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Les Cahiers de Framespa

e-STORIA

5 | 2010

Exilio / Les traités d'architecture à l'épreuve des monuments


Exilio

Pensando en Iberia: los debates


en torno a la unificación hispano-
portuguesa en el exilio
republicano en México
Jorge de Hoyos Puente
https://doi.org/10.4000/framespa.90

Résumés
Français English Español
L’exil républicain espagnol est probablement un des plus complexes du XXe siècle. De par sa
dimension, son hétérogénéité et sa durée il a donné lieu à une foule de processus identitaires, de
construction de projets politiques, de formulations théoriques. Parfois, des aspirations
abandonnées sont réapparues comme celle de l’ibérisme, unmouvement nationaliste centripète
entre les deux États qui se partagent la Péninsule Ibérique, et qui connut un bel essor tout au long
du XIXe siècle. La prétention de faire de la Péninsule une unité complète a été reprise par
certains cercles de l’exil républicain au Mexique. Ce travail analyse leurs théories autour de la
« nation », leurs justifications d’origine historiciste, ainsi que leurs moyens de diffusion à travers
des publications comme Las Españas. Ainsi nous étudierons des personnages comme Anselmo
Carretero, Ramón Xirau, Mariano Granados o Félix Gordón Ordax parmi tant d’autres.
L’Ibérisme a été pendant l’exil républicain un mouvement minoritaire mais néanmoins très actif
qui essaya de diffuser une conception plurielle de l’Espagne, rendant nécessaire une organisation
territoriale fédérale ou confédérale.

The Spanish Republican exile is probably one of the most complex in the twentieth century. Its
size, variety and duration led to many identity-forming processes, political projects and
theoretical debates. Sometimes it also stimulated the revival of once-abandoned aspirations, such
as that of ‘Iberism’, a nationalist movement based on the two states that existed in the Iberian
peninsula and which was strongest during the nineteenth century. The assertion of the
constitution of a unified peninsula was re-formulated by some elements of the Republican exile
based in Mexico. This study analyses their approach to the concept of the ‘Nation’, their
historically-based justifications, and their dissemination through publications such as Las
Españas. We will refer to figures such as Anselmo Carretero, Ramón Xirau, Mariano Granados
and Félix Gordón Ordás, among others. Iberism was a minority movement among the republican
exile, but it was extremely active: it presented a pluralistic concept of Spain, that required a
federal or confederal form of territorial organization.
El exilio republicano español es probablemente uno de los más complejos del siglo XX. Por su
dimensión, heterogeneidad y duración dio origen a multitud de procesos identitarios, de
construcción de proyectos políticos, de formulaciones teóricas. En algunas ocasiones, se produjo
una recuperación de aspiraciones antes abandonadas como el iberismo, movimiento nacionalista
centrípeto entre los dos Estados que conviven en la Península Ibérica y que vivió su momento de
mayor auge a lo largo del siglo XIX. La pretensión de la constitución de una unidad completa de
la Península fue retomada por algunos círculos del exilio republicano afincado en México. En este
trabajo analizaré sus formulaciones teóricas en torno a la “nación”, sus justificaciones de corte
historicista, así como sus medios de difusión a través de publicaciones como Las Españas. Para
ello nos acercaremos a las figuras de Anselmo Carretero, Ramón Xirau, Mariano Granados o
Félix Gordón Ordás, entre otros. El iberismo significó en el exilio republicano un movimiento
minoritario pero muy activo que trató de difundir una concepción plural de España que hacía
necesario una organización territorial federal o confederal.

