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Mélanges de la Casa de
Velázquez
Nouvelle série

45-2 | 2015
La sociedad cortesana en la Península Ibérica (siglos XIV-XV)
Dossier. La sociedad cortesana en la Península Ibérica (siglos චඑඞ-චඞ)

Corte y diplomacia en la Castilla


bajomedieval
En busca de las fuentes
Cour et diplomatie dans la Castille du bas Moyen Âge : à la recherche des sources
Court and diplomacy in late mediaeval Castile: in search of the sources

ÓSCAR VILLARROEL GONZʝLEZ


p. 105-124
https://doi.org/10.4000/mcv.6537

Résumés
Español Français English
A lo largo del presente trabajo se analiza el estado actual de la investigación en lo referente a la
diplomacia y sus relaciones con la corte en el contexto castellano. Tras una historia larga,
historiográficamente se están viviendo una serie de cambios en lo relativo a este ámbito del
estudio histórico, cambios que apenas han tenido reflejo en el caso castellano. La falta de
fuentes es sin duda el principal problema que se presenta, ante la falta de un archivo de la
monarquía que conserve la documentación diplomática y de corte que permita abordar la
historia de la diplomacia castellana de una forma semejante a la que se desarrolla en otros
ámbitos. Se plantea así, como labor fundamental, la búsqueda de fuentes alternativas para la
investigación. En este trabajo se presenta esa búsqueda de forma razonada, mostrando un par
de ejemplos de lo fructuosa que puede llegar a ser esa labor en el avance del conocimiento
histórico-diplomático de la Corona de Castilla.

Dans le présent article, on analyse l’état actuel des recherches en ce qui concerne la diplomatie
castillane et ses relations avec la Cour dans l’espace castillan. Après une longue histoire, ce
champ de recherches historiques connaît une série de changements au niveau
historiographique, changements qui ont à peine touché le cas castillan. Le manque de sources
est sans aucun doute le principal problème, du fait de l’absence d’archives monarchiques qui
conserveraient la documentation diplomatique et curiale. Elles permettraient d’aborder
l’histoire de la diplomatie castillane de façon semblable à ce qui se pratique pour d’autres
espaces. C’est pourquoi la recherche de sources alternatives pour la recherche est une tâche
fondamentale. On présente ici cette recherche de façon raisonnée, en montrant, par quelques
exemples, combien cette tâche peut donner des résultats fructueux pour le progrès de la
connaissance historico-diplomatique de la couronne de Castille.

This paper analyses the current state of the research as regards diplomacy and its relations
with the court in the Castilian context. After a long history, historiography is undergoing a
number of changes in this sphere of historical study—changes that have scarcely impinged in
the case of Castile. Lack of sources is undoubtedly the main problem, as there is no archive for
the monarchy preserving diplomatic and court documentation with which to tackle the history
of Castilian diplomacy in a similar way to other spheres of research. The main goal is therefore
to find alternative sources. This paper presents the rationale behind that search, offering a
couple of examples showing how fruitful this kind of work can be in advancing our knowledge
of the history of diplomacy in the Kingdom of Castile.

Entrées d’index
Mots clés : Castille, Cour, diplomatie, historiographie, monarchie, sources
Keywords: Castile, Court, diplomacy, historiography, monarchy, sources
Palabras clave: Castilla, corte, diplomacia, fuentes, historiografía, monarquía

Texte intégral
1 Una de las tareas pendientes dentro del estudio de la corte de los reyes de Castilla,
y más específicamente de ésta entendida como el centro del incipiente conjunto
institucional y gubernamental del reino, se centra en conocer cómo funcionaban
algunos de sus diversos aparatos1. En concreto, el estudio de la diplomacia tiene
todavía, para el caso castellano, una gran cantidad de carencias en cuanto a la
investigación se trata, pese a lo mucho realizado desde hace más de cien años. La
diplomacia y la corte pueden verse desde dos puntos de vista: por un lado la
organización en la corte de la diplomacia propia y, por otro, cómo trabajaba esa
misma diplomacia castellana pero ya en su destino o en el camino hacia él. Dentro de
la diplomacia en la corte castellana hay que tener en cuenta también una doble
visión: en primer lugar la organización de la diplomacia propia (qué organización
burocrática existía y hasta qué punto podemos conocerla) y cómo se insertaba en el
marco cortesano (no sólo administrativamente, sino también en cuanto al personal
que la integraba); en segundo cómo se negociaba con los embajadores ajenos que
acudían a Castilla, es decir, la diplomacia recibida. De esta forma, la corte se
conformaba como un espacio diplomático (donde se producía el envío y la recepción
de información) así como un espacio para la negociación. Todo ello dotado,
obviamente, de un marco cortesano, en el que participaba toda la corte y el entorno
del poder. No hay que olvidar un tercer caso, ya ajeno a la corte, pues no siempre el
encuentro se realizaba allí (hubo muchos casos de negociaciones en lugares
fronterizos). Además, hay que tener en cuenta quiénes la componían, y cómo se
organizaba. Es decir, como se puede apreciar, hay una multitud de cuestiones a las
que prestar atención en la organización de la diplomacia a la hora de poder apreciar
correctamente su relación con la corte.
2 ¿Y con qué fuentes contamos para acceder al conocimiento de este y otros aspectos
de la corte, pues ese es el objetivo de este volumen? En el caso castellano contamos,
de partida, con un problema fundamental, como es la falta de ellas en un sentido
general. Así, una de las líneas principales a presentar será la búsqueda de fuentes
alternativas, así como la explotación maximizada de las disponibles. De ahí el título
de esta aportación, pues tal búsqueda es un paso previo y fundamental.
3 Por ello iremos presentando el estado actual del estudio de la diplomacia castellana
y su imbricación en la corte: las fuentes propias disponibles para tal estudio, la
búsqueda de otras alternativas y, por último, un breve ejemplo de las ventajas que
podemos obtener en el marco concreto de la diplomacia y la corte con su empleo,
presentando una muestra con un hecho diplomático concreto.

