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REFLEXIONES
SOBRE GÉNERO Y ECONOMÍA
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Si bien es cierto que los estudios más recientes apuntan a que la idea del varón
sustentador como pilar básico de la economía familiar, a través de su salario, es producto
de la industrialización y la modernidad,5 tampoco podemos obviar que ya desde los
primeros tiempos históricos, y con las matizaciones que deban realizarse, asistimos a la
división sexual del trabajo.
Desde la perspectiva feminista, se ha analizado cómo en las sociedades patriarcales
se da distinto valor a las actividades que realizan hombres y mujeres, considerando lo
masculino como lo óptimo y relegando a un papel secundario el trabajo femenino. Este
hecho lleva a la filósofa Simone de Beauvoir a afirmar en El segundo sexo:
La pire malédiction qui pèse sur la femme c’ est qu’ elle est exclue de ces expéditions
guerrières ; ce n’ est pas en donnant la vie, c’ est en risquant sa vie que l’ homme s’ élève au-
dessus de l’ animal ; c’ est pourquoi dans l’ humanité la supériorité est accordée non au sexe
qui engendre mais à celui qui tue.6
3
El mismo autor ya había realizado un capítulo referido al papel económico de las mujeres en la Hispania
romana dentro de la edición española de la obra Historia de las mujeres en Occidente, de Georges Duby y
Michelle Perrot (Bravo Castañeda 1991).
4
Bravo Castañeda 2001, p. 119.
5
Carbonell Esteller 2005-2006, p. 245; Nuño Gómez 2010, p. 38-41.
6
De Beauvoir 2008 [1949], p. 92. “La peor maldición que pesa sobre la mujer es estar excluida de estas
expediciones guerreras; si el hombre se eleva por encima del animal no es dando la vida, sino arriesgándola;
por esta razón, en la humanidad la superioridad no la tiene el sexo que engendra, sino el que mata”
(2005 [1949], p. 128). Sobre la influencia de Simone de Beauvoir en el desarrollo y planteamiento de la
Historia de las mujeres, vid. Cid López 2009.
7
González Santana 2013.
8
Loraux 1981.
9
Gourevitch, Raepsaet-Charlier 2001; Alfaro Giner 2010.
10
Nash 2004, p. 39-45.
11
Iriarte 2001.
industriales, que no lo podían asumir debido a su necesidad de trabajar, tal vez llegaron
a interiorizarlo. De esta forma, también en la sociedad antigua el ideal femenino era
la domesticidad, pero desconocemos en qué medida influía en las mujeres humildes,
e incluso en las esclavas, ese modelo propio de la elite con la realidad que tenían que
vivir día a día, con su presencia continua en la vida de la ciudad o de las explotaciones
rurales.12
Las actividades domésticas han sido llevadas a cabo prácticamente en exclusiva
por las mujeres y en ningún caso han tenido la consideración de trabajo, englobadas bajo
los términos “tareas o labores domésticas”, y en algunos estudios históricos y económicos
como “actividades de reproducción”, pero siempre negándoles su carácter productivo.
De hecho, en su obra Women, Work and Family, de 1987, las propias Louise A. Tilly
y Joan W. Scott dejan fuera del concepto “trabajo” las actividades domésticas cuando
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12
Saller 1998.
13
Tilly, Scott 1987, p. 5.
14
Una reflexión sobre el diferente uso del tiempo entre hombres y mujeres y sobre las actividades
femeninas en la sociedad antigua en Mirón Pérez 2001, para la cultura griega, y en Martínez López 2002 y
López Medina 2008 para el caso romano.
15
Borderías Mondéjar, Carrasco Bengoa, Alemany 1994, p. 17-109; Domínguez Martín 2006.
16
Sánchez Romero, Aranda Jiménez, 2005; González Marcén, Montón Subías, Picazo Gurina 2005 y
2007; Sanahuja Yll 2007.
17
Hernando Gonzalo 1999 y 2007; Sánchez Romero 2005.
18
González Marcén, Montón Subías, Picazo Gurina 2007, p. 176-177.
Frente al desprecio por el trabajo que muestra gran parte de la literatura latina,
la epigrafía evidencia, sin embargo, el propio orgullo de los trabajadores que aparecen
19
Zaccaria 2003, p. 26; D’ Aloja 2016, p. 647.
20
Meyer 2011, p. 205-215.
21
Larsson Lovén 2016, p. 201; D’ Aloja 2016.
22
Joshel 1992; Rodríguez Neila 1999.
23
Martínez López, Mirón Pérez 2000.
