló-


gicos es precisar y clarificar la utilización del campo semántico cons-
truido alrededor del método. La literatura sobre cuestiones metodoló-
gicas no siempre deja clara la delimitación entre dichos niveles, es decir,
cn un mismo texto podemos encontrar cuestiones que afectan a varios
niveles metodológicos; sin embargo, creo que conceptualmente puede
38 |N'rRonuccróN A |.A |=|LosoFtA DE LA cnaNc|A

hacerse esta distinción, y plasmarla en una terminología adecuada pue-


de ayudarnos en el análisis del papel de la metodología en el conjunto
de la filosofía de la ciencia.

3.2. Cuestiones ontológicas

Continuamente, tanto en la vida cotidiana como en las ciencias em-


píricas, tomamos compromisos ontológicos y, para que estos com-
promisos sean auténticos y firmes, «es necesario que las categorías
ontológicas posean un grado razonable de claridad, precisión y apli-
cabilidad» (Moulines, l982:327). Estas exigencias adquieren especial
importancia cuando nos referimos a la ontología de la ciencia.
A continuación vamos a ver cómo se plasman en el aspecto onto-
lógico los tres niveles de teorización que hemos distinguido (teoriza-
ciones de primer, segundo y tercer orden) en líneas anteriores.

i) Ontología de primer orden (01). Consiste en determinar las


unidades mínimas sobre las que se construyen las leyes y las teorías.
Vamos a plantear algunas cuestiones concretas.

EnsMPLn=1cAcróN DE LA oN'roLooíA De PRIMER ORDEN

l) La naturaleza de la ecuación de Schrödinger. Según la


interpretación estándar (nos referimos ala interpretación de Co-
penhague) de esta ecuación por parte de los físicos, el estatus
ontológico del electrón es el de un mero «campo de probabili-
dades». ¿Es ésta la última palabra o bien hay descripciones más
«realistas›› y «con sentido común» de las partículas elementa-
les? Delimitar la Ol de la física significa poder señalar los ele-
mentos del mundo real de los que habla la teoría.
2) ¿Es necesario utilizar una nueva matemática (tipos frac-
tales, matemática del caos) para reformular las teorías de deter-
minadas ciencias especiales (por ejemplo la meteorología o la
física de los fluidos)? En este caso la Ol delimita los recursos
matemáticos que se utilizan en una teoría.
3) ¿Pueden utilizarse científicamente los datos que nos da
CUESTIONES PRELIMINARES 3
l la introspección para constatar una teoría psicológica? Aquí la
Ol delimita los elementos sobre los que se construirán las teo-
rías psicológicas.

ÍÍ) Ontología de segundo orden (02). Explicita las categorías UC


el filósofo de la ciencia va a utilizar para estu d'rar ls
o p roductos cien-
tíficos.

E.rEm›r.mcAcróN DE LA oN'ror.oGíA DE sEoUN|>o o|u›EN

l) ¿Todo elemento teórico de una teoría científica ha de te


ner una contrapartida en el mundo real -si la teoría es verda-
dera- tal como consideran los epistemólogos realistas?, ¿o bien
tienen razón los instrumentalistas como Van Fraassen cuando
afirman que sólo la parte empírica de una teoría tiene contras-
tación real 0 que, en toda teoría, podemos encontrar conceptos
puramente teóricos con un valor sólo «instrumental›› de los cua-
les no tendría sentido hablar de una posible contrapartida en
el mundo real? Uno de los problemas planteados a raíz de la
02 es si todas y cada una de las unidades teóricas que forman
la O2 tienen una posible contrapartida en el mundo real, es de-
cir, si las partículas elementales representan elementos del mun-
do real.
2) ¿Cómo modifica la introducción de una determinada
construcción matemática el estatus ontológico de una teoria?
A veces la nueva construcción matemática sólo será un instru-
mento para hacer cálculos secundarios (por ejemplo la introduc-
ción de la estadística para evitar los posibles errores en la lectu-
ra de un instrumento en un experimento). Otras veces puede
significar un cambio total, que modifica la metodología detra-
tamiento, los objetos de los que habla, la forma de hacer y con-
trastar predicciones (por ejemplo, la introducción de la mate-
mática fractal en una disciplina como la meteorología). La O2
nos plantea la cuestión de hasta qué punto un cambio en las cons-
trucciones matemáticas cambia la ontologla de una teoria esta-
bleciéndose en este caso una relación entre O2 y M2.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

3) ¿Cuáles son las categorías conceptuales con las que apre-


hendemos cada una de las secuencias de la historia de una cien-
cia particular?, ¿son las teorías (Moulines), los paradigmas
(Kuhn), los programas de investigación (Lakatos), los mapas con-
ceptuales (Toulmin y Thagard) o las tradiciones de investigación
(l_audan)? La O2 determina las metacategorías conceptuales con
las que captamos los cambios cientiñcos.

iii) Ontología de tercer orden (03). En el caso de la ontologia


más que hablar de ontologia de tercer orden, lo que cabe es pensar
en cuestiones epistemológicas y metafisicas de la ontología, es decir,
en aquellos aspectos de los sistemas filosóficos que tienen consecuen-
cias en el plano ontológicofi Por tanto, en este tercer nivel de teori-
zación existe una interrelación entre la 03 y la M3.

EJEm=1.ri=rcAc1óN ma LA ouromois mi rtmccn oiwcn

1) Realismo vs. instrumentalismo. ¿Cómo podemos deci-


dir entre una de estas metahipótesis (realismo científico 0 ins-
trumentalismo científico?, ¿a que criterios podemos recurrir para
decidir si la empiricidad de un concepto científico es parcial 0
es total? Se trata de un problema de metafilosofía, pero con im-
plicaciones ontológicas de tercer grado, a saber: buscar la onto-
logía general de las teorías científicas averiguando si tienen un
estatus realista o bien puramente instrumental.
2) ¿Cuál es la utilidad de las matemáticas para la ciencia?,
¿cómo contribuyen en la creación de una disciplina cualquiera?,
¿se limitan a ofrecer un sistema deductivo general por el cual
suministren verdades y obtengan nuevas verdades que, a pesar

6. Para algunos autores, como M. Bunge. que identifican metafísica con ontolo
gía, puede parecer reiterativo hablar de metafisica de la onlología, pero yo no compar-
to esta identificación, y los niveles ontológicos expuestos en este trabajo -siguiendo
en algunos puntos a Moulines (Moulines, 1982 y 1992)- abogan por una complejidad
mayor del campo ontológicoš
cussriomas PRELtM1N/mias 41

de ser obvias (tautológicas) no nos lo parezcan por nuestra ca-


pacidad lógica limitada?, ¿o quizás lo que nos ofrecen es una
forma ordenada de construcción de las teorias cienttficas?, ¿son
las matemáticas un aspecto imprescindible para la ciencia o po-
dría haber en principio ciencia sin matemáticas? La 03 plantea
la relación entre ciencia y matemáticas, en el sentido de si la on-
tologia de la ciencia tiene que tener su correspondencia en el mun-
do de la matemática.
3) ¿Cómo interactúa un experimento con una teoría cien-
tifica?, ¿se construyen las teorías cientificas de forma lógica a
partir sólo de la evidencia empírica pura de los experimentos (por
ejemplo el solipsismo metodológico de la Auflmu) o bien las teo-
rías tienen un estatus aparte de la evidencia empírica y son crea-
ciones lógico-matemáticas, a las cuales el experimento sólo puede
-hasta cierto punto- refutarlas, pero nunca darles un funda-
mento, como diria Popper? Se refiere al problema del estatus
del experimento en el conocimiento cientiñco y, por ende, de la
construcción de la ontología de segundo orden.

El tratamiento de la antología en la literatura cienttfica y fllosofica

La literatura sobre ontología de la ciencia es menor que la que po-


demos encontrar sobre metodología, al menos respecto a referencias
explícitas; otra cuestión es el tratamiento de la ontología a través de
algunas de las cuestiones filosóficas, siendo en este sentido mucho más
abundante.”
Uno de los autores que de forma explícita hace referencia a la on-
tologia de la ciencia es U. Moulines, que representa la postura de la
concepción estructuralista. Para la concepción estructuralista (Steg-
müller, Sneed, Moulines, entre otros) la ontología de segundo orden
está compuesta de unas entidades llamadas «teorías›› y la pregunta clave
es ¿qué clase de entidades son las teorias cientificas?

7. La selección de autores y textos no pretende ser exhaustiva y se ha hecho con


el criterio de que abarcaran todos los aspectos aquí planteados, desde la Ol a la 03,
haciendo especial hincapié en las cuestiones filosóficas relacionadas con la ontología,
a saber: relativismo, patsimonia y realismo ontológico.
42 INTRODUCCIÓN A LA FIIDSOFÍA DE LA CIENCIA

No cabe duda de que el establecimiento de categorias ontológicas


de segundo orden pueden tener consecuencias para la ontología de pri-
mer orden, pero puede darse el fenómeno inverso, es decir, que la on-
tologia de primer orden tenga consecuencias para la de segundo or-
den. Esta interacción es posible y deseable siempre que no partamos
ni de una filosofía de la ciencia apriorística ni de una filosofia de la
ciencia encerrada en los estrechos márgenes de la investigación empí-
rica más inmediata.
Este tour de force entre ontología de primer y segundo orden está
ejemplificado en las teorías sobre la materia que plantean la cuestión
de «lo que hay» en general y que es un problema que conecta ciencia
y filosofía. Según Moulines (Moulines, 1982) el análisis del concepto
de materia pertenece a esta clase de problemática. Este problema es
especialmente importante para el tema que nos ocupa porque uno de
los esquemas conceptuales sobre la materia que determina la ontolo-
gía de «lo que hay» es el atomismo. Dice Moulines:

La idea de que la materia es una realidad numéricamente distinta


y fácticamente indivisible se retrotiae a los atomistas griegos. Ha sido
y es probablemente la concepción de materia más articulada y más in-
fluyente en el desarrollo de la filosofía de la ciencia (Moulines, 19821352).

El dilema metodológico que se nos plantea es que, por un lado,


pretendemos un concepto de materia (noción ontológica fundamen-
tal) «que sea lo más resistente posible ante los resultados empíricos
concretos», es decir, queremos un concepto de materia que resista los
embates del desarrollo científico pero, por otro lado, pretendemos un
«concepto de materia que sea no una pura elucubración sin contenido
empírico, ajena a las teorías científicas vigentes». Esto -dice
Moulines- sería hacer mala ontología.

Seguir demasiado fielmente las teorias científicas del momento es


suicida (además de acrítico); no seguitlas en absoluto es estéril. Este
es el dilema del ontólogo. Por supuesto, la resolución de esta tensión
estaría en seguir alguna vía media. El problema consiste en averiguar
cuál es esa vla en términos concretos (Moulines, l982:347).

Respectoa las consideraciones de Moulines, hay que señalar que


este distanciamiento de las teorías a la hora de construir la ontología
CUESTIONES PRELIMINARES 43

variará en función de si se construyen ontologias de primer o de se-


gundo orden.
Otro autor que ha proporcionado una ontologia de segundo or-
den es Frege Su ontosemántica es la propuesta de un sistema con el
objetivo de fijar la ontologia de la lógica y de la filosofía de la mate-
mática. Las unidades de la ontologia fregeana son objeto/función y
sentido/referencia. Moulines aplica la ontosemántica de Frege al pro-
blema dela identidad de las teorías, es decir, tenemos las teorías como
categorías básicas de la 02 y la ontosemántica de Frege nos ayuda a
definir la naturaleza de dichas entidades.
Respecto al aspecto ontológico de las teorizaciones de tercer orden
nos centraremos en tres cuestiones: a) el relativismo ontológico, que
consiste en la dependencia entre ontologia y esquema conceptual; b)
la parsimonia, que consiste en no multiplicar las categorías más allá
de lo estrictamente necesario; y c) el realismo ontológico, que sostiene
la existencia de las entidades teóricas.

a) Relativismo ontológico. Quine es uno de los representantes


del relativismo ontológico según el cual «las discrepancias en la onto-
logía suponen siempre una discrepancia en los esquemas conceptua-
les» (Quine, l962:43). Una de las tesis más representativas del relati-
vismo ontológico es la de la «inescrutabilidad de la referencia»,
sostenida por Quine y, aunque con diferencias, también por David-
son. Del pensamiento de Quine, puede deducirse que no es concebible
ningún cambio cientifico sin un cambio a nivel ontológico.
Si Quine tuviera razón entonces no sería posible que hubiera cam-
bios en la ontologia sin que los hubiera en el esquema conceptual co-
rrespondiente. Pero hay casos en la historia de la ciencia que constitu-
yen contraejemplos a esta idea. Lo que supuso de novedoso la obra
de Dalton para la química se encuentra en la ontologia. Si compara-
mos la teoría atómica de Dalton con la obra de químicos como Lavoi-
sier, Proust, Richter y Berthollet está claro, desde el punto de vista
histórico, que la teoría atómica supuso un cambio radical en la carac-
terización de «lo que hay» y que afecta a la teoría de la materia, pero,
¿quién se atrevería a decir que los supuestos teóricos de estos quími-
cos eran distintos?"

8. En mi ponencia sobre la revolución ontológica de Dalton, presentada en el Con-


greso Internacional Louis Proust (Segovia, mayo de 1992), se desarrollan estas cuestiones.
44 |NTRoDucci0N A LA Fltosorta DE LA ci1aNci,\

b) Parsimonia. La parsimonia está ligada al nominalismo. N.


Goodman es uno de los autores actuales que ha recogido (aunque mar-
cando las diferencias) la antorcha de Occam. Goodman analiza la re-
lación entre nominalismo y sistemas atómicos y afirma: «Mi criterio
de nominalismo puede aplicarse sólo a sistemas atómicos›› (Goodman,
l972:152).°

He dicho que el nominalista insiste en describir el mundo como com-


puesto de individuos, en describirlo como constituido de entidades en
que no hay dos que tengan el mismo contenido, y que por tanto, esto
es describirlo por medio de un sistema para el que no hay dos entida-
des distintas que tengan exactamente los mismos átomos (Goodman,
l972:l63).

Según Goodman sólo los sistemas atomistas pueden seguir las ins-
trucciones nominalistas. 0 sea, si un sistema es nominalista entonces
es atomista. Pero de esto no se desprende que todos los atomistas sean
nominalistas. Además -según Goodman- el nominalismo es una con-
dición necesaria (pero no suficiente) para que un sistema filosófico
sea aceptable. Según este esquema podríamos concluir que el que sea
un sistema atomista es una condición necesaria para que un sistema
filosófico sea adecuado.
Sin embargo, el nominalismo no nos preserva de escoger un mal
material de base. El nominalismo nos dice que escojamos átomos pero
no nos dice cuáles son buenos y cuáles no. Dice Goodman:

El nominalismo es más una condición necesaria que una condición


suficiente para que un sistema filosófico sea aceptable. Para construir
correctamente tenemos que tener mucho cuidado en la elección de la
materia prima. La elección de átomos por parte de un filósofo deter-
minado puede muy bien estar guiada por actitudes o principios que se
asocian al nominalismo por temperamento o por tradición; pero estos
principios son independientes del nominalista tal como lo he definido.
El nominalismo no nos protege de empezar con átomos absurdos. Nos
protege de fabricar baratijas de buenos átomos por medio de los cono
cidos recursos del platonismo. En otras palabras, el nominalismo es una

9. Sin embargo, cita dos articulos de alumnos suyos que han analizado la compa-
tibilidad o incompatibilidad del nominalismo con sistemas atómicos. Véanse Yoes (1967)
y Schuldenfrei (I969).
cuEs'ri0NEs PRELIMINARES 45

regla restrictiva de procesar, que no seleccionará la materia prima ni


fabricará buenos productos de malos productos pero, si tenemos bue-
nos productos nos ayudará a no sacar malos productos (Goodman,
l972:165).

Los problemas planteados por Goodman pertenecen a la ontolo-


gia de segundo orden a la que hacía referencia Moulines. Sin embar-
go, hay que señalar que el «principio nominalista» en sí mismo, es de-
cir, tomado como principio metafísico a tener en cuenta al hacer
ciencia, habría que considerarlo como metodología de tercer orden.
Supongamos que el mundo está formado por individuos, la siguien-
te cuestión es: ¿qué es un individuo? El nominalismo de Goodman
no implica rechazar entidades abstractas sino que lo que se admita
como entidad se construya como un individuo. Cualquier filósofo (no-
minalista o no) puede imponer muchas restricciones sobre lo que admi-
te como entidad, pero estos requisitos (estén o no fundamentados y
estén más o menos asociados con el nominalismo tradicional) son in-
dependientes del nominalismo tal y como lo entiende Goodman.
El nominalismo rechaza una variación de entidades sin distinción
de contenido. La definición de elemento atómico que da Goodman
aclara algunas ideas sobre lo que entiende por atomismo:

Un elemento atómico -o átomo- de un sistema es simplemente


un elemento del sistema que no contiene otros elementos del sistema.
Dependiendo del sistema, un electrón, 0 una molécula o un planeta po-
drian ser tomados como un átomo (Goodman, 19722158).

El principio nominalista es como el principio de no-contradicción


en lógica, no hay que probarlos, son requisitos para que un sistema
filosófico este bien fundamentado. Lo pertinente para nuestro caso
es que -según Goodman- sólo los sistemas atomistas pueden pre-
servar el principio nominalista.
Rescher (Rescher, 1987) critica el criterio de parsimonia a la hora
de fijar la ontologia, asociando la economía ontológica a posturas anti-
rrealistas (en su variante instrumentalista). Dice Rescher:

El problema con un instrumentalismo fenomenológico es que trata


la economia ontológica como el primer bien -un bien que vale la pena
adquirir incluso a un considerable coste, incluso en términos de un sen-
tido más amplio de economía que incluye también la economía de los
46 INTRODUCCIÓN A LA FIIDSOFIA DE LA CIENCIA

principios. La economía ontológica está muy bien cuando está libre de


cargas -o al menos es barata. Pero quizás se compre a un precio de-
masiado alto si requiere que paguemos costes substanciales en térmi-
nos de satisfacciones intelectuales de explicación y comprension (Res-
cher, 1972153).

Sin embargo, a partir de la concepción de Goodman sobre nomi-


nalismo, no está justificada la crítica de Rescher. El nominalismo de
Goodman no se compromete ni con el realismo ni con el instrumen-
talismo.
c) Realismo ontológico. En lo referente al realismo es relevante
la distinción de I. Hacking: i) realismo de entidades, según el cual mu-
chas de las entidades teóricas existen, cosa que el antirrealismo lo nie-
ga; ii) realismo de teorías, según el cual las teorías científicas son ver-
daderas o falsas, independientemente de lo que conozcamos, cosa que
el antirrealismo niega. Desde el punto de vista ontológico, sólo es per-
tinente el realismo de entidades.
El problema con la polémica sobre realismo/antirrealismo es que
dicha polémica es estéril, e incluso confusa, si antes no establecemos
la ontologia, lo cual significa determinar qué se entiende por real. La
concepción sobre lo real está en función de cómo se establezca la rela-
ción entre «mente›› y «mundo real». En este punto es pertinente la
distinción de Rescher de tres alternativas respecto a la relación entre
«mente›› y «mundo real››: i) materialismo ontológico; ii) idealismo on-
tológico; y iii) interaccionismo. El componente ontológico del realis-
mo científico nos dice que hay un mundo real independiente de la men-
te. Rescher critica tanto i) que considera que parte de una concepción
fisicalista, como ii) que lo asocia a una concepción platónica. Apues-
ta por iii), que caracteriza en los términos siguientes:

«lnteraccionismom En el conocimiento humano hay acuerdo entre


operaciones mentales y la realidad extramental a través de acomoda-
ción mutua, engendrando un proceso de una interacción de toma y daca,
en el curso de la cual nuestras concepciones se coordinan con las for-
mas de realidad extramental a través de la operación del proceso evolu-
tivo (Rescher, l987:98).

En referencia al realismo se nos plantea hasta qué punto el atomis-


mo está comprometido con el realismo o con el antirrealismo. Ade-
más también está la cuestión de hasta qué punto el atomismo implica
CUESTIONES PRELIMINARES

una toma de posición respecto a la relación entre mente y mundo real.


Tradicionalmente el atomismo griego ha sido considerado (y muchas
veces rechazado por ello), pero habría que hacer un análisis del con-
cepto de materia para sacar conclusiones fundadas sobre la relflC¡Ón
entre atomismo (griego o daltoniano) y materialismo.
Finalmente, veamos el caso de dos científicos sociales, Gordon R.
Willey y Philip Phillips, que en su obra Method and Theory in Ameri-
can Archaeology, hacen reflexiones metateóricas que encajan con 10
que aquí hemos denominado «aspecto ontológico de primer, segl1¡1d°
y tercer orden».
En el capítulo primero, «Archaeological unit Concepts», se anali-
za cuáles son las unidades arqueológicas básicas a fin de estab1€C€l`
las entidades sobre las que, a posteriori, construirán sus teorías. ESI@
actividad es la del ontólogo de primer orden. Según estos aut01'eS ¡HS
«unidades arqueológicas básicas» son la phase, que definen en los tér-
minos siguientes:

Preferimos describir el concepto [se refieren afase] como una uni-


dad arqueológica que posee rasgos suficientemente característicos Pam
distinguirla de todas las otras unidades concebidas de forma similar
(Willey y Phillips, l958:22).

También encontramos ejemplos de reflexiones sobre la economía


ontológica, es decir, hasta qué punto estos científicos se guían DO' el
principio de parsimonia en la construcción de teorías para la af"
queología.

Mientras este uso tiene la aparente virtud de la economía a travéS


de la eliminación de la diferencia conceptual entre tipo y unidad» 11050'
tros preferimos mantener estos conceptos distintos, porque pensamos
que los conceptos unidad tienen ciertas características no cornpartid&S
por los tipos artefacto y esto tiene importantes consecuencias metodo-
lógicas (Willey y Phillips, 1958112).

Por último una referencia al realismo ontológico:

Afortunadamente, existe un acuerdo general entre los arqueóloS0S


norteamericanos sobre lo que constituye un tipo artefacto, aunque aún
hay alguna disputa sobre lo que significa en términos de la realidad bá-
sica que hemos postulado como el sujeto de la arqueología. la diferencia
43 iN'rizoDuccióN A LA Fitosori/t Dia LA ciiaNci›.

Principal puede ser enunciada como la oposición entre HQUCUOS Que Cree"
que los tipos existen en la naturaleza y aquellos que creen que el clasifi-
cador los «descubre›› (Willey y Phillips, 1958213).

Las referencias a cuestiones ontológicas, tanto por parte de filóso-


fos como científicos, y tanto en el plano de la Ol como en el plano
de la 03, nos llevan a concluir la importancia de la ontologia, no sólo
para la investigación empírica más inmediata sino también para clari-
ficar algunos de los debates que la filosofía de la ciencia tiene plan-
teados a nivel epistemológico y metafísico.

3.3. Cuestiones lógico-semánticas

El análisis lógico (sintáctico y semántico) no se aplica necesaria-


mente a una clase privilegiada de teorías sino que puede aplicarse a
todo discurso racional, siempre que éste sea suficientemente sistemá-
tico y riguroso (Dalla Chiara, l976:139). Este planteamiento supone
el análisis y la reconstrucción de los postulados científicos con estruc-
turas formales. Para llevar a cabo este objetivo se ha tomado la es-
tructura axiomática como la más apropiada para reconstruir las teo-
rias formalmente. Desde el punto de vista semántico tenemos las
categorías introducidas por Frege y Tarski que contribuyen enorme-
mente al desarrollo de este aspecto de la filosofía de la ciencia.
Así como en el caso de la ontologia y la metodología hemos dis-
tinguido varios niveles, lo primero que cabe preguntarse es si también
en el caso de la lógica (sintaxis y semántica) podemos hablar de lógica
de Primer, Segundo y tercer orden. En primer lugar hay que señalar
que «lógica de primer orden» y «lógica de segundo orden» tienen un
significado muy concreto, a saber: lógica en que se cuantifican las va-
riables y lógica en que se cuantìfican predicados, respectivamente. In-
dependientemente de estos significados concretos, en el caso de las cues-
tiones lógico-semánticas, lo que podemos señalar es cómo la relación
entre ciencia y lógica afecta a los distintos niveles de teorización.

i) Relación entre lógica y teorizaciones de primer orden. La ló-


Srfiâ. entendida como el estudio de la estructura deductiva de los dis-
cursos racionales suficientemente rigurosos, es un instrumento pode-
roso para la ciencia. En este caso la cuestión estaría en si es posible
CUESFIONES PRELIMINARES

abordar estos discursos con una sola lógica, por ejemplo, con la lógi-
ca clásica o hay que recurrir a las llamadas lógicas no estándar para
determinados discursos, en los que se viola alguno de los principios
de la lógica clásica (tal es el caso de la física cuántica que recurre a
la lógica cuántica) o porque el grado de complejidad del discurso en
cuestión exige una lógica polivalente (tal es el caso de las ciencias jurí-
dicas que requieren la lógica modal). Este aspecto del análisis lógico
está dentro de los límites del primer grado de teorización.

Eri1Mi>i.ii=icAcióN DE LA iu3LAcióN iaNi'ius LóGicA Y cnaNciA

l) ¿Cuál ha de ser la forma lógica de las oraciones del len-


guaje natural?, ¿una extensión de la lógica de primer orden o
bien una abstracción de las reglas concretas de la teoría de reac-
ción y lazos, como afirma el propio Chomsky? Este problema
se plantea en la lingüística y hace referencia a los elementos de
los que habla la teoria.
2) ¿Para trabajar con la mecánica cuántica necesitamos una
nueva lógica (por ejemplo la lógica cuántica) o bien es suficien-
te la lógica clásica? Este problema se plantea en fisica y química
y hace referencia a los recursos lógicos de una teoria.
3) ¿Cuál es el significado, el valor veritatìvo de la eviden-
cia empírica recogida por Lyell en sus Principios de geología para
demostrar que la Tierra em mucho más antigua de lo que la gente
creía hasta entonces? Se trata de una cuestión de tipo semántico
sobre la significatividad de las evidencias en geología.

ii) Relación entre lógica y teorización de segundo orden. La


cuestión que se nos plantea es la estructura formal de las teorías cien-
tificas. En este sentido las posturas pueden ir desde la prescripción
de que sólo la estructura axiomática es válida para reconstruir las teo-
rias cientificas, y además se toma la posibilidad o no de esta recons-
trucción como criterio de demarcación entre ciencia y pseudociencia,
hasta el considerar que no tienen ningún valor epistemológico estas
reconstrucciones a las que se considera un puro juego fomial. Una
postura intermedia es proponer una gama más amplia de estructuras
50 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

formales (por ejemplo, la teoría de conjuntos) para reconstruir las teo-


rías científicas.

EJ1zi.iPLri=icAcióN Dia LA iuai.AcióN isurnn i.óoicA Y i=iLosoi=íA DE


LA cirsNciA i>i1oi›i_AM1sN'ria i:›icn.A

l) ¿Una teoria general sobre el isomorfismo entre una par-


te del mundo (como el lenguaje natural) y una teoria cientifica
(la lingüística generativista), ha de ser sólo lógica o ha de tener
también en consideración presupuestos empíricos de cómo está
efectivamente articulado el mundo (como sugiere Ruth Millikan)?
Se trata de un problema filosófico sobre la relación entre len-
guaje y realidad, planteado en términos de isomorfismo por Witt-
genstein; un problema, por lo demás, que puede rastrearse has-
ta los griegos.
2) ¿Son todas las lógicas equivalentes -y en principio es
suficiente la lógica clásica para trabajar con cualquier ciencia-
o bien algunas son más útiles que otras para un determinado
objetivo? Se trata de una cuestión sobre la utilidad de las diver-
sas lógicas en la ciencia.
3) ¿Cómo se computa el grado de significatividad de la evi-
dencia empírica de una teoria dada? ¿Podemos decir que el sig-
nificado de una teoría depende única y exclusivamente de la
evidencia empírica que posee o bien hay parte que no y que de-
pende de los presupuestos meramente lógicos o instrumentales?
Se trata de un problema sobre el significado de una teoría cien-
tífica.

iii) Relación entre lógica y teorizaeiones de tercer orden. Una


primera cuestión es si hay que entender la lógica sólo desde el aspecto
sintáctico (concepción sintáctica de las teorias) o bien reforzar el as-
pecto semántico (concepción semántica de las teoi-ias).'° Otra cuestión
importante es si existen criterios para evaluar las distintas lógicas con

IO. En el capitulo sobre teorias se expondrán las principales tesis de estas dos con-
cepciones.
cues-riomas i›iusi.iMiNAiuss Sl

las que reoonstruimos formalmente los discursos científicos. Finalmen-


te, existe la cuestión de hasta qué punto las estructuras lógico-
matemáticas reflejan la realidad. Este viejo problema se remonta a Pla-
tón y fue expuesto por Galileo, concretándose en la máxima de que
«la naturaleza está escrita en lenguaje matemático».

Errar/i1›Li1=icAcióN Dia LA iuai.AcróN iauriua LÓGICA, Pon UN LADO, Y


MiarAFísicA Y MiarAi=ri.osoi=iA, Pon omo

l) ¿Es factible una teoría general sobre el isomorfismo en-


tre teoría y mundo o bien tienen razón los filósofos como Put-
nam cuando afirman que podemos inventar cualquier construc-
ción lógica ya que siempre encontraremos un isomorfismo entre
esta construcción y el mundo real? Se trata de un problema filo-
sófico básico en filosofía del lenguaje o de la ciencia.
2) ¿Cómo se calcula el contenido semántico, informacio-
nal, veritativo de una lógica dada a la hora de aplicarla a una
ciencia concreta? Se trata de un problema de metalógica, de ca-
rácter técnico pero muy desarrollada y con resultados muy inte-
resantes.
3) ¿Cuál es la mejor forma de expresar el contenido semán-
tico de una teoría dada: axiomatizándola mediante la lógica de
primer orden (como intentaron determinados representantes del
Círculo de Viena) o mediante la lógica más la teoria de conjun-
tos (como se hace desde el estructuralismo) o mediante una teo-
ría de tipo semántico como la de Van Fraassen? Se trata de un
problema sobre cuáles han de ser los criterios de una meta-
metateoría para decidir qué metateoría filosófica es la mejor a
la hora de teorizar sobre la práctica científica.

El tratamiento de las cuestiones lógico-semánticas en la literatura


cientifica y ƒilosóflca

Hay una forma de ver la relación entre lógica y filosofía de la cien-


cia y es considerar la lógica como un instrumento de análisis concep-
tual. Respecto a esta cuestión las divergencias vienen, fundamental-
52 rN'rnoDUccioN A LA i=iiosorIA De LA cnaNciA

mente, a la hora de sopesar determinados instrumentos de análisis.


Los métodos formales han sido siempre utilizados por los filósofos
de la ciencia, la cuestión está en el peso que damos a dichos métodos
dentro del conjunto y la exclusividad de los mismos. La utilización
de instrumentos formales de análisis conceptual está relacionada con
la manera de entender la reflexión filosófica de la ciencia (cuestión
tratada en los párrafos anteriores). Mientras unos consideran los mé-
todos formales como los únicos instrumentos conceptuales de análi-
sis filosófico, otros los consideran un puro juego formal que en nada
contribuye a la comprensión de la ciencia.
Nadie puede dudar de que el análisis lógico es una actividad legíti-
ma de la filosofía de la ciencia. Lo único discutible es su exclusividad.
En el análisis lógico vemos dos direcciones: «uno puede intentar tra-
tar con diferentes tipos de teorías empíricas con la esperanza de que
ciertas ideas generales surgirán de resultados parciales. Pero también,
uno puede proceder en dirección opuesta; empezando con algunos pre-
supuestos generales, uno puede intentar ajustarlos a las peculiarida-
des de teorias distintas» (Wojcicki, en Przelecki et al., l976:9).
Wojcicki dice que estos dos enfoques pueden complementarse. El
análisis lógico puede limitarse a las teorías matemáticas, sin embargo
se ha intentado aplicar la teoría de modelos fuera del estrecho marco
de las teorías matemáticas. En especial debemos a P. Suppes, J. Sneed
y M. Przelecki el desarrollo sistemático de una semántica de las teo-
rías fisicas en el cuadro conceptual de la teoría abstracta de modelos
(Dalla Chiara, 19761140). Respecto a la teoria de modelos dice Dalla
Chiara:

Un análisis de este tipo demuestra, a un tiempo, la vasta aplicabili-


dad de las ideas generales de la teoría de modelos y, sin embargo, la
necesidad de ir adaptando poco a poco sus instrumentos a las caracte-
risticas peculiares de las distintas situaciones teóricas consideradas. His-
tóricamente, Ios teóricos de los modelos fueron siempre matemáticos,
obviamente preocupados, de modo especial, por las aplicaciones de tipo
matemático. Con toda probabilidad la tendencia contemporánea a abrir
la teoria también hacia las problemáticas de las ciencias empíricas, des-
pertará nuevos interrogantes de interés para la misma teoría pura de
modelos (Dalla Chiara, l976:l42).

El problema que plantea Dalla Chiara es si el análisis lógico tiene


que contar sólo con la lógica clásica o, a la vista del desarrollo de las
cUEs'rroNras PRELIMINARES 53

Hamaqaf «iågicas no estándar», dicho análisis debe apostar no por


¡H «umcidad›› de la lógica sino por la «multiplicidad››. Uno de los Pr0-
hlemas es la conmensurabilidad o inconmensurabilidad de las distin-
tiis lógicas. Dice Dalla Chiara:

Prešuntémonos ahora si resulta admisible que un mismo ser inteli-


gente emplee lógicas distintas en diferentes situaciones, manten¡er1d0
“" °0mDortamiento racional coherente. La respuesta sería obviamente
rieåfltiva Siempre que se pretendiera identificar un ser pensan te con un
unico sistema formal. No obstante, son muchos los argl-Im¢rIl0S que ¡W
ducen a asimilar la actividad racional de un ser inteligente, a un siste-
ma múltiple de sistemas formales parciales mucho más que 21 un IÍIDÍCO
sistema formal (Dalla Chiara, l976:l50).

Supuesta la no exclusión de sistemas formales para el análisis de


las teorias científicas, la cuestión está en si hay una lógica preferente.
La respuesta de Dalla Chiara es que la superioridad histórica de la ló-
Sica clásica tiene un significado práctico y psicológico.
' Pero no sólo
D0rqUe es práctico y psicológicamente satisfactorio sino también POr'
rlue es la iógica más potente. Sin embargo, lo que interesa es cómo
valorar las siguientes lógicas en su papel de instrumento para la com-
Drensión de la ciencia. Si la lógica clásica, por muy potente que sea.
n_o tiene modelos en una ciencia particular, de poco sirve para esta cien-
Cla. En el campo de la ciencia como en el de la filosofía de la ciencia
nos movemos en el ámbito de lo posible, no en el ámbito de lo que
deberia ser, sobre todo si este «deber ser» no guarda relación con lo
que «Puede ser».
Ademåfi, hay cuestiones en filosofía de la ciencia de las que tene-
mos un tratamiento formal y otro no formal. Mientras no sostenga-
mos la exclusividad en uno u otro sentido, en principio, no tienen por
Clllé ser incompatibles ambos tratamientos. Por ejemplo, la te0r1'3 de
la definición y la caracterización del concepto de determinismo han
recibido tratamiento formal y no formal. P. Suppes (Suppes, l984a)
ha elaborado una teoría de la definición formal, en cambio P. Achins-
tein (Achinstein, 1971) de la no formal. En cuanto al determinismo,
R; M°m3BUe Qvlontague, 1974) ha establecido una tipología de deter-
minismo e indeterminismo con un tratamiento formal; por 0tl'0 1flCi0.
J. Earman (Earman, 1986) y P. Fevrier (Fevrier, 1955) han construido
una ÚP0iogia de determinismo/indeterminismo sin recurrir ' a méto-
54 mrrtoouccrón A LA FiLosoi=tA DE LA ciENcrA

dos formales. El análisis lógico es un instrumento muy importante para


el análisis de las teorias científicas pero que no agota el análisis con-
ceptual.

4. CoN'rEx'ro DE LA iUs'rn=icAcióN Y coN'rEx'ro DEL DEscUBiuMrEN'ro

La filosofia de la ciencia tiene dos vertientes, una sincrónica y otra


diacrónica. La primera analiza la ciencia como producto y la segunda
la ciencia como proceso. En este sentido la polémica se ha centrado
en la disyuntiva entre contexto (o lógica) de la justificación -fun-
damentación de la ciencia sin tener en cuenta la variable temporal-
y contexto (o lógica) del descubrimiento -explicación del desarrollo
de la ciencia- siendo este último cuestionado por muchos filósofos
como posibilidad de análisis racional.
Dentro de la tradición neopositivista procedente del Círculo de Vie-
na, la distinción entre contexto de la justificación y contexto del des-
cubrimiento ha servido para concluir que no es posible la lógica del
descubrimiento. La irrupción historicista en la filosofia de la ciencia
en la década de los sesenta sacó de su letargo a la lógica del descubri-
miento pero no supuso el más mínimo acercamiento a una posible in-
terrelación entre ambos contextos, si cabe, creció el abismo entre ellos.
Desde el contexto del descubrimiento, y a la vista del trabajo me-
tateórico realizado sobre la dinámica científica, nadie puede negar la
existencia de este campo de conocimiento. Sus resultados pueden con-
siderarse más o menos potentes desde el punto de vista explicativo pero
no puede negársele entidad propia.
Lo que en estos momentos es más discutible es hasta qué punto
el contexto del descubrimiento debe recurrir al contexto de la justifi-
cación para construir sus propios modelos. La conclusión va en la di-
rección de que es necesario recurrir a la lógica de la justificación para
completar los modelos de cambio científico. Esto supone la posibili-
dad de interrelación entre el contexto de la justificación y el contexto
del descubrimiento. En este sentido, T. Nickle tiene razón al afirmar:

Es también probable que comparta mi creencia en que sus análisis


de casos históricos (principios de razonamiento y justificación) no son
sino las dos caras de una misma moneda (Nickle, en Suppe, l979:
629-639).
55
cuEsrioNEs i>nELiMrNAREs ntexto
ço
En cuanto al papel del contexto de la justificación en eìøs riV9Jes
d _ . . . _, teorl . (al
el descubrimiento, los criterios para la eleccion entre _ n¡;íf1¢05 _
propuestos por los autores de las teorias sobre cambioš “ete çonfictê
menos los de Kuhn, Lakatos y Laudan) están directarflen r¿fer6l1c'_a
dos a problemas de los fundamentos del conocimiento- La ¡¡-¡fi-odllclr
al contexto de la justificación también se hace necesaria *fl ¿_ En este
aspectos normativos en los modelos de dinámica cienffl-¡ire ¢¡_1ál es
caso tenemos que introducir normas que nos orienterl so ue los r'Il0'
el mejor modo de hacer progresar la ciencia, si queremas ncia, Sìnø
delos no sólo sean una descripción del desarrollo de la me
que también nos digan la mejor manera de hacerla. de cal-¡¡biO
Finalmente señalemos que aunque desde los mod61°5 tre ambos
científico se explicite y analice la necesaria interrelación en ¡mr toda
contextos, ello no implica que dichos modelos tengan qilc apoocimien-
la obra metateórica que necesita la fundamentación dfil con b¡e¡¡¡áti-
to. Lo único que queda claro es que es imposible eludir la prïmelos de
ca del contexto de la justificación a la hora de aplicar 105 m do to¿0
cambio científico a la historia real de la ciencia, apro*/echan u1a_
el armazón metateórico que la lógica de la justificación ha acum
do a través del tiempo.

5. LA i=ii.osoi=iA DE LA ciENcLA ENTRE LA DESCRIPCIÓN


Y LA PitEscrirPcróN

Todos los filósofos de la ciencia aceptarían el componênte desenla-


tivo del análisis filosófico, aunque negaran la exclusividad de la fun-
ción descriptiva. Sin embargo, no ocurre lo mismo con el Componerfte
normativo, ya que hay una corriente en filosofía de la Gieflcia que ¡ne-
ga todo carácter normativo a la filosofia de la ciencia, U0 Sólo c°m°
su único carácter, sino también como uno de sus componentes- Esta
negación puede producirse por diversas razones.
Hay varias formas de negar (o sustituir) el uiráctel' n01'maIÍV0 de
la filosofia de la ciencia. Negarlo significa introducir e1ern6l”ll0S anar-
quizantes y relativistas en la dinámica cientifica. Sustïituirlo in'lD1ÍCa
tomar alguna de las skuientes altemativas:

i) Reducción de la epistemología a la psicología. U na Versión Con-


creta de esta postura está en la «epistemología naturalizada» de Quine.
56 innzooucclon A LA |=nosoFI›. DE LA ciENci.«

ii) La reducción de la epistemología a la sociología de la ciencia.


Esta alternativa es sustentada por B. Barnes y D. Bloor (entre otros)
pertenecientes a la llamada Escuela de Edimburgo.

Í) EH <<EPìSï€m010gY naturalized» Quine, después de haber seña-


13d0 que Hum@ HOS °¡lS¢ñó que no podemos justificar nuestro cono-
cimiento y que el programa cartesiano para la «justificación›› ha fraca-
sado del mismo mod0 que lo ha hecho el fenomenalismo representado
por Carnap en Logische der Auƒbau, aboga por abandonar la episte-
mología en beneficio de la psicologia. Dice Quine:

¿Por qué no aceptamos la psicologia? Esta transferencia de las car-


BHS ¢D¡S1¢m0|Ó€¡CâS 8 la psicología es un movimiento que, en un Dfi'
mer momento no se aprobó porque se consideraba que era un argu-
mento circular. Si la finalidad de la epistemología es la validación de
la fundamentación de la ciencia emplrica, esta finalidad se ve frustra-
da si se utiliza la psicología o cualquier otra ciencia empírica para su
validación, Sin embargo, estos escrúpulos contra la circularidad tienen
POCH ìmP0l'lflflCÍfl Si dejamos de soñar en deducir la ciencia de la obser-
vación. Si salimos fuera simplemente para comprender el lazo entre ob-
servación y ciencia, tenemos que estar dispuestos a utilizar cualquier
¡flf0l'l'I1flC¡Ófl Ó-¡SD0l1¡b1¢, incluyendo la proporcionada por la ciencia cuyo
lazo con la observación tratamos de comprender (Quine, l969:75-76).

Pllïflflm, POT °U'0 ¡B4-10, refuta la tesis naturalista de Quine. Dice


Putnam:

A Dfimeffl W313 la Dosición de Quine es, desde el punto de vista epis-


temológico, eliminacionistaz simplemente tenemos que abandonar las
HOCÍOHCS de ÍUSÚFINCÍÓH, buenas razones, afirmación justificada, etc.,
y reconstruir la noción de «evidencia›› (en tanto en cuanto la «eviden-
cia» se convierte enla estimulación sensorial que produce en nosotros
las creencias cientificas que poseemos). Sin embargo, hablando con él,
Quim? ha d¡0h0› felïelidamente, que no quiere decir que haYH que “amm”
donar lo normativo» (Pnmam, 1932),

Giere (Giere, 1988) trata el tema de la posibilidad de una filosofía


de la ciencia naturalizada. Giere distingue entre «racionalidad catego-
rial›› y «racionalidad hipotética››; en la primera la racionalidad se en-
tiende como una propiedad esencial, en la segunda, la racionalidad
cui=.s'r1oN|as i>n5uM1NA|uas 57

significa utilizar los medios adecuados para conseguir un fin. Esta dis-
tinción equivale a la distinción entre racionalidad de medios (hipoté-
tica) y racionalidad de fines (categorial). Sin embargo en ambos casos
tenemos racionalismo entendido -según Giere- como el punto de
vista que sostiene que hay principios racionales para evaluar las teo-
rías. Por el contrario, desde una postura naturalista las teorías son acep-
tadas a través de un proceso natural en el que intervienen el juicio in-
dividual y la interacción social. Giere propone un «realismo naturalista»
por ser el más compatible con su propuesta mucho más general que
denomina «aproximación cognitiva a la teoría de la ciencia», entendi-
da como una filosofía de la ciencia que utiliza los recursos de las cien-
cias cognitivas (Giere, 198821-2).

ii) La sustitución de la epistemología por la sociología del cono-


cimiento significa sostener la tesis de que no es posible, ni siquiera con-
ceptualmente, acceder al conocimiento independientemente del con-
texto cultural. En primer lugar, hay que dejar claro que negar esta tesis
sociologista no implica sostener que el contexto cultural no influye en
la adquisición de conocimiento. El estudio de esta influencia es lo que
hemos denominado sociología de la ciencia, psicología de la ciencia,
política de la ciencia, etc.
La llamada Escuela de Edimburgo, con autores como B. Barnes
y D. Bloor, es representativa de esta concepción. Veamos cómo estos
autores argumentan en favor del «Programa radical en sociología del
conocimiento» («Strong Programme in Sociology of Knowledge››):

El sociólogo se interesa por el conocimiento, incluyendo el conoci-


miento científico, como un fenómeno natural. La definición apropia-
da de conocimiento será, por tanto, distinto del hombre de la calle o
del filósofo. En lugar de definir el conocimiento como creencia verda-
dera -o quizás, una creencia verdadera que está justiñcada- el cono-
cimiento para el sociólogo es todo lo que la gente toma como conoci-
miento. Consiste cn aquellas creencias que la gente posee y en las que
confia y vive con ellas. En particular, el sociólogo está interesado en
las creencias que se dan por supuestas, que están instituciónalizadas
o investidas de autoridad por determinados grupos de personas. Por
supuesto el conocimiento tiene que diferenciarse de la simple creencia.
Esto puede hacerse reservando el ténnino «conocimiento›› para lo que
es colectivamente aprobado, dejando lo individual y lo idiosincrásico
como mera creencia (Bloor. l979:5).
58 INTRODUCCION A LA F|uosoFlA DE LA cnaNciA

Entre los filósofos de la ciencia hay que señalar a M. Hesse como


defensora, aunque con reparos, de las tesis sociologistas. Dice Hesse:

He sugerido que la tesis radical en sociología de la ciencia no es tan


radical como algunos de sus defensores piensan y algunos de sus críti-
cos han objetado. He tomado la tesis de lo que constituye el espíritu
de la «teoria absoluta de la ideología» de Mannheim y el «programa
radical» de Bloor, a saber: que las normas racionales y las creencias
verdaderas en la ciencia natural son tan premisas explicativas como pue-
dan serlo la no-racionalidad y el error. En los tres últimos apartados
he argumentado que esta tesis, junto a todas las epistemologías que re-
chazan la posibilidad de una fundamentación racional absoluta del co-
nocimiento, implica que la terminología cognitiva no puede ser aplica-
da en un sentido absoluto. Pero esta tesis no implica que la terminología
cognitiva no sea útil, simplemente dice que tiene que ser explícitamen-
te redeñnida para referirse al conocimiento y que los enunciados ver-
daderos lo son en virtud de un conjunto de normas culturales (Hesse,
l980:S6).

En su obra Revolutions and Reconstructions in the Philosophy of


Science Hesse rompe con la tradición del empirismo lógico que hasta
entonces la había caracterizado.
Las deficiencias de todas estas alternativas nos llevan a la conclu-
sión de que el filósofo dela ciencia no puede evitar ejercer las funcio-
nes de legislador, estipulando normas o criterios de racionalidad episté-
mica (Domenech, l988:22). Esto plantea dos problemas: quién controla
al legislador y el regreso al infinito, estableciendo criterios para esta-
blecer criterios. Dos problemas con una misma raíz, a saber: dónde
situamos los criterios epistémicos. Una salida es dejar la fundamenta-
ción para el campo del aprìori, pero no creo que esta solución satisfa-
ga a nadie. Domenech propone un «criterio práctico» que discurre en
los términos siguientes:

Atendemos a los procesos de investigación científica; aquellos pro-


cesos que han culminado en resultados exitosos (de acuerdo con un cri-
terio práctico, no epistémico) los tomamos como modelo y exploramos
los criterios epistémicos que los han gobernado, y asi conseguimos una
primera aproximación, siempre susceptible de ulterior revisión (a tenor
de los cambios y procesos acontecidos en el ámbito en cuestión o en
otros ámbitos de la gran empresa colectiva que es la ciencia) (Dome-
nech, l988:23-24).
CUESTIONES PRELIMINARES S9

También podrían considerarse supuestos normativos de tercer orden


lo que Domenech llama «proposiciones o doctrinas metafísicas» que
tienen su precedente en las verités de raison de Leibniz. Entre estas
cuestiones metafísicas señala la doctrina determinista, el carácter lo-
cal de la causalidad, la asimetría temporal dela causalidad, y la acau-
salidad del tiempo. Dice Domenech:

Que muchas «verités de raison» (metafísicas y lógico-matemáticas)


tengan contenido mínimo quiere decir que no son verdades a priori en
ningún sentido absoluto del término, y quizá sugiere que no hay verda-
des o proposiciones a priori, independientes de la experiencia, de nin-
gún tipo. Pero esto no nos interesa mucho aquí. Lo que nos interesa
es que esas verdades «funcionan como si fueran a priori en muchos con-
textos epistémicos». O, para decirlo con mayor gravedad y más solem-
nidad: que el hecho de que no haya verdades a priori en un sentido ab-
soluto, no quiere decir que no haya verdades a priori en un sentido
relativo. Al contrario, ningún contexto epistémico es pensable sin la acep-
tación de verdades a priori (metaflsicas y lógico-matemáticas) para ese
contexto (Domenech, 1988).

Putnam hace unas consideraciones esclarecedoras en la relación en-


tre normatividad y apr101'1511101

Si no vamos a eliminar lo nonnativo, y no hay posibilidad de redu-


cir lo normativo a nuestra ciencia favorita, sea la biología, la antropo-
logia, la neurociencia, la física o cualquier otra, ¿dónde estamos? Po-
demos intentar construir una gran teoría de lo nonnativo en sus propios
términos, es decir, una ep¡St€l110l0§Ía f0l`l'II&1- pero este proyecto parece
demasiado ambicioso. Mientras tanto, hay mucho trabajo filosófico por
hacer y puede hacerse sin demasiados errores si lo hacemos libres de
las ataduras del reduccionismo y del historicismo que tanto han afecta-
do últìmamente a la filosofía. Si la razón es a la vez trascendente e in-
manente, entonces la filosofia como reflexión limitada culturalmente
y que argumenta sobre cuestiones etemas, tiene ambas dimensiones,
la temporal y la eterna. No poseemos el punto arquimideo; siempre ha-
blamos en un tiempo y en un lugar; pero la corrección o incorrección
de lo que decimos no es sólo para un tiempo y un lugar (Putnam,
l983:247).

Esto significa que no identificamos el carácter normativo con el


apriorístico; que vemos la relación entre ciencia y filosofía de la cien-
cia como una interacción, ni totalmente a priori ni encorsetada por
60 INTRODUCCION A LA FlLosoi=lA DE LA ciENclA

la im/esfigación empírica más inmediata; por último, que la fíl0S0fÍfi


de la ciencia tiene dos componentes, uno descriptivo y otro normati-
vo, no siendo éste reducible a ninguna ciencia particular.
Las aportaciones de Laudan a la evaluación racional en relación
a la historia y la filosofía de la ciencia pueden considerarse propues-
tas de tipo normativo. Laudan sostiene que la mayoría de las personas
científicamente educadas tienen una serie de intuiciones normativas
del tipo siguiente: «en el año 1800 era racional aceptar la m¢¢ål'1ìCfl
newtoniana y rechazar la mecánica aristotélica››; «en 1890 era racio-
nal rechazar la idea de que el calor era un fluido››; «después de 1830
era irracional aceptar la cronología bíblica como un informe de la his-
toria de la tierra», etc. A este conjunto Laudan lo llama «intuiciones
Pre-analíticas sobre la racionalidad científica». Por tanto, podemos de-
cir que la filosofía de la ciencia ejerce tanto una función descriptiva
como normativa respecto a su objeto de análisis, a saber: la ciencia.
La filosofía de la ciencia describe la ciencia cuando expone una serie
de teorías científicas tanto en los libros de texto (descripciones sincró-
nicas) como en la historia real de la ciencia (descripciones diacróni-
C3S)- Tämi-7¡¿fl Pueden considerarse descripciones las «reconstruccio-
nes” de Períodos de la ciencia tal como las entiende Lakatos."
La faceta normativa de la filosofía de la ciencia se manifiesta de
distintas formas que van desde los principios lógicos. 60m0 C1 DTÍHCÍ'
Pio de no-contradicción, hasta las cuestiones referentes al método cien-
tífico. Lo que diferencia a unas normas de otras es la fuerza y la Uni-
versalidad con las que actúan en la investigación científica. El binomio
ÚCSCFÍPCÍÓH/prescripción no tiene por qué verse como una disyunción
exclusiva, lo cual no significa mantener una postura ecléctica ni hacer
una síntesis de los dos polos, sino ver la descripción y la prescripción
como dos caras de una misma moneda.

ll- Estos dos niveles de descripción (descripción simple y reconstrucción) se cn-


cuentran en todos los campos de conocimiento en que se dan descripciones. Por ejemplo.
CII 20010312 o en geografía tenemos desde las descripciones mas simples que. aunqufl
S011 I-ln Pl'0d¡$¡0 de erudición, utilizan sólo un aparato conceptual que no va måS allá
dfil l>f0P¡2m¢rIte lingüístico (es decir, que sólo es necesario un buen conocimiento de la
|¢fi8\-la 011 ia que está escrita la descripción) hasta descripciones muy sofisticadas en las que
se utiliza un aparato conceptual construido con conceptos clasificatorios y de orden.
E.Í¢mP|0s de estas descripciones sofisticadas son las clasificaciones de los animales cons-
tmidas por los zoólogos o las clasificaciones hechas por los geógmfos de las ciudades
atendiendo a variables demográficas, económicas, etc. Por tanto, las descripciones pue-
den ser más o menos informativas en función del esquema conceptual que I-ll¡l¡Z=l110S-
2. A1>Rox1MAc1óN H1s1¬óR1cA A LA FILDSOFIA
DE LA c1ENc1A
l. Cmncm Y 1=tLosoFiA

Si rastreamos los orígenes de la ciencia y de la fì|0S0fífl, Constata-


mos que ambas estaban en manos de la misma Comunidad de sabios.'
La precariedad y el estado incipiente de estoS CUHPOS de ¢0n0Cìmi¢n<
to hacían que hubiera individuos que podían controlar toda la infor-
mación, no sólo en sus distintos niveles de concelmlfllilflcìón (Ci€nC¡2
y filosofía de la ciencia) sino también en distintos Campos (física, as-
tronomía, Zoología). En los origenes del conooimiento Sistematizado
no había clasificaciones de dicho conocimiento, ni Vfirtioal ni horizon-
talmente. Con el desarrollo del conocimiento Siüematizado empeza-
ron las divisiones a nivel horizontal, pero pasaron muchos Siglos has-
ta que estas divisiones alcanzaran el plano vertical (ciencia, metaciencia,
metafilosofía). Por tanto, ciencia y filosofía Gflminafon Unidas duran-
te un largo período de tiempo. A medida que un campo acotado de
fenómenos adquiria un detenninado nivel de conocimiento, se desga-
jaba de la filosofía y se constituía como ciencia Pafïíflllifll' Íl1d€P€l'l-
diente. Sin embargo, durante mucho tiempo la diViSiÓn entre Ciencia
y filosofía no fue tan clara como aparece en la actualidad, en el senti-
do de que la interrelación entre los sistemas filosóficos Y la ¢ien¢¡fl
del momento era muy fuerte. Solamente a partir de 105 Parámetros fl0«
tuales podemos estudiar la historia de la filosofífl d¢SB3Íâdfl de la hÍS<
toria de la ciencia, pero basta una mirada atenta H flmbaä para com-
probar sus múltiples conexiones.
La filosofía de la ciencia como reflexión S0bl'€ 108 fundamentos

I. Entiéndasc usabios» cn cl sentido de amantes del Saber Sislemalizado.


62 iNTRoDucc1óN A LA FlLoso|=íA DE LA c|ENciA

del conocimiento científico, poniendo en práctica la capacidad recur-


siva del ser humano, nació precisamente con la propia ciencia. Por tan-
to, donde empieza la historia de la ciencia allí encontramos las prime-
ras consideraciones metateóricas. Sin embargo, la mayoría de las
aproximaciones históricas a la filosofia de la ciencia empiezan, en el
mejor de los casos, en la revolución cientifica de los siglos xvi y xvu,
aunque lo más habitual es que el nacimiento de la filosofía de la cien-
cia se establezca con su institucionalización. J. Losee (Losee, 1985) es
una excepción a esta tónica general. En su introducción histórica a la
ñlosofía de la ciencia examina las respuestas dadas a cuestiones tales
como: «¿Cuáles son las características de la investigación científica?,
¿qué condiciones debe satisfacer una explicación científica para ser
correcta?, ¿cuál es el rango cognoscitivo de las leyes y principios cien-
tíficos'?›› desde Grecia hasta nuestros dias? Sin ánimo de exhaustivi-
dad, vamos a exponer algunas de las principales aportaciones de filó-
sofos y científicos que, desde la perspectiva filosófica actual, podemos
considerarlas como parte de la metateoría, a fin de trazar el hilo con-
ductor que une la filosofía griega con la de nuestros días.

2. LA r=rLosoi=iA DE LA ciENc1A EN LA ANTIGÚEDAD

Cualquier alusión a ciencia y a filosofía en la Antigüedad tiene


como referencia obligada a Aristóteles, aunque habitualmente sólo es
mencionado en los textos de historia de la filosofía. Sin embargo, fue
productivo como teórico y como metateórico, es decir, su contribu-
ción a la física y a la zoologia fue tan importante como a la filosofia.
Aristóteles consideraba la investigación científica como una pro-
gresión que va desde las observaciones hasta los principios generales
para volver de nuevo a las observaciones. Las generalizaciones sobre
las formas se extraen de la experiencia sensible por medio de la induc-
ción y, una vez logradas estas generalizaciones, se usan como premi-
sas para la deducción de los enunciados observacionales iniciales. Tam-
bién su aportación a la lógica es indiscutible pero quizás pocas veces
se ha visto ésta como una contribución al desarrollo de uno de los ins-
trumentos más potentes con los que cuenta el análisis de los funda-

2. Por lo que respecta a la historia de la filosofla de la ciencia voy a seguir de cerca


la obra de løsee Introducción histórica a la filosofúr de lu ciencia.
Ai›noxrMAcróN |-rrs1orucA 63

mentos de la ciencia. Aristóteles establece unos requisitos para la es-


tructura delos enunciados, para las premisas de un argumento deduc-
tivo y para una explicación adecuada.
Su definición de verdad puede considerarse como una anticipación
de la concepción sobre la verdad como correspondencia con la reali-
dad. Recordemos la formulación de Aristóteles: «afirmar de lo que
es que es y de lo que no es que no es es la verdad, y afirmar de lo
que no es que es y de`lo que es que no es es la falsedad». Dicha formu-
lación puede compararse con la formulación tarskiana que dice: «el
enunciado “la nieve es blanca" es verdadero si y sólo si la nieve es
blanca». Por último, sus escritos sobre la causa de una explicación en-
lazan con la problemática actual sobre causalidad y determinismo.
De los elementos de la ñlosofía de la ciencia que hemos distingui-
do en el capítulo anterior, Aristóteles desarrolló, sobre todo, los as-
pectos metodológicos en el sentido de la M2, y los lógicos en el senti-
do de la relación entre lógica y teorizaciones de primer orden, ya que
su interés por la lógica tiene como objetivo el estudio de la estructura
de los discursos racionales.
La tradición pitagórica y Platón introducen cuestiones de meta-
matemática, planteando la relación entre la matemática y la naturale-
za y analizando el significado de «lo real». Consideraban que «lo real»
es la armonía matemática que está presente en la naturaleza.
El astrónomo Claudio Ptolomeo en el siglo ir también hizo apor-
taciones a la metamatemática pero, contrariamente a la tradición pi-
tagórica, los modelos matemáticos de los astrónomos no representa-
ban los movimientos reales de los planetas sino que su objetivo era
salvar las apariencias. Dice Losee a propósito de Ptolomeo: «Ptolo-
meo destacó que era posible construir más de un modelo matemático
para salvar las apariencias de los movimientos planetarios. Señaló, en
particular, que se puede construir un sistema de movimiento excéntri-
co que fuese matemáticamente equivalente a un sistema de epiciclos
y deferentes dado» (l_osee, l985:3l).
A partir de Ptolomeo surge una tradición en astronomía que con-
sidera que el objetivo de las teorías científicas es «salvar las aparien-
cias». Dicha tradición volverá a tener sumo interés en el siglo xvr con
Copérnico, período en el que la adscripción o no a ata tradición de-
terminará el menor o mayor enfrentamiento con la jerarquía eclesiás-
tica. Osiander escribe el prólogo a De revolutionibus, analizando la
obra de Copérnico a la luz de la tradición de «salvar las apariencias»,
64 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

frenando asi la condena por parte de la Iglesia. Esta cuestión está co-
nectada con uno de los temas más debatidos actualmente en el campo
de la filosofía de la ciencia, a saber: el realismo de las teorías científicas.
Platón y los pitagóricos fueron los precursores en el planteamien-
to de cuestiones metafísicas, tales como la relación entre matemática
y mundo real, realismo/instrumentalismo de las teorías, de tal forma
que cuando un filósofo o científico defiende la realidad de las entida-
des matemáticas suele considerarse como influido por las ideas pla-
tónicas.
El ideal de sistematización deductiva era compartido por la mayo-
ría de los escritores de la Antigüedad. Este ideal parecía haber culmi-
nado en la geometría de Euclides y en la estática de Arquímedes, afec-
tando directamente a la estructura de la ciencia. Esta cuestión surge
de nuevo en la actualidad relacionada con la estructura de las teorias
científicas, cuestionandose si el sistema deductivo es o no la única es-
tructura posible para la ciencia. Losee resume los tres aspectos del ideal
de sistematización deductiva como sigue: «l) que los axiomas y los
teoremas estén relacionados deductivamente; 2) que los propios axio-
mas sean verdades evidentes; y 3) que los teoremas concuerden con
las observaciones» (Losee, l985:34). Cada uno de estos ideales pue-
den recuperarse en la filosofía de la ciencia posterior. Respecto al pri-
mero podemos decir que la geometría de Euclides fue refundida en
una forma rigurosamente deductiva por D. Hilbert en la última parte
del siglo xrx. Respecto al segundo aspecto, la interpretación que se haga
de las verdades evidentes depende de si nos situamos en la tradición
pitagórica o en la de «salvar las apariencias». Para la primera tradi-
ción las verdades evidentes encajan perfectamente, para la segunda bas-
ta con que las consecuencias deductivas de los axiomas estén de acuerdo
con las observaciones. El tercer aspecto nos lleva, dicho en terminolo-
gía actual, a la correspondencia entre términos teóricos y términos ob-
servacionales. Las propuestas del método axiomático plantean la re-
lación entre lógica y teorizaciones de segundo orden, cuestión central
para la filosofía de la ciencia actual.
El atomismo de Demócrito y Leucipo tiene algunas repercusiones
importantes para la reflexión sobre la ciencia, además de las conse-
cuencias que pueda suponer para la filosofía en general o para la éti-
ca. Losee señala dos aspectos del atomismo relacionados directamen-
te con el campo metateórico: uno es la idea de que los cambios
observados pueden ser explicados haciendo referencia a procesos que
Ai>rioxrMAc|óN |-nsnoRicA 65

lienen lugar en un nivel de organización más elemental; otro es la re-


dueeión de 105 eambios cualitativos del nivel macroscópico a cambios
cuantitativos en el nivel atómico. Ambos suponen estrategias explica-
tivas que tienen lugar a lo largo de la investigación científica.
Demóq-¡to y Leucipo fueron los primeros que plantearon cuestio-
neS ontológicas a todos los niveles aunque, debido a la evidencia em-
PÍFÍCH de aquel momento, sólo podamos considerarlas como reflexio-
nes sobre la ontologia de segundo y tercer orden.

