Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
question. Ce qu’en
pensent
la littérature et la
philosophie
Espacios literarios en contacto
ELC 15
Consejo editorial:
Juan Bravo (Universidad de Castilla-la-Mancha)
Béatrice Didier (Ecole Normale Supérieure, Ulm)
Giovanni Dotoli (Università di Bari)
Mª Carmen Figuerola (Universidad de Lleida)
Philippe Merlo (Université de Lyon II)
Juan Manuel Aragüés,
Thierry Capmartin,
Nadia Mékouar-Hertzberg
& Alfredo Saldaña (éds.)
Le sujet en question.
Ce qu’en pensent
la littérature et la
philosophie
El sujeto en
cuestión. Lo que
piensan la literatura
y la filosofía
PETER LANG
Bern · Berlin · Bruxelles · New York · Oxford · Warszawa · Wien
Information bibliographique publiée par « Die Deutsche Bibliothek »
« Die Deutsche Bibliothek » répertorie cette publication dans la
« Deutsche Nationalbibliografie » ; les données bibliographiques
détaillées sont disponibles sur le site http://dnb.ddb.de.
Imprimé en Allemagne
Sommaire
Introduction .................................................................................................. XI
CORINNE FERRERO
Las peripecias del no en la escritura autobiográfica y
diaristica. Los diarios íntimos de Adolfo Bioy Casares ...............................23
OLGA LOBO
Fundamentos filosóficos y poéticos del sujeto ucrónico en la
obra de Julio Cortázar..................................................................................39
JUSTINE HUPPE
Lidentité narrative au prisme du roman contemporain ................................61
MATHIEU PAMS
Les figures du sujet de Camus à Ricœur .......................................................79
VI Sommaire
ALFREDO SALDAÑA
Yotredad..................................................................................................... 101
SATENIK BAGDASAROVA
Pour une philosophie critique. L'approche poétique de
claude Esteban ............................................................................................ 117
JULIETTE SIMONT
Sartre et Foucault. Le sujet, entre philosophie, éthique et politique .......... 129
DARDO SCAVINO
La causa del sujeto..................................................................................... 145
SEBASTIAN HÜSCH
La genèse du sujet authentique chez Heidegger et Musil :
entre sérieux et ironie ................................................................................ 157
CAMILLE FROIDEVAUX-METTERIE
Le sujet féminin au prisme phénoménologique de
l'expérience vécue ...................................................................................... 197
CHRISTIAN SANTACROCE
MARC WEINSTEIN
Subjectivité et sacralité .............................................................................. 233
Avant-Propos
que son identité se définit. Mais dans le même temps il est ce qu’il est par
cela même qui le distingue des autres.
Impossible dans ces conditions de passer sous silence les implications
politiques remarquables que soulève une telle question. Le Sujet en crise, et
sa mort annoncée, auront été compris parfois comme la crise, ou la mort,
de la politique elle-même. Même si cette thèse ne rend aucunement justice à
l’approche foucaldienne par exemple, une bonne part de la pensée contem-
poraine s’est vue dans l’obligation de réajuster le discours politique sur une
compréhension renouvelée de la subjectivité et des processus de subjectiva-
tion qui la sous-tendent. Si l’on adoptait finalement le point de vue de Negri
sur cette question, la politique pourrait désormais s’entendre précisément
comme ce processus de construction de subjectivité(s) lui-même.
Ce sont ces formes de subjectivités – dont on a ébauché une liste for-
cément non exhaustive –, comme autant de rejetons du Sujet, que le présent
volume entreprend d’examiner en cherchant, entre autres, à savoir pourquoi
la philosophie y appelle, en bien des occasions, la littérature à la rescousse.
Conjointement, si cette catégorie du sujet est bien d’abord un héritage phi-
losophique, il conviendrait de se demander si la Philosophie peut véritable-
ment en faire l’économie ou pourquoi elle s’en défait pour toujours y revenir.
Bibliographie
Un secreto moderno
oscila entre la posición del dócil rebaño, por un lado, y la manada de lo-
bos, por otro. No hay forma específica de separarlos, de hecho. Más bien
aparecen aquí como dos momentos o polos de una ambivalencia ideoló-
gica y conductual: el miedo vuelve al sujeto indefenso como un rebaño,
pero justo ese miedo le hace reaccionar agresivamente, con la ferocidad
de una manada. Esta manada provoca miedo. Y así sucesivamente. Por
decirlo con un término inspirado en Freud, pero elaborado por W. Reich en
dos textos analíticos fechados en 1933: Psicología de masas del fascismo
(2014) y Análisis del carácter (2010), el sujeto formaría así una coraza
de carácter (2010: 72) con la que gestionar de manera compensatoria la
represión sexual y el autoritarismo educativo, familiar e institucional. Para
Reich, en suma, “el resultado es el conservadurismo, el miedo a la liber-
tad, una mentalidad reaccionaria” (2014: 48). Se habría realizado así una
forma de subjetivación cuyas raíces se extienden hasta los orígenes de la
modernidad, ya en la forma pre-moderna de un “pastorado de las almas”
(Foucault 2000: 118), pero cuyo crecimiento y ramificación se difundiría
por doquier, omnes et singulatim, a través de la tendencia a la industriali-
zación y la comunicación masivas mundializadas a lo largo del siglo xx.
Yo como tecnología
Desde finales del siglo XIX, y sobre todo a lo largo del siglo XX, la con-
centración de población en grandes urbes, junto con la aceleración del rit-
mo de vida, las necesidades del control político masivo y de un desarrollo
mercantil exponencial, sin freno, se convierte en condiciones de socializa-
ción, en reglas de juego que no podían no tener repercusiones en el modelo
de subjetividad dominante. Quizá el vector más inmediato de acción sobre/
desde la subjetividad contemporánea, en este sentido, haya sido el poder
tecnológico, entendido como un conjunto de instrumentos y artefactos que
modulan de manera directa la relación entre sujeto y realidad.
El concepto de “técnicas de sí” o “tecnologías del yo” propuesto por
M. Foucault en torno a 1980 era ya un aviso tal vez aproximativo, intuitivo,
pero también decisivo sobre la genealogía de una subjetividad contempo-
ránea o post-moderna tal como se la puede apreciar en la era de la glo-
balización neoliberal, o del también llamado capitalismo post-industrial.
8 Antonio Méndez Rubio
El síntoma más inmediato de este daño personal y social podría estar sien-
do la proliferación creciente de “ideas de muerte” (AAVV 2016: 13). En
otras palabras, bajo las proclamas de libertad se estarían dando nuevas
patologías asociadas a la normalización de una subjetividad en crisis, ín-
timamente dañada, o muerta en vida… como ha argumentado S. López
Petit (2014: 99),
el poder utiliza productivamente las enfermedades que él mismo nos inflige, aunque
para ello tenga que convertirse en un poder terapéutico aparentemente protector. La
relación terapéutica despolitiza el malestar social y evita que podamos aprehender-
nos como la anomalía que somos. Los cuidados que ofrece no son más que cuidados
Comunicación y soledad 11
paliativos dirigidos a “dejarnos morir”. El deseo secreto que guía al poder terapéutico
se resume en una frase jamás confesada: “Sobráis: ¡suicidaos ya!”. El Fondo Moneta-
rio Internacional ha alertado recientemente del riesgo de que la gente viva más de lo
esperado: “Si el promedio de vida aumentara en 2050 en tres años más de lo previsto
hoy, los costos subirían un 50%” (El impacto financiero del riesgo de longevidad,
abril – 2012).
La crisis en común
Este grafiti incide así mismo en una equiparación entre autoimagen (como
tecnología de sí, Foucault 2000; 2015) y coraza caracteriológica (Reich
2010; 2014). La imagen del caballero medieval podría ahora leerse al lado
de un poema de Adrienne Rich, original de 1957, titulado “El caballero”:
“Un caballero cabalga hacia el mediodía, / su yelmo apunta al sol, / y un
millar de soles astillados / engalanan su cota de malla. / (…) Un caballero
cabalga hacia el mediodía, solo su ojo tiene vida, / amargo coágulo engas-
tado / en una máscara metálica; / traidores guiñapos y andrajos / por dentro
se pegan a la carne / y consumen sus nervios a jirones / bajo el radiante
casco…” (Rich 1986; 27). El poema de Rich abre una vía de crítica políti-
ca de la coraza tanto en su vertiente masculinista como, más ampliamente,
en la deuda que mantiene con un imaginario guerrero, violento e incluso
fascista. La similitud con el imaginario fascista puede anclarse, de hecho,
en comparar el grafiti con este óleo sobre lienzo de Rudolf Otto, de título
Dispuesto al combate, que Michaud (2009: 197) presenta como emblemá-
tico del arte pictórico en la época nazi:
El valor de una imagen concreta como este cuadro de R. Otto debería en-
marcarse, desde luego, en la función general de la imagen en el arte y, a su
vez, del arte en la ideología fascista clásica. Siguiendo el análisis de Mi-
chaud (2009: 158), la realización del Reich ideal estaba al cargo de cada
Comunicación y soledad 15
Más que de significación, en fin, con esta referencia a una “falta inherente
al lenguaje” hablaríamos de una significancia o preeminencia del signifi-
cante como síntoma del desgarramiento o insuficiencia de lo real y, más
concretamente, del desgarramiento insuficiencia de la relación subjetiva
entre realidad y signicidad. Para entenderlo, según Lacan, “basta con escu-
char la poesía” (2013; 470), esto es, basta con recuperar críticamente el sen-
tido atribuido por R. Jakobson (1985) a la función poética del lenguaje. La
poeticidad del lenguaje remitiría a un modo de enunciación no instrumen-
tal, no referencial, donde el lenguaje-mensaje tiende al mundo desde “una
tendencia hacia el mensaje como tal (Einstellung)” (Jakobson 1985: 37). Se
trata pues de un modo que el lenguaje tiene hablar del mundo a través de sí
mismo, tomando su significancia en su íntegra multidimensionalidad fóni-
ca, sintáctica, semántica y pragmática. La poesía, en suma, no se reduce a
la “poesía” como género literario sino que más bien convoca una modula-
ción de habla que puede darse en cualquiera de las prácticas consideradas
literarias, o musicales, o artísticas, o incluso en otros lenguajes sociales,
mediáticos o cotidianos, ya sean verbales o no.
La primera consecuencia fenomenológica de esta liberación con res-
pecto al autoritarismo de la imagen y del significado (como imagen refe-
rencial o mental) sería un juego de lenguaje y, por tanto, un modo de sub-
jetividad que ya no antepondría un determinado régimen de visibilidad
(“lo previsible y la previsión”) como exigencia comunicativa, que de he-
cho sería ante todo invisible o entre-visto, espectral. Una subjetividad no
monológica, e incluso no fascista, pasaría por una desactivación de cual-
quier movilización unidireccional o totalitaria, por una especie de huelga
que asumiera las condiciones y riesgos de su fragilidad y su necesidad. El
gasto improductivo de una huelga así entendida (Institut de Démobilisa-
tion 2014) se enfrenta espectralmente al dispositivo de poder hegemónico
defendido por el estado y el mercado. El paradigma de la producción (y
de la conducción de masa) se vería entonces desplazado por el pulso de
18 Antonio Méndez Rubio
Referencias
Corinne Ferrero
Maître de Conférences
Université de Pau et des Pays de l’Adour
1 “Je n’ai jamais parlé d’autre chose que de moi. Comme c’était de l’intérieur, on ne
s’en est guère aperçu. Heureusement. Car je viens là, en deux lignes, de prononcer
trois termes suspects, honteux, déplorables, sur lesquels j’ai largement concouru
à jeter le discrédit et qui suffiront, demain encore, à me faire condamner par plu-
sieurs de mes pairs et la plupart de mes descendants : ‘moi’, ‘intérieur’, ‘parler de’”.
Robbe-Grillet, Le Miroir qui revient, 1985, p. 10. Nous traduisons les citations
entre guillemets intégrées au corps du texte. Le texte original est repris en note si
nécessaire.
24 Corinne Ferrero
2 “Si j’ai bonne mémoire, j’ai commencé l’écriture du présent livre vers la fin de
l’année 76 […] Nous voici maintenant à l’automne 83, et le travail n’a guère avancé
(une quarantaine de pages manuscrites) […]. Près de sept ans ont donc passé depuis
l’incipit provocateur de l’époque.”, ibid., p. 7.
3 Ibid.
4 Serge Doubrovsky denuncia, desde 1966, ciertas posturas extremas (como las de
Barthes, Genette o Ricardou) sobre la desaparición del sujeto como conciencia
creadora, que considera como una tentativa de “liquidación general de la existen-
cia”. Gasparini, Philippe, Autofiction, 2008, p. 33. Nous traduisons.
5 Las motivaciones “personales” de Robbe-Grillet en cuanto a su empresa autobio-
gráfica permanecen bastante misteriosas: las primeras páginas dejan entender que el
autor pretende examinar de cerca ciertos fantasmas recurrentes —como el mar—, o
levantar el velo sobre un tal Henri de Corinthe, amigo de la familia y personaje de
estatuto dudoso, entre la ficción y la realidad.
Las peripecias del no en la escritura autobiográfica y diarística 25
“sujeto tardío6” (el sujeto de la “lucidez” para Barthes7) que se sabe inter-
pretado por otras instancias —la Ideología, la Historia, el Inconsciente—,
que ya no vive en la dimensión, ni en la lógica del origen, y para el que
la certeza más preciada es la duda. Roland Barthes, evocado con ternura
por Robbe-Grillet8 en Le Miroir…, resumía a su manera ese “drama de la
expresión9” en su propio ensayo autobiográfico publicado en 1975: “Mi
‘yo’ ha dejado de ser un ‘sí mismo’10”, entiéndase, es una forma vacía y
sin sustancia (sin conciencia intelectual de sí), como el sujeto escindido
del poema de Apollinaire, “Les Fiançailles”: “il vit décapité, sa tête est
le soleil / Et la lune son cou tranché11”. Barthes insiste, toda escritura de
sí es una ilusión (“¿acaso no sé que en el campo del sujeto no hay refe-
rente?12”), pero curiosamente es una ilusión fecunda, que incentiva, y hasta
parece legitimar la anamnesis, y la relación de sí: “¿por qué no hablaría
de mí?13”, escribe así Barthes a continuación, sustituyendo implícitamente
a la clásica protesta de sinceridad14, la de la imposible autenticidad, o la
15 Clément Rosset dice también: “La reconnaissance de soi […] implique […] un pa-
radoxe puisqu’il s’agit de saisir ce qu’il est justement impossible de saisir, et que la
prise en charge de soi-même réside paradoxalement dans le renoncement même à
cette prise en charge.” Rosset, Clément, Le Réel et son double, 1976, p. 97.
16 Es decir cuando se impone, a partir del artículo de Nathalie Sarraute “L’Ere du
soupçon”, una nueva manera de concebir la novela (el llamado “Nouveau Roman”),
fundada sobre el cuestionamiento de las categorías que definían la novela, en par-
ticular el personaje y su caracterización e interioridad psicológica (“Le personnage
n’est plus que l’ombre de lui-même. C’est à contrecœur que le romancier lui accor-
de tout ce qui peut le rendre trop facilement repérable.”). Sarraute, Nathalie, L’Ere
du soupçon, 1956, p. 74.
17 Tal vez la figuración arquetípica de este recelo (post)moderno por empezar (inse-
parable del problema de la conciencia originaria y constituyente que sustenta la
fenomenología desde Husserl) pueda encontrarse en L’Ordre du discours, la lección
inaugural de Michel Foucault en el Collège de France, que empieza con el deseo
del orador de no-empezar su discurso (“[être]emporté au-delà de tout commence-
ment possible”), como en una enésima lucha a muerte del orden y la libertad en un
discurso cuyos “sistemas de sujeción” el filósofo emprende entonces reconstituir.
Foucault, Michel, L’Ordre du discours, 1971, p. 8.
18 Como por ejemplo en las primeras páginas de Enfance, donde la autora glosa (en
forma dialogada consigo misma) un deseo y la fragilidad del mismo (“Alors, tu vas
vraiment faire ça ? ‘Evoquer tes souvenirs d’enfance’… Comme ces mots te gênent,
tu ne les aimes pas. […] ce que je crains, cette fois, c’est que ça ne tremble pas as-
sez […] que ce soit fixé une fois pour toutes, du ‘tout cuit’, donné d’avance…”). La
imposibilidad que inhibe (restaurar una verdad facticia) es también lo que desata
la escritura autobiográfica (“c’est de toi que me vient l’impulsion (…) par tes objur-
gations, tes mises en garde… tu la fais surgir, … tu m’y plonges…”) Sarraute, N.,
Enfance, 1983, p. 10–11.
19 La novela del escritor argentino, que combina formas imposibles como el diario
retrospectivo, y la novela generacional, lleva como subtítulo: “Diario de una novela
imposible”.
Las peripecias del no en la escritura autobiográfica y diarística 27
29 Ibid., p. 47.
30 Edouard Glissant, Poétique de la Relation, Paris, Gallimard, 1990.
31 “La poésie et l’art lui font pressentir une possibilité tout autre (…) un contact avec
l’intimité profonde plus aigu que celui de la sensibilité, et toutefois à distance, car
ce qui est intimement touché par ce point unique, c’est la distance même éprouvée
comme notre intimité, et le lointain en nous comme notre centre.” Blanchot, Maurice,
Le Livre à venir, 1959, p. 87.
32 Barthes, R., Roland Barthes par…, p. 99.
Las peripecias del no en la escritura autobiográfica y diarística 29
36 Cuando San Augustín escribe, “tu autem eras interior intimo meo”, lo más interior
y profundo de uno resulta ser un lugar a la vez cerrado y abierto, en este caso alum-
brado por una luz divina. Pachet, P., ibid., p. 13. Es también la paradoja de la expe-
riencia lírica, que, a pesar de constituir una experiencia eminentemente subjetiva,
solo es íntima si puede ser común, compartida por un lector capaz de recibirla.
37 Barthes, R., La Préparation du roman, 2015, p. 343, 200.
38 Cité par Giordano, Alberto, La contraseña de los solitarios, 2011, p. 102.
39 Robbe-Grillet, Le Miroir…, p. 69.
Las peripecias del no en la escritura autobiográfica y diarística 31
40 “Notes sur André Gide et son Journal” es uno de los primeros artículos que publica
el joven Barthes en 1942.
41 En L’Obvie et l’obtus, Roland Barthes par Roland Barthes, Le Bruissement de la
langue, y por supuesto en la edición póstuma de su diario de duelo, escrito entre
octubre de 1977 y septiembre de 1979. Véase: Barthes, R., Journal de deuil, Seuil,
2009.