El estado actual del conocimiento de la


diplomacia castellana
4 El panorama actual de esta parcela del conocimiento histórico es un tanto extraño.
Aunque se trata de una disciplina que ha sido objeto de atención desde hace bastante
tiempo, podríamos decir que queda mucho, por no decir casi todo, por hacer. Ladero
Quesada indicó hace años cómo su conocimiento estuvo lastrado largo tiempo por la
creencia de que no hubo una auténtica diplomacia, y por ello se abordó desde puntos
de vista narrativos y de la historia política tradicional2. Hay abundantes trabajos que,
de una forma u otra, podríamos encuadrar dentro de la historiografía de la política
exterior o de la diplomacia. Es verdad que a través de ellos se analizaron cuestiones
de cierto peso y relevancia, pero algunos han quedado hoy día un poco marginados
pues se consideran formas antiguas de investigar y aproximarse al fenómeno.
5 Y es que, durante muchos años, la historiografía y el análisis diplomático centraron
su interés en conocer a los embajadores y a las misiones desarrolladas al servicio de
los reyes, así como los tratados firmados3. No cabe duda de que es una parte
fundamental de la diplomacia, pero estos trabajos acabaron siendo poco más que una
sucesión de embajadas sin una trabazón que diese cohesión, o buscase darla, a la
eterna sucesión de enviados o de tratados. Alguno de los grandes referentes de la
historia diplomática castellana, por su magnitud, pertenecen a estos dos grupos. Así,
la publicación desde en 1999 de la Historia de la diplomacia española, de Ochoa
Brun, supone el mejor ejemplo en todos los sentidos. Esta magna obra presenta la
evolución de la diplomacia en los territorios del actual estado español a lo largo de
toda su historia, atendiendo a los diversos ámbitos geográficos y sus formas estatales
o preestatales4. Para el periodo que nos concierne nos encontramos con una sucesión
de los embajadores que el autor pudo encontrar documentados5. El conocimiento de
esas misiones era la forma de presentar la evolución de la diplomacia, al menos en los
momentos del periodo medieval. Aunque Ochoa Brun supone su culmen, esto venía
de antiguo. Ya en 1848 nos encontramos la obra de Goñi, que tuvo un gran peso en su
tiempo y que supuso un intento de acercamiento al análisis de las relaciones
internacionales6. Sin embargo, para la época medieval no pasaba de presentar líneas
muy generales y un conocimiento muy somero.
6 La segunda vertiente de esta forma de la historia diplomática se centraba en la
publicación de los tratados en los que fructificaba o por los que se daba forma a la
política exterior. En la historiografía occidental, algunos trabajos sirven todavía como
fuente de conocimiento por la documentación que trascribieron y, con ello,
conservaron7. Este tipo de trabajos se emprendieron también en España, si bien con
objetivos y resultados diversos. Así, Tejada y Ramiro recopiló los tratados con el
poder pontificio dentro de su obra sobre los cánones de los concilios hispanos8.
También hubo una recopilación de tratados, al estilo de la monumental de Rymer,
como fue la obra de Abreu y Bertodano, que finalizaba su recorrido en el siglo XVIII9.
7 Como en tantos campos de la Historia, la segunda mitad del siglo XX trajo la
renovación. Normalmente nos encontramos con estudios con un enfoque
cronológico, bien porque presentan su evolución, bien porque se centran en
momentos concretos, especialmente de los siglos XIV y XV. En este sentido nos
encontramos con trabajos sobre Enrique II, Enrique III y Juan I (en el estudio de
Suárez Fernández sobre el reinado10). No se dejó de lado la publicación de fuentes,
que permitió, en algunos casos concretos (como las relaciones entre Castilla y
Portugal durante el reinado de los Reyes Católicos) contar con corpus documentales
muy extensos y casi completos, así como algunos análisis con un enfoque amplio en
su temática y cronología o con otros estudios sobre marcos geográficos concretos: por
ejemplo, sobre la política atlántica de los Trastámara, sus relaciones con el
pontificado o su política ante el Cisma de Occidente11.
8 Se inició también el análisis de la política exterior desde un punto de vista más
amplio, buscando la existencia de una línea de actuación tanto en las políticas
seguidas como en los medios que utilizó la monarquía. Esta línea, desarrollada por
Díaz Martín, quedó truncada, sin embargo, con su temprana muerte12. En ese mismo
perfil podríamos englobar el análisis de la diplomacia hispana que, a lo largo de toda
su historia, realizó Ochoa Brun, que, pese a sus carencias, sigue siendo de obligada
consulta, al menos como punto de partida13.
9 El estudio de las embajadas y de los embajadores, también en el ámbito castellano,
ha sido la forma habitual de acceder al conocimiento diplomático, en ocasiones sobre
personajes concretos que tuvieron un peso específico, como, y especialmente, Pedro
López de Ayala, Alfonso de Santamaría o Juan Manuel de Villena14. El análisis de
embajadas concretas siempre ha estado relacionado con la existencia de fuentes
documentales excepcionales (por su rareza en el ámbito castellano) y permitió el
estudio más o menos exhaustivo de momentos concretos y de misiones específicas:
por ejemplo, sobre algunos concilios del siglo XV o sobre grupos concretos, en zonas y
casos muy específicos15. Lo mismo ocurre con algunas relaciones a veces bilaterales,
que han sido analizadas a veces con gran profusión y calidad. Así, por ejemplo, sobre
las relaciones con Portugal existe una cierta abundancia en la bibliografía16. Sobre
Aragón prima el punto de vista aragonés, lógico dada la gran cantidad de fuentes
disponibles17. También sobre otros territorios extrapeninsulares como el reino
francés (donde hay algunas obras clásicas que se centraron en ese tema ya a finales
del XIX), el espacio inglés o las relaciones con el ámbito imperial18. En esta
diplomacia más allá de los límites peninsulares ha de incluirse, obviamente, al poder
pontificio19.
10 Hay algunos aspectos, especialmente relevantes en cuanto a la imbricación en la
corte, que han sido analizados, aunque sea de forma somera (o al menos no de forma
específica), siempre al hilo de las fuentes castellanas. Por ejemplo, se ha trabajado
sobre la relevancia del boato y la ceremonia al analizar la presencia de reyes de armas
y de un «tenedor del guion real20». Otro aspecto también esbozado es el análisis de
aquellos servidores puramente administrativos de la diplomacia, habiéndose
destacado la presencia y la evolución de algunos cargos con especial peso en estas
funciones. Así, los secretarios de latín aparecen mencionados desde la década de los
años 20 del siglo XV, con nombres como Juan de Mena, Gonzalo González Capoche
(escribano de cámara y secretario de latín), o Luis González de los Llanos, aunque
seguramente la organización en sí de la secretaría se llevaría a cabo en la década de
1430-144021. Misma función, pero hacia un ámbito diferente, realizaban los
trujumanes o traductores del árabe, fundamentales para las comunicaciones con el
reino de Granada y cualquier otro reino islámico y las hubo más veces de lo que nos
imaginábamos22.
11 Puede decirse que se avanzó en el conocimiento de la política exterior de la Corona
de Castilla; pero no tanto su imbricación en la corte (especialmente en la propia, pero
también en la ajena). Además, parece obvio que en la historiografía castellana, en
cierto modo, se mantuvieron las formas de análisis y aproximación a la cuestión
durante la segunda mitad del siglo XX, ajenas a algunas cuestiones que preocupaban
fuera de nuestras fronteras. Así, desde trabajos de historiadores como Lucien Bély,
Francesco Senatore, Christine Lutter, Jean Gaudemet, Olivier Guyotjeannin o
Stéphane Péquignot, se ha prestado atención a cuestiones como la terminología, con
aportes procedentes de la antropología política que pusieron el acento sobre la
comunicación y la negociación (sus formas, tiempos, documentos), o sus actores
(quiénes eran, cómo se elegían, qué formación tenían)23.
12 Así pues, existe una cierta bibliografía castellana, pero faltan trabajos de tipo
metodológico: ¿cómo se llevaba a cabo la diplomacia?, ¿quiénes formaban parte de
ella?, ¿por qué eran elegidos?, ¿cómo se organizaba en la corte? Algo se ha hecho ya,
pero se está poco menos que empezando24. Donde más carencia hay, tal vez, es en el
análisis de su relación e imbricación con las cortes regias. Pero aquí nos topamos con
una cuestión fundamental: ¿con qué fuentes contamos para realizar este tipo de
estudios? Ahí está el quid de la cuestión.