Texte intégral
1 La derrota republicana en la guerra civil española originó uno de los exilios más
numerosos, heterogéneos y complejos de todo el siglo XX. Una minoría cualificada de
unas veinte mil personas encontró refugio en México gracias a la hospitalidad del
gobierno presidido por el general Lázaro Cárdenas1. Desde la otra orilla del Atlántico,
los refugiados españoles no dejaron de mirar hacia España y de proyectar sus anhelos
de regreso. Pocas experiencias propician la reflexión sobre la propia identidad
individual o colectiva como el exilio. La pérdida de la patria, pero también de la
cotidianeidad obliga a quienes lo padecen a realizar una profunda revisión de su
existencia. La falta de España obligaba a pensar constantemente en su origen, en su
destino y en sus circunstancias históricas. También lo propiciaba la búsqueda de
soluciones para su situación inmediata, el análisis de los errores cometidos durante la II
República y la guerra civil española (1936-1939). Estos debates no siempre fueron bien
encauzados hacia una búsqueda constructiva de respuestas, sino que en la mayoría de
las ocasiones contribuyeron a distanciar y dividir a las distintas organizaciones políticas
presentes en el exilio.
2 Fraccionados por el final de la guerra civil, los exiliados vivieron los primeros años
marcados por las expectativas que el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial
generaron en torno a las posibilidades de regresar a España si las potencias aliadas
resultaban vencedoras. Para los exiliados en México la posibilidad de que la dictadura
militar dirigida por Franco sobreviviese al nazi-fascismo resultaba impensable debido a
sus relaciones preferentes pese a la teórica neutralidad española. Es por ello, por lo que
los principales líderes políticos concentraron sus esfuerzos en articular estrategias para
el inminente regreso a España, así como de recordar su situación y denunciar la
naturaleza fascista del franquismo2. Los debates más importantes se desarrollaron
alrededor de la vigencia de las instituciones republicanas después de la derrota
republicana y su utilidad para propiciar una pronta vuelta a la patria perdida3. Para una
parte de los republicanos liberales, socialistas y comunistas, las instituciones
republicanas conservaban su vigencia y su mantenimiento era el mejor modo de
presionar a las potencias aliadas. Para la mayoría del PSOE en México, organizado en
torno a Indalecio Prieto, las instituciones republicanas resultaban inservibles y propuso
la constitución de una Junta, la Junta Española de Liberación, como mecanismo de
presión internacional. De la confrontación entre las dos visiones surgió una
descoordinación que restó eficacia y credibilidad internacional a sus actuaciones. La
existencia de varias voces en la trascendental Conferencia de San Francisco en 1945,
por un lado la Junta Española de Liberación con Martínez Barrio y Prieto a la cabeza,
por otro, Negrín como presidente del gobierno en el exilio, fue una buena muestra de
esta división4.
3 El debate en torno a las legitimidades sólo quedó parcialmente resuelto en 1945,
cuando se tomó la decisión de reunir las Cortes republicanas en México para constituir
un gobierno que finalmente fue presidido por José Giral, dirigente de Izquierda
Republicana que ya había ostentado esa responsabilidad en los primeros meses de la
guerra. Con el “gobierno de la esperanza” no llegó la calma a las filas republicanas, ya
que muchos de los críticos continuaron cuestionando la utilidad de un gobierno sin
territorio. En buena medida, la falta de consensos esenciales entre 1939 y 1945
favoreció la multiplicidad de debates en torno a aspectos fundamentales como la propia
naturaleza de España. Debates viejos que resurgieron con fuerza en unos momentos
especialmente delicados.
4 Veremos a continuación la polémica surgida en torno al iberismo, esto es a la
posibilidad de unificar la Península Ibérica en torno a unas instituciones comunes
desde distintos puntos de vista de las que se desprenden proyectos y aspiraciones
contradictorias. Para ello abordaremos en primer lugar un repaso sumarísimo a los
debates en torno al iberismo desde la perspectiva española, una vieja aspiración de
unificación de raíces profundas en el imaginario liberal de Portugal y España. Después
trataré de explicar las razones que permitieron la aparición del debate en torno al
iberismo, fundamentado en la falta de consenso en torno a la nación para pasar a
continuación a presentar los distintos modos de entender el iberismo y su evolución a lo
largo de las décadas.

La tradición del iberismo


5 El siglo XIX propició un intenso debate en España y Portugal en torno a la
posibilidad de constituir una unidad política entre las dos naciones. La experiencia de la
unión de los dos reinos entre 1580 y 1640, el impulso nacionalista imperante en Europa
que buscaba la creación de grandes Estados-nación, son referencias que deben ser
tenidas en cuenta para comprender el proceso. Un impulso que nació primero desde la
posibilidad de alcanzar una unidad dinástica, fue bandera de los liberales de ambos
países que tras la experiencia del exilio y la pérdida de las colonias vieron peligrar la
viabilidad de los dos Estados peninsulares; y más tarde aspiración de las culturas
políticas republicanas federales y también de los socialistas5. La justificación de este
movimiento se puede encontrar en criterios económicos y culturales. Por un lado, la
toma de conciencia por parte de las burguesías de uno y otro lado de los aspectos
positivos que la apertura de nuevos mercados, de redes comerciales e industriales podía
surgir de una unión estable entre ambos países. Por otro, la existencia de un sustrato
cultural común, la misma raíz lingüística, etc. Concebido como una estrategia de
fortalecimiento de las dos naciones, una apuesta decidida por forjar un Estado
peninsular que permitiese un progreso social y material en un clima de seguridad ante
las posibles agresiones exteriores.
6 El sexenio democrático (1868-1874) representó un punto crucial. La necesidad de
encontrar un candidato idóneo para el trono español tras la expulsión de Isabel II hizo
de Fernando de Coburgo, de la dinastía de los Braganças, una figura que parecía poder
personificar la aspiración de la unificación desde una perspectiva liberal6.
7 Desechada esta opción a favor de Amadeo de Saboya y tras la proclamación de la
efímera primera República española, la restauración borbónica acabó con la posibilidad
de unificación desde una opción monárquica. Con la estabilización de ambos Estados a
finales del siglo XIX el proyecto quedó relegado siendo ya un anhelo de intelectuales de
uno y otro lado7. Serán los republicanos españoles los que mantengan en ese periodo
vigente la aspiración iberista. Dentro de los intelectuales destaca la figura de Menéndez
Pelayo que mantuvo en las décadas finales del XIX la reivindicación de la unidad
cultural. Del lado portugués la figura de Oliveira Martins se convertirá en un referente
esencial, que será muy citado por los exiliados republicanos españoles décadas
después8. Más adelante, Miguel de Unamuno, entro otros, trató de revitalizar este
debate ya en el siglo XX con escaso éxito9.
8 Las primeras décadas del siglo XX no fueron especialmente fructíferas para la
convivencia y encuentro entre los dos Estados de la península ibérica10. La sustitución
en 1910 de la monarquía portuguesa por una república que a su vez fue depuesta por la
dictadura militar produjo un periodo de constante inestabilidad marcado por el miedo a
las injerencias del país vecino. Con la proclamación de la II República española la
dictadura portuguesa fue lugar de refugio para muchos elementos contrarios a la
democracia española11. Su apoyo a la insurrección militar franquista favoreció
estratégicamente el triunfo de los rebeldes encabezados por el general Franco.