42 El articulo es publicado en la revista Tel Quel en noviembre de 1982 y recogido en
sus obras completas. Barthes, R., Œuvre complètes, t. v, 2002, p. 668–681.
43 “Je n’esquisse pas ici une analyse du genre ‘journal’ (il y a des livres là-dessus), mais
seulement une délibération personnelle, destinée à permettre une décision pragma-
tique : dois-je tenir un journal en vue de le publier ?” Barthes, R., ibid., p. 669.
44 Pachet, P., Les Baromètres…, p. 139.
45 Piglia, Ricardo, Los diarios de Emilio Renzi, 2015, p. 11.
46 Son relativamente escasos, históricamente, los ejemplos de diarios publicados en
vida del autor (pensamos en el de los hermanos Goncourt, o en el de André Gide,
que no publica en vida sino una versión expurgada de sus cuadernos privados). Los
diarios íntimos de Ricardo Piglia, que fueron publicados en vida del autor (y por
32 Corinne Ferrero
él mismo), llevan sin embargo el nombre del alter ego ficcional de Piglia, Emilio
Renzi.
47 Guzmán, Luis, “Los otros diarios”, Buenos Aires, Página 12, 04/10/2015, p. 7.
48 “Los lectores, cuando admiran a un escritor, también se sienten atraídos por el hom-
bre que hay en él.” Bianco, José, Diarios de escritores y otros ensayos, 2006, p. 111.
Las peripecias del no en la escritura autobiográfica y diarística 33
Tenía alguna razón Borges cuando desaprobaba los libros de brevedades. Yo re-
plicaba que eran libros de lectura grata y que no veía por qué se privaría de ellos a
los lectores. Los Note-books de Samuel Butler, A Writer’s Note-book de Somerset
Maugham me acompañaron a lo largo de viajes y de años. “Los de Butler se pu-
blicaron después de la muerte del autor”, dijo Borges y yo aún no vislumbré su
argumento. Sin embargo, debí admitirlo porque […] año tras año he postergado la
publicación de mi anunciado libro de brevedades. Debo sentir que su publicación,
en vida, excedería el límite de vanidad soportable. Digo soportable porque en casi
toda publicación hay vanidad. ¿O es absurdo pensar que al publicar nuestros libros
los proponemos a la admiración de nuestros contemporáneos y aún de los lectores
del futuro?
Sea este cuaderno testimonio de la rapidez de manos del pasado, que oculta, entierra,
hace desaparecer todas las cosas, incluso a quien escribe estas líneas y también a ti,
querido lector49.
En este texto autógrafo, que cumple las veces de prólogo, el autor justifica
la postergación de la publicación de sus diarios íntimos, o lo que él llama su
“libro de brevedades”. Sorprendentemente, el autor desaparecido amonesta
en presente al lector del futuro, como si Bioy hubiera preparado, o premedi-
tado, la publicación póstuma de sus diarios. Resulta difícil saberlo a ciencia
cierta50, Martino sólo precisa que acordó con Bioy un plan de publicación
de sus papeles privados (pero nada se dice sobre el papel del autor a la hora
de establecer el texto). Aquí, Bioy argumenta sobre la imposibilidad de pu-
blicar esos textos en vida, y esta argumentación (por su posición apertural)
constituye también una invitación a mirar, a leer, todo aquello que se con-
servó al resguardo de las miradas. En el umbral de ese libro, la postergación
es una promesa: lo que por pudor (reserva o modestia) tuvo que ser disi-
mulado, o preservado, durante años ya puede ser revelado. La decisión es
compartida con Borges, o inspirada por él, en el diálogo que Bioy relata al
principio del texto, y en el que cada uno juega a ser el otro: Borges expresa
las reticencias naturales del diarista (de todo diarista a publicar sus papeles
privados en vida), y Bioy las asume, postergando año tras año (como lo dice
él) la publicación de “[su] anunciado libro de brevedades”. Pero en realidad,
Bioy juega a dejarse convencer por Borges: juega a ser modesto, o a imagi-
nar que podría serlo, y todo el texto se sustenta sobre esa conjetura (“debí
admitirlo”, “debo sentir que su publicación en vida excedería el límite de
vanidad soportable”), y a la vez la invalida, porque como lo dice Bioy “en
casi toda publicación hay vanidad”, y la modestia siempre es falsa cuando
es proclamada. El límite de la muerte impuesto por Borges (la idea según
la cual habría que esperar a estar muerto para publicar esos textos) es aquí
un juego destinado a marcar una frontera entre lo privado y lo público, el
secreto y su revelación. En realidad, Bioy ha cruzado esa frontera mucho
tiempo antes de que sea publicada esa edición de sus diarios póstumos: cada
vez que anunció la publicación futura de sus cuadernos privados51 (así, un
diario es un texto invisible pero legible), y con la publicación en 1959 de
su libro Guirnalda con amores, que constituye el primer intento por Bioy
de publicación de sus cuadernos privados, pero que, por la forma particu-
lar que toma el texto (sin entradas fechadas), pasará completamente desa-
percibido hasta la fecha52. En realidad, Descanso de caminantes parece la
consecución póstuma de varios intentos de Bioy por publicar sus diarios en
vida53, y como tal, resulta también ser el palimpsesto de muchos fragmentos
que Bioy ya había publicado, y por lo tanto autorizado, en vida. Cuando el
texto liminar que comentamos enfatiza el carácter póstumo de esos textos
privados, el juego, por Bioy, de la postergación infinita de la publicación de
sus textos íntimos, y de su publicación “antuma”, es una manera más de
jugar con las intimaciones contradictorias de la escritura diarística donde,
literalmente, se escribe lo que no ha de ser leído. En sus diarios, Bioy tam-
bién juega con las expectativas del lector de confesiones54 (con la ilusión
romántica del secreto del autor, pero sobre todo con “l’ailleurs de l’œuvre55”
que alimenta la crítica psicoanalítica), y, como en un cuento de Borges, sus-
pende todo lector “a la inminencia de una revelación que no se produce56”.
Fuite en avant. Inteligente expresión francesa. Estuve leyendo cuadernos de mi
diario del 56 y 57. Podría titularlo: testimonio de una vida inútil. Para quien no es
miope, ¿hay una vida útil?57
55 En “Les deux critiques” (1962), Barthes comenta los estragos de la crítica psi-
coanalítica siempre pronta a descubrir el sentido de toda obra en el “ailleurs” de su
obra, es decir, en la infancia del escritor. Barthes, R., Essais critique, 1964, p. 259.
56 Borges, Jorge Luis, Obras completas, vol. ii, 1989, p. 159.
57 Bioy Casares, A., Descanso de caminantes, p. 470.
58 Bioy Casares, A., La invención y la trama, 1991, p. 23.
59 Tal vez el ejemplo más revelador sea la publicación, en 1996, de Borges, un diario
íntimo de la intimidad del otro (interior intimo suo), que es el registro íntegro, por
Bioy, de todas sus conversaciones con Borges, y que abarca también todo el período
en que Bioy llevó su (propio) diario íntimo, entre 1947 y 1989. En él, cada uno no
es sino lo que el otro dice de él, inspirado por el otro, en el cual se mira como en un
espejo. Véase: Bioy Casares, A., Borges, Barcelona, Planeta, 2011.
60 En un texto breve titulado “Qué es un escritor”, Daniel Guebel relata el momento
decisivo para él de la “elección vocacional”, que asimila a una poderosa y violenta
36 Corinne Ferrero
Bibliografía
Olga Lobo
Université Grenoble Alpes
ILCEA 4
1 Con respecto a estos « dos cortázares » Ricardo Pliglia, (Crítica y ficción, Ana-
grama, Barcelona, 2001, p. 47) afirmaría, por ejemplo: «La conciencia estética de
Cortázar, la imagen del escritor que construye su obra en la soledad y el aislamiento
se fracturó, podría decirse, con el éxito de Rayuela. Por un lado Cortázar se plegó
al mercado y a sus ritos, y en un sentido después de Todos los fuegos el fuego ya no
escribió más, se dedicó exclusivamente a repetir sus viejos clichés y a responder a las
demandas estereotipadas de su público.» Piglia restaurará años después el lugar de
Cortázar en el canon argentino, como se observa en varias entrevistas. En el diario
Clarín, en una entrevista del 6 de julio de 2013, afirmará: «Creo que Cortázar va a
persistir; su obra está siempre en proceso y en movimiento, lejos de haber quedado
clausurada». También Vargas Llosa, por su parte, se refiere a un cambio en la per-
sonalidad del autor, aunque el cambio sería extensible a sus creaciones : «Este otro
Julio Cortázar (el “segundo”), me parece, fue menos personal y creador como es-
critor que el primigenio», (Prólogo a Cortázar, 1994c: 23). El éxito que le sobrevino
con Rayuela, el compromiso político y la separación de su mujer, Aurora Bernárdez,
estarían en el origen de dicho cambio. Por último, Rosario Ferré, (1990: 13) comenta:
40 Olga Lobo
4 Véase, por ejemplo, Bermejo, Jose María, «Cortázar: me he curado de algunas neu-
rosis escribiendo cuentos fantásticos», Ya, 5 de noviembre de 1977. Consultable en el
archivo en línea del «Fondo Cortázar » del Centre de Recherches Latino-Américaines
de la Universidad de Poitiers.
<http://www.mshs.univ-poitiers.fr/crla/contenidos/Cortazar/fiche.php?Code=
26.019&Cle=catalogue>
5 En su obra The Rhetoric of Fiction (1961), habla Wayne C. Booth del «unreliable
narrator» para referirse a un tipo de narrador que tras establecerse como punto de
vista a seguir, termina por sumir al lector en la incertidumbre, lo que le obliga a
reconsiderar su propio punto de vista y experiencia de la historia.
6 Barthes, Roland, Roland Barthes par Roland Barthes [1975] Paris, Seuil, collection
« Écrivains de toujours », 1995.
42 Olga Lobo
7 Cortázar, Julio, La vuelta al día en ochenta mundos, México, Siglo XXI, (1967),
reimpresión de 2013, p. 209.
8 Esta libertad y apropiación de la poética ketsiana le valdrá de hecho el calificativo
de «vampirismo» en un artículo aparecido en 1979: Hernández del Castillo, Ana
María, « Camaleonismo y vampirismo : la poética de Julio Cortázar », Revista Ibe-
roamericana, 108–109 : 475–92. A este respecto véase también: Mesa Gancedo, D.,
« Salir del nombre. Identidad y reconocimiento de Julio Cortázar (entre la poesía y
la calle) », Bulletin of Hispanic Studies, Volume 92, Issue 4, 2015, Liverpool Uni-
versity Press on line.
<https://doi.org/10.3828/bhs.2015.27>, p. 456 y nota 6.
9 Cortázar, Julio, Imagen de John Keats, Madrid: Alfaguara, 1996, pp. 19–20.
Poética de la hospitalidad 43
[…] el poeta es ucrónico –dice en «Imagen» no porque su obra sobreviva, sino por-
que él tiene un tiempo propio, en sí, ajeno al tiempo calendario, que lo dispensa del
devenir. Todo poeta habita ahora este tiempo.15
John Keats, en carta a sus hermanos (diciembre de 1817), define esta re-
nuncia del ser, que él llama la «capacidad negativa» del poeta, como la
facultad que tiene de existir en la incertidumbre, en los misterios, en las
dudas sin irritables búsquedas de hechos y de razón. «Lo que escandali-
za al virtuoso filósofo, conluye Keats, fascina al poeta camaleón».18 Esta
15 Ibid., p. 43.
16 Ibid., pp. 104–105.
17 Ibid., p. 107.
18 «I mean Negative Capability, that is when a man is capable of being in uncertain-
ties, Mysteries, doubts, without any irritable reaching after fact and reason – …
Poética de la hospitalidad 45
What shocks the virtuous philosopher delights the camelion Poet» ; lettre to Baylei.
In: Rollins, H. E., The Letters of John Keats, 2 vols, Cambridge: Cambridge Uni-
versity Press, 1958, pp. 193–94.
19 El interés de Cortázar por la filosofía así como su grado de «especialización» en la
disciplina, exceden el objetivo de este artículo, pero merece sin duda atención. A
juzgar por sus subrayados, anotaciones, comentarios podemos no obstante afirmar
que Cortázar es un lector atento, riguroso, que realiza un camino de comprensión
y de reflexión a lo largo de los años y lecturas. Sobre una teoría acerca del interés
por la filosofía en general y la de Heráclito en particular véase: Aagje Monballieu,
«Más que un amateur esclarecido: La afición de Julio Cortázar por la filosofía de
Heráclito», Neophilologus, 96(2), 2012, p. 247–262. La autora defiende y muestra
cómo Cortázar se acerca sistemáticamente a la filosofía en sus fuentes primarias y
secundarias como algo más que un mero amateur. Da igualmente numerosos ejem-
plos de usos y menciones de sentencias o aproximaciones filosóficas en sus novelas
y cuentos.
20 Los títulos son, por orden de publicación: Wahl, J., Estudio sobre el Parménide
de Platón, Nueva Biblioteca Filosófica, XXIX, 1929 (con firma del autor y fe-
chado en 1936—fecha de adquisición). Brehier, Emile, Historia de la Filosofía,
Tomo 1. Antigüedad y Edad Media, Buenos Aires, Sudamericana, 1944; Battistini,
Yves (éd.), Trois contemporains : Héraclite, Parménide, Empédocle, Les essais,
n° 78, Paris, Gallimard, 1955 (firmado y fechado en 1956, con notas y subrayados);
Wheelwright, Philip Ellis, Heraclitus, Princeton University Press, 1959; Farré,
Luis, Heráclito, Madrid, Aguilar, 1959; Brun, Jean, Héraclite ou la philosophie
de l’éternel retour, Collection philosophes de tous les temps, n° 17,1965; Bollack,
Jean et Wismann, Heinz, Héraclite ou la séparation, Paris, Editions de Minuit,
1972; Fink, Eugen et Heidegger, Martin, Héraclite : séminaire du semestre d’hiver
(1966–1967), Paris, Gallimard, 1973.
46 Olga Lobo
24 Utilizo el concepto según la idea expresada por Pierre Bayard en su libro Comment
parler des livres que l’on n’a pas lus?, Collection “Paradoxe”, Les éditions de mi-
nuit, Paris, 2007.
48 Olga Lobo
ese «ir recogiendo flores» a través de sus lecturas y posteriores citas que
nos permiten, a nuestra vez, establecer relaciones entre sus lecturas y su
propia poética de la escritura.
De la flor heracliteana conservará al menos tres entradas en lo que
va a configurar la idea de sujeto ucrónico: la crítica del logos, entendido
como lenguaje, la «sospecha» de la verdad y del sentido preestablecidos,
de las que resulta una idea del ser como uno y diverso.
En efecto, con su crítica del logos, que aparece desarrollada a lo largo
de sus obras de ficción y particularmente en sus novelas, como leemos, por
ejemplo, en Rayuela, busca Cortázar denunciar no tanto las deficiencias
de la razón en un mundo absurdo sino la ilusión de creer que las palabras,
el lenguaje, expresan de manera exacta, precisa, aquello que nos repre-
sentamos como realidad. Esta ilusión o incapacidad del lenguaje conlleva
asimismo otra idea que es el hecho de que las palabras exceden lo que su
significante refiere. El lenguaje no coincide con el mundo, explicaba He-
ráclito y de esta tensión surge el movimiento. Así, esta separación entre
el mundo25 y el lenguaje, la tensión existente entre realidad y lenguaje,
llevarán a Cortázar, en la construcción de su obra, a una creación que es,
por un lado, exploración de las posibilidades del lenguaje para expresar
una realidad —su realidad— dada, ese imposible verosímil que llamamos
fantástico, y, por otro, búsqueda incesante de un lenguaje nuevo para la
narración que le permita llevarla a sus máximas posibilidades de signifi-
cación poética. La crítica del logos cortazariana es, de este modo, impulso
creativo, «armonía de fuerzas opuestas» (fragmento 57),26 la fuerza del
arco que impulsa la flecha.
Según la interpretación que de los Fragmentos realizan Jean Bollak
y Heinz Wismann, esta misma separación inscrita en la incertidumbre del
logos se opera igualmente en una idea de la verdad y del sentido que es
igualmente incierta, en el sentido de «móvil». El conocimiento (el cono-
cimiento de sí mismo) no es ni resultado de la identificación total de una
verdad (unitaria, fija), ni negación del «uno» en favor de lo diverso, sino
que ambos deben pensarse juntos. Es esta tensión entre lo uno y lo diverso
lo que constituye todo devenir del ser y el principio de esta tensión no es
otra que el combate, «padre de todas las cosas» (ver fragmentos 9 y 10 de
27 Ibid., p. 26.
28 Adorno, T. W., Dialectique Négative, Payot, Paris, 1978.
29 Es esclarecedor, para entender lo que afirmo y su convergencia con el pensamiento
cortazariano, la carta que dirige a Mercedes Arias (ya en 1940) y en la que le co-
menta (la carta merece lectura completa): «No, I don’t believe in an eternal nonsen-
se […] cada día me convenzo más de que la vigilia y el sueño son momentos de una
realidad que se nos escapa íntegramente, y de la cual sólo advertimos (o creamos)
fragmentos aislados. Nunca a mé demasiado el racionalismo frío y absoluto; ahora
lo detesto profundamente. Creo que en la intuición, en los valores emotivos, en
la poesía de todo acto intensamente vivido, se esconden las fuentes últimas de la
verdad […] el hecho de que no poseamos a Dios, que jamás hayamos tenido una
revelación ni una vivencia de su Ser, no es razón suficiente para negar una finalidad
del mundo y sus seres ; nos es razón para creer que todo esto es una vasta pesadilla,
un eror, una absurdo, a tale told by an idiot […] toda duda es fecunda, y de toda an-
gustia puede nacer una luz». Cortázar Julio, (Edición a cargo de Aurora Bernárdez),
Cartas, 1937–1963, Alfaguara, Buenos Aires, 2000, p. 81–82.
30 En Carta a Jean Andreu del 16 de noviembre de 1968. Cortázar Julio, (Edición a cargo
de Aurora Bernárdez), Cartas, 1964–1968, Alfaguara, Buenos Aires, 2000, p. 1291.
50 Olga Lobo
cortazariano, sujeto para quien vivir (crear) es renovarse sin cesar, ser a
través de lo creado.
31 Cortázar, Julio, La vuelta al día en ochenta mundos, México, Siglo XXI, (1967),
reimpresión de 2013, pp. 209-213.
32 Ibid., p. 212.
Poética de la hospitalidad 51
Gide, no es nunca sino que deviene,33 será el germen del ser que existe solo
en la temporalidad de ese instante-devenir (no en sentido cronológico sino
existencial), instante de creación.
