Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
CAPÍTULO
2. Causalidad
1
2
1701
Bibliografía. Obras generales. A. Bénabent, Les obligations, 9e éd.,
Montchrestien, 2003. – J. Carbonnier, Les obligations, 22e éd., PUF, 2000. – M.
Fabre-Magnan, Les obligations, PUF, 2004. – B. Fages et alii, Droit du contrat, Lamy.
– J. Flour, J.-L. Aubert et É. Savaux, Les Obligations, t. II, Le fait juridique, 10e éd.,
A. Colin, 2003. – Ph. Malaurie, L. Aynès et Ph. Stoffel-Munck, Les obligations,
Defrénois, 2004. – G. Marty et P. Raynaud, Les obligations, t. I, 2e éd., Sirey, 1987. –
Mazeaud et F. Chabas, Obligations, 9e éd., Montchrestien, 1998. – Mazeaud et
A. Tunc, Traité théorique et pratique de la responsabilité civile délictuelle et
contractuelle, t. I, 6e éd., Montchrestien, 1965. – A. Sériaux, Droit des obligations,
2e éd., PUF, 1998. – B. Starck, H. Roland et L. Boyer, Les obligations, t. II, Contrat,
6e éd., Litec, 1998. – F. Terré, Ph. Simler et Y. Lequettte, Les obligations, 8e éd.,
Dalloz, 2002. – G. Viney et P. Jourdain, Les conditions de la responsabilité, 2e éd.,
Lgdj, 1998.
1702
División. Si bien la primera condición para la responsabilidad civil es la existencia
de un perjuicio sufrido por la víctima, este no resulta suficiente. Es necesario
también que el perjuicio esté ligado por un nexo de causalidad con el hecho dañoso
(sec. 1). El anterior es el caso en el que no existe una causa extraña de
exoneración (sec. 2).
SECCIÓN
1. PRINCIPIO DE CAUSALIDAD
1703
Bibliografía. Tesis. − L. Bloch, L’exonération en droit de la responsabilité civile,
Bordeaux 2003. − F. Chabas, L’influence de la pluralité des causes sur le droit à
réparation, préf. H. Mazeaud, Lgdj, 1967. – P. Coëffard, Garantie des vices cachés
et «responsabilité contractuelle de droit commun», Poitiers, 2003. − M. Faure-
Abbad, Le fait générateur de la responsabilité contractuelle (contribution à la
théorie de l’inexécution du contrat), préf. Ph. Rémy, LGDJ, 2003. Artículos.
F. Chabas, «Bilan de quelques années de jurisprudence en matière de rôle causal»,
D. 1970, chron. 113. – Ph. Conte, Rép. civ., Vis «Responsabilité du fait personnel»,
nos 126 s. — H. Croze, «L’incidence des mécanismes processuels sur
l’établissement du lien de causalité», dans Exigence sociale, jugement de valeur et
responsabilité civile, Lgdj, 1983, 55. – P. Esmein, «Trois problèmes de
responsabilité civile», RTD civ. 1934, 316; «Le nez de Cléopâtre ou les affres de la
causalité», D. 1964, chron. 205. – Y. Lambert-Faivre, «De la poursuite à la
contribution: quelques arcanes de la causalité», D. 1992, chron. 311. – G. Marty,
Annales de la Faculté de Droit de Toulouse, 1954, p. 13. – B. Starck, «La pluralité
des causes de dommage et la responsabilité civile», JCP G 1970, I, 2339.
SUBSECCIÓN
1. GENERALIDADES
1704
Primera idea. Según un principio tradicional, la responsabilidad civil
extracontractual supone un vínculo de causa y efecto entre el hecho dañoso y el
perjuicio: aquel debe haber sido, según una expresión clásica pero tautológica, la
«causa generadora» del daño, su causa eficiente; asimismo, la cosa (C. civ.,
art. 1384, al. 1er in fine) debe haber jugado un rol activo en la producción del daño.
Los términos de los artículos 1382 y siguientes justifican este principio: todos
exigen que el hecho, la cosa, el animal o el edificio causen el daño (y, en materia
2
3
I. Ámbito de la causalidad
1705
3
4
previsibilidad del daño alegado (v. sobre este concepto supra nos 1034 s.). En
efecto, si el daño contractual es imprevisible, sería superfluo proceder al examen
de la causalidad puesto que seguiría siendo irreparable (excepto el caso de dolo del
deudor: v. supra no 1038). Ahora bien, es más fácil determinar el alcance de las
obligaciones de una parte que reconstruir el vínculo de causalidad.
La diferencia radica propiamente en que el régimen de la responsabilidad
contractual no implica la existencia de un hecho generador, fuente distinta de
obligación (de la obligación de reparar), puesto que aquí no se trata en realidad de
una reparación sino de la ejecución por equivalente, aunque la jurisprudencia no
aplica claramente esta distinción (v. supra nos 803 s., y la bella teoría prec. de
Faure-Abbad).
1706
1707
Particularidad en la valoración de las culpas. El legislador contemporáneo
recurrió a categorías de culpas que pueden ser sintéticamente denominadas
«calificadas», por oposición a las faltas ordinarias: culpa grave, inexcusable o
excesiva (infra nos 3546 s.). Nos parece que, en su caso, la valoración de la
causalidad entre el daño y la responsabilidad de su autor repercute sobre la
calificación. Para ejemplificar lo anterior, se puede imaginar que existe una
concurrencia de culpas: el juez considera que la culpa de la víctima (o de un
tercero) intervino en la producción del daño con la del demandado. La culpa de
este último no podría, entonces, recibir la calificación especial; la concurrencia de
culpas impediría, según nosotros, el nacimiento de una culpa excesiva, inexcusable
o grave (a propósito de la culpa inexcusable Cass. soc., 21 oct. 1976, Bull. civ. V,
no 127. – Cass. ass. plén., 18 jul. 1980, Gaz. Pal. 1981, 1, 15, concl. Picca, impl.).
Por el contrario, una culpa equivalente al dolo (v. sobre este concepto infra
nos 3510 s.) escapa, en principio, a esta regla: la intención reprochable de su autor
eclipsa, de cualquier forma, la culpa de la víctima. Si una calificación deja de ser
posible para la culpa de la víctima y no para la del demandado, aquella no
constituye, en consecuencia, una culpa. Se trata de una especie de absorción de
toda la causalidad por la culpa intencional; ésta es una forma de castigar a su
autor. El mismo fenómeno se produce cuando sucede lo contrario, es decir, cuando
es a la víctima a quien se le puede imputar una culpa intencional y al demandado
sólo se le puede atribuir una culpa ordinaria. Pero si las dos partes cometieron una
culpa intencional, no existe ninguna razón para preferir a alguna de las dos: las
reglas habituales para dividir responsabilidad retoman su imperio en este tipo de
supuestos.
4
5
II. Prueba de la causalidad
§ 1. Objeto de la prueba
1708
Necesidad de una prueba distinta. El nexo de causalidad debe ser establecido
por el demandante. Se trata de un elemento autónomo de la responsabilidad,
independiente de la culpa (o del hecho de las cosas) y del perjuicio. La culpa (o del
hecho de las cosas) no debe ser confundida con el nexo de causalidad, de manera
particular porque cuando el demandante establece la culpa (o del hecho de las
cosas) y el perjuicio, se crea una especie de presunción, al menos en el espíritu,
que el daño fue causado por esa culpa (o del hecho de la cosa). Sin embargo, no
siempre es así.
En consecuencia, la jurisprudencia exige que el nexo de causalidad sea
expresamente constatado, ahora bien «no le basta a la parte afectada establecer la
culpa del demandado y el perjuicio: es necesario entonces probar la existencia de
un nexo directo, de causa a efecto, entre la culpa y el perjuicio» (Cass. civ., 14 mar.
1892, DP 1892, 1, 523. – Cass. civ., 6 enero 1945, D. 1945, 117, nota Tunc. – Cass.
1re civ., 14 dic. 1965, JCP G 1966, 14753, nota Savatier. – Cass. 2 e civ., 4 mar. 1981,
Bull. civ. II, no 49. – Cass. 2e civ., 15 nov. 1989, Bull. civ. II, no 206. – Cass. 2e civ.,
11 enero 1995, Bull. civ. II, no 20, en el paso de un incendio de un vehículo a otro,
no basta constatar que el propietario del vehículo en el cual el fuego se encendió
cometió una culpa dejando su vehículo abierto de noche, sin guardia y con material
de guarnición inflamable que favorecía su puesta a fuego. – Cass. com., 9 dic.
1997, Bull. civ. IV, no 332, a propósito de una carta de intención. – CA Paris, 13 dic.
1996, Gaz. Pal. 1998, 1, somm. 68, el nexo de causalidad no está establecido entre
la culpa de la radiografía y el perjuicio sufrido. – CA Besançon, 27 oct. 1999, JCP E
2000, pan. p. 918, no se aporta prueba de que la ruptura de crédito de un banco
haya tenido una incidencia sobre el déficit de la sociedad cliente. – Cass. 2 e civ.,
6 enero 2000, D. 2000, IR 86; Bull. civ. II, no 4. – Cass. 3e civ., 4 jul. 2001, JCP E
2001, pan. p. 1551, no hay nexo causal entre la culpa de un empleado y el daño
sufrido por su cliente). Una culpa puede figurar entre los antecedentes del daño sin
ser causal, en particular, porque hay ruptura del nexo de causalidad por algún
acontecimiento (infra nos 1777 s.). Pero, recíprocamente, cuando un Tribunal de
apelación considera que el vínculo de causalidad entre el daño y las faltas
abogadas no se establece, no está obligado a buscar si se cometieron realmente
estas culpas (Cass. 1re civ., 1er dic. 1993, Bull. civ. I, no 356).
En la responsabilidad por el hecho de las cosas (C. civ., art. 1384, al. 1er, in fine),
la necesidad de un nexo de causalidad entre el hecho generador y el perjuicio se
traduce en la exigencia del rol activo de la cosa (infra nos 7801 s.).
La duda sobre la existencia del nexo de causalidad se resuelve en favor del
demandado (infra nos 1773 s.).
1709
Control por la Corte de Casación. Los jueces de fondo ante quienes se
interpone la acción de reparación deben constatar la existencia de un nexo de
causalidad entre la culpa (o el hecho de las cosas) y el daño; ellos tienen el poder
soberano para la apreciación de los elementos de prueba de la causalidad. (Cass.
2e civ., 4 febr. 1970, Bull. civ. II, no 37. – Cass. 2e civ., 9 jul. 1997, Resp. civ. et
assur. 1997, no 327). Sin embargo, se encuentran sometidos al control del Tribunal
de casación pues el nexo de causalidad es un concepto de Derecho. El control
recae no solamente sobre la constatación del nexo de causalidad (ej. Cass. 3 e civ.,
11 febr. 1998, Lang, D. 1999, 529, nota Beaugendre; Bull. civ. III, no 34, nexo de
causalidad no revisado por el Tribunal de apelación), sino también a su existencia
real revelado por un juicio de fondo (o rechazado por ellos– V. not. Sobre ese
control: Cass. civ., 7 agosto 1895, DP 1896, 1, 82. – Cass. 2e civ., 5 abr. 1965, D.
1965, 737, nota Azard. – Cass. 2 e civ., 20 dic. 1972, JCP G 1973, 17541, nota
Dejean de la Bâtie. – Cass. 2 e civ., 12 febr. 1973, JCP G 1974, 17882, nota Dejean
de la Bâtie. – Cass. 1re civ., 7 febr. 1995, Bull. civ. I, no 74, los jueces de fondo
5
6
habían podido considerar que el perjuicio sufrido por un comprador no podía estar
vinculado a una culpa de un notario. – Cass. 2 e civ., 14 junio 1995, Bull. civ. II,
no 187, id., a falta de pruebas contrarias, en el supuesto de que una viuda cede el
fondo de comercio que explotaba su marido 21 meses después de su muerte. –
Cass. 1re civ., 2 abr. 1997, Bull. civ. I, no 116, por el daño causado por un notario. –
Cass. 1re civ., 30 sept. 1997, Bull. civ. I, no 259. – Cass. com., 9 dic. 1997, Resp. civ.
et assur. 1998, no 130, falsa referencia sobre un conocimiento sin vínculo de
causalidad con el daño. – Cass. 1re civ., 6 oct. 1998, prec. supra no 1705, casación
del fallo que no establecía un vínculo de causalidad entre la culpa del instalador de
una alarma que no se activó en un hurto y el perjuicio consistente en una pérdida
de la oportunidad. – Cass. com., 23 febr. 1999, Resp. civ. et assur. 1999, no 264,
casación de un fallo en el cual los motivos eran impropios para establecer el nexo
de causalidad. – Cass. com., 15 junio 1999, prec. supra no 1705, el Tribunal de
apelación dedujo exactamente de sus comprobaciones que no había vínculo de
causalidad; un supuesto en materia contractual. – Cass. 2 e civ., 27 enero 2000, D.
2001, 2073, nota Chakirian; Bull. civ. II, no 20, Casación sobre la causalidad. – Cass.
com., 30 enero 2001, D. 2001, 1939, nota Ph. le T. – Cass. 1 re civ., 10 jul. 2001,
Resp. civ. y seguros. 2001, no 321, casación, el Tribunal de apelación no establece
el vínculo de causalidad entre la culpa de un abogado y el perjuicio sufrido. – Cass.
1re civ., 4 febr. 2003, Bull. civ. I, no 40, el Tribunal de apelación pudo establecer la
inexistencia de un vínculo de causalidad entre el incumplimiento de un
anestesiólogo y las secuelas del paciente. − Cass. 2 e civ., 19 junio 2003, Bull. civ. II,
no 204. – Cass. 2e civ., 24 febr. 2005, D. 2005, IR 671). Sin embargo, es difícil
efectuar este control sin apreciar los hechos, de modo que el Tribunal de casación
tiende a constituir, en este ámbito, un tercer grado de jurisdicción
(subrepticiamente).
§ 2. Medios de prueba
1710
De la prueba indiciaria de la causalidad. La prueba de la relación de causa a
efecto, prueba diabólica por excelencia, puede realizarse por todos los medios
incluidas las presunciones (Cass. 2 e civ., 29 abr. 1969, D. 1969, 534. – Cass. 2e civ.,
24 mayo 1978, Bull. civ. II, no 139. – Cass. 1re civ., 28 mar. 2000, D. 2000, IR 130;
Bull. civ. I, no 108). Pero es necesario que estas presunciones sean graves, precisas
y concurrentes, según la fórmula del artículo 1353, a menudo retomada en los
fallos (ej. Cass. 1re civ., 14 dic. 1965, JCP G 1966, 14573, nota R. Savatier. – Cass.
1re civ., 7 jul. 1998, Resp. civ. et assur. 1998, no 392, où c’était le cas) y que no se
trate de simples suposiciones (Cass. civ., 26 abr. 1948, Gaz. Pal. 1948, 2, somm. 5.
– Cass. 1re civ., 14 mar. 1995, Bull. civ. I, no 122, los jueces de fondo debieron
rechazar la solicitud de la víctima pues solamente existían hipótesis, tanto sobre la
causa del daño como sobre su imputación).
Una clase de prueba por presunción es la prueba por exclusión: ninguna otra
causa, distinta de aquella que es presentada, permite explicar el daño (Cass. 1 re
civ., 5 nov. 1996, Bull. civ. I, no 386. – CA Paris, 18 febr. 1997, Gaz. Pal. 1998,
somm. 391. – Cass. 3e civ., 8 jul. 1998, Bull. civ. III, no 157. – Cass. 1re civ., 8 dic.
1998, Bull. civ. I, no 350. – Cass. 1re civ., 15 jul. 1999, Contrats, conc., consom.
1999, no 175, obs. Leveneur. – Cass. 2e civ., 10 junio 2004, Bull. civ. III, n°293, las
olas, en el origen del siniestro, no podían haber sido desencadenadas por otro
buque distinto de aquél cuyo propietario se perseguía. – Comp. Cass. 1re civ., 9
mayo 2001, D. 2001, 2149, rapp. Sargos, cuando alguien demuestra que la
contaminación viral que padece ocurrió luego de las transfusiones sanguíneas y
que no se presenta ningún otro medio de contaminación, le corresponde al Centro
de transfusión sanguínea, cuya responsabilidad se busca, establecer que los
productos proporcionados estaban libres del vicio. – Cass. 1 re civ., 17 jul. 2001, Bull.
civ. I, no 234, id. − Cass. 1re civ., 10 jul. 2001, Bull. civ. I, no 198). Sin embargo, esta
presunción es frágil: no vale más que cuando la exclusión es total.
6
7
1711
… Para la casualidad presunta. Además de estas presunciones de hecho,
constatadas por los jueces de fondo, existen otras presunciones de causalidad. En
verdad, la tendencia va naturalmente de aquellas a estas: en muchos casos se
pasa sin cuidado de una causalidad probada por los indicios graves, precisos y
concordantes, a una casualidad simplemente presunta, en la cual el vínculo de
causalidad se ha convertido en «una suerte de petición de principio» entre el hecho
dañino y los perjuicios alegados (Lambert-Faivre, op. cit., 312).
La jurisprudencia según la cual el autor de una culpa penal, que incidió en un
accidente, no puede ser exonerado totalmente de responsabilidad (infra no 1742)
hace un buen uso de tal presunción de causalidad; igual sucede con aquella que
genera la responsabilidad de un médico frente a pérdidas hipotéticas de la
oportunidad de curarse o de sobrevivir (infra no 1775).
Finalmente, en materia de accidentes de trabajo, toda lesión súbita y grave que
se manifieste durante la jornada y en el lugar de trabajo, se presume que resulta
de un accidente de trabajo (Dupeyroux, «Le déclin de la présomption
d’imputabilité», D. 1971, chron. 81. – Saint-Jours, «Accidents du travail: l’enjeu de
la présomption d’imputabilité», D. 1995, chron. 13. – Cass. soc., 15 nov. 1979, Bull.
civ. V, nos 862 et 863. – Cass. soc., 3 mar. 1982, Bull. civ. V, nos 140 et 141); la
jurisprudencia habla aquí de «presunción de imputabilidad», la cual algunos
desearían extender a los accidentes de tránsito (Groutel, «Imputabilité du
dommage à un accident de la circulation: les choix difficiles de la 2 e chambre
civile», Resp. civ. et assur. 1992, chron. 4). Asimismo, el hecho anormal de una
cosa hace presumir que ella ha sido la causa del daño (infra no 7807. − Cass. 2e
civ., 14 nov. 2002, Bull. civ. II, no 258: «No hay duda de que el comportamiento
anormal del inmueble que explotó jugó un papel causal en el siniestro»).
Más ampliamente, es posible considerar que, en efecto, los regímenes de
presunciones de culpa y de responsabilidad implican implícitamente una
presunción de causalidad (la responsabilidad de pleno derecho del artículo 1384
inciso primero in fine y, en materia contractual, frente a los supuestos de
obligaciones de resultado). Lo anterior puede ser controvertido evidentemente por
aquel sobre quien pesa la presunción (Cass. 2 e civ., 8 mar. 1995, Bull. civ. II, no 83,
un velero, habiendo hundido cuerpos y bienes, fue intervenido en el naufragio de
los miembros de la tripulación «y se presumía que era la causa generadora, pues la
prueba contraria no fue aportada». – Cass. 1re civ., 2 febr. 1994, Bull. civ. I, no 41, la
obligación de resultado implica la presunción de causalidad entre la prestación
cumplida y el daño, así como una presunción de culpa. – Cass. 1re civ., 20 junio
1995, Bull. civ. I, no 263, id. – CA Versailles, 27 nov. 1998, Gaz. Pal. 1999,
somm. 553, id. – Cass. 1re civ., 8 dic. 1998, Bull. civ. I, no 343, id. – Cass. com.,
26 abr. 2000, RJDA 2000, no 858. – Comp. Cass. 1re civ., 9 mayo 2001, prec.). Sin
embargo, jurídicamente y en la realidad, una presunción no puede referirse a una
obligación sino a un hecho (C. civ., art. 1349).
La observación puede extenderse ampliamente a los regímenes especiales de
indemnización. La solución adoptada para la indemnización de las víctimas de
contaminaciones post-transfusiones es, a este respecto, particularmente tópica. La
víctima debe solamente establecer que se transfundió o que fue tratada con
productos anti-hemofílicos y que ha sido contaminada; el nexo de casualidad entre
los dos hechos se presume (L. no 91-1406, 31 dic. 1991, art. 47. – CA Paris, 20 dic.
1996, Gaz. Pal. 1998, 1, somm. 98. – V. infra no 8546). Asimismo, en el régimen
instaurado por la ley del 19 de mayo de 1998 sobre la responsabilidad por el hecho
de productos defectuosos, la víctima debe establecer el nexo de causalidad entre
el hecho del producto y el daño (infra no 8425). Por el contrario, la ley sobre
accidentes de tránsito abandonó totalmente la noción de causalidad pues la simple
implicación de un vehículo es suficiente para atribuir el derecho a la preparación
(infra no 1718).
7
8
1712
Interferencia del Derecho Procesal. Todo proceso sobre responsabilidad parte
de datos concretos que son aprendidos y organizados por la razón. A continuación,
pasan por el molde del Derecho Procesal cuyas normas determinan,
necesariamente, la manera como habrá de establecerse el nexo de causalidad
(Croze, op. cit.). Los medios probatorios ejecutados por un técnico, el peritaje en
primer lugar, juegan un rol esencial, particularmente, respecto de la «causalidad
compleja», como en las contaminaciones y los accidentes de medios de transporte
masivos dónde se enmarañan a menudo las disfunciones técnicas y los fallos
humanos (Lienhard, «Pour un droit des catastrophes», D. 1995, chron. 91, spéc.
nos 18 et 19).
III. Teorías de la casualidad
1713
Dificultad para determinar la causa. El acaecimiento de un daño es, a menudo,
debido a múltiples causas. Un accidente de tránsito puede resultar, a la vez, de la
actividad del conductor, de la del peatón o de un tercero, de las condiciones
atmosféricas, de un defecto en el vehículo, del estado de la vía, etcétera. Ante la
falta de claridad de las causas posibles de un hecho y del encadenamiento entre
los diversos antecedentes, el papel del jurista es hacer juicios de valor, hacer una
selección entre una amplia serie de innumerables fenómenos, pues no todo es la
consecuencia «de la culpa de Voltaire» o «de la culpa de Rousseau». Es necesario
romper la cadena de la causalidad en un eslabón (sino sería ciega): «Ananké
sthenai», reseñaba Aristóteles (es necesario detenerse y la imagen del
encadenamiento se toma de San Agustín quien habló de «connexione causarum»,
en De Genesi ad litteram, V, 12).
Esta tarea delicada se lleva a cabo con ayuda de la razón, la sensatez, la
intuición y de un empirismo cualificado. Cualquier concepción a priori y
esquemática está condenada al fracaso (aunque, en econometría, la causalidad sea
evaluada por modelos estadísticos; C. Bruneau, «Analyse économétrique de la
causalité, un bilan de la littérature», Rev. d’économie politique 1996, 323). El
Derecho se agotaría, como la Historia, en la búsqueda de la verdad científica allí
donde no hay sino aproximación. Sin embargo, algunos autores han tenido la
ambición de definir criterios de relación casual. La importancia de lo que está en
juego explica que esa investigación haya sido objeto de debates y propuestas tan
brillantes como apasionadas, pero que, a veces, llegan más allá de los límites de lo
razonable y terminan por oscurecer el debate antes que aclararlo.
Dos teorías han sido particularmente importantes en Francia, la equivalencia de
condiciones y la causalidad adecuada. Antes de estudiarlas, es conveniente
descartar una tercera teoría, muy simple, llamada la causa próxima (la última
causa, aquella que es la más cercana al daño), porque ella no ha triunfado en
nuestro País en razón de las injusticias a las cuales conduce.
Unos programas de computador específicos permitirán, quizás, determinar con
claridad, en el seno de una cadena de causas, aquella que ha provocado realmente
el daño. Su intervención parece particularmente conveniente en el ámbito
contractual, en los litigios que implican numerosas partes, como es el caso de los
grupos de contratos.
1714
«Proximidad de la causa». Una máxima latina, debida a Bacon y utilizada en
Gran Bretaña, resume esta teoría: In jure non remota causa, sed proxima
spectatur. No será jurídicamente causal, más que el acontecimiento más próximo
al daño, el último en ocurrir.
Este razonamiento parece apresurado. El orden cronológico no es,
necesariamente, el orden casual. A menudo, la causa proxima, la causa más
reciente, el último eslabón de la cadena, no es el elemento determinante pues
puede, incluso, que haya jugado un papel ínfimo: la gota de agua que rebosa la
8
9
copa, el voto que hace oscilar una mayoría. Es frecuente que la causa causans sea
un hecho anterior, la causa remota, algunas veces la causa inicial de una serie que
ha, realmente, provocado el daño.
Si se supone un automóvil A que rueda por la izquierda y un automóvil B que
viene en el sentido contrario y se cambia para su izquierda para evitar una
colisión con A y en la maniobra choca a un tercero. ¿Se dirá que el acto del
conductor B es la causa del accidente porque resulta ser el último antecedente?
¿No parece que sería mejor buscar la causa eficiente del daño en la conducta de A
(comp. Cass. civ., 22 enero 1940, DC 1941, 101)?
1715
«Equivalencia de condiciones». Para la doctrina de la equivalencia de
condiciones (Bedingungstheorie), desarrollada por von Buri (Die Kausalität und ihre
strafrechtliche Beziehungen, 1855), todos los elementos que condicionaron el daño
son equivalentes. Lo anterior se desprende del Determinismo: hay una equivalencia
entre la causa plena y el efecto entero como lo enunciaba Leibniz bajo el nombre
de «principio de la razón suficiente». Cada uno de los elementos, en ausencia del
cual el daño no se habría concretado, es la causa del daño. Por el contrario, las
condiciones indiferentes en la producción del daño son eliminadas. La causa del
daño es entonces toda condición sine qua non: sin la causa, desaparece la
consecuencia (Sublata causa, tollitur effectus. – Rappr. CA Metz, 7 febr. 1995,
JCP G 1995, IV, 1926, «cuando varias causas sucesivas concurrieron a la
realización del daño, la culpa «sine qua non», en ausencia de la cual no habría
resultado un perjuicio, debe ser reputada causal.» – CA Paris, 20 febr. 1998, Gaz.
Pal. 1998, somm. 546, la culpa de un médico ha sido la «causa sine qua non del
daño», de suerte que resulta íntegramente responsable, a pesar de las
características del paciente que también contribuyeron.– CA Paris, 14 sept. 2000,
D. 2000, IR 261, la culpa de un portero «facilitó» un robo.– CA Paris, 11 junio 2001,
Gaz. Pal. 2001, somm. 2104, la inmovilización de una persona luego de una caída
«participó en el acaecimiento» de la trombosis por la cual murió. − Cass. soc.,
31 oct. 2002, Bull. civ. V, no 336, es suficiente que la culpa inexcusable del
empleador haya sido necesaria en el accidente para comprometer su
responsabilidad. − Cass. 2e civ., 27 mar. 2003, RGDA 2003, 504, 1re esp. – Cass.
com., 16 nov. 2004, Juris-Data n°2004-025857, «El hecho de que un daño proceda
de varias causas […]no justifica la ausencia de nexo causal entre el hecho
generador de responsabilidad y el perjuicio sufrido»). Esto es muy favorable para
las víctimas.
He aquí seis ejemplos concretos: – 1°) Un abuelo deja, en una habitación
destinada a sus nietos, un arma cargada y a la vista. Uno de los niños toma el arma
y hiere a otro. Es cierto que sin la culpa inicial del abuelo el accidente no se habría
producido (pero el daño tiene pluralidad de causas, porque el acto del niño es
determinante.– V. sobre estos hechos, Cass. 2 e civ., 11 enero 1979, Bull. civ. II,
no 19). – 2°) La víctima de un accidente de tránsito es transfundida pero la sangre
suministrada está contaminada por el virus de inmunodeficiencia humana, es decir
el virus del sida: «En el caso varias causas sucesivas fueron condiciones necesarias
del daño, todas le son causales, de la primera a la última» (CA Paris, 7 jul. 1989,
Courtellemont, Gaz. Pal. 1992, 752, concl. Pichot. – Cass. 1re civ., 17 febr. 1993,
Gaz. Pal. 1994, 82, nota Memmi. − Cass. 1re civ., 2 jul. 2002, Bull. civ. I, no 182. −
Comp. Cass. 1re civ., 4 dic. 2001, D. 2002, IR 138; Cah. dr. entr. 2002/1, 54, obs.
Mainguy, pero donde la causalidad se extiende hasta el extremo: el fallo se limita a
afirmar que las transfusiones sanguíneas que implicaron la contaminación «habían
sido necesarias por el accidente»). En ausencia del accidente la víctima no habría
sido transfundida (infra nos 8502 s.). – 3°) El gerente de una persona jurídica
comete unas culpas que contribuyeron a la insuficiencia de activos. El podría ser
condenado, en un proceso colectivo, a soportar la totalidad de la deuda social.
(Cass. com., 31 enero 1995, Bull. Joly 1995, 266, obs. Couret; Gaz. Pal. 2000,
somm. 2226, obs. Spizzichino. – V. sobre la acción de «satisfacción» del pasivo
social, infra nos 5008 s.). – 4°) De igual forma, en un accidente de tránsito en el que
se causaron unas heridas a la columna vertebral de la víctima, quien necesitó de
9
10
10
11
siniestro (Cass. 2e civ., 25 oct. 1973, Bull. civ. II, no 277). – 2°) Un banquero abre
una cuenta sin verificar la capacidad jurídica de su cliente (contrario a su
obligación: V. infra no 5322). Este último se sirve de la cuenta para desviar unos
fondos de su empleador. El hecho inicial (la apertura de la cuenta) no tiene nexo de
causalidad con el daño (CA Toulouse, 6 mayo 1993, D. 1993, 555, nota Ph. le T. –
Contra Cass. com., 7 abr. 1998, JCP G 1998, 10196, nota G. Martin; Bull. civ. IV,
no 124, en el supuesto de la apertura de una cuenta a nombre de una asociación
financiera urbana a petición de un mandatario, contraria al Código del urbanismo,
hay un vínculo con los desvíos). – 3°) Alguien desvía municiones que le son
robadas a continuación: el daño sufrido luego de una explosión provocada por esos
ladrones está sin vínculo de causalidad con el acto inicial (Cass. 2 e civ., 24 febr.
2000, Resp. civ. et assur. 2000, no 144). – 4°) Un mujer es incapacitada luego de un
accidente de tránsito; sus hijos piden una indemnización pues el hecho les impidió
compartir con la madre las alegrías normales de la vida diaria. Su pretensión debe
ser rechazada por la falta de nexo causal entre el accidente y el perjuicio alegado
(Cass. 2e civ., 24 febr. 2005, D. 2005, IR 671). – 5°) Por el contrario, hay causalidad
adecuada cuando una condición es natural en el curso habitual de las cosas y,
según la experiencia de la vida, debe producirse el efecto que ocasionó. Entregar
las llaves de un vehículo a una persona en estado de embriaguez es la causa
necesaria del accidente mortal causado por el conductor (Cass. 2 e civ., 13 junio
1974, Bull. civ. II, no 197). La destrucción de un tejado en un incendio causado por
un arrendatario no es la causa del daño de las aguas sufrido por un coinquilino, ya
que un entoldado eficaz habría podido evitarlo (Cass. 3 e civ., 19 febr. 2003, Resp.
civ. et assur. 2003, no 125).
Esto no es todo. En cada caso es necesario buscar si la causalidad fue adecuada.
El examen opera a posteriori, post factu, por aquello que los historiadores
contemporáneos denominan la retroalimentación: he aquí la consecuencia molesta
incontestada. Se trata de remontar en el tiempo para preguntarse,
retrospectivamente, si habría sido, objetivamente posible, pensar que un hecho
causaría, en la normalidad, el efecto dañoso. Si la respuesta a este cálculo de
posibilidad a posteriori es afirmativa, si el hecho aparece como la causa esencial,
hay causalidad adecuada. Lo que importa no es si las consecuencias eran
previsibles, sino que la causa aparezca como objetivamente apta para provocarlas
«après coup» (N. del T.: expresión que significa después, a continuación), para
emplear una expresión popular. Tal es el «pronóstico objetivo retrospectivo» de
Rümelin, elegido por la jurisprudencia suiza, tan paradójico como el
«remordimiento preventivo» predicado por Mac Orlan (retrospectivo bien se toma
aquí en su sentido etimológico retro spicere, mirar hacia atrás).
La exposición misma de esta última teoría, compleja -por más que haya sido
simplificada-, de carácter totalmente artificial, indeterminado y abstracta de
pronóstico retroactivo, debería bastar para observarla con desconfianza. Así como
a menudo basta con escribir una palabra cuya ortografía es dudosa para ver la
falta, se trata de disipar el exceso para poder exponer teorías sutiles de forma
sobria. ¿No es esto lo que sucede aquí? Con todo, la doctrina mira favorablemente
esta teoría, seducida por su aspecto (pseudo) científico y por el rechazo a la
simpleza de la equivalencia de condiciones.
1717
Actitud empírica de la jurisprudencia. Si durante mucho tiempo la
jurisprudencia utilizó fundamentalmente la equivalencia de condiciones (que
justifica not. la obligación in solidum), que aparece sin cuestionamientos en
materia penal (salvo para los delitos no intencionales: V. infra no 1717-1), sus
ventajas habían parecido, por un momento, llevarse hacia la causalidad adecuada.
Realmente los órganos jurisdiccionales, tanto civiles como administrativos,
sostienen las dos teorías: aplican una u otra a voluntad, con toda flexibilidad, de
una manera muy favorable a las víctimas. No es necesario sobreestimar el papel
del empirismo en esta materia que dificulta clasificación doctrina. La
jurisprudencia, en realidad, es muy pragmática (comp. Chabas, nota D. 1977, 641.
– I. Souleau, La prévisibilité du dommage contractuel, th., Paris II, 1979, t. II,
11
12
nos 276 s.). Está garantizado que los redactores de los juicios y fallos aprecian el
vínculo de causalidad preguntándose, más o menos conscientemente, sobre la
normalidad o no del acontecimiento y del comportamiento del agente, volviendo al
criterio general de la responsabilidad. (supra no 8). Así, queda claramente indicado
que el Derecho es un arte más que una ciencia.
Sería excesivo afirmar que la teoría de la causalidad adecuada es más aplicada
(afirmación que se encuentra en los concl. de l’aff. Cass. 2 e civ., 20 nov. 2003,
D. 2003, 2902, concl. Kessous, nota crit. Grynbaum; el fallo es en sí mismo
cuestionable por el análisis que hace de la ausencia de nexo causal en ESP). A lo
sumo, es posible destacar que la equivalencia de condiciones se desarrolla,
preferiblemente, en la responsabilidad subjetiva, mientras que la amplitud de la
causalidad adecuada se gestó de manera particular en las responsabilidades
objetivas en las cuales los nexos de causalidad son más complejos de determinar.
El éxito (relativo) de la causalidad adecuada es su aplicación a la teoría del riesgo;
se trata de teorías concomitantes. Sin la causalidad adecuada, la teoría del riesgo
se hundiría en el ridículo y el absurdo. Así pues, mientras que el ámbito de elección
de la equivalencia de condiciones es la responsabilidad con culpa, el de la
causalidad adecuada es la responsabilidad sin culpa (unos fallos dictados a
propósito de lo anterior no pueden, sin embargo, explicarse sino por la equivalencia
de condiciones ej. Cass. 1re civ., 26 sept. 2002, D. 2003, 1257, nota Audric). Otra
manera de articular estas dos teorías, en el caso de la pluralidad de coautores, es
reservar la equivalencia de condiciones para la pretensión ejercida por la víctima,
ya que facilita su indemnización, y volver de nuevo a una causalidad más
adecuada para regular la contribución correspondiente a cada uno de los distintos
coautores. Algunas soluciones del Derecho positivo parecen ilustrar esta
distribución (v. en ce sens, Chabas, op. cit., p. 102 s. – Lambert-Faivre, «De la
poursuite à la contribution…», art. prec.).
1717-1
o
Causalidad adecuada y delitos penales no intencionales. La ley n 2000-647
del 10 de julio de 2000 (prec.), que modificó el artículo 121-3 inciso 3 del Código
Penal, relativo a los delitos (penales) no intencionales, adoptó de la manera más
clara posible la teoría de la causalidad adecuada en este campo.