Las fuentes para el conocimiento de la


diplomacia
13 El problema se puede definir con una sola palabra: escasez. ¿Se podría decir,
incluso, carencia? Sería excesivo. Dado que nos encontramos ante un ejercicio del
poder por parte de la monarquía, parece obvio pensar que es entre sus fuentes donde
podemos encontrar información sobre la diplomacia y su relación con la corte. Y ahí
radica el problema, en el archivo de la monarquía. Como es bien conocido en Castilla,
pero no tanto fuera de este ámbito historiográfico, no se conserva el archivo de la
monarquía castellana medieval. No podemos decir que no existiese, sino que no se ha
conservado. El archivo había estado custodiado por los secretarios reales o de la
institución emisora (Cancillería, Contaduría mayor de cuentas…), sometido a los
vaivenes de la corte y a la disgregación, ante el hecho de que a la muerte del posesor
toda la documentación quedaba en manos de sus herederos25. Al parecer, Juan II y
Enrique IV habrían intentado poner fin a esto estableciendo la documentación en
Medina del Campo o Segovia, y posteriormente Fernando el Católico, ya en 1509, en
la Chancillería de Valladolid26.
14 Podríamos decir que el Archivo General de Simancas es su sucesor, pero, como es
bien sabido, no se organizó y fundó hasta la época de Carlos I y Felipe II. En concreto,
Carlos I organizó lo existente del patrimonio real y sobre esa base, en 1588, Felipe II
fundó el Archivo General como centro documental de la monarquía hispánica, en el
que debía conservarse todo lo emanado de la administración27. Esto influye en la
documentación conservada, porque si de la época de Juana I y de los Reyes Católicos
se conserva casi completa, según retrocedemos en el tiempo se reduce de forma casi
exponencial, pues no son más que los restos del archivo regio en el momento en el
que Carlos I se decidió a concentrarlo en Simancas: de Enrique IV, Juan II y Enrique
III hay, según se recorre el siglo XV, cada vez menos documentación y con
anterioridad a Enrique III se dispone de muy pocos documentos.
15 Eso hace que haya una escasez de documentación, en especial de índole
diplomática y cortesana: salvo excepciones, es muy escasa y fragmentaria.
16 ¿De dónde obtenemos la información entonces? Básicamente, se han aprovechado
esas magras fuentes junto a las de tipo cronístico. Pero, ¿hasta qué punto nos
permiten la reconstrucción?
17 La cronística castellana medieval plantea una serie de problemas que hay que tener
en cuenta. Para empezar, el cronista era un oficio regio. El rey nombraba uno o varios
cronistas que tenían por encargo la redacción de la historia del reinado. Esto ya hace
que partamos de una información que puede ser sesgada por la defensa de quien
ostentaba el poder real (en ocasiones detentaba, no defendiendo exclusivamente al
rey). A esto se une la existencia de crónicas particulares, que tienen unas claras
filiaciones políticas. En general hay que tener muy en cuenta la orientación de cada
una de las crónicas, e incluso de las diversas partes de ellas, pues en ocasiones tienen
varios autores que responden a iniciativas e intereses políticos diversos. La edición de
las crónicas trata de abordar y de desentrañar los intereses que podía tener cada
cronista y cómo eso se refleja a lo largo de la narración (algo que sin duda hemos de
tener en cuenta)28.
18 ¿Y qué noticias nos pueden aportar para conocer las relaciones entre la historia de
la diplomacía y de la corte?: nombres de embajadores, el objetivo de la misión, el
destinatario… El problema que se plantea es que no se aportan datos de la
negociación, ni la documentación, no hay noticias de los poderes otorgados, ni sobre
los medios, tampoco cómo se mantenían, cómo se integraban en la corte ajena (más
allá de describir recepciones o ceremonias, y esto en escasas ocasiones)… Además, no
ofrecen una nómina completa (pues otras fuentes nos permiten comprobarlo) sino
incompleta en cuanto al número (no se reflejan todas las embajadas) y a la
composición (pues tampoco se mencionan todos los embajadores).
19 Normalmente es a través de otros archivos castellanos como hemos podido ir
conociendo algo más. Fundamentalmente, además de los ya mencionados datos de
Simancas, los archivos municipales y algunos eclesiásticos. Estos nos han permitido
completar las noticias de alguna embajada, ya que mencionan a algún embajador más
o las fechas de la misión. Así, por ejemplo, la crónica de Juan II nos indica que en
1420 Diego de Anaya estuvo en la corte de Francia como embajador, regresando a
mediados de ese año29. Sin embargo, gracias a la documentación conservada en el
Archivo Capitular de Cuenca sabemos que partió a mediados de 1419 y que también
acudía con el mismo rango de embajador Rodrigo Bernal, arcediano de Salamanca30.
20 Como vemos, las noticias son muy escasas y la documentación, en muchas
ocasiones, tiene un alcance menor, completando solo la lista de embajadores. Cierto
es que hay alguna excepción que nos hace suponer que tal vez quede documentación
de interés escondida en archivos inesperados. Así, por ejemplo, no hace muchos años
se localizaron unas instrucciones para un embajador presente en Roma, que se
conservaban en la Biblioteca Nacional gracias a la copia que las campañas de Burriel
y Morales llevaron a cabo en el Archivo Capitular de Toledo (donde todavía se
guardan los originales hoy día)31. Este tipo de documentación es excepcional, aunque
podría ocurrir que existiese aún otra documentación semejante perdida por algún
archivo.
21 De esta forma, los archivos castellanos poco más nos pueden ofrecer sobre la
diplomacia regia, salvo honrosas y agradables sorpresas. ¿De dónde obtener, pues, la
información? La propia dinámica de la diplomacia (contacto entre dos cortes o
poderes distintos) nos lleva a la solución: de aquellos archivos de las instituciones
receptoras, es decir: de los archivos foráneos.