Es desde este marco, desde esta concepción del ser como ser inscrito
en un devenir que es a la vez movimiento y ahora, desplazamiento y quie-
tud (como la flecha de Zenón), o a la vez estable y fluyente (como el río
entre las dos orillas), desde el que debemos entender la renuncia cortaza-
riana a una literatura aurática abandonando la postura de autor definitivo,
afirmativo, del yo soy,34 para proponer una literatura que, como el túnel,
destruya para construir.
Esta será la identidad narrativa que Cortázar proyecta en sus prime-
ros ensayos teóricos y desarrollará a lo largo de toda su obra, con diversas
consecuencias expresivas. Gracias a esta renuncia o aceptación de su «ca-
pacidad negativa», Cortázar rechaza, por ejemplo, los límites genéricos
tradicionales, teorizando primero y realizando después en su obra una na-
rrativa híbrida «contaminada» por otros lenguajes, el de la poesía, el de la
pintura, el del cine, el de la música también. Es también por esta porosidad
por lo que Cortázar se da el lujo de cuestionar el tiempo de la cronología
y sustituirlo por un tiempo de la experiencia o duración (de raíz sin duda
bergsoniana) que explorará especialmente en sus cuentos (pensemos por
ejemplo en « El perseguidor 35 ») ; por lo mismo por lo que intentará un ac-
ceso a lo fantástico, por falta de mejor nombre, dirá36, destinado a obtener
un tipo de conocimiento que es participación afectiva antes que intelec-
ción. Y es por esta renuncia, finalmente, por lo que Cortázar deseará para
su literatura un lector, ese que es también «otro», co-agonista del autor,
que sea «cómplice».
37 Cortázar, Julio, «Del sentimiento de no estar del todo», La Vuelta al día en ochenta
mundos, México, Siglo XXI, (1967), reimpresión de 2013, p. 21.
38 Cortázar, Julio, Cuentos Completos/I, Madrid: Alfaguara, 1994, p. 548.
39 Ibid., p. 140.
40 Soi même comme un autre suggère d’entrée de jeu que l’ipseité du soi même implique
l’altérité à un degré si intime que l’une ne se laisse pas penser sans l’autre … au com-
me nous voudrions attacher la signification forte, non pas d’une comparaison – soi
même semblable à un autre –, mais bien une implication: soi même en tant que…
autre » Ricœur, P., Soi même comme un autre, Paris, Seuil, 1990, p. 14.
Poética de la hospitalidad 53
Cortázar nos acoge en el orden poético para invitarnos a una nueva onto-
logía del ser, para proclamar un nuevo sistema de valores, una axiología
«personal»41 que se acomoda más a un «siento luego soy»42, un «veo luego
soy» que a la fórmula cartesiana. Lo que Cortázar nos propone, no es una
metafísica sino una obra de visión: «¿Ideas? Formas mejor».43
Por eso decíamos (en cursiva) que los textos cortazarianos nos llevan
hasta las entrañas mismas del que construye un sentido, vale decir, has-
ta nosotros mismos. Con la negación del sujeto idéntico a sí mismo del
ego-cogito la ontología de raíz poética bascula, así, desde una retórica a
una hermenéutica que podemos definir, con el auxilio de Paul Ricoeur, en
tanto hermenéutica diacrítica, esto es, tal como la define Richard Kearney,44
una hermenéutica «que evita a la vez la comunión amistosa que resulta de
una fusión de horizontes y la no-comunión engendrada por una ruptura
apocalíptica […]».45 Esta hermenéutica supera la lógica de un ego-cógito
frente a otro, delante del texto, para proponer una relación al otro que es
hospitalaria. Una axiológía, decíamos, cuya ética se basaría en el encuen-
tro fortuito de dos sujetos ucrónicos buscando(se) en un instante, el de la
escritura para uno, el de la lectura, para otro, acogiéndose en su diversidad.
El autor deja de ser el maestro dueño del sentido y la verdad y el lector el
discípulo aventajado pero esclavo de la verdad preestablecida. Entre autor
y lector no hay puente sino túnel: proponiéndonos un camino de búsqueda
de nuestros propios intersticios.
Y más adelante:
50 El concepto del ser histórico, afectado/concernido por el otro define una antropología
afectiva que encontraremos teorizada igualmente en la fenomenología del «hombre
capaz» de Paul Ricœur, desarrollada particularmente en su obra La Mémoire, l’his-
toire, l’oubli, Seuil, 2000.
51 Por citar solo dos ejemplos conocidos, Cortázar destinó los beneficios de Libro de
Manuel a la causa de la resistencia chilena y el de Fantomas contra los vampiros
multinacionales en favor del pueblo nicaragüense.
52 Son muchos también los ejemplos conocidos de esta implicación con diversos proce-
sos en los que Cortázar, aprovechando su popularidad, participa apoyando luchas en
favor de la justicia y la democracia (en Nicaragua, Chile y Argentina, por ejemplo).
Participando, concretamente, como jurado en el Tribunal Russel II, denunciando pú-
blicamente en Europa lo que estaba ocurriendo en el Cono Sur, participando en la
organización de exposiciones del museo de la Resistencia Salvador Allende, etc.
53 Cortázar, Julio, Obra Crítica/3 (edición de Saúl Sosnowski), Madrid, Alfaguara,
1994, p. 43.
56 Olga Lobo
Bibliografia
Barthes, Roland, Roland Barthes par Roland Barthes [1975] Paris: Seuil,
collection « Écrivains de toujours », 1995.
Bayard, Pierre Comment parler des livres que l’on n’a pas lus?, Collec-
tion “Paradoxe”, Les éditions de minuit, Paris, 2007.
Booth, Wayne C., The Rhetoric of Fiction [1961], The University of
Chicago press books, 1983.
Bermejo, Jose María, « Cortázar : me he curado de algunas neurosis
escribiendo cuentos fantásticos », Ya, 5 de noviembre de 1977.
<http://www.mshs.univ-poitiers.fr/crla/contenidos/Cortazar/fiche.
php?Code=26.019&Cle=catalogue>.
Cortázar, Julio, Rayuela, Buenos Aires, Sudamericana, 1963.
—, La vuelta al día en ochenta mundos, México : Siglo XXI, (1967), re-
impresión de 2013.
—, 62 Modelo para armar [1968], Madrid: Alfaguara, 1996.
—, Obra Crítica/2 (edición de Jaime Alazraki), Madrid : Alfaguara, 1994.
—, Obra Crítica/3 (edición de Saúl Sosnowski), Madrid : Alfaguara, 1994.
—, Cuentos Completos/I, Madrid: Alfaguara, 1994.
—, Imagen de John Keats, Madrid: Alfaguara, 1996.
—, (Edición a cargo de Aurora Bernárdez), Cartas, 1937–1963, Alfaguara,
Buenos Aires, 2000.
—, (Edición a cargo de Aurora Bernárdez), Cartas, 1964–1968, Alfaguara,
Buenos Aires, 2000.
—, (Edición a cargo de Aurora Bernárdez), Cartas, 1968–1983, Alfaguara,
Buenos Aires, 2000.
Ferré, Rosario, Cortázar, el romántico en su observatorio, Puerto Rico:
Literal books, Ed. Cultural, 1990.
58 Olga Lobo
Justine Huppe
Université de Liège
Rien d’anachronique donc, dans ce modèle, qui se voit sans cesse pro-
longé, actualisé3 mais aussi contesté, comme l’ont fait par exemple Galen
Strawson4 ou encore Marielle Macé5. En effet, toute l’entreprise théorique
de cette dernière autour de la notion de « style » est avant tout une manière
de prolonger et de critiquer les thèses de Ricœur sur l’identité narrative :
comme lui, Marielle Macé considère que la littérature offre des formes
disponibles pour la constitution de nos subjectivités ; mais à la différence
du philosophe, elle affirme que ces formes ne sont pas nécessairement
narratives. Tout sujet ne trouverait pas dans la littérature le modèle d’une
vie synthétisée, peu ou prou, à la manière d’un récit; au contraire, d’autres
y puisent différentes manières d’être, différents « styles d’existence », plus
touchés par l’épisode, l’emportement, la rupture ou encore le rythme du
texte.
Notre ambition sera différente : il s’agira moins de discuter les limites
du modèle narratif décrit par Ricœur que d’en interroger les fonctions6, à
partir d’un corpus de roman qui pensent, à nouveaux frais, les ressources
et usages du récit de soi. Autofictions délibérées (Chloé Delaume, Alain
Farah), arborescences imaginaires (Camille de Toledo), intimités fabulées
(Philippe Vasset) ou encore de curriculum vitae (Thierry Beinstingel) : les
3 La notion d’identité narrative connaît un certain succès dans les sciences sociales,
mais aussi dans la théorie littéraire contemporaine. En valorisant l’ancrage éthique
et pratique de la narration, elle s’intègre parfaitement à une tendance théorique des
études littéraires à vouloir justifier leur utilité et leurs intérêts. Voir Alexandre Ge-
fen, « “Retours au récit” : Paul Ricoeur et la théorie littéraire contemporaine », in :
Fabula / Les colloques, L’héritage littéraire de Paul Ricœur, URL : <http://www.
fabula.org/colloques/document1880.php>, 2013.
4 L’article polémique de Galen Strawson, « Contre la narrativité » (2004), s’attaque
à ce qu’il nomme le modèle « narrativiste » de l’identité, et a fortiori au modèle
ricoeurien. Strawson défendqu’il n’est absolument pas nécessaire de concevoir sa
vie comme un récit pour pouvoir être un individu à la fois normal et éthiquement
responsable.
5 Voir Marielle Macé, Façons de lire, manières d’être, coll. « Les essais », Paris :
Gallimard, 2011, et en particulier la section « Une histoire à soi, un style à soi », où
elle se positionne explicitement par rapport à Ricœur.
6 Dans les dernières sections du troisième volume de Temps et récit, Ricœur insistait
en effet sur les liens entre les fonctions respectives de l’histoire et de la fiction:
l’histoire mobilise les fonctions révélantes et transformantes de la fiction – usant
d’artefacts pour mettre au jour des sens cachés – tandis que la fiction emprunte à
la fonction de « lieutenance » ou de « représentance » de l’histoire, en mimant une
forme de fidélité à des évènements censés avoir eu lieu. Voir Paul Ricœur, Temps et
récit, III, Le Temps raconté, Paris : Seuil, 1991, p. 265.
S’écrire à l’ère du faux 63
personnages de ces textes sont à la fois tous des écrivains et des narrateurs
de leur propre vie, dont ils sont moins les scriptes fidèles que les malicieux
stratèges. En faisant primer les effets de leur récit sur leur valeur de vérité,
ils mettent ainsi à l’épreuve l’équilibre que Ricœur voyait à l’œuvre dans
toute mise en intrigue, censée résoudre les tensions entre représentation
et transformation, dette à l’égard des faits et pouvoirs de les transformer.
Partant du principe que la littérature, comme d’autres champs, est
sensible aux réaménagements qui affectent nos subjectivités, nous inter-
rogerons les manières dont elle déplace ses manière de dire le sujet, en
mettant l’accent sur les dimensions stratégiques, combatives et réflexives
du récit de soi – et, par voie de conséquence, en renégociant le rapport de
la littérature à la vie.
Ainsi, pour Delaume, l’autofiction est une manière de configurer son iden-
tité narrative12, contestée et chahutée à la fois par son parcours de vie, mais
aussi par des facteurs affectant potentiellement tout individu : le divertis-
sement (la téléréalité, les jeux vidéo), les normes (le genre, l’orientation
13 Chloé Delaume, Une femme avec personne dedans (2012), Paris: Points, 2013, p. 72.
14 Christian Salmon, Kate Moss Machine, Paris : La Découverte, 2010, p. 29.
S’écrire à l’ère du faux 67
en scène et le narrateur de soi dans une performance qui est la vie même. Dans
cette quête éperdue du « romanesque », dont la téléréalité est à la fois le symptôme
et le laboratoire, le sujet est voué à la mise en valeur intensive de ses ressources de
présentation et de narration15.
Je est un « contre »
20 Sur le cas rosenthalien, voir ce qu’en dit Dominique Rabaté dans « L’individu
contemporain et la trame narrative d’une vie », in : Studi Francesi, n° 175, janvier-
avril 2015, p. 54–62 [en ligne].
21 Elisabeth Routhier et Jean-François Thériault ont étudié de près cette posture
d’Alain Farah dans « Performance auctoriale et dispositif littéraire. Autour de Pour-
quoi Bologne d’Alain Farah », in : Fabula / Les colloques, Internet est un cheval de
Troie, URL : <http://www.fabula.org/colloques/document4167.php>, page consul-
tée le 05 novembre 2017.
22 Alain Farah, Pourquoi Bologne, Montréal : Le Quartanier, 2013, p. 191.
S’écrire à l’ère du faux 69
23 Céline Minard, So Long, Luise (2011), coll. « Rivages Poche », Paris: Payot & Ri-
vages, 2014, p. 11.
24 Chloé Delaume, Dans ma maison sous terre, coll. « Fiction & Cie », Paris : Seuil,
2009, p. 119–125 ; Alain Farah, Pourquoi Bologne, Montréal : Le Quartanier, 2013,
p. 40.
25 La référence à la sorcellerie est presque un topos de l’œuvre de Chloé Delaume. On
la retrouve aussi chez Céline Minard dans So Long, Luise (2011), coll. « Rivages
Poche », Paris: Payot & Rivages, 2014, p. 143–144.
70 Justine Huppe
Archéologues de l’inauthentique
29 Philippe Vasset, Journal intime d’un marchand de canons (2009), Paris: Points,
2014, p. 11.
30 Philippe Vasset, Journal intime d’un marchand de canons (2009), Paris: Points, 2014,
p. 9. Dans un article intitulé « L’Exofictif » Vasset a davantage décrit le fonctionne-
ment cette articulation entre fiction et documentaire (Vacarme, n° 54, hiver 2011).
72 Justine Huppe
Avec ces textes, qui mettent tous en scène des personnages soucieux à
la fois des effets de leur récit et de la page jamais vierge sur laquelle ils
l’inscrivent, c’est toute une cartographie du vrai et du faux qui se trouve
redessinée. Non seulement ces personnages s’écrivent dans un monde où
la frontière entre la réalité et la fiction tend explicitement à s’estomper;
mais ils font pragmatiquement primer les effets perlocutoires de leur his-
toire sur leur statut vériconditionnel. Convaincre, s’émanciper, esthétiser
sa réalité : ce qui leur importe, c’est davantage l’efficacité que la référen-
tialité de leur histoire.
Selon Anne Besson, ce postulat est constitutif d’un certain imagi-
naire contemporain de la fiction :
« Que cela soit vrai ou pas, peu importe au fond » : cette expression d’un « non cre-
do » absolu correspond à une pensée partagée de notre ère de la fiction – elle en est
une traduction par le suspens du « ni vrai ni faux », dont l’anglicisme fake résume
l’ambivalence31.
cherchez-vous encore à faire le tri, comme si la vérité se trouvait dans les faits, pas
dans le ressenti32.
32 Chloé Delaume, Une femme avec personne dedans (2012), Paris: Points, 2013, p. 107.
33 Céline Minard, So Long, Luise (2011), coll. « Rivages Poche », Paris: Payot &
Rivages, 2014, p. 116.
34 En réalité la dernière phrase est écrite en anglais, ce qui n’a rien d’étonnant puisque
la narratrice, bien que Française, s’est avant tout fait connaître en écrivant en an-
glais (“But you know that : truth is a mighty queer of a personage in the abstract, as
slippery as an eel”, Céline Minard, So Long, Luise (2011), coll. « Rivages Poche »,
Paris: Payot & Rivages, 2014, p. 234).
35 Philippe Vasset, La Légende, Paris: Fayard, 2016, p. 23–24.
74 Justine Huppe
Qui ne se fout pas que la ruse et l’artifice soient connus de tous, si l’effet est irré-
sistible ? Un maquillage exécuté avec art produit l’illusion d’une vie qui excède
la vie36.
Les Vies pøtentielles de Camille de Toledo font, elles aussi, le deuil d’une
quête d’authenticité effrénée. Abraham, le narrateur, tente en effet de se
ménager un espace d’écriture entre la vérité attestée et la fiction délibérée :
Je n’ai jamais apprécié l’arrogance de ceux qui affirment que tout est vrai dans leur
histoire. J’apprécie les témoins qui ont de l’imagination, ceux qui avouent d’emblée
que leur mémoire est comme les trous des forêts de l’Europe, des cavités où croupit
l’eau des orages. J’aime que les témoins se trompent, se rétractent, et le trouble, et
le vacillement qui s’ensuivent. C’est en ces lieux inhabitables, tremblants, que je
cherche à écrire37.
Bibliographie
la condition humaine. Pour illustrer ces trois enjeux, nous proposons dans
un premier temps de revenir sur le problème philosophique de l’insensé et
le type d’approche qu’il implique pour rendre compte des figures du sujet
(I), avant d’appliquer ce cadre à la confrontation entre Ricœur et trois ro-
mans de Julien Gracq, Marguerite Yourcenar et Claude Simon (II).
La démarche existentialiste
Au-delà du cas de la rencontre avec Mona, c’est bien l’équivalent d’un dé-
laissement à l’envers, qui caractérise le rapport du personnage au monde :
chaque parcelle du monde vient s’échouer sous les yeux du personnage
principal, venant et repartant par hasard. Loin de dépeindre un sujet jeté
dans le monde et délaissé dans une situation, c’est le monde qui est jeté
aux pieds d’un sujet qui figure l’attente vide et détachée. Mais dans le
même temps, le sujet reste conçu comme une embarcation qui souhaite sa
propre dérive, qui désire « faire sauter une à une les amarres5 », comme
séduite par le magnétisme du lieu.
Entre la nature féérique et la laideur du monde souillé par l’action
humaine, entre la conscience désengagée et la conscience fascinée et cap-
tive, le récit ne tranchera pas. Au contraire, l’hésitation récurrente entre
le registre du conte et le genre tragique renforce ce balancement que l’on
pourrait assimiler, en philosophe, à un scepticisme du sujet, à l’impossi-
bilité de trancher entre la figure du sujet-rivage et celle du sujet-navire.