1718
Causalidad e implicación (L. 5 julio. 1985). En principio, los debates teóricos
sobre la noción de causalidad desaparecen cuando la acción de la víctima da lugar
un régimen especial de indemnización, por ejemplo en materia de accidentes de
tránsito después de la ley no 85-677 del 5 de julio de 1985. La aplicación de dicha
normatividad, concebida como una ley de indemnización más que de
responsabilidad -al menos en cuanto a la obligación de reparar- descansa en la
designación de un deudor que es en principio la compañía de seguros del vehículo
implicado en el accidente (L. 5 jul. 1985, arte. 1.o) para lo cual basta el simple
hecho «de intervenir, a cualquier título, en el acaecimiento del accidente», según
una fórmula a menudo recogida por la Corte de Casación (ej. Cass. 2 e civ., 21 junio
2000, Bull. civ. II, no 122, el incendio de un hangar es un accidente de tránsito…
cuando tiene por origen un poco de calamina incandescente procedente del tractor.
− Comp. Cass. 2e civ., 24 abr. 2003, Bull. civ. II, no 104, condena a una barredora
que proyecta gravillas sobre una acera delante de la puerta del domicilio de una
persona que resulta herida cuando se desliza en rezón de ellas). No es necesario,
de ninguna manera, buscar si esta intervención fue la causa del daño. Por otra
parte, el conductor del vehículo implicado no puede hacer fracasar la pretensión de
la víctima alegando la ocurrencia de una fuerza mayor (L. 5 jul. 1985, art. 2), esto
muestra que la implicación es externa a la noción de causalidad.
Sin embargo, la distinción no siempre se efectuó con el rigor necesario. En
principio, se intentó analizar la implicación según los cánones de la causalidad (ej.
Lambert-Faivre, art. prec., I, A, 2, acercándose a la implicación y a la causalidad
según la teoría de la equivalencia de condiciones). Pero la confusión resultó, sobre
todo, de la invención jurisprudencial del concepto de implicación del vehículo en el
12
13
SUB-SECTION
2. CARACTERÍSTICAS DEL NEXO CAUSAL
1719
Cierto y directo. El nexo causal debe ser cierto (I) y directo (II), cualquiera que
sea el análisis de la causalidad seleccionada, conceptos vagos dan lugar, en
realidad, a una gran libertad de valoración por parte de la jurisdicción.
13
14
1° SOLUCIONES JURISPRUDENCIALES
14
15
condenado (T. civ. Seine, 8 enero 1912, DP 1912, 2, 312. – Cass. civ., 29 sept.
1941, Gaz. Pal. 1941, 2, 437. – T. civ. Saumur, 8 nov. 1945, JCP G 1946, 3045. –
Cass. 2e civ., 10 enero 1973 et Cass. 2e civ., 28 abr. 1975, prec. – Cass. 2e civ.,
12 junio 1985, Bull. civ. II, no 117, con respecto a niños. – Cass. 2e civ., 5 mar. 1997,
D. 1997, IR 115; Bull. civ. II, no 67, directores de la asociación que organiza la caza;
no creemos que este fallo extendió a las asociaciones de caza la responsabilidad
por el hecho de otros, idea nacida de C. civ., art. 1384, al. 1er; v. sobre este punto,
I. Pascual, op. cit. – Comp. Cass. 2e civ., 1er abr. 1998, D. 1998, IR 120; Bull. civ. II,
no 119, la participación efectiva de un niño en las distintas etapas del juego basta
para caracterizar su papel como positivo dentro del acaecimiento del daño). Sería
diferente si los otros miembros del grupo lo incitaron, es decir promovieron su
acción: ellos son, entonces, culpables.
Por el contrario, si un miembro del grupo no puede manifiestamente haber sido
el autor del daño, por ejemplo si la víctima se encontrara fuera del alcance de su
arma y en una dirección completamente opuesta a la de su tiro (Cass. 2 e civ., 19
mayo 1976, JCP G 1978, 18773, nota Dejean de la Bâtie, 2e esp.; Bull. civ. II,
no 165), o porque la bala que había alcanzado a la víctima era de un calibre
diferente al que aquél utilizaba (Cass. 2 e civ., 19 mayo 1976, JCP G 1978, 18773,
nota Dejean de la Bâtie, 3e esp.; Bull. civ. II, no 166), es claro que la persona referida
debe estar por fuera de la causa.
1726
Derecho Penal. Puesto que la culpa colectiva es una culpa de la totalidad del
grupo y no de cada uno de sus miembros, no podría constituir un delito (Cass. 2e
civ., 29 nov. 1978, Bull. civ. II, no 257, sol. impl., con respecto a niños), en la medida
en que, en teoría, la responsabilidad colectiva penal no existe. Sin embargo,
algunos fallos aislados y sorprendentes admitieron una responsabilidad colectiva
penal sin texto (Cass. crim., 7 de marzo 1968, Bull. crim., no 81. – Cass. crim. 19
mayo 1978, D. 1980, 3, dos presos son culpables, respecto del antiguo C. pen.,
art. 319 y 320 [que se han convertido en C. pen., art. 321-6 et 322-19], por haber
participado juntos en un entrenamiento de tiro con una misma arma de guerra).
15
16
2° SOLUCIONES PROPUESTAS
1731
Irresponsabilidad del autor desconocido del daño. El exceso de sutileza,
inspirado por la equidad, debería resistir un cambio a favor de la simplicidad y,
porque no, hacia la sabiduría. Dos vías se presentan. La primera, maximalista,
parte de la constatación del fracaso de las tentativas jurisprudenciales, de su
carácter artificial, y corresponde principios: cuando el autor del accidente
permanece desconocido, ninguno de los cazadores puede ser condenado (en este
sentido: CA Rennes, 14 enero 1971, prec., en una hipótesis de tiros sucesivos. – CA
Aix-en-Provence, 27 enero 1976, prec.).
Pero esta vuelta a los principios solo es posible mientras no se corra el riesgo de
perjudicar a la víctima, sea porque un tercero tenía poder sobre el grupo y puede
ser declarado responsable (supra no 1727) o porque se cree un Fondo de Garantía
sobre este tema (Por ej. En materia de caza: C. assur., arte. L. 421-1 a L. 421-8. - V.
infra Nos. 8334 s.). Queda pues por desear, para la otra fuente de daños causados
por los grupos, los juegos de niños, una medida legislativa del mismo orden en
espera del Fondo General de Garantía (supra no 92).
1732
Presunción de que pesa sobre los autores del daño. La otra vía, más
favorable a las víctimas, propuesta por P. Azard. (nota D. 1963, 137) y luego por N.
Dejean de la Bâtie (Nota JCP G 1978, 18773), consiste en poner de nuevo el debate
sobre su verdadero terreno, el de la prueba de la causalidad, y proponen el
establecimiento de una presunción que permita remediar la incertidumbre sobre el
nexo causal. Su fundamento reside en la idea de que los cazadores, creadores del
peligro y de la pérdida para la víctima de la esperanza de ser indemnizada, deben
16
17
1° OBLIGACIÓN IN SOLIDUM
1734
Bibliografía. Tesis. Ph. Briand, Éléments d’une théorie de la cotitularité des
obligations, Nantes, 2000. – F. Chabas, L’influence de la pluralité des causes sur le
droit à réparation, préf. H. Mazeaud, Lgdj, 1967. – M. Mignot, Les obligations
solidaires et les obligations in solidum en droit privé français, préf. É. Loquin,
Dalloz, 2002. – V. Perruchot-Triboulet, Théorie générale des obligations et
responsabilité civile, préf. J. Mestre, PUAM, 2002. Artículos. J. Boré, «La causalité
partielle en noir et blanc ou les deux visages de l’obligation in solidum», JCP G
1971, I, 2369. – F. Chabas, «Remarques sur l’obligation in solidum», RTD civ. 1967,
311. – H. Groutel, «La pluralité d’auteurs dans un accident de la circulation», D.
1987, chron. 86. – L. Mazeaud, «Obligation in solidum et solidarité entre
codébiteurs délictuels», Rev. crit. 1930, 147. – R. Meurisse, «Le déclin de
l’obligation in solidum», D. 1962, chron. 243. – P. Raynaud, «La nature de
l’obligation des coauteurs d’un dommage, obligation in solidum ou solidarité?»,
dans Mél. J. Vincent, Dalloz, 1981, 317.
17
18
1736
Fundamento. Esta obligación in solidum, creada por la jurisprudencia, fue
explicada de distintas maneras por la doctrina (v. para una exposición completa a
M. Mignot, teoría prec.).
Si varias causas originaron un daño cada uno de los autores debe repararlo
íntegramente ya que es imposible fijar con exactitud la participación de cada una
de las causas (L. Mazeaud, op. cit.); la culpa es indivisible. Esta idea es expresada
en muchas decisiones (Cass. civ., 15 jul. 1895, DP 1896, 1, 31. – Cass. req., 23 mar.
1927, DP 1928, 1, 73, nota Savatier. – Cass. civ., 4 dic. 1939, DC 1941, 124, nota
Holleaux. – Cass. civ., 25 febr. 1942, DC 1942, 96, nota Holleaux. – CA Bourges,
18 abr. 1944, DC 1945, 205, nota H. L. – Cass. 3e civ., 5 dic. 1972, D. 1973, 401,
nota J. Mazeaud. – CA Paris, 30 mar. 1973, D. 1974, 116, nota Raynaud, 2 e esp. –
Cass. 2e civ., 6 jul. 1983, Bull. civ. II, no 159. – TGI Paris, 15 junio 1999, PIBD 1999,
457).
Además, la acción de cada autor, como condición sin la cual el accidente no se
habría producido, puede ser considerada como si lo hubiera causado en su
totalidad. Unus quisque fraudis, particeps auctor est. Por lo tanto, es justo que cada
uno sea obligado a reparar íntegramente. La obligación in solidum resulta pues de
«la fuerza de las cosas» (Demolombe). Este argumento fue criticado poniendo pues
puede ser entendido en sentido contrario: sin el otro autor, el accidente no se
18
19
habría producido; se desprende que cada uno no fue la causa principal del daño: es
la unión de las acciones de cada autor, de la reunión de sus culpas o del hecho de
las cosas que nació el daño. Pero, como sin la acción de una sola de estas personas
el daño no se habría producido, cada uno es considerado como todo, lo cual supone
que quien paga podrá repetir contra los otros.
En definitiva, al observar la gran semejanza de los efectos de la responsabilidad
solidaria y de la obligación in solidum (v. supra no 1735), viene al espíritu que ésta
no es más que una variación de aquella: una modalidad imperfecta desprovista de
la mayor parte de los efectos secundarios de la solidaridad pasiva. Por lo demás,
estos efectos no son de su esencia sino que han sido añadidos por la jurisprudencia
al régimen legal (Raynaud, op. cit., passim, recuerda la distinción de Aubry y Rau
entre la solidaridad perfecta y la solidaridad imperfecta que comprende la
obligación in solidum).
1737
Cuestionamiento doctrinal. Algunos autores combatieron vivamente la tesis de
la responsabilidad de todos los coautores pues consideraban que no convenía
atribuir, cuando la causalidad era parcial, más que una responsabilidad parcial
(R. Meurisse, op. cit. – J. Boré, «Los fallos de la sala mixta del 20 de diciembre de
1968», JCP G 1969, I, 2221 y «La causalidad parcial en negro y blanco…», prec.).
Cada coautor sólo tendría una obligación conjunta en la medida en que su hecho, o
la cosa de la cual tenía la guarda, fue causa del daño. Tal sería, a su modo de ver,
la posición del Tribunal de Casación.
Sin embargo, cabe observar que estos autores fundaban su tesis sobre algunos
fallos que fueron impugnados (Cass. com., 19 junio 1951, Lamoricière, D. 1951,
717, nota Ripert. – Cass. 2e civ., 13 mar. 1957, Houillères, D. 1958, 73, nota
Radouant), ajenos a la cuestión (Casación, salas reunidas, 25 nov. 1964, Vve
Estève, D. 1964, 733, concl. Aydalot; Grands Arrêts, no 188), anteriores a una
revocación jurisprudencial (Cass. 1re civ., 9 mar. 1962, Pilastre, D. 1962, 625, nota
R. Savatier; JCP G 1962, 12728, nota Esmein, relativos al transporte gratuito, antes
de los fallos en ch. mixte du 20 dic. 1968; v. sobre ellos supra no 935 et infra
no 7925), o, finalmente, fundados en una norma legal derogada (durante un tiempo
al menos: CSS, art. L. 454-1; v. infra no 1765).
De modo que la supuesta divisibilidad de las causas de un mismo daño no existe
realmente más que cuando la víctima deja prescribir su acción contra uno de los
responsables, además de las escasas hipótesis en las cuales el legislador la previó
(Cass. 2e civ., 27 enero 1966, Gaz. Pal. 1966, 1, 206. – V. G. Durry, obs. RTD civ.
1971, 386. – Contra Cass. com., 31 mar. 1981, Bull. civ. IV, no 169, impl.).
Superadas estas dificultades, la jurisprudencia recordó que cada autor de un mismo
daño puede ser condenado a repararlo en su totalidad y que las posibles divisiones
de la responsabilidad entre los autores no afectan más que sus relaciones
recíprocas con respecto a la contribución al pago (Cass. 2 e civ., 12 febr. 1969, Bull.
civ. II, no 46, en materia de transporte gratuito. – Cass. 2 e civ., 3 febr. 1983, JCP G
1984, 20183, nota Chabas. – Cass. 2e civ., 25 enero 1984, D. 1984, 242, nota
Larroumet. – Cass. 3e civ., 13 junio 1990, Bull. civ. III, no 148. – Cass. 1re civ., 22 abr.
1994, Bull. civ. I, no 127. – V., en cambio, para un cri. del fundamento clásico de la
obligación in solidum y de las nuevas sugerencias Mignot, th. prec.).
19
20
1739
Primer elemento: el daño debe ser único. Si hay varios daños, de los cuales
uno es debido a la culpa de uno solo de los coautores, este daño particular no está,
en cuanto a su reparación, a cargo de aquellos que no lo causaron. Del mismo
modo, cuando las culpas de distintos profesionales (not. De la construcción)
causaron daños claramente individualizados, una condena in solidum no sería
posible (comp. CA Paris, 19 enero 1972, D. 1974, 116, nota Raynaud, 1 re esp. −
Cass. 3e civ., 21 enero 2004, Bull. civ. III, no 10). También, cuando cada parte es
condenada a una suma determinada (y no a una fracción), los jueces no pueden
pronunciar una condena in solidum porque resultaría contradictorio (Cass. com.,
4 mar. 1997, Peritajes 1997, 235).
Si el perjuicio es divisible no hay lugar para la responsabilidad in solidum: así
pues, cuando dos disparos emanados de dos cazadores causan un perjuicio distinto
a cada una de las piernas de la víctima (Cass. 2 e civ., 19 abr. 1956, JCP G 1956,
9381), o cuando el daño está constituido de hechos repetitivos distintos, como
despegues y aterrizajes de aviones de varias compañías (CA Paris, 19 mar. 1979,
D. 1979, 429, nota Rodière; RTD com. 1981, 127, obs. E. du Pontavice).
Es decir, cada vez que la parte de uno, de dos o de varios coautores pueda ser
determinada con certeza, no se puede hablar propiamente de co-acción, sino de
daños diferentes causados por culpas diferentes: en uno de tales supuestos la
obligación in solidum no se justifica.
1740
Segundo elemento: poco importa la naturaleza o el alcance del hecho
generador. Un demandado podrá ser condenado a reparar la totalidad de un daño
si se constata que su culpa contribuyó a la realización del daño (ej. Cass. 2 e civ.,
29 mar. 1977, D. 1977, IR 440. – Rappr. Cass. 2e civ., 2 abr. 1979, Bull. civ. II,
no 110, un marido que obtuvo el divorcio en contra de su mujer adúltera puede
intentar una acción de reparación de su daño material y moral contra el amante).
Pero sigue siendo necesario que los coautores sean individualizados (sobre el caso
del daño causado por el autor que, no obstante ser desconocido, forma parte de un
grupo conocido, supra nos 1722 s.).
1741
Las culpas pueden ser simultáneas o sucesivas. Poco importa que las culpas
sean simultáneas o sucesivas. Varias culpas sucesivas pueden contribuir a la
producción de un mismo daño. Estas culpas pueden ser imputables a autores
diferentes (Cass. 2e civ., 1er febr. 1973, JCP G 1974, 17882. – Cass. 3 e civ., 23 enero
1975, D. 1975, IR 88. – Cass. 2e civ., 11 enero 1979, Bull. civ. II, no 19. – CA Paris,
1er dic. 1995, JCP G 1997, 22760, cirujano odontólogo y su sustituto de vacaciones,
ya que el primero ya había comenzado los cuidados Cass. com., 19 nov. 1996, Bull.
civ. IV, no 280. − CA Paris, 21 oct. 2002, Gaz. Pal. 2003, 1096, abogado y
procurador). Cuando las culpas son diferentes pero simultáneas (o casi), los
mismos principios se aplican: si cada una de las culpas pudo causar el daño, su
autor será responsable. De ahí que el autor de una culpa leve pueda ser condenado
a la reparación total incluso si el otro autor cometió una culpa grave.
Por el contrario, si parece que una u otra culpa no pudo causar el daño, agente
no será responsable puesto que, una vez más, no basta que exista una culpa para
que nazca el nexo de causalidad. Asimismo, los propios herederos de un coautor,
quienes no cometieron culpa alguna, no son tenidos en cuenta más que en la
medida de su participación en la sucesión.
20
21
1742
Incidencia de una culpa penal. No obstante, las normas tienen un esguince
cuando uno de los participantes de un daño comete una culpa penal.
La Corte de Casación afirma, como postulado reiterado, que en cuanto la víctima,
el guardián o el conductor de un vehículo hayan cometido una culpa penal, el autor
de dicha culpa no puede ser totalmente exonerado de responsabilidad (Cass. 1 re
civ., 11 enero 2000, Bull. civ. I, no 7, un empleador condenado por homicidio
culposo con respecto a un accidente laboral causado por una máquina que no
cumplía las normas de seguridad. – v. para vehículos en estacionamiento irregular,
antes de la ley No. 85-677, del 5 de julio de 1985 sobre los accidentes de tránsito,
nota: Cass. 2e civ., 4 mayo 1966, JCP G 1967, 15139. – Cass. 2e civ., 20 dic. 1966,
Bull. civ. II, no 980. – Cass. 2e civ., 11 febr. 1970, Bull. civ. II, no 46. – Cass. 2e civ., 24
mayo 1978, Bull. civ. II, no 138. – Cass. 2e civ., 3 dic. 1980, Bull. civ. II, no 251. – Para
vehículos no encendidos: Cass. 2 e civ., 7 dic. 1967, Bull. civ. II, no 369. – Para las
personas que no se abrochan el cinturón de seguridad: CA Rouen, 21 enero 1975,
D. 1975, 637, nota Ph. le T. – Cass. 2 e civ., 27 abr. 1979 et Cass. 2e civ., 3 mayo
1979, Gaz. Pal. 1979, 2, somm. 422. – Cass. 2e civ., 15 mayo 1992, Bull. civ. II,
no 140).
Es decir, se impone una división de la responsabilidad, lo que equivale a crear
una especie de presunción de causalidad sin que exista un texto que la soporte
(contra los médicos, v. infra no 1775). Esta jurisprudencia es cuestionable (v. las
críticas de Durry, RTD civ. 1967, 818 et RTD civ. 1968, 545). Puede suceder muy
bien que la culpa penal de la víctima no haya tenido relación con el accidente ni
con el daño que en cualquier caso se habría producido, incluso en ausencia de
culpa.
1743
Hechos culpables y hechos no culpables. No hay razón para distinguir según la
culpa sea civil o penal (sino que en caso de una culpa penal, la ley impone la
solidaridad v. infra n 1768), ni según el factor de imputación subjetivo sea dolo o
culpa, de acción o de omisión. Del mismo modo, los coautores pueden estar sujetos
a una responsabilidad objetiva, como guardianes cuyas cosas respectivas
contribuyeron a la realización de un mismo daño (infra no 7892). Por último, la
obligación in solidum puede pesar sobre personas cuya responsabilidad es
imputada a títulos diferentes (Ej. Uno a título de culpa, otro en tanto guardián o
representante: Cass. 2e civ., 6 jul. 1978, Journ. not. 1980, 119, obs. Ph. le T.).
1744
Civilmente responsable. Las personas civilmente responsables de los daños
causados por los individuos que tienen a su guarda, están sujetas a la reparación
integral del perjuicio en virtud de una obligación in solidum y no en virtud de la
solidaridad (Cass. req., 14 mar. 1934, D. 1934, 249; Gaz. Pal. 1934, 1, 918. – CA
Paris, 15 febr. 1944, JCP G 1946, 2942. – Cass. 2e civ., 2 febr. 1972, JCP G 1972,
17135. – V. cep. CA Chambéry, 23 nov. 1994, JCP G 1995, IV, 2068, parece sujetar
la condena solidaria de un padre y su hijo que había herido a un compañero en un
juego que consistía en fabricar un petardo). Pero si el autor del daño es
solidariamente considerado, el civilmente responsable soporta la condena solidaria
pronunciada contra una persona de quien él responde, ya que la obligación del
civilmente responsable es «aquella misma que pesa sobre el autor de la culpa»
(Mazeaud, Traité théorique et pratique de la responsabilité civile, t. II, 6e éd.,
Montchrestien, 1970, no 1968. – Cass. crim., 9 junio 1944, Gaz. Pal. 1944, 2, 98).
Esta solidaridad entre el civilmente responsable y el autor del daño no existe más
que cuando este último fue condenado por la jurisdicción. La solidaridad prevista
en los artículos 375-2, 480-1 y 543 del Código de Procedimiento Penal (v. infra
no 1768) contempla a los individuos «condenados para un mismo crimen o un
mismo delito.» Ahora bien, no se condena al civilmente responsable en materia
penal; su responsabilidad es puramente civil y en aquel ámbito las reglas de la
21
22
22
23
2) Circunstancias diferentes
1747
Inoponibilidad a la víctima de la división judicial de la responsabilidad
entre coautores. La obligación in solidum consistente en reparar integralmente y
de la cual son titulares los coautores de un mismo daño en razón de sus culpas
respectivas, del hecho de las cosas de las cuales son guardianes o de las personas
de quienes deben responder, existe sin que proceda tener en cuenta la división de
la responsabilidad que el juez aplicó entre ellos. Esta división –que puede ser
desigual- solo afecta las relaciones recíprocas entre los responsables y no el
carácter ni el alcance de la obligación con relación a la víctima (jurisprudencia
reiterada que reanuda una fórmula consagrada y citada supra no 1735. – Cass. civ.,
11 jul. 1892, prec. supra no 1733. – Cass. civ., 10 mayo 1948, D. 1948, 407. – Cass.
2e civ., 4 febr. 1981, Bull. civ. II, no 24. – Cass. 2e civ., 3 febr. 1983, Bull. civ. II, no 30.
– Cass. soc., 8 dic. 1983, D. 1984, 90, concl. Picca. – Cass. 1re civ., 22 abr. 1992,
Bull. civ. I, no 127. – Cass. com., 14 enero 1997, Bull. civ. IV, no 16. – Cass. com.,
4 febr. 1997 et T. confl., 14 febr. 2000, Ratinet, prec. supra no 1745).
La norma no solo se aplica en la responsabilidad con culpa probada sino también
cuando el supuesto es de responsabilidad por el hecho ajeno o por el hecho de las
cosas. Puede ser incluso que uno de los demandados lo sea por la primera
institución, mientras que el otro responsable lo sea por la segunda o la tercera.
Por lo demás, los jueces de fondo que pronuncia una condena in solidum a favor
de la víctima no tienen que determinar la parte respectiva que le corresponde a
cada no de los coautores del daño cuando esto no es pedido por ninguna parte
(Cass. com., 25 mayo 1993, Bull. civ. IV, no 210. – Cass. 1re civ., 15 febr. 2000, prec.
– Contra Cass. 3e civ., 13 junio 1990, Bull. civ. III, no 148). Corresponderá entonces a
quien pagó la totalidad hacer que se determine la responsabilidad de su coautor
cuando ejerza su pretensión subrogatoria (Cass. 2 e civ., 22 mayo 1979, Bull. civ. II,
no 150). Pero, evidentemente, la persona que inicia el proceso encuentra una
ventaja en llamar en garantía a los otros responsables, para que se determine
desde la misma acción cuáles son las proporciones que, respectivamente, les
corresponden.
1748
Los convenios de divisiones de responsabilidad entre los coautores. Se
desprende del principio de la obligación al todo y de su admisión muy extendida
por la jurisprudencia, que la convención con la cual los coautores distribuyen entre
ellos su responsabilidad es inoponible a la víctima (Cass. crim., 16 febr. 1949,
JCP G 1950, 5592. – Cass. 2e civ., 26 junio 1953, S. 1953, 1, 191. – Cass. 2e civ.,
11 febr. 1954, Bull. civ. II, no 56. – Cass. 1re civ., 24 febr. 1954, Bull. civ. I, no 74), no
obstante la eficacia entre ellos (Cass. 1re civ., 14 dic. 1964, D. 1965, 95). En un
caso de culpa penal, se juzgó que la convención con la cual los autores de un delito
se repartían la carga de las penas era nulo (CA Montpellier, 15 nov. 1950, JCP G
1951, IV, 135).
1749
Indiferencia de la ausencia de recurso a favor de un coautor. La
imposibilidad de uno de los coautores para ejercer un recurso contra el o los otros
coautores no es un obstáculo a la dinámica de la obligación in solidum, cuando esta
imposibilidad tiene una razón de hecho, lo cual resulta frecuente. Poco importa, por
lo tanto, que uno de los coautores sea desconocido o insolvente (Cass. 2e civ., 15
de DEC de 1966, Gas. Estaca. 1966, 1, p. 216, tiene en cuenta a Blaevoët; Boletín.
civ. II, n 968), que sea el padre o un amigo de la víctima (Cass. crim., 11 junio
1965, D. 1966, 509, nota Combaldieu), que esté por fuera de la causa (Cass. com.,
31 mar. 1981, Bull. civ. IV, no 169) o que la acción contra el coautor haya prescrito
23
24
(Cass. com., 31 mar. 1981, Bull. civ. IV, no 169; RTD civ. 1982, 150, obs. crit. Durry,
impl. – Cass. 3e civ., 5 jul. 2000, D. 2001, somm. 3578, obs. Giverdon; Bull. civ. III,
no 135. – Contra Cass. 2e civ., 27 enero 1966, Gaz. Pal. 1966, 1, 206; RTD civ. 1967,
172, obs. approb. Durry).
Es decir, si el daño tiene varios autores, cada uno «debe ser condenado, en favor
de la víctima, a pagar la totalidad de la reparación, sin que proceda prever la
posibilidad de un recurso respecto a otro coautor» (Cass. 2 e civ., 2 jul. 1969,
Gueffier, Bull. civ. II, n o 233; RTD civ. 1970, 177, obs. Durry. – Cass. 2 e civ., 19 nov.
1969, Gaz. Pal. 1969, 2, 311. – Cass. 2 e civ., 17 mar. 1971, D. 1971, 494, nota
Chabas; Bull. civ. II, no 123. – Cass. soc., 8 febr. 1972, D. 1972, 656, nota Savatier).
Esta feliz solución, favorable a las víctimas, parece extraída del derecho positivo
(contra J. Mestre, La subrogación personal, préf. P. Kayser, Lgdj, 1979, nos 285 s.).
1750
Solución opuesta cuando la imposibilidad del recurso se deriva de un
obstáculo jurídico. Por el contrario, cuando la imposibilidad de recurrir resulta de
un obstáculo jurídico, la obligación al todo se desvanece; esto sucede:
– 1°) Cuando la acción de reparación es traída por una víctima que sufre un
perjuicio reflejo («indirecto») contra el coautor del daño, al menos en la posición de
las salas reunidas en 1964 y de la Asamblea Plenaria de 1981 (v. supra nos 995 s.).
El fundamento mismo de la obligación in solidum está ausente porque la víctima de
un daño «reflejo» no es acreedora extracontractual de la víctima principal. Tal
víctima es entonces reducida, en caso de culpas combinadas de la víctima y un
tercero, solo a reclamar contra este una reparación parcial (limitada al porcentaje
de responsabilidad que le corresponde asumir).
– 2°) En materia de Seguridad Social se juzgó del mismo modo durante algún
tiempo, según una interpretación cuestionable del antiguo artículo L. 470 del
Código de la Seguridad Social (convertido en CSS, art. L. 376-1; v. infra no 1765).
De otro lado, el deudor in solidum puede oponer al acreedor la compensación de
aquello que este debe a otro deudor sujeto igualmente al todo (como si se
encuentra en «quiebra»): el inciso 3 del artículo 1294 no se aplica a las
obligaciones in solidum (T. civ. Seine, 23 abr. 1963, D. 1964, 62, nota L. Mazeaud. –
Cass. 1re civ., 29 nov. 1966, Bull. civ. I, no 531. – Cass. com., 19 jul. 1982, Bull. civ.
IV, no 278).
1751
Indiferencia de los errores materiales. La Corte de Casación había adoptado
una sabia solución en cuanto al error de redacción de los jueces de fondo quienes
empleaban la expresión condena «solidaria» en lugar in solidum: no era un motivo
para casación. Era más adecuado rectificar los términos (Cass. ch. mixte,
26 mar. 1971, JCP G 1971, 16762, nota Lindon). Desde el artículo 462 del nuevo
Código de Procedimiento Civil, se prevé que los errores y omisiones materiales que
afectan un juicio pueden ser siempre reparados por la jurisdicción que los ha
proferido o a consideración de la cual se someten si el expediente revela el
defecto, lo cual es correcto (esta indicación es restrictiva: Cass. 2 e civ., 19 junio
1975, D. 1975, IR 210, no es posible fundar, rectificar, sobre el recuerdo de los
miembros del tribunal o del secretario. V. también, Cass. 2e civ., 2 jul. 1980, Bull.
civ. II, no 170, la rectificación es imposible porque el error provenía no del hecho de
la jurisdicción sino de datos erróneos y proporcionados por las partes).
24
25
privé français, préf. É. Loquin, Dalloz, 2002. − Artículo. J. Boré, «Le recours entre
coobligés in solidum», JCP G 1967, I, 2126.
1753
Recurso de subrogación y acción personal. La obligación in solidum implica un
corolario: La existencia de un recurso. Cuando uno de los coautores codemandados
in solidum paga a la víctima una parte más cuantiosa de aquella que le abría
correspondido según su responsabilidad, libró a los coautores de sus partes dentro
de la deuda común; es de justicia elemental que pueda demandarlos en razón de lo
anterior y la jurisprudencia le reconoce ese derecho. Quien ha pagado la obligación
se beneficia contra los otros coautores con la subrogación (C. civ., art. 1251, 3°) de
unas acciones de las que disponía la víctima (Cass. civ., 21 dic. 1943, DC 1944, 39,
1er fallo fundado en el recurso del artículo 1251, 3°. – Cass. 1 re civ., 3 nov. 1958,
JCP G 1958, 10881. – Cass. 2e civ., 2 jul. 1969, JCP G 1971, 16588. – Cass. 2e civ.,
22 oct. 1975, JCP G 1975, 18517, nota Chabas et Saluden. – Cass. 2e civ., 11 febr.
1981, D. 1982, 255, nota Agostini. – Cass. 1 re civ., 7 febr. 1989, Bull. civ. I, no 72;
RTD civ. 1989, 543, obs. Mestre).
El coautor solvens dispone también de una acción personal contra el coautor, de
modo que pueda actuar contra él, incluso si este último se benefició de una
renuncia de la víctima (C. civ., artículo 2051. - Cass. 1re civ., 7 de junio de 1977,
JCP G 1978 de,.19003, tiene en cuenta Dejean de la Bâtie; Boletín. civ. I, n 266,
revocación. - Adde Cass. 3e civ., 24 enero 1978, Boletín civ. III, n 50, desiste en la
instancia a favor de uno de los corresponsables).
1) Condiciones del recurso
1754
Doble medida del pago y de la deuda. El recurso del coautor sólo existe en
tanto él le pagó a la víctima más allá de lo que era su parte. Y si, como es
generalmente el caso, es su asegurador quien pagó, este dispone de un recurso
contra el coautor por subrogación especial (C. assur., art. L. 121-12). Obviamente,
el codeudor in solidum que ha pagado la totalidad de la obligación no puede repetir
contra los otros deudores más que por la porción que le corresponde a cada uno de
ellos (C. civ., art. 1214, al. 1er. – Cass. 1re civ., 12 nov. 1987, Bull. civ. I, no 290. –
Cass. 1re civ., 28 junio 1989, D. 1989, IR 227. – Cass. 1re civ., 3 enero 1996, D. 1996,
IR 44; Bull. civ. I, no 14). La división del recurso evita la multiplicación en cascada
que Pothier denominaba el «circuito de acciones».
1755
Hipótesis de la indemnización de una víctima de un daño reflejo («de
rebote»). No obstante, este recurso del coautor solvens o de su asegurador no
existe cuando es una víctima de un daño reflejo (de «rebote») quien fue
indemnizada. En efecto, no hay obligación in solidum respecto de aquellas víctimas
pues la víctima principal no es responsable de sus heridas o de su muerte frente a
sus seres queridos (v. supra nos 995 s.), no es tenida por obligada con el coautor. De
ahí, que la víctima de rebote no tiene acción contra a víctima principal (ni, después
de su muerte, contra su sucesión). En consecuencia, el asegurador no puede ser
subrogado en los derechos de su asegurado coautor, puesto que este último no
tiene la posibilidad de accionar: el no puede pretender contra la víctima principal ni
contra su sucesión. La acción de subrogación, fundamentada en el artículo L. 122-
12 del Código de Seguros, es inadmisible (Cass. 2 e civ., 29 abr. 1975, Bull. civ. II,
no 126. – Cass. 1re civ., 22 jul. 1975, Bull. civ. I, no 248).
Por el contrario, el coautor (como su asegurador) puede oponer exitosamente a
las víctimas de «rebote» la parte de responsabilidad de la víctima principal (v.
supra no 1750): por lo tanto, limita su pago a la parte de responsabilidad que le
corresponde por la ocurrencia del daño ya que, si paga en exceso, ningún medio
jurídico le permitirá recuperar sus recursos.
Sin embargo, las reglas habituales se aplican y siguen aplicándose para el
perjuicio personal del allegado que no provenía de herida o de la muerte de la
víctima principal (ej. Heridas de su hijo; la víctima principal es responsable de sus
25
26
actos; el asegurador que ha pagado podrá ejercer un recurso contra los herederos).
1756
Hipótesis de la insolvencia de un codeudor in solidum. Si uno de los
responsables es insolvente, su parte será distribuida entre los otros responsables
por aplicación de los principios antes mencionados (C. civ., art. 1214, al. 2) que
varían según las situaciones que se presenten.
1757
Primer caso: se considera una culpa contra cada coautor. Cuando se
considera una culpa contra cada coautor, la repetición tiene lugar en proporción de
la gravedad respectiva de las culpas. Este criterio fue establecido por la Corte de
Casación al final del sigo XIX (Cass. req., 24 febr. 1886, S. 1886, 1, 460) y
constantemente retomado hasta la década de 1970. Desde ésta época, la Corte de
Casación abandonó la cuestión de la determinación de la parte de cada uno al
poder soberano de los jueces de fondo (ej. Cass. 2 e civ., 11 enero 1979, Bull. civ. II,
no 19. – Comp. Cass. 1re civ., 17 dic. 1996, Bull. civ. I, no 458. – V. cep. Cass. 2e civ.,
13 jul. 2000, Ars, RJDA 2000, no 1198; Bull. civ. II, no 126, reafirma el
principio. − Cass. 2e civ., 11 dic. 2003, Bull. civ. II, n°376, id.); pero estos siguen
aplicándolo siempre aunque solo excepcionalmente lo afirmen. De lo anterior se
deriva que, en algunos casos excepcionales, uno de los coautores culpables podrá
ejercer un recurso total contra otro porque la culpa de este fue tan importante que
«absorbió» la totalidad de la causalidad de las otras culpas; así sucede, por
ejemplo, en un evento de dolo de uno de los coautores (comp. Cass. 1 re civ., 3 mar.
1998, Bull. civ. I, no 92. – pero Cass. 1re civ., 23 nov. 1999, Bull. civ. I, no 320, aplica
el verbo absorber, admite la posibilidad de un recurso integral de un propietario
culposo contra un notario redactor de un acto, sin calificar la culpa de este, toda
vez que se revelaba como grave. − Cass. 1re civ., 13 enero 2004, Bull. civ. I, no 16,
en cuanto a la culpa cometida por una de las dos partes condenadas in solidum a
reparar un daño, la culpa más grave absorbe a la cometida por la otra parte; no
hay razón para efectuar una división de responsabilidad).
Esta solución de la distribución según la gravedad de las faltas es cuestionada,
algunas veces, por la doctrina. Para algunos, la única solución lógica consiste en
operar una distribución igual, por partes viriles, partiendo de que cada culpa causó
el daño puesto que cada una hizo un aporte a la totalidad (Mazeaud, Traité, op. cit.,
t. II, no 1973. – Mazeaud et Chabas, Obligations, 9e éd., Montchrestien, 1998,
no 1072). Para otros, la contribución de cada uno de los autores debería depender
del papel causal que tuvo dentro de la realización del daño (Ph. Malaurie, L. Aynès
y Ph. Stoffel-Munck, Les obligations, Defrénois, 2004, no 1281. – Este puede ser el
sentido del fallo prec., Cass. 1 re civ., 23 nov. 1999, y de la utilización que hace del
verbo absorver).