Los archivos extranjeros a Castilla


como fuente de información
22 Efectivamente, esta puede ser la fuente de información que nos permita avanzar. A
diferencia de la monarquía castellana, hay otros poderes regios y soberanos del
Occidente medieval que sí han conservado sus archivos, con lo que tenemos la
posibilidad de que en ellos se conserve documentación diplomática relativa a Castilla
e, incluso, castellana. Esto que parece algo obvio, no ha sido emprendido hasta ahora.
23 ¿En qué archivos? Obviamente allí donde se custodie la documentación de los
reinos o poderes soberanos con los que tuvo contacto la monarquía castellana. Así,
parecen indispensables los siguientes: Aragón, Portugal, Navarra, Francia, Inglaterra,
el papado, Milán, Florencia o Nápoles. Para la Corona de Aragón encontramos tanto
el Archivo de la Corona de Aragón (Barcelona) como el del Reino de Valencia
(Valencia), este último especialmente para la época final del periodo. En Portugal, el
Archivo da Torre do Tombo, así como en Navarra el Archivo Real y General del Reino
de Navarra. En Francia, los Archives Nationales (de los que hablaremos a
continuación con más detalle) y también algunos archivos departamentales donde
puede conservarse documentación de otros poderes, como por ejemplo en los
Archivos Departamentales del Norte, donde aparece en ocasiones documentación del
ducado de Borgoña32. En Inglaterra, los National Archives custodian mucha
información sobre la diplomacia con Castilla33. Para el pontificado romano, tanto el
Archivio Segreto Vaticano como el Archivio di Stato di Roma, donde en la sección
Camerale I se conserva documentación pontificia. Junto a ellos, diversos antiguos
estados italianos cuya documentación se conserva en los diversos archivio di stato:
Florencia, Venecia, Nápoles o Milán (como analiza en esta misma obra para el caso
aragonés la profesora Villanueva34).
24 Se nos plantea un problema previo, que es la cantidad de documentación
conservada. Esto depende de cada uno de los archivos, así como de los avatares de los
poderes soberanos con los que Castilla se relacionó. En casi todos, esto es un trabajo
todavía por realizar, pero qué duda cabe que las nuevas tecnologías vienen en nuestra
ayuda pues en muchos casos podemos acceder a los catálogos a través de Internet, lo
que permite aprovechar mucho más los desplazamientos.
25 A tenor de lo visto anteriormente en el estado de la cuestión bibliográfica, salta a la
vista que estos centros apenas han sido objeto de análisis, al menos para la corte y la
diplomacia en Castilla. En general, podríamos decir que apenas han sido utilizados y
sólo algunos de ellos han merecido la atención de la historiografía, aunque parezca
mentira. El Archivo da Torre do Tombo es, tal vez, uno de los más atendidos; en
concreto, Antonio de la Torre y Luis Suárez Fernández utilizaron parte de sus fondos
en sus trabajos sobre las relaciones con Portugal35, aunque aún queda mucho por
explorar.
26 Lo mismo ocurrió con los Archives Nationales franceses, utilizados por Suárez
Fernández en su trabajo sobre el Cisma36. Sin embargo, este caso es un buen ejemplo
de cómo la documentación ya analizada en esos archivos queda lejos de ser completa,
además de poder explotar más sus posibilidades con nuevos enfoques metodológicos.
De esta forma, Suárez Fernández presentó documentación castellana en esos
archivos relativos al Cisma, sin entrar en qué tipo de documentos eran (no era su
objetivo a fin de cuentas), siguiendo en muchos casos los datos ya transmitidos por
Georges Daumet. Como veremos a continuación, un análisis exhaustivo de sus fondos
nos aporta sorpresas.