Visiones en torno a la nación.


9 Para comprender la reivindicación del iberismo por parte de los exiliados
republicanos debemos partir de sus concepciones en torno a la “nación”. Sobre esta
cuestión hay que señalar la falta de consenso de los grandes imaginarios presentes en el
exilio republicano, el imaginario obrerista y el imaginario liberal12 en torno a aspectos
esenciales como “pueblo” o “Estado”, además de la “nación”. Para el imaginario liberal,
el pueblo era básicamente la suma de los ciudadanos que conforman una nación13.
Nación y pueblo son categorías equiparables para este imaginario ya que ellos, los
ciudadanos, son los legítimos propietarios de la soberanía. El imaginario obrerista
asocia la noción de “pueblo” a la clase trabajadora en su visión más amplia, ya que todo
asalariado, todo trabajador que vende su fuerza productiva, sea un intelectual, un
obrero o un jornalero, pertenece a la clase trabajadora en tanto en cuanto se encuentra
explotado por el capital. También en el imaginario obrerista “pueblo” y “nación” se
equiparan, pero con connotaciones radicalmente diferentes.
10 Se produjo entonces un choque entre la “clase” y la “ciudadanía” dando origen a
proyectos de Estado opuestos, con distintos discursos legitimadores, y por consiguiente
a vías y estratégias divergentes a la hora de pensar y proyectar el regreso a España. Para
el imaginario liberal, el Estado debe ser un aparato al servicio de los ciudadanos, debe
garantizar por encima de todo sus libertades individuales y garantizar el acceso a un
amplio abanico de servicios que permitan el desarrollo de una vida digna y justa a
todos. Indalecio Prieto sostuvo la necesidad de que los sindicatos no entorpezcan la
actividad del Estado y evitar las huelgas políticas14. Por el contrario, para el imaginario
obrerista, el Estado debe ser un instrumento al servicio de la clase trabajadora,
poseedor de los medios de producción para evitar la explotación capitalista. Estos dos
grandes imaginarios mantuvieron entre sí una pugna constante, con diversas y
complejas ramificaciones, que en algunos casos afectaron de forma transversal a
algunas organizaciones. Dos imaginarios que desarrollaron significaciones discursivas
diferentes para los mismos conceptos y que contribuyeron a impedir un diálogo fluido
entre los vencidos de la guerra civil. Los debates en torno al iberismo en el exilio
republicano resurgen esencialmente dentro del imaginario liberal, donde la concepción
de la nación se sustenta también en una justificación histórica.
11 Dentro del imaginario liberal se encuadran también los nacionalistas vascos,
catalanes y gallegos. Cada uno en un nivel de desarrollo nacionalista diferente, su visión
de la nación sólo difiere en un punto esencial y es en la soberanía. Los nacionalistas
vascos y catalanes defendieron su entidad histórica, la existencia de “pueblos”
diferenciados que constituían “naciones” con soberanía propia. Perdida la guerra y con
sus instituciones en el exilio fueron los primeros en potenciar el debate en torno al
iberismo como veremos a continuación.