3. LA rrLosor=íA DE LA crENc1A DURANTE LA EDAD M1zDiA

Durante el período medieval surgen una serie de autores con apor-


laciones que pueden ser consideradas pertenecientes al campo de la
filosofía de la ciencia. R. Grosseteste y R. Bacon (siglo xnr) trabaja-
ron sobre el método científico, reforzando el patrón aristotélico
inductivo-deductivo de la investigación cientifica, aunque haciendo al-
gunas mafizaeiønes a dicho patrón. Según Losee: «Aristóteles había
ÍflSiSlid0 en que los principios explicativos debían inducirse de las ob-
5e¡-vae¡0ne5_ una importante contribución de los estudiosos medieva-
les fue desarrollar nuevas técnicas inductivas para el descubrimiento
de principios explicativos» (Losee, 1985:42). En este sentido Duns Es-
coto propuso el método del acuerdo, que es una técnica para analizar
un número de casos en los que ocurre un determinado efecto. El pro-
cedimiento consiste en enumerar las distintas circunstancias que están
presentes Cada vez que acontece el efecto, y en buscar una que esté
presente en todos los casos. Guillermo de Occam aportó el método
de la di/¿feng-¡,;, que consiste en comparar dos casos: un caso en que
el efecto está presente Y °"° en que el efecto no está presente. Si se
puede mgstmr que existe una circunstancia que está presente cuando
el efecto está presente y ausente cuando el efecto está ausente, enton-
ces el investigador está autorizado a concluir que la circunstancia puede
ser la causa del efeCIO.
Dentro de la tarea de desarrollar el método aristotélico, Grossetes-
te y Bacon inn-Odujeron una tercera etapa en la investigación científi-
ca, a saber; 13 de gometer los principios inductivos a contrastación con
la expei-iene¡a_ G1-osseteste introdujo el método de la falsación afir-
mando que si una hipótesis implica ciertas consecuencias, y si se puede
demostrar que estas consecuencias son falsas, entonces la propia hi-
66 |NrRoDucc|oN A LA r1uosoF1A DE LA crENciA

pótesis debe ser falsa. De algún modo Grosseteste anticipó la utiliza-


ción del llamado modus tollens como método para la falsación de las
hipótesis.
Otro principio metodológico importante de esta época es la llama-
da navaja de Occam. Occam utilizó la parsimonia como criterio de
formación de conceptos y de construcción de teorías, sosteniendo que
han de eliminarse los conceptos superfluos y que entre dos teorías que
den cuenta de un mismo tipo de fenómenos debia preferirse la más
simple. Este principio metodológico tiene consecuencias en el plano
ontológico ya que, a la hora de establecer la ontologia, ésta será más
o menos amplia y completa según la uactuación» de la navaja de
Occam.
En el plano de la validez deductiva hay que señalar los estudios
de Nicolas de Autrecourt sobre la verdad necesaria como aquella que se
ajusta al principio de no contradicción. Autrecourt insistió en que
toda demostración científica debía conformarse al principio de que to-
do enunciado de la forma «A y no A» es necesariamente falso y que
un argumento se conforma al principio de no contradicción si, y sólo
si, la conjunción de sus premisas con la negación de su conclusión
es una contradicción (Losee, 1985151). En lógica actual este requisito es
una condición necesaria y suficiente de validez deductiva. Demostrar
la validez de un argumento por este método es lo que se denomina
«demostración por reducción al absurdo».
En resumen, podemos decir que los autores aquí citados represen-
tan los aspectos metodológico, ontológico y lógico de la filosofía de
la ciencia. La contribución de Grosseteste y Bacon se inserta en la me-
todología de segundo orden, la de Occam en la ontologia (de todos
los órdenes) y la de Autrecourt, fundamentalmente, en las cuestiones
lógicas.

4. LA nEvoLUc1óN crraNrírrcA DE Los srGLos xvr Y xvri

La revolución científica de los siglos xvr y xvn marca un hito en


el desarrollo de la filosofía de la ciencia. Aunque todavía no adquiere
entidad propia como área de conocimiento, la cuestión metodológica
desempeña un papel importante en los cambios experimentados por
la física y por la astronomía. De hecho, cuando los historiadores de
la ciencia se refieren a dicha revolución señalan de forma muy espe-
Ai>noxiMAcioN ms1ó|ucA 67

cial el nacimiento del método científico. Los comentarios de Cohen


abundan en este sentido:

El método resultó de importancia fundamental durante la Revolu-


ción Científica porque el aspecto más novedoso de la nueva ciencia o
la nueva filosofia era la combinación de la matemática con el experi-
mento. En épocas anteriores el conocimiento era sancionado por las
escuelas, los consejos, los sabios, y la autoridad de los santos, la reve-
lación y las Santas Escrituras; en cambio, en el siglo xvn se sostenía
que la ciencia se basaba en cimientos empíricos y en el buen sentido.
Cualquiera que comprendiese el arte de realizar experimentos podía po-
ner a prueba las verdades científicas, y este factor introducía una dife-
rencia fundamental entre la nueva ciencia y el conocimiento tradicio-
nal, fuese la ciencia antigua, la filosofía o la teología. Además, el
método, fácil de aprender, permitía a cualquiera realizar descubrimientos
o hallar nuevas verdades. Fue, pues, una de las fuerzas democratizado-
ras mas poderosas de la historia de la civilización. El descubrimiento
de la verdad había dejado de ser una gracia concedida a unos pocos
hombres y mujeres de dotes espirituales o mentales singulares. En la
presentación de su método, Descartes dijo: «Jamás he presumido de
poseer una mente más perfecta en ningún sentido que la de un hombre
común». Ningún aspecto de la ciencia del siglo xvn fue tan revolucio-
nario como el método y sus consecuencias (Cohen, 19892140).

Además del aspecto estrictamente metodológico, en la revolución


científica vuelve a surgir la polémica entre dos tradiciones: por un lado
la de «salvar las apariencias» defendida por Osiander y Belarmino y,
por otro, la de los pitagóricos defendida tímidamente por Copérnico
y abiertamente por Galileo.
No vamos a exponer con detalle todas las cuestiones que surgieron
en los siglos xvr y xvn y que pertenecen, sin lugar a dudas, al campo
de la filosofía de la ciencia. Señalemos, únicamente, algunas contri-
buciones que constituyen, o bien reconstrucciones de la ciencia, o bien
guías para la investigación. Entre estas aportaciones podemos citar las
siguientes: el método experimental de Francis Bacon, la metodología
de Descartes y los principios regulativos de Newton a los que llamo
«reglas de razonamiento en filosofía».
Bacon, Descartes y Newton trabajaron, fundamentalmente, en el
aspecto metodológico de la filosofía de la ciencia y, aunque en sus obras
se encuentran reflexiones sobre todos los niveles, podemos decir que
68 |N1'RoDucc|oN A LA F|Losoi=lA DE LA crraNciA

cada uno de ellos se centró en un nivel determinado. Así Bacon se preo-


cupó más por la Ml, Newton por la M2 y Descartes por la M3. La
propuesta de Bacon tiene consecuencias inmediatas para la investiga-
ción pragmática de los científicos. El método axiomático propuesto
por Newton establece las restricciones a las que los científicos tienen
que atenerse. El Discurso del Método de Descartes constituye un ejem-
plo de guías metafilosóficas y principios metafísicos que subyacen a
la empresa científica.
Culminada con Newton la revolución científica, su influencia se
deja sentir muy especialmente en las teorias sobre el método científi-
co. La implantación de lo que a partir de los siglos xvr y xvn se enten-
dió por método científico, no sólo tuvo consecuencias inmediatas para
la física y la astronomía, sino que las sucesivas revoluciones que tu-
vieron lugar en otras ciencias particulares tomaron como modelo de
revolución lo que ocurrió en la física y en la astronomía durante estos
siglos.

5. LA TEORÍA DE LA CIENCIA DURANTE LOS SIGLOS XVIII Y XIX

A partir de Newton, con la nueva ciencia y una teoría del método


científico, empieza una nueva etapa en esta reflexión de segundo or-
den. Vamos a detenernos en algunas de las más importantes aporta-
ciones a la filosofia de la ciencia durante los siglos xvrrr y xrx.
John Locke (1632-1704) abordó la posibilidad de conocer la natu-
raleza especificando las condiciones para un conocimiento necesario.
Defendía el atomismo pero sostenía que ignoramos las configuracio-
nes y movimientos de los átomos. Según estas ideas, la ontologia teó-
rica de la ciencia natural estaba formada por átomos. En cuanto a la
metodología, Locke recomendó para la ciencia una metodología ba-
coniana de correlación y exclusión, basada en la compilación de vas-
tas historias naturales (Losee, 1985:100).
Las relaciones entre ciencia y metafísica fueron ampliamente tra-
tadas por Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716). Comparado con Loc-
ke, Leibniz tenía una visión más optimista de lo que la ciencia puede
conseguir y, por tanto, de las posibilidades de unas relaciones necesa-
rias en la naturaleza. Losec comenta que Leibniz «estableció un tráfi-
co de ida y vuelta entre las teorías científicas y los principios metafísi-
cos. No sólo apoyo sus principios metafísicos en argumentos analógicos
APRox|MAcróN r-nsro|ucA 69

basados en teorías cientificas; también empleó los principios metafí-


sicos para dirigir la búsqueda de leyes científicas» (Losee, 1985). Estas
relaciones que establece Leibniz no son ajenas a la problemática ac-
tual respecto a la relación entre ciencia y filosofia de la ciencia. Cual-
quier criterio que se establezca para guiar estas relaciones estará en
el plano de lo que hemos denominado metafísica o metafilosofía. Otra
cuestión importante es el aspecto ontológico de la filosofía de Leib-
niz. Para Lcibniz la ontologia está formada por mónadas, sobre las
que podemos preguntarnos si son unidades teóricas o metateóricas,
es decir, si son elementos de la física o de la metafísica. En sentido
estricto, las mónadas son las unidades de la metafísica, pero debido
a la interrelación entre ambos campos (físico y metafísico) las móna-
das tendrian su correlato en el mundo fenoménico o empírico. Dice
Losee: «por necesidad, las substancias individuales (mónadas) se des-
pliegan de acuerdo con un principio de perfección que asegura su in-
terrelación armónica; y podemos estar seguros de que esta actividad
monádica “subyace” en los fenómenos» (Losee, l985:lO9). Lo que no
hace Leibniz es decir que estos principios deben, necesariamente, ser
ejemplificados en el nivel fenoménico.
David Hume (l7ll-1776) es una figura importante en el contexto
histórico de la filosofía de la ciencia. Planteó muchos de los proble-
mas que aún hoy siguen debatiéndose. La tónica general que subyace
en todo su pensamiento es el escepticismo que se manifiesta en distin-
tos planos y que afecta tanto a la teoría del conocimiento como a la
filosofía de la ciencia. La idea que podría resumir el escepticismo de
Hume es que no es posible un conocimiento necesario de la naturale-
za. Pero hay dos temas que afectan directamente a la filosofía de la
ciencia: el problema de la inducción y el problema de la causalidad.
Respecto a la inducción, Hume supone que el argumento inductivo
es un argumento por enumeración. Las inferencias inductivas son ha-
bituales tanto en la vida cotidiana como en la actividad científica, de
aquí la importancia de las dudas de Hume y de los esfuerzos para re-
batirlo y encontrar alternativas. Siendo la inducción, como es, un mé-
todo utilizado por los cientificos en la investigación, no hay duda acerca
de la preocupación de Hume por las cuestiones metodológicas de la
ciencia. El otro tema importante de Hume es la causalidad. Siguiendo
su vena escéptica, reduce la fuerza causal a una mera sucesión de acon-
tecimientos.
Hume es un punto de referencia para los autores del Círculo de
70 |N1'RODucc|oN A LA mosorip. DE LA cuaNc|A

Viena y es considerado como un precursor de las corrientes de pensa-


miento que atacaron la metafísica. En Investigación sobre el entendi-
miento humano, dice Hume:

Cuando persuadidos de estos principios recorremos las bibliotecas,


¡qué estragos deberíamos hacer! Tomemos en nuestra mano, por ejem-
plo, un volumen cualquiera de teología o de metafísica escolástica y
preguntémonos: ¿Contiene algún razonamiento abstracto aoerca de la
cantidad y el número? ¿No? ¿Contiene algún razonamiento acerca de
los hechos y oosas existentes? ¿Tampoco? Pues entonces arrojémoslo
a la hoguera porque no puede contener otra cosa que sofismas y enga«
ño (Hume, en Ayer, 1965215).

Con este comentario Hume introduce el problema de la demarca-


ción entre ciencia y pseudociencia tan debatido a raíz de las tesis del
positivismo lógico. \
Frente al escepticismo de Hume, Immanuel Kant (1724-1804) man-
tiene que hay conocimiento y que el empirismo de Hume tiene que
ser falso; por tanto, el conocimiento no consiste únicamente en recibir
impresiones sensibles. No vamos a extendernos en la teoría del cono-
cimiento de Kant, sólo señalar la repercusión que tuvo en el campo
de la filosofia de la ciencia.
Uno de los puntos más controvertidos de la filosofía de Kant es
todo lo que se refiere a los juicios sintéticos-a priori. En dichos jui-
cios el predicado dice algo sobre el sujeto que no está contenido en
éste, pero es necesariamente verdadero. Kant se propuso justificar este
tipo de juicios en la ciencia. Se planteó las siguientes preguntas:
«¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática?››,
«¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la física?››, y
«¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafisica?››.
A ellas respondió en sus obras Estética transcendental, Analítica trans-
cendental y Dialéctica transcendental, respectivamente.
Hume es considerado como uno de los precursores de la tradición
analítica. Sin embargo, no ocurre lo mismo con Kant, a quien se con-
sidera completamente ajeno a la tradición analítica y positivista. Con
todo, y sin ánimo de entrar en esta polémica, vamos a referirnos a al-
gunas voces que atribuyen a Kant un papel mucho más importante
en la gestación de la filosofia de la ciencia del que normalmente se
le atribuye. Moulines es una de ellas:
APnox1M›.cioN Hlsrómcø. 71

Su posición [la de Camap] respecto a Kant y los neokantianos es


ambivalente. En algunos pasajes valora positivamcntc los impulsos epis_
temológicos procedentes de la tradición kantiana, pero en otros casos
su actitud es de clara discrepancia. Es difícil decir qué momento pre_
domina en Carnap con respecto a Kant, si el de aceptación 0 el de re_
chazo (Moulines, l982:221-222).

independientemente de la polémica, lo que si es razonable aceptar


es que Carnap tiene en cuenta a Kant y además -según Moulines`
Kant es citado por los autores de la tradición del empirismo lógicq,
más que otros autores que tradicionalmente se han considerado den_
tro de dicha tradición como Hobbes, Locke, Hume, Comte y Mill_
Coffa (Coffa, 1982) también relaciona la tradición analítica con
Kant. Coffa presenta el «conceptualismo›› -al que define como el mot
vimiento que incluye la rigorización del cálculo, las teorías de la arit_
mética de Frege y Russell y el convencionalismo geométrico de Poin_
caré y Hilbert- con un enemigo, un objetivo y una estrategia. E1
enemigo era Kant, el objetivo era la eliminación de la intuición pura
del conocimiento científico y la estrategia era la creación de la semán_
tica. A propósito de la tradición analítica antikantiana, dice Coffa;

Esta ampliamente aceptado que una de las caracteristicas de la tra_


dición analítica antikantiana es el rechazo del conocimiento sintéticq
a priori. Por el contrario, prácticamente todos los miembros de la tra_
dición semántica que estamos considerando aqui, desde Bolzano, Fre_
ge y Russell hasta los primeros miembros del Circulo de Viena, recono_
cieron la existencia y el significado decisivo de los juicios sintéticos q
priori en el sentido que los definía Kant. No fue hasta que Quine em_
pezó su «Larga Marcha» hacia J. S. Mill que la tradición analítica se
cuestionó la posibilidad de conocimiento necesario que no es analítico
en el sentido de Kant (Coffa. 19821683).

Ambos autores, Moulines y Coffa, desde perspectivas distintas mat


nifiestan una postura parecida respecto al papel de Kant en la tradi_
ción analítica y quienes fueron los precursores del positivismo lógico.
Finalizaremos este breve repaso histórico sobre la filosofia de la
ciencia poniendo de relieve algunos de los autores del siglo iux que
hicieron aportaciones a la filosofía de la ciencia dignas de tenerse en
cuenta. Los autores aquí citados son sólo una muestra de la continui¬
dad de la preocupación de cientificos y filósofos por la fundamenta_
72 INTRODUCCIÓN /\ LA FILDSOFÍA l)Iš LA CIENCIA

ción de la ciencia. Más o menos explícitamente, siempre podemos en-


contrar en 1a obra de los cientificos alguna reflexión de segundo grado
sobre lo que están haciendo; sin embargo, vamos a centrarnos sola-
mente en aquellos autores que su preocupación por cuestiones episte-
mológicas es más evidente.
John Herschel (1792-1871), astrónomo, escribió Preliminary Dis-
course on Natural Philosophy, que puede considerarse como una de
las obras más importantes de filosofía de la ciencia de su época. Entre
sus estudios destaca el referente a la distinción entre el contexto de la
justificación y el contexto del descubrimiento, insistiendo en que el
procedimiento usado para formular una teoria es estrictamente irrele-
vante para el problema de su aceptabilidad.
William Whewell (1794-1866) realizó estudios sobre el progreso de
la ciencia, construyendo un patrón de descubrimiento científico, por
lo que puede ser considerado como un precursor de la dinámica cien-
tífica. Whewell comparó el desarrollo evolutivo de una ciencia con la
confluencia de los afluentes que van formando un río, lo que nos hace
pensar que tenía una concepción acumulativa del desarrollo de la
ciencia.
John Stuart Mill (1806-1873), economista, historiador y filósofo,
es conocido por su defensa del inductivismo frente a una visión
hipotético-deductiva de la ciencia, diferenciando cuatro tipos de mé-
todos inductivos, a saber: método del acuerdo, de la diferencia, de las
variaciones concomitantes y de los residuos. También trató el tema de
la causalidad, refiriéndose a la causalidad múltiple como la que se da
cuando hay involucrada más de una causa en la producción de un efecto
y distinguiendo diferentes tipos de causalidad. Mill trató también la
cuestión de la causalidad múltiple en su obra System of Logic (l86S).°
Ya en el último tercio del siglo xix y los primeros años del siglo
xx, podemos citar a otros autores representativos de diversas concep-
ciones sobre la investigación cientifica.
Henri Poincaré (1854-1912) desarrolló vigorosamente los principios
generales de una visión convencìonalìsta de la ciencia: «el que una ver-
dad se considere necesaria es sólo por estipulación [convención] de los
cientificos». Sin embargo, sería simplista atribuir a Poincaré la opi-
nión de que las leyes cientificas generales no son sino convenciones

3. D. Bohm (1980) reconsidera la cuestión de la causalidad múltiple a raíz de la


polémica sobre la compatibilidad entre causalidad y probabilidad.
Ai>RoxtMAci0N Htspóklc/1 73

que definen conceptos científicos fundamentales, hasta el punto de 1°;


ner un conocimiento científico sin fundamento. Respecto a las ¡CW
Poíncaré comentó:

[Las leyes] se nos presentan bajo dos aspectos diferentes. POI' U" 1333:
son verdades basadas en la experimentación y aproximadamflltelvdo
ñcadas en lo que concierne a los sistemas casi aislados. Por 0U'° “má
son postulados aplicables a la totalidad del universo y consideiad0S C01 1)
rigurosamente ciertos (Poincaré, 1905, en Losee, 1985, nota 10. WP* ^

Queda claro que Poincaré tenía en cuenta los dos aspectos delas
leyes científicasQ pero esto no le exime su inclusión en la con¢¢P°'Ón
convencionalista. _ .
Pierre Duhem (1861-1916) sc interesó por la historia de la ciencia
e intentó que fueran compatibles la historia y la filosofía de ¡fl UÉÍÉ'
cia. También realizó estudios sobre la estructura de las teorias cientifi-
cas y sobre el papel de la inducción en la investigación cientifica: P¢f°
quizás su aportación más conocida está relacionada con la lógica de
la refutación. Supongamos el siguiente esquema explicativ0ï

L (leyes)
C (condiciones iniciales)
S (supuestos auxiliares)
E (fenómeno que tratamos de explicar)

Si el razonamiento es válido, entonces, si las premisas SGH verda'


deras, la conclusión tiene que ser verdadera. Supongamos Cl'-le la com
clusión es falsa, entonces alguna de las premisas tiene que 3°' falsa
pero -según Duhem- no necesariamente las leyes, ya QI-1° P0dfía serlo
alguna de las premisas. Es decir, la observación de que n0 0¢“_"° E
no refuta, por si sola, a L. Este problema planteado por D\1h¢f""m°_
duce un elemento de incertidumbre en la lógica de la refutaClÓ" pm"
que, llevado hasta sus últimas consecuencias, el planteamient0_d° pu'
hem pone en entredicho una parte importante de la invcstlgflclón
científica: la refutación de hipótesis. .
Émile Meyerson (1859-1933) es conocido por sus trabfl.i05 °n_ qm'
mica y en historia y filosofia de la ciencia. Es interesante su clasifica-
ción de las leyes en empíricas y causales, considerando 1215 Pflmems
las que especifican cómo se altera un sistema cuando se modifican las
74 iN'rizopuccioN A LA Fii.osoi=lA DE LA c||2Nc|›.

condiciones apropiadas y, las segundas, las que estipulan que hay algo
que permanece a través del cambio. Meyerson pensaba que, mientras
el conocimiento de las leyes empíricas satisface nuestras exigencias de
previsión, solamente el conocimiento de las leyes causales satisface nues-
tro deseo de comprensión. Es interesante señalar que la filósofa de la
ciencia N. Cartwright (Cartwright, 1983) hace también una clasifica-
ción de las leyes de la naturaleza, distinguiendo entre leyes de asocia-
ción y leyes causales, con muchas similitudes con la clasificación de
Meyerson.
Después de estos autores ya nos situamos en los años veinte de nues-
tro siglo, década en la que surge el Círculo de Viena y con ello la
filosofia de la ciencia con entidad propia, como una actividad inde-
pendiente de los científicos y como una especialidad dentro de la fi-
losofía.

6. LA iNs'riTucioNAi.izAcióN DE LA Fii.osoi=iA DE LA ciiaNciA

Desde 1895 en que E. Mach ocupó la cátedra de filosofia de las


ciencias inductivas, hubo en la Universidad de Viena una larga tradi-
ción de filosofía empirista que se ocupaba principalmente de las cien-
cias naturales. En 1922 M. Schlick pasó a ocupar la cátedra. Al igual
que sus predecesores procedía de la física pero, a diferencia de ellos,
tenía un conocimiento profundo de la filosofía. Schlick aglutinó a fi-
lósofos y cientificos interesados por la filosofía. Entre sus colegas po-
demos citar a R. Carnap, V. Kraft, F. Kaufmann, H. Hahn, K. Gödel,
y alumnos como E. Zilsel, H. Feigl, O. Neurath, F. Wassmann, entre
los más conocidos.
En 1929 la Sociedad Alemana de Física, la Asociación de Mate-
máticos Alemanes y la Sociedad de Filosofía Empírica de Berlín or-
ganizaron un congreso sobre gnoseologia de las ciencias exactas. Al
mismo tiempo se publicó un estudio programático Wissenschaftliche
Weltauffassung con el que el Circulo de Viena, y con él la filosofia
de la ciencia, tomaba forma institucional. En 1930 Carnap y Reichen-
bach convertían los Annalen der Philosophie en la publicación del Cír-
culo bajo el título de Erkermtnis.
El Circulo de Viena se extendió rápidamente en los medios acadé-
micos de Europa. La designación de Carnap como profesor extraordi-
nario de la facultad de ciencias naturales de la Universidad de Praga
/\i›RoxiMAcióN i-iisiónicx 75

contribuyó en la formación de un grupo que compartía las principa-


les tesis del Círculo.
La anexión de Austria a Alemania supuso la disolución definitiva
del Círculo, pero no la muerte de sus ideas. Estas se divulgaron rápi-
damente sobretodo por los Estados Unidos e Inglaterra. Puede pare-
cer paradójico que sea en Alemania donde menos difusión tuvo el Cír-
culo de Viena a pesar de que éste había surgido en un contexto cultural
y científico germano. Una de las razones es que en la época en que
surgió el Círculo de Viena imperaban en el ámbito alemán las tenden-
cias metafísicas y las co strucciones dogmáticas.
El Círculo de Viena 20 era un grupo de alumnos alrededor de un
maestro sino un conjunto de filósofos y científicos que partian de una
base común pero que diferían a la vez en muchas cuestiones. V. Kraft,
uno de los fundadores, resume la orientación fundamental común del
modo siguiente:

Existía una orientación fundamental común: la cientificidad de la


filosofia. Las rigurosas ørigencias del pensamiento cientifico han de valer
también para la filosofía. La claridad unívoca, el rigor lógico y la fun-
damentación suficiente son imprescindibles en ella, como lo son en las
restantes ciencias. Las afirmaciones dogmáticas y las especulaciones in-
controladas, lan extendidas todavía hoy en la filosofia, no deben pre-
sentarse en ella. Con ello venia dada también la oposición contra toda
metafísica dogmático-especulativa (Kraft, |966:23-24).

El Círculo de Viena se ocupó de la ciencia pero tomó posición res-


pecto a los problemas fundamentales que tenía planteados la filoso-
fia, aunque la solución no estuviera de acuerdo con la filosofía predo-
minante en el ámbito alemán.
El desarrollo de la lógica durante la segunda mitad del siglo xix
influyó decisivamente en la configuración de los presupuestos teóri-
cos del Círculo de Viena. La denominación de «empirismo lógico»
es quizás la que mejor expresa la confluencia de dos tradiciones: el
empirismo en tanto que los juicios sintéticos no pueden tener otro fun-
damento que la experiencia, y el racionalismo en tanto se reconoce
la validez apriorística de la lógica y de la matemática. Sobre el papel
de la lógica y la matemática dice Kraft:

La salida del dilema: abandono del empirismo o interpretación erró-


nea de la lógica y de la matemática, fue el Círculo de Viena el primero
76 iN'rizot›uccioN A LA i=ii.osoi=iA DE LA ciiaNciA

en señalarla: la lógica y la matemática no enuncian nada sobre la reali-


dad experimentable La lógica no contiene ningíui conocimiento, no pro-
porciona los principios del ser, sino los fundamentos del orden de los
pensamientos (Kraft, 1966131).

La nueva lógica se convirtió en el instrumento más preciado de la


teoría de la ciencia hasta el punto que, en los círculos próximos al em-
pirismo lógico, a la filosofía de la ciencia se la designó «lógica de la
ciencia». Otra característica es el interés por el análisis lógico del len-
guaje ya que el conocimiento se expresa en formulaciones lingüísti-
cas. Dice Kraft:

Si la investigación de los hechos, es decir, de aquello que se presen-


ta mediante el lenguaje, corresponde a las ciencias particulares, el aná-
lisis lógico se orienta hacia cómo se representan en el lenguaje los he-
chos mediante conceptos y enunciados. El análisis del lenguaje constituye
el campo propio de la lógica de la ciencia (Kraft, 1966139).

Hay que señalar que de las diferentes funciones del lenguaje, sólo
la informativa es pertinente para expresar el conocimiento científico.
Carnap en Der Iogische Aufbau der Welt (1928) esbozó en lineas
generales la construcción de los conceptos, entendiendo por «cons-
truir» establecer una regla según la cual hayan de sustituirse todos los
enunciados que contienen este concepto por enunciados que conten-
gan otros conceptos. Carnap basó la construcción de conceptos en lo
vivencialmente dado. Dice Kraft a raiz de la postura de Carnap res-
pecto a lo vivencialmente dado:

El Circulo de Viena centró su análisis en los enunciados significati-


vos. Fijar el significado supone tener un criterio de demarcación de lo
que se puede o no conocer. Así como la explicación de los conceptos
empíricos se realiza mediante su reducción a lo vivencialmente dado,
la explicación del contenido y validez de los enunciados empíricos se
llevó a cabo mediante su reducción a enunciados elementales (Kraft,
1966:131).

Uno de los criterios de significado fue la posibilidad de verifica-


ción. Con ello se excluían del campo significativo todos los enuncia-
dos de la metafísica. Carnap se pregunta por qué, a pesar de que las
proposiciones de la metafísica carecen de sentido, ha habido tantos
Ai>RoxiMAcioN HisróRicA 77

hombres, y algunos tan eminentes, que se han dedicado con tanto fer-
vor y energía a esta actividad. Dice Carnap:

Estas dudas están justificadas, ya que la metafísica posee un conte-


nido -sólo que éste no es teorético. Las (pseudo)proposiciones de la
metafísica no sirven para la descripción de relaciones objetivas, ni exis-
tentes (caso en el cual serían proposiciones verdaderas), ni inexistentes
(caso en el cual -por lo menos- serían falsas), ellas sirven para la
expresión de una actitud emotiva ante la vida (Carnap, en Ayer, 1965185).

El Círculo de Viena propugnhba una ciencia unificada y un len-


guaje universal, que coincidió con el de la física, de aquí su denomi-
nación de «fisicalismo››, en el sentido de considerar los enunciados
de las ciencias naturales como los que tienen significado ya que son
enunciados sobre relaciones espacio-temporales, debiendo poder tra-
ducirse los enunciados de todos los demás campos a dichos enunciados.
El Círculo de Viena también trató las cuestiones de valor aunque
sólo en la medida en que son accesibles a una investigación empírica.
Por último, su concepción de lo que es la filosofía puede resumirse
en que está debe proceder científicamente. Esto no significa que la fi-
losofia sea una ciencia particular, sino que es lógica de la ciencia, en-
tendida la lógica tanto en el aspecto sintáctico como semántico.
En la institucionalización de la filosofía de la ciencia con entidad
propia hay que incluir la obra de algunos autores que fueron predece-
sores de la filosofia científica y desarrollaron su actividad en la tradi-
ción analítica, aunque algunos nunca compartieron las tesis del Cír-
culo de Viena. Frege, Russell, Wittgenstein y posteriormente Popper,
son algunos de los nombres que no pueden olvidarse al hablar de la
constitución de la filosofía de la ciencia. A lo largo del libro haremos
referencia a ellos por sus aportaciones a cuestiones concretas de la fi-
losofía de la ciencia.

7. LA riuu.ii>c1óN DE LA i-iis1'oiuA EN LA i-'n.osoi=iA DE LA ciiaNciA

La filosofía de la ciencia surgida alrededor del Círculo de Viena


discurrió en el plano sincrónico. La irrupción de la historia de la cien-
cia significó el paso al plano diacrónico. Estos dos planos en los que
se mueve la filosofía de la ciencia corresponden a las expresiones in-
78 INTRODUCCIÓN A LA FIIDSOFÍA DE LA CIENCIA

troducidas por Reichenbach (1938), de «contexto de la justificación»


(plano sincrónico) y «contexto del descubrimiento» (plano diacróni-
co), diferenciando el modo cómo se justifica un resultado cientifico
o matemático del modo por el cual se llega a dicho resultado. Para
Reifihenbflch, ¡OS problemas que caen dentro del contexto del descu-
brimiento son competencia de la psicologia y de la historia, no de la
filosofía, que se ocupa sólo del contexto de la justificación. Esta fue
la tesis defendida por la concepción fraguada alrededor del Círculo
de Viena que luego se denominó Concepción Heredada (CH).
La irrupción de la historia en la filosofía de la ciencia se cristalizó
en la llamada «nueva filosofía de la ciencia» (NFC), cuyas principales
figuras en la década de los sesenta fueron T. Kuhn, S. Toulmin, N.
R. Hanson, P. Feyerabend y 1. Lakatos. Al tratar de exponer las líneas
maestras de esta nueva corriente filosófica, hay que distinguir dos aš
pectos: i) el desarrollo de teorías y modelos sobre el contexto del des-
cubrimiento; ii) la crítica de las principales tesis de la CH. Esta distin-
ción es importante, sobre todo a la hora de valorar las aportaciones
de los autores de la NFC, evitando cierta confusión cuando se emiten
juicios generales sobre dicha corriente. Veamos algunos de los resulta-
dos concretos de ambas vertientes. El aspecto i) dio lugar a las cons-
trucciones metaconceptuales a fin de reconstruir y explicar la historia
de la ciencia. Podemos incluir en esta vertiente los «paradigmas›› de
Kuhn, los «programas de investigación» de Lakatos, el modelo de «evo-
lución de 108 COI1Ceptos›› de Toulmin, los estudios sobre la carga teóri-
ca de Hanson, la máxima del «todo vale» de Feyerabend o, ya más
1'0¢i¢flI¢m€l1ì¢. ¡OS «problemas empíricos y conceptuales» de Laudan.
Í-DS ¢i¢mlI>¡°S ¢¡ïad0S 110 pretenden ser equivalentes en cada uno de
los autores, son sólo algunas de sus más conocidas aportaciones.
El flS1>¢0Í° ¡¡) Se cristalizó en la crítica a algunas de las principal¢S
tesis de la CH. Por tanto, hay que señalar que, aunque la NFC se de-
sarrolló fundamentalmente en el contexto del descubrimiento, también
se definieron sobre cuestiones que pertenecen al contexto de la justifi-
CHCÍÓII- Shapere expone las tesis compartidas por los autores de la NFC
que se contraponen a otras tantas de la CH:

Resllllfli PUES. que hay al menos las siguientes tesis sostenidas por
algunos de los proponentes de la «nueva filosofia de la ciencia» (inclu-
yendo, como veremos, a Feyerabend):
a) Una supuesta teoría del significado: el significado de todos los
APRoxlMAcióN Hlsrokrc/t 79

términos cientificos tanto si son «factuales›› («observaciona1es››), como


«teóricos››, están determinados por la teoria o paradigma o ideal de
orden natural'que subyace a dichos términos o en la que estan inmersos.
b) Una supuesta teoria de los problemas que definirán el dominio
de la investigación cientifica, y de lo que puede considerarse una expli-
cación como respuesta a aquellos problemas.
c) Una supuesta teoria de la pertinencia de los hechos para la teo-
ria, de los grados de pertinencia (por ejemplo, de la importancia relati-
va de los diferentes hechos) y, en general, de la aceptabilidad o inacep-
tabilidad relativa de las diferentes conclusiones científicas (leyes, teorias,
predicciones) (Shapere, en Hacking, 1981137).

La tesis (a) se opone al punto de vista del empirismcšilógico de que


hay una relación absoluta e independiente teóricamente entre «térmi-
nos teóricos» y «términos observacionales». La tesis (b) se opone al
intento de Hempel de hacer un análisis nomológico-deductivo y esta-
dístico del concepto de explicación cientifica. Finalmente, la tesis (c)
se opone a la posibilidad de una «lógica inductiva» formal en sentido
carnapiano.
Una vez hecha esta distinción se plantea el problema de si el asen-
tir en el aspecto i) implica comprometerse con el aspecto ii), es decir,
si la aceptación de que la historia de la ciencia es importante para la
filosofia de la ciencia implica el compromiso con las críticas a las prin-
cipales tesis de la CH tal como indica Shapere. La respuesta es no,
pero con matices. No hay duda de que si se acepta el papel de la histo-
ria dela ciencia en la filosofia de la ciencia hay que abandonar la tesis
de la CH que sostiene que el contexto del descubrimiento no es com-
petencia de la filosofía sino de la sociología y de la psicología. Pero
hay otras muchas tesis en las que uno no queda comprometido ni a
favor ni en contra. Una prueba de ello es que, a pesar de unas caracte-
risticas comunes, los autores de la NFC difieren en cuestiones impor-
tantes.” Además, estas diferencias se han ido acentuando a medida
que han ido surgiendo nuevos trabajos en el campo de la dinámica
cientifica.
En cuanto a los que podrían ser los precursores de la NFC depen-
de de si nos referimos al aspecto i) o ii)_ Desde el aspecto i) los precur-
sores hay que buscarlos en el campo de la historia de la ciencia, bien

4. En este sentido podemos señalar el estudio de Newton-Smith (1987) en que ex-


pone los diferentes enfoques de estos autores, desde los racionalistas a los anárquicos.
80 mrlzooucción A LA Ficosorbx DE LA cuaNc1A

entre historiadores interesados por la filosofia de la ciencia, bien en-


tre filósofos de la ciencia con una buena formación histórica. En
realidad, los más importantes iniciadores de esta filosofía fueron re-
conocidos historiadores como Kuhn y Toulmin o, al menos, grandes
conocedores de la historia de la ciencia como Hanson y Feyerabend.
En cuanto a un precursor inmediato, del que el propio Kuhn reconoce
la influencia, hay que señalar a Ludwik Fleck. Dice Kuhn:

pude descubrir la monogmfía casi desconocida de Ludwik Fleck Ent-


slehung und Entwicklung einer wissenschnft/ichen Thtsache (Basilea,
1935), un ensayo que anticipaba muchas de mis propias ideas. Junto
a una observación de otro Junior Fellow, Francis X. Sutton, la obra
de Fleck me hizo comprender que esas ideas podian necesitar ser esta-
blecidas en la sociología de la comunidad científica (Kuhn, l97l:ll).

La idea central del pensamiento de Fleck es que la mayoría de los


contenidos cientificos están condicionados y pueden explicarse por fac-
tores históricos y sociológicos. Dice Fleck:

En la historia del conocimiento cientifico no existe ninguna rela-


ción lógico-formal entre las relaciones y sus pruebas: las pruebas se aco-
modan a las concepciones tan a menudo como las concepciones a las
pruebas. Después de todo, las concepciones no son sistemas lógicos,
por más que siempre aspiren a serlo, sino unidades fieles a un estilo
que o bien se desarrollan como tales, o bien se funden junto con sus
pruebas en otras unidades. Al igual que las estructuras sociales, cada
época tiene concepciones del conocimiento dominantes, residuos de las
del pasado y gérmenes de las del futuro. Una de las tareas primordiales
de la teoría comparativa del conocimiento seria investigar cómo las con-
cepciones y las ideas confusas pasan de un estilo de pensamiento a otro,
cómo emergen como preideas generales espontáneamente y cómo se
mantienen, gracias a una especie de armonia de ilusiones, como estruc-
turas persistentes y rígidas. Sólo por medio de esa comparación e in-
vestigación de las relaciones podemos empeur a comprender nuestra
época (Fleck, 1936163-75).
Fleck ejemplifica estas ideas a través de un caso de la historia de
la medicina: la investigación sobre la sífilis. Según Fleck fueron las
especiales connotaciones de dicha enfermedad (asociación con las
relaciones sexuales) las que determinaron el desarrollo de la investi-
gación.
APRox|MAc1óN Hlsroiuc». 81

Además de Fleck, Kuhn estuvo influido por A. Koyré, É. Meyer-


son, H. Metzger y A. Meier.
En cuanto al aspecto ii), los precursores hay que buscarlos en la
evolución del análisis sobre elcontexto de la justificación y que -co-
mo dice Echevarría- «a partir de los años cincuenta comienza a pro-
ducirse una serie de criticas concretas sobre diversas afirmaciones de
la concepción heredada: así la de Quine y Putnam sobre la distinción
analítico/sintético; las de Chisholm y Goodman en torno a los condij
cionales contrafácticos y a la tesis de la extensionalidad de las leyes
cientificas; las de Rapoport, Kaplan y Achinstein en relación con la
axiomatización de las teorías científicas; las de Putnam y Achinstein
nuevamente, pero esta vez con respecto al problema clave de la oposi-
ción entre lo observacional y lo teórico, 0 la de P. Suppes al analizar
la noción de reglas de correspondencia» (Echevarría, l989:24). Entre
otras razones, la importancia de la obra de Kuhn reside en que es un
eslabón más en las criticas a la CH y, al mismo tiempo, la culmina-
ción de varios intentos de relacionar la historia y la filosofia de la
ciencia.
La corriente filosófica iniciada por Kuhn ha recibido varias deno-
minaciones además de «nueva filosofia de la ciencia». A veces se la
conoce como «revolución historiografica››f o otras como «la rebelión
contra el positivismo››;° sin embargo, aunque ambas denominaciones
expresan un aspecto de lo que fue esta corriente, ninguna es totalmen-
te adecuada. Refiriéndonos a los dos aspectos de la NFC, es difícil
hablar de revolución en el aspecto i), ya que entre las tesis de la CH
no hay ninguna que se reñera a la explicación de la evolución científi-
ca. Las teorías sobre el cambio científico proporcionadas por la NFC
no sustituyen a ninguna teoría anterior. Podría argüirse que la CH te-
nla una tesis sobre el cambio de teorias, a saber: la imposibilidad de
que pueda haber tales cambios de teorías. A lo sumo seria una tesis
negativa, por tanto, es mejor no tenerla en cuenta. Hay que señalar
que fue arriesgado, por parte de los autores de la CH, decir que era
imposible la explicación racional de la evolución de la ciencia. Sobre
un campo de conocimiento puede decirse que, por el momento, no
hay modelos explicativos o que los que hay son poco potentes teórica-
mente, pero es difícil predecir hasta dónde pueden llegar los modelos

5. Véase Diez Caluda (1989).


6. Véase Shapcre en Hacking (l98l).
82 |N'r|<oDucc|oN A LA F1Los0Fí›. os LA ci|aNc1,\

explicativos. Por tanto, podemos concluir que hubo «irrupción›› de


la historia y no «revolución historiográñca» en el campo de la filoso-
fía de la ciencia.
Por otro lado, la revuelta contra el positivismo si por éste entende-
mos las tesis de la CH, tampoco es totalmente cierto que la NFC fue-
ra una revolución porque, como hemos visto en lineas anteriores, la
«revuelta›› contra el positivismo habia empezado un década antes. Los
comentarios a estas denominaciones ni ponen ni quitan nada a la im-
portancia de esta corriente filosófica. Nadie duda de que la obra de
Kuhn supuso un hito en la filosofia de la ciencia y que el movimiento
que inició tuvo consecuencias positivas para el desarrollo de la filoso-
fia de la ciencia posterior. Dejando aparte los aciertos y errores de cada
uno de los autorcs de la NFC en esta primera época, las repercusiones
epistemológicas han ido mucho más allá de lo que el propio Kuhn pudo
sospechar cuando escribió la ERC (1962). Prueba de ello es que al cabo
de siete años (1969) reformulaba las principales tesis de La estructura
de las revoluciones cientificas en la «Posdata›› y en «Los segundos pen-
samientos sobre paradigmas››.1
Respecto a las repercusiones que la obra de Kuhn tuvo en las cien-
cias sociales me parece esclarecedor el comentario de F. Ovejero:

Al hilo de la obra de Kuhn empezó a proliferar una literatura que


seguía obsesionada con «el problema epistemológico» pero aflojada aho-
ra de toda intención analítica. implícitamente se dio por buena la con-
signa de Feyerabend: «todo vale». Sociólogos y economistas se apun-
taron alegremente a una defenestración de jueces que empezaba,
justamente, con los epistemólogos y continuaba -no tanto- con los
colegas, remitidos rápidamente al cómodo expediente de la «inconmen-
surabilidad interparadigmatica», de la incomparabilidad entre teorias
(Ovejero, 1987).

En el otro extremo encontramos la reformulación de las tesis de


Kuhn en el marco de la concepción estructural de Sneed, Stegmüller
y Moulines. Esta relación dio lugar a un simposio sobre filosofía de
la ciencia celebrado en 1975 en Ontario (Canadá), al que asistieron
Kuhn, Sneed y Stegmüller a fin de clarificar las posturas. Esta apre-
ciación de la obra de Kuhn coloca al contexto del descubrimiento en

7. Utilizo a propósito el término ureformular» a fin de no entrar en la polémica


de si Kuhn abandonó 0 no las tesis de La estructura de las revoluciones cientúìcas.
APRox|MAc1óN 1-usroiucfx 83

la tradición analítica de donde procede la CH, en un intento de aban-


donar todos los posibles rasgos irracionales de la nueva filosofía de
la ciencia. ›
La filosofía de la ciencia se centró primero en el contexto de la jus-
tificación pero con la NFC surgió el interés por el contexto del descu-
brimiento. Durante mucho tiempo permanecieron como dos planos
distintos, cada uno con sus lógicas y sus métodos. Finalmente, empie-
zan a surgir voces que abogan por una interrelación entre ambos y por
un nuevo enfoque en la relación entre la historia y la filosofía de la
ciencia.

8./ Es'r/mo ACTUAL DE LA 1=n.oso1=íA DE LA cu2Nc1A

La situación actual de la filosofía de la ciencia podemos abordarla


desde varias perspectivas: a) desde los problemas que en estos momen-
tos tiene planteados la filosofía de la ciencia; b) desde las diversas fi-
losofías de la ciencia particulares (filosofía de la física, de la biología,
de la sociología, etc.); c) desde los modelos que la filosofía de la cien-
cia toma de otras ciencias; d) desde las distintas concepciones que su-
ponen las grandes líneas de investigación en dicho campo, y e) desde
las vertientes sincrónica y diacrónica de la ciencia.
En cuanto a la perspectiva a) sería difícil apuntar temas comunes
a la mayoría de los filósofos de la ciencia. Podríamos señalar algunas
cuestiones que, de forma puntual, han atraído la atención de un buen
número de filósofos y que se han plasmado en conferencias, simpo-
sios, pero no puede decirse que dichos temas hayan aglutinado a la
comunidad filosófica alrededor de un proyecto común. Entre los te-
mas que puntualmente han sido motivo de debate podemos señalar
los siguientes: realismo/antirrealismo, determinismo/indeterminismo,
y racionalidad de la ciencia.
En la perspectiva b) habría que incluir lo que Bunge (Bunge, 1980)
llama «epistemologías regionales››' al referirse a las filosofías de la ló-
gica, de la matemática, de la física, de la psicología, de las ciencias
sociales, etc. Estos campos dela filosofia de la ciencia han adquirido
últimamente una importancia considerable, en especial la filosofía de

8. Dado nuestro contexto político, seria más adecuado llamarlas «epistemologías


autonómicas» o «federación de epistemologlas».
84 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

las ciencias sociales. Esto se debe a la preocupación por adquirir esta-


tuto científico por parte de la historia, la antropología, la geografía,
la sociología, la arqueología, etc. En todas ellas el debate epistemoló-
gico ocupa un lugar preeminente en su tarea investigadora.
Desde la perspectiva c) hay que apuntar a la sociología del conoci-
miento y a las ciencias cognitivas como disciplinas que han repercuti-
do de forma más evidente en diversos planteamientos de la filosofía
de la ciencia.” En primer lugar, a pesar de que ambas constituyen un
mismo fenómeno (proporcionar modelos a la filosofía de la ciencia
desde otras disciplinas), las consecuencias para la filosofía de la cien-
cia son distintas e independientes una de otra.
En el caso de la sociología del conocimiento su influencia está li-
gada al desarrollo de la sociología de la ciencia, desarrollo iniciado
con Merton (l927) y que luego siguió una línea muy diferente de Mer-
ton en la llamada Escuela de Edimburgo con B. Barnes y D. Bloor.
Por parte de la influencia de las ciencias cognitivas en los planteamien-
tos de la filosofía de la ciencia, la cuestión esta en que el desarrollo
que ha experimentado la neurociencia ha socavado muchos de los plan-
teamientos de la filosofia de la mente y ha generado un optimismo
epistemológico del que se ha contagiado la propia filosofía de la cien-
cia. El trabajo de Paul Churchland (Churchland, 1992) constituye un
ejemplo de la influencia de las ciencias cognitivas en la filosofía de
la ciencia.
En cuanto a la perspectiva d) podemos hablar de varias alternati-
vas a la Concepción Heredada. Vamos a detenernos, a continuación,
en la concepción estructuralista y en la concepción semántica de las
teorias científicas. Finalmente, desde la perspectiva e) señalamos que,
de cualquiera de los problemas indicados podemos hacer un análisis
desde la vertiente sincrónica o diacrónica.
Es importante señalar, en primer lugar, que estas concepciones no
agotan las aproximaciones filosóficas a la ciencia, aunque constitu-
yen lineas de investigación reconocidas por el resto de la comunidad
filosófica. En segundo lugar, que las perspectivas aquí indicadas no

9. A pesar de que tanto la sociología del conocimiento como el enfoque cognitivo


suponen un intento de suplantación de la epistemología por la sociología y la psicolo-
gía respectivamente, hay diferencias substanciales entre ambas respecto a la filosofía
de la ciencia. Mientras que con la primera no hay convergencia posible, con la segunda
la cuestión está abierta.
Avnoximxcíóu 1-nsróiuca 85

se excluyen sino que se solapan en muchos puntos. Es decir, podemos


acercarnos a la filosofía desde la filosofía de la física o de las ciencias
sociales y, al mismo tiempo, analizar cuestiones que hacen referencia
al problema del realismo científico, 0 bien centrarnos en la concep-
ción semántica y ver también qué postura adopta dicha concepción
respecto a los modelos cognitivos.

8.1. La concepción estructural

Puede considerarse como una revisión de la CH en cuanto critica


sus tesis, pero no es una alternativa radicalmente opuesta a la tradi-
ción analítica del empirismo lógico. Vamos a señalar algunos datos
que nos permitan situarla en el marco de la evolución de la filosofía
de la ciencia del siglo xx. J. Sneed, uno de los fundadores de esta co-
rriente, publica su obra The Logical Structure of Mathematical Physics
en 1971, influido por la Escuela de Stanford a través de P. Suppes. W.
Stegmüller es el iniciador en Europa de esta corriente a la que han
contribuido notablemente U. Moulines, W. Balzer y W. Diederich, entre
otros. '°
La concepción estructuralista propone una «axiomatización infor-
mal de las teorías científicas» que supone la utilización de la teoría
informal de conjuntos a fin de caracterizar las teorias empíricas. Sup-
pes recurrió a la técnica del «predicado conjuntista» utilizado por el
grupo de Bourbaki. Dicho predicado, al determinar la clase de mode-
los que lo satisfacen, caracteriza extensionalmente la teoría en función
de dicha clase de modelos. No hace falta, por consiguiente, reducir
las teorías científicas a cálculos lógicos, lo cual era imprescindible en
la concepción heredada. El propio Stegmüller ha dicho que esta con-
cepción puede considerarse como una ampliación del programa de
Bourbaki a la ciencia empírica. Si esto es así, es acertado el comenta-
rio de J. Echevarría (Echevarría, 19892150) cuando afirma que la pro-
puesta de Stegmüller supone una nueva tentativa, aunque a partir de
postulados muy diferentes de los del Círculo de Viena, de unificación
de la ciencia.

l0. U. Moulines ha sido el introductor indiscutible de la concepción estructuralis-


ta en España. A ello ha contribuido la propia obra de Moulines (1982 y l992) y la ver-
sión castellana de las principales obras de Stegmüller.
86 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA

Una peculiaridad de la concepción estructural respecto a la Con-


cepción Heredada es que la primera trata de integrar en la estructura
de las teorías científicas los aspectos pragmáticos y dinámicos, refor-
mulando e incorporando la obra de autores como Kuhn y Lakatos pro~
cedentes de la corriente historicista. Como consecuencia, dicha con_
cepción acaba con la disociación entre contexto del descubrimiento
y contexto de la justificación defendida por la Concepción Heredada.

8.2. la concepción semántica

Frente al análisis básicamente sintáctico de la CH surge la concep-


ción semántica en filosofía de la ciencia. En sentido amplio pueden
incluirse desde la propia concepción estructural hasta la escuela pola-
ca de Wojcicki y Przelecki así como autores como Dalla Chiara y To-
raldo. Sin embargo, podemos centrar la concepción semántica en Sup~
pe, Van Fraassen y Giere, con Beth como precursor.
Suppe entiende el enfoque semántico como una teoria de modelos
para analizar las teorías científicas. Dice Suppe:

Las teorías son entidades extralingülsticas que se pueden describir


por medio de sus formulaciones lingüísticas. Las proposiciones que apa-
recen en la formulación de una teoría ofrecen, pues, descripciones ver-
daderas de la misma y, de este modo, la teoría es como un modelo de
cada una de sus formulaciones. Esto indica que las técnicas semánticas
de teoria de modelos pueden ser útiles para analizar la estructura de
las teorías científicas, cosa que se hace más plausible cuando se obser-
va que la forma que suele adoptar en la práctica la presentación de una
teoria científica es la de especificar un modelo para los enunciados em-
pleados en la formulación de la teoria; esto es así sobre todo cuando
se trata de las teorías más complicadas del tipo de las que aparecen en
las ciencias fisicas (Suppe, 19791356).

Para la concepción semántica los conceptos de modelo, hipótesis


teórica y teoría tienen un significado concreto y difieren de otras con-
cepciones. Sin embargo, dada su complejidad nos obliga a dejarlo para
el capitulo sobre teorías cientificas (véase el capítulo 6).
En el caso de Giere es importante, desde la perspectiva de las con~
cepciones actuales de la filosofía de la ciencia, señalar la relación que
establece entre filosofía dela ciencia y ciencias cognitivas (Giere, 1988):
APRox|MAcróN H|s1oR|cA 87

La ciencia es una actividad cognitiva, es decir, se refiere a la pro-


ducción de «conocimiento››. Claro que la ciencia no es hoy en dia el
paradigma más importante de las empresas productoras de conocimien-
to. Hoy, una de las fuentes potencialmente más poderosas que estudian
cualquier actividad cognitiva es el núcleo de disciplinas agrupadas bajo
el nombre de «ciencia cognitiva». AI llamar a mi enfoque «teoría cog-
nitiva de la ciencia» intento que sea un enfoque que utilice todos los
recursos de las ciencias cognitivas (Giere, 1988:!-2).

Sigue en una nota a pie de página:

Muchos filósofos y filósofos de la ciencia se han interesado por las


ciencias cognitivas con el intento de aplicar conceptos y métodos filo-
sóficos para investigar en estas ciencias. Es esencial darse cuenta que
el ob'etivo de una teoría cognitiva de la ciencia es justo lo contrario:
utiliziar los conceptos y métodos de las ciencias cognitivas para estu-
diar la ciencia (Giere, l988:28l).

De acuerdo con esta puntualización, está claro que la propuesta


de Giere no es hacer filosofia de las ciencias cognitivas, sino tomar di-
chas ciencias como modelos analógicos para el análisis filosófico de
la ciencia.

8.3. Enfoque empírico en dinámica cientifica

Aunque ni la concepción estructural ni la semántica niegan la po-


sibilidad del aspecto diacrónico de la ciencia, ninguna de ellas tiene
como principal actividad (al menos en los autores aquí citados) la cons-
trucción y aplicación de modelos de cambio cientifico. Al hacer un
balance de la ñlosofía de la ciencia actual no podemos olvidar el pro-
yecto que tiene como ñnalidad la contrastación de diversos modelos
de cambio científico que se han construido a partir de la irrupción
de la historia de la ciencia en la filosofia. L. Laudan, A. Donovan,
R. Laudan, P. Barker, I-I. Brown, J. Leplin, P. Thagard, S. Wykstra
en el articulo «Scientific Change: Philosophical Models and Histori-
cal Research» (Laudan, Donovan et al., 1986) presentan las pautas de
una investigación empírica en dinámica científica:
88 iN1'RoDuccióN A LA i=|uosoi=lA DE LA ciiaNciA

Desde nuestro punto de vista, ha llegado la hora de poner esta si-


tuación en la línea correcta. El clamor sobre la importancia de la con-
trastación empírica tiene que abrir camino al proceso de contrastación
en si mismo. Las promesas de los sesenta y de los setenta han fallado.
0 bien decidimos cómo poner a prueba estos modelos y nos ponemos
a hacerlo, o bien abandonamos cualquier pretensión de obtener la más
minima justificación para afirmar que la ciencia es lo que decimos que
es. Tomando como eslogan el naturalismo en epistemología tenemos
que dar cabida a las cuestiones reales o tenemos que confesar todo lo
que pensamos sobre el estatus epistémico alternativo (extra empírico)
con el que intentamos teorizar sobre la ciencia. Este ensayo es un mo-
vimiento preliminar en la primera dirección (Laudan, Donovan el al.,
l986:l43).

A partir de estos presupuestos se establecen las tesis de los diver-


sos autores que han investigado en el campo de la dinámica cientifica
a fin de contrastarlas con la historia de la ciencia. Este programa dio
su fruto con la publicación en l988 de diversos estudios sobre cambio
cientifico editados por A. Donovan, L. Laudan y R. Laudan, bajo el
titulo Scmtinízing science. Empiricalstudies of Scientific Change (Lau-
dan el al., l988). En dicha obra se precisa la metodologia para llevar
a cabo los estudios empíricos:

Nos imponemos a nosotros mismos los siguientes objetivos: (l) ex-


traer algunas de las llamadas «tesis››; (2) formular estas tesis a fin de
que sea fácil compaiarlas con las afirmaciones de otros que teorizan
sobre el tema; (3) hacer que estas tesis sean inteligibles a los lectores
que no estén familiarizados con el lenguaje técnico de la filosofía o con
la terminología especifica de los diferentes actores que teorizan sobre
el tema; y (4) expresar estas tesis en un vocabulario neutro que no pre-
suponga los supuestos que subyacen a cualquiera de las teorias (Lau-
dan, Donovan el ul., l986:8).

AI mismo tiempo la obra presenta casos históricos concretos («case


studies››) en los que se aplica alguna de las tesis programáticas, com-
probando si dicho modelo encaja o no con el caso histórico concreto.
3. EL LENGUAJE CIENTÍFICO

l. Los coNcEi='ros crisuriificos


Los conceptos cientifióos son el primer eslabón del anafam °°f"
ceptual con el que nos enfrentamos al mundo. Mosterin (M0St°"“'
1984) hace unas consideraciones sobre la conceptualílflcìóll Y el mu"
do externo que son pertinentes para situar el papel del SUÍCÍC' °°gn°s`
cente en la aprehensión del mundo y, por tanto, en el PTOCCSP de “Ín-
ceptualización que tiene lugar en la investigación científica. DIC@
Mosterin:

El mundo nos bombardea continuamente con todo t¡Pf1 de 'ama'


ciones, roces, mensajes. Y nuestro aparato sensorial selecciona Y Pm'
cesa esa información bruta que nos llega del mundo. Si tuviéI'flI'fi0$ °"°
aparato sensorial diferente del que tenemos, D¢l'C¡b¡flam_°5 el mumfo
de distinto modo. Si nuestra retina fuese sensible a otro intervalo _dl$-
tinto del espectro electromagnético, verlamos un Paisaje lnffarro-lo 0
ultravioleta muy distinto al que vemos _
Esto no significa que nuestros sentidos inventen el mundo ni qllfi
nuestras percepciones no sean objetivas. Tan obifiïlva °§ "na ,f°t° en
blanco Y neåro como una foto en color Y C°m° una "ad'°5mfia` Few
nuestro aparato sensorial condiciona nuestra p¢IC°P°¡Ó“ del "f“f'd° y
determina las pautas en las que ésta es posible. El mundo percibido es
la resultante de al menos dos factores: nuestro aparato sensorial y e
mundo exterior. d
De igual modo, lo que pensemos y digamos del mundo no depen 9
sólo de él, sino también de nuestro sistema concelJ1Ufl¡› que semcmona'
condiciona y determina los aspectos del mundo que ¡°“°m°S en cuen-
ta, en los que pensamos y de los que hablamos. El mundo P°“Sad° ei
también la resultante de dos factores: nuestro sistema conceptual y C
mundo real (Mosterin, 1984211-12).
90 INTRODUCCIÓN A LA FILDSOFÍA DE LA CIENCIA

En la actividad científica tenemos que partir de nuestro aparato


sensorial y del sistema conceptual plasmado en nuestro lenguaje na-
tural. El mundo, ni siquiera a este nivel, está estructurado de por si
de un modo univoco, sino que somos nosotros los que lo estructura-
mos al proyectar sobre él nuestros conceptos.
A nivel cientifico los conceptos tienen dos funciones básicas: la des-
cripción adecuada de las cosas y sucesos que son objeto de la investi-
gación científica y el establecimiento de leyes y teorias generales me-
diante las cuales sea posible explicar y predecir sucesos particulares
(Hempel, l979:l4l). La representación de los conceptos cientificos se
lexifica en los términos del vocabulario de la ciencia.'
Uno de los posibles lenguajes con que operativizamos los concep-
tos cientificos es el lenguaje matemático. En las ciencias muy desarro-
lladas, sobre todo en la fisica, a veces el lenguaje científico se equipa-
ra con el lenguaje matemático. Sin embargo, a no ser que se identifique
teoría científica con teoria matemática, el lenguaje científico no se ago-
ta en el lenguaje matemático. Sin embargo, la ciencia sigue utilizando
el lenguaje natural con todas sus ventajas y desventajas respecto al len-
guaje matemático. Ventajas en el sentido de ser más intuitivo y poder
captar realidades complejas, pero enormes desventajas por su falta de
rigor, de precisión y por su polisemia. Estas caracteristicas, que en la
literatura pueden transformarse en una virtud, en la ciencia constitu-
yen una dificultad. Podria argumentarse que si las ventajas priman so-
bre las desventajas, ¿por qué no utilizar sólo el lenguaje matemático
para la representación de los conceptos científicos? La cuestión es que
no todo el conocimiento cientifico puede expresarse en lenguaje ma-
temático. Aunque Galileo tuviera razón al decir que la naturaleza está
escrita en lenguaje matemático, hasta el momento sólo llegamos a re-
presentar por la matemática una parte de los hechos y/o realidad, por
tanto, por el momento, necesitamos el lenguaje natural para dar cuen-
ta de aquella parte de la naturaleza (hechos, realidad) no reducible a
una expresión matemática.
Un punto controvertido referente a la representación lingüística de
los conceptos de la ciencia consiste en sostener, o no, la idea de un
lenguaje unitario para la ciencia y, por tanto, la reducción de todos

l. Siguiendo con una convención clásica en lógica y filosofia de la ciencia, entre-


comillaremos los terminos que representan los conceptos. Por ejemplo, los ténninos «fuer-
za›› y «rol››, que son expresiones lingiilsticas, representan los conceptos de fuerza y rol.
EL LENGUAJE CIENTÍFICO

los demás a éste. Esta postura fue defendida por algunos miembros
del Círculo de Viena, que tomaban el lenguaje fisicalista como base
al que debian reducirse todos los demás. Esto significa definir los tér-
minos de las otras disciplinas a partir de conceptos físicos. Otra for-
ma de reduccionismo consiste en aceptar sólo un tipo de definición,
tal es el caso del programa operacionalista de Bridgman (más adelan-
te detallaremos las bases fundamentales de dicho programa), que pro-
pone el análisis operacional como el único método riguroso de dar sig-
nificado a los términos cientificos.
Frente al reduccionismo, podemos plantear el pluralismo a distin-
tos niveles, a sabcr: cn función de las distintas ciencias, en función
de los distintos tipos de definición y en función de distintos tipos de
lenguajes. En este sentido, P. Suppes (Suppes, l984a:l22) aboga por la
pluralidad del lenguaje, favoreciendo la divergencia del lenguaje en
la ciencia, lo cual no es motivo /de escepticismo ni de pesimismo pa-
ra el desarrollo de la ciencia. Para Suppes la pluralidad de lenguajes
en la ciencia es tan deseable como la pluralidad de opciones politi-
cas en una democracia.
Si partimos de que los términos usados para formular enunciados
cientificos tengan significados claramente especificados y sean enten-
didos en el mismo sentido por todos aquellos que los usan, es necesa-
rio que haya criterios claros y uniformes de aplicación de dichos con-
ceptos. Para llevar a cabo este objetivo de clarificación el método más
apropiado es la definición.

2. LA Disi=iNicióN DE TÉRMINOS cnaN'riFicos

La definición tiene una función de precisión y clarificación de los


términos utilizados en la investigación cientifica. Definir un término
consiste en caracterizar suficientemente una noción para delimitarla
y separarla de otras.
La idea tradicional de definición, inspirada en Aristóteles, es la que
se basa en el género y la diferencia específica (per genus et differen-
tiam) y consiste en la delimitación de una especie, determinando el
género al que pertenece y lo que la diferencia de otras especies que
pertenecen al mismo género. La utilización de «género›› y «especie››,
dos términos procedentes de la biologia, hay que tomarla sólo como
una analogía. En el sentido utilizado por los cientificos «género›› sig-
92 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA

nifica una clase amplia y «especie›› una clase más pequeña, que es una
subclase del género. Por ejemplo, podemos hablar del género animal
y de la especie de los mamíferos, o del género mamífero y de la espe-
cie felino. Es decir, la distinción entre género y especie es una clasifi-
cación relativa. La diferencia es el atributo o atributos que distinguen
las distintas especies en un mismo género. Por ejemplo, lo que distin-
gue a los instrumentos de cuerda de otras especies en el género de ins-
trumentos musicales, es el tener una caja de resonancia, el estar cons-
truidos de madera, el tener cuerdas, etc. Esta idea tradicional de
definición se asienta sobre cuatro reglas que pueden enunciarse como
sigue: i) una definición debe dar la esencia de lo definido; ii) una defi-
nición no debe caer en un circulo vicioso; iii) una definición no puede
ser negativa cuando puede ser positiva; y iv) una definición no puede ser
expresada en lenguaje figurado u oscuro! Según esta concepción tra-
dicional, las definiciones se clasifican en reales y nominales (a veces
a las nominales se las denomina verbales). Las definiciones reales ex-
presan la naturaleza de una cosa o especie y pueden ser verdaderas
o falsas. Las definiciones nominales expresan el significado de un nom-
bre, estableciendo la palabra con que, en lo sucesivo, designaremos a
un objeto que tiene unas propiedades determinadas.
Esta clasificación es equivalente a la establecida por Hempel (Hem-
pel, l977:l27) entre definiciones descriptiva.: y estipulativas. Las des-
criptivas se proponen analizar el significado aceptado de un término
y describirlo con la ayuda de otros términos cuyo significado debe ha-
ber sido comprendido con anterioridad. Las estipulativas sirven para
introducir una expresión que se ha de usar con algún sentido especifi-
co en el contexto de una discusión, de una teoría, etc.

ETBMPLLFICACIÓN DE DEFINICIONES DESCRIIPTIVAS Y ESTIPULATIVAS

Descriptivas
Especie: clase de seres vivos en la que cualquier miembro pue
de reproducirse y tener descendencia fértil y exclusivamente si
lo hace otro miembro de tal clase.
Visión (en psicologia cognitiva): visión es el proceso de des-

2. Esta versión de la idea tradicional de definición se encuentra en Suppes,


(i9s4a;i91›.
izi. LENGUAJE ciENrli=ico 93

cubrir a partir de imágenes lo que está presente en el mundo y


dónde está (David Marr, Vision).
Lenguaje internalizado (según Chomsky): estructura articu-
lada en la mente de un hablante que le indica cómo debe crear
sus propias oraciones de manera que sigan los estándares de gra-
maticalidad de su comunidad.
Amatista (caracterización de un objeto natural que estudia
la geología): mineral compuesto por óxido de silicio cristaliza-
do, de color violeta y de dureza 7.5 en la escala de Mohs.

Eslipulativas \
Inteligencia artificial (una de las posibles definiciones): dis-
ciplina de la informática que pretende generar programas para
resolver problemas que, si fueran resueltos por una persona, di-
riamos que su actuación sería inteligente.
Conjunto infinito: es aquel para el cual es posible poner en
correspondencia biunívoca todos sus elementos con los elemen-
tos de algún subconjunto propio.
Categoría vacia: todo aquel elemento que, a pesar de tener
importancia lingüística, no es pronunciado por el hablante (por
ejemplo, un sujeto eliptico).
Representación: «después de que una experiencia haya cesa-
do, algún cambio ha tenido que mediar para producir los efec-
tos subsecuentes que tal experiencia tendrá. Este cambio es
a lo que se llamará en el resto del articulo representación».