Un ejemplo de documentación
castellana: los Archives Nationales
(París)
27 Parece lógico pensar que los archivos regios franceses han de conservar gran
cantidad de documentación de sus relaciones con la monarquía castellana en su
periodo bajomedieval. Es conocida la alianza que existió entre ambos reinos a lo largo
de finales del siglo XIV y la mayor parte del siglo XV. De hecho, una de las primeras
obras (y casi única) que se centró en el análisis de esas relaciones entre ambas
coronas se basó principalmente en la documentación de los archivos franceses37. Es
más, el mismo autor en un estudio posterior (pero centrado en el periodo previo,
entre los siglos XIII y XIV) también bebió de las importantes fuentes conservadas en
París38. En ellos utilizó las cartas castellanas y los acuerdos alcanzados para trazar
una historia de esas relaciones: cuándo hubo embajadas, cuándo se produjeron los
acuerdos, cuándo se ratificaron…
28 Ya solo el análisis de estas obras nos muestra la gran cantidad de información
conservada, fundamental para complementar lo poco conservado en Castilla. Pero,
obviamente, esto no supone que el autor presentase ni analizase todo el conjunto de
la documentación (sin tener en cuenta los nuevos análisis que se pueden emprender
con una nueva metodología). Basta para ello un rápido vistazo a los catálogos del
mencionado archivo.
29 Efectivamente, revisando los catálogos del Trésor des Chartes se puede comprobar
cómo los legajos de la serie J comprendidos entre las signaturas 599-606, 657-676,
759, 915-917 y 994 contienen información de índole diplomática que atañe a Castilla
o, en su defecto, a Castilla y otros reinos hispanos39. Es decir, un total de treinta y
tres legajos que contienen información diplomática (acuerdos, cartas de poder, cartas
de creencia…) entre los reyes castellanos y sus embajadores o los monarcas franceses,
todo ello datado entre los siglos XIII y XVI. Es mucha más documentación (y más
antigua en líneas generales) que la que se conserva en Simancas de la misma índole.
30 La importancia de la información que nos puede transmitir este archivo sobre las
relaciones con Francia, pero también en cuanto a los métodos y formas de trabajo de
la diplomacia y la corte castellana, crece si atendemos al contenido de estas layettes.
Baste como ejemplo una de ellas, la 600. Esta contiene un total de once unidades
documentales, entre las que encontramos: poderes de embajadores de Alfonso X en
1280, treguas entre Castilla y Francia confirmadas por Alfonso X (1280), otra carta de
Alfonso X concordando una reunión entre los reyes castellano y francés (1280), el
nombramiento de un embajador regio en el Imperio por parte de Alfonso X (1256),
bulas pontificias sobre paces entre ambos reinos (1277 y 1284), actas de reuniones de
los embajadores de ambos reinos (1276 y 1288), alianzas de nobles castellanos con el
rey francés (1276) y una recepción de embajadores galos por Alfonso X y el tema a
negociar (1276)40.
31 La documentación conservada ofrece noticias absolutamente desconocidas sobre la
diplomacia en ese periodo (sólo el hecho de que se conserven actas de la negociación
es sorprendente, aunque «sólo» se trate de actas de los acuerdos alcanzados o de las
propuestas de cada una de las partes). Eso sin contar las menciones de embajadores,
sus poderes… En algún caso, estos documentos nos confirman alguna noticia
transmitida por las crónicas (como el caso de Martín, obispo de Astorga, embajador
en 1288 en nombre de Sancho IV); pero normalmente nos ofrecen información del
resto de la comitiva (en este caso nos informan también de su compañero, Rodrigo
Velázquez, canónigo de Astorga), aportando, así, datos desconocidos hasta ahora que
permiten analizar quiénes formaron parte de esas embajadas y su imbricación en la
corte41.
32 No cabe duda que el análisis de este archivo es fundamental para conocer la
historia de las relaciones con Francia (desde el punto de vista castellano) así como la
relación entre ambas cortes y su diplomacia. También es muy importante para un
correcto análisis de la diplomacia castellana y sus formas. Pero aún podemos analizar
de forma mucho más concreta otro ejemplo, comparando qué conocemos por las
fuentes castellanas y lo que nos aportan otras ajenas a este reino.

Un ejemplo del beneficio de la


utilización de fuentes ajenas al reino:
las negociaciones con Aragón de 1430
33 Procedo a continuación a presentar un caso que servirá de ejemplo de cómo los
archivos ajenos a Castilla nos permiten ampliar nuestros conocimientos y entrar en el
análisis de las relaciones entre las cortes de los distintos reinos implicados. En este
caso me centraré en un ejemplo de relaciones con la Corona de Aragón, utilizando las
fuentes castellanas por un lado, y las que se conservan en el Archivo de la Corona de
Aragón por otro.
34 En el momento en el que nos centramos, 1431, las coronas de Castilla y Aragón
están en pleno conflicto. Alfonso V intervino en defensa de los intereses castellanos
de sus hermanos los infantes de Aragón, mientras que el rey de Castilla había actuado
contra ellos por sus intentos de detentar el poder en su nombre. Efectivamente el
conflicto interno castellano devino en guerra abierta produciéndose entradas
aragonesas en Castilla y viceversa a lo largo de 142942.
Lo que sabemos por las fuentes castellanas
35 Ambas entradas, la aragonesa y la castellana (aún revistiendo más gravedad la
primera) no pasaron de ser meras algaradas que no llegaron a la batalla. Tras ambas,
ya a finales de 1429, se entablaron conversaciones de paz en Almajano, cerca de
Soria, para conseguir poner fin al enfrentamiento43. Allí negociaron Álvaro de Luna y
Lope de Mendoza, aunque sólo debió servir para acordar unas negociaciones (además
de treguas), puesto que el arzobispo de Toledo, Juan Martínez Contreras, que ya
aparece en Almajano junto al rey, quedó en la frontera para negociar la paz44. Con
estas fuentes podemos intuir un enorme peso de la corte, y especialmente del entorno
más politizado, pues quienes aparecen son los principales actores políticos.
36 Efectivamente las fuentes toledanas nos muestran al arzobispo en la frontera
aragonesa al servicio regio45: estaba allí para «librar y determinar» las negociaciones
con Aragón y Navarra junto a Mendoza, señor de Almazán46. Sabemos que el
arzobispo quedó en la frontera cuando el rey marchó hacia el sur del reino en 1430 y
también que el prelado seguía en la frontera, en Ágreda en concreto, en junio de 1431,
pues desde allí despachó diversas cuestiones de la sede primada47.
37 Juan Martínez Contreras había sido elegido arzobispo por mediación del rey y
había actuado como embajador regio en el Concilio de Siena entre 1423 y 142448.
Todo ello indica claramente la razón de su elección. Sin embargo, su presencia
causaría, a tenor de las fuentes conservadas, un retraso en las negociaciones. Esto es
así porque en el proceso acudió a Tarazona y, en el momento de entrar, se produjo un
conflicto eclesiástico-diplomático. Intentó hacerlo con la cruz alzada, en señal de su
condición de primado hispano, pero el obispo de Tarazona se negó, alegando
defender la primacía en la persona del arzobispo de Tarragona49. Esto llevó a un
pleito que perduró durante más de dos años, hasta que lo suspendió Eugenio IV en
143350. Por ello sabemos que el prelado estuvo en la frontera al menos hasta julio de
1431, pero faltan noticias suyas hasta que se comunicó su muerte en noviembre de
143251.
38 Poco más se puede decir aparte de que el arzobispo estaba en la frontera
negociando y que el peso de los principales personajes de la corte fue fundamental.
Apenas nada sobre la presencia de servidores puramente administrativos, ni sobre
contactos con la corte castellana o aragonesa. Las fuentes en las que encontramos
información son las crónicas y la documentación conservada en el Archivo de la
Catedral de Toledo. Pero, ¿qué podríamos conocer con las fuentes aragonesas?