Cette immersion dans un cycle entre deux formes élémentaires de la
vie ne laisse, pour la subjectivité, plus de place pour le déchiffrement et la
reprise de l’involontaire par le volontaire. Dans le premier tome de la Philo-
sophie de la volonté, Ricœur défendait en effet une troisième voie par-delà la
conception réaliste d’une conscience engluée dans le corps (ce que Ricœur
envisageait comme une dissolution du volontaire) et la conception idéaliste
d’une conscience déliée du corps (ce que Ricœur envisageait comme une
dégradation de l’involontaire). Le philosophe défendait alors une conception
8 Ibid., p. 599.
9 Julien Gracq, Un balcon en forêt, Paris : José Corti, 1958, p. 29.
10 Ibid., p. 31.
11 Paul Ricœur, Philosophie de la volonté, 1. Le Volontaire et l’involontaire, coll.
« Points », Paris : Seuil, 2009, p. 585.
90 Mathieu Pams
17 Ibid., p. 238.
18 Ibid., p. 239.
19 Ibid., p. 223.
20 Ibid., p. 358–359.
92 Mathieu Pams
21 Ibid., p. 212–213.
Les figures du sujet de Camus à Ricœur 93
Il semblait qu’elle ignorât même qu’elle avait un corps et à quoi celui-ci pouvait ser-
vir, en dehors de l’alimenter en friandises ou de le revêtir de dentelles ou de châles
brodés pour poser avec l’une de ses amies.24
24 Ibid., p. 115.
25 Ibid., p. 146.
26 Ibid.
27 Ibid., p. 288.
96 Mathieu Pams
On voit ce que Claude Simon oppose aux pouvoirs du récit exposés par
Ricœur : non pas un argument structuraliste ou la remise en cause des
instances narratives, mais le caractère absolument sans forme, sans struc-
ture et sans vertèbre de l’événement qui advient, du sujet qui subit, de l’ex-
périence qui se vit. La figure animale de la subjectivité traduit ainsi une
subjectivité affolée, porteuse d’un vécu et d’une expérience qui sortent
du langage comme le portrait photographique sortait du temps et de la
matérialité.
Le seul lien qui va s’établir entre ces deux temporalités et ces deux
subjectivités, celle du souvenir et celle du traumatisme, c’est un lien de
contamination d’où émerge une troisième figure du sujet, le sujet léthar-
gique. L’existence léthargique, c’est d’abord celle qui se manifeste dans les
portraits photographiques, et qui font dire de la mère qu’« elle paraissait se
borner à être là […] comme la souveraine léthargique de quelque royaume
d’absence où elle se tenait – même pas dans une attente : simplement se
tenait29 ». C’est cette même léthargie que la tentative de mise en récit va
faire voir, d’abord parmi les autres cavaliers qui dans leurs déplacements
insignifiants, font dire au narrateur : « simplement ils étaient là30 ». On la
retrouve par la suite appliquée au personnage lui-même, avec l’évocation de
son propre « état de démission semi-léthargique31 ». Cette existence dans
la léthargie permet de rendre compte de l’état du personnage après l’em-
buscade, quand le brigadier se révèle incapable de se détacher d’un colonel
28 Ibid., p. 286–287.
29 Ibid., p. 120.
30 Ibid., p. 242.
31 Ibid., p. 293.
Les figures du sujet de Camus à Ricœur 97
Et maintenant il était là, étendu raide et nu dans les draps lisses, simplement tran-
quille, seulement habité par cette sorte de rire silencieux, furibond, froid, qui était
le contraire de la gaieté.32
Bibliographie
32 Ibid., p. 344.
33 Ibid., p. 380.
Eléments pour une déconstruction du sujet
Yotredad
Alfredo Saldaña
Universidad de Zaragoza
sujeto es quien es por aquello que es capaz de construir con los demás y,
en ese sentido, su identidad se define a partir de la colaboración colectiva.
Reconocimiento, comunicación e intersubjetividad son conceptos cla-
ves en el pensamiento social contemporáneo, pero han sido precisamente
algunos de esos pensadores (Bourdieu, 1988; Touraine, 1998; Lipovetsky,
2007) quienes han reconocido las dificultades de reflexionar sobre el mun-
do actual desde una perspectiva social, un mundo en el que los individuos
—aunque agrupados con frecuencia en inmensas megalópolis— viven ais-
lados unos de otros y desprovistos de toda conciencia social: “la sociología
es una ciencia social sin base social” (Bourdieu, 1988: 59). Ahora bien, que
esas dificultades sean inherentes al desafío no convierten a este en algo im-
posible. Dada la importancia de categorías como la alteridad, la diferencia,
la otredad, Touraine señala que la superación de la crisis de la modernidad
pasa por la reconstrucción de nuestras relaciones con lo(s) otro(s): “La única
manera, en mi opinión, de salir de la crisis de la modernidad, y de la ten-
tación posmodernista, […] consiste en la reconstrucción […] no a partir de
una imagen de la sociedad sino a partir de una imagen del sujeto personal y
de la relación con el otro reconocido como sujeto” (Touraine, 1998: 25–26),
una crisis inherente y consustancial al propio proceso de emancipación so-
cial y estético de la modernidad y que ya Marx, en otro contexto, entrevió
como un constituyente necesario que surge de las tensiones y contradiccio-
nes del sistema económico capitalista. La modernidad, al hacer de la crítica
un permanente compañero de viaje, al convertirla en “una fuerza de inter-
vención”, no ha dejado de generar escenarios de crisis, una crisis entendida
como “una potencia de mutación” (Silva Echeto, 2014: 29).
Por otra parte, no debemos olvidar que esas categorías (alteridad,
diferencia, otredad) se desplazan continuamente según la perspectiva
adoptada y pueden llegar a ser incluso intercambiables: lo mismo y lo
otro, lo propio y lo ajeno; nuestra otredad está constituida por su propia
mismidad: lo que ellos sienten como propio a nosotros nos resulta ajeno, y
viceversa. El futuro —y el progreso también, en su acepción ilustrada—
pasa por el fortalecimiento de estas imágenes y relaciones, en un mundo
en el que el respeto de la diversidad, además de un valor ético incuestiona-
ble, debería constituir un imperativo funcional categórico. Reivindicación
de una singularidad diferente en el escenario dialéctico de las relacio-
nes intersubjetivas y las conciencias enfrentadas, donde el sujeto ya no
se presenta como una entidad compacta y cerrada sino como un edificio
abierto, un lugar en construcción. Como afirma Gabriel Weisz (2007: 71):
104 Alfredo Saldaña
con los que ese poder controla y alimenta la crisis actual, argumentos que
inciden “sobre los miedos sociales y los dirigen y enfrentan hacia un otro
no siempre bien definido” (Observatorio metropolitano, 2011: 108).
Las continuas oleadas de inmigrantes que, empujados por la deses-
peración y el hambre, están llegando desde hace décadas al cada vez más
fragmentado multiestado paneuropeo con la intención no de suplicar algo
de caridad sino de ganarse la vida con la fuerza de su trabajo (de la que
tanto se beneficia el capital) deberían ser un buen motivo para que Europa
reflexionara sobre el escenario en el que quiere vivir, sobre la pertinencia
de luchar por un mundo en el que quepan diferentes modelos culturales
y de convivencia, se reconozcan distintas idiosincrasias y se escuchen di-
versas lenguas. Las circunstancias, sin embargo, parecen no ser propicias
para que se produzca esa reflexión (ahí están los brotes de xenofobia que
están surgiendo últimamente en algunos países europeos); las teorías eco-
nómicas neoliberales, dominantes en un capitalismo financiero de alcance
prácticamente planetario, han capitalizado la realidad hasta el punto de
hacer de la vida una experiencia encadenada a las transacciones econó-
micas, una moneda sometida a los fluctuantes valores de cambio. Hemos
asistido, como recuerda Foucault en Nacimiento de la biopolítica con la
teoría del capital humano, a la transformación de los seres humanos —la
fuerza de trabajo, en expresión de la vieja teoría marxista— en capital
humano, y esa transformación introduce la posibilidad de llevar el análisis
económico a ámbitos que hasta no hace mucho se habían considerado al
margen de esos parámetros. En estas circunstancias, con el concepto de
biopoder se designa, a partir de los trabajos de Foucault, todo ese conjun-
to de técnicas, instrumentos y estrategias con el que el poder controla no
solo el trabajo sino la vida en todas sus dimensiones, convertida ya en un
objeto económico administrado por el propio poder. Lo relevante ahora
radica en que “es el propio trabajador quien aparece como si fuera una es-
pecie de empresa para sí mismo” (Foucault, 2007: 264) y, en la medida en
que consume, es un productor que produce su propia satisfacción; en este
sentido, el consumo debe considerarse como una actividad empresarial
mediante la cual alguien, poniendo en circulación un determinado capital,
consigue satisfacer algún tipo de necesidad. Como en una nueva caverna
platónica, esta es la falacia que ha conseguido paralizar las conciencias y
el pensamiento crítico de una gran parte de la humanidad.
Ahora bien, ¿cómo, en función de qué valores, establecer los rasgos
de una identidad —la europea, por ejemplo— que se fundamenta en su
Yotredad 109
particular y compleja diversidad? Ahí se encuentra uno de los retos que una
filosofía de la cultura con aspiraciones críticas y emancipadoras debería
afrontar, la construcción de un espacio plural que a partir de la autocrítica
sea capaz no solo de convertirse en modelo de coexistencia y colabora-
ción entre las diferentes identidades sino también de mostrarse receptivo
y permeable frente a las influencias ajenas, y todo ello sin duda debería
redundar en la riqueza cultural de ese mismo escenario, una riqueza di-
rectamente proporcional a la diversidad lingüística, religiosa, artística y de
comunidades característica de esta zona del planeta. En el caso europeo,
la potencia de muchas de sus tradiciones regionales y locales —unida al
pasado imperialista de algunos de sus Estados— ha restado coherencia y
cohesión a la identidad europea, una identidad que tendrá que forjarse so-
bre el reconocimiento y la aceptación de las diferentes identidades que la
conforman, sobre la superación de la idea maniquea que encuentra perfec-
tamente localizados el bien y el mal, lo aprovechable y lo desechable, a am-
bos lados de una frontera que separa el espacio que ocupamos nosotros del
espacio que ocupan los otros. Y al hilo de ese escenario caracterizado por
la multiplicidad, vienen muy a cuento las palabras con que Roland Barthes
cierra Le Degré zéro de l’écriture, en las que se establece un paralelismo
entre la literatura y la utopía:
La multiplication des écritures institue une Littérature nouvelle dans la mesure
où celle-ci n’invente son langage que pour être un projet : la Littérature devient
l’Utopie du langage. (Barthes, 1972: 65)
sino más bien a un momento, una época, en la que todas esas literaturas
llegaran a verse como diferentes manifestaciones de un mismo lenguaje.
Se trataría de reconocer por fin que el lenguaje es el lugar en el que damos
forma al mundo, que el yo que nos identifica es solo una construcción
imaginaria y que la escritura, como apuntaba Barthes (1985: 14), guarda
“la vérité, non de la personne (de l’auteur), mais du langage”.
Dos rasgos se han desarrollado en el horizonte epistémico de la pos-
modernidad (Hobsbawm, 1998), sobre todo entre teóricos culturales y li-
terarios y antropólogos sociales: uno de ellos presupone la idea de que
ya no hay una diferencia tan clara entre la realidad y la ficción, entre
la realidad objetiva y el discurso conceptual o imaginario, es decir, que
los hechos y acontecimientos aparentemente objetivos no son sino nuevas
configuraciones conceptuales, mentales, imaginarias, un rasgo que de al-
guna manera desdice el viejo postulado nietzscheano que distinguía entre
los hechos y las interpretaciones y que abre la puerta a la posibilidad de
que la realidad pueda convertirse en un género más de escritura; el otro
afecta al desdibujado de la frontera entre la realidad histórica y la reali-
dad ficcional, y en ese borrado algo sin duda tiene que ver la práctica de
muchos escritores actuales consistente en basar las tramas de sus obras
en acontecimientos reales y no en situaciones imaginarias (son los casos,
por ejemplo, de la novela histórica, de la narrativa que toma elementos del
reportaje periodístico o, en el ámbito lingüístico del español, de la deno-
minada “poesía de la experiencia”).
Al margen de lo que podamos encontrar en algunos géneros o regis-
tros literarios, el universo digital y, sobre todo, las redes sociales surgidas
en su entorno, han hecho saltar por los aires las nociones de vida y bio-
grafía, tal como venían entendiéndose, digamos, en la era analógica. Así,
hallamos manifestaciones no necesariamente artísticas en las que se da
una estrecha vinculación entre lo biológico y lo tecnológico: weblogs o,
simplemente, blogs, ‘cuadernos de bitácora’, moblogs, que han crecido a la
luz de los avances de internet y de las nuevas tecnologías que implicaron
la incorporación de plataformas inalámbricas; en ambos casos, casi siem-
pre se trata del relato de una historia personal (exposición de sentimientos,
emociones o ideas personales, fotografías y filmaciones de vídeo alusivas
a esa misma historia personal), de tal modo que la vida (casi siempre pro-
pia, real o inventada) es con frecuencia el constituyente esencial de unas
prácticas que responden a un tipo de prosa discursiva en forma digital
que “deconstruye nuestras antiguas posturas acerca de lo público y lo
112 Alfredo Saldaña
Bibliografía
Satenik Bagdasarova
Université Paris 8
Vincennes-Saint-Denis
Claude Esteban est l’auteur non seulement d’une œuvre poétique im-
portante, mais aussi d’une œuvre critique consacrée à la littérature, à la
théorie de la traduction et à l’art. Il y a chez Claude Esteban l’idée d’une
nouvelle critique, dont les principes sont formulés dans un texte program-
matique « Les mots du souci », qui date de 1987. Dissociée du champ
psychologique, la conduite de souci est conçue comme un agir et une
connaissance : « Le souci n’est donc point, au sens traditionnel du terme,
une passion. Il ne se contente pas de subir le choc des contraires ; il tra-
vaille – dans l’incertitude du résultat ou de la résultante des forces oppo-
sées2 ». Cette situation impose de ne pas séparer la pratique de la contra-
diction du travail critique dans le langage. Dans la mesure où la conduite
de souci est « une interrogation du possible, de l’in-ouï, de l’informulé
par le truchement paradoxal des outils verbaux3 », elle est « une remise
en cause, sur le registre le plus grave, des compromis et des conventions
1 Claude Esteban, « Les mots du souci », Critique de la raison poétique, coll. « Cri-
tiques », Paris : Flammarion, 1987, p. 55.
2 Ibid., p. 51.
3 Ibid., p. 56.
118 Satenik Bagdasarova
4 Ibid.
5 Ibid., p. 57.
6 Ibid.
7 Ibid.
8 Ibid., p. 58.
9 Ibid.
Pour une philosophie critique 119
10 Sur ce point, voir Gérard Dessons, « Jean de la Croix », L’Art et la manière : art, lit-
térature, langage, coll. « Bibliothèque de littérature générale et comparée », Paris :
Honoré Champion, 2004, p. 317.
11 Claude Esteban, « Les mots du souci », Critique de la raison poétique, coll. « Cri-
tiques », Paris : Flammarion, 1987, p. 61.
12 « Donc le poète est vraiment voleur de feu » (Arthur Rimbaud, Lettre à Paul De-
meny, 15 mai 1871, Œuvres complètes, coll. « Bibliothèque de la Pléiade », Paris :
Gallimard, 1972, p. 252).
13 Claude Esteban, « Les mots du souci », Critique de la raison poétique, coll. « Cri-
tiques », Paris : Flammarion, 1987, p. 61.
14 Ibid., p. 52.
15 Simone Weil, citée par Claude Esteban, « Les mots du souci », Critique de la raison
poétique, coll. « Critiques », Paris : Flammarion, 1987, p. 62.
120 Satenik Bagdasarova
une ombre sur la paroi, une rhétorique de l’entendement, et qui voudraient, dans une
sorte d’envol au-dessus du vide, témoigner, comme par l’absurde, de la permanence
indicible d’un absolu. L’homme de souci n’adhère ni à la belle assurance des uns,
ni à la théologie négative des autres. De l’absolu dans les signes ou hors des signes,
il ne sait rien.16
16 Claude Esteban, « Les mots du souci », Critique de la raison poétique, coll. « Cri-
tiques », Paris : Flammarion, 1987, p. 60.
17 Ibid.
18 Claude Esteban, « Un lieu hors de tout lieu », Critique de la raison poétique, coll.
« Critiques », Paris : Flammarion, 1987, p. 243.
19 Ibid., p. 244.
Pour une philosophie critique 121
une investigation rigoureuse du Vide – avec le même désir d’absolu, avec aussi les
mêmes tentations doctrinaires. Et je crois qu’il nous est difficile de le suivre sur ce
terrain de négativité, en dépit de la fascination qu’exerce sur nous cette moderne
parole apophatique.20
20 Ibid.
21 Ibid., p. 245.
22 Ibid., p. 243.
23 Ibid., p. 242.
24 Ibid., p. 246.
25 Ibid.
122 Satenik Bagdasarova
26 Ibid.
27 Ibid., p. 245.
Pour une philosophie critique 123
Une autre marque du savoir lire chez Cavell, c’est, selon Claude Esteban,
l’attention au sous-discours qui fait le continu des pièces de Shakespeare.
Pour Cavell, il y a un silence spécifique de Shakespeare : « Parlant, à propos
de Lear, du dramaturge – qu’il nomme ici, une seule fois, “l’artiste” – et du
dénouement, peut-être inexplicable, que Shakespeare donne à son œuvre,
Cavell conclut : “Il perçoit, de façon plus poignante, l’impossibilité de la
succession et nous ne sommes pas toujours aussi sensibles qu’il le faudrait à
sa capacité de silence” 35 ». En soulignant l’importance que Cavell accorde
au silence dans son étude sur Shakespeare, Claude Esteban précise de quelle
conception du silence il s’agit. Chez Cavell, le silence est conçu comme une
catégorie du langage : « Il s’interroge sur des paroles inachevées, sur une
hésitation, sur un silence36 ». Ce qui dévalue par principe l’activité exégé-
tique, qui considère le silence comme une absence de langage. Un tel mode
de lecture poétique, que Cavell apprend au contact empirique du théâtre de
Shakespeare, a pour effet la constitution d’une philosophie critique :
Aux dernières lignes de son étude sur Othello, Cavell s’interroge sur les « chants »
de Desdémone avant que celle-ci ne meure : « La philosophie peut-elle les reprendre
des mains de la poésie ? Sûrement pas, tant que la philosophie continuera, comme
par le passé, d’exiger que la poésie soit bannie de sa république. Peut-être le pour-
rait-elle si elle devenait littérature. Mais la philosophie peut-elle devenir littérature,
et se connaître encore elle-même ? » La question ne cesse de battre, comme un cœur
respirant, au long de ces pages37.
Bibliographie sélective
37 Ibid., p. 138.
38 Claude Esteban, « Shakespeare ou l’ombre portée », L’Espace, l’inachevé. Cahier
Claude Esteban, sous la direction de Pierre Vilar, Tours : Farrago, 2003, p. 133.