1758
Segundo caso: los coobligados son condenados en tanto guardianes de
una cosa. La posibilidad de un recurso existe también cuando los coobligados son
condenados en tanto que guardianes de una cosa. Solamente aquí, puesto que por
definición ninguna culpa se considera, es necesario recurrir a una división por
partes viriles. En este sentido se orienta la jurisprudencia de la Corte de Casación,
hoy unánime a pesar del empleo de fórmulas diversas (Cass. 2 e civ., 19 mayo 1969,
Bull. civ. II, no 162. – Cass. 2e civ., 22 febr. 1989, Bull. civ. II, no 43. – Cass. 2e civ., 10
mayo 1991, Bull. civ. II, no 134. – Cass. soc., 21 mayo 1992, Bull. civ. V, no 336. –
Comp. CA Riom, 11 mayo 1989, RGAT 1991, 124, nota Chapuisat. – Cass. 2 e civ.,
13 jul. 2000, Ars, prec. − Cass. 2e civ., 11 dic. 2003, prec.). Algunos fallos reservan
la hipótesis en la cual las circunstancias del accidente son determinadas (Cass. 2 e
civ., 11 febr. 1981, Bull. civ. II, no 33), es decir donde los guardianes también han
cometido culpas: La gravedad de éstas será entonces el criterio de distribución (v.
arriba). En caso de insolvencia de uno de los corresponsables, la norma contenida
26
27
1759
Tercer caso: dos responsabilidades de distinta fuente. La tercera hipótesis
es más compleja: se establece una culpa a cargo de uno de los coautores y una
responsabilidad del otro con fundamento en una responsabilidad de pleno derecho
o presunta. No parece que exista una solución lógica para este asunto, además de
la admisión del recurso. Es necesario concluir que ante la ausencia de criterio
conviene dejar una libertad absoluta a la jurisdicción para dosificar las
responsabilidades y fijar, en consecuencia, el monto del reembolso (Starck,
Obligations, Litec, 1972, nos 896 et 897. – ¿Esta opinión no fue retomada en las ed.
por Roland et Boyer?) Parece preferible sentar una norma, aunque no sea perfecta:
la división por cabezas tiene la ventaja de ser simple. ¿Por qué no adoptarla en
este asunto?
La jurisprudencia admite el recurso cuando es ejercido por uno de los coautores,
no culpable, y cuya responsabilidad fue considerada en tanto que guardián, contra
un coautor culposo (extracontractualmente, o autor de un incumplimiento
contractual). Incluso se presenta una autorización para recurrir por todo: la
totalidad del daño pesará, en definitiva, sobre el autor de la culpa (Cass. 2 e civ.,
11 jul. 1977, D. 1978, 581, nota Agostini. – Cass. 3e civ., 5 dic. 1984, JCP G 1986,
20543, nota Dejean de la Bâtie; Bull. civ. III, no 206. – Cass. 2e civ., 25 nov. 1987,
Bull. civ. II, no 242. – pero Cass. 2e civ., 8 mayo 1978, D. 1979, IR 61, obs.
Larroumet; Bull. civ. II, no 126, parece admitir que el recurso debe ser
proporcionado con la culpa del demandado. Sin embargo, en el esp., los jueces de
fondo atribuyeron la total responsabilidad a este último: no había coautor, sino un
único autor).
Por el contrario, el autor de la culpa probada que indemnizó a la víctima no tiene
acción, según la jurisprudencia, contra el corresponsable condenado como
encargado o responsable del hecho ajeno (Cass. 2 e civ., 19 nov. 1970, JCP G 1970,
16748. – Cass. 2e civ., 31 enero 1973, Bull. civ. II, no 38. – Cass. 2e civ., 11 junio
1975, Bull. civ. II, no 174. – Cass. 2e civ., 24 abr. 1981, Bull. civ. II, no 105. – Cass. 2e
civ., 23 febr. 1983, JCP G 1984, 20124, nota Dejean de la Bâtie; Bull. civ. II, no 54. –
Cass. 2e civ., 5 junio 1991, Bull. civ. II, no 175. – Cass. 2e civ., 13 nov. 1991, Gaz. Pal.
1992, pan. 65. – V. infra no 7892), excepto la propia culpa del guardián (Cass. 2 e
civ., 20 mayo 1985, Gaz. Pal. 1985, pan. 234, obs. Chabas).
Este bizantinismo apenas aparece justificado (v. cep. Mestre, op. cit., nos 536
y 537). Es una supervivencia arcaica de la superioridad de la responsabilidad con
fundamento en la culpa, con relación a las responsabilidades objetivas (que serían
subsidiarias, lo cual es erróneo desde hace mucho tiempo; v. infra n 7696). De otro
lado, en la lógica de la contribución a la deuda, no es incoherente hacer soportar la
carga definitiva de la reparación sobre el coautor cuyo comportamiento es el más
reprensible (Flour, Aubert et Savaux, Le fait juridique, 10e éd., Colin, 2003, no 173).
27
28
sus coautores (llamado en garantía: NCPC, art. 331 à 338), e instar al tribunal para
que fije, en el juicio que lo condena al todo, la parte que cada uno de los coautores
le deberá rembolsar (Mazeaud, op. cit., t. II, no 1975. – Cass. civ., 14 nov. 1898, DP
1899, 1, 65). No puede ser así cuando el proceso es tramitado ante la jurisdicción
penal pues ésta no tiene competencia para pronunciarse sobre los llamamientos en
garantía a los otros coautores; el coautor perseguido deberá, luego de la condena
penal, identificar a sus coautores ante la jurisdicción civil.
Es posible que el autor determinado no incluya en el proceso a los otros
coautores. Ahora bien, ellos pueden tener interés en hacer valer sus medios de
defensa en el proceso. Sin duda, frente al intento de conseguir el reembolso, los
codemandados que no participaron en el proceso tendrán la facultad de discutir la
participación que les corresponde en el acto ilícito, pero si esta participación se
demuestra, deberán rembolsar la parte de su indemnización que ya había sido
pagada.
El juez, como es evidente, puede siempre invitar a las partes a incluir en el
proceso a todos los interesados cuya presencia le parezca necesaria para la
solución del litigio (NCPC, art. 332). Además, la jurisprudencia siempre ha admitido
que podría intervenir en una instancia cualquiera para controvertir las pretensiones
del demandante. Por eso se debe reconocer que, eventualmente, pueden incluirse
para la reparación solidaria del daño causado por un delito o cuasi-delito, el
derecho de intervenir en la instancia que tienen los coautores del daño (Cass. req.,
10 nov. 1874, DP 1875, 1, 208. – V. NCPC, art. 328 à 330, demanda en intervención
voluntaria).
Cuando un autor demanda al otro, el segundo puede invocar el hecho, incluso no
culpable, previsible o evitable realizado por el primero (Cass. 2 e civ., 10 dic. 1969,
Bull. civ. II, no 342. – Cass. 2e civ., 7 enero 1970, JCP G 1971, II, 16589. – Cass. 2 e
civ., 29 enero 1970, D. 1970, 305. – Cass. 2e civ., 11 mayo 1970, JCP G 1971, II,
16590) pero no puede hacer impróspero el recurso invocando el adagio Nemo
auditur… del cual se ha juzgado, con buen juicio, que «era extraño a las reglas de
la responsabilidad civil» (Cass. 1re civ., 17 nov. 1993, Bull. civ. I, no 326. – Cass. 1re
civ., 22 uin 2004, D. 2005, pan. 189, obs. D. Mazeaud; Contrats, conc., consom.
2004, no 136, obs. Leveneur. – V. Cass. 1re civ., 14 dic. 1982, Gaz. Pal. 1983, pan.
276, nota Chabas Bull. civ. I, no 355), adoptando las opiniones del primer signatario
de esta obra (Ph. le T. «Exception d’indignité», J.-Cl. Civil, app. art. 1131, fasc. 10-1,
nos 48 s.).
Un autor sugirió el retorno de la máxima Nemo auditur en el Derecho de la
responsabilidad civil, no tanto para considerar la moralidad o la inmoralidad de la
víctima como para tener en cuenta la razón o la sinrazón de su comportamiento (F.
Lafay, «Para el final de las frustraciones en materia extracontractual, los remedios
a la ilimitación», RRJ 2004, 2297 s., n° 12); pero tal es la función de la culpa (de la
víctima), que algunos jueces deben oír de manera razonable (sin exigir, para
considerarla, que ella sea inexcusable); la indignidad de la víctima es una culpa,
que debe influir en la determinación de su indemnización.
1761
Acción ante la jurisdicción penal. En presencia de una infracción penal, el
recurso entre los coautores es admitido sin dificultad cuando todos los coautores
son condenados (Cass. civ., 14 nov. 1898, DP 1899, 1, 73) y tal recurso es de
competencia exclusiva de la jurisdicción civil (Cass. crim., 17 dic. 1931, Gaz. Pal.
1932, 1, 244. – Cass. ch. mixte, 15 oct. 1982, Bull. civ. ch. mixte, no 219). La
misma solución se aplica cuando se condenó a uno solo de los coautores: el
responsable condenado puede repetir, con una acción presentada ante la
jurisdicción civil (y él solo: C. pr. pen., art. 470-1; v. supra no 1760) contra sus
coautores. La jurisprudencia, antes fluctuante es ahora constante (desde Cass. 2 e
civ., 29 febr. 1956 et Cass. 2e civ., 9 mayo 1956, JCP G 1956, 9263, nota Savatier. –
Cass. 1re civ., 3 nov. 1958, JCP G 1958, 10881. – Cass. 2e civ., 21 enero 1976, D.
28
29
1976, somm. 39). Es decir, cuando aquél que pagó todo fue condenado por una
infracción penal, el recurso que ejerce contra un codeudor no puede ser enervado
por la máxima Nemo auditur…
1762
Acción ante una jurisdicción administrativa. El recurso de aquél que reparó la
totalidad del daño contra aquel que comparte con él la responsabilidad, deberá ser
ejercido ante la jurisdicción competente, de manera particular ante la jurisdicción
administrativa si el recurso está dirigido contra una persona jurídica pública,
habiendo causado un daño en la prestación de un servicio público (CE, 11 dic.
1942, D. 1943, 51. – CE, 29 jul. 1953, Gaz. Pal. 1953, 2, 364. – V. supra no 321).
¿La decisión dictada por la jurisdicción ordinaria tiene entonces autoridad de cosa
juzgada respecto a la jurisdicción administrativa? La negativa triunfa en principio,
aquello que ha sido juzgado en lo civil no se impone en virtud del artículo 1.351 del
C. civ., a un sujeto que no ha sido parte (CE, 11 dic. 1942, DC 1943, 51). Lo anterior
solo sería de otra manera si la decisión judicial, aunque emanada de una
jurisdicción incompetente, incluyó también a una persona jurídica de derecho
público.
1763 reservado
1765
Exclusión jurisprudencial. Desde un revocación proferida en 1988, los
accidentes en el Derecho del trabajo no derogan el Derecho común (Cass. ass.
plén., 22 dic. 1988, 4 fallos, JCP G 1989, 21236, concl. Monnet, nota Saint-Jours).
La Corte de Casación juzgó que en caso de división de la responsabilidad entre el
empleador y un tercero, la víctima de un accidente de trabajo puede obtener de
este la reparación integral de su perjuicio dentro de las condiciones del Derecho
común, siempre que no esté cubierto por las prestaciones de la Seguridad Social
(Cass. crim., 6 nov. 2001, Gaz. Pal. 2002, 2, somm. 1518). La Asamblea Plenaria
completó su obra con tres sentencias del 31 de octubre de 1991 (Groutel, «Los
recursos entre coautores: ¿Consecuencia y final?», D. 1992, chron. 19, con los
fallos anexos). Precisó que el tercero extraño a la Empresa, condenado a reparar la
totalidad del daño de la víctima de un accidente de trabajo, no tiene recurso propio
contra el empleador o sus funcionarios (ni contra sus aseguradores), no pudiendo
tener más derecho que la víctima respecto de su patrono (ahora bien un asalariado
no puede actuar contra este último: supra no 76). No obstante, el recurso sigue
siendo posible en caso de culpa intencional del empleador (infra no 3513).
29
30
30
31
1770
Solidaridad legal en el Código Civil. Varios artículos del Código Civil crean
casos de solidaridad pasiva de pleno derecho: –Solidaridad de los cónyuges para
los contratos firmados por cada uno respecto del mantenimiento del hogar y la
educación de los niños (C. civ., art. 220. –Cass. 1re civ., 12 jul. 1994, D. 1996, 117,
nota Guineret-Brobbei, se excluye una deuda que originó en una venta a plazo.
Cass. 1re civ., 2 mayo 2001, Bull. civ. I, no 111, «no es aplicable en materia de
concubinato». Cass. 1re civ., 27 abr. 2004, D. 2004, IR 1429; Bull. civ. I, n° 113, id.);
–Solidaridad de los «compañeros» de un Pacs (N. del T.: “Le Pacte Civil de
Solidarité”, figura similar a la unión marital de hecho con requisitos de forma, como
la necesidad de un documento escrito, y supuestos particulares como la posibilidad
de que sea celebrado por personas del mismo sexo) en cuanto a las «deudas
contraídas por las necesidades de la vida corriente y para los gastos relativos a un
alojamiento común» (C. civ., art. 515-4, al. 2); − Para el cónyuge del tutor legal
cuando este último ha causado un perjuicio al pupilo (C. civ., art. 389-5); para el
subrogado profesor que no reclamó a tiempo al profesor anterior la redacción de un
inventario (C. civ., art. 451); –entre los albaceas de un mismo causante (C. civ.,
art. 1033); –unos padres en cuando a los daños causados a terceros por sus hijos
menores (C. civ., art. 1384, al. 4); –en caso de daño causado por la incorporación
de un producto en otro, entre el productor de la parte componente y aquél de la
parte en la cual se realizó la incorporación (C. civ., art. 1386-8); –para el fabricante
(entendido ampliamente) de una obra, de una parte de obra o de un elemento de
equipamiento, con el empresario que puso este elemento en la obra (C. civ.,
art. 1792-4); –los comodatarios de una misma cosa para su restitución (C. civ.,
art. 1887); –los mandantes al igual que su mandatario (C. civ., art. 2002); –cuando
varias personas prestan fianzas a un mismo deudor y para una misma deuda
(C. civ., art. 2025).
1771
Solidaridad legal en distintos textos. Algunos textos dispersos consagran otras
hipótesis de solidaridad. El legislador contemporáneo tiende a multiplicarlos en los
ámbitos más diversos. He aquí los más importantes. Derecho fiscal: artículos 1709
del Código General de los Impuestos, para el pago de los derechos de
transmisiones por muertes debidas al estado. – Derecho de los transportes: artículo
L. 141-4 del Código de la Aviación, propietario y arrendatario de una aeronave;
inciso tercero del artículo 4 de la ley n o 67-545 del 7 de julio de 1967, navieros
culposos, por los daños causados por muerte o heridas en un abordaje marítimo;
inciso primero del artículo 4 de la Convención de Ginebra del 15 de marzo de 1960,
todos los daños causados a los barcos libres del culpa en un abordaje en
navegación interior. – Derecho Cambiario: para los distintos signatarios de un título
valor (C. com., art. L. 511-44 et L. 512-3, para la letra de cambio o el pagaré;
C. mon. fin., art. L. 131-51, para el cheque; C. com., art. L. 522-23, para la
garantía); pero el término de solidaridad es, sin duda, impropio: se trata más bien
de una obligación in solidum. – Derecho de Sociedades: art. L. 210-8, L. 221-1,
L. 223-10, L. 223-22, L. 225-249, L. 225-251, L. 225-256, L. 226-12, L. 228-28,
esencialmente en cuanto a los fundadores y dirigentes; parágrafo 2 del artículo 16
de la ley No. 90-1258 del 31 de diciembre de 1990, entre sociedades de ejercicio
de una profesión liberal y sus asociados. –Derecho del trabajo: artículo L. 122-15
del Código del Trabajo, asalariado y nuevo patrono en caso de despido temporal
por falta al trabajo.
1772
Conclusión: reforma deseable. Después de las reformas de la astreinte y de la
cláusula penal, es realmente deseable que le legislador se intereses ahora por la
obligación in solidum y aporte aquí orden y simplificación. La vía consistiría en
31
32
32
33
§ 1. Principios generales
1776
Regla universal. En materia contractual, el artículo 1151 excluye el perjuicio
indirecto de los daños indemnizables, incluso en caso de dolo. Este artículo sienta
un principio justo y racional que guía a fortiori el juicio en la reparación de delitos y
cuasi-delitos, los cuales suponen a menudo simples culpas, negligencias o
imprudencias. Un deudor contractual culpable de dolo no puede, a pesar de todo,
ser tratado mejor que un responsable cuasi-delictual para quien solo se observa
una simple imprudencia. ¿Cómo, por otra parte, hacer pesar sobre el autor de una
culpa aquellos daños que no se vinculan a su hecho más que por una serie de
causas indefinidamente prolongada, cuando la ley reserva dicho tratamiento para
el autor de un dolo o de un fraude, a menudo más culpable que el autor de tal
delito cualificado?
La jurisprudencia decide pues con razón que el perjuicio indemnizadle debe ser la
consecuencia directa, la «consecuencia necesaria» (Pothier, Traité des obligations,
nos 166 s.) del hecho o del acto dañoso (Cass. soc., 31 oct. 2002, Bull. civ. V, no 336,
utiliza la expresión causa necesaria). Esto en el ámbito contractual (Cass. 1 re civ.,
33
34
30 sept. 1997, D. 1997, IR 217; Bull. civ. I, no 259, la culpa debe haber «contribuido
de forma directa a la producción del daño»); y en materia extracontractual (CA
Riom, 10 febr. 1994, JCP G 1995, IV, 99, «relación directa de causa a efecto»). Así
pues, dado que la responsabilidad que pesa sobre el mecánico reparador no se
extiende sino hasta los daños causados por el incumplimiento de su obligación de
resultado, incumbe al propietario del vehículo -que espontáneamente generó
fuego- demostrar que el incendio se originó precisamente en el único circuito
eléctrico reparado (Cass. 1re civ., 14 mar. 1995, D. 1995, IR 90; Bull. civ. I, no 122).
El daño directo «en cascada», según la expresión gráfica de Josserand (Cours de
droit civil positif français, t. II, 2e éd., 1933, no 449), no es indemnizable, quod
sensus communis ostendit; pero la jurisprudencia ofrece algunos ejemplos
contrarios (ej. Cass. 2e civ., 13 oct. 1976, Bull. civ. II, no 218. – Cass. crim., 14 junio
1990, JCP G 1990, IV, 338, víctima de nuevas heridas causadas en el accidente de
tránsito sufrido por la ambulancia que lo transportaba al hospital). La teoría de la
equivalencia de las condiciones favorece la admisión de los daños «en cascada»
(rappr. supra no 1715, contaminación post-transfusión luego de un accidente de
tránsito).
Los jueces deben proceder a una selección de los antecedentes. Se trata de una
cuestión de apreciación soberana, variable de un caso a otro, de un juez a otro; de
ahí el carácter a menudo inaprensible de los juicios pronunciados en la materia. Por
lo demás, las expresiones usuales de perjuicio directo o de daño directo no toman
un sentido verdadero más que si, previamente, operó una selección de la teoría de
la causalidad aplicada, equivalencia de condiciones o causalidad adecuada (v.
supra nos 1715 s.).
1777
Criterio de la continuidad de la cadena causal. Para trazar un límite a la serie
causal, es decir, para hacer una elección entre los distintos antecedentes de un
daño, el método más simple consiste en examinar la continuidad de la cadena
causal, de «la marcha del mal» (Dejean de la Bâtie, en Aubry et Rau, t. VI-2,
Responsabilité délictuelle, 8e éd., Litec, 1989, no 393). En cuanto un acontecimiento
se interponga en la cadena, se produjo una ruptura: el daño no es reparable pues
la causalidad es indirecta. Esto sucede cuando, en la cadena de acontecimientos
que preceden el daño, la víctima, un tercero (o un caso fortuito) intervienen
espontáneamente, con plena libertad, por alguna iniciativa arbitraria. Hay una
ruptura del nexo de causalidad directo como consecuencia del novus actus
interveniens según la expresión utilizada en Québec (Baudouin et Deslauriers, La
responsabilité civile, 6e éd., éd. Yvon Blais Québec, 2003, no 592): el daño no era
una «consecuencia inevitable» del hecho inicial (Cass. 2e civ., 14 junio 1995, Bull.
civ. II, no 187). No obstante, la ruptura total del nexo causal y la descarga
correlativa del autor de la primera culpa cronológica, sólo tienen lugar si el hecho
de la víctima o del tercero aparece en un grado de gravedad igual o superior.
Cuando la gravedad del novas actus es menor que la del primer hecho, se produce
una división de la responsabilidad.
1778
Ejemplos de ruptura del nexo causal. He aquí algunos ejemplos concretos de
«nuevo acto». La víctima de un accidente anodino muere de una crisis cardiaca por
haber perseguido al autor de manera desenfrenada; el autor del accidente no es
responsable de la muerte (Cass. crim., 2 dic. 1965, Gaz. Pal. 1966, 1, 132). Una
persona herida en un accidente de tránsito muere diez días años más tarde luego
de quemaduras provocadas por el incendio de la cama sobre la cual estaba
inmovilizado: es evidente que el responsable del accidente inicial no lo es de la
muerte (Cass. 2e civ., 8 febr. 1989, JCP G 1990, 21544, nota Dejean de la Bâtie).
Una mujer muere en un accidente y su hijo menor va a vivir con el padre quien
trabaja en Arabia Saudita, pero no se adapta a esta austera región. El padre
termina entonces su contrato de trabajo y regresa a Francia con el menor, donde
afirma que el autor del accidente mortal es responsable de la pérdida de su
empelo: se deniega la pretensión ya que el daño resulta de un nuevo acto, la
34
35
terminación del contrato, que es su hecho propio (Cass. 2 e civ., 3 oct. 1990, Bull.
civ. II, no 184). Una víctima, afectada por una incapacidad del 10%, no reanuda
ninguna actividad en razón de la «gravedad» en la cual se mantiene desde hace
varios años, de modo que «su inactividad no es la consecuencia directa del
accidente, sino que da cuenta de una decisión personal» (Cass. 2e civ., 28 febr.
1996, Resp. civ. et assur. 1996, no 164): no podría obtener del responsable de su
incapacidad una suma compensatoria por su inactividad. Un accidentado obtiene
asistencia permanente (de tres personas); la decisión de su madre de cesar sus
actividades profesionales para ocuparse de él es «una ocio personal» de la cual no
se sigue la existencia de un perjuicio (Cass. 2 e civ., 15 enero 1997, Mme Capitaine,
Bull. civ. I, no 13). Una persona había firmado una promesa de contrato de sociedad
afectada a la condición suspensiva de la renuncia a su empleo: el perjuicio que
alega resulta de su acto (Cass. 1re civ., 5 de noviembre de 1996, D. 1997 de,.551,
nota crit. Matsopoulou).
1779
Aplicación al suicidio. La mejor ilustración de la distinción entre daño directo y
daño indirecto, porque resulta de un acto arbitrario de la víctima, es el suicidio. Se
trata aquí del suicidio consecutivo a un accidente de la víctima, fuera del caso de
una predisposición especial de su parte a cometer este acto (v. sobre la
predisposición infra nos 1788 s.). A priori, el suicidio aparece como un acto nuevo.
La víctima, lejos de sufrir, actúa. Por un acto espontáneo y arbitrario ella rompe el
nexo de causalidad. El autor del accidente no podrá ser responsable de las
consecuencias de esta muerte (CA Bordeaux, 3 jul. 1956. D. 1957, 156. – Cass. 2e
civ., 13 mayo 1969, JCP G 1970, 16470. – Cass. 1re civ., 11 dic. 1984, D. 1985,
IR 367, obs. Penneau. – Comp. CA Montpellier, 7 mar. 1961, JCP G 1963, 13022, con
respecto a una tentativa de suicidio consecutiva a un interrogatorio de policía. –
Cass. 2e civ., 13 nov. 1991, Resp. civ. et assur. 1992, no 17, suicidio 50 días después
de un accidente de tránsito).
Por el contrario, en circunstancias excepcionales, el suicidio aparecerá como la
consecuencia directa del accidente por fuera, incluso, de una predisposición: el
daño que se deriva constituirá una consecuencia reparable del accidente inicial
(Montanier, op. cit., no 106. – Cass. 2e civ., 26 oct. 1972, Bull. civ. II, no 263. – CA
Paris, 18 mayo 1973, Gaz. Pal. 1973, 839. – Cass. soc., 13 junio 1979, Bull. civ. IV,
no 535. – Cass. 2e civ., 21 mayo 1990, Bull. civ. II, no 112. – Comp. Cass. crim.,
14 enero 1971, D. 1971, 164, rapp. Robert, cierta disposición de la víctima, pero sin
manifestación anterior. – CA Caen 2 nov. 1976, Gaz. Pal. 1977, 326; RTD civ. 1977,
326, obs. Durry, el suicidio de un hombre como consecuencia de un accidente
mortal de su mujer; muy discutible porque el perjuicio era necesariamente
indirecto en la medida en que el suicidio fue de un familiar y no de la persona
accidentada. – CA Rouen, 13 mar. 1986, Gaz. Pal. 1987, somm. 136, id.).
1780
Corolario. Mientras un acto no rompa «la marcha del mal» el responsable está
obligado a su reparación (CA Paris, 29 mar. 2000, Gaz. Pal. 2000, 1014, nota
Gizardin, 5 fallos, una transacción que es la consecuencia de un incumplimiento
contractual constatado no pudo romper el vínculo de causalidad entre la culpa y el
perjuicio). La culpa inicial obliga a reparar todas las consecuencias posteriores
(Cass. 2e civ., 27 mar. 2003, Bull. civ. II, no 89), incluso lejanas en el tiempo. De
este modo, el autor de un accidente podrá ser condenado a la indemnización de los
daños de la agravación del estado de la víctima debido a un tratamiento médico,
tanto en ausencia de toda culpa del médico (Cass. 1 re civ., 16 junio 1969, JCP G
1970, 16402, nota Savatier. – Cass. 2 e civ., 13 oct. 1976, JCP G 1976, IV, 357. –
Rappr. CA Bourges, 27 mar. 1984, D. 1985, IR 112) como cuando una culpa médica
puede ser observada (Cass. crim., 13 oct. 1970, D. 1970, somm. 97. – Cass. 1re civ.,
13 mayo 1998, Bull. civ. I, no 174, nexo cierto y directo entre la culpa del cirujano
en una operación y las consecuencias para el paciente de una segunda operación
requerida como consecuencia de la culpa inicial). Asimismo, el jefe contratante que
no pagó los trabajos es responsable de las dificultades de tesorería que debe
35
36
afrontar el Empresario (Cass. 3e civ., 14 mayo 1974, Bull. civ. III, no 191). El nexo de
causalidad directo existe entre la culpa de un banco que consintió en un préstamo
para la compra de un apartamento por una persona cuya situación económica era
dudosa y el incumplimiento en los pagos de las cargas de copropiedad de este
último (Cass. 2e civ., 2 jul. 1997, Bull. civ. II, no 212). El responsable de un accidente
de tránsito puede ser obligado a indemnizar el lucro cesante de una sociedad de
transporte urbano, que resulten como consecuencia (Cass. civ., 28 abr. 1965, D.
1965, 777, nota Esmein). Son un perjuicio directo indemnizable los gastos
asumidos por un empleador para supervisar las maniobras de sus empleados y que
dan lugar al descubrimiento de los autores de una serie de infracciones (TGI Seine,
3 oct. 1966, D. 1967, 309, nota Azard); el cierre de una peluquería y el desempleo
temporal de los asalariados luego de su destrucción del lugar por un automóvil (TGI
Nanterre, réf., 22 oct. 1975, Gaz. Pal. 1976, 1, 392, nota Plancqueel; RTD civ. 1976,
551, obs. Durry); la venta de un fondo de comercio a un precio mínimo que resulta
de su falta de explotación a causa de la incapacidad temporal total de su
propietario, víctima de un accidente (CA Paris, 2 febr. 2001, Gaz. Pal. 2001, 2,
somm. 2149, la inmovilización como consecuencia de una caída «participaron en el
acaecimiento» de la trombosis en la cual murió. − Cass. 2 e civ., 19 junio 2003, D.
2003, 2326, nota crit. Chazal, 2e esp); la indisponibilidad de un fondo de comercio
luego de un accidente de tránsito (Cass. 2 e civ., 27 mar. 2003, RGDA 2003, p. 504,
1re esp.); el perjuicio comercial sufrido por una empresa sobre la cual se difundieron
falsas noticias (Cass. 2e civ., 21 enero 1987, D. 1987, IR 25, la entrada en
liquidación fue anunciada, de manera equivocada, por un periódico. - Cass. 2e civ.,
6 dic. 1995, Resp. civ. y assur. 1996, n 99, anuncio equivocado de la detención del
director de una empresa); la muerte de una persona que, confiándose de la
información contenida es una obra de divulgación sobre plantas salvajes
comestibles, comió la cicuta acuática (TGI París, 28 de mayo de 1986, D. 1986, IR
319; Gas. Estaca. 1987, somm. 34).
Aún se admitió un nexo de causalidad directo entre: -La culpa del constructor de
un inmueble responsable del retardo en los trabajos y el hecho de que el
propietario del apartamento hubiera tomado unas primas de seguro de
construcción inferiores (Cass. 3e civ., 19 nov. 1970, Bull. civ. III, no 622); -La pérdida
(a causa del demandado) de las notificaciones y el fracaso de la pretensión del
demandado (Cass. 2e civ., 16 dic. 1970, Bull. civ. II, no 347); –Unos embargos
fraudulentos y abusivos y la liquidación de bienes de una sociedad (Cass. com.,
8 febr. 1983, Bull. civ. IV, no 42); -La pérdida del salario de una persona como
resultado del bloqueo de las puertas de la fábrica por unos huelguistas en una
maniobra que no era ejercicio normal del derecho de huelga (Cass. soc., 8 dic.
1983, D. 1984, 90, concl. Picca); –Las cargas sociales pagadas por un patrono
durante el período de inactividad de uno de sus empleados (Cass. ass. plén.,
30 abr. 1964, D. 1964, 149, 2 esp.).
Por el contrario, no hay nexo de causa a efecto entre el perjuicio resultante para
un mutuante de la muerte de su mutuario y la culpa imputable al autor de
accidente (Cass. 2e civ., 21 febr. 1979, Boletín civ. II, n 56); entre el accidente y el
desempleo de un trabajador (que obliga a Assedic a pagarle prestaciones) ya que
entre los dos hechos se interpusieron dificultades del mercado laboral (Cass. 2 e
civ., 28 abr. 1982, D. 1982, 575, concl. Charbonnier); entre la muerte accidental de
una mujer y la terminación voluntaria del contrato de trabajo de su marido (Cass.
2e civ., 3 oct. 1990, prec. supra no 1778); entre las heridas que le impiden a un
sujeto el ejercicio de la cirugía veterinaria y los gastos necesarios para adquirir otra
formación, toda vez que la continuación de tales estudios estaba incluida en la libre
elección de la víctima (Cass. crim., 16 oct. 1987, JCP G 1987, IV, 391), etcétera.
1781
Ámbito de la necesidad de un nexo de causalidad. La exigencia de una
relación de causa a efecto entre el hecho ilícito y el daño concierne no solo a la
responsabilidad por el hecho propio sino también a la responsabilidad por el hecho
de las cosas animadas o inanimadas de las cuales debe responder un sujeto. Esta
regla se aplica igualmente en materia de construcción. El Código de procedimiento
36
37
§ 2. Aplicaciones particulares
A. Pluralidad de causas
1782
Hipótesis. Algunas veces el daño procede de varias causas entre las cuales existe
el hecho imputable; puede suceder también que el daño tenga lugar en un
conjunto de circunstancias de las cuales una sola es imputable al responsable. Las
decisiones proferidas en los casos en los cuales esta dificultad se presenta están
lejos de ser coherentes. Como los fallos arriba reseñados, estos también están muy
influenciados por consideraciones de hecho. Principalmente dos series de hipótesis
han presentado dificultades hoy resueltas: La responsabilidad del propietario de un
vehículo robado (1°) y la influencia de las predisposiciones médicas de la víctima
(2°).
1784
La culpa del propietario. Por lo tanto, las víctimas de accidentes causados por
ladrones de carros solo podían acudir a los artículos 1382 y 1383 y probar la culpa
del propietario. Además, el demandante debía establecer el nexo directo, de causa
a efecto, que unía el perjuicio a las maniobras o a la inactividad reprochada al
propietario (Cass. civ., 6 enero 1943, Connot c/Franck, D. 1945, 117, nota Tunc. –
Cass. 2e civ., 21 enero 1959, D. 1959, 208).
Los tribunales se mostraron exigentes en cuanto a la prueba de este nexo de
causalidad. Muchas decisiones constataron que la negligencia del propietario
quien, por ejemplo, había dejado su vehículo en la calle sin cerrar las puertas ni
retirar la lleve de encendido no había sido la causa directa del perjuicio resultante
del accidente causado por el ladrón que se apoderaba (Cass. civ., 17 junio 1946,
Gaz. Pal. 1946, 67. – Cass. req., 4 nov. 1946, D. 1947, 41. – CA Paris, 14 mar. 1952,
D. 1952, 495. – Cass. 2e civ., 21 enero 1959, prec.).
Luego, la jurisdicción vino a juzgar que la negligencia del propietario del vehículo
robado es, en principio, independiente del accidente causado por el ladrón (Cass. 2 e
civ., 1er abr. 1963, D. 1963, 403; JCP G 1963, 13199, el propietario había dejado las
llaves sobre el tablero). Aún este fallo reservaba la hipótesis de circunstancias
particulares que ya no son tenidas en cuenta en providencias posteriores (Cass. 2 e
civ., 5 abr. 1965, prec. – Cass. 2 e civ., 4 mar. 1981, Bull. civ. II, no 49). La razón es
que hay una ruptura del nexo de causalidad entre la culpa originaria y el daño
causado a la actividad del ladrón. El acto de este último es un «nuevo acto» (v.
supra no 1778) que rompe la cadena causal (rappr. Cass. 2 e civ., 4 mar. 1987, Bull.
civ. II, no 49).
Esta solución no es satisfactoria: debe existir la posibilidad, en presencia de
circunstancias excepcionales, de hacer responsable al propietario (ej. TGI Saint-
Etienne, 15 oct. 1974, D. 1975, 201; reformado por CA Lyon, 2 oct. 1975, D. 1976,
37
38
12 y, sobre recurso, Cass. 2e civ., 17 mar. 1977, D. 1977, 631, nota Robert; RTD
civ. 1977, 770, obs. Durry, el propietario de un excavador no había tomado ninguna
precaución para impedir el robo).
1785
La culpa del mecánico. La cuestión del nexo de causalidad entre el abandono de
un automóvil por su propietario y el accidente causado por el ladrón, se deferencia
de lo que sucede si el robo del vehículo sucede cuando un mecánico es el
encargado de guardarlo. El mecánico será responsable de los daños causados por
este vehículo siempre que no exista prueba de una fuerza mayor (v. infra
nos 6311 s.).
Con todo, ¿Qué nexo directo de causa a efecto existe entre la culpa en la guarda
del mecánico y el accidente causado por el ladrón? ¿Cuando el propietario del
automóvil abandona su automóvil en la vía pública no ha cometido también una
culpa? Es muy extraño que el robo ejerza una influencia diametralmente opuesta,
de un lado, sobre la guarda del final del inciso primero del artículo 1384 y la culpa
del artículo 1382 y, de otro lado, sobre una obligación contractual de guarda que
tiene la misma naturaleza y el mismo objeto de la obligación del mecánico; esta
falta de armonía es lamentable.
1789
38
39
39
40
B. Otras aplicaciones
1791
Perjuicio «reflejo». Las acciones intentadas por los familiares de la víctima
directa son admitidas para los daños que ellos pudieron haber sufrido
personalmente «de rebote» (v. sobre este perjuicio «reflejo», supra nos 988, 1453 s.,
spec. Las Reservas de la Sala penal).
Pero si las heridas de la primera víctima causan, por reacción, unos daños
corporales en un tercero, la razón impone que se niegue todo nexo de causalidad
(CA Lyon, 26 junio 1973, Gaz. Pal. 1974, 1, 9; RTD civ. 1974, 409, obs. Durry, padre
de un menor que había tenido el brazo roto y que murió al día siguiente. – T. civ.