Lo que nos aportan las fuentes aragonesas


39 El Archivo de la Corona de Aragón conserva una cantidad ingente de
documentación emanada y recibida por la corte y la administración regia. Es lógico
que entre sus fondos podamos encontrar abundante información de índole
diplomática de las relaciones con la vecina corte castellana. Gracias a la herramienta
PARES podemos acceder de forma cómoda al menos a una parte de ella. Así, una
búsqueda sencilla, simplemente por los términos «arzobispo de Toledo» en la
demarcación temporal 1429-1434 (utilizando la herramienta «Búsqueda avanzada»,
nos arroja una cincuentena de documentos conservados en la sección Archivo Real
(Real Cancillería). Todos ellos contienen documentación sobre la negociación desde
1430 hasta 1432, con cartas que el arzobispo Martínez Contreras, junto a los otros
embajadores, escribió a los oficiales, a los embajadores y procuradores aragoneses y
navarros, y a las cortes castellana y aragonesa. Hay sin duda mucha más
documentación que en Castilla.
40 A ello, además, podríamos añadir la ya publicada por Bofarull en el siglo XIX sobre
las negociaciones, que nos arroja cientos de páginas sobre las conversaciones hasta
1434, con lo cual muestra claramente que una búsqueda más profunda nos ofrecería
como resultado una masa casi ingente de documentación52. Sin embargo, bástenos
con esto para demostrar lo que aquí se pretende: la ampliación de la información que
el Archivo de la Corona de Aragón nos ofrece.
41 Gracias a ella, por ejemplo, podemos llegar a saber la nómina completa de los
embajadores y la presencia de un entorno curial. Así, en los primeros documentos de
1430 aparecen las firmas de todos los que forman parte de la comitiva castellana, lo
que las crónicas no nos transmitían. Así, aparecen Juan Martínez Contreras y Pedro
de Mendoza, señor de Almazán (aquellos que mencionan las crónicas o la
documentación castellana), pero también: el deán de Cuenca, dos doctores, Gonzalo
González Capoche (como notario), y otras dos personas más53. Se amplía la nómina
cuantitativa y cualitativamente: el deán de Cuenca era Pedro de Bocanegra, capellán
real que había desarrollado labores diplomáticas al servicio regio, precisamente ante
el rey navarro54. Gonzalo González Capoche había sido secretario de Martínez
Contreras y en esos momentos era secretario de latín de Juan II55. El entorno curial
que pasaba desaparcibido en las fuentes castellanas empieza a aparecer.
42 La propia documentación constata quiénes son esos otros personajes o doctores,
además de comprobar las variaciones en la embajada. Así, cuando se alcanza un
primer compromiso en enero de 1431, en Ágreda, aparecen como embajadores
castellanos: Martínez Contreras, Mendoza, Fernando González Dávila (refrendario),
Pedro González del Castillo (oidor de la Audiencia y del Consejo), Juan Fernández de
Toro (oidor), Pedro de Bocanegra, Martín de Vargas (prior de Valbuena) y Pedro
Ramírez (maestrescuela de Toledo y camarero mayor del arzobispo)56. Además,
muestra los cambios que hubo: entrada de Fernán González Dávila, de Rodrigo
Alfonso, de Diego Ramírez, de Juan Ruiz de Peñavier, de Pedro de Castilla (que se
incorporó el 9 de diciembre de ese mismo año, en sustitución de Martínez Contreras,
fallecido en 143457).
43 Aparece el itinerario de los embajadores y de las negociaciones: en octubre de 1430
la legación está repartida por pequeñas poblaciones de la frontera, huyendo de la
pestilencia que les había alejado de Ágreda58. En agosto de 1432 se negociaba desde
Ágreda, dirigiendo la legación aún Martínez Contreras59. En marzo de 1433 estaban
en Alfaro y ya no aparecen ni Martínez Contreras ni Pedro de Mendoza, que fue
sustituido por su hijo Diego Hurtado de Mendoza60.
44 También se aportan datos sobre el funcionamiento de la diplomacia, en algunas
ocasiones con formas de actuación que podíamos sospechar para Castilla, pero que
hasta el momento no habíamos comprobado fehacientemente. Por ejemplo, las
procuraciones de los embajadores tenían una fecha de caducidad, con lo cual el rey se
veía obligado a renovarla antes de que llegase (así, el 16 de julio de 1432 hacía lo
propio, renovándola por un año más a partir del 25 de julio)61. Además, se conservan
los poderes concedidos a sus embajadores, algo que en Castilla es absolutamente
excepcional, como ya hemos visto62. Se conservan alegaciones por escrito de los
procuradores y también las respuestas de los rivales, claro, con lo cual podemos
asistir a la negociación (que se aleja del tema que aquí nos centra, pero que es
fundamental para la historia de la diplomacia)63. El ACA nos muestra, además, una
constante correspondencia con la corte castellana y con la aragonesa, con hasta 49
cartas64.
45 Como podemos ver, a la vista de los ejemplos y con una somera aproximación a la
documentación conservada fuera de Castilla, si queremos hacer la historia de la
diplomacia y su relación con la corte hay que buscar fuera. La lógica indicaba que allí
debía hallarse (aunque hemos de insistir que esa lógica no parecía haberse percibido
hasta ahora), y la realidad ha mostrado, en dos ocasiones, que efectivamente allí está.
Allí podemos encontrar datos sobre cómo funcionaba, cómo se organizaba, quiénes
eran sus componentes, cuáles eran sus objetivos, de qué poderes les dotaba la
monarquía, qué miembros de la corte y del entorno burocrático del rey participaban;
sobre cómo se negociaba, las formas, los medios, los acuerdos alcanzados, su
confirmación por los embajadores o el mismo monarca… en definitiva, las fuentes
que necesitamos.
46 La única forma de saber también cómo esa diplomacia se imbricaba en el mundo
cortesano es acudir a esos archivos. Allí podremos comprobar de dónde procedían y
qué cargos tenían los embajadores, si había miembros de la burocracia entre ellos,
cómo se relacionaban con la corte ajena, cómo se les recibía, agasajaba o ignoraba.
Podremos ver también el peso que la política interna o los cambios en la corte tenían
en esas embajadas y en sus componentes, es decir, cómo se relacionaban corte y
diplomacia, cómo una se imbricaba en la otra; cómo, incluso, cuando se negociaba
fuera del ámbito cortesano, éste estaba presente.
47 Para acceder a ello hemos de salir, hemos de volver a los archivos ya visitados y
explotar al máximo esa información. Hemos de acudir donde nunca se llegó para
buscarla. Aragón, Francia, Inglaterra, Portugal, Navarra, el Imperio, el papado, los
estados italianos… Dado que la diplomacia castellana actuó sobre ellos es necesario
comprobar qué queda allí, de las cartas regias de presentación y de poder que
entregaron a los respectivos señores y que, a veces, custodiaron en sus archivos.
48 Obviamente no podemos dejar de lado los archivos castellanos. Aún hay cosas por
hacer y sitios donde buscar esa información: archivos familiares de los embajadores,
archivos eclesiásticos, municipales (Toledo, Murcia, Burgos, Osma…), el mismo
Archivo General de Simancas. Aún podemos encontrar información sobre los
burócratas que formaban parte de los aparatos de la monarquía que intervenían en la
diplomacia: trujumanes, secretarios reales, secretarios de latín… Hay que revisar las
crónicas en busca de toda la información diplomática: recepciones, fiestas, noticias
de la negociación… de forma que se pueda crear un corpus lo suficientemente amplio
que permita analizar esa parte fundamental de la diplomacia, como es su desarrollo
en la corte.
49 Sin embargo, es la búsqueda en el exterior la que debe aportarnos la mayor parte
de la información. Sólo de esta forma podremos plantearnos abordar el estudio de la
diplomacia y la corte desde un punto de vista metodológico renovado, y acercar
nuestro conocimiento del funcionamiento de la diplomacia castellana al que se tiene
sobre la de reinos vecinos.