El iberismo en el exilio.
12 La organización conformada por nacionalistas gallegos, vascos y catalanes, Galeuzca,
fue una de las principales impulsoras del debate en torno al Iberismo en los primeros
años cuarenta. A través de su publicación del mismo nombre, Galeuzca, podemos ver
cómo de forma implícita “Iberia” es un concepto reivindicado permanentemente como
elemento central. Desde una afirmación cultural e histórica los nacionalistas catalanes,
gallegos y vascos se equipaban a Portugal como naciones que conviven dentro de la
Península con Castilla. Los nacionalistas fueron los impulsores de un proyecto
embrionario de constitución de lo que se llamó la Comisión de la Comunidad de
Naciones Ibéricas que reunió en 1945 en Londres a un grupo de exiliados
representantes de todas las naciones entre los que destacan Manuel de Irujo por
Euzkadi, Carlos Pi y Sunyer por Cataluña, – ambos dirigentes de Galeuzca – Armando
Cortesao, exiliado portugués, y Luís Araquistáin, destacado dirigente e intelectual
socialista, por España15.
13 El proyecto buscaba dar un impulso a una organización confederal que aglutinase las
distintas naciones existentes en la Península en lo que debería llamarse la
Confederación Ibérica y aglutinase a las cinco naciones, esto es, Castilla, Cataluña,
Euzkadi, Galicia y Portugal16. Desde esta concepción plurinacional, propició el
encuentro con una parte del exilio liberal portugués que sufría la dictadura de Salazar,
aliado preferente del general Franco17. Aunque la comisión trató de limar asperezas, el
fracaso fue estrepitoso ante la falta de acuerdos en elementos esenciales como la
concepción de “nación” que estuvo presente desde el primer momento en los debates.
Una vez más, saltaron por los aires los intentos de aunar esfuerzos. La negativa de
Araquistáin a considerar más naciones que Portugal y España impedía dar acomodo a
las reivindicaciones especialmente virulentas de Manuel de Irujo. Cada uno de ellos
puso negro sobre blanco sus aspiraciones y su proyecto de organización supranacional.
La mayor parte de los debates se expresaron por cartas cruzadas entre los cuatro
ponentes y demuestran varias cuestiones. En primer lugar la falta de acuerdo ante lo
que cada uno de ellos pretendía obtener. También podemos ver el distinto estadio de
desarrollo de los nacionalismos vasco y catalán. El 3 de abril de 1945 se dieron por
fracasadas las negociaciones para disgusto de Manuel de Irujo, representante del PNV.
Araquistáin sostuvo que los nacionalistas vascos y catalanes estaban más interesados
ensolucionar sus aspiraciones que en recuperar la República para España18.
14 Este plan fue apoyado por los nacionalistas vascos y catalanes exiliados en México. La
razón de este interés por acercarse a Portugal era evidentemente práctica. Con la
inclusión de Portugal inevitablemente era necesario abrir un debate en torno a la
naturaleza del Estado, optando por una organización confederal, algo muy difícil de
conseguir de otra manera. Ni en los planteamientos más federalizantes de los
republicanos encontramos el cuestionamiento a la soberanía indisoluble que sí
plantean los nacionalistas vascos y catalanes. Como hizo Araquistáin, estas tesis fueron
muy criticadas por distintos motivos. Aquellos que defendían la vigencia de las
instituciones republicanas y la constitución de 1931 consideraron esta propuesta como
un ataque al régimen establecido. Por otro lado, los partidarios de dar por muertas las
instituciones que apostaban por una solución plebiscitaria para decidir entre otras
cosas el modelo de Estado lo consideraban fuera de toda lógica.
15 Para los socialistas del exilio el iberismo no fue en absoluto una prioridad. Centrados
en dirimir sus profundas diferencias ideológicas, divididos en torno a la estrategia
política a seguir y encuadrados en dos grupos opuestos, el Círculo Cultural Pablo
Iglesias que a partir de 1945 se transformó en la Agrupación Socialista en México por
un lado, y el Círculo Cultural Jaime Vera, que aglutinó a los sectores más obreristas y
ortodoxos dentro de la inspiración marxista por otro, el PSOE en su conjunto no prestó
demasiado interés a la cuestión ibérica. Como excepción habría que señalar la labor de
Anselmo Carretero que analizaremos más adelante. Fuese cual fuese el motivo del
rechazo, para la inmensa mayoría de los exiliados el debate en torno a iniciar una
unidad peninsular era extemporáneo en los años cuarenta.
16 El proyecto confederal de los nacionalistas vascos y catalanes fue el primer
acercamiento al iberismo en el exilio en una búsqueda de solucionar sus propias
demandas internas. Una vez fracasados los intentos de dar forma a un proyecto
compartido se mantuvieron las reivindicaciones y las miradas a Portugal en especial
por intelectuales catalanes en México.
17 En primer lugar cabe destacar los intentos de establecer una comparación entre el
caso portugués y catalán. Para Ramón Xirau la convivencia de tres naciones, esto es,
Cataluña, Portugal y Castilla es un proyecto de futuro, inacabado que debe ser
proyectado ante la falta de consensos que se había producido hasta el momento. Los
intentos de imposición por parte de alguna de las tres naciones resulta inaceptable y
sólo desde el acuerdo, el respeto a los derechos propios puede dar lugar a esa España
que todos anhelan para iniciar una convivencia armónica entre los pueblos que habitan
Iberia19. La apuesta clara de Xirau continuaba siendo la búsqueda de una unión de
corte confederal entre Portugal, Castilla y Cataluña, en igualdad de condiciones.
18 Pere Bosch Gimpera, ex – rector de la Universidad de Barcelona, precursor de los
estudios de prehistoria y arqueología, también abordó esta cuestión. Bosch defendió
siempre la unidad geográfica de España, asumiendo que todos los pueblos que
conformaban la Península pertenecían a esa España, incluyendo Portugal. Como
historiador, Bosch sostuvo que la lectura que se había realizado por parte del poder
asentado en Castilla no se correspondía en absoluto con la realidad pasada. Para Bosch
Gimpera, los intentos de construir una visión homogénea de España como un Estado
que entroncaba desde los Reyes Católicos hasta el Cid campeador era algo difícil de
sostener. Por ello, siempre defendió la necesidad de redefinir la centralidad de Castilla
como había defendido Ortega y Gasset en su España invertebrada, o Menéndez Pidal
con sus trabajos sobre el Cid. Para Bosch Gimpera los Alzamientos de Portugal en 1640
contra la Monarquía Católica y más tarde el de Cataluña en 1714 eran muestras de la
necesidad de huir de las imposiciones de ninguna de las partes. Bosch apuesta por
“soluciones federativas” para la organización de las Españas y reivindica la firme
voluntad de formar parte de una España múltiple20.
19 Todas estas manifestaciones se realizaron en el entorno de la revista Las Españas,
una de las publicaciones más importantes de los exiliados en México que consiguió
aglutinar a republicanos de distintas tendencias políticas pero que compartían una
visión plural de España. Desde sus inicios en 1946, contribuyó a difundir aspectos muy
variados en torno a la cultura española. De las formulaciones de Anselmo Carretero,
Pere Bosch Gimpera, José Ramón Arana, entre otros, surgirá la idea formulada como
“comunidad de pueblos” primero, como “nación de naciones” más tarde. España
concebida de forma plural, como una suma de pueblos y naciones con singularidades y