126 Satenik Bagdasarova
Juliette Simont
Université Libre de Bruxelles
Chercheuse au FNRS
donc de celui que je fus sans sympathie, presque sans effort pour le comprendre. Je
l’abandonne aux rires et j’en ris. En même temps, et par cette reconnaissance même
de mes erreurs, je dépouille l’homme en moi pour me placer sur le terrain absolu du
spectateur impartial, de l’arbitre. Ce spectateur, c’est la conscience transcendantale,
désincarnée, qui regarde « son » homme. Quand je me juge, c’est avec la sévérité
que je mettrais à juger autrui mais c’est que déjà je m’échappe à moi-même. Il m’est
arrivé, après avoir eu des torts dans une dispute, de les reconnaître volontiers et de
m’étonner profondément ensuite en voyant que mon interlocuteur, malgré cet aveu,
m’en voulait encore. J’avais envie de lui dire: « Mais voyons, ça n’est plus moi; ça
n’est plus le même »4.
Je dois ici faire appel à un mot qui revient de façon lancinante dans ce
journal : l’authenticité, soit une façon de se dire la vérité, d’être vrai vis-
à-vis de soi —et c’est ce qui, dans le souci de soi sartrien, répond à ce
retombe sur mes pieds parce qu’aussitôt je pense à écrire ce que je sens et ce que
je vois12.
12 Ibid., p. 307.
13 Ibid., p. 252.
14 J.-P. Sartre, Lettres au Castor et à quelques autres, I, Paris, Gallimard, 1983, p. 392.
15 Lettres au Castor et à quelques autres, II, 1983, p. 115.
Sartre et Foucault 137
Son âge, sa classe, son temps, il avait tout repris, tout assumé. Il avait choisi la
canne plombée qui le frapperait à la tempe, la grenade allemande qui l’éventrerait.
Il s’était engagé, il avait renoncé à sa liberté, ce n’était plus qu’un soldat. Et on lui
avait tout rendu, même sa liberté. […] Il est plus libre que moi : il est d’accord avec
lui-même16.
*
Le résultat du journal de guerre est-il seulement cette oscillation sans
solution ? Non : le souci éthique et les hésitations subjectives qui animent
Sartre dès ses premières pages, qui le parcourent tout entiers, et qui, au
plan de l’épreuve de soi, restent aporétiques, donnent lieu, en parallèle, à
une élaboration philosophique qui leur est étroitement liée. C’est le sujet
de L’Etre et le Néant qui se met en place —sujet aux deux sens du terme :
thème et subjectivité. Sartre écrit à Simone de Beauvoir, le 15 janvier
1940 (le carnet correspondant à cette période est perdu):
[…] j’écrivais justement aujourd’hui dans mon carnet que la philosophie que je fais
doit être un peu émouvante pour d’autres parce qu’elle est intéressée. […] A cette
heure je n’essaye pas de justifier ma vie après coup par la philosophie, ce qui est
salaud, ni de conformer ma vie à ma philosophie, ce qui est pédantesque, mais vrai-
ment vie et philo ne font plus qu’un17.
c’est qu’elle est néant, c’est que son mode d’être spécifique est de n’être
pas, de n’être pas le monde et aussi de n’être pas ce qu’elle est. Le coup de
génie de L’Etre et le Néant, qui se trame dans les Carnets de la drôle de
guerre, c’est de trouver, pour l’intentionnalité, un opérateur, le néant, qui
à la fois relie et disjoint : c’est du fait même de se rapporter au monde que
la conscience s’en sépare et se sépare de soi, c’est du fait même de cette
séparation, qui est incomplétude, qu’elle doit se rapporter au monde pour
combler son manque.
Ce concept, le néant, ne vient pas de rien, il résulte des lectures philo-
sophiques de Sartre pendant cette drôle de guerre, peu nombreuses, mais
déterminantes : Le Concept d’angoisse de Kierkegaard, et Qu’est-ce que
la métaphysique ?, le recueil de textes de Heidegger déjà mentionné. Chez
Kierkegaard, Adam, en état d’innocence, est angoissé non pas par la faute
ou le péché, puisqu’il en ignore encore tout, mais par rien, un rien qui
n’est autre que le pressentiment d’une possibilité, c’est-à-dire de la liberté.
Liberté de quoi, pour quoi ? Adam n’en sait rien, « seule est donnée la
possibilité de pouvoir, comme une forme supérieure d’ignorance, comme
une plus haute expression de l’angoisse19 ». Chez Heidegger, si la crainte
est toujours crainte d’une détermination du monde, d’un quelque chose,
l’angoisse, elle, surgit quand les déterminations quotidiennes refluent,
quand le langage qui les dit « se tait 20», quand le monde entier est en sus-
pens dans une terrible puissance d’indétermination, le Néant, qui à la fois
révèle la réalité-humaine à elle-même et la rend apte à entrer en relation
à l’Etre. Angoisse devant la liberté pour Kierkegaard, angoisse devant le
Néant pour Heidegger, Sartre commente dans son carnet :
A mon sens c’est une seule et même chose, car la liberté, c’est l’apparition du Néant
dans le monde21.
19 S. Kierkegaard, Le Concept d’angoisse, trad. P.-H. Tisseau, Félix Alcan, 1935, p. 87.
20 Qu’est-ce que la métaphysique ?, p. 32.
21 Carnets de la drôle de guerre, p. 416.
22 Lettres au Castor, II, p. 38.
Sartre et Foucault 139
C’est par cette précision, par cette concrétude de la négation que Sartre
marque sa distance par rapport à Heidegger, et ce sont elles encore qui
constitueront le ressort des critiques qu’il lui adressera dans L’Etre et le
Néant.
Si Heidegger ne convoque le néant que dans l’expérience extrême de
l’angoisse, qui est aussi suspens total et indéterminé de l’Etre, c’est, selon
Sartre, en vérité pour laisser l’Etre intact dans sa caractéristique essentielle :
il est total, englobant, c’est comme tel qu’il est suspendu, et c’est à la totalité
de l’Etre que fera retour la réalité humaine après l’avoir enjambé dans l’an-
goisse. Inversement, dans cette angoisse, par-delà l’Etre totalement anéanti,
la liberté se contemple elle-même et, dans cette auto-contemplation, gagne
Sartre, nous l’avons vu, arrive à l’ontologie par le souci éthique, lui-
même surgi des bouleversements de son existence et du monde ; son onto-
logie accomplie, soit L’Etre et le Néant, est tissée de concepts qui relèvent
à la fois de l’ontologie, de l’éthique, de la pratique, voire de la politique : li-
berté, mauvaise foi, valeur, esprit de sérieux, situation, etc. ; elle s’achève
sur des pages intitulées « Perspectives morales », dans lesquelles Sartre
annonce un prochain ouvrage qui élucidera ce que peut être une éthique
de la liberté. Née d’un questionnement moral, y retournant en conclusion,
l’ontologie, pour Sartre, serait-elle une sorte de marchepied vers autre
chose? C’est ce que pensait Jean Hyppolite, qui disait à propos de L’Etre et
le Néant, et il n’y mettait aucune intention péjorative : « Jean-Paul Sartre
est peut-être davantage un moraliste, dans la tradition française, qu’un
philosophe28 ».
Sartre, selon lui, aurait fait une ontologie pour se libérer de l’ontologie
et comme préambule à une anthropologie existentielle approfondie, exac-
tement à l’inverse de Heidegger, qui n’écrit Etre et Temps, livre encore
anthropologique, que comme introduction à une ontologie fondamentale
où la condition humaine comme telle ne joue plus de rôle.
*
Je terminerai par quelques mots sur Sartre, Foucault et le statut de l’in-
tellectuel.
Il y a bien eu, de 1945 à 1960, un magistère sartrien, exaspérant
sûrement pour les jeunes philosophes de la génération suivante, et l’on
comprend que Les Mots et les Choses ait dû être écrit contre Sartre. Ce
magistère tient à l’idée que Sartre se faisait de l’intellectuel : celui qui « se
mêle de ce qui ne le regarde pas », dit-il dans « Plaidoyer pour les intellec-
tuels », et qui s’en mêle en ayant pour visée l’universel. Il ne faut pas cari-
caturer cette figure sartrienne de l’intellectuel ; il ne s’agit pas du tout d’un
être omniscient émettant d’en haut des décrets autoritaires sur le monde,
mais d’un être déchiré, et déchiré, précisément, par la dialectique de la
situation et de la liberté. Produit d’un système de pouvoir qui le rémunère
en tant que technicien du savoir – ce qui est un privilège et en même
temps un asservissement, puisque le pouvoir attend de lui qu’il module
son savoir dans l’intérêt de ce système—, ce technicien peut s’apercevoir
que les potentialités universelles de son savoir contredisent ce système
Mais son but est l’universel. Contre lequel Foucault, vous le savez, a re-
vendiqué la figure de l’intellectuel spécifique. L’intellectuel spécifique,
c’est le détenteur d’un savoir, l’expert, qui, dans une lutte locale et ponc-
tuelle, retourne son savoir contre le pouvoir, et, au-delà de son objectif
particulier, lutte ainsi contre la façon dont le pouvoir répartit le vrai et le
faux. Cette opposition n’est pas si nette qu’il y paraît, puisque l’univer-
sel est évidemment susceptible de spécification, puisque des objectifs de
lutte ont été communs à Sartre et Foucault, par exemple dans le domaine
de la psychiatrie. La différence d’accent n’en existe pas moins. Foucault
s’est tenu à distance de Mai 68, le mot révolution lui inspirait une grande
méfiance. Quant à Sartre, tout se passe comme si l’exigence de détermina-
tion, qu’il saisissait avec acuité quand il s’agissait de philosophie, d’onto-
logie —c’est là, je l’ai dit, le lieu de son opposition à Heidegger— devenait
moins contraignante au niveau de la pratique politique. La question par
laquelle je terminerai est simplement celle-ci : l’intellectuel aimanté par
l’universel, Sartre par exemple, ne répond-il pas, ne correspond-il pas à
des situations de crise historique globale, où tout bouge ? Ne sommes-
nous pas entrés à nouveau dans une crise de ce genre ? Parmi les slogans
rencontrés Place de la République, à Paris, au printemps 2016, on pou-
vait lire : « Le monde, sinon rien ». Dans la présente situation de crise,
l’ « expert » a-t-il encore le loisir de se retourner contre le pouvoir, comme
il pouvait le faire sans trop de dommage dans l’atmosphère libertaire et
dans la conjoncture économique encore favorable qu’a vécue Foucault ?
Quelle est la figure subversive qui peut fonctionner aujourd’hui ? Retour à
l’universel ? Ou, comme le dit au contraire Jean-Claude Milner dans Pour
une politique des êtres parlants, une nouvelle figure d’intellectuel spéci-
fique, détachée sans doute de l’expertise —que nous savons, aujourd’hui,
assujettie au pouvoir— mais résolument immergée dans le « fragment » :
29 « Plaidoyer pour les intellectuels », in Situations, VIII, Paris, Gallimard, 1972, p. 402.
144 Juliette Simont
Il faut commencer par ne plus prendre la politique comme un tout. […] Une seule
possibilité pour celui qui ne décide pas [pour l’intellectuel] et a compris qu’il lui faut
se faire entendre en tant qu’il ne décide pas : fragmenter. […] Ce que nous voulons,
tout, disaient quelques-uns après Mai 68. Aujourd’hui, je m’exprimerais à l’inverse :
ce que nous voulons, justement, pas tout, mais quelque chose, qui n’est ni tout ni
rien. Nous voulons cela, que nous voulons ici et maintenant. Le cela, les sujets, se
pointeront circonstanciellement, en se gardant de l’illusion de l’œuvre30.
30 J.-C. Milner, Pour une politique des êtres parlants, Paris, Verdier, 2011, p. 76–77.
La causa del sujeto
Dardo Scavino
Université de Pau
Me he dado cuenta
de que miento.
Siempre he mentido,
siempre he mentido.3
3 Silvio Rodríguez, “Esta canción” en Días y flores, La Habana, EGREM, 1975, pista 7.
148 Dardo Scavino
1. Todos mis enunciados son mentiras 3. No existe ningún enunciado mío (ni siquiera
la confesión 1) que no sea mentira
∀x f(x) ¬Ǝx ¬f(x)
2. Existe al menos un enunciado mío 4. No todos mis enunciados son mentiras
(la confesión 1) que no es mentira
Ǝx ¬f(x) ¬∀x f(x)
∀x f(x) ⊃ Ǝx ¬f(x)
dudar que está dudando, su propia duda no forma parte de las entidades
dudosas. La confesión “Todos mis pensamientos son dudosos” no entra
dentro del conjunto que ella misma establece (“No es dudoso que todos
mis pensamientos sean dudosos”). Un escéptico consecuente debe ser un
escéptico convencido: puede dudar de todos sus pensamientos, menos de
su escepticismo. La filosofía moderna se inicia así con este oxímoron car-
tesiano: la indudable duda.
1. Todos mis pensamientos son dudosos 3. No existe ningún pensamiento mío
(ni siquiera mi duda 1) que no sea dudoso
∀x f(x) ¬Ǝx ¬f(x)
2. Existe al menos un pensamiento 4. No todos mis pensamientos son dudosos
(mi duda 1) que no es dudosa
Ǝx ¬f(x) ¬∀x f(x)
6 Kant, Kritik der reinen Vernunft, Berlin, Mayer & Müller, 1889, 472.
La causa del sujeto 151
1. Todos las cosas tienen una causa 3. No existe ninguna cosa (ni siquiera le
ley 1) que no tenga una causa
∀x f(x) ¬Ǝx ¬f(x)
2. Existe al menos una cosa (la ley 1) que 4. No todas las cosas tienen una causa
no tiene una causa
Ǝx ¬f(x) ¬∀x f(x)
7 Jorge Luis Borges, Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 164–5.
La causa del sujeto 153
La excepción a la ley es, una vez más, la propia ley. Pero esta excepción
(2) supone también que “existe por lo menos un sujeto que dice que todo
lo extranjero es nefasto”:
∀x ƒ(x) ⊃ ∃x δ(x)
δ = ∀x ƒ(x)
8 “Please, accept my resignation. Il don’t want to belong to any club that will accept
people like me as a member”, Groucho Marx, Groucho and me, New York, Da Capo
Press, 2009, p. 321.
154 Dardo Scavino
Sebastian Hüsch
Aix-Marseille Université
Tout a l’air d’avoir été véritablement entendu, saisi et prononcé et ne l’est au fond
quand même pas, ou bien il n’a pas l’air d’en être ainsi mais c’est ce qui a au fond
pourtant lieu. (ET 2216)
6 Nous trouvons une observation qui va dans le même sens aussi dans les Concepts
fondamentaux de la métaphysique par rapport à un philosopher authentique, où
Heidegger note : « Tantôt cela apparaît comme de la philosophie et ce n’en est pas du
tout, tantôt cela n’apparaît pas même comme de la philosophie et pourtant c’en est
justement » (Les concepts fondamentaux de la métaphysique. Monde, finitude, soli-
tude, Paris : Gallimard, 1992, p. 31). Bernhard Sylla souligne qu’il s’agit d’une am-
biguïté qui est ancrée existentialement (« existential verankerte Zweideutigkeit » ;
B. Sylla, Hermeneutik der ‘langue’. Weisgerber, Heidegger und die Sprachphiloso-
phie nach Humboldt, Würzburg : Königshausen und Neumann, 2009, p. 264).
7 Cela signifie qu’en dernière instance la question d’une ouverture authentique reste
forcement sans réponse (voir Udo Tietz, Sprache und Verstehen in analytischer und
hermeneutischer Sicht, Berlin : Akademie-Verlag, 1995, p. 32) et cela d’autant plus
que, comme le souligne Heidegger lui-même, il reste même ambigu si oui ou non le
philosopher est du philosopher dans un sens authentique. Il va de soi qu’une pensée
positiviste ne pourrait que récuser cette différence entre authenticité et inauthenti-
cité comme inexistante.
162 Sebastian Hüsch
Comme chez Heidegger, le possible est une notion clé pour Robert
Musil. Pour preuve il suffit de regarder l’emblématique chapitre 4 intitulé
S’il y a un sens du réel, il doit y avoir aussi un sens du possible (HsQ 34).
C’est dans ce chapitre que Musil développe une classification à première
vue univoque et très proche de celle de possibilités authentiques et possi-
bilités inauthentiques de Heidegger dans Etre et Temps, mais qui renvoie
d’elle-même à son équivocité – implicitement et intentionnellement – et ce
à plusieurs niveaux. Ainsi, dans ce chapitre Musil introduit une distinc-
tion entre des hommes caractérisés par le sens du réel (les hommes avec
qualités) et d’autres qui disposeraient d’un sens du possible (les hommes
sans qualités). Or, par la suite, Musil ne relie pas le sens du réel au réel et
le sens du possible au possible, mais dans un premier temps, il associe le
sens du possible au réel et le sens du réel au possible, puis cette attribution
est une nouvelle fois modifiée quand le narrateur explique que ceux qui
sont dotés du sens du réel, ont un sens pour « leurs possibilités réelles »,
tandis que ceux qui disposent du sens du possible ont « un sens des réalités
possibles » (HsQ 36).