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Notes
1 El presente trabajo se enmarca dentro del proyecto de investigación del Ministerio de Ciencia
e Innovación nº HAR2010-16762 «Prácticas de consenso y de pacto e instrumentos de
representación en la cultura política castellana (siglos XIII al XV)».
2 LADERO QUESADA, 2000, p. 461.
3 PEREIRA CASTA˕ARES, 1992, pp. 155-156.
4 OCHOA BRUN, 1999-2012.
5 La cantidad de las fuentes supone una de las grandes fallas del autor. La nómina que
presenta se reduce a los grandes embajadores y alguna de las grandes misiones.
6 GO˕I, 1848.
7 RYMER, Foedera.
8 TEJADA Y RAMIRO, Colección de los tratados. Lo hace en un fáctico tomo VII que está
integrado en el VI.
9 ABREU Y BERTODANO, Colección de los tratados de paz.
10 SUʝREZ FERNʝNDEZ, 1956; ID., 1950, también MITRE FERNʝNDEZ, 1999; SUʝREZ FERNʝNDEZ,
1977-1982, pásim.
11 TORRE, SUʝREZ FERNʝNDEZ, 1958-1963, línea luego continuada, tras la muerte de su
maestro, por SUʝREZ FERNʝNDEZ, 1965-1972; ID., 1959; ID., 1960; DˁAZ MARTˁN, 1981.
12 DˁAZ MARTˁN, 1987.
13 OCHOA BRUN, Historia. Realiza un repaso desde la época antigua, dedicando a la época
medieval los volúmenes 1 (el ámbito castellano) y 2 (ámbitos aragonés y navarro).
14 Sobre Ayala, véase SUʝREZ FERNʝNDEZ, 1962; MEREGALLI, 1955; o el más reciente, pero
también inferior, de SERRANO DE HARO, 2001. A Cartagena como diplomático le dedica una
parte de su estudio FERNʝNDEZ GALLARDO, 2002, pásim. Y sobre Villena, véase OLIVERA
SERRANO, 1995.
15 GO˕I GAZTAMBIDE, 1966; ÁLVAREZ PALENZUELA, 1992; SUʝREZ FERNʝNDEZ, 1963; FERNʝNDEZ
GALLARDO, 1994; VILLARROEL GONZʝLEZ, 2007, ID., 2013; DIAGO HERNANDO, 1995.
16 Además de los mencionados: GARCˁA FERNʝNDEZ, 2008; BECEIRO PITA, 1996; ID., 1997; ID.,
1999.
17 OLIVERA SERRANO, PASTOR BODMER, 2000; MASIʡ DE ROS, 1994; FERRER I MALLOL, 2005;
MOX˖ Y MONTOLIU, 1997; ÁLVAREZ PALENZUELA, 2000; L˖PEZ FERNʝNDEZ, 2008.
18 Francia: DAUMET, 1913; ID., 1898; OLIVERA SERRANO, 1993. Francia e Inglaterra: CEBERIO
CASTRO, 1988. Inglaterra: ECHEVARRˁA ARSUAGA, 2007; BELLO LE˖N, HERNʝNDEZ PʰREZ, 2003.
Imperio: DIAGO HERNANDO, 1995; MEYER, 1998.
19 Desde épocas concretas a periodos algo más amplios: NIETO SORIA, 1996; FERNʝNDEZ DE
C˖RDOVA MIRALLES, 2005; VILLARROEL GONZʝLEZ, 2010b.
20 LADERO QUESADA, 1998, p. 341.
21 G˖MEZ IZQUIERDO, 1968, p. 38; CA˕AS GʝLVEZ, 2012, pp. 365-366, 374-375 y 184.
22 Tenemos documentados trujumanes entre los cargos de la corte desde 1443 (Gome Díaz de
Arabia), G˖MEZ IZQUIERDO, 1968, p. 104. Es conocido el trabajo sobre los contactos con el
Egipto mameluco: MARTˁNEZ MONTAVEZ, 1963.
23 No hay espacio aquí para un análisis ya realizado: PʰQUIGNOT, 2009, pp. 1-8.
24 VILLARROEL GONZʝLEZ, 2013, ID., 2010a.
25 AMEZUA, 1945, p. 11.
26 Ibid., pp. 11 sqq.; así se puede comprobar en la información del archivo GRANDA JUESAS,
1989, p. 55.
27 RODRˁGUEZ DE DIEGO, 1998.
28 La historia de la edición de crónicas es muy extensa. Baste citar uno de los últimos y sin
duda más ambiciosos emprendidos en los últimos años: el análisis de la cronística castellana
desde sus orígenes hasta época de los Reyes Católicos, llevada a cabo por G˖MEZ REDONDO,
1998-2007, al hilo del análisis de la prosa castellana; ID., 2012.
29 LORENZO GALˁNDEZ DE CARVAJAL, Crónica del serenísimo príncipe don Juan, p. 382.
30 Archivo de la Catedral (AC) de Cuenca, Secretaría, Actas capitulares, Libro III, f° 56vº.
31 Biblioteca Nacional de España (BNE), ms. 13 018, fos 149vº-150rº; VILLARROEL GONZʝLEZ,
2001, pp. 173-174; ID., 2003, pp. 277-278; Archivo Capitular (AC) de Toledo, A.8.L.1.1a.