2.l. La estructura de la definición

La definición tiene la siguiente estructura:

«...›› tiene el mismo significado que

En la parte izquierda o definiendum, ponemos el término que que-


remos definir, y en la parte derecha o definíens, las propiedades de
dicho término. Por ejemplo, especie, amatista y categoria vacia son
deyinienda y las expresiones lingüísticas que siguen a estos deflnienda
son los respectivos definiens.
94 iN1'RoDuccióN A LA ifiuosor-*IA ma LA ciiaNc|A

Definir un término es determinar todas las instancias que pueden


denominarse con este término. Esto puede hacerse extensionalmente
-definiciones denotativas- o intensionalmente -definiciones con-
notativas-. Definir un término extensionalmente significa nombrar
los objetos a los que se aplica el término o enumerar las subclases de
este término o señalar materialmente los objetos denotados por el tér-
mino. Hay que señalar, sin embargo, que para la investigación cienti-
fica las que se utilizan habitualmente son las connotativas. Esto quie-
re decir que lo que tenemos en el definiens es una serie de propiedades
atribuidas al deƒiniendum. Lo que nos interesa es precisar la relación
entre el definiendum y el definiens.”
La relación entre defíniendum y definiens es la relación entre una
propiedad P o propiedades P,, P,, P,, y un término «X›› corres-
pondiente a un concepto X. Dicha relación puede ser necesaria lógi-
camente, suficiente lógicamente, pertinente y central.

Necesidad lógica. Decir que una propiedad P es lógicamente ne-


cesaria para X, en el sentido en que es usado el término «X››, significa
que si le falta la propiedad P no puede ser clasificado como una X,
independientemente de las otras propiedades.
En la definición de conjunto infinito es lógicamente necesario que
exista algún subconjunto que pueda ponerse en correspondencia bi-
unívoca con todos los elementos de ese conjunto, si no tal conjunto
no puede ser infinito.
Suficiencia lógica. Decir que una propiedad P es lógicamente su-
ficiente para ser una X quiere decir que si el término «X›› posee dicha
propiedad se le puede clasificar como una X, independientemente de
las otras propiedades que posea.
Realizar la función clorofilica es en principio suficiente lógicamente
para adscribir un objeto a la categoria de «vegetal››. Los vegetales tie-
nen evidentemente más características definitorias, pero todos los ve-
getales y sólo éstos realizan la función clorofilica, por lo tanto la con-
dición es suficiente.
Pertinencia. Decir que una propiedad P es pertinente para ser un
X quiere decir que, si se sabe que un item posee ciertas propiedades
y carece de otras, el hecho de que el ítem (es decir, una cosa) posea

3. Para la relación entre el de/iniendum y el definiens he seguido de cerca el traba-


jo de P. Achinstein (1971).
EL LENGUAJE clEN^rii=ic0 95

(o carezca de) la propiedad en cuestión normalmente contará, al me-


nos hasta cierto punto, a favor (o en contra) de que es un X, conclu-
yendo que es un X (o que no es una X); y, si se sabe que dicho ítem
posee (o carece de) suficientes propiedades de diversos tipos, el hecho
de que el item posea (o carezca de) la propiedad en cuestión puede,
justificadamente, hacer que sepamos que es un X (o que no es una X).
La pertinencia puede ser, por un lado, positiva o negativa y, por
otro, semántica o no-semántica. La pertinencia positiva o negativa está
en función de si la propiedad P cuenta a favor de ser una X más que
su carencia en contra.
La distinción entre semántica y no-semántica se refiere solamente
a ciertos tipos de pertinencia. Supongamos que X tiene las propieda-
des P,, ..., P,, __., P,, pertinentes para X. Supongamos también varias
substancias, cada una de ellas con las propiedades P,, P,, P,,. Si
la carencia de P, cuenta, en si misma, para no clasificar dicha subs-
tancia como X, diremos que P, es semánticamente pertinente (de for-
ma negativa) para X. Si la carencia de P,, en si misma, no cuenta
para no clasificar dicha substancia como X, diremos que P, es perti-
nente pero no-semánticamente (de forma negativa). Si, por el contra-
rio, P, cuenta, en si misma, para clasificar dicha substancia en X, di-
remos que P, es semánticamente pertinente (de forma positiva) y si no
cuenta, en si misma, para clasificar dicha substancia en X, diremos
que P, es pertinente no-semánticamente (de forma positiva).
En la definición de amatista, «ser violeta» es pertinente de forma
positiva y es pertinente semánticamente, pues «ser violeta» nos per-
mite distinguir la amatista de otras variedades de cuarzo, distinguien-
dose de ellas sólo en _que tales variedades son de otro color.
Volviendo a la amatista, «ser transparente» sería pertinente de for-
ma negativa y también sería pertinente en el ámbito semántico. «Ser
transparente» sería una prueba de que no nos hallamos ante una ama-
tista, y a nivel semántico nos indicaria que no nos hallamos ante la
amatista, sino ante otra variedad del cuarzo, en este caso el cristal de
roca.
Finalmente, las propiedades de «tener una dureza de 7.5 en la es-
cala de Mohs» o bien «no tener una dureza de 7.5 en la escala de
Mohs››, serian pertinentes de forma positiva y negativa, respectivamen-
te, pero no serian semánticamente pertinentes pues en principio no hay
una familia a la que pertenezca la amatista, donde ésta se diferencie
de las demás sólo en una dureza suficiente.
96 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA

Centralidad. Respecto a dos propiedades P y Q, ambas semánti-


camente pertinentes para X, decir que P es más central que Q para
X significa que la posesión (o carencia) de P por un ítem, actual o
hipotético, tiende a contar más a favor (o en contra), a la hora de cla-
sificar aquel ítem como una X, de lo que puede contar la posesión
(o carencia) de la propiedad Q para dicho item.
Continuando con la amatista, diríamos que es más central la pro-
piedad «estar compuesto por óxido de silicio» para caracterizar tal mi-
neral que hacer referencia al color violeta.
Descripciones lingüísticas. Las descripciones lingüísticas son las
expresiones que indican las propiedades con las que definimos un tér-
mino. Podemos distinguir dos tipos: Descripciones de tipo uno (DI)
o descripciones en sentido fuerte, y descripciones de tipo dos (D2), o
descripciones no totalmente definidas, es decir, con algunas propie-
dades desconocidas.

DI: Ateniéndonos a cómo el término «X›› es normalmente uti-


lizado por un sujeto, los items (tanto actuales como potenciales) pue-
den ser clasificados como X si y sólo si poseen cada una de las
propiedades P,, P,,. Este tipo de descripciones suponen que la re-
lación entre el término y la definición es lógicamente necesaria y sufi-
ciente.

EJEMi›i.i1=icAcióN DE i.As r›Esciui›cioNEs DE 'rn>o UNo (D1)

Un término «X›› c-gobierna a otro término «Y$› si y sólo si


ni X domina Yni Ydomina X y el primer nudo ramificado que
domina X también domina Y (de la lingüística generativa).
Un grupo es un conjunto de elementos más una ley de com-
posición interna entre ellos que cumplen las siguientes propie-
dades: asociativa, elemento neutro y elemento inverso.

D2: Ateniéndonos a cómo el término «X›› es utilizado normalmente


por un sujeto, los items (tanto actuales como potenciales) pueden ser
clasificados como X si y sólo si tienen la mayoria o al menos muchas
de las propiedades P,, ..., P,,. Entre otras.
EL LENGUAJE ciENrli=ico 97

EJEMi>Lii=icAcióN DE LAs DEsc1u1›croNEs DE 'rrPo nos (D2)

Los mamiferos son la clase de los vertebrados cuyos miem-


bros poseen las siguientes propiedades: existencia de pelo, glán-
dulas mamarias, no se reproducen mediante huevos y tienen cua-
tro miembros.
La esquizofrenia es una psicosis en la que se produce una
disociación dela personalidad acompañada por sintomas como
inhibición del pensamiento, acciones estereotipadas, ruptura con
el mundo exterior en forma de indiferencia o desinterés, etc.

2.2. Clasificación de términos cientificos en función de su definición

Los filósofos de la ciencia siempre han intentado encontrar crite-


rios para hacer clasificaciones significativas de los términos científi-
cos. Algunas de estas clasificaciones han ocupado un lugar clave en
el análisis filosófico de la ciencia, tal es el caso de la clasificación en-
tre términos observacionales y teóricos, cuestión que vamos a tratar
en el apartado siguiente. _
Aqui vamos a ocuparnos sólo de aquellas clasificaciones que ten-
gan que ver con los conceptos definidos anteriormente. Una posibili-
dad seria clasificar los términos cientificos en función del tipo de re-
lación que hay entre dichos conceptos y sus definiens correspondientes.
Asi tendriamos el grupo de los términos que establecen con sus defi-
niens relaciones lógicamente necesarias o suficientes, o ambas, o per-
tinentes. También podríamos dividirlas entre términos cuya definición
es una descripción de tipo uno (Dl) y aquellos cuya definición es de
tipo dos (D2). Hay que señalar que, hasta aqui, estas clasificaciones
son poco fructíferas, ya que desde el momento que establecimos las
distintas relaciones entre definiendum y definiens, automáticamente
quedaba hecha esta clasificación y, por tanto, no nos añade ninguna
información nueva. Otra cosa es que pudiéramos conectar este tipo
de relaciones (necesaria, suficiente, pertinente) con otras clasificacio-
nes de términos científicos o con tipos de definiciones. Por ejemplo,
que pudiéramos relacionar los términos observacionales y teóricos con
98 INTRODUCCIÓN A LA FIIDSDFÍA DE LA CIENCIA

algún tipo de relación lógica, o bien que la clasificación de las defini-


ciones en descriptivas y estipulativas correspondiera también a un de-
terminado tipo de relación lógica.
Vamos a detenernos en la tipología de Achinstein de los términos
científicos, analizando las posibilidades y alcance de dicha clasifica-
ción. Veamos algunos ejemplos de términos que Achinstein incluye en
cada uno de los grupos:

A: cobre, metal, electrón, átomo, ácido, insecto.


B: sistema de conservación, molécula diatómica, sistema newto-
niano, proceso reversible, cuerpo rígido, cuadrúpedo.
C: energía cinética, velocidad, longitud, temperatura, entropía y
energia potencial.

La lista A designa objetos físicos y recibe definiciones de tipo B.


La lista B representa conceptos más abstractos aplicables a objetos ff-
sicos. La lista C se refiere a conceptos con posibilidad de graduarlos
numéricamente.
Las propiedades que definen los términos de la lista A no son lógi-
camente necesarias ni lógicamente suficientes, aunque si son pertinen-
tes, siendo la descripción lingüística de tipo dos (D2) la más habitual
en estos casos. Los términos definidos por los lexicógrafos serían de
esta naturaleza. Asi, al introducir un término, el lexicógrafo deberá
escoger las propiedades más pertinentes, entre éstas las semánticamente
pertinentes y, entre estas últimas, las más centrales_ La definición de
«insecto›› no cumple ni la condición necesaria ni la suñciente, pues
hay algunas excepciones a cualquier definición que se quiera dar. Por
ejemplo, si intentamos caracterizar los insectos como animales de seis
patas tenemos el problema de las orugas, si lo hacemos mediante la
propiedad «dos pares de alas» tenemos el problema de las moscas que
sólo tienen un par, pero también son insectos.
Las propiedades que definen los términos de la lista B son lógica-
mente necesarias y suficientes y el modelo de descripción lingüística
es de tipo uno (Dl). La definición de «molécula diatónica›› como una
molécula con dos átomos (Oz, I-I,) cumple las condiciones de necesi-
dad y suficiencia lógica.
El significado de los términos de la lista C se expresa por medio
de definiciones matemáticas u operacionales. Por ejemplo, al decir que
la Energía cinética = I/2 m.v2, estamos dando una definición mate-
EL LENouAiE ciEN'rli=ico 99

mática de energía cinética. Definir operacionalmente el término «más


duro que» se realiza estableciendo una regla según la cual se dirá que
un trozo de mineral x es más duro que otro trozo y, si la operación
de trazar con x una raya sobre la superficie de y da como resultado
una raya sobre ésta.
Al hablar de definiciones operacionales es obligada la referencia
a P. W. Bridgman, considerado como el padre del operacionalismo.
Bridgman afirma que las definiciones operacionales proporcionan con-
diciones necesarias y suficientes, en cambio Carnap, Hempel y Achins-
tein, entre otros, tienen una concepción más amplia de la definición
operacional. Para Bridgman, comprender el significado de un térmi-
no significa conocer los criterios operacionales de su aplicación. En
cambio para Hempel, lo importante de la definición operacional es
que da significado experimental al término, pero para esto «lo que in-
teresa es simplemente que las condiciones de test pertinentes y la res-
puesta requerida sean de tal tipo que investigaciones diferentes pue-
dan discernir, por observación directa, y con un grado razonable de
acuerdo, si en un caso dado se realizan las condiciones del test y si
se obtiene la respuesta característica» (Hempel, l979:l29).
Esta concepción de Hempel sería más compatible con algunos cien-
tíficos sociales como R. Mayntz (Mayntz, 1980) para los que el con-
cepto correspondiente al término que tratamos de definir y la defini-
ción operacional no siempre coinciden en extensión y contenido
semántico. La total coincidencia correspondería a la postura de Bridg-
man, pero en las ciencias sociales es difícil tal coincidencia. Un ejem-
plo de definición operacional en sociología seria la de «clase social
elevada» -«todas las personas que según los datos de Hacienda tie-
nen unos ingresos anuales por encima de cinco millones»-. Sin em-
bargo, esta definición no cumple los requisitos de Bridgman para las
definiciones operacionales, en cambio sí da significado experimental
-como exige Hempel- al término en cuestión. Mayntz considera que
las definiciones operacionales «consisten en la indicación de opera-
ciones de investigación con ayuda de las cuales se pueda decidir acer-
ca de la presencia e intensidad de aquellos hechos que permitirán la
deducción de la presencia de fenómenos conceptualmente caracteri-
zados» (Mayntz, 1980:28). La postura de Mayntz está mucho más cer-
ca de Hempel que de Bridgman.
La clasificación de Achinstein antes indicada pronto se vio acechada
por numerosos problemas que la hacían insostenible. Él mismo reco-
IOO '"Tn0DuccióN A LA EiLosoElA DE LA ciENciA

n°cc qnc a Vcccs Ilo hay una línea clara entre términos de tipo A Y
dc nP° B- cstc cS› hay términos que no se sabe dónde ubicarlos. Por
c-Icmpb' t°mem°5 el término «rojo›› definido en psicología como «sen-
cación subjetiva que tiene un sujeto de un objeto que está percibiendo
Y dl-1° Se c°“'c5P°¡1de con la propiedad natural de presentar un trío
de reflectancias ame ¡a ¡uz de onda jaj-ga, media y corta, respectiva-
Incntc- que sc nana entre ciertos valores determinados del espacio de
c°|°¡'”^ Esta c°nd¡0ión expresada en el definiens es suficiente pero no
1199953113» Ya que fixisten objetos llamados metámeros, los cuales a pe-
Sa' de tcnc' rcflcctdncias diferentes aparecen, dependiendo de las con-
nicicncs dc lnnnnlâción, como si fueran del mismo color.
Incluso Pncnc darse el caso de términos que, SCEÚH 00m0 Se nen'
HHH, Pueden S91' incluidos en la lista A o en la lista B. Por ejemplo.
In ncnnìción dc “áCìdo›› en el Webster's New International Dictionary
_“"n npc nc substancia que es soluble en el agua, sabor salado, en-
mjccc ¡cs Vegetales azules como tornasol››- se incluiría en la lista A.
P°f° la d°f¡“¡°¡Ó“ que de este término da J. N. Bronsied en 1923 -«una
substancia quc puede dar un protón a otra substancia» (en contrapo-
sición a “base” dcfìnida como «una substancia que puede recibir Un
DPOÍÓH dc Otra S“bStaneia››)- se incluiría en la lista B. Otro caso pa-
recido es el de «coef¡c¡eme de ¡me|¡gen¢¡a»_ Si tomamos la definición
C0m0 Si fufïfa esüpulativa, entonces cumple con todas las condiciones
(necesarias Y 5“f¡Cientes, además de pertinentes) pero si lo tomamos
c°m° si fuera la graduación métrica de una capacidad humana real, co-
mo es la de Ia imclìgencia, en ese caso podria ser incluso que nl SÍ'
qlncfn Sc cnmpncffln las condiciones de pertinencia.
F¡"*11m°'"°› la Posibilidad de gmduaeidn numérica puede realizarse
tantc c°n ¡c“n¡n°S de la lista A como de la lista B. "tendríamos, por
1° ta"n°› cl'-le nn féfrnino pertenecería a dos listas, con lo cual la clasi-
ncncicn n° cnnlpnfía los requisitos formales exigidos para 188 Pard-
ciones.

3' TÉRMINOS °BSERVAcioNALEs Y 'rEnMmos 'rEóiucos

La clasificación de los términos extralógicos utilizados en la litera-


nnn cicnnncn cn 017-Yervacionales y teóricos está en la base de muchas
cncsncncs metodológicas y epistemológicas de la ciencia. Su impor-
tancia cs ¡n°t“'° de Polémica en la comunidad de filósofos de la cien-
EL LENGUAJE cnaurlrico 101

cia ya que una postura determinada en la distinción teórico-observa-


cional condiciona la postura en otros temas.
Una primera aproximación a los términos observacionales y teófi-
cos nos lleva a caracterizar los primeros como capaces de ser observa-
dos, no determinados previamente y utilizados por científicos y no cien-
tíficos, y los segundos como no-observables, detenninados por la teoría
y utilizados sólo por cientificos. Como ejemplos tipicos de los prime-
ros tenemos «rojo››, «madera››, «volumen›› y «duro››, y de los segun_
dos «electrón››, «átomo››, «gen›› y «virus››. Sin embargo, el asunto no
es tan sencillo cuando pretendemos establecer criterios para la distin-
ción teórico-observacional. El problema está en si es posible definir
«términos observacionales» y «términos teóricos» con propiedades que
sean condiciones necesarias y suficientes lógicamente. Para llevar a cabo
este analisis vamos a presentar una serie de criterios de distinción, exa-
minando el tipo de relación lógica que existe." Teniendo en cuenta es-
tas consideraciones vamos a ver hasta qué punto podemos definirlos
y delimitarlos. Este análisis vamos a hacerlo en dos partes: en primer
lugar, definiremos los términos observacionales y consideraremos como
términos teóricos los que no encajan con esta definición; en segundo
lugar, definiremos a los términos teóricos y consideraremos como tér-
minos observacionales los que no encajan con la definición dada.

Términos observacionales

Al tratar de caracterizar los términos observacionales lo primero


que se nos plantea es qué entendemos por observación y cómo utiliza-
mos esta palabra en el lenguaje natural. Veamos algunos de sus senti-
dos y usos más habituales: i) «observar algo» significa hacer alguna
actividad que consiste en mirar, buscar características de este algo que
miro; ii) se puede «observar›› algo sin reconocerlo porque no sé lo que
es, por tanto no debe confundirse «observar›› con «ver››, «detectar››
o «reconocer››; iii) se puede «observar X» incluso estando en cierto
sentido «escondido a la vista», es decir, uno puede «observar X›› por_
que «detecta Y» y sabe que Yestá asociado de alguna forma a X; por
ejemplo, puedo decir que «observo›› fuego porque «veo›› humo y sé

4. Para los criterios establecidos para distinguir entre términos observacionales y


términos teóricos voy a seguir de cerca a Achinstein (1968).
102 rN'rRoouccióN A LA F1Loso|=lA DE LA cnaNcrA

que el humo está producido por el fuego; iv) se puede «observar


X» viendo una imagen de X, por ejemplo, digo que observo electro-
nes cuando en realidad lo que veo es un trazo en la pantalla; v) puedo
«observar X» y describirlo de formas distintas, por ejemplo, puedo
observar carbón y describirlo como «un material combustible, de co-
lor negro y no comestible» o como «C,¡››, o de forma metafórica
como «oro negro».
Hechas estas consideraciones, veamos algunos criterios para la dis-
tinción teórico-observacional a partir de la caracterización de los tér-
minos observacionales:

a) Se podría establecer la distinción entre «observar›› y «obser-


var que››, reservando el primero para los términos observacionales y
el segundo para los teóricos. El problema es que en el caso de un físi-
co que detecta electrones en una pantalla quizás es más apropiado de-
cir que «observa electrones» que «observa que pasan electrones» y,
sin embargo, electrón está considerado como un término teórico.
b) Podrían considerarse los términos observacionales como lo ob-
servado «en sentido estricto» y así diríamos que lo observado en sen-
tido estricto no son los electrones sino el trazo que dejan. Pero el proble-
ma es que lo observado en sentido estricto depende fundamentalmente
del contexto.
c) Podríamos considerar que los términos observacionales poseen
(y los teóricos no) la propiedad de «ser observables en sí mismos». Con
todo, «no observable en sí mismo» indica que existe una observación
con la cual se contrasta, que sí es observable en si misma, pero esto im-
plica una gradación que depende del contexto y, en cualquier caso, no
es posible una delimitación entre términos observacionales y teóricos.
d) Podríamos caracterizar los términos observacionales como
aquellos en los que interviene la observación directa, sin intermediarios,
pero el problema que surge es qué entendemos por intermediarios, cues-
tión sobre la que es imposible dar un criterio definitivo. Por ejemplo,
¿se considera un intermediario el microscopio?, ¿y las gafas?

Términos teóricos

La distinción teórico-observacional, tomando como punto de re-


ferencia los términos teóricos, puede centrarse en distintos criterios:
EL LENGUAJE c|EN'ri|=|co 103

2) Los criterios que se refieren a la relación de los términos con


la teoría. Podemos caracterizar los términos teóricos como aquellos
que forman parte de una teoría, en' el sentido de que forman parte
de la organización conceptual de un campo dfilefmínfldfi Y Pueden,
Por tanto, hacer inteligibles diversos aspectos del camP0 en CWSÍÍÓU-
El formar parte de una teoría implica una dependfllcifl, en HIHYOF 0
menor grado, de ella. De acuerdo con la metáfora de Ryle, al igual
que una carta en un juego de naipes, un término teórico sólo adquiere
significado dentro de una teoría. Esta dependencia puede concretarse
de las siguientes formas:
al) Un término que designa un X tal que las propiedades semán-
ticamente pertinentes (incluyendo las condiciones necesarias y suficien-
tes) de X son atribuidas a X sólo pOr 10s principios de la teoría en
cuestión. Por ejemplo: la deducción de la existencia de «bosones W»
y «Z», particulas necesarias para la unificación de las fuerzas débil
y eléctrica, fue realizada a partir de la teoria de la unificación electro-
débil, y todas las propiedades de tales nuevas particulas fueron dedu-
cidas solamente del marco teórico general.
B2) Un término designa una expresión que HD arece en una fór-
mula cuya derivación en la teoría no será comprendida si no se cono-
cen ciertas leyes de dicha teoría. Por ejemplo: la «constante gravitato-
ria universal G» en la ecuación de la gravitación universal de Newton
sólo se comprende a partir de las leyes generales de la mecánica de
Newton.
a3) Cuando «¿qué es un X?›› sólo pueda contestarse conociendo
los principios de la teoria en cuestión. Por ej¢mD101 ¿Qué CS Un «DÚ-
mero irracional››? Sólo puede contestarse a partir de ciertos princi-
pios de la teoría de números.
a4) Un término cuya extensión sólo pueda conocerse conocién-
dose la teoria en cuestión. Por ejemplo: «mamífero». Sólo sabemos
la extensión de este término si conocemos la teoría taxonómica, entre
otras razones porque si se descubriera un nuevo animal mañana, para
decidir si es o no es un mamífero habríamos de recurrir a la taxonomía.
a5) Un término cuyo «rol›› sólo pueda determinarse consideran-
do los principios en los que se usa, o bien los principios teóricos en
los que ha sido introducido. Por ejemplo: el término «c-gobierna» sólo
Puede saberse a qué se aplica si se conocen los princiDÍ0S de 13 gramá-
tica generativa; en caso contrario resulta ser un término absolutamen-
te inútil.
l04 mrnoouccrón A LA riLosoFIA oe LA cnaNc|A

b) Otra caracterización de los términos teóricos los asocia a con-


jeturas, hipótesis o inferencias en el sentido de que van más allá de
lo establecido, en contraposición a «lo dado» que es la referencia de
los términos observacionales. Esta caracterimción puede tomar varios
matices:
bl) Términos conjeturales en el sentido de que su verdad no ha
sido establecida. El problema está en que hay términos como «elec-
trón›› que hubo un tiempo que fue hipotético (y por tanto teórico) pero
ahora ya no es hipotético pues nadie dudaría de la existencia de los
electrones, con lo cual deberia ser considerado como no-teórico; sin
embargo electrón, antes y ahora, ha sido considerado siempre como
teórico. Además, por este mismo criterio, «el abominable hombre de
las nieves» ha sido y es hipotético, pero nadie lo calificaría de teórico.
b2) Los términos teóricos comprometen a quien los utiliza para
más cosas de lo que puedan comprometer los no-teóricos. Por ejem-
plo: describir la luna diciendo que hay «cráteres›› nos compromete más
que decir que hay «concavidades»; por tanto, «cráter›› es un término
teórico, en cambio «concavidad›› es observacional. El problema es que
si el criterio de compromiso es un criterio gradual, entonces también
tendríamos que pensar en términos más o menos teóricos, pero esto
no es lo que se pretende con la distinción teórico-observacional.
b3) Los términos teóricos son más hipotéticos que los no-teóricos
en el sentido de que los teóricos necesitan un razonamiento más com-
plicado para su defensa, pero el problema está en que la noción de
complejidad es demasiado ambigua para poder servir de criterio de
distinción entre teórico y no-teórico.
c) Otra característica de los términos teóricos es la precisión, que
puede entenderse de diversas formas:
cl) Se dice que un término es preciso si su definición está basada
en, o introduce, una escala numérica que permite reconocer diferen-
cias de grado. Sin embargo, hay casos que resultan paradójicos, por
ejemplo: «electrón›› o «molécula›› no se refieren a cantidades capaces
de establecer una gradación numérica, mientras que «duro» sí. En cam-
bio, electrón y molécula se consideran teóricos y duro observacional.
c2) A veces «preciso›› se entiende como no-vago, pero también
en este caso existen ejemplos paradójicos, a saber: «superego›› es más
vago que «rojo», en cambio, el primero es teórico y el segundo obser-
vacional.
d) También podemos referirnos a los términos teóricos\como tér-
EL LENGUAJE c|EN'rtErco l05

minos abstractos frente a los observacionales que no lo son. Veamos


distintos sentidos de abstracción:
dl) Un término abstracto expresa una cualidad independiente de
cualquier sujeto del que el predicado es término. Por ejemplo: «ho-
nestidad››, «belleza››. Pero éste no es el sentido al que podamos refe-
rirnos cuando hablamos de términos teóricos.
d2) Abstracto en el sentido de extraído de la experiencia cotidia-
na y más difícil de entender. Pero «entropía» es más abstracto que «tem-
peratura›› y, sin embargo, ambos son considerados como teóricos.
d3) Un término es considerado teórico en tanto en cuanto desem-
peña un papel importante en una teoría, sin embargo «presión» tiene
un papel fundamental en ciertas ecuaciones diferenciales de la termo-
dinámica y es considerado como no-teórico.
Las consecuencias que podemos sacar del análisis de los posibles
criterios de demarcación entre términos observacionales y teóricos es
que ninguno puede tomarse como condición necesaria y suficiente. Po-
siblemente la mayoria serían pertinentes en mayor o menor grado, pero
esto no es suficiente para trazar la distinción teórico-observacional.
En realidad esta es la tesis que Achinstein queria demostrar, es decir,
que ninguna de estas características sirven para trazar una línea clara
entre términos observacionales y términos teóricos. Pero esto no sig-
nifica que estos criterios sean triviales o infructuosos para la investi-
gación científica. Es interesante saber qué puede observarse a simple
vista o con ayuda del microscopio, o bien si los términos utilizados
en la expresión lingüística del conocimiento científico son más o me-
nos precisos, más o menos abstractos, o bien en qué grado nos com-
prometen teóricamente. Hay dos ideas fundamentales que pueden in-
ferirse del análisis de Achinstein: hay diferentes tipos de términos entre
el vocabulario extralógico utilizado para la expresión del conocimien-
to científico, pero estas diferencias no se agotan en la clasificación en-
tre términos observacionales y términos teóricos; cualquier clasifica-
ción que se establezca entre los términos no puede olvidar el contexto,
es decir, no hay una clasificación apriorística de los términos científi-
cos. Como dice Suppe (Suppe, 19792113), no hay una división natural
de los términos en observables e inobservables, aunque nada impide
que pueda haber una clasificación artificial.
Esta complejidad de la distinción teórico-observacional no parece
haberse tenido en cuenta por algunas de las principales corrientes en
filosofía de la ciencia. Por un lado, el positivismo lógico representado
106 INTRODUCCION A LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA

por el Circulo de Viena y sus inmediatos sucesores no sólo mantienen


la posibilidad de la clasificación de los términos científicos extralógi-
cos en observacionales y teóricos sino que muchos de sus presupues-
tos metateóricos están fundamentados en esta distinción. Por otro lado,
la corriente historicista representada por la nueva filosofia de la cien-
cia, no sólo rechaza los criterios para distinguir entre términos obser-
vacionales y teóricos sino que niega la existencia de términos observa-
cionales. Vamos a presentar ambas posturas de la mano de dos de sus
máximos exponentes, a saber: C. Hempel -como representante del
positivismo lógico- y N. Hanson -como representante de la corriente
historicista.

3.l. El criterio empirista del significado

El positivismo lógico parte de una distinción de los términos ex-


tralógicos de una teoria en términos observacionales y términos teóri-
cos. Los términos teóricos adquieren significado definiéndolos a par-
tir del vocabulario observacional. Estos dos niveles de vocabulario
extralógico corresponden --según Hempel- a dos etapas de sistema-
tización científica. La primera corresponde a un nivel temprano de
desarrollo y se manifiesta a través de generalizaciones empíricas, la
segunda corresponde a un nivel más avanzado de desarrollo y se ma-
nifiesta en la fonnación de teorías. Dice Hempel:

La noción de observación puede interpretarse aquí en forma tan am-


plia que incluya no sólo la percepción sino también la sensación y la
introspección, o se la puede circunscribir a la percepción de lo que en
principio se puede constatar públicamente, o sea, de lo que también
otros pueden percibir
Los enunciados que pretenden describir lecturas de instrumentos de
medición, cambios en el color u olor que acompañan a una reacción qui-
mica, verbalizaciones u otros tipos de comportamiento manifiesto de un
sujeto dado en determinadas condiciones observables, todos ellos ilustran
el uso de los términos observacionales «intersubjetivamente aplicables».
Los términos teóricos, en cambio, habitualmente pretenden hacer
referencia a entidades que no son directamente observables y a sus ca-
racteristicas; operan en las teorias científicas que intentan explicar las
generalizaciones empíricas de una manera que pronto se examinará más
de cerca (Hempel, l979:l82-183).
EL LENGUAJE c|EN'riF|co 107

Si para dar significado a los términos teóricos hay que definirlos con
el vocabulario observacional, Hempel se pregunta si no sería suficien-
te y menos complicado buscar un sistema de leyes generales que men-
cionaran sólo observables, pero su respuesta es que no es suficiente.
Hempel propone una transición sistemática de los datos observacionales
a la predicción que también se expresa en lenguaje observacional aun-
que en medio establece una serie de enunciados que conectan sistemá-
ticamente con el vocabulario observacional pero que tienen algún tér-
mino teórico. Esta conexión se realiza por medio de las reglas de
correspondencia*

3.2. La carga teórica de los términos observacionales

Hanson aborda el tema de la distinción teórico-observacional des-


de el análisis de la observación. Considera que la ciencia está situada
entre la matemática pura y la experiencia sensorial bruta y es «a partir
de la tensión conceptual entre estas coordenadas polares de la que pro-
vienen las perplejidades filosóficas sobre la ciencia» (Hanson, l977:ll).
Pero Hanson no cree que la ciencia se halle en ninguno de los dos ex-
tremos a los que califica de «formalista›› y «sensorialista››, respectiva-
mente. La distinción teórico-observacional propuesta por el positivis-
mo lógico estaría en la tesis sensorialista. Hanson intenta (otra cosa
es que lo logre) una solución equilibrada que nos lleve por «el centro
del canal, es decir, una síntesis estable y realista».
Hanson recurre a un caso de la historia de la Astronomía para ex-
poner sus ideas sobre la observación. De todos es conocido que Ke-
pler creía que el sol estaba fijo y que la tierra se movía, mientras que
Tycho Brahe, siguiendo a Ptolomeo, creía que la tierra estaba fija. Res-
pecto a este hecho hay dos lecturas posibles: una es pensar que ambos
veían la misma cosa pero la interpretaban de forma distinta; otra es
pensar que, «realmente», veían cosas distintas. Hempel argumentaría
como la primera, Hanson como la segunda. Leamos a Hanson:

Decir que Kepler y Tycho ven la misma cosa al amanecer sólo por-
que sus ojos son afectados de un modo similar es un error elemental.

5. Para un estudio detallado de la relación entre términos teóricos y términos ob-


servacionales. véase Hempel (Hempel, 1979, capítulo Vlll).
108 INTRODUCCION A LA E1|.osoEíA DE LA cnaNcrA

Existe una gran diferencia entre un estado fisico y una experiencia vi-
sual. Supóngase. sin embargo, que se sostiene, como se ha hecho más
arriba, que ven la misma cosa porque tienen la misma experiencia de
datos sensoriales. Las disparidades entre sus descripciones aparecerán
en interpretaciones ex post facto de lo que se ve, no en los datos visua-
les básicos. Si se sostiene esto, aparecerán pronto dificultades adicio-
nales (Hanson, l977:84).

Este análisis que hace Hanson de un caso de la historia de la cien-


cia lo aplica también a las observaciones del entorno cotidiano. Recu-
rre a figuras que tienen varias interpretaciones posibles (por ejemplo,
una figura que puede interpretarse como pájaros o como antilopes)
para argumentar que la visión no es solamente el hecho de tener una
experiencia visual, sino también la forma en la que se tiene esta expe-
riencia visual. Hanson concluye:

En cierto sentido, la visión es una acción que lleva una «carga


teórica». La observación está moldeada por un conocimiento previo
de «X››...
La observación en física no es un encuentro con destellos, sonidos
y sacudidas poco familiares e inconexos, sino más bien un encuentro
calculado con éstos como destellos, sonidos y sacudidas de una clase
particular; esto podría figurar en una descripción de lo que es la obser-
vación. No es seguro, sin embargo, que la observación no pudiera ser
de otra manera. En este momento es necesario este último tipo de ar-
gumentación; con ella se debe establecer que una descripción alternati-
va sería, no solamente falsa sino absurda (Hanson, 1977299-105).

De las afirmaciones de Hanson podemos concluir que todos los


términos son teóricos, es decir, no hay términos observacionales, con
lo cual la fundamentación de las teorías hay que buscarla (si es que
existe) fuera de la base empírica proporcionada por el vocabulario ob-
servacional. En este punto hay que hacer algunas consideraciones. Si
por «cargado de teoría» se quiere indicar que cualquier observación
está condicionada por un aparato conceptual, tiene razón Hanson, pero
esto es trivial. Si Hanson quiere ir más lejos (como parece que es el
caso) y por «cargado de teorfa›› quiere indicar que no es posible la
observación neutra e intersubjetiva, que el conocimiento sistematiza-
do que se nos ofrece bajo la forma de teorías no tiene fundamenta-
ción empírica abocando asi a un cierto relativismo, entonces, tenga
109
EL LENGUAJE cIiaN'ríi=ic0
. , estos
o no razón, se necesitan argumentos mas potentes que ¡OS exp"
por Hanson.

3.3. Balance de la distinción teórico-observacional

Cuando la Concepción Heredada estableció la distinción tet5l'lC0'


observacional el objetivo era sentar las bases de una metodolfwla em'
pirista y el modo de conseguirlo era dar significado C08f""V° a 195
términos no lógicos de una teoria. Pero muy pronto empezaron a surgll'
las críticas poniendo en evidencia que esta distinción era insostenible.
al menos en los términos planteados por la Concepción Hffcdadm ES`
tas críticas proceden de diversos flancos que a continuación vamos 2
resumir.
La crítica procedente de la corriente historicista «a lo Hfiflïffm” es
una crítica frontal y que se sitúa en los antípodas de la tradicion em-
pirista, tal como hemos podido comprobar en el apartado ant€fl0f-
Hay otro bloque de críticas que proceden de filósofos que fec°gen
la tradición empirista aunque difieren en numerosos temas, uno de ellofi
el de la distinción teórico-observacional. Aquí podríamos incluir a
Achinstein (Achinstein, 1963), Putnam (Putnam, 1980) y S“PP° (S“'¡°`
pe, 1979). Como representante de este bloque hemos desarl'0"ad° 3
argumentación de Achinstein pero, aunque no con los mlS_m°s argu-
mentos, Putnam y Suppe pretenden demostrar la misma idea. H 53'
ber: que ninguno de los modos en que los defensores de la COHCCÄ9'
ción Heredada han intentado especificar esta distinción lo ha 10€" °
con precisión.
Putnam expone algunos argumentos a fin de demoäïfflf que "° es
posible establecer de forma satisfactoria esta distinción:

Lo que quiero decir cuando afirmo que esta dicotomía está <<C°m'
pletamente rota» es esto: 1. ado
A) Si un «término observacional» es el que no Puedf ser ap lc
a uno inobservable, entonces no hay términos observacionales. 1
B) Muchos términos que hacen referencia, en Pfimer hfgar' a 0-S
que Carnap clasificaria como «inobservabIes›› no son términos teóri-
cos; y al menos algunos términos teóricos hacen referencia, en Pflmef
lugar, a observables.
C) Las exposiciones observacionales pueden y 8 men udo contie-
nen términos teóricos.
IIO INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

D) Una teoria científica, en sentido estricto, puede hacer referen-


cia sólo a observables (la teoría de la evolución de Darwin, tal como
se formuló en su origen, es un ejemplo) (Putnam, 1980).

Suppe afirma:

Por otra parte, no se ha conseguido establecer de una forma logra-


da esta distinción y, lo que es más, no se puede establecer de una forma
plausible sobre la base del uso ordinario de los términos en los lengua-
jes científìcos naturales. El único modo en que se puede trazar es arti-
ficialmente, echando mano de un lenguaje reconstruido, lo cual supo-
ne introducir un injustificado grado de complejidad en el análisis.
Además, aun en el supuesto de que se establezca de forma satisfactoria
la distinción, ésta no marcará ninguna distinción filosófica o episte-
mológicamente significativa. Por último, esta distinción no consigue
recoger lo que tienen de especifico los términos teóricos y los informes
de la observación de la ciencia. Es evidente, pues, que la distinción
teórico-observacional es insostenible (Suppe, l979:ll3-ll4).

Giere da un argumento de tipo práctico que es importante cons-


tatar:

Más importante que estos argumentos filosóficos es el hecho de que


esta distinción no se encuentra en la práctica científica. En los libros
de texto de mecánica no se distingue entre la observabilidad de las fuerzas
como opuestas a sus posiciones. Tampoco se plantea ninguna dificul-
tad de principio para medir las fuerzas como opuestas a las posiciones
(Giere, 198895).

Finalmente, creo que es interesante la propuesta de Van Fraassen,


no tanto porque ofrezca una nueva distinción de los términos científi-
cos extralógicos sino porque hace un nuevo planteamiento del proble-
ma. La idea de Van Fraassen es que se establezcan dos dicotomías,
una entre términos observacionales y no-observacionales para las en-
tidades y otra entre términos teóricos y no-teóricos para los términos.
Dice Van Fraassen:

Expresiones tales como «entidad teórica» y «dicotomía teórico-


observacional» son, a primera vista, ejemplos de categorias erróneas.
Los términos o los conceptos son teóricos (introducidos o adaptados
EL LENGUAJE ciENríEico lll

a los propósitos de la construcción de teorías); las entidades son obser-


vables o inobservables. Esto puede parecer trivial, pero separa la discu-
sión en dos cuestiones. ¿Podemos dividir nuestro lenguaje en teórico
y no-teórico? Por otro lado, ¿podemos clasificar los conceptos y acon-
tecimientos en observables e inobservables? (Van Fraassen, l980:l4).

Resumiendo, podemos decir que actualmente hay unanimidad en


no aceptar una división natural y absoluta de los términos científicos
extralógicos en observacionales y teóricos, aunque las alternativas son
distintas. Esto significa que no se ven los enunciados observacionales
como la base sobre la que contrastar los enunciados teóricos. Por tan-
to, las diferencias en las alternativas están en función del enfoque en
la justificación de las hipótesis teóricas.

4. DE LO CUALITATIVO A LO CUANTITATIVO

Al principio de este capitulo hablábamos de los conceptos cientí-


ficos como el primer nivel de sistematización del conocimiento cientí-
fico. Sin embargo, dentro de este primer nivel de sistematización hay
diferencias importantes según estos conceptos estén definidos a partir
de propiedades cualitativas o cuantitativas. Estas diferencias están re-
flejadas en tres grandes grupos de conceptos científicos: clasificatorios,
comparativos y métricos. Los clasificatorios son puramente cualitati-
vos, los métricos son necesariamente cuantitativos y los comparativos
pueden ser cualitativos y cuantitativos. A partir de un concepto mé-
trico podemos hacer clasificaciones y establecer un orden, por ejem-
plo, la altura es un concepto métrico, pero también podemos clasifi-
car una población dada en función de su altura y también podemos
ordenar esta población. Sin embargo, puedo establecer una clasifica-
ción de las iglesias de Cataluña en función del estilo arquitectónico:
románico, gótico, barroco, neoclásico, etc., pero no puedo establecer
un orden entre ellas. Por tanto, si podemos metrificar un conjunto de
entidades también podemos ordenarlas y clasificarlas, pero no sucede
lo mismo en sentido inverso, es decir, el clasificar un conjunto de enti-
dades no significa que necesariamente podamos ordenarlas y medirlas.
La historia de la ciencia nos muestra que el paso de lo cualitativo
a lo cuantitativo siempre ha supuesto un progreso epistemológico en
la ciencia que ha dado este paso. Sin embargo, esta valoración positi-
112 iNriiooUccioN A LA i=iiJosoi=lA nE LA ciENciA

va de lo cuantitativo no implica que haya que desdeñar los conceptos


clasificatorios y comparativos (o de orden) en campos en que su com-
plejidad (momentánea o esencial) no puede ser captada mediante con-
ceptos métricos.

4.l. Conceptos clasificatorios

Los conceptos clasificatorios sirven para referirnos a un grupo de-


terminado de objetos o sucesos que tienen algo en común. Ubican un
objeto en una clase. En el lenguaje ordinario los sustantivos y los ad-
jetivos pueden considerarse conceptos clasificatorios.
Para definir un concepto podemos hacerlo por intensión, es decir,
determinando las características semánticamente relevantes, o por ex-
tensión, determinando la clase de las cosas a las que este concepto se
aplica. Si identificamos los conceptos clasificatorios con sus extensio-
nes, entonces podemos determinar las condiciones formales de ade-
cuación de una clasificación diciendo que la clasificación debe consti-
tuir una partición en el sentido matemático del término.
Condiciones formales de adecuación:

Sea A una clase cualquiera de objetos. B,, __., B,, (subconjuntos


de A) constituyen una partición de A si y sólo si:

l) Cada uno de estos conjuntos es un subconjunto no vacío de


A,B, §AyB, ¢ øparacadai(l sia n).
Dicho de otra forma, a cada concepto clasificatorio le correspon-
de al menos un individuo del ámbito o dominio.
2) No hay ningún elemento común a dos de estos conjuntos.
B, F) B, = ø parai=j(l 5 i,j 2 n).
Dicho de otra forma, ningún individuo puede caer bajo dos con-
ceptos clasificatorios distintos.
3) Cada elemento de A está en alguno de estos conjuntos.
B, U B, U, U B, = A.
Dicho de otra forma, todo individuo del ámbito en cuestión tiene
que caer bajo alguno de los conceptos de la clasificación.

En matemáticas, lógica y otras ciencias formales hay muchos con-


ceptos clasificatorios (función continua y función discontinua, fórmula
EL LENGUAJE CIENTÍFICO U3

bien formada y fórmula mal formada) y siempre se cumplen las °°¡f`


diciones formales de adecuación. También la clasificación de los dl-
versos tipos de anáfora en lingüística (distinción entre pronombrfi PCT'
sonales, reflexivos, etc.) cumple estas condiciones.
Sin embargo, hay otras disciplinas que utilizan mucho los concep-
tos clasificatorios pero que no cumplen las condiciones formales .dc
adecuación. En biología tenemos muchísimas: especie, mam¡f€f°› _"¡'
secto, etc., pero normalmente no cumplen la condición 2 o la 3. O bien
hay algún elemento común o difícil de adjudicar a alguna de ¡af Pan"
ciones (por ejemplo, ¿una oruga es un insecto o no lo es?) 0 bl°“_ hay
elementos que escapan al ámbito de las particiones (¿\1U Vifus está V“'°?'
¿pertenece al reino animal, al vegetal, al mineral. 3 °"°?)-
'lambién en ciencias sociales y en psicología encontramos numero-
sos conceptos clasificatorios, pero difícilmente cumplen estrictamen-
te las condiciones de una partición en el sentido matemático. Por elfim'
plo, clase social, personalidad extrovertida, sociedad agfflfìtfi _¢lC- E§t°
no quiere decir que sea imposible introducir conceptos Cl8Slfl¢flï0"°5
en las ciencias sociales que respondan a las condiciones formales an-
tes indicadas; de hecho, en sociología cuantitativa la introducción de
conceptos taxonómicos (distancia y aproximación) en las variables da
como resultado una división de los objetos del camD0 °S[“d“fd° que
cumple los requisitos expuestos. Pero también en sociología exlste “na
larga tradición que aboga por la construcción de tipol0g1'3$ QUÉ "° res'
ponden a los principios de la lógica clásica y a la interpretación que
de la partición hace la teoría de conjuntos.
Frente a esta situación podemos tomar dos alternativas: una_c0n-
siste en que consideremos las condiciones formales como criterio de
demarcación para saber qué clasificaciones podemos aceptar como
cientificas, la otra consiste en tomar otro tipo de lóåìfïas Que “° 5°”
la estándar de la teoría de conjuntos como aparato formal que dé wen'
ta de las clasificaciones. No vamos a desarrollar aquí esta segunda P0-
sibilidad pero la teoria de conjuntos borrosos podría ser una línea de
investigación de esta alternativa.
Condiciones materiales de adecuación: _
Las condiciones materiales están en función de la fecundidad cien-
tifica de los conceptos clasificatorios introducidos. Es decir, si_estaS
clasificaciones están fundadas en leyes y teorías científicas» 0 Sl Uenen
mayor poder explicativo y predictivo.
Otro de los motivos por los que una clasificación puede aumfllïaf
1l4 iN'ritoDucc|óN A LA i=iLosoi=IA DE LA ciENc|A

su adecuación material es la introducción de «clasificaciones natura-


les» entendiendo «natural›› como Putnam (Putnam, 1983271) lo en-
tiende al hablar de «palabras de tipo natural» («natural kind words››).
Putnam las define como «nombres que representan cosas tales como
substancias naturales, especies y magnitudes físicas» y la extensión de
estos términos «no está determinada por un conjunto de criterios es-
tablecidos con anterioridad, sino que están determinados por el mun-
do». Haciendo la extrapolación a los conceptos clasificatorios podría-
mos decir que una clasificación tiene que ser lo más «natural» posible,
entendiendo por ello que la clasificación no es`té designada arbitraria-
mente por nosotros sino que responda a lo fijado por el mundo y que
implique un conjunto de leyes de la naturaleza.
Las consideraciones sobre las condiciones materiales de adecua-
ción valen también para los conceptos comparativos y para los con-
ceptos métricos. De lo que se trata, en último término, es que sean
pertinentes.

4.2. Conceptos comparativos

En el lenguaje natural los conceptos clasificatorios corresponden


al grado comparativo de los adjetivos «tan como», «más que»,
«menos que». Para introducir conceptos comparativos en un do-
minio de individuos hay que definir dos relaciones, una de coinciden-
cia (C) y otra de precedencia (P), y cumplir unas condiciones forma-
les determinadas.
Sea un sistema comparativo (A, C P) donde A es el dominio de
objetos. Si suponemos que x, y, z 6 A, entonces las relaciones de coin-
cidencia y de precedencia tienen las propiedades de reflexividad, si-
metría, transitividad y conectividad.

I. Reflexiva C
V x Cxx
2. Simétrica C
V Xi' (Cxy -' CYX)
3. Transitiva C
V xyz (Cxy /\ Cyz -t Cxz)
4. Transitiva P
V xyz (Pxy A Pyz -r Pxz)
EL LENGUAJE ciEN'rti=ico ll5

5. P es C-irreflexiva
V xy (Cxy -f ¬ Pxy)
6. P es C-conexa
V xy (Cxy V Pxy V Pyx)
7. Irreflexiva P
V x (¬ Pxx)
8. Asimétrica P
V xy (Pxy -> ¬ Pyx)

Estos enunciados pueden resumirse del modo siguiente: C debe ser


una relación de equivalencia. C y P deben excluirse mutuamente. Res-
pecto a dos objetos cualesquiera, x, y 6 A, debe darse una de las si-
guientes posibilidades: C se da entre x e y, P se da entre x e y, P se
da entre y y x.
En la ciencia encontramos muchos conceptos comparativos. Se-
ilalaremos algunos de ellos. En psicología, las enfermedades mentales
como paranoia, esquizofrenia, etc., son conceptos comparativos que,
en principio, no admiten una metrización posterior, al contrario de
otros conceptos comparativos que si lo admiten, como el de dureza,
que puede ser metrificado mediante la escala de dureza de Moss.
` En teoría de la música y de la pintura (artes que utilizan la ciencia)
también tenemos conceptos comparativos que pueden ser metrifica-
dos a posteriori: agudo y grave de la teoría de la música tienen corre-
latos métricos en el concepto defrecuencia; lo mismo sucede en teoría
de la pintura con conceptos como color, luminosidad, ete, que pue-
den ser explicados a partir de la óptica y de las teorías de la visión.
En sociología tenemos numerosos ejemplos de conceptos compa-
rativos, que no son metrificables. La categorización social (clase alta,
clase media y clase baja), el nivel de estudios acabados (superiores,
secundaria, primaria, sin estudios), nivel cultural (alto, medio, bajo),
son ejemplos de este tipo. A veces se construye un índice para poder-
los medir. Por ejemplo, se puede construir un indicador cultural a tra-
vés del número de periódicos que una persona lee cada dia (o cada
semana o cada mes).
116 iN'rRoDUccióN A LA Fii.osoi=lA DE LA ciENciA

4.3. Conceptos métricos

Los conceptos métricos, llamados también cuantitativos, o mag-


nitudes, no tienen correspondencia en el lenguaje natural. Son una crea-
ción original de los lenguajes cientificos. Los conceptos métricos se
introducen como funciones numéricas, asignando números reales o vec-
tores a objetos o sucesos. Si se les asignan números reales se llaman
magnitudes escalares y si asignan vectores, magnitudes vectoriales. Aquí
vamos a limitarnos a las magnitudes escalares.
Sea A el dominio y f una función del dominio a los números reales:
F: A -› R
A veces nos interesa metrizar un ámbito ya ordenado. Suponga-
mos que tenemos (A, C P) entonces tendríamos:
l. Si Cxy entonces f(x) = f(y)
2. Si Pxy entonces f(x) < f(y)
bo que hemos hecho es establecer un homomorfismo entre el sis-
tema empírico comparativo (A, C, P) y el numérico (R, =, < ). Esta
representación entre un sistema empírico y uno numérico constituye
la esencia del concepto métrico.
Ya que hemos hablado de «homomorfismo›› vamos a definir «sis-
tema homólogo››. Decimos que dos sistemas son homólogos si tienen
el mismo número de relaciones y de funciones y si los números n-arios
corresponden, es decir, si la primera relación de un sistema es binaria,
también lo es la del otro.
Como ejemplos de conceptos métricos tenemos los siguientes: peso,
fuerza, cantidad de movimiento, coeficiente de inteligencia, grado de
participación en unas elecciones, similitud entre el ADN de dos espe-
cies, número de hijos, edad, renta per cápita, etc.
Los conceptos métricos tienen enormes ventajas sobre los compa-
rativos y los clasificatorios. El vocabulario científico resulta mucho
más simple, claro y manejable, y facilita la búsqueda de leyes científi-
cas. Pero sobre todo, los conceptos métricos nos permiten aplicar a
un campo de investigación toda el álgebra de los números reales. Por
ejemplo, en sociología sin conceptos métricos no se puede obtener la
media aritmética, no se pueden establecer correlaciones ni se puede
realizar análisis multivariable. Los conceptos métricos constituyen un
puente entre el mundo real y el mundo ideal de la matemática.
4. LAS HIPÓTESIS CIENTÍFICAS

I. LAS HDÓTESIS EN EL PROCESO DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA

En términos generales podemos decir que una hipótesis es un enun-


ciado que es susceptible de ser sometido a contrastación. Las hipóte-
sis científicas serian aquellas que versan sobre los enunciados de la
ciencia. Dentro de las hipótesis científicas habría que distinguir entre
los enunciados que describen un hecho y los que expresan una ley.'
Las hipótesis científicas tienen la estructura de un enunciado con-
dicional: «Si se dan las condiciones de tipo C, entonces se producirá
un acontecimiento de tipo E». En función de si es o no posible crear
a voluntad las condiciones C, las contrastaciones serán experimenta-
les o no-experimentales. Por ejemplo, todas las investigaciones de la-
boratorio son contrastaciones experimentales, en cambio las investi-
gaciones en astronomía no lo son porque las condiciones C no pueden
ser provocadas o variadas por medios tecnológicos disponibles. Tam-
bién en las ciencias sociales la mayoría de las contrastaciones corres-
ponden al tipo de contrastación no experimental.
En el análisis de las hipótesis científicas hay que distinguir dos eta-
pas: la formulación de hipótesis y la contrastación de hipótesis.
En la etapa de la formulación se plantea la cuestión de cómo lle-
gamos a las hipótesis adecuadas! Según la concepción inductivista es-
trecha de la investigación cientifica -así la denomina Hempel- las
etapas de la investigación científica son las siguientes: (1) observación

l. Aqui sólo vamosa tratar de las hipótesis científicas en general, no de los proble-
mas especificos de las leyes, cuestión que vamos a tratar en un capítulo aparte.
2. Para el análisis de la etapa de formulación de hipótesis voy a seguir de cerca
a Hempel (Hempel, 1977).
ll8 1N†Ro|:›ucc|oN A LA Frtosoru. DE LA cnaNc|›\

y registro de los hechos; (2) análisis y clasificación de éstos; (3) deriva-


ción inductiva de generalizaciones a partir de ellos; y (4) contrasta-
ción ulterior de las generalizaciones. Un ejemplo de esta concepción
lo encontramos en A. B. Wolfe:

Si intentamos imaginar cómo utilizaría el método científico una


mente de poder y alcance sobrehumanos, pero normal en lo que se re~
fiere a los procesos lógicos de su pensamiento, el proceso sería el si-
guiente: en primer lugar, se observarian y registrarlan todos los hechos,
sin seleccionarlos ni hacer conjeturas a priori acerca de su pertinencia.
En segundo lugar, se analizarían, compararían y clasificarian esos he-
chos observados y registrados, sin más hipótesis ni postulados que los
que necesariamente supone la lógica del pensamiento. En tercer lugar,
a partir de este análisis de los hechos se harían generalizaciones induc-
tivas referentes a las relaciones, clasificatorias o causales, entre ellos.
En cuarto lugar, las investigaciones subsiguientes serían deductivas tanto
como inductivas, haciéndose inferencias a partir de generalizaciones pre-
viamente establecidas (Wolfe, l924:4S0).

En primer lugar, Hempel no cree que la formulación de hipótesis


se sitúa en la tercera fase de la investigación cientifica, después de la
recogida de datos y del análisis de éstos ya que es imposible reunir
todos los datos siendo como son infinitos en número y variedad. Una
posible respuesta, por parte de Wolfe, podría ser que sólo se recogen
los datos pertinentes, pero el problema es que para calificar un hecho
de pertinente hay que especificar respecto a que' tiene esta característi-
ca, por tanto, «los “hechos” o hallazgos empíricos sólo se pueden ca-
lificar como lógicamente pertinentes o no pertinentes por referencia
a una hipótesis dada, y no por referencia a un problema dado» (Hem-
pel, 1977229).
En segundo lugar -según Hempel- el proceso de análisis y clasi-
ficación delos datos es ciego si no se realiza a partir de una hipótesis,
ya que no hay reglas por medio de las cuales se puedan derivar o infe-
rir mecánicamente hipótesis a partir de datos empíricos, sino que el
paso de los hechos empíricos a las hipótesis requiere imaginación y
creatividad. Esta idea de Hempel parece chocar con la afirmación de
Newton de que las hipótesis no se inventan (hypothesis nan fingo),
y puede dar a entender que las hipótesis no están empiricamente fun-
dadas. Sinembargo, la fundamentación está asegurada si llegamos a
la etapa de la contrastación de hipótesis. Dice Hempel:
|..›.s 1-|n›ó'r|asls cieurlncns 119

La objetividad científica queda salvaguardada por el principio de


que, en la ciencia, si bien las hipótesis y teorias pueden ser libremente
investigadas y propuestas, sólo pueden ser aceptadas e incorporadas al
corpus del conocimiento científico si resisten la revisión crítica, que com-
prende, en particular, la comprobación, mediante cuidadosa observa-
ción y experimentación, de las apropiadas implicaciones contrastado-
ras (Hempel, l977:34).

Por tanto, podemos decir que la contrastación es lo que, en último


término, va a decidir qué hipótesis podemos aceptar. Sin embargo, hay
una serie de requisitos que las hipótesis tienen que cumplir antes de
someterlas a contrastación. Las hipótesis tienen que ser adecuadas,
es decir, no contradictorias con la evidencia ya obtenida; consistentes,
se refiere sobre todo a las hipótesis complejas en las que no puede ha-
ber contradicción entre las partes que constituyen dichas hipótesis; com-
patibles con otros datos científicos; y comprobables, lo cual significa
que deben tener alcance empírico.

EJnM|›Lr|=rcAclóN DE r-ln=ó'rEsls QUE No CUMPLEN


Es'rAs counicromzs

Hipótesis no adecuadas
Lingüística. Suponer que a la hora de caracterizar sintácti-
camente una frase sólo importan las palabras realmente emiti-
das o escritas. Es inadecuada, ya que existen elementos sin re-
presentación fónica o escrita que tienen importancia sintáctica;
por ejemplo, los sujetos elípticos.
Geologia. Suponer (como de hecho hacen los creacionis-
tas) que la Tierra sólo tiene 6.000 años de antigüedad, pues es
incompatible con una cantidad enorme de evidencias: el regis-
tro fósil, las evidencias geológicas de procesos de erosión que
requieren cientos de millones de años, la existencia de diversos
procesos de desintegración nuclear, etc.

Hipótesis no consistentes
Matemáticas. Suponer que un número par superior a dos
es primo. Es inconsistente pues se contradice con la definición
de primo: número que sólo es divisible por si mismo y por la
120 INTRODUCCION A LA r=rr.osoFi›\ DE LA CIENCIA

unidad. Evidentemente, un número par siempre será divisible


por 2.
Informática. La hipótesis de que cierto código generado por
un programa de ordenador puede ser genuinamente aleatorio.
Es contradictorio, pues, según la definición de aleatoriedad de
Cherniak, una secuencia es aleatoria si y sólo si no puede ser
generada por ningún algoritmo más pequeño que la propia se-
cuencia.

Hipótesis no comprobables
Zoología. La afirmación de que existe un tipo de virus me-
nor que la longitud de onda asociada a cualquier partícula ele-
mental y que además no interactúa para nada con porciones de
materia más grandes que ellos. Tal hipótesis no puede ser con-
trastada de forma directa (escapa a la observación del mejor mi-
croscopio electrónico posible) o indirecta (tampoco puede ob-
servarse su influencia sobre el medio ya que sólo interaccionan
con materia inobservable), por tanto, es una hipótesis no com-
probable.
Física y/o astronomía. Existen universos paralelos al nues-
tro, con los cuales es totalmente imposible cualquier tipo de in-
teracción (dicho sea de paso, esto no es un ejemplo estúpido para
mostrar una idea, diversos físicos entusiastas de versiones «he-
terodoxas» de la mecánica cuántica lo mantienen). Evidentemen-
te, es una hipótesis lógicamente incomprobable.

2. Los Exrenmerrros como esse PARA LA coN'mAs'rAc1óN DE


ms Hmóresrs

Entendemos por contrastación de una hipótesis todo proceso que


nos lleve a obtener la información necesaria para justificar o rechazar
esta hipótesis. Al realizar un test para contrastar una hipótesis hay que
tener en cuenta tanto el experimento en sí como el resultado del expe-
rimento. Con estos datos podemos construir el argumento para justi-
ficar o rechazar la hipótesis?

3. Para la contrastación de hipótesis voy a seguir de cerca a Giere (Giere, 1992).


LAS r-rrPórresrs crEN'rlF1cAs 121

Los experimentos los entendemos en sentido amplio, es decir, no


solamente los realizados en el laboratorio sino cualquier prueba desti-
nada a comprobar si se cumple la hipótesis: puede ser desde una reac-
ción química a una encuesta sociológica.
En el argumento para justificar una hipótesis intervienen dos con-
diciones que Giere llama «requisitos para la contrastación de hipóte-
sis». Para enunciar estos requisitos necesitamos introducir los conceptos
siguientes:

a) La predicción (P). La predicción es lo que se espera que ocu-


rra en una contrastación experimental, es decir, es el resultado del ex-
perimento. La predicción describe siempre, o bien la ocurrencia de un
estado posible del sistema que se investiga, o bien ciertas propiedades
o relaciones posibles de los objetos que se investigan.
b) Las condiciones iniciales (Cl). Las condiciones iniciales des-
criben el estado del sistema o de las propiedades y relaciones de los
objetos al comienzo del experimento.
c) Los supuestos auxiliares (SA). A veces se les denomina hi-
pótesis auxiliares. Son aquellos supuestos adicionales sobre el sistema
que se estudia. Estos supuestos tienen la misión de simplificar
la contrastación de una hipótesis y, en cualquier caso, no hay ninguna
contrastación en que, implícita o explícitamente, no tengamos en cuenta
algunos supuestos auxiliares; de lo contrario, cada vez tendríamos que
revisar todo el conocimiento objetivo anterior.

Tenemos ahora todos los instrumentos conceptuales necesarios para


enunciar las condiciones de contrastación. La primera condición exi-
ge que la predicción sea consecuencia del conjunto de la hipótesis, de
las condiciones iniciales y de los supuestos auxiliares. La segunda con-
dición afirma que si la hipótesis es falsa y se dan las condiciones ini-
ciales y los supuestos auxiliares, la predicción será, muy probablemente,
falsa. Podemos expresarlas de la forma siguiente:

Condición l: Si (H y CI y SA) entonces P


Condición 2: Si (no-H y CI y SA) entonces, muy probablemente,
no-P

A partir de estas dos condiciones, podemos precisar los argumen-


tos que serán la base para la justificación y la refutación de la hipótesis.
122 mrrzopuccron A Lx Frtosortx De LA cnaucrx

Si una contrastación experimental cumple estas condiciones y el


resultado del experimento muestra que la predicción es verdadera será
posible entonces formular una argumentación inductiva en favor de
la hipótesis. La forma general del argumento es el siguiente:

(l) Si (no-H y CI y SA) entonces, muy probablemente, no-


P......(Condición 2)
(2) P.................... ..(Resultado del experimento)
(3) Muy probablemente no-(no-H y Cl y SA).....(Modus Tollens
aplicado a (1) y (2))
(4) Muy probablemente H o no-Cl o no-SA ........ ..(I_eyes de Mor-
gan aplicadas a (3))
(5) Cl y SA .................. ..(Premisa. Se parte de esta premisa por-
que se supone que hemos realizado correctamente este experimento
y que aceptamos el conjunto de conocimiento sistematizado que exis-
te en el momento de realizar el experimento)
(6) Muy probablemente H.........(Eliminación del disyuntor apli-
cado a (4) y (5)).

Por tanto, las hipótesis científicas en estos argumentos son la con-


clusión de un argumento inductivo, lo que hace que su verdad sea sólo
probable.
Si el experimento está pensado para refutar una hipótesis, tendre-
mos que tener en cuenta la condición 1. La estructura del argumento
será la siguiente:

(1) Si (H y Cl y SA) entonces P....(Condición l)


(2) No-P. .............. ..(Resultado del experimento)
(3) No-(H y CI y SA)..(Modus 'Ibllens aplicado a (1) y (2))
(4) No-I-I o no-CI o no-SA.(I.eyes de Morgan aplicadas a (3))
(5) CI y SA.....(Premisas. Las suponemos por las mismas razones
que en el argumento de la justificación)
(6) No-H...((Eliminación del disyuntor aplicado a (4) y (5)).