Bordeaux, 21 mayo 1947, JCP G 1947, 3901, nota J. Mazeaud, persona
injustamente condenada tras una denuncia calumniosa, no puede reclamar la
reparación del perjuicio que le causó el suicidio de su cónyuge ocurrido durante su
detención, mientras no se establece que el suicidio se originó en el
encarcelamiento. – V. también, para el suicidio, supra nos 1779, 1789 s. – Contra
Cass. 2e civ., 17 mayo 1973, Gaz. Pal. 1974, 71, autor de un accidente tenido como
responsable del aborto de la mujer que no presenció el accidente). Hay aquí, en
efecto, la intervención de un nuevo acto (s. sobre esta noción supra no 1777) que
hace que el daño sea indirecto.
1792
Responsabilidad notarial. Las demandas por daños y perjuicios formuladas
contra notarios son rechazadas frecuentemente en ausencia de relación directa de
causa a efecto entre la culpa y el perjuicio alegados, aunque la jurisprudencia
admite con bastante facilidad la existencia de un nexo causal, distante, entre la
culpa del notario y el daño (v. infra nos 4945 s.).
1793
Responsabilidad del propietario de un edificio. El propietario de un edificio no
es responsable de la caída de una persona en las escaleras, cuando no se
establece que la ausencia de una bombilla eléctrica es la causa cierta del accidente
que también se puede deber a una impudencia o a una culpa de la víctima (T. civ.
Seine, 17 nov. 1951, Gaz. Pal. 1952, 231). De mismo modo, no se puede declarar
responsable a nadie de la muerte del portero como consecuencia de una infección
imputada a la ingesta del agua del río que abastece por error, durante algunos
días, el grifo de la portería, si la relación de causa a efecto entre el consumo
temporal de agua y la muerte varios meses después no es cierta (CA Paris, 31 dic.
1934, DP 1935, 2, 45, nota Lalou). Para que prospere la acción del arrendatario de
un apartamento en el cual se cometió un robo, debe probar la relación de causa a
efecto entre la culpa alegada del arrendador del inmueble o su encargado
(generalmente el portero) y el robo del cual fue víctima (Cass. civ., 8 abr. 1941, D.
1945, 13, nota Tunc. – Cass. civ., 24 mayo 1948, D. 1948, 375. – Cass. civ.,
7 agosto 1951, D. 1951, 682. – H. Rousseau, «De la responsabilidad del arrendador
por el hecho de su encargado en caso de robo que perjudicó a sus arrendatarios»,
JCP G 1946, I, 497).
1794
Uso de una cosa sin el permiso obligatorio. Existe un nexo de causalidad
directo entre la culpa de la empresa que alquila un vehículo a una persona sin
licencia de conducción y el accidente provocado por ella (Cass. 2e civ., 12 dic.
1968, Bull. civ. II, no 306; RTD civ. 1969, 569, obs. Durry. – Cass. 2 e civ., 8 abr.
1970, Bull. civ. II, no 113. – Comp., a propósito del defecto en el permiso de caza,
Cass. 2e civ., 11 junio 1965, Bull. civ. II, no 505. – CA Grenoble, 2 mar. 1942, JCP G
1942, 1873, tiene en cuenta Rodière, armero que vendió un arma a un niño, hay
responsabilidad por el daño).
Por el contrario, no hay nexo directo entre el hecho de dejar una patineta a
disposición de un débil mental, desprovisto de permiso para conducir, y el
accidente que causó (Cass. 2 e civ., 29 abr. 1969, Gaz. Pal. 1969, 215; RTD civ.
40
41
1970, 173, obs. crit. Durry. – V. cep. Cass. 2e civ., 27 febr. 1991, JCP G 1991, IV,
161, parece abandonar esta solución a propósito de alguien que no tiene permiso)
ni entre el hecho de confiar un auto con misión de venderlo a una persona no
asegurada y notoriamente insolvente y el daño causado por este a un tercero Cass.
2e civ., 23 febr. 1962, Bull. civ. II, no 234).
1795
Fracaso de una obra del espíritu. El productor de una película no obtendrá la
reparación de los daños y perjuicios por la denigración que hace un tercero, al no
probar una relación de causalidad entre las acciones de este y la corta carrera
lograda por su película (CA Paris, 23 dic. 1957, D. 1958, 133, nota G. Lyon-Caen et
Lavigne); ni el autor de una opereta puede alegar el fracaso de la obra como
consecuencia de la sustitución de un protagonista, teniendo en cuenta que el éxito
depende de numerosos factores (Cass. 2 e civ., 14 nov. 1958, Gaz. Pal. 1959, 31).
Del mismo modo, ante la ausencia de prueba del nexo de causalidad entre los
defectos de una obra, debidos a su impresor, y su venta inferior en calidad y
precio, los jueces limitan justificadamente la condena del impresor a la sustitución
de las obras defectuosas.
No constituye una consecuencia necesaria de un accidente corporal el cierre de
una librería, después de la fecha en la cual la víctima estaba en condiciones de
reanudar la dirección intelectual de sus asuntos y podía físicamente tomar parte,
toda vez que su habitación se encontraba sobre el almacén; el único perjuicio
comercial ocasionado directamente por el accidente reside en la necesidad, para la
víctima, de contratar la ayuda de un empleado (CA Montpellier, 9 dic. 1965, D.
1967, 577, nota Azard).
SECCIÓN
2. CAUSAS DE EXONERACIÓN
1796
Presentación. Todos los casos de responsabilidad civil suponen que el
demandante haya sufrido un perjuicio como resultado de un hecho imputable al
responsable por una relación de causa a efecto. La víctima no obtendrá la
reparación integral de su perjuicio cuando este último resulta de una fuerza mayor,
del hecho de un tercero o de su hecho propio: no hay entonces causalidad entre su
perjuicio y la acción del supuesto autor del daño (o su inacción, cuando habría
podido impedir el hecho generador del daño). Tal como le corresponde al
demandante probar el nexo de causalidad, el demandado debe establecer, si hay
lugar, la causa de exoneración que lo libera; ésta demostración debe hacerse de
forma separada para cada perjuicio cuya reparación demanda la víctima (v., para
una presentación renovada, que distingue claramente la exoneración «contra-
cara de la culpa» y la fuerza mayor, L Bloch, L’exonération en droit de la
responsabilité civile, th., Bordeaux 2003, passim).
1797
Delimitación del tema: las cláusulas contractuales. Trataremos las causas de
exoneración tal como son entendidas en nuestro derecho, independientemente de
las definiciones particulares o de posturas extranjeras que pueden diferir
sensiblemente, y que, en consecuencia, es importante conocer cuando la
obligación tiene relevancia en el ámbito internacional. Sucede, en efecto, en el
ámbito contractual, que las partes amplían el concepto de fuera mayor, sobre todo
en los contratos internacionales, o asimilan la fuerza mayor (lo que es equivalente)
a circunstancias que, en sentido estricto, no merecerían esta denominación (ej.
Cass. com., 8 jul. 1981, Bull. civ. IV, no 312; RTD civ. 1982, 426, obs. Durry. – Ph. le
Tourneau, L’ingénierie, les transferts de technologie et de maîtrise industrielle,
Litec, 2003, no 198). Así, en el contrato de distribución de electricidad, contrato de
adhesión impuesto por la FED a sus clientes, la fuerza mayor se extiende a
acontecimientos nombrados «aleas», como los fenómenos atmosféricos, el rayo, el
viento, la nieve, la escarcha, la caída de ramas, los vuelos de pájaros, que
41
42
1798
Delimitación del tema (consecuencia): la teoría de los riesgos. Cuando la
ejecución de un contrato resulta imposible como consecuencia de un caso de
fuerza mayor, por ejemplo que la cosa que constituye el objeto de un contrato de
arrendamiento, venta o construcción se destruya, la teoría de los riesgos permite
conocer sobre cuál de las dos partes reposa la carga de los riesgos, es decir, quién,
en definitiva, asumirá los gastos del acontecimiento (v. infra nos 5946 s.).
1799
División. Incluso así delimitada, la materia implica muchas distinciones ya que la
fuerza mayor, el hecho de un tercero y el hecho de la víctima, tienen una
incidencia variable sobre el derecho a la reparación de la víctima. En particular, la
fuerza mayor conduce siempre a la exoneración total del supuesto autor del daño
(sub-sec. 1). El hecho de un tercero (sub-sec. 2) y el hecho de la víctima (sub-
sec. 3) no tiene siempre este efecto: la exoneración que de ellos resulta puede ser
solo parcial según presenten o no las características de la fuerza mayor; el hecho
de la víctima tendrá este efecto cuando sea culpable. De estas circunstancias, que
suprimen completa o parcialmente el nexo de causalidad entre el supuesto hecho
lesivo y el daño alegado (ausencia de causalidad), nos acercamos a las
circunstancias en las cuales la ley reconoce unas causas de irresponsabilidad,
hechos justificativos, excusas o inmunidades, al autor del daño: en estas hipótesis,
el nexo de causalidad que existe entre el hecho generador del daño se ve privado,
hasta cierto punto, de su efecto pues no conduce a una declaración de
responsabilidad.
SUB-SECCIÓN
1. FUERZA MAYOR
42
43
características clásicas (II), aunque dicha trilogía se está dejando de lado. En último
lugar, terminaremos ilustraremos de la fuerza mayor (III).
I. Generalidades
43
44
§ 3. Control judicial
1805
Los jueces de fondo y la Corte de Casación. ¿Cuáles son las atribuciones
respectivas de los jueces y de la Corte de Casación en la constatación y la
apreciación de los hechos que constituyen fuerza mayor? Esta cuestión se
soluciona haciendo una distinción: los jueces constatan soberanamente las
circunstancias alegadas como constitutivas de un caso de fuerza mayor. Las
apreciaciones del juez penal, en cuanto a la fuerza mayor, no ligan al juez civil, de
suerte que este no está obligado a suspender el proceso en espera de la decisión
del juez penal (Cass. 1re civ., 28 febr. 1995, Bull. civ. I, no 103).
Los jueces de fondo aprecian soberanamente los hechos que les permiten
concluir la existencia o la ausencia de los elementos constitutivos de la fuerza
mayor (v. para un repaso, Cass. 1 re civ., 29 mayo 2001, RDCMAT 2001, 143). Pero
44
45
§ 1. Irresistibilidad
A. Principio.
1807
A lo imposible, nadie está obligado. Si el acontecimiento era insuperable,
irresistible, no puede ser imputado a nadie. Esta es la aplicación de un principio de
sensatez: a lo imposible, nadie está obligado. El hombre se encuentra ante un
acontecimiento que lo domina, que no puede controlar; es un juguete de la
fatalidad. El Rey de España, Philippe II, expresó bien esta impotencia del hombre,
ante la fuerza mayor, cuando escribió después del desastre de la Invencible
armada, que él había enviado su flota a combatir contra los ingleses y no contra los
vientos y la mar (contra los vientos y la mar que desmontaron sus naves). Un fallo
de una cámara mixta del 4 de diciembre de 1981 (Bull. civ. sala. mixta, no 8)
ilustra, a partir de un supuesto contrario, la misma idea pues destaca que el fondeo
de un buque, por orden de los miembros de la tripulación, no era irresistible ya que
el armador no demostró que hubiera buscado una solución y que hubiera seguido
las vías de derecho para hacer cesar el disturbio.
En la actualidad, la fuerza mayor tiene un nuevo tratamiento porque es la
irresistibilidad lo que mejor caracteriza esta noción, tanto en la doctrina como en la
jurisprudencia (sobre todo en el ámbito contractual; v. para las razones infra
no 1809-1), al menos para la primera Sala Civil y para la Sala Comercial (la segunda
Sala Civil exige siempre la imprevisibilidad del acontecimiento).
45
46
• Ver en particular para la jurisprudencia: Cass. 1re civ., 9 mar. 1994, D. 1994,
IR 108; Bull. civ. I, no 91, «la irresistibilidad del acontecimiento es, por sí misma,
constitutiva de fuerza mayor cuando su previsión no podría impedir los efectos». –
Cass. com., 1er oct. 1997, D. 1997, IR 222; Contrats, conc., consom. 1998, no 4, obs.
Leveneur, id. – Cass. 1re civ., 10 febr. 1998, D. 1998, 539, nota D. Mazeaud; JCP G
1998, 10124, nota Paisant, considera fuerza mayor en materia contractual, en
ausencia de exterioridad, el acontecimiento que había sido irresistible. Cass. com.,
28 abr. 1998, D. 1999, 469; Bull. civ. IV, no 141, fuerza mayor porque el
acontecimiento era irresistible aunque previsible. – Cass. 1 re civ., 17 nov. 1999,
Bull. civ. I, no 307; RGDA 2000, 194, obs. Rémy, id. − Cass. 1re civ., 6 nov. 2002,
Contrats, conc., consom. 2003, no 53, obs. L. Leveneur, 1re esp.; RDC 2003, 59, 1re
esp., nota Stoffel-Munck, «La sola irresistibilidad del acontecimiento caracteriza la
fuerza mayor» (afirmado en el ámbito contractual).
• Y para la doctrina en particular: Cornu, obs. RTD civ. 1981, 171. – Viney
et Jourdain, Les conditions de la responsabilité, 2e éd., op. cit., no 394, la
irresistibilidad es el único criterio. Antonmattei, th. prec., la imprevisibilidad no es
más que un indicio de irresistibilidad. – Leduc, op. cit., spéc. 421. – Moury, art.
prec. – Rémy, op. cit., muestra la lógica de esta solución a propósito de la
inejecución contractual. – Contra Sériaux, nota abajo Cass. com., 27 enero 1981, D.
1982, 110, la característica esencial de la fuerza mayor es la imprevisibilidad.
1808
Apreciación in abstracto de la irresistibilidad. La irresistibilidad se aprecia in
abstracto. No se analiza si el propio demandando podría superar el acontecimiento,
sino si un individuo medio, puesto en las mismas circunstancias, habría podido
resistirlo normalmente. No obstante, la jurisprudencia tiende a colocar un referente
cada vez más alto (ej. Cass. 2 e civ., 6 nov. 1985, Bull. civ. II, no 168. – Cass. com.,
18 mar. 1986, Bull. civ. IV, no 55, «el acontecimiento [robo a mano armada] no era
inevitable en su caso». – Rappr. Cass. 1re civ., 9 mar. 1994, prec.).
Un acontecimiento irresistible, aunque previsible, puede constituir un caso de
fuerza mayor (Cass. 2e civ., 15 mayo 1956, Bull. civ. II, no 268. – Cass. 1re civ.,
7 mar. 1966, JCP G 1966, 14878, 1re esp., motivos. – Cass. 3e civ., 10 oct. 1972, D.
1973, 379, la corrosión provocada por las bacterias en unos tubos cuando ningún
procedimiento se había encontrado aún para evitar el hecho. – Cass. 2 e civ.,
21 enero 1982, JCP G 1982, 19814, nota Dejean de la Bâtie. – Cass. 1 re civ., 9 mar.
1994, prec. – Pero v. infra no 1815). Pero si es previsible, corresponde al deudor
adoptar todas las medidas requeridas para evitar su realización y no podría darse,
entonces, por irresistible (Cass. 1re civ., 9 mar. 1994, prec., a propósito de un robo
en un hotel. – Cass. 2e civ., 18 mar. 1998, D. 1998, IR 113; Bull. civ. II, no 97, daño
causado por el hundimiento de una grúa mientras que el procedimiento
administrativo «de alerta ciclónica» se había desencadenado y habría sido posible
proceder a un desmonte parcial. – CA Versailles, 21 enero 1999, RJDA 1999, no 521,
robo del cargamento de un camión estacionado durante un largo período de la
noche sobre una autopista, en una región donde el riesgo de agresión era
importante).
Así pues, en una cierta época, la frecuencia de los secuestros aéreos impedía
observar como imprevisible la presencia de terroristas a bordo, pero el hecho fue
mantenido como un caso de fuerza mayor si había sido irresistible para una
compañía aérea sin el poder de ejecutar los controles propios de la policía antes del
embarque ni de armar a su personal (comp. CA Paris, 25 sept. 1980, RTD com.
1981, 145, obs. E. du Pontavice, en estas circunstancias, y sobre la aplicación de la
convención de Varsovia, art. 17. – Adde Cass. 2e civ., 25 nov. 1981, Bull. civ. II,
no 206, la presencia de un automóvil sobre la vía férrea a un paso de nivel es
irresistible para la SNCF– Cass. ch. mixte, 4 febr. 1983, Bull. civ. ch. mixte, no 2;
RTD civ. 1983, 549, obs. Durry, huelga irresistible para EDF. – V. sobre la huelga
infra no 1838).
La irresistibilidad puede no ser más que provisional y, en ese caso, el efecto de
exonerar, propio de la fuerza mayor, solo será suspensivo (comp. Cass. 2 e civ.,
5 febr. 2004, prec. – V. infra n°1809, en materia contractual).
46
47
1809
En materia contractual. En materia contractual, la irresistibilidad toma
generalmente la forma de la imposibilidad de ejecución; es entendida de una
manera rigurosa. Inicialmente, la imposibilidad de ejecución debe ser total y
definitiva (Cass. soc., 15 febr. 1995, Gaz. Pal. 1995, 1, pan. 94; RJDA 1995, no 685,
la imposibilidad temporal y parcial no constituye un caso de fuerza mayor. – Cass.
soc., 7 mar. 1995, Gaz. Pal. 1995, 1, pan. 91, la actividad continuó parcialmente a
pesar del hecho invocado. – Cass. soc., 4 junio 1996, Gaz. Pal. 1996, 2, pan. 206,
id. – Cass. 1re civ., 20 enero 1998, Bull. civ. I, no 20, el viaje organizado habría sido
posible a pesar de los motines en el país de destino; la situación mejoró
rápidamente pues se mantuvieron las líneas aéreas y otros programas de viaje. –
CA Versailles, 13 nov. 1998, JCP E 1999, pan. p. 199, imposibilidad temporal, en
razón de un decreto que se derogó a continuación. – Cass. 1 re civ., 8 dic. 1998, Bull.
civ. I, no 346, la guerra «del Golfo» no impedía un viaje a Marruecos. – CA Versailles,
22 sept. 2000, RJDA 2001, no 16, no hay fuerza mayor, un concesionario no había
suministrado el vehículo sin invocar un acontecimiento irresistible como una huelga
en las instalaciones del fabricante o en las de sus proveedores. – CA Paris, 5 oct.
2001, D. 2001, IR 3174, una huelga no es un acontecimiento irresistible, puesto
que había finalizado la víspera del día previsto para el viaje. − Cass. soc., 12 febr.
2003, Comm., com. électr. 2003, no 51, obs. Stoffel-Munck; RDC 2003, 59, 2e esp.,
nota Stoffel-Munck, la muerte de un actor en el curso de un rodaje no es un caso de
fuerza mayor que permita romper el contrato de su compañero, ya que aquél
habría podido ser remplazado). El impedimento simplemente momentáneo tiene
como único efecto suspender la ejecución de la obligación hasta el momento
cuando cesa dicho impedimento (varios fallos prec. − Principes du Droit européen
du contrat, art. 8.108, 2). A continuación, en cuanto la ejecución es posible, aunque
más onerosa, incluso al precio de la ruina del deudor, no hay fuerza mayor (Cass.
civ., 4 agosto 1915, DP 1916, 1, 22. – Cass. soc., 8 mar. 1972, D. 1972, 340. – Cass.
soc., 20 febr. 1996, D. 1996, 633, nota Puigellier).
Además, el deudor no puede ser exonerado más que si, de una parte, «el hubiera
adoptado todos los medios requeridos para evitar la realización del
acontecimiento» (Cass. 1re civ., 9 mar. 1994 et Cass. com., 1 er oct. 1997, prec.) y,
de otra, «si no hay ningún otro medio cualquiera de cumplir la obligación» (Cass. 2e
civ., 24 mar. 1998, Resp. civ. et assur. 1998, no 196, el defecto en el decolaje de un
avión como consecuencia del mal tiempo no es irresistible para una agencia de
viajes [sin duda, ¡ya que habría podido transportar a los viajeros por otro medio,
aunque el acontecimiento sucediera en Liberia!] – Cass. soc., 6 junio 2000, D. 2000,
IR 183, el incumplimiento de un centro de formación no constituye un caso de
fuerza mayor para el empleador de un contrato de aprendizaje obligado a asegurar
una calificación profesional a un joven trabajador, bajo el entendido de que a él le
sería permitido dirigirse a otra empresa especializada. – CA Paris, 26 oct. 2000,
RJDA 2001, no 313, un transportador, cuyo avión había sufrido una avería, habría
podido recurrir a uno sustituto para cumplirle a los pasajeros. – CA Aix-en-Provence,
12 dic. 2000, D. 2002, 607, nota Fehrenbach-Andreani, una huelga no constituye
un caso de fuerza mayor para el servicio de correos porque habría podido poner en
obra algunos medios sustitos. – Cass. 1 re civ., 12 jul. 2001, Bull. civ. I, no 216, no
constituye un caso de fuerza mayor la imposibilidad invocada por una sociedad de
cumplir un contrato de suministro, mientras no justifique que el fallo de su
proveedor era irresistible).
Resulta que el deudor de una cosa de género no puede invocar la destrucción
fortuita de aquello que se había comprometido a suministrar, pues podría obtener
otros bienes para satisfacer su obligación ya que los ejemplares son fungibles:
Genera non pereunt (las cosas de género no perecen, lo que implica que no
desaparecen). Para que el deudor de una cosa de género se libere sería necesario,
por ejemplo, que el Príncipe excluyera del comercio todas las cosas de ese género
determinado. Así, los vendedores de productos del agro no escapan a sus
obligaciones invocando alguna calamidad agrícola, como una sequía excepcional,
en la medida en que pueden proveerse en otro sitio para cumplir el contrato,
aunque sea en el extranjero (ciertamente a un precio elevado, pero esta
47
48
consideración no debe realizarse: Cass. com., 4 enero 1980, Journ. not. 1981, 24,
obs. Ph. le T.). Del mismo modo, no constituye un caso de fuerza mayor la
imposibilidad, para un transportador aéreo, de obtener un avión con capacidad
suficiente para cumplirle a su remitente: le corresponde buscar un avión disponible
(CA Paris, 30 abr. 1987, D. 1987, IR 152); ni la destrucción completa de los locales
de un empleador por un incendio, porque la sociedad habría seguido parcialmente
su actividad en otro lugar (Cass. soc., 7 mar. 1995, prec., el despido de un
trabajador no es entonces justificado); ni la prohibición de importación de aparatos
(Cass. com., 20 junio 1995, RJDA 1996, no 24, ya que se debía proponer una
solución de sustitución); ni para un comprador (revendedor) de mil computadores,
la aparición de una nueva gama (CA Versailles, 29 sept. 1988, D. 1988, IR 260; RTD
civ. 1988, 71, obs. Mestre; además, en tal ámbito, en el cual las evoluciones son
constantes, no era imprevisible).
1809-1
Razón de la primacía del elemento irresistibilidad en el ámbito
contractual. Ph. Rémy sacó a la luz la especificidad del elemento irresistibilidad,
constitutivo de la fuerza mayor, en el ámbito contractual. Si ésta «exonera al
deudor, no es porque ella rompa algún nexo de causalidad entre un «hecho
generador» y un «daño», sino porque el riesgo de un evento exterior, que hace que
la ejecución sea imposible, no es normalmente asumido por [él] — salvo «garantía»
convencional o legal» (RGDA 2000, 194, obs. Rémy. − V. supra no 1802-1). Es decir
que hay fuerza mayor en materia contractual «cuado el evento que impidió la
ejecución es un riesgo respecto del cual estaba convenido que el deudor no estaba
obligado a asumirlo» (Stoffel-Munck, obs. prec. − Comp. Ph. Stoffel-Munck, en
C. Prieto dir., Regards croisés sur les Principes du Droit européen du contrat et sur
le Droit français, prólogo J. Mestre, PUAM, 2003, 415, no 6, a propósito de los
Principios del Derecho europeo del contrato, art. 8.101,3). «La fuerza mayor
contractual comienza cuando los compromisos cesan; ella es el negativo del
contenido contractual» (Rouvière, th. prec., n°387). Por lo tanto, es lógico que la
irresistibilidad del acontecimiento sea el elemento característico de la fuerza mayor
en el ámbito contractual, que no es más que otro nombre de la imposibilidad de
ejecución, como lo hemos sostenido siempre (v. supra no 1809, que figuraba en las
ed. Anteriores. − Y v., categórico, Cass. 1re civ., 6 nov. 2002, prec.; Colonna, art.
prec.). No obstante, la previsibilidad no se excluye completamente, ya que la
irresistibilidad no se toma en cuenta sino cuando la inejecución no puede, de
ninguna manera, ser imputable al deudor que debía ponerlo todo en obra para
evitar el acaecimiento de las consecuencias del acontecimiento y, así, para
ejecutar el contrato (v. supra no 1809). Este razonamiento refuerza, si acaso
hubiera necesidad, nuestra convicción de la inexistencia de la «responsabilidad
contractual» (v. supra nos 804 s.).
B. Ejemplos
1810
Intervención del Estado. Cuando un elemento de decisión escapa a los poderes
de los particulares, porque es de competencia del Estado, la irresistibilidad puede
existir. Así pues, se juzgó que la congelación de los salarios en una empresa
pública era inevitable para el empleador (CA Lyon, 8 nov. 1979 et CA Paris, 4 junio
1980, Journ. not. 1981, 24, obs. Ph. le T. – Cass. ch. mixte, 4 febr. 1983, prec.);
que la presencia de terroristas, a bordo de un avión, era inevitable para la
aerolínea que no tenía el poder de proceder a hacer controles (v. supra no 1808); o,
también, en cuanto a la medida administrativa que autorizaba la tripulación de dos
pilotos, y provocó la huelga del personal (Cass. ass. plén., 4 jul. 1986, Bull. civ.
ass. plén., no 11; D. 1986, 477, concl. Bouyssic, nota Ray; JCP G 1986, 20694, nota
Teyssié). Las normas de carácter internacional pueden tener el mismo efecto (ej.
Con motivo de la «Guerra del Golfo», L. no 91-716, 26 jul. 1991, art. 45, liga este
efecto a las acciones de boicoteo adoptadas respecto de Irak por el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, así como los reglamentos de la Comunidad
Europea).
48
49
1811
Deslumbramiento. Un automovilista deslumbrado por las luces de otro automóvil
que cruza no se encuentra en un caso de fuerza mayor que lo exonere de la
responsabilidad por un accidente que él causó al continuar con su recorrido: el
automovilista deslumbrado, que no veía más, podía detenerse y evitar el accidente
(Cass. req., 10 mayo 1932, DH 1932, 330. – Cass. req., 31 oct. 1944, Gaz. Pal.
1944, 2, 139).
1812
Revocación de jurisprudencia. Se considera que una revocación de
jurisprudencia no es, para un contratante, un caso de fuerza mayor (Cass. 2e civ.,
12 febr. 1963, D. 1963, 304. – R. Voirin, «Las revocaciones de jurisprudencia y sus
consecuencias», JCP G 1959, I, 1467). Además, en la actualidad, las revocaciones
no son, sin duda, imprevisibles, puesto que la Corte de Casación está habituada a
un molesto aumento en este ámbito que alcanzó el summun, seguramente, con
respecto a la determinación del precio en los contratos marco: seis revocaciones
entre 1971 y 1995 (v. infra nos 5844 s.). este fenómeno es, por lo demás, una de las
causas de la congestión de dicha Corte. En cualquier caso, un jurista profesional no
podría verse acusado de no haber previsto una revocación (v. infra nos 4945
et 4978. – V. supra no 83 sobre las revocaciones).
§ 2. Imprevisibilidad
1813
Criterio. La imprevisibilidad es un carácter importante de la fuerza mayor e,
incluso, uno de sus «elementos constitutivos» según la segunda Sala Civil de la
Corte de Casación (ej. Cass. 2e civ., 13 jul. 2000, Bull. civ. II, no 126. – Oudot, th.
prec., nos 138 s.). Por el contrario, para la primera Sala Civil y para la Sala
Comercial de la Corte de Casación, esta característica no es indispensable y la
irresistibilidad basta para caracterizar la institución (supra no 1807). La
imprevisibilidad no consiste en una vaga posibilidad de realización pues todos los
eventos serían imprevisibles (comp. CA Douai, 6 febr. 2003, RJDA 2004, no 526, la
imprevisibilidad no resulta del porcentaje de riesgo incurrido sino del conocimiento
del instante real en el que puede ser concretado). Decir que un evento era
imprevisible significa que no había ninguna razón particular para pensar que él se
produciría (Cass. 2e civ., 25 nov. 1981, prec., presencia de un automóvil sobre la
vía férrea) o, por extensión, que él se produciría con un carácter determinado (CA
Versailles, 2 jul. 1999, D. 1999, IR 226; la ocurrencia de una violenta tormenta es
previsible, en el especial lugar pero la violencia de sus manifestaciones no lo eran).
Así, incluso, la huelga puede ser imprevisible en razón de su duración (Cass. com.,
6 mar. 1985, Bull. civ. IV, no 90). Como para la irresistibilidad, para la
imprevisibilidad es lo normal o razonable lo que se tiene en cuenta (Cass. 2 e civ.,
12 febr. 1970, JCP G 1970, IV, 90. – Cass. 1 re civ., 26 enero 1971, Bull. civ. I, no 27. –
CA Nancy, 31 mar. 1998, Juris-Data no 042818, indica, para exonerar a un
veterinario, que la «crisis de locura» de la vaca de la cual él se ocupaba, era
«perfectamente anormal e imprevisible». – Cass. 1re civ., 18 mayo 1999, Bull. civ. I,
n° 205. – V. infra no 1815). Este carácter se aprecia, entonces, in abstracto, en
consideración a las circunstancias.
Sin embargo, los tribunales adoptan algunas veces una actitud más severa y
criticable. Por una suerte de existencialismo jurídico, algunos tienden a considerar
que lo que sucede debería suceder y, en consecuencia, era previsible (ej. Cass. 2e
civ., 27 mayo 1999, D. 1999, IR 166; Bull. civ. II, no 104, el hecho de que un
motociclista cambie, en un giro, al lado izquierdo de la calzada y choque con un
automóvil que venía en sentido contrario y adecuadamente por su derecha, ¡no es
un caso de fuerza mayor para el conductor de este último! − Cass. 2 e civ., 23 enero
2003, Pernuit, Bull. civ. II, no 17, el descenso de un tren que partía, a pesar de la
instauración de un sistema para impedir este hecho, no es imprevisible). La justicia
impone el rechazo de esta posición. Todo hecho susceptible de producirse no es
49
50
1814
En el ámbito contractual. En el ámbito contractual, el artículo 1150 del Código
Civil limita la reparación al daño previsible (supra nos 1034 s.). Ahora bien, aquello
que es imprevisible no podría entrar en el campo del contrato, en aquello que,
precisamente, es denominado las previsiones de las partes cuya naturaleza es
apreciada, no como en materia extracontractual (al momento del hecho dañoso),
en la formación de la convención (Cass. com., 21 nov. 1967, D. 1968, 279, note
Sinay, para una huelga. – Cass. com., 15 mar. 1982, Bull. civ. IV, no 102, presa
sobre el Sena por unos marinos. – Cass. soc., 10 dic. 1996, RJDA 1997, no 323,
«guerra del Golfo», contemporánea a la firma del contrato. – CA Versailles, 26 febr.
1999, D. 1999, IR 97, la modificación de las necesidades del cliente es una
eventualidad conocida por los profesionales de la informática. – CA Paris, 30 mar.
2001, D. 2001, IR 1670, el cierre de un establecimiento no es imprevisible al
momento de la conclusión del contrato). Esta característica se aprecia in abstracto.
En el ámbito contractual, la imprevisibilidad parece indispensable pues solo ella
establece con certeza que la inejecución no es imputable al deudor (Saint-Pau,
fasc. prec., n° 22); se suma a la irresistibilidad. Para un profesional, la
jurisprudencia tiende a considerar que el daño era previsible (Cass. com., 3 oct.
1989, D. 1990, 81, concl. Jéol; Bull. civ. IV, no 246, un robo a mano armada no es
imprevisible para un comisionista de transporte, encargado de escoltar moneda,
que se había comprometido a tomar las precauciones necesarias para asegurar la
seguridad del convoy. – Cass. com., 20 junio 1995, prec. supra no 1809, para la
congelación de los precios. – T com. Marseille, 18 dic. 1998, DMF 1999, 336, obs.
Coste, el robo de los contenedores de un barco es frecuente en la rada en cuestión.
– Cass. 1re civ., 3 jul. 2002, D. 2002, 2631, nota Gridel; Bull. civ. I, no 183, agresión
en un tren. − Contra Cass. com., 1er oct. 1997, prec. supra no 1807, a propósito de
una agresión a mano armada contra un transportador de mercancías, a pesar de la
frecuencia de éstas). No obstante, se reserva la hipótesis en la cual el deudor
«tomó todas las medidas requeridas para evitar la realización del acontecimiento»
Cass. 1re civ., 9 mar. 1994 y Cass. com., 1 er oct. 1997, prec. − Comp. CA Versailles,
5 abr. 2002, RJDA 2002, no 949, y sobre el recurso, Cass. 1re civ., 25 enero 2005, D.
2005, IR 459, la explosión de una mina era imprevisible para el organizador de un
rally, que había procedido al reconocimiento del recorrido).
1815
Circunstancias previsibles. Por el contrario, no hay fuerza mayor si el hecho
podía ser, normalmente, previsto:
– Según el curso habitual de las cosas (un charco de agua sobre la vía luego de
una violenta tormenta: Cass. crim., 14 oct. 1975, D. 1975, IR 230. – El mistral en el
puerto de Sète: T. com. Sète, 19 jul. 1960, D. 1961, 411. −Una crisis bursátil: CA
Paris, 10 enero 2003, Comm., com. électr. 2003, no 74, obs. Ph. Stoffel-Munck; el
comentarista critica la solución, el estallido de «la burbuja de Internet» constituye
bien una fuerza mayor puesto que, en el campo contractual en el cual tuvo lugar
este fallo, la irresistibilidad es el elemento dominante).
– En razón de una advertencia particular (la recepción por la SNCF de una nota
de amenazas de sabotaje hacía previsible el atentado que ocasionó un
descarrilamiento: Cass. 1re civ., 26 enero 1971, prec. – Advertencia telefónica de la
presencia de un carro inmovilizado sobre un paso a nivel: CA Paris, 11 junio 1985,
50
51
§ 3. Exterioridad
A. Principio
1816
Significado. Un tercer elemento permite definir la fuerza mayor, aunque no sea
siempre exigido. Algunos consideran incluso que no le es inherente (Antonmattei,
th. prec., para quien el criterio de la exterioridad es solamente impuesto por el
hecho generador de la responsabilidad). El acontecimiento que impide la ejecución
no será liberatorio sino cuando se produce por fuera «de la esfera sobre la cual el
deudor debe responder» (Carbonnier, Les obligations, prec., no 162). Él no debe
entonces resultar de un hecho del agente (CA Paris, 17 junio 1987, JCP E 1988, I,
1698. – Cass. soc., 20 junio 1995, Gaz. Pal. 1995, 2, pan. 175. – CA Aix-en-
Provence, 7 nov. 1995, RGDA 1996, 382, nota Bruschi, culpa de un constructor. –
CA Paris, 4 oct. 1996, JCP G 1997, 22811, note Paisant et Brun, los retardos
repetidos en una línea ferroviaria que revela los defectos de su mantenimiento);
del hecho de sus funcionarios (Cass. 2 e civ., 24 oct. 1973, Bull. civ. II, no 269) o de
una de las cosas sobre las cuales se tiene la guarda (Cass. 1 re civ., 26 mayo 1994,
Bull. civ. I, no 190, su vicio interno excluye la fuerza mayor. − Cass. 2 e civ., 22 mayo
2003, Bull. civ. II, no 155, fuerza mayor es excluida porque la guarda de la cosa que
habían provocado el daño estaba en cabeza de su propietario que, aunque
desconocido, intervino en la realización).
La jurisprudencia es realista; los jueces no se contentan con la apariencia de las
cosas (Cass. 1re civ., 3 febr. 1993, D. 1994, 265, nota Dorsner-Dolivet; Bull. civ. I,
no 61, muy claro, no constituye una causa extraña, que exonera a la clínica, que
después de la ruptura del contrato del médico anestesista, dos cirujanos se
negaran a colaborar con este médico puesto «asumían en la sociedad un papel
preponderantemente directivo»).
1817
51
52
52
53
su base).