culturas diferentes que han formado todas ellas una identidad nacional que denominan
Las Españas donde entraba también Portugal.
20 Destaca entre el grupo la figura de Anselmo Carretero y Jiménez, socialista
segoviano, ingeniero industrial de formación, maestro en el Instituto Luis Vives, uno de
los colegios emblemáticos fundados por el exilio republicano en México e hijo de Luis
Carretero y Neiva, quien fue precursor de las ideas de Anselmo21. El iberismo de los
Carretero nace de una lectura de la historia de España que merece la pena ser abordada
aunque sea de forma sumaria22. Para Carretero la historia oficial construida desde el
poder ha ocultado la auténtica realidad española. Desde su punto de vista, la España
medieval era una España democrática que contaba con órganos de representación como
las Cortes y los Concejos y una legislación propia. Castilla y Cataluña eran presentados
como ejemplos paradigmáticos de esta realidad que fue transformada por la fuerza,
primero por la Corona de León y posteriormente por las dinastías extranjeras, esto es,
los Austrias y los Borbones que ocuparon el trono desde el siglo XVI.
21 Para Carretero, los intentos de imposición a los distintos pueblos de la Península se
habían demostrado un error absoluto, que generó siempre la contestación popular,
como en 1521 por las Comunidades Castellanas, en 1640 por portugueses y catalanes,
en 1714 por los catalanes nuevamente y a lo largo del siglo XIX por los vascos en
defensa de sus fueros. Anselmo Carretero defendió la personalidad de Castilla, muy
alejada de la visión de imposición que se había ido fraguando en las décadas anteriores.
22 Contrario a la imagen difundida por la generación del 98, Carretero siempre sostuvo
que no fue el reino de Castilla sino el de León el que trató de imponer su hegemonía en
la Península23. En su visión subyace la idea de que España se encuentra a medio hacer,
ya que existe una configuración nacional no asentada que convive con realidades
nacionales innegables. La visión de Carretero es deudora del romanticismo del siglo
XIX y también de la cultura política republicana histórica que en su imaginario realizó
una lectura mítica de la edad media como un periodo de libertades y gestión de los
pueblos de forma democrática24. La deuda con Pi y Margall en este sentido es
evidente25.
23 Para Carretero, España es una nación de naciones que debía buscar fórmulas
federativas para solucionar y armonizar su vida y su desarrollo. La afirmación de que
Portugal era tan español como Cataluña o Andalucía siempre estuvo presente en sus
discursos26. Si España viene de Hispania, también Portugal lo es con todo su derecho.
La nación es una cuestión de conciencia y sentimiento que se forja a través de la
historia, por lo que imponer no tiene sentido. La solución, por tanto, viene a ser una
constitución federal.
24 La cultura política republicana también contó con importantes partidarios del
iberismo aunque con sus propias particularidades. Sus dos figuras claves en este
sentido son Félix Gordón Ordás y Mariano Granados. Siendo los dos miembros de
Unión Republicana, tienen trayectorias diferentes. Félix Gordón Ordás, diputado, ex-
ministro, embajador de España en México durante la guerra civil, presidente del
gobierno en el exilio fue uno de las figuras más importantes dentro del exilio
republicano liberal. Suegro de Anselmo Carretero, comparte con él la idea de la unidad
ibérica pero con aspectos diferentes. En primer lugar, Gordón afirmaba la esencia de
España como una unidad ya hecha por lo que no creía que existan en nacionalidades
sino regiones27. España debía organizarse de forma federal por una cuestión práctica,
pero sin cuestionar la nación ya hecha. En un discurso pronunciado en 1944 en México,
Gordón se declaró unitario “por convicción y temperamento”, pero consciente de la
necesidad de organizar España de una forma muy diferente y dejando abierta la
posibilidad de la incorporación de Portugal28. En la visión de Gordón es una visión
regional, busca la construcción de un Estado descentralizado donde prime la cercanía
de las instituciones al ciudadano. Para Gordón, la nación no es otra cosa que el pueblo y
el Estado un instrumento para posibilitar la convivencia y garantizar las libertades
individuales. El Estado debía ser un conjunto de instituciones que estuviesen
permanentemente al servicio del ciudadano, para ello debía ser un Estado fuerte pero
con importantes mecanismos de control. De la experiencia fallida de la II República
buscó reformular el Estado integral con autonomías para las regiones históricas hacia
un modelo federal. Nos encontramos referencias constantes a la historia, lo que
conlleva una mitificación absoluta de un pasado y una reivindicación de la Hispania
legendaria, reconstituida con Portugal29.
25 Mariano Granados fue un prestigioso jurista en la II República española llegando a
ocupar puestos destacados como magistrado del Tribunal Supremo. Su interés por las
cuestiones jurídicas le llevó a reflexionar acerca de la situación de España, sus orígenes
históricos. Para Granados la responsabilidad de la falta de construcción de España
como nación sólida fue de las ingerencias extranjeras, de las monarquías imperialistas
que para fundar imperios olvidaron la nación30. Su definición de España es la de una
“supernación” que necesita articular una autonomía de gestión para afianzar la
integración ibérica, Portugal incluido31. A diferencia de otras visiones que apuntalaban
la argumentación a propósito de la viabilidad de la unidad ibérica en torno a un pasado
histórico y a elementos culturales comunes, Granados desarrolló su posición en torno a
criterios económicos. La viabilidad del Estado debía fundamentarse en torno a un
desarrollo económico mayor, a unas mejores posibilidades de crecimiento y para ello la
creación de un mercado más amplio era un factor a tener en cuenta. La posibilidad de
llegar a un mayor número de consumidores, de desarrollar las estructuras productivas,
de compartir infraestructuras eran motivos suficientes como para trabajar en esa
dirección32. Por tanto apostaba por un acercamiento a largo plazo y buscando mejorar
las condiciones materiales de las naciones.
26 Fidel Miró, miembro destacado de la CNT, fue uno de los grandes impulsores del
anarcosindicalismo español exiliado en México. Su labor como editor de revistas y
difusor de ideas anarquistas lo convierten en uno de los principales referentes para
abordar el estudio del anarcosindicalismo. Una de sus obras más importantes es
precisamente Cataluña, los trabajadores y el problema de las nacionalidades, editada
en México en 1967. En ella realiza una profunda autocrítica ante la falta de atención que
la comunidad del exilio, la izquierda española, había dedicado a uno de los problemas
centrales de España y que con la vuelta de la democracia, auguraba él, sería uno de los
principales escollos a resolver. En su argumentario las referencias a Iberia son
constantes y si bien es cierto que no dedica demasiados esfuerzos a hablar de Portugal,
siempre está como parte de esa Hispania33. La concepción de España la toma
directamente de Carretero, lo cual explica las coincidencias entre ambos discursos. Este
catalán, internacionalista, buscaba una integración federal desde una perspectiva del
“pueblo” equiparable a la “humanidad”. Una aspiración federal desde el municipio
hasta la región que trascendiese las realidades nacionales hacia escenarios más
amplios.