Este es un argumento deductivo, por tanto la hipótesis es necesa-


riamente falsa.
Como puede verse, para refutar una hipótesis es suficiente que se
cumpla la condición l y que la predicción sea falsa. Sin embargo, para
justificar una hipótesis, aunque se cumpla la predicción, sólo pode-
Lxs r-nroresrs crenrrrrcxs 123

mos estar seguros de la hipótesis hasta cierto punto. La clave está en


que, mientras que para la justificación tenemos un argumento induc-
tivo, para la refutación tenemos un argumento deductivo.

EIEMPLH-'rcxcióu DE courrutsrxcrón DE UNA r-rtrórrasrs

Hipótesis. El universo se halla en expansión.


¿Qué predicciones se siguen de esta hipótesis? Veamos cuál
sería el proceso deductivo mínimo para obtener alguna posible
predicción.
Si el universo está en expansión las galaxias han de alejarse
las unas de las otras. En concreto, parecería como si todas las
galaxias se alejaran de nosotros. Cuanto más lejos estuviera una
galaxia, a mayor velocidad se alejaría. Además, según diversas
teorías de la física ya aceptadas, conocemos la realidad del efec-
to Doppler, por el que las ondas electromagnéticas de un objeto
en movimiento tienden a presentar un desplazamiento en su es-
pectro; hacia el rojo si el objeto se aleja de nosotros y hacia el
azul si se acerca. A mayor velocidad, mayor es el desplazamien-
to en el espectro.
Predicción. La luz de las galaxias observable ha de presen-
tar un corrimiento hacia el rojo en su espectro, que será mayor
cuanto más lejos esté la galaxia de nosotros.
Condiciones iniciales. l) El hecho de que podemos obser-
var diversas radiaciones electromagnéticas (luz visible, infrarro-
ja, rayos ultravioleta, etc.) procedentes de diversas galaxias; 2)
la distancia a la que se encuentran las galaxias cercanas a noso-
tros (obtenidas por medio del paralaje).
Supuestos auxiliares. En concreto podemos mencionar
uno: que la luz, por el hecho de viajar a grandes distancias no
sufre un corrimiento hacia el rojo en su espectro. Por lo que sa-
bemos parece un supuesto verosímil pero nunca ha sido con-
firmado.
La hipótesis fue contrastada con éxito, observándose efecti-
vamente un corrimiento hacia el rojo en la luz proveniente de
las galaxias, que se ajustaba a la predicha por el efecto Doppler.
124 rN'rRooucc|oN A LA r=rr.osoFtA DE LA c|raNc|A

Experimentos cruciales

En el caso de que tengamos dos hipótesis en competencia, relati-


vas al mismo fenómeno, y que, hasta el momento, han superado con
el mismo éxito las contrastaciones empíricas, de tal forma que los da-
tos disponibles favorecen igualmente a las dos hipótesis, lo más apro-
piado es someter a las hipótesis en competencia a un experimento cru-
cial. Este tipo de experimento consiste en programar una contrastación
respecto a las hipótesis en conflicto que predigan resultados distintos.
Es decir, si la Hl es aceptable el resultado del experimento será R1 y
si es aceptable H2 el resultado será R2, donde RI y R2 se excluyen
mutuamente. La realización de este experimento refutará una de las
hipótesis y ratificará la otra. No cabe duda de que este es el mejor
tipo de experimentos para dirimir la cuestión entre dos hipótesis en
conflicto; el problema está en que no siempre es posible diseñar un
experimento en que puedan acota.rse los resultados y establecer las con-
diciones de contrastación requeridas.

EJEMPLIFICACIÓN DE EXPERIMENTOS CRUCIALES

El experimento de Michelson-Morley. Michelson y Morley


intentaron medir el movimiento de la Tierra a la velocidad de
las ondas electromagnéticas en relación al éter en el cual se mo-
vían las ondas electromagnéticas, observando la diferencia de
velocidades entre dos rayos, uno que seguía el movimiento de
la Tierra y otro que no. El resultado fue que los rayos se movían
a la misma velocidad, que el éter no existía y que había algo ra-
dicalmente erróneo en la electrodinámica clásica.
El experimento de Rutheford sobre la estructura atómi-
ca. Al bombardear una delgada lámina de oro con partículas
alfa y al observar que algunas traspasaban limpiamente la placa
mientras que otras rebotaban se mostró claramente que la es-
tructura atómica no era (como pensaban algunos) como la de
una esfera compacta de protones y electrones unidos sino que
el átomo estaba en buena parte «vacío››. Este experimento per-
mitió la generación del modelo atómico de Rutheford como un
sistema solar en miniatura.
LAs r-urórrcsrs cr|sN'rtFrcAs 125

El experimento de Pasteur sobre la generación espontá-


nea. La orina contenida en un matraz no entraba en ningún
proceso de fermentación ni se generaba en él materia orgánica
si era puesto en ebullición y después mantenido aislado del aire.
En el momento en que se permitía pasar aire por él, se producía
toda una serie de procesos biológicos como los indicados ante-
riormente. Ello indicaba que ni la vida ni los procesos de fer-
mentación, putrefacción, etc., se generaban espontáneamente,
sino que se necesitaba la participación de seres vivos (en este caso
microorganismos presentes en el aire) para ello.

Credibilidad de las hipótesis

Aunque no podemos tener certeza absoluta en la justificación, sí


podemos indicar una serie de factores que hacen aumentar la credibi-
lidad de las hipótesis. La credibilidad aumenta: con el número de ca-
sos favorables aunque el incremento de credibilidad será menor a me-
dida que aumente el número de casos favorables; con la variedad y
diversidad de casos; con nuevas implicaciones contrastadoras; con apo-
yo teórico en el sentido de que existan hipótesis y teorias más amplias
que impliquen las hipótesis que estamos contrastando. Todos estos fac-
tores hay que tenerlos en cuenta a la hora de contrastar una hipótesis,
pero no es posible cuantificar la credibilidad (Hempel, 1977).
En cuanto a las preferencias respecto a dos hipótesis, ambas justi-
ficadas en el sentido antes indicado, se preferirá la más simple. Un
ejemplo claro de aplicación del principio de simplicidad es la acepta-
ción del sistema heliocéntrico de Copérnico frente al egocéntrico de
Ptolomeo. Sin embargo, los criterios de simplicidad no son tan evi-
dentes. En primer lugar porque no es fácil establecer los criterios de
simplicidad. En segundo lugar, porque no hay fundamento empírico
para la preferencia de la simplicidad frente a la complejidad (Hempel,
1977).
126 rN^raoDuccróN A LA FrLos0FlA DE LA cnaNcrA

EIEMPLIPICACIÓN DE FACTORES QUE AUMENTAN LA CREDLBILIDAD

Hipótesis de Darwin. Consideremos la hipótesis de Darwin


de que la evolución de las especies es resultado de la selección
natural. Veamos ejemplos de diversos hechos que aumentan su
credibilidad:
1) Casos favorables. Los diversos ejemplos que Darwin ob-
servó en su viaje alrededor del mundo como naturalista en el
Beagle actuaron como casos favorables que permitieron al pro-
pio Darwin idear y, más tarde, contrastar su hipótesis al ir aumen-
tando progresivamente su credibilidad: así, la comparación en-
tre los diversos pinzones de las islas Galápagos, cada uno
adaptado a su propio hábitat; el hallazgo de fósiles en Suramé-
rica con características parecidas a animales actuales de la mis-
ma zona, pero observando ciertas variaciones debidas a los di-
ferentes ambientes, etc., fueron ejemplos que convencieron a
Darwin de que su hipótesis tenía cierta credibilidad.
2) Variedad y diversidad de casos. Por un lado, la teoría
se podía aplicar tanto a los diversos animales de las Galápagos
como a los observados en Suramérica y Oceanía. Por otro, Dar-
win se percató de que su teoría podía explicar, por ejemplo, la
selección artificial, tanto de los palomos como de los granos de
trigo; ya que dos hechos aparentemente muy diferentes como son
el pico grueso -apto para comer semillas- de un pinzón de
las Galápagos y que los granos de trigo para cultivar fueran mu-
cho más grandes y nutritivos que los de trigo silvestre, pueden
ser explicados con la misma hipótesis.
3) Nuevas hipótesis contrastadoras. Consideremos un cul-
tivo de determinadas bacterias. Ataquemos el cultivo con un an-
tibiótico. Según la teoría de la evolución por selección natural,
las bacterias no adaptadas al medio sucumbirán y desaparece-
rán; por el contrario, si existe algún tipo de bacterias resistente
al antibiótico, éstas no sólo sobrevivirán sino que se reproduci-
rán mucho más que las otras y acabarán copando todo el «hábi-
tat». Se trata de un experimento muy fácil de hacer y los resul-
tados, efectivamente, se corresponden con lo predicho por la
hipótesis.
4) Apoyo teórico. La genética mendeliana y, más tarde, la
LAs Hrrórrssrs cr|1N'rí|=|cAs 127

genética molecular representaron un apoyo enorme a la teoría


de Darwin, ya que permitían explicar desde un grado de genera-
lidad mucho más amplio una suposición básica de la teoría, sin
la cual no podía funcionar, a saber: que los descendientes de
una especie tienden a ser muy similares a sus progenitores, pero
normalmente siempre se dan algunas pequeñas diferencias. Éste
es el motor de la selección y el hecho de poder explicarlo repre-
sentó un aumento enorme de la credibilidad de la teoría de
Darwin.

Falacias

Asi como hay factores que aumentan la credibilidad de la hipóte-


sis y criterios de elección de hipótesis, hay criterios para desechar las
hipótesis antes de pasar a su contrastación. Presentar una hipótesis
absolutamente inmune a cualquier contrastación empírica sería moti-
vo suficiente para no aceptarla. El ejemplo más paradigmático es se-
guramente la interpretación de los sueños de Freud, para quien todos
los sueños son, en el fondo, manifestaciones subconscientes de deseos
reprimidos. Tampoco la máxima «la heterodoxia de hoy es la ortodo-
xia del mañana» puede tomarse como premisa a partir de la cual jus-
tificar la existencia de los OVNIS, la reencarnación, la brujería, etc.
Hay también lo que podriamos llamar falacias de la justificación y
se refieren a los argumentos, diseñados para la justificación o la refu-
tación, que no son válidos por algún defecto en alguna de las premi-
sas. Veamos algunas de las falacias más comunes.

Predicciones vagas. Predicciones ambiguas, poco precisas, que no


especifican exactamente el estado del sistema después del experimen-
to. Por ejemplo, las predicciones de los oráculos o de las bolas de cristal.
Predicciones múltiples. Este tipo de predicciones tienen la estruc-
tura formal de una disyunción. Sabemos que para que una disyun-
ción sea verdadera basta con que lo sea uno de los miembros de la
disyunción; por tanto, siempre podemos añadir nuevos elementos a
la disyunción y la hipótesis siempre será verdadera. Por ejemplo, los
que predicen el futuro utilizan mucho este truco: hacen muchas pre-
dicciones y, por supuesto, siempre hay alguna que aciertan, con lo cual
es cierto que adivinan el futuro.
128 |N†nor›ucc1oN A LA Fn.›osoFiA DE LA cmuci».

Falacia del «cajón de sastre» (Patchwork quílt). Formular una


hipótesis que, si fuera cierta, explicaría una serie de fenómenos aisla-
dos. Por ejemplo, Erich von Dàniken en Charíots of the Gods dice
que si los extraterrestres existieran, explicarían muchas de las construc-
ciones antiguas encontradas en Egipto y Perú.
Hipótesis ad hoc. Hipótesis adicionales que se formulan cuando
falla la predicción. Por ejemplo, ¿por qué no aparecen los extraterres-
tres?, porque son tímidos.
Justificación por eliminación. Si tenemos una hipótesis que es una
disyunción, Hl, H2, H3, esta falacia consiste en decir que Hl tiene
que ser verdadera porque H2 y H3 son falsas. No se tiene en cuen-
ta que las tres pueden ser falsas. Por ejemplo, supongamos las tres hi-
pótesis siguientes: HI) la enfermedad que aqueja a la población X se
debe a que duermen pocas horas; H2) dicha enfermedad se debe a que
tienen demasiadas relaciones sexuales; H3) dicha enfermedad se debe
a que viven en casas construidas con paja. Supongamos que se de-
muestra que H2 y H3 son falsas e inmediatamente se infiere que Hl
es verdadera. Sin embargo, podría ser el caso de que la causa de la
enfermedad fuera el hecho de que dicha población bebiera agua no
potable.

Estas son algunas de las falacias que pueden ser motivo de argu-
mentos no válidos y, por tanto, las hipótesis no quedarían justifica-
das. Habría que tener en cuenta también todas las falacias formales
(tales como la afirmación del consecuente y la negación del antece-
dente) e informales (tales como las ad hominem, ad baculum, ad mi-
sericordiam, etc.) de las que dan cuenta los libros de lógica formal.
Sin embargo, hay que señalar que las falacias informales son poco sig-
nificativas en el contexto de la formulación y contrastación de las hi-
pótesis científicas ya que, normalmente, este tipo de falacias son razo-
namientos erróneos muy generales y fácilmente detectables que nunca
han aparecido en una discusión científica. Es impensable una discu-
sión cìentífica histórica donde se haya utilizado un ad hominem con-
tra Einstein por ser judio. Quizás se han dado situaciones remotamente
parecidas a éstas por cuestiones sociológicas, pero esto es una cues-
tión aparte que nada tiene que ver con la justificación de las hipótesis
científicas.
LAS 1-|n>úr|as|s c|EN'rI|=1cAs 129

3. Srs1'rzMAsrzs'rocÁs'rrcos

En todo lo dicho hasta ahora acerca de las hipótesis se da por su-


puesto que estamos en un sistema determinista. Sin embargo, muchas
ciencias, desde la biología hasta la sociología expresan sus resultados
por medio de enunciados estadísticos, con lo cual las hipótesis con
las que trabajan estas ciencias pertenecen a sistemas estocásticos y no
deterministas.
Se entiende por sistema un conjunto de individuos y objetos y las
relaciones entre ellos. Un sistema es determinista si el conocimiento
de su estado en un momento dado implica necesariamente el conoci-
miento de su estado en cualquier otro tiempo; un sistema es estocásti-
co si el conocimiento de su estado en un tiempo dado implica sólo
el conocimiento de la probabilidad de varios estados posibles en cual-
quier tiempo futuro.”
Las hipótesis que encontramos en los sistemas estocásticos son
enunciados estadísticosf Una hipótesis estadística consta de tres ele-
mentos: una población de referencia, un atributo que es la variable
estadística con sus valores y la cantidad en porcentajes de los valores
de esta variable. La forma estándar de estas hipótesis es:

X por ciento de (dicha población) tiene tal valor de (dicho atributo)

Una variable es un atributo (concepto operativo) que puede tomar


dos o más valores, clasificando una población en grupos. Por ejem-
plo, la variable «sexo›› toma dos valores: hombre y mujer; la variable
«color de los ojos», cuatro valores: negro, marrón, verde y azul. Los
valores de una variable se fijan al comienzo de una investigación, pero
hay que señalar que los valores de las variables serán más o menos
determinados en función de que el campo de investigación esté más
o menos desarrollado, y dichos valores serán más o menos precisos
en función de la capacidad de dicho campo para ser metrificable.
Por ejemplo, no es lo mismo fijar los valores de la variable «color de
los ojos» que de la variable «clase social». Según la teoría marxista

4. Aquí no vamos a entrar en la complejidad del concepto de determinismo, ya


que en el capítulo sobre leyes (capítulo 5) analizaremos este tema.
S. Para los argumentos para contrastar hipótesis estocásticas voy a seguir de cerca
a Giere (Giere, 1992).
130 INTRODUCCION A LA Fu.osor=t/\ DE LA CIENCIA

clásica esta variable adquiriría dos valores: burguesía y proletariado,


pero incluso para un analista marxista actual, estas categorías se han
quedado obsoletas para dividir una sociedad occidental actual en gru-
pos más o menos homogéneos. Hay otros casos de variables en que la
elección de los valores que pueden tomar son absolutamente convencio-
nales -lo cual no quiere decir arbitrarias-, es decir, dependen del inves-
tigador. Por ejemplo, las variables «altura››, «peso››, «fumar›› o «beber
café» pueden tomar un número diferente de valores según nos interese.
Una distribución de una variable estadística es el conjunto de fre-
cuencias que toman los distintos valores de la variable. Las distribu-
ciones suelen expresarse por medio de diagramas. Si se parte de la va-
riable «fumar» entre una población dada y se consideran cuatro valores:
no fumar, fumar de 1 a IO cigarrillos, fumar de ll a 25 cigarrillos y
fumar más de 25 cigarrillos al dia, la distribución vendría dada por
el número (el cero por uno o el tanto por ciento) de los que fuman
en cada uno de los intervalos.

4. HIPÓTESIS ESTADÍSTICAS SIMPLES Y CORRELACIONES

Las hipótesis estadisticas simples son las que tienen en cuenta una
sola variable y, por tanto, constan de una sola proposición. Ejemplos
de hipótesis estadísticas simples son los siguientes: «el 4l "lo de los uni-
versitarios españoles varones fuma cigarrillos», «una de cada 20 per-
sonas que viven y trabajan en Barcelona es alcohólica», «el 10 "70 de
la población mundial del año 2000 serán minusválidos», «aproxima-
damente el 40 % de las mujeres españolas adultas trabaja remunera-
damente». Aunque nadie pone en duda que las hipótesis estadísticas
simples proporcionan información, las correlaciones son mucho más
fructíferas desde el punto de vista explicativo.
Las correlaciones nos dicen que dos o más variables están relacio-
nadas, es decir, que la aparición de una propiedad va ligada a la apa-
rición de otra. Aquí nos limitaremos a considerar la correlación entre
dos variables que toman, cada una de ellas, dos valores. Sin embargo,
hay que señalar que en el proceso de investigación se toman muchas
variables en juego, para lo cual hay que recurrir al análisis multivaria-
ble, Ejemplos de correlaciones con dos variables son los siguientes:
el peso y la altura, el fumar y el pertenecer al sexo masculino, el ser
pelirrojo y pecoso, etc.
LAS 1-nrúrlasis cnaN'rIr=1cAs 131

La correlación puede ser positiva o negativa y, en el caso de que


no sea ninguna de las dos, decimos que no existe correlación o bien
que la correlación es neutra o irrelevante. Al hablar de formas de co-
rrelación hay que señalar que no tiene sentido adscribir correlación
a las variables en sí mismas, sino que es a partir de valores de las va-
riables y de la distribución de las concurrencias de los fenómenos que
se puede hablar de correlaciones.
Supongamos una población cualquiera en la que definimos dos va-
riables o propiedades X e Y. En cada una de ellas establecemos dos
valores. uno la posesión de esta propiedad y otra su ausencia: X(›ç X)
y Y(y, 5'). Cada una de las propiedades divide a la población en dos
grupos: el que exhibe la propiedad y el que no la exhibe. Ahora pode-
mos distinguir entre correlación positiva, negativa y neutra, que defi-
niremos en los términos siguientes:

X está positivamente (negativamente) relacionada con Y en una


población dada si y sólo si el porcentaje de los que tienen la propie-
dad X entre los que tienen la propiedad Y es mayor (menor) que el
porcentaje de los que tienen la propiedad X entre los que no tienen
la propiedad Y.
X no esta' relacionada con Y en una población dada si y sólo si
los porcentajes de los que son X entre los que son Y son los mismos
que los porcentajes de X entre los que no son Y

Vamos a ilustrar estos conceptos con el siguiente ejemplo: supon-


gamos que el 37 °7o de los varones adultos chinos fuman opio, mien-
tras que entre las mujeres adultas chinas sólo lo hace el 28 %. En este
caso diremos que la variable «fumar opio» está en correlación con la
variable «sexo›› en adultos chinos, ya que el porcentaje entre ser un
fumador de opio hombre entre los hombres es diferente del porcenta-
je de fumadores de opio mujeres entre las mujeres. Que la correlación
sea positiva o negativa depende de la elección del sentido al tomar como
origen de referencia el hombre o la mujer. En el caso de que tengamos
una correlación positiva (o negativa) ésta puede tener más o menos
fuerza o intensidad. Decimos que la fuerza o intensidad de la correla-
ción entre X e Y es proporcional a la diferencia entre el porcentaje
de los que son fumadores de opio hombres entre los hombres y el por-
centaje de los que son fumadores de opio mujeres entre las mujeres.
Por ejemplo, en 1930, supongamos que el tanto por ciento de mujeres
132 INTRODUCCION A LA E1Los0FIA DE LA crENc1A

fumadoras de opio era muy inferior al de 1992, mientras que el por-


centaje de hombres debía ser parecido, por tanto, podemos decir que
la intensidad de la correlación era mayor en 1930 que en 1992.
Ahora nos podemos preguntar cuándo una correlación es una hi-
pótesis causal. A pesar de algunas similitudes entre correlaciones e hi-
pótesis causales, hay diferencias importantes. En primer lugar, mien-
tras la relación entre variables correlacionadas es simétrica, la relación
causal no lo es. En segundo lugar, decir que fumar es un factor causal
positivo del cáncer de pulmón significa no sólo que hay más cáncer
de pulmón entre los fumadores que entre los no fumadores en la po-
blación existente, sino también que si hubiera una población en que
todos fumaran y otra en que nadie lo hiciera, la proporción de enfer-
mos de cáncer en la primera sería mayor que en la segunda. Es decir,
los factores causales fundamentan los contrafácticos estadísticos. Fi-
nalmente, las exigencias para justificar una hipótesis causal son ma-
yores que para justificar una correlación. Es decir, las hipótesis cau-
sales tienen más poder explicativo que las correlaciones. No nos
podemos detener ahora en analizar en qué consiste el poder explicati-
vo, ya que el capitulo séptimo está dedicado a la explicación científica.

5. CoN'rRAsrAc1óN DE LAs 1-rn›ó'rEsrs Es'rADis'rrcAs

Tal como hemos ya indicado, una hipótesis estadística tiene la for-


ma siguiente: «el X °7o de la población P tiene la propiedad A». Para
justificar una hipótesis de este tipo no comprobamos habitualmente
si esto se cumple en la población real total sino si se cumple en una
muestra de esta población seleccionada al azar. El proceso es el siguien-
te: tenemos una muestra S, de tamaño n que ha sido seleccionada alea-
toriamente de una población P. La frecuencia con la que la muestra
S exhibe la propiedad A es f(A), por tanto, concluimos que el porcen-
taje de individuos que poseen la propiedad A en P es f(A). Pero, en
primer lugar, este argumento es inductivo, en segundo lugar, el por-
centaje de individuos con la propiedad A en P no es necesariamente
exactamente f(A). La probabilidad de que el porcentaje de individuos
con la propiedad A en P sea exactamente f(A) es prácticamente nula
pero la probabilidad de que dicho porcentaje esté próximo a f(A) es
muy alta.
Al porcentaje de la muestra que exhibe la propiedad A lo llama-
LAs 1-m›ó'rEs1s c1EN'ríE|cAs 133

mos frecuencia relativa observada. Dicha frecuencia se toma como fre-


cuencia estimada (FE) en la población total. Como ya hemos indica-
do, la f(A) (frecuencia observada) con la que estimamos la probabili-
dad de P, no coincide exactamente con Pr(P). El valor observado es,
salvo error medible, una buena estimación de la Pr(P) y el valor espe-
rado de f(A) coincide con Pr(P). Para distribuciones probabilísticas
la diferencia entre Pr(P) y el valor con que se estima, o sea la frecuen-
cia observada, depende de la desviación, siendo la unidad para medir
dicha desviación la desviación estándar (DE). Una desviación están-
dar equivale al 67 °7o de la muestra, dos DE equivalen al 95 °7o de la
muestra y tres DE al 99 °7o de la muestra. Cuanto mayor sea la mues-
tra, las frecuencias observadas en este conjunto se acercan cada vez
más a la frecuencia esperada, es decir a la Pr(P).
Veamos otros conceptos relacionados con la justificación de las hi-
pótesis estadísticas:

Estimación es el proceso mediante el cual se sacan unas conclusio-


nes para la población real a partir de unas premisas que reflejan la
frecuencia de la muestra.
Margen de error (ME) es lo que hay que sumar y restar a f(A) para
obtener el intervalo entre el que se encuentra Pr(P) en la población
real. El ME depende del tamaño de la muestra y es menor cuanto ma-
yor sea la muestra.
Intervalo de estimación (IE) es la distancia entre f(A) _ ME y
f(A) + ME.
Nivel de confianza (NC) es la probabilidad que corresponde a que
el valor verdadero esté en el IE. A mayor nivel de confianza mayor
IE pero, para un NC dado, el IE depende del tamaño de la muestra.

Muchas inferencias de la muestra a la población se hacen en tér-


minos de intervalos estimativos. Este tipo de metodología es amplia-
mente utilizada en biología, psicologia y ciencias sociales. Para poner
a prueba una hipótesis miramos la frecuencia en la muestra y compro-
bamos si está dentro del intervalo adecuado. Para saber si el intervalo
es correcto necesitamos saber si es estadristicamente significativo (ES),
lo cual nos viene dado en función de las desviaciones, es decir, para
dos DE que cogen el 95 070 (NC) de la muestra, lo ES sería el 5 %.
Por tanto, «ES al nivel 5 070» significa que la frecuencia observada en
la muestra difiere en más de dos DE de la frecuencia esperada. Hay
134 mrnobucciom A LA Fnoso|=tA DE LA c|ENc|A

que señalar que para decir lo que es ES es necesario mencionar el ta-


maño de la muestra y cuántas DE (una, dos o tres) tenemos en cuen-
ta, aunque si no se dice lo contrario, se suele entender que cogemos
dos DE.
Ahora tenemos todos los conceptos para construir los argumentos
para probar hipótesis estadísticas. Al igual que en el caso de los siste-
mas deterministas, también para probar hipótesis de los sistemas esto-
cásticos vamos a introducir dos condiciones:

Condición 1: Si (H y CI) entonces, con Pr=95 07o, f no es ES(.O5)


Condición 2: Si (no-H y CI) entonces (Pr=95 °7o) f es ES(.05)
Para refutar la hipótesis tendríamos el siguiente argumento:
(1) H y CI -› (Pr=95 070) f no es ES(5 °7o) Condición 1
(2) f es ES(5 "7o) resultado del experimento
(3) no(H y CI) Modus Tollens (1) y (2)
(4) no-H o no-Cl Leyes de Morgan (3)
(5) CI Premisa
(6) no-H Eliminación del disyuntor (4) y (5)
Para aceptar la hipótesis lo que intentamos probar es el intervalo
en el que se encuentra la hipótesis. Por ello, cuando se habla de justi-
ficar las hipótesis estadísticas, se dice que lo que tratamos de probar
es la hipótesis difusa o intervalo en el que se encuentra la hipótesis.
Cuanto más grande sea la muestra, mayor será el número de frecuen-
cias posibles que pueden ser ES. El contenido de la HD depende del
tamaño de la muestra; cuanto mayor sea ésta, menor será la propor-
ción de la población incluida en ella. El argumento para probar la HD
sería el siguiente:

(I) Si no-HD y Cl -> (Pr=95 %) f es ES(5 Wo) Condición 2


(2) f no es ES(.05) resultado del experimento
(3) no (no-HD y CI) Modus Tollens (1) y (2)
(4) HD o no CI Leyes de Morgan (3)
(5) Cl Premisa
(6) HD Eliminación del disyuntor (3) y (4)

También en este caso se reproduce la asimetría entre la refutación


y la aceptación de las hipótesis, ya que mientras en la primera tene-
mos una inferencia deductiva, en la segunda la tenemos inductiva.
LAs r-nPorEs1s CIENTIFICAS 135

6. CoN1'iLAs'rAcróN DE co1u1ELAc1oNEs

La contrastación de correlaciones puede llevarse a cabo de dos for-


mas. Una consiste en contrastar las hipótesis cuya conjunción forma
la correlación. Para ello hay que construir los intervalos estimativos
para cada una de las hipótesis. Si los intervalos no se solapan, la hipó-
tesis correlacional está justificada; si se solapan no lo está. Lafuerza
de la correlación será un intervalo de valores, resultado de los interva-
los de las hipótesis estadísticas. Para fijar el intervalo, por un lado,
tomaremos la diferencia entre los dos extremos más bajos y, por otro,
la diferencia entre los extremos más altos.

EJEM1>Lr1=rcAcròN DE LA coN'rxAs1'AcióN DE coRRELAcroNEs

Vamos a poner un ejemplo que ilustre los conceptos que he-


mos introducido. Supongamos que queremos poner a prueba la
hipótesis de que las mujeres no están discriminadas a la hora
de pasar la selectividad. Si esta hipótesis es aceptada quiere de-
cir que la probabilidad de ser mujer, entre todos los que se pre-
sentan a la selectividad, es igual a la probabilidad de ser mujer
y pasar la selectividad entre todos los que pasan la selectividad.
Suponemos que la proporción de las mujeres que se presen-
tan a la selectividad es del S0 %.
Cogemos una muestra de 100 individuos que han pasado la
selectividad y comprobamos que 38 son mujeres. Resumamos
los datos:

n = 100 ME = 10 "70 f(M) = 38 °7o

El intervalo de confianza está entre las cantidades obtenidas al


sumar y restar el margen de error a la frecuencia observada. En-
tonces tenemos:
f(M) - ME = 28 °7u;
f(M) + ME = 52 070.
O sea: 28 "70 < Probabilidad real < 48 °7o.
La hipótesis es falsa ya que a pesar de que el ME es muy
alto el intervalo de confianza no incluye el 50 %.
136 n~mzoDucc|óN A LA Fn.osorIA DE LA c1ENc1A

Ahora supongamos que f(M) = 42 °7o, manteniendo todos


los demás datos iguales. El intervalo estimativo estará entre 32
y 52 ya que:
f(M) _ ME = 32 070;
f(M) + ME = 52 070.
Este intervalo incluye el 50 °7o, por tanto, no hay correlación.
Respecto a la significación estadistica, cuando f`(M)= 38 %,
entonces f` es ES(.05), por tanto rechazamos la hipótesis, en cam-
bio cuando f(M)=42 "7o, f no es ES(.05), por tanto aceptamos
la hipótesis.
Supongamos que no sabemos la frecuencia de la muestra pero
sabemos que no es ES(.0S), entonces podemos concluir que f
está entre .40 y .60 (siempre con n= 100). Por lo bajo puede es-
tar entre .30 y .50 y por lo alto entre .50 y .70. A este intervalo,
entre .30 y .70, es a lo que llamamos hipótesis difusa. La HD
no da mucha información pero cuanto mayor sea la muestra me-
nor será el intervalo de la HD y, por tanto, mayor información
tendremos. Podemos concluir que si nos dan la frecuencia ob-
servada, construimos el intervalo estimativo apropiado, pero si
no nos dan la frecuencia observada, aceptamos la HD.

Otra forma de probar correlaciones es probar la hipótesis nula


(HN). La contrastación se hace a través de una muestra, ahora
bien, en lugar de contrastar las dos hipótesis estadísticas sim-
ples de que se compone una correlación, se reducen dichas hi-
pótesis a una sola, a la que llamamos HN. Si queremos probar
que la variable A está correlacionada con la variable B, enton-
ces la HN dice: «no hay diferencia entre el porcentaje de los A
que tienen B y el porcentaje de los no-A que tienen B». Si la
HN es rechazada significa que hay correlación y si es aceptada
significa que no hay correlación.
Vamos a ilustrar este tipo de justificación con el siguiente
ejemplo. Supongamos que queremos saber si existe alguna co-
rrelación entre fumar marihuana (M) y esnifar cocaína (C). Esta
hipótesis no es una hipótesis estadística simple sino que afirma
que dos variables están relacionadas. Ahora bien, esta correlación
puede reducirse a una hipótesis estadística simple: «no hay dife-
rencia entre la probabilidad de que los estudiantes esnifen co-
caína y fumen marihuana y la probabilidad de que los estudian-
LAs r-nP0frEs1s crENrlr=1cAs 137

tes esnifen cocaína y no fumen marihuana». Esta sería la HN.


La probabilidad de que los fumadores de marihuana esnifen
cocaina puede ser representada por una probabilidad condicio-
nal: Pr(C/M). Lo mismo para los que no han fumado marihua-
na y han esnifado cocaína: Pr(C/no-M). La fuerza de la corre-
lación (FC) es la diferencia entre estas dos probabilidades:
FC(C y M) = Pr(C/M) - Pr(C/no-M) = d
La HN dice: FC(C y M) = O
Del mismo modo que al contrastar una hipótesis estadística
simple no pretendíamos que la frecuencia observada fuera exac-
tamente la frecuencia esperada, en el caso de la HN tampoco
pretendemos que la diferencia (d) sea exactamente cero, sino que
se acerque a cero.
Para contrastar la HN de nuestro ejemplo hay que observar
la frecuencia relativa de individuos que han esnifado cocaína en-
tre los que fuman y entre los que no fuman marihuana:
f(C/M) _ f(C/no-M) = d. 0 lo que es lo mismo: d = 0-
A partir de lo expuesto anteriormente, los argumentos para
correlaciones podemos transformarlos en argumentos para hi-
Pótesis nulas. Las condiciones serian las mismas que para las
hipótesis estadísticas simples, pero en vez de H, pondríamos HN.
También los argumentos tendrian la misma estructura con la in-
troducción de las HN.

7. PROBLEMAS ErLosór=rcos DE LA coNEmMAcIóN DE r-1u=ó'rEsIs

Todo lo dicho hasta ahora sobre la estructura y dinámica de la con-


trastación de hipótesis podría formar parte de cualquier manual de
metodologia o técnicas de investigación (metodología de primer or-
den) de cualquier disciplina. El hecho de que este tipo de materias sólo
se encuentren en los curricula de las ciencias sociales y no en los de
las ciencias naturales sólo se debe a que, por ejemplo, en física el mé-
todo y las técnicas de investigación están incorporados desde el prin-
cipio y se da por supuesto. Estas guias metodológicas forman parte
del proceso socializador como científico, no así en los científicos so-
ciales. Una analogía puede ayudarnos en la comprensión de estas di-
ferencias. Las normas de comportamiento de un grupo social no se
138 1N'rRoDucc|óN A LA E|LosortA DE LA c1ENc1A

acostumbra a enseñarlas de forma explícita, ya que el individuo las


va incorporando a medida que va socializándose. No ocurre así cuan-
do uno (por las circunstancias que sea) se encuentra en un grupo so-
cial distinto del que le ha socializado. Entonces tiene que aprender ex-
plícitamente todos y cada uno de los comportamientos si quiere
integrarse en este grupo y no ser un elemento marginado, para lo cual
puede ser que tenga que recurrir a un manual de urbanidad de dicho
grupo. Esta analogía creo que es pertinente para explicarse por qué
hay cursos y manuales de urbanidad cientifica para los investigadores
sociales. Los físicos no necesitan textos de metodología, los sociólo-
gos sí, al menos por el momento.
Estas diferencias entre fisicos y sociólogos (tomándolos como ejem-
plos paradigmáticos de científicos naturales y sociales, respectivamente)
desaparecen cuando pasamos de la metodolögía de primer orden a la
de segundo orden. Aun suponiendo que se cumplan todos los requisi-
tos y guías de la metodología de primer orden, permanecen los pro-
blemas filosóficos. Este tipo de cuestiones ya no suelen formar parte
de los cursos metodológicos de las ciencias particulares, ya que sólo
un reducido número de científicos está interesado en la metateoría.
Por tanto, los problemas filosóficos de los que vamos a hablar a con-
tinuación repercuten en todas las ciencias empíricas.

8. LA coNrnAsrAcróN DE Los ENuNcrADos Eueíiucosf'

Contrastrar un enunciado empírico significa indicar exactamente


qué datos experimentales constituyen elementos de juicio favorables
y cuáles son desfavorables para dicho enunciado. Diremos que un enun-
ciado empírico es contrastable o testable si es posible indicar estos da-
tos. La idea de Hempel es elaborar una teoría general de la confir-
mación, cuestión que considera una de las tareas más urgentes de la
metodología de las ciencias empíricas.
Es importante distinguir entre confirmación y desconfirmación, por
un lado, y verificación y refutación, por otro. El primer par es más
amplio que el segundo, ya que hay enunciados que no pueden ser ve-
rificados pero sí confirmados, 0 bien desconfirmados pero no refuta-

6. Para los problemas filosóficos de la contrastación voy a seguir de cerca a Hem-


pel (Hempel, 1975) y a 'lbulmin (Toulmin, 1958).
LAs 1-nPó'rEs|s c|EN'ríEicAs 139

dos. Por ejemplo, por muchos cisnes blancos que encontremos nun-
ca se puede verificar la hipótesis «todos los cisnes son blancos», pero sí
se puede confirmarla; o bien, a pesar de no haber encontrado un cisne
negro hasta el momento, no por ello queda refutada la hipótesis «hay
un cisne negro» aunque sí podemos decir que está desconfirmada.

Esta teoría de la confirmación parte de unos supuestos que pue-


den resumirse en los siguientes:

a) Los juicios pertinentes para una hipótesis no pueden ser in-


troducidos con anterioridad a la formulación de dicha hipótesis, sino
que es ésta la que marca qué es y qué no es pertinente para una hi-
pótesis.
b) Una instancia de una hipótesis es un fenómeno que está de
acuerdo con la hipótesis y que, por tanto, constituye un elemento de
juicio confirmatorio de ella.
c) Las reglas de inducción, en el sentido de que podamos deter-
minar lógicamente el salto de los datos a la hipótesis, no existen ya
que «si bien el proceso de invención por el cual se realizan los descu-
brimientos científicos está, por lo general, “guiado y estimulado psi-
cológicamente" por el conocimiento anterior a los hechos específicos,
sus resultados no están “determinados lógicamente" por ellos» (Hem-
pel, 1975).

Lo que determina la corrección de una hipótesis no es la forma


como se ha llegado a ella sino su confrontación con los datos. La con-
secuencia es que no hay lógica del descubrimiento, lo único que pode-
mos determinar es: i) si la hipótesis H está corroborada por un con-
junto de datos E; y ii) en qué grado. Este seria el núcleo de una teoría
de la confirmación.

i) Determinar el significado de «E confirma H» y de «E descon-


firma H».
ii) Una posibilidad es definir métricamente «grado de confirma-
ción de H con respecto a E», cuyos valores sean números reales. Si
esto no es posible, definir dos conceptos relacionales, «más confirma-
do que›› e «igualmente confirmado que», que permitan una compara-
ción no métrica de la hipótesis.
140 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

Establecer el grado de confirmación (o probabilidad) de una hipó-


tesis no parece ser una tarea fácil. Aqui no vamos a discutir estos in-
tentos, sólo indicar que los trabajos de Carnap sobre lógica inductiva
pueden considerarse avances en este sentido. Carnap desarrolló una
teoría de la lógica inductiva que permitía, explícitamente, definir un
concepto cuantitativo de grado de confirmación, sin usar la noción
cualitativa de instancia confirmatoria. Esta definición se aplicaba a
lenguajes formalizados de cierto tipo.
Otra fuente de problemas en la teoría de la contrastación procede
de las llamadas paradojas dela confirmación, que podemos enunciar
en los términos siguientes: supongamos que tenemos la hipótesis «to-
dos los cuervos son negros». La forma lógica de este enunciado es:
(I) vx (si x es un cuervo, entonces x es negro).
Este enunciado equivale, lógicamente, a:
(2) Vx (si x no es negro, entonces x no es un cuervo)
Cada cuervo que encontremos que sea negro constituirá una ins-
tancia confirmatoria de (1) y cada cosa no negra que encontremos que
no sea un cuervo constituirá una instancia confirmatoria de (2). Pero
como (2) es equivalente a (l), resulta que todo objeto que no sea negro
ni sea un cuervo confirma la hipótesis. Así todo libro rojo, toda hoja
verde, todo cordero negro, etc., se convierte en elemento de juicio con-
firmatorio de la hipótesis de que todos los cuervos son negros.
Hempel hace un balance de las posibilidades y dificultades de una
teoria lógica de la confirmación en los términos siguientes:

Una reconstrucción racional de las normas de la convalidación cien-


tífica, pues, no puede implicar referencia alguna a una sensación de
evidencia, sino que debe basarse en criterios objetivos. De hecho, pare-
ce razonable exigir que los criterios de confirmación empírica, además
de tener un carácter objetivo, no contengan ninguna referencia al obje-
to específico de la hipótesis o de los elementos de juicio en cuestión;
debe ser posible, creemos, establecer criterios puramente formales de
confirmación, análogamente a la manera como la lógica deductiva su-
ministra criterios puramente formales para determinar la validez de la
inferencia deductiva (Hcmpcl, 1975117).

Hempel rechaza cualquier interferencia de la psicología en la con-


firmación de hipótesis y establece las «condiciones de adecuación para
toda definición de la confirmación».
LAS HIPÓTESIS CIENTIFICAS 14]

Estas normas incluyen la condición de C4-llI¡Val°n¢¡H Y el 1-gquisito


de que la definición de confirmación sea flplifäflblfi 3 hipótesis de cual-
quier grado de complejidad lógica, y no solamente al tipo más simple
de condicional universal. Una definición adecuada de Confirmación,
pues, debe satisfacer varios requisitos lógiC0S. 21 CUY21 mnslderación pa-
samos ahora.
Ante todo, se convendrá en que toda oración lÓBÍCfifi"_^ente implica-
da por un informe de observación determinado debe considerarse como
confirmada por este informe: la implicación es un caso eSPe<:ia1 de ¢0n_
firmación Llegamos asi a la estipulación CIC CII-le lüdfl definición ade_
cuada de confirmación debe asegurar el cumP1¡m¡°¡_“° qe:
(8.1.) Condición de implicación. Toda oración lmplkrada por un
informe observacional está confirmada por éste..
Esta condición la sugiere la consideración anterior, pef0._ Dor supues-
to, ésta no la prueba. Hacer de ella una norma de adecuación de la de-
finición de confirmacion significa estipulan que una dfifimón propuesta
de confirmación será rechazada por lógicamente inadecuada si no ¡má
construida de tal manera que (8.1.) sea satisfecha incondrcionalmente.
Una observación análoga se aplica a las Síglliemes “°¡'maS adicionales
propuestas como criterios de adecuación-
En segundo término, un informe de observación que Cofifirmara cier-
tas hipótesis sería considerado invariablemente como cflflfìrmante de
toda consecuencia de esas hipótesis. Y en verdad. Cualquiera de tales
consecuencias no es más que la afirmación del contenido conjunto, 1°.
tal o parcial, de las hipótesis originales Y, POT ende» 5° 1? deb@ conside-
rar confirmada por todo elemento de ji-li¢ì0 que °0l¶f|fm° estas últi-
mas, Esto sugiere la siguiente condición de adecuaclóllï
(8.2.) Condición de consecuencia. Si un informe observacional con-
firma cada una de las oraciones de una clase K. 01'll°“°°5 también con-
ñrma toda oración que sea una consecuencia IÓEÍC3 de K-
Si se satisface (8.2.) entonces lo mismo es válid0 Pam las dos condi-
ciones especiales siguientes: _
(8.2.l.) Condición especial de consecuencia. Si un informe obsej-_
vacional confirma una hipótesis H, entonces también confirma toda
consecuencia de H.
(8.2.2.) Condición de equivalencia. Si un informe Obsenracional
confirma una hipótesis H, entonces también confirma toda h¡pó¿eS¡s
que sea lógicamente equivalente a H. _
(8.2.2.) se sigue de (s.2.1.) en razon de que las h¡P°*F“S equivalen.
tes son consecuencias mutuas, una de otra. Así. la Sfmsffifición de la
condición de consecuencia implica la de nuestra anterior Condición de
equivalencia, y ésta pierde su carácter de r<=q\I¡S¡l° mdelwfldiente
Nos queda por enunciar una tercera condición:
142 INTRODUCCION A LA Fi|,oso|=íA DE LA ciENc|A

(8.3.) Condición de consistencia. Todo informe observacional ló-


gicamente consistente es lógicamente compatible con la clase de todas
las hipótesis que confirma.
Las dos implicaciones más importantes de este requisito son las si-
guientes:
(8.3.l.) A menos que un informe observacional sea contradicto-
rio, no confirma ninguna hipótesis con la que no sea lógicamente com-
patible.
(8.3.2.) A menos que un informe observacional sea contradicto-
rio no confirma hipótesis que se contradigan mutuamente.
La satisfacción de estos requisitos, que pueden ser considerados como
leyes generales de la lógica de la confirmación, sólo es, por supuesto,
una condición necesaria. no suficiente, para la adecuación de cualquier
definición de confirmación que se proponga
Por otra parte, la corrección del análisis lógico (el cual, en un senti-
do claro, siempre supone una reconstrucción lógica) de un concepto
teórico no puede ser evaluada simplemente por nuestros sentimientos
de satisfacción ante determinado análisis que se proponga; y si hay, di-
gamos, dos propuestas alternativas para definir un término sobre la base
de un análisis lógico, y si ambas parecen acercarse al significado que
se quiere lograr, entonces la elección debe hacerse en gran medida con
referencia a aspectos tales como las propiedades lógicas de las dos re-
construcciones, y a la amplitud y la simplicidad de las teorías a las cua-
les conducen (Hempel, l975:40-53).

De las tres fases que Hempel distingue en la contrastación de hi-


pótesis, a saber: la realización de experimentos u observaciones ade-
cuados; la puesta a prueba de los informes observacionales a fin de
decidir si éstos son o no pertinentes para la confimiación de las hipóte-
sis; y la aceptación o rechazo de la hipótesis a partir de los datos obteni-
dos (Hempel, 1975160), Hempel desarrolla, fundamentalmente, la se-
gunda y es a la que nosotros hemos atribuido los problemas filosóficos
de la confirmación. Hempel considera la primera y tercera fase como
aspectos pragmáticos de la confirmación y corresponde a lo que noso-
tros llamamos técnicas de investigación o metodología de primer orden.

9. Pscutinniom ora Las nirórrasrs Esr›.nísricAs


La justificación de hipótesis estadisticas se lleva a cabo --tal como
hemos visto al principio de este capitulo- a través de argumentos en
los que se introduce el elemento de probabilidad. Estos argumentos
LAs |-m>ó'rEs1s CIENTIFICAS 143

o silogìsmos dan lugar a ciertas inconsistencias. Supongamos el siguien-


te ejemplo de razonamiento casi-silogistico -así denomina 'lbulmin
(Toulmin, 1958) los argumentos con enunciados estadísticos:

(l) Petersen es sueco


La proporción de suecos que son católicos es menor que el 2 070.
Luego, casi ciertamente (o probablemente) Petersen no es católico.

Supongamos que las premisas de este razonamiento son ciertas,


entonces -como señala Cooley (Cooley, 1959)- las premisas del si-
guiente razonamiento también pueden ser verdaderas:

(2) Petersen hizo una peregrinación a Lourdes.


Menos del 2 070 de los que hacen una peregrinación a Lourdes no
son católicos.
Luego, casi ciertamente (0 probablemente) Petersen es católico.

La inconsistencia consiste en que este esquema casi-silogistico puede


conducir de premisas verdaderas a conclusiones incompatibles.
Estas inconsistencias -afirma Hempel- no prueban que los ra-
zonamientos basados en información estadistica sean incorrectos, sólo
prueban que no pueden ser considerados como silogísticos, ni siquie-
ra como casi-silogisticos. Está claro que en los razonamientos estadis-
ticos la verdad de las premisas no garantizan la verdad de la conclu-
sión, pero frente a este hecho hay dos posturas: una, la de Hempel
para el que sólo cuentan las relaciones entre los enunciados y, por tan-
to, en este caso la relación entre premisas y conclusión no corresponde
a la relación lógica requerida para los silogismos; otra, la de Toulmin,
para el que estos razonamientos pueden ser considerados casi-
silogismos y los términos de «ciertamente›› y «probab1emente›› pue-
den interpretarse como calificativos modales.
Estas dificultades pueden subsanarse en parte -según Hempel--
teniendo en cuenta el «requisito de los elementos de juicios totales»,
propuesto por Carnap y que formula en los términos siguientes: «En
la aplicación de la lógica inductiva a una situación cognoscitiva dada,
deben tomarse los elementos de juicio totales como base para deter-
minar el grado de confirmación» (Carnap, l950:2ll).
Vemos, pues, que según el esquema de Hempel (que es también
I44 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

el de la tradición del empirismo lógico) el problema de la inducción


es clave para el programa verificacionista de la contrastación de hipó-
tesis. En los razonamientos con enunciados estadísticos la inferencia
inductiva es más evidente, pero tampoco se salva de los problemas de
la inducción la contrastación de hipótesis no estadísticas, o sea aque-
llas pertenecientes a sistemas deterministas.

10. EL PROGRAMA ¡ALS/lcioNis'rA DE Kun PQPPER

Popper elaboró una alternativa a la contrastación de hipótesis, fuera


del programa verificacionista de tal forma que evitara los problemas
de la inducción. En realidad Popper compartía con Hempel los pro-
blemas provenientes de las inferencias inductivas. La diferencia entre
los dos filósofos reside en cómo resuelven estos problemas. Así como
Hempel recurrió a la posibilidad de una lógica inductiva y estableció
la distinción entre confirmación/disconfirmación y verificación/refu-
tación para resolver los problemas que originaba, Popper partió de
la imposibilidad de una lógica inductiva y buscó la solución a la fun-
damentación del conocimiento cientifico en el programa falsacionista.
Popper representó, en su momento, una «revolución copernicana»
en filosofía de la ciencia al fijarse, no en la verificación sino en la fal-
sación de una hipótesis como procedimiento de contrastación y de de-
cisión sobre su posible adecuación al mundo real. Aunque ha llovido
mucho desde La lógica dela investigación ciennfica, Popper sigue sien-
do un punto de referencia ineludible desde el cual examinar las teorías
e hipótesis científicas. Popper plantea la cuestión de cómo podemos
saber si una teoría interpreta, o no, adecuadamente la realidad. La pos-
tura clásica de la epistemología hasta entonces había sido la de postu-
lar algún tipo de verificacionismo (llámesele fenomenalismo, inducti-
vismo, etc.). Sin embargo, Popper observó que lo que, paradójicamente,
nos permitía contrastar la adecuación de una teoría al mundo no era
los fenómenos que podía predecir sino más bien aquellos fenómenos
que podían falsar la teoría. Según Popper, nunca podremos saber con
certeza absoluta que nos encontramos ante una teoría que nos inter-
preta el sistema exactamente tal cual es, pues no existe ningún sistema
de verificación sistemático. Lo que si podemos saber es cuándo una
teoría ya no funciona, pues hemos podido falsarla al encontrar fenó-
menos que la teoría no permitía, pero que de hecho ocurren.
Lxs Hirórrasis c|EN1'lFicAs 145

Esta idea de falsación es básica en la filosofía de Popper, pues es


el fundamento sobre el que se puede contrastar totalmente la potencia
de las teorías e hipótesis. El principio de falsación conlleva en Popper
una serie de conceptos subsidiarios:

a) El criterio de demarcación. Este criten`o nos permite decidir


si un sistema teórico dado pertenece o no al campo de la ciencia. La
idea es simple: si una teoría es incompatible con la existencia de deter-
minados fenómenos y eventos, entonces podemos decir que es cientí-
fica, ya que existe lo que Popper llama la clase de falsadores potencia-
les de esta teoría. Si no existe tal clase, entonces la teoría es irrefutable
(es decir, no existe ningún evento que sea realmente incompatible con
ella y, por tanto, la teoría es capaz de explicar cualquierfenómeno co-
nectable con ella) y por ello no es científica. Para que una teoría pue-
da ser considerada como perteneciente a una ciencia empírica, es ne-
cesario hacer una clasificación de todos los enunciados relacionados
con ella en dos clases no vacías: de un lado, los enunciados que son
compatibles con la teoria y, de otro, los que son incompatibles con
dicha teoria (es decir, los falsadores potenciales). Asi, según Popper,
el psicoanálisis no seria realmente una ciencia empírica, ya que el mis-
mo Freud demostró en su práctica diaria que su sistema era capaz de
explicar cualquier fenómeno que cayera dentro del ámbito del psico-
análisis. Freud era capaz de encajar cualquier caso clínico sin ningún
problema. La irrefutabilidad, aparentemente una fortaleza, se conviene
en la mayor debilidad de la teoría freudiana.
b) La teoría. Para caracterizar una teoría no se parte tanto de
lo que en ella se afirma como de lo que se niega. El contenido empíri-
co de una teoría es precisamente la clase de los falsadores potenciales.
Cuanto mayor sea esta clase más contenido empírico tendrá una teo-
ria. Esta idea de Popper comporta varios problemas, siendo uno de
ellos el que no se ajusta a la práctica científica real.
c) Las hipótesis auxiliares. La condición principal para que una
teoría admita una hipótesis auxiliar es que ésta contribuya a que la teo-
ria sea más fácilmentefalsable y no a la inversa. Ello le permite recha-
zar cualquier intento de convertir en irrefutable una teoria problemá-
tica añadiéndole cualquier hipótesis ad hoc que solucione las dificul-
tades en las que se encuentra la teoría. Popper pone como ejemplo
de hipótesis auxiliar válida el principio de exclusión de Pauli que, efec-
tivamente, hace más fácilmente falsable la mecánica cuántica, pues le
146 INTRODUCCIÓN A LA FIIDSOFÍA DE LA CIENCIA

añade un grado de restricción extra: que dos electrones de un mismo


átomo no puedan tener todos sus números cuánticos iguales aumen-
ta, evidentemente, el número de fenómenos que la teoria prohíbe.

Una vez hemos introducido estos conceptos, la cuestión es cómo


hacerlos operativos, es decir, cómo los utilizamos para comparar dos
teorías rivales aceptando una u otra en función de su falsabilidad. Pop-
per dice que una teoría resultará falsada cuando tengamos enuncia-
dos básicos que la contradigan, pero sólo si tales resultados son re-
producibles. Si son resultados que sólo han sucedido una o muy pocas
veces y no hay manera de reproducirlos normalmente en condiciones
de laboratorio con todas las garantías, entonces tales resultados no
prueban nada. Lo más probable es que sean errores en la medición
o en los aparatos o se dé algún defecto colateral. Así, por ejemplo,
las famosas afirmaciones de que el ser humano posee poderes de tele-
patia (transmisión del pensamiento) o de telequinesis (movimiento de
objetos a distancia por el «poder dela mente››) no tienen ningún fun-
damento ya que nunca han sido reproducidos de forma significativa
en un laboratorio con garantias y por ello ningún científico serio hace
el menor caso de tales «resultados››. Esta idea es formalizada por Pop-
per a partir de su idea de acontecimiento. Pero antes de determinar
lo que Popper entiende por acontecimiento, necesitamos la noción de
ocurrencia. Una ocurrencia es simplemente un fenómeno concreto si-
tuado espacial y temporalmente. Por ejemplo, que la taza de café que
ahora, 23 de noviembre de l992, tengo delante mío en mi despacho
de la Universidad de California, San Diego (UCSD) se acaba se vol-
car. Un acontecimiento es la clase de todas las ocurrencias de un mis-
mo tipo, dejando de lado su concreción espaciotemporal. En nuestro
ejemplo, el acontecimiento es el «volcarse una taza de café». La ocu-
rrencia antes mencionada afirma simplemente que el acontecimiento
«volcarse una taza de café» ha tenido lugar el 23 de noviembre de 1992
en mi despacho de la UCSD. Así podemos decir que para que una teoría
sea falsada no es suñciente que lo haga una ocurrencia (que es un evento
espaciotemporal aislado) sino un acontecimiento (que es una clase de
elementos reproducibles).
Para Popper el contenido empírico de una teoría aumenta con su
grado de falsabilidad, de manera que para medir este contenido empí-
rico necesitamos hallar una manera de comparar grados de falsabili-
dad entre dos teorias. Esto no resulta fácil: contar simplemente todos
Las Hieófriasis ci|aN'ríFic›.s 147

los enunciados que falsarían la teoría no funcionaría, pues para cada


teoría el número de falsadores potenciales son inñnitos. Sin embargo,
indirectamente, pueden hallarse dos métodos para comparar el grado
de falsabilidad de dos teorías rivales: la relación de subclase y la di-
mensión. El método de la relación de subclase es el más sencillo de
aplicar, pero sólo funciona cuando las teorias rivales comparten las
clases de enunciados. La idea es la siguiente: si todos los posibles enun-
ciados falsadores de la teoria A están incluidos en la clase de los falsa-
dores de la teoria B, entonces está claro que la teoría B tiene más enun-
ciados falsadores que la teoría A y, por tanto, es más falsable y tiene
mayor contenido empírico. Si la clase de falsadores de la teoría B es
igual a la dela teoría A, entonces diremos que tienen el mismo grado
de falsabilidad. El problema aquí es, como hemos dicho, que sólo fun-
ciona cuando la clase de todos los falsadores posibles de una teoría
guarda una relación de inclusión o igualdad con la clase de falsadores
de la otra teoría. Si ello no sucede asi, las teorías son incomparables.
La otra técnica, aplicable de forma mucho más general, es la de la di-
mensión. Para aplicarla necesitamos, primero, encontrar los enuncia-
dos «atómicos›› o «elementales›› de la teoria. Según Popper, estos enun-
ciados dependen de Ios tipos de teorías que vayamos a comparar. Con
todo, siempre podrá hallarse una clase de enunciados que, para nues-
tros propósitos, puedan ser considerados «relativamente atómicos».
Llamaremos «campo›› al conjunto formado por todos los enunciados
atómicos más sus conjunciones. Popper llama «n-tuple del campo»
a una conjunción de n diferentes enunciados relativamente atómicos,
siendo n su «número de composición».
Consideremos una teoría I Supongamos que ningún d-tuplo de
enunciados básicos es capaz de falsar T, sino que se necesitan enun-
ciados agrupados en d + l tuplos. Llamamos d al «número caracte-
rístico» o «dimensión›› de una teoría con respecto al campo de enun-
ciados básicos. Entonces cuanto mayor sea el número de enunciados
posibles capaces de falsarla mayor será su contenido empírico.
Otro concepto importante en la propuesta de Popper es el de pro-
babilidad lógica. La probabilidad lógica nos dice el grado de falsabili-
dad de un enunciado en función de su forma lógica, es decir, en fun-
ción de los enunciados que están implicados por él. La probabilidad
lógica es inversamente proporcional al grado de falsabilidad: dado un
enunciado cualquiera, cuantos más enunciados estén implicados por
él, menor será su probabilidad de refutarlo, ya que «explica›› muchos
148 |N'rRoDuccioN A LA F1i›osoFlA DE LA ciENciA

más enunciados y «prohíbe›› mucho menos. Este concepto muestra


que hay una importante correlación entre falsabilidad y deductibili-
dad: cuantos más enunciados sean deducibles de una teoría, menor
será su falsabilidad y viceversa. Así, una teoría contradictoria nunca
podrá ser científica ya que el número de sus falsadores potenciales es
cero (una contradicción implica cualquier enunciado).
A partir del programa falsacionista de Popper podemos hacer las
siguientes consideraciones:

a) La falsabilidad continúa siendo un concepto clave a la hora


de contrastar y, por consiguiente, de exponer claramente una hipóte-
sis, al menos como criterio de demarcación para distinguir la ciencia
de la pseudociencia. Sin embargo, el problema surge cuando toma-
mos este criterio de forma unilateral. Identificar el contenido empíri-
co de una teoría con su grado de falsación se adecua poco con la prác-
tica científica. No parece que los científicos se dediquen a generar
teorías lo más improbables posibles. Por ejemplo, «los planetas giran
alrededor del Sol siguiendo elipses con el Sol en uno de los focos» tie-
ne mucho menos contenido empírico que «los planetas giran alrede-
dor del Sol siguiendo elipses con el Sol en uno de los focos, yendo
para adelante y para atrás siguiendo el ritmo de la Polonesa de Cho-
pin», hipótesis que no se le ocurriría proponer a nadie. Por tanto, ne-
cesitamos otros criterios como el concepto de verosimilitud, o el de
la concordancia con otras ciencias, o el de simplicidad, que guíen al
científico en su función investigadora.
b) Popper es uno de los más persistentes detractores de la induc-
ción. Sin embargo, su teoría puede ser criticada por introducir, subrep-
ticiamente, lo que él tanto ha rechazado, a saber: la inducción. Como
hemos visto, la idea de Popper es que la aceptabilidad de una teoría
se mide por la cantidad de tests que ha pasado con éxito. Pero si los
falsadores potenciales de una teoría son infinitos, lo que se puede afir-
mar es que, cuando se añade la realización de una prueba con un fal-
sador a los tests precedentes de falsación, aumenta la aceptabilidad
de una teoría: esto «suena›› a la idea del programa verificacionista de
que cada instancia o ocurrencia de una hipótesis aumenta su acepta-
bilidad, pero ahora por acumulación de falsadores.
5. LAS LEYES CIENTÍFICAS

1. ACLARACIONES Y DISTINCIONES

Al abordar el tema de las leyes científicas nos encontramos con


una serie de cuestiones que necesitan una clarificación previa a cual-
quier análisis de las mismas.

a) Las leyes en el marco conceptual de la ciencia.


Una vez establecido el lenguaje conceptual para captar el mundo,
la investigación científica nos lleva a establecer leyes que nos permitan
comprender lo que observamos a través del descubrimiento tanto de
algún orden sistemático en los sucesos, en las cosas y en las cualidades
como de las relaciones entre acontecimientos que ocurren a nuestro
alrededor. Las leyes expresan relaciones de dependencia entre hechos
o entre fenómenos. Podemos establecer una organización jerárquica
entre observaciones, leyes y teorías (Thagard, 1988).

/J¢oría\
ley l ley 2
I \ I \
observación l.l observación 1.2 observación 2.1 observación 2.2

Esta primera aproximación a los niveles de sistematización de cono-


cimiento en la ciencia es correcta y, aunque adolezca de simplicidad,
nos sirve para establecer el orden de tratamiento de estos temas.
b) Problemas filosóficos y metafilosóficos de las leyes científicas.
En la literatura sobre cuestiones epistemológicas de las leyes
encontramos problemas que podemos considerar situados en planos
ISO INTRODUCCION A LA |=n.osoFíA DE LA cn:Nc|/›.

distintos. Teniendo en cuenta los diversos niveles conceptuales que he-


mos distinguido en el capítulo 1 en relación a la metodología y la on-
tologia, se puede proponer, análogamente, que el análisis de las leyes
discurre en tres planos correspondientes a las teorizaciones de primer,
segundo y tercer orden. Aquí nos centraremos solamente en el segun-
do orden (el plano filosófico) y en el tercero (el metafilosófico y meta-
físico).
Desde el plano filosófico consideraremos cuestiones como la es-
tructura sintáctica y las características de las leyes. Desde el plano de
la metafilosofía-metafísica cuestiones como la relación entre ley cien-
tifica y causalidad, causalidad y determinismo y el problema de la in-
ducción.
c) La ambigüedad del término «ley››.
El término «Iey›› conlleva una cierta ambigüedad que es conveniente
esclarecer desde el principio. Se suele, por ejemplo, usar el mismo tér-
mino para referirse a una proposición y al hecho descrito por esta pro-
posición. No esclarecer esta ambigüedad puede llevar a confusiones
como el decir que las leyes no pueden ser verdaderas o falsas. Si por
ley nos referimos a los hechos, por supuesto que éstos no pueden ser
verdaderos o falsos, pero si nos referimos a las proposiciones que des-
criben dichos hechos, éstas si pueden ser verdaderas o falsas.
d) Distinciones.
l) Ley científica vs. ley de la naturaleza.
Es habitual encontrar en la literatura filosófica una identificación
(explícita o implícita) entre ley cientifica y Iey de Ia naturaleza. Esta
idea se remonta a los griegos y se ha mantenido hasta nuestros días.
Los tres textos siguientes ejemplifican esta identificación:

El principio que permite la inferencia desde «frotamos esta cerilla


sobre papel de lija, esta cerilla está seca, hay suficiente oxígeno en el
aire, etc.›› a «esta cerilla se enciende» no es una ley de la lógica sino
lo que llamamos una ley natural o física o causal (Goodman, l983:8-9).
Lo que llamamos una ley natural no es otra cosa que una realidad
establecida, con seguridad suficiente, de las observadas en el acontecer
natural, siempre y cuando se la considere necesaria, en el sentido del
postulado según el cual todo proceso natural está absolutamente y cuan-
titativamente determinado al menos por la totalidad de las circunstan-
cias o condiciones físicas que acompañan a su aparición (Schrödinger,
l975:l6-17).
Las LEYES c|EN'ríl=icAs ISI

Es cierto que tanto en nuestra vida cotidiana como en la ciencia di-


ferenciamos bastante claramente entre orden y desorden, regularidad
e irregularidad. ¿Cómo entendemos esto? A primera vista la respuesta
no parece muy dificil. Parece que sólo necesitamos estar seguros de cómo
la física realmente representa las leyes de la naturaleza, en qué forma
describe la dependencia de los eventos (Schlick, l93l).