B. Ejemplos
1819
Bibliografía. V. supra n 1800. – Adde. Obra. G. Couturier, Droit du travail, t. I, 3e
o
1822
Deslizamiento y hundimiento de un terreno. El deslizamiento de un terreno y
el hundimiento de un acantilado parecen ser a priori ejemplos característicos de la
fuerza mayor. Con todo, algunos fallos consideran que el propietario de un terreno
es responsable, en tanto que guardián, cuando el desmoronamiento o el
deslizamiento resulta de un vicio inherente a la cosa (Cass. 2e civ., 19 junio 1959,
Bull. civ. II, no 482. – Cass. 2e civ., 15 junio 1972, D. 1973, 312, nota Despax,
hundimiento debido a las aguas residuales. – Cass. 1 re civ., 19 febr. 1964, Bull. civ.
I, no 98, depresión de una vía del ferrocarril en un terraplén. – CA Colmar, 19 dic.
1973, JCP G 1974, IV, 292, el asentamiento de la calzada de una carretera, no es
una fuerza mayor para un automovilista. – Cass. 1 re civ., 26 febr. 1974, Bull. civ. I,
no 69, desmoronamiento no imprevisible para SNCF, ya que era la manifestación de
un fenómeno geológico conocido: ¡El envejecimiento de las paredes de una zanja! –
Cass. 2e civ., 9 junio 1977, D. 1978, IR 29. – CA Chambéry, 24 nov. 1978, JCP G
1982, 19777. – Cass. 2e civ., 29 abr. 1998, Gaz. Pal. 1998, 2, pan. 315, el
hundimiento de un acantilado no es un caso fortuito; el Municipio, habiendo sido
prevenido, debió efectuar los trabajos de adecuación que no habían sido realizados
más que por impedimentos financieros y administrativos. – Comp. TGI Saint-Denis-
de-la-Réunion, 2 abr. 1973, JCP G 1974, 17664, nota Rodière. – Contra TGI
Versailles, 27 febr. 1968, Gaz. Pal. 1968, 2, 383; RTD civ. 1969, 338, obs. Durry. –
Cass. 2e civ., 4 mar. 1976, D. 1977, 95. – Cass. 2e civ., 23 sept. 2004, Bull. civ. II, n°
432, inestabilidad de los suelos).
1823
¿Enfermedad? Fluctuaciones jurisprudenciales. ¿Una enfermedad brusca y
súbita puede constituir un caso de fuerza mayor? Descartemos la hipótesis en la
cual es el resultado de los excesos y desbordamientos anteriores a la enfermedad,
pues sería culposa (Cass. civ., 28 abr. 1947, D. 1947, 329, nota Lalou) o de una
53
54
culpa del patrono (CA Dijon, 19 jul. 1945, Gaz. Pal. 1945, 2, 139. – TGI Paris,
26 junio 1973, D. 1974, 185, impl.). Pero fuera de esos casos, la cuestión se plantea
en razón de la falta de exterioridad.
Hace mucho tiempo se considera que este elemento no debía tenerse en cuenta
con respecto a la persona. La jurisprudencia reconocía el efecto liberatorio de las
deficiencias, tanto físicas como psíquicas, del deudor (Dejean de la Bâtie, th. prec.,
nos 90 s.) siempre que ellas fueran irresistibles e imprevisibles (Cass. civ., 1 er agosto
1944, Gaz. Pal. 1944, 2, 153. – Cass. com., 23 enero 1968, JCP G 1968, 15422). No
obstante, se decidió, en la sentencia Trichard del 18 de diciembre de 1964 (D.
1965, 191, concl. Schmelck; JCP G 1965, 14304, nota Dejean de la Bâtie) que la
enfermedad mental no era un caso de fuerza mayor que pudiera exonerar al
guardián de una cosa.
El legislador generalizó está solución cuando insertó, en 1968, el artículo 489-2
en el Código Civil. La enfermedad parecía no ser un caso de fuerza mayor, dada la
ausencia del elemento exterioridad (Viney, «Réflexions sur l’article 489-2», op. cit.
– Comp. Ph. le T., «La responsabilité civile des personnes atteintes d’un trouble
mental», op. cit., nos 33 s. – Cass. 2e civ., 24 nov. 1973. Gaz. Pal. 1974, 1, 105, nota
Plancqueel, para un acceso de demencia de un encargado. – Cass. 2 e civ., 4 febr.
1981, Journ. not. 1981, 152, obs. Ph. le T. – V. supra no 1346). No obstante, el
sentido sería, sin duda, contrario en cuanto a un contrato celebrado intuitu
personæ que no puede ser ejecutado mas que el deudor que enfermó (Ophèle, op.
cit.). Pero, más generalmente, la Corte de Casación parece haber operado una
revocación al decidir que una enfermedad irresistible puede constituir una
circunstancia de fuerza mayor aunque no sea exterior al agente (Cass. 1 re civ.,
10 febr. 1998, prec. supra no 1807). Esta evolución es una consecuencia de la
potenciación del elemento irresistibilidad en el trío tradicional (supra no 1807).
1824
Enfermedad de un trabajador y contrato de trabajo. Si, en un tiempo, la
enfermedad prolongada de un trabajador había sido considerada como una fuerza
mayor que implicaba la terminación del contrato de trabajo sin las indemnizaciones
de preaviso y despido (Cass. soc., 14 dic. 1960, Bull. civ. IV, no 1181), la
jurisprudencia actual no conserva más este análisis criticable. Hoy se entiende que
la terminación por el empleador del contrato de trabajo, de un trabajador que no
está disponible por un largo período en razón de una enfermedad, se puede
analizar como un despido que causa el derecho al pago de la indemnización
convencional por despido sin justa causa, salvo disposición en contrario de la
convención colectiva (Cass. soc., 11 dic. 1990, Bull. civ. V, no 634. – Cass. soc.,
5 junio 1996, Gaz. Pal. 1996, 2, pan. 206. – V. sobre la evolución en la materia,
Couturier, op. cit., no 181). La solución es la misma en la medida en que la ausencia
del trabajador obligó al patrono a sustituirlo efectivamente (Cass. soc., 21 mayo
1985, Bull. civ. V, no 305 et Cass. soc., 30 jul. 1986, Bull. civ. V, no 347, 2 a
contrario). Finalmente, la declaración, por un médico, de falta de idoneidad del
trabajador no cuenta con el carácter de imprevisibilidad, que autoriza la ruptura,
antes de tiempo, del contrato celebrado a término fijo (Cass. soc., 23 mar. 1999,
Bull. civ. V, no 136. – Cass. soc., 12 jul. 1999, Bull. civ. V, no 344).
§ 1. Fuerzas de la naturaleza
54
55
1° DEL AIRE
1827
Tempestades, tormentas, huracanes y ciclones. Una tempestad irresistible e
imprevisible es el típico caso de un acontecimiento de fuerza mayor (Cass. 2 e civ.,
5 enero 1994, Bull. civ. II, no 13. – Cass. 3e civ., 11 mayo 1994, Bull. civ. III, no 94. −
CA Versailles, 30 oct. 2003, RJDA 2004, no 405, huracanes en el puerto de Havre,
imprevisibles e irresistibles).
La caída de un árbol sano tras una tormenta se debe a un caso de fuerza mayor
(Cass. 3e civ., 29 junio 1988, Bull. civ. III, no 119. – CA Versailles, 2 jul. 1999, prec.
supra no 1813; debido al rayo). Pero no es el caso si el tronco era viejo y la altura
del árbol anormal, si tenía ramas muertas que impusieran al propietario medidas
de conservación (CA Colmar, 21 junio 1932, DH 1932, 482), si el árbol tenía un vicio
oculto (Cass. 2e civ., 5 mayo 1975, Gaz. Pal. 1975, 2, 528) o no estaba a la
distancia reglamentaria (CA Amiens, 8 jul. 1953, D. 1953, 760).
La tormenta que según la ONM no es excepcional, no constituye un caso de
fuerza mayor (CA Paris, 26 nov. 1946, JCP G 1947, 3444, cortó una empalizada. –
Cass. 2e civ., 17 abr. 1975, Bull. civ. II, no 108, caída de una valla publicitaria sobre
un automóvil. – CA Paris, 14 junio 1996, D. 1975, 465; Gaz. Pal. 1997, 1,
somm. 148, cortes de electricidad. – Cass. 1re civ., 29 mayo 2001, RDMAT 2001,
143, malas condiciones meteorológicas, anunciadas con el tiempo debido, no son
irresistibles). Del mismo modo, una tormenta que interrumpe las comunicaciones
telefónicas, aunque excepcionalmente violenta, no exonera de su responsabilidad a
la UGP que no hizo todo lo que estaba a su alcance para transmitir las apuestas del
hipódromo (Cass. 1re civ., 5 febr. 1957, D. 1957, 178. – Rappr. CA Paris, 30 junio
1958, D. 1958, 678. – Contra CA Paris, 8 mar. 1954, D. 1954, 294). Un ciclón, que
dio lugar a la caída de una grúa sobre un edificio, no es una causa de exoneración
dada la ausencia del carácter imprevisible (había sido anunciada por el servicio
meteorológico) ni irresistible (habría sido posible desmontar parcialmente la grúa:
Cass. 2e civ., 18 mar. 1998, D. 1998, IR 113; Bull. civ. II, no 97).
1828
Viento. El viento será un caso de fuerza mayor siempre que no haya sido posible
evitar sus consecuencias (CA Paris, 11 febr. 1914, DP 1919, 2, 13. – Cass. 2e civ.,
1er jul. 1970, D. 1970, somm. 216) y que no haya sido previsible (T. com. Sète,
19 jul. 1960, D. 1961, 411, este no es el caso del mistral en el puerto de Sète). El
viento sólo será un caso de fuerza mayor si se establece que su violencia presentó
una intensidad extraña en la región en cuestión o si los inconvenientes generados
no podían conjurarse (Cass. req., 23 jul. 1935, DH 1935, 540. – Cass. 2e civ., 17 abr.
1975, D. 1975, 465, nota A. D.; Bull. civ. II, no 108. – Cass. 3e civ., 29 junio 1988,
Bull. civ. III, no 119, centenares de robles arrancados. – CA Besançon, 15 febr. 1995,
Gaz. Pal. 1996, 2, somm. 546, no es el caso. – T. com. Paris, 20 mar. 1997, Gaz.
Pal. 1998, 1, somm. 228, viento de 112 km/h, fuerza mayor que exime al fabricante
55
56
de un camión del accidente ocurrido a este). De igual forma, el viento que impulsa
las arenas a invadir una propiedad situada cerca del mar no constituye un caso de
fuerza mayor porque el inconveniente resultante de la arena habría podido evitarse
(Cass. civ., 8 abr. 1941, DH 1941, 210. – Para humo que baja sobre la carretera y
causa una colisión de vehículos, CA Caen, 17 abr. 1964, JCP G 1964, 13850).
56
57
B. Cuestión de impactos
1° REBOTES DE PLOMO
1832
Distinciones. El impacto de una bala perdida de un fusil no puede ser un caso de
fuerza mayor más que en el supuesto de tiros extraños que no podían ser
previstos, al menos en la caza, cuando presentan las características de una fuerza
mayor (Cass. civ., 9 dic. 1940, DH 1941, 33. – CA Poitiers, 18 dic. 1950, D. 1951,
46. – CA Bourges, 6 mar. 1957, D. 1957, 292).
Sería diferente si, según las circunstancias, no era imprevisible (CA Angers,
8 febr. 1934, Gaz. Pal. 1934, 1, 644. – T. Chartres, 18 junio 1941, DA 1942, 13, tiro
cerca de una carretera de suelo endurecido, de un poste eléctrico y de árboles. –
CA Lyon, 11 febr. 1954, D. 1954, 359, en una madera. – Cass. 2e civ., 2 nov. 1961,
D. 1962, 48. – V. sobre la responsabilidad de los cazadores cuando no se identifica
al autor del daño, supra nos 1723 s).
57
58
Pal. 1942, 1, 44. – Cass. crim., 27 febr. 1963, D. 1963, somm. 102; Gaz. Pal. 1963,
2, 178). Pero los jueces de fondo deben destacar claramente las características de
ésta (Cass. 2e civ., 3 febr. 1966, D. 1966, 319, nota Tunc; RTD civ. 1966, p. 542,
obs. Rodière). Sin embargo, la mayoría de las decisiones confirmaban la
responsabilidad del automovilista: el lanzamiento de gravillas no es un caso de
fuerza mayor ya que puede ser prevenido y evitado (not. Cass. 2 e civ., 3 febr. 1966,
prec. – Cass. 2e civ., 20 nov. 1974, JCP G 1975, IV, 10). De otra parte, el propietario
del vehículo que lanzó la piedra no puede ser condenado como guardián de ésta
última (contra CA Montpellier, 14 agosto 1940, DA 1941, 123); el guardián es el
servicio de vías. El hecho de las cosas no es del todo extraño a la materia y la
jurisprudencia ha considerado que el daño causado por las piedras resulta del
hecho de la cosa (el carro) sujeta a la guarda de su conductor (v. infra nos 7788 s.).
Por lo demás, en una de estas situaciones, el vehículo se encuentra implicado
según la ley del 5 de julio de 1985 (v. infra no 8109).
1834 reservado
A. Violencia de hecho
1835
División. Entre todas las violencias de hecho a las cuales la jurisprudencia les ha
dado el título de fuerza mayor (2°), un lugar particular debe reservarse a la huelga
(1°).
1° HUELGA
1836
e
Bibliografía. Obras. H. Sinay et J.-C. Javillier, La grève, 2 éd., Sirey, 1984. –
B. Teyssié, La grève, Dalloz, 1994. Artículos. P.-H. Antonmattei, «Quand la grève
devient un cas de force majeure», Dr. soc. 1997, p. 377. – A. Bouziges, «L’évolution
de la force majeure en droit du travail», Mél. J. Savatier, Puf, 1992, 85.
1837
Reenvío. V. sobre el abuso del derecho a la huelga, infra nos 6902 s.
1838
Irresistibilidad. Los principios relativos a la irresistibilidad se aplican a la huelga:
si se limita, simplemente, a hacer más difícil la ejecución de los contratos, no habrá
fuerza mayor (Cass. req., 22 abr. 1909, DP 1913, 1, 36. – CA Rouen, 23 enero 1967,
Gaz. Pal. 1968, 1, p. 313. – CA Paris, 11 mayo 1988, D. 1988, IR 169. – CA Riom,
6 junio 1995, JCP G 1995, IV, 2602, la SNCF podía y debía avisar a los viajeros del
retardo previsible y decidir el desvío del tren.) Así pues, una huelga ocurrida mucho
tiempo antes de la fecha prevista para la entrega de un apartamento no es
irresistible, puesto que el largo plazo que resultaba permitía recuperar el retraso
que resultó de la cesación de labores (Cass. 1 re civ., 16 mayo 1977, Bull. civ. I,
no 229). Asimismo, aquella que se termina antes de la fecha de la prestación
prometida (CA Paris, 5 oct. 2001, D. 2001, IR 3174). La irresistibilidad se admite
más fácilmente para una empresa nacional con un monopolio que para una
empresa privada. Lo anterior por dos razones principales: una empresa privada
puede generalmente compensar su prestación con un competidor (Cass. soc.,
20 abr. 1948, Gaz. Pal. 1949, 1, 285. – CA Paris, 7 jul. 1978, BT 1978, 514) y, sobre
todo, porque las huelgas de los servicios públicos son frecuentemente la
consecuencia indirecta de decisiones del Estado. La huelga, a menudo, se
reconoció como irresistible para la empresa de electricidad (Cass. com., 21 nov.
1967, D. 1968, 279, nota Sinay. – CA Lyon, 8 nov. 1979 et CA Paris, 4 junio 1980,
prec. supra no 1810. – Cass. ch. mixte, 4 febr. 1983, prec. supra no 1808. – Cass.
1re civ., 24 enero 1995, prec. supra no 1817); a veces, para la SNCF (Cass. soc.,
11 enero 2000, Peugeot, D. 2000, IR 53; Bull. civ. V, no 16, huelga motivada por la
reforma de la seguridad social y de una duración excepcional); o para el servicio de
58
59
correos (CA Versailles, 13 sept. 2001, JCP E 2002, pan. no 18. – Contra CA Aix-en-
Provence, 12 dic. 2000, D. 2002, 607, nota Fehrenbach-Andreani, ya que el servicio
de correos habría podido ejecutar algunos medios de sustitución). Cuando la huelga
es general en una profesión la situación es equivalente a la de un monopolio pues
el recurso a competidores es imposible y hace que la fuerza se convierta en una
fuerza mayor.
1839
Imprevisibilidad. La huelga debe estallar repentinamente, lo que la hace
imprevisible (Cass. req., 24 junio 1925, DH 1925, 486. – Cass. 1re civ., 6 oct. 1993,
JCP E 1994, 600, nota Antonmattei, huelga sin preaviso. – Cass. 1 re civ., 11 junio
1996, Bull. civ. I, no 242, id.), o prolongarse de una forma excepcional (Cass. com.,
12 junio 1979, Bull. civ. IV, no 195. – Cass. com., 6 mar. 1985, Bull. civ. IV, no 90). La
imprevisibilidad se aprecia, generalmente, al momento de la formación del contrato
(Cass. com., 21 nov. 1967, prec. – CA Rouen, 27 abr. 1978, Gaz. Pal. 1979, 1,
somm. 260. – CA Lyon, 8 nov. 1979, CA Paris, 4 junio 1980, prec., para EDF, huelga
imprevisible. – Cass. ch. mixte, 4 febr. 1983, Bull. civ. ch. mixte, nos 1 et 2, id.,
pero los fallos sobre este aspecto son menos convincentes que sobre la
irresistibilidad). Si la huelga no tenía ninguna razón particular para ser prevista al
momento de la formación del contrato, ella es imprevisible aunque sea frecuente
en algunos sectores.
Cuando el estado de las relaciones sociales de la empresa se deterioraba al
momento de la celebración del contrato, la huelga no es imprevisible (CA Paris, 3
mayo 2002, RJDA 2002, no 986). A fortiori se hace el mismo entendimiento cuando
la huelga se había anunciado (Cass. com., 6 mayo 1997, prec. supra no 1815) o
había comenzado al momento de la contratación (Cass. 1 re civ., 10 nov. 1971,
JCP G 1972, 17079, nota Rodière, para una agencia de viajes. – CA Riom, 6 junio
1995, prec., en presencia de una huelga de empleados de una sociedad que
ocupaba el ferrocarril, correspondía a la SNCF poner todos los medios a su
disposición para garantizar el respeto del pliego de condiciones; CA Paris, 3 mayo
2002, prec.).
1840
Exterioridad. La huelga puede ser una fuerza mayor con respecto a un asalariado
o un tercero, siempre que no sea el resultado de una culpa del empleador (CA
Poitiers, 12 enero 1903, D. 1903, 2, 389. – Cass. soc., 20 oct. 1976, Bull. civ. V,
no 499. – Cass. soc., 13 dic. 1978 et Cass. soc., 18 enero 1979, D. 1979, IR 327. obs.
Langlois. – Cass. soc., 29 enero 1981, D. 1981, IR 429, obs. Langlois). En efecto, si
el cese de actividades resulta de aquélla, no sería exterior (CA Paris, 14 dic. 1964,
JCP G 1965, 14076). Algunas veces se juzga, más ampliamente, que una huelga de
la empresa no puede constituir una causa de exoneración cuando falta el elemento
exterioridad (CA Paris, 5 oct. 2001, prec.). Una huelga de los guardianes de prisión
es un caso de fuerza mayor para el concesionario del establecimiento
penitenciario, siempre que sea exterior a la administración y ésta no disponga de
ningún medio para impedir el acontecimiento (CA Paris, 18 mayo 1995, D. 1995,
IR 183).
1841
Huelga que justifica la terminación de un contrato. En algunas situaciones, la
huelga de los asalariados de una de las partes puede constituir, para el otro
contratante, una causa legítima de ruptura del contrato cuando, de manera
reiterada, pierden su regularidad la organización y el manejo de tiempos
convenidos (CA Paris, 11 mayo 1987, D. 1987, IR 140, condena a la Ópera de París
a pagar los daños e perjuicios causados al director de la orquesta quien debió
renunciar a espectáculos porque los ensayos de la orquesta no pudieron ser
efectuados en condiciones regulares debido a la amenaza permanente de un
conflicto de trabajo). De otro lado, la huelga puede constituir una culpa grave del
trabajador, lo cual justifica la ruptura del contrato de trabajo (infra no 3577).
59
60
60
61
B. Violencia de derecho
61
62
requerimiento (Cass. soc., 30 dic. 1954, D. 1955, somm. 77; Bull. civ. III, no 629. –
Cass. civ., 7 abr. 1954, D. 1954, 385. – CA Paris, 17 junio 1987, JCP E 1988, I,
16988, decisión que tendía a diferir una serie de emisiones porque la sociedad de
TV en cuestión había celebrado un contrato en violación del pliego de condiciones).
El hecho del príncipe sólo constituye un caso de fuerza mayor si cumple las tres
características: exterioridad, imprevisibilidad e irresistibilidad (CA Paris, 8 sept.
1995, D. 1995, IR 258, no en Esp.), a lo cual debe añadirse una condición particular
y es que debe tener legitimidad la autoridad que impone su hecho.
1847
Condición: legitimidad de la autoridad. Para constituir una causa de
exoneración de la responsabilidad, es necesario que la orden provenga de una
autoridad legítima (Cass. com., 25 febr. 1957, D. 1958, 1, nota Ripert. – Cass. soc.,
2 jul. 1954, D. 1954, 632. – Rappr. C. pen., art. L. 122-4, al. 2), incluso si es
extranjera (CA Paris, 8 sept. 1995, motivos, prec., decisión de un Estado
extranjero). Además, debe tratarse de una autoridad pública competente. De ahí
que obedecer las órdenes sindicales no pueda, en ningún caso, constituir una
causa de irresponsabilidad (T. civ. Douai, 6 abr. 1948, Gaz. Pal. 1949, 1, 31), en
particular, cuando participaron de un piquete que impidió el funcionamiento de los
servicios de seguridad de una mina. Del mismo modo, el vínculo de subordinación
no constituye, por sí mismo, una causa de exoneración en favor del empleado que
participó a sabiendas de la culpa de su empleador (Cass. 2 e civ., 11 febr. 1971,
Bull. civ. I, no 53; RTD civ. 1971, 847, obs. Durry, subvalorando el volumen de
negocios. – Cass. crim., 27 junio 1976, Bull. crim., no 229. – Cass. crim., 12 enero
1977, Bull. crim., no 18. – Cass. ass. plén., 14 dic. 2001, Cousin, D. 2002, nota
J. Julien; JCP E 2002, no 275, nota Brière).
1848
Límite a la ilegalidad del mandato. Cuando la orden de la autoridad legítima es
ilegal, es necesario hacer una distinción. Si no hay medio para sustraerse a la
ejecución de esta orden, porque la misma está garantizada por la fuerza, se trata
de un acontecimiento insuperable y, entonces, constitutivo de fuerza mayor. Por el
contrario, si era posible desobedecer la orden, quien obedece no puede
excepcionar fuerza mayor. En todos los casos la válvula de la legalidad no debería
funcionar más que cuando se trate de un caso de ilegalidad manifiesta (v. C. pen.,
art. L. 122-4, al. 2).
1849
Aplicación en materia de circulación por carreteras. Lo importante es
distinguir: si se trata de una orden dada por los agentes de tránsito a un conductor
de un automóvil para que tome una determinada vía o para ejecutar determinada
maniobra que se muestra perjudicial, la orden no puede revestir el carácter de
fuerza mayor para el conductor obediente salvo que no pudiera retirarse y que no
le hubiera sido permitida ninguna libertad para la elección de los medios de
ejecución (CA Besançon, 19 mayo 1949, Gaz. Pal. 1949, 2, 66, no es el caso. –
T. paix Neufchâtel-en-Bray, 4 abr. 1951, D. 1952, 225, nota H. L., fuerza mayor. –
Cass. civ., 14 nov. 1963, JCP G 1964, 13490, nota Esmein, id. para la orden dada de
violar el derecho de prioridad).
62
63
acción peligrosa en interés general, pero esto no implica que los derechos de
terceros puedan ser lesionados (nota Lalou, DP 1922, 2, 50). No se trata de un
hecho justificativo. Estos principios fueron objeto de múltiples aplicaciones, de
manera particular, cuando la Administración acordó una autorización o una
concesión y fueron legalizados en el campo particular de la responsabilidad por
productos defectuosos contenida en el artículo 1386-10 del Código Civil (infra
no 8444).
SUBSECCIÓN
63
64
64
65
65
66
SUB-SECCIÓN
3. HECHO DE LA VÍCTIMA
1861
Bibliografía. −Tesis. − C. André, Le fait du créancier contractuel, préf. G. Viney,
LGDJ, 2003. − B. Bonjean, Le fait personnel non fautif dans le droit de la
responsabilité civile, Grenoble, 1973. – C. Lapoyade-Deschamps, La responsabilité
de la victime, préf. A. Tunc, Bordeaux, 1977. – J. Moreau, L’influence de la situation
et du comportement de la victime sur la responsabilité administrative, Lgdj, 1957.
− Artículos. − F. Chabas, «Fait ou faute de la victime?», D. 1973, chron. 207. –
J. Fossereau, «L’incidence de la faute de la victime», RTD civ. 1963, 7. – S. Hocquet-
Berg, «Gardien cherche force majeure… désespérément…», Resp. civ. et assur.
2003, chron. no 12. − F. Leduc, «La cause exclusive», Resp. civ. et assur. 1999,
chron. 17. – B. Puill, «Les caractères du fait non fautif de la victime», D. 1980,
chron. 157.
1862
Plan. La distinción realizada con respecto del hecho del tercero puede ser
retomada: El hecho de la víctima es, algunas veces, la causa exclusiva del daño (I)
o una de las causas del daño (II). Después de estudiar dicha distinción,
encararemos dos cuestiones aledañas que son la aceptación de riesgos (III) y los
convenios de asistencia (IV), para precisar sus consecuencias en relación con la
indemnización de la víctima.
§ 1. Principios
1863
Exoneración total. Cuando el hecho de la víctima aparece como la causa
exclusiva del daño «absorbe la totalidad de la causalidad», salvo cuando se trata
de accidentes de tránsito (infra nos 8130 s.). En verdad, hay allí una situación de
fuerza mayor para el demandado (en este caso la exoneración total solo es posible
si el hecho alegado responde de manera íntegra a esta figura). El demandado se
exonera totalmente: de su parte, no hay hecho generador de responsabilidad, a
pesar de la apariencia contraria (Cass. 2 e civ., 4 mar. 1992, Bull. civ. II, no 74. –
Cass. 2e civ., 20 enero 1993, Bull. civ. II, no 21. – Cass. 2e civ., 5 enero 1994, Gaz.
Pal. 1994, pan. 142. – Cass. 1re civ., 19 mar. 1996, Bull. civ. I, no 141, esquiador que
se lanza a un obstáculo por un exceso de velocidad – Cass. 2 e civ., 29 mayo 1996,
D. 1997, 213, nota Blanc, peatón herido por un tranvía que circula por la vía que le
corresponde y al cual la ley del 5 de julio de 1985 no le es aplicable [ infra no 8092].
– TGI Grenoble, 9 enero 1997, Gaz. Pal. 1999, somm. 671. – Cass. 2e civ., 17 dic.
1997, Bull. civ. II, no 321, la víctima se dirigió a la residencia del autor de la
infracción, lo insultó y lo golpeó; afectado, este último tomó un revólver y disparó
66
67
1864
Indiferencia del carácter culposo del hecho de la víctima. No es necesario
que el hecho de la víctima sea culposo siempre que reúna las características en ser
imprevisible e irresistible (Cass. 2e civ., 7 dic. 1963, D. 1964, 569, nota Tunc; JCP G
1965, 14075, nota Dejean de la Bâtie. – Cass. 2 e civ., 16 oct. 1968, Bull. civ. II,
no 244. – Cass. 2e civ., 21 dic. 1970, D. 1971, 381. – Cass. 1re civ., 31 enero 1973,
Bull. civ. I, no 41). Sin embargo, la afirmación merece ser matizada por la
constatación de que en la práctica el hecho de la víctima es, en la mayoría de los
casos aunque no siempre, una verdadera culpa que no ha sido calificada por el
juez. De otro lado, la Ley del 19 de mayo de 1998 no exonera totalmente de
responsabilidad al productor de hecho de productos defectuosos sino en presencia
de una culpa de la víctima (o de una persona de la cual ésta es responsable. –
C. civ., art. 1386-13. – V. cep. Sobre este art. y su posible interpretación, infra
nos 8447 s.).
1865
Indiferencia del fundamento invocado contra el demandado. El fundamento
invocado contra el demandado es indiferente: puede tratarse de un incumplimiento
contractual, bien de una obligación de medios o de resultado, porque la culpa
elimina toda causalidad entre el acto del deudor y el daño (CA Paris, 8 enero 1991,
JCP G 1992, II, 21788, nota Mémeteau, en materia médica. – Cass. 1 re civ., 17 junio
67
68
1997, Bull. civ. I, no 203, médicos y clínica. – Cass. com., 1 er jul. 1997, RJDA 1997,
no 1478, contrato informático. – CA Versailles, 19 sept. 1997, DA 1997, 1351, vente.
– Cass. 1re civ., 13 nov. 1997, Bull. civ. I, no 308, el hecho de que un cliente de un
notario simule un elemento, disminuye la responsabilidad de este último.– Cass. 1 re
civ., 8 dic. 1998, JCP E 1999, pan. p. 202, culpa de un cliente de un salón de belleza
que se quema bajo la ducha. – CA Paris, 11 mar. 1998, Gaz. Pal. 1999, 1,
somm. 189, culpa de un viajero. – CA Paris, 9 junio 1999, Nav. Mamer, DMF 2000,
326, obs. Coste, el encargado de la clasificación de navíos no es responsable del
siniestro ocurrido cuando el armador no había procedido a los trabajos
recomendados en un término preciso. – Cass. 1 re civ., 9 nov. 1999, D. 1999, IR 266;
Defrénois 2000, p. 251, obs. D. Mazeaud, culpa de un paciente acostado en la mesa
de un examen de radiología. – Comp. Principios del Derecho europeo de los
contratos, art. 9.504; V. Perruchot-Triboulet, dans C. Prieto, Regards croisés …,
op. cit., 521. − V. sobre la intromisión culpable de una autoridad contratante, infra
nos 4583 s.). Pero se aplica, sobre todo, a supuestos de responsabilidad
extracontractual (Cass. 2e civ., 19 febr. 1992 et Cass. 2e civ., 4 mar. 1992; Cass. 2e
civ., 20 enero 1993; Cass. 2e civ., 29 mayo 1996; TGI Grenoble, 9 enero 1997; CA
Versailles, 21 abr. 2000; CA Toulouse, 6 nov. 2001; Cass. 2e civ., 27 mar. 2003;
Cass. 2e civ., 18 mar. 2004; Cass. 2e civ., 24 febr. 2005, Thisong, tous prec. supra
no 1863).
La Corte de Casación se muestra bastante rigurosa para admitir la exoneración
total del guardián a partir de un control sobre la imprevisibilidad y el carácter
inevitable del hecho de la víctima (supra nº 1863) y en atención a la noción de
guardia. Esta posición se justifica porque consideraciones extraídas de una
responsabilidad subjetiva no deberían interferir en un régimen objetivo de
responsabilidad (comp. - Berg hocquet, artículo prec., busca suprimir la fuerza
mayor de las causas de exención del guardián). Pero otra causa de exoneración
total del guardián, bastante lamentable, se encuentra en la teoría del rol pasivo de
la cosa. El guardián puede demostrar que su cosa no jugó más que un papel
pasivo, lo que equivale a eximirle de establecer una causa extraña.
1866
Culpas recíprocas. Es posible que las demandas de dos personas que se
causaron daños recíprocamente no sean atendidas, precisamente, con fundamento
en tal situación. Sin embargo, en tal caso es necesario que los jueces de fondo
evalúen la responsabilidad que le incumbía a cada parte de conformidad con la
gravedad de las culpas imputadas (Cass. 1re civ., 17 junio 1997, prec. – V. Para la
reparación en dicha circunstancia infra no 2261. – Adde para la hipótesis del caño
causado entre guardianes infra no 7896).
§ 2. Ejemplos
1867
Culpa de un viajero. La culpa de un viajero exonera totalmente cuando es la
causa exclusiva del daño. El transportador tiene la carga de probar la culpa y sus
características (Cass. 1re civ., 26 junio 1990, Bull. civ. I, no 181. – Adde CA Paris,
27 junio 1997, Gaz. Pal. 1999, somm. 189, sobre el fundamento delictual, el viajero
culpable que no tiene tiquete de transporte. – CA Paris, 27 jul. 1997, Gaz. Pal. 1997,
somm. 412, id. – CA Paris, 26 sept. 1997, Gaz. Pal. 1999, somm. 188, id. – Cass. 1re
civ., 6 oct. 1998, Bull. civ. I, no 269, id.). Que la culpa del viajero libera al
transportador parece totalmente legítimo, no sólo porque está dentro de la lógica
de la obligación de resultado sino, también, en razón de la sensatez: ¡Cada uno
debe velar por su propia seguridad! (R. Rodière, «¡Viajeros, velad por ustedes!», D.
1971, chron. 45). Así pues, comete una grave impudencia el viajero que atraviesa
la vía de una estación que cuenta con pasos subterráneos (CA Versailles, 2 febr.
2001, D. 2001, IR 832); quien intenta subir o descender de un tren en marcha
(Cass. 1re civ., 9 mar. 1977, D. 1977, IR 260. – Cass. 1re civ., 23 junio 1979, Bull. civ.
I, no 31. – Cass. 1re civ., 23 oct. 1979, D. 1979, IR 20. – Cass. 1re civ., 25 mayo 1983,
Bull. civ. I, no 158. – CA Paris, 15 oct. 2001, D. 2001, IR 3399. − CA Paris, 17 nov.
68
69
2003, Gaz. Pal. 2004, somm. 2104); quien no tomó las precauciones especiales que
impone su estado (Cass. 1re civ., 6 oct. 1964, D. 1965, 21, nota Esmein, 2 esp., en
el 1º un viajero ciego, en el segundo una persona «de una gran edad». – CA
Colmar, 13 mar. 1973, JCP G 1974, 17749, nota Rodière. – CA Paris, 1 er mar. 1974,
JCP G 1975, 17922. – CA Paris, 27 junio 1997 et CA Paris 26 sept. 1997, CA Paris,
11 mar. 1998, préc); o incluso que se duerme (Cass. civ., 22 nov. 1965, D. 1966,
212, en un autobús).
1868
Culpa de una persona que desconoce una prohibición de entrar en un local
o en una propiedad. El propietario o el arrendatario de un inmueble que habían
prohibido expresamente el ingreso son exonerados de los daños de la víctima que,
al omitir la prohibición, cometió una culpa que originó el perjuicio. La jurisprudencia
se refiere, principalmente, a personas que, al cruzar los linderos de una propiedad,
fueron mordidas por un perro (Cass. req., 20 enero 1904, DP 1904, 1, 568, la
víctima había sido avisada del peligro por el portero. – Cass. 2 e civ., 29 abr. 1969,
JCP G 1969, 16088, letrero. – Cass. 2e civ., 25 enero 1978, Bull. civ. II, no 23, id.;
además, el propietario se había negado a abrir la puerta y la víctima cruzó otra. –
Cass. 2e civ., 17 febr. 1992, Bull. civ. II, no 53, la víctima conocía la «ferocidad» del
perro. – Contra Cass. 2e civ., 5 mayo 1976, Bull. civ. II, no 144, ya que el propietario
parecía haber autorizado a la víctima a cruzar el cerco). En otros fallos se producen
beneficios a circunstancias diferentes (Cass. 2 e civ., 9 abr. 1957, Bull. civ. II, no 313,
menor herido por un golpe de fuego de un empleado que destruye animales
nocivos. – Cass. 2e civ., 10 oct. 1973, Bull. civ. II, no 253, minero que cae en un
hoyo. – Cass. 2e civ., 21 oct. 1976, JCP G 1976, IV, 362, menor que juega sobre una
vía férrea. – Cass. 2e civ., 18 dic. 1995, D. 1996, IR 35; Bull. civ. II, no 315, persona
que entra en una propiedad privada, a pesar de la prohibición, y se accidenta en el
hundimiento de un puente. – CA Toulouse, 5 oct. 1999, JAMP 2000/1, p. 82, menor
que entra en una propiedad no cercada y cae en la piscina. – Contra Cass. 2e civ.,
21 nov. 1990, Bull. civ. II, no 243, menor herido por la caída de una piedra en una
obra, en ausencia de cercamiento, y porque los lazos de amistad que había
establecido con el empresario le permitían pensar que la prohibición de ingreso no
le concernía).