Sans aller dans le détail, on peut dire – pour faire le lien avec Heideg-
ger –, que le sens des possibilités réelles qui caractérise les hommes avec
qualités correspond assez bien aux possibilités qui s’ouvrent au Dasein
sous le mode de l’inauthenticité ; ces possibilités réelles semblent s’ouvrir,
pour reprendre la tournure d’Etre et Temps, en s’« arrêtant au rayon de ce
qui est connu […] de ce qui se fait et de ce qui est comme il faut » (ET
244). Chez Musil, nous trouvons une illustration très éloquente de cette
réduction du possible sur ce qu’il faut et qui se fait toujours de la même
manière. Ainsi, Musil note :
l’homme qui est venu à eux, dont la vie s’est acclimatée en eux, les événements de sa
vie leur semblent désormais l’expression de leurs qualités, son destin est leur mérite
ou leur malchance. » Comme ici encore, l’idée centrale est un peu floutée dans la
traduction, je donne la version originale de Robert Musil (MoE, 130–131) : « So lag
in der Jugend das Leben noch wie ein unerschöpflicher Morgen vor ihnen, nach allen
Seiten voll von Möglichkeit und Nichts, und schon am Mittag ist mit einemmal etwas
da, das beanspruchen darf, nun ihr Leben zu sein, und das ist im ganzen doch so über-
raschend, wie wenn eines Tages plötzlich ein Mensch dasitzt, mit dem man zwanzig
Jahre lang korrespondiert hat, ohne ihn zu kennen, und man hat ihn sich ganz anders
vorgestellt. Noch viel sonderbarer aber ist es, daß die meisten Menschen das gar nicht
bemerken; sie adoptieren den Mann, der zu ihnen gekommen ist, dessen Leben sich
in sie eingelebt hat, seine Erlebnisse erscheinen ihnen jetzt als der Ausdruck ihrer
Eigenschaften, und sein Schicksal ist ihr Verdienst oder Unglück. »
168 Sebastian Hüsch
Un jeune homme, lorsque son esprit est sensible […], ne cesse d’émettre des idées
dans toutes les directions. Mais celles-là seules qui éveillent une résonance dans son
entourage lui renvoient leurs rayons et se condensent, alors que tous ses autres mes-
sages se dispersent et se perdent dans l’espace. […] Car si, dans le cours des temps,
les idées ordinaires et impersonnelles se renforcent toujours d’elles-mêmes, alors que
les idées extraordinaires se perdent, de sorte que presque toutes les idées, en fin de
compte, avec la régularité fatale d’un processus mécanique, deviennent toujours plus
médiocres, cela explique le fait que malgré les milliers de possibilités différentes,
que nous aurions devant nous, l’homme ordinaire soit si ordinaire. (HsQ 143–144)
Le sens du réel est donc le sens qui recourt aux possibilités convenues
auxquelles toute le monde (le « On » heideggérien) recourt toujours. Le
parallèle entre les conceptions heideggérienne et musilienne quant aux
possibilités inauthentiques ressort ainsi assez clairement. En revanche, il
est plus difficile de transposer la même analogie au sens du possible et aux
possibilités authentiques que cherchent les hommes sans qualités. En effet,
les réalités possibles découvertes grâce au sens du possible ne peuvent pas
sans difficultés être assimilées à la catégorie des possibilités authentiques
heideggériennes dans la mesure où Musil présente ces possibilités authen-
tiques non pas en tant que postulat explicite – comme le fait Heidegger –,
mais comme une sorte d’hypothèse expérimentale. Il les thématise plutôt
sous la forme d’une question portant sur la possibilité de telles possibilités
évitant ainsi scrupuleusement toute tendance apodictique. C’est donc sous
les auspices d’une hypothèse que se matérialise la quête de l’homme sans
qualités de qualités qui lui seraient authentiquement propres – et ainsi
toujours ‘sous réserve’. Il est essentiel, pour comprendre la démarche de
Musil, de voir qu’Ulrich entame son entreprise sans savoir ni si de telles
qualités existent ni s’il était à même de les découvrir ou encore moins de
les réaliser si elles existaient.
Il y a donc dans le roman une ouverture systématique et program-
matique dans l’exploration du champ du possible, une ouverture que Mu-
sil s’efforce de préserver grâce à deux prises de précaution notamment :
dans un premier temps en transposant la quête dans le mode littéraire
qui représente lui-même une possibilité vis-à-vis de la réalité. Or, pour
assurer l’inscription insurmontable de l’équivoque comme condition sine
qua non méthodologique de toute quête existentielle non essentialiste et
non ‘absolutisante’, il s’appuie sur un mode narratif lié intrinsèquement
au sens du possible, à savoir un mode narratif caractérisé par l’ironie et
l’emploi méthodologique du subjonctif. Si chez Heidegger on trouve une
tension indéniable entre les mises en garde méthodologiques explicites à
La genèse du sujet authentique chez Heidegger et Musil : entre sérieux et ironie 169
19 Voir HsQ 35 : « [E]t quand on lui dit d’une chose qu’elle est comme elle est, il pense
qu’elle pourrait aussi bien être autre. »
20 Dans la traduction française, le jeu ironique avec l’(im-)possibilité se perd malheu-
reusement et il est plus difficile de retrouver la mise en place du mode de narration
170 Sebastian Hüsch
réalité interne au roman en tant que possibilité pour de suite la briser dans
l’impossibilité de sa possibilité. On pourrait ici penser au concept de poé-
sie transcendantale de Friedrich Schlegel et à son idée d’une réflexion in-
finie (unendliche Reflexion) qui met en suspens (Schweben) la réflexion21.
Pour la distinction entre sens du possible et sens du réel, cela veut dire
qu’elle reste dans sa possibilité et dans sa réalité tributaire d’une ironie mé-
thodologique, tout comme l’attribution du prédicat ‘avec’ ou ‘sans qualités’.
La réponse que pourrait donner le roman à la question de savoir comment
vivre, serait ainsi également et inévitablement affectée par cette double
équivocité qui concerne donc la possibilité de sa possibilité et la possibilité
de sa réalité, réponse qui n’est d’ailleurs finalement pas donnée. Toutefois,
une réponse se dessine en tant que possibilité en creux du moins, de ma-
nière expérimentale et hypothétiquement, communiquée dans le mode du
possible dans le champ de ce qui est réflexivement accessible, mais – posi-
tivement – non déterminable. Autrement dit, la méthodologie musilienne,
fondée dans l’ironie, vise – et à mon sens parvient – à maintenir visible
une indécidabilité significative et porteuse de sens précisément là où le
discours ontologique heideggérien bascule dans un sérieux existentiel et
décisionniste dans lequel se noie l’équivocité qu’il revendique22.
particulier sur lequel s’appuie le texte original : « Angenommen, sie würden Arn-
heim und Ermelinda Tuzzi heißen, was aber nicht stimmt, denn Frau Tuzzi befand
sich im August in Begleitung ihres Gatten in Bad Aussee und Dr. Arnheim noch in
Konstantinopel, so steht man vor dem Rätsel, wer sie seien. » (MoE 10)
21 Voir la remarque de Schlegel dans la revue Athenäum: « Comme l’épopée, la poésie
peut devenir un miroir du monde environnant dans son ensemble, une image de
son époque. Or, elle peut aussi le mieux, sur les ailes de la réflexion poétique être
suspendue au milieu entre ce qui est représenté et ce qui le représente, ainsi élever
à une potence supérieure la réflexion et comme dans une série infinie de miroirs la
multiplier » (Friedrich Schlegel, Charakteristiken und Kritiken I (1796–1801), Kri-
tische Friedrich-Schlegel-Ausgabe vol. II, Paderborn : Schöningh, 1967, p. 182 ;
ma traduction ; « [Die Poesie] kann gleich dem Epos ein Spiegel der ganzen umge-
benden Welt, ein Bild des Zeitalters werden. Und doch kann auch sie am meisten
zwischen dem Dargestellten und dem Darstellenden, frei von allem idealen und
realen Interesse auf den Flügeln der poetischen Reflexion in er Mitte schweben, die
Reflexion immer wieder potenzieren und wie in einer endlosen Reihe von Spiegeln
vervielfachen. »).
22 Voir aussi Karl Heinz Bohrer qui lit l’histoire de la philosophie allemande comme
celle d’une opposition entre ironie et sérieux, classant du côté du discours ironique
notamment la pensée de Georg Hamann et du Romantisme de Iéna, et du côté
du discours sérieux outre Fichte, Schelling et Hegel notamment Heidegger qu’il
tient responsable d’avoir atteint un « sommet du sérieux de l’Etre et du Dasein »
La genèse du sujet authentique chez Heidegger et Musil : entre sérieux et ironie 171
Conclusion
Pour résumer ces réflexions, on peut donc retenir comme différence fon-
damentale entre les méthodes heideggérienne et musilienne qu’elles se
déploient sur le mode du sérieux et de l’ironie respectivement, et que c’est
sous sa forme ironique que la pensée de l’existence comme possibilité
parvient mieux à tenir compte de ses ambiguïtés intrinsèques. Cette dif-
férence décisive est tout d’abord une différence de style mais qui renvoie à
une différence de méthode. Là où Heidegger s’efforce de plausibiliser avec
insistance et de manière explicite son concept d’authenticité, il a tendance
à passer outre à ses propres réserves méthodologiques et à faire ainsi bas-
culer l’équivocité méthodologiquement indispensable dans l’univoque,
l’appellatif et le normatif. Ses rappels répétés du caractère non-norma-
tif de son discours ne peuvent éviter une sédimentation de normativité
qui se pose dans ses propos et qui menace de saper ce qu’il entend faire.
La communication entre forme et contenu porte atteinte à l’ouverture de
l’ouverture, comme on pourrait dire, et à l’indécidabilité que Heidegger
revendique.
(« Zuspitzung [des] Seins- und Daseins-Ernstes »). Par rapport au discours heide-
ggérien il note : « Celui qui parle ainsi confronte le destinataire du discours avec
une description existentielle et décisionniste de soi-même qui ne peut pas être dé-
passée » (K . H. Bohrer, « Heideggers Ernstfall », in K. H. Bohrer (dir.), Sprachen
der Ironie. Sprachen des Ernstes, Francfort/Main : Suhrkamp, 2000, pp. 366–385,
ici p. 366 ; « Wer so spricht, konfrontiert den Adressaten mit einer existentiellen
und einer dezisionistischen Selbstbeschreibung, die nicht mehr überboten werden
soll » ; ma traduction).
172 Sebastian Hüsch
Bibliographie
dans le dire ce qui est proprement à dire, mais à le dire de telle sorte qu’il soit nom-
mé dans le non-dire : le dire de la pensée est un taire explicite [ein Erschweigen] »
(Nietzsche, vol. I, Paris : Gallimard, 1971, p. 365). Voir également les Apports à la
philosophie (Paris : Gallimard, 2013) où Heidegger note : « La pleine essence de la
‘logique’ est […] la sigétique. »
174 Sebastian Hüsch
… lèvent le doigt. Auquel cas ils pourront toujours faire l’économie d’une
relecture de ce chapitre de l’histoire de la subjectivité du xxème siècle, car
ce que nous allons essayer ici n’est rien d’autre qu’une tentative de dé-
montage de ce lieu commun qui voudrait que Foucault soit le fossoyeur de
la subjectivité. Il est bien connu qu’on peut construire une histoire de la
philosophie en attribuant à un auteur quelques phrases, bien choisies, qui
finissent par tordre le sens de l’œuvre. Concernant ce genre d’histoire-là,
sans doute faudrait-il faire une place de choix à la « mort du sujet » chez
Foucault.
Rien de plus ardu que de livrer bataille contre des mentalités étri-
quées qui, à la moindre occasion, s’indignent face à ce qu’elles considèrent
être des atteintes portées aux fondements d’on ne sait pas très bien quoi.
Et comme on sait, ce sont ces discours toujours prompts à crier au scan-
dale, fustigeant tout ce qui tend à dépasser du lit exigu de Procuste où ils
se lovent, qui, malheureusement, ont la main mise sur le discours établi.
1966 : Les Mots et les choses. La France se remet tout juste de la
gueule de bois humaniste qui avait suivi la fin de la Seconde Guerre mon-
diale. Althusser construit un rempart théorique contre l’humanisme so-
cialiste que le marxisme orthodoxe importait directement du Kremlin.
Foucault avance sa thèse provocatrice, mais qui n’est pas nouvelle pour
autant, puisqu’elle puise à la source nietzschéenne : la mort possible de
l’homme. Mais il l’enrichit d’une argumentation, inédite elle : la proximité
chronologique de sa naissance, de la naissance du concept d’homme – où
« concept » doit être souligné. « Avant la fin du xviiième siècle, l’homme
n’existait pas »2, écrit Foucault. Il faut beaucoup d’imagination pour com-
prendre cette phrase en un sens différent de celui qu’elle indique de prime
abord, et qui désigne, bien entendu, l’apparition de l’« homme » en tant
qu’objet de réflexion théorique. Ce n’est pas pour rien que cette naissance
de l’homme, que l’on pourrait qualifier d’épistémologique, s’accompagne
de la naissance de disciplines telles que la biologie, la linguistique ou l’éco-
nomie : « Non plus [qu’existaient] – ajoute en effet Foucault à la suite de la
phrase précédemment citée – la puissance de la vie, la fécondité du travail,
ou l’épaisseur historique du langage ». C’est pourquoi l’homme « est une
toute récente créature que la démiurgie du savoir a fabriquée de ses mains,
il y a moins de deux cents ans »3. Ce dont il est question ici ne fait aucun
doute : il s’agit d’un savoir, d’un type de discours qui conçoit l’homme
comme un objet pour le transformer en concept. Situation inédite, selon
2 Foucault, Michel, Les Mots et les choses, Paris, Flammarion, 1966, p. 319.
3 Ibid.
Antagonisme et subjectivité : la place de la machine 181
4 Ibid., p. 320.
5 Ibid., pp. 332–333.
6 Cf. Morey, Miguel, Lectura de Foucault, Madrid, Taurus, 1986.
7 Foucault, M., L’Archéologie du savoir, Paris, Gallimard, 1969, p. 26.
182 Juan Manuel Aragüés
8 Blanchot, Maurice, Michel Foucault tel que je l’imagine, Paris, Fata Morgana,
1986, p. 19.
9 Foucault, M., Les Mots et les choses, Paris, Flammarion, 1966, pp. 329–330.
Antagonisme et subjectivité : la place de la machine 183
Dans Les Mots et les choses il y a déjà une double réflexion sur la sub-
jectivité contemporaine. L’une qui, pour instaurer un nouvel horizon
analytique, que l’on entrevoit depuis Nietzsche, s’emploie à définir les
différentes formes historiques de subjectivation qui, au regard de notre
modernité, correspondent à la nature humaine et à l’homme. Pour en des-
siner le contour, Foucault s’en tient, dans un premier temps, à la référence
à un concept extérieur, celui de surhomme, lequel s’alimente à une muta-
tion complète du système du savoir :
De nos jours on ne peut plus penser que dans le vide de l’homme disparu. Car ce
vide ne creuse pas un manque ; il ne prescrit pas une lacune à combler. Il n’est rien
de plus, rien de moins, que le dépli d’un espace où il est enfin à nouveau possible
de penser11.
L’autre s’applique à la critique, non plus d’un concept qui a été historique-
ment dépassé, mais d’une compréhension essentialiste des processus de
subjectivation. Ce qui s’annonce après l’homme, quel que soit le concept
qu’on lui assigne, n’est plus déterminé par une essence aux contours pré-
alablement définis, mais sera la résultante, l’effet, de lignes préalables de
subjectivation :
L’Anthropologie constitue peut-être la disposition fondamentale qui a commandé
et conduit la pensée philosophique depuis Kant jusqu’à nous. Cette disposition, elle
10 Ibid., p. 333.
11 Ibid., p. 353.
184 Juan Manuel Aragüés
est essentielle puisqu’elle fait partie de notre histoire ; mais elle est en train de se
dissocier sous nos yeux puisque nous commençons à y reconnaître, à y dénoncer sur
un mode critique, à la fois l’oubli de l’ouverture qui l’a rendue possible, et l’obstacle
têtu qui s’oppose obstinément à une pensée prochaine. A tous ceux qui veulent
encore parler de l’homme, de son règne ou de sa libération, à tous ceux qui posent
encore des questions sur ce qu’est l’homme en son essence, à tous ceux qui veulent
partir de lui pour avoir accès à la vérité, à tous ceux en revanche qui reconduisent
toute connaissance aux vérités de l’homme lui-même, à tous ceux qui ne veulent pas
formaliser sans anthropologiser, qui ne veulent pas mythologiser sans démystifier,
qui ne veulent pas penser sans penser aussitôt que c’est l’homme qui pense, à toutes
ces formes de réflexions gauches et gauchies, on ne peut opposer qu’un rire philo-
sophique – c’est-à-dire, pour une certaine part, silencieux12.
L’expression est textuelle. Deleuze sur Foucault. On sait bien que Deleuze
était enclin à s’accoupler13 à autres philosophes pour accoucher de nouveaux
rejetons théoriques. Avec Foucault, sur Foucault, il atteint des sommets et
fait date. Comme nous l’avons vu, Foucault pointe du doigt cette figure du
surhomme et cela va servir à Deleuze pour engager une réflexion autour de
la question de la subjectivité dans le cadre de son étude sur Foucault. Dans
le dernier paragraphe du Foucault de Deleuze, publié en 1986, on trouve
un texte en annexe qui s’intitule exactement « Sur la mort de l’homme
et le surhomme ». Deleuze s’en empare pour réfléchir à nouveaux frais
au problème que Foucault lui-même avait mis au jour : qu’est-ce qui doit
remplacer cette catégorie d’homme, cet essentialisme qui avait caractérisé
la Modernité ? Quel est ce surhomme que Foucault annonce évidemment
avec prudence et qui sera appelé à remplacer l’homme ?
Dans le cadre de sa réflexion sur Foucault, Deleuze souligne le fait que
cette nouvelle figure du surhomme est redevable de la mort de dieu, mais il
fait aussi référence d’une manière un tant soit peu surprenante au fait que
cette mort de dieu, loin de renvoyer à une thématique nietzschéenne, pro-
vient directement de Feuerbach. En disant surprenante, nous voulons sou-
ligner que c’est Nietzsche qui vient d’abord à l’esprit lorsque l’on évoque
la mort de dieu. Or Deleuze, très justement, met en lumière le fait que la
mort de dieu, en réalité, constitue déjà un lieu commun philosophique que
l’on rencontrait par exemple chez Feuerbach. Il écrit dans ce sens :
On défigure Nietzsche quand on en fait le penseur de la mort de Dieu. C’est Feuer-
bach le dernier penseur de la mort de Dieu : il montre que, Dieu n’ayant jamais été
que le dépli de l’homme, l’homme doit plier et replier Dieu14.
Comme on sait, Feuerbach pointe le fait que Dieu n’est rien d’autre qu’une
projection de l’essence humaine, que l’essence humaine, ainsi projetée est
une transcendance à laquelle on donne le nom de Dieu. Dieu est, en réa-
lité, une création de l’être humain, de sorte que ce n’est pas l’homme qui,
comme le dit la tradition religieuse, a été créé par Dieu, mais Dieu qui a
été produit par l’être humain au travers d’un processus de transcendanta-
lisation de l’essence humaine.
Feuerbach théorise donc la mort de Dieu, mais cette mort de Dieu, telle
que la comprend Deleuze, entraîne immédiatement la mort de l’homme ;
la mort de l’homme, selon cette perspective essentialiste, dans la mesure
où l’unique possibilité d’une conception essentialiste de l’homme pro-
vient de l’existence d’un Dieu appelé à se convertir en son fondement, à
fournir un fondement à l’essence humaine. Et c’est là la véritable tâche
15 Ibid.
16 Marx, Karl, “Thèses sur Feuerbach” in Marx, K., Engels, F., L’Idéologie allemande,
Paris, Ed. Sociales, 1968, p. 33.