En estos textos subyace la idea de que las leyes científicas cubren


sólo los procesos naturales, entendiendo por ellos los fenómenos es-
tudiados por la física. Esta idea supone un concepto muy determina-
do de «naturaleza›› de la que los humanos no forman parte y encaja
con la división entre ciencias naturales y ciencias sociales, clasifica-
ción no muy acorde con el estado actual de las ciencias particulares.
Por ejemplo, ¿dónde situamos la psicologia? Además, cuestiones como
la causalidad y el determinismo, que hasta ahora parecían criterios cla-
ros de demarcación entre ciencias naturales (cc.nn.) y ciencias sociales
(cc.ss.), ya no lo son después del surgimiento de la mecánica cuántica
y del desarrollo de las cc.ss. Por tanto, es mejor hablar de leyes cientí-
ficas; en todo caso ya haremos las distinciones convenientes y vere-
mos hasta qué punto las distintas disciplinas producen los distintos
tipos de leyes. Veremos también las limitaciones que algunas discipli-
nas tienen para determinados tipos de leyes. Pero hay que señalar que
cualquier distinción tiene que hacerse bajo criterios claros: posible-
mente, según el criterio elegido, las disciplinas se agruparán de forma
distinta.
2) Leyes de la lógica y leyes de las ciencias empíricas.
Una distinción previa a cualquier análisis sobre las leyes es la dis-
tinción entre las leyes de la lógica y de la matemática y las leyes de
las ciencias empíricas. En este capítulo sólo vamos a referirnos a las
segundas. Esta clasificación corresponde a la distinción entre ciencias
formales y ciencias empíricas, basada en el criterio de conocimiento
a priori, atribuido a las ciencias formales y no a las empíricas'

l. Esta clasificación también es cuestionable, pero dejamos para un curso de filo-


sofía de la matemática el análisis de esta división. Aquí suponemos que hay diferencias
pertinentes entre ciencias formales y ciencias empíricas.
152 mrkooucciou A LA Eruosortx DE LA ciENciA

EJEMi>LLr~'rcAcróN DE LEYEs c1EN'ri1=icAs

Los enunciados presentados a continuación han sido formu-


lados por los científicos como leyes.

Sociologia
Ley de los tres estados (formulada por A. Comte en el Cours
de philosaphie positive, 1830-1842): «El progreso de los acon-
tecimientos humanos atraviesa tres estadios o estados:
1) El estado teológico, estado en el que el hombre explica
las cosas y los acontecimientos atribuyendo, o bien a las cosas
mismas, o bien a seres o a fuerzas sobrenaturales e invisibles,
su propia naturaleza, su voluntad, sus sentimientos, sus pasio-
nes, etcétera.
2) El estado metafísico, estado que se caracteriza por el re-
curso a entidades abstractas, a ideas, en cuya virtud se cree po-
der explicar la naturaleza de las cosas y la causa delos aconteci-
mientos.
3) El estado positivo, estado en el que el hombre intenta,
mediante la observación y el razonamiento, percibir las relacio-
nes necesarias entre las cosas y entre los acontecimientos, y ex-
plicarlas por medio de la formulación de unas leyes» (Rocher,
1973:195-196).
Ley de la gmvitación del mundo social (formulada por Durk-
heim en De la division du travail social): «El crecimiento de la
densidad demográfica da lugar simultáneamente al progreso de
la división del trabajo y al progreso de la densidad moral. La
división del trabajo y la densidad moral constituyen, a su vez, los
factores principales del progreso de la “civilización”, es decir,
del desarrollo económico, social y cultural» (Rocher, 19792429).

Arqueologia
Ley de Worsaae que lleva el nombre de la persona que la for-
muló, Iens J. A. Worsaae, un arqueólogo danés que en 1843
enunció el principio según el cual «los objetos que acompañan
a una sepultura eran, en la mayoria de los casos, objetos que
se utilizaban durante la época en que murió la persona sepulta-
da» (Row, 1962).
Lxs LEYES c1ENrli=icAs 153

Quimica
Ley de Boyle-Mariotte: «El volumen de un peso dado de
cualquier gas seco, a temperatura constante, varía inversamente
a la presión a que se somete» (Babor-lbarz, l968:46).
Ley de Charles-Gay-Lussac: «Todos los gases se dilatan
igualmente por los mismos grados de calor y que, por conse-
cuencia, su mayor o menor densidad, su mayor o menor solubi-
lidad en agua y su naturaleza particular no influyen nada sobre
su dilatación» (Babor-lbarz, 1968:48).

Fisica
ley l del movimiento: «Todo cuerpo continúa en su esta-
do de reposo o de movimiento uniforme en línea recta a menos
que sea forzado a cambiar ese estado por fuerzas que actúan
sobre él».
ley ll del movimiento: «El cambio de movimiento (es de-
cir, de momento mecánico) es proporcional a la fuerza motriz
que se le ha impreso, y sigue la dirección de la línea recta en que
se le imprimió la fuerza».
Ley lll del movimiento: «A toda acción se opone siempre
una reacción igual; o las acciones recíprocas de dos cuerpos uno
sobre otro son siempre iguales y dirigidas a partes opuestas».
Icy de la gravitación universal: «Todo cuerpo material atrae
a otro con una fuerza directamente proporcional a sus masas
e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre
ellos».
Principio l de la termodinámica: «La diferencia entre las
energías internas de dos estados de un sistema es igual a la dife-
rencia entre el calor absorbido y el trabajo externo hecho al ir
de un estado a otro».
Principio ll de la termodinámica: «Es imposible convertir
calor en energía mecánica sin que el calor “caiga” desde un lu-
gar caliente a un lugar frío» (Gamow, 1980).

Lingüística
Principio de proyección: La información léxica se halla re-
presentada sintácticamente (Haegeman, 1991).
154 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA

Biologúx
En la mayoría de los mamíferos practicantes de la poliga-
mia, cuanto mayor es el harén mayor es la diferencia de tamaño
del macho con respecto a la hembra (siendo el macho siempre
el mayor) (Alexander, 1989).

Cristalografúz
Icy de Steno: Los ángulos entre las caras equivalentes de
los cristales de la misma substancia medidos a la misma tempe-
ratura son constantes.

Psicologia
Si se plantea a un grupo resolver un problema de lógica, el
tanto por ciento de personas que lo resuelven es mucho mayor
si el problema está planteado dentro de un contexto concreto que
si está planteado de forma abstracta (Holland et al., 1986).
ley de Hofstadter: A la hora de llevar a cabo una tarea,
siempre se necesitará más tiempo del que en principio se había
calculado, incluso si se tiene en cuenta la ley de I-Iofstadter.
Desde el momento que las disciplinas de las que proceden
estas leyes se consideran ciencias (más o menos desarrolladas pero
en ningún caso pseudociencias) el filósofo de la ciencia no pue-
de ser ajeno a lo que sus investigadores llaman «1ey›› ni a lo que
en los libros de texto correspondientes se presenta bajo este
rótulo.

2. Esrnucrunn Lóorcn DE Las LEYES

Desde el punto de vista de la lógica, una ley es un enunciado uni-


versal de la forma siguiente:

v›t(Ax-›B›<)
que se lee como «todos los A son B» o «para cualquier x, si x es A,
entonces x es B». El «si entonces ...›› es una conectiva interpretada
155
Las LEYB ciEN'rlFrcAS

como implicación material y simbolizada p0f <<*'”~ El *Ílcance del


cuantificador universal es sobre todas las entidades. esta interpreta-
ción del cuantificador se la denomina «intel'D1`eta°'°“ °Xtensi°n,abi`
Sin embargo, aunque no hay discusión sobre la estructura sintacg-
ca de las leyes, hay desacuerdo sobre la interpretaciófl' de este Guam' "
cador universal. Las diversas posturas están en funcion 185 Cafafle'
risticas atribuidas a las leyes. Si interpretamos el CI-lflmlflcador (Nx):
desde la lógica de primer orden , nos encontram0S C0" Pf°P|°mas a
_ . res. Por
querer representar simbólicamente algunas de las ¡GWS fim¢"°
ejemplo, la ley de la biología que empieza con «en la maymía "'» no
puede subsumirse al cuantificador. En el caso de la ley de W°rSaa.e
habría que acotar el dominio o añadir al antecedente alglmflS C°“d1*
ciones, tales como que la sepultura que se está investigando pefffllel-
ca a una cultura en que se enterrase a los muel'l0S 0°" sus °b-'cms pep
sonales.

3. LA c.uu\c'rEnizAcióN DE Las LEvEs ciisN'ri'.ricAS

Una vez vistos algunos ejemplos de lo que ¡HS dlsnfnas menclas par-
ticulares consideran leyes, lo que nos interesa es ver si hay algl-1005 fas'
gos compartidos por todas ellas. Vamos a centrarnos en tres rasgos
fundamentales: regularidad, universalidad y necesidadí La 0119511011
está en saber hasta qué punto estas características dfififlen ¡És ¡eyes
si pueden ser consideradas condiciones lógicamente fl¢C¢5a"a5› mg"
camente suficientes, ambas o ninguna. Es decir, 10 que P1fimea"Í°s es
si es posible establecer criterios de demarcación entre los enul'IC1fid0S
que son leyes de los que no lo son.

3.1. Las leyes como expresión de regularidadeé'


. ' b' -
Las leyes antes expuestas se refieren al comD_0"am'°_m° de Sax_
tos, substancias o individuos, y a sus acciones. lnÍ°"a°°'°“esrgsan es
bios bajo ciertas condiciones. Por tanto, lo que las leyes exp
alguna regularidad en la conducta.

. ' ca el estu-
2. Para el desarrollo de las características delas leyeS VOY 3 "su" de C"
dio de Achinstein (1971).
156 iNrRoDuccioN A LA i-*iiosorlx DE LA ciENc|›.

Siguiendo con el esquema anterior lo que nos interesa es ver si la


regularidad es una condición necesaria, suficiente, ambas o ninguna
de ellas. Supongamos que la regularidad es una condición suficiente,
entonces tendríamos la implicación siguiente:

Si «p›› expresa una regularidad, entonces «p›› es una ley.

Un contraejemplo a la idea de considerar la regularidad como con-


dición suficiente para detectar las leyes consistiría en encontrar algu-
na regularidad que no fuera una ley. Por ejemplo, por el hecho de que
las cigüeñas aparezcan cada primavera no podemos decir que «las ci-
güeñas llegan en primavera» es una ley aunque sí es una regularidad.
Un intento de conservar la regularidad como condición suficiente
es restringir la condición suficiente para los aspectos cuantitativos de
la regularidad, pero, ¿qué pasa con las leyes que no tienen una formu-
lación matemática? Además, hay regularidades que pueden expresar-
se numéricamente pero no son leyes. Por ejemplo, la proporción de
muertes en los hospitales es mayor que fuera de ellos y esto puede ex-
presarse con un tanto por ciento; sin embargo, no podemos decir que
hay una ley que afirma que «la posibilidad de morir es mayor si uno
va al hospital que si no va».
Supongamos ahora que la regularidad es una condición necesaria,
entonces la implicación siguiente debería ser verdadera:

Si «p›› es una ley, entonces «p›› expresa una regularidad.

En este caso podríamos contestar afirmativamente pero con mati-


ces. En primer lugar, deberiamos ampliar el concepto de regularidad, ya
que en el caso de las leyes fundamentales de la física contemporánea
se considera que no expresan regularidades sino distribuciones probabi-
lísticas. Por tanto, si queremos mantener la regularidad como condición
necesaria de las leyes debemos hacer algunas consideraciones. En pri-
mer lugar, que la regularidad descrita por la ley puede referirse bien a
la conducta de los objetos o substancias, bien a las características que
exhiben los objetos o substancias; en segundo lugar, que la regularidad
se da bajo ciertas condiciones. Por ejemplo, en la ley de los tres esta-
dos, la ley de la gravitación del mundo social, la ley de Worsaae y la
ley de I-lofstadter el establecimiento de las condiciones adicionales es
crucial para que la regularidad que expresan sea necesaria.
Las LEYES ciEN†li=ic›.s 157

1-[echas estas consideraciones podemos perfilar los 115305 de las


leyes científicas que tienen que ver con la regularidad. 1.aS1°Y°S °Xpre`
san la regularidad más fundamental de un fenómeno dad° C0" °1ma`
yor grado de perfección posible y ello aislando los diversos factores
que intervienen e indicando la forma enla que están relaGÍ0“_aÉI°S' Las
leyes intentan formular una regularidad más precisa si se "Uma" cr*
terios objetivos y explícitos en la construcción de los C0"°°p“Ís Énf-
pleados. Estos criterios de precisión se refieren al conten¡d° Y s'gm_f"
cado de cada uno de ellos y a su cuantificación siempre en el åmbno
de los fenómenos que están dentro de la ley. Las leyes intentan una
formulación simple, entendiendo por simplicidad el núm°f° de maig'
res o variables que tiene en cuenta la ley, el tipo de térmífi°S que “fm-
za para su formulación -es decir, si son términos primiti'/05 ° d°"Va`
dos- y la relación entre los términos que introduce. _
Ninguna de estas características puede considerarse ¢0m° °°"d"
ciones suficientes para que una regularidad sea una ley, B““q“° todas
pueden considerarse necesarias en un cierto grado, es deCÍf† 5°_"°°es"
ta un minimo de precisión, de simplicidad, etc., pero no 95 P°S'bI° d°`
terminar de forma métrica el nivel de precisión o simplicidad q“° debe
poseer una regularidad para considerarla una ley. _
Al caracterizar las leyes hemos hablado de su formlllaclón' qm
cuestión a tener en cuenta es la posibilidad de que una 16)' ¡enga cm-e'
rentes formulaciones, es decir, diferentes proposiones que €X_P¡°5a“ '_ma
misma ley, precisamente siendo unas más completas, pl'¢É's_as ° S'm`
ples que otras e, incluso, unas introduciendo conceptos d15"“¡°§ Í°s`
pecto a las otras. El problema que se plantea es si estas f0l'm“la°'°n°s
son, o no, equivalentes. En el caso de que sean equivalel1ï°5› pued??
serlo, o bien lógicamente, si se implican mutuamente, o bie" 3'"-0""
camente, si cada una puede ser derivada de la otra cuand° s°_ añafien
enunciados empíricos verdaderos que no implican o no S011 Implica-
das por ninguna de las proposiciones comparadas. Un Cjempk) de le'
yes equivalentes con formulaciones distintas sería la seg'-'nda ley dçl
movimiento de Newton que podemos formular de las d0S fmmas S"
guientes: a) la fuerza es igual a la masa por la aceleraciófi (f = m`a);
b) la variación del impulso mecánico es igual a la variaciÓ“ 4° Ia cam
tidad de movimiento (dl = dQ). En el caso de las formlllacwnes ng'
equivalentes, ni lógica ni empiricamente, la cuestión está en Éóm° d"
ferenciar las formulaciones no-equivalentes de las leyes d¡5U“ta5'_ La
respuesta de Achinstein es que una condición suficiente pam comme-
158 ¡Ni-izoouccion A LA i=iiosoi=tA DE LA ciENciA

rar que dos formulaciones pertenecen a leyes distintas es que las regu-
laridades que describen sean incompatibles. 1-lay que señalar que el
criterio de incompatibilidad es razón suficiente para que nos encon-
tremos ante dos leyes distintas, pero de ningún modo puede conside-
rarse una condición necesaria, es decir, puede, y de hecho es lo más
habitual, que haya leyes distintas que no sean incompatibles.

3.2. Las leyes y su carácter universal

Al establecer la estructura formal de las leyes vimos que se expre-


saba del modo siguiente:

V x (Ax -› Bx)

Esta estructura formal concede a las leyes un carácter universal y con-


dicional. Lo primero que plantea este enunciado universal es el ámbi-
to del universo del discurso que es donde radica el carácter universal
de las leyes. En la expresión «todos los A son B», los A constituyen
el sujeto y los B el predicado, por tanto determinar el ámbito del uni-
verso del discurso significa determinar el sujeto de la ley.
Por sujeto de una ley entendemos cualquier objeto (u objetos) o
substancia (o substancias) que cumplen las condiciones siguientes:
a) Los objetos o substancias exhiben la regularidad descrita por
la ley.
b) Estos objetos o substancias son los que van a ser investigados
cuando se ponga a prueba la ley.
c) La regularidad exhibida en a) sería atribuida como caracterís-
tica a dichos objetos o substancias. Por ejemplo, los planetas, las co-
lectividades unidas por lazos culturales, los objetos que acompañan
a una sepultura, los mamíferos practicantes dela poligamia, son suje-
tos de sus leyes respectivas.
En el caso de que haya varios sujetos que cumplan las condiciones
3), b) y c), tomaremos aquel que incluye a todos los demás y no es
incluido por ninguno. Supongamos que tenemos dos sujetos S, y S2,
si S, C S, pero S, (Z S, y no hay un S, tal que S, C S,, entonces S,
es el sujeto de la ley. Por ejemplo, supongamos que tenemos dos suje-
tos posibles para la ley de Alexander: «mamíferos» y aprimatcs». Ma-
míferos incluye primates pero no a la inversa. Además, no se conoce
LAs LEYES c|ENTli=|cAs 159

ninguna especie que incluya mamífero, que practique la poligamia


y que a medida que aumente las relaciones sexuales (se entiende en
un mismo momento y con individuos distintos) aumente su volumen
corporal. Humanos de sexo masculino incluye a los mamíferos y al-
gunos son polígamos, pero la evidencia no demuestra que en las cul-
turas en que se practica la poligamia sus elementos masculinos tengan
un volumen corporal mayor que el de aquellas culturas que no la
practican.
A veces, el sujeto de la ley no queda claramente expresado desde
el punto de vista gramatical. Por ejemplo, hay algunas formulaciones
del segundo principio de la termodinámica en las que no se menciona
la entropía. En otros casos el sujeto gramatical no es precisamente el
objeto del que se predica la regularidad, por ejemplo, en la ley de los
gases ideales el hidrógeno es el sujeto gramatical, en cambio de quien
se predica la regularidad es de todos los gases.
Vamos a señalar algunos criterios de universalidad y a analizar hasta
quópunto son patrimonio de las leyes o los poseen también otro tipo
de geiieralizaciones. Como en el caso de las regularidades, está claro
que e carácter universal es una condición necesaria (con matices como
luegàveremos) de las leyes, pero no es una condición suficiente ya que
no todas las generalizaciones son leyes. Al establecer los criterios de
universalidad lo que hacemos es acotar al máximo aquellos sentidos
de universalidad que son característicos sólo de las leyes.
Los sujetos de las leyes son generales, es decir, son cuerpos (Ley
I de Newton), sistemas termodinámicos (Principio II de la termodiná-
mica), gases (ley de Charles-Gay-Lussac) y no un proyectil, esta agua
o este hidrógeno, respectivamente. Por ejemplo, una ley que rezara así:
«todas las bolas caen con movimiento acelerado si no se las sostiene»,
violaría esta condición.
Los universales con los que se formulan las leyes no deben ser res-
trictivos. Ejemplos de universales restrictivos serían:

(1) Todos los hombres de esta habitación son calvos.


(2) Toda manzana de la cesta b en el momento I es roja.

En cambio los universales de las leyes de Newton no son restrictivos.


Una ley es universal en el sentido de que lo que se dice sobre un
sujeto se supone que vale para cada instancia o muestra particular.
Es decir, si el sujeto de la ley se refiere a los gases, cada muestra de
160 mrnobucción A LA Pwosorlx DE LA cnaNc1A

gas tiene que exhibir la regularidad expresada por la ley. En una pala-
bra, una ley no admite excepciones. Aquí hay que determinar cómo
interpretamos esta restricción de los enunciados generales en el caso
de las leyes probabilísticas, ya que, tomada al pie de la letra, esta res-
tricción no se cumple para las leyes probabilísticas.
Una ley no puede introducir referencias a objetos particulares. Una
ley no puede ser formulada en los términos siguientes:

(3) Los ángulos entre las caras equivalentes de los cristales del
diamante expuesto en el Museo de la Ciencia de Barcelona medidos
a la misma temperatura son constantes.
(4) Todos los 16 cubos de hielo de la bandeja del refrigerador tie-
nen una temperatura inferior a 10 grados centígrados.

Sin embargo, Kepler cita al Sol en una de sus leyes y Galileo en


la ley del péndulo simple hace referencia a un lugar específico. La cues-
tión es si tenemos criterios adicionales que nos permitan distinguir entre
(3) y (4), por un lado, y las leyes de Kepler y Galileo, por otro.
Achinstein propone el criterio de que el mencionar objetos especí-
ficos no es una violación del criterio de universalidad si en el tiempo
que se formula la ley no se conoce que la regularidad afecte a térmi-
nos más generales, es decir, si el sujeto de la ley de Kepler es el Sol,
pero no se conoce otro sujeto posible más general, puede considerarse
una ley. En el caso de que los cristales expuestos en el Museo de la
Ciencia de Barcelona y los cubos de hielo fueran los sujetos de una
ley, ésta no sería una Icy porque el sujeto puede ser sustituido por otro
más general, por ejemplo, «todos los cristales de la misma temperatu-
ra» y «todo trozo de hielo».
Hempel (Hempel, l979:267) hace otra distinción, agrupando (l)
y (2) por un lado, (3) y (4) y las leyes de Kepler, por otro. El criterio
que introduce para esta distinción es que mientras el segundo grupo,
si bien de extensión finita, es consecuencia de leyes más inclusivas cuyo
alcance no es limitado, el primer grupo no tiene esta característica.
Esto lleva a Hempel a distinguir entre leyes fundamentales y leyes de-
rivadas. Las leyes fundamentales son oraciones legales, de forma uni-
versal, sin ocurrencias esenciales (es decir no eliminables) de designa-
ciones de objetos particulares y con predicados que sean de índole
cualitativa pura.
Esta restricción sobre los predicados de las leyes fundamentales su-
LAS LEYES CIENTÍFICAS

pone aceptar sólo universales puros, entendiendo por ell0S 3'-IUCUOS


enunciados que no hacen referencia a objeto concreto alguno ni a nin-
guna localización espaciotemporal. Así, los términos «suave››, «ver-
de››, «más caliente que», «mujer››, «padre de», constituyen P1'¢d¡¢a“
dos cualitativos puros, mientras que «más alto que Colón», «medieval››,
bolchevique›› no lo son. Desde esta clasificación (1) Y (2) 110 Sella" 1°'
yes de ningún tipo, y (3) y (4) y las leyes de Kepler Y Gama) seña"
leyes derivadas. Las leyes de Newton serían leyes fundamentales.

3.3. Ley y necesidad

El concepto de necesidad ligado a las leyes científicas y, en parti-


cular, a las leyes de la naturaleza ha sido un tema sobre el '-ll-1° han
escrito todos los filósofos que han hecho alguna reflmción sobre la cien-
ciaƒdesde Aristóteles hasta los positivistas del siglo xx. En el COHICXIO
de las\'leyes científicas se entiende necesidad como contrapuesto a con-
tinïäcia, posibilidad, accidente y coincidencia.
niendo en cuenta el tipo de enunciados con los que expr¢SHm0S
las leyes, a saber: «Todas las x que cumplen la condición A cumplen
la condición B», nos planteamos qué tipo de relación hay entre A
y B. Si a la condición A la llamamos condición antecedente y a la con-
dición B condición consecuenle, lo que interesa es poder iflll'0dUC¡l'
criterios para distinguir las generalizaciones en que la l'0laCíÓl1 CHÍW
antecedente y consecuente es necesaria de aquellas en que dicha rela-
ción es accidental. Vamos a ver algunos criterios que pueden estable-
cer esta distinción:

a) La relación entre la condición antecedente y la COHSGCUCHÍG df*


un enunciado es necesaria cuando dicho enunciado es dedll¢ibl¢ de
una ley, cosa que no puede ocurrir en una generalización accidental.”
b) Una ley puede servir de base para una explicación, cosa que
no puede hacer una generalización accidental (Hempel 1977ï33)- La
ley de I-lofstadter puede explicar el hecho de que la autora de este li-
bro hubiera planeado terminarlo en agosto de 1992 Y› Sin Cmbafã@
no estuviera terminado hasta diciembre de ese mismo año. En cam-

3. Criterio propuesto por H. Reichenbach en Elements' of SJMIUOÍÍC LOSÍC (1947)


Y N0m0IogicaI Slatements and Adrnissible Operations (1954).
162 rN'rRoDuccróN A LA 1=n.osoFiA Dra LA c|ENc1A

bio, este hecho no queda explicado por una generalización del tipo
«las profesoras de la Universitat Autònoma de Barcelona siempre se
retrasan en la finalización de los libros que escriben».
c) Si una generalización es una ley siempre podemos encontrar
nuevos ejemplos que la confirmen. Goodman (Goodman, l983:73) dice
que si un enunciado es legal -independientemente de su verdad o fal-
sedad o de su importancia científica- puede recibir confirmación de
una de sus instancias. Cualquiera de las leyes antes enunciadas consti-
tuyen ejemplos de esta característica. La cuestión está en si hay enun-
ciados universales que son considerados como leyes pero que (al me-
nos hasta el momento) no tienen instancias concretas, o, dicho de otra
forma, no tienen modelos reales.
d) Si una proposición expresa una ley entonces se puede apelar
al hecho de que una ocurrencia satisfaga un término-sujeto y la con-
dición antecedente para ofrecer una correcta explicación de por qué
dicha ocurrencia satisface la condición consecuente, es decir, se puede
recurrir a la condición antecedente para contestar a preguntas como
la siguiente: «¿por qué esta ocurrencia satisface la condición consc-
cuente?›› (Achinstein, l97l:43). Esta condición es similar a la b), la única
diferencia es que mientras Hempel pone el acento en su capacidad ex-
plicativa, Achinstein remarca su capacidad de poseer modelos reales.
e) Se puede atribuir necesidad a una ley si hay hechos que pro-
porcionan fuerte soporte a su favor y en contra de sus competidores.
En el caso de encontrar alguna ocurrencia que pertenezca al sujeto
y satisfaga la condición A pero no la condición B, desde un punto de
vista falsacionista, es suficiente para abandonar la ley. Achinstein es
más moderado y dice que, aunque hay que tener en cuenta los con-
traejemplos, habrá cierta reticencia a abandonar la ley, pudiéndose to-
mar varias alternativas: pensar que no está claro que la ocurrencia per-
tenezca al sujeto o que no satisface plenamente la condición A; pensar
que la ley está restringida a cierta clase de casos; y sostener que la ley
es sólo una aproximación (Achinstein, l97l:46). Esta condición cons-
tituye un grave problema para el establecimiento de leyes en muchas
ciencias sociales. La posibilidad de falsación constituye para Popper
un criterio de demarcación. En los ejemplos de leyes antes expuestos,
ni la ley de Comte ni la de Durkheim resistirian la prueba de Popper.
f) La necesidad de las leyes puede entenderse en el sentido de que
expresan verdades analíticas. El carácter analítico puede expresarse,
bien apelando al uso de sus términos, bien apelando a expresiones del
|.As uzves cnzN†ir=rcAs 163

tipo «todas las X son P» cuando la propiedad P es semánticamente


pertinente para ser X (Achinstein, 1971154). Este criterio de Achins-
tein no añade nada a la clarificación de las leyes. En las verdades ana-
líticas, procedentes de la matemática y de la lógica, la necesidad está
implícita, y en el caso de enunciados analíticos en que el predicado
esté contenido en el sujeto, no se considerarían leyes. Por ejemplo, «los
solteros no están casados» es un enunciado verdadero, con un vínculo
de necesidad entre la condición antecedente (ser soltero) y la condi-
ción consecuente (no estar casado), pero no es una ley.
g) Una proposición expresa lo no accidental o lo no coincidente
si hay una explicación correcta de por qué la ley está justificada. Por
ejemplo, podemos atribuir necesidad a la ley de Boyle en virtud de
la teoría cinética de los gases. Este criterio consiste en pensar que, a
las proposiciones que puedan fundamentarse en una teoria, se les puede
atribuir aut\omáticamente, no accidentalidadf* Tal como está plantea-
do este crite `o, parece que el estar integrado en una teoría es una con-
dición sulìci nte, aunque no necesaria. Sin embargo, la necesidad no
puede fun rse sólo en este criterio independientemente de los otros,
a no ser ue lo añadamos «en una teoría probada». En realidad, es
traspasar el problema de las leyes a las teorias.
h) N. Rescher (Rescher, 1970) llama a la necesidad de las leyes
«necesidad nómica›› y la liga a los enunciados legales. Rescher esta-
blece como criterio, para distinguir las generalizaciones que son leyes
de las que no lo son, la legalidad de sus enunciados correspondientes
y una de las características de los enunciados legales es la necesidad
nómica. En este caso es una definición circular ya que la necesi-
dad nómica se define en función de la legalidad y viceversa.

La postura de Achinstein, a diferencia de otros autores que intro-


ducen criterios de forma unívoca, es que no es posible definir condi-
ciones necesarias y suficientes para el concepto de ley; lo único que
podemos pretender es encontrar características que sean pertinentes
y más o menos centrales para la definición de leyf

4. Este criterio fue propuesto por Achinstein (l97l), sin embargo, podría ser oom-
partido por todos los cientificos y filósofos dela ciencia. Una cuestión más discutida
seria hasta qué punto este criterio se considera como el único válido en la distinción
entre generalizaciones accidentales y no-accidentales.
S. Véanse las consideraciones en torno a los conceptos de pertinencia y centrali-
dad introducidos en el marco de las definiciones en el capítulo 2.
l64 rm-Roouccrou A LA Fnosortx DE LA cr|aNc|A

3.4. El papel de los contrafácticos en la caracterización de las leyes

Entre los criterios para distinguir las generalizaciones que son le-
yes de las que no lo son adquiere especial importancia el criterio basa-
do en los contrafácticos. Podríamos enunciarlo en los términos siguien-
tes: «Una ley puede servir -mientras que una generalización accidental
no- para justificar condicionales contrafa'cticos››. Vamos a detener-
nos en la propuesta de N. Goodman (Goodman, 1983) y de N. Res-
cher (Rescher, l964), dos autores que han tomado los contrafácticos
como criterio para establecer las diferencias entre leyes y generaliza-
ciones accidentales.
Un contrafáctico -o condicional contrario a los hechos- es un
enunciado condicional en el que interviene la noción de posibilidad,
expresada gramaticalmente por la introducción del subjuntivo. La for-
ma estándar de un contrafáctico es: «Si A fuera (hubiera sido) el caso,
entonces B sería (habría sido) el caso», donde A no es (no ha sido)
de hecho el caso. Así, la aserción «si hubiéramos puesto esta vela de
parafina en una caldera de agua hirviendo, se habría fundido» podría
justificarse recurriendo a la ley de que la parafina es líquida por enci-
ma de los 60 grados centígrados, además del hecho de que el punto
de ebullición del agua son 100 grados centígrados. Sin embargo, el
enunciado «todos los minerales que hay en esta caja contienen hie-
rro» no podría ser utilizado de forma análoga para justificar el enun-
ciado contrafáctico «si hubiéramos puesto este mineral en la caja, con-
tendría hierro».
Goodman plantea una serie de problemas filosóficos acerca de las
leyes, de los enunciados contrafácticos y del razonamiento inductivo,
examinándolos desde un punto de vista analítico. Sin ánimo de repro-
ducir el interesante análisis de Goodman vamos a hacernos eco de al-
gunas de las cuestiones que plantea:

a) Clasificación de los contrafácticos. Condicional semífáctico es


el que tiene la fuerza de negar lo que es afirmado por su opuesto. Así,
«incluso si hubiera tomado la medicina no habría sanado» nos dice
que el tomar la medicina no implica sanar. Condicional contraidénti-
co es el que hace referencia a individuos, por ejemplo: «si Carnap fuera
Wittgenstein, habría escrito el Tractarus». Condicional contracompn-
rativo es el que establece una comparación, por ejemplo: «si tuviera
más dinero del que tengo ahora, me compraría un coche». Condicio-
|.As LEYES c|EN1'lr-*rcAs 165

nal contralegal es el que el antecedente expresa una imposibilidad, por


ejemplo: «si los triángulos fueran cuadrados, iría de viaje».
b) Problema lógico. Teniendo en cuenta los valores de verdad del
condicional, todos los contrafácticos son verdaderos ya que tienen el
antecedente falso. Así, (l) «si Julio César no hubiera cruzado el Rubi-
cón, otra hubiera sido la suerte de Roma» y (2) «si el vaso se hubiera
caído se habría roto» son proposiciones verdaderas. La conexión en-
tre la condición antecedente y la condición consecuente está dada por
la lógica.
De este problema se deduce que la conexión tiene que ser entre el
antecedente y el consecuente más otras proposiciones que describan
condiciones pertinentes. Por tanto, el problema es definir las condi-
ciones pertinentes, es decir, especificar qué enunciados hay que aña-
dir al antecedente para inferir el consecuente. Para ello hay que tener
en cuenta que dicha inferencia no es una ley de la lógica sino una ley
empírica.
c) El problema de las condiciones pertinentes. El problema de las
condiciones pertinentes es que, si el antecedente es falso, aunque le
añada estos enunciados el conjunto continuará siendo falso. Si «A ››
es el antecedente, «C›› el consecuente y «S›› el conjunto de enuncia-
dos que forman las condiciones pertinentes, entonces con S como an-
tecedente. Si A es falso, el condicional «A A S -› C» seguirá siendo
verdadero.
Goodman intenta una serie de restricciones sobre los enunciados
de las condiciones pertinentes, tales como que las leyes sobre las que
se basan los contrafácticos no sean vacías y que A y S sean compati-
bles, pero ninguna parece ser definitiva, es decir, ninguna puede cons-
tituirse en condición suficiente, para determinar la verdad de un con-
trafáctico.
d) La relación de cosostenibílidad (cotenability). las condicio-
nes pertinentes «S›› no sólo tienen que ser compatibles con A sino tam-
bién cosostenibles simultáneamente. A es cosostenible y la conjunción
«A y S» cosostenible en simisma, si no se da el caso de que S pudiera
no ser verdadera si A lo fuera. Es decir, A y S tienen que poder ser
defendibles o justiñcables conjuntamente.

l-lay que señalar que, incluso esta solución, hay que verla como
parcial en el sentido de que esto no soluciona el problema de la induc-
ción y de la confirmación de los enunciados en función de la eviden-
166 iN'rizoDUccióN A LA i=iLosoi=tA De LA ciENciA

cia y del conocimiento dado. Concluye Goodman su estudio de los


contrafácticos con las siguientes consideraciones:

En conclusión, algunos problemas sobre contrafácticos dependen


de la definición de cosostenibilidad, que a su vez parece depender de
la solución anterior a aquellos problemas. Otros problemas requieren
una adecuada definición de ley. El criterio aproximado de ley aqui pro-
puesto es razonablemente satisfactorio al excluir los tipos de enuncia-
dos no aceptados y, en efecto, reduce un aspecto de nuestro problema
a la cuestión de cómo definir las circunstancias bajo las cuales un enun-
ciado es aceptable independientemente de la determinación de cualquier
instancia dada. Pero esta cuestión no sé cómo contestarla (Goodman,
193321).
Estos problemas, que suponen cuestiones metafilosóficas y meta-
físicas, los dejaremos para la última parte de este capítulo sobre las
leyes científicas.
Rescher (Rescher, l970:98) introduce un segundo elemento para ca-
racterizar los enunciados legales (el primero, ya hemos visto antes, era
la necesidad nómica), a saber: la fuerza hipotética, entendien o por
ello el poder de justificar los contrafácticos.
Rescher mantiene que confirmar un contrafáctico es a eptar una
serie de creencias. Por ejemplo, confirmar que «si dejara de sostener
este cuerpo se caería con movimiento uniformemente acelerado» im-
plica partir de las siguientes creencias:

(1) Todos los cuerpos que no se sostienen caen con movimiento


uniformemente acelerado.
(2) El cuerpo B es sostenido en el tiempo I.
(3) El cuerpo B no cae en el tiempo t con movimiento uniforme-
mente acelerado.

Supongamos la situación en que el cuerpo B no es sostenido en


el tiempo I. Esto hace abandonar (2) y, en consecuencia, no podemos
mantener (1) y (3) simultáneamente. Abandonar (3) y retener (l) es con-
firmar el contrafáctico siguiente: «si el cuerpo B no hubiera sido sos-
tenido en el tiempo I, hubiera caído con movimiento uniformemente
acelerado en t››. Si (l) es una ley siempre hay que retenerla en contra
de lo que no es una ley.
LAs LEvm ciENrli=icAs 167

(Jomparemos este caso con otro análogo, pero esta vez (1) no es
min ley:

(l) Todos los hombres de esta habitación son rubios.


(2) Pere es un hombre que no está en esta habitación.
(3) Pere no es rubio.

Supongamos la situación en que Pere es un hombre que está en


v-mi habitación. Esto nos hace abandonar (2), pero al tener que elegir
mire (l) y (3) no tenemos una alternativa clara y unívoca. La razón
vu porque no nos atrevemos a confirmar el contrafáctico siguiente: «si
I'crc hubiera estado en esta habitación, hubiera sido rubio».
Generalizando estos ejemplos, podemos decir que confirmar un
miitrafáctico significa partir de las creencias siguientes:

(I) 'Ibdas las S que satisfacen A, satisfacen C.


(2) i, que es un S, no satisface A.
(3) i, que es un S, no satisface C.

Supongamos que i, que es un S, satisface A, si (1) es una ley, en-


tonces al abandonar (2), y no poder mantener simultáneamente (1) y
(3), abandonaremos (3) y retendremos (1).
La propuesta de Rescher aclara el papel que los contrafácticos pue-
den representar en la justificación de las leyes y en la distinción entre le-
yes y generalizaciones accidentales, sin embargo; dejan sin resolver los
problemas planteados por Goodman en sus conclusiones. La razón es
que las cuestiones pendientes no pueden resolverse con criterios ex-
traídos, ni del primer, ni del segundo nivel de teorización. Las posi-
bles soluciones (o al menos consideraciones) hay que hacerlas desde
otro plano, a saber: metafilosófico y metafísico. Este es el objeto del
próximo apartado.

4. CrrEs'rioNEs ME'rAErLosó1=icAs Y i/iErAFisicAs DE i.As LEYES


crEN'ri'i=rcAs

Desde el punto de vista de la concepción que defiende la naturali-


zación de la epistemología poco más podríamos añadir a lo dicho so-
bre las leyes científicas. Quine en «Epistemology Naturalized›› señaló
que Hume nos enseñó que no podemos justificar nustro conocimiento,
168 |NTRooucc|óN A LA r=1uosoFlA DE LA c|ENc|A

señaló también que el programa cartesiano para la justificación habla


fracasado, del mismo modo que el fenomenalismo representado por
Carnap en Logische der Aufbau. Además de las alternativas a Quine,
en relación a la naturalización de la epistemología, como la proceden-
te de Putnam (Putnam, 1982) y de revisiones como la de Giere (Giere,
1988), los filósofos no han cejado en su empeño de encontrar funda-
mentación al conocimiento científico y de superar posturas escépticas.
A lo largo del libro se habla varias veces del problema de la induc-
ción. A primera vista puede parecer reiterativo pero, en realidad, el
problema de la inducción afecta a diversos temas, fundamentalmente
a las cuestiones relacionadas con la justificación de hipótesis y con
las leyes pero, aunque de forma implícita, también en la explicación
científica. Existen intentos de solucionar el problema de la inducción
desde diversas perspectivas, por ejemplo, con un criterio práctico, desde
la lógica inductiva, recurriendo a principios metafísicos y aplicando
el cálculo de probabilidades.
Hay otros problemas que se sitúan en este nivel de análisis filosó-
fico pero que no proceden de la fundamentación del conocimiento sino
de cuestiones metafísicas relacionadas con las leyes, como la causali-
dad y el determinismo. En este punto la cuestión esta en ver hasta qué
punto la causalidad y el determinismo constituyyíelementos impres-
cindibles de las leyes científicas. I
En el caso de las leyes, la distinción entre cu`__estiones metafilosófi-
cas -relacionadas con la valoración epistemológlca de la metateoría-
y cuestiones metafísicas -relacionadas con principios no empíricos-
es a veces débil ya que hay puntos importantes de contacto entre cues-
tiones metafilosóficas y metafísicas.
Vamos a analizar este tercer nivel de análisis filosófico a través de
dos temas: la inducción y la causalidad, ambos tienen aspectos meta-
filosóficos y metafísicos pero, al mismo tiempo, tienen cada uno de
ellos sus problemáticas específicas.

4.l. El problema de la inducción°


Tanto en la vida cotidiana como los propios cientificos en su que-
hacer investigador se hacen continuamente inferencias inductivas. Por

6. Pam un estudio sobre la inducción y las diversas altemativas vhnse A. Griinbaum


y W. Salmon, eds. (1988), y M. Black. R. Brailhwaile, R. Russell y W. Salmon (1976).
Lxs uaves c1EN'rIi=|cAs 169

lo que se reñere a nuestro objeto de estudio, a saber: las leyes científi-


rus, resulta que en la contrastación de las hipótesis que luego elevare-
mos al estatus de ley, hacemos una inferencia inductiva. El problema
está en que, desde el punto de vista lógico, en un argumento inductivo
Ius premisas hacen «probable›› la conclusión o, dicho en otras pala-
bras, «hacen razonable» la conclusión, pero no la «hacen necesaria»
como en los argumentos deductivos. En este punto surge el problema
«lc cómo fundamentar las leyes científicas.
Newton establece la «regla de razonamiento en filosofía» que está
formulada en los términos siguientes:

Las cualidades de los cuerpos, que no admiten intensificación ni dis-


minución en sus grados, y que hemos encontrado presentes en todos
los cuerpos dentro del ámbito de nuestros experimentos, han de esti-
marse como cualidades universales de todos los cuerpos (Newton, Ma-
thematical Principles, II, 398-400) (Losee, l985:l0l).

Esta regla expresa el principio de la inducción: a partir de una cierta


evidencia argumentamos que podemos sacar conclusiones que van más
allá de dicha evidencia. Este principio expresa la creencia de que el
futuro será igual que el pasado. Pero ¿cómo fundamentar este princi-
pio? Si la respuesta es que hasta ahora ha funcionado correctamente
estamos dando un argumento circular, ya que funda el principio de
la inducción en una inferencia inductiva.
Hume es el que de forma más sistemática y contundente puso de
relieve este problema y su respuesta fue que no había justificación ra-
cional para el problema de la inducción. Hume lo expresa en los tér-
minos siguientes:

Se debe confesar que la inferencia no es intuitiva; ni demostrativa;


¿de que naturaleza es, entonces? Decir que es experimental es una peti-
ción de principio, ya que todas las inferencias a partir de la experiencia
suponen, como fundamento, que el futuro se asemejará al pasado, y
que poderes semejantes estarán en conjunción con cualidades sensibles
semejantes. Si hay alguna sospecha de que el curso de la naturaleza pue-
da cambiar, y de que el pasado no pueda establecer reglas para el futu-
ro, todas las experiencias serán inútiles y no podrán dar origen a nin-
guna inferencia o conclusión. Por tanto, es imposible que argumentos
procedentes de la experiencia puedan probar esta semejanza del pasa-
170 mrnoouccion A LA ritosoi-'IA oe LA c|ENclA

do al futuro; ya que estos argumentos están basados en la suposición


de esa semejanza (Hume, 1751, en Black y Braithwaite, 1976119).

Para Hume, pues, la creencia en la uniformidad de la naturaleza


no tiene una base racional, esto es, no tenemos ninguna justificación
para creer que las cosas continuarán comportándose como se han com-
portado hasta ahora. Lo creemos y actuamos sobre esta suposición
como una cuestión de hábito, pero no hay justificación para que lo
hagamos asi.
La postura de Hume tuvo (y sigue teniendo) una repercusión sobre
la concepción de las leyes científicas -que en la literatura filosófica,
como hemos visto, se las denomina muchas veces leyes de la naturale-
za- en el sentido de que el aceptar o no el principio de la inducción
determina las diversas concepciones sobre las leyes científicas. Esta
aceptación o rechazo del principio de inducción puede ser por los mo-
tivos que sean: aqui no vamos a entrar en las alternativas a la justifi-
cación de la inducción, aunque hay que reconocer que cualquier va-
riación en la justificación de este principio repercute directamente sobre
la base justificativa de las leyes.
La teoria sobre qué es una ley, asociada a la postura humeiana,
es la denominada «teoría de la regularidad» que consiste en reducir
las leyes a regularidades, denominadas a veces «unifor ¡dades humeia-
nas››. La teoria de la regularidad supone una defivyilón de causa en
los términos siguientes: I
\
Podemos definir «causa›› como objeto precedente y contiguo a otro,
de modo que todos los objetos semejantes al primero estén situados
en relaciones parecidas de precedencia y contigüidad con respecto a los
objetos semejantes al último (Datado, libro I, parte Ill, sección XIV).

La constante conjunción de eventos establece un hábito que lleva


a la mente a esperar un evento de un tipo determinado cuando apare-
ce otro evento como el del caso anterior. La base de que el futuro sea
igual que el pasado está en la costumbre o hábito, que pasa a desem-
peñar un rol muy importante en la fundamentación del conocimiento.
Esto, según muchos filósofos, es un escándalo para la filosofía, ya que
si Hume está en lo cierto nuestra creencia en la racionalidad de la cien-
cia está completamente sin fundamento. No es pues extraño que, des-
de diversos puntos de vista, se hayan buscado salidas a este escepticis-
mo epistemológico de Hume.
LAs LEYES ciEN'riFicAs 171

El problema de la inducción también puede plantearse en térmi-


nos de la distinción analítico-sintética. Hume distingue claramente entre
rstas dos categorias como excluyentes. Es en este sentido que puede
considerarse que los juicios sintéticos-a priori de Kant constituyen una
mlución al problema de la inducción. Decir que no hay verdades sin-
léticas a priori es aceptar que nada puede ser conocido sobre el mun-
do. En este punto hay que señalar que, actualmente, hay filósofos em-
piristas que cuestionan la distinción sintética-a priori, poniendo asi
cn tela de juicio cualquier tipo de conexión necesaria.
Un estudio sobre los argumentos a favor y en contra de mantener
cl principio de la inducción como principio metafísico o sobre la polé-
mica para mantener, o rechazar, la distinción analítico-sintética seria in-
terminable y va más allá de las pretensiones de este libro introductorio.

4.2. Las leyes de la naturaleza como relación entre universales

La búsqueda de alternativas a Hume y, por tanto, de la posibili-


dad de la fundamentación de las leyes, no ha cejado a pesar de las
dificultades. A continuación vamos a exponer una de estas alternati-
vas consistente en ver las leyes de la naturaleza como una relación en-
tre universales.
D. Armstrong (Armstrong, 1983) no pone en duda que las leyes
de la naturaleza expresen regularidades pero lo que cuestiona es que
sean sólo esto. La crítica de Armstrong a la teoria de la regularidad
discurre en tres fases: i) Demostrar-quelas uniformidades humeianas
no son suficientes para la existencia de leyes de la naturaleza. Para ello
basta con detectar uniformidades humeianas que no sean leyes de la na-
tura1eza;7 ii) la segunda fase consiste en investigar casos, reales o posi-
bles, donde existan leyes pero falten uniformidades humeianas;' y iii)
incluso en el caso de que las leyes de la naturaleza tengan la forma de
«las F son G» y que se manifieste enla uniformidad de que «cada F es
una G», hay grandes diñcultades para identificar ley y uniformidad.”

7. Los ejemplos que pone Armstrong van en la linea de los ejemplos que hemos
puesto en el apartado sobre «ley y regularidad», en el sentido de encontrar enunciados
que expresaran regularidades pero no eran leyes.
8. Estos casos se refieren a la discusión sobre si la regularidad era o no una condi-
ción necesaria para que un enunciado fuera una ley.
9. Pensemos en las conslricciones impuestas a los enunciados universales para dis-
tinguir entre generalizaciones accidentales y leyes.
172 mrnooucciou A LA Fitosot-'IA DE LA crENciA

Armstrong concluye que si las leyes de la naturaleza no son más


que uniformidades humeianas, entonces el escepticismo sobre la in-
ducción, con todo lo que ello comporta, es inevitable. Una vez descar-
tadas todas las posibilidades de mantener la teoría de la regularidad
sobre las leyes de la naturaleza, Armstrong presenta una propuesta que
permita una conexión de necesidad entre la condición antecedente y
la condición consecuente de los condicionales que son leyes de la na-
turaleza.
Según Armstrong una ley de la naturaleza dice lo siguiente:

(1) Las F son G.


Podemos interpretar (1) de tres formas distintas:
(2) Todas las F son G.
(3) Es físicamente necesario que las F sean G.
(4) Es lógicamente necesario que las F sean G.

La teoria de la regularidad interpreta (1) como (2). Armstrong mues-


tra sus preferencias por (3). La formulación (2) es más débil que la
(3) y ésta, a su vez, más débil que (4), pero tanto (3) como (4) suponen
el reconocimiento de la realidad de los universales.
Si tomamos la interpretación (3), la cuestión está en encontrar el
fundamento ontológico de necesidad (N) que une las F y las G. Para
ello analizamos en qué consiste ser una F y ser una G. ice Armstrong
al respecto: \

No sé cómo puede hacerse a no ser que acordem`os que hay algo


idéntico en cada F que lo cataloga como una F; y algo idéntico en cada
G que lo cataloga como una G. Entonces y sólo entonces, puede la co-
lección de elementos necesarios de cada individuo hacer que sea algo
más que una simple colección. Ya que entonces y sólo entonces, pode-
mos decir que una F necesita ser una G y a causa de esto, cada indivi-
duo de G debe ser una G. Pero esto es lo mismo que decir que la nece-
sidad implicada en una ley de la naturaleza es una relación entre
universales (Armstrong, l983:78).

La propuesta de Armstrong es que una ley de la naturaleza es una


relación entre universales, y sólo entonces queda fundamentado el ope-
rador de necesidad (N) entre las F y las G, explicitada de la forma si-
guiente: N(F,G).
Ya que el concepto de universal desempeña un papel crucial en la
LAs LEvEs ciEN'rtrrcAs 173

caracterización de las leyes de la naturaleza, Armstrong hace un pa-


réntesis para aclarar lo que entiende por universal:

Los universales son propiedades monádicas o relaciones diádicas,


triadicas, n-ádicas. Una propiedad debe ser la propiedad de algún par-
ticular real; una relación se da entre particulares reales. Lo que es real,
sin embargo, no hay que limitarlo a lo presente. El pasado, el presente
y el futuro pueden ser igualmente reales. Un universal no necesita tener
instancias ahora (Armstrong, 1983:82).

Dentro del reconocimiento del realismo de los universales, Arms-


trong distingue entre realismo a priori y realismo a posteriori, soste-
niendo lo segundo que define como sigue:

los universales que existen en el mundo, esto es, las propiedades que
tienen los particulares y las relaciones que hay entre particulares, hay
que decidirlo a posteriori, sobre la base de la ciencia total (Armstrong,
1983:83).

Por tanto, las conexiones nómicas entre universales no pueden ser


establecidas a priori. Una vez definido lo que entiende por universa-
les, Armstrong hace la siguiente formulación de las leyes de la natu-
raleza:

(1) N(F,G) implica V x Fx Gx)


(2) V x (Fx -> Gx) no mplica N(F,G)

Esta formulación no está e nta de dificultades, según reconoce el pro-


pio Armstrong, pero ningu insalvable. Si una ley es una relación entre
universales, entonces los va res, instancias o interpretaciones de la ley
serán los particulares de la elación que existe entre universales. Por
tanto, así como los universaies están presentes en cada particular, del
mismo modo dicha relación está presente en cada uno de los valores,
instancias o interpretaciones de la ley.
Siguiendo con la caracterización de lo que podriamos llamar ope-
rador de necesidad (N), Armstrong se pregunta si «N›› es a su vez un
universal. Antes de responder establece varios niveles conceptuales tan-
to entre los particulares como entre los universales, dando por supuesto
que los universales ocupan un lugar de rango superior a los particula-
174 INTRODUCCION A LA F|LosoFíA DE LA CIENCIA

res y que no existe particularidad o universalidad en abstracto sino


en función de propiedades o relaciones. Supongamos que dos parti-
culares «a›› y «b›› son particulares de primer orden y «R›› un univer-
sal diádico de primer orden. Entonces «Rab››, considerado como una
situación concreta en el sentido de hecho atómico es un particular de
primer orden.
Con estas premisas vamos a analizar la formulación de Armstrong
de ley natural, a saber: N(F,G), donde «F›› y «G›› son universales de
primer orden y «N›› un universal de segundo orden. La cuestión está
en cómo caracterizamos la situación en la que damos un valor (léase
interpretación o también la búsqueda de una instancia), por ejemplo,
«a es F» y por N(F,G) la «a›› es también «G››. La interpretación de
una ley en un caso concreto equivale a un hecho atómico como el caso
de «Rab››, en el que «R›› equivale a «N››, «a›› equivale a «donde las
a son F» y «b›› equivale a «donde las a son G». Por lo tanto, la inter-
pretación concreta de una ley sería un hecho atómico de segundo or-
den. Algunos lógicos pondrían objeciones a estas consideraciones, pero
Armstrong dice que no hay problemas ni contradicciones porque lo
que podría parecer contradictorio está en niveles distintos.
Armstrong extrapola la solución a otros tipos de leyes como son
las leyes funcionales y las leyes probabilistas. 'lämbién extrapola su pro-
puesta a aquellas teorizaciones que no tienen un rango claro como le-
yes de la naturaleza a fin de reformularlas en ,su marco conceptual.
Por ejemplo, las correlaciones o leyes asociativas tienen algunas ca-
racterísticas de las leyes como la universalida/d pero no la necesidad;
las identificaciones cientificas, como la defiriición del agua en térmi-
nos de l~l,O; las leyes exclusivas como las queintroducen universales
negativos; o las leyes disyuntivas como las que introducen una dis-
yunción en su condición consecuente.
Finalmente, veamos las propiedades formales de la relación de ne-
cesidad:

1. N es irreflexiva. Una ley de la naturaleza no puede tener la for-


ma «N(F,F)››.
2. N es no-transitiva. De N(F,G) y N(G,F) no se sigue N(F,H).
Puede ser que en algún caso sea cierto pero entonces lo consideraría-
mos una ley derivada.
3. No hay contraposición entre F y G. De N(F,G) no se sigue N(no-
G, no-F). Si así ocurriera sería una ley derivada.
LAs LEvEs crEN'riFicAs 175

4. N es no-simétrica. De N(F,G) no se sigue N(G,F). Puede ser


simétrica pero no necesariamente.

Respecto a la propuesta de Armstrong podemos hacer las conside-


raciones siguientes: a) la apelación a los universales para resolver el
problema de la inducción supone conectar la solución de /problemas
científicos al plano metafísico; b) la puntualización de que los univer-
sales no pueden establecerse a priori indica que Armstrong, aunque
no renuncia a la autonomía de la filosofía de la ciencia, no por ello
la desliga de los resultados de la ciencia.

4.3. Ley de la naturaleza, causalidad y determinismo”

Si nos situamos en la época en que la mecánica clásica era el para-


digma prevalente en física y ésta el modelo a imitar por todas las de-
más disciplinas, encontramos que «ley científica», «ley de la naturale-
za», «ley causal» y «ley determinista» eran expresiones con el mismo
significado. Pero han ocurrido una serie de acontecimientos en la cien-
cia que, actualmente, hacen insostenible esta equivalencia. Entre las
razones que más han contribuido a poner en tela de juicio dicha equi-
valencia están: la mecánica cuántica, la falta de criterios claros para
la demarcación entre ciencias naturales y ciencias sociales y la dificul-
tad de definir el concepto de naturaleza.
Desde Hume, la tradición empiricista ha sido muy reticente a ha-
blar de causas. B. Russell decía:

La ley de la gravitación ilus rará lo que ocurre en cualquier ciencia


exacta Se encuentran cie ecuaciones diferenciales que rigen en
cada instante para cada parti la del sistema Pero no hay nada que
pueda llamarse con propiedad rcausa» y nada que pueda llamarse con
propiedad «efecto›› en un sist ma de este tipo (Russell, 1975).
\

Sin embargo, filósofas de la ciencia tan solventes como N. Cart-


wright han vuelto a recuperar la cuestión de la causalidad como un
tema fundamental para el análisis fi1os\ófico de la ciencia. Cartwright

10. Para un estudio más detallado de la relación entre ley de la naturalidad, causa-
lidad y determinismo, véase Estany (1991).
176 INTRODUCCION A LA I~1LosoI=iA DE LA CIENCIA

aboga por la «realidad de las causas en un mundo de leyes instrumen-


ta1es››; justo lo contrario de la tradición empiricista que apuesta por
las leyes en contra de las causas. Cartwright dice:

Creo que, dada la forma como trabajan las teorías de la fisica ma-
temática, sólo tiene sentido pensar en sus enunciados causales y no en
sus leyes explicativas (Cartwright, l983:74).

Partiendo, por tanto, del punto de vista de que no rechazamos ha-


blar de causas vamos a ver la relación que hay entre leyes de la natura-
leza y leyes causales.
Existe una concepción sobre las leyes de la naturaleza que identifi-
ca leyes de la naturaleza con leyes causales y, dando un paso más, re-
laciona las leyes causales con el determinismo. Schlick, en un momen-
to determinado, asume esta postura tal como muestra el texto siguiente:

En primer lugar, es necesario determinar a qué se refiere el científi-


co cuando habla de «causaIidad››. ¿Cuándo utiliza esta palabra? Ob-
viamente, cuando supone una «dependencia›› entre ciertos eventos
Pero lo que en ciencia significa «dependencia››, en cualquier caso, está
siempre expresado por una ley; causalidad es, por tanto, nada más que
otra palabra para expresar la existencia de una ley. El contenido del prin-
cipio de causalidad reside claramente en la afìrm ción de que todo en
el mundo sucede conforme a leyes; es indiferent si afirmamos la vali-
dez del principio de causalidad o de determinis 0 Ya que solamente
cuando conocemos esto somos capaces de co prender el significado
de determinismo, que sostiene que cada evento\es un miembro de una
relación causal, que cada proceso es totalmente dependiente de otros
procesos (Schlick, 1931).

Esta concepción de las leyes de la naturaleza respecto a la causali-


dad tiene consecuencias inmediatas para las leyes probabilísticas. En
este punto surge inmediatamente el problema de las consecuencias para
la mecánica cuántica ya que, dada la identificación que Schlick hace
entre ley de la naturaleza, causal y determinista, por un lado, y la in-
compatibilidad entre leyes probabilísticas y causales, por otro, resulta
que la mecánica cuántica no sería una ley de la naturaleza. Schlick
es consciente de esta contradicción y, después de una serie de reflexio-
nes, llega a la conclusión de que hay que suprimir la causalidad de
las leyes de la mecánica cuántica. Schlick se pregunta qué se entiende
LAs Lares c|raNrIr=1cAs 177

cuando decimos que la mecánica cuántica hace imposible el principio


de causalidad, a lo que responde que es imposible tal principio por-
que enla mecánica cuántica son imposibles las predicciones precisas.
El principio de incertidumbre de Heisenberg supone que no puede de-
terminarse el estado de un sistema y, por tanto, el principio de causa-
lidad es inaplicable. Dado que asumimos que la mecánica cuántica es
empiricamente adecuada, sólo podemos adoptar dos posturas: una,
decir que el principio de causalidad no es correcto, otra, que es vacío.
Schlick opta por abandonar la identificación entre leyes de la natura-
leza y leyes causales y así las leyes de la mecánica cuántica serían leyes
de la naturaleza pero no leyes causales.
Otros autores no identifican leyes de naturaleza con leyes causa-
les. N. Cartwright distingue dos tipos de leyes. Dice al respecto:

Por lo menos hay dos tipos de eyes de la naturaleza: leyes de aso~


ciación y leyes causales. Las leyes e asociación son las leyes habituales
con las que tratan los filósofos. stas leyes nos dicen como dos canti«
dades o dos cualidades se asocia . Pueden ser, bien deterministas -la
asociación es universal- o pro abilistas
Por el contrario, las leyes causales contienen la palabra «causa›› -o
algún sustituto causal- como es debido (Cartwright, 1983221).

D. Bohm contrapone necesidad y contingencia, presentando la cau-


salidad como un caso especial de necesidad y azar como un caso espe-
cial de contingencia. Su concepto de ley de la naturaleza es amplio
y polifacético:

Podemos comparar la estructura de la totalidad de las leyes de la


naturaleza con un objeto de un gran número (en realidad infinito) de
lados, que tienen facetas dentro de las facetas, facetas que reflejan fa-
cetas, facetas que consisten en un mosaico de facetas, etc. (Bohm,
l97l:3l).

Tanto las leyes de azar como las leyes causales formarlan parte -se-
gún Bohm- de las leyes de la naturaleza.
N. Rescher (Rescher, l970) pone el acento en la legalidad de las
leyes y esto se plasma en que el «principio regulativo» necesario para
las leyes científicas, no resida en el «principio de causalidad» sino en
el «principio de legalidad». Dice Rescher:
178 |N†RoDuccroN A LA r1uoso|=lA DE LA cnaNc1A

La ciencia es algo demasiado fundamental y profundamente enrai-


zado para no sobrevivir al hundimiento de la causación universal. Las
fenómenos pueden caer fuera de la esfera de la causalidad sin por ello
desplazarse más allá del horizonte de la ciencia. Aquellos procesos esen-
cialmente estocásticos que residen fuera del ámbito causal, además, no
son misteriosos e irracionales. Estos fenómenos «azarosos›› son per-
fectamente «naturalesn y, de hecho, gobernados por leyes (Rescher,
19701131).

En los tres autores (Cartwright, Bohm y Rescher) hay una amplia-


ción del concepto de ley de la naturaleza que va más allá de la causali-
dad. Mientras Rescher presenta la irrupción de leyes estocásticas en
la física como muestra de la caída de la causalidad, Bohm presenta
tres tipos de relaciones causales: la relación de una-a-muchos (una cau-
sa, varios efectos), relación de muchas-a-uno (varias causas, un efec-
to), relación de una-a-uno (una causa, un efecto). Esta última rela-
ción es considerada por Bohm como una idealización.
Cartwright aborda las leyes probabilísticas desde la causalidad di-
ciendo:

Este capitulo ha intentado mostrar que, en contra del punto de vis-


ta de muchos estadísticos y filósofos pesimistas, despues de todo pue-
do ir de las probabilidades a las causas. No siempre, incluso no habi-
tualmente, pero en principio es posible precisamente en las 'rcunstancias
correctas y precisamente con el tipo correcto de informació inicial (Cart-
wright, l989:34-35). |'
l
Este texto de Cartwright reafirma la idea de Bohm de hacer com-
patible la causalidad y las leyes probabilistas, ya que las relaciones cau-
sales de una-a-muchos no son otra cosa que el tipo de relación que
encontramos en las leyes estadísticas o probabilísticas.
La relación de ley científica con ley determinista no es menos com-
pleja que su relación con causalidad. Para llevar a término un análisis
riguroso de esta relación lo primero que deberíamos hacer es exami-
nar los diferentes sentidos de determinismo e indeterminismo, lo cual,
una vez más, escapa al propósito de este libro. Sin embargo, podemos
hacer algunas consideraciones que nos aclaren esta relación.
De acuerdo con la postura de Cartwright, el determinismo no está
en función de la causalidad sino de la universalidad, por tanto, tanto
las leyes de asociación como las causales pueden ser deterministas o
|.As Llaves crraN'rí|=|cAs 179
nnlrlcrministas. Aunque no estudia el tema directamente, su postura
¡mu-cc compatible con una gradación del determinismo. Además, hay
mm cuestión importante y es la diferencia que Cartwright establece
vmrc determinismo y causalidad, con lo cual hace posible la causali-
«Intl sin determinismo y viceversa.
Rescher establece su propia distinción entre sistema determinista
1- lndeterminista, definiéndolos del modo siguiente:

En un DS-sistema (sistema de estado discreto) estr' tamente deter-


minista, una D-predicción (predicción deductiva) y fortiorì una D-
explicación (explicación deductiva) (y por tanto el m o de explicación
y predicción más débil) son siempre posibles. En ot@ palabras, dado
el estado del sistema en el tiempo t, uno puede siem re -por las leyes
del sistema- deducir su estado en el tiempo l + l J: por tanto, puede
siempre D-explicar (explicación deductiva) el estadcw a cualquier tiem-
po t en función de lo obtenido en el tiempo t - li
En un DS-sistema indeterminista, una P-explicación (explicación pro-
babilista) -y a fortiori ambos tipos de explicación más potentes, asi
como todos los tipos de predicción y retroducción- uniformemente
imposible (es decir, para todos los estados) (Rescher, l970:40-44).

Desde este punto de vista no hay gradación entre determinismo e


indeterminismo y de sus definiciones se desprende que aquellos siste-
mas que se explican con leyes causales son deterministas y aquellos
que se explican por leyes probabilistas son indeterministas.
Respecto al determinismo, Armstrong distingue entre una hipóte-
sis del determinismo en sentido fuerte y otra en sentido débil. La pri-
mera implicaría que para cada universal existe una ley determinista
(estrictamente universal) de tal forma que este universal es el conse-
cuente de esta ley. Según Armstrong si el determinismo es una ley, tie-
ne que ser una ley de segundo orden, de alcance universal y una ley
sobre todos los universales de primer orden. La segunda implica que
para cada universal de primer orden existe una ley determinista o pro-
babilista, tal que el universal es el universal consecuente de tal ley. Es
decir, todo está gobernado pero no necesariamente por leyes determi-
nistas.
En cuanto a la relación entre los conceptos analizados y teniendo
en cuenta las aportaciones de autores reconocidos en el campo de la
filosofia de la ciencia, hay que concluir que no pueden identificarse
determinismo y causalidad, ni ley causal y ley de la naturaleza. Tam-
180 mrnopucclóu A LA |=1Losor=lA DE LA c|cNcrA

P oco el determinismo puede ser un ingrediente necesariamente aso


ciado a ley cientifica. En cualquier caso, ninguno de estos conceptos
puede ser definidos a priori, es decir, sin tener en cuenta la ciencia
real, tanto actual como histórica.