Del iberismo al Europeísmo.


27 A partir de los años sesenta los partidarios del iberismo en el exilio van a abrir su
mirada hacia Europa, expectantes ante los orígenes de la Comunidad Económica
Europea. Desde el Congreso de Munich en 1962 que aglutinó a opositores al franquismo
de todas las tendencias salvo los comunistas, los republicanos españoles en México
comenzaron a imaginar una federación europea. Tanto Anselmo Carretero, como Fidel
Miró o Félix Gordón Ordás van a tener una esperanza clara en Europa. Una Europa
democrática y fuerte no podía consentir tener en su seno un país tan importante como
España en manos de una dictadura, volvían a pensar ellos, pero además, la
construcción de una organización política europea serviría para evitar que se repitiesen
golpes de Estado en su seno.
28 La Agrupación Europeísta de México se convirtió en la plataforma de difusión de
estas ideas donde participaron muchos de los exiliados partidarios del iberismo.
Originada en el entorno del Ateneo Español de México se dedicó a organizar
conferencias acerca del futuro de Europa y de la integración de una España democrática
en su seno. De forma clara lo sintetizó Carretero en 1972. La existencia de una entidad
supranacional europea beneficiaría a España en todos los sentidos. El federalismo
europeo permitiría vertebrar Europa, huir del centralismo, lo que daría vida a los
territorios y evitaría la concentración de la población en las grandes capitales. Escribe
Carretero:

“Llegados aquí, podemos concluir: La Europa de las patrias, sí: la de las


nacionalidades; no la de los nacionalismos y los estados insolidariamente
soberanos. Aunque suene a paradoja: si queremos salvar las naciones europeas, es
preciso acabar con las soberanías absolutas de los estados nacionales para formar
la Unión federal de los Pueblos de Europa, sin jefaturas natas ni procedencias de
grandeza”. “No se trata de integrar una Europa unida para que los españoles dejen
de ser españoles, o los húngaros, húngaros; sino, entre otras cosas, para mayor
garantía de que puedan seguir siéndolo; y para que dentro de España y a su
amparo, el andaluz siga siendo andaluz, y el asturiano, asturiano; o, dentro de
Yugoslavia, el servio, servio y el esloveno, esloveno”34.

29 Las miradas hacia Europa desde el exilio convivieron con una aspiración también de
una federación iberoaméricana, incluso un acercamiento entre Europa e Iberoamérica
donde España sería el nexo de unión.