Antagonisme et subjectivité : la place de la machine 187
apparent, d’une inertie qui s’apparente au plus vaste voyage, substitut d’un déplace-
ment physique devenu inutile ou presque, avec l’instantanéité des échanges et des
télécommunications.20
24 Ibid., p. 18.
25 Baudrillard, J., L’Echange impossible, Paris, Galilée, 1999, p. 52.
192 Juan Manuel Aragüés
31 Ibáñez, Jesús, Más allá de la sociología, Madrid, Siglo XXI, 1986, p. 58.
Le sujet féminin au prisme phénoménologique de
l’expérience vécue
Camille Froidevaux-Metterie
Université de Reims Champagne-Ardenne
Les femmes sont-elles des hommes comme les autres ? C’est la question-
source qui a donné au féminisme ses deux couleurs, impossibles à mélan-
ger, le blanc de l’universalisme et le noir du différentialisme. D’un côté,
celles qui répondent oui à la question et réclament que les femmes soient
considérées dans l’abstraction et l’universalité de leur condition humaine.
De l’autre, celles qui répondent non et rappellent qu’elles demeurent des
sujets incarnés et sexués, dotées d’un corps différent et, par là-même, de
qualités spécifiques. Depuis les origines du mouvement, le débat féministe
s’est structuré autour de cette opposition binaire, selon une logique rigide
qui impose de choisir son camp.
En France, dans le contexte effervescent de la Deuxième vague, la
revendication commune de la maîtrise de la procréation n’a pas empêché
le vis-à-vis frontal entre les universalistes et les différentialistes. Il recou-
vrait un profond dissensus idéologique opposant féministes marxistes et
féministes psychanalytiques. C’est la première option qui va s’imposer à
la faveur d’une synthèse intellectuelle féconde entre matérialisme lesbien
et égalitarisme républicain. Les différentialistes seront marginalisées,
leurs travaux étant repris et discutés aux États-Unis où elles deviendront
les représentantes d’un French Feminism bien éloigné de la version qui
s’imposera en France.
Celle-ci se condense dans le postulat beauvoirien suivant lequel c’est
en s’affranchissant du carcan corporel – qui les soumet aux hommes via la
conjugalité, la maternité et la sexualité – que les femmes pourront accé-
der enfin au statut abstrait et universel d’individu de droits. La corporéité
féminine se trouve par-là même neutralisée et, finalement, dévalorisée au
sein d’un mouvement qui entend libérer les femmes du double joug de
la nature et du patriarcat. Cette approche va progressivement s’enraci-
ner jusqu’à trouver, au tournant des années 2000, un solide renfort dans
198 Camille Froidevaux-Metterie
n’avoir été pendant des siècles que des corps, soumises aux hommes
comme à la nature, voilà qu’elles doivent assumer une liberté nouvelle,
dans le domaine procréatif évidemment mais, bien au-delà, dans tous les
domaines « corporels » (vie amoureuse et sexuelle, maternité, santé, souci
esthétique). À chaque fois, les femmes se trouvent en position de choisir
parmi un éventail d’options très large, sous la pression des multiples dik-
tats sociaux et commerciaux. Cette expérience quotidienne d’une liberté
corporelle sous contraintes n’est pas chose aisée.
Nous proposons d’y réfléchir dans les termes phénoménologiques
de l’expérience du féminin. En considérant que tout individu est toujours
nécessairement situé (dans un temps et une société donnés) et incarné,
nous voulons explorer les modalités nouvelles de la présence des femmes
au monde et aux autres. Cette démarche rejoint celle des théoriciennes
américaines du féminisme corporel, aujourd’hui encore méconnues en
France : Elizabeth Grosz, Christine Battersby et Iris M. Young ou, plus
près de nous, Dorothy Olkowski, Gail Weiss et Linda Fisher4. Analyser
le corps vécu des femmes nous ouvre un nouvel horizon de pensée qui en
termine avec le vis-à-vis des options universaliste et différentialiste pour
explorer le défi inédit que représente la singularité sexuée au féminin.
Phénoménologie du féminin
8 Mona Ozouf, Les Mots des femmes. Essai sur la singularité française, Fayard,
« L’Esprit de la cité », 1995, p. 22.
208 Camille Froidevaux-Metterie
9 Marc Augé, Une ethnologie de soi. Le temps sans âge, Éd. Seuil, « La Librairie du
xxie siècle », 2014, p. 125.
Le sujet féminin au prisme phénoménologique de l’expérience vécue 209
sereinement dans son corps féminin quand on est prise en tenailles entre
la dévaluation féministe des signes extérieurs de féminité et les injonctions
toujours plus nombreuses à une forme idéalisée et inatteignable de beauté
féminine ? Difficilement, comme en témoigne l’apparition de nouvelles
maladies psychiques relatives à l’obsession du contrôle et à l’image de soi.
Ces souffrances d’un genre inédit disent bien que le souci esthétique est
une quête compliquée et douloureuse.
C’est dans sa dimension de projet qu’il convient de penser le travail
quotidien des femmes sur leur apparence, en se posant la question du sens
que revêt cette activité par laquelle une femme modèle son image. Notre
postulat, c’est que le corps revêt une signification plus intense pour les
femmes que pour les hommes, en raison de la nature particulière que re-
vêt l’expérience vécue du regard porté sur elles. Pour le dire simplement,
toute femme sait qu’en sortant dans le monde, elle s’expose, car il en va
ainsi depuis toujours ou presque. Essayons de comprendre ce qui se joue
dans le souci esthétique compris comme préalable indispensable à l’entrée
des femmes dans la sphère sociale.
Quand on est une femme, s’affirmer comme un sujet implique de ré-
fléchir sa féminité, dans les deux sens d’une projection hors de soi de son
image féminine et d’une réflexion sur cette image. Chaque femme fait
l’expérience, chaque matin, de cette mise en abîme devant son miroir :
se regarder, considérer son reflet et le modifier, se regarder à nouveau en
intégrant le point de vue de l’autre (homme ou femme peu importe), pour
enfin se l’approprier dans une version qui soit en adéquation avec son inté-
riorité. Là réside le propre du souci esthétique, dans cette recherche d’une
image qui soit en conformité non pas tant avec les canons du beau tel
qu’il est socialement prescrit qu’avec les critères personnels par lesquels
l’image de soi corporelle coïncide avec l’image de soi subjective.
À l’appui de cette hypothèse, nous voudrions mobiliser les arguments
du philosophe belge Jacques Dewitte à propos de ce qu’il appelle, dans
La Manifestation de soi, la « donation première de l’apparence »10. Il faut
avec lui partir des analyses du zoologue suisse Adolf Portmann qui ont
montré que la diversité et la richesse des apparences animales dépassaient
de beaucoup les seuls impératifs de la conservation de soi. Aux thèses
fonctionnalistes qui ramènent toute manifestation esthétique dans le règne
11 Ibid., p. 34.
12 Ibid., p. 43 (nous soulignons).
212 Camille Froidevaux-Metterie
façon décisive avec notre propos. L’ornement, nous dit le philosophe, « est
fait pour orner, et plus exactement encore pour orner tel objet, tel porteur.
[…] c’est la “référence” ou “relation” au porteur, à la chose à orner, qui est
première »13. Cette relation implique que la chose ornée et l’ornement se
trouvent modifiés l’un par l’autre et, plus encore, qu’ils s’enrichissent l’un
de l’autre. C’est dans la représentation, précise le philosophe, dans la façon
dont il se montre et se présente que le sujet advient à lui-même, obtenant un
« accroissement d’être ». Voilà comment l’ornement cesse d’être un simple
outil ou un moyen second pour revêtir une valeur proprement existentielle,
« une valence ontologique propre » selon les termes de Dewitte. Ce que
cela signifie, ajoute-t-il, c’est que la chose ornée était déjà, c’est-à-dire
qu’elle possédait « déjà de l’être, de la dignité, de la valeur ». L’ornement
révèle ainsi l’existence d’une relation entre être et représentation.
Appliquée librement à la question du souci esthétique féminin, la
chose peut se dire ainsi : par le travail quotidien sur son apparence, une
femme entre dans un processus d’enrichissement de son être qui passe par
le choix qu’elle fait d’une représentation d’elle-même. Cette représenta-
tion, loin de l’assimiler au statut d’objet, la pose comme sujet ; derrière le
paraître, elle dit quelque chose de son être. C’est ce que Jacques Dewitte
appelle le « redoublement originaire de l’être et de l’apparaître ». L’appa-
rence ne vient pas s’ajouter secondairement à l’existence, elle est origi-
naire. Et si le paraître redouble l’être, c’est qu’il y ajoute quelque chose,
qu’il l’intensifie (comme on dit redoubler d’attention). Non pas qu’il serve
à quelque chose, il ne sert à rien, y insiste le philosophe, « sinon à mani-
fester la singularité d’une existence »14.
La quête toujours recommencée de la beauté renvoie ainsi à une re-
cherche de l’adéquation à soi par laquelle une femme deviendra ce qu’elle
est ; elle témoigne aussi de la valeur qu’elle se confère à elle-même en
tant qu’être digne d’être aimé, c’est-à-dire digne d’être orné. Comprise en
ces termes, la démarche d’embellissement obéit à une logique proprement
inverse de celle de l’aliénation à laquelle elle est communément ramenée,
elle témoigne d’une véritable appropriation de soi qui est aussi un projet
de coïncidence à soi.
La quatrième et dernière dimension phénoménale est celle de la so-
cialité. Dans la perspective de l’expérience du féminin, la socialité renvoie
13 Ibid., p. 69.
14 Ibid., p. 18.
Le sujet féminin au prisme phénoménologique de l’expérience vécue 213
Il faut pour conclure dire quelques mots des implicites de notre démarche.
L’important, ce n’est pas que les femmes et les hommes aient des corps
anatomiquement et physiologiquement différents, c’est que ni les unes ni
les autres ne peuvent vivre et se penser indépendamment de leur présence
charnelle et visible au monde. Car nous naissons tous de sexe féminin ou
de sexe masculin (en laissant de côté les cas très douloureux mais minori-
taire des personnes intersexuées). Nous pouvons refuser notre sexe fémi-
nin ou masculin, nous pouvons détester l’idée d’y être assigné et nous sen-
tir même d’un autre sexe ; nous devons cependant faire avec, c’est-à-dire
assumer les astreintes et les promesses qui sont associées à la corporéité.
La grande nouveauté de notre temps cependant, c’est la liberté inouïe
dont nous jouissons quant aux modalités d’expression de notre singularité
sexuée. Dans un monde qui s’efforce de délivrer les individus du poids
des prescriptions en termes de rôles et d’attitudes genrés, c’est désor-
mais librement que nous cherchons à définir notre identité de femme ou
d’homme, sans plus subir d’impératifs quant à la bonne façon d’être et de
paraître femme ou homme.
D’un côté, la légitimation de tous les choix sexuels, amoureux et fa-
miliaux ouvre un large champ de possibles vis-à-vis desquels nous avons
à nous situer. De l’autre côté, l’atténuation des assignations genrées nous
laisse seul face à la nécessité de nous définir du dedans de nous-mêmes.
C’est donc subjectivement que chacun se définit dans sa singularité sexuée,
sachant qu’il y a mille façons de le faire et qu’elles sont toutes légitimes.
Il nous revient donc de placer le curseur là où nous le souhaitons, en fonc-
tion de ce que nous ressentons de l’adéquation entre présentation de soi
et définition intime de soi au moment de la vie où nous nous trouvons. Il
ne s’agit pas de nier que nous endurons un flux continu d’injonctions so-
ciales, médiatiques et commerciales, mais ce qui importe, c’est que nous
avons la possibilité de choisir parmi mille options permettant d’exprimer
notre singularité sexuée.
Dans nos sociétés désexualisées, la pleine maîtrise de sa singularité
sexuée est devenue la marque même de la subjectivité. Or il se trouve que
les femmes sont tout particulièrement concernées par ce défi, dotées d’une
connaissance immédiate du corps comme étant le lieu indépassable où
Le sujet féminin au prisme phénoménologique de l’expérience vécue 217
l’existence fait sens. Être une femme, ce n’est pas avoir un corps féminin,
c’est être ce corps. Si, depuis toujours, la corporéité féminine est indisso-
ciable de la subjectivité féminine, aujourd’hui, elle forme le socle même
d’une identité devenue problématique.
Il convient cependant d’insister sur la dimension éminemment
contingente, construite et mouvante du féminin. Les éléments présentés
comme relevant d’une expérience du féminin valent pour le moment où
nous sommes. Qu’adviendra-t-il quand les femmes auront acquis une maî-
trise de leur corporéité telle qu’elles se seront débarrassées de toutes ses
astreintes ? Ce sont ces jeunes filles qui choisissent un mode de contracep-
tion permettant de faire disparaître les règles. Ce sont ces femmes cin-
quantenaires qui se font prescrire des hormones pour perpétuer leurs
menstruations. Ce sont ces femmes actives qui congèlent leurs ovocytes
et se préparent des grossesses tardives. Le poids de la corporéité féminine
ne cesse de s’alléger et il arrivera un temps où les interprétations que pro-
posées ici paraîtront à leur tour d’un autre âge.
Emil Cioran y la radicalización de la
experiencia subjetiva
Christian Santacroce
1 The Works of Edgar Allan Poe, vol. II, London: A. & C. Black, 1899, p. 542.
2 Late Essays and Articles. Edited by James. T. Boulton. Cambridge: University
Press, 2004, pp. 250–151.
220 Christian Santacroce
nos lo refiere él mismo en esta carta que dirige a Bucur Ţincu, fechada
en Sibiu el 22 de diciembre de 1930: «No únicamente esta idea sobre la
importancia de la filosofía kantiana me determina a ocuparme de él este
año, sino también la necesidad de aclararme ciertos puntos en relación a
su sistema. Tengo pensado abordarlo desde un punto de vista personal o,
dicho de manera más exacta y simple, personalmente.»3
El trabajo al que hago referencia se presentaba no sólo como una crí-
tica a la epistemología kantiana, sino a ésta en cuanto que quintaesencia
del espíritu moderno:
«Kant se ocupó del problema del conocimiento, confiriéndole una pre-
ponderancia tan sumamente decisiva, en virtud de su ausencia de sentido
existencial, sentido del ser, de aquello que experimentamos como dato ori-
ginario e irreductible. La falta de sensibilidad hacia lo real, la ausencia de
vivencia concreta que nos sitúa de inmediato en la estructura existencial
de la naturaleza, indujo a Kant a su especulación sobre el conocimiento, lo
cual no significa para él de ningún modo un acercamiento a la existencia
en cuanto dato originario, sino la precisión de las formas y elementos cons-
titutivos del intelecto. En Kant, existencia y conocimiento constituyen una
polaridad. Esta polaridad es específica de la cultura moderna, y el hecho de
que Kant supiera ofrecerle una tan viva expresión, no hace sino manifestar
sus afinidades con dicha cultura, su enraizamiento en la misma.»4
3 «Nu numai acest gînd al importanţii filosofiei kantiene mǎ determinǎ sǎ ma ocup anul
acesta cu el, ci şi necesitatea de a-mi preciza anumite puncte în raport cu acest sistem.
Eu am de gînd s-o tratez dintr-un punct de vedere personal sau, mai exact şi mai sim-
plu, personalmente.» Emil Cioran, 12 scrisori de pe culmile disperǎrii, însoţite de 12
scrisori de bǎtrîneţe şi alte texte, Cluj: Biblioteca Apostrof, 1995, pp. 34–35.
4 «Kant s’a occupat cu problema cunoştinţii şi i-a dat o preponderanţǎ atât de horǎrâ-
toare, prin faptul cǎ i-a lipsit simţul pentru existenţǎ, pentru fire, pentru ceeace noi
simţim ca un dat originar şi ireductibil. Lipsa de sensibilitate pentru real, absenţa
trǎirii concrete care ne dǎ priza imediatǎ pe structura existenţialǎ a firii, l-a indemnat
pe Kant sǎ speculeze asupra cunoaşterii, care la el nu însemneazǎ deloc o apropie-
re de existenţǎ ca dat originar, ci precizarea elmentelor şi formelor constitutive ale
spiritului. La Kant existenţǎ şi cunoaştere constituesc o polaritate. Aceastǎ polaritate
este specificǎ culturii moderne, iar Kant dacǎ i-a dat o expresiune atât de vie, aceasta
manifestǎ doar afinitǎţile lui cu aceastǎ culturǎ, înrǎdǎcinarea lui în aceastǎ structurǎ
de culturǎ.» Emil Cioran, Consideraţiuni asupra problemii cunoştinţii la Kant: Ma-
nuscrito, pp. 2–3.
Por las notas de lectura que sirvieron a Cioran de base para la elaboración de este
trabajo, constatamos que esta idea sobre la dicotomía entre conocimiento y existencia
había sido planteada por Émile Boutroux en sus lecciones sobre Kant: «La doctrine
Emil Cioran y la radicalización de la experiencia subjetiva 221
7 Según la carta que remite a Ţincu con fecha de 22 de diciembre de 1930. Emil Cio-
ran, 12 scrisori de pe culmile disperǎrii, însoţite de 12 scrisori de bǎtrîneţe şi alte
texte, Cluj: Biblioteca Apostrof, 1995, p. 34.
8 «Tout ce que j’ai écrit, tout ce que j’ai pensé, tout ce que j’ai élaboré, toutes mes
divagations trouvent leur origine dans ce drame. C’est qu’à peu près à vingt ans j’ai
perdu le sommeil et je considère cela comme le plus grand drame qui puisse arriver.
Je me souviens que je me promenais pendant des heures en pleine ville – Sibiu est
une très belle ville, une ville allemande, qui date du Moyen Âge. Je sortais donc vers
minuit et je me promenais tout simplement dans les rues, il n’y avait que quelques
putains et moi dans une ville vide, le silence total, la province. J’errais pendant des
heures dans les rues, comme une sorte de fantôme et tout ce que j’ai écrit plus tard a
été élaboré pendant ces nuits-là.» Cioran, Entretiens, Paris : Gallimard, 1995, p. 287.
9 «Tinereţea mea distrusǎ m-a adus la astfel de stǎri sufleteşti pe cari numai o lite-
raturǎ dostoievskianǎ mi le-a mai putut aminti.» Emil Cioran, 12 scrisori de pe
culmile disperǎrii, însoţite de 12 scrisori de bǎtrîneţe şi alte texte, Cluj: Biblioteca
Apostrof, 1995, p. 57.