/
/._c
l
\
/
6. LAS TEoR1'As ciENTiF1CAs *

l. Cuiasrromas Piu=.1.1MrNA1uzs

Las teorías cientiñcas son entidades con las que representamos nues-
tro conocimiento científico. No son las únicas formas de representa-
ción, y buena prueba de ello es que a lo largo de los precedentes capí-
tulos hemos introducido una serie de categorias que, sin ser teorías,
expresan parte del conocimiento sistematizado. Decir que las teorías
cientificas son entidades que forman parte de un sistema conceptual
general nos aclara muy poco sobre qué tipo de entidades son, pero
es lo único sobre lo que habria acuerdo entre la comunidad de filóso-
fos dela ciencia. Con ello no querria transmitir la idea de que la con-
fusión reina entre la comunidad de filósofos de la ciencia, en este tema
concreto. Lo que sí es cierto es que la caracterización de las teorias
cientificas ha sido un tema clave para el análisis filosófico de la cien-
cia y que la concepción sobre este tipo de entidades conceptuales ha
marcado muchas de las diferencias entre las diversas concepciones o
tradiciones en filosofía de la ciencia.'
Las teorias cientificas pueden considerarse como uno de nuestros
logros epistémicos más importantes (Thagard, 1988133). Con todo, esta
afirmación ya sería incluso problemática puesto que alguien podría
argüir que primero deberíamos ponernos de acuerdo sobre qué enten-
demos por teorías cientificas, lo cual nos lleva a plantear diversas con-
cepciones sobre las mismas y, por tanto, de nuevo al punto de partida.

1. No pretendo hacer una exposición detallada y ecléctica de las polémicas en tor-


no a las teorias cientificas, pero tendré en cuenta algunas de las principales concepcio-
nes sobre la naturaleza de las teorias cientificas, sin pretender que la exposición sea ex-
haustiva.
182 INTRODUCCION A LA Flu0soFlA DE LA clraNc1A

Hay una cuestión importante, anterior al planteamiento de las di-


ferencias sobre la naturaleza de las teorias científicas. Se refiere a la
ontologia de segundo orden y nos plantea qué tipo de entidades con-
sideramos que forman parte de la filosofía de la ciencia. Suponga.rnos
que pudiera haber acuerdo en que las teorías cientificas forman parte
de la ontologia de segundo orden (O2), pero surgen dos cuestiones con-
secuentes: la primera es el estatus epistemológico que les concedemos
y la segunda si son las únicas formas de expresar nuestro conocimien-
to sistematizado. Las distintas concepciones sobre las teorias cientifi-
cas no contestan a estas preguntas de forma explicita, aunque si im-
plícitamente.
Si examinamos un campo complejo de la ciencia en una fase pun-
tual de su desarrollo, nos encontramos con un cuerpo de información
relativa al objeto de investigación. Ejemplos de campos estándar de
investigación son la electricidad, el magnetismo, la luz, los gases, los
conflictos sociales, las relaciones de parentesco, la evolución de las es-
pecies, etc. En este contexto D. Shapere define el concepto de «domi-
nio» en los términos siguientes:

Un Doumio no es meramente un cúmulo de información relaciona-


da, sino que es un cúmulo de información relacionada acerca del cual
hay un problema, generalmente bien del`ìnido y planteado sobrãla base
de consideraciones especificas («buenas razones››). Además, di 0 pro-
blema debe ser considerado importante (también sobre bases [razona-
bles, no sobre la base de algún «juicio de valor subjetivo››), y digno
de que se haga un esfuerzo por resolverlo. Además debe ser suscep-
tible de ser abordado en el nivel de desarrollo científico en que se esté
(Shapere, «Las teorias cientificas y sus dominios», en Suppe, l979:574).

No entraremos en las cuestiones relacionadas con el surgimiento


de los problemas, con los criterios para establecer las prioridades en
las lineas de investigación, sino que vamos a centrarnos en aquellas
cuestiones que tienen que ver con el tema que nos ocupa, a saber: las
teorias cientificas. Siguiendo en la perspectiva de Shapere, podemos
decir que las teorias científicas son una respuesta a problemas que sur-
gen en el dominio. De nuevo nos encontramos que lo que nos interesa
es ver si las respuestas a los problemas (por supuesto problemas im-
portantes que cumplan los requisitos que hayamos establecido para
que un problema sea pertinente para un campo de investigación) sólo
LAs 1'eonlAs c|cN'rr'ricAs 133
pueden darse en los términos que usualmente llamamos «teoria››. La
idea de Shapere es que sólo cierto tipo de cuestiones tienen respuesta
en las teorias.
Si lo que dice Shapere es correcto, es decir, sl las teorias no son
«la›› respuesta sino «una›› respuesta a los problemas surgidos en un
dominio, entonces tendremos que pensar que pueden darse otros ti-
pos de entidades que también van a formar parte de la ontologia de
segundo orden, de tal forma que su estatus epistemológico les permi-
ta responder adecuadamente a cuestiones del doininio.
Ya no podemos dilatar por más tiempo el esclarecimiento de la na-
turaleza de estas entidades llamadas «teorias››. Como no partimos de
cero vamos a remontamos a algunas concepciones sobre teorías cien-
tificas. Asi podremos hablar con conocimiento de causa de hasta qué
punto pueden dar cabida a las respuestas a los problemas surgidos en
el dominio de un campo de investigación.

2. LA coucrapcióu sm'rAc1'rcA DE LAs 'rEoniAs

Comencemos por la concepción sintáctica. Esta concepción de las


teorías tiene su origen y su primera formulación en el Circulo de Vie-
na, debida fundamentalmente a Carnap y a Hempel. Posteriormente,
se desarrollaron otras versiones entre las que destacan la de Bergman,
Braithwaite, Reichenbach, entre otros. Para nuestras consideraciones
vamos a tener en cuenta la versión de Carnap y Hempel en la presen-
tación de Suppe, que llama a esta concepción «Concepción Hereda-
da» (Suppe, 1979).

La versión final de la concepción henedada considera que las teo-


rías científicas tienen una formulación canónìca que satisface las con-
diciones siguientes:
l) Existe un lenguaje de primer orden, L (susceptible de amplia-
ción con operadores modales) en términos del cual se formula la teo-
ria, y un calculo lógico K, definido en términos de L.
2) Las constantes primitivas, no lógicas o descriptivas (esto es, los
«términos››) de L, se dividen en dos clases disjuntas:
Vo, que contiene sólo los terminos de observación.
Vt, que contiene los términos no-observacionales o teóricos.
Vo debe contener al menos una constante individual.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

3) El lenguaje L se divide en los siguientes sublenguajes, y el cálcu-


lo K se divide en los siguientes subcálculos:
a) El «lenguaje observacional», Lo, es un sublenguaje de L que
no contiene cuantificadores ni operadores modales, y contiene térmi-
nos de Vo, pero ninguno de Vt. El cálculo asociado Ko es la restricción
de K a Lo y debe ser tal que todo término no-Vo (esto es no primitivo)
de Lo esté explícitamente definido en Ko; además de esto Ko debe ad-
mitir al menos un modelo finito.
b) El «lenguaje de observación ampliado lógicamente», Lo', no
contiene términos Vt y puede considerarse que está formado a partir
de Lo, añadiéndole los cuantificadores, operadores, etc., de L. Su cál-
culo asociado Ko' es la restricción de K a I.o'.
c) El «lenguaje teórico», Lt, es el sublenguaje de L que no contie-
ne terminos Vo; su cálculo asociado Kt es la restricción de K a Lt.
Estos sublenguajes juntos no agotan a L, porque L también contie-
ne «enunciados mixtos» -esto es, aquellos en los que al menos apare-
ce un termino Vt y otro Vo-. Ademas se supone que cada uno de los
sublenguajes anteriores tiene su propio stock de predicados y/o de va-
riables funcionales y que Lo y Lo' tienen el mismo stock, el cual es dis-
tinto del de Lt.
4) Lo y sus cálculos asociados reciben una «interpretación seman-
tica» que satisface las siguientes condiciones:
a) El dominio de interpretación consta de acontecimientos, cosas,
o momentos concretos y observables; las relaciones y propiedades de
la interpretación deben ser directamente observables.
b) El valor de cada variable de bo debe designarse níediante una
expresión de lo. /
De aquí se sigue que cualquiera de estas interpretaciones de Lo y Ko,
ampliada por apropiadas reglas adicionales de verdad, se convertirá en
una interpretación de Lo' y Ko”. Se pueden concebir las Interpretació-
nes de Lo y Ko como «interpretaciones semánticas parciales» de L y
K, y se requiere, además, que no se dé ninguna interpretación semántica
observacional de L y K distinta de las dadas por tales interpretaciones.
5) Una «interpretación parcial» de los términos teóricos y de los
enunciados de L que los contienen se consigue mediante las dos clases
de postulados siguientes: los «postulados teóricos» T (esto es, los axio-
mas dela teoria) en que sólo aparecen los témtinos de Vt, y las «reglas
de correspondencia» o postulados C, que son enunciados mixtos. Las
reglas de correspondencia C deben satisfacer las siguientes condiciones:
a) El conjunto de reglas C debe ser finito.
b) C debe ser lógicamente compatible con T.
c) C no contiene términos extralógicos que no pertenezcan a Vo
o Vt.
LAs 1'EonlAs ciENrlricAs 185

d) Cada regla de C debe contener, esencial o no vacuamente, al


menos un término Vo y al menos otro Vt.
Sea T la suma de los postulados teóricos y C la de las reglas de co-
rrespondencia, entonces la teoría cientifica, basada en L, T y C, con-
siste en la suma de T y C y es designada por «'I`C» (Suppe, 1979235-36).

Esta concepción comporta una serie de consecuencias que van más


ullá del tema de las teorias científicas:

a) La idea de los fundadores de la Concepción Heredada es que


Ai una teoria no admite una reformulación canónica que cumpla las
condiciones antes indicadas no es una teoría cientifica. Esto significa
que se da un criterio definitivo de demarcación entre ciencia y pseu-
tlociencia.
¿Qué pasa con las ciencias que no tienen teorias que puedan ser
rcconstruidas axiomáticamente? Tenemos dos soluciones: i) cambiar
lu ontologia de segundo orden, es decir, considerar que las teorias cien-
tíficas no son las únicas entidades teóricas que responden a las pre-
guntas de los dominios; ii) considerar que no todas las teorias tienen
que tener esta estructura.
b) Cuando hablamos de axiomatización, se entiende una «axio-
matización fructífera» que tiene que reflejar las siguientes caracte-
risticas:

De los distintos conceptos que aparecen en la versión preaxiomáti-


ca de una teoria, sólo un pequeno número se seleccionan como bási-
cos; se introducen axiomas que especiñcan las relaciones más funda-
mentales que se mantienen entre estos conceptos básicos; se dan
definiciones especificando los conceptos restantes de la teoría, en tér-
minos de estos conceptos básicos. Las relaciones especificadas mediante
los axiomas y las definiciones no establecen explícitamente el conteni-
do completo de la teoría, pero si la axiomatización es completa y ade-
cuada, sera posible deducir el contenido restante de la teoría de los axio-
mas y definiciones mediante un proceso de manipulación lógica. Esto
es, una axiomatización fructífera reducirá el contenido de la teoria a
una base axiomática compacta de tal manera que se vean las intercone-
xiones sistemáticas entre los diferentes conceptos de la versión preaxio-
mática de la teoria (Suppe, l979:9l).

Estas caracteristicas citadas de la axiomatización son importantes


ya que cualquier teoria (cientifica o no) podría axiomatizarse de for-
186 imnobuccion A LA |=iuosoFiA DE LA c1|aNclA

ma trivial mediante la mera enumeración de las simbolizaciones de to-


dos los resultados obtenidos. Sin embargo, ya Carnap criticó a Neurath
por su intento de axiomatizar la teoria psicoanalitica de Freud median-
te una simbolización, enunciado por enunciado, de los escritos de
Freud. Este tipo de simbolizaciones son las que se encuentran en mu-
chas de las obras de Bunge, siendo éste uno de los motivos que hacen
poco interesantes muchos de los escritos de este filósofo de la ciencia.
c) Supongamos que la estructura axiomática no es la única posi-
ble con la que reconstruir las teorías cientificas. Queda aún la pregun-
ta de si esta estructura es la más adecuada para reconstruir algunas
teorias y qué tipo de caracteristicas tienen que tener las teorias para
considerarse una axiomatización fructífera. Los ejemplos más desta-
cados de axiomatización fructífera los encontramos en la física. Este
trabajo de reconstrucción formal lo llevaron a cabo varios autores en-
tre los que podemos destacar los siguientes: McKinsey, Sugar y Sup-
pes (1953) en un ya clásico articulo, «Axiomatic Foundations of Clas-
sical Particle Mechanics››; Rubin y Suppes (1954) con <¿'Il'ansformation
of Systems of Relativistic Particle Mechanics››; Henkin, Suppes y Tars-
ki, cds. (1959), The Axiomatic method with Special Referentes to Gea
melry and Physics; y el trabajo de .l. Mulchkhuyse (1960) sobre estruc-
turas axiomáticas en la química Molecules and Models: Invesligarions
on the Axiomatizalion of Structure Theory in Chemistry.
d) No parece que las teorias sean el único tipo de entidades dig-
nas de tener en cuenta en la ontologia metateórica. Dicho n termino-
logia de Shapere, las teorías -tal como las entiende la/Concepción
Heredada- no son la única forma de respuesta a los problemas surgi-
dos en el dominio de un campo de conocimiento deterniinado. Esta
idea puede entenderse en dos sentidos distintos: (1) dejar*-las teorías
para aquellos conjuntos de información que puedan estructurarse axio-
máticamente e introducir en la ontologia metateórica otros tipos de
entidades teóricas; (2) pensar que las únicas entidades teóricas de la
ontologia metateórica son las teorias cientificas y que es necesario es-
tablecer una taxonomía entre ellas, siendo uno de los tipos aquellas
teorias cientificas capaces de ser reconstruidas con una axiomatiza-
ción fructífera. Como se ve no existen diferencias importantes entre
(1) y (2), sino que la diferencia clave reside en sostener o no que la
axiomatización fructífera es una condición necesaria para las entida-
des metateóricas; esto es, si todas las entidades metateóricas han de
pasar por el crisol de la axiomatización.
LAs r|aonlAs c|ENrlr1cAs 187

EJEMPLIPICACIÓN DE iuaconsriwccrón 1=o1m.AL Dcsma LA


concarcróu srN'rAcrrcA DE LAs rEoRíAs cnaN'rirrcAs

Veamos como Wooger -uno de los que ha axiomatizado la


teoría sobre el movimiento del corazón y la sangre en los
animales- concreta cómo se realiza el proceso de axiomati-
zación.
La base estándar para un análisis sintacticista de una teoría
cientifica es la lógica de primer orden. La idea de fondo es par-
tir de unos axiomas, fórmulas primitivas que no sean deduci-
bles a partir de las otras. Mediante estos axiomas ha de ser posi-
ble deducir todos los enunciados de la teoría, al menos su
estructura formal, que luego será interpretada poniendo en co-
rrespondencia los diversos predicados con partes y situaciones
del mundo.
Para hacer un análisis así, primero hemos de describir la no-
ción de enunciado teorético, que es aquel que no contiene nom-
bres individuales ni habla acerca de objetos particulares, sino
que es un enunciado general. Los enunciados teoréticos se ha-
llan imbricados en una red jerárquica piramidal constniida a par-
tir de cómo los enunciados de un nivel más alto permiten dedu-
cir los de niveles inferiores. Así, en el nivel 0 tendríamos los
enunciados teóricos más simples, las generalizaciones de regis-
tros de observación, obtenidos por inducción a partir de un nú-
mero finito de registro de observación, pasando a un enunciado
que los implica a «todos››.
En el nivel 1 tendríamos las hipótesis explicativas de primer
nivel. Seria un enunciado o serie de enunciados a partir de los
cuales podría deducirse todos los del nivel 0. En el nivel 2 ten-
dríamos las hipótesis explicativas de nivel 2 a partir de las cua-
les podríamos deducir todas las hipótesis explicativas de nivel
1. Esta jerarquización la podemos alargar tanto como sea nece-
sario, de forma recursiva, hablando de hipótesis explicativas de
nivel n-ésimo que nos permitirían deducir las hipótesis explica-
tivas de nivel n-1, etc.
Asi, estructurar una teoría sintácticamente consiste en mos-
trar cómo se relacionan deductivamente los enunciados de di-
versos niveles. Ello se realiza mediante la lógica de primer orden
188 INTRODUCCION A LA r=n.osor=IA DE LA ciENc|A

y se siguen las siguientes fases: 1) Utílizaremos cinco operaciones


para trabajar sobre enunciados: negación, conjunción, disyun-
ción, condicional y bícondicíonal. 2) Utílizaremos un operador
para trabajar sobre enunciados generales que es el cuantificador
universal (el existencial no es necesario, pues puede construirse
mediante el universal y la negación). 3) Además necesitamos una
serie de predicados n-arios que tienen su correspondiente inter-
pretación en el mundo real, aunque dicha representación no la
necesitemos para nada, pues en nuestra reconstrucción formal
sólo nos interesan las propiedades formales de los enunciados.
4) Por otro lado tendremos que echar mano de un cálculo de-
ductivo de lógica de primer orden que nos permita deducir, a
partir de un enunciado, otros enunciados con la seguridad de
que, si el primer enunciado es verdadero, los otros lo sean auto-
máticamente. Para ello empleamos una serie de tautologias que
nos garantizan este resultado, con lo cual tendremos leyes como
el modus ponens, modus tollens, eliminación del cuantificador
universal, etc
A este nivel se puede proceder a estructurar sintácticamente
la teoria, para ello necesitaremos:
l) Ordenar los enunciados de la teoría de acuerdo con sus
relaciones de consecuencia.
2) Ordenar los functores de la teoría de acuerdo con sus
relaciones de definibilidad. Como hemos dicho antes, nuestro \
sistema ha de poseer toda una serie de predicados n-arios pertï/
necientes a la ciencia a estudiar. Estos tienen una interpretació
en el mundo externo que no nos interesa para la tarea de estruc-
turación. Lo que si puede darse entre unos predicados y otros
son relaciones lógicas de manera que con sólo unos pocos pre-
dicados primitivos podamos definir los otros, evitándonos así
cualquier tipo de ambigüedad que, por otro lado, es tan carac-
teristica del lenguaje natural.

Vamos a tomar la teoria de William Harvey sobre el funcio-


namiento y funciones del corazón analizada por J. H. Wooger
(Wooger, 1978) en su libro Biologia y lenguaje.
Wooger toma un fragmento dela obra de Harvey «Disquisi-
ción anatómica sobre el movimiento del corazón y la sangre en
los animales». Consideremos los siguientes enunciados, teniendo
LAs 'r|aontAs crENrlFrcAs 189

en cuenta que «G» simboliza los enunciados de nivel 0, es decir,


las generalizaciones de registros generales de observación, y «I-I»
reúne las diversas hipótesis de nivel 1 (para este análisis no son
necesarias hipótesis de nivel superior):

G1: I-lay un tiempo en que el corazón se mueve y un tiempo


en que permanece inmóvil.
G2: Durante su movimiento el corazón se endereza, se eleva
hasta un extremo y la pulsación se percibe desde el exterior.
G3: Durante su movimiento el corazón se contrae totalmen-
te y queda más encogido.
G4: Durante su movimiento, el corazón se torna más duro
al tacto.
G5: Al tiempo en que se mueve, el corazón se torna más pá-
lido de color; cuando está en reposo tiene un color rojo sangre
más intenso.
Dice Harvey: «De estas particularidades parecióme evidente
que››:
I-ll: El movimiento del corazón consiste en una cierta ten-
sión generalizada, que es tanto contracción en la línea de sus
fibras como constricción en todos los sentidos.
H2: El movimiento del corazón es enteramente de la misma
naturaleza que el de los músculos al contraerse;
«pues››:
G6: Los músculos, al entrar en acción, adquieren rigor y ten-
sión, y de blandos se tornan duros, prominentes y densos.
«Por consiguiente nos consideramos autorizados a concluir
que››:
H3: El corazón, en el momento de su actividad, se contrae
al punto totalmente, engrosa sus paredes, disminuye sus ventricu-
los y queda así dispuesto para proyectar o expeler su carga san-
guínea.
Ello queda suficientemente de manifiesto por virtud de G5.
Y no es posible la duda al respecto, porque:
G7: Si se perfora el corazón hasta llegar al ventrículo, se ob-
servará que, a cada pulsación o movimiento que lo tensa, la san-
gre es proyectada con fuerza hacia fuera.
190 INTRODUCCION A LA |=luosoFIA DE LA c1ENc1A

Nuestra tarea, a la hora de realimr una estructuración sin-


táctica de la teoría, es mostrar las relaciones de dependencia ló-
gica entre los diversos enunciados; ello resultará más sencillo si
«traducimos›› los términos de Harvey a un lenguaje actual. Así
tendremos:
«Todo corazón es una bomba muscular intermitente».
Esta proposición puede ser desglosada en dos hipótesis:
l-ll: Todo corazón es muscular.
H2: Todo corazón es una bomba intermitente de sangre.
De este modo, de 1-il y G6 (y ciertas generalizaciones más,
concernientes a los músculos, que Harvey da por supuestas sin
mencionarlas) se sigue parte de las generalizaciones G2, G3 y
G4. De H2 y ciertas generalizaciones relativas a las bombas (que
Harvey supone sin mencionarlas) se siguen las generalizaciones
G1, G5 y G7. El hecho de que haya generalizaciones sobre bom-
bas y músculos no nos ha de resultar extraño. Evidentemente,
el científico a la hora de desarrollar su teoría no se considera
en la obligación de especificar todo el conocimiento necesario
para seguir su razonamiento, puede y, de hecho, tiene que dar
determinados conocimientos como algo obviamente comparti-
do por toda la comunidad cientlfica.
Veamos cómo seria un análisis lógico de un grupo de propq-
siciones, por ejemplo, cómo derivar G4 a partir de Hl y G6. En
primer lugar especifiquemos los predicados a utilizar, dando una
interpretación: «Mx››: «x es muscuIar››; «Ax››: «x está en acción››;
«Dx››: «x se endurece››; y «Cx››: «x es un corazón». El argumento/
tendría la estructura siguiente:

H.l Vx (Cx -> Mx),


G.6 Vx ((Mx A Ax) -> Dx)
G.4 Vx ((Cx A Ax) -› Hx).

Y la deducción, utilizando el cálculo de J. Mosterin, sería


la siguiente;
1) ?Vx(CxAAx->Dx)
2) '! Cx A Ax -> Dx
3) Cx A Ax Supuesto
4) Vx (Cx -› Mx) Premisa
LAs rEonlAs c1ENríF1cAs 191

5) vx (Mx A Ax -› Dx) Premisa


6) Cx -› Mx EG, 4
7) Mx A Ax -t Dx EG, 5
8) Cx EC, 3
9) Mx MP, 6-8
10) Ax EC, 3
ll) Mx A Ax IC, 9, 10
12) Dx MP, 7, ll

Entre las ventajas filosóficas de este tipo de estructuración están


las siguientes:
a) Evitar la verbosidad excesiva así como todas las falacias y tram-
pas a las que nos puede conducir el lenguaje natural.
b) Acabar con la formulación ambigua de leyes y términos cien-
tíficos.
c) Facilitar el descubrimiento de errores (al efectuar deducciones
no estrictamente justificadas) así como facilitar el cálculo deductivo.

3. LA concepción ras-rrtuc1¬imA1. DE LAs rEoniAs


La concepción estructural puede considerarse como una revisión
de la Concepción Heredada en cuanto critica sus tesis, pero no es una
alternativa radicalmente opuesta a la tradición analítica del empiris-
mo lógico. J. Sneed, uno de los fundadores de esta corriente, publica
su obra The Logical Structure of Mathematical Physics en 1971, in-
fluido por la Escuela de Stanford a través de P. Suppes. W. Stegmüller
es el iniciador en Europa de esta corriente a la que han contribuido
notablemente U. Moulines, W. Balzer y W. Diederich, entre otros. Va-
mos a presentar esta concepción de las teorías cientificas de la mano
de U. Moulines, uno de los filósofos más representativos de esta co-
rriente.
Moulines (Moulines, 1991) considera que las teorías cientificas son
el objeto de estudio del filósofo de la ciencia, del mismo modo que
las especies constituyen el objeto de estudio del zoólogo. Siguiendo
con esta analogía, al ñlósofo de la ciencia le interesan tanto los aspec-
tos de índole «morfológica›› -es decir, la identificación de los diver-
sos componentes estructurales que constituyen cada objeto y sus inter-
192 1N'rnoDuccioN A LA r=n.oso|=lA DE LA cnaNc1A

conexiones- como los de índole «fisiológica›› -es decir, el estudio


del funcionamiento de las entidades examinadas. Moulines recurre a
la ontosemántica de Frege para esclarecer el estatus ontológico de las
teorías cientificas?

La forma general de la designación adecuada para las teorías cien-


tíficas no es, en mi interpretación, una forma del tipo «la teoria tal-y-
cual», sino más bien una designación funcional, tal como la previó el
propio Frege para los conceptos. Es decir, la designación apropiada para
las teorias no debe empemr con un artículo determinado, sino que debe
ser una expresión de tipo predicativo: «... es un P». Esta idea se halla,
por cierto, en concepciones metateóricas de Tarski, Bourbaki y otros
investigadores de fundamentos en matemáticas, asi como de manera
mas explícita en la obra de filósofos de la ciencia contemporáneos que
se han ocupado de teorías empíricas, tales como Suppes, Adams, Sneed,
Stegmüller, Van Fraassen, Przelecki, y muchos otros. De acuerdo a esta
concepción, la designación adecuada para las teorías seria un predica-
do (conjuntista) del tipo «es un grupo», «es un sistema clásico-mecá-
nico», etc. Bajo tal interpretación, es natural admitir que el sentido de
una designación de este tipo, es decir, aquello a través de lo cual alcan-
zamos el conocimiento del objeto referencial, son, como ya hemos in-
sinuado, los axiomas que uconstituyen» cada teoria, los cuales ahora
aparecerán bajo la forma de condiciones de definición del predicado
que designa la teoría. Sabemos que, dentro del sistema conceptual fre-
geano, la referencia de una expresión predictiva es una función (o sea,
un objeto no-saturado), y cuando la expresión predicativa se reduce a
un predicado monádico, sabemos que se retìere a un concepto. Así pues,
si admitimos la designación de las teorías mediante predicados conjun-
tistas, llegaremos al resultado de que una teoria cientifica es un coji-
cepto (en el sentido de Frege). AI conocimiento de este concepto pode-
mos llegar a través de diversos sentidos (en su terminología), o sea. en
este caso, a través de diversos sistemas axiomáticos, cada uno de los
cuales constituye un posible sentido. Ello concuerda de manera natural
con la ontosemántica fregeana general.
Ahora bien, los conceptos, en cuanto funciones fregeanas, son en-
tidades no-saturadas. Ellas tienen que ser completadas mediante un de-
terminado tipo de objetos, y la totalidad dará lugar a un nuevo objeto,
a saber, un valor veritatìvo: la verdad o la falsedad, según si el objeto
en cuestión cae bajo el concepto dado o no. Esta idea también tiene

2. Véase el prólogo de J. Mosterin a la obra de Frege Estudios sobre semántica,


para un estudio de las categorias semánticas de Frege.
LAs rBonlAs c|ENrtr=|cAs 193

su traducción natural en nuestro caso. La diferencia con la tradición


fregeana original estriba solamente en el nivel de complejidad de los
objetos contemplados. En efecto, los ejemplos usuales que Frege tenía
en mente al hablar de objetos que completan una función, consistían
en objetos relativamente «simples» tales como personas, cuerpos fisi-
cos o números, los cuales completan funciones designadas por expre-
siones del tipo «es español», «es rojo» o «es divisible por dos». En cam-
bio, en nuestro caso, los objetos que saturan las funciones llamadas
teorias son estructuras altamente complejas, abstractas, a saber: mo-
delos en el sentido formal de la teoría matemática de modelos. Pero
esta diferencia no significa ninguna ruptura con el esquema general de
Frege, puesto que las estructuras, por complejas que sean, también son
objetos en el sentido de Frege (Moulines, 19911209-210).

Vamos a hacer algunas consideraciones sobre la concepción estruc-


tural a fin de situarla en el marco general de las entidades teóricas:

a) Moulines aboga por el uso del método axiomático como me-


todología general para emprender una morfología de las teorías cien-
tíficas, sin embargo, hay que señalar que lo que entiende por «axio-
matizable» no es lo mismo que entienden los lógicos. Dice lo siguiente:

Las teorías empíricas pueden axiomatizarse en el sentido de que in-


diquemos ciertos principios que caracterizan los conceptos básicos de
la teoría y sus conexiones mutuas. En una palabra, se trata de axioma-
tizar en el sentido de determinar distintos componentes estructurales
de cada teoria. Según el grado de complejidad con que haya que hacer
tal axiomatización, tendremos distintos tipos de teorias empíricas (Mou-
lines, l99l:2l9).

En el caso de que consideráramos la posibilidad de axiomatizar


las teorias empíricas en el sentido de Moulines como criterio de de-
marcación entre ciencia y pseudociencia (cosa que Moulines no hace)
el campo de las disciplinas que formarían parte de la ciencia se am-
pliaría respecto de la Concepción Heredada. Sin embargo, Moulines
admite que es posible que haya teorías empíricas que no sean axioma-
tizables, pero considera que el conjunto de teorías axiomatizables es
suficientemente amplio y diverso como para tener garantía de que la
naturaleza delas teorías según la concepción estructural es adecuada.
La concepción estructural tiene en su haber la reconstrucción de teo-

IS.--unuv
194 iwrnonuccióu A LA rrLosoFiA Dr: LA cn¿Nc1A

rías físicas, económicas, fisiológicas, biológicas, psicológicas, lingüís-


ticas y hasta literarias.”
b) Frente a la complejidad de la morfología y fisiología de las
entidades teóricas, Moulines se decanta por tener en cuenta el princi-
pio nominalista a la hora de establecer la ontologia de segundo orden,
considerando un solo tipo de entidades teóricas básicas, a saber: las
teorías científicas. Pero Moulines es un filósofo que tiene en cuenta
la complejidad de la ciencia, que considera que la filosofía de la cien-
cia no tiene que ser apriorística y que no hace caso omiso de la historia
de la ciencia. Todo esto hace que no cierre las puertas a los dominios
de los que en este momento no tienen una información suficientemente
sistematizada para reconstruir sus productos teóricos con esquemas
conceptuales demasiado rígidos. Por tanto, la apertura a estos cam-
pos nuevos se produce a través de una tipología adecuada de los axio-
mas de una teoría científica.
En este punto, sólo me queda repetir lo dicho en líneas anteriores:
la distinción entre ampliar la ontologia de segundo orden con nuevas
entidades que no sean las teorías científicas y construir una tipología
de teorias científicas no es importante desde el punto de vista episte-
mológico.

EIrsMPLu=rcAcróN DE LA REcoNsTnUc(:ióN Fon/¡AL sec-ÚN LA \


coucisrcróu Esriwc'ruRAL DE LAs 1-EoRiAs ciEN1'írrcAs

Vamos a tomar la estructura de la estequiometría daltonia-


na analizada por Balzer, Moulines y Sneed en «The structure ¿gt
daltonian stoichiometry» (Erkenntnis, 1987).

3. La concepción estructuralista ha reconstruido teorias de diversas ciencias parti-


culares. A titulo de ejemplo, podemos citar las siguientes: A. García de la Siena, «Ele-
mentos para una reconstrucción lógica de la teoria del valor de Marx», Crítica, 12,
l980:7l-96; W. Balzer y H. Göttner, «A Theory of Literature Logically Reconstructed:
Roman .lakobson», Poelics, 12, l983:489-510; H. Westmeyer, E. Friedhelm, W. Win-
kelmann y V, Nell, «A Theory of Behavior Interaction in Dyads: A Structuralist Ac-
count», Metnmedicine, 3, 19821209-232; J. Koster y E. Schoten. 4(l`he Logical Structure
of Rhythmies», Erkennmis, 18, l982:269-281; U. Moulines, «A Logical Reconstruclion
of Simple Equilibrium Thermodynamics», Erkennlnis, 9, 19751101-130; .l. D. Sneed, dl'he
Logical Structure of Bayesian Decision Theory», en W. Stegmüller er al., eds., Philo-
sophy of Economics, Berlin, Springer, 19822209-232.
LAs rrsontAs c1EN'rt1=|cAs 195

La estequiometría daltoniana (a partir de ahora ED) parte


tlc la idea básica de que existe una serie de elementos básicos
que se combinan formando diferentes substancias al participar
cn reacciones químicas. Más en concreto, esta disciplina se en-
carga de estudiar las relaciones entre los pesos de diversas subs-
tancias químicas. Asimismo, la teoria permite asignar diversos
coeficientes delante de la ecuación de una reacción química para
igualar la reacción de manera que las proporciones en las que
las diversas substancias participan en ella sean las convenientes.
En un análisis estructural lo que hacemos es modelar la teo-
ría, en este caso, la ED, especificando un grupo de estructuras
conjuntistas que sirvan como modelo de la teoría. El proceso
sería, resumido, el siguiente:
En primer lugar, consideramos la tetratupla (C,7,`R,w) donde
C es un conjunto no vacío finito, formado por las diversas subs-
tancias compuestas que participarán en las reacciones que se han
de estudiar (agua, metano, plata, etc.), T es el conjunto forma-
do por los tiempos I, y t,, donde t, indica «antes de la reac-
ción» y I, «después de la reacción». R es simplemente el con-
junto de los números reales y w es una función con valores reales
no negativos sobre C X 11 tal que w(s,t) = a, en donde a es la
cantidad de gramos de la substancia s presente en el momento I.
Esto nos da una primera estructura para trabajar con las reac-
ciones químicas pero aún no es suficiente. Necesitamos también
un sistema de representación de las ecuaciones químicas, donde
se nos indique las cantidades relativas de cada substancia así
como los componentes básicos de cada substancia compuesta
que aparezca en la reacción. Por ejemplo, que en nuestra teoría
se puedan afirmar cosas como que el agua es H10.
Asignar los coeficientes no representa ninguna dificultad es-
pecial, tan sólo necesitamos una nueva función k sobre C >< T
que asigne un número natural, o un cero, indicando en ese caso
que la substancia s no está presente en el tiempo t. Sin embargo,
no es suficiente con conocer las cantidades relativas de las di-
versas substancias complejas que participan en la reunión. Así
mismo también necesitamos conocer las masas relativas de los
átomos y las moléculas de las diferentes substancias, en relación
con la masa de un átomo de hidrógeno que tomaremos como
unidad. Para ello definiremos una función m que será una apli-
196 INTRODUCCION A LA FiLosoFlA DE LA c1ENc1A

cación del conjunto de fórmulas químicas, al que llamaremos


E a los números reales positivos R*.
El último paso del proceso es definir el conjunto F de fór-
mulas químicas. La forma más sencilla es imaginar que las fór-
mulas químicas son cadenas de simbolos, formadas a partir de
la iteración de los elementos de un conjunto de fórmulas ele-
mentales E(n). Estas fórmulas serán finalmente asignadas a subs-
tancias quimicas elementales, es decir, a los elementos (hidróge-
no, azufre, oxígeno, etc.) que, al combinarse, constituyen todas
las substancias químicas complejas que conocemos. Las fórmu-
las serán asi cadenas de simbolos del alfabeto latino, simbolos
que en química representan a los diversos elementos (H, S, O,
C, Li, etc.) junto a números arábigos. Para crear las cadenas usa-
remos la operación de concatenación (*). Así, el
ácido sulfúrico (SO,H,), sería el resultado de concatenar
S*O*O'O*O*H*H. Evidentemente, no es igual que el sistema
estándar de representar las fónnulas químicas, pero cumple igual-
mente su función. Después de todo, H con el subindice 2 cum-
ple la misma función que poner dos H y que es la de indicar
que dos átomos de hidrógeno forman parte del compuesto. Asi
podemos definir el conjunto de las fórmulas químicas como la
estructura siguiente: F = (F, *,E(n)), que técnicamente es un mo-
noide n-dimensional, hecho que nos asegura que cada fórmula
química sólo tendrá una única representación como concatena-
ción de elemento de E(n). Cada fórmula G perteneciente a F po-
drá asi codificarse como h(l,G)e,' h(n,G)e,,, donde los e, son
los elementos que componen G y h(i,G). Estos son enteros posi-
tivos e indican las cantidades relativas de cada elemento 'en la
composición de la fórmula.
Tenemos asi la estructura conj untista claramente formaliza-
da. Sin embargo, el número de fórmulas y reacciones posibles
que podemos generar con nuestro modelo son muchísimo más
grandes que las reacciones que se dan realmente en la naturale-
za. Por tanto, hemos de constreñir el modelo, añadiéndole al-
gunos principios que nos permitan eliminar las reacciones no
deseadas. Para ello primero definimos la categoría de los poten-
ciales modelos de la ED para añadirle tres leyes no triviales que
han de cumplir todos los modelos. Estas tres leyes son las si-
guientes:
LAs 11aoRfAs c||aN'rtFrcAs 197

1) Las fórmulas moleculares están determinadas por los pe-


sos atómicos de las fórmulas atómicas.
2) Las ecuaciones químicas han de estar «ajustadas››; es de-
cir, que el número total de átomos de un elemento que existían
antes de la reacción han de seguir existiendo después de la reac-
ción (aunque posiblemente combinados de otra forma).
3) La razón entre los pesos de las substancias que se com-
binan en la reacción ha de ser igual a la razón de los productos
de sus coeficientes de reacción por sus pesos moleculares. Así,
por ejemplo: w(hidrógeno)/w(oxígeno) = [k(hidrógeno) x
m(H¡)]/[k(oxígeno) X m(O¡)] = [2 X mH1)]/ [l x m(O,)].
Podemos afirmar asi que los modelos ED son estructuras con-
juntistas que describen reacciones químicas potenciales en las
que las leyes (1) a (3) son válidas.

Hasta aqui el proceso de estructuración de la teoría cientifica, en


nuestro ejemplo, la ED. Habría que añadir algunas otras eonstriccio-
nes internas como, por ejemplo, asignar a una substancia siempre la
misma fórmula, independientemente de en qué reacción nos hallemos.
Pero grosso modo ésta sería la reconstrucción estructuralista de la ED-
Una vez realizada, esta estructura puede servirnos para resolver diver-
sos problemas de filosofía de la ciencia. Veamos algunos:

a) ¿Entre todos los términos que aparecen en la ED, cuáles puc-


den ser considerados términos puramente teóricos? La respuesta del
estructuralismo es sencilla: sólo consideramos términos teóricos aque-
llos para los que la única manera de calcular su valor sea mediante
alguno de los modelos de la ED. Así, por ejemplo, w no es un término
teórico, pues puede calcularse de otras formas (por ejemplo, una ba-
lanza de precisión). Por el contrario, K o m son teóricos pues, hasta
ahora, no hay ninguna otra forma de calcularlos que no sea mediante
la ED.
b) La ley de los pesos combinantes según la cual «los pesos de
dos elementos o los múltiplos integrales de tales pesos que reaccionen
con el mismo peso de un tercer elemento, también pueden reaccionar
uno con el otro», ¿es una ley empírica que debe ser observada a poste-
riori o bien se deduce de la estructura de modelos mostrada aquí?
198 INTRODUCCION A LA FrLosoFiA DE LA ciENcrA

A partir de los modelos estructurados que hemos mostrado resulta que


es relativamente fácil deducir la ley de los pesos combinantes, por tan-
to podemos afirmar que se sigue lógicamente de la teoría.
Tenemos aquí dos ejemplos que nos muestran cómo dos proble-
mas tipicos de la filosofia de la ciencia pueden ser fácilmente resuel-
tos mediante una teoría estructuralista.

4. LA coNc1aPc1óN s|zMAN'rrcA DE LAs 'rEoRÍAs

La concepción semántica constituye una alternativa a la concep-


ción sintáctica. En algunos puntos coincide con la concepción estruc-
tural, sobre todo en algunas críticas a la Concepción Heredada: criti-
ca a la distinción teórico-observacional y a la consideración de las
teorías como conjuntos de enunciados deductivamente inferidos a par-
tir de unos axiomas. Hay también diferencias importantes, sobre todo
respecto al contenido empírico de las teorías: mientras la concepción
estructural mantiene que «no hay ningún océano de verdades aún por
descubrir ante nosotros, o, si lo hay, no es eso lo que interesa a la em-
presa científica›› (Moulines, 199l:185), la concepción semántica sos-
tiene que la verdad y la adecuación empírica son las dos categorías
semánticas más importantes, tal y como afirma Van Fraassen: «las pro-
piedades semánticas son aquellas que tienen que ver con la relación
de la teoría con el mundo, o más específicamente, que tienen que ver
con los hechos sobre los que trata la teoría» (Van Fraassen, l980:20).
A la hora de citar los autores más representativos de lacoìicep-
ción semántica, hay que incluir desde los pertenecientes a la concepción
estructural pero marcando las diferencias con ella hasta la escuela po-
laca de Wojcicki y Przelecki, pasando por los filósofos italianos Dalla
Chiara y Toraldo. Sin embargo, en la literatura filosófica la concep-
ción semántica se asocia, fundamentalmente, a F. Suppe, B. Van Fraas-
sen y R. Giere. Hay algunas diferencias entre estos autores pero no
son importantes por lo que se refiere a la naturaleza de las teorías cien-
tíficas. El desarrollo de esta concepción vamos a hacerla a partir de
R. Giere por ser el que ha proporcionado una versión más acorde con
la función docente, la cual, además, la ejemplifica con los libros de
texto.
Respecto a la ontologia metateórica, Giere concede un lugar pre-
ferente a los modelos teóricos, partiendo de la base de que en la vida
LAs 'rEORíAs cn:N'ríFrcAs 199

cotidiana construimos modelos que forman parte de un mundo ima-


plnario, por ejemplo, imaginamos cómo será el viaje del próximo ve-
umo. o el encuentro con el amante o las oposiciones a profesora titu-
Inr de universidad. Estos modelos sólo existen en la mente de la persona
que imagina estas situaciones. Los modelos teóricos fonnan parte del
mundo imaginado. Sólo existen en las mentes de los científicos o como
materia abstracta de las descripciones verbales escritas por los cientí-
|`icos. Como es obvio, en nuestro contexto sólo nos interesan los mo-
delos teóricos.
Giere acude a los libros de texto como las fuentes donde encontrar
lu materia prima a partir de la cual construir las entidades abstractas
metateóricas. Tomando como ejemplo la mecánica tal como aparece
cn los libros de física, vemos que se refieren a «el oscilador lineal»,
«cl movimiento libre de un cuerpo rígido simétrico››, «el m0V¡mí¢nt0
dc un cuerpo sujeto sólo a una fuerza de gravitación central», etc. Sin
cmbargo, los libros de texto dejan claro que los ejemplos paradigma-
lìcos de tales sistemas fracasan a la hora de satisfacer totalmente las
ecuaciones que describen estos ejemplos paradigmáticos. ¿Cómo abor-
dar este conflicto aparente? Veamos en qué términos Giere relaciona
las teorías, los modelos teóricos y las hipótesis teóricas:

Sugiere llamar a los sistemas idealizados que se presentan en los


libros de texto de mecánica «modelos teóricos», o, si el contexto está
claro, simplemente «modelos››
Los recursos lingüísticos concretos utilizados para caracterizar es›
tos modelos son de interés secundario. Desde el punto de vista racio-
nal, y teniendo en cuenta los fines del análisis metacientífico no existe
un lenguaje que tenga preferencia a la hora de reconstruir las teorias
científicas
Tal como sugiere el significado de la palabra «mode1o›› en el len-
guaje natural, los modelos teóricos se proponen ser modelos de algo,
y no simples ejemplares para ser utilizados en la construcción de otros
modelos teóricos. Sugiero que funcionan como «representaciones›› en
uno de los sentidos más generales que actualmente tiene modelo enla
psicología cognitiva. Los modelos teóricos son los medios a traves de
los cuales los cientificos representan el mundo -tanto para si mismos
como para los demás. Estos modelos son utilizados para representar
los diversos sistemas encontrados en el mundo real: ballestas y péndu-
los, proyectiles y planetas, cuerdas de violín y parches de tambor
Aqui sólo quiero precisar un poco más la relación entre un modelo
INTRODUCCION A LA F1I.›osoFl›. DE LA ciENc1A

teórico y aquello de lo que es un modelo. Esto requiere introducir un


nuevo concepto, esto es, el de «hipótesis teóricas».
A diferencia de un modelo, una hipótesis teórica es, en mi concep-
ción, una entidad lingüística, es decir, un enunciado que afirma algún
tipo de relación entre un modelo y un sistema real determinado (o una
clase de sistemas reales). Una hipótesis teórica, pues, es verdadera o
falsa en función de si la relación afirmada se da 0 no. La relación entre
modelo y sistema real, sin embargo, no puede ser de verdad o falsedad
ya que ninguno es una entidad lingüística. Debe ser otra cosa
Sugiera que la relación apropiada es la de similitud. Por tanto, las
hipótesis afirman la similitud entre modelos y mundo real
Hasta ahora, sin embargo, no he dicho explícitamente lo que era
una teoria. Pero esto, creo, no es una cuestión importante. Tenemos ya
suficiente maquinaria conceptual para decir lo que necesitemos decir
sobre teorias
Mi idea preferida es que entendamos las teorias como compuestas
de dos elementos: 1) un conjunto de modelos, y 2) varias hipótesis que
enlazan estos modelos con sistemas del mundo real. Entonces, lo que
uno encuentra en los libros de texto no es la teoria en sí misma, sino
enunciados que definen los modelos que formaban parte de la teoria
Como consecuencia dela anterior interpretación, una teoría cienti-
fica no es una entidad bien definida. Es decir, no se dan condiciones
necesarias y suficientes para determinar qué modelos y qué hipótesis
forman parte de la teoría
¿Qué determina si un modelo puede considerarse como propiamente
newtoniano?
Una posible respuesta es que para formar parte de la teoría de la
mecánica clásica un modelo debe poseer un «parecido de familia» a
una familia de modelos que ya forman parte de la teoria. _Es innegable
que existen estos parecidos de familia entre los modelos peïtñécientes
a una teoría. Por otra parte, no hay nada en la estructura de los mode-
los que pueda determinar que este parecido sea suficiente para ser un
miembro de la familia de modelos. Esta cuestión parece que ha de ser
decidida sólo por los miembros de una comunidad científica en un mo-
mento dado, sin embargo, esto no quita objetividad a la afirmación de
que hay un parecido de familia entre los modelos de una teoria. Es de›
cir que el conjunto de los científicos determina si el parecido es sufi-
ciente. Este es un punto en el que puede decirse que las teorias no sólo
son construidas sino socialmente construidas (Giere, 1988, cap. 3).
LAs 'riaonixs cnaN'rIF|cAs 201
Modelo
. bš*
-o 01,- _
Q@ ¿'11
0° 0
Conjunto Sistema
de enunciados real

Veamos algunas consideraciones relacionadas con la concepción


semántica de las teorias en la versión de Giere:

a) Las teorias pierden su carácter predominante desde el punto


de vista ontológico. Las piezas clave son los modelos teóricos. Los mo-
delos teóricos admiten la expresión en lenguajes mucho más variados
que los de las teorías, al menos tal como las entienden no sólo la con-
cepción sintáctica de las teorias sino también la concepción estructural.
b) La axiomatización de las teorías no es considerada ni como
necesaria ni siquiera como un criterio de valor epistemológico para
una teoría. Todo tipo de reconstrucción lógica (formal o informal) se
considera un puro ejercicio lógico pero que no añade nada a nuestra
comprensión de la ciencia. En este punto, habría que señalar que si
bien es aceptable la primera consideración, es dudosa la segunda. Es
decir, Giere tiene razón al decir que la reconstrucción lógica no es ne-
cesaria para que un conjunto de información sea una teoría pero creo
que no es cierto que no añade nada a la comprensión de la ciencia.
c) El aparato conceptual presentado por Giere es suficientemen-
te complejo y a la vez preciso para poder dar cuenta tanto de los do-
minios muy sistematizados como delos que están en un estado preca-
rio de desarrollo.
d) La característica principal del enfoque semántico es el hecho
de poner en relación las teorías cientificas con el mundo externo, pre-
cisamente por ser una concepción semántica. En el caso de Giere, con-
duce a una visión realista de la filosofía de la ciencia, aunque no nece-
sariamente tenga que ser así como es el caso de Van Fraassen. La
concepción de Giere puede encajar en una «epistemología naturaliza-
da» (aunque con diferencias respecto a Quine). Según esta concepción
la tarea de estructurar una teoría científica sigue los mismos patrones
que cualquier otra investigación científica, en concreto resulta ser una
202 iN'rRoDucc|oN A LA F|Loso|-*IA DE LA c1ENc|A

especialización de una teoria general de la psicologia cognitiva sobre


la toma de decisiones en los seres humanos.
De la caracteristica anterior se sigue otro hecho filosófico de gran
importancia, a saber: según el enfoque semántico de Giere la tarea de
decidir, entre diversas teorias cientificas, cuál es la más satisfactoria
no es contemplada como una tarea extraña, con un sistema propio de
decisión, sino que es considerada a la luz de un sistema general que
trate, desde una perspectiva cognitiva, la forma en que agentes inteli-
gentes resuelven problemas y toman decisiones de una forma racio-
nal. Por otro lado, el modelo semántico cognitivo nos permite tratar
problemas que se hallan en la periferia científica, como la aparente
irracionalidad de los cambios de paradigmas, la inclusión de cuestio-
nes sociológicas y hasta psicológicas, etc., que parecen hallarse total-
mente fuera de un enfoque sintacticista o estructuralista.

E1rsMPl.n=¡CActóN DE ANÁ1.lsis DE UNA 'rlaonia cnsN'rii=icA DEsDE


LA CoNcEPcIóN SEMÁNTICA

Análisis de la teoria de la deriva continental realizada por


R. Giere en Explaining Science. A Cognitive Approach.
El problema que se propone tratar Giere es el de la revolu-
ción científica ocurrida durante la época que va de mediados
de los cincuenta a mediados de los sesenta en la geología, al in-
troducirse un modelo alternativo que tiene como premisa fun-
damental la deriva continental. bo extraño es que un modelo
muy similar fue presentado a la comunidad cientifica entre los
años l91l y l9l5 y fue radicalmente rechazado por ésta. Sin em-
bargo -como hemos dicho- fue recibida con los brazos abier-
tos por los geólogos años después. El objetivo de Giere es mos-
trar cómo diferentes condiciones científicas de las dos épocas
explican el fenómeno y que no hay nada irracional en el cambio
de opiniones de los cientificos.
A principios de siglo en geología todo el mundo seguia el
modelo contraccionista: la idea básica era que al crearse el siste-
ma solar, la Tierra era una bola ignea. Al irse enfriando progre-
sivamente, la corteza quedó más fria que el interior, de manera
que la diferencia de temperaturas hizo que la corteza se fuera
LAs montas cuaN11FicAs 203

construyendo y así se deformó creando todos los accidentes geo-


lógicos que conocemos. La conclusión última era que cl aspecto
geológico de la Tierra no ha cambiado desde entonces ni cam-
biará en el futuro, en sus aspectos generales. Evidentemente se
darán procesos de erosión, etc., pero de tipo unifonne, tal y como
se postulaba ya en los Principios de geologúr de Lyell.
Dentro de este paradigma, Alfred Wegener postuló su teoría
de que en un principio existia un único continente, Pangea, que
se fue fragmentando a causa de un desplazamiento de las placas
sobre las que descansaba este continente. Se generaría así una
deriva continental, que explicaría la mayoría de accidentes geo-
lógicos.
Para los geólogos de su tiempo, resultaba totalmente inad-
misible que los continentes se pudieran mover. Sin embargo, para
Wegener ello era fácilmente pensable ya que disponía de una se-
rie de información extra que la mayoría de geólogos no poseía.
En efecto, Wegener había estado trabajando como meteorólogo
en Groenlandia durante dos años. Allí tuvo la posibilidad de ob-
servar icebergs, glaciares y hielo flotando a la deriva. Ello repre-
sentó una fuente de información adicional a partir de la cual
se podía realizar un modelo alternativo (por analogía con el mo-
vimiento de los hielos) en el que los continentes se pudieran
mover.
Pasemos a ver más en detalle el modelo semántico-cognitivo
de Giere. El p oblema podemos formularlo así: la comunidad
científicau(š2Jegener) han de tomar una decisión: ¿cuál es la teo-
ríacgrre . Hemos de escoger entre el modelo contraccionista
y el modelo «movilista››. Para modelar tales decisiones, hemos
de considerar toda la información significativa que se posee so-
bre el tema, junto con las condiciones concretas del desarrollo
de la investigación científica en aquel momento (teniendo en
cuenta, si es significativo, aspectos conectados con la sociología
de la ciencia, como el temor de quedar en ridículo, deseos de
medrar, etc.). A partir de aqui se ha de tratar como un proble-
ma cognitivo general de decisión racional, o sea, ¿cuál es la de-
cisión correcta para un agente cognitivo con una información
X en una situación Y?
Volvamos a nuestro ejemplo. ¿Cuál habría de ser la decisión
correcta para Wegener? Por un lado, su situación en el mundo
204 |NrnoDuccióN A LA |=u›osoFlA DE LA cieucix

de la geología es «marginal››, ya que no forma parte del esta-


blishment de la geología y por ello no tiene nada que perder al
lanzar hipótesis heterodoxas. Por otro lado, Wegener tenia prue-
bas a favor de su hipótesis. Recordemos algunas: la similitud real-
mente impactante entre las geologías de determinadas zonas de
África con otras de Suramérica que habrían estado unidas si de
hecho la hipótesis de Pangea fuera verdadera. Una similitud así
resulta muy probable desde el punto de vista movilista, y muy
improbable si elegimos la posición contraccionista. Lo mismo
para la evidencia paleoclimática (glaciaciones en zonas de Áfri-
ca, América, lndia y Australia donde ahora resultarían impo-
sibles) o la similitud entre especies de las supuestas zonas de
contacto. Además, sus experiencias en Groenlandia le daban
una base para suponer que, efectivamente, los continentes po-
dían moverse. También podemos considerar factores de tipo
psicológico y personales que explicarían el interés de Wegener
de lanzar una teoria revolucionaria (deseo de resultar original,
quizás cierta «rebeldía›› al statu quo, etc.). En principio, parece-
ría que Wegener tenia (sus) buenas razones para preferir la teo-
ría movilista.
Veamos qué ocurría en la comunidad de geólogos. En pri-
mer lugar no existían fuerzas que pudieran explicar ese supues-
to movimiento de los continentes, además, se suponía que las
rocas que formaban los continentes eran más débiles que las de
los fondos de los océanos y no parecia haber forma de empujar
una roca más débil a través de una más fuerte. Parecía pues que
la deriva continental era imposible. Esto mismo ya sería suñ-
ciente para rechazar la teoría de Wegener. En segundo lugar, las
evidencias presentadas por Wegener no eran tan claras como pa-
recía: las similitudes entre zonas de la costa africana con la su-
ramericana resultaban mucho menos significativas si uno pen-
saba que la erosión había estado actuando durante millones de
años. Aún mas, se podía mostrar que sc podía encajar fácilmente
Australia y Nueva Guinea en el mar Arabigo, pero nadie (ni We-
gener) creia que alguna vez hubieran estado juntos. Así mismo,
la similitud entre especies podia explicarse postulando puentes
de tierra que conectaban los continentes de material ligero que
se hundieron posteriormente. Finalmente, la propuesta de We-
gener representaba un cambio demasiado radical en toda la geo-
LAs 1'EoRlAs c|EN'rli-'icxs 205

logía para aceptarla tan alegremente. Así que, para el geólogo


típico, resultaba una hipótesis demasiado audaz para conside-
rarla seriamente, teniendo en cuenta que las evidencias no eran
tan claras y que no había mecanismos explicativos. De aquí que
resulte totalmente comprensible y aceptable la decisión a favor
del modelo contraccionista.
Sin embargo, ¿por qué es aceptada la hipótesis en los sesen-
ta? Porque la información disponible cambió. En primer lugar,
la evidencia del paleomagnetismo en muestras de rocas mostra-
ba, por ejemplo, que la dirección del campo magnético terrestre
había estado variando durante cientos de millones de años en
las islas británicas. Estudios posteriores en otros continentes mos-
traban que la única explicación posible era que el polo norte es-
taba fijo y que la corteza terrestre se desplazaba. En segundo
lugar, también se descubrieron mecanismos que podían hacer
explicable la deriva continental, y que resultaría demasiado pro-
lijo enumerar aquí. El resultado final es que las posibles obje-
ciones para aceptar la teoría movilista quedaban eliminadas y,
además, había evidencia extra mucho mas concluyente a favor
de la hipótesis. Por ello la hipótesis movilista fue escogida en
los sesenta. \ _,,/

5. AE1NmADEs Y DrvEnoENcn\s ENTRE Las ntsnNrAs coNcEPc1oNEs


DE Las 'rEoniAs crEN'rí1=rc.~.s

Vistas las tres concepciones de las teorías científicas más impor-


tantes que en estos momentos están vigentes entre la comunidad de
los filósofos de la ciencia, hay varias cuestiones que podemos plan-
tearnos: (1) hasta qué punto dan cuenta de la producción científica;
(2) hasta qué punto son incompatibles; (3) hasta qué punto pueden
complementarse.

(I) La concepción sintáctica es la más restrictiva en cuanto a la


demarcación de los contenidos de la producción científica que anali-
za. O sea, que si la estructura axiomática funciona como criterio de
demarcación, una buena parte de lo que hoy se presenta como ciencia
206 1N1'aoDucc1oN A LA Fuosoríx DE LA ciENc|A

habría que considerarla pseudociencia o, en terminología kuhniana,


ciencias preparadigmáticas.
La concepción estructural abre las puertas a disciplinas que la con-
cepción sintáctica le cierra, ya que permite la reconstrucción lógica con
estructuras mucho más flexibles que la concepción sintáctica. Por ejem-
plo, la clasificación de las clases sociales de Marx en la época de éste
nunca cumpliría las condiciones formales de las particiones en senti-
do matemático, pero quizás podría reconstruirse con lógicas no están-
dar como la teoría de los conjuntos difusos. Habría que ver lo que
diria un filósofo de la concepción estructural pero no parece que haya
ningún motivo por el cual no pudiera aceptarse como buena esta re-
construcción informal. El problema con la concepción estructural es
que -como dice Giere (Giere, l988:286)- «a pesar de su carácter de
modelo teórico, la concepción de Suppes, Sneed y Stegmüller mantie-
ne el talante lingüístico de la concepción del empirismo lógico. Es al
mismo tiempo una parte del programa de “reconstrucción lógica" que
me parece, fundamentalmente, un ejercicio de teoría de conjuntos››."
La reconstrucción lógica es una de tantas funciones del análisis filo-
sófico de la ciencia. En este punto, lo interesante seria estudiar -cosa
que escapa a las pretensiones de este texto- qué tipo de valores meta-
filosóficos representan las reconstrucciones lógicas, ¿representan va-
lores epistemológicos, estéticos, éticos?
La concepción semántica no tiene un método de demarcación a
partir de algún criterio epistemológico para determinar el ámbito de
las disciplinas que puede abarcar el análisis filosófico. La línea de se-
paración entre ciencia y ciencia marginal estaría en la utilización de
modelos que representan el mundo y en la importancia de los datos
que sean el sostén de los modelos propuestos (Giere, 1992) o en la ade-
cuación empírica (Van Fraassen, 1980). De esto se desprende que la
estructura lógica pasa a segundo plano a la hora de valorar las res-
puestas a las preguntas surgidas en los dominios, en cambio adquiere

4. Esta reflexión hay que considerarla como una crítica sólo si se piensa que éste
es el único, o el más importante, objetivo de la filosofía de la ciencia. Por mi parte,
a pesar de tener ciertas dudas respecto a lo fructífero que puedan ser las reconstruccio-
nes (formales o informales) en relación a la solución de problemas metaeientíficos, cóm-
parto muchos de los puntos de vista de los filósofos de esta concepción (por ejemplo,
comparto la mayoría de las reflexiones de Moulines en su último libro Plurulidad y nz-
cursión acerca de los objetivos de la metafilosofía, de los problemas del realismo o de
las incoherencias del relativismo).
Lxs 'rEORí/ts ciEN†íFic/ts 207

mimordial importancia la evidencia de los datos que catalizan toda


In información especial que puede ser pertinente para decidir si el mo-
delo en cuestión encaja o no con el mundo real. Las condiciones para
ln relación entre modelo teórico, mundo real e hipótesis teóricas y para
In evidencia exigida a los datos pueden darse en mayor o menor medi-
du. Es decir, la adecuación empírica no es una cuestión de todo o nada
sino una categoría gradual.
(2) Respecto a la compatibilidad mutua, depende de en qué pla-
no nos situemos. Si tomamos estas concepciones desde los criterios
de demarcación, entonces habría desacuerdo a la hora de catalogar
como ciencia detenninados dominios, según hemos visto. Desde el pla-
no ontológico, no habría ningún desacuerdo entre la concepción sin-
tántica y la concepción estructural a la hora de fijar las entidades teó-
ricas que pueblan la ontologia, aunque unos y otros les atribuyeran
estructuras lógicas distintas. En otras cuestiones, p r ejemplo en la
distinción teórico-observacional, habría más acuerdt;entre la concep-
ción estructural y semántica; no así con la sintáct`ca.
(3) Si una no se sitúa en una concepción particufar de las expuestas
y las ve como productos metateóricos que se múeven en planos distin-
tos -al menos en algunos puntos- es posible considerar estas con-
cepciones compatibles y, en algunos puntos, complementarias.
La propuesta de reconstrucción axiomática (formal o informal) de
las teorías ha significado el desarrollo del aspecto lógico de la filoso-
fía de la ciencia. Esta función no es estéril (y en esto difiero de Giere)
pero reconozco que no es el único aspecto de la metaciencia (y en esto
difiero de la concepción sintáctica) ni tampoco es el aspecto más im-
portante (como parece que defiende la concepción estructural). La im-
portancia del aspecto formal de la filosofía de la ciencia depende del
valor metateórico que en aquel momento queramos primar. Por ejem-
plo, desde un punto de vista estético, creo que la formalización a par-
tir de estructuras axiomáticas (a lo Carnap) de una determinada teo-
ria tendría mayor valor que otra que no se dejara aprehender por tal
estructura formal. En cambio, desde un punto de vista explicativo, no
necesariamente una estructura axiomática puede ser criterio suficien-
te (ni siquiera el más importante) para que dicha teoría esté bien si-
tuada en una supuesta jerarquización de teorias.
La otra cuestión es la referente a la ontologia metateórica. A ex-
cepción de la concepción sintáctica -que mantiene un criterio rigido
para las entidades teóricas. llámense 0 no teorías- las otras concep-
208 1N†RoDucc1oN A LA Eiuosortx DE LA c1ENc|›.

ciones creo que estarían dispuestas a aceptar, o bien distintos tipos de


teorías, o bien distintas entidades teóricas.

6. EL INCREMENTO DE LAS ENTIDADES TEÓRICAS

Una vez rota la unidad de las entidades teóricas, admitida la com-


plejidad del dominio y, por tanto, la diversidad en las respuestas a los
problemas de los mismos, vamos a ver algunos tipos de propuestas
a dichos problemas.
La información que tengamos sobre el dominio en cuestión es lo
que podríamos llamar cuerpo teórico y está constituido por el con-
junto de teorías, reglas, leyes y, en general, por todo el conjunto de
conocimiento sistematizado que se tiene sobre un campo acotado de
fenómenos (Estany, l990:l49). Este cuerpo teórico puede tener dife-
rentes tipos de estructuras, entre los que vamos a destacar los siguientes:

a) Estructura de conjunto compacto. Esta estnictura se da cuan-


do hay unas leyes que son el núcleo del cuerpo teórico y que rigen para
todo su campo o dominio. Estas leyes son las que deciden, en último
término, si una hipótesis sobre un fenómeno determinado pertenece
o no al campo teórico en cuestión. Cualquier ampliación del campo
de aplicación se realiza en función de si dichas leyes se cumplen o no
en el nuevo campo. Este tipo de estructura es el que mejor encajaría
con las teorías axiomatizadas.
b) Estrucluna de dominio ordenado. Se da este tipo de estruc-
tura cuando se puede establecer una regla que permita ordenar los ele-
mentos del campo de conocimiento. Este es el tipo de estructura que
Shapere (Shapere, en Hacking, l969:587-588) atribuye a la tabla pe-
riódica de los elementos quimicos.
Si el tipo de estructura de un campo de investigación es un domi-
nio ordenado, entonces podemos decir que la respuesta a los proble-
mas del campo no coincide con lo que normalmente se denomina «teo-
rías››. Ni tampoco el hecho de que la ordenación permita a veces hacer
predicciones convierte en teorías estos dominios ordenados.
c) Estructura de concepto explicativo preferente. Este tipo de
estructura se da cuando un dominio posee un elemento en su ontolo-
gia de primer orden que interviene en la explicación (entiéndase expli-
cación en sentido amplio) de todos los fenómenos a los que se aplica
LAs 'rEoRl».s c1EN'ru=icAs 209

el cuerpo teórico. La química del flogisto es un ejemplo de este tipo


de estructura: el flogisto era el elemento que aglutinaba todas las ex-
plicaciones de los fenómenos químicos en la época de Stahl. El con-
cepto de yo sigue siendo considerado por muchos psicoanalistas como
una instancia central de la personalidad y como el eje sobre el cual
se estructuran los cambios que tienen lugar, tanto en el curso del desa-
rrollo como en el proceso terapéutico. En la teoría marxista sobre la
explicación histórica, la lucha de clases constituye el motor del proce-
so histórico y el punto de partida para explicar los conflictos sociales.
d) Los modelos. El concepto de modelo es ampliamente utili-
zado por los cientificos para responder a las pregun s del dominio,
sin embargo, dada su complejidad y la variedad de entidos vamos a
tratarlos aparte y, así, estudiarlos con detalle y ofundidad.