Conclusiones
30 La recuperación del iberismo en el discurso republicano exiliado tiene algunos
aspectos que es necesario tener en cuenta. En un momento de debilidad y
reformulación de proyectos desde la posición exterior que genera todo exilio, recurrir a
una reivindicación ya superada ha de ser entendida en clave interna. Igual que ocurrió
en el siglo XIX, el debate en torno a la unidad peninsular se circunscribió a círculos
muy reducidos. Para la inmensa mayoría de la clase política exiliada y para el exilio en
su conjunto el iberismo representaba una quimera difícilmente realizable, una aventura
que superaba todos los marcos imaginables en una situación tan precaria como la que
les había tocado vivir tras el final de la guerra civil española.
31 Como hemos podido ver, existieron formas diferentes de mirar hacia Portugal,
basadas en anhelos diferentes. Por un lado, los nacionalismos periféricos, en especial
vascos y catalanes, articularon un discurso federal o confederal según los casos
buscando una mejor adecuación a sus aspiraciones dentro de un hipotético nuevo
Estado español. La inclusión de Portugal implicaba de forma inevitable la búsqueda de
un modelo muy descentralizado de organización territorial que podía incluso llevar a
una redefinición de las concepciones en torno a la soberanía nacional, algo intocable
para el resto de los exiliados. Por otro lado, la visión de Iberia de aquellos otros
exiliados, provenientes de distintos sectores ideológicos que van desde el
republicanismo liberal hasta el anarcosindicalismo, fue radicalmente diferente.
Conscientes de los problemas internos que existían en España en torno al
cuestionamiento nacional, buscaban fuera de las fronteras soluciones sin cuestionar la
soberanía. Unos y otros, desde diferentes concepciones acerca de la naturaleza de su
país, asumieron la necesidad de apostar por una organización descentralizada del
Estado. Federales unos, confederales otros, el principal punto de fricción se encontraba
en torno a la soberanía y de forma más precisa, sobre la posibilidad de aceptar un
fraccionamiento de ésta en función de las naciones que fuesen aceptadas y reconocidas
por todos. Ambas visiones se fundamentan en una lectura histórica y cultural no exenta
de mitificaciones que les llevan a equiparar la democracia liberal con formas de
representación medievales.
32 La búsqueda en algunos casos de una cobertura legitimadora de realidades discutidas
como la naturaleza de los nacionalismos periféricos españoles convivió con lecturas
más modernas, que pretendían asentar las bases de un Estado más moderno y
fortalecido en un clima internacional cada vez más difícil. Justificaciones de naturaleza
económica como las mantenidas por el republicano Mariano Granados fueron en ese
sentido precursoras de la futura unidad europea.
33 En ese sentido, no sorprende que a partir de los años sesenta, el debate en torno a la
unificación con Portugal se diluya en una aspiración más amplia, la unidad de Europa.
La necesidad de apoyos exteriores sólidos, de buscar una vinculación soberana, podía
ser también un mecanismo de defensa para la futura democracia española ante posibles
nuevos ataques.
34 La aspiración a la unificación peninsular no dejó de ser más el anhelo de unos pocos,
sin embargo, a través de las miradas que articularon en torno al país vecino podemos
apreciar de forma clara la pluralidad de visiones existentes en torno a la propia esencia
de España. Es en la mirada hacia el “otro” donde al final uno se define, más cuando se
buscan fuera soluciones a problemas internos. Gordón Ordás, en los años cincuenta
asumió la dura tarea de presidir un gobierno en el exilio, sin territorio, sin ciudadanos y
apenas con un puñado de partidarios de mantener las instituciones republicanas como
símbolo de la legitimidad de un Estado. Desde esa óptica, el problema de las
nacionalidades le pareció el más complejo de solucionar en la España del futuro. No le
faltaba razón a Gordón Ordás que, sin embargo, jamás pudo regresar a España, como
muchos otros exiliados que murieron en el exilio, quedando una buena parte de sus
proyectos para España con ellos enterrados lejos del solar patrio.
35 La experiencia del exilio contribuyó a abrir horizontes mentales, a soñar con lo
imposible para que lo difícil se vuelva fácil. Ese fue en gran medida el espíritu de
muchos de los refugiados españoles durante décadas.