24
Molas Font 1994, p. 83; D’ Aloja 2016, p. 640.
reflejados en sus epitafios como artesanos, desempeñando algún oficio y donde se resalta
la solidaridad de los collegae.25 Por ejemplo, a través de esta fuente se puede apreciar
cómo se generó una identidad vinculada al mundo laboral.26
En lo que respecta a las trabajadoras, el número de epígrafes es inferior al de
varones en Hispania y en todos los territorios del Imperio, pero existen numerosas
inscripciones en donde se recuerda a mujeres a través de la ocupación que desarrollaron
en vida; algunos estudios pioneros en esta temática son los de de Susan Treggiari27,
Joël Le Gall28 o Jean Maurin29, por citar solo algunos.
Gracias, por tanto, a la información epigráfica hay constancia de oficios
realizados por mujeres en distintos sectores: textil, alimentario, de salud y cuidados,
entre otros atestiguados. Este tipo de ocupaciones, desempeñadas por mujeres libres y
esclavas, se encuentran entre las actividades que, socialmente a lo largo de la historia,
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25
Rodríguez Neila 1999, p. 14; Augenti 2008, p. 98.
26
Joshel 1992.
27
Treggiari 1979.
28
Le Gall 1969.
29
Maurin 1983.
30
Pelletier 1984; Pomeroy 1987; Mossé 1990; Duby, Perrot 1991; Cantarella 1997; Cenerini 2002;
Alfaro Giner 2010; D’ Aloja 2016.
31
Medina Quintana 2014, p. 107-117.
32
Del Castillo Álvarez 1974, p. 71; Le Gall 1969, p. 125 y Treggiari 1979, p. 70. CIL V 7023; AE 2003
115.
clauarii, y solo una, la de Cornelia Venusta, que se refiera a una mujer, un oficio que,
de no aparecer en este epitafio, tal vez no habría tenido la consideración de trabajo
femenino. Desconocemos con exactitud cuáles serían las labores de Cornelia Venusta
(productora, vendedora, propietaria…), pero es probable que fueran realizadas en el
marco de un negocio familiar, ya que en la misma inscripción aparece su marido, el
augustal Publio Aebutio, definido como clauarius.33
También se da el caso de trabajos que no han sido relacionados con mujeres
porque no aparecen en las evidencias epigráficas, o literarias, que se refieren a ellas. Por
lo tanto, puede que las mujeres hayan desarrollado algunos oficios, aunque fuera en
número reducido respecto a los varones, pero que, al no contar con ejemplos epigráficos
que lo atestigüen, no se vinculan al mundo femenino.
Y del mismo modo que en la Península Itálica hay consignados algunos trabajos
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33
Cresci Marrone 2003.
34
D’ Aloja 2016, p. 655 y 658.
35
Hemelrijk 2004; Zaccaria 2003.
36
Segenni 2003.
42
Hemelrijk 2004, p. 20, nota 4.
43
Molas Font 1994, p. 80.
44
Kampen 1981, p. 125; Rodríguez Neila 1999, p. 113.
45
Digesto, 37, 15, 11. Papinianus, libro XIII. Responsorum.
46
CIL VI 9211 (Fuluia Melera) y CIL VI 6939 (Septicia Rufa), ambos procedentes de Roma.
47
Le Gall 1969, p. 125-126.
48
Del Castillo 1974, p. 71.
49
Treggiari 1979, p. 66-67.
50
Pérez Negre 1998, p. 152-153.
recayera en los esposos, mientras que Carmen Lázaro Guillamón apunta que la labor de
la brattearia, en tanto productora de hojas de metal, es una actividad que parece impropia
del sexo femenino.51 En este punto cabe recoger la opinión de Elena Conde Guerri,
quien señala que el trabajo del brattearius requiere más de precisión y de pericia que de
fuerza,52 por lo que es lícito pensar que también Fuluia Melema y Septicia Rufa podrían
realizar las láminas de oro. Por su parte, Emily Hemelrijk y Greg Woolf se refieren a
ambos como una pareja de trabajadores, probablemente colliberti.53
Si aceptamos, como se desprende de la información epigráfica, que ambas mujeres
eran las esposas de los bratteari, podemos suponer que no recibirían un salario, sino que
trabajarían en un negocio familiar. Aun así, es lógico pensar que estaban especializadas en
dicho trabajo, de ahí que hayan pasado a la posteridad definidas como tal, con la intención
de dar prestigio al oficio que desarrollaban, tal como sucede en el caso de los varones.54
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51
Lázaro Guillamón 2003, p. 177-178.
52
Conde Guerri 2006, p. 128.
53
Hemelrijk, Woolf 2013.