Las estructuras aquí presentadas que incrementan las entidades me-


tateóricas de la O2 no pretenden ser exhaustivas; tampoco son, en prín-
cipio, exclusivas, es decir, se puede dar un dominio ordenado en el que
el principio de ordenación sea precisamente el elemento explicativo pre-
ferente. En el caso de la teoría del flogisto, tenemos una clasificación
de las substancias en función de la cantidad de flogisto que poseían.
También puede ocurrir que, si consideramos la totalidad de la infor-
mación de un dominio, encontremos estructuras diversas. Por ejem-
plo, si tomamos la química de Lavoisier como un dominio, encontra-
mos las tres estructuras antes indicadas, a saber: una estructura de
conjunto compacto plasmada en su teoría de la combustión en la que
enuncia «los fenómenos constantes de los que la naturaleza no escapa
jamás››; un dominio ordenado en la tabla de elementos químicos; y
una estructura de concepto explicativo preferente en el sentido de que
el oxígeno es el elemento que unifica el sistema de Lavoisier y el punto
de partida de su obra teórica.
Ya hemos indicado que estas estructums del cuerpo teórico no pre-
tenden ser exhaustivas, sin embargo, puede pensarse que hay ausen-
cias evidentes y signiñcativas. Nos referimos a los paradigmas (Kuhn),
los programas de investigación (Lakatos) y las tradiciones de investi-
gación (Laudan). La ausencia es significativa y tiene motivos justifi-
cados. Estas categorías metaconceptuales constituyen respuestas a pro-
blemas del dominio, pero son mucho más que esto. Los paradigmas,
los programas de investigación y las tradiciones de investigación son
las categorías con las que aprehendemos cada una de las secuencias

I4.-t-srmcv
210 |NrnoDuccroN A LA F1Dosor=IA DE LA c1ENcrA

que forman el desarrollo de una disciplina. Son las «fotos fijas» de


la «pelicula›› de una ciencia. En cada una de estas secuencias el cuer-
po teórico es sólo un elemento al que hay que añadir la forma de cómo
se construye este cuerpo teórico (metodología), las entidades a par-
tir de las que se elabora (ontologia), la estructura del lenguaje con
que lo representamos (lógica), los utensilios con los que se trabaja (ins-
trumentos) y los valores epistemológicos que guían la investigación
(criterios de evaluación) (Estany, 1990). Cuando nos referimos a las
teorizaciones, como respuestas a problemas del dominio, sólo tene-
mos en cuenta la respuesta, no el cómo ni con qué hemos llegado a
la respuesta.
De todas estas estructuras, vamos a detenernos, en los apartados
siguientes, en los dominios ordenados y en los modelos. En los domi-
nios ordenados, ya que tienen la estructura lógica de las tipologías y
éstas desempeñan un papel clave en las respuestas a problemas del do-
minio cuando la información que poseemos de éste no está suficiente-
mente sistematizada como para reconstruirla en una estructura axio-
matizada. En los modelos, porque su importancia y complejidad nos
obligan a un tratamiento detallado para su clarificación.

7. LAs 1'1PoLooíAs5

La utilización de tipologías es una práctica habitual en el campo


de las ciencias sociales, aunque también es ampliamente utilizada en
todas las ciencias, especialmente en aquellas cuyo nivel de madurez
o la naturaleza del dominio estudiado no permiten la formulación de
leyes y teorías en sentido fuerte.
Dentro de la metodología tipológica de las cc.ss. podemos citar a
M. Weber, H. Becker y J. McKinney como autores representativos de
esta metodología. La tipología constructivista como procedimiento me-
todológico empieza con Weber, sigue con Becker y continúa con
McKinney. Estos autores desarrollan este procedimiento metodológi-
co para aplicarlo a las cc.ss_. y, especialmente, a la sociología.

5. Este apartado sobre tipologías constituye la primera parte de una ponencia so-
bre el papel de las tipologías en la explicación de la dinámica científica, presentada en
el simposio sobre Carnap (Madrid, noviembre de 1991).
LAs †EoktAs ciEN'rtE1cAs 211

I .l. El tipo ideal de Weber

M. Weber caracteriza el tipo ideal, en primer lugar, negativamen-


rc, diciendo que no es una hipótesis aunquellprienta para la formación
de hipótesis, no es una exposición de la realidad pero proporciona me-
dios para representarla, no es un promedio e todas las unidades que
«caen›› dentro del tipo ideal, sino una abs/êcción de todas ellas. Por
urnto -sigue Weber- «el tipo ideal es una utopía que plantea a la
labor historiográfica la tarea de comprobar, en cada caso singular, en
qué medida la realidad se acerca 0 se aleja de ese cuadro ideal» (We-
her, l982:80). Hay que señalar que el sentido que Weber da a «ideal»
cs el sentido lógico, no el sentido de «deber ser», de «ejemplaridad››
o de «ideales›› éticos, políticos, etc. Para Weber un «tipo ideal» es «algo
por entero indiferente a cualquier juicio valorativo. y nada tiene que
ver con una “perfección” que no sea la puramente lógica» (Weber,
l982:88).
Weber define el «tipo ideal» en los términos siguientes:

Constituye este un cuadro conceptual que no es la realidad históri-


ca, al menos no la «verdadera››, y que mucho menos está destinado a
servir como esquema bajo el cual debiera subsumirse la realidad como
espécimen, sino que, en cambio, tiene el significado de un concepto lí-
mite puramente ideal, respecto del cual la realidad es medida y compa-
rada a fin de esclarecer determinados elementos significativos de su con-
tenido empírico (Weber, 1982182).

Weber da a los tipos ideales un valor fundamentalmente heurísti-


co, considerando la metodologia tipológica propia de las ciencias jó-
venes y especialmente apta para disciplinas históricas que se hallan en
un estado de eterna juventud (Weber, l982:93). Para Weber la meto-
dología tipológica es sólo una etapa que se ha de superar con la ma-
durez de una disciplina.

7.2. Valoración epistemológico del tipo ideal

Respecto al rango epistemológico de los tipos ideales de Weber, J.


Watkins (Watkins, 1952) califica este tipo ideal de Weber de «tipos idea-
les holísticos›› pero -según Watkins- esta es una primera versión de
212 INTRODUCCION A LA F1|.osoFlA Dra LA c|ENc1›.

tipo ideal, cuando Weber aún no creía que las cc.ss. debían imitar a
las ciencias naturales. Sin embargo, Weber, en su obra póstuma Wirt-
schaft und Gesellschaft (1922), aboga por tipos ideales que tengan po-
der explicativo, construidos analizando la forma de las disposiciones
típicas y socialmente signiñcativas para luego demostrar cómo, en va-
rias situaciones típicas, este análisis nos lleva a ciertos principios de
conducta social (Weber, 194415-18). Esto lleva a Watkins a proponer
el principio metodológico que reza: «El científico social puede conti-
nuar buscando una explicación del fenómeno social hasta que lo ha
reducido a términos psicológicos» (Watkins, l952). Hay que señalar
que la idea de Watkins de reducir los fenómenos sociales a términos
psicológicos se debe a que Watkins considera que lo significativo en
una conducta social es el aspecto psicológico. No vamos a discutir aquí
qué es lo que da significación a los fenómenos sociales, lo que nos
interesa es la idea de que para construir un tipo hay que hacerlo des-
pués de haber analizado los elementos significativos de un fenómeno.
El recurrir o no a elementos significativos para la construcción de ti-
pos es el criterio que introduce Watkins para distinguir entre tipos in-
dividualistas y tipos holísticos según tengan 0 no en cuenta, respecti-
vamente, las unidades de significación.

7.3. La tipología constructivista de H. Becker y J. McKinney

La tipología constructivista de Becker y McKinney enlaza con la


idea del último Weber, en el sentido de dotar a la metodología tipoló-
gica de poder explicativo y no sólo heurístico. McKinney continuó la
labor de Becker, completando la llamada «tipología constructivista»
como modelo genérico de tipificación que comprende todos los pro-
cedimientos tipológicos especiales.
"lante Becker como McKinney parten de la idea de que las cc.ss.
no deben contentarse con coleccionar datos sino que deben hacer ge-
neralizaciones. Por tanto -argumenta Becker-, si la historia es una
ciencia social, su objetivo no puede ser mera representación del pasa-
do ya que esto convertiría al historiador en un especialista en idiogra-
fía, es decir, en la descripción de lo único (Becker, 1940241). «Como
sociólogos, construimos lo general y desde esta construcción hacemos
predicciones, tanto prospectivas como retrospectivas›› (Becker, 1940146).
La ciencia busca uniformidades y esto -dice McKinney- «impone
/
Las 'reoní/ts cnaN†Ii=ic/ts 213

la eliminación analítica de lo único y la construcción de un orden con-


ceptual de las cosas en donde se expongan los aspectos repetitivos e
interrelacionados›› (McKinney, l968:l3). En el marco de esta concep-
ción de las cc.ss. surge la tipología constructivista propugnada por Bec-
ker y McKinney.
Veamos los principales rasgos de los tipos construidos -según Bec-
ker. El tipo no se encuentra en la naturaleza externa sino en la mente
del investigador. El tipo es un instrumento con el que trabaja el inves-
tigador. Es una construcción, por tanto, nunca corresponde «exacta-
|nente›› a una instancia empírica real. Becker advierte que no hay que
confundir «tipo» con «hi pótesis››. Otra cuestión es que se pueden for-
mular hipótesis a partir de un tipo construido. Los tipos deben cons-
truirse a partir de los hechos para luego volver a ellos si no queremos
que la especulación vacía reemplace a la generalización fundamenta-
da. Respecto a la metodología tipológica aplicada a la historia dice
Becker: «... los datos sacados de la historia pueden ser utilizados para
pergeñar casos culturales cruciales de sociedades y bloques culturales
“a la Toynbee" ...›› (Becker, 1940252). Becker advierte también del ca-
rácter condicional de las predicciones basadas en tipos construidos,
es decir, las predicciones no son una forma de profecías, a saber: «el
día tal del mes de tal del año tal» sino «si sucede tal y tal entonces,
probablemente, ocurrirá tal y tal».
McKinney enuncia los presupuestos de la metodología tipológica
en los términos siguientes:

La construcción de tipos, como enfoque metodológico, no está cir-


cunserita a ninguna ciencia en particular; es un procedimiento aplica-
ble a cualquier ciencia
El tipo construido es un medio para reducir las dìversidades y las
complejidades de los fenómenos a un nivel general y coherente
Una función científica del tipo constniido es ordenar los datos con-
cretos de manera que éstos puedan describirse en términos que los ha-
gan comparables, a Fin de que la experiencia obtenida en un caso, a
pesar de su unicidad, se pueda emplear para revelar con cierto grado
de probabilidad lo que se puede esperar en otros casos De aquí que
el tipo sea un artificio heurístico construido principalmente para com-
parar y predecir más que para describir
La predicción sobre la base del tipo construido puede ser retrospec-
tiva o anticipada. De aquí que el encuadre del tipo se pueda buscar tanto
entre los datos históricos como entre los de la escena contemporánea
o futura (McKinney, 1968116-17).
214 1N'rnoDucc|óN A LA FiuosoF1A DE LA c|ENc1A

McKinney recoge la definición de Weber, agregando los siguientes


límites negativos:

1. El tipo construido no es un universo homogéneo según se en-


tiende comúnmente dicho concepto.
2. El tipo construido no se refiere necesariamente a la forma más
común de un fenómeno, sino en general a la forma más significativa-
mente representativa.
3. El tipo construido no es un estereotipo, en cuanto el estereoti-
po carece con frecuencia de un referente empírico y constituye una exa-
geración afectiva impremeditada que no es empiricamente útil porque
le faltan criterios explícitos que la hagan comparable a casos concretos
(McKinney, 1968227).

Al examinar diferentes tipologías vemos que podemos establecer


tipos de tipologías, para lo cual -según McKinney- las variables más
importantes que intervienen en esta diversificación de tipologías son:

l) la relación entre tipo y la experiencia perceptual; 2) el grado de


abstracción involucrado en los tipos; 3) el propósito del tipo; 4) el ám-
bito temporal del tipo; 5) el ámbito espacial del tipo, y 6) la función
que se requiere del tipo (McKinney, 1968133).

Estas variables actúan como variables polares dando lugar a un


continuo, con un nombre a cada uno de los polos de continuo. Tene-
mos entonces las siguientes variables polares: «l) ideal-extraído; 2)
general-específico; 3) científico-histórico; 4) atemporal-temporal; 5)
universal-local; 6) generalizador-individualizante» (McKinney, 1968233).
La variable polar 1) indica la mera posibilidad objetiva vs. la cons-
trucción conforme a datos empíricos; la 2) indica la simplificación de
los atributos empíricos vs. las características perfectamente detalladas;
la 3) indica los tipos «relativamente›› atemporales y universales vs. los
tipos limitados en el espacio y en el tiempo; la 4) y la S) pueden consi-
derarse como manifestaciones de la 3); y la 6) es el resultado de las
variables 3), 4) y 5). Es decir, el tipo generalizador sería aquel en el
que predomina el polo científico (atemporal o universal) y el tipo in-
dividualizante es aquel en el que predomina el polo histórico (tempo-
ral o local).
L/ts 'rlaoiztlts c1EN†íF1cAs 215

7.4. Valoración epistemológico de la tipologúz constructivista

Respecto al rango epistemológico de la tipología constructivista,


llempel (Hempel, 1979) hace algunas consideraciones pertinentes en
relación a los problemas taxonómicos de la psiquiatría y de las cc.ss.
Hempel sitúa la taxonomía en el marco del estudio de las funcio-
nes básicas de los conceptos científicos, entre los cuales se encuentran
los conceptos clasificatorios. Como requisitos de los conceptos cientí-
l`icos, Hempel propone dos: la descripción, por el método que sea (en
este sentido el programa operacionalista puede funcionar como un mé-
todo de descripción) y el contenido sistemático, entendiendo por ello
la capacidad de predicción y explicación. ¿Cómo se traduce el conte-
nido sistemático en los conceptos clasificatorios? Debido a que es di-
fícil encontrar casos puros, los criterios de adecuación de este género
no pueden efectuar una división del universo del discurso en A y no-A
sino un ordenamiento (casi lineal) del universo. De este modo se reem-
plazan los esquemas clasificatorios por «espacios›› de referencia de va-
rias «dimensiones››. Se pasa, por tanto, de los conceptos y métodos
clasificatorios a los conceptos y procedimientos ordenadores, tanto de
tipo cuantitativo como del no-cuantitativo (Hempel, l979:l57).
Hempel distingue entre «tipos clasificatorios», «tipos extremos»
y «tipos ideales», analizando el rango lógico de cada uno de ellos. En
el caso de los tipos clasificatorios, su lógica es la bien conocida lógica
de la clasificación. Respecto a los tipos extremos, es evidente que no
pueden construirse como tipos de clase: los casos individuales no pue-
den subordin:-1rse'a los tipos extremos como instancias, sino que sólo
pueden clasificarse como dichos tipos en la medida en que se aproxi-
men a ellos. Por ejemplo si T es un tipo extremo, no puede decirse
que «a›› sea T o no-T, sino que «a›› es «más o menos» T. El paso si-
giiente es caracterizar el «más o menos», lo cual no puede hacerse
con criterios de forma numérica sino «puramente comparativa». Por
tanto, la lógica de los tipos extremos o puros es la lógica del ordena-
miento delas relaciones. Hempel llama a estos tipos «tipos ordenado-
res» (Hempel, 19791162).
En cuanto a los tipos ideales, Hempel los caracteriza como los que
pueden englobarse en una teoría más general. Hempel cita sólo a We-
ber y a Becker y dice que Becker es el que más ha aportado en el cam-
po de las tipologías. En este punto creo que lo más interesante que
se ha de señalar es que Hempel intenta dar mayor coherencia y po-
216 1N'rRoDucc|oN A LA FiLosoFIA DE LA ct|zNciA

tencia explicativa a estos tipos de lo que pretenden Weber o Becker.


Esto lo hace conectándolos a modelos teóricos. Hempel detecta una
cierta contradicción entre decir que los tipos ideales se proponen pro-
veer explicaciones y, al mismo tiempo, insistir en que los tipos ideales
no pretenden ser hipótesis verificables con la evidencia empírica (Hem-
pel. 19792165). Respecto a la propuesta y crítica de Hempel hay que
señalar que, si bien parece acertado incorporar el sistema tipológico,
como caso especial, dentro de una teoria más global, no puede decir-
se lo mismo respecto a la crítica en cuanto a la verificación del siste-
ma tipológico. Respecto a lo primero, a pesar de que Hempel tiene
razón, el problema es que, en muchos casos, las disciplinas en las que
se construyen tipologías no poseen teorías globales. Respecto al se-
gundo punto, el hecho de que los tres autores (Weber, Becker y McKin-
ney) consideren que los tipos no son hipótesis, no por ello niegan la
verificación empírica del sistema tipológico, ya que, como hemos vis-
to, Becker dice claramente que los tipos no son hipótesis pero que se
pueden formular hipótesis a partir de los tipos construidos.
Comparando la tipología de tipologías de Hempel con la de Becker-
McKinney podemos decir que los tipos extremos de Hempel equiva-
len a la introducción de variables polares de McKinney, aunque éste
no hace la distinción de Hempel entre extremos e ideales según estén
o no englobados en un modelo teórico más general.

8. EL PAPEL DE LOS MODELOS EN EL CAMPO DE LAS ENTIDADES TEÓRICAS

La palabra «modeIo›› es utilizada tanto por científicos como filó-


sofos. Como tantos otros términos utilizados en la literatura científi-
ca y filosófica no son originales de dichos campos sino que son toma-
dos del lenguaje ordinario y redefinidos de acuerdo al nuevo contexto
en el que son utilizados. Este es el caso de la palabra «modelo›› que
tiene diversos usos en el lenguaje natural y que, al ser recuperada por
los científicos, adquiere una definición específica y sin equívocos. En
general, la elección de una palabra del lenguaje ordinario para su uti-
lización en la ciencia o en la filosofía no es del todo arbitraria sino
que guarda cierta semejanza con dicho uso. También en este caso, los
diversos sentidos de modelo en el campo científico responden a dis-
tintos usos en el lenguaje natural.
Vamos a distinguir dos sentidos de modelo en el lenguaje natural
LAs †eoRlAs ci|zN'rtrrcAs 217

no sólo distintos sino contrapuestos. En el primero por «modelo›› se


entiende, por ejemplo, modelo de un pintor, de un fotógrafo, de un
sastre, etc. La afirmación «X es un modelo de Y» significa que:

X es lo representado e Y es la representación.
fotografiado fotografía
pintado pintura
imitado imitación

Este es el sentido extraído del lenguaje natural que Mosterín presenta


como el que corresponde al sentido en la teoría de modelos (Moste-
rín, 1984). A este sentido vamos a llamarle «modl››.

Modl (modelo) í modelado

En el segundo «modelo›› se utiliza, precisamente, en sentido inver-


so del precedente. Por ejemplo, se habla de un mapa, de una maque-
ta, de un coche de miniatura como modelos. La afirmación «X es un
modelo de l/S› significa que:

X es la representación e Y es lo representado
esquema esquematizado
imitación imitado
pintura pintado

Este es el sentido que Ferrater Mora (Ferrater Mora, 1971) recoge


del lenguaje natural para incorporarlo al discurso científico. A este
sentido vamos a llamarle «mod2››.

Mod2 (modelo) í modelado

Como se ve se da una inversión del sentido de ambos usos. No es


de extrañar pues que su extrapolación al discurso cientifico y filosófi-
co pueda originar, por lo menos, interpretaciones diversas e incluso
malentendidos si no se explicita de antemano su sentido.
218 1N'rRor›ucc|oN A LA FiLoso|=tA DE LA ci|zNciA

8.1. El sentido de modelo como modl en el discurso cientifico

La utilización de modelo en sentido de modl en la ciencia viene


determinada por el significado que tiene en la teoría de modelos de
la lógica.° De forma sencilla podemos decir que un modelo es una in-
terpretación de un cálculo, que consiste en la representación de todos
los signos del cálculo dentro de un universo determinado de entida-
des, sometida a precisiones muy cuidadosas que permiten ver, al fi-
nal, todas las expresiones del cálculo transformadas en proposiciones
referentes a esa estructura de entidades establecida. En consecuencia,
si tal interpretación transforma los axiomas y los teoremas del cálculo
en proposiciones verdaderas relativas a su estructura, se dice que es
un modelo de este cálculo (Agazzi, 19862229).
Si tomamos modelo como sistema en el que se cumple lo que dice
la teoría, entonces lo primero que nos planteamos es la relación entre
teoria y modelo. El estudio de esta relación está muy desarrollada en
la matemática a través de la teoría de modelos antes aludida. Dice
Mosterin:

Una teoría cualquiera determina la clase de sus modelos. Y un sis-


tema cualquiera determina unívocamente la clase de todas las teorías
de las que él es un modelo. Así podemos partir de una teoría y buscarle
modelos, o partir de un modelo (de un sistema) y buscarle teorías. Y
podemos obtener información sobre las teorías estudiando sus mode-
los, y sobre los sistemas estudiando sus teorías. Respecto a todos estos
y otros muchos aspectos delas relaciones entre teorías y modelo, la teoría
de modelos ofrece métodos precisos y resultados abundantes a los que
evidentemente no quisiéramos renunciar (Mosterin, 19841153).

Algunos filósòfos de la ciencia no sólo aplican el concepto de modl


en matemáticas sino que lo extrapolan a las ciencias empíricas utili-
zan el concepto de modelo en el sentido de modl. Este sentido de mo-
delo ha sido conceptualizado diversamente según los autores: «una pro-
yección de una teoría de tal forma que una teoría puede tener distintas
proyecciones posibles todas ellas isomorfas entre sí» (Wartofsky, 1981);
«los modelos de una teoría son los correlatos formales de los trozos
de realidad que la teoría explica» (Moulines, l982:78); «hay una co-

6. Puede ayudar el ejemplo de cálculo de A. Deaño (Deaño, 1978131-35).


LAs 'reoRlAs c||zN'ríi=1cAs 219

rrespondencia uno-a-uno entre diferentes interpretaciones de la mis-


ma teoría formal, que llamaremos analogía formal» (Hesse, l966:68);
«un modelo de una teoría puede ser definido como una realización
posible en la cual todas las sentencias válidas de una teoría son satis-
fechas y una realización posible de una teoría es una entidad de la co-
rrespondiente estructura de la teoría de conjuntos» (Suppes, «Models
of data››:252). Todas estas caracterizaciones de modelo apuntan en la
misma dirección, hay diferentes matices y diferencias en cuanto a lo
que se entiende por reconstrucción formal de las teoriasl pero en to-
das ellas el modelo es lo representado. En conclusión, X es un modl
de Y lo entendemos como que X es una proyección, una interpreta-
ción, una analogía formal o una aplicación de la teoría Y.
Respecto a este sentido de modelo, algunos autores -como Mos-
terín y Suppes- consideran que es la única utilización posible de mo-
delo. Sin embargo, se ha de aceptar el hecho de que los usos de mode-
lo en textos científicos son distintos y que no todos encajan con el
sentido de la teoría de modelos, o sea un modl. Las respuesta de los
autores precedentes suele ser: decir que se equivocan; darles otro nom-
bre; reducirlos al único uso que consideran plausible.

8.2. El sentido de modelo como mod2 en el discurso cientr'/ïco

El sentido de modelo como mod2 no es utilizado ni en el campo


de la matemática ni en el de la metamatemática a no ser como sinóni-
mo de «teoría››, es decir, cuando el matemático habla de mod2 mate-
mático lo hace en el sentido de teoría matemática.
Al utilizar el sentido de mod2 en las ciencias empíricas, hay que
distinguir varios tipos. Algunos son fácilmente caracterizables, pero
otros exigen un sofisticado nivel de conceptualización si queremos lo-
grar una definición mínimamente rigurosa.

Modelos a escala (mod2E)

A los modelos a escala se les denomina tambien modelos mecáni-


cos. Decimos que X es un mod2E de Y si X e Ycomparten la misma

7. Véanse los primeros apartados de este capítulo en los que se exponen las dife-
rentes concepciones de las teorias científicas.
220 mrnoouccrou A LA r=|uosoFí›. DE LA cnzucm

estructura. M. Black los define como el conjunto de todos los simula-


cros de objetos materiales, tanto reales como imaginarios, que con-
serven las proporciones relativas (Black, 1962).
Ejemplos de mod2E son las maquetas, los planos, los coches de
miniatura y las reproducciones de órganos humanos que los departa-
mentos de anatomía utilizan con fines didácticos.

Modelos analógicos (mod2A)

El objetivo fundamental de los modelos analógicos es explicar un


campo desconocido recurriendo a uno conocido. A veces también ejer-
cen una función didáctica pero, a diferencia de los mod2E, los mod2A
requieren mayor semejanza, no sólo entre la estructura de la represen-
tación y de lo representado, sino también entre los elementos de am-
bas estructuras y su dinámica.
La historia de la ciencia suministra abundantes ejemplos del papel
de los modelos analógicos en el desarrollo científico. E. Rutherford
y N. Bohr tomaron el sistema solar como mod2A para explicar el áto-
mo, diciendo que la estructura del átomo es análoga a la estructura
del sistema solar. Ch. Huygens elaboró su teoría ondulatoria de la luz
con ayuda de sugerencias derivadas de la concepción, ya familiar en
su época, del sonido como fenómeno ondulatorio y J. Black se basó
en su concepción del calor como fluido para sus descubrimientos ex-
perimentales. Freud se inspiró en la física dinámica para su teoría psi-
coanalítica. Algunos demógrafos actuales toman como modelo la ley
de la gravedad de Newton para explicar los movimientos migratorios.
Los modelos analógicos recurren a sistemas mecánicos, más 0 menos
complejos, para dar cuenta de fenómenos eléctricos, magnéticos y óp-
ticos, o bien (como en el caso del átomo) extrapolan lo que ocurre en
los sistemas macroscópicos a los sistemas microscópicos, o bien to-
man campos científicos muy desarrollados como guía para campos
menos desarrollados (caso del psicoanálisis y de la demog1afía).'
¿Qué ocurre en este caso de los mod2A con los autores que sólo

8. Estos últimos casos de modelos analógicos pueden considerarse como procesos


reduccionistas, de los que la historia de la ciencia tantos ejemplos puede proporcionar.
Sobre todo se da en las ciencias prepamdigmáticas que recurren a las que ofrecen pam-
digmas potentes desde el punto de vista explicativo para llevar a cabo su proceso siste-
matizador.
L/ts r|aont›.s c|eN'rí|=|c›.s 221
admiten una sola clase de modelos, a saber: los modl? Mosterin con-
nidera que la frase «X es mod2A de Y» significa X sirve de modelo
u Y. Por ejemplo, Mosterín diria que «el sistema solar sirvió de mode-
lo a Rutherford y Bohr para explicar el átomo». Generalizando, la idea
dc Mosterin es la siguiente:

Podemos decir que el sistema A sirve de modelo del sistema B al


científico h si y sólo si (l)A es más simple o resulta más conocido para
h que B, (2) a partir de A, h desarrolla la teoría Tde la que A es un
modelo y (3) B es también un modelo de T (Mosterin, l984:lS6).

Podemos reformular la propuesta precedente de Mosterin con la


formulación aquí propuesta en los términos siguientes: el sistema A
cs un mod2A del sistema B, y a partir de A construimos la teoria T
de la que el sistema A y el sistema B son modl de 71
Una cuestión importante es el valor epistemológico de los mode-
los analógicos. Nadie discute el valor heurístico de dichos modelos.
La analogía entre el sistema solar y el átomo fue fructífera para poste-
riores investigaciones del átomo y, en general, podemos decir que los
mod2A realizan un papel importante en la investigación científica, en
especial en la creación y desarrollo de las nuevas teorías. El punto dis-
cutible es si también desempeñan un papel en la justificación de las
teorías. Giere y Black sostienen que no pueden justificarse hipótesis
sobre el sistema modelado a partir de datos del sistema modelo. Si
«X es un mod2A de Y», no puedo justificar hipótesis referentes a Y
a partir de las hipótesis correspondientes de X. Una consecuencia de
esta situación es que tampoco puedo extrapolar las predicciones he-
chas a partir del sistema X al sistema Y, por tanto, los modelos analó-
gicos tampoco tendrían poder predictivo. Nagel y Hempel parecen apo-
yar esta idea. Refiriéndose a la función de los modelos dice Nagel:

Los ejemplos de esta función de los modelos casi no tienen límite,


pero las pocas ilustraciones citadas bastan para mostrar que, aún des-
pués de que las diversas ideas de una teoría han sido formuladas con
ayuda de un modelo, éste continúa rindiendo importantes servicios tanto
en la extensión como en la aplicación de la teoría (Nagel, l978:ll4).

Hempel señala la función heurística de los mod2A:


222 mrnoouccion A LA r=1uoso|=íA DE LA clE.NciA

bo más importante aún es que las analogías o modelos bien elegi-


dos pueden resultar útiles «en el contexto del descubrimiento», esto es,
pueden brindar una guía heurística efectiva en la búsqueda de nuevos
principios explicativos (Hempel, 1966144).

La idea de estos autores es que los mod2A intervienen como preám-


bulo en la formulación de teorías y, una vez dichas teorías están justi-
ficadas por otras vías, los modelos pueden sugerir lineas nuevas de
desarrollo y de expansión de las teorías que han modelado.
Los ejemplos presentados en lineas anteriores encajan con la idea
de dar a los mod2A un valor eminentemente heurístico, sin embargo
hay otros muchos ejemplos que, aun teniendo las caracteristicas de los
analógicos, permiten hacer predicciones. Consideremos los ejemplos
siguientes:

l) A partir de un modelo a escala de la estructura de doble hélice


ADN, Watson y Crick dedujeron cómo deberían ser ciertas relaciones
entre moléculas, etc., y cómo aparecerian éstas en las fotografias con
rayos X, calculando, incluso, ciertos valores que luego fueron contras-
tados positivamente al fotografiar ADN real.
2) Probar un medicamento para, pongamos por caso, la lucha
contra el sida en un chimpancé -consideraciones éticas aparte- tam-
bién parece un caso de modelo analógico con capacidades predicti-
vas: tomamos al mono como un sistema vivo que guarda suficientes
semblanzas y analogías con el ser humano; después le aplicamos el
medicamento y predecimos que lo que observamos en el chimpancé
será bastante parecido a lo que ocurriría en el ser humano si le sumi-
nistrásemos el medicamento.
3) Las simulaciones por ordenador en determinados casos tam-
bién pueden ser consideradas modelos analógicos. Estos modelos sur-
gen en situaciones en las que no sabemos cuál es el modelo matemáti-
co detrás de un fenómeno y entonces lo que hacemos es simular en
el ordenador los procesos que componen el fenómeno que hay que es-
tudiar y dejamos que evolucione para ver que sucedería. Por ejemplo,
podríamos estar interesados en saber la evolución de la población de
una determinada planta en un campo de trigo. Si conocemos las ecua-
ciones que rigen tal evolución, el proceso se limita a un simple cálcu-
lo. Si no las conocemos puede resultar útil simular el desarrollo de
cada planta por separado, introduciendo los datos experimentales como
LAs 'r|zontAs cuaNrtHcAs 223
altura máxima, tiempo de crecimiento, dispersión de las semillas, tem-
peratura del lugar, etc., y luego esperar a ver qué sucede para después
predecir lo que sucedería en un campo real. Este proceso será casi siem-
pre un híbrido entre un modelo matemático y uno analógico.

El estudio de M. B. Hesse (Hesse, 1966) nos proporciona estructu-


ras metaconceptuales para este tipo de mod2A. Hesse distingue entre
analogía positiva, analogía negativa y analogía neutra. Tomemos el
ejemplo de una colección de bolas de billar en movimiento como
mod2A” del movimiento de las moléculas de un gas. Hesse llama ana-
logía negativa del mod2A a las propiedades que sabemos que pertene-
cen a las bolas de billar pero no a las moléculas; HIIHIOBÍB POSÍIÍVB dfil
mod2A a las propiedades compartidas por las bolas de billar y las mo-
léculas; y analogía neutra del mod2A a las propiedades que aún no
sabemos si pertenecen a la analogía positiva o negativa. En función
de estas tres partes del mod2A, Hesse distingue dos tipos de modelos:
uno al que llama modelol (para nosotros mod2Al) estaría formado
sólo por la analogía positiva y neutra y es «la copia (imperfecta) me-
nos la analogía negativa conocida», es decir, copia imperfecta; otro
es el modelo2 (para nosotros mod2A2) que incluye las tr€S GIIGIOBÍHS
del modelo (positiva, negativa y neutra).
En el sentido que hasta este momento hemos considerado el mod2A
sería el mod2A2, es decir, aquel cuya relación entre modelo y modela-
do está circunscrita no sólo a las similitudes sino también a las dife-
rencias y este sería el que tiene poder heurístico. En cambio, lo que
Hesse llama modelol (nuestro mod2Al) sería el que tiene poder justi-
ficativo y predictivo, ya que en este tipo de analogía no hay nada que
no sea compartido. Esto significa que cuando Giere y Black hablan
de modelos analógicos se refieren a los mod2A2. En realidad Hesse
impone una serie de restricciones para que los modelos puedan ser pre-
dictivos y explicativos. Esto nos hace pensar que quizás las diferencias
entre Hesse, por un lado, y Giere y Black, por otro, sobre los modelos
analógicos no sean tan grandes como parecer! 2 Primera V¡SÍfl› T0d0
parece indicar que Hesse incluye en el concepto de analogía diversos
tipos de modelos, y en concreto, los modelos que cumplen ¡215 C0l`ld¡>
ciones para ser predictivos y explicativos. Sin embargo, este tipo de

9. Hesse no le llama mod2, pero lo que ella llama «analogía››, en nuestra termino-
logia es mod2A.
224 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

modelos (es decir, los mod2A que son predictivos y explicativos) co-
rresponden a lo que otros autores -como Black y Giere- califican
de modelos teóricos, tema del apartado siguiente.

Modelos teóricos (mod2T)

La caracterización de los modelos teóricos exige un mayor grado


de sofisticación conceptual. La razón fundamental está en que su de-
finición depende, en gran parte, de la concepción que se tenga de las
teorías científicas.
La primera cuestión está en si es fructífero desde el punto de vista
epistemológico diferenciar entre teoria y modelo teórico. En este pun-
to hay diversidad de opiniones, mientras unos (Mosterin, Suppes,
Braithwaite entre otros) consideran que los mod2T equivalen concep-
tualmente a teoría, otros (Giere y Black, entre ellos) ven diferencias
pertinentes entre mod2T y teoría. Hempel sostiene una postura ecléc-
tica respecto a esta discusión, considerando que «el uso del término
“modelo teórico" en lugar de “teoría” quizás pretende indicar que
los sistemas aludidos tienen limitaciones claras, en particular cuando
se los compara con teorías físicas avanzadas» (Hempel, l966:446). Es-
tas primeras consideraciones hacen pensar que los autores que no ven
diferencias substanciales entre mod2T y teorías están pensando en cam-
pos de investigación muy desarrollados y que, en cambio (según Hem-
pel), la distinción podría ser útil en ciencias inmaduras o preparadig-
máticas.
Vamos a ver cómo los cientificos de diversas disciplinas utilizan
el término «modelo›› que no sea en los sentidos antes diseñados (a es-
cala y a.nalógicos).'° A veces se utiliza modelo para significar «el con-
junto de suposiciones cuantitativas de la teoría» (Doob, 1960:27). Este
uso de modelo -según Suppes- confunde modelo con la teoría del
modelo. En el sentido de Doob el modelo es una entidad lingüística,
en cambio en el sentido de Suppes un modelo es una entidad no-
lingüistica en la que la teoría es satisfecha.
Otro uso de modelo es considerarlo como «una clase de modelos
en el sentido del lógico». Este sentido es el utilizado por los econome-

l0. Voy a tener en cuenta los ejemplos que Suppes (l988: capítulo Vll) presenta
como usos de modelo y que él reduce a lo que considera el único sentido riguroso de
modelo.
LAs 11aonlAs cieN1'|`i=icAs 225
uistas, los cuales denominan estructura a lo que los lógicos llaman
modelo. En resumen:

econometrirtas lógicos
modelo teoría
estructura modelo

Otro sentido de modelo es considerarlo como «teoría más cuanti-


lutivista y exacta que la teoría original que está establecida en térmi-
nos más generales y amplios». Esta utilización es muy común en las
ciencias sociales y del comportamiento. En estas ciencias -según Si-
mon (Simon, 1957)- la construcción del modelo supone un estadio
más en la explicación. Suppes dice que aquí también hay una confu-
sión: «en el lenguaje de los lógicos sería más apropiado decir que ellos
llos científicos sociales] están interesados en construir una teoría cuan-
titativa para equiparar las ideas intuitivas de la teoría original» (Sup-
pes, 19ss=116).
Cuando Hempel habla de modelos teóricos se refiere al uso que
tienen con fines explicativos, por ejemplo, en la psicología y en la eco-
nomía encontramos modelos matemáticos del aprendizaje, modelos
teóricos de cambios de actitud y conducta conflictual o modelos para
fenómenos sociales, politicos y económicos. «Un modelo teórico de
este tipo tiene el carácter de una teoría con un ámbito de aplicación
más o menos limitado» (Hempel, 19791437).
Es en el sentido de Hempel que podemos encajar los ejemplos de
modelos realizados por científicos de diversas disciplinas y presenta-
dos por Holland, Holyoak, Nisbert y Thagard en Inductíort' Proces-
ses of lnfemnce, Learning and Discovery. En esta obra se utiliza «mo-
delo›› en el sentido de modelo matemático que pretende mostrar cómo
realizamos los procesos de inducción. El modelo muestra los procesos
a partir de los cuales aprendemos y hasta ideamos nuevas reglas que
luego nuestro sistema cognitivo utilizará para desenvolvemos por el
mundo. El modelo lo que hace es procesar las reglas del sistema cog-
nitivo, activando en cada caso las necesarias para la resolución de
un problema. Algunas de tipo sincrónico especifican la inclusión de un
concepto en una categoría, otras de tipo diacrónico indican la evolu-
ción de un sistema y la interacción entre sus partes. Este modelo debe-
rá ser capaz de realizar predicciones del entorno incluso con informa-
ción incompleta y así mismo debe ser capaz de modificar las reglas
226 1N'ritor›uccióN A LA i=n_osoi=lA mz LA c1aNciA

poco precisas o erróneas por nuevas reglas más ajustadas a la realidad.


Habría que mencionar aquí que Holland et al. son poco escrupulosos
a la hora de utilizar el concepto de modelo. A veces se refieren al mo-
delo matemático (implementable en principio en un ordenador) que
simularía el proceso de aprendizaje de un ser humano, y otras se refie-
ren directamente al proceso cognitivo realizado por el ser humano por
el que son aplicadas y modificadas las reglas del sistema.
Por lo que hace referencia a la descripción matemática del siste-
ma, el modelo está contemplado como un Q-morflsmo. Se trata de
un modelo cercano al homomorfismo que permite ciertas excepciones
y situaciones en las que el paralelismo entre el mundo real y las reglas
y conceptos del sistema cognitivo no es completo. El entorno está re-
presentado como un conjunto de estados determinados y una función
de transición que indica cómo cambia un estado a lo largo del tiempo.
La función de transición va indicando cuál es el estado del entorno
en un momento dado, desplazándose en intervalos discretos de tiem-
po t, t + l, t + 2, etc. Finalmente, el proceso de aprendizaje y de in-
ducción, a través del cual creamos y/o aprendemos nuevas reglas, ha
de verse como la construcción de un modelo progresivamente mejor
y más fiable, refmando progresivamente un Q-morlìsmo para acercarlo
lo más posible a un homomorfismo.
A partir de todo lo expuesto sobre modelos teóricos, podemos ha-
cer las siguientes consideraciones a modo de conclusión:

a) La distinción entre teoría y modelo teórico tiene sentido y no


debe considerarse como una violación del principio nominalista de
aumentar las entidades conceptuales sin necesidad.
b) Sin rechazar el aspecto normativo de la filosofía de la ciencia,
tampoco puede hacerse caso omiso de todos los sentidos de modelo
que los científicos ponen en práctica y decir que todos sufren confu-
sión conceptual. La función del filósofo de la ciencia es precisamente
la de esclarecer conceptualmente el trabajo teórico de los primeros.
c) El concepto de modelo teórico propuesto por la concepción
semántica de las teorías científicas es muy fructífero y puede encajar
con bastante fiabilidad con el uso que muchos científicos hacen del
término.
d) Si los no partidarios de la distinción entre teoría y mod2T pre-
fieren una clasificación de teorías, entonces posiblemente las diferen-
cias entre los dos grupos de filósofos se debilitarían.
LAs 'rEo¡dAs ciENríF|cAs 227

e) Por último, si el filósofo de la ciencia no renuncia a su fun-


ción normativa, hay una norma clara referente a la utilización del tér-
mino «modelo››, a saber: no utilizarla nunca sin antes delimitar en qué
xcntjdo se utiliza. Este apartado sobre modelos pretende, precisamen-
te, ser una contribución a la claridad conceptual que tan difícil parece
cn esta temática.
7. LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA

I. LA EXPLICACIÓN CIENTIFICA COMO ALFA Y OMEGA DEL ANÁLISIS DE


LA CIENCIA

La referencia a la explicación científica es imprescindible desde el


principio hasta el final de toda reflexión sobre la ciencia. Cuando bus-
camos los orígenes de la ciencia recurrimos a la necesidad del Homo
sapiens de comprender lo que ocurre a su alrededor. El estado de mayor
angustia de los humanos es precisamente la incomprensión de su expe-
riencia inmediata. Este temor a lo desconocido llevó a nuestros antepa-
sados a buscar formas de explicación de acuerdo con el conocimiento
que tenían de las cosas. El pensamiento mitopoético, que dio lugar
a las explicaciones antropomórficas y animistas, puede entenderse como
una reconstrucción de la experiencia en la que se plasma la creativi-
dad de la imaginación humana y la libre inventiva estética de nuestra
mente, pero también desempeña el papel de una explicación, es decir,
una manera de comprender y dar cuenta de lo que, de otro modo, se-
guiría siendo oscuro, amenazador e ingobernable (Wartofsky, 1981270).
Podemos decir, pues, que la explicación científica forma parte de los
objetivos fundamentales que empujaron a los humanos a hacer ciencia.
Actualmente nuestro conocimiento del entorno es incomparable-
mente mayor que el de nuestros antepasados con sus reconstrucciones
mitopoéticas de la experiencia, sin embargo la comprensión del entor-
no sigue siendo el objetivo fundamental de la ciencia, ya que segui-
mos ignorando más cosas de las que sabemos. La cuestión está en cómo
gestionar la ignorancia'

l. Debo esta idea a Toni Domenech, idea surgida en el curso de una conversación
filosófica.
LA cxi=LicAcióN c1|zN'ríF1cA 229

La referencia a la explicación científica surge también al final de


un análisis de la ciencia, no sólo por la persistencia como objetivo del
quehacer científico, sino porque en la explicación científica se ponen
cn marcha todos los productos científicos, a saber: conceptos, leyes,
teorías, modelos y tipologías, en una palabra, todo el conocimiento
acumulado por una disciplina en un momento determinado. La idea
de considerar la explicación científica como subyacente a todo queha-
cer científico da sentido al orden de exposición de los temas, dejando
la explicación científica para cerrar esta introducción a la filosofía de
la ciencia. Por tanto, la explicación científica constituye el alfa, por
lo que se refiere a los objetivos de la ciencia, y el omega, en :manto
a conceptualización que integra y pone en juego todas las demás con-
ceptualizaciones.
¿Cómo abordar la explicación cientifica? A la hora de caracterizar
la explicación científica podemos hacerlo desde varias perspectivas:
cn función de su estructura (argumento deductivo o inductivo, pre-
gunta y respuesta, un par ordenado, etc.); en función del tipo de enun-
ciados que intervienen en la explicación (enunciados probabilísticos
0 no-probabilísticos); en función de las distintas ciencias particulares
(cc. físicas, cc. biológicas, cc. sociales); en función de criterios cogni-
tivos para obtener la mejor explicación (unificación, simplicidad, com-
prensión, etc.). No vamos a tomar uno de los enfoques antes men-
cionados de forma unilateral, fundamentalmente porque cualquiera
de ellos está relacionado con los otros, sino que vamos a presentar
las principales aportaciones en el tema de la explicación científica,
entre las cuales se encuentran opciones que pertenecen a diferentes en-
foques.
Hay que señalar, sin embargo, que las diversas opciones que va-
mos a presentar a continuación se mueven en planos distintos. Hem-
pel y Salmon analizan la estructura lógica de la explicación científica.
Kitcher, por su parte, introduce criterios para valorar el poder explica-
tivo delas teorías. Elster plantea cómo abordar la intencionalidad cuan-
do queremos explicar las acciones humanas. Van Fraassen representa
el enfoque pragmático de la explicación científica, mientras que Achins-
tein especifica todos los elementos que concurren en una explicación,
de tal forma que en su modelo de explicación se encuentran cuestio-
nes que tienen que ver tanto con la estructura lógica como con los cri-
terios de evaluación del poder explicativo. Por tanto, no hay que ver
las concepciones sobre la explicación científica como alternativas ex-
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

clusivas, sino como análisis de las cuestiones que surgen en torno a


la explicación científica.

2. EL Moouo nranucrrvo De ExPLicAcróN cusNru=1cA

El modelo deductivo de explicación científica tiene la estructura


de un razonamiento deductivo. Para hacernos una idea de lo que en-
tendemos por razonamiento deductivo pensemos en un cálculo de la
lógica de primer orden. Desde Aristóteles el modelo deductivo ha go-
zado de amplia aceptación entre los científicos y se ha considerado
como la explicación ideal y la más genuina de la ciencia.
Vamos a presentar este modelo de explicación científica a través
de la explicación nomológica-deductiva de Hempel-Oppenheim (Hem-
pel, 1979: cap. 10), que es considerada como el paradigma de explica-
ción científica de la Concepción Heredada. Este tipo de explicación
interpreta la pregunta «¿por qué sucede este fenómeno'!›› como «¿de
acuerdo con qué leyes generales y condiciones antecedentes se produ-
ce dicho fenómeno?››.
La explicación científica está compuesta de dos elementos princi-
pales: explanandum y explanans. El explanandum es la oración que
describe el fenómeno. El explanans se refiere a la clase de aquellas ora-
ciones que se aducen para dilucidar el fenómeno. En el explanans hay
dos clases de oraciones: una, contiene ciertas oraciones C., C2, ..., C,
que formulan condiciones antecedentes específicas; otra, es un con-
junto de oraciones L,, L2, ..., L, que representan leyes generales. Es-
tos elementos pueden resumirse en el siguiente esquema:

C,, C2, ..., C, Enunciados de


condiciones
antecedentes
EXPLANANS
Deducción L., L2, ..., L, Leyes generales
lógica E
Descripción
del fenómeno
empírico que EXPLANANDUM
se explica
LA Ex|>L1cAc1óN ci|aN'rl1=rcA 231

Como sostén de este esquema Hempel especifica las condiciones


que debe cumplir una explicación cientifica:

Condiciones lógicas de adecuación:


(Rl) El explanandum debe ser una consecuencia lógica del expla-
nans, dicho en otras palabras, el primero debe ser lógicamente dedu-
cible de la información contenida en el explanans, porque de lo con-
trario este último no podria constituir una base adecuada para el
explanandum.
(R2) El explanans debe contener leyes generales exigidas realmen-
te para la derivación del explanandum. Sin embargo, no consideramos
necesario para una explicación firme que el explanans deba contener
por lo menos un enunciado que no sea una ley, puesto que, para men-
cionar sólo una razón, seguramente desearíamos considerar como ex-
plicación la deducción de las regularidades generales que gobiernan el
movimiento de las estrellas dobles a partir de las leyes de la mecánica
celeste, aun cuando todos los enunciados del explanans sean leyes ge-
nerales.
(R3) El explanans debe tener contenido empírico; es decir, que por
lo menos en principio sea posible comprobarse mediante el experimen-
to o la observación. Esta condición está implícita en (RI), pues, desde
que se supone que el explanandum describe cierto fenómeno empírico.
se puede concluir a partir de (Rl) que el explanans entraña por lo me-
nos una consecuencia de índole empírica, y este hecho le otorga la con-
dición de ser verificable y de tener contenido empírico. Pero el punto
merece una mención especial porque ciertos argumentos que se ofre-
cen como explicaciones en las ciencias naturales y sociales violan esta
exigencia.
Condición empírica de adecuación:
(R4) Las oraciones que constituyen el explanans han de ser verda-
deras. Es obvio que en una explicación correcta los enunciados que cons-
tituyen el explanans deben satisfacer cierta condición de corrección fác-
tica. Pero parecería más adecuado estipular que el explanans ha de ser
confirmado en alto grado por todos los elementos relevantes disponi-
bles, antes que deba considerarse verdadero. No obstante, esta estipu-
lación conduce a consecuencias embarazosas. Supóngase que en una
etapa primitiva de la ciencia un determinado fenómeno fuera explica-
do mediante un explanans verificado con las pruebas de que se dispo-
nía en ese momento, pero que descubrimientos empíricos más recientes
lo hubieran negado. En este caso, deberíamos decir que originariamen-
te la explicación fue correcta, pero que dejó de serlo cuando se descu-
brieron elementos de prueba desfavorables. Esto no parece concordar
232 mrkooucclóu A LA F|uoso|=l›. DE LA c|ENc1A

con el saludable uso común, que nos lleva a decir que basada en los
elementos limitados de prueba iniciales, la verdad del explanans -y,
por ende, la solidez de la explicación- había sido bastante probable,
pero que la mayor evidencia ahora disponible hizo muy probable que
el explananx no fuera verdadero; de ahi que la explicación no era, ni
habia sido nunca, correcta (Hempel: 19792249-250),

Teniendo en cuenta estas condiciones de adecuación podemos ha-


cer algunas consideraciones generales referentes a la relación de la ex-
plicación nomológica-deductiva con cuestiones afines a la explicación
cientifica:

a) Según este modelo de explicación la diferencia entre explica-


ción y predicción es de carácter pragmático. Esta idea es lo que a ve-
ces se llama «tesis de la identidad estructural (o de la simetría) de la
explicación y de la predicción» que afirma que la explicación de un
hecho no es enteramente adecuada a menos que su explanans, consi-
derado a tiempo, hubiera podido fundamentar el pronóstico del he-
cho que analiza,
b) La explicación de un fenómeno se realiza por medio de la sub-
sunción deductiva a leyes o principios teóricos. De ahi la gran impor-
tancia que las leyes tienen en este modelo de explicación cientifica.
c) En cuanto a la relación entre modelo nomológico-deductivo
y explicación causal, Hempel hace las siguientes afirmaciones: «la ex-
plicación causal se ajusta al modelo nomológico-deductivo», «la
explicación causal es al menos implicitamente deductivo-nomológica»,
«los mejores ejemplos de explicaciones que se ajustan al modelo N-D
se basan en teorias fisicas de carácter determinista» y «no siempre las
explicaciones N-D son causales». De estas afirmaciones podemos con-
cluir que no pueden identificarse las explicaciones causales y las
nomológicas-deductivas; que puede haber explicaciones que no sean
causales pero que se ajusten a la estructura lógica deductiva. Lo que
no parece estar en la mente de Hempel es la posibilidad de explicacio-
nes causales que no se ajusten al modelo N-D. Esta última idea cerra-
ria el paso a la posibilidad de leyes estadísticas causales o, más especí-
ficamente, de que la causalidad pudiera darse con lo que él llama
«modelo inductivo-estadlstico››.
LA |axP|.icAc1oN ciemrricx 233

EJEMPLIFICACIÓN DE EXPLICACIONES CON EL MODELO DEDUCTIVO

Fisica
Explanandum: El cohete se elevó unos 800 metros y después
volvió a caer en la tierra.
Explanans' En primer lugar tendríamos unas condiciones ini-
ciales que serían la posición del cohete, su peso, la cantidad de
combustible y la forma en que se realizará la combustión. Asi-
mismo tendríamos una serie de leyes sobre las que aplicar las
condiciones iniciales. Por un lado, tendríamos toda una serie de
leyes de la química que nos permitirían calcular la energía libe-
rada por la combustión del hidrógeno y oxígeno líquidos, por
otro, tendríamos algunas de las principales leyes de Newton: la
de acción-reacción que nos permitiría calcular la velocidad ini-
cial del cohete, la segunda ley del movimiento que nos permiti-
ría calcular su velocidad y aceleración en cada momento y la
de la gravitación universal que nos permitiría saber la influen-
cia de la gravedad terrestre a la hora de frenar el cohete. Una
vez combinadas las condiciones iniciales y las leyes indicadas ten-
dríamos la explicación de la caída del cohete.

Química
Explanundum: El xenón es un gas inerte que no se combina
casi nunca con otros elementos para formar moléculas.
Explanans: Por un lado, tendríamos unas condiciones ini-
ciales que podríamos reducir, en principio, al hecho de que el
xenón tiene 8 electrones en su orbital más externo; por otro lado,
tendríamos las leyes de la química y de la física cuántica que
nos dicen que para realizar un enlace químico es necesario ce-
der/aceptar o compartir electrones para así tener orbitales en un
estado de máxima estabilidad (con todos los electrones que pue-
dan caber, de forma que los números cuánticos de cada uno de
ellos no sean todos idénticos). Sin embargo, el xenón tiene su
capa orbital totalmente llena, con ocho electrones y por ello no
puede realizar enlaces químicos.
INTRODUCCIÓN A LA FILDSOFÍA DE LA CIENCIA

Lingüística
Explamzndum: La asignación al pronombre «ella›› de la re-
ferencia «Maria›› en la frase «ella no sabe que María lo sabía»
es asintáctica.
Explanans: Las condiciones iniciales serían las posiciones de
las palabras «ella›› y «Marian en la frase que se ha de analizar.
Asimismo, para demostrar la asintacticidad de la interpretación
deberíamos recurrir a una serie de reglas y principios lingüísti-
cos (que bien podemos considerar leyes) que nos lo muestran.
La ley principal que se sigue es la que dice que un pronombre
no puede tener como referencia una frase nominal si esta frase
nominal «c-gobierna» al pronombre. Por «c-gobierna» se entien-
de la relación entre dos elementos X e Yde una frase tales que,
en un diagrama arbóreo m, ni X domina Yni Ya X (X domina
a Y si X es la raíz de un subárbol del cual pende Y) y además
el primer nudo ramifìcado que domina a X, también domina a X

3. LA mrnonuccióu mz euuucutnos Pnonxnnísricos en


Lxs Exericxciomzs cnam-iricxs

Muchas disciplinas científicas no tienen el modelo deductivo' como


patrón para sus explicaciones. Esto quiere decir que su explanans no
implica necesariamente su explanandum, sino que sólo lo hace proba-
ble. Las explicaciones probabilísticas son las que incorporan en el ex-
planans leyes estadísticas, entendiendo por éstas enunciados que alìr-
man que la probabilidad de que suceda un evento E, dada una situación
S está entre el intervalo 0 y 1. Abreviando: p(E,S) = r. Por ejemplo,
la probabilidad de que salga cara (E) al echar una moneda al aire (S)
es de 0.5 (r). Abreviando: p(E,S) = 0.5.

3.1. Los modelos estadísticos (deductivo-estadístico e inductivo-es


tadístico) de Hempel

Hempel (Hempel, 1979) distingue dos tipos de explicaciones esta-


dísticas: Las deductivo-estadisticas (D-E) y las inductivo-estadisticas
(l-E). Caracteriza las D-E del siguiente modo:
LA Exrucxclou cnaN'rli=1c›. 235

La D-E suponen la deducción de un enunciado con la forma de una


ley estadistim a partir de un explanans que contiene indispensablemente
por lo menos una ley o principio teórico de forma estadistica, Se reali-
za la deducción por medio de la teoría matemática de la probabilidad
estadística, que permite calcular ciertas probabilidades derivadas (las
aludidas en el explunandum) sobre la base de otras probabilidades
(las aludidas en el explanans) halladas empiricamente o afirmadas hi-
potéticamente. Lo que explica una explicación D-E, pues, es siempre
una uniformidad general expresada por una presente ley de forma esta-
dística (Hempel, 1979375).

En estas explicaciones, el paso del explanans al explanundum se


fundamenta en la teoría matemática de la probabilidad estadística.
Las explicaciones l-E son las explicaciones estadísticas de sucesos
particulares. Hempel pone el ejemplo siguiente: se trata de explicar
la recuperación (R) de Irene Casas (j), que sufrió una grave infección
por estreptococos (E) y fue tratada con altas dosis de penicilina (P).
Sabemos que la recuperación en estos casos tiene una probabilidad es-
tadística p(R, E.P) que se acerca a 1, por consiguiente, era práctica-
mente seguro que se recuperaria. Esquematizando tenemos lo siguiente:

p(R, E.P) se acerca a 1


Ej . Pj
================== (Haçg muy pfgbabk)

Ri
Dice Hempel a raíz de las explicaciones I-E:

Las explicaciones de hechos o sucesos particulares por medio de


leyes estadístico-probabilísticas se presentan como razonamientos que
son inductivos o probabilísticos en el sentido de que el explanans con-
fiere al explanandum un grado más o menos alto de apoyo inductivo
o de probabilidad lógica (inductiva); por ello, serán llamadas «expli-
caciones I-E››. Las explicaciones en las cuales las leyes estadísticas in-
vocadas son de forma básica, seran llamadas «explicaciones l-E de for-
ma básica» (Hempel, 19792379).
Hempel considera que un razonamiento de este tipo sería explica-
tivo si la probabilidad (r) asociada a la explicación se acerca a l, es
decir, si la probabilidad es alta. Sin embargo, como Hempel mismo
reconoce, no deja de tener cierta arbitrariedad la asignación de un nú-
236 n~rrRoDucc1oN A LA F1uoso|=íA DE LA cu2NciA

mero particular, por ejemplo 0.8, como valor mínimo de la probabili-


dad (r) admisible en una explicación.

3.2. Modelo de pertinencia estadistica (PE) de Salmon'

W. Salmon (Salmon, 1971) aporta una alternativa al modelo


inductivo-estadístico de Hempel y constituye una importante aporta-
ción a la explicación científica. Veamos, en primer lugar, algunas di-
ferencias importantes respecto al modelo de explicación estadística de
Hempel. Salmon sostiene que las explicaciones estadísticas no necesi-
tan ser consideradas como argumentos inductivos, ni tampoco es ne-
cesaria una probabilidad alta para una explicación estadística correc-
ta, dos supuestos fundamentales en la propuesta de Hempel.
Salmon sustituye el requisito (desideratum) de alta probabilidad
por el de pertinencia estadistica. Se entiende que un factor a es esta-
dísticamente pertinente para que ocurra un evento e si la probabilidad
de que suceda e es distinta en presencia o ausencia de a. Por ejemplo,
queremos explicar la curación del resfriado común recurriendo a la
generalización siguiente: «La vitamina C cura el resfriado común».
Hempel preguntaría cuál es la probabilidad de curar un resfriado si
uno toma vitamina C, en cambio a Salmon lo que le interesa es cuál
es la diferencia entre la probabilidad de curar un resfriado tomando
vitamina C y la probabilidad de curarse sin tomarla.
Para argumentar a favor de su propuesta, Salmon presenta algunos
contraejemplos al modelo de Hempel, ya que son casos en que se cum-
plen todos los requisitos exigidos por Hempel pero que no pueden con-
siderarse una explicación. Veamos los siguientes contraejemplos:

Si se administra vitamina C, casi todos los resfríados se curan.


Teresa está resfriada y toma vitamin/à C.
_ . /
Es casi seguro que Teresa estara curada en una semana.

Este argumento es correcto, pero la ingestión de vitamina C no ex-


plica la curación del resfriado porque todos los resfríados se resuelven
en una semana.

2. Aqui habría que citar también a R. Jeffrey y J. Greeno, asociados a este modelo
de explicación.
LA i:xPL|cAcroN cnaN'rI|=1cA 237

Cuando hay un eclipse, si se hace mucho ruido la luna reaparece.


Hubo un eclipse en China y la gente salió a la calle con sartenes
y cacerolas para hacer ruido.
La luna reapareció después del eclipse.

También en este caso se sabe que cuando hay un eclipse la luna


siempre reaparece.
Hempel responde, en este punto, apelando al requisito de máxima
especificidad, constricción que pretende paliar la ambigüedad expli-
cativa de una predicción probabilística, entendiendo por tal toda la
información que podamos obtener referida al fenómeno en cuestión.”
Para comprender el modelo de Salmon en toda su amplitud es ne-
cesario aclarar varios conceptos, algunos de los cuales se refieren a
cuestiones generales relacionadas con la teoría dela probabilidad, mien-
tras que otros hacen referencia directa a su modelo de explicación!
Aquí nos vamos a centrar en los que están ligados directamente a su
modelo.
En cuanto a los conceptos relacionados con la probabilidad, hay
una cuestión previa que consiste en revisar algunas de las interpreta-
ciones del concepto de probabilidad. De las distintas interpretaciones
de la probabilidad, Salmon dice que la aplicación de la teoría mate-
mática de la probabilidad a cuestiones empíricas se efectúa por la in-
terpretación frecuencial de la probabilidad estadística, para la cual
«p(G,F) = r›› enuncia la frecuencia relativa a largo plazo con la que
un experimento de azar de algún tipo especificado E realizado por
el hombre o por la naturaleza, tiende a dar un resultado de tipo G.
Veamos algunos elementos que nos ayudarán a una mejor com-
prensión del modelo explicativo de Salmon:

a) Probabilidad anterior y probabilidad posterior (o posfactual).