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Notes
1   Un buen estudio sobre la llegada a México de los refugiados españoles es el trabajo de José
Antonio Matesanz, Las raíces del exilio, México DF, Colmex, 2001.
2  El ministro de Estado Julio Álvarez del Vayo publicó: La guerra empezó en España, México
DF, Séneca, 1940.
3  Los debates en torno a la legalidad de las instituciones se produjo en París, en la reunión de la
Diputación Permanente de las Cortes celebrada en marzo de 1939, véase el diario de sesiones de
la reunión.
4  Sobre este asunto, véase Miguel Ángel Yuste de Paz, “Algunas consideraciones acerca de por
qué el año que pareció el último de Franco en el poder no lo fue”, Espacio, Tiempo y Forma,
Serie V, Historia Contemporánea, nº 14, 2001, p. 419-436.
5   Para un estudio exhaustivo véase: José Antonio Rocamora, “Un nacionalismo fracasado: el
iberismo”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, nº 2, 1989, p. 29-56.
6   José Antonio Rocamora, El nacionalismo Ibérico 1792-1936, Valladolid, Universidad de
Valladolid, 1994.
7   Germán Rueda, “El iberismo del siglo XIX. Historia de al posibilidad de unión hispano-
portuguesa” en Hipólito de la Torre y Antonio Pedro Vicente (dir.), España-Portugal. Estudios de
historia contemporánea, Madrid, Editorial Complutense, 1998, p. 181-214.
8  Joaquim Pedro de Oliveira Martins, Historia de la civilización ibérica, 1879.
9   Cesar Antonio Molina, Sobre el Iberismo, y otros escritos de literatura portuguesa,Madrid,
Akal, 1990.
10   Hipólito de la Torre, Antagonismo y fractura peninsular. España-Portugal 1910-1919,
Madrid, Espasa, 1983.
11  Hipólito de la Torre, La relación peninsular en la antecámara de la guerra civil de España,
Mérida, UNED, 1988.
12   Para abordar un buen marco teórico acerca de los imaginarios y las identidades son
imprescindibles las obras de Cornelius Castoriadis, La institución imaginada de la sociedad,
Barcelona, Tusquets, 1983; Slajov Zizek, El sublime objeto de la ideología, México, Siglo XXI,
2008 [1ª Ed. 1989]; Gilbert Durand, Las estructuras antropológicas del imaginario, México,
FCE, 2004; Charles Taylor, Imaginarios sociales Modernos, Barcelona, Paidós, 2006.
13   Así lo sostiene Félix Gordón Ordás, uno de los más claros representantes del imaginario
liberal. Véase su obra, Mi política fuera de España, México DF, 1972, Tomo IV (II), p. 1544.
14  Pese a la militancia socialista de Indalecio Prieto, su pensamiento liberal y su anticomunismo
le sitúa claramente dentro del imaginario liberal. Para el tema de los sindicatos véase Indalecio
Prieto, Confesiones y rectificaciones, conferencia pronunciada el Círculo Pablo Iglesias de México
el 1 de mayo de 1942.
15  Galeuzca, da cuenta de los encuentros en su número 4, correspondiente a noviembre de 1945,
p. 183.
16  La síntesis del proyecto se puede leer en Jaume Miravilles “Pasado y futuro de la Península
Ibérica”, Galeuzca, n° 9, abril 1946, p. 395 y sig.
17  Para seguir su desarrollo es imprescindible ver Armando Cortesao, Luís Araquistáin, Manuel
de Irujo y Carlos Pi Sunyer, La comunidad ibérica de naciones, Buenos Aires, Ekin, 1945. Una
explicación pormenorizada del asunto se puede encontrar en Luís Monferrer, Odisea en Albión:
los republicanos españoles exiliados en Gran Bretaña, 1939-1977, Madrid, Ediciones de la Torre,
2008, p. 223 y sig.
18  Armando Cortesao, Luís Araquistáin, Manuel de Irujo y Carlos Pi Sunyer, op. cit., p. 168.
19  Ramón Xirau, “Proyección de España”, Las Españas, nº 3, enero 1947, p. 1 y 15.
20  Pere Bosch Gimpera, “La lección del pasado”, Las Españas, nº 8, 29 abril 1948, p. 1 y 13.
21  Fue Luís Carretero el primero en poner en desarrollar las bases de la obra las nacionalidades
españolas, en unas conferencias que impartió en 1943 en México y que fueron editadas por “Las
Españas” en 1948. Su hijo Anselmo continuó su labor.
22  Anselmo Carretero, Las nacionalidades españolas, México DF, 1948.
23  Anselmo Carretero, La personalidad de Castilla en el conjunto de pueblos hispánicos, México
DF, 1960.
24   Véase Mª Victoria López-Cordon, El pensamiento político-internacional del federalismo
español, Barcelona, Planeta, 1975.
25  Francisco Pi y Margall, Las nacionalidades, 1877.
26   Anselmo Carretero, Las nacionalidades ibéricas, México, ediciones “Las Españas” 1962.
Folleto que recoge el contenido de una conferencia pronunciada ante la CNT de España en
México el 17 de mayo de 1962, p. 16.
27  Félix Gordón Ordás, Mi política fuera de España, Tomo IV (II), México DF, 1972, p. 1781.
28  Discurso pronunciado en el Homenaje a Companys celebrado el 15 de octubre de 1944 en el
Centro Republicano Español en México. Reproducido en sus memorias. Félix Gordón Ordás Mi
política fuera de España, op. cit., p. 551 y sig.
29  Ibid., p. 554.
30  Mariano Granados, España y las Españas, México DF, Almendros y Cia eds, 1950, p. 11.
31  Ibid., p. 68.
32  Ibid., p. 85.
33   Fidel Miró, Cataluña, los trabajadores y el problema de las nacionalidades, México DF,
editores mexicanos unidos, 1967, p. 91.
34  Anselmo Carretero, España y Europa, Valencia, Fondo de Cultura ediciones, 1971, p. 397.

Pour citer cet article


Référence électronique
Jorge de Hoyos Puente, « Pensando en Iberia: los debates en torno a la unificación hispano-
portuguesa en el exilio republicano en México », Les Cahiers de Framespa [En ligne], 5 | 2010,
mis en ligne le 12 mai 2010, consulté le 14 septembre 2022. URL :
http://journals.openedition.org/framespa/90 ; DOI : https://doi.org/10.4000/framespa.90

Auteur
Jorge de Hoyos Puente
Universidad de Cantabria

Droits d’auteur

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