Emil Cioran y la radicalización de la experiencia subjetiva 223
10 «Simt cum trebuie sǎ plesnesc din cauza a tot ce-mi oferǎ viaţa şi perspectiva mor-
ţii. Simt cǎ mor de singurǎtate, de iubire, de disperare, de urǎ şi de tot ce lumea asta
îmi poate oferi. Este ca şi cum în orice trǎire m-aş umfla ca un balon mai departe
decât rezistenţa lui. În cea mai groaznicǎ intensificare se realizeazǎ o convertire
înspre nimic. Te dilaţi interior, creşti pânǎ la nebunie, pânǎ unde nu mai existǎ
nici o graniţǎ, la margine de luminǎ, unde aceasta este furatǎ de noapte, şi din acel
preaplin ca într-un vârtej bestial eşti aruncat de-a dreptul în nimic.» Emil Cioran,
Pe culmile disperǎrii, Bucureşti: Humanitas, 2008, p. 10.
11 «Qui sait, dit Euripide, il se peut que la vie soit la mort et que la mort soit la vie.
[…] En général, presque toujours, lorsqu’il s’agit de la mort, Socrate, chez Platon,
répète, ou à peu près, les paroles d’Euripide. Personne ne sait si la vie n’est pas la
mort et si la mort n’est pas la vie. Depuis les temps les plus reculés, les hommes les
plus sages vivent dans cette ignorance énigmatique ; seuls les hommes ordinaires
savent bien ce que c’est que la vie ce que c’est que la mort.» Léon Chestov, Les
Révélations de la Mort. Dostoïevsky – Tolstoï, (Préface et traduction de Boris de
Schlœzer), Paris: Librairie Plon, 1923, p. 3.
224 Christian Santacroce
12 «De mon pays j’ai hérité le nihilisme foncier, son trait fondamental, sa seule ori-
ginalité. Zădărnicie, nimicnicie – ces mots extraordinaires, non ce ne sont pas des
mots, ce sont les réalités de notre sang, de mon sang.» (Cioran. Cahiers 1957–1972,
Paris: Gallimard, 1997, p. 685.) A este término, cabría agregar un tercero: părelni-
cie (ilusión, apariencia), según la carta que dirige a su amigo, el filósofo Costantin
Noica, el 21 de enero de 1971: «En vano busco en las lenguas “de circulación” un
equivalente para părelnicie, palabra que por sí sola esconde un Lebensgefühl, una
metafísica y todo lo se quiera en materia de poesía.» Cioran, Scrisori către cei de-
acasă, Bucureşti: Humanitas, 1995, p. 298.
13 «Paroxismul interiorităţii şi al trăirii te duce în regiunea unde primejdia este abso-
lută, deoarce existenţa care îşi actualizează în traire rădăcinile ei cu o conştiinţă
încordată nu poate decât să se nege pe ea însăşi. Viaţa este prea limitată şi prea
fragmentară pentru a rezista la mari tensiuni. N-au avut toţi misticii, după marile
extaze, sentimentul că nu mai pot continuu să trăiască? Şi ce mai pot aştepta de la
lumea aceasta acei care simt dincolo de normal viaţa, singurătatea, disperarea sau
moartea?» Emil Cioran, Pe culmile disperării, Bucureşti: Humanitas, 2008, p. 11.
14 «Es ist, als ob er die Tragik davon gar nicht bemerkte, dass das Leben, um nur
existieren können, sich in Nichtleben verwandeln muss». Georg Simmel, Zur Phi-
losophie der Kunst. Philosophische und kunstphilosophische Aufsätze, Postdam:
Gustav Kiepenheuer, 1922, p. 138.
Emil Cioran y la radicalización de la experiencia subjetiva 225
«Las experiencias subjetivas más profundas son también las más univer-
sales, ya que en ellas se alcanza el fondo originario de la vida. La verda-
dera interioridad conduce a una universalidad inaccesible a aquellos que
permanecen en una zona periférica.»16
16 «Experienţele subiective cele mai adânci sunt şi cele mai universale, fiindcǎ în ele
se ajunge pânǎ la fondul originar al vieţii. Adevǎrata interiorizare duce la o uni-
versalitate inaccesibilǎ acelora care rǎmân într-o zonǎ perifericǎ.» Emil Cioran, Pe
culmile disperari, Bucureşti: Humanitas, 2008, p. 7.
17 Cioran, Entretiens, Paris : Gallimard, 1995, p. 218.
Emil Cioran y la radicalización de la experiencia subjetiva 227
Bibliografía
Marc Weinstein
Université d’Aix-Marseille
Ces vers ont un double intérêt : ils confirment d’abord qu’en son fond le
sacré est poético-politique avant d’être éventuellement religieux. Ensuite,
la liberté n’est sacrée, c’est-à-dire inconditionnelle (en conditions histo-
riques), que lorsqu’elle va de pair avec la loi, c’est-à-dire avec la limite.
Liberté sacrée veut dire : liberté dotée d’une limite, activité subjective se
donnant une butée, un but, une fin(alité), un sens. Sinon, la liberté verse
dans l’arbitraire de la manipulation de la loi.
C’est par là – par l’équivalence de la limite, de la fin(alité) et du sens –
que l’énoncé vaut pour l’énonciation : ce que le poète dit de la loi politique
s’applique aussi à la loi poétique. La loi poétique est homomorphe à la loi
politique : l’illimité de la liberté d’agir pour la fin(alité) ou le sens s’investit
dans la limite de la loi. La loi-limite n’est donc pas un corset étouffant : elle
est la condition de la liberté comme liberté de créer la limite, la fin(alité),
le sens, la loi. La liberté sacrée et la loi sont en somme les deux termes
d’un cercle créateur qui sacralise (inconditionnalise) la loi elle-même.
Il ressort des poèmes de Hölderlin et de Pouchkine que le langage du
sujet poético-politique est parole sacrée, (auto)fondatrice, transcendantale
(mais non transcendante) : la parole de « l’esprit commun » institue un
monde à partir de l’indétermination abyssale du sens historique, poétique,
politique.
Les deux poèmes révèlent en même temps une seconde marque de
la sacralité poético-politique : la profondeur, par exemple celle du temps
historique. Chez Hölderlin, l’image de l’abîme suffit à créer l’effet de pro-
fondeur, et il est confirmé par la passion du poète pour la Grèce antique.
Chez Pouchkine, la profondeur du regard vient de ce que l’Ode à la liberté
refait à sa façon l’histoire de l’Europe et de la Russie, depuis Louis xvi
jusqu’à Paul 1er en passant par la Révolution française et Napoléon. Mais
la profondeur du passé est là aussi pour créer la surface du présent. La
question est donc à présent : qu’est-ce que la surface en littérature ?
La littérature répond, me semble-il, la chose suivante : la surface c’est
la lettre, la littéralité, l’écriture. Et si cette littéralité ne nourrit pas un rap-
port intense au « chaos sacré », à l’abîme de l’auto-création du sens, elle
reste absurde. Pour ne pas être trop absurde, elle se fait « hiéroglyphe »,
pour reprendre le mot que Balzac prononce à l’ouverture de La maison du
chat qui pelote. Hiéroglyphe : écriture sacrée. L’écriture évite le non-sens
quand elle se rapporte à l’abîme sacré de l’autocréation poético-politique
du sens. C’est pourquoi la littérature moderne est hantée par le non-sens,
l’absurdité, la bêtise.
On pourrait avancer l’hypothèse suivante : avant l’apparition de
Bouvard et Pécuchet, l’effroi littéraire devant l’absurde a un double pa-
radigme : un russe et un étatsunien. Le paradigme russe de l’absurde est
le héros du Manteau de Gogol (1843), Akaki Akakievitch. Le paradigme
étatsunien est le héros de Melville Bartleby le scribe (1852). La valeur
paradigmatique d’Akaki et de Bartleby tient à ce qu’ils sont tous deux des
écrivains de degré zéro. L’écriture de degré zéro, c’est la copie littérale,
voire littéraliste. A l’époque où les administrations étatiques et écono-
miques ignorent encore le papier carbone et la photocopieuse électrique,
il faut des gens « bêtes », des bureaucrates, des gratte-papier, pour copier
à la main des documents originaux en plusieurs exemplaires. Akaki est
le grand copiste de la bureaucratie étatique moderne. Bartleby, qui tra-
vaille chez un avoué dont les bureaux sont situés dans une rue nommée
236 Marc Weinstein
4 Fiodor Dostoïevski, L’Adolescent, éd. Pierre Pascal, Bibl. de la Pléiade, Paris, Galli-
mard, 1956, p. 4.
Subjectivité et sacralité 237
les vastes et chatoyantes nuées d’étoffes dont elle s’enveloppe. (…) Quel
poète oserait (…) séparer la femme de son costume ?7 »
En d’autres termes, une femme (mais la femme c’est aussi l’œuvre
littéraire) c’est non pas le monde en général, mais un mundus particulier,
un monde propre, de telle sorte que le monde, si l’on tient à cette abstrac-
tion, est en réalité une pluralité de mondes propres, séparés et reliés par
des frontières poreuses. Ce que Baudelaire suggère à sa façon, c’est qu’un
monde sans frontières poreuses, c’est-à-dire symboliques, ne serait plus
un monde propre, authentique. Bref ce serait non plus un monde, mais un
immonde.
Soixante-dix ans plus tard, il semble que Le Procès de Kafka pousse
la logique structurelle de Gogol et Melville à son extrémité. On dit sou-
vent que Le Procès anticipe sur l’époque des procès staliniens et qu’ainsi
il met en scène un monde totalitaire. L’interprétation en termes de totalita-
risme me paraît justifiée, mais il n’est pas sûr que l’argument du stalinisme
soit convaincant. D’abord les procès staliniens se déroulent à l’apogée de
la terreur, or le monde du Procès n’est pas un monde terroriste. Ensuite les
procureurs staliniens savaient fort bien quelle faute imputer aux accusés,
qui avaient ainsi tout « loisir » de passer aux aveux autocritiques ; or Josef,
lui, voudrait bien savoir de quoi on l’accuse, et il ne le saura jamais. En-
fin, la Russie stalinienne n’est pas un État de droit ; or le monde kafkaien
est un État de droit ; le narrateur le dit explicitement au chapitre premier
(il prononce le mot de « Rechtsstaat », et G.-A. Goldschmidt traduit par
« État libéral »). Il s’avère donc que l’État de droit libéral peut être totali-
taire et que, de ce point de vue, l’éventuelle anticipation des procès stali-
niens ne dit rien de décisif. Pour apercevoir la nature totalitaire de l’État
de droit mis en scène dans Le Procès, il faut donc en scruter la structure.
Or cette structure me paraît être celle de l’immonde. L’univers du
Procès est totalitaire non pas parce qu’un procureur mystérieux impute
à Joseph une faute mystérieuse, mais parce que toutes les frontières
poreuses entre les mondes se sont affaissées et que le tribunal est partout :
à la pension de madame Grüber, à la banque où travaille Josef, à la cathé-
drale où le prêtre est lui aussi employé du tribunal et même dans l’atelier
du peintre Titorelli. Josef est radicalement seul et sans famille, sans passé,
dans cet univers qui n’est pas un monde puisque la pluralité des mondes
9 Cf. les deux tomes de Günther Anders, L’obsolescence de l’homme : sur l’âme à
l’époque de la deuxième révolution industrielle (1956), tr. C. David, Paris, Encyclo-
pédie des nuisances, 2002. Et : L’obsolescence de l’homme. Tome 2 : sur la destruc-
tion de la vie à l’époque de la troisième révolution industrielle, tr. C. David, Paris,
éd. Fario, 2011.
Subjectivité et sacralité 241
10 Hannah Arendt, Le système totalitaire, tr. J.-L. Bourget, R. Davieu, P. Lévy, Paris,
Seuil, 1972, p. 210.
11 Ibid., p. 197.
12 Cf. Marcel Gauchet, Le désenchantement du monde, Paris, Gallimard, 1985,
pp. 393–407.
242 Marc Weinstein
dualiste métaphysique. Certes, une synthèse est possible entre les deux
définitions, et pourquoi ne pas imaginer que Marx ait pu proposer définir
le sujet transcendantal comme « la puissance de travail des corps vivants
de la communauté » ?
Cela ne changerait pourtant rien au fond des choses : à savoir que le
dualisme induit un absolutisme universaliste : ce qui était l’Esprit absolu
chez Hegel devient le travail corporel collectif chez Marx. C’est-à-dire
que dans les deux cas la philosophie échoue une nouvelle fois à saisir le
sujet transcendantal dans la singularité ou la particularité de sa concrétude
social-historique : d’où l’amorce d’une mystique universaliste du Travail
chez Marx. Je dis « l’amorce » parce que Marx sent bien que, d’une cer-
taine façon, il reste captif, malgré lui, de la mystique libérale du Travail.
Témoin de cette captivité – le balancement conceptuel et terminologique
(pour ne pas dire l’indistinction) entre le travail (Arbeit), réalité historique
et capitaliste, et l’activité (Tätigkeit) qui est un invariant transhistorique
ou anthropologique. De là vient la fameuse contradiction marxienne selon
laquelle, d’un côté, le travail est l’essence de l’homme, et le sujet trans-
cendantal, constitutif de l’objectivité, est la communauté de travail, et de
l’autre côté le communisme sera l’avènement du règne de la liberté délivré
de la nécessité du travail.
C’est peu dire que Husserl s’inquiète de ce qu’il nomme la « situation
d’effondrement de notre époque19 », effondrement provoqué par l’inexo-
rable montée de l’objectivisme scientifique. Pour la science moderne en
effet, « les phénomènes n’existent que dans les sujets ; ils sont en eux
comme de simples conséquences causales des processus qui ont lieu dans
la vraie nature, processus qui de leur côté n’existent que sous la forme de
propriétés mathématiques. [Mais] si le monde donné à l’intuition, celui que
nous vivons, est purement subjectif, alors l’ensemble des vérités de la vie
pré-scientifique et extra-scientifique, vérités qui concernent son être effec-
tif, perdent toute valeur20 ». D’où, pour Husserl, l’urgente nécessité d’échap-
per à cette dévalorisation, c’est-à-dire à l’abstraction nihiliste de l’objecti-
visme métaphysique et de retrouver la concrétude vitale d’un sol vital et
concret. On sait que le sol vers lequel tend la réduction husserlienne, est
parfois nommé « le monde de la vie ». Encore convient-il de déterminer
précisément ce qu’est ce monde de la vie. Le monde de la vie, suggère
21 Ibid., p. 520.
22 Edmund Husserl, Psychologie phénoménologique, tr. Ph. Cabestan, Paris, Vrin,
2001, p. 78.
23 Edmund Husserl, La Crise des sciences européennes et la phénoménologie trans-
cendantale, tr. G. Granel, Paris, Gallimard, 1976, p. 204.
24 Ibid., p. 299.
25 Ibid., p. 190.
26 Ibid., p. 185.
Subjectivité et sacralité 247
27 Ibid., p. 361.
28 Edmund Husserl, Sur l’intersubjectivité, tr. N. Depraz, tome 2, Paris, PUF, 2001,
p. 203.
29 Edmund Husserl, La Crise des sciences européennes et la phénoménologie trans-
cendantale, tr. G. Granel, Paris, Gallimard, 1976, p. 378.
30 Ibid., p. 204.
248 Marc Weinstein
31 Martin Heidegger, Être et temps, tr. F. Vezin, Paris, Gallimard, 1986, pp. 86–99
pour toutes les citations.
Subjectivité et sacralité 249
religieuses se trouvent attachées à des choses ou actes (…). De même l’« économie »
et l’« économique » sont des significations imaginaires sociales centrales qui ne « se
réfèrent » pas à quelque chose, mais à partir desquelles sont socialement représen-
tées, réfléchies, agies, faites une foule de choses comme économiques. Cela n’a rien
à voir avec l’« abstraction » du théoricien qui séparerait un « aspect » économique
des processus sociaux pour mieux l’étudier. Le théoricien ne pourrait rien séparer,
dans ce domaine, si, à partir d’un certain moment et dans certaines sociétés, la
signification « économique » n’avait émergé et ne s’était implicitement instituée
comme importante d’abord, centrale et décisive ensuite. Cela n’est pas condition
empirique, mais logique et ontologique de l’« abstraction » du théoricien. Cette si-
gnification économique est (…) convertie, d’une part, en une foule de significations
référées à des objets « concrets » (les biens produits, les instruments de production,
etc.), d’autre part, en une multiplicité de significations abstraites mais socialement
effectives et actives (ainsi, dans l’économie capitaliste, capital, stock, travail, sa-
laires, revenu, profit, intérêt)32.
Ainsi l’imaginaire instituant n’a rien d’une vapeur idéaliste : il est la ma-
trice transcendantale du sens sensible-sensé sans lequel aucun agir collec-
tif et individuel n’est possible. Il est certes invisible et impalpable – il est
pourtant la condition de possibilité (dont on ne peut faire abstraction) de ce
qui est visible et palpable. Pour le dire sous un angle légèrement différent,
le sujet individuel socio-psychique ou, plus précisément, l’imaginaire ins-
tituant propre au sujet individuel socio-psychique n’est pas pensable sans
l’imaginaire instituant propre au sujet social collectif : il y a une sponta-
néité créatricedes deux types de sujet. Mais leur relation est absolument
originale, elle ne se retrouve nulle part dans les diverses autres strates de
l’être : ce n’est ni une relation d’englobement, ni une relation de causalité,
ni une autre relation connue par ailleurs. Castoriadis l’exprime par le pa-
radoxe suivant lequel le social et le psychique ne sont ni séparables l’un de
l’autre ni réductibles l’un à l’autre. Cette relation et sa définition ont pour
intérêt de rappeler, contre tous les rationalismes d’origine métaphysique,
qu’ils soient idéalistes ou matérialistes, que le réel socioculturel n’est pas
rationnel, non plus que le naturel. Le double réel humain, social et psy-
chique, est partiellement chaotique ou, plus précisément abyssal. J’ajoute
la chose suivante, qui chez Castoriadis reste surtout implicite, mais s’ex-
plicite tout de même en quelques occasions : l’imaginaire social instituant,
qui produit les significations actives, et l’imaginaire psychique qui produit
Vol. 9 Maria Isabel Corbí Sáez & Angeles Llorca Tonda (eds)
Simone de Beauvoir. Lectures actuelles et regards sur l’avenir
Simone de Beauvoir. Today’s readings and glances on the future
ISBN 978-3-0343-1616-3. 2015
Vol. 11 Encarnacion Medina Arjona, Ouidad Tebbaa & Marlène Bouzin (éds.)
Jardins littéraires et méditerranéens
ISBN 978-3-0343-1684-2. 2016
Vol. 14 Flavia Aragón Rosano & José Antonio López Sánchez (eds.)
Historias de viajes (2 vol.)
ISBN 978-3-0343-2646-9. 2017