32 Especialmente en la Chambre des Comptes, véanse, por ejemplo, los inventarios de los
bienes de Margarita de Austria (Archives Départementales du Nord, Chambre des Comptes, n.
123.900), publicado en F. CHECA CREMADES (dir.), Los inventarios de Carlos V y la familia
imperial/The Inventories of Charles V and the Imperial Family, Madrid, Villaverde editores,
2010, vol. 3, p. 2389.
33 Una búsqueda sencilla en su base de datos ofrece notable información sobre la actividad
castellana: así, buscando simplemente «Castille» nos encontramos con la primera entrada que
arroja como resultado la actuación de Gonzalo Moro como embajador de Enrique III (SC
8/179/8931), disponible en <http://discovery.nationalarchives.gov.uk/SearchUI
/Details?uri=C9294799> [consultada el 30/10/2013].
34 Páginas 143-146 de este volumen.
35 TORRE, SUʝREZ FERNʝNDEZ, 1958-1963.
36 SUʝREZ FERNʝNDEZ, 1960.
37 DAUMET, 1898.
38 ID., 1913.
39 Se puede consultar en el Plan d’Orientation Général, Notice J, Trésor de Chartes, disponible
en <http://www.archivesnationales.culture.gouv.fr/chan/chan/fonds/EGF/SA/SAPDF
/egfn_j.pdf> [consultado el 30/12/2013], o bien en la sala de inventarios del CARAN (Archives
Nationales).
40 Información extraída del legajo conservado en el CARAN: Archives Nationales, J/600.
41 Lo transmite la crónica regia: Crónica del rey don Sancho el Bravo, en Crónicas de los
reyes de Castilla, t. I, p. 72. Véase VILLARROEL GONZʝLEZ, 2013, p. 314. Archives Nationales,
J/600, nº 20.
42 Para una aproximación al periodo: PORRAS ARBOLEDAS, 1993, pp. 148-196.
43 Lo transmite una de las crónicas del reinado: LORENZO GALˁNDEZ DE CARVAJAL, Crónica del
serenísimo príncipe don Juan, p. 471.
44 VILLARROEL GONZʝLEZ, 2013, p. 323
45 ID., 2003, pp. 68-69.
46 AC de Toledo, A.8.L.1.3. Es una orden de proteger los bienes y derechos del arzobispo y sólo
informa de la razón por la que está en la frontera, sin dar detalles. Es un rasgo típico de las
noticias conservadas en estos archivos.
47 AC de Toledo, V.9.C.1.3.
48 VILLARROEL GONZʝLEZ, 2001, pp. 164-179; ID., 2007, pásim.
49 AC de Toledo, X.8.D.1.2a.
50 AC de Toledo, X.8.D.1.2.
51 AC de Toledo, V.9.C.1.3ª; AC de Toledo, A.8.L.1.5.
52 BOFARULL Y DE SARTORIO, 1869. Bien es cierto que en la publicación en ningún momento se
indica la signatura de la documentación que se transcribe.
53 Pueden apreciarse sus firmas en Archivo de la Corona de Aragón (ACA), Cancillería (C),
Cartas reales (CR), Alfonso IV [V], Serie general (SG), 1552.
54 Véanse unos apuntes biográficos en VILLARROEL GONZʝLEZ, 2011, pp. 576-577.
55 CA˕AS GʝLVEZ, 2012, pp. 365-366.
56 BOFARULL Y DE SARTORIO, 1869, pp. 18-19.
57 Ibid., pp. 441 sqq.
58 ACA, C, CR Alfonso IV [V], SG 1514.
59 Ibid., SG 1705.
60 BOFARULL Y DE SARTORIO, 1869, pp. 394 sqq.
61 Ibid., p. 349.
62 Ibid., pp. 121 sqq.
63 Ibid., pp. 184 sqq.
64 ACA, C, CR Alfonso IV [V], SG 1514, 1518, 1519, 1528, 1557, 1601, 1602, 1614, 1615, 1629, etc.

Pour citer cet article


Référence papier
Óscar Villarroel González, « Corte y diplomacia en la Castilla bajomedieval », Mélanges de la
Casa de Velázquez, 45-2 | 2015, 105-124.

Référence électronique
Óscar Villarroel González, « Corte y diplomacia en la Castilla bajomedieval », Mélanges de la
Casa de Velázquez [En ligne], 45-2 | 2015, mis en ligne le 01 janvier 2018, consulté le 18 août
2022. URL : http://journals.openedition.org/mcv/6537 ; DOI : https://doi.org/10.4000/mcv.6537

Auteur
Óscar Villarroel González
Universidad Complutense de Madrid

Droits d’auteur

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International - CC BY-NC-ND 4.0

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