§ 1. Principios
1870
Toma en consideración la culpa de la víctima. Cuando el demandado ha
cometido una culpa o se presume responsable, se tiene en consideración la culpa
de la víctima que ha contribuido a la realización del daño. No obstante, aun es
necesario que la culpa de la víctima sea realmente probada, lo cual le corresponde
verificar a los jueces de fondo. (CA Riom, 10 febr. 1994, JCP G 1995, IV, 99,
ausencia de culpa. – CA Nîmes, 3 mar. 1994, JCP G 1995, 22492, nota Bories, culpa
de un ciclista herido después de haber chocado con un peatón). La Corte de
Casación efectúa su control sobre este punto (Cass. 2 e civ., 9 dic. 1992, Bull. civ. II,
69
70
no 305, cass. Pues la culpa estaba caracterizada. – Cass. 2 e civ., 16 febr. 1994, D.
1994, IR p. 80, imprudencia al dejar entrar a un desconocido pero ausencia de nexo
directo con la agresión. – Cass. 2e civ., 22 mar. 1995, JCP G 1995, IV, 1265, cass.
del fallo que no tiene en cuenta la culpa cometida por la víctima para disminuir la
reparación a la cual tiene derecho, dado que esta culpa no presentaba las
características de la fuerza mayor). Hay concurso en las causas del daño: El
demandado verá su obligación de indemnizar reducida en función de la gravedad
de la culpa cometida por la víctima y de la suya propia si es que ha cometido una
(CA Caen, 19 febr. 1991, JCP G 1992, IV, 1308, culpa del arrendatario de un
almacén y de la víctima. – CA Paris, 25 enero 1994, Gaz. Pal. 1994, 2, somm. 609,
culpa de un comerciante que vendía petardos a un minero, en violación de un fallo
de la prefectura, y de la víctima que había empapado de alcohol los petardos y sus
pantalones. – CA Paris, 17 junio 1994, Gaz. Pal. 1995, 1, somm. 67, explosión de
una pipeta de gas, responsabilidad compartida de la víctima, el propietario del
edificio y el fabricante. – Adde en materia contractual, Cass. com., 10 enero 1995,
Worms, Bull. civ. IV, no 10, comparten responsabilidad entre los banqueros solvens
y accipiens tras una transferencia equivocada. – Cass. com., 10 enero 1995, Hédan,
D. 1995, IR p. 41; Bull. civ. IV, no 7, entre el titular de una tarjeta bancaria y su
banco tras la pérdida de la tarjeta). Un equívoco merece ser aclarado: La expresión
tradicional de la exoneración parcial es impropia: en efecto, es la indemnización del
perjuicio lo que puede ser parcial pero la obligación de reparar permanece íntegra
(en las proporciones del perjuicio que el responsable haya causado efectivamente).
La culpa de la víctima es usualmente una causa de limitación de la indemnización
(v. sobre este punto. L. Bloch, L’exonération en droit de la responsabilité civile, th.,
Bordeaux 2003, passim).
El responsable no puede invocar por primera vez la causa de exoneración parcial,
extraída de la culpa de la víctima, ante la Corte de Casación (Cass. 1 re civ., 6 junio
2000, Bull. civ. I, no 175).
1871
Justificación. ¿Cómo justificar esta división de responsabilidad que implica
racionalmente una responsabilidad de la víctima hacia sí misma? (Josserand, «La
responsabilité envers soi-même», DH 1934, chron. 73). La norma del artículo 1382
es inoperante puesto que impone no dañar a «otros». De igual forma, ampararse
en el artículo 1383 (como lo hizo CA Paris, 8 dic. 1982, Gaz. Pal. 1982, 2, 640) no es
pertinente pues si este artículo no consagra expressis verbis otros sentidos, sólo
puede ser entendido siguiendo el del artículo 1832. En realidad, ningún texto
puede ser utilizado. La jurisprudencia ha creado un imperativo específico según el
cual la víctima es ligada, ella misma, por una obligación de velar por su propia
seguridad; algunos fallos emplean esta fórmula (ej. Cass. 2 e civ., 8 mar. 1995, D.
1995, somm. 232, obs. Delebecque; Bull. civ. II, no 82). Este imperativo existe tanto
en materia contractual (el ejemplo del contrato de transporte lo muestra bien)
como en materia extracontractual. Pero, por fortuna, fue descartado para los
trabajadores por la jurisprudencia en materia de seguridad social (infra n° 3565).
1872
Críticas y remedios. Este principio del Derecho Positivo puede parecer criticable.
En efecto, la evolución de sus fundamentos se tradujo en una eliminación de la
responsabilidad del autor del daño quien es, hoy, el más protegido. De manera
paradójica, solo la víctima va a sufrir personalmente las consecuencias de sus
culpas que contribuyeron a la realización del daño. Ahora bien, la víctima ya está
afectada, lo cual seguramente no eligió, y sufre a menudo en su cuerpo. Consterna
que el derecho lo asuma sin más. Tunc, a menudo, había denunciado con énfasis
esta situación, de manera particular en el ámbito de los accidentes de tránsito. Es
«el mundo al revés» (Lapoyade-Deschamps, th. prec., 354): El principio de
responsabilidad no se aplica a los que generan en riesgo (como los conductores-
autores), pero sí se ejerce contra los que se exponen al mismo (las víctimas).
Por ello, nos alegramos de las soluciones adoptadas para los accidentes de
tránsito en la Ley nº 85-677 del 5 de julio de 1985 (infra nos 8187 s.), de la cuales
70
71
habíamos expresado nuestro deseo (Ph. le T., La resp. civ., 3e éd., 1982, no 766). En
este campo, el principio es que a la víctimas, excepto los conductores de vehículos,
no se les puede oponer su propia culpa, mucho menos si se trata de ataques contra
su persona (L. 5 jul. 1985, art. 3, al. 1er; pero no respecto de los ataques de bienes
para los cuales la culpa de la víctima puede limitar o excluir la reparación según
que ella haya sido causa parcial o exclusiva del accidente: L. 5 jul. 1985, art. 5).
Solo varía la situación anterior en el caso de una culpa inexcusable que haya sido
la causa exclusiva del accidente (id.); o, todavía, para las víctimas más escasas
(menos de 16 años o más de 70 años y, sin importar la edad, personas afligidas de
una incapacidad al menos igual al 80%), solo una culpa intencional puede hacer
fracasar su indemnización. (L. 5 jul. 1985, art. 3, al. 2 et 3). Pero esta ley no rige en
todos los asuntos relativos a responsabilidad (infra nos 8063 s.).
1873
Límites. En ciertas circunstancias, la maniobra de la víctima, que sin embargo
contribuyó a la realización del daño, no puede ser tenida en cuenta para disminuir
el monto de la obligación indemnizatoria del autor principal. Lo anterior sucede
cuando su libre arbitrio es eclipsado en razón de las circunstancias: piense en el
pánico durante un incendio que da lugar a conductas desordenadas e infortunadas
(CA Paris, 1er jul. 1983, Gaz. Pal. 1984, 1, somm. 40). Es una culpa si se tiene en
cuenta que un buen padre de familia habría conducido el pánico (infra no 6707. –
Pero v. en materia de accidentes de tránsito la posición paradójica de Cass. 2 e civ.,
7 junio 1989, D. 1989, 559, nota Aubert; Bull. civ. I, no 120, al juzgar de
inexcusable, a pesar de su desventaja mental, la culpa cometida por un peatón que
atravesó una glorieta saltando los carriles de seguridad; et infra nos 8190 s.)
De igual forma, la división de responsabilidad en razón de una culpa de la víctima
es, a veces, descartada en la hipótesis en la cual la conducta del autor del daño es
constitutiva de una infracción penal: así, la culpa no intencional de la víctima no
elimina la responsabilidad civil del autor de una infracción intencional (Cass. crim.,
4 oct. 1990, D. 1990, IR 284. – V. en los otros casos infra no 1879). Se trata de
evitar que el delincuente pueda obtener beneficio alguno de la infracción que ha
cometido.
1874
Recuérdese: oponibilidad de la culpa de la víctima a las víctimas del daño
«reflejo». La culpa de la víctima principal, que da lugar a una responsabilidad
compartida de la misma con otra persona, coautor del daño, es oponible a sus
prójimos, víctimas de un daño «reflejo» (supra nos 995 s.).
§ 2. Aplicaciones
1875
Diversidad de concursos de responsabilidad. La culpa probada de la víctima
puede encontrarse en conflicto con una culpa del demandado (1º). Sucede también
que se encuentra en concurso con la responsabilidad presunta del mismo (2º).
Finalmente, en otras hipótesis, son dos responsabilidad presuntas las que se
presentan, aquella del demandado y la de la víctima; el ejemplo típico está en la
colisión de vehículos: esta cuestión será examinada con la responsabilidad general
del hecho de las cosas guardadas. (infra nos 7892 s.).
a. Generalidades
1) Principio de división
1876
Reducción de la indemnización. En presencia de culpas probadas, tanto de la
víctima como del demandado, la responsabilidad del daño es divida entre ambos,
tanto en materia contractual como extracontractual (ej. Cass. com., 22 mayo 2000,
JCP E 2000, p. 1140, nota Le Corte, a propósito de la culpa de un mandatario. CA
71
72
Paris, 7 oct. 2005, Gaz. Pal. 2005, 23 abr., culpa de un odontólogo). No hay
entonces una culpa común, como se ha pretendido a menudo, sino dos culpas
diferentes que contribuyeron de manera separada a provocar el daño. En
consecuencia, la indemnización de la víctima será disminuida aunque no suprimida
totalmente (Cass. req., 17 sept. 1940, Gaz. Pal. 1940, 56. – Cass. 1re civ., 14 dic.
1982, Bull. civ. I, no 355; RTD civ. 1983, 342, obs. Durry. – CA Paris, 27 oct. 1995,
Gaz. Pal. 1996, 149, nota J.-G. M. – Cass. com., 28 nov. 1995, Bull. civ. IV, no 272. –
Cass. 3e civ., 14 junio 1995, Bull. civ. III, no 143. − Cass. 2e civ., 11 abr. 2002, Bull.
civ. II, no 77. − Cass. 2e civ., 22 mayo 2003, D. 2004, 523, nota Beaugrendre, 1re
esp.). Esta disminución sólo se refiere a las indemnizaciones definitivas y no a las
provisionales (Cass. crim., 22 febr. 1951, D. 1951, 400). No se trata de una facultad
dejada a la discrecionalidad de los tribunales sino, según la Corte de Casación, de
una obligación en cuento constatan la existencia de una culpa de la víctima. La
división de la responsabilidad es hoy un principio general de la atribución de
culpas.
Los tribunales tienen hoy una tendencia muy evidente, en caso de incertidumbre
sobre las responsabilidades, a admitir la división de culpas, aunque el juicio de
Salomón pueda difícilmente constituir un modelo (comp. Carbonnier, «La justice de
Salomon», Flexible droit, 8e éd., 1998, 386). Por lo demás, su mérito principal reside
en que aquello tuvo lugar para ser ejecutado (Schaeffer, JCP G 1972, I, 2503, no 54).
Esta tendencia debe acercarse a la que se manifiesta en materia correccional con
la concesión de un plazo en caso de duda.
2) Condiciones de la división
1877
La culpa de la víctima respecto del autor. La culpa de la víctima que reduce la
responsabilidad del demandado es, evidentemente, una culpa respecto de este
último. Si se tratara de una culpa hacia un tercero no implicaría una división de la
responsabilidad (Cass. req., 9 nov. 1936, DH 1936, 585). Poco importa que la
víctima sea menor: en cuanto se dota de capacidad de discernimiento, la división
de la culpa puede ser opuesta (Cass. 2 e civ., 8 junio 1994, Bull. civ. II, no 151).
Puesto que la jurisprudencia admite la existencia de una responsabilidad
contractual, la culpa del demandado puede ser tanto contractual como
extracontractual (Cass. 1re civ., 30 mar. 1994, Bull. civ. I, no 134).
Cuando el autor del daño cometió una culpa intencional, es justo que sólo se le
permita invocar una culpa de la misma naturaleza de la víctima (en este sentido
Lapoyade-Deschamps, th. prec., 160. – Cass. crim., 4 oct. 1990, Bull. crim., no 331. –
Cass. crim., 16 mayo 1991, Bull. crim., no 208. – Contra CA Versailles, 17 junio
1987, JCP E 1988, II, 15109, nota Rocca). Es el autor de una culpa imprudente,
culposa, quien podrá presentar en su defensa cualquier tipo de culpa de la víctima.
Pero la culpa intencional de la víctima podría exonerar totalmente al autor del
daño: la víctima habría voluntariamente buscado el daño y la culpa del autor
dejaría de ser una causa adecuada; desde el punto de vista de la casualidad, es
absorbida por la culpa de la víctima (rappr. Cass. 1 re civ., 16 oct. 1984, Bull. civ. I,
no 266, negligencias del notario provocadas por el comportamiento fraudulento del
cliente).
1878
Incitación o provocación de la víctima. La culpa de la víctima puede consistir
en una provocación (infra no 1983), o en una incitación (sin que la máxima Nemo
auditur… pueda ser aplicada con utilidad: Cass. 1 re civ., 14 dic. 1982, RTD civ.
1983, 342, et supra no 1760. – Pero contra Cass. com., 7 dic. 1982, Bull. civ. IV,
no 403, rechaza equivocadamente la acción del instigador del acto dañoso). Sin
embargo, cuando la víctima no está en condiciones de comprender el daño al cual
se expone, el hecho de que haya generado el acto no puede tener por efecto la
exoneración del autor del accidente, quien debió rechazar la situación. Es así
responsable de la totalidad del daño quien, a petición de un niño de diez años,
lanza en su dirección la punta del asta de una bandera con lo cual el niño pierde
uno de sus ojos (CA Lyon, 16 oct. 1948, D. 1949, somm. 5. – Rappr. Cass. 1re civ.,
72
73
b. Ilustraciones
1) Culpa de un viajero
73
74
1884
División de la responsabilidad. Hay división de la responsabilidad en presencia
de culpas del transportador y del viajero (Cass. 1 re civ., 28 nov. 1955, D. 1956, 173,
nota Savatier. – CA Versailles, 9 mayo 1979, Gaz. Pal. 1980, 2, somm. 605. – CA
Versailles, 18 junio 1979, Gaz. Pal. 1980, 1, somm. 187. – CA Paris, 3 mayo 1990,
Gaz. Pal. 1994, 1, somm. 106, viajero que no había tomado la precaución para
evitar que su equipaje se cayera). Por el contrario, no es una culpa el hecho de
dejarse sorprender por las puertas del tren (Cass. 1 re civ., 4 mar. 1963, Bull. civ. I,
no 138. – Cass. 1re civ., 20 oct. 1969, D. 1970, 33) o de un autobús (Cass. 1 re civ.,
21 abr. 1970, D. 1970, somm. 205).
74
75
III. Aceptación de riesgos
1891
Bibliografía. Tesis. J. Honorat, L’idée d’acceptation des risques dans la
responsabilité civile, préf. J. Flour, Lgdj, 1969. Artículos. P. Esmein, «De l’influence
de l’acceptation des risques pour la victime éventuelle d’un accident», RTD civ.
1938, 394; «L’idée d’acceptation des risques en matière de responsabilité civile»,
RID comp. 1952, 683. – S. Hocquet-Berg, «Vers la suppression de l’acceptation des
risques en matière sportive», Resp. civ. et assur. 2002, chron. 15.
§ 1. Principios
1892
75
76
76
77
1985, Bull. civ. II, no 114. – Cass. 2e civ., 22 mar. 1995, prec., categórico a propósito
de una salida en bicicleta. – CA Grenoble, 3 abr. 1995, Gaz. Pal. 1995, somm. 524,
obs. Melin-Soucramanien, id. – Cass. 2e civ., 28 mar. 2002, Bull. civ. II, no 67, juego
improvisado por mineros. − Contra Cass. 2e civ., 15 abr. 1999, prec.). De otra
parte, la responsabilidad por el hecho de las cosas no se descarta cuando el
deporte constituye una actividad pedagógica bajo el control u la autoridad de un
monitor (Cass. 2e civ., 4 jul. 2002, D. 2003, 519, nota Cordelier, aplicación del
artículo 1384, el autor del daño era… el monitor; el comentarista juzga la teoría de
la aceptación de los riesgos arbitraria e inútil, de suerte que propone su supresión.
V. también para este fallo, Hocquet-Berg, art. prec.). Por último, algunos fallos no la
aplican sino cuando la cosa constituye el medio de desplazamiento de los
jugadores o algo que ellos se lanzan recíprocamente, como un balón (CA Limoges,
25 nov. 1993, D. 1995, somm. 62, obs. Mouly, considera las 3 exclusiones). A pesar
de la apariencia, esta solución es lógica: la culpa es la causa de exoneración pero
el criterio de comparación se destaca para los deportes violentos y competencias
(v. supra no 1893).
1895
Aceptación contractual de los riesgos. Una aceptación contractual de los
riesgos vale como una cláusula exonerativa de responsabilidad para los simples
daños materiales que resultan de una culpa ordinaria. Por otro lado, excluye toda
obligación de resultado y transforma, aquella que habría ligado normalmente al
deudor de un contrato, en una obligación de medios (infra nos 3264 s.).
§ 2. Aplicaciones
1896
Ámbitos. La noción de aceptación de riesgos se invoca, sobre todo, en dos
ámbitos: los cuidados médicos (A) y la práctica de deportes (B).
A. Operaciones, cuidados y tratamientos médicos
1897
os
Bibliografía. Tesis. J. Honorat, op. cit., n 57 s. Artículos. F. Alt-Maes,
«L’information médicale du malade au cœur de la distinction entre responsabilité
délictuelle et responsabilité contractuelle», RD sanit. soc. 1994, 381. – F. Bouvier,
«Le consentement à l’acte thérapeutique: réalités et perspectives», JCP G 1986, I,
3249. – C. Daver, «De la relation de confiance à l’obligation d’information:
… quelques réflexions sur la genèse d’une obligation», Cah. dr. entr. 2001/1, p. 20.
– L. Guignard, «Les ambiguïtés du consentement à l’acte médical en droit civil»,
RRJ 2000/1, p. 45. – E. Nahon, «L’obligation d’information du médecin et de
l’avocat», Gaz. Pal. 2002, 1, doctr. 285. – R. Nerson, «Le respect par le médecin de
la volonté du malade», dans Mél. G. Marty, 1978, 853. – S. Porchy, «Lien causal,
préjudices réparables et non-respect de la volonté du patient», D. 1998,
chron. 379. - Adde les ouvrages sur la responsabilité médicale cités infra no 4202.
1898
Reenvío. V. sobre la responsabilidad médica infra nos 4204 s.
77
78
78
79
médica (Cass. 1re civ., 18 jul. 2000, prec. − Contra CA Toulouse, 28 enero 2002,
JAMP 2002/2, p. 447, obs. J. Julien).
Como antes, la obligación de información cesa en «los casos de urgencia,
imposibilidad o negativa del paciente a ser informado» (Cass. 1re civ., 7 oct. 1998,
prec. – Cass. 1re civ., 22 mayo 2002, Bull. civ. I, no 142, imposibilidad de la
obligación que resulta de que la necesidad de proceder a una endoscopia
complementaria surgió durante una intervención. – Cass. 1re civ., 26 oct. 2004, Bull.
civ. I, n°236, la imposibilidad resulta de un error no culpable de diagnóstico); y, de
igual forma, como es obvio, sobre los riesgos «totalmente imprevisibles» (Cass. 1 re
civ., 18 dic. 2002, Bull. civ. I, no 314, cirujano).
Con independencia de las revocaciones precedentes, siempre se ha admitido que
el experto debe evaluar los riesgos, incluso excepcionales, y obviamente aplicar
todo para evitar su realización (Cass. 1re civ., 20 enero 1987, prec.). Además, si el
estado psicológico del enfermo no le permite tener un conocimiento exacto del
diagnóstico, el médico debe conservar el secreto (C. déont. méd., art. 35), incluso
hoy, y satisfacer al paciente con vagas informaciones, reservando la verdad para la
familia. Estos límites a la información deben ser fundados sobre razones legítimas y
sobre el interés del paciente, el cual debe «apreciarse en función de la naturaleza
de su patología, de su evolución previsible y de la personalidad del enfermo» (Cass.
1re civ., 23 mayo 2000, Bull. civ. I, no 159). Pero, incluso en el último caso referido,
el médico no debe deformar la realidad cuando habla con el paciente (comp. CA
Versailles, 10 junio 1999, D. 1999, IR 225). En presencia de una contraindicación
terapéutica, se desplaza la transparencia que, aunque buscada en todos los casos,
no siempre parece deseable. Además, es evidente que el médico no puede
informar a su paciente sino los riesgos que puede conocer, habida cuenta de los
datos de la ciencia médica, respecto de los cuales el juez debe colocarse para
enjuiciar los posibles fallos a este respecto (Cass. 1 re civ., 7 jul. 1998, Resp. civ. et
assur. 1998, no 393, 1re esp. − Comp., para el fabricante de un medicamento, CA
Paris, 18 mar. 2004, Gaz. Pal. 2004, 1217). Por último, el médico no está obligado a
convencer a su paciente del peligro de el acto médico que aquel demanda (comp.
Cass. 1re civ., 18 enero 2000, D. 2001, 3359, nota Mathieu-Izorche; Bull. civ. I,
no 13).
1902
Prueba de la información. A partir de una jurisprudencia reiterada desde 1951
(Cass. 1, 29 mayo 1951, D. 1952, 53, nota crit. Savatier), la Corte de Casación
decidió en 1997 que le corresponde al experto probar la buena ejecución de su
obligación de información sobre la naturaleza de las investigaciones, intervención o
tratamientos considerados, así como sobre los riesgos que puedan derivarse (Cass.
1re civ., 25 febr. 1997, Hédreul, Bull. civ. I, no 75; RGDA 1997, 852, obs. Rémy;
revocación; sobre reenvío, CA Angers, 11 sept. 1998, D. 1999, 46, nota Penneau;
sobre recurso, Cass. 1re civ., 20 junio 2000, D. 2000, IR 198; Bull. civ. I; no 193. –
Adde Cass. 1re civ., 14 oct. 1997, Guyomar, prec.; Cass. 1re civ., 17 febr. 1998, Mme
Vérité, prec.; Cass. 1re civ., 27 mayo 1998, D. 1998, 530, nota Laroche-Gisserot;
Bull. civ. I, no 187. – CA Toulouse, 8 mar. 1999, prec. − CA Toulouse, 11 febr. 2002,
RFD méd. 2002/8, 215, obs. Villeneuve. − CA Toulouse, 18 mar. 2002, JAMP 2002/2,
451, obs. Villeneuve). La ley del 4 de marzo de 2002 (prec.) legalizó esta solución
(C. santé publ., art. L. 1111-2, al. 7). Se trata de un hecho respecto del cual hay
libertad probatoria (Cass. 1re civ., 14 oct. 1997, Guyomar. – L. du 4 mar. 2002, C.
salud pública., art. L. 1111-2, in fine. – Ej. Cass. 1re civ., 4 enero 2005, D. 2005,
IR 170, conjunción de presunciones). A pesar de lo anterior, el médico
(especialmente el cirujano) debe tomar la precaución de redactar un documento
que comprenda estos elementos expuestos de la manera más clara posible y de
forma adecuada al paciente (las fórmulas preimpresas y estandarizadas deben
evitarse), de las cuales sería prudente que se envíe un ejemplar por correo al
paciente, salvo en caso de urgencia. Este documento no opera como un eximente
de responsabilidad (prohibidos en la materia) pero comporta la prueba de la buena
ejecución de la obligación de información. Por el contrario, corresponde aún a los
enfermos probar el defecto de la información del experto en un hospital público
79
80
80
81
el médico que prescribe como sobre el médico que realiza la prescripción (Cass. 1 re
civ., 29 mayo 1984, Bull. civ. I, nos 177 et 178. – Cass. 1re civ., 14 oct. 1997, prec.).
La regla figura hoy en el Código de Deontología Médica del 6 de septiembre de
1995 (Cód. de Deontología Méd., art. 64). Para el equipo propiamente dicho, las
situación es diferentes pues, a menudo, el enfermo no trata más que con su
director: en este caso es evidente que el deber de información sólo puede ser
cumplido por este.
1905
Consentimiento a los cuidados. Informado, el enfermo debe expresar su
decisión: rechazar el tratamiento o la operación propuesta por el médico, lo que es
su derecho en sentido estricto (Cass. 2 e civ., 10 mar. 1997, Bull. civ. II, no 75) o, por
el contrario, consentir: El inciso 2 del artículo 16-3 del Código Civil lo preceptúa
expresamente (v. también C. déont., D. 6 sept. 1995, art. 36). El artículo L. 1111-4
del Código de Salud Pública (réd. L. no 2002-303, 4 mar. 2002, prec.) aporta
múltiples precisiones a este respecto. Por su conocimiento informado (gracias a la
información recibida), el paciente acepta los riesgos del acto médico previsto
(Cass. 1re civ., 8 nov. 1955, JCP G 1955, 9014, nota Savatier. – Cass. 1 re civ., 11 oct.
1988, JCP G 1989, 21358, nota Dorsner-Dolivet, categórica. – CA Paris, 20 febr.
1992, D. 1993, somm. 30, obs. Penneau. – CA Paris, 10 dic. 1992, Gaz. Pal. 1994, 1,
somm. 349). Lo anterior en todos los casos salvo la necesidad absoluta,
principalmente en caso de urgencia, cuando la víctima no está en condiciones de
dar su consentimiento (C. civ., art. 16-3, al. 2, in fine) y ningún familiar pudo ser
informado (Cass. 1re civ., 30 junio 1958, Bull. civ. I, no 342. – CE, 6 dic. 1978, D.
1979, IR 111, obs. Moderne. – V. la referencia a la urgencia en Cass. 1re civ.,
14 enero 1992, Bull. civ. I, no 16; et dans CE, 5 enero 2000, Telle, prec.). En los
demás casos, el régimen aplicable al médico no puede ser otro que el de la
responsabilidad cuasi-delictual (puesto que es imposible considerar que un
contrato se celebró entre él y el paciente).
La aceptación dada por el enfermo comporta, de manera implícita, la aceptación
de modificar la naturaleza de la operación en el curso de una intervención, según
sea necesario al descubrir el estado exacto de los órganos (CA Rouen, 17 dic. 1970,
D. 1971, 152, nota Savatier. – CA Paris, 18 dic. 1980, D. 1981, IR 256. – Cass. 1re
civ., 27 oct. 1982, Bull. civ. I, no 307), con la condición de que haya urgencia o
necesidad (Cass. 1re civ., 11 oct. 1988, prec. – Cass. 1re civ., 14 enero 1992, prec.).
El consentimiento al acto médico resulta de la primacía de la persona humana,
como lo manifiesta el artículo tratado del Código Civil. Es autónomo en relación con
el contrato de cuidados, de suerte que no está determinada su decisión con
respecto a la existencia de los mismos.
1906
Negativa a los cuidados. En principio, la negativa del paciente no puede ser
transgredida y el médico no comete ninguna infracción si la respeta (Cass. crim.,
3 enero 1973, D. 1974, 591, nota Levasseur. – L’art. L. 1111-4 du C. santé publ.,
réd. L. 4 mar. 2002, prec., consagró esta solución). No obstante, el médico no debe
inclinarse muy fácilmente ante la decisión: debe tratar de hacer «razonar» al
paciente, de inducirlo a cambiar de opinión (comp. Cass. 1re civ., 7 nov. 1961, Bull.
civ. I, no 508) y desplegar todo lo necesario para que tome conciencia de las
consecuencias de su negativa (C. déont. méd., art. 33 et 36. – Comp. CE, 29 jul.
1994, Gaz. Pal. 1995, 1, pan. 72, sanción disciplinaria contra el médico que, por un
tratamiento con remedios ilusorios, remitió tarde al paciente donde un especialista;
respetar la voluntad del paciente no dispensa al médico de dar los cuidados
convenientes que utilicen los métodos científicos más apropiados. – V. también
sobre la negativa a los cuidados, como culpa eventual de la víctima, supra
nos 1886 s.).
1907
Posibilidad de desconocer la negativa a los cuidados. La frontera es difícil de
trazar, tanto más cuando el respeto a la autonomía de la persona está en
81
82
82
83
reglas que dispone el estado del arte sean observadas (CA Colmar, 24 junio 1975,
D. 1976, 249, nota Ph. le T., categórico – Cass. 1re civ., 30 sept. 1997, D. 1997,
IR 217; Bull. civ. I, no 259). Toda culpa del médico implica su responsabilidad (infra
no 4215).
83
84
84
85
1916
Distinción y reenvío. Conviene distinguir la responsabilidad de los deportistas y
los jugadores entre ellos (1º), su responsabilidad y la de los organizadores de
eventos deportivos respecto de los espectadores (2º) y, finalmente, la
responsabilidad de los empresarios y explotadores hacia los usuarios de animales o
aparatos para el juego o el deporte (3º).
Se entiende que la aceptación de los riesgos descarta, en principio, la
responsabilidad por el hecho de las cosas (supra no 1894).
V., en cuanto a la responsabilidad de la asociaciones deportivas que están a cargo
de organizar, dirigir y controlar la actividad de sus miembros en el cuerpo de las
competencias y entrenamientos, infra n° 7359.
85
86
– Un participante en un curso de ciclistas (CA Rouen, 28 mar. 1973, Gaz. Pal.
1973, somm. 291);
– Un participante en un curso de vacas (Cass. 2 e civ., 26 junio 1961, Gaz. Pal.
1963, 342);
− Un participante en un curso de caballos (Cass. 2 e civ., 16 junio 1976, JCP G
1977, 18585, nota Bénabent. – Cass. 2e civ., 8 nov. 1976, JCP G 1977, 18759. –
Cass. 2e civ., 9 jul. 1986, Bull. civ. II, no 112. – CA Paris, 3 nov. 1989, Gaz. Pal. 1993,
somm. 332. – CA Versailles, 19 enero 2001, D. 2001, IR 909);
− Un participante en un curso de balsas en un río (CA Toulouse, 2 oct. 2001,
JAMP 2002/1, p. 172, obs. J. Julien);
– Un participante en una escuela de vela (CA Paris, 30 mayo 1978, Gaz. Pal.
1978, 389);
– Un participante en una caza común (T. civ. Seine, 18 enero 1932, DH 1932,
174. – CA Montpellier, 21 oct. 1933, DH 1934, somm. 23);
– Un participante en una caza con desplazamiento (CA Paris, 13 mayo 1998, prec.
supra no 1893);
– Y, asimismo, un participante en un concurso de carts (TGI Laval, 11 mayo 1971,
D. 1971, somm. 143. – Contra T. civ. Rocroi, 4 mar. 1947, DC 1947, somm. 19. – CA
Angers, 24 jul. 1942, JCP G 1942, 1998).
1918
Límite: la violación de las reglas del juego y los riesgos anormales. En la
práctica de los deportes y los juegos colectivos, la teoría del riesgo aceptado
supone que las reglas de juego fueron observadas: el jugador no supuso que
autorizaba los riesgos anormales que resultaban de la inobservancia de dichas
reglas. La aceptación voluntaria del riesgo por los jugadores no podría incluir, fuera
de los daños normales y previsibles del juego, las culpas graves susceptibles de
modificar el carácter esencial de camaradería, lealtad y desinterés y que dan lugar
a la aplicación de la ley penal (CA Rouen, 31 mar. 1993, JCP G 1994, IV, 1978, muy
nítido, a propósito de un partido de fútbol: «Uno de tales comportamiento
anormales no podría entenderse como un riesgo aceptado».– CA Orleáns, 30 nov.
1994, JCP G 1995, IV, 1222, lección de equitación que no fue interrumpida a pesar
de las señales innegables dadas por el animal de que estaba encabritándose:
riesgos anormales. – CA Douai, 16 dic. 1999, prec., bien motivada en sentido
contrario. – CA Paris, 9 dic. 2002, Resp. civ. et assur. 2003, no 91, obs. Radé,
brutalidad excesiva, riesgo anormal no aceptado. − Rappr. Cass. 2e civ., 8 mar.
1995, D. 1995, IR 99; JCP G 1995, 22499, nota Gardach, Naufragio de un buque: el
riesgo de muerte constituye un riesgo anormal).
Cuando hay una relación directa de causa a efecto entre la culpa y el daño, el
deportista podrá demandar la reparación del perjuicio sufrido. Pero si la víctima
acepta deliberadamente correr un riesgo anormal entonces comete una culpa, al
menos de imprudencia, y da lugar a una división de la responsabilidad con el autor
del daño (ej. CA Chambéry, 6 junio 1978, JCP G 1980, 19286, nota Sarraz-Bournet,
esquiador informado que acepta participar en cursos muy peligrosos).
La debilidad del riesgo no debe confundirse con su anormalidad: la escasez de un
accidente no significa que sea anormal. Además, una culpa regulada por las
normas de juego (ej. Un tiro al arco [penalti]) no implica necesariamente una culpa
civil en cuanto el jugador no cometió una torpeza voluntaria, ni dio un golpe de
forma desleal o en condiciones que crean un riesgo anormal. Por último, la torpeza
en la práctica de un deporte no es, en sí misma, constitutiva de una culpa (CA
Grenoble, 22 enero 1979, Gaz. Pal. 1979, 2, 557, alpinista que lanza una cuerda. –
Cass. 2e civ., 28 enero 1987, Bull. civ. II, no 32).
El principio sentado por el reglamento que organiza la práctica de algunos
deportes, según el cual la violación de las reglas de juego se deja a la valoración
del árbitro, no priva al juez civil, cuando se presenta una acción de responsabilidad
fundada en la culpa de uno de los jugadores, de su libertad para apreciar si el
comportamiento constituyó una infracción a las reglas del juego con miras a
hacerlo responsable (Cass. 2e civ., 10 junio 2004, Bull. civ. II, n° 296, encuentro de
86
87
polo).
1919
Exceso en el deporte o el juego. Entre las culpas que modifican el carácter del
juego o del deporte y dan lugar a la responsabilidad, la jurisprudencia ofrece
algunos fallos relativos al exceso deportivo o lúdico, en particular:
–En un partido de fútbol (Cass. 2e civ., 27 junio 1984, Bull. civ. II, no 123. – CA
Paris, 26 febr. 1986, D. 1987, somm. 466, obs. J. Mouly, por el contrario, el exceso
no es probado. − CA Toulouse, 9 junio 1998, JAMP 1999/1, no 4966, obs. Leroy. −
TGI Périgueux, 26 mar. 2002, Gaz. Pal. 2002, somm. 1931, «comportamiento
desleal y brutal». − CA Toulouse, 17 sept. 2002, JAMP 2003/1, p. 165, obs. J. Julien,
«culpa cometida con la previsión consciente de que la misma daría lugar a un
perjuicio para la víctima». − CA Paris, 9 dic. 2002, prec.);
–En un partido de rugby (rugby: T. corr. Toulouse, 4 junio 1949, Gaz. Pal. 1949,
somm. 34, ¡Un jugador tuvo la oreja partida por la mordedura de un adversario! –
CA Bordeaux, 22 enero 1931, DP 1931, 2, 45, nota Loup, un jugador causa la
muerte de su camarada tirándolo al suelo cuando no tiene nada que hacer para
moderar el impulso, atenuar la potencia de la presión y carga inmediatamente a la
víctima con la presión de su cuerpo.– Adde CA Toulouse, 10 febr. 1977, Gaz. Pal.
1977, 279);
– En un encuentro de entrenamiento de water-polo (Cass. 2e civ., 31 mar. 1965,
Gaz. Pal. 1965, 49, 1re esp.);
– En un partido de tenis (CA Paris, 17 febr. 1988, D. 1988, IR 80);
– En una carrera hípica (Cass. 2e civ., 19 mar. 1997, D. 1999, somm. 88, obs.
J. Mouly; RTD civ. 1997, 666, obs. Jourdain);
− Durante un «curso» en montaña (Cass. 2e civ., 18 mayo 2000, Bull. civ. II,
o
n 85; riguroso ya que no se establecía realmente la culpa. – V. sobre este fallo
Gonzalvez, «La présomption de faute du grimpeur qui chute: une solution en
sursis?», art. prec.);
– En la práctica de kárate (Cass. 2e civ., 23 sept. 2004, Bull. civ. II, n° 435,
violación de reglas de ese deporte).
1920
Acción del jugador o deportista contra el tercero culpable. De ninguna
manera, la aceptación de los riesgos prohíbe al deportista o al jugador pretender la
reparación contra el tercero que ha actuado con culpa (por ej. otro esquiador: CA
Chambéry, 4 enero 1979, JCP G 1980, 19285). Generalmente, pretenderá contra la
organización de un encuentro o de un curso (infra nos 1921 s.) o, incluso, contra el
entrenador del deporte (infra no 1941. – V. también CA Amiens, 9 enero 1998, Gaz.
Pal. 1998, somm. 200, leçon d’ULM: la aceptación de los riesgos no valida la
utilización de un equipo defectuoso). La aceptación de los riesgos deja que subsista
la responsabilidad del deudor culpable que ejecuta mal una de sus obligaciones (v.
en materia médica infra nos 4204 s.), por ej. en relación con la obligación de
seguridad.