El concepto de probabilidad anterior, que no debe entenderse como
a priori sino anterior respecto a alguna información particular o in-
vestigación. Por ejemplo, en el caso de la explicación de la curación
del resfriado gracias a la vitamina C, la probabilidad anterior se re-

3. Es lo que Carnap llama «requisito de los elementos de juicios totales».


4. Los conceptos relacionados con la teoria de la probabilidad han sido introduei-
dos en el capitulo 4, en relación a las hipótesis científicas.
238 1rrrRoDucc1oN A LA F|uosoFlA DE LA c|ENc1A

ñere a la probabilidad de curarse un resfriado antes de ingerir la vita-


mina C. La probabilidad posterior (0 posƒactual) es la probabilidad
de estar resfriado después de haberse tomado la vitamina C.
b) Clase de referencia. La atribución de una probabilidad a un
acontecimiento específico se realim, en primer lugar, colocando el even-
to en cuestión en una clase, llamada clase de referencia, de eventos simi-
lares en la que nuestro elemento pueda figurar como elemento típico, y
en segundo lugar, se determina la frecuencia relativa del acontecimiento
tipo en la clase de referencia. Por ejemplo, para saber si nuestro veci-
no celebrará su septuagésimo aniversario, lo colocamos en la clase de
referencia de los españoles contemporáneos, de costumbres ordena-
das, de 48 años de edad, con hijos ya casados, etc., investigando el
porcentaje de elementos de la clase que han alcanzado los 70 años.
En la expresión «p(B,A) = r››, A es la clase de referencia y B el atributo.
c) Parlición estadísticamente pertinente. Una partición de una
clase es un conjunto de subclases mutuamente exclusivas y exhausti-
vas. La partición de una clase hay que hacerla estadísticamente perti-
nente (EP), entendiendo por EP lo siguiente: si dividimos la clase A
en dos subclases, la que tiene la propiedad C y la que no la tiene, C
es EP si y sólo si p(B, A.C) qe p(B, A). Al hacer una partición reduci-
mos la clase de referencia, cosa deseable siempre que las particiones
sean EP y que la clase de referencia contenga todas las instancias que
queremos examinar. Dice Salmon al respecto:

La «pertinencia estadistica» es una noción esencial. Es deseable re-


ducir la clase de referencia de forma estadísticamente pertinente, pero
no si esta reducción tiene que hacerse de forma no pertinente. Cuando
nosotros elegimos una clase de referencia en la cual incluimos un caso
singular, nos tenemos que preguntar si podemos subdividirla de forma
estadísticamente pertinente. Si es asi, tenemos que elegir la subclase mas
pequeña que resulta de la subdivisión; si no se conoce otra forma de
dividir estadísticamente pertinente, debemqs evitar continuar hacien-
do la clase de referencia más pequeña (Salmon, 1971142).

d) Selección de lugar. R. von Mises (Von Mises, l957:25) intro-


duce el concepto de selección de lugar, definido en los términos si-
guientes: por selección de lugar entendemos la selección de una se-
cuencia parcial de forma tal que decidimos si un elemento debería 0
no ser incluido en esta selección sin hacer uso del atributo 0 del ele-
LA Ex|>LrcAcróN c|ENrt|=1cA 239

mento. En el ejemplo anterior en que teníamos una clase de referencia


de hombres españoles, una selección de lugar podría ser los hombres
españoles que tienen los ojos azules o los que viven en ciudades de
más de 100.000 habitantes, pero no seria una selección de lugar los
españoles que han cumplido los 70 años ya que en este caso no se pue-
de determinar la selección sin recurrir al atributo. La selección de lu-
gar puede (o no) ser EP respecto a un atributo de una clase de referen-
cia dada. Si una selección de lugar no es EP respecto a un atributo
de una clase de referencia dada, la probabilidad de este atributo den-
tro de la subclase determinada por la selección de lugar es igual a la
probabilidad de este atributo en la clase de referencia total de la que
hemos partido.
e) Clase de referencia homogénea. A partir de la selección de
lugar podemos definir la clase de referencia homogénea. Si ninguna
de las propiedades determinadas por la selección de lugar es pertinen-
te para el atributo dado B dentro de la clase de referencia A, podemos
decir que A es una clase de referencia homogénea para B. Salmon dis-
tingue dos tipos de no homogeneidad: epistémica y práctica. Es epis-
témica cuando sabemos o sospechamos que la clase de referencia no
es homogénea pero sabemos cómo hacer una partición EP. Es prácti-
ca cuando sabemos que la clase de referencia no es homogénea y sa-
bemos qué atributos afectarían una partición EP, pero sería demasia-
do costoso averiguar qué elementos pertenecen a cada una de las
subclases de la partición. V
f) Regla de desplazamiento. El concepto central del modelo de
explicación estadística de Salmon es el de desplazar (screen-off) y su
regla correspondiente, a saber, la regla de desplazamiento (screening-
offrule). Para facilitar la comprensión vamos a desarrollarlos a partir
de un ejemplo puesto por el propio Salmon. Supongamos que en el
barómetro de mi casa se indica una bajada repentina de presión, en-
tonces podemos predecir, con bastante credibilidad, una tomtenta. Pero
la lectura que podamos hacer del barómetro sólo es un indicador, no
la causa, de la tormenta y, por tanto, no explica la tormenta. La causa
de las tormentas es una situación atmosférica determinada como las
bajas presiones que se dan en una amplia región de la atmósfera. Su-
pongamos las siguientes clases:
A = La clase de los dias en la región donde mi casa está situada
(clase de referencia).
B = La clase de los días en que hay tormenta (atributo).
240 1N'rkooucc1óN A LA Fnosoi=lA DE LA c1eNc1A

C = La clase de los días en que hay una bajada repentina en el


barómetro de mi casa (partición 1).
D = La clase de los días en que hay una bajada de presión atmos-
férica en el área donde está localizada mi casa (partición 2).
Decimos que D desplaza a C desde el punto de vista de B en lu
clase de referencia A si y sólo si:

p(B, A.C.D) = p(B, A.D) ak p(B, A.C)

Hay que tener en cuenta que del hecho de que D desplaza a C no


puede inferirse que C desplaza a D, ya que la relación «desplazar a»
no es simétrica.
Ahora tenemos todos los conceptos necesarios para enunciar la re-
gla de desplazamiento: «cuando una propiedad, en cuyos términos se
ha efectuado una partición EP de una clase de referencia, desplaza
a otra propiedad, en cuyos términos se ha efectuado otra partición EP
de aquella misma clase de referencia, entonces la propiedad desplaza-
da tiene que ceder ante la propiedad que la desplaza» (Salmon,
1971155). Volviendo a nuestro ejemplo, esto significa que la propiedad
de bajar el barómetro ha quedado desplazada por la propiedad de las
bajas presiones a la hora de explicar por qué hubo tormenta.
g) Regla dela homogeneidad múltiple. A veces no podemos ha-
cer una partición de la clase de referencia A en dos subclases homogé-
neas, en este caso aplicamos la regla de homogeneidad múltiple, que
consiste en una partición de A en K subclases C,,, cada una comple-
tamente homogénea y tales que:

p(B, A.C¡) ak p(B, A.C¡) para i ¢ j

La homogeneidad múltiple expresa la condición fundamental para


una explicación adecuada de eventos particulares y servirá para una
caracterización general de explicación deductiva e inductiva. Dice Sal-
mon al respecto:

En este punto es crucial señalar que el énfasis de la presente pro-


puesta de explicación esta en alcanzar una partición pertinente de una
clase de referencia no homogénea, convirtiéndola en subclases homo-
géneas. Según esta concepción, una explicación no es un argumento que
intenta convencer; por el contrario, es un intento de juntar los factores
que son pertinentes para que ocurra el evento (Salmon, 1971165).
LA nxi›i.rcAc1oN cnaN'rli=1cA 241

Vemos que para Salmon lo más importante no es que la probabili-


ilnd de la generalización estadística del explanans sea alta, ni siquiera
es un requisito indispensable que la probabilidad posterior sea mayor
que la probabilidad anterior, lo fundamentales encontrar factores que
scan pertinentes estadísticamente para el evento que tratamos de ex-
|›Iicar.
Ahora tenemos todos los elementos para exponer la naturaleza de
lu explicación estadistica según Salmon. Una explicación es la respuesta
ti una pregunta que tiene la forma siguiente: ¿por qué x que es un miem-
bro de A tiene la propiedad B? La respuesta a esta pregunta consiste
cn una partición de la clase de referencia A en subclases homogéneas
respecto a B y en especificar cuál de estas subclases contiene el evento
que queremos explicar. Formalmente, Salmon lo expresa del modo si-
guiente:

P(B› A-Ci) = Pl
P(B. A-C2) = Pz

p(B, A-Ci) = Pt
donde
A.C,, A.C,, ..., A.C,, es una partición homogénea de A respecto
a B.
Siendo pi = p, sólo si i = j
y x G A.C,,
Comparando su propuesta con la de Hempel, dice Salmon:

Como Hempel, veo una explicación como una entidad lingüística,


es decir, como un conjunto de enunciados, pero a diferencia de él, no
la veo como un argumento. Desde mi punto de vista, una explicación
es un conjunto de enunciados probabilísticos, cualificados por ciertos
provisos, más un enunciado especificando la clase donde pertenece el
explanandum (Salmon, l97l:77).

Como conclusión podemos decir que Salmon considera que este


no es el único modelo legítimo de explicación, que las generalizacio-
nes estadísticas y universales deben ser legales, que este modelo de-
pende, fundamentalmente, de dos conceptos, a saber: pertinencia es-
tadistica y la relación de «desplazar a», y finalmente, que aunque este
242 ¡N'rRoDucc|0N A LA Fn.›osoFíA DE LA CIENCIA

modelo ha sido presentado en términos de la interpretación frecuen


cial de la probabilidad, dicho modelo no constituye un argumento para
reforzar la aceptabilidad de la interpretación frecuencial de la proba-
bilidad.

EJEM1>r.u=1c.\clóN DE ExPLIcAc|oNEs Pon Er. MODELO


rnonumísnco

Deductivo-estadísticas

Tèorfa de la computación
Explanandum: El próximo signo que presentará un autóma-
ta generador de una gramática a*e será una «a›› con una proba-
bilidad del 50 por 100.
Explanans: Supongamos que en un ordenador tenemos si-
mulado un autómata no determinista generador de la gramática
a'e. A la hora de calcular las transiciones matemáticas el orde-
nador utiliza un sistema X generador de números casi aleato-
rios. Estas serían las primeras condiciones iniciales (el tipo de
gramática y el sistema generador de aleatoriedad).
Seguidamente tendríamos la otra condición inicial de que el
autómata hasta ahora ha escrito «aa››. Ahora tan sólo tenemos
que aplicar la teoría de la matemática estadística al sistema ge-
nerador de aleatorìedad más las leyes generales que rigen la ge-
neración de gramáticas para hallar que, efectivamente, la pro-
babilidad sería del 50 %.

Tëorúz de juegos
Explanandum: En principio, el juego de la ruleta es desfavo-
rable para el jugador y favorable para la banca.
Explanans: Las condiciones iniciales serían la cantidad de nú-
meros que hay en la ruleta, la forma en que se pueden hacer
apuestas, lo que se paga por cada apuesta, etc., y después, una
vez aplicadas las leyes generales dela estadística se deduciría fá-
cilmente el explanandum indicado.
LA Exi>LicAcióN ciEN1'Ii=icA 243

lnductivo-estadísticas

Física
Explanandum: Es muy probable que la bomba nuclear que
se acaba de activar explote antes de los 40 segundos.
Explanans: Lo que tendriamos aquí sería una explicación a
p arti r d e probabilidades condicionadas apoyándolas en una se-
rie de leyes de la física nuclear más una especificación de las ca-
racterísticas g en e r a l es de la bomba (sus condiciones
' ' iniciales):
` ' `
cuánto plutonio hay, cómo está distribuido , qué ti p o de exp 1 osi-
'
vos de compresión se utilizarán, etc. Una vez realizados los cál-
culos resulta que, efectivamente, es muy probable que la bomba
explote.

Biología
Explanandum: Es muy poco probable que el hijo que va a
tener el matrimonio Casas-Forcadell sea hemofílico
Explanans.- Por un lado, tendriamos
' unas condiciones ini-
ciales tales como que la hemofilia es un rasgo recesivo, que el
pa d re es h emofílico y, por tanto, es transmisor seguro del gen
de la hemofilia a su hijo y, por otro, que en la familia de la ma-
d . _
re nunca se han dado casos de hemofilia, por lo cual es real-
mente muy poco probable que la madre sea portadora del gen
A u, 1. , . _
q i, ap icando las leyes de Mendel es facilmente deducible que
es muy poco probable que el hijo del matrimonio Casas-Forcadell
padezca hemofilia.

Pertinencia estadística

Psicología
Explanandum: Existe un gen causante de la esquizofrenia.
Explanans: Deberiamos mostrar que existe una pertinencia
estadística entre el hecho de compartir determinados genes y pa-
d ecer l a enfermedad. Además deberíamos realizar ` particiones
de manera que este hecho fuera pertinente y no quedara enmas-
cara d o por otros (por ejemplo, vivir en un ambiente opresivo
que ayudarla a la aparición de la esquizofrenia). Si la aparición
tie ne l ugar en subclases homogeneas
' de la población y se observa
244 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

una correlación clara entre ser esquizofrénico y ser hijo de es-


quizofrénico, correlación no achacable a otros fenómenos, ten-
dríamos la explicación del explanandum.

Sociología
Explanandum: La decisión del Likud de retirarse de las ne-
gociaciones de paz con Palestina hizo que la intención de voto
se desplazara significativamente desde el Likud a los laboristas
israelíes.
Explanans: A través de unas encuestas bien construidas rea-›
lizadas antes y después de la decisión del Likud deberíamos mos-
trar que, efectivamente, una vez realizadas las particiones correc-
tas, ha habido un desplazamiento significativo de voto entre antes
y después de la retirada del Likud, desplazamiento que no mues-
tra ninguna pertinencia estadística con algún otro hecho colateral.

Meteorología
Explanandum: El 9 de febrero de l992 cayó una copiosa ne-
vada en Balaguer causada por la conjunción de una borrasca
junto con los vientos polares.
Explarians Una vez realizada una partición correcta entre
las subclases homogéneas de los diversos eventos meteorológi-
cos que se producen en los cielos de Balaguer, considerando sus
posibles conjunciones, se debería mostrar que, efectivamente, hay
una correlación entre la conjunción de una borrasca y los vien-
tos polares, cosa que explicaría la copiosa nevada del 9 de febrero.

4. Ex.i›LicAcioNEs i=uNcioNALEs Y 'rELEoLóoicAs


Es habitual en la literatura ñlosófica encontrar un tratamiento con-
junto delas explicaciones funcionales y teleológicas, sin embargo, to-
dos los autores tenninan estableciendo diferencias aunque utilicen ter-
minologías distintas para su denominación.
El terreno común de este tipo de explicaciones podríamos situarlo
en su contraposición tradicional a las explicaciones causales.5 Com-

5. No voy a entrar aquí en una discusión a fondo del concepto de causalidad. En


algunos capítulos del libro hay referencias a este tema. En su formulación más simple,
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 245

¡mirando las explicaciones causales y las explicaciones funcionales-


u-Icológicas, podemos establecer la diferencia siguiente: las explicacio-
nes causales apuntan por lo regular hacia el pasado, siendo su expre-
nlóii lingüística tipica «esto tuvo lugar porque había ocurrido aque-
lIi›››; las explicaciones funcionales-teleológicas apuntan hacia el futuro
\-xpresándose con frases como «esto tuvo lugar con el fin de que ocn:
iriera aquello».
Nos centraremos en tres cuestiones: la estructura lógica de este tipo
«lc explicaciones, los problemas surgidos como cong¢¢u¢n¢¡a de v¡o¡a¡.
nlgunos de los principios metodológicos y metafísicos que subyacen
ii la investigación cientifica, y algunas de las respuestas a estos pm.
blemas.

4.l. Explicaciones funcionales

En las explicaciones funcionales se indican las acciones que ejerce


iina parte de un todo para mantener en funcionamiento ese todo. Una
de las caracteristicas que más las diferencian de las teleológicas es que
cn las primeras (a diferencia de las segundas) no intervienen pr0pó_«,¡_
los conscientes. El análisis funcional podemos encontrarlo en la tra-
dición psicoanalista (Freud), en la tradición funcionalista de la antro-
pologia (Malinowski y Radcliffe-Brown) y de la sociología (Merton
y Parsons).
El análisis funcional trata de comprender una pauta de conduçta
0 una institución sociocultural, determinando el rol que desempeñan
para mantener en buen funcionamiento un sistema dado o para que
siga siendo un proyecto viable (Hempel, 19791302). Ejemplos de enun-
ciados funcionales son los siguientes:
(1) El latido del corazón en los vertebrados tiene como fun¢¡ón
hacer circular la sangre por el organismo.
(2) La función de la clorofila en las plantas es permitir a éstas
realizar la fotosíntesis, es decir, formar almidón a partir del dióxido
de carbono y del agua en presencia de la luz solar.

entendemos por explicaciones causales aquellas que subsumen los fenómenos que quie.
ren explicar bajo leyes causales. Este tipo de explicación encaja con la estniçmm
nomológica-deductiva propuesta por Hempel-Oppenheim.
246 iN'riioDucc|oN A LA F|Losoi=lA DE LA c|ENc|A

La solución de Nagel (Nagel, l978:366-369) es abandonar el aii


pecto finalista de las explicaciones funcionales de la biología. Como
Nagel no distingue, de entrada, entre explicaciones funcionales y te›
leológicas, la solución puede expresarse diciendo que hay que reformu-
lar los enunciados teleológicos en enunciados no-teleológicos. Tomemos
el enunciado (2). Nagel dice que (2) es un argumento abreviado, de
modo que cuando se descompone, puede expresarse del modo siguiente:
«cuando se les suministra agua, dióxido de carbono y luz solar, las
plantas elaboran almidón; si las plantas no tienen clorofila, aunque
tengan agua, dióxido de carbono y luz solar, no elaboran almidón;
por tanto, las plantas contienen clorofila». Nagel generaliza los enun-
ciados teleológicos y su reformulación como sigue:

Con mayor generalidad, un enunciado teleológico de la forma «la


función A en un sistema S de organización C es permitir a S, en el me-
dio E, realizar el proceso P» puede ser formulado más explícitamente
así: «todo sistema S de organización C y en el medio E realiza el proce-
so P; si S, de organización C y en el medio E, no tiene A, entonces
S, no efectúa P; por tanto, S de organización C debe tener A (Nagel,
19781367).
La mayor objeción a la propuesta de Nagel proviene de la equiva-
lencia entre enunciados teleológicos y sus correspondientes formula-
ciones no-teleológicas, ya que, si bien la mayoría de los biólogos ad-
mitirían la implicación desde los enunciados teleológicos hasta los
no-teleológicos, no resulta tan fácil la implicación en sentido contra-
rio, es decir, que cualquier enunciado no-teleológico tenga su corres-
pondiente formulación en un enunciado teleológico.
Frente a esta objeción Nagel concede un «significado adicional»
a los enunciados teleológicos, o sea que la relación entre enunciados
teleológicos y no-teleológicos no seria de equivalencia sino de impli-
cación. La diferencia entre unos y otros la expresa Nagel en los térmi-
nos siguientes:

Las explicaciones teleológicas concentran la atención en la culmi-


nación y el producto de procesos especíñcos, en particular, en las con-
tribuciones de Ias diversas partes de un sistema al mantenimiento de
sus propiedades 0 modos de conducta globales.
Las explicaciones no-teleológicas, en cambio, dirigen primordialmen-
LA Exi›LicAcióN ciEN'r|i=icA 247

te la atención a las condiciones en las cuales se inician o persisten pro-


cesos específicos, asi como a los factores de los que dependen las ma-
nifestaciones persistentes de ciertas características generales de un sis-
tema (Nagel, 19782383).

Resumiendo, la diferencia entre las explicaciones teleológicas y no-


teleológicas está en el énfasis y la perspectiva de la formulación. Se-
gún la concepción de Nagel, el uso de las explicaciones teleológicas
es absolutamente compatible con los requisitos metodológicos de la
ciencia actual. Esta concepción es la que predomina en los autores pro-
cedentes de la tradición empirista, que considera el análisis funcional
como una modificación de la explicación teleológica, no necesitando,
aunque a veces lo haga, apelar a entidades problemáticas de tipo fina-
lista, con lo cual podemos atribuir al análisis funcional un núcleo cla-
ramente empírico.
Hempel establece la forma lógica de la explicación funcional del
modo siguiente:

a) En el momento I, el sistema s funciona adecuadamente en un


ámbito de tipo c.
b) s funciona adecuadamente en un ámbito de tipo c, sólo si se
satisface el requisito n. `
c) I es la clase de condiciones empiricamente suficientes para n
en el contexto determinado por s y c; I no es vacio.
d) Alguno de los items incluidos por s y c se halla presente en s
en el momento r (Hempel, l979:31l).

Desde el punto de vista del estatus epistemológico de las explica-


ciones funcionales, Hempel hace los siguientes comentarios:

La información que típicamente nos proporciona el análisis funcional


de un ítem i) no brinda un fundamento adecuado deductivo ni inducti-
vo para preferir a I sobre cualquiera de sus otras altemativas. La im-
presión de que el análisis funcional efectivamente proporciona este fun-
damento, y por lo tanto explica la ocurrencia de i, se debe sin duda y
por lo menos en parte al beneficio del conocimiento post facto: cuan-
do tratamos de explicar un ítem i, ya sabemos presumiblemente que i
ha ocurrido...
A menudo lo que ha recibido el nombre de «funcionalismo›› debe
encararse no tanto como un cuerpo de doctrinas o teorias que propon-
248 n~rriioDuccióN A LA |=ii.osoFlA DE LA ciENc|A

gan principios tremendamente generales, tales como el principio del fun-


cionalismo universal, sino más bien como un programa de investiga-
ción guiado por ciertas máximas heuristicas o «hipótesis de trabajo››...
El análisis funcional en psicología y en las ciencias sociales, como
también en biologia, puede concebirse, al menos idealmente, como un
programa de investigación orientado a determinar los aspectos y gra-
dos en que se autorregulan dichos sistemas (Hempel, 19791310-327).

Lo que Hempel y Nagel llaman «análisis funcional» es calificado


por G. H. von Wright como explicaciones «cuasi-teleológicas». Éstas
tienen como caracteristica, cosa que no tienen las teleológicas genui-
nas, una vinculación nómica. En algunos contextos se introduce el tér-
mino «teleonomia›› para referirse a los ajustes naturales, que resultan
de la selección natural, pero podria darse al término un sentido más
amplio referido a toda modalidad teleológica que dependa de cone-
xiones nómicas. Por tanto, «teleonomía›› y «explicaciones cuasi-
teleológicas» vendrían a ser términos con un significado idéntico.
J. Elster al contemplar las modalidades de explicaciones cientifi-
cas también hace una distinción entre explicaciones funcionales y ex-
plicaciones teleológicas, llamando a las últimas «intencionales››. El
punto de vista más controvertido de la propuesta de Elster es la nega-
ción del papel de la explicación funcional en las ciencias sociales. Dice:

Me refiero a explicaciones de fenómenos sociales en ténninos de be-


neñcios no biológicos. No me atrevería a negar que tales consecuen-
cias beneficiosas puedan explicar sus causas aun cuando los beneficios
no sean biológicos, siempre que se especifique algún mecanismo de re-
alimentación. En biologia la teoria de la selección natural crea la pre-
sunción de que todo lo que beneficie a la capacidad reproductiva tam-
bién puede ser aplicado por esos beneficios. En ciencias sociales no
existe una teoria de generalidad comparable, de modo que el verdadero
mecanismo debe ser explicado en cada caso particular (Elster, 1991123).

Haciendo un balance delas aproximaciones de Nagel, Von Wright


y Elster a las explicaciones funcionales, podemos sacar las siguientes
conclusiones:

a) l-lay que distinguir entre explicaciones funcionales y teleo-


lógicas.
LA Exi>LicAcioN ciEN'ri|=iç;,_
249
b) Dentro de las explicaciones funcionales hay difm-enc¡
el análisis funcional aplicado a la biologia y èl ¿Ducado 1 af enffe
sociales. a as qenclaä
c) Nadie pone en duda la importancia d¢| an¿¡¡s¡s func.
ciertos contextos, sin embargo hay va¡o¡.ac¡ones distintas te ional en
estatus epistemológico. Specm 3 SU
d) La tradición empirista procedente del Circulo de Vi
sentada, por lo que a las explicaciones funcionales Se reñere, ena repre.
pel, Nagel y Braithwaite tiende a reconstruir las explicaciontïsof Hcfm
nales con la estructura lógica de la explicagión hipotético d uncio.
La valoración del estatus epistemológico de dicha; explicacióngluctiva.
a partir de los supuestosmetodológicos y epistemológicos u se hace
la tradición empirista, tienen que guiar la investigación ¿ln ef fïegun
e) Yon Wright acentúa el carácter nómicg de las ¡-cladonlålsncai
explicaciones funcionales como distintivo que las diferencia d ¡en as
Ieológicas genuinas. e 351°-
f) Elster deja las explicaciones funcionales .
. _ . . _ . Para la b '
tionando su aplicabilidad a las ciencias sociales. lologla' cue*

4.2. Las explicaciones teleológicas

Al abordar las explicaciones teleológicas es conveniente


fenómenos que pueden ser objeto de expli¢¡,_c¡Ón teleoló icacotar los
planandum de una explicación teleológica es un ítem de congd ay El ex-
de los múltiples sentidos y usos de conducta, sólo vamos ucta, Pero.
cuenta el que se refiere a objetos animados, ¢¿¡ac¡e¡.¡zánda ¡tener en
«activiforme›› (action-like). Estas acciones pi-esgman dos as O O como
interno y otro externo. El interno se refiere 3 ¡a ¡menc¡0nåçât°s: "'10
acción. El externo se refiere a las circunstanchs que acom i ad de la
acción y presenta dos fases: una inmediata, que es una acmpãñan a la
cular -por ejemplo girar la muñeca o girar el bi-a¿0_ y ml ad musi
que es algún acontecimiento del que esta actividad musculía remota'
causalmente responsable -por ejemplo el hech d .ar lïesulm
- - . 0 9 Cll-1€ al un t
en particular gire o una ventana en particular sc ¿bm g lmdof
Para que una acción sea un explanandum de una e'Xp¡¡c .Ó
leológica es necesario que posea los dos aspe¢¡(,s- ¡ am n te'
' m°"10 Y externo
6. Para esta tarea de delimitación voy a seguir a von wrigin (Von W . h
¡IE 1, l979).
250 ¡N-mooucción A LA |=1wsoFlA DE LA ciENc|A

Así, ni los actos mentales, que carecen de aspecto externo, ni la acción


refleja, que carece de aspecto interno, podrían ser objeto de explica-
ción teleológica. Por tanto, explicar una conducta consiste en identifí-
car en ella un objeto de intención.
El problema fundamental de este tipo de explicaciones está en cómo
analizamos la conexión entre intención y conducta. Lo que se trata
de evitar es que el futuro actúe causalmente sobre el pasado, vulne-
rando así uno de los principios metafísicos] a saber, que la causa es
anterior temporalmente al efecto. Supongamos el siguiente enunciado
teleológico:

(I) Enrique Vlll de Inglaterra trató de anular su matrimonio con


Catalina de Aragón con el tin de tener un heredero.

El enunciado (!) no hay que interpretarlo como si el estado futuro


(el tener un heredero) aún no realizado fuera la causa de la acción pre-
sente (la petición de la anulación de su matrimonio), sino que fue el
«deseo›› de un heredero lo que le llevó a la conducta de pedir la anula-
ción de su matrimonio con Catalina de Aragón. La idea de que «la
intención está detrás de las manifestaciones extemas de la acción» viene
de Descartes, considerando que la voluntad es la causa de la conduc-
ta. Esto supondría poder traducir las explicaciones teleológicas genui-
nas en explicaciones causales, sustituyendo el objeto «que arrastra desde
el futuro» por el deseo «que impulsa hacia el futuro» (Von Wright,
1979). Una versión extrema sería la concepción que identifica la pro-
pia voluntad con procesos o estados mentales, es decir, el aspecto in-
terno de la acción sería la causa del aspecto externo de dicha acción.
Desde los criterios epistemológicos del empirismo lógico (represen-
tado aquí por la postura de Hempel y Nagel) ya no se puede ir más
allá de la «Teoría Causal de la Conducta». Según esta concepción la
teoría causal de la conducta constituye la única interpretación posible
de la conducta que no viola las reglas mínimas de la investigación cien-
tifica. Sin embargo, no podemos olvidar otras propuestas que han in-
tentado extender la lógica de la investigación científica a campos que
Hempel y Nagel creían que les estaban vedados. Tal es el caso de Von
Wright y de Elster en los que nos vamos a detener.

7. En nuestra categorización de la metodología, equivale a la metodologia de ter-


cer orden metafisica (MSM).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 251

Von Wright presenta un tipo de argumentación que ¿enomina «¡n_


ferencia practica» que se concreta en los términos siguigmesn

A se propone de ahora en adelante dar lugar a p en e¡ momento Í


A considera de ahora en adelante que, a menos de hacer a no más
tarde de r', no estará en condiciones de dar lugar 3 p en e¡ momento Í
Por consiguiente, A se dispone a hacer a no más ¡ame de mandé
juzgue llegado el momento I', a no ser que se halle impg;¡b¡1¡¡ad°
El punto de discusión es si la vinculación entre las premisas y la
conclusión de una inferencia práctica es empírica (causal) o conceptual
(lógica) (Von Wright, l979:l32).

La respuesta de Von Wright puede resumirse en los siguientes


puntos:

a) La relación entre las premisas (o determinantes internos de una


acción dada) y la conclusión (ola acción misma) de un argumento pl_ác_
tico no es una relación causal, sino una relación conceptua1_
b) El patrón argumental considerado tiene un carácter primordial-
mente explicativo y sólo secundariamente inferencial. Más pmckamcm
es un modelo de explicación intencional. De ahi' que las denominacitì
nes de «silogismo (o inferencia) práctico» y de «explicación teleoló '-
ca» no sean enteramente adecuadas. El
c) esquema (inferencia práctica) de eltplicación intencional no
es el único patrón explicativo ni el más usual o ¡¡p¡¢°, a¡ mems en ¡as
ciencias sociales, pero si ocupa una posición central en ¢| senüdo de
que los demás procedimientos explicativos parecen g¡¡-ar en tomo a é¡
como en torno a su núcleo (Von Wright, l979:l55),

Está fuera de duda que Von Wright acepta el modelo de explica-


ción nomológica-deductiva, y posiblemente estaría dispuesto a conce-
derle privilegios epistemológicos, pero disiente en considerar a este ¿po
de explicación como el único posible en la ciencia_
J. Elster (Elster, 1991) argumenta que la adaptación intencional di-
fiere de la funcional en que la primera puede estar dirigida hacia el
futuro distante, mientras que la segunda es típicamente mi0p¢_ Los sem

8. Hay que tener en cuenta que hay presentaciones altemativas que cabrian en el
mismo esquema. pero la claridad que pretendemos en este texto nos lleva a ;;¢¡¡fi¢¡¡
la profundidad y olvidarnos de las sutilezas. Lo importante es pmsmm, un “quem
que sea representativo de una inferencia práctica y Von Wright nos lo pi-0p°¡¢¡°n¿a
252 INTRODUCCIÓN A LA FIIDSOFÍA DE LA CIENCIA

intenciona.les pueden emplear estrategias del tipo «un paso atrás y dos
adelante», que se dan sólo por accidente en la evolución biológica.
La explicación intencional comprende esencialmente una relación triá-
dica entre acción, deseo y creencia.
Elster presenta un esquema de su argumentación sobre la intencio-
nalidad:°
CONDUCTA

no intencional intencional
¢
racional irracional
K \
optimizadora satisfaciente
Í \
paramétrica estrategica\\

información información juegos con juegos sin


completa incompleta estrategias estrategias
1 dominantes dominantes
I \ / \
incertidumbre riesgo soluciones soluciones con sin
óptimas subóptimas solución

En primer lugar vemos que Elster rechaza como posible objeto del
explanandum de una explicación intencional la conducta no intencio-
nal. Este tipo de conducta es la que Von Wright consideraba acciones
a las que les falta el aspecto interno como las acciones reflejas.
El punto siguiente en el esquema es la relación entre intencionali-
dad y racionalidad, ¿puede darse la una sin la otra? La racionalidad
implica mínimamente consistencia entre metas y creencias, por tanto,
para demostrar que no es lo mismo hay que demostrar que hay creen-
cias inconsistentes. Para demostrar este tipo de creencias Elster recu-
rre a una historia sobre Niels Bohr, según la cual, una vez Bohr colgó
una herradura en la puerta de su casa. Cuando se le preguntó si la
habia colocado allí porque creia que le traería suerte, contestó: «No,
pero me dijeron que trae suerte incluso a quienes no creen en ella».
Si Bohr no estaba haciendo una broma, tenemos un caso de una ac-
ción claramente irracional, y sin embargo explicada intencionalmente.

9. Pam la exposición de la explicación intencional voy a seguir de cerca a Elster


(Elster, 1990: capitulo lll).
LA Ex1=uc›.cióN CIENTIFICA 253

Llegamos ahora a la relación entre racionalidad y optimalidad. No


cabe duda -según Elster- de que la explicación en términos de opti-
malidad sigue siendo el caso paradigmático de la explicación en las
ciencias sociales, sin embargo, hay razones por las que la interpre¡a_
ción de racionalidad como optimalidad no puede generalizarse. Por
tanto, podemos afirmar que algunas veces la racionalidad debe enten-
derse como satisfaciente, en el sentido de encontrar una alternativa
«lo suficientemente buena» para nuestro propósito pero no «la mejon›.
Vamos a abordar con las propias palabras de Elster cómo presenta
la estructura fina de optimizar la conducta.

El primer caso y el más simple es lo que denominaré racionalidad


pararnétrica, es decir, conducta racional dentro de un medio que el agente
(quizás erróneamente) supone formado : a) por objetos naturales go-
bernados por leyes causales, y b) por otros agentes que o bien son tales
que su conducta no le resulta diferente, o si le resulta diferente, se su-
ponen menos sofisticados de lo que el es. La última condición implica
que el agente piensa en si mismo como una variable y en los demás
como constantes
lncluso si el actor supone que el medio es paramétrico, puede tener
información incompleta sobre él. En este caso debemos hacer una dis-
tinción básica, pero discutida entre riesgo e incertidumbre. Hay riesgo
cuando el agente tiene grados cuantificables de creencias, o «probabili-
dades subjetivas», sobre los diversos estados posibles del mundo Por
otro lado, la incertidumbre surge cuando el agente no puede especifi-
car probabilidades numéricas, ni siquiera dentro de un rango de limites
inferiores y superiores
La racionalidad estratégica se define mediante un axioma de sime-
tria: el agente actúa en un medio de otros actores. ninguno de 1°; ¢ua_
les puede suponerse menos racional o sofisticado que él mismo. En.
tonces, cada actor necesita anticipar las decisiones de los demás antes
de tomar la propia, y sabe que hacen lo mismo con respecto a los de-
más y a él. El enfoque estratégico de la conducta humana se formaliza
mediante la teoría de los juegos, que podría haberse denominado más
correctamente la teoria de las decisiones interdependientes (Elster,
l990:69-71).

La última parte del esquema corresponde a la aplicación concreta


de la teoria de juegos pero el análisis de esta aplicación escapa a las
pretensiones de este libro.
254 ¡N-ritooucc1óN A LA mosorlx DE LA cicncm

4.3. Consideraciones finales

Las propuestas de las explicaciones funcionales y teleológicas se


toman, a veces, como una crítica a la modalidad de explicación causal
de estructura lógica nomológica-deductiva. Es importante señalar que
la explicación nomológica-deductiva y la funcional discurren en pla_
nos distintos ya que ninguno de estos autores (u otros que hayan ¢5¡u_
diado el análisis funcional y la intencionalidad) rechazan la e;rp|¡¢a_
ción causal y nomológica-deductiva como válida en ciertos contextos'
ni siquiera negarian (a excepción de los filósofos pertenecientes a la
corriente del anarquismo epistemológico «a lo Feyerabend», 0 al ¡-ela.
tivismo sociologista «a lo Barnes››) el estatus epistemológico preferente
de este tipo de explicaciones. Lo que no aceptan es que la explicación
causal de estructura nomológica-deductiva constituya un criterio dc
demarcación para dirimir entre ciencia y pseudociencia. Este es el punto
capital donde reside la crítica. Por lo demás, es más adecuado ver sus
aportaciones como la extensión del análisis metacientifico en su ver.
tiente sincrónica a campos marginados por la Concepción Heredada
de dicho análisis.

Emmrmcxcrón DE E›u>LrcAcroN1as FUNcioN/u.Es Y 'rELeo1.óG¡¢¿s

Biologúz
Explanandum: El camaleón tiene la facultad de cambiar de
color.
Explanans: La capacidad de poder cambiar de color tiene
como función poder carnuflar al camaleón, al hacerlo similar
al lugar donde se halla, para así facilitar su supervivencia,

Psicologúz
Explanandum: La estudiante de filosofia escondió el libro
de Heidegger al ver llegar a su profesor.
Explanans: La alumna era aficionada a Heidegger; por con.
tra, su profesor lo encontraba detestable de manera que para
evitar que su profesor se incomodara con ella (función) lo es-
condió.
LA Exrticxcróu cn:N'riFrc›. 255

Sociologia
Explanandum: Los profesores no numerarios de instituto rea-
lizaron una huelga la semana pasada.
Explanans: Al considerarse discriminados los profesores fue-
ron a la huelga para asi' conseguir que el Estado hiciera caso a
sus reclamaciones.

5. LA Exeuc/tcróu como UNn=tcAcióN

Algunas teorías de la explicación cientifica parten, no del estable-


Cimiento de la estructura lógica requerida (Hempel, Salmon), sino de
la introducción de algún criterio epistemológico a partir del cual se
Duedan evaluar las explicaciones de un fenómeno dado. 'Tal es el caso
de P. Kitcher, para el que el valor explicativo de una teoria reside en
SU poder unifìcador. Esta idea -según K.itcher- se encuentra en la
Versión no oficial de la Concepción Heredada sobre explicación cien-
tífica frente a la oficial del modelo de ley cubriente o modelo nomoló-
_g¡C0-deductivo. Incluso podriamos encontrar este criterio, de forma
implícita, en otras concepciones sobre la explicación científica, pero
CS Kitcher quien formaliza y define con rigor este criterio.
El análisis del poder unificador de las leyes y teorias científicas su-
D0nc la introducción de una serie de conceptos previos que Kitcher
define con precisión. Asi, en un momento (o secuencia) de la historia
de una disciplina puede delimitarse:
_ 3) K: es el conjunto de sentencias aceptadas y supuestamente con-
sistentes.
b) Almacén explicativo: es el conjunto de argumentos disponi-
MGS para llevar a cabo los propósitos explicativos.
C) E(K): es el almacén explicativo formado a partir de K. Pode-
“108 definirlo como el conjunto de argumentos aceptables, o sea, como
la base para los actos de explicación en que las creencias son exacta-
mente miembros de K.
Una teoria unifica nuestras creencias cuando proporciona un (o
“n08 pocos) patrón (patrones) de argumentos que pueden ser utiliza-
d°S Cn la derivación de un amplio número de sentencias que nosotros
aceptamos. Por tanto, la noción de patrón argumentativo es funda-
mental para la unificación.
256 INTRODUCCION A LA Fwosorlx DE LA ciENclA

Entender el concepto de explicación es ver que si se acepta un ar-


gumento como explicativo, entonces uno se compromete a aceptar
como explicativos otros argumentos que son instancias del mismo pa-
trón argumentativo.
El problema de la explicación es especificar qué conjunto de argu-
mentos tenemos que aceptar para explicar, dado que sostenemos que
una serie de sentencias son verdaderas. Esto no quiere decir que pri-
mero tengamos que ponernos de acuerdo sobre qué sentencias inclui-
mos en K. Es decir, al estipular que E(K) es una función de K, no se
quiere dar a entender que K es anterior a E(K).
d) Sistematización de K: es el conjunto de argumentos por los
que se infieren algunos miembros de K de otros miembros de K. Y
E(K) es la mejor sistematización de K.
e) Un conjunto de argumentos es aceptable respecto a K si cada
argumento del conjunto consiste en una secuencia de pasos que pre-
servan las reglas validas de inferencia (deductivas e inductivas) y si cada
premisa de cada argumento pertenece a K.
f) Conjunto generador: Si Z es un conjunto de argumentos, en-
tonces un conjunto generador de Z es un conjunto de patrones argu-
mentativos l`l tal que cada argumento de 2 es una instancia de algún
patrón de l`l.
g) 2 es completa respecta a K si y sólo si cada argumento que
es aceptable en relación a K y que es una instancia de un patrón de
l`l, pertenece a Z.

¿Qué pasos tenemos que dar en nuestra actividad explicativa'!:

1. Tomamos todos los argumentos aceptables respecto a K, que


serán los E(K).
2. A continuación delimitamos los conjuntos generadores l'l.
3. Entre los l'l seleccionamos el que tenga mayor poder uniñca-
dor y lo llamamos la base del conjunto de argumentos en cuestión.
4. Especificamos los factores que determinan el poder umfica-
dor, el cual se alcanza generando un gran número de sentencias acep-
tadas que son conclusiones de argumentos aceptados que a su vez son
instancias de unos pocos patrones rigurosas, entendiendo por «patro-
nes rigurosos» aquellos que tienen no sólo instancias con estructuras
lógicas similares sino que además sus instancias contienen vocabula-
rio no lógico similar en lugares similares.
LA ExP|.|cAc|óN c1EN†iFicA 257

A partir de aquí podemos definir el conjunto conclusión de un con-


junto de argumentos 2, C(2) como el conjunto de sentencias que son
conclusiones de algún argumento.
Podemos resumir la idea de la explicación como unificación di-
ciendo que el poder unificador de una base (B,-) respecto a K varía
directamente con el tamaño de C(...¡), varia directamente con el rigor
de los patrones que pertenecen a B,, y varía indirectamente con el nú-
mero de miembros de B,. Hay que añadir que el poder unificador
aumenta si las diferentes bases tienen cierta similitud, es decir, si com-
parten un núcleo común.
Kitcher mantiene que esta propuesta salva los problemas de asi-
metría, de irrelevancia y de generalización accidental que tiene el mo-
delo de cobertura legal. Al mismo tiempo Kitcher da soluciones a las
posibles unificaciones espurias que puedan surgir en algunos casos que
podrían verse como contraejemplos.
Kitcher analiza dos casos históricos como ejemplificaciones de su
concepción de la explicación cientifica, a saber: la mecánica de New-
ton y la teoria de la evolución de Darwin.
Aparte de las posibles críticas que puedan hacérsele a Kitcher'°
hay una reflexión del propio Kitcher en una nota a pie de página que
puede evitarle muchas críticas. Dice: «Creo que esta concepción de
la explicación presentada en el presente artículo podría extenderse para
cubrir respuestas explicativas a otros tipos de preguntas (tales como
preguntas de cómo). Pero quiero rechazar la afirmación de que la uni-
ficación es pertinente para todo tipo de explicación» (Kitcher, 1981,
en Pitt, ed., l988:185). Esto quiere decir que un caso histórico que no
encaje con este criterio no constituye un contraejemplo para Kitcher.

ETEMIPLÍFICACIÓN DE EXPLICACIONES UTILIZANDO EL CRITERIO


UNIFICADOR

Lingüística
En los inicios de la lingüística generativa, Chomsky formu-
ló el llamado principio A sobre A(A/A) para solucionar proble-
mas de referencia; según él, no se podia trasladar una cate-

l0. Unas puntualiuciones interesantes se encuentran en un artículo inédito de A.


Hiskes: <(l`heoretical Explanation and Unification».
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

goría sintáctíca que se encontraba incluida dentro de otra catego-


ria del mismo tipo. El principio resultó problemático, pues no
explicaba casos en los que esto no se podia realizar y la catego-
ría del más inclusivo no era la misma que la del menos inclusivo
(por tanto, no eran casos de A/A). En vista de este problema,
el lingüista Ross definió un nuevo principio en el que se afirmaba
que se podían realizar traslados de un nudo más inclusivo a otro
menos si el más inclusivo era lo que se conoce como una «isla››.
Seguidamente Ross daba cinco definiciones de las posibles «is-
las›› gramaticales. A pesar de ser más explicativo que el original
de Chomsky, este nuevo principio tenía el problema de que no era
tan general, tan umficador, pues presentaba cinco casos diferentes
e irreductibles de «isla››. Sin embargo, Chomsky volvió sobre
ello hasta hallar un principio general del cual pudieran deducir-
se las condiciones para ser «isla de Ross» reduciendo las cinco
definiciones a un solo principio de carácter mucho más unifica-
dor. Este principio es la llamada «condición de subyacencia››.
Matemáticas y teoría de la computación
Un problema básico tanto al teorizar sobre los fundamentos
de la matemática como para desarrollar programas es conocer
cuáles son los limites de las soluciones algoritmicas: ¿qué pro-
blemas son solucionables mediante algoritmos y cuáles no lo son?
El gran paso unificador fue dado por Alan Turing cuando mos-
tró que un tipo de autómata conceptual desarrollado por él, lla-
mado después «máquina de ”lì1ring››, a pesar de la increíble sim-
plicidad de sus reglas, era capaz de solucionar cualquier problema
que pudiera tener una representación algorítmica. Así el proble-
ma de qué es algoritmizable quedaba unificado con la siguiente
respuesta: sólo es algoritmizable lo que puede solucionarse me-
diante una máquina de Turing. El proceso unificador aún fue
mayor al idear 'liiring la llamada «máquina universal de Turing»,
una máquina concreta que, alimentada con la descripción de una
máquina de Turing cualquiera, era capaz de simularla y realizar
lo mismo que ésta.
Química
Cuando Lavoisier empezó a trabajar en la quimica, la teoría
del flogisto estaba en plena vigencia aunque amenazada por se-
rios problemas. Por un lado, se habían acumulado los descu-
LA exi›uc›.c|oN cisnrlricx 259

brimientos realizados por los químicos anteriores e incluso con-


temporáneos de Lavoisier, se había avanzado en la instrumenta-
ción técnica y se habían adoptado unos esquemas metodológi-
cos más cuantitativos y más cercanos a la física, pero por otro
lado, el aparato conceptual que prevalecía era la teoría del flo-
gisto. Lavoisier siguió la línea de investigación de sus contem-
poráneos, en el sentido de analizar los problemas más acucian-
tes que la comunidad química tenia planteados, pero al mismo
tiempo ideó un nuevo sistema conceptual para abordar los nue-
vos descubrimientos. Es decir, su sistema englobaba (unificaba)
todos los conocimientos que en aquel momento tenía la quimica.

Psícologúr
Partiendo de la base de que en la teoría psicoanalista el yo
freudiano es el eje alrededor del cual se estructura la personali-
dad, es de suma importancia para dicha teoria toda discusión
alrededor de este concepto. Melanie Klein y Heinz Hartmann
son dos autores que continuaron los trabajos de Freud, desarro-
llando el concepto de yo freudiano.
En este contexto, Joseba Achotegui (tesis doctoral, 1990) ar-
gumenta a favor de la importancia de Klein en función de la ca-
pacidad integradora de su modelo. La teoría de las relaciones
objetales integra, abarcándolas, teorías psicoanalíticas previas
como la psicología de los impulsos y la psicología del yo.
M. Klein y H. Hartmann desarrollan sus planteamientos par-
tiendo del marco del paradigma psicoanalítico clásico, teniendo
como referente teórico el modelo freudiano ello-yo-superyó
(1923). Sin embargo, M. Klein construye en su obra un nuevo
modelo que surgirá de la integración de este modelo ello-yo-
superyó con otros dos modelos también freudianos: el modelo
de las relaciones objetales (1914-1915) y el modelo instinto de vida-
instinto de muerte (1920).
Achotegui concluye que «estos tres modelos, a pesar de ha-
ber sido teorizados por Freud, no fueron integrados por él y sí
por M. Klein, quien, a través de la práctica clínica y basándose
en ellos fue haciendo surgir un nuevo modelo mucho más com-
plejo y explicativo de la vida mental del bebé y de los transtor-
nos mentales».
260 lN1'RooUccióN A LA Fitosoríx DE LA c1ENc1A

6. LA Exrtrcxcróu como UN Aero u.ocucroN›.1uo: P. Acntusnam

Achinstein considera que el tema de la explicación científica es su-


mamente complejo ya que intervienen varios factores, desde la estruc-
tura lógica hasta los criterios de evaluación de las explicaciones. Achins-
tein reinterpreta algunas de las teorías de la explicación (la de Hempel,
la de Salmon y la de Brody) desde su propia concepción. Así, la idea
central de Achinstein es que la explicación científica constituye un acto
ilocucionario, en el que pueden distinguirse el acto de explicación y
el producto de dicho acto. Por tanto, hay tres cuestiones que se han
de tener en cuenta en la explicación cientifica:
a) ¿Qué es un acto de explicación?
b) ¿Qué es el producto de una explicación?
c) ¿Cómo deben evaluarse los productos de una explicación?
Los modelos de explicación propuestos hasta el momento se han
centrado en los productos de la explicación. Por ejemplo, el modelo
nomológico-deductivo de Hempel, el modelo de pertinencia estadísti-
ca de Salmon y la teoria pragmática de la explicación de Van Fraassen
responden a b). En cambio, el criterio de poder unificador con el que
hay que valorar una explicación propuesto por Kitcher respondería a
c). Todos estos modelos abordarian aspectos parciales de la explica-
ción cientifica.

a) ¿Qué es un acto de explicación?

El carácter ilocucionario de una explicación puede exponerse for-


mulando un conjunto de condiciones para que oraciones como las si-
guientes sean verdaderas:

(I) S explica q al emitir u,


en las que S denota alguna persona, q expresa una pregunta indirecta
y u es una oración.

Las condiciones necesarias para que se cumpla (I) son:

(l) S emite u con la intención de que la emisión de u haga com-


prensible q.
(2) S cree que u expresa una proposición que es una respuesta co-
LA EXPLICACIÓN c|EN'rlF|cA 261

rrecta a Q. (Q es la forma directa de la pregunta cuya forma indirecta


es q.)
(3) S emite u con la intención de que la emisión de u haga com-
prensible q al producir el conocimiento de la proposición expresada
por u, la cual es una respuesta correcta a Q.

Si se dan estas tres condiciones hay explicación. Sin embargo, hay


que dar significado a los conceptos que surgen en la tercera condición,
so pena de que estas condiciones queden vacías. En cuanto a la idea
de «comprensible›› Achinstein define «A comprende p›› (A es un indi-
viduo cualquiera). En cuanto a «producir›› Achinstein lo entiende como
«causar›› y en este sentido hay que decir que el tratamiento ilocucio-
nario es compatible con varias definiciones de causalidad, a excepción
de definir la causalidad en términos de explicación, ya que en este caso
el programa ilocucionario seria circular. Por último, la idea de respuesta
«correcta›› corresponde a la respuesta a c).
«A comprende q›› si y sólo si A conoce una respuesta correcta a
Q, la cual es una proposición completa que confiere contenido con
respecto a Q. Esto nos lleva a la definición de «proposición comple-
ta» y «conferir contenido».
Cuando hacemos una pregunta presuponemos una serie de propo-
siciones, pues bien, una proposición completa es aquella que consti-
tuye una respuesta a Q (Q es la pregunta) que implica a todas las pre-
suposiciones de Q pero que no está implicada por ninguna de ellas.
En cuanto a las oraciones que cordieren contenida hay que referirse
a aquellas oraciones que introducen sustantivos de contenido defini-
dos como aquellos sustantivos cuyo contenido puede darse por medio
de la nominalización.

b) ¿Qué es el producto de una explicación?

Achinstein empieza por decir lo que no es una explicación, así dice


que la explicación no es una oración, no es una proposición, no es
un argumento. La explicación es un par ordenado, el cual podemos
definir en los términos siguientes:

(x; y) es una explicación de q que ofreció S si y sólo si

i) Q es una pregunta de contenido;


262 iN-raoouccióu A LA ritosom DE LA GENCM

ii) x es una proposición completa que e0nf¡e¡.e comemdo con rw


pecto a Q; c
iii) y = explica q;
iv) ia au (a es un acto en el cual S explicó q al emitir u, y x está
asociada con a).

Este esquema nos dice cuál es la estructura lógiea de una explica-


ción, pero desde el punto de vista de la ciencia 10 que ¡nm-esa son bue_
nas explicaciones y para ello debemos tener respuestas correcta s cues_
non que nos lleva al tercer punto del programa ¡¡Ocuc¡ona¡¡oÍ

c) ¿Cómo deben evaluarse los productos de una expjieaeión?

Para hacer esta evaluación se define el eoncepto de mspuesm c0_


rrecta a una pregunta de contenido.

(p explica q) es una explicación correcta si y smc s¡ p es ve¡dade¡a_

Ahora bien, este criterio es insuficiente ya que puede haber pmpo_


siciones que sean verdaderas pero que n0 den razón de otra proposi-
ción. El carácter bueno 0 malo de una explicación es multidimengiø.
nal y la corrección es sólo una dimensión. Una expncación Se evama
considerando en qué medida se cumplen, pe; un ¡ado datos fines
universales, como verdad, simplicidad, unifìeaeión p¡'ec¡s¡ón y por
otro, ciertos fines pragmáticos como resolver p¡0b¡e'mas_ En ¡a ¡;e¡.se_
cución de estos fines los científicos siguen ciertas ¡nmucciones de cuyo
estatus epistemológico podemos decir que deben jusúficarse soim bases
empíricas y estar libres de referencias contextual CS- Achinstein concluye
sus consideraciones sobre las instrucciones epistemdógjeas; «Mi pre.
tensión es que ningún conjunto de principios u¡-¡¡,,e¡sa_¡es _en ¡os que
se evite tanto los rasgos pragmáticos como los supuestes empfi-¡eos
específicos- puede proporcionar una base adecuada para detcnninm.
si una explicación es buena para que un científico la ofrezca a1 expli-
car q›› (Achinstein: 19891164).
La postura de Achinstein es que los valores metodológicos no ofre-
cen condiciones, ni suficientes ni tan siquiera necesa¡¡aS_ Los un¡,,e¡_
salistas pretenden que los valore; memdológiecs actúen como mmìmo
como condiciones necesarias
, _ Y acus a n a Ach`msïëln
- de' contextualista.
- '
La respuesta de Achinstein es que los valores meïødológicos y las ins-
LA Ex|>i.ic›.c1oN cnsnrlricx 263

trucciones universales son sólo una dirección para la explicación cien-


tífica, una guia de la clase de explicación que el científico debe tratar
de lograr."

7. Tlsortia 1>iutGM_Á^ricA DE LA Ex.PucAc1óN

La propuesta de Van Fraassen plantea la cuestión de dónde situa-


mos la explicación científica en el conjunto del análisis metateórico,
delimitando la explicación científica de otros tipos de explicaciones.
El modelo de explicación propuesto por Van Fraassen tiene la estruc-
tura de pregunta-respuesta. Las explicaciones son, pues, respuesta a
«preguntas de por qué» y dicha respuesta está determinada, en cierto
sentido, contextualmente Una explicación no es lo mismo que una pro-
posición, o un argumento o una lista de proposiciones, aunque las ex-
plicaciones estén formadas por proposiciones. (De forma análoga, un
hijo no es lo mismo que un hombre aunque todos los hijos sean hom-
bres y cada hombre es, a su vez, un hijo.) Una explicación es una res-
puesta. Por tanto, si las explicaciones son respuestas a preguntas de
por qué, analizar la lógica de las explicaciones implica analizar la ló-
gica de las preguntas y de las respuestas.
Una pregunta es una entidad abstracta que está expresada por una
interrogación, en el mismo sentido que una proposición está expresa-
da por una frase aseverativa. La consecuencia de la pregunta es la res-
puesta. A continuación vamos a exponer las tipologías que Van Fraas-
sen construye de preguntas y de respuestas. Ya que la definición de
los tipos de preguntas está dada en función del tipo de respuestas, va-
mos a introducir primero la tipología de respuestas.
Las respuestas pueden ser directas, parciales y completas: una res-
puesta directa es aquella que da suficiente información, pero no super-
flua, para contestar completamente la pregunta; una respuesta parcial
es aquella que está implicada por una respuesta directa; una respuesta
completa es aquella que implica la respuesta directa.

ll. No vamos a ejemplificar esta concepción sobre la explicación cientifica, ya que


los ejemplos anteriores cubren partes de esta concepción. En realidad, cualquier expli-
cación nomológica-deductiva podria reconstruirse con la estructura del par ordenado,
propuesta por Achinstein. Los casos de explicaciones atenicndo a su poder unificador
ejemplificarian el punto c). ya que en este caso el poder unificador actúa como criterio
valorativo.
I
264 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

Las preguntas pueden ser vaciar, absurdas y estúpidas: una pre-


gunta vacía es aquella que hace que todas las respuestas directas sean
necesariamente verdaderas; una pregunta absurda es aquella que hace
que todas las respuestas directas sean falsas; una pregunta estúpida
es aquella que no tiene respuestas directas.
Hay que señalar que la tipología de respuestas es una cuestión abier-
ta, lo cual quiere decir que pueden introducirse nuevos tipos en fun-
ción de las necesidades cuando especificamos los tipos de preguntas
que puedan surgir y en función de algunos conceptos relacionados con
las respuestas. Veamos algunos conceptos relacionados con la estruc-
tura de pregunta-respuesta.

Una presuposición de una pregunta Q es cualquier proposición que


es implicada por todas las respuestas directas a Q.
Una corrección (o rectificación) de Q es una negación de cualquier
presuposición de Q.
La presuposición básica de Q es la proposición que es verdadera
si y sólo si algunas respuestas directas a Q son verdaderas.
Una respuesta completa a Q relativa a la teoria 71 es algo que jun-
to con 7] implica algunas respuestas directas a Q.

La pregunta que es expresada por una frase interrogativa depende,


en gran medida, del contexto. Por tanto, el principal objetivo del con-
texto es delimitar el conjunto de respuestas directas.
Van Fraassen determina los factores que constituyen la pregunta
Q expresada por un interrogante en un contexto determinado:

I) El tema P,,
2) La clase de contraste X = {P,, ...P,,...}
3) La relación pertinente R

Podemos identificar la entidad abstracta que hemos llamado «pre-


gunta de por qué» con una triada de tres factores:

Q = [Ph X, R1
Veamos en qué consisten estos tres elementos a partir de un ejem-
plo. Supongamos la pregunta siguiente, propuesta por Van Fraassen:
LA Exrucxclon creN'rlF1ci›. 265

«¿Por que está torcido el pararrayos?››

1) El tema es aquello sobre lo que el que pregunta espera una ra-


zón. En nuestro ejemplo es que el pararrayos está torcido.
2) La clase de contraste es el conjunto de posibilidades de enten-
der la pregunta. Este conjunto tiene como miembro el tema. En nues-
tro ejemplo la clase de contraste contendría proposiciones como las
siguientes: «este pararrayos en lugar de aquel», «el pararrayos se ha
torcido en lugar de mantener su forma original».
3) La relación de pertinencia explicativa es el conjunto de acon-
tecimientos que llevaron al pararrayos a torcerse. En nuestro caso po-
dría ser desde un error humano hasta que hubiera humedad en las co-
nexiones del pararrayos. Podemos definir la relación de pertinencia en
los términos siguientes:

Una proposición A se dice que es pertinente para Q exactamente


si A relaciona R con el par (P,,, X).

Hay que señalar que podemos tener el mismo tema pero distintas
clases de contraste. Por ejemplo, con la pregunta «¿por qué Adán se
comió la manzana?››, el tema es «Adán comió la manzana» pero po-
demos considerar distintas clases de contraste: una podria ser por qué
comió una manzana en lugar de una pera, otra, por qué aceptó la man-
zana en lugar de rechazarla.
Tenemos, pues, que la estructura de la respuesta es como sigue:

P,, en contraste con (el resto de) X porque A

Esta afirmación nos dice lo siguiente:


1) P,, es verdadero.
2) Los otros miembros de X no lo son.
3) A es verdadero.
4) A es una razón.
5) A es pertinente para esta pregunta.

El último paso en la explicación es la evaluación de la respuesta.


Supongamos que partimos de una clase K como el conjunto de las
teorías aceptadas más la información factual. Se plantea una pregun-
ta Q cuyo tema es B y cuya clase de contraste es X ¿Cómo evaluamos
r
266 |N'rRoDuccióN A LA |=1|.oso|=lA DE LA cnaucix

la respuesta «porque A››? Una posibilidad es evaluar A, otra es ver


hasta qué punto A favorece el tema B en contra de otros miembros
de la clase de contraste, por último, comparar «porque A» con otras
posibles respuestas a la misma pregunta. Van Fraassen da una forma
de evaluar pero no pretende que sea ni completa ni la única posible.
Sin embargo, son interesantes algunas de sus reflexiones acerca del po-
der explicativo, en el sentido de criterios de evaluación de respuestas.
Tradicionalmente se ha dicho que las teorias establecen dos tipos de
relación con los fenómenos observables, a saber: descripción de dichos
fenómenos con una función informativa; y explicación de dichos fe-
nómenos con una función más allá de la descripción. Por ejemplo,
la ley de Boyle describe la relación entre presión, temperatura y volumen
de un gas, pero sólo la teoría cinética de los gases explica esta rela-
ción. Según Va.n Fraassen, la búsqueda de criterios de poder explicativo
que vayan más allá de la adecuación y fuerza empírica crea dificulta-
des insuperables. Tampoco da resultado la búsqueda de criterios de
poder explicativo para establecer criterios de demarcación entre cien-
cia y pseudociencia. Decir que una explicación es científica no quiere
decir otra cosa que la explicación recurre a la ciencia para obtener in-
fomiación y que los criterios de evaluación para calibrar lo buena que es
una explicación se han elaborado teniendo en cuenta una teoría cienti-
fica. Asi como la descripción es una relación entre teoría y hecho, en la
explicación intervienen tres factores, a saber: teoría, hecho y contex-
to. lo que se requiere para contestar la pregunta depende del contexto.
Por tanto, una explicación cientifica no es ciencia (pura) sino una
aplicación de la ciencia, es decir es la utilización de la ciencia para
satisfacer nuestros deseos, y estos deseos varían según el contexto, pero
son siempre deseos de información descriptiva.

EJEMPLH-“rcxcrón ma 1zxPr.rcAc1oNEs A s1zGÚN LA 'rraortix


PRAGMÁTICA

Desde el punto de vista de la teoria pragmática de la explica-


ción, hemos visto que la cuestión está en cómo a partir de un
mismo problema o fenómeno tenemos distintos tipos de expli-
cación (la explicación científica sería uno de estos tipos) en fun-
ción de los objetivos que nos planteemos. Partamos del fenó-
meno de la conversión del mosto en vino, podemos plantear
LA Exr›L1cAcIóN CIENTIFICA 267

diversas preguntas, de diversa intensidad teórica, algunas de las


cuales listamos a continuación:

a) ¿Por qué en la molécula de alcohol hay tal grado de ener-


gía en los enlaces químicos? Responder a esta pregunta implica-
ría recurrir a la quimica cuántica y llegar al nivel de las partícu-
las atómicas.
b) ¿Por qué finalmente obtenemos alcohol del mosto? Res-
ponder a esta pregunta implicaría recurrir a la química orgánica
clásica, mostrando la serie de reacciones que llevan del mosto
al alcohol.
c) ¿Por qué se convirtió el mosto en alcohol? Aqui en prin-
cipio deberíamos recurrir a la biología y mencionar la existen-
cia de unas bacterias que llevan a cabo tal reacción química.
d) ¿Por que tales bacterias realizan la transfonnacíón? Aquí
deberiamos recurrir a la teoría de la evolución y por qué es útil
para la supervivencia de las bacterias tal reacción, asi como es-
pecificar los procesos vitales de las bacterias en cuestión.
e) ¿Por qué tal vino tiene ese color rojo? Aqui entrarian
la biologia y la medicina humanas, junto con la sociología, psi-
cología, etc.

8. Cousioiarmcromzs 1=n~uu.Es

Al principio de este capitulo presentábamos la explicación cientí-


fica como el alfa y el omega del análisis filosófico dela ciencia. Del
alfa dimos cuenta en el capítulo segundo, en el que se mostraba el hilo
conductor que va desde las primeras explicaciones antropomórticas
y animistas -como respuestas a la necesidad de los seres humanos
de comprender el mundo- hasta las más sofisticadas metateorías de
la actualidad -muestra de la capacidad recursiva del ser humano. Del
omega hemos tratado en este último capitulo en el que se describe cómo
en la explicación científica entran en juego tanto nuestros conocimien-
tos como los instrumentos de análisis para discernir en cada contexto
determinado qué es lo más pertinente para el tipo de explicación
deseada.
Aparece suficientemente claro que entre las distintas teorias de la
x
268 lmkonucciow A LA rrmsoríx DE LA c1ENc1A

explicación científica aquí presentadas, existen importantes diferencias


y desacuerdos, pero no necesariamente incompatibilidades. Posible-
mente los desacuerdos y diferencias tienen un origen general que con-
siste en la parcialidad de la problemática o temática tratada por cada
autor: unos difieren de otros porque abordan cuestiones específicas
y que pueden ser, sin embargo, importantes para la explicación de de-
terminados fenómenos. En este sentido, más que incompatibilidad ab-
soluta hablaríamos de planos diferentes en los que se sitúan y mueven
las teorías de la explicación.
Por tanto, no nos parece necesaria la disyuntiva de elegir entre Hem-
pel o Elster, o entre Kitcher o Van Fraassen. Las diferentes teorías de
la explicación científica no hay que tomarlas como paradigmas incon-
mensurables (a lo Kuhn) sino como modelos (a lo Giere) que repre-
sentan los diversos elementos que se conjugan en la explicación cien-
tífica.
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Achotegui, Joseba, 259
Alexander, ley de, 158
Aristóteles, 62, 63, 65, 91, 230 Cantor, Georg, 20
Armstrong, D., 171, 172, 173, 174, 179 Camap, R., 56, 71. 74, 76, 77, 99, 140, 143,
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Autrecourt, Nicolas de, 66 Canwrighl, N., 74, 175, 176, 177, 178, 179
Ayer, A. J., 31 Cauchy, Augustin, 19
Coffa, A., 71
Cohen, 1. B., 67
Bacon, Francis, 67, 68 Comte, Auguste, 71, 152
Bacon, Roger, 65, 66 Copérnico, Nicolás, 63, 67, 125
Balzer, W., 85, 191, 194 Crick, Francis H., 222
Barker, P., 87
Barnes, B., 56, 57, 84, 254
Becker, H., 210, 213, 214, 215, 216 Charles, Jacques A., 153
Belarmino, cardenal, 67 Chisholm, George B., 81
Berkeley, George, 19 Chomsky, Noam, 21, 49, 93, 257, 258
Berthollet, Claude, 43 Churchland, Paul, 84
Black, Joseph, 220
Black, M., 220, 221, 223, 224
Bloor, D.. 56, 57, 58, 84 Dalton, John, 43
Bohm, D., 72, 177, 178 Dalla Chiara, M. L., 52, 53, 86, 198
Bohr, N., 220, 221 Dâniken, Erich von, 128
Bolzano, B., 71 Darwin, Charles, 110, 126, 127, 257
Bourbakì, Nicolas, 85, 192 Davidson, D., 43
Boyle, Robert, 153, 163, 266 Demócrito, 64, 65
Brahe, Tycho, 107 Descartes, René, 17, 67, 68
Braithwaite, R. B., 224, 249 Diederich, W., 85, 191
Bridgman, P. W., 91, 99 Domenech, A., 58, 59
Brody, B., 260 Donovan, A., 35, 87, 88
Bronsted, J. N., 100 Doob, J. L., 224
Inlmducir um mumia mmnítimunn:-nie com-
pleja mino es ln filusnfii dc lu cicncin no
cs tan: fácil. Supone iicmp-.› de innnulga-
ción y estulìm y urlu capacidull de difiluncla
y símscsis pum drci: lo justo. ln impmsacin-
dihle y lo ufmvenifenle. Anna. 1¬Zsr.au1y lu ha
logrado cn esta Inrruriwrión u Ia flf-¿›.n¿fl'a
JI' la |:'1'e.m.'r`u, dirigida a Ie|.'1n|'E› mnyxlr-
Inem: univctsirurioes. nu ncccsuríurnnmc
especialisus n mudianms de fllmmíía. Lu
aulrmn ha eviludu cl enfoque mcmmcntc his-
tórion 0 por escuelas. sulìnricnlemc-:Il: alen-
dido pm' om» publir-wioncs cxísncn-
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pnr la uricnuuriún lcmútica. lu
más apropiada. 1 su jui-cin.
para el ne-'61im en la disci-
plina. Los capítulos 'Lmmduc-
ínrinfi nnalimn qué ¡ipn de
cunucinxìcmo cn el de Il filo-
mfla du: la cienpiu. mlálefl unn
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su objI:1i\¬I.1 y sus lnéludm, cuñl
ha sido su cvolución histórica y
¢uãI ax su lenguuje. Sigue ul :sludiu
dc las hipóI1:uis_ las lnycs, las iunrfas y tu
explicauinnu científica; mmm lema cnnsti-
mlivus del núcleo formal y cslruciursl de la
ciencia. I.u.\ numerosas referencias a dmr-
sos mumrantoa dc lu historia dc la ciencia 3-
lus cjcmpäus pr.k:lims que iluslmn los usmas
'i
csmdimkm huocn dc cslc ¡ibm nm inslrumcn-
10 uxoclennc para la oonnpmuión de la fi§o› I
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III! Iä-HI!-SII-I


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