54
D’ Aloja 2016, p. 640.
parece pertenecer a una esclava cuyos restos óseos fueron hallados en una caupona
pompeyana y que, además de sendos brazaletes, fue enterrada con unas monedas y
otras joyas, lo que parece configurar el peculium de esta esclava. Por su condición servil,
podría recibir y disfrutar de objetos cuya propiedad no le pertenecía sino que sería de
su dueño (peculii libera administratio), lo que ejemplifica las complejas relaciones entre
personas serviles y sus propietarios o propietarias.62
Pese a que resulta difícil conocer la capacidad económica que podía tener
una esclava, aunque sea a efectos prácticos y no legales, sí parece desprenderse de la
documentación jurídica y epigráfica que una serua podría poseer determinados recursos.
Por tanto, y aun admitiendo que quizá no fue una práctica generalizada, una determinada
actividad realizada por una esclava podía serle retribuida económicamente.63 De
cualquier forma, y al margen de estas valoraciones, las actividades desarrolladas por
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62
Scarano Ussani 2003, p. 473-474.
63
Lázaro Guillamón 2003, p. 192.
64
Schumacher 2011, p. 593.
65
Augenti 2008, p. 19.
no sea lo habitual.66 Esta idea permite hablar de las formas de resistencia que pudieron
llevar a la práctica las personas de condición servil, una manera de ahondar en su
individualidad y construir su identidad frente a los imperativos legales. Carla Rubiera
señala otro ejemplo de esta resistencia de la población servil en la maternidad de las
esclavas, al ir más allá de los “cuerpos gestantes” a que las reducía la legislación.67
Contamos con un número considerable de inscripciones donde aparece algún
contubernal, por lo que mencionaremos solamente un caso para ejemplificar la idea
de que, salvando los términos legales, también las personas de condición servil podían
formar una unidad familiar.
C(aius) Licinius Felix a(nnorum) LX
Placidus C(ai) Lic(ini) Him(eri)
s(eruus) a(nnorum) XXXV Felicula
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66
Augenti 2008, p. 19.
67
Rubiera Cancelas 2014.
68
CIL II 2655 (p. 911).
Esto no quiere decir, quizá, que todos los contubernales vivieran en compañía,
pero dado que aparecen los lazos familiares en los epitafios, que se entierran juntos y que
tienen descendencia, nada impide pensar que sus relaciones eran similares a las de una
familia libre, aceptando, en cualquier caso, ciertos matices. En lo que respecta al trabajo
de las mujeres, podemos deducir que realizarían las mismas labores que las libres en
el interior de su hogar, pero, además, cabe preguntarse si contribuirían a la economía
familiar con su peculium, especialmente cuando los dos integrantes de la pareja son de
condición servil.
Frente a estos sectores humildes en la escala social, encontramos a mujeres con
mayor capacidad económica, que desarrollaron una actividad emprendedora, dado
que la mayoría de las familias de la elite invirtieron en otros negocios que aumentaron
su riqueza. Se conservan pocas evidencias de mujeres que estuvieran al frente de esos
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los espacios en los que las mujeres desarrollaban su trabajo tratamos la consideración
económica que tenían, es decir, si eran remunerados o no, se pone de manifiesto, según
esta autora, la contribución económica del trabajo femenino y, además, no se reduce su
ámbito de actuación únicamente al hogar, puesto que, frente al modelo estereotipado
de la domesticidad, realizaron actividades en el exterior.
Pero esta idea, asumible como punto de partida, presenta ciertas complicaciones a
la hora de aplicarla a la Antigüedad. En el caso de las esclavas, no habría tal remuneración
de su trabajo y, sin embargo, ejercieron diferentes oficios que han sido registrados en la
epigrafía o en la literatura y textos jurídicos. Su actividad fue productiva pero ellas no
obtuvieron el fruto de su trabajo, puesto que iba a parar a su propietario o propietaria,
como sucedía también en el caso de los esclavos. Las personas de condición servil
realizaban un trabajo que no era retribuido o, en caso de serlo, no les beneficiaba
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Según estudios de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), el
trabajo doméstico en algunos países supone hasta el 30% del PIB (http://www.oecd.org/).
actividades como las de mantenimiento tienen valor económico per se. Además de
ser doméstico y extradoméstico, remunerado y no remunerado, el trabajo femenino
es productivo, porque incluso aquellas actividades que se realizan en el hogar tienen
carácter económico y generan riqueza.
En el caso del mundo antiguo es especialmente complicado, sino imposible,
calcular la productividad del trabajo femenino. No obstante, dicha consideración
no debería impedir poner de manifiesto el papel que las mujeres desarrollaron en la
economía antigua, por un lado como posibles trabajadoras con un salario remunerado,
aun aceptando que fuera en menor medida que los varones, y, por otro, a través de estas
actividades “domésticas”, que ejercerían libres y esclavas, recibiendo o no un salario.
Como señala Encarna Sanahuja respecto a estas últimas,
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Reflexiones finales
83
Sanahuja Yll 2002, p. 64.
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