La máxima Volenti non fit injuria no se aplica en este caso. La víctima no estuvo
de acuerdo en hacer más laxa la diligencia debida por el deudor. La aceptación de
los riesgos no es, por sí sola ni en sí misma, una causa de exoneración parcial del
deudor (Cass. 1re civ., 7 nov. 1967, Bull. civ. I, no 326, muy claro. – Cass. 1 re civ.,
6 enero 1987, Bull. civ. I, no 7, instructor de montaña, culpa de un alpinista. – Cass.
1re civ., 10 febr. 1987, D. 1987, somm. 466, obs. Wagner. – CA Paris, 17 junio 1987,
D. 1987, 554, culpa de un centro al aire libre. – TGI Versailles, 10 sept. 1999, JCP G
2000, 10329, nota Carius). Sólo habría tal exoneración si constituye, realmente,
una culpa de la víctima (Cass. 2 e civ., 25 junio 1980, Bull. civ. II, no 163). Esto es lo
que, con buen juicio, precisa el Código Civil de Quebec: «La aceptación de los
riesgos por la víctima aunque puede, habida cuenta de las circunstancias,
considerarse una imprudencia, no implica ninguna renuncia a su acción contra el
autor del perjuicio.»
Si el carácter culpable de la aceptación de los riesgos por la víctima no se
87
88
establece y, por el contrario, se verifica una culpa del organizador o del director, la
responsabilidad de este último debe dirigirse a la totalidad del perjuicio. Aquí se
aplica el derecho común de la responsabilidad civil, es decir, que una culpa
cualquiera (no calificada) del deudor es suficiente para hacerlo responsable.
1921
Ilustración: el incumplimiento contractual del organizador. El
incumplimiento contractual del organizador de una actividad deportiva o lúdica
puede ser invocado por el deportista o jugador. Pero, si bien se admite incluso la
existencia de una obligación de seguridad en su beneficio, esta es de medios (ej.
Como recuerdos categóricos, Cass. 2e civ., 27 mayo 1999, Bull. civ. II, no 104, rally
de motos. – Cass. 1re civ., 22 junio 1999, Bull. civ. I, no 207, asoc. de pesca. – Cass.
1re civ., 7 mar. 2000, Resp. civ. et assur. 2000, no 194. – CA Paris, 17 abr. 2000, D.
2000, IR 154, instructor de esquí. – CA Versailles, 5 abr. 2002, RJDA 2002, no 949, y
sobre el recurso Cass. 1re civ., 25 enero 2005, D. 2005, IR 459, rally automovilístico;
el organizador había hecho previamente el reconocimiento del trayecto, la
presencia de un artefacto explosivo era fortuita. − Comp. infra nos 1925 s.; 1934 s.).
La víctima debe demostrar positivamente la culpa de su contratante.
Jurisprudencia relativa a organizaciones de las siguientes actividades:
–Un curso de ciclismo (Cass. 1re civ., 27 mayo 1952, JCP G 1952, 7275, nota
Rodière. – 12 jul. 1954, Gaz. Pal. 1954, 264. – CA Lyon, 11 dic. 1974, Gaz. Pal.
1975, somm. 111. – CA Paris, 23 nov. 1983, Gaz. Pal. 1984, somm. 207. – Cass. 1re
civ., 16 dic. 1997, Bull. civ. I, no 377; ninguna medida había sido tomada para que
los ciclistas pudieran circular por la izquierda sin riesgo);
– Autos (CA Poitiers, 29 junio 1983, D. 1984, 61, culpa por haber dispuesto los
manojos de paja delante de las barreras de seguridad, de tal suerte que no
garantizaban la seguridad de los concursantes y servían de trampolín a los autos).
– Toros (Cass. 1re civ., 23 nov. 1966, D. 1967, 313, nota M. Cabrillac);
– Regatas (Cass. 1re civ., 8 nov. 1983, D. 1984, IR 486, obs. Baron);
− Botes sobre río (CA Toulouse, 2 oct. 2001, prec.);
– Un paseo en el mar (Cass. 2e civ., 10 abr. 1991, Bull. civ. II, no 122);
– Caminantes (Cass. 2e civ., 18 dic. 1995, Bull. civ. II, no 315, ¡Debió haber
advertido a los excursionistas del peligro constituido por el estado de un puente
que se desfondó!);
– Bicicleta todo terreno (Cass. 2 e civ., 2 febr. 1999, Resp. civ. et assur. 1999,
o
n 108, pero en este caso no hubo incumplimiento probado. – CA Aix-en-Provence,
4 enero 2000, Gaz. Pal. 2000, somm. 1772, culpa probada: no había prevenido a la
víctima, inexperta, de la dificultad de una excursión en montaña);
– Una prueba de resistencia todo terreno en moto (Cass. 1 re civ., 15 jul. 1999,
Bull. civ. I, no 251, el organizador no puso en su lugar las adaptaciones necesarias
para impedir los accidentes o atenuar sus efectos).
– Un festival náutico (CA Paris, 23 dic. 1985, Gaz. Pal. 1986, somm. 368);
– Una excursión ecuestre (CA Paris, 3 febr. 1982, D. 1984, IR 186, obs. Wagner);
– Un concurso hípico (TGI Versailles, 10 sept. 1999, prec., culpa probada);
– Un encuentro de boxeo en el cual se omitió someter al boxeador a un examen
médico previo (TGI Paris, 26 junio 1973, D. 1974, 185, nota Rabinovitch, impl. – CA
Paris, 21 dic. 1933, D. 1935, 2, 64); supuesto en el cual se opuso un adversario
mucho más vigoroso (CA Aix-en-Provence, 8 dic. 1932, JCP G 1933, 229. – CA Paris,
21 dic. 1933, prec. – Comp. Cass. 1 re civ., 22 junio 1999, Bull. civ. I, no 214, combate
de sumo, no se probó culpa);
– Fútbol (Cass. 1re civ., 13 jul. 1982, D. 1983, 225, nota Agostini).
1922
Referencia particular a la culpa del organizador relativa al seguro. Una
culpa que se considera hoy, con frecuencia, contra el organizador de un evento
deportivo consiste en no dar aviso a los deportistas o jugadores de la ausencia
parcial o total de un seguro por los daños que pudieran sufrir y que tenían interés
88
89
en suscribir una póliza específica. De otro lado, la Ley 84-1610 del 16 de julio de
1984 impone a las «organizaciones deportivas» informar a sus integrantes de este
asunto y de tener a su disposición una serie de fórmulas de garantía (v. imputación
de responsabilidad al director por una falla en este sentido, Cass. 1re civ., 16 abr.
1975, Bull. civ. I, no 132, impl., et CA Paris, 25 mayo 1993, Gaz. Pal. 1994,
somm. 101, rally automovilístico. – Cass. 1re civ., 2 mayo 1979, Bull. civ. I, no 124.
impl., concurso de tiro al pichón. – CA Versailles, 10 nov. 1993, Gaz. Pal. 1996,
somm. 181, atletismo. – Cass. 1re civ., 13 febr. 1996, Bull. civ. I, no 84, club
ecuestre. – Cass. 1re civ., 4 febr. 1997, D. 1998, somm. 50, obs. Groutel, 3e esp.,
balonmano, imputa la «responsabilidad contractual» de la federación en favor de
un licenciado. – Cass. 2e civ., 19 mar. 1997, Bull. civ. II, no 89, más general a
propósito de un comité de empresa). La culpa del organizador es cierta, a fortiori,
cuando no hace suscribir un seguro individual a los deportistas mientras la ley le
impone tal obligación (TGI Paris, 26 junio 1973, prec., et CA Nîmes, 29 enero 1979,
D. 1979, IR 545, boxeo). El perjuicio sufrido por la víctima de la falla de los diversos
responsables es la pérdida de la oportunidad de una indemnización integral (Cass.
2e civ., 4 febr. 1997, prec. – Cass. 1 re civ., 7 abr. 1998, Bull. civ. I, no 147, para un
club de yudo).
89
90
espectadores que pagan por entrar a los eventos deportivos se vinculan por un
contrato con los organizadores (v. F. Rizzo, art. prec.). Una obligación de seguridad
pesa sobre estos últimos cuando los primeros pagan por un derecho de admisión
(Cass. 1re civ., 12 jul. 1954, JCP G 1954, 8331, carrera de caballos. – CA Aix-en-
Provence, 22 junio 1955, D. 1955, 600. – CA Paris, 7 junio 1963, prec.,
manifestación de un deporte hípico. – Cass. 1 re civ., 17 mayo 1965, D. 1966, 1, nota
Azard, encuentro de rugby. – Cass. 1 re civ., 1 febr. 1975, D. 1975, 533, nota
Ph. le T., espectáculo en un centro de atracciones. – Cass. 1 re civ., 18 nov. 1975,
JCP G 1976, IV, 15, espectador de un encuentro de fútbol que recibe un petardo
lanzado por una persona no identificada. – CA Paris, 27 junio 1964, JCP G 1964,
13893, nota Esmein, circo. – CA Rouen, 16 nov. 1982, prec., espectador atropellado
por un jugador de fútbol quien, en la persecución del balón, no pudo controlar su
impulso. – TGI Lyon, 25 junio 1985, D. 1986, 617, espectador de un partido de
fútbol que murió por la explosión de pólvora lanzada por un desconocido. – Cass.
1re civ., 29 dic. 1989, Gaz. Pal. 1991, somm. 158, obs. Chabas, Explosión de una
bomba en un cine). El caso del organizador de una reunión deportiva puede
asimilarse al del propietario de una discoteca (CA Chambéry, 30 abr. 2002, Resp.
civ. et assur. 2002, no 263), y al de un club de vacaciones que organiza temporadas
(Cass. 1re civ., 9 nov. 1969, JCP G 1969, 15915, nota Rabinovitch, deportes de
invierno. – CA Grenoble, 15 junio 1993, D. 1994, 239, nota Lebreton, de montaña. –
V. sobre el tema con respecto a niños infra nos 4328 s.).
1926
… de medios. La obligación de seguridad es de medios según la jurisprudencia
dominante. Esta solución es aceptable si se atribuye algún papel activo al
espectador (Cass. 1re civ., 23 nov. 1966, D. 1967, 313, nota M. Cabrillac,
participación de la víctima en una corrida de toros. − CA Chambéry, 30 abr. 2002,
prec.). Del mismo modo, el empresario podrá ser exonerado si establece la culpa
del espectador que se puso en peligro al ubicarse demasiado cerca de las
actividades de los jugadores o sin respetar las medidas de seguridad (Cass. 1 re civ.,
30 mar. 1994, Bull. civ. I, no 134, visitante de un parque zoológico que baja la
ventanilla del auto contrariado las disposiciones de seguridad): la aceptación
contractual de los riesgos (implícita) transforma entonces la obligación de resultado
en obligación de medios (v. supra no 1895)
Luego de permanecer en el terreno contractual (lo cual discutimos: v. infra
no 3309), la cualificación de la obligación como de medios nos parece criticable
fuera de estas circunstancias. El empresario de un espectáculo, de cualquier
naturaleza que sea (proyección de una película, pieza de teatro, concierto,
encuentro deportivo, atracciones diversas), debería ser titular de una obligación de
seguridad de resultado con respecto al espectador (CA Orléans, 19 abr. 1937, D.
1937, 292, una carrera de automóviles. – T. paix Paris, 8 mayo 1941, Gaz. Pal.
1941, 185, carrera de caballos. – T. civ. Vesoul, 28 junio 1955, Gaz. Pal. 1955, 168,
carrera de motos). El espectador sólo tiene un papel pasivo: se coloca en el lugar
que le fue asignado. Su participación no deja de ser ideal: es su espíritu más que su
cuerpo lo que viene a recibir satisfacciones; mientras que el aficionado de los
carros chocones busca un placer físico, el espectador es un observador pasivo que
no se propone, de ninguna manera, incluirse en los riesgos del juego: quiere, en
rigor, gritar o batir sus manos para animar o denigrar de un actor o de un equipo,
pero a esto se limita su participación; hace parte de la fiesta deportiva o de la
atracción pero sin asumir ningún riesgo, no ha previsto el riesgo de un accidente,
no espera encontrarse afectado después del espectáculo. Y si el contratiempo se
produjera, no quiere encontrarse en una situación desventajosa con la carga de
probar.
1927
Consecuencia. Corresponde a la víctima, según la jurisprudencia, probar que los
organizadores del evento deportivo faltaron a su obligación y no dispusieron un
sistema adecuado de seguridad (ej. TGI Lyon, 25 junio 1986, prec.). En la
valoración de la obligación de los organizadores, tendrán gran importancia las
90
91
1930
Culpa del deportista o del jugador. La víctima demanda al deportista o al
jugador pero siempre sobre el fundamento de una culpa. Pero la noción de culpa se
entenderá aquí en un sentido más estrecho. El jugador o el deportista, cuya
voluntad y fuerzas tienden hacia un objetivo, tiende que cometer actos que, en
momentos normales, serían culpas aunque aquí, durante la competencia, no lo son
(por ej. tomar curvas en plena marcha del automóvil: CA Poitiers, 3 mayo 1974,
91
92
Gaz. Pal. 1974, 784). El modelo abstracto de referencia siempre debe, en efecto,
ubicarse en las condiciones del agente (infra no 6707). Las mismas normas se
aplican con respecto de la danza cuando los espectadores pasivos son heridos (CA
Lyon, 9 enero 1973, prec. supra no 1924, farándula, división de la responsabilidad
pues si el bailarín no fuera autónomo en su comportamiento el espectador habría
debido guardar distancia. – Cass. 2e civ., 23 abr. 1975, D. 1975, IR 160, condena de
los bailarines debido a la violencia del ritmo y al peligro consecuencial).
Ante la ausencia de una orden municipal que reglamente especialmente la
circulación con ocasión de una carrera de ciclismo, los corredores y seguidores no
se liberan de la obligación de atenerse a las reglas del Código de Tránsito (CA
Montpellier, 6 febr. 1953, D. 1953, somm. 76. – Cass. crim., 6 enero 1954, D. 1954,
128. – CA Montpellier, 28 mayo 1971, prec.). El corredor puede, no obstante, ser
exonerado de toda responsabilidad cuando se podría normalmente pensar que la
asociación deportiva organizadora había tomado todas las precauciones necesarias
para asegurar la protección de los espectadores o habitantes de las poblaciones
vecinas (CA Grenoble, 13 enero 1933, Gaz. Pal. 1933, 500. – CA Orléans, 19 abr.
1937, DP 1938, 2, 68, nota Loup).
1931
Responsabilidad por el hecho de las cosas. Es posible, en ciertas
circunstancias, alegar la responsabilidad de los organizadores o de los jugadores
con fundamento en el inciso 1 del artículo 1384. Es el caso cuando un balón o una
bola de tenis es la causa del daño y se permite perseguir a los guardianes de
dichos objetos. Estos son, por otra parte, no el jugador torpe que lanzó el balón,
sino todos los jugadores colectivamente (Cass. 2 e civ., 20 nov. 1968, Bull. civ. II,
no 227, bola de tenis. – V. supra no 1730), de suerte que un jugador herido no podrá
demandar la reparación de su perjuicio a otro jugador, es decir, a otro guardián
(infra no 7871).
1932
Responsabilidad de los comitentes. Sucede que una asociación deportiva
utiliza los servicios de jugadores profesionales, es decir, que son asalariados. Puede
entonces ser responsable con fundamento en el inciso 5 del artículo 1384 pero en
la medida en que el propio deportista cometa una culpa (TGI Marseille, 6 oct. 1983,
D. 1983, IR 143, obs. Karaquillo). Por el contrario, esta solución se rechazó, con
justa razón, para el deportista aficionado (CA Montpellier, 10 mar. 1964, RFD aéreo
1964, 366; RTD civ. 1965, 124, obs. Rodière, miembro de un club aéreo). ¿Por qué?
Porque es difícil considerar que él participa en la actividad del comitente, es decir,
de la cual este conserva el control (criterio del vínculo de preposición: V. infra
nos 7497 et 7502). De cualquier forma, si el deportista es observado como el
funcionario de la asociación, sería necesario decidir que su exceso deportivo
exoneraría al comitente, de conformidad con el abuso de su función (v. sobre este
tema infra nos 7528 s.).
1932-1
Responsabilidad general por el hecho de otro; reenvío. V., en cuanto a la
responsabilidad general por el hecho de otro (C. civ., art. 1384, al. 1 er in medio), de
asociaciones deportivas que están a cargo de organizar, dirigir y controlar la
actividad de sus miembros durante las competencias y entrenamientos, infra n°
7359.
1933
Principio y límites de la obligación de seguridad. Los empresarios o
explotadores de parques de diversión, áreas o centros de deportes y juegos son
obligados por el régimen del incumplimiento contractual hacia los usuarios de los
animales o de los equipos para los deportes y el juego; una obligación de seguridad
92
93
pesa sobre ellos. El usuario no acepta ningún riesgo particular, aunque sí conserva
una cierta autonomía y juega un rol activo, aquel que es la causa más frecuente,
contrario a lo que sucede con el simple espectador, de que la obligación del
empresario sea solo de medios. En caso contrario, tendrá el empresario una
obligación de resultado. La cuestión se planteó esencialmente en la jurisprudencia
con respecto a las empresas de juegos de feria y de espectáculos (a), de los
instructores de equitación y, más general, de los profesores de deportes (b) y de
las empresas de deportes de invierno (c).
93
94
761, trampolín. − Cass. 1re civ., 30 junio 2004, RJDA 2004, n° 1273, pista de quad,
no se prueba culpa. – Comp. Cass. 1re civ., 6 febr. 2001, D. 2001, somm. 1661, la
responsabilidad de un arrendador de canoa-kayak se descarta en ausencia de
vicios en la cosa. – V. para la piscina, infra no 4304).
1936
Excepciones: obligación de resultado. Es de buen sentido aceptar que hay
obligación de resultado en dos casos:
– 1) Cuando se trata de niños. El explotador debe siempre asumir una obligación
de resultado pues las imprudencias deben estar previstas (v. la defensa de Huet,
RTD civ. 1985, 391. – Cass. 1re civ., 18 febr. 1986, Bull. civ. I, no 32; RTD civ. 1986,
770, obs. Huet, encargado de columpios. − CA Aix-en-Provence, 10 oct. 2001, Gaz.
Pal. 2002, 2, 1430, cochecitos de pedales).
– 2) Cuando el cliente no tiene ninguna participación activa en la atracción (Cass.
1 civ., 1er jul. 1964, Gaz. Pal. 1964, 2, 316, barquitas. – Cass. 1 re civ., 19 nov. 1974,
re
D. 1975, somm. 16, tiovivo. – Cass. 1re civ., 18 febr. 1986, prec. – Cass. 1re civ.,
28 oct. 1991, D. 1992, somm. 271, obs. Fortis; Bull. civ. I, no 289, tobogán acuático.
– Cass. 1re civ., 17 mar. 1993, Gaz. Pal. 1993, 2, pan. 174, trineo. – Cass. 1re civ.,
21 oct. 1997, D. 1998, 271, nota Brun; Bull. civ. I, no 287, vuelo de iniciación al
parapente sobre un aparato biplaza controlado por el monitor y en el cual el cliente
no desempeñó ningún papel activo. – CA Paris, 23 febr. 2001, D. 2001, IR 982,
tobogán acuático. – CA Aix-en-Provence, 10 oct. 2001, prec., para el pasajero
adulto. − CA Versailles, 13 febr. 2004, prec., recordatorio de la norma. − V. infra
no 1940).
1937
Complicación. La situación se complica cuando el cliente tiene sucesivamente un
papel pasivo y un papel activo, tal como el aficionado a los carros chocones.
Durante la fase de autonomía del cliente, es decir en tanto no se haya sentado en
la unidad o después de que la haya abandonado, el explotador es titular de una
obligación de medios (Cass. 1re civ., 30 oct. 1968 et Cass. 1re civ., 28 abr. 1969, D.
1969, 650, nota G. C.-M. – Cass. 1re civ., 12 enero 1970, D. 1970, somm. 55. – Cass.
1re civ., 2 nov. 1972, D. 1972, 713; RTD civ. 1973, 362, obs. Durry). Pero durante la
fase intermedia, el cliente está en un coche y no tiene ya la libertad de sus
movimientos: el empresario se convierte en deudor de una obligación de resultado
(Cass. 1re civ., 28 abr. 1969, D. 1969, 650. – Cass. 1re civ., 12 febr. 1975, D. 1975,
512, nota Ph. le T. – Cass. 1re civ., 17 junio 1975, Bull. civ. I, no 202).
Esta posición es directamente inspirada de aquella asumida por la Corte de
Casación en materia de transporte (v. infra nos 4473 s.). No se trata de una posición
bien fundamentada. ¿Por qué asimilar esta actividad, que como transporte causa
risa, a un verdadero contrato de transporte? Las situaciones son bien disímiles.
Durante el transporte, el viajero está inerte. ¡Ciertamente debe velar por su
seguridad pero, en cuanto al transporte mismo, apenas hay diferencia entre la
suerte de un pasajero y la de un paquete cualquiera! Con respecto al aficionado a
los carros chocones: él quiere, si no heridas y abolladuras, al menos sí los choques
y, precisamente, choques violentos. Su papel no es pasivo, él dirige la maniobra o,
si sufre movimientos impuestos, estos resultan de la interacción con otro jugador:
de ninguna manera la acción del empresario. Si alguien se mantiene en actitud
pasiva es este último. Es decir, procede distinguir entre los juegos de feria en los
cuales el cliente no tienen ninguna participación y los demás (v. supra nos 1935 s.).
1938
¿Régimen del incumplimiento contractual o culpa extracontractual?
Algunas pocas decisiones regularon las obligaciones de los juegos de feria por el
régimen propio de la responsabilidad por el hecho de las cosas, no por el del
incumplimiento contractual (CA Rouen, 14 mayo 1924, DP 1927, 2, 25, nota Lalou.
– CA Paris, 10 dic. 1935, Gaz. Pal. 1936, 1, 269. – Comp. CA Toulouse, 27 febr.
1996, Juris-Data no 046608, aplicó la responsabilidad de pleno derecho del Código
de Aviación, art. L. 141-2 a propósito de una parapente asimilado a una aeronave;
94
95
v. sobre este texto infra nos 8306 s.). Estas decisiones pueden parecer discutibles a
la luz de la puridad de los principios tradicionales que conducen a pensar que el
régimen del incumplimiento contractual de quienes explotan los juegos de feria no
debería ser excluido sino cuando la víctima es un tercero, no cliente, alguien que es
claramente espectador. ¿Pero estos principios son tan puros? ¿No es una ilusión
hacer entrar la seguridad de las personas en el campo del contrato? Estas
decisiones parecen justificadas para quienes consideran, como nosotros, que los
atentados a la seguridad están incluidos necesariamente en el campo de la
responsabilidad extracontractual (v. infra no 3309).
1940
Paseos sobre animales. El organizador de un paseo sobre un animal está
igualmente ligado por una obligación de medios si el «paseante» dispone de cierta
autonomía y participa personalmente en la realización de la actividad (CA Paris,
12 dic. 1967, JCP G 1968, 15619, nota Rodière, camello. – Cass. 1 re civ., 9 enero
1968, JCP G 1968, 15405. – Cass. 1 re civ., 16 mar. 1970, D. 1970, 421, nota
Rodière. – Cass. 1re civ., 14 mar. 1995, Bull. civ. I, no 128, centro ecuestre, vínculo
de causalidad no establecido. – Cass. 1 re civ., 5 mayo 1998, Contrats, conc.,
consom. 1998, no 110, obs. Leveneur; Bull. civ. I, no 164, culpa del club hípico por
defecto en la cualificación de un monitor encargado de la vigilancia del paseo. −
CA Toulouse, 29 oct. 2002, JAMP 2003/1, p. 174, obs. Julien, paseo ecuestre, culpa
probada. – Cass. 1re civ., 22 junio 2004, Resp. civ. et assur. 2004, n°294, paseo
ecuestre, no hay culpa probada).
Por el contrario, si su rol es puramente pasivo y el animal es dirigido por un
funcionario del organizador, la obligación de seguridad tiene la naturaleza de una
obligación de resultado (Cass. 1re civ., 25 abr. 1967, JCP G 1967, 15156, nota
Rodière; RTD civ. 1967, 837, obs. Durry, a propósito de un desplazamiento en burro
para visitar el Cirque de Gavarni; la Corte de Casación admitió en el caso que un
contrato de transporte vinculaba al turista con el propietarios de los asnos. – Cass.
1re civ., 3 mayo 1988, Bull. civ. I, no 126. – Comp. Cass. 1 re civ., 11 mar. 1986, Bull.
civ. I, no 64, resp. de un empresario de paseo a caballo derivada de haber
incumplido su obligación de controlar la velocidad del paso de los caballos).
1940-1
95
96
1942
Responsabilidad respecto de terceros; reenvíos. Quien decide tomar una
lección de conducción subordinado al instructor, se encuentra bajo las órdenes de
este (Cass. civ., 8 dic. 1946, Gaz. Pal. 1947, 1, 136. – CA Poitiers, 30 nov. 1955, D.
1956, 634. – V. sur C. civ., art. 1384, al. 5, infra nos 7492 s.). V., sobre la
responsabilidad por las maniobras de los estudiantes en relación con terceros, infra
no 7634. – V., en cuanto a la responsabilidad en general por el hecho ajeno (C. civ.,
art. 1384, al. 1er in medio), de asociaciones deportivas que tienen la carga de
organizar, dirigir y controlar la actividad de sus miembros en el curso de las
competencias y los entrenamientos, infra n°7359.
1943
96
97
97
98
IV. Actos de socorro
1946
Bibliografía. Tesis. M. Deguergue, Jurisprudence et doctrine dans l’élaboration du
droit de la responsabilité administrative, préf. J. Morand-Deviller, Lgdj, 1994. –
M. Douchy, La notion de quasi-contrat en droit positif français, préf. A. Sériaux,
Économisa, 1997. – C. Hemeri, De la responsabilité de l’Administration à l’égard de
ses collaborateurs, Lgdj, 1966. – J. Huet, Responsabilité contractuelle et
responsabilité délictuelle, Paris II, 1978, nos 113 s. – V. Nicolas, Essai d’une nouvelle
analyse du contrat d’assurance, préf. J. Héron, Lgdj, 1996, nos 228 s. – N. Reuter, La
notion d’assistance en mer, 1975. – C. Roy-Loustaunau, Du dommage éprouvé en
prêtant assistance bénévole à autrui: méthodologie de la réparation, préf.
P. Bonassies, PUAM, 1980. – Artículos. R. Bout, «La convention dite d’assistance»,
dans Mél. P. Kayser, t. I, PUAM, 1979, 157. – S. Hocquet-Berg, «Remarques sur la
prétendue convention d’assistance», Gaz. Pal. 1996, 1, doctr. 34. – J. Le Calonnec,
«La définition de l’entraide entre agriculteurs», RD rur. 1976, 319. – E.-N. Martine,
«La notion d’entraide en agriculture», dans Mél. H. Blaise, Économica, 1995, 343. –
M. Riou, «L’acte de dévouement», RTD civ. 1957, 221. – J. Roche, «Les communes
victimes des sauveteurs bénévoles», D. 1971, chron. 257. – J.-C. Saint-Pau, «Droit à
réparation», J.-Cl. Resp. civ., fasc. 171-10. − A. Sériaux, «L’œuvre prétorienne in
vivo: l’exemple de la convention d’assistance», dans Mél. M. Cabrillac, Litec Dalloz,
1999, 299. – F. Stasiak, «Le fondement de la réparation du dommage résultant
d’une assistance bénévole au regard des tendances actuelles de la jurisprudence
civile», Petites affiches 1996/87, p. 9. – Ph. le Tourneau, «Contrats d’assistance», J.-
Cl. Contrats distribution, fasc. 2040 (1996); Rép. civ., Vis «Gestion d’affaires». –
A. Viandier, «La complaisance», JCP G 1980, I, 2987. – J. Villeneau, «Le contrat
français d’assistance maritime», DMF 1990, 236.
1947
Reenvío. V. sobre los contratos de asistencia a personas en dificultades infra
nos 4347 s.
1948
98
99
A. Regímenes especiales
1949
Asistencia en el mar. La ley no 67-545 del 7 de julio de 1977 (art. 9 a 21) y el
decreto no 68-65 del 19 de julio de 1968 imponen una asistencia marítima. La
obligación de asistencia se refiere únicamente a las personas, toda persona
perdida en el mar, y no da lugar a ninguna retribución (L. 7 jul. 1967, art. 17,
al. 1er). Si la asistencia fue a favor de un buque en peligro (v. sobre esta noción,
laudo arbitral, 19 de junio de 1968, Chauveau, DMF 1969, 44) la ley prevé, por el
contrario, una remuneración equitativa en razón de cuanto fue «útil» (L. 7 jul.
1967, art. 10, al. 1er); quien ayudó obtiene un porcentaje sobre los valores salvados
(buque, carga y accesorios) lo cual constituye un método de remuneración muy
original (CA Aix-en-Provence, 23 sept. 1981, DMF 1982, 662, nota Vialard. – Court
of appeal, 21 dic. 1995, Nagasaki spirit, DMF 1996, 824, nota Bonassies). En ese
caso, los salvadores de vidas humanas que intervinieron con este motivo tendrán
derecho a una parte equitativa en esta remuneración (L. 7 jul. 1967, art. 17, al. 2).
Normalmente, la asistencia resulta de un contrato celebrado entre el capitán y el
ayudante aunque puede suceder que la ayuda se preste sin contrato, salvo si el
capitán expresamente la rechazó mientras su denegación era irrazonable (L. 7 jul.
1967, art. 11). Hay asistencia en el mar en cuanto se preste una ayuda material
sobre el buque en peligro; la asistencia prestada a la nave puede extenderse a su
carga, a sus pasajeros y al equipaje. La ayuda más frecuente es el remolque, pero
también puede consistir en una reparación de urgencia sobre las aguas, en la
extinción de un incendio que devastaba al embarcación o en un aligeramiento de la
carga. La responsabilidad de quien presta el auxilio está sometida a las reglas del
derecho común aunque se puede estipular una limitación a la cual se le aplica la
normatividad propia de los propietarios de los buques. Los funcionarios del
«rescatista» pueden prevalerse de tal limitación (v. sobre todo lo anterior, el largo
art. 21 bis, insertado en la L. 7 jul. 1967 por la L. no 84-1173, 22 dic. 1984).
1950
Ayuda mutua agrícola. La ayuda mutua agrícola se encuentra regida por el
Código Rural (C. rur., art. L. 325-1 a L. 325-3), que dispone un régimen de garantías
a destajo y colectiva. Algunas veces, temporal o regular, la ayuda entre
agricultores consiste en intercambios de servicios. Se trata de un contrato a título
gratuito, incluso cuando el beneficiario reconoce a quien presta el servicio los
gastos en los que este último incurrió, bien sea de manera total o parcial (v. los
artículos precedentes de Le Calonnec y de Martine). De ahí, en principio, la
exclusión del simple acto de «echar una mano» desprovisto de este carácter (Cass.
2e civ., 18 mar. 1992, JCP G 1992, IV, 1525; Bull. civ. II, no 87, el beneficiario de la
ayuda es entonces responsable. – Pero V. Cass. soc., 28 oct. 1987, D. 1988, 344,
nota Le Calonnec. – Dupeyron, Droit agraire, vol. 1, Droit de l’exploitation, 2e éd.,
Litec, 1994, nos 768 s.). Es imprescindible que el daño ocurra durante los trabajos
99
100
1951
Legislación laboral. Los rodeos o interrupciones durante los recorridos necesarios
en el trabajo no privan al accidentado de la protección legal para los accidentes
durante recorridos, si entran en los supuestos previstos en el artículo L. 411-2 del
Código de Seguridad Social.
Luego de una revocación en 1973, la jurisprudencia asimila a estas hipótesis
legales los rodeos y las interrupciones que se justifican por circunstancias
excepcionales, en particular por la necesidad de dar asistencia a una persona en
peligro lo cual constituye un deber (C. pen., art. L. 223-6, al. 2) y no una
manifestación de independencia o interés personal (Cass. soc., 17 oct. 1973, Bull.
civ. V, no 488, trabajador que, cuando volvía a su trabajo, presta ayuda a un niño
que había caído en un canal; distinto respecto de la asistencia que se presta a una
persona en razón de que su automóvil averiado: Cass. soc., 21 febr. 1980, Bull. civ.
V, no 181). No satisfecha con crear una interrupción especial en el trayecto
protegido, la jurisprudencia propendió por una segunda opción y extendió el nexo
de subordinación para cubrir por la normatividad de los accidentes de trabajo los
actos de socorro que, aunque extraños a las funciones ejercidas, suceden en el
lugar de trabajo (Cass. soc., 17 oct. 1973, D. 1974, 26, nota A. D.; Bull. civ. V,
no 489, trabajador herido durante el rescate de un obrero de la misma obra que
había caído al río = accidente de trabajo que ocurre durante la jornada y en el
lugar de trabajo. El trabajador tenía la obligación de actuar como lo hizo sin tener
tiempo de pedir una autorización. – Cass. soc., 19 dic. 1973, Bull. civ. V, no 679,
casación por motivación deficiente de un fallo que había considerado accidente de
trayecto un acto de socorro mientras que no aparecía que la integridad física del
tercero estuviera en peligro. – V. sobre esta jurisprudencia Roy-Loustaunau, op.
cit., p. 81 s.).
B. Regímenes generales
1° RESPONSABILIDAD CUASIDÉLICTUAL
1952
Culpa probada o hecho de la cosa. El salvador invocará normalmente la
responsabilidad cuasidelictual cuando su acto de asistencia ha sido por pura
100
101
cortesía o altruismo.
En primer lugar, el salvado deberá indemnizar al salvador si cometió una culpa,
civil o penal, que causó el peligro (CA Metz, 6 agosto 1851, DP 1863, 2, 153. –
CA Colmar, 17 abr. 1928, Gaz. Pal. 1928, 2, 266. – Cass. 2 e civ., 26 enero 1994,
Resp. civ. et assur. 1994, no 114, nadie hace que otro pode árboles si no está
calificado para tal actividad y no tiene la protección conveniente). Si la culpa es
imputable a una persona distinta de quien fue salvado, el salvador herido dirigirá
su acción contra la persona culpable (Cass. req., 4 dic. 1940, Gaz. Pal. 1940, 2, 328.
– CA Paris, 18 abr. 1955, D. 1956, 354, nota Tunc. – CA Grenoble, 7 dic. 1959, JCP G
1960, 11598, nota Esmein. – Cass. crim., 25 junio 1969, D. 1969, 688; RSC 1970,
99, obs. Levasseur. – CA Bordeaux, 10 junio 1975, RTD civ. 1977, 126, obs. Durry,
club de vacaciones, la culpa había consistido en autorizar un baño).
El salvador podrá, igualmente, accionar contra el guardián del animal o contra el
guardián de la cosa (Cass. 2e civ., 23 abr. 1953, JCP G 1953, 7657. – CA Paris,
18 abr. 1955, D. 1956, 354, nota Tunc. – CA Grenoble, 7 dic. 1959, D. 1960, 213,
nota Goré. – Cass. 2e civ., 5 mayo 1993, Bull. civ. II, no 168, nadie estaba en el
árbol, como lo afirma su propietario, para podarlo y no se probó que la cosa fue el
instrumento del daño. – Cass. 2e civ., 12 febr. 1994, Resp. civ. et assur. 1995, no 48,
esquirla de una pieza metálica que hiere el ojo de una persona que ayudaba
voluntariamente a cortar un árbol). Se admite, en efecto, que aquel que utiliza una
cosa o un animal en interés del propietario no es guardián (v. infra nos 7561
et 7962. – V. Aplica la regla en materia de asistencia, Cass. 2 e civ., 25 abr. 1968,
Bull. civ. II, no 115. – Cass. 2e civ., 16 enero 1974, Bull. civ. II, no 25. – Cass. 2e civ.,
28 enero 1978, Bull. civ. II, no 170. – Cass. 1re civ., 20 enero 1987, Bull. civ. I, no 14,
ayuda voluntaria en beneficio del propietario del caballo. – V. cep. Cass. 2e civ.,
10 junio 1998, JCP G 1999, 10042, nota Mandin; Bull. civ. II, no 180, transferencia
tácita de la guarda de una escalera al amigo que acude para ayudar a su vecino
cuya acción, en responsabilidad por el hecho de las cosas, es entonces
descartada).
2° INCUMPLIMIENTO CONTRACTUAL
1953
Convención expresa o tácita. Numerosas decisiones extrajeron de las
circunstancias (según la apreciación de los jueces de fondo) la existencia de una
convención de asistencia gratuita celebrada por las partes antes del rescate y que
comporta una suerte de obligación de seguridad en beneficio del ayudante y a
cargo del sujeto asistido (v. infra no 1954). La convención es expresa de manera
excepcional (v. cep. Cass. 1re civ., 27 mayo 1959, D. 1959, 524, nota Savatier. –
Cass. soc., 14 febr. 1963, JCP G 1964, 13611) y, por el contrario, suele ser tácita
(CA Paris, 3 dic. 1963, JCP G 1964, 13504. – Cass. 1 re civ., 21 dic. 1976, Bull. civ. I,
no 422. – Cass. 2e civ., 21 febr. 1979, D. 1979, IR 349, obs. Larroumet. – CA Paris,
25 junio 1993, Gaz. Pal. 1993, somm. 347, para una ayuda en montaña por medio
de un helicóptero, la actividad de transporte no se ajusta a «su fin propio»; pero la
Corte casa la sentencia 1re civ., 6 febr. 1996, Bull. civ. I, no 71, el contrato es un
contrato de transporte. – Cass. 1re civ., 10 oct. 1995, Contrats, conc., consom.
1996, no 1, obs. Leveneur, persona herida mientras colaboraba gratuitamente en el
comité de las fiestas de un municipio. – CA Paris, 25 enero 1995, D. 1997,
somm. 191, obs. F. Lagarde; JCP G 1995, I, 3867, nos 1 s., obs. Fabre-Magnan, el
salvado aceptó la ayuda por medio de su «actitud e incluso de señas». – Cass. 1re
civ., 16 jul. 1997, D. 1998, 566, nota Arhab; Bull. civ. I, no 243. – pero v. en sentido
contrario, Cass. 1re civ., 7 abr. 1998, Bull. civ. I, no 141, considera que allí no podía
haber convención de asistencia en razón de las circunstancias de hecho.– CA Pau,
26 junio 2000, JAMP 2001/1, p. 125). En fin, la convención es algunas veces
presunta (Cass. 1re civ., 1er dic. 1969, Bull. civ. I, no 375; RTD civ. 1971, 164, obs.
Durry), pues es en interés exclusivo del asistido.
En este caso, la obligación de indemnizar puede concebirse como una obligación
accesoria, una de las «consecuencias» de la obligación de socorro (C. civ.,
art. 1135; en ce sens CA Paris, 25 enero 1995, prec., a propósito de una inmersión
submarina: «Los miembros de un grupo de submarinistas se vincularon de manera
101
102
3° RESPONSABILIDAD ADMINISTRATIVA
1957
Indemnización de los «colaboradores ocasionales y voluntarios» de un
servicio público. El derecho administrativo permite indemnizar, de manera
integral, a quienes prestan su colaboración bajo el fundamento del riesgo
profesional (Deguergue, th. prec., p. 361 s.; pp. 594-595), cuando ellos pueden ser
considerados como «colaboradores ocasionales y voluntarios de un servicio
público»; poco importa que hayan intervenido espontáneamente o que hayan sido
requeridos por una autoridad competente (CE, 17 abr. 1953, Pinguet, D. 1954, 7,
nota Morange; Rec. CE, p. 177. – CE, 11 oct. 1957, D. 1958, 768, nota Lucchini. –
CE, 25 sept. 1970, Cne de Batz-sur-Mer, D. 1971, 55, concl. Morisot; Rec. CE,
p. 540. – TA Grenoble, 22 dic. 1982, JCP G 1983, 20085, nota Sarraz-Bounet. – CAA
Paris, 21 sept. 1992, Gaz. Pal. 1993, 2, pan. adm. 189. – CE, 13 enero 1993, Gaz.
Pal. 1993, pan. adm. 131. – TA Orléans, 10 nov. 1993, Gaz. Pal. 1994, pan. adm.
102
103
136. – Cass. 2e civ., 6 dic. 1995, Resp. civ. et assur. 1996, no 97. – TA Versailles, 3
mayo 1994, Epx Lecorguille, Gaz. Pal. 1995, pan. adm. 107. – J. Roche, op. cit.). La
ley del 31 de diciembre de 1957, relativa a los daños causados por los vehículos,
no tiene el efecto de inhibir la reparación de los daños de los colaboradores
voluntarios (CE, 10 dic. 1969, Simon, D. 1970, 447, nota Blaevoët. – CE, 13 enero
1993, Galtie, Gaz. Pal. 1993, pan. 131. – V., sobre esta ley, supra nos 377 s.).
1958
Régimen de la indemnización. Tres condiciones son necesarias para que el
colaborador ocasional o voluntario pueda ser indemnizado.
− 1) Es necesario que haya concurrido a la ejecución de un servicio público
administrativo o judicial, entendidos ambos en sentido amplio (CE, 6 enero 1954,
Rec. CE, 100. – CE, 24 junio 1961, Rec. CE, 431. – CE, 2 junio 1972, Cne de La
Hérie, D. 1973, 545, nota Duprat. – CE, 1 er junio 1977, AJDA 1978, 286). No es el
caso de un particular que participa en una carrera de caballos organizada por un
municipio (CE, 30 oct. 1953, Bossuyt, Gaz. Pal. 1954, 1, 39; Rec. CE, p. 466), que
toca las campanas de una iglesia (CE, 5 jul. 1963, Vve Ledoyen, Rec. CE, 418), o
que colabora en una fiesta local no organizada por el municipio (CE, 12 abr. 1972,
Chatelier, D. 1973, 545, nota Duprat; Rec. CE, p. 262); ellos deberán, en esas
circunstancias, probar la culpa de la Administración.
− 2) Además, la responsabilidad solo es atribuible a la Administración que tenía
interés en el auxilio: no es el caso de la SNCF, servicio industrial y comercial (Cass.
2e civ., 8 enero 1975, D. 1975, somm. 28; RTD civ. 1975, 719, obs. Durry).
− 3) Finalmente, la responsabilidad de los entes públicos, en caso de ayudas
voluntarias para la prestación de servicios públicos, se basa en el riego: la víctima
no tiene que probar una culpa de la Administración. Por lo demás, el juez puede
decretar de oficio la calidad de colaborador voluntario y ubicar el litigio en el
ámbito de la responsabilidad sin culpa, incluso si el pretensor la había fundado en
la culpa (CE, 24 junio 1961, Chevalier, D. 1962,451, nota Prévault; Rec. CE, 431).
En principio, el inciso 2 del artículo 223-6 del Código Penal obliga en algunas
condiciones a prestar socorro a otro, pero dicha norma no puede tener el efecto de
imponerles al Estado la obligación de reparar los daños sufridos por todos los
salvadores benévolos. Una opción diferente a la anterior se puede aplicar si hubo
colaboración ocasional y voluntaria (espontánea o no) al servicio público de policía,
en virtud de la urgencia (v., invoca esta última situación, not. CE, 17 abr. 1953,
Pinguet, prec.; TA Versailles, 3 mayo 1994, Epx Lecorguille, prec.).
C. Cuasi-contratos
1959
Enriquecimiento sin causa. En este caso es posible considerar la acción in rem
verso que sería de una utilidad limitada para el salvador pues sólo tiene por objeto
el enriquecimiento del demandado correlativo a su empobrecimiento. Ahora bien, a
menudo, el simple empobrecimiento no daría lugar a ninguna reparación si el acto
fue infructuoso (v. cep. S. Hocquet-Berg, op. cit.; luego de haber optado por estos
argumentos en el no 25, este autor escribe en el n o 35 que la obligación de reparar
«se deriva de los principios generales del derecho que… impiden enriquecerse a
costa de otros»).
1960
Agencia oficiosa. El cuasi-contrato de agencia oficiosa parece ser el que mejor se
adapta a la situación del rescate propiamente dicho (Bout, op. cit. – Fabre-Magnan,
obs. prec. supra no 1953. – Contra Hocquet-Berg, op. cit.); la persona que rescata
actúa de manera altruista para ayudar a alguien. La opción este cuasi-contrato ha
sido aplicada, algunas veces, por la jurisprudencia pero habría podido serlo de
manera más frecuente (CA Chambéry, 12 jul. 1943, DA 1943, 83. – CA Lyon,
17 junio 1946, DC 1947, somm. 30. – T. civ. Lille, 28 junio 1955, Gaz. Pal. 1955, 2,
413. – Cass. 1re civ., 16 nov. 1955, JCP G 1956, 9087, nota Esmein. – Cass. 1re civ.,
22 dic. 1981, Bull. civ. I, no 395. – Cass. 1re civ., 26 enero 1988, Bull. civ. I, no 25, el
103
104
104
105
SUB-SECCIÓN
4. ALGUNOS HECHOS JUSTIFICANTES, EXCUSAS E INMUNIDADES
1966
Bibliografía. Tesis. Dingome, Le fait justificatif en matière de responsabilité
civile, Paris I, 1986.
1967
Delimitación. Así como la ley crea, algunas veces, culpas en actos que no son
torpes ni de mala fe, también crea, en el sentido contrario, hechos justificantes o
excusas respecto de los actos perjudiciales y, en apariencia, culpables. El autor del
daño tiene este beneficio que no se confunde con algunas circunstancias similares
como los derechos de prioridad o los actos de tolerancia. Los beneficios
consagrados (I) contrastan con los beneficios rechazados (II).
I. Beneficios consagrados
1968
Presentación. Algunos actos intencionalmente perjudiciales son, en ocasiones,
lícitos. En primer lugar, cuando el agente puede prevalerse de un hecho
justificante; este último implica la desaparición tanto de la responsabilidad penal
como de la responsabilidad civil del agente; es una circunstancia objetiva,
independiente de la voluntad del agente. También existen otros hechos que parten
del establecimiento de una responsabilidad civil o penal e imponen la supresión o
atenuación de la pena: estas son las excusas. A continuación se estudian los
hechos del derecho común (§ 1) y luego en materia de infracciones de prensa (§ 2)
en las cuales también existen algunas inmunidades.
A. Hechos justificantes
105
106
Código Penal. El artículo 327 del viejo Código Penal disponía que «no hay crimen
ni delito cuando el homicidio, las heridas y los golpes fueron ordenados por la ley y
encomendados por la autoridad legítima». La jurisprudencia había dado a este
texto, consagrado para el homicidio, los golpes y las heridas, un alcance general
que permitía su aplicación a todas las infracciones. El Código Penal actual recogió
lo esencial de estas soluciones. El artículo L. 122-4 dispone: «No es penalmente
responsable la persona que realiza un acto prescrito o autorizado por disposiciones
legislativas o reglamentarias. No es penalmente responsable la persona que
cumple un acto mandado por la autoridad legítima, salvo si el acto era
manifiestamente ilegal.» El Derecho civil reconoce igualmente estos hechos
justificantes.
1970
Orden o permiso de la ley. Que el acto impuesto por la ley no pueda ser culposo
es apenas razonable: el acto impuesto es, necesariamente, autorizado. No
obstante, el hecho de que la ley o la reglamentación autorice un acto no tiene el
efecto de relevar, a las personas que deben cumplirlo, de su obligación de
prudencia y diligencia (Cass. 2e civ., 14 junio 1972, D. 1973, 423, empleo de un
insecticida tóxico que causa la muerte de las abejas).
Pero algunos textos especiales exoneran completamente al autor del perjuicio
quien se encuentra «blanqueado» (ej. claro L. no 90-614, 12 jul. 1990, relativo a la
participación de organismos financieros en la lucha contra el lavado de activos
provenientes del tráfico de estupefacientes, spec. art. 8 et 9: ninguna acción en
responsabilidad civil se puede intentar contra un organismo financiero, sus
dirigentes o representantes quienes declararon, de buena fe, ante el servicio
competente del Ministerio de Economía y Finanzas, las sumas sospechosas; en
caso de un perjuicio que resulte directamente de la declaración, el Estado responde
del daño sufrido).
1971
El mandado de autoridad legítima. Reenvío. V. sobre este punto supra
nos 1846 s.
2° ESTADO DE NECESIDAD
1972
Bibliografía. Obras generales. Aubry et Rau par P. Esmein, Droit civil français,
t. VI, § 444 bis. – R. Demogue, Traité des obligations, t. III, no 240. – G. Ripert, La
règle morale dans les obligations civiles, 4e éd., Lgdj, 1949. Tesis. R. Pallard,
L’exception de nécessité en droit civil, Poitiers, 1949. – Petitmange, Les conflits de
devoirs en droit pénal, Nancy, 1974. Artículo. R. Savatier, «L’état de nécessité et
la responsabilité civile extracontractuelle», dans Mél. H. Capitant, 732.
1973
Definición. El estado de necesidad se aproxima a la orden de la ley y al mandato
de autoridad legítima. Se encuentra en estado de necesidad la persona que no
puede escapar de un peligro más que atentando contra los bienes o derechos de
otros; su voluntad se suprime hasta cierto punto en razón de la dificultad exterior,
como en el caso de las dos figuras precedentes. El estado de necesidad justifica el
derecho a dañar a otros porque todo hombre razonable, puesto en tal situación,
habría actuado de la misma forma: «La necesidad no tiene ley» (Loysel).
1974
El estado de necesidad en derecho penal. El Derecho Penal reconoce que la
necesidad es una «causa de irresponsabilidad» (C. pen., art. 122-7; en el antiguo.
C. pen., un hecho justificante). Esta institución se entiende de forma estricta (la
dificultad moral, claramente, no puede ser tenida en cuenta). El autor del ataque
no es entonces obligado a reparar el daño causado (Cass. crim., 16 jul. 1986, D.
1988, p. 390, nota F. Dekeuwer, policías que utilizaban sus armas: «acto necesario
106
107
excluyente de toda culpa»). La víctima del acto no fue agredida sin una culpa de su
parte: aunque el derecho de la responsabilidad es insuficiente para fundar esta
solución, una indemnización como consecuencia de este ataque no sería
justificada, como en algunos derechos extranjeros (ej. C. suizo de las oblig., art. 52,
al. 2. – Comp. supra no 1970, con respecto a la orden o la autorización de la ley: el
Estado responde por el daño sufrido).
1975
El estado de necesidad en derecho civil. En material civil, esta causa de
justificación es aplicada en las mismas condiciones estrictas: grosso modo el sujeto
no puede escapar del mal sino a condición de causar uno que es menos grave. De
allí: – 1°) Es necesario un grave peligro, psíquico o moral (v. Ph. le T., nota au D.
1972, 204, II, B, 2o, b), actual o inminente (que no es el caso del «invasor»: CA
Angers, 16 abr. 1958, D. 1958, 647); – 2°) El acto justificado debe tener proporción
con el peligro. De esta forma, no es culposo el movimiento de un automovilista,
incluso si viola el Código de Tránsito, para evitar un grave accidente aunque su
maniobra cause daños a un tercero (Cass. crim., 27 enero 1933, DH 1933, 182. –
CA Nancy, 27 nov. 1947, JCP G 1948, 4600. – Cass. crim., 6 enero 1961, JCP G
1961, 12002; RTD civ. 1961, 491. – T. pol. Avesnes-sur-Helpe, 12 dic. 1964, Gaz.
Pal. 1965, 1, 91).
1976
Conflictos de derechos. Es admisible sacrificar el derecho de propiedad de otro
para salvar la vida, pero aquel cuyo derecho a sido sacrificado tiene la posibilidad
de pretender la indemnización, justificada en el derecho sin causa, contra el
beneficiario del acto, la persona que no fue herida (Cass. crim., 27 dic. 1884, S.
1885, 1, 351).
La situación es más delicada cuando el derecho sacrificado en el estado de
necesidad se encuentra, en la jerarquía de los derechos, en un rango superior o
igual a la de aquel que se intentó proteger (Petitmange, op. cit.). En tal supuesto la
justificación desaparece. En el conflicto del derecho a la vida de un semejante y del
derecho a la vida propio, nadie puede escapar, so pretexto de la necesidad, a una
responsabilidad por haber atentado contra el derecho de otro. Unos rehenes a
quien el enemigo pone a escoger a tres de ellos para matarlos son responsables,
en favor de las familias de las víctimas, si proceden a hacer tal designación y no
utilizan algún método aleatorio (CA Nancy, 7 mar. 1874, DP 1874, 2, 184).
Asimismo, incluso para escaparse de la muerte, un ciudadano no puede dar
información sobre la ubicación de las tropas (T. civ. Albi, 22 mayo 1946, Gaz. Pal.
1946, 2, 253). Una herida causada a otro no podrá ser justificada por el error del
que la causó que se creía en peligro (CA Montpellier, 27 nov. 1945, Gaz. Pal. 1946,
1, 62).
Por último, en el conflicto del derecho al honor propio con el de otro, un
ciudadano no puede eximirse –so pretexto de la necesidad- de una responsabilidad
si se abstiene de denunciarse y deja condenar a un inocente en su lugar (CA
Montpellier, 18 nov. 1936, DH 1937, 92).
1977
La urgencia. La urgencia se vincula al estado de necesidad: como este, disculpa
las conductas que, de ordinario, reflexivamente, serían culposas (v. supra
nos 1963 s., a propósito del acto de socorro; supra nos 1905 et infra no 4222, a
propósito del médico; infra no 3785, En el campo contractual).
3° LEGÍTIMA DEFENSA
1978
Principio. Definida por los artículos L. 122-5 à L. 122-7 del Código Penal, la
legítima defensa constituye una «causa de irresponsabilidad» (antes un hecho
107
108
4° ACEPTACIÓN DE RIESGOS
1981
os
Reenvío. V. sobre este concepto supra n 1891 s.
1982 reservado
B. Excusa de provocación
1983
Principio. Cualquiera que sea la decisión penal, el juez civil siempre tiene la
posibilidad de disminuir o excluir la responsabilidad del autor del daño teniendo en
consideración la provocación de la víctima, una variedad de culpa. (Cass. crim.,
4 nov. 1988, Bull. crim., no 372. – Cass. 2e civ., 24 junio 1992, Resp. civ. et assur.
1992, no 345. − Comp. Cass. 2e civ., 11 abr. 2002, Bull. civ. II, no 77).
108
109
Bibliografía. Obra. M.-L. Rassat, Droit pénal spécial, 4e éd., Dalloz, 2003. − Tesis.
B. Beignier, L’honneur et le droit, préf. J. Foyer, Lgdj, 1995, 151 s. – B. de Lamy, La
liberté d’opinion et le droit pénal, préf. G. Roujou de Boubée, Lgdj, 2000. –
N. Tavieaux-Moro, Le juge civil et la liberté d’expression, Toulouse, 1997. Artículo.
Ph. Conte, «La bonne foi en matière de diffamation: rôle et effet», dans Mél.
A. Chavanne, Litec, 1990, 49.
1985
Ley del 29 de julio de 1881. La ley del 29 de julio de 1881 sobre la libertad de
prensa previó un hecho justificante particular: la verdad del hecho difamatorio (A).
También tuvo en cuenta, para la injuria, una excusa y unas inmunidades relativas a
las afirmaciones injuriosas o difamatorias consideradas en algunas condiciones (B).
La víctima de difamaciones o de injurias puede actuar contra el autor sobre el
fundamento del artículo 1382 del Código Civil, si las afirmaciones imputadas no
están incluidas en la calificación prevista en la ley de 1881, excepto si se invoca un
elemento distinto que causa perjuicio (v. supra no 83 et les esp. citées).
109
110
14 abr. 1992, Gaz. Pal. 1992, somm. 467), pues tal convicción importa poco, sino
que implica que los hechos permitan considerar que se está actuando correcta y
legalmente (CA Paris, 10 mayo 1994 et Cass. 2 e civ., 15 enero 1997, prec.,
«encuesta seria, meticulosa, prudente y objetiva». – CA Paris, 1er abr. 1997, Gaz.
Pal. 1997, somm. 407, 1re esp., «artículos moderados y prudentes» que se apoyan
en «una encuesta seria». – TGI Paris, 16 nov. 1998, Gaz. Pal. 1999, 39, mala fe del
periodista de televisión que imputó a alguien haber sido sujeto de una condena
penal por estafa y abuso de confianza, mucho tiempo después de la decisión
absolutoria, y que se refirió a antiguas imágenes; manifestó «una ausencia total de
rigor y de profesionalismo» al no informarse sobre el resultado del proceso.– CA
Paris, 19 mar. 1999, Gaz. Pal. 1999, somm. 579, buena fe admitida con respecto a
las dudas emitidas sobre la rectitud de un juego de televisión cuando el animador
había tenido una actitud ambigua); en una polémica la expresión del pensamiento
fue algo viva, incluso imprudente (Cass. 2 e civ., 28 nov. 1984, Bull. civ. II, no 178. –
Cass. 2e civ., 17 mar. 1993, Gaz. Pal. 1993, pan. 235. – CA Paris, 14 dic. 1993, D.
1995, somm. 272, obs. Bigot, periodista que hizo referencia a un «informe
amañado». – CA Paris, 10 mayo 1994, prec., en ciertas circunstancias «el hecho
justificante de la buena fe no es necesariamente supeditado a la prudencia en la
expresión del pensamiento», not. en materia política. – CA Paris, 25 oct. 1996, Gaz.
Pal. 1997, somm. 261, el estilo panfletario no excluye la buena fe. – CA Lyon, 7 dic.
1998, D. 2000, 270, nota Tavieaux-Moro, la buena fe fue reconocida en l’esp., pues
«no podía exigir a un hombre político que se expresara oralmente en un debate
televisado, que implica para su discurso la misma prudencia, la precisión a la cual
son obligados los periodistas y los historiadores»).
Así, un periodista está de buena fe cuando publica noticias presentadas con
objetividad e imparcialidad, sin títulos espectaculares y sin añadir ataques
personales (TGI Paris, 3 mar. 1994, prec.), comentarios tendenciosos (Cass. crim.,
11 abr. 1995, prec. – Cass. crim., 1 er oct. 1996, D. 1998, 499, B. de Lamy, ausencia
de buena fe, las informaciones había sido desnaturalizadas y presentadas de forma
tendenciosa), o de precisiones novelescas (Cass. crim., 3 enero 1970, JCP G 1970,
16279. – Cass. crim., 5 nov. 1970. D. 1971, 90. – TGI Paris, 10 dic. 1993, Gaz. Pal.
1994, somm. 217. – TGI Paris, 5 enero 1994, Gaz. Pal. 1994, 605). Y aún más, a
condición de que no haya obtenido su información de forma fraudulenta. Del
mismo modo, está de buena fe el periodista o el historiador que analizó de manera
objetiva el tema escogido, después de investigaciones meticulosas, una encuesta
profunda, etc. (TGI Paris, 1er jul. 1972, Ghanassia c/Y. Courrière, RIDA LXXV, 153,
para un historiador. – TGI Paris, 28 mayo 1986, Gaz. Pal. 1987, somm. 29. – CA
Paris, 10 mayo 1994 et Cass. 2 e civ., 15 enero 1997, prec. – Cass. 2 e civ., 9 oct.
1996, Gaz. Pal. 1997, pan. 119. – V. por el contrario Cass. crim., 16 mayo 1995, D.
1995, IR 181, ausencia de prudencia y de rigor de un historiador que descuidó
fuentes importantes, se inspiró en declaraciones de un testigo anónimo…– CA
Paris, 1er abr. 1997, Gaz. Pal. 1997, somm. 407, 2e esp., difusión malintencionada de
un empleado despedido, sin investigación seria.– CA Paris, 18 dic. 1996, Gaz. Pal.
1997, somm. 499, no procedió a ninguna investigación y faltó a toda moderación. –
CA Paris, 3 febr. 1999, D. 1999, IR 83, ausencia de comprobación con respecto a
afirmaciones graves contra un oponente. – Comp. CA Paris, 12 dic. 1956, JCP G
1957, 9702, para la crítica de un fallo de profesores de derecho). La vigilancia de
un periodista debe ser estimulada, en ocasiones, por la gravedad de los hechos
reproducidos (T. civ. Paris, 4 mayo 1971, Gaz. Pal. 1971, 588), algunas veces, por
la calidad de las personas en cuestión (T. civ. Paris, 7 oct. 1969, Gaz. Pal. 1969,
90), a veces por la falta de interés que puede tener en la información para los
lectores del diario (TGI Paris, 22 febr. 1972, RSC 1972, 394). El humor no equivale a
la buena fe (Cass. crim., 29 nov. 1994, prec.). La participación en una emisión de
televisión en directo no libera a un hombre público de sus deberes de prudencia y
objetividad (Cass. 2e civ., 14 enero 1998, Bull. civ. II, no 11). La reproducción de una
información difundida en una rueda de prensa no exime al periodista de sus
deberes de investigación previa y de prudencia en la expresión de su pensamiento
(Cass. 2e civ., 8 abr. 2004, D. 2004, IR 1285; Bull. civ. II, n° 185).
La posición de la jurisprudencia puede, actualmente, ser sintetizada de la forma
110
111
1988-1
La buena fe en la Convención Europea de Protección de los Derechos
Humanos. Una cámara mixta de la Corte de Casación tuvo que examinar la buena
fe a la luz del artículo 10 de la convención europea de Protección de los Derechos
Humanos. Para hacerlo, presentó un excelente resumen de las condiciones del
hecho justificante de la buena fe en materia política. «En consideración a las
disposiciones del artículo 10 de la Convención Europea de Protección de los
Derechos Humanos, la protección de la reputación de un hombre político se debe
conciliar con el libre debate de su aptitud para ejercer las funciones para las cuales
se postula a los electores: que, por lo tanto, la intención de aclarar lo anterior con
respecto al comportamiento de un candidato es un hecho justificante de buena fe,
cuando las imputaciones, expresadas en el contexto de un debate político,
conciernen a la actividad pública de la persona en cuestión, fuera de todo ataque
contra su vida privada y a condición de que la información no se haya desvirtuado»
(Cass. ch. mixte, 24 nov. 2000, Le Pen c/M. Rocard, Bull. civ. ch. mixte, no 4).
111
112
112
113
inicio de una acción pública o de una acción civil de las partes, siempre que dichas
acciones hayan sido reservadas por el tribunal (L. 29 jul. 1881, art. 41, al. 4). A
falta de reservas, o cuando las reservas son insuficientes, la parte difamada no
puede iniciar una acción civil ante el tribunal ni presentar una denuncia ante el
tribunal correccional (Cass. crim., 12 oct. 1850, Bull. crim. no 359. – Cass. 2e civ.,
15 mar. 1957, D. 1958, 203. – 15 junio 1972, D. 1972, somm. 186.) En todos los
casos, la acción civil del tercero permanece (L. 29 jul. 1881, art. 41, in fine). Las
disposiciones del artículo 41 precedente no son aplicables en materia disciplinaria
(Cass. 1re civ., 16 dic. 2003, D. 2004, 977, nota crit. Beignier, 2e esp.).
La inmunidad del inciso 3 del artículo 41 de no se aplica sino a los discursos
pronunciados y a los escritos destinados a garantizar tanto la sinceridad de las
audiencias (por lo cual beneficia a los peritos: Cass. crim., 28 mayo 1991, Bull.
crim. no 225), como la defensa legítima de las partes ante la jurisdicción para que
puedan ejercer su derecho (Cass. crim., 13 mayo 1933, DP 1933, 1, 172, nota
Leloir. – CA Paris, 27 enero 1988, D. 1988, 480, nota Mayer. – CA Paris, 28 junio
1999, Gaz. Pal. 1999, 2, somm. 580, los alegatos de conclusión no exceden los
límites) e incluyen al juez de instrucción (CA Paris, 27 enero 1988, prec.) y al juez
de tutela (Cass. 2e civ., 27 mayo 1998, Bull. civ. II, no 168). No sucede lo mismo
ante las oficinas de ayuda jurisdiccional (Cass. crim., 13 mayo 1972, Bull. crim.,
no 168). Del mismo modo, la inmunidad beneficia a los testigos aunque no de forma
absoluta, pues según los términos del artículo 41 de la ley del 29 de julio de 1881,
los jueces pueden condenarlos por daños y perjuicios, especialmente cuando los
testimonios son extraños a la causa (T. civ. Jonzac, 8 nov. 1950, D. 1950, 767. – CA
Paris, 11 mar. 1953, D. 1953, 271). Con fundamento en los principios superiores del
derecho de defensa, un juez audaz extendió el beneficio de inmunidad del artículo
41 citado a un periodista, perseguido por ocultación y violación del secreto de
instrucción, con respecto a los documentos escritos que presentó y que no eran
ajenos a la causa (TGI Paris, 2 oct. 1998, Gaz. Pal. 1999, 1, 35; D. 1999, IR 48).
Los debates deben distinguirse de su reproducción que solo se beneficia de la
inmunidad si fueron públicos (no es el caso de las afirmaciones hechas ante el juez
de instrucción: CA Paris, 27 enero 1988, prec.), y si esta reproducción se hace de
buena fe (Cass. civ., 17 jul. 1933, Gaz. Pal. 1933, 2, 694. – Cass. crim., 18 dic.
1962, Bull. crim., no 378. – Cass. crim., 3 mayo 1966, Bull. crim., no 133), bajo la
protección de la actualidad y, sobre todo, de manera fiel (Cass. crim., 6 oct. 1992,
Bull. crim., no 304. – Cass. crim., 10 mayo 1994, Gaz. Pal. 1994, 2, somm. 548, obs.
Doucet. – Cass. crim., 22 oct. 1996, D. 1997, IR 13. – TGI Strasbourg, 3 febr. 1998,
Gaz. Pal. 1999, 1, somm. 27, no es el caso, el artículo presenta una deformación
del acta de la audiencia e implica un atentado contra la intimidad de la
demandante), con respeto a la presunción de inocencia (Cass. crim., 22 oct. 1996,
prec.). El comentario sobre una decisión no se beneficia de inmunidad (Cass. crim.,
16 oct. 1968, Bull. crim., nos 256 et 259).
II. Beneficios rechazados
§ 1. Prioridades
1994
Idea básica. Es un abuso del lenguaje hablar de «derecho de prioridad». El Código
de Carretera (C. de Carretera, art. R. 25 et R. 28) indica solamente que hay una
obligación de ceder el paso en ciertas circunstancias. Es una simple obligación
negativa: no hay ninguna obligación positiva, de derecho, para aquel que aparece
por la derecha (Chambon, «Pour une saine interprétation du Code de la route»,
JCP G 1973, I, 2526). Es decir, lejos de ser absoluto, las prioridades son relativas. La
jurisprudencia sobre las prioridades ha perdido mucha importancia desde la ley del
5 de julio de 1985 sobre los accidentes de tránsito (infra nos 8064 s.).
A. Prioridades ordinarias
1995
113
114
B. «Súper prioridad»
1997
Principio. Varios artículos del Código de Tránsito (incluido el Código de Carretera
art. R. 11-1 y R. 28) conceden una prioridad especial, denominada a veces «súper
prioridad», a los vehículos de servicios de policía, guardia civil, aduanas, bomberos,
así como a los «vehículos de atención de unidades móviles hospitalarias» cuando
informan de su proximidad por medio de señales sonoras o luminosas, en
condiciones de tiempo y lugar que permitan a los otro usuarios cederles el paso
(Cass. crim., 26 abr. 2000, D. 2000, IR 181, casación de un fallo en el cual se había
ampliado la prioridad especial a un vehículo de bomberos que no había accionado
su alarma de dos tonos). Todos los vehículos de estos servicios de benefician de las
disposiciones referidas (Cass. 2 e civ., 12 mar. 1970, Bull. civ. II, no 91. – Cass. crim.,
19 junio 1975, Gaz. Pal. 1975, 2, 706, ambulancia de bomberos. – Cass. 2 e civ.,
20 jul. 1993, Bull. civ. II, no 267, id. – Cass. crim., 5 oct. 1994, Gaz. Pal. 1995, 1,
somm. 36, «denegación» de la prioridad para un vehículo de guardia civil. – Cass.
2e civ., 26 junio 1996, D. 1996, IR 178; Bull. civ. II, no 178, «denegación» de la
prioridad para una ambulancia; la víctima pudo ser indemnizada pues no pudo
percibir las señales sonoras y luminosas dadas las condiciones del lugar); las
ambulancias regulares no tienen ninguna prioridad particular (CA Grenoble, 8 jul.
1966, JCP G 1967, 15176), aunque estén autorizadas para activar señales sonoras
y luminosas.
1998
Límites. Como complemento al texto, algunas decisiones no aplican la «súper
prioridad» sino cuando el desplazamiento del vehículo beneficiado presenta un
carácter de urgencia y necesidad (CA Lyon, 29 sept. 1966, Gaz. Pal. 1967, 1, 64,
nota Vassas. – Cass. 2 e civ., 28 febr. 1968, D. 1968, 427. – Cass. crim., 11 febr.
1970, D. 1970, somm. 98). Además, los conductores de los vehículos protegidos
por la «súper prioridad» no son excusados de la observaciones de las reglas
generales de prudencia y diligencia (CA Douai, 6 enero 1960, D. 1961, somm. 38. –
Cass. 2e civ., 26 abr. 1967, D. 1967, 513. – Cass. crim., 1 er mar. 1967, Gaz. Pal.
1967, 2, 59, nota Vassas. – Cass. 2e civ., 4 junio 1969, D. 1970, somm. 3. – Cass.
crim., 11 febr. 1970, D. 1970, somm. 98).
114
115
§ 2. Tolerancias
1999
Bibliografía. Tesis. J.-C. Coviaux, L’habitude individuelle dans le droit des
obligations, Paris, 1974. – P.-G. Haj-Chahine, L’acte de tolérance en droit civil.
Contribution à l’étude des actes dans le droit des biens et à la théorie de la volonté
modératrice de droit, Paris II, 1992. Artículos. J.-M. Le Roy, «La tolérance», RRJ
1995, 496. – Y. Strickler, «Les rapports d’affaires», Ann. Univ. Toulouse I, 1995, 27.
2000
La tolerancia no crea derecho. En el derecho penal la tolerancia administrativa
no es, jamás, considerada como un hecho justificante (Cass. crim., 12 mar. 1975,
Bull. crim., no 76. – Adde supra no 1851). Asimismo sucede en del derecho civil
donde la «tolerancia no crea derecho» (CA Paris, 13 mar. 1990, D. 1990, IR 82. –
C. civ., art. 2232). De ahí, que no sirva de fundamento para un derecho contractual
(ej. CA Paris, 6 sept. 1994, JCP G 1994, IV, 2451, el servicio gratuito de
parqueadero que una sociedad dispone para sus clientes, una simple tolerancia, no
crea una obligación de vigilancia. − Cass. 3e civ., 5 junio 2002, Bull. civ. III, no 126,
la tolerancia de un arrendador al cambio de destinación del bien, no implica una
renuncia de su parte a prevalerse de las consecuencias de esta infracción en el
contrato de arrendamiento). De otro lado, la tolerancia por cualquiera de una
actitud culposa (incluida en los artículos 1382 o 1383) no constituye un derecho
para su autor, salvo ley contraria (ej. C. Propiedad. Intelectual., art. L. 714-3, al. 3
et L. 716-5, al. 4). Por lo demás, no rompe el nexo causal ni disminuye la intensidad
de la culpa y no hace desaparecer el perjuicio.
Así, todo copropietario puede exigir a los otros la observación del reglamento, a
pesar de la tolerancia de parte de algunos copropietarios (CA Rennes, 7 febr. 1978,
D. 1978, 653. – Comp. Cass. 3 e civ., 17 junio 1992, Bull. civ. III, no 212, para una
tolerancia, revocable ad nutum, en cuanto a las «vistas» abiertas sobre una
propiedad vecina). La tolerancia manifestada por la víctima en cuanto al uso ilícito
de su marca o de su denominación de origen, no puede conferir a sus usurpadores
ningún derecho oponible (Cass. com., 19 enero 1988, Bull. civ. IV, no 42. – CA Paris,
15 dic. 1993, D. 1994, 145, nota Ph. le T.). De igual forma, si una persona ha
permitido, sin decir absolutamente nada, que una sociedad incluya su apellido en la
razón social, incluso durante muchos años, tal hecho no le impide ponerle fin a
dicha tolerancia (Cass. com., 12 mar. 1985, PIBD 1985, 135). O incluso, el silencio
reiterado de un arrendatario sobre el ejercicio por el arrendatario comercial de una
actividad no autorizada, no crea derecho (CA Paris, 13 mar. 1990, prec.).
Es en materia de atentados contra la vida privada que esta idea se pone
generalmente de relieve (supra no 1623). La notoriedad de los hechos publicados
equivocadamente no puede reducir la responsabilidad ni el perjuicio (CA Paris,
23 febr. 1988, D. 1988, IR 104).
2001
Tampoco la paciencia. En las relaciones contractuales, la tolerancia toma a
menudo la forma de la paciencia ante los incumplimientos contractuales. La actitud
conciliatoria es, muchas veces, orientada por el interés en la salvaguardia de los
vínculos contractuales y por la esperanza de una mejoría en la situación. Salvo
circunstancias particulares, la situación referida no disminuye los derechos de la
víctima (CA Paris, 3 mar. 1987, Expertises 1987, 192. – CA Paris, 13 mar. 1990, D.
1990, IR p. 82. – Rappr. l’habitude dans les rapports d’affaires: Coviaux, op. cit.;
Strickler, op. cit. – V. también infra no 3710).
2002 à 2099 réservés
115